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Licenciatura en Derecho
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Sin embargo, al hablar del ius, no podemos hacerlo de forma aislada, debemos
comprender que el aspecto jurídico estuvo acompañado de manifestaciones
culturales, artísticas, sociales, políticas y religiosas, siendo éstas últimas aquellas
que fungieron como base del ius, ya que dichas manifestaciones tenían sus
propias leyes basadas en lo divino (fas) y operaban en donde la voluntad de los
hombres, o ius, no podía hacerlo.
Por otro lado, los romanos se caracterizaron por hacer la separación del derecho
de acuerdo a diferentes definiciones y conceptos que tenían. Por ejemplo,
surgieron el Derecho Público y el Derecho Privado, los cuales se diferenciaban en
que en el Público intervenía el Estado, mientras que, en el Derecho Privado, sólo
se trataban las cuestiones entre los ciudadanos. Así mismo, desarrollaron
subcategorías para este Derecho Privado, el cual, si bien se trataba únicamente
de asuntos entre los ciudadanos romanos, todos ellos tenían algo en particular
que los diferenciaba.
Se sabe que, durante los primeros siglos la vida del pueblo romano estaba basada
en deidades, acercando lo humano con lo religioso, uniendo así el Derecho con la
religión. Las ceremonias jurídicas que se llevaban a cabo tenían similitud y
estaban relacionadas con las ceremonias de carácter religioso en donde los
sacerdotes eran los encargados de interpretar y/o sancionar según lo jurídico.
Sin embargo, el ius se fundamentaba en el fas, ya que primero debía regirse por
aquellas bases y principios que emanaban del Derecho divino, es decir, las
normas jurídicas de Roma estaban determinadas por las normas divinas, por su
parte, el fas, al ser lo permitido por los dioses, era la principal regla para
diferenciar entre lo que era lícito de lo que no lo era. Estas normas religiosas
fijaban límites en el empleo del ius, incluso, en ocasiones el fas resolvía ciertas
disputas e intervenía en situaciones donde el ius no podía hacerlo. Es así como el
fas aceptaba algo que el ius no permitía, o se aceptaba la voluntad divina o la
voluntad del hombre, de este modo ambos derechos se ligaban el uno con el otro.
El vínculo del ius con el fas dependía de la actuación del rey o de los sacerdotes
en las respuestas (decretos) que otorgaban a los romanos según los actos que
cometían. Las respuestas a dichos actos expresaban un juicio divino, de donde la
atribución era siempre según el mandato de los dioses. De esta manera, el fas era
una atribución adjetiva, referida a las conductas o acciones humanas, las cuales
solían consolidarse mediante las costumbres.
Retomando estos términos y para poder seguir relacionando el ius con el fas, ha
surgido la creencia de que el nefas se originó antes que el fas, ya que para poder
definir este último primero se debió pensar en lo que no era ilícito o no estaba
prohibido, de esta forma, el fas pudo haber sido considerado como una
manifestación de la voluntad humana, condicionada siempre por la delimitación
divina, dando espacio a que hubiese la necesidad de crear el ius con carácter
meramente humano. En este sentido, el ius también podría ser considerado como
la evolución del fas, en donde lo humano puede expresarse con libertad ante lo
divino. Esta evolución que trajo consigo nuevas determinaciones humanas tiene
sentido, puesto que, el ius tuvo raíz en lo religioso y siempre estuvo
profundamente influido por la religión.
Con el paso del tiempo la población romana se fue secularizando aún más, es
decir, fue aparatando poco a poco los comportamientos que se caracterizaban por
ser religiosos. Tras estos acontecimientos, se hace indispensable la existencia de
nuevas normas para la vida, puesto que aquellas que habían sido funcionales para
los antiguos pobladores, ya no lo eran para los que habitaban en ese época o,
simplemente también eran normas que lo dioses habían olvidado dictar. Es así
como se da el surgimiento de un ius secularizado el cual contenía ciertas normas
que no habían sido previstas por el fas, por ejemplo, las relaciones que
empezaron a existir con los extranjeros, puesto que, en la expansión de Roma
hacia nuevos horizontes, el comercio y la negociación con gente de otros pueblos
fueron creciendo y para ello era necesaria la regulación de sus acuerdos.
Versado lo anterior, es importante hacer énfasis en que el Derecho Romano no
fue un sistema de normas jurídicas (basadas en normas divinas) que se
mantuvieron fijas a través del tiempo y del espacio, sino todo lo contrario. El
Derecho fue cambiando y adecuándose a las necesidades del pueblo romano en
los diferentes periodos por los que atravesó a lo largo de su historia. Por tales
razones no podemos decir que el Derecho Romano fue inmutable, en tal caso,
podríamos decir que el Derecho Romano fue evolucionando en las diferentes
etapas espacio-temporales por las que pasó.
Es justo dentro de este Derecho Privado que surgen diversos conceptos en los
que se subdivide, uno de ellos es el concepto del Derecho Natural (ius naturale), el
cual se define como aquellos derechos que provenían de la voluntad divina,
apropiados a la propia naturaleza del hombre y los cuales eran inmutables por
éste, además de ir absolutamente de acorde con la idea de lo que era bueno y
equitativo y el cual, con el tiempo y gracias al cristianismo, adquiriría un sentido
más divino.
Otro de los conceptos que surgieron fue el de Derecho Civil (ius Civile) que deriva
de la costumbre y el cual se creó con la finalidad de regir a todos los ciudadanos
romanos, aplicando las reglas única y exclusivamente a ellos, sin incluir a los
extranjeros, pero, como se mencionó anteriormente, al expandirse el territorio
romano y comenzar a negociar con otros pueblos, se precisó crear un sistema
normativo que no sólo fuera aplicado a los civitas o ciudadanos romanos, sino
también a todos aquellos extranjeros (peregrini) que se relacionaran con ellos,
surgiendo así el Derecho de Gentes (ius Gentium), en donde las reglas aplicaban
a todos los pueblos, no importando su procedencia.
Es en este punto en donde el pretor peregrino, gracias a los edictos que se habían
consolidado anteriormente, recreaba nuevos decretos de acuerdo a la vida social y
las relaciones entre el pueblo de Roma y los extranjeros. El resultado de esto,
además del acercamiento del Derecho Civil al Derecho de Gentes, fue que este
último se asoció al Derecho Natural pues se pensaba que el Derecho de Gentes
se establecía entre todos los hombres por medio de la razón natural del hombre.
Retomando al Derecho Civil, que dominó durante el periodo arcaico, una vez en la
práctica, los magistrados encargados de aplicar el Derecho estuvieron dotados de
facultades para expedir ciertos recursos con los cuales pudieran regular su labor.
De este modo, validaban, corregían o sustituían al Derecho Civil, creando así un
nuevo Derecho, semejante al Civil pero más equitativo en la práctica y al que se le
denominó Derecho Honorario (ius honorarium).
Así, la finalidad principal del Derecho Honorario era reemplazar las lagunas o
modificar los preceptos inadecuados que pudiera tener propiamente el Derecho
Civil. Mientras el ius civile fue creado mediante asambleas del pueblo y los
juristas, el ius honorarium fue creado por el pretor.
En los distintos periodos que atravesó la Roma antigua, se puede apreciar que los
cambios constantes en la sociedad trajeron consigo nuevas necesidades entre los
pobladores, lo que orilló al Derecho a revolucionar la forma en que regía, puesto
que las normas que habían regulado con anterioridad, en las nuevas etapas
carecían de argumentos o dejaban lagunas y por tal motivo fue necesaria la
creación de nuevos Derechos que pudieran abarcar más posturas entre las
relaciones que se efectuaban en Roma.
Lo anterior es importante puesto que, hoy en día, nuestra sociedad cree estar del
todo secularizada, sin siquiera saber que la forma en la que se vive está
influenciada por las más mínimas creencias religiosas y en el modo de actuar se
puede encontrar un pedacito de esa religión, donde, muchas ocasiones, ni siquiera
somos conscientes o conocemos por qué actuamos de esta forma determinada.
Así mismo, es relevante recordar que el Derecho Romano constituye a nuestro
Derecho actual y es gracias al desarrollo de nuevas necesidades que éste se ha
ido transformando.
Bibliografía
Bernal, B. (2016). La primera vida del derecho romano. En Historia Del Derecho
(pp. 57-83). Nostra Ediciones. Recuperado de
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3263/6.pdf
Milián J. F. (2015). Estado, Derecho y religión. La razón histórica, 31, pp. 4-18.
Recuperado de https://www.revistalarazonhistorica.com/31-2/