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VISLUMBRES

GEORGES DIDI-HUBERMAN

No es la mano la que se acerca a la llama de la vela. Ese fuego minúsculo


y modesto ha elegido tu mano. Para que lo recuerdes ahora que lo ves y
vuelvas a recordarlo cuando lo hayas perdido. No es el ojo el que ve el
color. Esa mezcla vibrátil busca tu ojo. Tu ojo como una catapulta, una
ballesta, que disparará esa mezcla en tus órganos. Ya estuviste pintado.
El color fue mordido, saqueado, lavado por las lágrimas. Ahora regresa y
reconoce su antigua casa. Durará tan poco, apenas hará hueco, como el
roce de un ala. Miradas hacia dentro y se habrá ido. No es el cuerpo el
que se adentra en el bosque. El tacto de los árboles y el rumor del agua,
el paso de los animales escondidos, han venido a buscarte. Asedian un
ramo invisible de tus nervios. Estuvieron aquí, mientras dormías, mientras
rompías la ley. No se sabe en que noche ni en que escuela. Solo esto
sabemos: el pasado sobrevive, como una imagen. Imagen de una vela, un
bosque o un color. No se sabe a que hora irrumpirá, no sabe concertar
una cita. Solo esto tenemos: un cuaderno en el que anotar epifanías,
gestos y trazos vistos al pasar, cosas apenas percibidas desde un tren,
apuntes de lo que apareció para volver a ser tesoro desaparecido. Como
este cuaderno personal de Georges Didi-Huberman, que reúne todo lo
que ama; que mira lo bajo y lo pequeño; lo lejano y lo cercano, a la vez; la
ruina y el esplendor, al mismo tiempo.

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