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no es más que eso. A finales del siglo XVIII y a principios del XIX, se instauraron reglas
ámbito de escribir, tomó cada vez más el cariz imperativo propio a la literatura aun cuando
hubo un tiempo en el que los textos que hoy llamamos “literarios” (narraciones, cuentos,
epopeyas, tragedias, comedias) eran puestos en circulación sin que se planteara la idea de su
este texto se discutirán varios aspectos que giran en torno a la figura del autor. Primero se
hablará de lo que Barthes llamó “El imperio del autor” y su caída, aspecto esencial para el
adversario: un Lector Modelo. Por último, mencionaremos las cuestiones técnicas que rodean
las decisiones estéticas de El nombre de la rosa y que la convierten en una de las mejores
novelas del siglo XX. Una vez establecidas las generalidades de este texto, como quien traza
el mapa de la isla del tesoro para no extraviarse del punto preciso y de todos modos se va a
perder, quien lea puede entrar al material objeto de este trabajo. Desacralizar la figura del
autor.
A lo largo de los años se ha discutido lo que Barthes llama el “Imperio del autor”, ya
que el lector rechaza el anonimato del autor, busca darle una identidad al texto. La estrategia
del escritor de usar el narrador omnisciente hace que el texto revele al autor como el dios que
narra la historia o como poseedor de la verdad que la inspiró. El que lee insiste en asociar a
similitudes y bases que sirvieron para su creación, la obra debe dar al lector suficiente
información que le permita sostenerse por sí misma, de manera que se evite el hábito de
Para comenzar a empequeñecer la figura del autor, debemos desistir de considerarlo como el
referente de su obra, pese a que el autor es el que nutre al libro, la obra debe tener la fuerza
para expresar aquello que desea, sin necesidad de estar involucrada con la vida personal de
quieén la escribió. Se puede ver como la relación entre un padre y su hijo: el padre, quien
existe antes que él, lo alimenta con las enseñanzas de aquellos que lo precedieron; del mismo
modo que un padre no es tal hasta que nace su retoño, el que escribe no puede ser llamado
consiste en una mezcla de escrituras, por supuesto sin pecar de plagio, de tal forma que este
nuevo texto adquiere una identidad propia. Al leer Los miserables se puede identificar que la
obra la escribió Víctor Hugo. Con cada libro que se lee, se añade información al diccionario
mental propio en el que subyacen todos los libros que el autor ha leído y del que se sustenta
la escritura. Un libro no es más que la imitación infinita de aquellos que vinieron antes que él.
nombre conlleva, pero el nombre del autor no debe limitarse a una simple significación. En
tal caso si se descubre que Alejandro Dumas no escribió El Conde de Montecristo, la imagen
manera de identificar varios textos bajo un mismo nombre y establecer una filiación entre
1
BARTHES, Roland, El susurro del lenguaje, p. 66
ellos. En síntesis, el nombre de autor cumple la función de categorizar la manera de ser de un
Por ello, debe mencionarse que algunos escritores sirven de cimiento para quienes los
relevaron ya que por ser los primeros y más importantes tendrán el modelo y principio de sus
predecesores en sus obras, Foucault refiere un ejemplo: “Ann Radcliffe no sólo escribió El
castillo de los Pirineos y algunas otras novelas, sino que hizo posibles las novelas de terror
del siglo XIX”2. También debe mencionarse que no sólo posibilitaron cierto número de
signo, es porque Cuvier hizo posible en cierta medida la teoría de la evolución opuesta
término por término, a su propio fijismo; es en la medida en que Saussure hizo posible una
gramática generativa muy diferente de sus análisis estructurales. Por lo tanto, la instauración
de discursividad parece ser, a primera vista, en todo caso, del mismo tipo que la fundación de
cualquier cientificidad.
Hasta entonces había creído que todo libro hablaba de las cosas, humanas o
divinas, que están fuera de los libros. De pronto comprendí que a menudo los
libros hablan de libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí. A la luz de
esa reflexión, la biblioteca me pareció aún más inquietante. Así que era el
ámbito de un largo y secular murmullo, de un diálogo imperceptible entre
pergaminos, una cosa viva, un receptáculo de poderes que una mente humana.3
El autor debe estar consciente de que al terminar su texto y publicarlo, la relación morirá,
pasará a ser uno más de los lectores de su obra y aunque haya sido él quien la nutrió la
proveerá de un nuevo sentido al releerla, ya que quieén escribió la novela ya no existe, aceptó
su muerte y con ella quedará plasmado en las memorias de sus lectores, como un héroe
2
FOUCAULT, Michel, “¿Qué es un autor?”, p. 41.
3
ECO, Umberto, El nombre de la rosa, p.390.
griego quien ha aceptado morir y con su sacrificio; su vida ha quedado consagrada y
De tal modo que lo único que queda del escritor es su ausencia, el escritor debe jugar
el papel de muerto, es decir, que al terminar su libro no se le puede enviar una carta
preguntándole el porqué de las acciones de los personajes de su libro, porque él “ya está
muerto”, cumplió con su tarea de escribir y eso es todo; lo demás es tarea del lector. Por lo
tanto, el lugar en el que se reunirán todas las escrituras que el autor imitó para escribir su obra
se congregarán en el lector, quien le dará vida al texto detrás de esas páginas y, como quien lo
Un texto está formado por escrituras procedentes de varias culturas y que, unas con
otras establecen un diálogo, una parodia, una contestación,; pero existe un lugar en el que se
recoge toda esa multiplicidad y ese lugar no es el autor, como hasta ahora se ha dicho, sino el
lector: el espacio en el que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que
pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin
biografía, sin psicología, es tan sólo ese “alguien” que mantiene reunidas en un mismo cuerpo
todas las huellas que constituyen el escrito. Barthes señala: “La crítica clásica no se ha
ocupado nunca del lector, para ella no hay en la literatura otro hombre que quien la escribe.
[...] para devolverle su porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento
Ya alejada la idea del autor como dios omnisciente disuelto en la obra literaria, se vuelve
inútil el intento de descifrar un texto, éste puede desentrañarse, recorrerse varias veces y
repetir el proceso de lectura con el objetivo de que un texto que permanece idéntico a cuando
4
Op. cit. Roland Barthes, Op. cit., p. 71
salió de una biblioteca y de una librería y el lector se vio fascinado por aquello que aprendió
de él y que lo conserva con afecto en su memoria y que sin vacilar recomendará a quien le
Aunque una obra ya posee una identidad propia, necesita ser leído ya que, si aquel
texto no es publicado, aunque existe, si nadie lo conoce no hay ninguna diferencia a lo que
era antes de salir de la mente del escritor y ser plasmado en papel. Si bien, no hay relación
directa entre el valor de un libro y la amplitud de su público, pero la hay y muy estrecha,
entre la existencia de un libro y la posibilidad real de sus lectores. De la misma manera que
una moneda no se relaciona con la importancia numérica de una población del país que la
otros tipos de expresiones, un texto está lleno de elementos “no dichos”, ("No dicho"
esos elementos no dichos los que deben actualizarse en la etapa de la actualización del
contenido.
Para ello, un texto (con mayor fuerza que cualquier otro tipo de mensaje) requiere ciertos
movimientos cooperativos, activos y conscientes, por parte del lector.), y es tarea del lector
rellenar esos espacios en blanco, pero no está solo, el autor lo ayudará. Como en toda
5
ECO, Umberto, Lector in fabula, p. 79.
Como lo señala Eco, la analogía sólo falla por el hecho de que, en el caso de un texto, lo que
un autor quiere es que el adversario gane, no que pierda. De manera que prever el
correspondiente Lector Modelo no significa sólo "esperar" que éste exista, sino también
mover el texto para construirlo. Un texto no sólo se apoya sobre una competencia,: también
contribuye a producirla, dice el mismo Eco en sus Apostillas a El nombre de la rosa: “¿Qué
significa pensar en un lector capaz de superar el escollo penitencial de las cien primeras
páginas? Significa exactamente escribir cien páginas con el objetivo construir un lector
idóneo para las siguientes”.6 En síntesis, podemos concluir que un texto es un producto cuya
suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo: generar un texto
significa aplicar una estrategia que incluye las previsiones de los movimientos del otro. Otra
cuestión que podría surgir es si quien escribe lo hace para la posteridad. La respuesta es no,
los contemporáneos. De esta manera, al construir un Lector Modelo, el autor sabe que, si
logra atrapar al lector, lo llevará a la perdición, pero lo bonito de los pactos con el diablo es
que se sabe con quien se trata. Si no, ¿por qué el premio sería el infierno?
Así, pues, el texto está plagado de intersticios que hay que rellenar,; quien lo emitió preveía
que se los rellenaría y los dejó en blanco por dos razones. Ante todo, porque un texto es un
(hasta el extremo de violar las reglas normales de conversación). En segundo lugar, porque, a
medida que pasa de la función didáctica a la estética, un texto quiere dejar al lector la
iniciativa interpretativa, aunque normalmente desea ser interpretado con un margen suficiente
6
ECO, Umberto, Apostillas a El nombre de la rosa, p. 57
de univocidad. Un texto quiere que alguien lo ayude a funcionar. En otras palabras: un texto
A su vez, se debe tomar en cuenta accidentes casuales porque, aunque pueda parecer obvio:
la competencia del destinatario no coincide necesariamente con la del emisor; por ejemplo: si
una obra tiene lugar en el Museo de Louvre, el autor debe considerar la posibilidad de existan
lectores que no hayan oído hablar del museo, de que no tengan ese feedback 7, y arreglárselas
para que al recobrarlo más adelante sea como si el lector ya lo conociera sin necesidad de
Esto revela que nunca se da una comunicación meramente lingüística, sino una actividad
semiótica en sentido amplio, en la que varios sistemas de signos se complementan entre sí.
Cada uno de los que se acercan a la literatura tiene de ella una visión distinta, como de una
novia compartida, dependiente de su experiencia y de las intenciones con las que se acerca a
ella. Para ilustrar lo anterior podemos recurrir a una vieja fábula hindú: un señor pidió a los
sabios de su reino tocar un objeto con los ojos cerrados, y decir sin ver, que era según ellos.
Hizo traer un elefante, uno tocó la oreja y dijo: es una palmera; otro una pata y dijo: una
columna blanda; el tercero la trompa y dijo: una serpiente; el otro la cola y dijo: una cuerda
Umberto Eco, en el prólogo, juega con la idea de que, lejos de ser una obra original de
Umberto Eco, El nombre de la rosa sería una mera traducción al italiano de un conjunto de
traducciones previas.
7
Retroalimentación.
Eco inicia la novela describiendo cóomo, se encontró con un manuscrito en el año de 1968 en
Praga a la espera de que los tanques soviéticos entraran en la República Checa. Aquí nos
encontramos con las referencias al presente de la novela de Umberto Eco; la disputa entre el
papado y el imperio se podría equiparar, en el siglo XX, a la disputa entre la Unión Soviética
y Estados Unidos. El papado, en ese caso, sería la URSS, que pretende ser un poder espiritual
pero que de facto tiene un componente de poder terrenal, mientras que EEUU sería el
imperio, un poder terrenal que, no obstante, también tiene pretensiones espirituales, porque
EEUU no ejerce meramente como gran policía del mundo libre, sino que también crea un
imaginario que a través de sus productos culturales insufla una idea pro-capitalista en sus
El libro se presenta como una traducción al italiano de una oscura versión neogótica francesa
de una edición latina del siglo XVII, de una obra escrita en latín por un monje alemán de
finales del siglo XIV. De manera que la novela es una matrioshka y esta descripción es la que
justifica las decisiones estilísticas de Umberto Eco, por ejemplo: ¿por qué se mantienen unos
pasajes en latín y otros no? Porque, dice Umberto Eco “El traductor al francés así los
mantuvo”.8
Al final de ese prólogo Umberto Eco hace un balance de la literatura de la última mitad del
En los años en que descubrí el texto del abate Vallet [refiriéndose al libro que
encontró en Praga] existía el convencimiento de que sólo debía escribirse
comprometiéndose con el presente, o para cambiar el mundo. Ahora, a más de
diez años de distancia, el hombre de letras. (restituido a su altísima dignidad)
puede consolarse considerando que también es posible escribir por el puro
deleite de escribir.9
8
Ver Prólogo a El nombre de la rosa.
9
Idem.
A lo que se refiere Umberto Eco en este pasaje, es a la transformación que hubo en la
literatura de la segunda mitad del siglo XX, en la que se expone por primera vez de manera
celebre la teoría de la muerte de autor, se puede encontrar en Barthes, Foucault y buena parte
de los autores del noveau roman, que intentan ir más allá de la narración como
narrativa que sea pura descripción objetual. En los años 60 hay una suerte de compromiso
político formalista, en la que al mismo tiempo el arte político tiene una serie de pretensiones
formales y se entiende que el arte político por excelencia no es la novela fácil de proletario o
panfletaria, sino aquel tipo de aquel que busca la subversión de la realidad a través de la del
arte.
Eco visibiliza cóomo, al comienzo de los años 80, se produce una sustitución paulatina de la
narrativa por el arte visual como producto culto por excelencia. Evidentemente la novela dejó
de ser un producto de consumo de masas en los años 20 cuando apareció con gran pujanza el
cine. Incluso actualmente la narrativa ha quedado expulsada del terreno de lo culto. Hoy en
día, es común encontrarse con gente que está más o menos enterada de lo que sucede en el
mundo cultural, pero que tiene un conocimiento muy detallado del arte audiovisual,
principalmente el cine, las series y la música. Un claro ejemplo es que El nombre de la rosa
es más conocido por su adaptación cinematográfica que por sus 700 páginas, dice mucho del
Otro ejemplo de las estrategias usadas por Eco en la novela para sorprender al lector son los
pasajes en latín, pues el autor pidió a su editor y a la mayor parte de los traductores de El
nombre de la rosa, que no añadieran las traducciones de los fragmentos en latín en la misma
página que aparecían. Este trasiego entre la lectura del cuerpo del texto y las traducciones,
rompe la linealidad propia de la narrativa, pues,; a diferencia de otras artes, como la pintura,
en la que puede haber un cuadro en el que aparece el nacimiento de Cristo, su entrada en
Esto podría recordar a la escuela semiótica soviética, que postula que lo característico del arte
Recapitulando, el autor no es más que el que escribe como quien emite un mensaje
pero que requiere de un receptor para que surja la comunicación, o como en este caso, la
escritura. Además, el escritor debe considerar que sus lectores no tienen la misma
competencia que él, por lo tanto, se compromete a crear un Lector Modelo y a mover el texto,
para que la escritura pueda sostenerse por sí misma sin necesidad de información previa a su
vaivén de tranquilidad y tensión, jugando con las expectativas del lector, basadas en sus
lecturas previas que se guardan en su memoria. De igual forma, cada lector puede tener una
idea diferente de la misma obra, a pesar de que sea exactamente la misma, debido a la
inmensidad del mundo literario y de la complejidad de cada ser humano, pero que unas sus
discrepancias con el paso del tiempo han explorado un mundo mágico y maravilloso llamado:
la literatura.
EXCELENTE (10). Me gustó mucho tu manejo de las fuentes teóricas. Me quedé con la duda
sobre qué tipo de lector busca Eco, ¿uno que sepa filosofía o uno que sepa latín, o es posible