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Especial El Perú de Arguedas

El Dominical de El Comercio
Lima, domingo, 26 de julio del 2009
 "Mi pasión por el periodismo"
 El gran amigo
 El rito mágico del danzak.
 El sentir arguediano y el cine
 Un paseo por los recuerdos de Arguedas
 Niños y jovenes
 "Su mensaje está vivo"
 El traslado de un héroe cultural
 Salvación del arte
 Paisajes profundos
 El sonido del charango
 El violinista de JMA
 "Los ríos profundos" en alemán
 "He vivido en vano"
 El canon de
 La resurrección de Rasu Ñiti

LA 2

Esta semana
“Hay escritores que a uno lo hacen gozar, pero con Arguedas uno cambia para siempre”,
dijo César Hildebrandt. Y es que Arguedas marca como un hierro ardiente a quien se
atreve a leerlo y a ver el Perú desde sus ojos, desde el drama de ser blanco sintiéndose
indio, hablando en castellano, doliéndose en quechua.

Hace cuatro décadas, en 1969, decidió acabar con su vida.  Cinco días agonizó por una
herida de bala en la sien. Nadie difundió y defendió la cultura andina como él. Nadie
vislumbró el puquial que rebosaría sus aguas para limpiar a Lima de su soberbia,
convirtiéndola en punto de encuentro de los diversos Perú. Su literatura nos integra a la
naturaleza, nos traslada a mundos andinos olvidados y sagrados, de huainos y trajes
multicolores. Revela la flora y fauna y entonces no hay duda de cuánto debemos
conservar. El Perú soñado por Arguedas depende de conducirnos de manera tal para que
nos repitan lo escrito en “Los ríos profundos”: “Tú ves como niño, algunas cosas que
los mayores no vemos…”. MMMQ

El gran amigo
Carlos Cueto Fernandini. Arguedas dedicó su poema “Huk doctorkunamanqayaq”
(“Llamado a algunos doctores”) a dos de sus mejores amigos: John Murra y Carlos
Cueto.

Carlos Cueto (1913-1968) nació en Ica, paraje de haciendas, viñedos y campos


frutícolas. Su familia decidió cambiar el sol y el cielo luminoso para instalarse en Lima
la gris. Esta mudanza contribuyó notablemente en la forja del Cueto intelectual, pues
tomó contacto con la efervescencia cultural de la generación más importante del siglo
XX. Estudió en el colegio Alemán y luego en el Guadalupe, de donde egresa en 1930, a
poco de haber cumplido 17 años. En la Universidad de San Marcos conoce a Arguedas
y se hacen grandes amigos. Arguedas, muchos años después, lo mandaría llamar luego
de su primer intento suicida. Francisco Miró Quesada Cantuarias recordó esta amistad
en un reciente artículo: Arguedas “vino a Lima e inició estudios de Antropología en San
Marcos. Estaba convencido de que sería mirado con desprecio por sus compañeros de
estudio, pero grande fue su sorpresa cuando fue recibido con la mayor cordialidad por
dos distinguidos estudiantes: Carlos Cueto Fernandini y Luis Felipe Alarco, quienes
apenas lo conocieron se dieron cuenta de que era un hombre extraordinario”. En San
Marcos, Cueto inicia su brillante camino de logros y reconocimientoss: doctor en
Derecho, doctor en Letras por la Universidad Nacional de Trujillo, doctor en Filosofía;
catedrático de Psicología General, Historia de la Psicología y Metodología de la
Filosofía en la Facultad de Educación de San Marcos, donde fue decano, y catedrático
en la Universidad Católica del Perú. En los años cuarenta, se especializó en ciencias
pedagógicas y filosofía de la educación, en la Universidad de Chicago y en el Teachers
College de la Universidad de Columbia —donde luego sería profesor visitante—. Se
casó con la destacada educadora Lilly Caballero, con quien tuvo tres hijos: Alonso,
Marcos y Santiago (escritor y periodista, historiador, psicólogo e investigador,
respectivamente). Junto a Antonio Pinilla fundó en 1962 la Universidad de Lima,
participó en la creación del Instituto Psicopedagógico Nacional, fue director de la
Biblioteca Nacional, desempeñó cargos en la Unesco y la OEA y fue ministro de
Educación. Recibió las Palmas Magisteriales del Gobierno Peruano y las Palmas
Académicas del francés. Su gran vocación fue la de ser maestro. Para él la educación
debía ser agente de justicia y civilización. En 1968 publica su gran obra “La educación,
semillero de los derechos del hombre”. Falleció el 3 de noviembre de 1968.

El rito mágico del danzak.


El espíritu de la montaña. En “La agonía de Rasu Ñiti”, Arguedas narra con fervor
cómo la danza de tijeras pasa de un danzante a otro.

Por: María Ulfe

“Se puso el pantalón de terciopelo, apoyándose en la escalera y en los hombros de su


mujer. Se calzó las zapatillas. Se puso el tapabala y la montera. El tapabala estaba
adornado con hilos de oro. Sobre las inmensas faldas de la montera, entre cintas
labradas, brillaban espejos en forma de estrella. Hacia atrás, sobre la espalda del
bailarín, caía desde el sombrero una rama de cintas de varios colores”. Así comienza
Arguedas a describir la transformación del indio Pedro Huancayre en Rasu Ñiti, un
danzak (danzante principal) de tijeras. El wamani, su padre, lo ha llamado a través de su
emisario, un cóndor gris con la espalda blanca. Rasu Ñiti se levanta, se viste, pide que
vengan los músicos. Ellos acompañan con sus acordes la despedida de Rasu Ñiti.

DANZA DE COMPETENCIA
En “La agonía de Rasu Ñiti” (1962), Arguedas describe el momento culminante de la
danza de tijeras y la tensa relación entre el danzak y el wamani, el espíritu de la
montaña. Con gran conocimiento etnográfico y con gran pasión, Arguedas narra la
complejidad de la danza de tijeras, una danza de competencia, que se practica en parejas
(un danzante principal y otro secundario) en muchas comunidades andinas, sobre todo
en Ayacucho y en Huancavelica, para celebrar fiestas del agua o fiestas patronales. En
Andamarca, provincia de Carmen Salcedo, Ayacucho, por ejemplo, la población espera
la llegada de la fiesta del agua para ver el atipanakuy o enfrentamiento de los danzantes
de tijeras. Luego de la bendición del agua que se da en los primeros días de la limpieza
de los canales, cuando se suelta el agua de la acequia, continúa la bendición de las
semillas y la elección de los nuevos cargos para el año próximo. Inmediatamente
después de la ceremonia todos los participantes retornan al pueblo a preparar el
ambiente para la competencia de los danzantes que se realizará en la plaza central.

Sigue Arguedas, “Rasu Ñiti vio a la pequeña bestia. ¿Por qué tomó más impulso para
seguir el ritmo lento, como el arrastrarse de un gran río turbio, del yawar mayu este que
tocaban Lurucha y don Pascual? Lurucha aquietó el endiablado ritmo de este paso de la
danza. Era el yawar mayu, pero lento, hondísimo; si, con la figura de esos ríos
inmensos, cargados con las primeras lluvias; ríos, de las proximidades de la selva que
marchan también lentos, bajo el sol pesado en que resaltan todos los polvos y lodos, los
animales muertos y árboles que arrastran, indeteniblemente”.

RESISTENCIA Y DESTREZA

Las cuatro parejas de danzantes representan cada uno de los barrios de Andamarca y se
ubican en las esquinas de la plaza. La intensidad aumenta conforme pasa la tarde. La
secuencia de pasos de baile da lugar a los actos de magia que a su vez son sucedidos por
pruebas acrobáticas y de faquirismo. Un momento culminante es cuando los danzantes
suben a la torre de la iglesia y se deslizan en una cuerda al centro de la plaza. El público
los recibe con trago y aplaude sus destrezas.

En el cuento, Arguedas añade a la secuencia de pasos de baile uno más que es conocido
como yawar mayu (río de sangre) el cual cruzan los muertos en su recorrido al
Qoropuna. Una tonada profunda dramatizará el momento en que Rasu Ñiti deja de
existir. Pero la danza no desaparece, al contrario, quedará incorporada en la memoria
del discípulo Atok Sayku, quien espera la manifestación del wamani en su cuerpo. Así
se transmite el conocimiento, la memoria, en los Andes.

No se trata de una memoria escrita. Es un conocimiento vivo, oral y visual; actuado y


representado.

TODOS LOS CUERPOS

Las trayectorias de los danzantes son importantes para descubrir cómo se reproduce lo
cultural y cómo se construye la idea de comunidad o localidad (como la andina) en un
escenario global. Las presentaciones y concursos de danzantes de tijeras aglutinan
migrantes, principalmente andinos, en la ciudad de Lima, y peruanos, en general, en
festivales en el extranjero. Los danzantes ya no serán solo hombres, ahora también
bailarán las mujeres y los niños. Entender lo que significa la danza como creadora de
localidad en esta nueva situación global es una investigación pendiente. 
Profesora de Antropología en la PUCP. Coordinadora de internacionalización en
la Escuela de Graduados e investigadora del Instituto de Etnomusicología de la
misma universidad. 

YAWAR FIESTA

El sentir arguediano y el cine


Diálogo cultural. Arguedas creía en un Perú donde el diálogo, la unión y el respeto de
todas las sangres fueran posibles. Su particular mirada y su vida misma inspiraron
también una cinematografía que hoy se encuentra en auge

Hablar de cinematografía andina es referirnos a “Kukuli” (1961), el primer largometraje


en quechua y a colores, producido por Enrique Meier, Enrique Vallve y Luis Arnillas, y
codirigido por Eulogio Nishiyama, Luis “Lucho” Figueroa y César Villanueva —con
narración de Sebastián Salazar Bondy—. Todos representantes de una generación
grandemente influida por Arguedas y ese Perú con una cultura quechua ofreciendo
resistencia a través de sus expresiones culturales. “Antropólogos famosos —escribió
José María— presentaron la tesis final de que la cultura quechua está condenada.
Predican con terminología científica que la cultura quechua no existe, que el país no es
dual culturalmente, que las comunidades de indios participan de una subcultura a la cual
será fácil elevar a la cultura nacional. Los quechuas y aimaras seguirán pues condenados
a ocupar el último lugar. Pero no les matarán toda el alma. Ayer nomás conté en una
tienda de discos de Chosica 2.740 títulos de música serrana”.

DE LOS 8 MM AL CINE CLUB CUSCO

Si para Arguedas el alma andina sobrevivirá gracias a sus expresiones musicales, no


podía decirse lo mismo de otras artes donde su presencia era nula. Desde 1940, el
cusqueño Eulogio Nishiyama había filmado cortometrajes con una camarita de ocho
milímetros. La llegada al Cusco en 1955 de los productores italianos Grass y Craveri
para filmar “Imperio del Sol”, supuso el despertar de un grupo de jóvenes pertenecientes
a una generación arguediana que, al percatarse cómo los europeos repetían la temática
de Nishiyama (con mirada foránea), comprendieron la necesidad de reivindicar su arte.

El grupo de jóvenes cusqueños, creadores, estudiosos y aficionados al cine —que años


más tarde realizarían “Kukuli”— se organizaron para revalorar lo andino desde la
mirada propia. Ese mismo año (1955) Nishiyama, Figueroa, Manuel Chambi (hijo del
celebérrimo fotógrafo) y el doctor Rodolfo Zamalloa fundaron el cine club Cusco, que
influiría notablemente en la forma de pensar y abordar el cine desde una cosmovisión
andina, periférica y descentralizada.

HARAWI Y TODAS LAS SANGRES

“Harawi” es la primera obra de Arguedas llevada al cine. Su realización en quechua fue


codirigida por Nishiyama, Figueroa y Chambi. Fue un rotundo fracaso comercial y mal
recibida por la crítica. El esfuerzo de hacer un cine puramente quechua, colectivo, no
tuvo una continuidad en el tiempo. En 1982, Luis Figueroa se lanza a la aventura y
filma el largometraje “Yawar fiesta”, basado en la novela homónima. “Trabajo sobre el
contexto andino para destacar la dialéctica de la feroz represión y la permanente lucha
por la defensa de la propia cultura”, dijo Figueroa en una entrevista. Sobre el particular
el antropólogo Juan Ossio afirma que esta película es fiel a las corridas de toros andinas,
en las que, según esquemas indígenas, el cóndor representa a los indios y el toro a los
españoles. Luego, el director Michel Gomez llevaría al cine en 1987 la novela “Todas
las sangres”, siendo estos dos los únicos ejemplos de la obra de Arguedas llevada al
formato del largometraje.

LOS CORTOS DE ROUILLÓN

En 1977, previamente al largo “Yawar fiesta”, se estrenó la tetralogía “José María


Arguedas, realidad y mito”.

Cuatro cortometrajes sobre la infancia del escritor y la relación con su literatura. Una
coproducción peruano-alemana, realizada por José Luis Rouillón. Arguedas, convertido
ya en mito, invadía otra vertiente del arte. Su vida y obra llegaban al cine y con él los
personajes y lugares que mencionaba en sus escritos. “Hablan los testigos que
conocieron al novelista de niño y que en oportunidades niegan el testimonio dado por él
en sus narraciones. Pero es en la interpretación y si se quiere en el manejo de esos
testimonios, donde aparece la manera cómo se siente, o cómo uno es tocado por la
circunstancia vivida”, escribió Antonio Muñoz Monge, a propósito de la exhibición de
los cortos de Rouillón.

LA AGONÍA DE RASU ÑITI

“La agonía de Rasu Ñiti”, cuento capital de Arguedas, ha sido fuente de inspiración para
cineastas y videastas de distintas generaciones. Ya Augusto Tamayo en 1985 había
realizado un cortometraje homónimo, y recientemente ha aparecido “Danzak”, el
cortometraje dirigido por Gabriela Yepes, ganador del premio Emerging Filmmakers
Showcase de American Pavilion, que se concede al mejor cortometraje estudiantil
presentado en el Festival de Cannes. Basado libremente en el referido relato, “Danzak”
(ver Es Mundial, p.2) narra los momentos agónicos de un danzante de tijeras y el paso
de su espíritu a su pequeña hija. En este caso el escenario exterior son los cerros de una
Lima cada vez más andina.

SAN JUAN

Un paseo por los recuerdos de Arguedas


Casas con historia. En el 2011 se cumplirán cien años del nacimiento de Arguedas.
Con este motivo, autoridades de San Juan, provincia de Lucanas (Ayacucho), han
anunciado la puesta en valor de las casas de Viseca y de San Juan, lugares donde el
escritor pasó su infancia que lo marcó como hombre y creador.

El cuento “Warma kuyay” (Amor de niño) está ambientado en la hacienda Viseca,


propiedad de un tío de José María: “La hacienda era de don Froylán y de mi tío”. Se
trata del primer relato publicado por Arguedas en 1933, a la edad de 22 años, en la
revista limeña Signo. Este cuento, incluido luego en su primer libro “Agua” (1935), está
dedicado “a los comuneros y “lacayos” de la hacienda Viseca, con quienes temblé de
frío en los regadíos nocturnos y bailé en carnavales, borracho de alegría, al compás de la
tinya y la flauta”. En la narración también aparece San Juan, distrito de la provincia de
Lucanas, y en sus novelas y cuentos posteriores, Arguedas recreará las comunidades de
Utec, Akola, Andamarca, Sondondo —donde nació el cronista Guamán Poma de Ayala
—, Aucará, Chaviña, Larcay, a los cuatro ayllus de Puquio: Kayau, Pichkachuri, Chaupi
y Kollana.

LA CASA EN SAN JUAN

Camino a Puquio hay un desvío al distrito de San Juan. Su nombre recuerda a un


riquísimo asiento minero que ya no existe. La casa donde vivió José María Arguedas
está en el jirón San Martín, esquina con la Plaza de Armas. Aquí el niño José María
sufrió el desprecio de su madrastra Grimanesa Arangoitia, y la humillación de su
hermanastro. El interior de la casa está en ruinas, apenas adivinamos el lugar donde
estuvo ubicada la cocina, el espacio donde obligaban a dormir al pequeño José María.

En 1914, cuando apenas tenía dos años y medio, perdió a su madre, doña Victoria
Altamirano. Tres años después su padre contrajo matrimonio con la señora Grimanesa:
“dueña de la mitad del pueblo”, en palabras de Arguedas, refiriéndose a San Juan de
Lucanas. “Como era muy pequeño, mi padre me dejaba en la casa de mi madrastra,
mientras trabajaba como juez en Puquio. Como ella me tenía tanto desprecio como a los
indios, decidió que yo debía de vivir con ellos en la cocina. Mi cama fue una batea de
esas en que se amasa harina para hacer pan, sobre unos pellejos y una frazada… Los
indios me vieron exactamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por
ser blanco, acaso necesitaba más consuelo y me lo dieron a manos llenas. Mi niñez pasó
quemada entre el fuego y el amor”. De aquí fugó José María a Viseca. La huida la hizo
a pie, recorriendo unos 20 kilómetros, entre chacras y barrancos. Tenía 10 años.
Encontró la acogida cariñosa de sus parientes y el profundo amor de los indios que
nunca olvidaría. Años después lo recordaría en el cuento “Warma kuyay” (Amor de
niño).

EN VISECA

En esta quebrada llena de luz, junto al cristalino río Viseca, nuestro personaje gozó y
sufrió entre el canto de las calandrias la ausencia de su madre. Han pasado 98 años
desde que José María viera la luz, y cuarenta desde que su puño dejó de escribir, pero su
voz todavía se escucha en las profundas quebradas que circundan la casa hacienda de
Viseca, en la comunidad campesina de Utec, distrito de San Juan, provincia de Lucanas-
Puquio, Ayacucho. La casa era propiedad del hermano de doña Zoila Peñafiel, quien
estaba casada con José Manuel Perea Arellano, tío de José María. Tanto en San Juan
como en Viseca, Arguedas aprendió a querer la naturaleza, a amar la música, a sentirse
más indio que blanco. Dicotomía que nunca fue resuelta y que lo convertiría en el
extraordinario ser humano que fue.

LA DECLARACIÓN

Conscientes de la historia de estos parajes, las autoridades de la zona han elaborado una


declaración en la que afirman “La comunidad de Utec, a la que pertenece la casa
hacienda Viseca, reclama para sí la puesta en valor histórico y turístico de la casa
hacienda Viseca, para lo cual necesita urgentemente su restauración”. El alcalde de San
Juan de Lucanas, Américo Peñafiel García, ha gestionado el perfil técnico para
acondicionar la hacienda como centro turístico y espera poder concretar la idea antes del
2011, cuando se celebre el primer centenario del nacimiento del inmortal José María
Arguedas.
[A.M.M.]

PUESTA EN VALOR

La situación social y económica del distrito de San Juan, al que pertenece Viseca, y que
inspiró la obra de Arguedas, no ha cambiado.ç

El distrito de San Juan es uno de los más pobres del país.

93,3% de su población (676 personas censadas) no tiene cubiertas sus necesidades


básicas.
Es importante tomar conciencia de la realidad de estos pueblos.

Las autoridades del distrito de San Juan de Lucanas son conscientes de ello y vienen
batallando por la puesta en valor del lugar para fomentar el turismo.

Niños y jovenes
LA MEMORIA ES UN RÍO PRODIGIOSO

Considerada la obra perfecta del autor, que multiplica las posibilidades estilísticas de
sus libros anteriores y cuya historia parece germinada del entrañable protagonista de
“Warma kuyay”. Se trata de una novela de ambiente escolar, muy ambiciosa, percibida
desde la conciencia reflexiva y sensible de Ernesto.

Nuevamente la dramática sensación de dos mundos enfrentados —lo occidental y lo


andino—, para registrar las vicisitudes propias de un adolescente que sufre además la
turbadora adaptación a la vida religiosa de un colegio internado.

A lo largo de bellísimas descripciones del paisaje, Ernesto está sometido al proceso de


aprendizaje que supone el paso de su infancia a su juventud: primero en el campo, con
parientes e indios; luego en el encierro escolar, con maestros y compañeros
incomprensibles.

Entrampado en lo mágico, las experiencias de violencia solo pueden consolarse con la


música y el canto. Una inmejorable novela de formación, donde la memoria es un río
prodigioso de aguas y piedras.

PEQUEÑOS LECTORES

El amauta Arguedas

En 1939, con 28 años, José María Arguedas consigue un puesto de profesor en el


Colegio Mateo Pumacahua, de Sicuani. Por entonces radica en Lima, sin empleo
estable; de modo que este viaje no solo le permite abandonar una ciudad fatigosa, sino
que significa “la realización del más viejo y querido de mis sueños”. Porque él presiente
que desde la docencia es posible construir un oficio de esperanza y estímulo, que
culmine algunos sueños para una sociedad más afectiva y justa. Y es como asume su
vocación, con utopía e integridad, además de un ingenio propio de sus dotes creativas.

Al término de su primer año de trabajo, Arguedas publica un folleto con los ejercicios
de sus alumnos. Él escribe las páginas liminares. Sorprende la precisión y actualidad
que contienen: juzga con dureza nuestro sistema educativo por el exceso de
información, el ánimo memorístico y ninguna curiosidad por la investigación;
descalifica a muchos profesores por seguir con fidelidad militar el programa estatal;
lamenta no haber leído, durante sus años de estudiante, un solo libro en clase ni haber
escuchado palabras amistosas de sus profesores. “Más tarde —afirma Arguedas—, tuve
la convicción de que los colegios del Perú debían trabajar de otra manera”.

Y esa otra manera consistía, por ejemplo, en leer y comentar los informes de sus
alumnos sobre las costumbres de sus pueblos. Luego el profesor Arguedas ordenó el
frondoso material, añadió valiosas explicaciones y lo entregó a la imprenta. Aquella
publicación cumplirá el próximo 2010 setenta años y fue el punto de partida para un
trabajo posterior titulado “Mitos, leyendas y cuentos peruanos” (Lima, 1947). El más
bello testimonio de su labor docente palpita en la carta de despedida a sus estudiantes:
“Trabajé cada día con más amor y con una creciente convicción de que lo que el Perú
necesita son maestros puros, honrados y de un ardiente fervor por servir a nuestro país.
Los frutos de mi trabajo fueron buenos, los coseché a manos llenas y pude mejorar mi
labor porque los mismos alumnos me enseñaron la forma y el camino. Ahora los
recuerdo con el alma verdaderamente iluminada y plena de gratitud. Y quisiera decirles
en estas líneas que no importa lo que se hayan instruido o no lo que ha de durar es el
espíritu que formamos, el fervor que alimentamos por mejorar a nuestro país y por
mejorar cada quien, cada alumno, su propio espíritu”.

RITOS DE INICIACIÓN

El primer libro de Arguedas inaugura la trayectoria literaria de un gran intelectual e


incorpora como protagonista de ficción a un ser de carne y hueso, el propio escritor,
quien se entrega al rescate de sus recuerdos. Uno de los tres cuentos reunidos, “Warma
kuyay” (Amor de niño) cifra como ninguno el drama iniciático del autor, quien desde
muy niño no consigue asirse al mundo de los mistis ni al mundo de los indios. “Warma
kuyay” es una historia de amor desesperado: el niño Ernesto muere por Justina, una
indiecita que ama a Kutu, el lanceador de la hacienda. A pesar de su pasión, Ernesto
soporta esta circunstancia porque Kutu es un indio que él aprecia. Pero Ernesto no es un
indio, sino un mestizo como don Froylán, el hacendado rufián que abusa de la indiecita
adolescente. El odio contra el “principal” reúne a Ernesto y Kutu, quienes se vengan
castigando a sus animales. Acaso el cuento más hermoso de nuestra literatura.

"Su mensaje está vivo"


El discípulo. Conoció a Arguedas cuando era un niño, pues su padre era gran amigo de
él. Alejandro Ortiz Rescaniere, catedrático y antropólogo de la Universidad Católica,
nos habla de esa estrecha relación con quien considera su maestro.
Por: Sergio Llerena

¿Cómo fue su primer acercamiento a la personalidad de José María Arguedas? No


tengo mucha memoria de eso porque yo era muy niño. Mis padres eran sus amigos y yo
lo recuerdo de mi primera infancia.

¿Qué relación tenían sus padres con Arguedas? Mi padre pasó cerca de un año en la
cárcel con él. No precisamente por un crimen, sino porque al general Camarota, que era
un oficial del gobierno fascista de la Italia de Mussolini, lo llevaron a la Universidad de
San Marcos y ahí salieron unos estudiantes a pifiarlo, y entre los que lo pifiaron estaban
José María y mi padre. Los dos terminaron en El Sexto, donde pasaron cerca de un año.
A partir de este hecho, la amistad entre ellos fue muy estrecha.

Sin embargo, con el tiempo usted empieza a independizar su relación con


Arguedas. ¿Cómo sucedió? Cuando terminé mis estudios generales de Letras en la
Universidad Católica, sentí que no quería estudiar derecho y pensé que podría estudiar
antropología. Entonces mi padre me dijo que hable con José María y me fui a buscarlo y
ahí empezó una nueva relación muy fuerte con él.

¿Qué coincidencias existen entre su visión antropológica y la de Arguedas?


Muchas. Una curiosidad muy grande por los hechos sociales, un gran amor por las
sociedades tradicionales y en especial por la de la sierra del Perú. Esa es una
coincidencia. La otra es su antipatía hacia las ideologías, hacia las teorías de moda.
Había una desconfianza hacia el saber que estaba establecido en su época, y yo también
desconfiaba.

¿Por qué esa desconfianza? Porque pensar con esquemas nos corta la libertad de
pensamiento, de explorar la realidad. Nos impide ver las cosas de frente. Las vemos a
través de teorías.

El haber crecido Arguedas dentro de las comunidades que eran objetos de estudio
antropológico, posiblemente contribuyó a volverlo desconfiado de las teorías y los
métodos académicos. Claro que sí. José María, y siempre lo ha escrito por ahí, cuando
llega a Lima a estudiar en San Marcos se encuentra con varios indigenistas que no
conocían nada, que habían ido solo hasta Chosica o Ancón en tren. Entonces Arguedas
ve con gran asombro que la gente más distinguida de este país, desde el punto de vista
intelectual, no sabía nada de los indios pero sí hablaban de ellos como algo de lo cual
conocían. Arguedas siente que no hay un conocimiento cabal, real y positivo de la gente
del campo, que su misión era mostrar ese mundo, esa gente que no es extremadamente
así o asá, sino personas con cualidades y defectos. Arguedas no es un indigenista porque
no idealiza al indio, lo muestra a veces con mucho entusiasmo, pero también con
dureza.

¿Qué tan vigentes pueden estar los postulados antro-pológicos de Arguedas? Están
vigentes y suponen un reto que no ha sido bien asumido por los intelectuales. Es tener
un espíritu abierto, no encasillarse en teorías ni ideologías.

Se trata de ver las cosas de frente, con curiosidad y amor y tener espíritu de servicio. La
cuestión real es “cómo es todo”, no “qué debe ser todo”. En ese sentido su mensaje está
vivo y el país, para gran alegría de Arguedas, está avanzando hacia su integridad.
¿Usted se queda con el Arguedas escritor o con el antropólogo? Son inseparables.
Creo que la antropología fue para él su laboratorio para la literatura. Su literatura
siempre fue muy inspirada en las cosas que ocurren, en el pensamiento de la gente. En
general sus obras están muy centradas en esa cuestión antropológica y creo que no se
puede entender la una sin la otra.

El traslado de un héroe cultural


Peregrinaje. A mediados del 2004, el cuerpo de José María Arguedas fue trasladado a
su natal Andahuaylas. El hecho originó opiniones encontradas, pero lo cierto es que se
pudo constatar el enorme cariño y agradecimiento de miles de pobladores hacia la figura
del escritor.

Descansaba en otro lugar, pese a que la voluntad de José María Arguedas fue que sus
restos reposaran en Andahuaylas, el pueblo que lo vio nacer.

La idea de trasladarlo a su tierra cobraba fuerza. Hubo opositores y partidarios. Durante


cuatro años, desde el año 2000 hasta el 2004, se hicieron gestiones en todas las
instancias. Se acudió al Instituto Nacional de Cultura (INC), al Ministerio de Salud, a la
Beneficencia Pública de Lima y a un largo etcétera de instituciones.

Hasta que llegó el día. El cuerpo de José María Arguedas partió de Lima rumbo a
Andahuaylas. Dos vehículos hicieron el viaje, en uno iba el féretro en el otro los que
cumplían con su deseo de descansar por siempre bajo el cielo de Andahuaylas. Tres días
duró el viaje por la ruta: Huancayo, Ayacucho, Andahuaylas. Marcial Gutiérrez Ludeña,
presidente del Club Provincial Andahuaylas encargado de toda esta gestión, dice: “no
fue nada fácil, hasta nos iniciaron juicios”.

RECIBIMIENTO MULTITUDINARIO

Los restos de José María Arguedas llegaron a Andahuaylas el 29 de junio del 2004. El
recibimiento fue multitudinario. Hoy descansa al pie de su monumento en la avenida
Martinelli.

Sobre el tema, el novelista Alonso Cueto escribió: “En el 2004, el cadáver del escritor
fue desenterrado de un cementerio limeño y llevado a Andahuaylas por un grupo de
pobladores de su tierra natal. Durante varios días toda la población de Andahuaylas
desfiló frente al ataúd. Los niños de los colegios recitaron páginas de sus libros. Los
pobladores cantaron junto a su estatua. En ese momento no era solo un escritor a quien
veneraban los andahuaylinos. Era un santo o, para ser más exactos, un héroe cultural.
Era el que había imaginado un mundo mejor para todos ellos. Había buscado un idioma
distinto, un idioma que los integrara al mundo manteniendo su identidad quechua”.

El Movimiento Todas las Artes, del que son gestores los pintores Alejandro y Antonio
Galindo, entre otros, organiza anualmente encuentros artísticos en Andahuaylas. Como
corolario del traslado, el municipio de Andahuaylas ha destinado media hectárea de
terreno para levantar el Museo Arguedas, dedicado a este héroe cultural del que nos
habla Cueto.
FORMAS Y COLORES DE ANDAHUAYLAS

Entre esculturas y cuadros de arte, suman más de cien los aportes voluntarios de
numerosos artistas peruanos para el proyecto del Museo de Artes Plásticas del Perú José
María Arguedas, en Andahuaylas, tierra del gran escritor. Como ciudad creciente,
Andahuaylas necesita insertarse en actividades artístico-culturales que permitan tener
información de la plástica peruana pictórica para enriquecer miradas, criterios,
actuaciones, sentimientos, percepciones que redunden en beneficio de nuestra condición
humana y el fortalecimiento cada vez más urgente de nuestra identidad.

Dentro de esta cruzada de motivación y aporte para la concreción del museo José María
Arguedas, el 10 de julio último se inauguró en Lima, en la sede de la Universidad
Tecnológica, la muestra colectiva “Llaqtayrayku” (Por mi tierra), con la participación
de numerosos pintores, escultores, fotógrafos y músicos. La muestra estará abierta hasta
el 14 de abril del 2010 en la Av. Petit Thouars 195.

Salvación del arte


Su última voluntad. Hace 40 años, días antes de acabar con su vida, José María
Arguedas (1911-1969) dejó este artículo para su publicación. Sería su última
colaboración en El Dominical*.

Por: José Arguedas

En las últimas exposiciones de arte popular peruano comprobamos con desconsuelo


pero sin agobio abrumador cómo se ha extinguido para siempre la producción del
“Toro” llamado de Pucará, del auténtico, del antiguo, de aquel que le dio prestigio
nacional y luego universal al arte indígena peruano.

Los “Toritos” de Pucará que hemos visto en las ferias y exposiciones últimas se han
convertido en piezas sin contenido mágico alguno, en objetos desconcertados en su
forma y en su contenido. Y se han diversificado al ritmo de la voracidad de los
negociantes. Los hay de cobre, de plata, de madera, chicos y grandes, panzones o
hinchados de pecho hasta parecer cómicos.

TORO MÁGICO

Aquel toro modelado uno por uno como ofrenda a los dioses montañas, esa figura con
aire y rostro verdaderamente irradiante de misterio: ese toro ha muerto. Pero su figura
mágica, en cuyo aire se puede sentir constreñido y trascendido el lenguaje de toda una
cultura en siglos integrada, esa figura no la hemos perdido; está en el Museo de la
Cultura, en la colección de Alicia Bustamante, en la de Pablo Macera. Fue rescatada;
nos podemos apoyar en ella para estudiar el proceso de transformación y extinción, es
decir, de la evolución de nuestra cultura. Creo que el “toro” de Pucará se extinguió
porque era un objeto religioso modelado por los indios más aislados, con menores
vínculos con el mundo urbano.

CREACIÓN MESTIZA
Las artes de los mestizos han evolucionado mejor, en el sentido de que han conservado
mucho, y a veces más intensamente, en las nuevas formas, la concepción que del mundo
y de lo bello tienen sus artífices; tal es el caso de la imaginería (los Mendívil); de los
retablos de don Joaquín Antay y algunos de sus seguidores); y de los mates, que no
fueron de uso exclusivo de los campesinos quechuas [...].

MÚSICA ANDINA

La otra gran fuente del arte tradicional peruano también se ha salvado: la música. Ahora
se imprimen realmente, comprobadamente, millares de discos de música indígena y no
solamente popular sino de las danzas y ceremonias, matrimonio, haylli, herranza, aylas
del Yarqa Aspiy (limpieza de acequias), carnavales, y algunas de estas muestras han de
tener hasta milenios de antigüedad y es posible, por no decir que seguro, pues no somos
especialistas, que no pocas de estas muestras grabadas para la venta comercial se
mantuvieron incontaminadamente indígenas durante siglos, tal es el caso del ayla, del
que Raúl García ha logrado hacer en guitarra una interpretación de increíble propiedad.

Recordamos en este instante, conmovidos, nuestra persecución, allá por los años 1945-
48, en busca de que alguna de las dos fábricas de discos que entonces existían se
animara a editar nuestra música indígena. Teníamos algo más de cien acetatos grabados
en una máquina Presto cuando desempeñábamos el cargo de conservador del Folklore
del Ministerio de Educación. El señor Vicht, gerente de la Odeón, se animó a lanzar los
primeros discos. El éxito fue inmediato [...].

LITERATURA ORAL

Pero otro testimonio tan valioso o algo más valioso aún, para el estudio de la cultura
andina y el conocimiento de la naturaleza misma del ser humano, está en peligro de
muerte, de extinción absoluta, de esas extinciones que nos dejan huellas: la literatura
oral: los mitos, leyendas y cuentos. La literatura oral quechua, por ejemplo, guarda con
una riqueza inagotable, en sus más sutiles formas, la interrelación de la cultura
occidental y la indígena. La narración oral, tan implícita y explícitamente, tan objetiva y
tan subjetiva como la novela moderna, muestra, describe, personajes y aventuras en los
que la imagen externa y la entraña de la sociedad están expuestos e interpretados.

[...] Solo dos recopilaciones fieles existen de cuentos quechuas, recopilaciones ceñidas a
la exacta versión de sus informantes, son recopilaciones pequeñas, muy limitadas. Se
han recogido, además, en cinta magnetofónica algunos mitos sobre la creación del
mundo y del hombre y acerca de su destino final. Pero este material, y lo relativamente
cuantioso de las versiones [...] son suficientes para demostrar que la literatura oral en
lenguas indígenas del Perú es una tarea de la mayor urgencia.

CONOCER AL HERMANO

Se trata de salvar de la muerte un testimonio que nos permitiría juzgar y tratar a un


tercio de la población del Perú con los ojos abiertos, conociendo al interlocutor, al
compatriota, al hermano y no dándole órdenes, consejos y aun poniendo en sus manos
“instrumentos de liberación”, pero con los ojos vendados, sin saber si la orden o la
donación han de ser recibidas como una fuerza que impulsa e ilumina o como un trago
amargo o una bofetada.
LA CALIDEZ EXPRESIVA

Paisajes profundos
La calidez expresiva, de intensa vibración poética, con que José María Arguedas
retrata los paisajes, obsequiándonos pinceladas inolvidables de ríos, cerros, plantas y
animales ha sido celebrada merecidamente. Esa maestría artística es posible porque no
se trata meramente de destreza descriptiva del mundo externo o renovado interés por la
naturaleza.

Por: Ricardo González

Con profundidad inusual en personas de su extracción social (familia de hacendados,


con rasgos raciales mayoritariamente blancos, educado en el colegio y la universidad
dentro de la cultura occidental), Arguedas se nutre de la cosmovisión andina. En ella, el
ser humano no se siente diverso de la naturaleza, ni se autoproclama “rey de la
creación” con patente de corso para depredar los recursos naturales.

En ella, el ser humano se sabe parte de la naturaleza, conformado por los mismos
elementos que lo rodean, sin separación tajante entre el orden social y su mundo
interior, de un lado, y el entorno externo del cosmos entero, de otro lado: una visión
animista armoniosamente integradora del ciclo de la existencia, tanto en el espacio
(sólido-líquido-gaseoso, tierra-agua-aire-fuego) como en el tiempo (las partes del día,
las fases de la luna-mes, las estaciones del año con su calendario agrícola, las grandes
edades con el pachacuti restaurador), ya que en el idioma quechua “pacha” engloba el
espacio y el tiempo, mundo de abajo y a la vez tiempo pasado (hurin pacha), mundo del
aquí y el ahora (kay pacha), mundo de arriba y a la vez tiempo futuro (hanan pacha). 

URGENTE LLAMADO ECOLÓGICO

Ese vivirse como parte de la naturaleza lo ha expresado Arguedas en “Llamado a


algunos doctores”, uno de sus poemas más admirables:

“¿De qué están hechos los sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón?”

“Los ríos corren bramando en la profundidad. El oro y la noche, la planta y la noche


forman las rocas, las paredes de los abismos en que el río suena; de esa roca están
hechos mi mente, mi corazón, mis dedos”.

Conviene reparar en que ese retrato de su mente, su corazón y sus dedos como ríos,
surge a modo de réplica a algunos doctores (sabios únicamente en apariencia, por sus
estudios universitarios en una educación a espaldas de nuestra herencia andina), que han
dictaminado que nuestros indígenas, con su visión mítica y su asombrosa agricultura,
deben abandonar su modo de pensar y de sentir, insertándose dentro del llamado
progreso.

Un progreso al que se presenta como triunfo de la razón científica, ocultando que está al
servicio de la ambición capitalista, extractora de minerales y materia primas que
infestan las aguas de ríos y lagunas, asfixian el bosque, extinguen especies animales y
sumen a gran parte de la masa indígena en una pobreza extrema:

“Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza
por otra mejor”.

“Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores
[...], como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella; que por eso
es impertinente”.

DOS AMIGOS

Ante eso, Arguedas escribe un llamado a otros doctores, los cuales pueden y deben
combatir esa visión negativa de la cultura andina. Doctores a los que simboliza en dos
amigos (a quienes dedica el poema): el filósofo Carlos Cueto Fernandini, ministro de
Educación del primer gobierno de Fernando Belaunde, y como tal con potestad para
poner en marcha una reforma educativa e ideológica que salvaguardaba y asimilara la
sabiduría ecológica de la cultura andina. Y el antropólogo John V. Murra, gran
estudioso de los pisos ecológicos y la reciprocidad andina, conectando la óptica mítico-
mágica con la organización socioeconómica. Un llamado que, cuarenta años después,
permanece como una tarea pendiente para nuestros políticos y nuestros estudiosos:

“Yo, aleteando amor, sacaré de tus sesos las piedras idiotas que te han hundido”.

“[] Ninguna máquina difícil hizo lo que sé, lo que del gozar del mundo gozo”. (Ver
recuadro).

Arguedas teme que se desate un polvorín, si sigue postergándose el diálogo, en el cual


el “occidental” no debe ir en actitud avasalladora, sino dispuesto a compartir el progreso
tecnológico (sin un capitalismo deshumanizador que lo maneje) y aprender de la
plenitud ecológica del orden andino.

EL ORDEN CÓSMICO

Así como en este poema, en sus narraciones abundan los paisajes con profundidad
animista. Un ejemplo mayor es la novela “Los ríos profundos”. Desde su título, extraído
del cronista Cieza de León, con un sentido actualizado que remite al “Perú oficial” y el
“Perú profundo” de Basadre, apunta a la diferencia entre los ríos sin cauce de la costa, y
los ríos de la sierra con sus quebradas hondas (la “quebrada madre que alumbró mi
infancia” dice —en el cuento “Warma Kuyay”— Ernesto, el protagonista de “Los ríos
profundos”). Nótese que el primer capítulo se denomina “El Viejo”, no solo porque
aparece el tío viejo (un anticristo, un antiinca) de Ernesto; sino porque concluye con la
visión majestuosa del río Apurímac, que contrasta con el esmirriado Rímac de la capital.
Aquí se impone recordar que Faulkner comienza “Las palmeras salvajes” con un
capítulo llamado justamente “El Viejo”, aplicado al río Mississippi.

En el primer capítulo de “Los ríos profundos”, se describe el muro incaico con sus
piedras formando bordes semejantes a los montes con sus ríos profundos. Emocionado,
Ernesto invoca al muro como un río que puede desbordarse; es decir, el “Yawar Mayu”
(río de sangre), la expresión quechua da título a un capítulo culminante de la novela,
cuando la multitud indígena inunda Abancay y exige al sacerdote un ritual religioso (la
misa desde una óptica mítica) para vencer a la peste (vista como desorden cósmico).
Todo está en conexión: los ríos, los muros y el levantamiento indígena a favor de la vida
y el orden cósmico.

Crítico, miembro Academia Peruana de la Lengua

LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES (FRAGMENTO)

“¡No huyas de mí, doctor, acércate! Mírame, bien, reconóceme. ¿Hasta cuándo he de
esperarte?”

“[] ¿Trabajaré siglos de años y meses para que alguien que no conoce y a quien no
conozco me corte la cabeza con una máquina pequeña?”

“No, hermanito mío. No ayudes a afilar esa máquina contra mí; acércate, deja que te
conozca; mira detenidamente mi rostro, mis venas; el viento que va de mi tierra a la
tuya es el mismo; el mismo viento respiramos”. 

El sonido del charango


Jaime Guardia. Todos los matices del Perú andino, sus paisajes y sonidos fueron
recogidos por Arguedas en su obra. Novelista, difusor de la literatura quechua,
antropólogo y etnólogo fue gracias a él que personalidades como el maestro Jaime
Guardia pudo desarrollar al máximo su arte.

Por: Antonio Muñoz

“A Jaime Guardia, de la Villa de Pauza, en quién la música del Perú está encarnada cual
fuego y llanto sin límites”. Con esta dedicatoria se inicia la novela “Todas las sangres”
del gran José María Arguedas Altamirano, publicada en 1964. Dos años antes, en
febrero de 1962, Arguedas escribió en este suplemento de El Comercio: “Jaime Guardia
integrante de la Lira Pausina, está popularmente considerado como el mejor
charanguista del Perú”.

EL ENCUENTRO

Guardia se topó por primera vez con el escritor allá por el año 1952, tras un festival en
el Coliseo Lima, de la calle Pomabamba, en Breña. “Se me presentó un señor blanco, de
bigotes —cuenta don Jaime— que me felicitó y habló con mucho cariño. “¿De dónde
eres?”, me preguntó. “Está muy bien que mantengas tu estilo, ese sentimiento con el que
cantas y tocas””. De ese encuentro nació una relación de admiración, respeto, mutuo
afecto y de exploraciones musicales y juntos cantaron huainos, k’aswas, araskaskas y
harawies de la sierra sur. “El doctor Arguedas llegó a ser muy amigo de mi casa, le
gustaba hablar en quechua, cantar huainos, cocinar platos serranos. Festejó con nosotros
el primer añito de mi hijo Jaime José”, recuerda Guardia.

CHACRA, CHARANGO Y LIMA


Desde muy pequeño don Jaime sintió la música abriéndose paso dentro de él, para
brotarle como manantial, como arco iris. Nacido el 10 de febrero de 1933 en el seno de
una familia donde tíos y primos eran buenos guitarristas, al pequeño Jaime uno de sus
primos le regaló una quena y un charango. La quena no le llamó mayormente la
atención pero el charango lo sedujo.

Su afán de aprender las melodías de su tierra y expresar lo que sentía lo llevaban a


aparecer en cuanta fiesta organizaban sus mayores para escuchar, observar, tratar de
aprender. Eran tiempos cuando los padres prohibían a los niños tocar instrumentos por
el miedo a que se convirtieran en indisciplinados, músicos bohemios y mujeriegos.

Pero él cogía su charango y a escondidas de su familia lo llevaba a la chacra, y allí


practicaba por horas. A finales de la década de los cuarenta decide tentar suerte en
Lima. Llega a la capital a los 16 años con la gran oleada migratoria andina y en pleno
auge de los coliseos, donde una creciente población provinciana se reencontraba con sus
costumbres, con su música, sus potajes y tradiciones. Por entonces reinaba la música
huancaína alegre y bailable, pero el joven Guardia, poco a poco, introdujo el yaraví,
melancólico, triste.

DE LA MANO DE ARGUEDAS

Ingresó al universo del estudio y de la investigación de nuestra riquísima cultura


popular de la mano de José María Arguedas. “Ingresé al departamento de folclor el 1 de
marzo de 1964 cuando el director de la Casa de la Cultura era el doctor Arguedas, quien
me presentó al doctor Josafat Roel, jefe del departamento y le dijo: “Aquí está este
joven, ya te hablé de él, te lo dejo, tú lo preparas, enséñale””, recuerda don Jaime.
Inicialmente se dedicaron a recopilar grabaciones, información sobre fiestas, entrevistas
a personajes, entre otros, después a viajar.

“Comenzamos a viajar por el Perú. Mi primer viaje fue a Huancayo con el doctor
Arguedas. El Departamento de Folclor era el único lugar al que acudían los intérpretes y
los asistíamos en sus problemas, inclusive personales. El equipo del departamento
estaba formado por el doctor Roel, Juan de la Cruz Fierro, Alicia Gamarra, Hernando
Núñez, Alejandro Vivanco y Alejandro Ortiz Rescaniere. Tuvimos inclusive un
programa radial gracias al apoyo de don Sergio Moral de radio Selecta”, anota quien
casi medio siglo después de la rotunda afirmación de Arguedas en El Dominical, sigue
siendo el mayor concertista de charango en el Perú.

Periodista, investigador y divulgador del folclor nacional.

El violinista de JMA
Legado. Al suicidarse Arguedas dejó dos cartas. En ellas pedía que en su entierro
tocaran tres músicos. Uno de ellos era el violinista ayacuchano Máximo Damián.

La fecha es 26 de noviembre de 1969. Dos días antes de que se disparara el balazo que
acabó con su vida, José María Arguedas participó en una fiesta costumbrista en
homenaje a San Isidro Labrador en Balconcillo, distrito de La Victoria. Llegó ahí
invitado por el violinista Máximo Damián.
“Él estuvo como siempre”, recuerda el músico. “Bailó sus huainos, tomó chicha de
jora”, cuenta el violinista, nacido en el centro poblado de San Diego de Ishua, valle de
Sondondo, provincia de Lucanas.

“El doctor bailaba, bailaba sin descanso. Recuerdo que pensé: “parece que está diciendo
adiós, adiós huaino””.

LA CENA QUE NO SE REALIZÓ

Máximo Damián tiene una peculiar manera de conversar, entre el quechua que nació
con él y el castellano aprendido.

Después de la celebración, Arguedas había ofrecido ir a la casa de Máximo a comer.

“Jueves era. Yo mandé a cocinar a mi tía Lahua sopa de trigo, papas, queso. Pero él no
vino, pues. El doctor era bien cumplido, pero eran como las once de la noche y no
venía. Dejé mi velita prendida. Guardé la comida, todo. Esa noche yo me soñé que me
estaba hablando el doctor. Ven, decía, Arguedas ha venido”.

En la mañana, Máximo Damián salió a comprar pan y vio la terrible noticia en el diario.

“Estaba en primera página: José María Arguedas se ha suicidado. Ahí mismo fui al
hospital central. Cuando llegué ya no hablaba. Después se murió. Así que yo me lloré
nomás”.

DOS CARTAS

José María Arguedas había dejado dos cartas, una al rector de la Universidad Nacional
Agraria, donde era profesor, y otra a los estudiantes.

Ahí les pedía que acompañaran su entierro los músicos Jaime Guardia Neyra, Máximo
Damián Huamaní y José Durand, deseo que fue cumplido.

Máximo Damián tocó la tonada de los danzantes de tijeras “La agonía”, mientras
colocaban el féretro en el nicho.

UNA DEDICATORIA

Él fue uno de los grandes amigos de Arguedas, compartieron viajes y veladas musicales.
Gracias a José María, pudo trabajar en un banco y posteriormente fue profesor de violín
en la Escuela Nacional de Folclor.

La novela póstuma “El zorro de arriba y el zorro de abajo” tiene esta sentida
dedicatoria: “A Emilio Adolfo Westphalen y al violinista Máximo Damián Huamaní de
San Diego de Ishua, les dedico temeroso, este lisiado y desigual relato”.

"Los ríos profundos" en alemán


Arguedianos. A casi cuarenta y cinco años de la aparición de “Die Tiefen Flüsse” (Los
ríos profundos), en Alemania, llena de orgullo comprobar el hondo interés que
Arguedas sigue concitando entre los jóvenes de este país.

Por: Carmen Pinilla

Las obras de Arguedas encierran un mensaje de universalidad. Él consideró primordial


expresar con veracidad el “alma” de todos los hombres que forman el Perú, pero
especialmente del hombre andino, relegado injustamente a pesar de su enorme potencial
creador. Estaba convencido de que adentrándose en las entrañas del pueblo que lo
cobijó en su infancia, podía expresar lo singular y al mismo tiempo lo universal. El
tiempo demuestra que estuvo en lo cierto.

EL PRIMER VIAJE

El aprecio en Alemania por la obra de Arguedas se remonta a la década del 60, y puede
reconstruirse a través de las cartas (recientemente publicadas) que el autor intercambió
con sus editores. El primer contacto parece provenir de los directores de la revista
“Humboldt” al invitar a Arguedas a Berlín, en 1962, para participar en el Primer
Coloquio de Escritores Latinoamericanos y Alemanes. Arguedas desarrolló el tema “La
visión del escritor en la evolución de nuestra época. El escritor como intérprete de la
sociedad actual”. Regresó de este viaje maravillado, particularmente por la
majestuosidad del Rin, al que comparó con los ríos de su sierra querida. Para entonces
Arguedas era admirador de autores alemanes vinculados al romanticismo (literario y
filosófico); de Dilthey, especialmente, a quien menciona en un artículo de 1953 (“La
sierra en el proceso de la cultura peruana”). Es probable que llegara a conocer la obra de
este filósofo porque su profesor Jorge Muelle, educado en Alemania, era un entusiasta
lector de Dilthey.

Arguedas citó un estudio de este filósofo alemán sobre la poética de Goethe, publicado
en “Vida y Poesía”, para sostener que es a través de la vivencia estética, de la
admiración que suscita en el espectador la contemplación de una obra de arte, que puede
lograrse un auténtico acercamiento a lo ajeno, de incorporación de lo diferente.

En esta experiencia paradigmática radicaba —según Arguedas— el modelo para una


integración igualitaria de diferentes culturas (una tesis de notable actualidad, defendida
por multiculturalistas como Charles Taylor o por artistas como Fernando de Szyszlo).

LAS EDICIONES

Dos meses después de su visita a Alemania, y luego de cuatro años de publicado “Los
ríos profundos” (Editorial Losada, 1958), Arguedas recibe propuestas de dos
importantes editoriales alemanas. Edith Aron, traductora de la Lutchterhand Verlag, le
pide el 21 de octubre de 1962 traducir y publicar “Los ríos profundos”, “La agonía de
Rasu Ñiti” y “Agua”. Y el 13 de noviembre de este mismo año, desde Colonia,
Alexandra von Miquel, representante de la Verlag Kiepenheuer & Witsch, solicita,
asimismo, la traducción y edición de “Los ríos profundos”. El Dr. Witsch, de esta
editorial, intuyendo la difícil situación del escritor latinoamericano, le ofrece 1.500
marcos de adelanto y el 7% del precio de venta por ejemplar, en un tiraje de 5.000
libros. También el 50% de futuras impresiones. Además, le solicita los derechos sobre
“Yawar fiesta”, “El Sexto”, “Agua”, y “Canciones y cuentos del pueblo quechua”.

Todo indica que Arguedas aceptó esta última propuesta. Pero lo curioso es que no
advirtió que había estado en tratos con dos editoriales diferentes. Lo cierto es que “Die
Tiefen Flüsse” aparece en 1965, por la Verlag Kiepenheuer, con traducción de Susanne
Heintz; habiéndose producido desde entonces varias reediciones por diferentes
editoriales.

Cuarenta y cuatro años más tarde es asombroso comprobar el profundo conocimiento


sobre la obra de Arguedas que poseen los alumnos de la Universidad de Bonn, en cuya
biblioteca se puede encontrar importantes publicaciones de y sobre nuestro escritor,
tanto europeas como latinoamericanas. Lo he podido apreciar a través de las charlas que
en dos oportunidades he dictado en esta universidad. Con sorpresa advertí que las
reuniones —que imaginé tendrían como público un reducido grupo de especialistas—
convocaron a entusiastas alumnos. Claro que también contribuye a ello el estímulo del
profesor Elmar Schmidt, quien, cautivado por el mensaje integrador de Arguedas,
fomenta su lectura con grandes resultados.

En vísperas de conmemorarse 40 años de la muerte de Arguedas (2 de diciembre de este


año), y el centenario de su nacimiento (18 de enero del 2011) comprobamos la
incuestionable actualidad de su obra, la que, por estar genialmente enraizada en el
terruño, alcanzó la universalidad de los clásicos.

Investigadora. Autora de varias publicaciones sobre la obra de Arguedas.

FRASES PARA NO OLVIDAR

"He vivido en vano"


José María Arguedas (1911-1969), tras las mesas redondas organizadas en junio de
1965 por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), en las que se dijo que su novela
“Todas las sangres” no era aprovechable sociológicamente. Y añadió: “Casi demostrado
hoy por dos sabios sociólogos y un economista que mi libro es negativo para el país, no
tengo ya nada que hacer en este mundo”. En esa mesa participaron: José Miguel
Oviedo, José Matos Mar, Aníbal Quijano, Jorge Bravo Bresanni, Henri Favre y
Sebastián Salazar Bondy. Cuatro años más tarde Arguedas se suicidaba.

El canon de
Mario Delgado Director de Cuatrotablas

1.Shakespeare, nuestro contemporáneo


Jan Kott
Permite entender a Shakespeare como el más grande autor dramático occidental.
2.Shakespeare, la invención de lo humano
Harold Bloom
Bloom va apasionadamente más allá de los límites de la comprensión humana.

3.Los ríos profundos


José María Arguedas
Ninguna novela peruana es tan teatral, poética y exquisita. Y nunca lo andino fue amado
y odiado tanto.

4.Lituma en los Andes


Mario Vargas Llosa
Nunca un escritor peruano y occidental me acercó tanto a ese otro mundo que no
queremos ver, el Perú profundo.

5.Obra poética
César Vallejo
La revisión de Georgette Vallejo es lo mejor condensado de lo escrito por el poeta.
Certificado por quien lo amó y cuidó hasta su muerte.

6.La política de la experiencia


Ronald D. Laing
“Todos somos asesinos y prostitutas, y no importa a qué cultura o nación
pertenezcamos”. Palabras que siempre me trasgreden y me enfrentan a la realidad.

7.Hamlet
William Shakespeare
El más perfecto de todos los imperfectos seres humanos, creado por la ficción.

8.Trabajar con Grotowski


Thomas Richard
Un aprendizaje extraordinariamente honesto y apasionante.

9.El amor en los tiempos del cólera


Gabriel García Márquez
La incondicionalidad absoluta del amor solo es posible en el abandono y la santidad.

10.Hacia
un teatro pobre Jerzy Grotowski
Tratado de teatro y vida. Grotowski fue el hombre de teatro contemporáneo más
consecuente y riguroso.

ES MUNDIAL

La resurrección de Rasu Ñiti


La obra de José María Arguedas sigue inspirando a las nuevas generaciones de
creadores en el Perú. “Danzak”, por ejemplo, es un cortometraje de impecable factura
de la joven realizadora peruana Gabriela Yepes. Está inspirado en el cuento “La agonía
de Rasu Ñiti” y ha cosechado ya ocho premios internacionales, entre otros, en el
Festival de Slatioara en Rumanía, el Austin Film Festival, el Festival de Cine Las
Américas en Estados Unidos; así como reconocimientos especiales en la Berlinale y
más recientemente en Cannes. Yepes traslada la andina habitación de Pedro Huancayre,
el gran danzak “Aplastador de Nieve” (Rasu Ñiti), a una zona urbano marginal de Lima.
Afuera están los problemas sociales y económicos, los ruidos, el caos y el
aculturamiento; adentro el danzante de tijeras agoniza en una cama y cada vez se siente
más cerca de la lejana y simbólica naturaleza de los Andes. A diferencia del cuento de
Arguedas, aquí la esposa transita por el desarraigo al intentar construirse una identidad
urbana, de ser otra en el nuevo espacio que habita. Es la hija, la pequeña Nina, quien se
aferra a las creencias y tradiciones del padre. La última danza de Huancayre se va a dar
en un mundo paralelo, espiritual.

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