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TEMA II

SITUACIÓN DE EUROPA Y ESPAÑA EN EL SIGLO XV


1.1decadencia de la sociedad feudal e inició de las relaciones capitalistas
1.2El renacimiento europeo
1.3La España del descubrimiento y unificación política
1.4Nuevas rutas comerciales
1.5Expulsión de los moros, los judios de la península ibérica y sus
consecuencias.
decadencia de la sociedad feudal e inició de las
relaciones capitalistas

decadencia de la sociedad feudal

El Feudalismo fue la formación socioeconómica predominante en la


Europa occidental de los siglos centrales de la Edad Media (siglos IX
al XIII) caracterizado por la descentralización del poder político. Se
inició en la Antigüedad tardía con la transición del modo de
producción esclavista al feudal a partir de la crisis del siglo III y sobre
todo con la disolución del Imperio romano de Occidente (siglo V) y la
formación de los reinos germánicos y el Imperio carolingio (siglos VIII
y IX).
El feudalismo tuvo su mayor desarrollo en el siglo XIII, a partir de
entonces inició su decadencia. Su crisis se manifestó entre otros
aspectos en el hecho de que los vasallos prefirieron recibir pagos en
metálico a cambio de la obediencia a sus señores mientras que estos
comenzaron a preferir el dinero que podía ser empleado en costear la
contratación de tropas profesionales, mejor entrenadas y más
disciplinadas que los vasallos.
En primer lugar, existieron causas que pueden encontrarse dentro de la
propia economía feudal como la ineficacia de este sistema de
producción (causa primordial de su decadencia) que provocó el
surgimiento y desarrollo de formas nuevas, junto con las crecientes
necesidades de ingresos de la clase dominante, dado que esta necesidad
de mayores ingresos fomentó tal aumento de la explotación sobre los
campesinos que llegó a ser insoportable.
Hay quienes plantean la super explotación de la fuerza de trabajo
(campesinos) como causa del derrumbamiento del sistema feudal ya
que estos abandonaron la tierra debido a que la presión del señor se le
hizo insoportable. Otros estudiosos del tema se refieren a una
interacción de causas internas y externas como desencadenantes de la
crisis del feudalismo. Una de las causas que manejan son los excesivos
gastos de los nobles y el carácter parasitario de esta clase. Otro punto
interesante lo exponen quienes afirman que la acción desintegradora
del comercio sobre el sistema de producción para el uso dentro del
señorío fue la causa de la crisis del fin de la Edad Media
De las llamadas causas externas, habría dos que se dan a partir del
siglo XIII: auge creciente de las ciudades y clase social surgida en su
seno, la burguesía que nos sirven de punto de partida, así como
principios contrarios al modo de producción feudal que también
surgen: la propiedad de la tierra en diversos grados y la propiedad
limitada de las personas; esto implicaba un circuito cerrado entre el
producto agrícola y el consumo conjugado de las clases campesinas y
feudales.
La presencia de ciudades favoreció las relaciones mercantiles con los
campos de los alrededores y en esa época de transición las tensiones de
una agricultura semi comercial en contra posición con la cerrada del
viejo régimen feudal resultó mucho más grave para la sociedad feudal.
Muchas ciudades apoyaron o ayudaron de una forma u otra a las
rebeliones rurales por simpatía popular o por favorecer sus propios
intereses. Es evidente que en Occidente en general las ciudades
ejercieron una continua influencia sobre la relación de fuerzas sociales
en el campo:
Hacía escapar escasos siervos descontentos, que entraban en la
manufactura urbana
· Presionaba a los nobles belicosos a recibir sus ingresos en forma
monitorizada, una de las principales causas de la caída feudal.

inició de las relaciones capitalistas

El capitalismo es un sistema económico en el que individuos y empresas


llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante
transacciones en las que intervienen precios y libre mercados regulados por
la ley de oferta y demanda.

Las etapas del capitalismo son muchas y diversas. Es por eso que en lo que
sigue iremos pasando etapa a etapa. Es decir, desde su origen hasta el siglo
XXI.

Muchos historiadores sitúan el origen del capitalismo un poco antes, en las


pequeñas ciudades comerciantes de Europa, como las de la liga hanseática.
El camino hacia el capitalismo a partir del siglo XIII fue allanado gracias a
la filosofía del Renacimiento y de la Reforma, movimientos que facilitaron
la aparición de los modernos estados nacionales.
Del mismo modo, las expediciones de los siglos XV y XVI fomentaron el
comercio, sobre todo tras el descubrimiento del Nuevo Mundo. Como
resultado, desde el siglo XV y hasta el siglo XVIII, el capitalismo dio lugar
a una nueva forma de comerciar denominada mercantilismo que alcanzó su
máximo desarrollo en Inglaterra y Francia, y en la que el Gobierno ejercía
el control de la producción y el consumo.

Dos acontecimientos propiciaron la fundación del capitalismo moderno, en


la segunda mitad del siglo XVIII: la presentación en Francia de los
fisiócratas y la publicación de las ideas de Adam Smith. Ambas corrientes
apostaban por un orden económico alejado de la intervención del Estado,
un argumento que favoreció el inicio de la Revolución industrial, la cual
logró su mayor apogeo en el siglo XIX.

Las inhumanas condiciones de trabajo que caracterizaron este periodo


llevaron a que surgieran numerosos críticos del sistema; sin embargo, el
primero en desarrollar una teoría coherente en contra fue Karl Marx, quien
atacaba la propiedad privada de los medios de producción. No obstante, el
capitalismo siguió prosperando para convertirse en el principal sistema
socioeconómico mundial de la época.

El economista más influyente de la historia reciente del capitalismo


fue John Maynard Keynes, en la que se explica que un gobierno puede
utilizar su poder para paliar, e incluso eliminar, los ciclos de expansión y
depresión económica vinculados al capitalismo.

El renacimiento europeo

Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se


produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales
exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo
una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. Italia fue el
lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento.
El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que
determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.
El nombre «renacimiento» se utilizó porque este movimiento retomaba
ciertos elementos de la cultura clásica. El término simboliza la reactivación
del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un tipo de
mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta
nueva etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el
interés por las artes, la política y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo
medieval por cierto antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea
determinante, el nuevo nacimiento del arte antiguo, que presuponía una
marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo
en la actitud espiritual del artista.
De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición
artística de la Edad Media, a la que calificó como un estilo de bárbaros, que
más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma conciencia, el
movimiento renacentista se opuso al arte contemporáneo del norte de
Europa.
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el
Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese
momento había sido «supranacional».
Sobre el significado del concepto de Renacimiento y sobre su cronología se
ha discutido muchísimo; generalmente, con el término «humanismo» se
indica el proceso innovador, inspirado en la Antigüedad clásica y en la
consolidación de la importancia del hombre en la organización de las
realidades histórica y natural que se aplicó en los siglos XV y XVI.

La España del descubrimiento y unificación política


El siglo XV conoce la unificación de los distintos reinos peninsulares bajo
el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Terminada la
Reconquista con la ocupación del reino de Granada, la principal
preocupación de los monarcas será asentar el poder real frente a las
aspiraciones de la nobleza y las ciudades, que han provocado continuos
conflictos a lo largo del siglo y la cesión de grandes cuotas de poder al
estamento nobiliario, el gran beneficiado de las luchas intestinas por el
poder. La economía castellana y la Hacienda real se han visto resentidas
por las continuas guerras civiles, por lo que se hará necesario emprender
grandes reformas estructurales en los campos productivo e impositivo con
el objetivo de dotar a la monarquía de recursos suficientes para atender a
sus intereses en política exterior, fundamentalmente la competencia con
Portugal y Francia y el acercamiento al Papado. La uniformización de los
distintos reinos y territorios se convierte en la base sobre la que se asienta
la monarquía, iniciando una era en la que el poder de los estados
centralizados se impondrá sobre los localismos y las particularidades. La
expulsión de judíos y musulmanes, la imposición de una tributación estatal,
el control sobre la nobleza terrateniente, la homogeneización
religiosa promovida por la Inquisición, etc. son rasgos que anticipan el
surgimiento de los estados-nación. La pacificación interna y el desarrollo
económico permiten a Castilla centrar sus intereses en la proyección
exterior, donde el control sobre las rutas comerciales con Oriente se
convertirá en el objetivo prioritario.

El descubrimiento de América en 1492 por Cristóbal Colón fue uno de los


hechos más importantes de la historia europea y condicionó la evolución
política, social y económica de los siglos siguientes.

Es posible que durante la Edad Media llegasen algunas expediciones


nórdicas a la costa de Norteamérica, pero, ya desde comienzos del siglo
XV, portugueses y castellanos habían iniciado un intento de llegar a
Oriente (las Indias), proveedor de especias y de productos de gran valor,
mediante un camino alternativo a las rutas tradicionales del Mediterráneo
oriental.

Las crecientes dificultades del Imperio Bizantino, que finalmente caería


con la toma por los turcos de Constantinopla en 1453, forzaron a los
europeos occidentales a buscar rutas alternativas a Asia.

Fruto de estas expediciones fue la conquista castellana de las islas


Canarias, que comenzó en 1402 por la isla de Lanzarote y concluyó en
1496 con la conquista de Tenerife.

A finales del siglo XV parecía claro que los portugueses se habían


adelantado a los castellanos en la conquista de la ruta de las especias y de
los metales preciosos, gracias al dominio que ya ejercían sobre la costa
occidental africana. En este momento, Cristóbal Colón, que había estado a
las órdenes del rey de Portugal, ofreció a los Reyes Católicos el proyecto
de llegar a las Indias siguiendo una ruta hacia el oeste en lugar de
bordeando todo el continente africano. Para poner en práctica su proyecto,
Colón partía de la idea de la esfericidad de la Tierra, cuestión controvertida
en la época. Finalmente, por las Capitulaciones de Santa Fe, los Reyes
Católicos acordaron con Colón el inicio de la expedición.

El 3 de agosto de 1492 Colón inició su viaje saliendo del puerto de Palos de


la Frontera en Huelva. La expedición de tres naves llegó a una pequeña isla
de las Antillas el 12 de octubre.

Durante mucho tiempo Colón siguió creyendo que había llegado a Asia por
la ruta occidental, pero en realidad se había encontrado con la existencia de
un continente desconocido en Europa: América.

La partición de las zonas de expansión y navegación entre Castilla y


Portugal se acordó por el Tratado de Tordesillas (1494). Un meridiano
situado a 370 leguas de Cabo Verde separó las dos zonas de influencia: la
occidental para Castilla y la oriental para Portugal. De esta manera la costa
africana y el actual Brasil quedaron en manos portuguesas, y el resto de
América en manos castellanas.

Nuevas rutas comerciales

El deseo de conocer nuevas rutas marítimas llevó al descubrimiento de dos


nuevos continentes: América y Oceanía.

Durante gran parte de la Edad Media, los conocimientos geográficos de los


europeos se limitaron a su propio continente y a las zonas que rodeaban el
mar Mediterráneo. Recién con las Cruzadas se estableció un contacto
frecuente con las zonas del Mediterráneo Oriental, e incluso iniciándose un
comercio fluido con la India y las islas Cipango (actual Japón), Catay
(China) y Molucas (en Indonesia), entre otras. Los europeos adquirían
ámbar, aceite de rosas, almizcle (que sirve para hacer cosméticos y
perfumes), sedas, perlas, porcelanas, tapices, perfumes, marfil y las
apreciadas especias, como la canela, clavos de olor, laurel, nuez moscada,
vainilla, jengibre y pimienta, que utilizaban para cocinar y preservar los
alimentos, especialmente la carne y mariscos. De igual forma, los
farmacéuticos compraban opio, alcanfor, resinas y bálsamos. Más aún, se
adquiría el incienso que se ocupaba en las ceremonias religiosas.
En consecuencia, a medida que aumentaba la demanda por estos productos,
también se incrementaba su valor. Por ejemplo, la pimienta se contaba
grano a grano y su valor era casi igual al de la plata.
Otra de las razones de la navegación por nuevas rutas, fue que la
navegación del Mediterráneo oriental empezaba a ser obstaculizada por el
Imperio Turco Otomano. Con la conquista de Constantinopla (1453) se
consolidó el poderío otomano y en ciertos periodos dificulto el comercio
europeo con los puertos que, por siglos, habían sido el tránsito para el
intercambio comercial. Por añadidura, en lugares como China y zonas
aledañas, había productos muy apreciados y, debido a las dificultades para
llegar hasta allí, los europeos se dedicaron a buscar nuevas rutas.
Uno de los primeros en comenzar fue Enrique el Navegante (1394-1460),
Príncipe de Portugal, fijó su residencia en Sagres (actual Portugal), y creó
la primera escuela para navegantes de Europa. Además, Enrique contribuyó
al arte de la construcción naval, entre sus aportes en la ciudad de Sagres se
diseñó la carabela.
Dos rutas se destacaron y fueron efectivas, la de Enrique El Navegante
llevada a cabo por Bartolomé Díaz consistió en circunnavegar la costa
africana hasta llegar hacia las costas al Este del continente y llegar a la
India, a través de Oceanía. Y la segunda es la propuesta de Cristóbal Colón,
que postuló la posibilidad de cruzar el Atlántico, sosteniendo su teoría en la
idea de que la tierra tenía forma de esfera, sin embargo, en su camino se
encontró con América, aunque de todas formas Colón pensó haber llegado
a las Indias. Alguien que si llevase a cabo la propuesta de dar la vuelta al
mundo propuesta por Colón fue Sebastián Elcano, que cruzó América a
través del estrecho de Magallanes, acompañado por el mismísimo
Hernando de Magallanes que pereció en el camino.

Expulsión de los moros, los judíos de la península ibérica y sus


consecuencias.

Expulsión de los moros


Como en otras ocasiones no hay un consenso sobre si hay una causa
específica que provocó la expulsión de los moriscos. Seguramente hubo
una confluencia de factores que acabarían con la expulsión en 1609 de esta
parte de la población española

Sin embargo, el mismo Lapeyre reconoce que estas cifras son incompletas
en lo que se refiere a Murcia y a Andalucía, por lo que otros historiadores,
como Antonio Domínguez Ortiz amplían la cifra hasta las 300.000
personas. Henry Kamen también da esa cifra de 300.000 expulsados, de
una población peninsular estimada en 320.000 moriscos.
El Consejo de Castilla evaluó la expulsión en 1619 y concluyó que no
había tenido efectos económicos para el país. Esto es cierto para el reino de
Castilla, ya que algunos estudiosos del fenómeno no han encontrado
consecuencias económicas en los sectores donde la población morisca era
menos importante. De hecho, el quebranto demográfico no podía
compararse, ni de lejos, al medio millón de víctimas de la gran peste de
1598-1602, cinco veces más que el número de moriscos expulsados en
dicho reino. Sin embargo, en el Reino de Valencia supuso un abandono de
los campos y un vacío en ciertos sectores al no poder la población cristiana
ocupar el gran espacio dejado por la numerosa población morisca. En
efecto, se estima que en el momento de la expulsión un 33% de los
habitantes del Reino de Valencia eran moriscos, y algunas comarcas del
norte de Alicante perdieron a prácticamente toda su población, que tanto en
esta como en otras zonas fue necesario reponer con incentivos a la
repoblación desde otros puntos de España.
La expulsión de un 4% de la población puede parecer de poca importancia,
pero hay que considerar que la población morisca era una parte importante
de la masa trabajadora, pues no constituían nobles, hidalgos, ni soldados.
Por tanto, esto supuso una merma en la recaudación de impuestos, y para
las zonas más afectadas (Valencia y Aragón) tuvo unos efectos
despobladores que duraron décadas y causaron un vacío importante en el
artesanado, producción de telas, comercio y trabajadores del campo.
Muchos campesinos cristianos, además, veían cómo las tierras dejadas por
la población morisca pasaban a manos de la nobleza, la cual pretendía que
el campesinado las explotase a cambio de unos alquileres y condiciones
abusivas para recuperar sus “pérdidas” a corto plazo.
Por otra parte, la expulsión volvió más inseguras las comunicaciones por
tierra y mar: convirtió a algunos campesinos moriscos
en bandoleros rebeldes refugiados en las montañas (los llamados monfíes),
cuando no en aliados y espías de la piratería berberisca que ya en el siglo
XVI habían encabezado Barbarroja y Dragut. Como entonces, los
descendientes de estos corsarios berberiscos habían acogido a los
emigrados de las guerras moriscas y de la expulsión entre sus hombres
usándolos para infiltrarse en las costas mediterráneas españolas y
saquearlas regularmente (también las europeas: de la capital de Islandia se
llevaron a 400 islandeses, incluso mujeres y niños, que vendieron como
esclavos) y esta costumbre perduró durante cerca de un siglo también
después de la expulsión, de forma que el temor a la "bajada del Turco"
llegó a ser un tópico conversacional en el Siglo de
Oro. Altea, Villajoyosa y Calpe fueron especialmente castigadas entre otros
lugares. Los tres mil moriscos de Hornachos, en Extremadura, fueron
expulsados íntegramente y fundaron en Salé, junto a Rabat, la República
corsaria de Salé. Entre los piratas moriscos españoles que saquearon la
costa española en busca de riquezas y esclavos pueden mencionarse, por
ejemplo, Alonso de Aguilar, el "Joraique", el granadino Mami
Arráez o Manuel de Guadiana.

Expulsión de los judíos

todo empezó porque la Santa Inquisición pidió a los Reyes Católicos la


expulsión de los judíos de 1492 en base a que creían que era la única forma
de garantizar la conversión plena al catolicismo del reino. Así, al no tener
cerca a miembros de su antigua religión, los judíos no tendrían los
atractivos de traicionar la fe cristiana y judaizar.

Los judíos tenían una organización propia reconocida por los reyes, las
llamadas juderías, que eran los barrios apartados de los judíos, o
las aljamas, que no implicaba que estuvieran separadas. Respecto a la
sinceridad de sus conversiones religiosas al cristianismo siempre ha
habido debates historiográficos. Tradicionalmente la historiografía decía
que los judíos conversos muchas veces fingían la conversión, ya que de
cara a la sociedad eran cristianos y después practicaban ritos judíos
clandestinamente. Sin embargo, en la actualidad se ha desmontado esta
teoría.

Las consecuencias de la expulsión de los judíos de 1492 van a


ser económicas y negativas a corto plazo, con un cierto desajuste, pero sin
crear una situación de depresión económica. Actualmente ya se rechaza la
idea de que la mayor parte de la economía estuviera en manos de los judíos,
y mucho menos las finanzas: había banqueros, financieros o recaudadores,
pero no hay que exagerar su número. De hecho, la mayor parte de los
judíos en el momento de su expulsión practicaban profesiones
urbanas modestas: eran artesanos, pequeños comerciantes, pero no estarían
acomodados económicamente hablando.

A largo plazo, se ha dicho que su expulsión significó un deterioro de la


dinámica económica precapitalista, es decir, que su expulsión no benefició
a la burguesía. Esto también es discutible, ya que la presencia de judíos
como comerciantes tampoco es muy grande, así que se duda de esta
repercusión negativa para la burguesía. Desde el punto de vista
demográfico, van a tener consecuencias limitadas, ya que se estima que su
población suponía un 2% del total.

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