Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Capítulo Cincuenta y Siete
Capítulo Cincuenta y Siete
Algo obligó a Cat a levantar la vista hacia la casa en el mismo momento en que Dean
salía a la barandilla del mirador y la saludaba con la mano. Ella le devolvió el saludo y se
disponía a seguir contemplando la marea baja cuando otra persona apareció a su lado.
El viento le levantaba el ala de la pamela y la sujetó con una mano.
Aunque estaba silueteado contra el cielo, reconoció su figura alta y esbelta, la forma de la
cabeza, su pose. Le dijo algo a Dean. Se estrecharon la mano.
Dean la miró, le dijo adiós con la mano y entró en la casa.
Tuvo el impulso de correr hacia él, pero se quedó inmóvil viendo cómo bajaba los
escalones de la empinada escalera. Al poner los pies en la arena, sus botas de cowboy se
hundieron hasta la caña, pero no se dio cuenta. Su atención estaba concentrada en ella,
igual que Cat no podía apartar sus ojos de él.
—Hola.
—Hola.
—Bonito sombrero.
—Gracias.
Seguían mirándose hasta que, finalmente, ella dijo:
—Esta zona está reservada a los residentes. ¿Cómo has entrado?
—Utilizando mis poderes persuasivos.
—Han funcionado.
—Como una varita mágica.
—Y aquí estás.
—Y aquí estoy. Y de muy mala leche porque Spicer me ha abierto la puerta.
—Se ha quedado conmigo. Sólo como amigo.
—Eso me ha dicho. Es un buen tío.
—¿Le ha costado algo ese halago?
—Sí. El privilegio de dormir aquí. Anoche pasó su última noche contigo; incluso como
amigo. A partir de hoy, todas tus noches serán a mi lado.
—¿Ah, sí?
—Sí. No aceptaré un no como respuesta, Cat. Te he dado tiempo para que aclarases tus
ideas, he aguantado durante tres largas semanas y cada uno de esos veintiún días ha sido
un infierno.
—¿Has podido escribir?
—Como un cabrón. Día y noche. Hasta que terminé.
—¿Has acabado el libro?
—Todas sus seiscientas treinta y dos páginas. Se lo envié a Arnie y ayer me telefoneó
para decirme que era el mejor que había escrito. Y que va a venderse como rosquillas.
Marcó la mano y cogió un mechón de pelo que se le escapaba del sombrero. Lo estudió
con atención mientras lo entrelazaba entre sus dedos.
—Arnie tenía curiosidad de saber por qué había cambiado el esquema inicial y había
añadido un idilio.
—¿Y qué le dijiste?
—Que había tenido una inspiración. No habría podido escribir una historia de amor antes
de conocerte, Cat. Pensaba que esa parte de mí había muerto con Amanda, pero estaba
equivocado.
La cogió por la nuca.
—Te acosaré hasta que te rindas por agotamiento, si ésa es la forma de conseguirte.
»Quiero estar con Cat Delaney hoy, mañana y siempre. No me importa si llevas el
corazón de un chimpancé. Quiero ver tu pelo rojo en la almohada contigua cada mañana.
Te amo.
»Y respecto a lo que hice... Nunca hubo un cierre a mi vida con Amanda. No pude pedirle
perdón por ser un maldito egoísta y no casarme con ella, ni darle las gracias por todas las
veces que había aguantado mis lamentos por mis problemas. Ni llorar con ella por la
pérdida de nuestro hijo.
Cerró los ojos, como si quisiera que ella entendiera. Luego la miró compungido.
—No pude despedirme de ella, Cat. Habría querido decirle adiós.
—Lo comprendo —dijo Cat en voz baja—. En realidad, creo que soy afortunada al ser
querida por un hombre que antes ha sabido amar tan bien.