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ANTHONY GRAFTON – El Lector humanista

El siguiente texto aborda el modo en el que la lectura, la materialidad del libro, los espacios
de lectura y sus modos de producció n, distribució n y divulgació n cambiaron con el
renacimiento y con los pensadores humanistas.

“El lector humanista” comienza con la carta de 1513 de Maquiavelo a Francesco Vettori.
- narra el proceso de composició n de El príncipe
- describe sobre todo dos escenas de lectura que sirven como puntapié inicial para analizar
los há bitos de lectura de la época. LEER FRAGMENTOS CARTA.

Dos tipos de libros y de lecturas:


1) los de imaginación/ distracción: está n editados en octavos, escritos tanto en latín
como en volgare, podían tener pró logos pero en general carecían de notas y se los utilizaba
de un modo má s simple, como un entretenimiento.
2) los de instrucción: obras de estadistas y generales griegos o romanos que
constituían fuente y modelo de sabiduría para la época, publicados en folio o en cuarto,
estaban relacionados con al acció n política prá ctica y eran lecturas concebidas como foros
de discusió n.

Las dos formas de acercarse a los clá sicos reflejan aspectos culturales, econó micos y
estéticos de la actividad editorial del renacimiento, que se verá n a continuació n.

- Grafton no plantea un quiebre entre la edad media y el renacimiento. sin embargo, si


comentaristas medievales no explicaban los textos, sino que actualizaban su contenido;
Petrarca, junto a otros humanistas, deciden e intentan leer el original directamente.
Así, el lector contempla a los antiguos “tal como eran”, no como autoridades ahistó ricas,
sino como personas que habían existido en un lugar y una época determinadas. (Petrarca
incluso llegó a escribirles cartas).

- Como se observa en el ejemplo de la carta de Maquiavelo, también los libros como


objetos físicos concretos se ajustan a las convenciones específicas de formato y tipografía
y que se utilizaban en circunstancias determinadas. Los investigadores han demostrado
que los humanistas demandaban, producían y consumían nuevos tipos de libros, así como
un nuevo canon de textos.

Ej: Consideraban la letra gó tica como el signo externo y visible de la ignorancia gó tica: fea,
ridícula, impenetrable.
A comienzos del SXV Salutati y Bracciolini diseñ an una nueva minú scula elegante y
redondeada, má s “clá sica”.

- En los libros humanísticos, junto con el caudal cada vez mayor de libros impresos que van
de a poco reemplazando a los manuscritos, cambia la forma de entender la estética y el
libro y su relació n. Los folios eran espléndidamente iluminados, y en los má s pequeñ os no
había comentarios que se interpusiesen entre autor y lector.
- Al mismo tiempo, cambian las bibliotecas públicas y privadas. Las salas oscuras y los
libros encadenados se reemplazan por salas amplias y pequeñ os estuches clá sicos,
diseñ ados para facilitar el estudio y la conversació n.
El encuentro entre los nuevos lectores y los nuevos textos cambia las costumbres y los
espacios. (Como podemos observar en el ascenso de Petrarca al monte Ventoux, en el cual
lleva en su bolsillo un ejemplar de las Confesiones de San Agustín)

- La elección de los libros (moda) y las lecturas forma parte del nuevo estilo de vida de la
corte renacentista, y tiene tanta importancia como saber a qué arquitectos contratar o que
ropa ponerse.
Los nuevos libros austeros y elegantes, prá cticos y manejables, así como las nuevas modas
y estilos, como la cursiva y las letras floreadas de muchas portadillas, aumentaban el
atractivo de las bibliotecas renacentistas. Los copistas e impresores componían textos que
parecían clá sicos, pero que incorporaba valores estéticos y métodos tanto de la época como
antiguos.
A su vez, los humanistas siguieron utilizando libros que no venían en el nuevo formato. Y
los humanistas florentinos má s puristas despreciaban las ilustraciones. Por lo tanto,
coexistían al mismo tiempo las convenciones medievales y renacentistas. Muchos
autores italianos combinaban deliberadamente las convenciones clá sicas con las
contemporá neas, las humanísticas con las caballerescas.

- Economía editorial tenían que ver con el aspecto y forma de los libros humanistas. Los
libreros o cartolai dominaron la producció n y venta de los libros manuscritos durante los
primeros añ os del SXV y prepararon el terreno para el camino que iban a seguir los
imprenteros.
Mucho de lo que se sabe de los libreros viene de las memorias de Vespasiano, un
entusiasta de los libros tradicionales y un enemigo acérrimo de la imprenta. Cumplían las
características de un buen editor identificando los “best sellers” y contribuyendo a
modelar la experiencia de lectura de los intelectuales renacentistas.
Los intermediarios habían manifestado sus preferencias por los materiales ricos y las
“ediciones de lujo”. Los editores e impresores imitaban a los cartolai, sacaban
ediciones limitadas en vitela (cuero) y contrataban a los iluminadores má s há biles.
Los intermediarios dejaron el claro que el aspecto exterior de un libro decía bastante sobre
su contenido y sobre a quién iba dirigido. El lector culto no se limitaba a comprar un libro
hecho en serie, sino que lo personalizaba y mandaba a encuadernar sus propios libros.
El libro era, por consiguiente, tanto un objeto precioso como una posesió n personal: el
punto de inserció n entra la cultura y el estilo individual. El libro, má s que un simple texto
pasó a ser un registro personal, un índice de conexiones literarias y un confidente de los
propios sentimientos.

- Las técnicas docentes también se ven modificadas y se develan a partir de la forma en


que varía la lectura y sus costumbres. A lo largo de los siglos XV y XVI, la cualidad oral de
los textos escritos seguiría siendo fundamental para los estudiantes, y se memorizaban los
textos línea por línea tanto para recitar como a modo de aprendizaje.
Los maestros parafraseaban los documentos clá sicos y los resumían. Los libros impresos
que se utilizaban en las universidades mostraban este tipo de procesos al dejar espacios en
blanco entre las líneas para resumir, así como má rgenes anchos. Entre otras cosas es
importante el modo en el que los jó venes lectores aprenden a interpretar las palabras e
imá genes empleadas como ejemplos de las reglas de la retó rica formal y pasan luego de
analizar e interpretar el texto a aplicarlo.
A comienzos del SXVI algunos maestros má s innovadores empiezan a proporcionar muchos
de estas orientaciones de forma impresa. Así nacen, por ejemplo, los Adagios de
Erasmo, como una colecció n de proverbios y comentarios para la instrucció n de los
jó venes.
También se hace en el texto de Grafton una acotació n sobre el modo en que Erasmo ingresa
el jeroglífico en el á mbito de la pedagogía y de este modo también los utilizó como metá fora
principal para la lectura de los clá sicos (decodificar el có digo).
Todas estas formas de contacto con el mundo clá sico domesticado en su presentació n
fueron duraderas y se presentaron métodos sistemá ticos y elaborados.
Las estructuras mecá nicamente reproducidas y universalmente visibles de los adagios
erasmistas establecieron la naturaleza de lo que sería el contacto del alumno con el mundo
antiguo durante el siglo XVI.

- Dos expectativas de los lectores acerca de los textos má s importantes:


1) a comienzos del siglo XVI los humanistas habían conseguido que se dejaran de distribuir
gran parte de los comentarios medievales, y los habían reemplazado con comentarios
modernos. Estos textos escritos con letra humanística, abordaban problemas triviales y
técnicos de todo tipo. El lector humanista en la era de la imprenta no esperaba encontrar
un texto clá sico a secas.
2) si los textos tradicionales exaltaban las virtudes de su autor, los textos humanísticos
elogiaban tanto al editor y a sus benefactores como a su autor. Ello llevaba al lector a
buscar dos tipos de discurso en un solo texto: el texto comentado por el editor, y una
narración autobiográfica entre líneas.

- Se leía con pluma en mano, y muchas veces se copiaba el texto, incluso textos salidos de
imprenta. La escritura era en sí misma una forma de lectura. El erudito a menudo
escribía en los má rgenes, creando así un diálogo entre texto y margen y un registro ú nico
de su propio desarrollo intelectual y de los círculos literarios en que se movía.

- El humanista debía tener sus libros bien ordenados ante el caudal y la complejidad. A
finales del siglo XVI se inventaron diversos artilugios que facilitaban este tipo de trabajo
como el giratorio. Los lectores humanistas usaban estos mecanismos no como
instrumentos prá cticos, sino como caros fetiches que conferían encanto a su ocupació n.

- El texto de Grafton por ú ltimo cierra con una reflexió n acerca de có mo la era de la filología
va siendo reemplazada hacia mediados del siglo XVII por la era de las matemá ticas y como
Huet siguió colecció n.

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