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Marcuse, Herbert, Der deutsche Künstlerroman.

Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1978: 9-19 y 42-51,


respectivamente.

1) “(El artista) no encuentra realización en las formas vitales del entorno y sus restricciones; su esencia
y su anhelo no se asimilan a aquéllas y, solitario, se halla confrontado con la realidad. Aquí se
constituye la novela de artista. En ella, el artista busca sobrellevar de alguna manera la dolorosa
duplicidad que enfrenta su esencia artística al entorno y que no le permite encontrar realización en sus
formas vitales. De algún modo, hay que lograr una solución, una nueva unidad […]. Como ser humano,
el artista se incorpora a las formas vitales de la realidad, está obligado a una interacción continua con
ellas; su sentir y su desear, su vivenciar y su padecer se representan y exigen su realización en ellas.
Como artista, vive en él el anhelo metafísico de la idea y su realización; reconoce la distancia de la idea
con respecto a la realidad, penetra con la mirada toda la pequeñez y el vacío de sus formas vitales; y
este conocimiento le hace imposible manifestarse, realizarse en ellas. El artista debe salir de esta
discrepancia: debe aspirar a lograr una forma vital que reúna lo desgarrado en una nueva unidad, las
contradicciones entre espíritu y sensualidad, entre arte y vida, entre esencia artística y entorno”
(Marcuse, 1978: 16).

2) “…la personalidad artística liberada en el SuD había entrado con grandes exigencias en un entorno
que contradecía profundamente su ser y su anhelo. Con todo el saber sobre la idea, con la creencia en el
valor absoluto de la naturaleza y el arte que la representan, los jóvenes artistas veían una realidad que
estaba totalmente alejada de la idea. Por más que se arengaba tan clamorosamente a oponer la
naturaleza libre y pura a una cultura disgregada, a reclamar el derecho incondicionado del individuo
genial, faltaba toda posibilidad de llevar a efecto este reclamo, de materializarlo en la realidad. La
realidad misma ofrecía sólo en dos esferas una forma de captar la idea: en el sentimiento de la
naturaleza y en la vivencia amorosa […]. Las vivencias amorosas de todos los artistas verdaderos
tienen por lo tanto una significación simbólica en el sentido del problema de Werther: se trata de los
intentos recurrentes de realizarse en lo finito, de participar en la armonía de la comunidad humana, sin
discrepancias” (ibíd.: 42s.).

3) “Werther es el ser humano artístico típico de aquella época de juventud de Alemania, en la que la
juventud, con una interioridad infinitamente rica, había sido confrontada a un mundo exterior que en su
estrechez y limitación hizo imposible todo despliegue proporcional [a aquella riqueza]. Para él la idea
no es un mundo de valores supraindividual, atemporal e incondicionalmente válido, sino que está
comprendida en su yo, en su subjetividad. Él rechaza la realidad, no porque ella sea –si se la compara
con la idea– traición y mentira, sino porque no corresponde a su yo, porque no puede darle ninguna
realización a su subjetividad. Este subjetivismo extremo impide también su plasmación en una
configuración artística objetiva: él no puede delimitar su interioridad, no puede salir de sí, ni como
artista ni tampoco como hombre. Debe chocar con el mundo exterior cuando cree poder encontrar en él
una realización correspondiente a su subjetividad, cuando procura trascender desde la universalidad
ideal de su interioridad hacia lo individual, finito y real pero no puede acoplarse a sus leyes” (ibíd.: 45).

4) “No hay solución: la finitud se le niega al artista, la naturaleza ya no manifiesta lo ideal, su


interioridad está llena del conocimiento trágico de la discrepancia […]. Quien, en un subjetivismo sin
barreras, no reconoce las leyes eternamente necesarias, hace estallar la armonía cósmica y debe
anularse a sí mismo, para recomponerlas” (ibíd. 48 s.)

5) En Werther se manifiesta la tragedia de la humanidad artística en un conflicto individual. Werther ve


que la realización en lo finito está al alcance de la mano, cerca, delante suyo, pero, sin embargo, no
puede alcanzarla, porque todo lo finito está subsumido a leyes que no corresponden a su interioridad
ideal. Pero en el reconocimiento de la armonía y la unidad cósmicas, a las que Werther se une a la hora
de la muerte, se muestra un camino para superar la escisión y la esencia subjetiva del artista. En la
medida en que Goethe empezó a transitar este camino y a configurar su vida de acuerdo con este, debió
fusionar armónicamente arte y esencia del artista en un cosmos de valores infinito; y la novela lírico-
subjetiva debió convertirse en novela de formación objetiva (ibíd.: 50).

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