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antecesor, Juan Pablo II; esto nos llena de alegría, pero también ha de
ayudarnos a pensar en nuestra propia vida: en mi vida, en el sentido que le
doy al don más grande que Dios me ha regalado: vivir, y vivir para Él.
Vivimos en el tiempo, la muerte se acerca y la eternidad nos espera.
a. El tiempo pasa.
b. La muerte se acerca.
Leemos en el salmo 102, 12-13 que el hombre se seca como la hierba, pero
Dios permanece para siempre. Hemos de vivir y caminar sabiendo que nos
dirigimos hacia nuestro Dios; es en Dios donde la vida ya vivida cobra
verdadero sentido. La semilla de eternidad que el hombre lleva en sí se
levanta contra la muerte; mientras toda imaginación fracasa ante la muerte,
al Iglesia alecciona un destino feliz para los bienaventurados. Hemos de estar
preparados siempre y dispuestos “a cambiar de casa”. Al final los hijos de
Dios resucitarán en Cristo y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad
y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad.
Vida, tiempo, muerte, eternidad: realidades que han de tener gran sentido en
mi existencia. El Papa Juan Pablo II supo vivir a plenitud sus esperanzas, sus
luchas, sus logros, su sacerdocio, su espiritualidad, su amor a la Iglesia, su
Pontificado, su enfermedad, su vejez, su muerte… ¿también tú y yo?