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Felipe Mosquera

De Heidegger a Benjamin: los efectos sobre el ser humano, su capacidad creativa y


sus posibilidades de transformación.
Ante la cuestión sobre la técnica y sus efectos sobre la naturaleza humana, Heidegger plantea
inicialmente que no se perciba a la esencia de la técnica como algo técnico. Por estos motivos el
autor plantea que llegar a la esencia de algo es establecer una relación con el ser mismo, y más
allá de eso como un proceso de develamiento de lo oculto, lo que escapa a lo meramente técnico
en cuanto su funcionalidad única.
De esta forma, se manifiesta a la esencia en su relación histórica con el ser en donde el lenguaje
cumple un rol fundamental, sin embargo, esto no quiere decir que perdure en el tiempo y más
bien se determina de forma dialéctica. Así, se aleja de la postura de ver a la esencia como el
canon principal que caracteriza a determinado objeto o ente para todos los casos, por ejemplo, lo
que caracteriza a un árbol como tal, lejos de si es un árbol de ciprés, pino o eucalipto, más bien
propone una visión más allá de esta mirada instrumentalista.
Por estas razones, el ser es lo que condiciona al ser humano en su destino, ante lo cual se
debería ir por este camino en un constante proceso de des ocultamiento de la esencia de la
técnica, que lejos de llegar a dominarla, escapa incluso al entendimiento del ser humano, de ahí
radica la importancia de llegar a la verdad. Sin embargo, para el des ocultar para al ser humano
moderno comprende el provocar, en donde se explota los recursos naturales, con el fin de ser
acumulados, en una lógica capitalista, que incluye en los mismos términos a los recursos
humanos como mano de obra, al servicio de la técnica.
De ahí radica que conceptos o ciertas nociones se reconceptualicen hacia un modo de consumo
y acumulación, como por ejemplo el consumo planificado (obsolescencia programada) o el
cambio de noción de lo “reparable” hacia lo “reemplazable”. Poe estos motivos se plantea que
incluso en la moda, lo esencial no es ya el adorno sino su reemplazabilidad. Esto coincide con
Benjamin en el sentido de que en la era de la reproductibilidad técnica ya no “es” tanto la obra
como única, auténtica, cubierta de esa aura ritual, sino que halla su reducto en sus niveles de
reproducción y alcance a más manos, lo cual se desarrollará en párrafos posteriores.
Y es en este marco donde el ser humano se pavonea como señor de la Tierra (p. 96) sin
sospechar el peligro al cual se halla expuesto, en donde el mayor de todos los peligros es no
pensar más allá y sostener que como creadores de la técnica, esta estará sujeta a los dominios
del ser humano, lo cual en la actualidad es todo lo contrario, no puede dominarla al 100% y
muchos de sus pasajes aún son desconocidos: ocultos.
Sin embargo, Heidegger no ofrece una mirada fatalista del futuro del ser técnico y más bien es
una alerta a llegar más allá de la mirada instrumentalista (en donde únicamente basta
comprender el funcionamiento técnico de la técnica misma, es decir, un medio para un fin). Hay
que ir más allá de la mirada funcionalista, dado que como la esencia de la técnica parte de ser, el
mismo ser humano podría superar estos peligros siempre y cuando repare en ellos. Aunque de
esta esencia también puede aparecer aspectos salvadores, de ahí su ambivalencia.
Con esto no se quiere decir que hay que regresar a una era pre técnica, sino más bien
adelantarnos a sus peligros o en última instancia rodearlos, lo cual no está ocurriendo en la
actualidad, en donde cada vez más somos dependientes de lo técnico, hasta tal punto de que
hemos quedado tan firmemente fundidos a los objetos técnicos, que hemos venido a dar en su
servidumbre. Sólo descubriendo los misterios de la esencia técnica podríamos verdaderamente
servirnos de la técnica y el camino está lleno de preguntas, de cuestiones que deben ser
respondidas, sólo así llegamos a la verdad y a la existencia misma, y que al final la
representamos de varias formas mediante la filosofía y las artes cuestionadoras.
Este último argumento se ancla a la mirada de Benjamin quien reflexiona sobre el rol
revolucionario del arte en su reproductibilidad técnica, en donde hace una primera advertencia
con un matiz esperanzador: que del propio capitalismo nacería su abolición.
En primera instancia se hace relación a que la obra de arte siempre fue reproducible en
diferentes magnitudes. Desde el inicio el arte tuvo la facultad de ser imitada, sin embargo, en la
actualidad esa capacidad se aceleró en la época de la reproductibilidad técnica y la mano poco a
poca pasó a ser reemplazada por las manos.
Ahora bien, se plantea la obra de arte está anclada a varios aspectos de su unicidad, como, por
ejemplo, la autenticidad distinguida por su aquí y ahora, o en otras palabras por su nivel espacio
temporal de producción, lo cual la dota de cierta jerarquía. En tanto que la reproductibilidad
técnica desvaloriza esta cualidad, es decir, se quita esta aura inscrito en su origen, pasando de lo
único a la multiplicación masiva de las obras. Este “marchitamiento” del aura es lo que
permitiría acercar las obras de arte sacralizadas a las masas.
Esto deja en decadencia de algún modo el aspecto lejano de las obras de arte y se maneja dentro
de la cercanía con las masas. También entra en debacle la característica ritual y mágica de la
obra de arte, perdiendo de cierta forma su valor de culto. Por estos motivos ubica a la fotografía
como el primer método de reproducción verdaderamente revolucionario, lo cual deviene en el
cine. Así se pasa de su explicación desde lo ritual a lo político de la obra de arte.
Este valor de culto exige que la obra de arte se mantenga oculta y sea únicamente exhibida en
procesos rituales, como por ejemplo las esculturas religiosas, lo cual se puede ligar con la
postura de Heidegger sobre la necesidad de des ocultar la esencia de la técnica y en este caso de
la obra de arte. Así la reproductibilidad técnica permitió el crecimiento de su valor de
exhibición, lo que no es sino un proceso desacralizador de la obra y por consiguiente un proceso
que ataca al poder directamente. Esto no quiere decir que no tenga la obra un carácter
ambivalente, es decir que guarda patrones ligados a lo mágico y a lo desacralizador como des
ocultamiento. Sin embargo, de esta forma se trastoca la función social del arte fundada dentro
de lo ritual y se pasa a lo político, como un acto revolucionario.
También dentro del planteamiento del valor eterno que se le brindaba a la obra de arte, se
trastoca con su reproductibilidad técnica en donde su mayor ápice es el cine, en donde cumple
un rol fundamental la noción de que siempre podrá ser mejorada. Con esto se brinda una noción
dialéctica y transformadora de la obra del arte en términos políticos, por lo cual se podría
articular estos procesos o uno revolucionario.
El cine cambia las lógicas de producción incluso en el nivel de la interpretación de los
personajes, comparando la interpretación de un actor de teatro con uno del cine, en dónde este
último debe renunciar al aura de la obra y exhibirse ante los aparatos tecnológicos y no ante un
público. Incluso va más allá y apela al derecho a todo individuo de ser filmado, lo cual puede
ser contrastado con lo que ocurre en la actualidad en donde se viven procesos de filmación
nunca antes visto, con millones de minutos subidos a la nube y en donde cada usuario es a su
vez prosumidor.
Esto le vale al ser humano ser a su vez autor y por consiguiente obtener un cierto grado de
poder, más allá de las tensiones que se extrapolan entre las corporaciones tecnológicas y los
ciudadanos, lo cual de por sí ya configura una posición política. Sin embargo, apelando a lo
dicho por Heidegger, de nada valdría este nuevo contexto si los usuarios no son capaces de des
ocultar y de llegar a la verdad misma de a esencia de la técnica, lo cual deviene en el peligro de
sumergirse en la técnica mismo sin cuestionarse el mundo tecnológico. Por eso la función del
arte se convierte en la mediación entre los seres humanos y los aparatos tecnológicos, en donde
el cine juega en medio de las representaciones del mundo que nos rodea y en ciertos momentos
lo cuestiona.
Por esta razón existe un peligro latente en el juego de poder dentro del cine y es que la política
intente reproducir el “lado amable” de las represiones y casi “endiosarlas” al punto de
manipulaciones colectivas, como por ejemplo con el cine grotesco o con el caso del ratón
Mickey. Por tanto, se reitera en lo propuesto por Heidegger en tanto que el ser humano debe ser
capaz de mirar más allá. En definitiva, pasar de la estetización de la política a la politización del
arte.

Ellul y Winner y el orden de la sociedad tecnológica

La técnica ha convertido un nuevo entorno en el que el ser humano está obligado a existir,
suplantando al anterior: el de la naturaleza, el cual es artificial, autónomo de valores, de ideas,
del Estado, se autodetermina a sí mismo independiente de la mano del ser humano, crece en
procesos causales pero carente de fines específicos al estar formado por una acumulación de
medios, el mismo que es necesario abordarlo desde una mirada articuladora y no aislada.

Además, el desarrollo de estas técnicas es ambivalente, en donde las esferas de lo social (la
economía, la política, la cultura) no están influidas o modificadas por la técnica, sino que están
situadas en ella, lo cual modifica la tradición conceptual sobre la sociedad de influencia, al
manifestarse como relaciones, más allá de sus modificaciones.

En la misma técnica se incluyen otras técnicas como las de organización o las psicosociológicas,
por lo que es errado pensar que el uso de técnicas organizativas, por ejemplo, lleguen a
compensar los efectos de las técnicas en su sentido general. O, por ejemplo, en la aplicación de
técnicas psíquicas podremos evitar patologías de forma aislada, lo cual se conseguirá con la
adaptación de los seres humanos a su entorno técnico. De esta forma, se asegura como en
párrafos anteriores que el humano no llega a la dominación de la técnica. Se han reducido las
libertades del ser humano respecto a las elecciones sobre la técnica y más bien está dominado
por valores técnicos, que basan su progreso y felicidad mediante las mismas técnicas.

Por este motivo para entender el problema se establecen falsos problemas. Uno de ellos
corresponde a mirar que los inconvenientes producidos por el desarrollo técnico van a ser
resueltos por la misma técnica y que dependen de la evolución técnica del ser humano, sin
embargo, se plantea que cada solución sólo es posible desde la resolución del sistema de
técnicas en conjunto. A pesar de que las posibilidades de supervivencia del ser humano
aumentan con más desarrollo técnico, esto no resuelve el problema básico, o como se mencionó
en párrafos anteriores no aporta en el des ocultamiento.

Otro falso problema corresponde a la supuesta amenaza de la ética por el crecimiento de las
tecnologías. Se plantea que los valores tradicionales sin duda están en declive, sin embargo,
estamos correspondidos a nuevas formas de ética, con sus propios valores, en una relación de
reemplazo. Esto se ancla al temor de que la tecnología llegue a eliminar el instinto humano y lo
que ocurre es que nos hallamos a nuevas experiencias y formas de exponer esos instintos de
forma incluso compensatoria.

Entonces es viable la cuestión sobre el verdadero problema del ser humano y el desarrollo
tecnológico lo cual se responde en dos partes. Lo primero es sobre si el ser humano es quien
domina a la tecnología. En este caso una de las respuestas suele señalar de forma afirmativa,
dado que es el creador de estos medios técnicos y por consiguiente se supone que los conoce.
Esta respuesta es superficial pues hay que recordar el carácter autónomo de la técnica. Se puede
conocer el funcionamiento de los medios tecnológicos, pero no su esencia. No hay que olvidar
que el propio ser humano es objeto de la aplicación de ciertas técnicas psicológicas o
sociológicas, lo cual podría comparar el término alienación como una tecnologización y se
contenta con una participación pasiva en el progreso técnico.

Ahora surge el cómo y quién podría llegar a tal dominación de la técnica. Así se hace un repaso
desde el propio técnico que hace la técnica quien la domina en su funcionamiento y en todo caso
en su perfeccionamiento técnico; el científico, quien tiene ideas superficiales sobre la esencia
misma; los filósofos que no hallan un alto grado de influencia en la sociedad; los políticos que
velan por los votos y reparan el progreso técnico desde su superficialidad o por último;
cualquiera de nosotros que sería la única vía posible en la actualidad lo que no supone una
superación de la técnica en general y se necesitaría que todo el mundo adopte los mismos
valores o comportamientos frente a la técnica.

El segundo problema real es si puede surgir una nueva civilización que incluya a la técnica. La
respuesta se desarrollaría sobre tres contradicciones entre la técnica y la civilización: la técnica
se desarrolla en el mundo material y mira al ser humano como un objeto. La técnica le otorga
aparente felicidad material como puedan darle los objetos, pero estaría lejos de una sociedad
humanista, dado que la técnica mira al ser humano en términos cuantificables, es decir, en
forma de estadísticas, algoritmos, en última instancia en números.

La segunda contradicción es el poder que acumula la técnica y un ejemplo que grafica


perfectamente este hecho es que actualmente el desarrollo tecnológico permitiría acabar con la
civilización entera. La técnica se halla articulada estrechamente al servicio del poder, venga de
donde venga,

Y la tercera contradicción recae en que la técnica nunca podrá engendrar libertad. Esto más allá
de que la técnica liberó al ser humano de trabas históricas o limitaciones respecto al manejo del
tiempo y espacio, por ejemplo: actualmente somos capaces de enviar un correo en menos de un
segundo cuando antes duraba la entrega meses. Sin embargo, estas limitaciones están siendo
reemplazadas por nuevas opresiones técnicas que pasan desapercibidas en el uso mismo de la
técnica y que pueden manifestarse fuera de ella.

Por estos motivos retomando a Heidegger, se hace un planteamiento similar y es que de nada
sirve aludir a una recuperación de una era pre técnica, a la cual Ellul califica de nostálgica y más
bien el deber del ser humano es encontrar el lugar que ocupa en el presente y su desarrollo en el
mundo actual.

Así existen autores que plantean posibles soluciones, unos que van por la vía de que el problema
de la técnica se resolverá por sí mismo, es decir, que el progreso técnico no sea entorpecido (se
podría comparar con la tesis del neoliberalismo en donde se señala que el mercado se regula a sí
mismo) y los segundos que plantean que el cambio proviene de un gran esfuerzo y gran cambio
del propio ser humano, lo cual podría rayar en el límite del optimismo. Sin embargo, existe una
tercera posibilidad a modo de simbiosis entre el ser humano y los entes espirituales y materiales
de la técnica y que en su progreso o evolución se debe hallar una especie de comunión para
atender a dichos problemas. Dichos planteamientos aún son superficiales y no brindan aún una
respuesta satisfactoria.

Así para Ellul se erigen varias tesis como al señalar que cuanto más avanza el progreso técnico
más grande se convierte su problema de dominación. Además, es necesario establecer
diagnósticos correctos para tener conciencia sobre la esencia de la técnica y quitar su carácter
sacro, es decir, su revestimiento de poder. Para esto también es necesario inscribirse en procesos
de enseñanza que garanticen ciertos distanciamientos con la técnica que garanticen de igual
forma cierta independencia.

De esta forma se sostiene que todo progreso técnico debe pagar un precio, es decir, aporta en
una esfera de la sociedad, pero quita o distorsiona otra; la técnica brinda más problemas de los
que resuelve inicialmente, incluso creando problemas fuera de la técnica; sus efectos
perniciosos están ligados a sus efectos favorables, no se los puede separar y; finalmente la
técnica tiene efectos difícilmente previsibles, más allá de su funcionamiento técnico.

Estas reflexiones nos llevan a la relación que tenemos los seres humanos con la técnica, lo cual
plantea Winner desde el inicio de su texto, tomando la experiencia del astronauta Jonh Glenn,
quien, a pesar de ver al planeta desde el espacio, le pareció una percepción normal incluso al no
llegar al sobrecogimiento de un hecho de tales características, él ya había visto eso antes en los
simuladores e incluso llegando a parecer más reales que la experiencia verdadera.

Por esta razón se plantea un problema respecto a los intereses que debería suscitar estas
relaciones tecnológicas en la actualidad y sus reflexiones con base de una filosofía propia que se
encargue de develar los pasajes escondidos de la tecnología, lo cual no es así a pesar de breves
autores que analizan a profundidad este problema. Es decir, salir de lo instrumental de los
ingenieros que fríamente se dedican estrictamente a señalar los avances tecnológicos para el
mejoramiento de la raza humana, sin reparar en lo que dicha tecnología podría provocar en otras
esferas.

Así se plantea que nos hallamos en una situación de sonambulismo tecnológico en donde la idea
de progreso de la modernidad, dio por sentado de que la tecnología es el medio para mejorar la
condición humana. También existe otra razón por la cual la filosofía tecnológica no ha sido
abordada en gran cantidad y calidad, y es que la relación entre los seres humanos y las máquinas
parece ser obvia, en tanto su hacer (producción) y uso (consumo). En otras palabras, nos
quedamos en lugares comunes como el uso para el bien o mal de determinadas técnicas, como
por ejemplo una computadora puede servir para investigar o para el ciberdelito, ante lo cual se
otorga una cualidad neutra a la técnica, y vimos en anteriores párrafos que no es así.

Por eso hay que ser consientes de que la técnica no es únicamente un medio sino se inscriben en
relaciones de poder capaces de remodelar las actividades cotidianas de los seres humanos y sus
significados. No por nada posturas críticas de la comunicación plantean a la misma como un
campo de batalla por la obtención de sentidos, lo mismo podría ocurrir con la técnica.

Así por ejemplo cuando se adoptan medidas tecnológicas a determinados campos, a más de su
función inicial también se trastocan otras relaciones que permean a otros campos, como cuando
se implementan robots reemplazando al ser humano, en donde inevitablemente las relaciones
laborales se ven afectadas. Sin embargo, se corre el riesgo de que estos procesos con el pasar del
tiempo se naturalicen y se den por sentados, lo cual hace posible que se pierda el interés por
descubrir qué hay más allá y donde nuevamente el lenguaje ocupa un rol fundamental, dado que
se mimetizan aspectos tecnológicos con hechos cotidianos, como por ejemplo ante el uso de
palabras como, formatear, me bloqueé, me voy a reiniciar, típico del lenguaje de la
computación, aplicado a relaciones humanas o individuales.

De esta forma, las tecnologías se inscriben en las relaciones humanas modificándolas e incluso
limitándolas a su estricto uso, lo cual deviene en otro tipo de problemas tangenciales, pero no
por eso menos importantes. El saber el funcionamiento de las máquinas poco aporta en la
estructura de la vida moderna y sus relaciones. Por estos motivos la filosofía de la tecnología
apela a una interpretación más profunda.

Este ir más allá supone caminar más allá de los impactos y efectos de la tecnología, pues se
inscriben en que tal proceso determinará un efecto, al cual el ser humano inevitablemente tendrá
que adaptarse, en donde incluso señalamientos previos al estreno de determinada tecnología
llevan al terreno de lo inevitable, sin que el ser humano pueda cambiar ese proceso.

A este proceso se plantea uno nuevo que inicia con el reconocimiento de que el uso y avance de
las tecnologías ya trae consigo modificaciones significativas en el quehacer del ser humano y de
sus instituciones, es decir, se crean nuevos mundos. Así este planteamiento sugiere una
reconstrucción de roles y relaciones sociales, y ver a las tecnologías como formas de vida, dado
que se inscriben en procesos de constante construcción del mundo.

De ahí surge la cuestión de qué tipo de mundo se está construyendo, lo que supone que se preste
atención, a más de la funcionalidad de la tecnología y sus procesos físicos, a su producción de
condiciones en otros campos como el psicológico, cultural, social, económico, político, artístico
o religioso, ante lo cual se debería estar en la capacidad de ser responsables ante lo que se está
construyendo.

De esta forma se plantea si la tecnología tiene política y una primera respuesta se halla al decir
que lo que importa no es la tecnología en sí, sino el entorno en el cual se desenvuelve o el
sistema económico o político. Esta posición si bien da luces iniciales, quita importancia a la
tecnología lo cual haría regresar a un modo de instrumentalismo. A esto se brinda otra
explicación en la cual se sugiere que se debe prestar atención a las características de los objetos
tecnológicos y al significado de esas características. Como, por ejemplo, cuando un desarrollo
tecnológico obedece a una necesidad específica o desenvuelta en relaciones de poder. Por esto
se podría afirmar que las tecnologías no serían políticas en sí mismas, pero sí tienen política y
más aún cuando son construidas con premeditación para modificar otra esfera que no sea su
función inicial.

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