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Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales y

Política

Universidad de Guayaquil

Carrera de Sociología

Integrantes:

Marisol Valdiviezo

Jocsan Robalino

Flor Tomala

Karoline Rosero

Juliana Coello

Tema: Crisis Sociopolítica en Argentina

Argentina ha pasado por varias crisis de las cuales nos permite distinguir el
término «crisis» en el lenguaje coloquial y la pregunta de identificarlo sobre sus
dimensiones económicas, políticas y sociales, analizando los campos discursivos que
intervienen dentro del hecho social.

La paradoja de percibir la crisis como normalidad se fue tornando menos


frecuente y, sobre todo, menos consensual. A partir del incremento de la polarización
política que se produjo en los últimos años de los gobiernos kirchneristas y que se
acrecentó durante el gobierno de Mauricio Macri. En cualquier caso, para una
perspectiva comprensiva e interpretativa, el uso coloquial tan habitual del término
«crisis» es a la vez interesante como dato, pero problemático en términos teóricos.

Una de las formas de comprender la Argentina actual es analizar muy


brevemente tres crisis y tres formas diferentes de respuestas populares. El país atraviesa
el periodo más largo con elecciones libres y sin proscripciones. Ese periodo se inició en
1983, después del fin de la más dramática dictadura militar de su historia. En 1982,
mientras avanzaba la crisis económica y social, se fortalecieron las movilizaciones
sindicales.

La increíble Guerra de Malvinas, dirigida por unas Fuerzas Armadas que ni


siquiera querían ganarla, despertó formas de organización de la sociedad para
multiplicar la solidaridad con los soldados.Luego la hiperinflación de 1989, que tuvo
nuevos brotes al año siguiente, y del potencial «caos social» legó en la cultura política
argentina un miedo muy distinto al de la violencia política: el miedo a la inflación. La
hiperinflación es un fenómeno de disgregación social.

Entre 1991 y 2001 los argentinos soportaron no solo un neoliberalismo extremo,


sino el aumento del desempleo, que pasó de 6% en 1989 a 22% en 20024. Esa sociedad
con «estabilidad» que excluía a millones de argentinos vio agravada su situación con el
inicio de la recesión en 1998. Mientras crecían lentamente las protestas de los
desocupados y de un sector del sindicalismo, no hubo una solución política a esa crisis
económica hasta que nuevamente el país se hundió en otra crisis en diciembre de 2001.

Al comparar brevemente estas grandes crisis argentinas, se plantea al menos una


certeza y una pregunta. La certeza es que no se puede explicar el ciclo de protestas
sociales de 2016 y 2017 sin comprender la diversidad de actores, identidades sociales y
repertorios de acción surgidos en las crisis precedentes. Las respuestas han sido
sumamente disímiles, aunque al mismo tiempo fueron conformando un repertorio de
posibles acciones populares. Deseables para unos, temidas por otros. La pregunta remite
al significado del término «crisis» y a cómo operan las dimensiones económicas,
políticas y sociales.

Argentina atravesó un año de recesión con alta inflación en 2016. Las políticas
económicas, laborales, sociales y de derechos humanos del gobierno de Macri tuvieron
como respuesta un ciclo de protesta que se abrió en marzo de ese año y que aún no se ha
cerrado. Las acciones de la Confederación General del Trabajo (cgt) expresan, con una
composición social muy diferente, una extensa tradición gremial, presente en la crisis de
1982-1983 y en todos los años posteriores, pero muy fortalecida por el crecimiento del
empleo y de los sindicatos entre 2003 y 2015. De todos modos, las clásicas divisiones
en el sindicalismo argentino entre sectores más confrontativos y más «negociadores»
han imposibilitado hasta ahora un plan de lucha.
Cabe mencionar asimismo grandes movilizaciones docentes, tanto en 2016 como
en 2017, la movilización universitaria, la protesta de científicos que llegó a tomar por
cinco días el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y numerosas
protestas contra el cierre de empresas y la pérdida de fuentes de trabajo. A esto se
pueden agregar otras movilizaciones que ha habido en diferentes provincias, con menor
repercusión en los grandes medios.

Esto incluye protestas por crisis de economías regionales, demandas ambientales


y movilizaciones indígenas. Y todavía hay que mencionar que desde 2015 se viene
organizando el movimiento «Ni una menos» contra los femicidios y la violencia de
género, que ha producido movilizaciones de decenas o centenares de miles cada año,
además del primer paro de mujeres.

Por otro lado, la presencia del discurso en los medios actúan como un lugar
privilegiado donde las acciones, y quienes las llevan a cabo, adquieren una particular
identidad a partir de su enunciación y representación. Por esta fundamental razón, el
análisis del discurso mediático constituye una herramienta esencial para comprender no
sólo los sucesos sino, también, los modelos de interpretación que se construyen desde
los medios y, además, como esos mismos modelos afectan la comprensión de la
realidad.

Es decir, para los medios, las protestas irrumpieron de manera sorpresiva. Los
medios separaron taxativamente a los saqueos de los cacerolazos. Los medios
despersonalizaron a los actores de los saqueos. Los medios pasaron rápidamente de la
crisis social a la crisis política. Los medios distinguen niveles de motivación en la
protesta social. •En síntesis, los medios interpretan que la protesta tiene como fin el
ataque a la estructura del poder político, pero no llegan a sistematizar esta
interpretación. En suma, los medios no son convidados de piedra durante la protesta
social sino sujetos protagonistas.
El sistema político tiene sus propuestas al basarse en el modelo de
endeudamiento y dependencia económica de países desarrollados y organismos
financieros internacionales como condición para el crecimiento económico y el
“derrame” de sus beneficios para los sectores más desfavorecidos. Como ya se ha
analizado la historia, es de suma importancia considerar las nuevas medidas políticas
basadas en el endeudamiento externo al menos de manera cautelosa, ya que en el pasado
no muy lejano dieron pie a la peor crisis financiera y social de la Argentina en
2001/2002 (y también estuvieron en la raíz de la “década perdida” de 1980 y la
explosión hiperinflacionaria que la coronó). Asimismo, un reciente informe del Banco
Mundial señala que se espera una reducción del producto de alrededor del 2% en
América del Sur, impulsada sobre todo por la contracción de Brasil y China, y la caída
de los precios de los commodities.

Uno de los objetivos del gobierno actual es erradicar la pobreza en su totalidad y


aumentar la equidad, aunque siguen siendo unos de los principales desafíos para la
Argentina y América latina. Si bien la cantidad de personas que viven en pobreza
disminuyó, tal como se informa en este artículo, todavía son muchos los que luchan por
satisfacer hasta las necesidades más básicas. Frente a su característica trascendente para
la sociedad, la inclusión de grupos vulnerables en torno a la eliminación de la pobreza y
el aumento de la equidad nos obliga a ponderar si esto seguirá teniendo cabida en el
espectro político, y a su vez, si será capaz el Estado de garantizar y promover las
políticas públicas que permitan sostener los avances y lograr poner fin a la pobreza en
todas sus dimensiones y posibiliten el alcance de una realidad con equidad.
Referencias

Natalucci, A., & Paschkes Ronis, M. (2011). Avatares en la implementación de políticas


sociales. Concepciones y prácticas de las organizaciones sociopolíticas que participan en el
Programa Argentina Trabaja (2009-2010). Ana Arias; Alejandra Básalo y Bárbara García
Godoy: Políticas públicas y Trabajo Social. Aportes para la reconstrucción de lo público.
Editorial Espacio. Buenos Aires.

Vázquez, C. (2013). Performances artísticas callejeras en Argentina y Perú: Dinámicas


del arte y la intervención política en contextos recientes de crisis económica y
sociopolítica. ASRI: Arte y sociedad. Revista de investigación, (5), 10.

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