Está en la página 1de 4

Una mirada de la violencia a través de cuentistas contemporáneos colombianos.

En primer lugar, quiero poner en consideración lo que he aprendido en el curso sobre el


cuento, más allá de cortejos a definiciones de compendios en categorías
academicistas, diré que, en lo que me queda de Orlando Pardo y Óscar Perdomo, es
que el cuento -en esencia- parte de un acontecimiento, de un problema, y que no debe
de quedarse en reflexiones extensas sobre los personajes y/o los narradores. Que casi
como el buen cine visual, es estacar con elusiones y alusiones, eso que queda por
medio de los indicios para que el lector arme la trama por su cuenta, tal es un ejemplo
los contextos sociohistóricos que en sus particularidades o intertextualidades, nos
detienen hacia sus señales, que dentro de cada sutileza (de ese mundo narrado), nos
hace de un buen cuento. Soy un poco consciente de lo significa haber crecido entre
relatos por medio de la oralitura, cerca de esa tradición entorno a la naturaleza, a la
violencia y a la experiencia de las formas de vida del campesinado colombiano. Dicho
esto, uno puede, en medio de sus subjetividades, reconocer un poco un cuento entorno
a su sinceridad, que exprese la esencia de un sentir, lo demás tiene apenas el decoro
del accesorio, la evasión de las profundas dimensiones del ser humano y su entorno.
Aquí me afianzaré en los cuentos que me reflejan dicha entrañada humanidad. Dicho
esto, no descarto el desliz de las tergiversaciones que se puedan presentar y que, es
difícil entender todo lo simbólico y conmensurable que existe en un relato.
.

Ahora, no es una novedad que la violencia es un fenómeno que ha hecho parte de la


constitución de las sociedades americanas y que aún aparece intensamente en
algunos países del continente como Colombia, son expresiones de realidades
sociopolíticas, que con sus variedades y por dicha intensidad permanecerán en el
tiempo, la violencia se ha permeado también en todos los géneros de la literatura, y en
el cuento, aunque no es su terreno más agudo está siempre presente, como será visto
a lo largo de varios cuentos que aquí abordaremos. Presentaremos entonces algunos
ejemplos que indagan sobre algunos fenómenos de dicha violencia.
.

Empezaré por referirme al cuento Campanazos de Libertad de Martiniano Acosta,


donde en todo el relato tuve la sensación de angustia; este cuento está circunscrito en
la masacre de las bananeras: el 5 y 6 de diciembre de 1928, el Ejército colombiano
asesinó a miles de mujeres, hombres y niños en Ciénaga, Magdalena, en lo que se
conoció como la masacre de las bananeras. La matanza de los militares buscó proteger
los intereses de la multinacional United Fruit Company 1. Que un poco al estilo de La
casa grande, este cuento presenta una voz testimonial (basándonos en el epígrafe
memorial del cuento) de dicha masacre, y que hoy por hoy se sigue ocultando algunas
de sus atrocidades. El cuento también tiene un tono de denuncia al poner en su voz la
historia de una mujer que entre los huelguistas denuncia con nombres, situaciones y

1
https://www.annurtv.com/nota/52967-curiosidades-la-masacre-de-las-bananeras-un-capitulo-doloroso-de-la-
historia-colombiana.html?fbclid=IwAR1cDSOZXN4i1P62YVPcNIyUCHGu_iUyWzoS3zDmSSK_x_9m76q6nJXItKI
condiciones el suceso bélico, mediada por la búsqueda de su esposo Nicolás (también
huelguista); este está en la voz de Josefa María, que era la cocinera y quién dirigía
muchos huelguistas y la cual padece los flagelos del encuentro con su esposo (vivo o
muerto) luego de dicha masacre, lo cual nos pone en esa constante angustia (tensión
por su encuentro) y ante aquella desidia por parte de su esposo, de cuando por fin lo
encuentra, uno se derrumba, ya que entiende que ni “el amor” queda libre de la muerte
ante tales vejaciones del Estado. El relato nos deviene entonces hacia el presente, bajo
un salto en el tiempo y pasando de siglo, a lo que será una violencia generalizada y
bipartidista, que en una de sus formas sería la persecución política. Como nos refiere el
cuento Querida Señora de Ricardo Silva, donde maneja la categoría del narrador con
una habilidad que te hace pensar que estamos en una película, rayando con la realidad
y la fantasía acercándonos a lo que fue un hecho histórico por medio de la ironía como
figura, estos hechos se refieren al estallido social ocurrido en “el bogotazo”; aunque de
antemano entendemos que Silva ejerce mediante una componente crítica utilizando un
humor satírico haciendo que un “personaje del pueblo” figure como un actante
escénico, para mostrar la denuncia hacia las muertes y las injusticias estatales. Este
cuento aunque utiliza una forma reforzada de llevar la realidad, nos detiene en hechos
históricos que referencialmente tienen su importancia .

En comparación a los cuentos anteriores, el cuento Humo y Agonía de Enrique Torres


forma una categoría más generalizada de los hechos de la violencia, a diferencia de los
otros relatos, aquí se exponen las peripecias del enfrentamiento armado de forma más
“cruda”, reflejando esas instancias dolorosas del conflicto y develando lo atroz de la
pérdida humana. Tiene una forma de narrar menos elaborada, sin mezclarse con una
retórica intrincada para mostrar esa violencia. Enrique Torres entonces maneja la
tensión con un acercamiento al lector, sin descifrar un contexto histórico específico,
sino que envuelve un hecho más universal entorno a la violencia, la cual es el conflicto
armado, donde se circunscribe las rupturas familiares y la conmoción del diario vivir de
un soldado -o un guerrillero- entorno a dicho conflicto, esta forma en la que universaliza
una estancia cotidiana del enfrentamiento armado, por medio de llevar las formas de la
imaginería del lenguaje sensorial (sonidos, descripción, tensión dramática) de tal
manera que el cuento se haga perfectamente creíble, lo cual hacen que el lector sienta
los acontecimientos y sufra el encuentro de los dos personajes principales. La forma de
hacer que el lector entre en conflicto con los valores establecidos, contrario al cuento
de Ricardo Silva es la de entender el duro golpe con la realidad del diario vivir del
conflicto armado sin extrapolar los sucesos a otra categoría narrativa.

Ahora entraremos a las dinámicas de las “micro violencias”, que son las violencias
particulares de los fenómenos a pequeñas escalas (pero no menos importantes), que
estructuran todo un sistema de valores entorno a esa violencia sistemática. En el
cuento de Vicente María Esa horrible costumbre de alejarme de ti, me encontré con la
incomprensión del porqué a la fuerza se debe renunciar a las raíces con las que
nacemos, nos obligan a cambiar para "ser mejores", "más educados", " más
agradables". Entonces empezamos a notar una voz que impregna una crítica a toda
esa cultura colonizadora occidental; tal como dice al final del relato, estamos
destinados a desnaturalizarnos. Nos obligan a creer en dioses diferentes, nos
implantan el pecado, nos castran, este relato que cuenta la historia (¿autobiográfica?)
de una niña indígena que es separada de su familia hacia las urbes citadinas. Este
relato nos muestra esa destrucción de identidad a partir del aletargamiento social con
base a modelos imperativos y normalizados que por medio de costumbres nos
encierra en una cultura de imposiciones, modelos de progreso para poder establecerse
en una aceptación y (des) adaptación. Poco a poco, mediante el abandono de sus
tradiciones, se va con refigurando otras dinámicas en la indígena Epieyu, rechazando
toda la urdimbre de costumbres que su madre tenía cuando volvió por ella (ocho años
después), lo que me fu generando algo de frustración pero que abarca de manera
directa y realista del deteriorio/abandono de los pueblos originarios, obligándolos a una
mezcla obligada con las urbes, es en parte una ofensa y una realidad que produce una
profunda tristeza.

Otro tipo de violencia es la del sicariato, en el cuento de Libardo Vargas La ladera del
olvido, donde este tipo de violencia ya es un fenómeno más esquematizado. Este
cuento me hizo sentir pena y tristeza, es como untarse de realidad desde otra
perspectiva, del lado de las personas que sufren en silencio, ese sufrimiento que solo
se ve en los ojos de quién lo vive. Es la historia de una madre que se alarma por la
presunta muerte de su hijo, porque se fue a buscar un “mejor futuro”, en medio de
quejas – ella y su padre- reniegan y justifican sus hazañas. Esto me recuerda el devenir
de muchos niños que acompañaron mi infancia en algunos pueblos, ahora se
convirtieron en asesinos o asesinados prontamente como el protagonista de esta
narración. Algunos otros mutaron en sicarios y hasta jefes de sicarios, en torturadores,
en desterradores e incluso descuartizadores. El cuento nos revela que cuando los
personajes que hablan sobre el uso del arma de fuego que llevaba el joven, una
dinámica que va más allá, hasta los juegos de infancia, donde los escenarios son
conmunmente el terror, donde su decisión echada a un país bajo toda esa nueva
economía del narcotráfico, se armaron para enriquecerse o morirse a expensas del
dolor de sus congéneres. .

La separación de Helena .
Esto me hace sentir identificado, un tanto ofuscada y confundida, me hace pensar en
los limites mentales y emocionales que tenemos los seres humanos, como cambiamos
constantemente, como en un abrir y cerrar de ojos, lo que creemos que poseemos
simplemente se va.

También podría gustarte