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Describe tres momentos históricos en los que México hizo negociaciones con Estados

Unidos para obtener el reconocimiento de gobierno.


El reconocimiento por parte de Estados Unidos a cada nuevo gobierno mexicano formó
parte no solo del protocolo para establecer relaciones diplomáticas entre ambos países,
también le otorgaba legitimidad a México ante las demás naciones. México quería legitimar
su gobierno a través del reconocimiento de cualquiera de las grandes naciones; la posición
geográfica, económica y política de Estados Unidos lo hicieron hasta cierto punto un aliado
natural por lo que en primera instancia era la primera nación a la que se recurría, sin
embargo, los norteamericanos muchas veces actuaban de acuerdo con sus propios intereses,
por lo que este reconocimiento se condicionaba o no se otorgaba de inmediato por múltiples
razones.
. Aunque Porfirio ascendió como presidente de facto, una vez en el poder, trató de
hacer todo lo posible para que los norteamericanos reconocieran su gobierno. Durante su
periodo como presidente provisional, Díaz para tratar de mantener las buenas relaciones
con Estados Unidos procedió con el pago de la deuda con este país; por su parte el
presidente Grant había ordenado a su ministro John W. Foster proceder con el
reconocimiento al gobierno porfirista, pero éste se mantuvo cauteloso ante la incertidumbre
de la permanencia de Díaz en el poder.
Los diplomáticos mexicanos solicitaban constantemente el reconocimiento al gobierno
norteamericano, el secretario de Relaciones, Ignacio L. Vallarta, sostenía la idea de solo el
reconocimiento era un derecho y se debía otorgar sin condiciones, y sólo así se podrían
reanudar formalmente la solución a problemas comunes.
Sin embargo, el cambio de gobierno norteamericano complicó las negociaciones de
reconocimiento que estaban a punto de lograrse. El nuevo gobierno de Rutherford B. Hayes
tenía una política exterior más cautelosa, por lo que el nuevo secretario de Estado ordenó al
ministro Foster mantenerse reservado y no concretar el reconocimiento mexicano. Ante
esto, Porfirio, para demostrar sus deseos de colaborar con los problemas aún sin el
reconocimiento norteamericano buscó solución para los inconvenientes en la frontera. A
pesar de que el Congreso mexicano declaró presidente constitucional a Porfirio, el gobierno
norteamericano se negaba a concederle el reconocimiento. De cierta forma los deseos de
invertir capital norteamericano en México, especialmente en el ramo ferrocarrilero, fue otra
forma de presión hacia el gobierno estadounidense. Las entrevistas entre los diplomáticos
de ambos países también presionaron a Hayes para concretar el reconocimiento pues Foster
se entrevistó con Díaz para apresurar esto.
Finalmente fue el Congreso norteamericano quienes tomaron la iniciativa de concretar
el reconocimiento al gobierno mexicano. Esto se logró en abril de1878, 18 meses después
de que Porfirio asumió la presidencia, aunque la hostilidad norteamericana obligó a México
a buscar relaciones con naciones europeas por lo que dejó de depender diplomáticamente
con Estados Unidos.
Durante el periodo de la independencia Estados Unidos se mantuvo ajeno al
movimiento armado. Sin embargo, cuando estaba a punto de consumarse empezó la
comercialización de armas con los insurgentes. La simpatía de los norteamericanos por la
independencia estaba garantizada siempre y cuando su nueva forma de gobierno sea la
república; el presidente Monroe, por su parte abogaba por la no intervención europea en sus
excolonias una vez consumada su independencia. No obstante, México al declararse
independiente de España y elegir la monarquía como forma de gobierno obstaculizó las
relaciones con los Estados Unidos.
Establecida la Junta Gubernativa del imperio el ministro de Relaciones Exteriores
envió, dos meses después de haberse consumado la independencia, al secretario
norteamericano de Estado, John Quincy Adams, una comunicación anunciando el
establecimiento del gobierno independiente mexicano. Por su parte la Comisión de
Relaciones Exteriores determinó los tipos de relaciones que el nuevo Estado debía entablar,
Estados Unidos ocupó un lugar principal por su cercanía geográfica como también por su
posición política.
Ante la hostilidad norteamericana para concretar el reconocimiento al imperio, Iturbide
nombró a José Manuel Zozaya como el primer representante del gobierno mexicano en
Estados Unidos. Zozaya tenía como encargo advertir sobre la situación norteamericana, sus
ambiciones territoriales y conocer la opinión del gobierno del norte sobre el imperio
mexicano.
Por su parte, Poinsett fue enviado por los Estados Unidos con una misión similar a la
de Zozaya. No solo se había percatado de la fragilidad del imperio, sino también aconsejaba
retrasar el reconocimiento pues debía ser utilizado como arma política. En Washington,
Zozaya fue recibido por el presidente James Monroe y nombró a James S. Wilcocks como
primer cónsul norteamericano en México, cosa que Poinsett condenó abiertamente.
Poinsett, al ser políticamente más hábil, impidió el reconocimiento norteamericano y
perjudicó los planes del diplomático mexicano. Zozaya no solo no pudo concretar ningún
acuerdo comercial, también se dio cuenta de los planes expansionistas norteamericanos
pero los conflictos del sistema imperialista impidieron que el gobierno se ocupe de las
advertencias de Zozaya. Finalmente, con la abdicación de Iturbide toda negociación con
Estados Unidos se trunco y no pudo concretarse el reconocimiento a su gobierno.
Con el ascenso de Álvaro Obregón a la presidencia después de la inestabilidad
revolucionaria su posición en el plano internacional ya se había concretado. Por su parte, el
presidente norteamericano delegó la política exterior con México al Departamento de
Estado. El reconocimiento internacional a Obregón fue algo inmediato, sin embargo, el
reconocimiento norteamericano se condicionó, pues la constitución mexicana de 1917
protegía los recursos naturales y perjudicaba los intereses de particulares norteamericanos.
Los afectados por estos artículos constitucionales era principalmente mineros y
petroleros. Por lo que la organización de estos sectores dio como respuesta la difamación y
propaganda contra Obregón e incluso se le acusó de convertir a México en una “pequeña
Rusia”.
Por su parte, estos inversionistas afectados en México formaban parte del circulo
cercano e influyente en el Departamento de Estado norteamericano, por lo que apoyaron al
gobierno estadounidense para no otorgar el reconocimiento. Este departamento de Estado
condicionó el reconocimiento, pues solo firmando un tratado de amistad y comercio se
podía conceder.
Obregón también emprendió una campaña propagandista de su gobierno en todo
México, parte de Estados Unidos y Latinoamérica. Finalmente, para 1922 las relaciones se
reanudarían con la firma del tratado De la Huerta-Lamont.
Aunque el gobierno de Obregón fue legítimo, se considera que su lucha para que
Estados Unidos le otorgue formalmente el reconocimiento fue un juego político y personal
que únicamente buscaba fortalecer su orgullo personal y acrecentar el naciente
nacionalismo revolucionario.

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