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La parentalidad positiva desde la


prevención y promoción
María José Rodrigo, María Luisa Máiquez, Juan Carlos Martín y Beatriz Ro-
dríguez

El objetivo de este capítulo es reflexionar sobre las responsabilidades parentales


en la sociedad actual en el marco de las políticas europeas sobre “Parentalidad
Positiva” que lleva a cabo el Consejo de Europa. Asimismo, identificaremos las
necesidades de apoyo de las familias dentro del espacio ecológico donde éstas
llevan a cabo sus funciones educativas y caracterizaremos cómo deben satisfacer-
se dichas necesidades desde el marco de la prevención y promoción. Por último,
analizaremos el impacto de este nuevo enfoque en la forma de concebir el trabajo
con familias, en la organización de los servicios y proporcionaremos algunas
orientaciones prácticas para los profesionales de este ámbito.

1.1. El ejercicio de la parentalidad en la sociedad actual

Existe un gran consenso en que el ejercicio de la parentalidad se está tornando


cada vez más difícil y complejo en nuestra sociedad. Sin duda, a ello contri-
buye el hecho de que los padres deben desarrollar su principal tarea socializa-
dora en un escenario de cambios sociales y demográficos, en medio de la ines-
tabilidad que traen las crisis económicas y políticas así como tratar de adaptar
dicha tarea a los nuevos valores y comportamientos que se adoptan en la so-
ciedad. Contribuyen además a dicha complejidad en la tarea socializadora
otros factores asociados como la gran variedad de formas familiares y la di-
versidad de culturas que conviven en nuestra sociedad, la necesidad de redefi-

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

nir los roles de género dentro de la familia para conciliar mejor la vida fami-
liar, laboral y personal, así como la irrupción masiva de las tecnologías de la
información que compiten, a veces ventajosamente, como agentes de influen-
cia en el escenario familiar. Asimismo, otro indicador de dicha complejidad es
que existe una mayor sensibilidad en la sociedad actual hacia las situaciones
de desprotección de los hijos y hacia la violencia de género, hasta el extremo
de que las familias dejan de ser espacios cerrados e inviolables para consti-
tuirse en ámbitos públicos donde el Estado puede y debe intervenir para pro-
teger a sus ciudadanos más vulnerables. La tarea socializadora se hace tam-
bién especialmente compleja en aquellas familias en riesgo psicosocial y en
aquellas con miembros discapacitados o dependientes, donde el afrontamiento
de numerosos retos puede afectar a aquellos recursos y capacidades que les
permiten mantener una vida autónoma y satisfactoria.
Sin embargo, con ser importantes los factores antes citados, en este capítulo
ofrecemos otro prisma desde el que analizar la complejidad que entraña el ejerci-
cio de la parentalidad en la sociedad actual. El argumento principal es que esta-
mos en un momento en que la parentalidad se manifiesta y articula en cuatro pla-
nos diferentes que deben atenderse adecuadamente para poder llevar a cabo la
tarea con éxito (Figura 1.1). Nos referimos al plano personal, diádico, relacional y
comunitario (Rodrigo, Máiquez y Martín, 2013).

• Corresponsabilidad
Comunitario • Cohesión social

• Relaciones sociales
Relacional • Redes de apoyo

• Vinculación afectiva
Diádico • Confianza y seguridad

• Tarea evolutiva
Personal • Realización personal

Figura 1.1. Diversidad de planos en los que se lleva a cabo el ejercicio de la pa-
rentalidad en la sociedad actual.

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La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

En la actualidad, las personas no se convierten necesariamente en padres o


madres como fruto de la tradición sino que eligen o no esa condición como expre-
sión de su autonomía personal. Desde este plano personal, el ejercicio de la pa-
rentalidad es una tarea evolutiva cuya buena realización reporta enormes benefi-
cios para el desarrollo de la persona adulta ya que contribuye a su realización y
bienestar personal. Por el contrario, la percepción de que la tarea no se lleva a
cabo de manera adecuada incrementa la frustración y la sensación de fracaso vital
que puede dificultar el proceso de desarrollo adulto.
Desde el plano diádico, la parentalidad contiene una dimensión íntima que se
lleva a cabo en el tejido sutil de los afectos. Se trata nada menos que de favorecer
el proceso de vinculación afectiva del hijo o hija desde etapas muy tempranas
para proporcionarle una base segura y confiada en el mundo. Cuando se realiza
adecuadamente dicha vinculación se favorecen los procesos constitutivos de la
personalidad y del desarrollo del niño, lo que repercute a su vez positivamente en
el desarrollo de las figuras parentales. Por el contrario, el fracaso en el estableci-
miento de dicha vinculación puede conllevar retrasos y trastornos importantes en
el desarrollo infantil, acompañados de una experiencia muy negativa y frustrante
de la parentalidad.
Desde el plano relacional, el ejercicio de la parentalidad no se realiza en soli-
tario sino que requiere capacidades para el establecimiento de relaciones sociales
en el propio ámbito de la familia, en la familia extensa, los amigos, los compañe-
ros y vecinos. Requiere tender redes sociales con las que asegurarse el apoyo de
numerosas personas e instituciones del ámbito escolar, sanitario, profesional y
comunitario en general. El aislamiento social o el establecimiento de relaciones
conflictivas e inadecuadas en dichos ámbitos sociales es un gran obstáculo que
dificulta el ejercicio de la parentalidad.
Por último, desde el plano comunitario, la parentalidad es hoy en día un va-
lor, una inversión para el futuro y un recurso de las sociedades a proteger y
apoyar dado su papel crucial en el desarrollo integral de las personas y como
instrumento de cohesión y bienestar social de las comunidades. Además, el
apoyo de la comunidad a las tareas parentales contribuye a eliminar las de-
sigualdades sociales ya que brinda oportunidades similares a todos los niños y
niñas que comienzan así sus vidas desde una posición más favorable y estable.
Dicho apoyo a la tarea parental necesita la co-responsabilidad de toda la so-
ciedad ya que se requieren comunidades sensibles y protectoras para que las
familias puedan promover el desarrollo de las personas que viven en ellas,
especialmente de los niños, los adolescentes y los jóvenes. En suma, la expre-
sión de la tarea parental en varios planos es una demanda característica de la
sociedad actual que garantiza su pleno ejercicio pero también representa su

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mayor debilidad al requerir de las figuras parentales frentes de actuación tan


cruciales y variados.

1.2. El concepto de parentalidad positiva

En la sociedad occidental actual, la omnipresencia del modelo patriarcal de


parentalidad, en el que el padre dominaba la escena, ha sido sustituido progre-
sivamente por la coexistencia de una gran diversidad de formas familiares en
las que la autoridad parental se comparte entre el padre y la madre o se con-
centra únicamente en la madre en numerosos casos (Arranz y Oliva, 2010).
Más aún, se observa una tendencia a redefinir la autoridad parental en térmi-
nos de responsabilidad parental que tiene como objetivo el asegurar la protec-
ción y el bienestar físico y mental de los hijos (Daly, 2012). Como resultado,
los padres perciben actualmente un incremento de sus responsabilidades hacia
los hijos y una mayor presión social para ejercer bien su rol en los cuatro pla-
nos antes indicados. La mayor parte de los padres saben que el objetivo de la
tarea no es solo lograr obediencia y cumplimiento de normas sino promover
en los hijos comportamientos prosociales, la capacidad de pensar y entender el
mundo que les rodea y el despliegue de una creciente autonomía personal y
social. Pero sienten que como padres ejercen menos influencia sobre sus hijos
que la que tuvieron sus padres sobre ellos lo que les lleva, en muchas ocasio-
nes, a tirar la toalla y declinar sus reponsabilidades parentales o a llevarlas
innecesariamente hacia posiciones muy rígidas y coercitivas. Sienten también,
a menudo, que cuentan con pocos recursos y que reciben pocos apoyos a su
tarea no solo de carácter económico sino también de carácter psicoeducativo.
El enfoque de la parentalidad positiva constituye un nuevo planteamiento que
contiene respuestas potenciales ante esta situación. Dicho enfoque emana de las
políticas europeas más recientes y, más concretamente, de la Recomendación 19
del Comité de Ministros del Consejo de Europa (2006) a los Estados Miembros
sobre Políticas de Apoyo al Ejercicio Positivo de la Parentalidad. La parentalidad
positiva se refiere «al comportamiento de los padres fundamentado en el interés
superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece
reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que per-
mitan el pleno desarrollo del niño». Según esta definición, el objetivo de la tarea
de ser padres es el de promover relaciones positivas entre padres e hijos, fundadas
en el ejercicio de la responsabilidad parental, para garantizar los derechos del
niño y del adolescente en el seno de la familia y optimizar su desarrollo potencial
y su bienestar. Por tanto, la parentalidad positiva plantea la necesidad de ejercer

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un control parental basado en el afecto, el apoyo, la comunicación, la estimula-


ción y la estructuración en rutinas, en el establecimiento de límites, normas y
consecuencias, así como en el acompañamiento y la implicación en la vida coti-
diana de los hijos. Reconoce una gran variedad de actuaciones parentales para
cubrir satisfactoriamente las necesidades de los hijos que van más allá de la crian-
za y protección. Por último, este enfoque señala el impacto de la tarea parental
sobre los resultados evolutivos en los hijos que garantizan su pleno desarrollo y
funcionamiento adaptado al mundo actual (ver Cuadro 1.1).

Cuadro 1.1. Aspectos claves de la parentalidad positiva, las necesidades


de los hijos que cubren y los resultados evolutivos que permiten alcanzar

Parentalidad positiva Necesidades de los hijos Resultados evolutivos


Afecto:
Lazos afectivos entre Seguridad, sentido
Mostrar amor, sentimientos
padres e hijos saludables y de pertenencia y con-
positivos de aceptación y
protectores fianza
gozo hacia los hijos
Estructuración:
Límites claros, flexi-
Crear un ambiente con ruti- Internalización de
bles y supervisión adapta-
nas y hábitos bien estable- normas y valores
da a las edades de los hijos
cidos
Estimulation: Propor- Oportunidades para
Competencias cog-
cionar apoyo y guía al participar con los adultos
nitivas, emocionales y
aprendizaje formal e infor- en actividades de aprendi-
sociales
mal de los hijos zaje
Reconocimiento: Mos- Autoconcepto y au-
Que su experiencia y
trar interés por su mundo y toestima y sentido de
opiniones sean valorados y
tener en cuenta sus ideas en respeto mutuo en la
respondidos por sus padres
las decisiones familiares familia
Capacitación:
Promover su capacidad
Ser capaces de ir modifi- Auto-regulación,
como agentes activos que
cando la relación con los autonomía y capacidad
pueden cambiar el mundo
hijos a medida que éstos para cooperar con otros
que les rodea
crecen
Libre de violencia: Ex- Protección contra
Preservar sus derechos
cluir cualquier forma de las relaciones violentas
y su dignidad como seres
violencia física o verbal y respetarse a sí mis-
humanos
contra los hijos mos

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

Sin duda este despliegue de responsabilidades parentales demuestra que el


llamamiento que se suele hacer actualmente hacia la consecución de unas mayo-
res cotas de autoridad en los padres se queda muy corto. Como señala Maccoby
(2007, p. 36): “La cuestión que subyace a una buena parte de la investigación
actual sobre parentalidad no es si los padres deben ejercer la autoridad y los hijos
deben obedecer sino más bien cómo ejercer dicho control de modo que apoye el
desarrollo de competencias en los hijos y promueva su autonomía”. La autoridad
no se impone sino que hay que legitimarla con el afecto, el apoyo, el acompaña-
miento y el interés mostrado por el mundo de los hijos e hijas.
Una clave importante del enfoque de la parentalidad positiva es que plantea el
proceso de socialización no como resultado de la influencia unidireccional que se
ejerce de padres a hijos sino como fruto de la creación de un escenario de influen-
cia bidireccional en el que padres e hijos están abocados a conocerse, compren-
derse e influirse mutuamente para alcanzar las metas de socialización propuestas
(Rodrigo y Palacios, 1998). En este sentido, los hijos también influyen en las
pautas de socialización de los padres lo que explica que en una misma familia los
padres puedan adoptar diferentes estrategias según sean los hijos y cómo reaccio-
nen éstos ante los intentos de regulación de sus conductas. Esto no es negativo
sino el resultado de una tensión dialéctica que se establece entre padres e hijos,
fruto de la cual ensayan formas de influirse mutuamente y tratan de negociar
acuerdos en el proceso de socialización.
El mensaje de la parentalidad positiva ha dado lugar a varios malentendidos al
difundirse en amplios sectores académicos, profesionales y sociales. El primero
de ellos es suponer que el enfoque recomienda que a los hijos hay que premiarlos
continuamente por lo que hacen. Sin embargo, nada más lejos de este enfoque ya
que hay que evitar que los hijos se conviertan en “comedores de refuerzos” y que
sean capaces de hacer las cosas sin esperar una gratificación inmediata a cambio.
Además, los niños deben distinguir cuándo han hecho algo bien y cuándo no lo
han hecho, de otro modo no tendrían una valoración apropiada de sus capacida-
des. El segundo equívoco es considerar que en la parentalidad positiva no hay
cabida a la corrección de los comportamientos inadecuados al no haber castigos
corporales. Sin embargo, el ejercicio de la parentalidad positiva plantea varias
estrategias correctivas muy válidas, alternativas al castigo corporal y a los gritos e
insultos, como saber explicar, negociar, retirar privilegios, solicitar la compensa-
ción de daños causados, modelar una conducta alternativa que sea positiva y tam-
bién ignorar un comportamiento inadecuado para conseguir su extinción, entre
otras posibilidades. El tercer equivoco es suponer que al ser la parentalidad una
tarea difícil los padres no pueden guiarse de sus intuiciones y necesitan un exper-
to que les guíe. Sin embargo, la parentalidad positiva implica la idea de que los

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La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

padres deben realizar un ejercicio activo y consciente de construcción de su pro-


pio rol parental que, sin duda, estará basado en parte en sus propias vivencias
familiares y las que hayan obtenido de su observación de los demás. El papel del
experto, si es requerido para ello, es el de abrirle caminos alternativos y ayudarle
a construir un “traje a medida”, y no el de abocarle a un solo modelo “ideal” dic-
tado por el experto. Cada niño es un territorio nuevo a explorar de modo que la
mejor receta que los expertos pueden darles a los padres es que “no hay receta”
sino como mucho una “hoja de ruta” construida en colaboración con ellos para
avanzar en dicha exploración.

1.3. Ecología parental y necesidad de apoyos sociales

¿A qué se debe la enorme variedad de formas de llevar a cabo el ejercicio de


la parentalidad? Todos los padres están expuestos actualmente a la compleji-
dad del rol parental que veníamos comentando y sin embargo algunos lo lle-
van a cabo adecuadamente y otros fracasan. Desde el enfoque de la parentali-
dad positiva dicha variabilidad no sólo se explica por las características
personales de los padres sino sobre todo por la ecología que rodea a dicho
ejercicio. Así, llamamos ecología parental al espacio psicosocial donde se
ejerce la parentalidad y cuya calidad depende de los diversos contextos que
rodean a la familia, de las necesidades evolutivas y educativas de los hijos/as
y de las capacidades de las figuras parentales para la crianza y la educación
(Rodrigo, Máiquez y Martin, 2010a).
Respecto al contexto psicosocial, son aquellas condiciones del entorno familiar
que pueden resultar de riesgo para las familias o que, por el contrario, pueden
resultar protectoras para su buen funcionamiento. Mientras que los factores de
riesgo implican la presencia de estresores psicosociales que complican la tarea de
ser padres (vg., pobreza crónica y desempleo, desorganización doméstica, violen-
cia en la pareja, toxicomanías, padre con conducta antisocial y/o delincuencia o
padres con enfermedad mental), la presencia de factores de protección (vg., afecto
en la familia, estabilidad emocional de los padres, altas expectativas y buena su-
pervisión con normas claras, relaciones positivas con la familia extensa) permite
dotar a la familia y a los padres de recursos y capacidades para hacer frente a
dichos estresores. Los factores de riesgo y de protección provienen también de
otros contextos como son los amigos, la escuela, el trabajo y el ocio, de modo que
el ejercicio de la parentalidad es muy sensible a la calidad de dichos contextos
donde se desenvuelve la vida familiar. Véase como ejemplo el gran impacto que
tiene sobre la parentalidad los horarios de trabajo del padre y de la madre que

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

pueden llegar a obstaculizar el ejercicio de una parentalidad positiva por falta de


tiempo para supervisar y compartir suficientes momentos con los hijos e hijas.
Las necesidades evolutivas y educativas de los hijos también es un factor que
condiciona el ejercicio de la parentalidad. Determinados períodos de edad (0-3
años, adolescencia), las condiciones de salud al nacer o las complicaciones peri-
natales, el retraso en el desarrollo, el temperamento difícil, los trastornos de con-
ducta, la presencia de enfermedades crónicas, los problemas de salud mental, o la
hiperactividad, entre otras, son condiciones que pueden incrementar la vulnerabi-
lidad de los hijos. Tener un hijo o una hija con alguna de estas características
incrementa las necesidades de todo tipo que hay que cubrir para su adecuado
desarrollo. Todo ello puede requerir de sus progenitores, ajustes y compensa-
ciones de diverso tipo e intensidad que complican el ejercicio de las responsa-
bilidades parentales.
Por último, las capacidades parentales para la crianza y la educación, de las que
nos ocuparemos en el siguiente capítulo, también modelan poderosamente el ejer-
cicio de la parentalidad positiva. Padres y madres con escasas capacidades de
observación y reflexión, rígidos a la hora de aplicar una pauta educativa, con ex-
pectativas nulas o negativas sobre el futuro de los menores, centrados en sus pro-
pias necesidades pero no en las de los hijos, poco implicados y satisfechos con la
tarea de ser padres, en desacuerdo con la pareja en temas educativos, con baja
autoestima y habilidades sociales, escasa capacidad para resolver conflictos y
para buscar apoyos, entre otras características, pueden tener más dificultades a la
hora de asumir las responsabilidades parentales. En suma, la ecología parental es
el fruto de un delicado equilibrio entre todos estos condicionantes de modo que el
resultado puede presentar la forma de un continuo donde se van combinando to-
dos ellos con resultados muy diversos.
Ahora bien, a efectos diagnósticos y de intervención podemos categorizar di-
cho continuo y distinguir tres tipos de resultados en el ejercicio de la parentalidad
(Figura 1.2). En el primero de ellos el ejercicio de la parentalidad presenta una
adecuación parental insuficiente para garantizar la seguridad, protección y el
desarrollo de los hijos. Estamos ante un caso de alerta en el que los servicios de
apoyo a las familias deben actuar lo más rápido y eficazmente que sea posible
para evitar el deterioro de la convivencia familiar y disminuir el impacto negativo
sobre el desarrollo de los hijos. En el segundo resultado, la adecuación parental
mínima se ha asegurado un cierto nivel de seguridad y protección para los hijos
pero el adecuado desarrollo del hijo o hija puede no estar tan garantizado. Ello es
porque la evitación de comportamientos de maltrato por parte de las figuras pa-
rentales no garantiza que tengan comportamientos de buen trato que son los que
pueden asegurar su desarrollo adecuado. La familia funciona con una situación

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La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

“prendida con alfileres” que les permite una cierta normalización en sus vidas
pero que todavía contiene riesgos importantes para la convivencia familiar y el
desarrollo de los hijos. Los servicios también deben intervenir en este caso apo-
yando el funcionamiento y la autonomía familiar para que pueda ejercer su fun-
ción educativa en condiciones más adecuadas. Por último, todavía tendríamos un
recorrido en el que acompañar a las familias hacia el resultado de la adecuación
parental óptima donde la parentalidad se ejerce, aunque no sin problemas meno-
res que puedan requerir orientaciones, en un espacio que garantiza cotas altas de
bienestar en la familia y de promoción del desarrollo de los hijos.

Adecuación
parental
mínima
Adecuación Adecuación
parental parental
insuficiente óptima

Ejercicio de
la
parentalidad

Figura 1.2. Tipos de resultados en el ejercicio de la parentalidad con diferentes


repercusiones sobre el bienestar familiar y el desarrollo de los hijos

Queremos recalcar con la explicación anterior que todas las familias necesitan
apoyos para llevar a cabo un ejercicio adecuado de la parentalidad (Rodrigo,
Máiquez, Martín y Byrne, 2008). Ahora bien, dichos apoyos van a diferir en in-
tensidad y modalidad en cada caso (ver Capítulo 3 para una explicación más deta-
llada). Así, en el primer caso de adecuación parental insuficiente se requieren
apoyos intensivos pero breves en el tiempo, dada la peligrosidad de la situación.
También se recomienda que estos servicios se presten mediante la modalidad de
apoyo individual, incluso mediante visitas domiciliarias. El objetivo de dichos
apoyos es ayudar a los padres a alcanzar la adecuación parental mínima. En el
segundo caso, donde ya existe una adecuación parental mínima, se requieren apo-
yos menos intensivos pero de más larga duración y combinando la modalidad de

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

atención individual con la grupal. El objetivo es ayudar a los padres a alcanzar


una adecuación parental que se vaya aproximando a la adecuación óptima. En el
tercer caso, de darse ya esa adecuación tendente a la óptima se trataría de apoyos
proporcionados mediante modalidad grupal y/o consulta personal basados en
orientaciones puntuales para mejorar todavía más el rol parental y alcanzar mayo-
res cotas de satisfacción y bienestar familiar.
La necesidad de apoyo para todas las familias es también un punto importante
del enfoque sobre parentalidad positiva. La idea es que no solo los padres y las
familias en situaciones vulnerables requieren apoyos sino que todas las familias
los requieren en mayor o menor medida. Así, la Recomendación del Consejo de
Europa antes mencionada señala que los Estados miembros están llamados a apo-
yar a los padres en sus tareas educativas a través de: a) las políticas familiares
adecuadas que proporcionen las medidas legislativas, administrativas y financie-
ras para crear las mejores condiciones posibles para la educación positiva, b) la
prestación de servicios de apoyo para padres tales como servicios de asesoramien-
to locales, líneas telefónicas de ayuda y programas educativos para padres ya sean
estos presenciales u on-line, y c) proporcionar servicios especializados para los
padres en situación de riesgo para prevenir el desplazamiento innecesario de los
niños del hogar familiar motivado por situaciones de maltrato o de exclusión so-
cial.
En términos similares se ha manifestado el Comité Europeo de Protección So-
cial en relación con la Prevención de la Pobreza y la Promoción del Bienestar en
los Niños (2012). Entre sus recomendaciones está el evitar que se transmitan las
desventajas entre generaciones ya que es una inversión crucial para el futuro de
Europa, así como una contribución directa a la Estrategia Europa 2020 para un
crecimiento inteligente, sostenible e integrador, y presenta beneficios a largo pla-
zo para la infancia, la economía y la sociedad en su conjunto.
Crear las condiciones adecuadas para el ejercicio de la parentalidad significa
también tomar medidas para eliminar los obstáculos a la parentalidad positiva,
como son las políticas para promover una mejor conciliación de la vida familiar y
laboral, fomentar servicios y entornos laborales favorables para la familia, o sen-
sibilizar a las comunidades para que creen recursos y redes de apoyo para las
familias. En suma, todas las familias pueden, en algún momento de sus vidas,
experimentar situaciones estresantes y contar con apoyo insuficiente ante los múl-
tiples retos que deben afrontar como resultado de transiciones o crisis vitales,
eventos vitales negativos, presiones económicas, cambios en las condiciones so-
ciales, emergencia de nuevos problemas sociales, deterioro de los barrios y de los
lazos con la comunidad, escuelas inadecuadas, dificultades para afrontar el rol
parental en solitario, entre otras.

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La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

1.4. Un nuevo modelo de atención a las familias en el marco de la pre-


vención y promoción

El apoyo social es el proceso por el cual los recursos sociales, que proporcio-
nan las redes formales (instituciones y asociaciones) e informales (familias,
amigos y vecinos), permiten satisfacer a las personas necesidades de todo tipo
en situaciones cotidianas y de crisis (Lin y Ensel, 1989). Las necesidades de
apoyo pueden ser muy variadas: materiales, de información y consejo, de
acompañamiento, de comprensión y valoración.
Los estudios indican que cuantos más problemas acucian a las familias éstas
cuentan con menos apoyos informales y con más apoyos formales (Rodrigo et al.,
2008). En el Cuadro 1.2 se observa de hecho cómo los apoyos formales presentan
algunas desventajas si no se compensan suficientemente con los apoyos informa-
les.

Cuadro 1.2. Características del apoyo formal e informal


Apoyos formales Apoyos informales
Unidireccionalidad (el apoyo se da Reciprocidad (el apoyo se da en
de profesionales a usuarios) ambos sentidos)
Red artificial de relaciones de pro- Red natural de relaciones inter-
fesional-usuario personales
No se dan a la medida de la perso- Se dan a la medida y cuando la
na y cuando ésta lo necesita persona lo necesita
Disminuye el sentimiento de priva-
Se otorga en la intimidad
cidad
Se toma como sustitución al rol pa- Se toma como complementario
rental al rol parental
Disminuye la sensación de capaci- Incrementa la autoeficacia pa-
dad parental (“me ayudan porque no rental (“me ayudan porque lo me-
puedo hacerlo”) rezco”)
Se fomenta la autonomía en el
Crea dependencia del profesional
funcionamiento familiar
Satura los recursos personales y No satura los recursos persona-
familiares cuando se dan simultánea- les y familiares cuando se dan si-
mente varios apoyos multáneamente varios apoyos

Son familias sin apoyo de la pareja o de la familia cercana o de los amigos y


vecinos, si acaso sólo reciben ayuda de los padres, pero son multi-asistidas en
cuanto que reciben multitud de apoyos formales (la policía, los servicios sociales,

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

los servicios de salud mental, la fiscalía de menores, etc.). Al presentar un des-


equilibrio en la distribución de fuentes de apoyo a favor de las formales se corre
el riesgo de que se produzca un mayor deterioro de la situación familiar.
De hecho, el mejor modo en que puede prestarse el apoyo formal es suavizan-
do algunas de sus desventajas. Así, los expertos enfatizan la necesidad del carác-
ter planificado y sistemático de las ayudas, la necesidad de que la ayuda no es-
tigmatice y excluya a los que la reciban, la necesidad de fortalecer las redes
informales y la importancia de desarrollar a las comunidades para que puedan
apoyar a las familias mediante recursos normalizados (Daly, 2012). Por su parte,
los usuarios de los servicios prestan una atención muy especial a la forma de trato
y de comunicación que se sigue con ellos, buscando que el apoyo se realice sin
críticas ni de modo que estigmatice y excluya a la familia, que se cree una comu-
nicación con el técnico basada en la confianza, reciprocidad, y respeto mutuo y se
tenga en cuenta su propia experiencia familiar al enfrentar situaciones difíciles.
Para orientar las medidas de apoyo a la parentalidad positiva éstas deben en-
marcarse en un enfoque de intervención que las inspire. Nuestra propuesta es que
se adopte un enfoque evolutivo-educativo y comunitario (Rodrigo et al., 2008). El
eje de este enfoque es el trabajo en prevención y promoción que es el que suele
quedar obviado en los planteamientos tradicionales de trabajo con familias cen-
trados en corregir las deficiencias y eliminar los factores de riesgo. Trabajar en
prevención supone poner en marcha medidas orientadas a minimizar la influencia
de los factores de riesgo y potenciar la influencia de los factores de protección del
entorno de las familias, permitiendo la realización de una gran variedad de accio-
nes que pueden desarrollarse en uno o varios niveles de intervención primaria
(universal, selectiva o indicada), secundaria y terciaria. El trabajo en promoción
corresponde a aquellas acciones que pretenden incrementar las competencias y
resiliencia de las personas y las familias para que puedan satisfacer sus necesida-
des, resolver sus situaciones problemáticas y movilizar los recursos personales y
sociales necesarios para mejorar la autonomía y el control de la propia vida. La
promoción también se asocia a los factores de protección y de fomento de la resi-
liencia que operan a escala más social y que permiten la optimización del ambien-
te que rodea al niño o al adolescente durante toda su trayectoria vital, de forma
que se convierta en un contexto de protección, apoyo y sostén desde el respeto a
la cultura, la equidad, la justicia social y la dignidad personal (Bueno-Abad,
2005).
En el Cuadro 1.3 presentamos algunas características que definen el enfoque
de la prevención y promoción frente a los enfoques tradicionales centrados en el
déficit y el riesgo. Servicios reactivos son aquellos que se ponen en marcha a
demanda de los usuarios, mientras que los servicios proactivos son aquellos que

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La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

acuden al entorno social para adelantarse a las necesidades de demanda de las


poblaciones a las que puede potencialmente atender, promoviendo acciones pro-
tectoras y de prevención de los problemas. Cuando el servicio es reactivo se in-
terviene sobre todo con los casos de familias en crisis, en alto riesgo y cronifica-
das, de modo que se trata de una intervención “finalista”. Sin embargo cuando el
servicio es proactivo se trabaja con una gran variedad de casos y niveles de ries-
go, se trabaja con familias “en proceso de”, esto es, que están viviendo en aque-
llos momentos situaciones que se prevé que entrañen riesgos (por ejemplo, la
entrada en la escuela infantil, situaciones de divorcio, niños con discapacidades o
en la transición a la adolescencia) antes de que se hayan producido problemas
importantes.

Cuadro 1.3. Características diferenciales entre el enfoque basado en el


déficit y el riesgo y el enfoque basado en la prevención y promoción

Enfoque basado en el déficit y el Enfoque basado en la prevención y


riesgo promoción
Reactivo y finalista Proactivo y del proceso
Identifica deficiencias y riesgos Identifica fortalezas y protección
Es prescriptivo con las familias Es colaborativo con las familias
Proporciona recursos sólo para Proporciona recursos normali-
los grupos de riesgo zadores
Foco centrado en individuos Foco contextual y comunitario
Cambio centrado en comporta- Cambio centrado en relaciones e
mientos interacciones
Visión negativa de los padres Visión positiva de los padres

Asimismo, el enfoque basado en el déficit trata sobre todo de identificar los


problemas y deficiencias de las familias así como sus factores de riesgo, mientras
que el enfoque basado en la prevención y promoción trata de identificar también
fortalezas y capacidades así como los factores protectores en el ambiente. En el
primer enfoque, cuando se identifican los problemas y deficiencias los profesio-
nales “prescriben” lo que las familias deben hacer. En el segundo enfoque el pro-
ceso de búsqueda de capacidades y elementos protectores se hace en colaboración
con las familias para que se integre su punto de vista en el diagnóstico de la situa-
ción y en la planificación de las soluciones y la elección de los recursos.
En el primer enfoque se asume que los recursos para mejorar las situaciones
familiares deben ser específicos para las familias con problemas con lo que se
corre el riesgo de estigmatizarlas. Por el contrario en el enfoque basado en pre-

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

vención y promoción se plantean recursos normalizadores para todas las familias


y se realizan esfuerzos adicionales de modo que las familias en riesgo puedan
beneficiarse de los mismos junto al resto de las familias. Asimismo, se arbitran
apoyos complementarios para aquellas familias que más lo necesitan pero siempre
secuenciando los apoyos y evitando saturar las capacidades de las familias para
recibirlos, sobre todo si éstos son formales.
El modelo de desarrollo que guía el proceso de cambio también difiere en
ambos enfoques. En el primer caso, el desarrollo se entiende como fruto de la
acumulación lineal de factores de riesgo que operan a nivel del individuo y que
hay que eliminar. En el segundo caso, el desarrollo se entiende como un proceso
complejo que está influido por los contextos que rodean al individuo (familia,
escuela, iguales, barrio, ocio) a lo largo de su trayectoria vital y modelado por las
relaciones cambiantes que va estableciendo con dichos contextos. Por ello, en el
primer caso se trata de eliminar los comportamientos desviados del individuo,
mientras que en el segundo se trata de cambiar sus relaciones e interacciones con
dichos contextos, interviniendo también en éstos para que permitan mejorar sus
oportunidades de aprendizaje y promover sus competencias. En suma, en el pri-
mer enfoque la familia es vista como el principal factor causal de lo que le ocurre
al niño, mientras que en el segundo enfoque se tiene una visión más positiva de
los padres ya que se trata de entender sus necesidades de apoyo para que puedan
mejorar el ejercicio de la parentalidad. Por ejemplo, si a un niño le falta la super-
visión parental, esto es un factor de riesgo que puede llevarle a la delincuencia,
pero es también un indicador de que los padres pueden estar necesitando apoyos
para llevar a cabo esta labor de supervisión.
La manera de proceder en este enfoque de prevención y promoción se basa
en una serie de recomendaciones:
- Hay que partir de un análisis de las características de la población y una eva-
luación de sus necesidades a partir del análisis de los factores de protección y
de riesgo que operan en dicha población. En este sentido, habrá que priorizar la
eliminación de aquellos factores de riesgo que más impacto tengan sobre las
familias.
- Se recomienda crear plataformas de participación ciudadana y de coordinación
entre los servicios comunitarios y especializados en menor y familia y ONG
que aseguren un análisis conjunto y permanente de la realidad concreta sobre la
que se va a actuar. En este sentido, estos encuentros intersectoriales son muy
útiles para elaborar diagnósticos conjuntos de lo que pasa en la población y de-
terminar algunas acciones que sirvan para reducir los factores de riesgo y pro-
mover los de protección.

14
La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

- Hay que promover acciones que enfaticen el sentimiento de pertenencia de las


familias a la comunidad, la cohesión e integración social de dicha comunidad y
ampliar las redes informales y formales de apoyo a las familias. En este senti-
do, se recomienda trazar líneas de vertebración social de la comunidad ya que
una sociedad bien articulada, cuyos miembros están organizados en asociacio-
nes cívicas, con cauces de participación ágiles y eficaces, tiene más posibilida-
des de dar respuesta ante cualquier problema que se le presente.
- Hay que analizar la red de recursos de la comunidad y su grado de utilización
en función de las características de la población que acude para detectar su dis-
ponibilidad, accesibilidad y captar las barreras para las familias que no acuden.
- Por último, los servicios de apoyo a las familias deben crear espacios de refle-
xión sobre la práctica y programas de formación de los técnicos para que estén
preparados para el trabajo multidisciplinar y transdisciplinar en prevención y
promoción y en red.
Entre las actitudes y estrategias de los profesionales que están acordes con di-
chas recomendaciones nombramos las siguientes. Los profesionales deben sentir-
se facilitadores y mediadores de los procesos de cambio personales y familiares y
con una gran dosis de compromiso por lograr el cambio social. Esta actitud dicha
mucho de la de sentirse expertos que saben todo lo que pasa en las familias y que
conocen perfectamente lo que ellas necesitan para salir adelante. Los profesiona-
les deben estar convencidos de la eficacia a medio y largo plazo de las acciones
desarrolladas aunque no se tengan resultados inmediatos y desarrollar una actitud
optimista y una predisposición positiva hacia las posibilidades de cambio de las
situaciones familiares. Asimismo, deben evitar un posicionamiento inmovilista y
de pesimismo hacia el futuro de los niños y adolescentes, dado que éste dificulta
las posibilidades de cambio. Para evitar la victimización de las familias, esto es,
que se encuentren incapaces de salir adelante y de afrontar las situaciones adver-
sas, los profesionales deben trabajar las estrategias de afrontamiento de las perso-
nas y de los grupos sociales ante problemas o cualquier otro aspecto que les capa-
cite para lograr el control de su propia vida. Por último, deben sensibilizar y
promover actitudes prosociales en la población y la asunción de responsabilidades
sociales colectivas como factores de protección de primer orden. Es muy difícil
realizar buenas intervenciones familiares en entornos hostiles, poco protectores
para los niños y para las familias, que viven en barrios desinteresados por el apo-
yo vecinal y por la realización de acciones participativas a escala comunitaria.
Como ejemplo de acciones preventivas y de promoción estarían aquellas que
promueven un ocio familiar compartido, posibilitan un ocio constructivo para
adolescentes y jóvenes, favorecen las relaciones intergeneracionales, permiten la
inclusión de miembros familiares dependientes o con necesidades específicas,

15
Manual Práctico en Parentalidad Positiva

promueven estilos de vida saludables para la familia y favorecen la conciliación


de la vida personal, familiar, laboral. También se incluyen como acciones preven-
tivas y de promoción aquellas de carácter más comunitario que promueven la
apertura entre contextos de desarrollo (familia, escuela, barrio, ocio), favorecen la
cohesión social en el barrio y las relaciones interculturales, suponen un uso eficaz
de los servicios y recursos municipales existentes, contribuyen a romper barreras
de uso de los recursos municipales para algunos colectivos vulnerables o aquellas
acciones que impliquen mejoras en la coordinación entre servicios y programas
de diversos ámbitos mediante un trabajo en red.

1.5. Parentalidad positiva y protección del menor

Hasta hace muy poco la conjunción del binomio “parentalidad positiva” y “pro-
tección del menor” no se había producido. Sin embargo, los profesionales de los
servicios de protección son muy conscientes de que es necesario introducir el
enfoque de prevención y promoción en el sistema de protección del menor. En lo
que sigue desgranaremos algunas reflexiones en torno a los cambios de presu-
puestos que supone esta aportación.
En primer lugar, ha supuesto una ampliación del foco de interés en el menor
(Figura 1.3). El interés del menor ya no solo se circunscribe a la protección y
promoción de sus derechos, sino que también incluye asegurarse de su bienestar
físico y psicológico y de la promoción de sus capacidades. De modo que la pro-
puesta de la parentalidad positiva no resta atención a la protección del menor sino
que suma todavía más requerimientos para que ésta se produzca con mayor ampli-
tud y garantía. De este modo se evita que el sistema de protección se quede úni-
camente en salvaguardar al niño de los riesgos y vaya más allá proporcionándole
plenas oportunidades para su desarrollo tanto presente como futuro.

16
La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

• Cohesión social
Desarrollo de la • Desarrollo de capital humano
y social
comunidad • Sensibilidad hacia la infancia,
adolescencia y familia
• Vínculos de afecto
• Capacitación y satisfacción
Bienestar familiar parental
• Red de apoyos formales e
informales
• Protección y seguridad
• Promoción de sus derechos
Interés del menor • Bienestar físico y psicológico
• Promoción de sus capacidades

Figura 1.3. Ampliación del foco de interés en el menor desde el enfoque preventi-
vo y de promoción.

Además, en este enfoque se reconoce expresamente que el interés del menor


se garantiza con mayor firmeza cuando promovemos el bienestar familiar. La
promoción del bienestar familiar está muy ligado al ejercicio de la parentalidad
positiva, de modo que todo lo que hagamos en favor de ésta última redunda en
beneficio del menor. Asimismo, se plantea que para lograr el bienestar familiar es
muy importante lograr espacios comunitarios donde la familia “respire” factores
de protección, se “nutra” de recursos y apoyos y “disfrute” de un entorno donde la
protección de la infancia y la adolescencia sea un valor. Los tres aspectos, el inte-
rés del menor, el bienestar de la familia y el desarrollo de la comunidad, están
encadenados y se retroalimentan mutuamente. De todo ello se desprende que toda
política de protección del menor debe pasar por esta contemplación más amplia
de los factores asociados al interés del menor y superar visiones reduccionistas y
aislacionistas.
En segundo lugar, el enfoque de la prevención y promoción implica una con-
templación de la situación de desprotección desde el “buen trato” y no desde el
“maltrato”. Cuando se analiza a la familia desde el maltrato se cuestiona y a veces
hasta se la descalifica, en particular a los padres por haber creado esa situación
tan negativa para el desarrollo y el bienestar del niño o del adolescente. Lo que se
pretende pues es reparar el daño causado y eliminar las pautas disfuncionales de
relación con el hijo o hija. Desde el buen trato, el maltrato no surge como una
singularidad extraña de los individuos (salvo casos extremos de patologías menta-

17
Manual Práctico en Parentalidad Positiva

les), sino como el resultado de un ejercicio inadecuado de la parentalidad condi-


cionado por una ecología adversa que rodea a dicho ejercicio. Se hace pues un
análisis ecológico sistémico de dicha ecología a la que aludíamos en el punto 1.3.,
se examinan en colaboración con la familia sus necesidades y se plantea un pro-
ceso de cambio donde se conjugan y movilizan los apoyos y se concitan los recur-
sos para promover las capacidades parentales y del menor, acompañando a ambos
en todo el proceso.
En tercer lugar, el enfoque de la prevención y promoción supone también un
cambio en la organización de los servicios de protección. La tentación del sistema
de protección es crear servicios especializados para estas familias de alto riesgo al
margen de los servicios generales creados para el resto de las familias. Es como si
se pensara que estas familias necesitan cosas distintas que las otras familias, en
lugar de pensar que estas familias necesitan lo de las otras familias y más cosas
además. En el primer caso, tendremos la creación de programas exclusivos para
las familias que maltratan o en riesgo de maltrato con el consiguiente peligro de
intervenir estigmatizando y generando más exclusión. En el segundo caso, ten-
dremos lo que se ha denominado un “universalismo progresivo” que se define
como aquel principio de actuación que consiste en crear servicios de acceso uni-
versal que proporcionen un continuo de apoyo a las familias que se vaya intensi-
ficando a medida que aumentan las necesidades de las mismas, mediante la com-
binación adecuada y pautada de varias modalidades de intervención. Aquí la clave
es cómo romper las barreras para que las familias que más lo necesitan puedan
acudir a estos servicios.

1.6. Implicaciones y recomendaciones prácticas

Como hemos visto, el enfoque de la parentalidad positiva está suponiendo un


vuelco en los planteamientos del trabajo con familias desde los servicios de
apoyo a la familia cualesquiera que éstos sean. El enfoque plantea la necesi-
dad de una mirada nueva al ejercicio de la parentalidad situándola en un esce-
nario ecológico que es el fruto de numerosos condicionantes e influencias que
pueden facilitar o dificultar dicho ejercicio. Al resaltar cuán complejo es el
tejido psicosocial que rodea el ejercicio de la parentalidad este enfoque nos
aleja de tentaciones fáciles como atribuir los problemas familiares a las carac-
terísticas personales del padre o de la madre o sustentar un punto de vista de-
masiado reduccionista para comprender las realidades familiares.
Además, el enfoque de la parentalidad positiva presenta una visión más am-
plia de los objetivos de la socialización que va más allá de la obediencia y la

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La parentalidad positiva desde la prevención y promoción

conformidad con las normas. No es que no se crea en dichos objetivos sino


que hay que definir cómo logarlos de modo que no impliquen mera sumisión
en los hijos por miedo al castigo. Junto a ello, este enfoque promueve una
nueva actitud en los padres y madres para que comprendan la importancia de
educar desde el afecto, teniendo una perspectiva positiva de su rol parental,
reconociendo que los hijos e hijas necesitan de un entorno estructurado, esti-
mulante y capacitador, y lejos del uso de la violencia para desarrollarse ple-
namente en la sociedad.
El enfoque de la parentalidad positiva ha puesto también de manifiesto la
necesidad de apoyo que tienen todas las familias para llevar a cabo su tarea,
superando el punto de vista de que los apoyos solo tienen un carácter rehabili-
tador y terapéutico y no de promoción de capacidades. Asimismo, dicho enfo-
que sitúa un énfasis importante en que dicho apoyo se debe prestar desde las
comunidades, proponiendo que hay que reforzarlas para que presten los servi-
cios y recursos apropiados para las familias.
De gran importancia para el ejercicio profesional es el énfasis de la parentali-
dad positiva en el ámbito de la prevención y promoción en el trabajo con familias.
Esta era la asignatura pendiente que quedaba sin cursar ya que es frecuente que
los servicios de apoyo a la familia estén muy escasamente dotados y queden en
tierra de nadie, entre los servicios sociales básicos o comunitarios que tienen que
atender muchos otros frentes y los equipos de tratamiento para casos de familias y
menores en alto riesgo, ya provengan éstos de la propia administración autonómi-
ca, o de entidades colaboradoras (ONGs o empresas de servicios). La incorpora-
ción del enfoque de la prevención y promoción en los servicios debe ir acompa-
ñada de una sensibilidad distinta a la hora de concebir el trabajo con familias
dando cabida a una actitud del mismo más proactiva, colaboradora y respetuosa
con el punto de vista de las familias. Ello implica reconocer el protagonismo de
las familias en la presentación de su propia narrativa sobre su vida, en la identifi-
cación de sus necesidades y en promover su colaboración en todas aquellas actua-
ciones que se planifiquen para lograr dichos objetivos de mejora y cambio. De
este modo se aumenta el compromiso, la implicación y la responsabilización de
los padres en la solución de sus problemas educativos o de todo tipo, en lugar de
promover, sin buscarlo, una actitud de dependencia del profesional y de las insti-
tuciones, al fomentar sentimientos de desvalorización de sus propias competen-
cias parentales.
En suma, el enfoque de la parentalidad positiva proporciona una buena plata-
forma para repensar las actuaciones profesionales en todos los servicios de aten-
ción a las familias y sobre todo en los servicios de protección del menor. Las ac-
tuaciones preventivas y de promoción están resultando especialmente útiles en los

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Manual Práctico en Parentalidad Positiva

servicios de preservación familiar que se ocupan de mantener la unidad familiar


aún en casos de alto riesgo psicosocial, tratando de evitar la salida del menor del
hogar siempre que sea posible (Rodrigo et al., 2008). Desde este punto de vista, el
cambio de “evitar el maltrato” a “promover el buen trato”, propiciado por este
nuevo enfoque, está resultando un verdadero heurístico para el trabajo profesional
con un amplio espectro de familias en riesgo psicosocial. Porque no es suficiente
con evitar los riesgos y los comportamientos parentales inadecuados para garanti-
zar que los hijos tengan los factores de protección y los comportamientos parenta-
les adecuados para su buen desarrollo y bienestar. Es necesario identificar las
necesidades de apoyo que tienen los padres para ejercer la parentalidad positiva y
trabajar con ellos y con los hijos para reforzar sus capacidades respectivas con el
fin de alcanzar las metas de desarrollo adecuadas. En suma, es necesario que el
sistema de protección vaya más allá de la meta de proteger al menor y que garan-
tice también la promoción de sus capacidades, con objeto de que pueda alcanzar
plenamente sus metas de desarrollo, a pesar de haber vivido en condiciones de
gran vulnerabilidad.

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