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932-Texto Del Artículo-936-1-10-20160919
932-Texto Del Artículo-936-1-10-20160919
Mercè Rius
Universidad Autónoma de Barcelona
Resumen. En este artículo se aborda la onto- Abstract. In this paper, Sartre’s ontology is
logía sartreana a modo de precedente de la regarded as a precedent of the current polit-
actual filosofía política que constata la im- ical philosophers who state the impossibility
posibilidad del ser-en-común. Para ambas of a being-in-common. In this sense they all
son Hegel y Heidegger los referentes de que distance themselves from Hegel and Heideg-
distanciarse. Solo que los pensadores de la ger, except that the thinkers of the impossible
imposible comunidad no se abstienen de es- community cannot avoid speculating about
pecular sobre la muerte, aunque nieguen su death even if they deny that it has any sense.
sentido. En cambio, para Sartre es esencial la For Sartre though, the incompatibility be-
incompatibilidad entre la muerte y la libertad tween death and the freedom to exist remain
del existir, así como la defensa del realismo. essential, as well as a defense of realism.
Se sigue aquí la pista a su concepto de lo real, Moreover, this paper traces Sartre’s concept
a la vez que a su actitud tan propensa como of the real and both his tendency and opposi-
adversa al materialismo. tion to materialism.
Palabras clave: Disgregación ontológica; co- Key words: Being-for-other; inoperative com-
munidad inoperante; impolítico; irrealizables; munity; ontological disaggregation; unpolitical;
ser-para-otro. unrealizables.
Cierto que los irrealizables son reales, mientras que no lo son los obje-
tos imaginarios. Sartre ha precavido al lector sobre la rechazable confusión
entre unos y otros justo antes del pasaje citado. Ello no quita que la socie-
dad de la comunicación haya ratificado con creces –basta con pensar en las
redes sociales on line– el diagnóstico que no salió precisamente, todo hay
que decirlo, de filas sartreanas.3 Nuestra sociedad es la del espectáculo, de
la apariencia por la apariencia, respecto a la que ya nadie se preocupa (como
Nietzsche se preocupaba aún) de si esconde la verdad, la usurpa, la sustituye
–¿o qué, si no? En definitiva, el mundo actual fomenta la evidencia no per-
suasiva de la mala fe ante la realidad generada por la técnica: lo mismo se
cree para no creer que no se cree para creer.4 En semejante situación, diríase
muy conveniente apostar por algo de realismo. Pero, a decir verdad, no sé
en qué medida puede aún ayudarnos Sartre, pues era bastante menos realista
1
De ahí el guión de “realidad-humana”. No solo por traducir (en la edición francesa de la
época) el Dasein heideggeriano; sino porque la realidad es humana. Para Sartre, el sentido de
lo real –el acto de aprehensión de lo real– pertenece a la conciencia. Pero el individuo (l’hom-
me seul) sigue siendo humano aunque la plena experiencia de lo real no la obtenga sino en la
soledad de su ser consciente. Cf. Rius, M., Quatre essais sur Sartre, L’Harmattan, París, 2010,
pp. 23-60.
2
Sartre, J.-P., El ser y la nada, Alianza, Madrid, 1989, p. 551. En francés, irréalisable sig-
nifica no realizable, pero también no apercibido o reconocido. Cf. Rius, M., op.cit., pp. 61-196.
3
En La sociedad del espectáculo (1967), de Guy Debord.
4
Sartre, J.-P, op.cit., pp. 101-104.
5
Para Kofman, que cita al respecto un trabajo de Denis Hollier sobre Sartre, este pone toda
su obra bajo el signo de la imaginación aunque no cese de afirmar lo contrario. Kofman, S.,
Seductions. De Sartre à Héraclite, Galilée, París, 1990, p. 159.
6
Sin ir más lejos, lo lamentaba Simone de Beauvoir por razones de militancia política.
7
Como es sabido, de la novela La náusea y la obra de teatro El diablo y el buen Dios,
respectivamente.
8
Adorno dice de Sartre que “su teatro de ideas sabotea aquello para lo que inventó las
categorías.” Adorno, Th. W., Notas sobre literatura, O.C., vol. 11, Akal, Madrid, 2003, p. 397.
Cf. Rius, M., “Adorno y Sartre: la estética del compromiso”, Daímon, nº 41, 2007, pp. 91-104.
Para la carencia de proyecto de Hilda: Rius, M., De vuelta a Sartre, Crítica, Barcelona, 2008,
pp. 227-263; Quatre essais sur Sartre, cit., pp. 163-173.
9
Sartre, J.-P., op.cit., p.136. Me permito sustituir “nihilizador” por “nonadador” (que le
quita a “anonadar” la “a” inicial como néantir a anéantir) porque, a mi juicio, el primer tér-
mino –de la misma raíz que “nihilismo”– connota precisamente lo que Sartre quiere evitar: la
negación como aniquilación. Se trata, por el contrario, de la asombrosa transcendencia propia
de una “nadería”: la conciencia.
10
Sartre, J.-P., La trascendencia del Ego. Bosquejo de una descripción fenomenológica,
Calden, Buenos Aires, 1968, pp. 74-76.
11
Deleuze, G., “La inmanencia: una vida...”, en Dos regímenes de locos. Textos y entrevis-
tas (1975-1995), Pre-Textos, Valencia, 2007, pp. 347-351. En cuanto a mis trabajos, son sobre
todo los aquí referenciados.
12
Cabría aquilatar, de todos modos, hasta qué punto también él se guió por el enfoque temá-
tico del pensamiento nietzscheano puesto en circulación por Heidegger.
13
Cf. Rius, M., Contra filósofos. O ¿en qué se diferencia una mujer de un gato?, Biblioteca
Nueva, Madrid, 2014, especialmente cap. VII, X.
14
Sartre J.-P., El ser y la nada, cit., p. 637.
Sin embargo, la muerte del género humano sería totalización real por de-
tención absoluta de la cuenta [...] En tanto que una totalización del género hu-
mano siempre es posible, hay una verdad del género humano [...] En cualquier
caso, hace falta alguien para cerrar los ojos de la humanidad. Y dado que ese
alguien es imposible por principio, el hombre es el obrero de una verdad que
nunca nadie conocerá.16
El “como si” inicial (“todo ocurre como si...”) remite al asentimiento que
le precede: “Hegel parece tener razón” en cuanto a la implicación de totalidad
y verdad. Sartre lucha contra el idealismo, pero no acaba de renunciar al Espí-
ritu –libre frente a la materia. No obstante, se mueve en dirección opuesta a la
constitución hegeliana de la intersubjetividad, y bosqueja una especie de dia-
léctica en suspensión; mas no la llamada así por Benjamin, tan renuente a la
subjetividad. Ahora bien, la imposible síntesis del ser-en-sí y el ser-para-sí no
se debe a que el ser-para-sí y el ser-para-otro se relacionen por disgregación,
disgregándose. En rigor, el estallido –con el centelleo que le acompaña– le
acontece al en-sí, dada su preeminencia ontológica. Se trata del acontecer que
es el nacimiento en él de cada para-sí. Entonces, la disgregación se produce
entre el en-sí y el para-sí; de modo que es perpetua y originaria: existe repro-
duciéndose a perpetuidad.
17
Sartre, J.-P., El ser y la nada, cit., pp. 326-327.
incondicional.
20
Sin el Otro no moriría, pero tampoco seguiría existiendo en la memoria y los proyectos
de los vivos.
21
Nótese la diferencia entre “lo irrealizable” y “un irrealizable”. Este es real, como se dijo.
Su realidad le viene a cada para-sí de los otros (que lo han realizado), pero él mismo lo sostiene
en la existencia, como “su” irrealizable, en la medida en que lo vive con extrañeza.
22
Ante la imposibilidad de decir nada del ser-en-sí (más allá de negarle las estructuras del
para-sí), Sartre lo compara con el Ser de Parménides.
Pero, aquí, como en la filosofía griega, se plantea una cuestión: ¿a qué lla-
maremos real, a qué atribuiremos el ser? [...] ¿Al en-sí puro, o al en-sí rodeado
de ese manguito de nada que hemos designado con el nombre de para-sí?24
No hay ser para la conciencia fuera de esa precisa obligación de ser in-
tuición que revela algo. Y esto ¿qué quiere decir, sino que la conciencia es lo
Otro platónico? Son conocidas las bellas descripciones que el Extranjero del
23
La mala fe responde a la estructura ontológica del para-sí, que es lo que él no es y no es
lo que él es. Sartre alude a esa estructura al referirse al “estallido”.
24
Sartre, J.-P., El ser y la nada, cit., p. 643.
25
Sartre recalca que el ser-para-otro es mi ser-para-otro; por así decirlo, la “imagen” de mí
tal como aparece a las otras conciencias. Solo que tal aparición (el fenómeno) depende de ellas
y no de mí.
Sofista da de eso otro, que no se puede captar sino “como en sueños”, que no
tiene más ser que su ser-otro [...] Ser-otro que el ser es ser conciencia (de) sí
en la unidad de las ek-stasis temporalizadoras. ¿Y qué puede ser, en efecto, la
alteridad, sino el paso cruzado de reflejado y reflejante que hemos descrito en
el seno del para-sí? Pues la única manera en que lo otro puede existir como otro
es la de ser conciencia (de) ser otro.26
El para-sí no puede ser otro para “sí mismo” porque no existe un tal sí-mis-
mo; en palabras del propio autor: “Hemos mostrado, al contrario, que el sí
[soi], por principio, no podía habitar la conciencia.”27 Pero la alteridad u otre-
dad es una posición relativa. Máxime tratándose de la realidad-humana, en
que cada uno es un otro para el otro. Pues bien, ese breve excurso sobre el
diálogo platónico ilumina la anterior imagen del “estallido”, y muy especial-
mente las últimas palabras citadas, que dejé pendientes de comentario: “tal
sería el ser de los otros y de mí mismo como otro.” El mí-mismo como otro no
lo es el ser consciente respecto a sí, tampoco como otro respecto a los otros –
sino como para-sí respecto al en-sí. En cambio, pese a las náuseas del solitario
ante la materialidad de lo “viscoso”, el en-sí nunca será lo otro de la concien-
cia: “No cabe, pues, que nos interroguemos sobre la manera en que el para-sí
puede unirse al ser, ya que el para-sí no es en modo alguno una sustancia
autónoma.”28 No cabe ya ninguna duda sobre la lectura correcta de la citada
disyuntiva sartreana en cuanto a lo que debería llamarse real. Ni reciprocidad
ni competencia se da entre ambas regiones de ser: la otredad –respecto a la
eterna inmutabilidad del en-sí– le viene al para-sí de la temporalización con
que se sostiene en la existencia.
En definitiva, el para-sí no se agrega al en-sí, se desagrega de él. Según
vimos, la disgregación ontológica entre conciencias (el ser-para-otro) se limita
a expresar en la realidad-humana una disgregación fundamental u originaria:
la que acontece entre el en-sí y el para-sí, al reproducirse perpetuamente el
“acontecimiento absoluto” que es el nacimiento de la conciencia. Los para-sí
se unen desunidamente en el centelleo que diríase titilación del en-sí. A esta
concesión sartreana, aun si rebelde, al Espíritu hegeliano me referí al principio
con el término “des-fundamentación”. Sartre no se dispone a pensar la falta de
fundamento, pero elucubra (“como si”) acerca de uno que solo resiste a fuer-
za de perder solidez. Dicha pérdida no se efectúa de una manera progresiva,
Ibid., p. 136.
27
28
Ibid., p. 639. La mención de “lo viscoso” remite al apartado “De la cualidad como reve-
ladora del ser”, justo el que precede a las conclusiones.
29
Del para-sí afirma Sartre que existe “en estado de prórroga”.
30
Ibid., p. 644.
31
Por poner un ejemplo, hay diferencia entre “inactivo” y “desactivado”.
32
Nancy, J.-L., La comunidad inoperante, LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2000, p. 26
(según la edición en línea: www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS).
Sartre usa la misma expresión al hablar, precisamente, de la obra de arte: “No hay arte sino
para y por el otro [pour et par autrui].” Sartre, J.-P., Qu’est-ce que la littérature, Gallimard,
París, 2004, p. 50.
33
Nancy, J.-L., op.cit., p. 26. Modifico la traducción de la oración principal.
34
Hegel, G.W.F., Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, México,
1973, p. 265.
35
Aforismo 278 de La gaya ciencia.
36
Nancy, J.-L., op.cit., p. 78. He modificado completamente la traducción.
37
Ibid., p. 79; asimismo con modificaciones. Cf. Rius, M., Contra filósofos, cit., especial-
mente cap. XXIX, XXX.
38
Apropiación que no puede sino falsear el proyecto que se asume.
39
Hegel, G.W.F., op.cit., p. 266.
ber, la que les conferiría su ser-para-otro. Bien está. Pero ¿no contradice tal
razonamiento la interpretación sugerida por mí de que el ser-para-otro de la
muerte –más bien impropia– expresa la fragmentación y el centelleo (por no
hablar de puntos ciegos y luces centrífugas) que imposibilitan la comunidad
“propia”, entendiendo por tal la que sería real en cuanto realizable por todo
sus miembros?
Lo cierto es que apelé al tema de la muerte como posible espacio discur-
sivo en el que concurrían, haciéndose parangonables, las filosofías de Sartre
y Nancy. Pero, aunque así descubriéramos una contradicción en el seno de la
ontología sartreana (nada raro a juzgar por la paradoja que afecta al ser-para-
otro y a la propia realidad-humana), esto no la perjudicaría en lo más mínimo,
pues, para Sartre, la muerte no es un argumento. A lo sumo, le concede la
función de revulsivo teórico. Por lo demás, el eventual acuerdo con Nancy,
al disentir de Heidegger en ese aspecto fundamental de su ontología, no va
demasiado lejos. Nancy sigue pensando a partir de Heidegger incluso cuando
lo refuta.40 Tal parece que, no encontrando en la muerte el sentido de la exis-
tencia, ya no le quede más remedio que “desconstruir” el sentido. Al fin y al
cabo, Nancy pertenece a la generación de Derrida. Cito ahora, para mayor
abundamiento, La voz y el fenómeno:
Ibid., p. 29.
45
46
Solitario, esto es, individuo.
47
“Conciencia-solitaria” porque la conciencia del individuo no existe sino en soledad res-
pecto a las demás conciencias.
48
Me refiero, claro está, al epígrafe (alusivo a Kierkegaard) de El existencialismo es un huma-
nismo que algunos pasan por alto, a fin de interpretar la correspondiente argumentación como un
retorno del hijo pródigo al kantismo. Cf. Rius, M., Quatre essais sur Sartre, cit. pp. 23-60.
BIBLIOGRAFÍA
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