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FISIOLOGIA I

Hamlet Amaro 1-18-5091

Resume: TEMA GB, GR, CIRCULATORIO Y SISTEMA INMUNE

Los glóbulos blancos

Los glóbulos blancos son las células encargadas de defender al organismo de las infecciones y
ayudar a eliminar los residuos y desechos de los tejidos. Se producen y se almacenan en la médula
ósea y salen a la sangre cuando el organismo los necesita.

La cifra normal de glóbulos blancos es de 5.000 a 10.000 por milímetro cúbico y hay cinco tipos
distintos de glóbulos blancos:

Los neutrófilos son los leucocitos más numerosos y a los que nos referimos normalmente cuando
hablamos de granulocitos. Constituyen cerca del 60-70% de leucocitos y son los primeros en acudir
a una infección. Permanecen en la sangre unos pocos días, ya que su función consiste en localizar
y neutralizar a las bacterias o células dañadas en los tejidos, de tal forma que cuando las
encuentran en un tejido las digieren, y se rompen y liberan sustancias que hacen que aumente la
circulación de sangre en la zona y atraen a más neutrófilos, lo que provoca que la zona esté
enrojecida y caliente. Una serie de sustancias que se conocen como factores de crecimiento,
principalmente el factor estimulante de crecimiento granulocítico (G-CSF), pueden aumentar la
producción de granulocitos y su actividad contra las infecciones. Existen proteínas sintéticas que
se pueden administrar a los pacientes que lo necesiten para aumentar las cifras de granulocitos.

Los linfocitos, constituyen cerca del 30% del total de glóbulos blancos. Se forman en la médula
ósea, pero luego se dirigen a los ganglios linfáticos, bazo, amígdalas, timo y en realidad a cualquier
parte del cuerpo. Al contrario que los granulocitos, viven mucho tiempo y maduran y se
multiplican ante estímulos determinados. No sólo luchan contra las infecciones sino que son
células muy especializadas en el sistema inmunitario.

Los monocitos, constituyen de un 5% al 12% del total de glóbulos blancos en la sangre. Su función
también es de defensa, destruyendo y digiriendo células infectadas o dañadas. Pero también
tienen otras importantes funciones, pues al igual que los linfocitos se dirigen a los diferentes
tejidos (la piel, los pulmones, el hígado o el bazo), en los que ejercen distintas funciones como
macrófagos (células que engullen y procesan todos los desechos de células moribundas) o se
convierten en células especializadas, como los osteoclastos, que remodelan el tejido óseo
envejecido.

Los eosinófilos son los encargados de responder a las reacciones alérgicas. Lo que hacen es
inactivar las sustancias extrañas al cuerpo para que no causen daño, y también poseen gránulos
tóxicos que matan a las células invasoras y limpian el área de inflamación. El porcentaje normal en
sangre es del 2 al 10%.

Los basófilos también intervienen en las reacciones alérgicas, liberando histamina, sustancia que
aumenta la circulación sanguínea en la zona para que aparezcan otro tipo de glóbulos blancos y,
además, facilitan que éstos salgan de los vasos sanguíneos y avancen hacia la parte dañada.
También liberan heparina, una sustancia que disuelve los coágulos. En la sangre representan
menos del 2% en condiciones normales.

Los glóbulos rojos

Los glóbulos rojos son discos bicóncavos (como una esfera hueca aplanada en sus dos polos) que
contienen la hemoglobina, una sustancia rica en hierro cuya función es transportar el oxígeno. El
oxígeno del aire es captado por la hemoglobina en los capilares (vasos sanguíneos de un grosor
mínimo) de los pulmones y es llevado a todas partes del cuerpo dentro de los glóbulos rojos para
llevar el oxígeno a todas las células de nuestro organismo, que lo necesitan para vivir.

La hormona que regula la formación de glóbulos rojos se llama eritropoyetina y se produce en


unas células de los riñones. La función de la eritropoyetina es estimular a la médula para que
forme más glóbulos rojos. Se puede administrar una hormona sintética muy parecida a la
eritropoyetina en una inyección cuando la producción de los glóbulos rojos ha disminuido como
consecuencia, por ejemplo, de la insuficiencia renal o por efecto de la quimioterapia.

Los glóbulos rojos tienen una vida media de unos 90 a 120 días y una vez llegados a su fin se
eliminan en el hígado y el bazo. Para que se formen los glóbulos rojos, la médula ósea necesita
hierro, vitamina B-12, ácido fólico y vitamina B-6, entre otros elementos. Es muy importante
incluir en la dieta alimentos que te aporten estos nutrientes.
Los parámetros con los que se expresa el contenido en glóbulos rojos de la sangre son el recuento
de glóbulos rojos, la concentración de hemoglobina y el hematocrito, que es el porcentaje del
volumen total de la sangre compuesto por glóbulos rojos. Las cifras normales de estos valores son:

Glóbulos rojos: de 4,5 a 6 millones por milímetro cúbico para los hombres y de 4 a 5,5 millones por
milímetro cúbico para las mujeres.

Hemoglobina: para los hombres es de 14 a 18 gramos por 100 mililitros de sangre y de 12 a 16


gramos para las mujeres.

Hematocrito: lo normal es que oscile entre el 42 y 54% para el hombre, y el 38 y 46% para las
mujeres.

Cuando hay una pérdida de sangre o existe una disminución de la producción de glóbulos rojos en
la médula, como ocurre por ejemplo con las hemorragias, ciertas enfermedades o por el efecto de
la quimioterapia, estos valores descienden, hecho que conocemos como anemia. Si su descenso es
leve, la persona puede notar una cierta fatiga, pero si el descenso es más pronunciado puede
sentir cansancio, mareo e incluso dificultad para respirar. Para ayudar a recuperar la anemia es
muy importante que mantengas una alimentación rica y suficiente y tomes alimentos que
contengan hierro. Además, el médico te indicará, si es necesario, suplementos de hierro y
vitaminas, inyecciones de eritropoyetina e incluso una transfusión sanguínea.

Aparato circulatorio
El aparato circulatorio está conformado por el corazón y los vasos sanguíneos, incluyendo las
arterias, las venas y los capilares. Nuestro cuerpo, en realidad, tiene dos aparatos circulatorios: la
circulación pulmonar es un circuito breve que va del corazón a los pulmones y de regreso al
corazón, y la circulación sistémica (el aparato que solemos considerar nuestro aparato circulatorio)
envía sangre desde el corazón a todas las partes de nuestro cuerpo y después vuelve a traerla al
corazón.

El corazón es el órgano clave del aparato circulatorio. La principal función de esta bomba muscular
hueca es bombear sangre a todo el cuerpo. Generalmente, late entre 60 y 100 veces por minuto,
pero de ser necesario, puede hacerlo mucho más rápido. Late aproximadamente 100.000 veces
por día, más de 30 millones de veces por año y aproximadamente 2.500 millones de veces a lo
largo de una vida de 70 años.
El corazón recibe mensajes del cuerpo que le indican cuándo bombear más o menos sangre,
dependiendo de las necesidades de la persona. Cuando estamos durmiendo, bombea sólo lo
suficiente como para proporcionar la cantidad de oxígeno que necesita el cuerpo en descanso.
Cuando hacemos ejercicio, o estamos asustados, nuestro corazón bombea con más rapidez para
aumentar el suministro de oxígeno.

El corazón tiene cuatro cavidades rodeadas por gruesas paredes de músculo. Se encuentra entre
los pulmones y sobre el sector izquierdo de la cavidad torácica. La parte inferior del corazón se
divide en dos cavidades denominadas ventrículos derecho e izquierdo, que bombean sangre hacia
el exterior del corazón. Los ventrículos están divididos por una pared denominada tabique
interventricular.

La parte superior del corazón está formada por otras dos cavidades denominadas aurícula derecha
e izquierda. Las aurículas derecha e izquierda reciben la sangre que ingresa en el corazón. Una
pared denominada tabique interauricular divide la aurícula derecha de la izquierda, las cuales
están separadas de los ventrículos por las válvulas auriculoventriculares. La válvula tricúspide
separa la aurícula derecha del ventrículo derecho, y la válvula mitral separa la aurícula izquierda
del ventrículo izquierdo.

Otras dos válvulas cardíacas separan los ventrículos y los grandes vasos sanguíneos que
transportan la sangre que sale del corazón. Estas válvulas se denominan válvula pulmonar, que
separa el ventrículo derecho de la arteria pulmonar que lleva a los pulmones, y válvula aórtica, que
separa el ventrículo izquierdo de la aorta, el vaso sanguíneo más extenso del cuerpo.

Los vasos sanguíneos que transportan la sangre hacia el exterior del corazón se denominan
arterias. Son los vasos sanguíneos más gruesos, con paredes musculares que se contraen para
transportar la sangre desde el corazón y a través del cuerpo. En la circulación sistémica, se
bombea sangre rica en oxígeno desde el corazón hacia el interior de la aorta. Esta enorme arteria
se curva hacia arriba y hacia atrás desde el ventrículo izquierdo, luego se dirige por delante de la
columna hacia el interior del abdomen. En la parte inicial de la aorta, se separan dos arterias
coronarias que se dividen en una red de arterias más pequeñas que proporcionan oxígeno y
nutrientes a los músculos del corazón.
A diferencia de la aorta, la otra arteria principal del cuerpo, la arteria pulmonar, transporta sangre
con bajo contenido de oxígeno. Desde el ventrículo derecho, la arteria pulmonar se divide en
ramificaciones derechas e izquierdas, en dirección a los pulmones, donde la sangre toma oxígeno.

Las paredes de las arterias

Las paredes de las arterias tienen tres membranas:

El endotelio o túnica íntima se encuentra en la parte interna y proporciona un recubrimiento


suave para que la sangre fluya a medida que se desplaza por la arteria;la túnica media es la parte
media de la arteria, conformada por una capa de músculos y tejido elástico; la túnica adventicia es
la cubierta resistente que protege la parte externa de la arteria.

A medida que se alejan del corazón, las arterias se ramifican en arteriolas, que son más pequeñas
y menos elásticas.

Los vasos sanguíneos que transportan la sangre de regreso al corazón se denominan venas. No son
tan musculares como las arterias, pero contienen válvulas que evitan que la sangre fluya en
dirección inversa. Las venas cuentan con las mismas tres membranas que las arterias, pero son
más delgadas y menos flexibles. Las dos venas más largas son la vena cava superior e inferior. Los
términos superior e inferior no significan que una vena es mejor que la otra, sino que están
ubicadas por encima y por debajo del corazón.

Una red de diminutos capilares conecta las arterias y las venas. Si bien son diminutos, los capilares
constituyen una de las partes más importantes del aparato circulatorio porque es a través de ellos
que se envían los nutrientes y el oxígeno a las células. Además, los productos de desecho ?tales
como el dióxido de carbono? también se eliminan por medio de los capilares.

¿Qué hacen el aparato circulatorio y el corazón?

El aparato circulatorio trabaja en forma conjunta con otros aparatos del cuerpo. Suministra
oxígeno y nutrientes a nuestro cuerpo trabajando junto con el aparato respiratorio. Al mismo
tiempo, el aparato circulatorio ayuda a transportar los desechos y el dióxido de carbono al exterior
del cuerpo. Las hormonas (producidas por el sistema endocrino) también son transportadas por
medio de la sangre en nuestro aparato circulatorio. Dado que son los mensajeros químicos del
cuerpo, las hormonas transfieren información e instrucciones de un conjunto de células a otro. Por
ejemplo, una de las hormonas que produce el corazón ayuda a controlar la liberación de sal del
cuerpo que realizan los riñones.
¿Alguna vez se detuvo a pensar en el proceso que realiza el corazón de su hijo? Esto es lo que
ocurre. Un latido completo conforma un ciclo cardíaco, que consta de dos fases. Cuando el
corazón late, los ventrículos se contraen (esto se denomina sístole), y envían sangre a la
circulación pulmonar y sistémica. Éstos son los sonidos que oímos al escuchar un corazón.
Después, los ventrículos se relajan (esto se denomina diástole) y se llenan de sangre proveniente
de las aurículas.

Un sistema de conducción eléctrico único en el corazón provoca los latidos con su ritmo regular. El
nodo sinoauricular (SA), una pequeña zona de tejido en la pared de la aurícula derecha, envía una
señal eléctrica para comenzar la contracción del músculo cardíaco. Este nodo se denomina
“marcapasos del corazón”, porque fija la velocidad del latido y hace que el resto del corazón se
contraiga a su ritmo. Estos impulsos eléctricos hacen contraer primero a las aurículas y después se
trasladan hacia abajo en dirección al nodo auriculoventricular (AV), que actúa como una estación
de relevo. Desde allí, la señal eléctrica viaja a través de los ventrículos derecho e izquierdo,
haciéndolos contraer y expulsando la sangre hacia el interior de las arterias principales.

En la circulación sistémica, la sangre se traslada desde el ventrículo izquierdo a la aorta y hacia


todos los órganos y tejidos del cuerpo y después regresa a la aurícula derecha. Las arterias, los
capilares y las venas del aparato circulatorio sistémico son canales a través de los cuales tiene
lugar este largo viaje. Una vez en las arterias, la sangre fluye hacia las arteriolas y después hacia los
capilares. Mientras se encuentra en los capilares, el flujo sanguíneo proporciona oxígeno y
nutrientes a las células del cuerpo y recoge los materiales de desecho. Después la sangre regresa a
través de los capilares hacia las vénulas, y más tarde a venas más grandes, hasta llegar a la vena
cava. La sangre de la cabeza y los brazos regresa al corazón a través de la vena cava superior, y la
sangre de las partes inferiores del cuerpo regresa a través de la vena cava inferior. Ambas venas
cavas llevan esta sangre sin oxígeno a la aurícula derecha. Desde aquí, la sangre pasa a llenar el
ventrículo derecho, lista para ser bombeada a la circulación pulmonar en busca de más oxígeno.

En la circulación pulmonar, se bombea sangre con bajo contenido de oxígeno pero alto contenido
de dióxido de carbono del ventrículo derecho a la arteria pulmonar, que se ramifica en dos
direcciones. La ramificación derecha va hacia el pulmón derecho, y viceversa. En los pulmones,
estas ramificaciones se subdividen en capilares. La sangre fluye más lentamente a través de estos
pequeños vasos, dando tiempo al intercambio de gases entre las paredes capilares y los millones
de alvéolos, los diminutos sacos de aire de los pulmones. Durante este proceso, denominado
“oxigenación”, el flujo sanguíneo obtiene oxígeno. El oxígeno se une a una molécula de los
glóbulos rojos, denominada “hemoglobina”. La sangre recién oxigenada abandona los pulmones a
través de las venas pulmonares y se dirige nuevamente al corazón. Ingresa en el corazón por la
aurícula izquierda, después llena el ventrículo izquierdo para ser bombeada a la circulación
sistémica.

Problemas que surgen por el mal funcionamiento del aparato circulatorio y el corazón

Los problemas con el aparato cardiovascular son comunes; más de 64 millones de


norteamericanos tienen algún tipo de problema cardíaco. Pero los problemas cardiovasculares no
afectan únicamente a personas mayores: muchos problemas del aparato circulatorio y el corazón
afectan también a niños y adolescentes.

Los problemas circulatorios y del corazón se agrupan en dos categorías: congénitos, lo que
significa que el problema estaba presente en el momento del nacimiento, y adquiridos, lo que
significa que los problemas se desarrollaron en algún momento de la infancia, la niñez, la
adolescencia o la vida adulta.

Los defectos congénitos. Los defectos congénitos del corazón son anomalías en la estructura del
corazón que están presentes en el momento del nacimiento. Aproximadamente ocho de cada
1.000 recién nacidos presentan defectos congénitos del corazón que van de leves a severos. Los
defectos congénitos del corazón se presentan durante el desarrollo del feto en el útero materno y,
generalmente, no se sabe por qué surgen. Algunos defectos congénitos del corazón, si bien no la
mayoría, son provocados por alteraciones genéticas. Sin embargo, lo que todos los defectos
cardíacos congénitos tienen en común es que implican un desarrollo anormal o incompleto del
corazón.

El sistema inmunológico

El sistema inmunológico, que se compone de órganos, tejidos, proteínas y células especiales, a


diario protege a las personas de los gérmenes y microorganismos. En la mayoría de los casos, el
sistema inmunológico se desempeña con asombrosa eficacia para mantener saludables a las
personas y prevenir infecciones. Sin embargo, en algunas ocasiones, problemas con el sistema
inmunológico pueden producir enfermedades e infecciones.
Acerca del sistema inmunológico

El sistema inmunológico es la defensa del cuerpo ante organismos infecciosos y otros invasores.
Mediante una serie de pasos llamados “respuesta inmune”, el sistema inmunológico ataca a los
organismos y las sustancias que invaden los sistemas del cuerpo y causan las enfermedades.

El sistema inmunológico se compone de una red de células, tejidos y órganos que trabajan en
conjunto para proteger al cuerpo. Las células mencionadas son glóbulos blancos (leucocitos) de
dos tipos básicos, que se combinan para encontrar y destruir las sustancias u organismos que
causan las enfermedades.

Los leucocitos se producen o almacenan en varios lugares del cuerpo, que incluyen el timo, el bazo
y la médula ósea. Por este motivo, estos órganos se denominan “órganos linfáticos”. Los
leucocitos también se almacenan en masas de tejido linfático, principalmente en forma de
ganglios linfáticos, que se encuentran en todo el cuerpo.

En el cuerpo, los leucocitos circulan desde y hacia los órganos y los ganglios por medio de vasos
linfáticos y vasos sanguíneos. De esta manera, el sistema inmunológico funciona de forma
coordinada para controlar el cuerpo en busca de gérmenes o sustancias que puedan ocasionar
problemas.

Los dos tipos básicos de leucocitos son:

los fagocitos, que son células que destruyen a los organismos invasores

los linfocitos, que son células que permiten al cuerpo recordar y reconocer a los invasores
anteriores y lo ayudan a destruirlos

Los fagocitos incluyen varias células diferentes. El tipo más común son los neutrófilos, que
principalmente atacan a las bacterias. Si los médicos sospechan una infección bacteriana, pueden
pedir un análisis de sangre para saber si el número de neutrófilos del paciente ha aumentado
debido a la infección. Los otros tipos de fagocitos tienen funciones específicas para garantizar que
el cuerpo reaccione adecuadamente a un determinado tipo de invasor.
Los dos tipos de linfocitos son los linfocitos B y los linfocitos T. Los linfocitos se originan en la
médula ósea y, o bien se quedan allí y se convierten en células B, o se dirigen a la glándula del
timo, donde se convierten en células T. Los linfocitos B y los linfocitos T tienen funciones
diferentes: Los linfocitos B funcionan como el sistema de inteligencia militar del cuerpo, ya que
localizan el objetivo y envían defensas para atraparlo. Las células T se asemejan a los soldados:
destruyen a los invasores que el sistema de inteligencia identifica.

Funciona de esta manera:

Cuando se detectan antígenos (sustancias extrañas que invaden el cuerpo), varios tipos de células
trabajan de forma conjunta para reconocerlos y responder a la amenaza. Estas células inducen a
los linfocitos B a producir anticuerpos, proteínas especializadas que atrapan antígenos
determinados.

Una vez fabricados, estos anticuerpos permanecen en el cuerpo de la persona, de modo que, si el
mismo antígeno regresa, el sistema inmunológico ya cuenta con los anticuerpos para atacarlo. Por
lo tanto, si una persona se enferma, por ejemplo, de varicela, generalmente no volverá a contraer
la enfermedad.

Las inmunizaciones también previenen algunas enfermedades de esta forma. Las inmunizaciones
introducen un antígeno en el cuerpo de modo que no le produzca ninguna enfermedad pero le
permita fabricar anticuerpos para proteger a la persona de ataques futuros del germen o sustancia
responsable de esa enfermedad determinada.

A pesar de que los anticuerpos pueden reconocer un antígeno y atraparlo, necesitan ayuda para
destruirlo. Esa es la función de las células T, que forman parte del sistema que destruye los
antígenos que los anticuerpos han identificado o las células infectadas o modificadas. (En efecto,
algunas células T se denominan “células asesinas”.) Las células T también ayudan a indicar a otras
células (como los fagocitos) que cumplan con su función.

Los anticuerpos también pueden neutralizar las toxinas (sustancias tóxicas o perjudiciales)
producidas por distintos organismos. Por último, los anticuerpos pueden activar un sistema de
proteínas llamado complemento que también forma parte del sistema inmunológico. El sistema de
complemento ayuda a matar a las bacterias, los virus o las células infectadas.
Todas estas células y componentes especializados del sistema inmunológico protegen al cuerpo de
las enfermedades. Esta protección se denomina inmunidad.

Inmunidad

Los seres humanos tienen tres tipos de inmunidad: innata, adquirida y pasiva:

Inmunidad innata

Todas las personas nacen con inmunidad innata (o natural), que es una forma de protección
general. Muchos de los gérmenes que afectan a otras especies no nos hacen daño. Por ejemplo,
los virus que producen leucemia en los gatos o moquillo en los perros no afectan a los seres
humanos. También se observa el caso contrario: algunos virus que producen enfermedades en los
seres humanos (como el virus del VIH/SIDA) no afectan a los gatos o los perros.

La inmunidad innata también incluye las barreras externas del cuerpo, como la piel y las
membranas mucosas (por ejemplo, las que recubren la nariz, la garganta y el tracto
gastrointestinal), que constituyen la primera línea de defensa para evitar que las enfermedades
ingresen al cuerpo. Si esta barrera defensiva exterior se rompe (como por un corte), la piel intenta
sanar la ruptura rápidamente y las células inmunitarias especiales de la piel atacan a los gérmenes
invasores.

Inmunidad adquirida

El segundo tipo de protección es la inmunidad adquirida (o activa), que se desarrolla durante el


transcurso de nuestras vidas. La inmunidad adquirida comprende la actividad de los linfocitos y se
desarrolla a medida que las personas se exponen a las enfermedades o se las inmuniza contra ellas
mediante la vacunación.

Inmunidad pasiva

La inmunidad pasiva se “pide prestada” a otra fuente y dura poco tiempo. Por ejemplo, los
anticuerpos de la leche materna inmunizan temporalmente al bebé contra las enfermedades a las
que la madre estuvo expuesta. Esto puede ayudar a proteger al bebé de las infecciones durante
los primeros años de la infancia.
No existen dos sistemas inmunológicos idénticos. Algunas personas parecen exentas de contraer
infecciones, mientras que otras parecen enfermarse constantemente. Con el transcurso de los
años, el sistema inmunológico de las personas entra en contacto con cada vez más gérmenes y
adquiere inmunidad contra ellos. Por este motivo, los adultos y los adolescentes tienden a
resfriarse menos que los niños: sus cuerpos han aprendido a reconocer y atacar inmediatamente a
muchos de los virus que provocan los resfriados.

Problemas del sistema inmunológico

Los trastornos del sistema inmunológico se clasifican en cuatro categorías principales:

Trastornos de inmunodeficiencia (primarios o adquiridos)

Trastornos autoinmunitarios (el sistema inmunológico del cuerpo ataca su propio tejido como si
fuera una sustancia extraña)

Trastornos alérgicos (el sistema inmunológico reacciona exageradamente ante un antígeno)

Cáncer del sistema inmunológico

Trastornos de inmunodeficiencia

Las inmunodeficiencias se producen cuando una parte del sistema inmunológico no está presente
o no funciona adecuadamente. A veces, una persona nace con inmunodeficiencia
(inmunodeficiencias primarias), aunque puede que los síntomas del trastorno recién se
manifiesten en etapas posteriores de la vida. Las inmunodeficiencias también se pueden adquirir a
través de una infección o pueden ser producto de medicamentos (en algunos casos se denominan
“inmunodeficiencias secundarias”).

Las inmunodeficiencias pueden afectar a los linfocitos B, los linfocitos T o los fagocitos. Algunos
ejemplos de inmunodeficiencias primarias que pueden afectar a los niños y los adolescentes son:

Deficiencia de los anticuerpos IgA. Es el trastorno de inmunodeficiencia más común. La IgA es un


tipo de inmunoglobulina que se encuentra principalmente en la saliva y en otros líquidos
corporales y que ayuda a proteger las entradas al cuerpo. La deficiencia de IgA es un trastorno en
el que el cuerpo no produce suficientes anticuerpos IgA. Las personas con deficiencia de IgA son
más propensas a tener alergias o resfriados y otras infecciones respiratorias, pero, en general, la
enfermedad no es grave.

Inmunodeficiencia combinada grave (IDCG), que también se conoce como la “enfermedad del niño
burbuja”, por un niño de Texas con IDCG que vivía en una burbuja de plástico sin gérmenes. La
IDCG es un trastorno del sistema inmunológico que se produce por la ausencia de linfocitos B y T,
lo cual casi imposibilita la lucha contra las infecciones.

Síndrome de DiGeorge (displasia tímica). Se trata de una anomalía congénita que se caracteriza
por la ausencia de la glándula del timo al nacer. Es un ejemplo de enfermedad primaria de los
linfocitos T. La glándula del timo es donde normalmente se desarrollan los linfocitos T.

Síndrome de Chediak-Higashi y enfermedad granulomatosa crónica. Ambos trastornos implican la


incapacidad de los neutrófilos de funcionar normalmente como fagocitos.

Las inmunodeficiencias adquiridas (o secundarias) generalmente se producen después de una


enfermedad, aunque también pueden ser el resultado de la desnutrición, las quemaduras u otros
problemas médicos. Algunos medicamentos también pueden ocasionar problemas en el
funcionamiento del sistema inmunológico.

Las inmunodeficiencias adquiridas (secundarias) incluyen:

Infección por VIH (virus de la inmunodeficiencia humana)/SIDA (síndrome de inmunodeficiencia


adquirida). Se trata de una enfermedad que destruye el sistema inmunológico de forma lenta y
constante. Se produce por el VIH, un virus que extermina determinados tipos de linfocitos
llamados células T cooperadoras. Sin las células T cooperadoras, el sistema inmunológico no puede
defender al cuerpo de organismos que en circunstancias normales son inofensivos, lo cual puede
producir infecciones que representan una amenaza para la vida en personas con SIDA. Los recién
nacidos pueden adquirir la infección por VIH mientras se encuentran en el útero de sus madres,
durante el proceso de parto o durante el amamantamiento. Las personas pueden contraer la
infección por VIH al tener relaciones sexuales sin protección con una persona infectada, compartir
agujas contaminadas durante el consumo de drogas o esteroides, o realizarse tatuajes.

Inmunodeficiencias provocadas por medicamentos. Algunos medicamentos son


inmunodepresores. Una de las desventajas del tratamiento de quimioterapia contra el cáncer, por
ejemplo, es que no sólo ataca a las células cancerosas sino a otras células saludables de
crecimiento rápido, lo cual incluye las células de la médula ósea y otras partes del sistema
inmunológico. Además, es posible que las personas con trastornos autoinmunitarios o que hayan
recibido un trasplante de órganos necesiten tomar medicamentos inmunodepresores, que
también pueden reducir la capacidad del sistema inmunológico de combatir las infecciones y
pueden causar inmunodeficiencia secundaria.

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