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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CUYO

INSTITUTO DE BIOÉTICA

¿Engendrar después de morir?

Pbro. Dr. José Juan García

¿Será lícito engendrar un hijo post mortem? La bioética continúa sigue


siendo foro de debate y educación. Partamos para nuestra reflexión de dos casos
reales. En diciembre de 1981 se le declara cáncer en los testículos a un joven
francés, quien previendo que el futuro tratamiento quimioterápico dañara su
semen, decidió depositarlo en un banco, en un pueblo cercano a París. En 1983,
este hombre murió y la joven viuda decidió tener un hijo haciéndose inseminar con
el semen de su difunto marido. Tras ganar la dura batalla legal, el proceso no tuvo
éxito, pues el esperma resultó ser de ínfima calidad1.
Sonado fue el caso de Pamela Maresca, viuda norteamericana quien sí logró
quedar encinta con el esperma retirado del cadáver de su joven marido, muerto en
accidente de tráfico en 1994, dieciséis después de haber contraído nupcias.
La pregunta se vuelve obligatoria, aún desde la delicada comprensión del
sincero deseo de tener un hijo con quien durante años proyectara una vida en
común. ¿Es “razonable” traer un hijo al mundo condenándolo –a sabiendas- a nacer
huérfano de padre? ¿Todos los deseos que brotan del corazón deberán ser
satisfechos? Dado que hoy las técnicas y los bancos de semen lo permiten, ¿lo
podrá permitir también la ética y el derecho?
Aún cuando resulte difícil de asumir en algunos casos especiales, creemos
que no es lícito engendrar un hijo en estas condiciones. El “deseo” de tener un hijo
no es razón suficiente para tenerlo de cualquier modo. No es justo ni razonable
traer hijos al mundo, y usarlos como medios de “mi” felicidad personal, o para que
queden como el “recuerdo” del difunto marido o de una etapa felíz de la vida. Y
menos todavía si se usan medios artificiales y mecánicos. El hijo tiene, en todo
caso, derecho a nacer en un hogar de padre y madre vivos. El matrimonio es el
mejor educador. ¿Quién lo duda?
Además, el hijo ha de ser el fruto espontáneo y natural de la honesta unión
sexual de los esposos. Dios mismo colabora y es co-partícipe en ese gesto de amor

1
J. V. BOO, “Una joven viuda quiere tener un hijo con esperma retirado del cadáver de su marido” en
ABC, 9-6-94, p. 92.
procreativo. Nadie, lícitamente, tiene derecho a tener un hijo, condenándolo de
antemano a la orfandad2. Y esta última no es buena educadora. Todo lo contrario.
La “posibilidad” técnica no siempre coincide con la “posibilidad” ética. Si
entendiéramos todos esta verdad, el mundo científico sería más humano y fraterno.

2
F. ELIZARI, “Engendrar después de morir”, Familia Cristiana 17 (1986) 34-39.

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