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La muerte:

La muerte significa la desaparición de la personalidad civil de la persona, o dicho en otro modo, el


término final de su capacidad jurídica. La muerte extingue la personalidad del individuo humano
de allí que ciertamente desde un punto de vista jurídico la muerte puede definirse como la
extinción de la personalidad jurídica del ser humano.

Con la muerte, desaparece la persona en cuanto tal, con sus atributos y cualidades. El fin de la
persona natural pues, coincide con su muerte física, después de la muerte no hay más que un
cadáver, y al orden legal le interesa el hombre como sujeto de derecho entre el nacimiento y la
muerte. Debe diferenciarse la muerte, circunstancia que extingue la personalidad humana, de
otras situaciones que pueden afectar ésta última.

Con la muerte del hombre se extingue la persona física por su parte, las personas jurídicas, no
mueren ni fallecen, se extinguen. Esto porque la expresión “muerte” trae implícita una
desaparición física o biológica exclusiva de la persona humana. Los entes incorporales por su
propia naturaleza no pierden la vida porque no tienen cuerpo, su creación es meramente jurídica.

Presunción de la muerte:

La “muerte” es la única causa de extinción de la personalidad natural. La fase final de la ausencia, a


saber, la presunción de muerte.

En efecto, en nuestro Derecho, la presunción de muerte, última etapa de la ausencia, no


constituye causa de extinción de la personalidad y en consecuencia no se equipara a la muerte.
Esto porque deja latente la posibilidad de que el ausente regrese y ello se refleja en los efectos
correspondientes. Así por ejemplo la ausencia no extingue el matrimonio ni la patria potestad.
Pues en relación con ésta última se configura una causa de exclusión absoluta del ejercicio y no de
extinción como acontece con la muerte.

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