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Caña brava

Tres años, si señor, tres años que pasaron como si no lo hicieran, ese tiempo hace de que me
trajeron aquí a estas malditas que no tienen nombre. La ciudad de donde provengo está todavía
más lejos o eso escuché decir a unos campesinos que se dirigían a los sembradíos de Yuca, caña y
tabaco.

Conforme me fui acercando al pueblito se escuchaba el cantar de los machetes, era uno sonido
casi unísono, una especie de baile coordinado en las ondas del aire sin programación previa pero
que cumplían su vertiginosa labor de tumbar aquellos troncos dulces. Los caminos hechos como
surcos a fuerza de sudor entre los cañaverales, hombres con gorras y pañuelos en la cabeza,
mascando tabaco y con el olor del ron añejo que le embadurnaban el alma. Algunos tan viejos y
encorvados por los largos días de trabajo mal remunerado.

No bien llegaba a la casa de la abuela cuando me encontré con

Doña Placida…

El agua caliente nos acabará matando por tanto mal de orines

Entonces fue allí cuando me hablaron de Don Venancio un señor con demencia…

Ogun Balenyo

Nooo señor, si aquie las cosas son tan claras que se puede ver dentro de uno mismo

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