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Las quemaduras son lesiones superficiales que no revisten de mayor gravedad.

Sin embargo, en
estos casos podemos afirmar de manera literal que, a veces, es peor el remedio que la
enfermedad. Y, es que, la desinformación y difusión de bulos provocan que recurramos a métodos
que creemos curativos pero que, finalmente, resultan contraproducentes y empeoran el estado
inicial de la quemadura.

Antonio Clemente Ruiz de Almirón, dermatólogo de la Academia Española de Dermatología y


Venereología (AEDV) explica que, ante esta lesión, “lo primero que hay que hacer es lavarla con
abundante agua el tiempo que sea necesario hasta aliviar el dolor. Posteriormente, el tratamiento
varía según el grado de la quemadura”. En este sentido, el especialista aclara que, si esta es de
primer grado, sin ampollas, se puede usar alguna crema calmante de farmacia o un corticoide
suave tópico.

“En quemaduras de segundo grado más profundas con ampollas es aconsejable que sean
valoradas y tratadas por un médico, pues será un profesional quien distinga entre aquellas de
segundo grado superficial y las profundas”, apunta el dermatólogo, quien añade que ya en estos
casos se incluye en el tratamiento el uso de antibióticos tópicos u orales, además de curas
específicas.

¿El agua tiene que estar muy fría?

Un mito muy extendido es que la temperatura del agua debe estar muy baja para calmar así el
dolor de la herida generada, cuando lo cierto es que es que el efecto puede ser contrario al
deseado.

Al respecto, Clemente recuerda que también se puede producir una quemadura por frío. Cuando
nuestras células se enfrentan a temperaturas extremadamente bajas, se mueren y causan lesiones
parecidas a las quemaduras.

¿Es recomendable untar la quemadura con mantequilla o aceite?

“Son remedios sin demasiada base científica”, asegura el experto, quien insiste en la importancia
de acudir a nuestro médico de cabecera para que analice la quemadura y recete un tratamiento
determinado en función del grado y de su profundidad.
La realidad es que las grasas retienen el calor y su propiedad curativa en estos casos es nula. Los
productos como la mantequilla pueden, incluso, tener bacterias dañinas para la zona de la piel
afectada.

¿Podemos soplar la quemadura para aliviar el dolor?

Clemente puntualiza que esto se puede llevar a cabo “siempre que no sea una quemadura grave
abierta que podamos contaminar”. La boca está llena de bacterias y la herida se puede infectar.
Eso sí, el dermatólogo señala que siempre es mucho más eficaz optar por agua para aliviar el
dolor.

La pasta de dientes, ¿funciona?

El médico es tajante: “El uso de pasta de dientes no es recomendable. El efecto de frescor que
proporciona dura muy poco y, por el contrario, podemos ensuciar y contaminar la lesión”.
Asimismo, expone que la aplicación del dentífrico hace que la herida sea posteriormente más
difícil de valorar por un profesional a la hora de recetar un tratamiento adecuado.

¿Se desinfecta la quemadura con vinagre o alcohol?

A pesar de que estos productos son desinfectantes, Clemente expresa que no son adecuados para
este tipo de lesiones a no ser que se trate de heridas muy leves. “Hay que tener en cuenta que, si
se produce una quemadura más grave, con ampollas, y aplicamos alcohol directamente, el dolor
va a ser considerable. Cualquier quemadura grave debe ser tratada por un médico con
experiencia”, añade.

¿Es bueno reventar las ampollas?

El especialista manifiesta que este paso se puede dar solo en los casos en los que las ampollas
estén llenas y, a tensión, son dolorosas. En este sentido, aconseja “que se vacíen de forma estéril
(libre de gérmenes), pero dejando la piel que la recubre porque así actuará como ‘apósito’ natural
y evitará dejarla completamente abierta y expuesta a infecciones”.

Aun así, Clemente afirma que lo ideal es que siempre sea un médico quien trate las ampollas con
una técnica aséptica adecuada.
El aloe vera, ¿sí o no?

Es cierto que el aloe vera tiene propiedades antiinflamatorias. Sin embargo, el dermatólogo aclara,
de nuevo, que solo es conveniente su uso en quemaduras leves de primer grado como, por
ejemplo, una quemadura solar sin ampollas; no así en heridas más profundas.

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