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INFANCIA
Niño desde el punto de vista de su desarrollo psicobiológico, es la denominación
utilizada a toda criatura humana que no ha alcanzado la pubertad. Como sinónimo de
infantil o pueril, el término se aplica a quien no es considerado adulto. También el
término se aplica a quien previa a la adolescencia vive su niñez.
La Convención sobre los Derechos del Niño, en vigor desde el 2 de septiembre de 1990,
señala que "se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad,
salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de
edad".[2] Las edades consideradas fluctúan según el contexto, aunque el término niño
suele emplearse para designar a los menores de 14 años, llamándose jóvenes o
adolescentes a los que han superado dichas edades.
El "Día Universal del Niño" se celebra todos los años el 20 de noviembre, aun cuando
en algunos países puede variar.
Historia de la infancia
La vida de los niños sigue ciertos patrones propios de la madurez psico-biológica, pero
también se ve afectada por los modelos culturales predominantes. Este fenómeno ha
dado pie a una considerable producción antropológica, historiográfica y sociológica que
da cuenta de las variaciones que se observan en las diferentes culturas y en las
diferentes épocas. Margareth Mead fue una de las primeras autoras en cuestionar la
validez de teorías universales sobre las características de la transición entre la niñez y la
adultez. Pero una mayor influencia ha ejercido el historiador francés Philippe Ariès.
Uno de los temas más polémicos que ha rodeado esta producción académica es la
reconstrucción de la forma en que la sociedad se ha relacionado con los niños y los
valores predominantes en cada época. Para Ariès, por ejemplo, la infancia sería un
"invento de la modernidad"; según esta idea, la época premoderna no habría tenido una
concepción de la infancia, es decir, un conjunto de espacios diferenciados, expectativas
sociales hacia los niños y un estatus específico que les otorgara una distinción frente a
los adultos. Esta idea había sido esbozada por Norbert Elias en su estudio sobre el
"proceso civilizador". El creciente control sobre la educación de los niños habría sido el
primer paso en la construcción del concepto de infancia.
La niñez comienza a los dos años y termina a los diez años (a los once se alcanza la pre-
adolescencia y a los doce se alcanza la adolescencia plena)
Previa a la niñez:
Niñez:
El niño en la sociedad
Desde el siglo XIX han surgido varias organizaciones, a nivel internacional y nacional,
que promueven la protección del niño. La mayoría de ellas surgieron a fines de esa
centuria y comienzos de la siguiente, como Save the Children. En el siglo XX las
políticas públicas se han visto fuertemente influidas por la acción de la Organización
Internacional del Trabajo, sobre todo en relación con el trabajo o explotación infantil, y
luego por la UNICEF, en torno a la alimentación y la escolarización.
Pubertad
La pubertad se refiere al proceso de cambios físicos en el cual el cuerpo de un niño se
convierte en adulto, capaz de la reproducción sexual. El crecimiento se acelera en la
primera mitad de la pubertad, y alcanza su desarrollo al final. Las diferencias corporales
entre niños y niñas antes de la pubertad.[1] son casi únicamente sus genitales. Durante la
pubertad se notan diferencias más grandes en cuanto a tamaño, forma, composición y
desarrollo funcional en muchas estructuras y sistemas del cuerpo. Las más obvias son
las características sexuales secundarias. En sentido estricto, el término «pubertad» se
refiere a los cambios corporales en la maduración sexual más que a los cambios
psicosociales y culturales que esto conlleva.
En la mujer
En los años y meses posteriores a la aparición del vello púbico. [8] otras áreas de la piel
desarrollan vello más denso aproximadamente en la secuencia siguiente: vello axilar,
vello perianal, vello encima de los labios y vello periareolar.
Aumento de estatura.
En el varón
Desarrollo de la musculatura.
El crecimiento de los testículos es una de las primeras características por las cuales un
niño se puede dar cuenta de que está entrando a la pubertad ya que estos aumentan de
tamaño.[9] [10]
El vello púbico suele ser de entre las primeras cosas que ocurren cuando un puber ha
alcanzado la pubertad. Aparece primeramente alrededor de la base del pene brotando de
una forma delgada con un color claro, hasta hacerse más gruesos y rizados también su
color se hace más oscuro y van brotando más y más hasta que cubren los genitales.
A veces suelen darse erecciones de corto tiempo en lugares ya sean publicos o solitarios
en donde el púber intenta esconderlas tapándose; aunque en la mayoría de veces las
personas que están a su alrededor no las notan.
Vello corporal.
Emisión nocturna.
Como se vio antes en el púber el primer cambio que ocurrió fue crecimiento de los
testículos antes que el "pene" así que el niño no debe pensar que tiene un "pene"
pequeño, pero a medida que pasa el tiempo también crece su pene llegando al tamaño
que tendrá en la etapa adulta.[11] Aunque 18-20 cc es posiblemente una talla media de
adultos, varía mucho en la población normal.[12]
Debido a todos los cambios sexuales que el púber a estado viviendo, puede llegar a
confundirse, asustarse o simplemente tener curiosidad, a consecuencia de esto puede
llegar a explorarse y en este caso inicia su activivdad sexual por medio de la
masturbación ayudando a reducir las incómodas,(aunque no necesariamente, porque
cada cuerpo es distinto) poluciones nocturnas. Esto es totalmente normal y no hay razón
para sentir culpa o preocuparse por hacerlo. Es importante que si el púber ya conoce la
eyaculación y se decide a tener relaciones sexuales hay que informarle sobre ITS y
anticoncepción, para que pueda tener una vida sexual plena y sana.
Engrosamiento de la voz.
Cuando un puber está en etapa de desarrollo sus cuerdas vocales se tornan más gruesas
de manera que la voz de la persona quede gruesa y masculina. Esto va por períodos,
puede al principio le salgan los llamados "gallos" al hablar, y luego se va tornando más
grave la voz.
Olor corporal.
Crecimiento en pelo.
Adolescencia
La adolescencia (del latín "adolescere": crecer, desarrollarse) es un continuo de la
existencia del joven, en donde se realiza la transición entre el infante o niño de edad
escolar y el adulto. Esta transición de cuerpo y mente, proviene no solamente de sí
mismo, sino que se conjuga con su entorno, el cual es trascendental para que los grandes
cambios fisiológicos que se produce en el individuo lo hagan llegar a la edad adulta. La
adolescencia es un fenómeno biológico, cultural y social, por lo tanto sus límites no se
asocian solamente a características físicas.
A diferencia de la pubertad, que comienza a una edad determinada a los doce o trece
debido a cambios hormonales, la adolescencia puede variar mucho en edad y en
duración en cada individuo pues está relacionada no solamente con la maduración de la
psiquis del individuo sino que depende de factores psico-sociales más amplios y
complejos, originados principalmente en el seno familiar.[cita requerida]
Muchas culturas difieren en cuál es la edad en la que las personas llegan a ser adultas.
En diversas regiones, el paso de la adolescencia a la edad adulta va unido a ceremonias
y/o fiestas.
Concepto
La Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que una de cada cinco personas en
el mundo es adolescente, 85% de ellos viven en países pobres o de ingresos medios y
alrededor de 1.7 millones de ellos mueren al año. [1] La OMS define la adolescencia
como la etapa que va entre los 11 y 19 años, considerándose dos fases, la adolescencia
temprana 12 a 14 años y la adolescencia tardía 15 a 19 años.[2] Sin embargo la condición
de juventud no es uniforme y varía de acuerdo al grupo social que se considere.
Desarrollo psicológico
En las fases más avanzadas, la capacidad de juicio crítico se extiende a sí mismo, de ahí
el sentimiento de culpabilidad como característico de la esfera afectiva y por el cual
nacen deseos de rectificación por mecanismos de sublimación y racionalización. Las
relaciones con el sexo opuesto se hacen más serias, aumenta su capacidad para
establecer sus propias metas, disminuyen los conflictos y aumenta su estabilidad
emocional, así como la aparición e identificación de patrones o tendencias aberrantes.El
61.59% de los adolescentes de 12 Años en adelante(Tanto Hombres Como Mujeres)
Tienden a ponerse irritables al llamarlos "niños"[6]
Crecimiento
Desde el punto de vista práctico, los cambios normales del crecimiento tienen tres
grandes características:
Estirón de la adolescencia
Cambios físicos
Peso
Grasa
La grasa corporal total aumenta en la pubertad temprana para ambos sexos. Más
adelante las niñas depositan grasa más rápida y extensamente que lo hacen los varones,
con predominio en miembros superiores, tronco y parte superior del muslo. En
condiciones normales, en ningún momento de la pubertad se espera que las niñas
pierdan grasa, mientras que los varones en el crecimiento rápido, pierden grasa en los
miembros y el tronco.
Cabeza
La cabeza aumenta muy poco en tamaño, pero la cara se diferencia tomando aspecto de
adulto, sobretodo por el reforzamiento mandibular, muy evidente en el varón y por los
cambios en la nariz. Bajo las influencias de los andrógenos se establece también una
diferencia en la parte anterior del cartílago tiroides y las cuerdas vocales que tienen el
triple de longitud que en las niñas.
Crecimiento muscular
Dentición
De 9 a 11 años: 4 premolares
De 10 a 12 años: los segundos premolares
De 10 a 14 años: los caninos
De 11 a 13 años: los segundos molares.
Maduración sexual
Mujeres
El vello púbico, bajo la acción de los andrógenos adrenales y ováricos, es fino, escaso y
aparece inicialmente a lo largo de los labios mayores y luego se va expandiendo. El
vello púbico en algunos casos coincide con el desarrollo mamario y en otros puede ser
el primer indicio puberal. Típicamente comienza a notarse a los 9 o 10 años de edad. [5]
Al pasar los años, el vello pubiano se hace más grueso y menos lacio, denzo, rizado y
cubre la superficie externa de los labios extendiendos hasta el monte de Venus,
logrando la forma triangular característica adulta después de 3 a 5 años (más o menos
entre los 15 y 16 años de edad). El vello axilar y corporal aparece más tarde.
Los genitales y las gónadas cambian de aspecto y configuración. Los labios mayores
aumentan de vascularización y en folículos pilosos, hay estrogenización incial de la
mucosa vaginal, los ovarios y el cuerpo del útero aumentan en tamaño. Las trompas de
Falopio aumentan después de tamaño y en el número de pliegues en su mucosa. Los
labios menores se desarrollan, los labios mayores se vuelven luego delgados y se
pigmentan y crecen para cubrir el introito. La vagina llega a 8 cm de profundidad y
luego de 10 – 11 cm. Por efectos estrogénicos, la mucosa se torna más gruesa, las
células aumentan su contenido de glucógeno y el pH vaginal pasa de neutro a ácido un
año antes de la menarquia. Se desarrollan las glándulas de Bartolino, aumentan las
secreciones vaginales, la flora microbiana cambia con la presencia del bacilo de
Doderlein, la vulva sufre modificaiones en su espesor y coloración, el himen se engrues
y su diámetro alcanza 1 cm.
La menarquia, que es la primera aparición del ciclo menstrual, aparece precedida por un
flujo claro, inodoro,[10] transparente y bacteriológicamente puro que tiene aspecto de
hojas de helecho al microscopio. La menarquia tiende a ocurrir a los 11 o 12 años,
aunque puede aparecer en la pubertad avanzada.(8-10 años)
Hombres
El vello sexual aparece y se propaga hasta el pubis, más grueso y rizado. Puede
comenzarse el vello axilar y en ocasiones, el facial en el labio superior. El vello en los
brazos y piernas se torna más gruesos y abundantes alrededor de los 14 años de edad.
Aumenta la actividad apocrina con aparición de humedad y olor axilar, igual que el
acné.[10]
Alteraciones en el
Menarquia precoz, discapacitación o retardo mental.
desarrollo puberal
Desatención y
otros problemas Fugas frecuentes o deserción del hogar, desempleo del jefe del
en la relación hogar mayor a 6 meses.
familiar
Trastornos de la
Malnutrición, hipertensión arterial, arterosclerosis, diabetes,
conducta
enfermedades crónicas, como el cáncer, tuberculosis, etc.[11]
alimentaria
Las principales causas de muerte en adolescentes alrededor del mundo varía poco, si es
que sólo el orden, según la región, y estas son las heridas no intencionales
(particularmente accidentes de tránsito), SIDA (es la principal causa de muerte de
mujeres jóvenes en África), otras enfermedades infecciosas, homicidio y otras heridas
intencionales (especialmente importante en Suramérica), como la guerra, suicidio y
heridas auto-inflingidas.[13]
Tradiciones
LAVEJEZ
La Vejez
Léon Denis
La vejez, cuando es digna y pura, se parece al noveno libro de Sybille que él sólo, vale
lo que todos los demás, porque los recapitula y porque resumiendo todo el destino
humano,
anula a los otros. Persigamos nuestra meditación sobre la vejez, y estudiemos el trabajo
interior que se cumple en ella. «De todas las historias, se dice, la más bella es la de las
almas.» Y esto es verdad. Es bello penetrar en este mundo interior y sorprender en él las
leyes del pensamiento, los movimientos secretos del amor.
La vejez contemplada en toda su realidad, devuelve al alma la verdadera juventud y el
nuevo renacimiento en un mundo mejor. El alma del anciano es una cripta misteriosa,
alumbrada por el alba inicial del sol del otro mundo. Lo mismo que las iniciaciones
antiguas
se cumplían en las salas profundas de las Pirámides, lejos de la mirada y lejos del ruido
de
mortales distraídos e inconscientes es, parsimoniosamente, en la cripta subterránea de la
vejez que se cumplen las iniciaciones sagradas que preludian a las revelaciones de la
muerte.
Las transformaciones o, mejor dicho, las transfiguraciones operadas en las facultades
del alma por la vejez son admirables. Este trabajo interior se resume en una sola
palabra: la
sencillez. La vejez es eminentemente simplificadora de toda cosa. Simplifica primero el
lado
material de la vida; suprime todas las necesidades ficticias, las mil necesidades
artificiales
que la juventud y la edad madura habían creado, y que habían hecho de nuestra
complicada existencia una verdadera esclavitud, una servidumbre, una tiranía. Lo
diremos
más alto: es un principio de espiritualización.
El mismo trabajo de simplificación se cumple en la inteligencia. Las cosas admitidas se
vuelven más transparentes; en el fondo de cada palabra encontramos la idea; en el fondo
de cada idea divisamos a Dios. El anciano tiene una facultad preciosa: la de olvidar.
Todo lo
que fue fútil, inútil en su vida, se borra; guarda en su memoria, como en el fondo de un
crisol, sólo lo que fue sustancial. La frente del anciano no tiene ya nada de la actitud
orgullosa y provocadora de la juventud y de la edad viril; se inclina bajo el peso del
pensamiento como de la espiga madura. El anciano baja la cabeza y la inclina sobre su
corazón. Se esfuerza en convertir en amor todo lo que queda en él de facultades, de
vigor y
de recuerdos. La vejez no es pues una decadencia: realmente es un progreso; una
marcha
adelante hacia el término: a este título es una de las bendiciones del Cielo.
La vejez es el prefacio de la muerte; es lo que la hace santa como la víspera solemne
que hacían los antiguos iniciados antes de levantar el velo que cubría los misterios. La
muerte es pues una iniciación. Todas las religiones, todas filosofías intentaron explicar a
la
muerte; bien poco conservaron de su verdadero carácter. El cristianismo la divinizó; sus
santos la miraron frente a frente noblemente, sus poetas la cantaron como una
liberación.
Sin embargo, los santos del catolicismo vieron en ella sólo la exoneración de las
servidumbres de la carne, el rescate del pecado; y a causa de esto, hasta los ritos
funerarios de la liturgia católica difunden un tipo de espanto por esta peroración, sin
embargo tan natural, la existencia terrestre. La muerte simplemente es un segundo
nacimiento; dejamos este mundo de la misma forma que entramos en él, según la orden
de
la misma ley. Un tiempo antes de la muerte, un trabajo silencioso se cumple: la
desmaterialización ya ha comenzado. A ciertos signos podríamos comprobarlo si los
que
rodean el moribundo no están distraídos en otras cosas. La enfermedad desempeña aquí
un papel considerable: termina en algunos meses, en algunas semanas, en algunos días
puede, lo que el trabajo lento de la edad había preparado: es la obra de "disolución" de
la
que habla el apóstol Pablo. Esta palabra "disolución" es muy significativa: indica
claramente
que el organismo se desagrega y que el periespíritu se "desata" del resto de la carne con
la
que fue envuelto.
¿Qué sucede en ese momento supremo que todas las lenguas llaman " la agonía ", es
decir, decir el último combate? Lo presentimos, lo adivinamos. Un gran poeta
moribundo
tradujo este instante solemne con este verso: “Está aquí el combate del día y de la
noche.”
La Vejez
Léon Denis
En efecto, el alma entró en un estado crepuscular; está en el límite extremo, en la
frontera de ambos tipos de mundo y visitada por las visiones iniciales de aquel en el que
va
a entrar. El mundo que deja le envía los fantasmas del recuerdo, y toda una comitiva de
Espíritus le llega del lado de la aurora. Jamás morimos solos, igual que jamás nacemos
solos. Los invisibles que nos conocieron, que nos amaron, que nos prestaron asistencia
aquí abajo vienen para ayudar al moribundo a desembarazarse de las últimas cadenas de
la
cautividad terrestre. En esta hora solemne, las facultades crecen; el alma, medio
liberada,
se dilata; comienza a volver a su atmósfera natural, a repetir su vida vibratoria normal, y
es
para esto para lo que en este instante se revelan en algunos moribundos fenómenos
curiosos de mediumnidad. La Biblia está llena de estas revelaciones supremas. La
muerte
del patriarca Jacob es el tipo consumado de desmaterialización y de sus leyes. Sus doce
hijos están reunidos alrededor de su lecho, como viva corona fúnebre. El anciano se
recoge,
y después de haber recapitulado su pasado, sus memorias, profetiza a cada uno de ellos
el
futuro de su familia y su raza. Su vista todavía se extiende más lejos; percibe en la
extremidad de los tiempos al que debe un día recapitular toda la mediumnidad secular
del
viejo Israel: el Mesías; y muestra como el último retoño de su raza, será el que resumirá
toda la gloria de la posteridad de Jacob. Ningún faraón, en su orgullo, murió con
semejante
grandeza como este anciano oscuro e ignorado que expiraba en un rincón de la tierra de
Gessen.
El ocaso de la vida, es el fin de un viaje penoso y a menudo de una prueba dura, es el
momento de la reflexión en la que el pensamiento tranquilo y sereno se eleva hacia las
regiones infinitas.
Volvamos al mismo acto de la muerte. La desmaterialización se cumplió, el periespíritu
se libra del envoltorio carnal, que vive todavía algunas horas, algunos días tal vez, de
una
vida puramente vegetativa. Así los estados sucesivos de la personalidad humana se
celebran en el orden inverso al que dirigió el nacimiento. La vida vegetativa que había
comenzado en el seno materno se apaga aquí esta vez, la última; la vida intelectual y la
vida
sensitiva son las dos primeras en partir.
¿Qué sucede entonces? El Espíritu, es decir, el alma y su envoltorio fluídico, y por
consiguiente el yo, se lleva la última impresión moral y física que le golpea sobre la
tierra; la
guarda un tiempo más o menos prolongado, según su grado de evolución. Es por eso
que
es importante rodear la agonía de los moribundos de palabras dulces y santas, de
pensamientos elevados, porque son los últimos ruidos, estos últimos gestos, estas
últimas
imágenes que se imprimen sobre las hojas del libro subconsciente de la conciencia; es la
última línea que leerá el muerto desde su entrada al más allá o tan pronto como sea
consciente de su nuevo modo de ser.
La muerte es pues, en realidad, un paso; es una transición y una traslación. Si
debíamos tomar de la vida moderna una imagen, lo compararíamos de buena gana con
un
túnel. En efecto, el alma avanza en el desfile de la muerte más o menos lentamente,
según
su grado de desmaterialización y espiritualidad.
La muerte es pues una mentira, ya que la vida, parece apagada, reaparece cada vez
más radiante, en la certeza de la inmortalidad del alma. Es el despertar bendito.
Las almas superiores, que siempre vivieron en las altas esferas del pensamiento y de la
virtud, atraviesan esta oscuridad con la rapidez del expreso que desemboca en un
instante
en la luz plena del valle; pero es el privilegio de un pequeño número de espíritus
evolucionados: son los elegidos y los sabios.
No hablaremos aquí de criminales, seres animalizados a los instintos groseros, quiénes
vivieron o más bien vegetaron toda una existencia en las bajuras, fondo del vicio o en la
cloaca del crimen. Para ellos, es la noche, y una noche llena de horrorosas pesadillas.
Nos
cuesta, sin embargo, creer que las fronteras del más allá y el paso del tiempo a la vida
errática sean pueblos de estos seres horrorosos que los ocultistas llaman los elementales.
Hay que ver en ello sólo símbolos e imágenes reflejos de las pasiones, los vicios, los
La Vejez
crímenes que los perversos cometieron aquí abajo. Contemplemos aquí sólo las vidas
ordinarias, las existencias que siguen tranquilamente las fases lógicas del destino. Es la
condición común de la inmensa mayoría de los mortales. El alma entró en la galería
sombría: queda allí en la oscuridad o en la penumbra próxima de la luz. Es el crepúsculo
del
más allá. Los poetas devolvieron muy afortunadamente este estado y describieron este
medio día, este claro oscuro del mundo extraterreno.
Aquí, las analogías entre el nacimiento y la muerte son sorprendentes. El niño
permanece varias semanas sin poder ver la luz y tomar conciencia de lo que le rodea.
Sus
ojos todavía no están abiertos, no más que la radiación de su pensamiento. Así, ante el
nuevo nacimiento al mundo invisible, él mismo permanece también algún tiempo antes
de
darse cuenta de su modalidad de ser y de su destino. Oye a la vez los murmullos lejanos
o
próximos de los dos mundos; divisa movimientos y gestos que no sabría precisar ni
definir.
Entrando despacio en la cuarta dimensión, pierde la noción precisa de la tercera, en la
cual
había siempre evolucionado. No se da cuenta más de la cantidad, ni del número, ni del
espacio, ni del tiempo, ya que sus sentidos que, como tantos instrumentos de óptica, le
ayudaban a calcular, a medir y pesar, se cerraron de pronto como una puerta para
siempre
condenada. ¡Qué estado extraño el de este alma el que busca a tientas, como el ciego,
sobre el camino del más allá! Y sin embargo este estado es real. En este momento, las
influencias magnéticas de la oración, de la memoria, del amor pueden desempeñar un
papel
considerable y apresurar el acceso de las claridades reveladoras que van a iluminar esta
conciencia todavía adormecida, esta alma «en pena» de su destino. La oración, en este
caso, es una evocación verdadera; es el llamamiento al alma indecisa y flotante. He aquí
porque el olvido de los muertos, el descuido de su culto son culpables y nos hacen más
tarde merecedores de olvidos semejantes. No obstante, este período de transición, esta
parada en el túnel de la muerte son absolutamente necesarios, como preparación para la
visión de luz que debe suceder a la oscuridad. Hace falta que los sentidos psíquicos se
proporcionen gradualmente al nuevo hogar que va a alumbrarlos. Un paso súbito, sin
transición alguna, de esta vida a la otra, sería un deslumbramiento que produciría una
confusión prolongada. «Natura no facit saltus» (La naturaleza no da saltos) dice el gran
Limado; esta ley rige parsimoniosamente las etapas progresivas del desempeño
espiritual.
Es preciso que la visión del alma aumente para que el ave nocturna, que no puede fijar
la
subida de la aurora, consolide su endrina y pueda, como el águila, mirar frente a frente
el
sol, de un ojo intrépido. Este trabajo de preparación se cumple progresivamente, durante
la
parada más o menos prolongada en el túnel que precede la vida errática propiamente
dicha,
poco a poco la luz se hace primero muy pálida, como el alba inicial que se levanta sobre
la
cresta de los montes; luego, al amanecer sucede la aurora; esta vez, el alma divisa el
nuevo
mundo que habita: se mira y se comprende, gracias a una luz sutil que la penetra en toda
su
esencia.
Gradualmente, todo su destino, con sus vidas anteriores y sobre todo con la noción
consciente y refleja de la última, va a revelarse como en un cliché cinematográfico
vibratorio
y animado. El espíritu, entonces, comprende lo que es, dónde está, lo que vale. Las
almas
van con un instinto infalible a la esfera proporcionada a su grado de evolución, en su
facultad de iluminación, a su aptitud actual de perfectibilidad. Las afinidades fluídicas le
conducen, como una brisa dulce pero imperiosa que empuja una barquita, hacia otras
almas
similares, con las cuales va a unirse en un tipo de amistad, de parentesco magnético; y
así
la vida, la vida verdaderamente social pero de un grado superior, se reconstituye
absolutamente como en otro tiempo aquí abajo, porque el alma humana no sabría
renunciar
a su naturaleza. Su estructura íntima, su facultad de brillo le imponen la sociedad que
merece.
En el más allá se reforman las familias, los grupos de almas, los círculos de espíritus,
según las leyes de la afinidad y de la simpatía. El purgatorio es visitado por los ángeles,
dicen los místicos teólogos. El mundo errático es visitado, dirigido, armonizado por los
Espíritus superiores, diremos nosotros. Aquí abajo, entre los elegidos del genio, de la
santidad y de la gloria, hubo y habrá siempre unos iniciadores. Son predestinados,
La Vejez
misioneros, que recibieron para tarea de hacer adelantar al mundo en la verdad y la
justicia,
al precio de sus esfuerzos, de sus lágrimas y algunas veces de su sangre. Las altas
misiones del alma jamás cesan. Los Espíritus sublimes, que instruyeron y mejoraron a
sus
semejantes sobre la tierra, continúan en un mundo superior, en un marco más vasto, su
apostolado de luz y su redención de amor.
Es así, como lo decíamos al principio de estas páginas, que la historia eternamente
recomienza y se torna cada vez más universal. La ley circular que preside el eterno
progreso de los estados y de los mundos se celebra sin cesar en esferas y en orbes cada
vez mayores; todo empieza de nuevo arriba, en virtud de la misma ley que hace que
todo
evolucione abajo. Todo el secreto del universo está allí. Las almas que son conscientes
de
haber carecido de su última existencia comprenden la necesidad de reencarnarse y se
preparan para ello. Todo se agita, todo se mueve en estas esferas siempre en vibración y
en movimiento. Es la actividad incesante, ininterrumpida, progresiva y eterna. El trabajo
de
los pueblos sobre la tierra no es nada en comparación de este trabajo armonioso de lo
Invisible. Allá arriba, ninguna traba material, ningún obstáculo carnal detiene los
arranques,
desanima o disminuye el vuelo. Ninguna vacilación, ninguna ansiedad, ninguna
incertidumbre. El alma ve el fin, sabe los medios, se precipita en la dirección donde
debe
alcanzarlo. ¿Quién nos describirá la armonía en estas inteligencias puras, el esfuerzo de
estas voluntades derechas, el arranque de estos amores más fuertes que la muerte? ¿Qué
lengua jamás podrá repetir la comunión sublime y fraternal de estos espíritus que tienen
entre ellos diálogos ardientes como la luz, sutiles como perfumes, donde cada vibración
magnética tiene su eco en el corazón mismo de Dios? Tal es la vida celeste; ¡tal es la
vida
eterna, y estas son las perspectivas que la muerte abre indefinidamente delante de
nosotros! ¡Oh hombre! Comprende pues tu destino, sé orgulloso y feliz de vivir; ¡no
blasfemes la ley del amor y de la belleza qué traza delante de ti caminos tan amplios y
tan
radiantes! Acepta la vida tal como es, con sus fases, sus alternativas, sus vicisitudes; es
sólo el prefacio, el preludio de una vida más alta, donde planearás como el águila en la
inmensidad, después de haberse arrastrado a duras penas en un mundo material e
imperfecto. No es pues en absoluto por un himno fúnebre que hay que acoger a la
muerte,
sino por un canto de vida; porque no es en absoluto el astro de tarde que se levanta,
cruel,
sino más bien la estrella radiante de la verdadera mañana. Canta, oh alma, el himno
triunfal,
hosanna del siglo nuevo, en el cual todo va a nacer para destinos más gloriosos. Monta
siempre más alto en la pirámide infinita de luz; ¡y como el héroe de la leyenda de
Excelsior,
ves a plantar tu tienda sobre el Tabor radiante de lo inconmensurable, de lo Eterno.