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Emmanuel Carrère, la venganza de la

realidad
La exesposa del escritor francés, Hélène Devynck, le
acusa de engañarla a ella y a los lectores con su nueva
novela, ‘Yoga’. Un contrato entre ambos obligó al
creador a cambiar el manuscrito y a novelarlo
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Marc Bassets
París - 03 oct 2020 - 19:30 CLST

Hélène Devynck y Emmanuel Carrère, en el Festival de Venecia de 2015.Venturelli /


wireimage /

La receta es infalible: cuando se mezclan la realidad y la ficción, la vida íntima y el relato


público, hay un riesgo elevado de que salten las chispas. Le ha ocurrido a Emmanuel
Carrère, escritor acostumbrado a manejar este material explosivo, el de las personas de
carne y hueso convertidas en personajes de papel. Su último libro, Yoga, recién publicado
en Francia con éxito de público y crítica, ha abierto una batalla con su exesposa, la
periodista Hélène Devynck, que le acusa de haberla engañado a ella y a los lectores.
Carrère lo niega.
La disputa es uno de esos culebrones sin los cuales la vida literaria francesa no sería lo que
es. Pero es más que eso: un debate sobre los límites de la literatura sin ficción, sobre el
poder del escritor para vampirizar vidas ajenas y sobre la capacidad de los personajes para
modelar, o censurar, obras literarias.

“Emmanuel y yo estamos atados por un contrato que le obliga a obtener mi consentimiento


para utilizarme en su obra. Yo no he consentido el texto tal como ha aparecido”, escribió
Devynck en una carta publicada el martes en la revista Vanity Fair. “Durante los años que
vivimos juntos, Emmanuel podía utilizar mis palabras, mis ideas, sumergirse en mis duelos,
mis penas, mi sexualidad”. El divorcio de ambos en marzo, después de nueve años de
matrimonio, lo cambió todo. Carrère perdió el derecho a usar a Devynck en sus textos si
ella se opone. “Por haber dicho sí en el pasado, ¿acaso ya no puedo decir no?”, se pregunta
Devynck, que, en efecto, aparece en Yoga, pero de una manera oblicua, por medio de una
cita de un libro anterior de Carrère, De vidas ajenas (publicado en castellano, como toda su
obra, por Anagrama).

La elipsis

A preguntas de EL PAÍS, Carrère remitió a su respuesta publicada en la prensa francesa.


“Entiendo lo complicado que es para una persona real salir en un libro, pero también no
salir en él”, replicó el viernes en una carta en Libération. “Todo lo que puedo observar es
que, en los 20 años que llevo escribiendo este género de libros, ninguna de las personas se
ha puesto en mi contra, ni siquiera Sophie, la heroína de Una novela rusa, a quien, a ella sí,
realmente ofendí, y todavía lo lamento”.

El conflicto entre Carrère y Devynck explica la elipsis —el inmenso vacío narrativo— que
está en el núcleo de las casi 400 páginas de Yoga. El libro cuenta la vida del autor entre
2014 y 2019. Carrère, en primera persona y en el estilo confesional que cultiva desde que
abandonó la ficción, relata su caída en una depresión profunda y el ingreso en un hospital
psiquiátrico donde le aplicaron electroshocks.

Pero Yoga es como una novela policiaca en la que se escamotease al lector el crimen. En
ningún momento se explica uno de los detonantes de la crisis existencial del narrador.
Desde que el libro se publicó en Francia a finales de agosto, la elipsis intrigaba a los
lectores y era motivo de especulaciones en los corrillos literarios de París.

El escritor Frédéric Beigbeder levantó la liebre a mediados de septiembre, en una tertulia


literaria de la cadena de radio France Inter: “[Carrère] no dice por qué está depresivo.
Nosotros lo sabemos, pero no podemos hablar de ello aquí. Hay un asunto de amenazas en
proceso, un asunto de autocensura en este libro que le lleva a no contarlo todo y que hace
que el trabajo autobiográfico no sea completo. No desvela el verdadero problema. Estamos
ante una autobiografía que se miente a sí misma, como los pacientes que mienten al
psicoanalista: no puede funcionar”.

Devynck y Carrère, en sus cartas, confirman las palabras de Beigbeder. Al divorciarse,


firmaron un contrato que daba a Devynck el derecho de veto sobre los fragmentos de los
libros de Carrère en los que ella apareciese. Devynck leyó Yoga antes de publicarse y borró
todas las menciones. Entre ellas, afirma, “una fantasía sexual acompañada de revelaciones
indeseables sobre [su] vida privada”.

Yoga, tal como se ha publicado, no es el libro que Carrère quiso escribir. La supresión de
los fragmentos obligó a rehacerlo, explica en Libération. La solución fue doble. Primero,
asumir la elipsis narrativa —"una mentira por omisión", dice— como parte esencial del
relato, “la manera más adecuada de decir el duelo de un amor que [creyó que] duraría para
siempre”. Y segundo, introducir elementos de ficción en un autor cuya marca de la casa,
desde que publicó El adversario hace dos décadas, era que se ceñía a la realidad. “De [este
libro] ya no puedo decir lo que con orgullo dije de los otros: Todo es verdad”, lamenta en la
página 186.

Devynck reprocha a su exmarido que, pese al compromiso de no mencionarla, recurra a la


argucia de citar un fragmento de De vidas ajenas, publicado en 2009, cuando ella sí daba su
consentimiento a aparecer como personaje. Le acusa de manipular el orden cronológico,
como en un montaje cinematográfico. Y da a entender que utiliza la ficción para cortejar al
jurado del Goncourt, reacio a premiar autobiografías. “Este relato, presentado como
autobiográfico, es falso, arreglado para servir a la imagen del autor y totalmente extraño a
lo que mi familia y yo vivimos a su lado”, dice.

Es el riesgo de la literatura de lo real: que los personajes se rebelen. Al mismo tiempo, las
querellas que se desarrollan en la realidad acaban contaminando, o completando, la obra
literaria. El epílogo de Yoga no ha terminado de escribirse.

La judicialización de la vida literaria

Emmanuel Carrère niega que practique el género de la autoficción, o ficción del yo. “[En
mi obra] hay bastante auto, pero la parte de ficción es más bien débil”, dice en Faire
effraction dans le réel, un monográfico dedicado a él y dirigido por los profesores
Dominique Rabaté y Laurent Demanze. En su última novela, sí hay ficción. “En Yoga, la
ficción me parece una forma de prudencia moral y casi jurídica”, valora Rabaté. “Me
parece leer algo que es una transposición más que una invención, algo verdadero pero que
no puede decirse directamente”. Si el autor camufla la realidad, puede ser por motivos
éticos: no dañar al prójimo. Pero también por el contrato que otorga a su exmujer un
derecho de supervisión, y que, aunque no se mencione en Yoga, explica la elipsis central de
la obra. Demanze ve en la polémica la evidencia de la judicialización de la vida literaria.
“Más interesante”, añade, “es que Carrère y su compañera anticipasen esta judicialización
por medio de un contrato con el que el autor actúa con astucia. Evidentemente, que sea un
hombre el acusado de manipular la representación de su exmujer, de su sexualidad y de su
nombre, tiene un eco en el contexto post-MeToo: objetivar al otro, incluso al amparo de un
gesto ético, es difícilmente aceptado”.

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