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LA COSTUMBRE AL MIEDO. LA MUERTE EN EL PARTO EN LA CIUDAD DE MEXICO, 1870-1898 Miladla Bazant™ David Domingues. Herbin INTRODUCCION En un parto, todos sienten miedo. Hasta los mds conocedores del arte de dar a luz, los médicos, caen muchas veces presas del pénico. Bajo su <éptica, en ocasiones tan sélo la “Providencia’ es capaz de sacar adelante la situacién desesperada en los momentos dificiles en que madre e hijo se debaten entre la vida y la muerte. Las madres no sélo suften por el dolor fisico del trabajo del parto, sino que saben, ademds, que dependen también de esa misma Providencia: “Dios dira” si sus retofios han de sobrevivir 0 no." Este estudio trata de abordar esta convivencia, esta costumbre al miedo. Todos ~médicos, parteras, comadronas, madres y familias~ sabian que la muerte de las madres, de los recién nacidos y de los nifios hasta de tun afto, permeaba la atmésfera cotidiana. Pero existen muchos miedos compartidos en este momento critico que es el parto. Incluso actual- mente, a los naturales miedos de la madre hay que sumar los miedos de la familia, del médico, de la partera, y los précticamente desconocidos miedos del nifio. En la ciudad de México, en el iltimo tercio del siglo x1x, podemos clasficar estos miedos en vireud de sus protagonistas y sus caracteres propios. * El Colegio Mexiquense. " Agradecemas enormemente & Ana Maria Carrillo su asesorfa en la bisqueda de Fuentes, adem de su generosidad por habernos fcilitado algunos materiales relcio- rnados con Ia prictica médica en el periodo estudiado. 59] 60 Los mikbosEN La Histomia En primer lugar, debemos notar que existen ciertos miedos “natu- rales", que son irracionales y que no atienden generalmente, por tanto, a la mecénica de la légica. Los principales sujetos de estos miedos son la madre y el producto del embarazo, En cuanto a la primera, cabe sefialar que sus miedos se centran en el miedo a la mucrte y el miedo al sufti- miento: el dolor es la pequefia muerte, es lo que, Hevado al extremo del ‘momento del parto, puede desembocar, de manera inconsciente, en la histeria y la locura. Son miedos primarios, que se remontan a la propia existencia, y de los que, si bien los otros sujetos actores del parto —la familia y los cientificos~ no estén exentos, no son participes principales, protagonistas de estos miedos. Por lo que respecta al producto del emba- razo, el “posible” nifio o nifia, sus miedos, tanto para la época como para la actualidad, son incomprobables. Es ampliamente conocido el trauma del nacimiento, el dolor que experimenca el bebé al nacer, al tener que ser expelido, comenzar a respirar por si mismo y pasar por una cavidad tan estrecha, pasar por el Irfo exterior y separarse por primera vez de su madre. Pero, evidentemente, no quedan registros de estas experiencias. En segundo lugar, este apretado trance se ve rodeado de mulcicud de pequefios miedos culturales, de los que la madre no esta excusada, pero s{el producto. Los principales agentes de este tipo de miedos son la familia y la sociedad: ellos son los responsables de la transmisién de esos miedos ala madre desde su infancia, y ellos mismos los reproducirdn en el producto (si es viable) una ver que se inserte a la sociedad. La madre también participard de esta reproduccién social, y a la vez que paciente de ellos, serd agente. El miedo a la “monstruosidad”, a la deformidad, a la enfermedad del hijo, a su debilidad, a que posea alguna caracteristica que le dificulte vivir en sociedad. Fl miedo a que sca victima del castigo divino por los pecados de la madre, a que la religién lo aparte de si, a que no sea bendito, o a que muera sin ser bautizado, pasando al limbo de los justos. Los miedos, en fin, a que no sea perfecto. El producto es el sujeto del miedo, pero también lo es la madre. Existe miedo, en la familia, a que el nifio muera, aque la madre enferme de fiebre puerperal, a que se desangre en el parto, a que el nifio nazca muerto, a que ocurra cualquier cosa que pueda llevar a un desenlace facal, 0 a una situacién que marque sus vidas. Existe miedo, en el médico y en la partera, a scr los responsables de alguna situacién critica que lleve al mismo desenlace faral, que produzca malformaciones, que acabe con la vida de uno 0 de LACOSTUMEREALMIEDO 61 Jos dos sujetos del parto, que seden represalia legales, incluso violentas, por parte de la familia. Estos miedos tienen una mayor carga cultural {que natural, pues, si bien se dan en cuanto ana situacién natural, como Jo es el parto, son creaciones humanas, preocupaciones que, antes del ‘momento final no tienen eazén de sersino por la invencién de las mentes de la familia, el médico y la partera. Por diltimo, existe un tercer tipo de miedos que nos conduce a la parte cientifca del parto, Si bien también son creaciones culturales, de las que el médico, la partera y las enfermeras son sujetos activos, no se trata de miedos en si, sino de creencias que llevan a articular los otros dos tipos de miedos en una nueva clase de miedo para la época de la que ‘ratamos. Esta ciencia, en todo caso, se basa también en las creencias religiosas de la sociedad en que se desarrolla, y también en las costumbres y pricticastradicionales de esta misma sociedad. La ciencia es esgrimida por la prictica médica, la religién se arricula a través de la préctica de Ia enfermeria (comiinmente llevada a cabo por monjas), y la tradicién «s cjecutada por la mano firme de las matronas, parteras y comadronas. Esta articulacién, en principio, debia reducir el miedo. Pero los fracasos ‘ocasionales de la ciencia produjeron una justificada inseguridad, apenas la con el tradicional recurso de la religién. Todavia no se desligaba por completo la concepcién providencialista de la vida y de la muerte de la nueva confianza en el progreso. ‘Todos estos miedos perviven hoy en dia, y su reduccién y elimin: se sigue ampliando. Pero los miedos naturales y los miedos culturales permanecen en el subconsciente colectivo, y se siguen traduciendo hoy por hoy en el miedo al propio parto. LA MUERTE, EL MIEDO: 1870 La mujer de cuya observacién me ocupo, aunque joven, parece en estos momentos de mucha més edad: su fsonomifa revela la ‘mayor angustia; su mirada es vaga e incierta; su oldo desconfiado; su sistema nervioso escé vivamente impresi tun mismo lugar mucho tiempo; se pasea, se nado; no puede conservar sienta; si habla, interrumpe a cada instante st 62 Los mieDos EN LA MIsTORIA conversacién para considerar los suftimientos de que vaa ser presa.? ‘sf lleg6, en febrero de 1870, una joven de diecisiete aios al Hospital de Maternidad, institucién fundada apenas unos afios antes por la emperatriz, Carlota. A este lugar podian llegar todas aquellas mujeres prontasa dara luz y que no podian atenderse en sus domicilios, o bien aquellas que, por cualesquiera circunstancias, no podian o no deseaban darse a conocer: si asi lo querian y lo solicitaban, se les cubria la cara con un velo desde el momento del primer examen, ¢ incluso durante el alumbramiento y la estancia past-parto. También, en caso de asi solicitarlo, podian no propor cionar nisu nombre ni su estado civil. Unicamente entregaban al director del nosocomio una hoja de papel con sus datos personales, misma que recogfan al salir. Asf, convertfan a este funcionario tanto en su cémplice como en el guardian de su honra. A estas mujeres asi atendidas se les reservaba un lugar apartado, y podfan ver al médico y ala partera cuando lo descaran. Habrian de permanecer veladas cuanto tiempo quisieran, y darfan a luz en el llamado “Departamento de Partos Secretos” ? Segin cuenta en sus memorias el doctor Eduardo Liceaga,* eran aquellos los tiempos del nacimiento dela obstetcia en México ~a fines dela década de los sesenta del siglo xtx-, cuando al frente de aquella Maternidad se encontraba el doctor Espejo, Este hospital estaba a la vanguardia de la medicina mexicana. Por ello, tanto el doctor Francisco Chacén como el mismo Liceaga pidieron a Espejo que los admitiera en su clinica porque “no tenfan experiencia personal” en la materia. Comenzaba en el pais tuna prictica de asistir los partos distinta y de mayor intervencién a la provista por las parteras, incluyendo ademés una prictica instrumental, hasta entonces casi inexistente. Aquella joven “de buena constitucién y temperamento linfitico- nervioso” no empez6 con los dolores de parto sino hasta dos meses des- pues, el 7 deabril. Fl decano dela clinica de obstetricia de la Maternidad, Juan Marfa Rodriguez Arangoiti, encomendé a sus alumnnos Villarreal y Capetillo atendieran a aquella paciente, que por primera ver en su vida iba a dar a luz. El diagnéstico parecta perfecto. Pasaron varias horas y * Capello, Clinica de obnetricia, p. 205. * Leén, La obstesrcia, pp. 325-326 y 352s Liceaga, Mis recuerdos, p. 45. “ Gf Liceaga, Mis recuerdos, TACOSTUMAREALMIEDO 63 la paciente, “sumamente fatigada por las emociones del dia", suplicé “hicieran algo” para apresurar el parto. El decano recomendé un bao tibio que se prolongs lo mas que se pudo. A medida que se aproximaba el momento cumbre de la noche, “la excitacién de la madre era mucho ‘mayor, y no queria guardar la posicidn supina” que le recomendaban los cespecialistas. Con el objeto de calmar su estado nervioso, se le administrd una infusién endulzada de hojas de natanjo con unas goras de éter. “Durante un fuerte dolor vimos aparecer sucesivamente por la co- misura posterior de los grandes labios, suficientemente dilatada, ia sutura biparietal, el bregma, la sucura coronal, la nariz, la boca y la barba [...] momentos después, los hombros fueron expulsados, seguida el cuerpo...”. Los médicos desenrollaron el cordén umbilical, mismo que le daba dos vueltas alrededor del cuello al nifo, y éte, que tan “ansiosamente habja sido esperado y cuyos gritos son para las des- graciadas madres el bélsamo del mejor consuclo”, no se ofan. dicos Villarreal y Capetillo se repartieron entre la madve y su hi tikkimo, ayudado por la partera (quien solia ejercer como enfermera en estos partos asistidos por médicos), logré que el producto respirase tras llevar a cabo “la insuflacién artificial, las ievigaciones de agua fra y los medivs aconsejados en tales casos”. Con esta buena nueva lograron dar tun constclo y un respiro a la madre, que, hasta aquel momento, “sufria horriblemente al considerar a su hijo muerto”. Pero no habrfan de acabar ahi las emociones. A la paciente le so- brevino una hemorragia que los médicos calificaron de “terrible”, La decisién primera fue la administracién de varias dosis de “cuernecillo de centeno”, utilizado rutinariamente por las parteras y comadsonas, pero empleado por los médicos “cientificos” slo para combatir “la inercia real dela macrie y buscar su efecto tevinico”.’ Los médicos buscaban algunas adherencias en la matriz, argumentando que quizas era esa la causa de que escurriera tanta sangre, mientras la enferma no dejaba de dirigir “sus reproches contra los que no tenfan mds mévil que arrebatar ala muerte tuna de sus victimas’. En aquellos tiempos, y hasta principios dl siglo xx, cra pricticamente inconcebible que un obstetra o un ginecélogo trataran de reconocer a una mujer por medio de la exploracién manual, como lo * Blotes, Hida, p. 625. 64 Lossinpos iN tAtusTORA reconocen algunos articulos publicados en la Gaceta Médica de México.’ La debilidad de la madre ocasionada por la pérdida de sangre, aunada alos suftimientos de la pobre mujer, hacian presagiar un resultado més bien funesto si, de nuevo, “la Providencia no ayudaba al operador en su empresa”, Finalmente, la hemorragia se contuvo y la enferma entré en alguna calma. Después de cuarenta horas, se mudé la ropa de la cama y se encomend6 a la partera tener especiales precauciones en el cuidado dela paciente. ‘Tias ocho dias de calma, Ia paciente comenzé a presentar fucrtes dolores de cabexa y de cuerpo. Su fiebre aleanzaba los 40° al final de la tarde. El diagnéstico coincidfa con los mayores temores de los médicos: la fiebre puerperal, la que se levabaa la mayor parte de las madres durante cl puerperio (tiempo inmediato después del parto), estaba actuando en Ia paciente. La enferma estaba en las mejores manos, pero no se pudo hhacer nada para salvarla. Se le aplicaron infusiones de ipecacuana,’ se le administré magnesia, se le pusieron inyecciones vaginales de agua con dcido fénico,* y como alimento se le receré caldo de pollo desgrasado cada cuatro horas, cocimiento de quina? y vino “a pasto”. Pese a todos los esfuerzos, la joven mujer sucumbié, La autopsia, practicada por el decano Rodriguez Arangoiti en presencia de sus alumnos, confitmé la causa de la muerte: una infeccién en el dtero, Se leg6 a la conclusién de que lo médicamente administrado habia sido acertado, pero la realidad ‘mostré que habia sido insuficiente. Entonces, zpor qué murié? En este, como en otros muchos casos, la causa de la muerte fue ori- ginalmente proporcionada por las manipulaciones manuales (en otras ‘ Of: Alcor, Obsteeriie, p. 23-25. El doctor Lépez Hermasa considera que, en ccontadas ocasiones, “el rato vaginal manual [..] estéplenamente aucorizado por el patero a practicar’, en Lopez Hermosa, Algunat ubsersacioner pp, 222-229, * La ipecacuana es una planta originaria de América del Sur cuyas hojas se utilizan ‘in hoy como vomitivo. Su uso se asocia con la medicina del Antiguo Régimen, pues 4 partir desu ingestin (en infusién o masticada), los pacientes expulsan los humores smalignos de sus cuerpo. " El Acido fénico,o fenol, se obticne principalmene a partir dela hull y de las brcas, es dect a partir de hidrocarburos vegeales files. Su empleo como antisépticn st ampliamente detllado en el siguiente arveulo: Ramirez de Arellano, Profil, pp. 141-147. "La quina es a corre del bol quino, y es utilizada en meicina como febrifugo TACOSTUMBREALMIEDO 65 ocasiones, instrumentales), que fueron empleadas con el objetivo de ace- lerar el parto. Aunque los médicos se lavaban las manos y desinfectaban los instrumentos, no utilizaban guantes, prenda que proporciona casi tuna absoluta asepsia cuando esté aunada a una atmésfera antiséptica La bacteria streptococcus hemoliticus, responsable de Ia fiebre puerperal, atacaba sobre todo a las pacientes més débiles, nerviosas y anémicas, aquellas que llegaban a la Macernidad casi siempre provenientes de las clases menesterosas, 0 bien a aquellas que se aliviaban con comadronas © parteras en sus hogares, provenientes de todas las clases econémicas, Cuando habfa epidemia de fiebre puerperal en un hospital, como podia serlo el de la Maternidad, los médicos aislaban a las enfermas, se reali- zaban fumigaciones fénico-cloradas, y legaba a ser tan grave el caso que no se aceptaban cn el hospital mujeres que estuviesen en momentos de parir o fuera de término,"” La segunda causa de muerte de las madres eran las hemorragias. Producian tal cuadro, “aterrador entee las familias, que se comprendia Ja angustia del médico’. El profesional de la medicina debfa tener la suficience sangre fria para tomar répidas decisiones con un “orden me- t6dico”. A este respecto, se podian adoprar varias medidas dependiendo de si habla peligro de “muerte inmediata o muerte probable”. Ademés de ejercitar varias maniobras, se recomendaba administrar sales de qui- nina, inyecciones hipodérmicas de cognac y de éther, paralelamente a inyecciones intrauterinas alrernas de agua caliente y de agua fifa y hielo cn la vagina, Habia que dirigirse también al “cerebro” de la parturienta, con la intencién de darle la seguridad de “que su vida no peligraba, y indole confianza”, De existr el peligro de la muerte inmediata o de la muerte probable, era imperioso administrar percloruro de hierro, pese a que se decfa que al aplicar tal inyeccién la enferma sufifa un “choque tal” y experimentaba tan agudo dolor que “despertaba en la eternidad”,!" Elmiedo de los médicos ante los posibles malos caminos que tomara cl parto es un miedo plausible, Este miedo puede entenderse de dos formas, En primer lugar, se trata de un miedo con un claro componente natural. Es un miedo a la muerve de otros, de aquellos que han puesto, sabiéndolo —la madre-o sin saberlo el producto-, sus vidas en manos " Véase Capello, Exadiies, pp. 303-308, " Aleorea, Obstesrica,p. 24. 66 Los mikDOS EN LA mIsTORIA de quien pudiera ayudarles en tan dificil momento, Por otra parte, este miedo también tiene una fuerte carga cultural, puesto que hay que afiadir cl miedo al castigo en caso de que algo fallara, aun sin ser responsabilidad ‘médica: el castigo legal ejercerfa una gran presién, pero también el temor ante las posibles represalias de los sobrevivientes de la familia. En todo caso, este miedo del cientifico debe entenderse como un articulador entre los miedos naturales y los culturales, entre los miedos primarios y los secundarios, tanto en carne propia como ante los demas. Esta segunda caracterfstica, la de reductor de la friccién, le viene ororgada por su papel de aplicador de las herramientas cientificas contra el miedo de los otros y contra el propio miedo. En estos inicios de la labor obstétrica, de la atencién cientifica al momento mds importante en la vida de las personas (pucs todas nacen), sc repartirin labores los médicos con otros personajes que habrén de jugar un papel importance en el parto. En primer lugar, cabe destacar a las comadronas, que irén incorporando a su actividad cada vez més elementos que la hardn parecer més cientifica. En segundo lugar, seguirn perviviendo otras formas de asistencia al nacimiento, Las parteras y las ‘comadronas que no participaban de esta inclusién de mecanismos cien- tificos en su accidn, conservardn y transmitiran otras formas de reducir la friccién a sus aprendices, asus auxiliares ya las madres que sean atendidas por cllas. Estas otras formas, de mis larga tradicién, serdn la religién =principalmente, la catdlica-, encomendando el buen suceso del partoa las mas altas autoridades celestales, y las denominadas “supersticiones”, formas heredadas de las teligiones predominantes en México antes de la llegada de la “verdadera” religién. Tanto dafio harén una como otra a la evolucién y desarrollo dela labor cientifica, pero llevarin mucha més ayuda “espiritual” a los pacientes del miedo. TA PARTERA Y EL OBSTETRA: LOTELURICOY 10 CIENTIFICO En aquella época, era comtin que el cuerpo médico, en analogia con el cuerpo humano, considerara a la parcera come “una verruga”. Asi se cexpresaba el médico obstetra Nicolds Leén del ¢jercicio de las parteras: “La partera tiene analogia con una vista de aduana que, por el sueldo ordinario, sélo permite la salida de efectos de legitimo comercio, y por

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