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“LA IDEOLOGÍA ALEMANA” DE MARX COMO RESPUESTA AL MATERIALISMO

CONTEMPLATIVO DE L. FEUERBACH.

El sistema filosófico hegeliano había sido, aun en vida de su gestor, la síntesis lógica de la
filosofía moderna que, como sistema, albergaba ya en sí el desarrollo histórico de la conciencia
filosófica desde los griegos hasta las “luces” de Kant, Fichte y Schelling.

Por ello mismo, y por el hecho de no tener una fuente de pensamiento más completa desde
donde ubicarse (por lo menos en lo que al pensamiento alemán refiere), los herederos de
Hegel hubieron de recurrir a fragmentar el sistema, tomando de él aquellos conceptos que más
se adecuaban a sus cometidos teóricos y confrontándolos con la totalidad del sistema o, en su
defecto, con aquellas pseudo-elaboraciones que sus coetáneos realizaban sobre el mismo. A
esto se refiere Marx cuando habla de una “descomposición del espíritu absoluto” que, en
últimas, se remitía a lo que en otro lugar llamará una confrontación de ideas con las ideas
mismas y no con los fenómenos reales.

Todo esto, sin embargo, mistificado realmente por la orientación estrictamente teológica que
se le daba a la ideología hegeliana del espíritu absoluto; que, entre otras cosas, no consideró
nunca lo más esencial del pensamiento de Hegel: la lógica y el método. Esta generación de
filósofos “neo-hegelianos” centraba su atención en la consideración casi hermética de ver en la
conciencia (pensamiento) del hombre la causa de todas sus prácticas reales (la totalidad de las
esferas de la conciencia). Con ello, restringían su crítica exclusivamente al campo del
pensamiento, y el culmen del sistema hegeliano donde se corrobora la conciencia en el
momento de la razón (la idea o la praxis), quedaba simplemente relegado.

Ahora bien, los adelantos filosóficos del “nuevo” Idealismo alemán consideraban el desarrollo
histórico del espíritu humano, pero solo desde las formas más “abstractas” de considerarlo, es
decir, desde los fundamentos teológicos; y la forma materialista de considerar al hombre como
un ser “real y concreto” (Feuerbach), se limitaba a verlo determinado en su mundo por “leyes”
ajenas a su voluntad. Por tal razón considera Marx (realizando una síntesis entre el idealismo y,
lo que él mismo denomina, el materialismo contemplativo), que el hombre es un ser real
(material), pero que el desarrollo histórico de su propia conciencia le da la posibilidad de actuar
de manera “revolucionaria, práctico-crítica” ante el mundo que este mismo construye.

Marx parte pues de una premisa universal que no distingue particularidades naturales ni
unilaterales, a saber: el hecho de ver en los hombres “individuos humanos vivientes”, es decir,
con necesidades –inicialmente materiales-. De igual forma supone, además, que la distinción
biológica fundamental de éste frente a los demás animales es la de “producir sus medios de
vida [e]… inmediatamente su propia vida material <!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> ”.
Así pues, la consideración de Marx, en diálogo con el método hegeliano, es que: por una parte,
la forma en que el hombre se relaciona consigo mismo y con la naturaleza a través de todas las
esferas de la conciencia, determina sus condiciones mismas de existencia; pero a su vez, por
otro lado, son estos “modos de producción” (p. 31) que él desarrolla históricamente, los que van
a determinar su conciencia. Bajo esta lógica no se pueden escindir ambas consideraciones de
manera arbitraria (p. 49). Con esto, es igualmente fundamental que en el campo donde el
hombre produce las condiciones para su existencia, sea donde de igual manera se produce y
reproduce su conciencia.

Ahora bien, siguiendo el método de exposición de Marx, tal reproducción de las condiciones de
existencia supone un aumento de la población y con ella una creciente división del trabajo, es
decir, una separación de los oficios primigeniamente naturales y posteriormente sociales, que
desembocarán en una contradicción entre el campo y la ciudad a través de las diferentes
épocas; ello suponiendo de antemano la sujeción de las relaciones sociales, económicas,
políticas, etc., a los desarrollos simultáneos de la ciencia, las creencias religiosas, el arte…
“nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos que, como productores,
actúan de un determinado modo, contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas
determinadas” (p. 35).

Vemos de ésta manera cómo las representaciones, ideologías, formas de relación social, son
producciones consientes del hombre, pero que responden necesariamente al desarrollo mismo
de las fuerzas productivas; es decir, al resto de las esferas de la conciencia <!--[if !
supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]-->. Así, diríamos con Marx y Hegel, que si la ciencia como tal
no es otra cosa que el desarrollo histórico de la misma, la conciencia no es más que el
desarrollo histórico del hombre en su relación consigo mismo y con la naturaleza. Como ya
hemos visto es éste el principal aporte de la filosofía alemana desde Kant: la reconciliación
(identidad) entre sujeto y objeto [hombre-naturaleza] (p. 36).

Marx considera pues que uno de los factores prácticos que más ha influido en el desarrollo
histórico de las relaciones entre los hombres ha sido la necesidad de dividir las capacidades
humanas para determinados oficios. Tal factor es –para Marx- el motor de la historia, es en la
división del trabajo donde se despliegan las contradicciones que darán paso a un momento
superior en la relación hombre-naturaleza. En Marx, tal definición de la división del trabajo
corresponderá al concepto de propiedad privada. Por tanto, encierra en sí mismo o mejor, en
su contenido (como concepto), las contradicciones del modo de producción a que corresponde,
por cuanto establece discrepancias de interés entre el individuo y la sociedad <!--[if !
supportFootnotes]-->[3]<!--[endif]--> (interés particular frente a interés general), “mientras las
actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural,
los actos propios del hombre se erigen ante él como un poder ajeno y hostil que los sojuzga, en
vez de ser él quien los domine” (p. 43). Esto en lo referente a que es necesidad del individuo
permanecer y depender completamente del trabajo en que se ha especializado, dado que el
trabajar para proveerse las condiciones de existencia supone, en un mercado de altísima
competencia como el laboral obrero, dedicar la totalidad del tiempo a la satisfacción de las
primeras necesidades con el tiempo restante posibilitado exclusivamente para el descanso <!--
[if !supportFootnotes]-->[4]<!--[endif]-->.
El hecho de que Marx parta de estos supuestos al parecer tan elementales y perfectamente tan
conocidos por la historia, reside en que los desarrollos en la filosofía alemana posterior a
Hegel, y en especial Stirner, Feuerbach, entre otros, hayan acuñado conceptos como el “único”,
o modificado otros como “autoconciencia” o “espíritu”, que suponen un hombre dado al mundo
bajo condicione inalterables y completamente ajenas a él (robinsonadas), y sobre estas
condiciones aun sin resolver despliegan su teoría.

Marx ve además, que estas consideraciones, muchas veces ahistóricas o simplemente


historicistas, remiten los grandes acontecimientos de la historia a este hombre individual y
aislado como protagonista del suceso revolucionario, o restringen el desarrollo total en las
esferas de la conciencia a alguna en particular (política, religión…); cuando el desarrollo
histórico de la conciencia, y con él las contradicciones que emergen dentro de cada momento,
responden al desarrollo total de la misma, aun cuando sea en una de ellas donde cobre
verdadera fuerza el proceso revolucionario (las formas del poder político en la revolución
francesa o el capital en la sociedad burguesa, por ejemplo). En palabras de Marx, lo anterior
sería algo así como limitarse a “ofrecernos la historia de las ideas desconectada de los hechos
y los desarrollos prácticos que le sirven de base […]” (p. 51). Un mundo del concepto que es
incompleto cuando aun no ha descendido al terreno de la Praxis<!--[if !supportFootnotes]--
>[5]<!--[endif]--> .
La mayor aproximación que realizó la ideología alemana después de Hegel al hombre real y
concreto estuvo, según Marx, en persona de L. Feuerbach; quien, no obstante, debido a su
afán por acabar completamente con el idealismo mistificado de su generación, restringe su
campo de acción a la “contemplación” de un hombre sin posibilidad de revolucionar sus
condiciones de existencia –como ya mencionábamos-.

Feuerbach pasa por alto, con esta concepción, la identidad necesaria entre el mundo real y
concreto y la forma en que, a través de él, se elaboran las creencias religiosas, la moral, el
mundo estético, etc. Y de qué manera cada uno es, a su vez, causa y consecuencia
inescindible del otro, y son en uno mismo la conciencia dinámica que mueve la historia. Dice
Marx, además, que lo único que alcanza a hacer Feuerbach es a “contemplar a los distintos
individuos [que por el hecho de ser distintos tienen necesidades diferentes, prácticas culturales
disímiles y otras formas de relacionarse con la su entorno] dentro de la sociedad civil” (Tesis 9).
Discusión que ya había realizado Marx en su Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, sobre
el problema de la generalización de los intereses del pueblo en un concepto abstracto como
“sociedad civil” y el Estado, en persona del Monarca, como síntesis de esos intereses.

Este problema de Feuerbach repercute en que se considere al hombre y su relación histórica


con la naturaleza solamente en sucesos independientes o de “generación espontánea”, que
contradicen no solo la concepción teórica del método hegeliano adoptado por Marx, sino,
fácticamente, el sentido mismo de la historia. De allí que se considere la teoría de Marx como
“materialismo histórico”.

Marx no dejará de insistir en la necesidad de ver en el Hombre y su “humanidad socializada”,


una posibilidad de “transformar el mundo” más allá de sólo “interpretarlo” (Tesis 11).

<!--[if !supportFootnotes]--><!--[endif]-->

<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> Ya hemos visto en anteriores trabajos de Marx


cómo el hombre, dentro de sus relaciones sociales a lo largo de la historia, a la par con su
relación directa con la naturaleza, genera unas formas culturales, jurídicas, éticas, etc.
De relacionarse, es decir, produce y reproduce, no solo su mundo espiritual sino también el
material.
<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]--> Difiere Marx radicalmente de Feuerbach en el
hecho de considerar éste que “los hombre son producto de las circunstancias y de la
educación”.
<!--[if !supportFootnotes]-->[3]<!--[endif]--> Esta condición, dirá Marx, “conduce, pues,
forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de
la sociedad” [Tesis 3].
<!--[if !supportFootnotes]-->[4]<!--[endif]--> Ver, por ejemplo, el capítulo sobre “la jornada de
trabajo” en: Marx, Karl. El Capital, Crítica de la Economía Política.
<!--[if !supportFootnotes]-->[5]<!--[endif]--> “La vida social es, en esencia, práctica. Todos los
misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la
práctica humana y en la comprensión de esta práctica” [Tesis 8].

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