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Summary
The castle of Villalonso is sited in the north-east of that eponymous locality, close to the
town of Toro (Zamora). It is a new fortress built in the middle of the 15 th Century in which
was able to establish two constructive alterations, probably made in the first third of the
16th Century. Inside the courtyard of the castle, during the archaeological intervention in
2010, was found a hole used, at least in its last phase, as a dumping site until it was finally
amortized in an alteration phase. That substructure has provided with an abundant set of
pottery in good conditions of conservation, which makes up an excellent example of the
characteristic dinner service and cooking set of this Castilian area in the period of
transition from the Late Middle Ages to the Modern Era. It is a pottery collection made up
of more than two dozens pieces, from which stand out some white china plates and bowls;
a set of not-glazed bowls, some of them with thin burnished lines decoration; a very fine
jug with sedimentary paste and striated decoration in the slipped surface and granite-
pasted pots and casseroles.
Keywords: Zamora, Villalonso Castle, Late Middle Ages to Modern Era transition,
pottery lots, white china, slipped surfaced pottery, common pottery
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Aratikos arqueólogos, S.L. C/ Estación 37, 2º A. 47004 Valladolid, email: aratikos@terra.es
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El castillo de Villalonso se localiza al noreste del caserío de la localidad epónima,
situada, en la provincia de Zamora, a escasos kilómetros al Este de la ciudad de
Toro (fig. 1). Se trata de una fortaleza construida de nueva planta hacia mediados
del siglo XV y finalizada por don Juan de Ulloa y María de Sarmiento, cuyos
escudos heráldicos lucen aún hoy en día sobre la puerta de acceso al interior del
recinto. La primera referencia documental que constata su existencia se remonta
al año al año 1474. Representa la culminación de un dilatado y complejo proceso
histórico como es la articulación del señorío de Villalonso y la consolidación del
mayorazgo de la familia Ulloa en torno a esta localidad zamorana. El edificio fue
declarado Bien de Interés Cultural el 22 de abril de 1949, con categoría de Castillo.
Entre los meses de mayo y julio de 2006 y febrero y abril de 2010 se realizaron
desde nuestro gabinete –Aratikos Arqueólogos, S.L.- y a propuesta de la
Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, como una actuación previa
a la redacción del proyecto de rehabilitación del edificio, dos intervenciones
arqueológicas –la primera ya publicada en sus resultados (Palomino et alii, 2008)-
que han puesto al descubierto una serie de restos vinculados no sólo con la
construcción conservada actualmente –algunas estructuras en el interior del patio,
parte de una torre barbacana, etc.- sino también con una ocupación anterior –una
serie de hoyos al exterior, en el sector Este, cuyos rellenos albergaban conjuntos
cerámicos propios de los siglos XII/XIII- aún no bien definida.
El castillo se define como una estructura de planta cuadrada reforzada con cuatro
cubos almenados en cada uno de sus ángulos y garitones en la zona media de los
lienzos. En la zona Norte se alza la Torre del Homenaje coronada por volados
canes triples sobre los que se disponen las almenas (fig. 2). Tanto la fábrica de la
torre como el resto de la fortaleza son de buena sillería de caliza. La puerta de
acceso, de arco apuntado, se abre en el lienzo noreste. Al interior, en el patio, no se
conservan en la actualidad restos de sus habitaciones, aunque hay constancia de
que en el siglo XVIII aún permanecían algunos de sus lienzos en pie.
Según E. Cooper, que recoge lo apuntado ya en 1987 por Fernando Cobos y Javier
de Castro, esta fortaleza se incluye en un grupo convencionalmente denominado
“escuela de Valladolid”, adscripción que se fundamenta en las similitudes
constructivas y estilísticas que presenta con la fortaleza vallisoletana de Portillo y
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la palentina de Ampudia (1991: 223), y dentro de la cual se incluyen también los
castillos vallisoletanos de Torrelobatón, Fuensaldaña, Villavellid, Fuente el Sol,
Foncastín, Villafuerte, la Mota de Medina del Campo –recinto interior- y el
palentino de Fuentes de Valdepero (Cobos y de Castro, 1987: 147). Cooper destaca
igualmente que su construcción se vio favorecida por el hecho de contar con
canteras propias, circunstancia que se manifiesta en la uniformidad del programa
constructivo (Ibídem: 224-225).
Uno de los hallazgos más singulares, correspondiente a la campaña del año 2010,
ha sido la documentación en el patio de armas, en un sondeo efectuado en el
interior de la crujía oeste, de un hoyo utilizado al menos en su último momento
como basurero (fig. 3.1-3). Su interior albergaba, en un sedimento con abundante
materia orgánica, restos de fauna y, sobre todo, una interesante colección de
recipientes cerámicos -en torno a las dos docenas-, conservados muchos de ellos
en la totalidad de su perfil. Se trata de un ajuar cerámico compuesto
mayoritariamente por piezas de cocina y, en menor medida, por otras destinadas
al servicio de mesa que, a juzgar por sus características tecnológicas y
morfológicas, podría encuadrarse, como veremos, en momentos muy finales del
siglo XV sino ya en las primeras décadas del siglo XVI.
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este muro y su derrumbe se dispone un homogéneo echadizo de nivelación que,
lamentablemente, no ha proporcionado material arqueológico alguno, echadizo
sellado a su vez por una fina capa de ceniza, destinada muy posiblemente a aislar e
higienizar la superficie sobre la que se va a construir. Efectivamente, sobre esta
ceniza se dispone otra finísima capa terrera que sirve de asiento y ligazón a un
pavimento de losetas de barro. Estas dos últimas capas constructivas, cenizas y
base de asiento, sí han proporcionado algunos materiales, no muy abundantes
pero significativos, que aportan una fecha post quem para la construcción del
pavimento que ha de ser posterior a momentos muy finales del siglo XV o más
bien ya, a los comienzos del siglo XVI. Así, en estos depósitos, y junto a una
mayoría de pequeños fragmentos asimilables a las producciones de loza, en su
variedad de medio baño –platos y escudillas-, se localizan aún dos fragmentos
correspondientes a lozas mudéjares, dos de ellas con decoración verde manganeso
y, la última, con esquema –no identificable- en azul cobalto, pieza ésta originaria
muy posiblemente de los alfares levantinos. La perduración de este tipo de piezas
en los comienzos del siglo XVI –en lo que respecta sobre todo a las piezas azul
cobalto y sus adláteres de reflejo dorado- está atestiguada no sólo por la
información que proporcionan las zonas alfareras –sabemos por ejemplo que en
Paterna los hornos permanecen en activo sin cambios aparentes hasta ser
arrasados durante el conflicto de las Germanías (López Elum, 2006: 39)- sino
también por datos que aporta la documentación de la época –en los inventarios de
bienes post mortem de la cercana ciudad de Valladolid, por ejemplo, se menciona
frecuentemente aún la presencia de piezas doradas en las primeras décadas del
siglo XVI (Moratinos y Villanueva, e. p)-.
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reformas que, como ya hemos apuntado, acomete Diego de Ulloa en fechas
posteriores a la guerra de las Comunidades y que determinan la conversión de la
fortaleza primigenia en un castillo con función eminentemente residencial.
Continuando con la lectura estratigráfica de este sector del patio hay que señalar
que sobre este pavimento de baldosas se localizó un nivel de derrumbe y
escombros que contenía un abundante conjunto de materiales correspondientes al
último momento de vida del castillo, a los que hay que unir sin duda aportes
posteriores que encuentran su explicación en la cercana presencia del casco
urbano de la localidad. Estos derrumbes contenían así fundamentalmente, junto a
abundantes molduras de yeso correspondientes a los revestimientos parietales de
las diferentes estancias localizadas en la crujía, un abundante conjunto cerámico
que encuentra su acomodo cronológico en los siglos XVI-XVII –no creemos que
muy avanzado este último-. Contamos así con producciones de loza, esmaltadas en
una o ambas superficies: escudillas y platos fundamentalmente, decorados en
algún caso con trazos esmaltados en verde. Junto a estos se documentan
fragmentos correspondientes a recipientes de cocina de pastas micáceas,
procedentes de los cercanos alfares zamoranos –entre ellas las inconfundibles
piezas de Muelas del Pan, con las superficies bien pulimentadas (Moratinos y
Villanueva, 2006)-, y algunos tipos de cerámica común y engobada, de pastas
marrones o rojizas bien depuradas, entre las que destacan sin duda un tipo de
piezas cerradas, jarras y jarritas fundamentalmente, de pastas rojizas muy finas,
engobe rojizo sobre todo al exterior y decoradas con motivos incisos y con finas
líneas bruñidas verticales, que encuentran un claro paralelo arqueológico en las
denominadas jarras del Patio de los Siete del Palacio de los Condes de Requena en
la vecina localidad de Toro (Larren, 1992) o en algunas de las piezas vinculadas
con el posible alfar de la Cuesta del Negrillo de la misma localidad (Idem, 1991),
piezas éstas que nos resultarán de gran utilidad, como veremos, a la hora de
interpretar algunos de los vasos recuperados en el hoyo.
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de formar parte de un contexto cerrado que avala su sincronía. Efectivamente, y a
pesar de que en el interior del hoyo se diferenciaran hasta cuatro depósitos en
función de cambios muy sutiles en la coloración o textura del sedimento, la propia
presencia de fragmentos correspondientes a los mismos recipientes a lo largo y
ancho de la potencia exhumada pone de manifiesto su carácter de vertido
coetáneo. Es evidente, por tanto, que nos encontramos ante los restos de un ajuar
cerámico desechado por los propietarios del castillo en momentos anteriores a la
realización de importantes reformas en la crujía, reformas que, como hemos
sugerido, y a juzgar por los datos con que contamos, podrían vincularse con esa
fase general de transformación que acomete Diego de Ulloa en la fortaleza tras la
Guerra de las Comunidades.
Una parte importante de los recipientes de cocina y almacén han sido elaborados,
pues, con pastas sedimentarias. Presentan tonalidades marrones, en algún caso
con el alma gris e incluyen finas partículas de mica, caliza y/o cuarzo. Las
superficies se presentan ligeramente alisadas.
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base- mientras que la tercera es más pequeña -18,5 cm de altura, 13,5 cm de
diámetro en el borde y 10 cm en la base-. Esta última presenta además su
superficie muy ennegrecida al exterior, como consecuencia de su exposición al
fuego en la cocina.
Junto a ésta se documentan otras tres escudillas que presentan un perfil y unas
dimensiones muy similares -8,5/9 cm de altura y 18,5/20 cm de diámetro en el
borde y 8,5-9 cm en el fondo- (fig. 4.2). Se trata de piezas de perfil troncocónico,
de borde recto, pared carenada y fondo plano, ligeramente talonado. Dos de ellas
presentan el borde decorado al exterior con acanaladuras horizontales y paralelas
mientras que la última, de borde ligeramente exvasado –lo que confiere a la pieza
un perfil ligeramente acampanado- se presenta lisa al exterior. Al interior, dos de
ellas presentan líneas bruñidas dispuestas de modo radial, esquema ya
identificado en la primera de las piezas de este tipo descritas. Un último detalle a
apuntar es que uno de estos recipientes presenta una pequeña perforación circular
en centro del fondo, realizada en un momento posterior a la cocción. Da la
impresión por tanto de que el recipiente fue destinado, al menos en el último
momento, a una función para la que no fue concebido en su origen.
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La mayor parte de los recipientes de cocina están elaborados, como ya hemos
apuntado, en pastas graníticas, lo que les confiere una gran resistencia al choque
térmico (fig. 5.1). Estas pastas, generalmente ligeras y de tonalidades marrones o
grises, se presentan mal compactadas e incluyen finas y abundantes partículas de
mica plateada. Gran parte de ellas presentan sus superficies perfectamente
alisadas, al interior en las formas abiertas y al exterior en las cerradas, en un
recurso técnico que resulta muy característico, como ya se ha apuntado, de los
alfares zamoranos de Muelas del Pan (Moratinos y Villanueva, 2006, Villanueva, e.
p.).
Contamos en concreto con cinco recipientes tipo olla conservados en gran parte de
su perfil -dos de ellas de medianas dimensiones y las otras tres de menor tamaño-,
a los que hay que añadir algunos otros fragmentos mucho más parciales. Desde el
punto de vista morfológico obedecen a dos modelos básicos. Por un lado contamos
con una pieza conservada en su totalidad –de 17,2 cm de altura y 13 cm de
diámetro- que presenta fondo plano, cuerpo globular y corto borde exvasado de
labio moldurado, con ligera concavidad interior para asentar una tapadera. Un
pequeño fragmento de borde muy parcial parece corresponder a otro recipiente de
idéntica morfología. El otro tipo formal está representado por un recipiente en casi
perfecto estado de conservación –únicamente le falta un asa- y por otras tres
piezas, más parciales, de dimensiones más reducidas. Presentan fondo plano –
únicamente conservado en la pieza de perfil completo- cuerpo globular y borde
recto, de no amplio desarrollo y ligeramente cóncavo al interior. La pieza de
mayores dimensiones -17,5 cm de altura y 12 cm de diámetro- presenta dos asas de
cinta enfrentadas en la parte alta de la pared. Las otras tres piezas sin embargo- de
unos 10 cm de diámetro- parecen haber tenido únicamente un asa.
Tres recipientes bien pueden ser adscritos al tipo cazuela, presentando unas
características formales muy similares, por no decir idénticas. Se trata de piezas
bajas, de fondo plano, pared globular y corto borde recto o ligeramente exvasado,
con el labio decorado con digitaciones o trazos impresos oblicuos. Dos finas asas
enfrentadas arrancan del mismo labio para alcanzar la zona media-baja de la
pared. Dos de ellas conservan la totalidad de su perfil -la primera, completa, está
en un estado de conservación realmente excepcional, presentando unas
dimensiones de 7 cm de altura, 17,5 cm de diámetro en la boca y 13,6 cm en el
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fondo. La otra, fragmentada, tiene de 8 cm de altura, 21 cm de diámetro en el
borde y 19 en el fondo-. La última pieza se conserva de modo muy parcial. Sus
dimensiones son 6,5 cm de altura y 19-20 cm de diámetro en la boca.
Dos son los recipientes tipo jarra conservados. De uno de ellos, de pasta gris,
únicamente se conserva parte de la zona del borde-cuello, de trayectoria recta y
con arranque de pico vertedor, decorada con finas molduras, separadas,
horizontales y paralelas.
Por último, y entre los recipientes de mesa, hay que mencionar la presencia de una
escudilla conservada también de modo completo. Se define en este caso como una
pieza de fondo plano, pared hemisférica, ligeramente flexionada o carenada en la
zona alta, y borde recto abierto o ligeramente exvasado, con el labio delimitado al
exterior con acanaladura horizontal. Presenta 6,5 cm de altura y 15 cm de
diámetro en la boca.
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decorado con digitaciones. Como consecuencia de su uso, la pieza se presenta
claramente ennegrecida, sobre todo en su mitad inferior al interior. La pasta
presenta características algo más groseras que el resto. Así, junto a las abundantes
partículas de mica plateada, incluye otras de cuarzo o cuarcita de mayor calibre.
Junto a estas piezas destinadas de modo mayoritario, como hemos visto, a su uso
en cocinas y almacenes, se documentan otras dedicadas al servicio de mesa. Se
trata mayoritariamente de producciones de loza, de pastas sedimentarias o
calcáreas y superficies cubiertas, generalmente sólo al interior aunque en
ocasiones también al exterior, por densos vidriados plúmbeo-estanníferos. Se han
recuperado en concreto cuatro piezas que conservan gran parte de su perfil, a las
que hay que añadir algunos otros fragmentos de reducidas dimensiones.
Corresponden en todos los casos a formas abiertas, tipo plato o escudilla (fig. 6.1).
Se trata básicamente de un conjunto liso, sin decoración.
Las piezas mejor conservadas son los platos. Son recipientes de 22-23 cm de
diámetro, dimensiones moderadas que permiten sospechar un uso vinculado con
el consumo individual de alimentos. Uno de ellos, de 3,5 cm de altura, presenta un
perfil profundo. Se define éste como un plato de pared recta abierta, con ala
marcada únicamente al interior, fondo reforzado con grueso anillo de solero y
borde recto abierto con el labio delimitado al interior por una acanaladura sobre la
que se dispone una banda concéntrica pintada y esmaltada en verde cobre. Otros
dos ejemplares presentan un perfil más plano y abierto, rondando su altura los 3
cm. Se trata de piezas ligeramente más gráciles, de fondo retorneado –rehundido-,
pared recta abierta al exterior, nuevamente con el ala marcada sólo al interior con
arista, y borde en este caso ligeramente exvasado. Uno de estos dos platos presenta
la superficie externa cubierta también con vidriado plúmbeo-estannífero. Esmalte
en ambas superficies presenta también otra de estas piezas de la que se conserva
únicamente parte del fondo –nuevamente retorneado- y el arranque de pared, con
ala marcada al interior.
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Algo peor representadas están las escudillas. Se han recuperado fragmentos
correspondientes al menos a tres de estos recipientes, asimilables en todos los
casos a la variedad de medio baño. Se trata de piezas de 14-15 cm de diámetro, de
borde recto, pared hemisférica al interior y ligeramente carenada al exterior y
fondo, cuando se conserva, retorneado. Una de ellas, la mejor conservada,
presenta además un asa de orejeta triangular -con pequeña perforación circular en
el extremo- adosada al borde.
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y, en menor medida, por algunas escudillas de cerámica común elaboradas con
pastas graníticas y sedimentarias.
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procesos resulta de vital importancia el análisis de las producciones de loza blanca,
abundante ya, por lo que se conoce, en los últimos contextos de la época
bajomedieval, y receptoras de las primeras influencias renacentistas. Precisamente
uno de los grandes problemas de indefinición del momento, sino el que más,
radica en gran medida en la imposibilidad de diferenciar los distintos hitos de lo
que parece un proceso continuo: ese que, partiendo de las producciones
tradicionales de loza blanca de raigambre mudéjar desembocará en las primeras
series blancas renacentistas.
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incluidos en el Tipo A de los analizados en la vallisoletana calle de Duque de la
Victoria (Villanueva, 1998: 204-205).
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plenamente renacentistas, propias de momentos inmediatamente posteriores. El
único esquema decorativo en definitiva es esa línea en verde cobre que delimita el
labio de uno de los platos, tonalidad ésta de clara herencia y raigambre mudéjar.
La morfología de las piezas recuerda en gran manera también a algunas
producciones bajomedievales. Es el caso por ejemplo de esa escudilla de orejetas,
que encuentra sus paralelos más directos entre las escudillas de reflejo dorado o
azul cobalto elaboradas en el área valenciana en el siglo XV, o de los platos, que
presentan el ala marcada únicamente al interior, de manera que la trayectoria de
la pared se mantiene recta al exterior, y para los que pueden mencionarse
idénticos paralelos formales (González Martí, 1945). Asimismo uno de estos platos
presenta el fondo rematado con un grueso anillo de solero, detalle éste también
característico de los tipos mudéjares. Sin embargo sí hay que señalar también la
presencia de algunos pequeños detalles que parecen avanzar ya ideas nuevas. Es el
caso de los fondos retorneados de acusada concavidad, presentes en dos de los
platos analizados, que aportan a las piezas un aspecto mucho más ligero,
circunstancia ésta que se ve acentuada en uno de ellos por el carácter exvasado del
borde. Un dato importante, a nuestro juicio, de cara a valorar la implantación de
los nuevos modelos renacentistas, con la consiguiente transformación de la
sociedad que los produce, se deriva del tamaño de estos platos. Y es que, como ya
hemos apuntado, se trata de ejemplares de dimensiones no muy amplias -21/22
cm- bien alejados ya por tanto de los módulos de las piezas medievales –mucho
mayores-, lo que parece hablar ya de un uso individual acorde con las nuevas
costumbres en la mesa.
2
La presencia de piezas de similares características está bien atestiguada por ejemplo en varios contextos exhumados en
la ciudad de Valladolid (Moreda, Nanclares y Martín, 1991: 245, 247, 275-282) o de la cercana villa de Toro (Larrén,
1991, 1992)
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limitando más el campo de estas semejanzas, hay que destacar la similitud que en
cuanto a concepto, tecnología y rasgos formales generales, presenta con las jarras
exhumadas en el cercano Patio del Siete del Palacio de los condes de Requena, en
la ciudad de Toro, por más que éstas últimas presenten perfiles más estilizados y
complejos, acordes a la posterior cronología que se las supone3. Piezas de estas
características, idénticas pues a las exhumadas en el Patio del Siete, se han
documentado también, recordemos, en el patio de este castillo de Villalonso, en el
nivel de derrumbe que se dispone sobre el pavimento de baldosas de barro
vinculado, si nuestras suposiciones son ciertas, con la reforma efectuada por Diego
de Ulloa tras la Guerra de las Comunidades. Esas jarras del Patio del Siete, de
pastas y engobes rojizos y decoración en forma de líneas bruñidas e incisas, han
sido relacionadas en recientes investigaciones con los denominados “barros de
Toro” (Moratinos y Villanueva, e. p.), mencionados en la documentación al menos
a partir de momentos avanzados del siglo XVI, y a esa tradición tan extendida y
documentada en la España de finales del XVI o ya del XVII, de los ”barros para
beber”, barros en los que se consumía agua, frecuentemente aromatizada y que, en
ocasiones, podían incluso llegar a ser ingeridos en los ambientes más refinados de
la época.
3
Fueron datadas en su día, de modo un tanto provisional ante la falta de un contexto arqueológico claro, en el siglo XVII
(Larrén, 1992: 72-73). Actualmente, por los datos que van conociéndose en la localidad toresana parece que podrían
abarcar también parte de la centuria anterior.
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por el torneado. En este sentido la pieza podría resultar un digno antecesor de las
jarras del Patio del Siete, facturadas pues décadas después siguiendo unas
premisas muy similares.
Resulta claro, a partir de estos hallazgos, a los que viene a contribuir muy
significativamente el ajuar recuperado en el castillo de Villalonso y que aquí hemos
analizado, que los contextos correspondientes a los últimos momentos de la Edad
Media y al comienzo del siglo XVI adquieren, al menos en estos sectores del
interior peninsular, unos rasgos muy precisos, que vienen definidos
fundamentalmente por el gran desarrollo que experimentan las producciones de
cerámica vidriada, sobre todo lozas blancas, que, en lo relativo a las formas
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abiertas del servicio de mesa –platos y escudillas fundamentalmente- comienzan a
suplantar a las producciones cerámicas no esmaltadas. Estas piezas, realizadas en
talleres de la zona, como se pone de manifiesto en el caso de Valladolid (Moreda et
alii, 1998; Moratinos y Villanueva, 2003), de Talavera (Moraleda et alii, 1992) o, a
todas luces, a juzgar también por su tradición alfarera, de Toledo, reciben su
influencia de las últimas producciones de lozas polícromas procedentes del área
valenciana y, en un momento algo indeterminado también, de las primeras lozas
renacentistas. Definir claramente en cada caso el carácter de estas perduraciones y
el modo, cauce y tiempos en que se plasman estas influencias renacentistas en el
mundo de los vasos cerámicos se antoja sin duda uno de los retos fundamentales
que la ceramología en particular y la arqueología medieval y moderna en general
tiene planteados en estos momentos.
Por último se hace necesario sin duda intentar concretar algunos datos acerca de
la contextualización de este hallazgo dentro de la historia evolutiva del castillo,
historia esbozada en sus líneas maestras en la introducción de este estudio.
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BIBLIOGRAFÍA
1621
MORATINOS GARCÍA, M y VILLANUEVA ZUBIZARRETA, O. (2006): La
alfarería en la tierra de Zamora en época moderna. Instituto de Estudios
Zamoranos Florián de Ocampo. Cuadernos de investigación 28.
1622
VILLANUEVA y ZUBIZARRETA, O. (1998): Actividad alfarera en el Valladolid
bajomedieval. Studia Arqueológica, 89. Valladolid.
1623
Fig. 1. Localización de Villalonso en Castilla y León y en la zona Oeste de la provincia de
Zamora en su límite con Valladolid.
1624
Fig. 2. Castillo de Villalonso. Ortofoto y planta.
1625
Fig. 3.1. Patio de armas. Crujía Oeste. Suelo de baldosas. Remodelación que cubre la
estructura del hoyo.
1626
Fig. 3.3. Estructura del hoyo durante el momento de su excavación. Recipientes
cerámicos.
1627
Fig. 4.2. Escudillas de pasta sedimentaria.
1628
Fig. 5.1. Piezas de pastas graníticas. Ollas, botella, cazuela, escudilla y jarra.
1629
Fig. 6.1. Platos y escudilla de loza.
1630
Fig. 6.2. Jarrita engobada con decoración estriada.
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