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Moise, Daavid, Daniel fueron poderosos hombres de Dios, sin lugar a duda. Se ubican
entre los más grandes guerreros, reyes, profetas y líderes de la historia sacra. Pero
ninguno de ellos alcanzó el honor especial otorgado al «padre de todos los que
creen» ... «padre de aquellos que ... siguen las huellas de nuestro padre Abraham,
quien creyó» . . . «el padre que tenemos en común delante de Dios» . . . «padre de
muchas naciones» .(Rom.4:11,12,16-18) Su nombre es Abraham.
Sabemos que Jesús una vez restringió el uso del título «padre» para cualquier humano
mortal (Mat.23:9
Dios le indicó a Abram que hiciera solo una cosa —«Deja tu tierra»— y a cambio, Dios
haría ocho cosas maravillosas para él. Esa proporción numérica por sí sola comunica la
gracia y la bondad de Dios.
Pero sí exigió que Abram dejara su tierra, su gente y sus parientes; en otras palabras,
su zona de comodidad. Debió dejar la tierra que mejor conocía, la cultura en la que
había crecido, las vistas y sonidos conocidos. Las personas que andan por fe a
menudo escuchan la voz de Dios que les dice, «Es necesario que te vayas ahora.
Es hora de pasar a algo nuevo».
A veces esa palabra tiene que ver con geografía, como en el caso de Abram.
En la actualidad estamos experimentando esto en el Brooklyn Tabernacle al
prepararnos para abandonar nuestro presente edificio, donde hemos estado desde
1979, y dirigirnos al teatro más grande en el centro de la ciudad donde creemos que
Dios nos está enviando. Hemos comprado esta imponente estructura, construida en
1899, a pesar de que al momento de escribir este libro todavía no sabemos cómo
recaudaremos los millones que se necesitan para la renovación.
Es necesario andar en fe.
Otras veces, Dios dirige a su pueblo a dejar ciertas situaciones laborales, poner fin a
relaciones placenteras, o hacer cambios que involucran dificultades. Cuando se anda
por fe, Dios nunca permite que nos acomodemos en una especie de meseta. Justo
cuando uno llega a un cierto lugar en el plano espiritual y decide armar la carpa y
descansar durante el resto de la vida, Dios dice, «Vete». Esa fue la historia de Abram.
A decir verdad, en toda su vida nunca se le permitió establecerse en forma
permanente.
Cuando se anda por fe, Dios nunca permite que nos acomodemos en una
especie de meseta indefinidamente.
Pero no es necesario que tengamos
miedo. Con el mismo aliento Dios Deja y te daré. Nuevo comienzo en otro lugar
puede empezar a inundarnos de Una promesa que le dio un sueño,
promesas, como hizo con Abram. engrandecimiento .Comenzará con él.
Observe las cosas maravillosas que Promoción, para la bendición a otros.
Protección, Vision y Misión al mundo
prometió hacer el Señor:
« ... la tierra que te mostraré»..
«Haré de ti una nación grande».
«Te bendeciré».
«Haré famoso tu nombre».
«Serás una bendición».
«Bendeciré a los que te bendigan».
«Maldeciré a los que te maldigan».
«Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra».
Los mandamientos morales de Dios nos enseñan en qué fallamos. Eso es
necesario, pero sólo las promesas, nos traen esperanza, si respondemos con fe.
El libro de Hebreos nos cuenta que «Por la fe Abraham . . . obedeció y salió sin saber a
dónde iba» (He. 11:8). No tenía mapa, folleto del automóvil club, ninguna reservación
de motel por el camino. Su caravana sencillamente salió con rumbo oeste hacia el
Mediterráneo, y nada más. Dios había dicho que le mostraría dónde detenerse en
algún momento futuro cuando llegara a dondequiera que se dirigía. Gen. 13:17,18
A usted y a mí nos costaría esto, ¿verdad? No solo en nuestros viajes de vacaciones,
sino al guiar nuestra carrera y nuestra iglesia, sencillamente tenemos necesidad de un
plan completo. Siempre escucho a pastores que dicen, «Veamos, en lo que respecta a
tal o cual extensión, ¿dará dividendos? ¿Será rentable? ¿Cómo puedo asegurarme
que dé resultado? ¿Será del agrado de todos?» Son pocas las cosas que hacemos por
fe.
Abram no tenía la más mínima idea. Si usted se hubiera encontrado con su caravana
en algún oasis, tal vez habría tenido un diálogo más o menos como este:—Señor
Abraham, ¿hacia dónde se dirige?—No lo sé.—Pues, ¿cómo podrá saber que ha
llegado?—Tampoco lo sé. Dios solo me dijo que me lo mostraría.—Tiene una
comitiva bastante grande. Cuando haya llegado a destino, ¿quién le abastecerá de
todos los alimentos que necesite? Al fin y al cabo, si ha de sobrevivir en un sitio
nuevo, ¿cómo comerá?—No lo sé. El solo dijo que cuidaría de mí.—Usted no parece
tener una fuerza de seguridad. ¿Quién lo protegerá de los jebuseos, los hititas, los
amorreos y el resto de las tribus guerreras?
Abram solo sacudiría la cabeza y se alejaría.
La fe se siente feliz de dar un paso sin saber hacia dónde va mientras sepa quién
es el que acompaña.
Con tal de que la mano fuerte de Dios sostuviera a la de Abram, todo saldría
perfectamente bien. La caravana siguió avanzando en fe.
La fe se siente feliz de dar un paso sin saber hacia dónde va mientras sepa quién
es el que acompaña.
Nos gusta controlar el mapa de nuestra vida y saber todo con mucha
anticipación. Pero la fe se siente satisfecha de saber que la promesa de Dios no
puede fallar. En efecto, esto constituye la emoción de andar con Dios. Cuando leemos
el libro de Hechos, nunca sabemos exactamente lo que sucederá la siguiente vez que
demos vuelta la página. El Espíritu es el que ejerce el control, y con eso basta. Pablo
no tenía una fórmula para saber cómo evangelizaría. Simplemente se guiaba por la fe.
Dios revelaba la ruta a medida que avanzaba.
Se me invitó a hablar en una enorme conferencia de pastores en la que toda la reunión
estaba programada, minuto a minuto. El hombre que me llamó me explicó con
amabilidad:—Primeramente habrá una canción de apertura, luego uno de nuestros
líderes denominacionales hablará por espacio de catorce minutos sobre un tema
doctrinal. Después habrá un poco de música adicional, acto seguido quisiéramos que
usted nos hablara durante veinte minutos. A continuación de su disertación, un coro
presentará algunas de las canciones de su esposa, y finalmente un tercer orador
hablará durante veinte minutos. Después se hará la bendición final.
Esto debía ocurrir un día lunes. Pensé en el desgaste físico de conducir cuatro cultos
en nuestra propia iglesia el día domingo e inmediatamente después hacer un largo
vuelo hasta el lugar donde se llevaría a cabo esta conferencia. ¿Sería voluntad de Dios
realizar semejante viaje y gastar tanto para un acontecimiento tal?
Cuando vacilé, el hombre dijo:—Su libro Fuego vivo, viento fresco ha sido de gran
bendición para muchas de nuestras iglesias. Tenemos un gran deseo de que usted
venga.—Pues —dije yo —supongo que lo que me viene a la mente es lo siguiente:
¿Cuántos puntos puede recordar un público en una sola reunión? Me refiero a que
tiene programado que hablen tres oradores, cada uno haciendo declaraciones
importantes . . . Las personas no pueden sentir en profundidad más de un par de
verdades a la vez. Creo saber el tipo de orador que usted está buscando, pero no
creo que ese sea yo.
Pronto surgió una disputa entre Abram y su sobrino Lot, porque su ganado y sus ovejas
se estaban amontonando. Gen.13:8-13
No debe haber pleitos entre nosotros, ni entre nuestros pastores, porque somos
parientes, Allí tienes toda la tierra a tu disposición. Por favor, aléjate de mí.
Lot inmediatamente escogió la llanura fértil —lo mejor que podía percibir el ojo humano
— dejando a Abram que intentara apacentar a sus ovejas en las laderas de las
montañas.
Pero Abram no reaccionó. Pudo haber montado en cólera para expresar su protesta. O
pudo haber hecho valer sus privilegios; al fin y al cabo, él era el hombre mayor aquí, y
el más joven no tenía derecho de aprovecharse de él.
En lugar de eso, Abram mostró que cuando se tiene fe en Dios, uno sabe que Dios lo
cuidará a pesar de lo que otro escoja. La fe permite que otras personas hagan lo que
quieran sin ponerse ansiosa ni preocupada. Deja el asunto en las manos de Dios.
Con demasiada frecuencia nos preocupamos por los que nos olvidan, los que no
reconocen nuestros logros, los que cosechan beneficios a costa de nosotros.
Perdemos contacto con la realidad de que «es Dios el que juzga: a unos humilla
y a otros exalta» . Tanto en el ambiente secular como en el trabajo en la iglesia, nos
ponemos ansiosos por cosas que es mejor dejar en las manos de Dios.
La preocupación siempre mordisquea los talones de la fe intentando arrastrarla
hacia abajo.
La fe permite que otras personas hagan lo que quieran sin ponerse ansiosa ni
preocupada. Deja el asunto en las manos de Dios.
La fe trata con las cosas invisibles de Dios. Se niega a ser excluida por los
sentidos físicos. La fe puede decir, «Puedes hacer lo que quieras, porque yo sé
que Dios cuidará de mí. El ha prometido bendecirme dondequiera que él me
conduzca».