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Simon Légasse a . w 4 iy i EL PROCESO DE JESUS La Historia eA Aw Pw H Biblioteca Manual Desclée . LA BIBLIA COMO PALABRA DE DIOS. Introduccién general a la Sagrada Escritura, por Valerio Mannucci , SENTIDO CRISTIANO DEL ANTIGUO TESTAMENTO, por Pierre Grelot . BREVE DICCIONARIO DE HISTORIA DE LA IGLESIA, por Paul Christophe . EL HOMBRE QUE VENIA DE DIOS. VOLUMEN I, por Joseph Moingt . EL HOMBRE QUE VENIA DE DIOS, VOLUMEN IL, por Joseph Moingt . DESEO Y TERNURA, por Eric Fuchs EL PENTATEUCO. Estudio metodolégico, por R. N. Whybray . EL PROCESO DE JESUS. La Historia, por Simon Légasse SIMON LEGASSE EL PROCESO DE JESUS LA HISTORIA DESCLEE DE BROUWER BILBAO Titulo de la edicién original: LE PROCES DE JESUS LHISTOIRE © Les Editions du Cerf. Paris 1994 Traduccién castellana: M. Montes Tlustracién de cubierta: Alonso © EDITORIAL DESCLEE DE BROUWER, S.A. 1995 C/Henao, 6 - 48009 BILBAO Printed in Spain ISBN; 84-330-1113-8 Depésito Legal: S.S. 883/95 Impreso en: Itxaropena, S.A. ZARAUTZ. PREAMBULO La obra que tiene el lector entre las manos no lleva un titulo original y el tema que anuncia es de los mds rebatidos. Si en algo puede pretender ser novedosa es en raz6n de los dos modos de abordar el tema distri- buidos en sus dos tomos. El primero es un estudio hist6rico, el segundo es una obra exegética. La divisién nos ha parecido indispensable para evitar una mezcla de géneros perjudicial a los lectores, puesto que, de hecho, los modos de proceder que en ellos se reflejan son diferentes. Dado el cardcter de los evangelios, emplearlos como una fuente de informaci6én hist6rica es una cosa, e intentar recoger en ellos un pen- samiento y un mensaje es otra. A buen seguro, ambas operaciones no dejan de unirse, ya que la evaluacién de las posibilidades del orden hist6rico pasa por un estudio de los textos mismos. Aqui, en efecto, se opera un escalonamiento: més alla de los diltimos estratos, obra de los evangelistas en persona, nos vemos inducidos a distinguir aporta- ciones, mds 0 menos substanciales, mediante las cuales una serie de fuentes, escritas u orales, han conservado, ampliado o alterado el dato original ¢ histérico. De esta operacién no expondremos, en el primer tomo, mas que los resultados que nos parecen mas verosimiles, sin entrar en los detalles de una investigacién «diacr6nica», que sobrecar- garia excesivamente la obra en detrimento de su interés capital. El segundo tomo se atiene estrictamente a los evangelios en su estado definitivo. La tarea a emprender aqui es la de entrar en comunicacién con sus autores e intentar llegar a ellos en su interpretacién, a través de un relato en el que cada uno ha dejado su huella para instruccién y aliento de las comunidades cristianas. No obstante, lanzar una mirada sobre sus posibles fuentes o tomar en cuenta la elaboracién sucesiva de un determinado pasaje, es algo que no puede ser omitido, so pena de privarnos de un acceso a la obra misma. Al limitar nuestros dos estudios al espacio, a la vez histérico y literario, que se extiende desde el arresto de Jestis a su sepultura, hemos tenido en cuenta sobre todo una finalidad préctica: semejante dispo- i6n permite evaluar mejor, en la medida de lo posible episodio tras episodio, la construccién de que, en Ultimo extremo, dan testimonio 8 EL PROCESO DE JESUS los evangelios y que se levanta sobre la roca de la historia. Este modo de proceder, en lo que concierne a los mismos evangelios, tiene su parte de arbitrariedad, pues los relatos de la Pasién desembocan nor- malmente en los de Ja Pascua, sobre todo en los sin6pticos. Por otra parte, el relato del proceso y de la ejecucién est4 preparado por una serie de hechos y de palabras que forman con lo que sigue un conjunto continuo y deliberadamente coherente. Con todo, es justo sefialar que, a pesar de la fusion final, los evangelios, por su contenido especifico del relato de la Pasién propiamente dicha, operan un corte natural que legitima nuestra eleccién. Deseamos que el lector, tras haberlo admitido él mismo, saque algin provecho de un paralelismo cuyo interés y consecuencias no pueden pasar inadvertidos. Lista de siglas y abreviaturas empleadas Anchor Bible Aggelos Arbeiten zur Geschichte des Spatjudentums und Urchristentums Apocrypha, le champ des apocryphes Abhandlungen zur Theologie des Alten und Neuen Testaments Biblical Archaelogist Bampton Lectures Bibliotheca Ephemeridum Theologicarum Lovaniensium Bibliotheque historique Biblica Biblische Beitrage Bibel und Kirche Biblitheca Pontificii Athenaei «Antonianum» Beitrige zur Wissenschaft vom Alten und Neuen Testament Biblische Zeitschrift Cahiers d’archéologie biblique Cahiers Evangile et liberté The Catholic Biblical Quarterly Corpus Christianorum, Series latina Cambridge Paperback Library Church Quarterly Review Compendia rerum Iudaicarum ad Novum Testamentum Collection des universités de France Dictionnaire d’ archéologie chrétienne et de liturgie Dictionnaire de la Bible, Supplément Dalp-Taschenbiicher Evangelisch-Katholi Evangelisch-Kathol Essais et recherches Eichstatter Studien The Expository Times Etudes bibliques Ephemerides Theologicae Lovanienses Forschung zur Bibel Forschungen zur Religion und Literatur des Alten und Neuen Testaments cher Kommentar zum Neuen Testament her Kommentar zum Neuen Testament 10 FV Gcs HThK HIR IEJ IR JBL JIC JSNT.S KEK KNT KST Lat LeDiv LiBi LO MAr MBPAR MondeB MS SNTS NIC NJKA AT NT.S. NTS OECT OPhA OTKNT ParD PEQ PG PL QD QueSJ RA RAC RAr RB RBPhH REJ ReSR RHPhR RNT RPh RTL SBFLA EL PROCESO DE JESUS Foi et vie Griechische chrisliche Schriftsteller des ersten drei Jahrhunder- ten Herders Theologischer Kommentar Harvard Theological Review Israel Theological Journal Idées et recherches Journal of Biblical Literature Jésus et Jésus-Christ Journal for the Study of the New Testament, Supplement Series Kritisch-exegetischer Kommentar tiber das Neuen Testament Kommentar zum Neuen Testament Kanonistische Studien und Texte Latomus Lectio divina Lire la Bible Lex orandi Manuel des Antiquités romaines Miinchener Beitrige zur Papyrusforschung und Antiken Rechts- geschichte Le Monde de la Bible (El mundo de la Biblia) Monographs Series - Society for New Testament Studies New International Commentary on the New Testament Neue Jahrbiicher fiir das klassische Altertum Novum Testamentum Supplements to Novum Testamentum New Testament Studies Oxford Early Christian Texts Les oeuvres de Philon d’Alexandrie Okumenischer Taschenbuch-Kommentar zum Neuen Testament Parole de Dieu Palestine Exploration Quarterly Patrologia griega (Migne) Patrologya latina (Migne) Quaestiones disputatae Que sais-je? 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De creer a algunos de ellos, las fuentes de que disponemos no nos proporcionarian sino un endeble residuo hist6rico. Este tltimo, ademas, y es algo constatable, adquiere perfiles variados siguiendo las opciones e hipétesis de unos y otros, lo que no hace sino ensombrecer la perspectiva y desalentar por adelantado nuevas empresas. Ahora bien, también es cierto que la manera de abordar el tema y la competencia puesta en juego para tratarlo condi- cionan los resultados. En primer lugar, las preocupaciones confesionales, judias y cris- tianas, interfieren a menudo en este campo y perjudican la libertad de la investigacin, bien a causa de una voluntad apologética de reducir la parte de los judios en este asunto, o bien por no atreverse a aplicar a los relatos evangélicos las reglas estrictas de la critica literaria e historica. Hay dos obras que han marcado la investigacién de los treinta Ultimos afios, dos obras que ilustran bien estos dos inconvenientes. Una es la del judfo Paul Winter’, cuya tesis es la siguiente: admitido que el sanedrin tenia entonces poder para ejecutar a los condenados, si Jestis hubiera sido juzgado y condenado por el tribunal judfo, hubiera debido ser lapidado. Ahora bien, sufrié la crucifixién, una pena romana. Luego no fueron los judios quienes lo condenaron, sino los romanos. Fueron estos tiltimos quienes organizaron y Ilevaron adelante todo el proceso, sirviéndose de los jerarcas saduceos, y quienes ejecutaron a Jestis como agitador politico, 1. On the Trial of Jesus, STJu, 1, Berlin, 1961; 2* ed. revisada y editada por T. A. BURKILL y G. VERMES, Berlin-Nueva York, 1974. Trad. castellana: El proceso a Jesis, Muchnik, 1983. (Sdlo excepcionalmente indicaremos si existe versién cas- tellana de tas obras citadas. Para saber si existe tal versién remitimos al lector a la bibliograffa final, donde se indicard este extremo). 14 EL PROCESO DE JESUS Tanto la iniciativa como la conclusién del asunto corresponde a los romanos. Sin embargo, y aun reconociendo que la tendencia de los evangelistas, en general, se inclina a atenuar la responsabilidad de los romanos y abrumar a los judfos, tenemos que hacer frente a lo que se desprende de un estudio leal de los textos: Jestis fue claramente detenido a iniciativa y por orden de las autoridades judias, y diferido por ellas después a la justicia de Pilato. Por su lado, Joseph Blinzler, exégeta catélico, publicé en 1951 una obra titulada Der Prozess Jesu. Reeditada en 1960 con un formato considerablemente aumentado, que fue traducida y publicada en otras lenguas*. El autor, dotado de una erudicién impecable, se dispensa a si mismo de proceder a una critica literaria de los evangelios, e igual- mente de practicar un sondeo en torno a los puntos de vista de sus autores. En suma: todo es hist6rico, y si aparecen incompatibilidades de un testimonio con otro, debe bastar con un poco de buena voluntad para hacerlas desaparecer. Que Juan no menciona mas que una com- parecencia ante Anas y ninguna audiencia del sanedrin, como si se menciona en los sindépticos? Poco importa: se hablaré de «in- terrogatorio preliminar» en lo que toca a la primera sesién, reconociendo en el paso por la casa de Caifaés, apenas mencionado en Jn 18, 24, el Organo testigo de la sesién del sanedrin, que Juan no habria considerado Util relatar, porque eso ya lo habian hecho los sindpticos y porque, ademis, no interesaba a los lectores pagano-cristianos. El juicio noc- turno realizado por el sanedrin no proyecta ninguna sombra de duda, ni tampoco su desarrollo tal como es referido en los sinépticos, a pesar de que requiere un serio estudio critico. El proceso romano segtin Juan, donde este expone de hecho su propia teologfa, se revelaria «como una tradicién exacta, si no en cuanto a la letra, sf al menos en cuanto al fondo *», completando asi los sindpticos. Estos ejemplos, que podria- mos multiplicar, dejan una impresién penosa: el lector, por muy poco habituado que esté a los métodos histéricos, choca con una vo- 2. Der Prozess Jesu. Das jiidische und das rémische Gerichtsverfahren gegen Jesus Christus auf Grund der diltesten Zeugnisse dargestellt und beurteilt, Ratisbona, 1951; 3 ed. aumentada, 1960.- Trad. francesa: Le Procés de Jésus, Paris, 1962; trad. castellana: El proceso de Je: Barcelona, 1960. La obra, desgraciadamente, tiene una presentacién ruda y es de dificil manejo, sin contar que la traduccién francesa deja mucho que desear en ciertos lugares, hasta el punto de resultar a veces ininteligible. Con todo, es a esta edicién francesa a la que remitimos (bajo fa forma ubreviada: Proces). 3. Procés, p. 304. INTRODUCCION 15 luntad porfiada, con la incapacidad de liberarse de las anteojeras que le impiden ver la realidad de frente 0, por lo menos, plantear los verdaderos problemas. Aun sirviéndonos de estos trabajos y de otros muchos, en esta monografia sucinta quisiéramos evitar algunas trampas. Una de ellas consistirfa en relegar los relatos evangélicos de la Pasién al exclusivo dominio de la leyenda piadosa sin consistencia histrica. En realidad estos relatos trazan bordados sobre un fondo tradicional, un fondo ya retocado ciertamente, pero cuyo origen tiene que ser situado en el circulo de los primeros testigos de los aconteci- mientos. E] empleo de los evangelios resulta, pues, imperativo, y tanto més por el hecho de que son los tnicos documentos que nos relatan con detalle el desarrollo de los hechos. Prescindir de ellos serfa tan aberrante como dejar de lado los Hechos de los apéstoles cuando se intenta confeccionar una biografia de Pablo. Lo importante es proceder empleando los utensilios de una sana critica literaria e histérica, Ile- vando también el cuidado de penetrar en las intenciones, asi como en la parte de cada autor, en la presentaci6n de los hechos. Una segunda trampa es aumentar la aportacién del derecho, judio o romano, en el conocimiento de este proceso. Es cierto que en este punto resulta indispensable beber en las mejores fuentes, y eso es lo que nos hemos esforzado en hacer. Mas no hasta el punto de caer esclavos de una perspectiva que bastara para explicarlo todo. Se trata mas bien de apuntar a una colaboraci6n entre exégetas e historiadores del derecho. La ventaja, por lo dems, no es pequeiia. Si, por ejem- plo, el exégeta logra probar que el proceso de Jestis ante el sanedrin, proceso coronado de forma correcta por una condena a muerte segtin los evangelios del Marcos y Mateo, es una ficcién de inspiracién teolégica y polémica, entonces el historiador del derecho que inten- tara resolver los problemas juridicos inherentes a este episodio estaria perdiendo el tiempo. Otro ejemplo de esta colaboracién: la audiencia de Pilato, cuyo desarrollo esté impregnado de temas que proceden de manera evidente de una pluma cristiana, no proporciona mas que una pélida idea, por no decir ninguna, de lo que pudo pasar real- mente. En este caso, el especialista en derecho, en vez de encarni- zarse en los textos de los evangelios, tendré la mente tanto mas libre para describir con conocimiento de causa lo que considera mas pro- bable en este caso. En modo alguno tenemos pretensiones de llegar a conclusiones definitivas, ni tampoco queremos disimular la parte de incertidumbre 16 EL PROCESO DE JESUS de la que no podemos desprendernos en algtin tema determinado. Mas, al cabo de nuestra investigacién, creemos que las grandes lineas de este asunto son detectables y también que, dado su impacto sobre la historia, con frecuencia dolorosa, de una parte de la humanidad, resulta Util hablar y escribir de nuevo sobre ello. Capitulo Primero LAS FUENTES Para conocer el proceso y la ejecucién de Jestis disponemos de dos categorias de fuentes: unas son no cristianas y cristianas las otras. TES NO CRISTIANAS No poseemos documento alguno procedente de los archivos im- periales sobre el proceso de Jestis y nada prueba, a pesar de las ale- gaciones de ciertos Padres de la Iglesia', que se hayan conservado en Roma. Las Memorias de Pilato, dossier injurioso que el emperador anticristiano Maximino II Daya divulgé el aio 311 6 312 colgandolo y distribuyéndolo en las escuelas, es un manifiesto falso, que, si cree- mos a Eusebio*, erraba en la fecha de la crucifixion, pues la 1, JUSTINO, Apol., I, 35, 9; 48, 3 (sobre las Actas enviadas a Tiberio por Pilato); TERTULIANO, Apol., 21, 24: «Pilato, ya cristiano de corazén, dio cuenta al César, que entonces era Tiberio, de todo lo que conciene a Cristo»; ver también 5, 2; EUSEBIO, Hist. ecl., Il, 2, 1-3. Ninguno de estos escritores tenia ante sus ojos el menor documento de cancilleria y Eusebio parece depender claramente aqui sdlo de Tertuliano: ver J.-D. DUBOIS, «Les “Actes de Pilate’’», p. 91. - Para las referencias completas de los articulos y obras citados, ver la bibliografia final 2. Este documento respondfa a la intensa apologética cristiana de la época, en particular con ayuda de las Actas de las mértires. Con respecto a su contenido no se puede hacer mas que suposiciones. No obstante, segin un afiadido de Rufino a su versién de la Historia eclesidstica de Eusebio (IX, 6) y la expresién del mismo Eusebio (Hist. ecl., IX, 5, 1), que presenta el documento como blasfematorio contra Cristo, Parece que sus ataques se centraban més bien en la divinidad de Cristo que en su activismo politico y revolucionario. En este caso, las Actas de Pilato cristianas podrian haber sido compuestas contra las claboradas por Maximino: ver G.W.H. LAMPE, , p. 175-176.- Ver EUSEBIO, Hist. ecl., 1, 9, 3-4; IX, 5, | 18 EL PROCESO DE JESUS fijaba el séptimo afio de Tiberio, o sea, el afio 21 d. de J.-C., siendo que Pilato no llegé a Judea hasta el afio 26. Otros datos, por el contrario, merecen algo mas que una simple mencion. Esté, primero, el testimonio de Flavio Josefo. Este terminé sus Antigtiedades judias en Roma el 93-94. El libro XVIII de esta obra es el que contiene la celebra noticia sobre Jesus: «En este tiempo vivia Jesis, hombre prudente, si, @ pesar de todo, hay que llamarle hombre. Realizaba, en efecto, cosas mara- villosas, ensefaba a los hombres que reciban la verdad con alegria y arrastré tras si a muchos judfos y a muchos helenos. Ese era ef Cristo. Y cuando, a denuncia de los principales de nuestra nacién, lo condené Pilato a la cruz, los que le habfan amado al principio le conservaron su afecto; se les aparecié, en efecto, el tercer dia, vivo de nuevo, como lo habfan anunciado los divinos profetas, asi como otras mil maravillas relativas a él. Hasta el dia de hoy sigue subsis- tiendo la raza de los cristianos, asf Ilamados a causa de él.» La autenticidad global de este texto apenas puede ser contestada y en la actualidad lo es cada vez menos: Josefo atestigua en otros lugares su conocimiento del movimiento cristiano y de su fundador *: la lengua y el estilo no bastan para establecer la intervencién de una mano ex- tranjera. Las discusiones empiezan cuando nos preguntamos en qué medida ha sido glosado este texto por un cristiano. A pesar de las reticencias de algunos, resulta muy dificil no reconocer la intervencién de una pluma cristiana en las dos frases subrayadas de la cita precedente *. En efecto, resulta dificil de creer que un judfo niegue que la palabra «hombre» pueda bastar para designar a Jestis. En cuanto a la frase: «Ese era el Cristo» (ho Khristos houtos én), no es requerida 3. AJ, XVIII, 63-64; segtin la versién de A. TRICOT, Le Temoignage de Josphe sur Jésus», RA, 34, 1922, p. 73-85, 139-153 (73-74). Aqui y en adelante indicamos entre paréntesis las paginas que conciernen de modo particular a nuestro tema. 4. AJ, XX, 200: a propésito de Santiago, «hermano de Jestis amado Cristo». - Sobre la intervencién de una mano extraita, ver H.St.J. THACKERAY, Josephus, the Man and the Historian, Nueva York, 1929 (reimpr. 1967), p. 143-144; E, NODET, «désus et Jean-Baptiste», p. 333-334. 5. Nosotros optamos en parte por la tesis sostenida no ha mucho por C. MARTIN, «Le “‘Testimonium Flavianum’’. Vers une solution definitive?», RBPhH, 20, 1941, p. 409-465. A. PELLETIER («L ‘Originalité»; «Ce que Joséphe a dit de Jésus») limita las glosas, marginales primero ¢ introducidas después en cl texto, a las dos frases que aparecen cn cursiva en la traduccisn. Para una aceptacion de todo el Testimonium Flavianum como auténtico, ver E. NODET, «Jésus et Jean-Baptiste», p. 331-341 LAS FUENTES 19 en modo alguno en raz6n de la apelacion khristianoi que sigue °; es mucho mas verosimil que esta afirmacién, que rompe la marcha del relato, haya sido introducida en el texto después de haber sido, antes, una glosa marginal, accidente corriente en paleografia. En Io que concierne a nuestro tema, bdstenos recoger en el histo- tiador judio los datos siguientes: Jestis fue condenado por Poncio Pilato a ser crucificado por «indicacién» o por la «denuncia ’» de los jefes de la naci6n judia. Unos cuantos afios después de la redaccién de las Antigiiedades judias, Tacito, en sus Anales (XV, 44), escritos hacia el afio 100, tefiere las represalias de que fueron objeto los cristianos, a raiz del incendio de Roma. Nerén «los supuso culpabies y les infligié refinados tormentos. Estos culpa- bles, detestados por sus abominaciones, son esos que la muchedumbre lamaba cristianos. El fundador [auctor] de esta denominacion, Christus, habia sido sometido a suplicio por el procurador Poncio Pilato bajo el. principado de Tiberio; a detestable supersticion, reprimida entonces, se desplegaba de nuevo, no sélo en Judea, origen de este mal, sino también en Roma [per urbem] a donde confluyen y seducen todo el horror y la vergiienza del mundo. Primero, los inculpados que confesaban; después, a denuncia de estos [indicio eorum],, una inmensa multitud, todos fueron convictos, menos del crimen de incendio que del odio del género humano*.» 6. El argumento ha sido refutado por A. PELLETIER («L’Originalité», p. 197- 198; «Ce que Joséphe a dit de Jésus», p. 12), mostrando que Josefo acostumbra a practicar este tipo de elipsis. 7. La palabra endeixis es vaga. La encontramos atin dos veces més en Josefo: en AJ, XIII, 306, con el sentido neutro de «indicacién», ¢ ibid., XIX, 133, con cl sentido de «denuncia», E. NODET («Jésus et Jean-Baptiste», p. 334) piensa que, en el Tes- timonium Flavianum, la ambigiiedad es intencional y que Josefo ha querido evitar la palabra katégoria, «acusacién> (ver AJ, XVIH, 81.139.179.250), lo que reduciria un tanto Ia participacién de los sumos sacerdotes en el asunto. Pero el matiz es minimo. 8. El titulo de procurator es anacrénico para el tiempo de Jestis. Hasta Claudio, el titulo, en latin, era praefectus: ver p. 88, n. 7. - La interpretacién benigna de la expresi6n indicio eorum resulta practicamente imposible, dado el uso corriente de indicare, indicium, en el sentido de «denunciar», «denuncia» (comparar especialmente TACITO, An., I, 68; XV, 71-2). J. TAYLOR («‘‘The Love of Many Will Grow Cold’’, Matt 24: 9-13 and the Neronian Persecution», RB, 86, 1989, p. 352-357) pone (Mt 24, 10-12, y Did.,16, 3-5) en relaci6n con la noticia de Técito. - Trad. siguiendo la version de E. NODET, «Jésus et Jean-Baptiste», p. 342. 20 EL PROCESO DE JESUS El pasaje en cursiva parece haber sido insertado y depender de algtin retoque, pero todos los autores ven en él la mano de TAcito. La cuestion se plantea en lo tocante a sus fuentes de informacién. Si se excluye el registro oficial —«no se ve [...] cémo unos registros romanos hayan podido vincular a Pilato con el nombre de Cristo, y a fortiori con los cristianos °»— y si se descartan los contactos directos entre Técito y los cristianos, todo el resto no es mas que hipotesis, incluido el eventual empleo de las Antigiiedades judias '°: aunque Josefo haya sido estimado en Roma'' y Tacito haya debido emplear la Guerra judia, documento tinico por su importancia, «es poco probable que él, que sentia el mas vivo desprecio por el judaismo, haya buscado en las Antigiiedades judias materia para completar su relato del incendio de Roma'*». De todos modos ademas, aparte de la datacién expresa de la muerte de Jests bajo Tiberio, Técito no afiade nada al testimonio de Josefo; incluso retrocede respecto a este, puesto que omite toda participacién de los judios en este asunto, cuya causa, por consiguiente, no nos proporciona. Esta, por contra, esté indicada y los judios han sido acusados de ella en un curioso documento, publicado por vez primera en 1855, se trata de una carta que un tal Mard bar Serapion, estoico sirio, escribié a su hijo que estudiaba en Edesa. He aqui el pasaje que nos interesa en especial: {Qué ventaja obtuvieron los atenienses con matar a Sécrates, si recibieron su raci6n de hambre y peste? ;0 los samios con quemar a 9. E. NODET, ibid. 10. Ver un resumen de estas hipétesis en J. BLINZLER, Proces, p. 42-43. - Sobre el posible empleo de las Antigitedades judias recientemente propuesto otra vez por E. NODET, ver «Jésus et Jean-Baptiste, p. 344-345. La tesis de una dependencia de Técito en relacién con Josefo ha sido refutada por E. NORDEN, «Josephus und Tacitus iiber Jesus Christus und eine messianische Prophetie», NJKA, 16, 1913, p. 637-666, oen A. SCHALIT (ed.), Zur Josephus-Forschung, WAP, 84, Darmstadt, 1973, p. 27. 69. 11, SUETONIO, Vespasiano, 6, 6; EUSEBIO, Hist. ecl., III, 9, 2 12. M. GOGUEL, La Vie de Jésus, p. 4-15. 13. W. CURETON, Spicilegium Syriacum, Londres, 1855, p. 43-48. Ver el es- tudio de este documento en J. BLINZLER, Procés, p. 43-47 LAS FUENTES 21 Pit4goras, si su tierra qued6 enteramente sepultada bajo Ia arena en un instante? {0 los judios en crucificar a su prudente rey, si, a partir de entonces, les fue arrebatado el reino? Dios vengé con equidad a estos tres sabios. Los atenienses muricron de hambre, los samios fueron recubiertos por el mar, los judfos fueron deportados y expul- sados de su reino, viviendo por todos lados en la dispersién. Sécrates no ha muerto gracias a Platon; ni Pitégoras, gracias a la estatua de Hera; ni el rey prudente, gracias a la nueva ley que dio “.» Desgraciadamente, la fecha de esta carta es incierta. A la datacion alta, que la fija s6lo algunos afios después de la ruina de Jerusalén el ano 70, se opone Ja que ve en ella un escrito de la segunda mitad del siglo II, o incluso de mediados 0 finales del siglo III. La mencién, en la carta, de la deportacion de los habitantes de Samosata a Seleucia, encontrandose Maré entre los exiliados, es, de hecho, un argumento que se puede emplear en los dos sentidos. Se puede pensar, en efecto, en la huida, con mujer e hijos, de Antfoco, rey de Comagene, cuya capital era Samosata, mientras que Cesenio Pacto, gobernador de Siria, se lanzaba a ocupar la ciudad por orden de Vespasiano '°; esto sucedia el afio 73 y tuvo, indiscutiblemente, consecuencias sobre la poblacién de la ciudad. Pero se sabe también, gracias a la estela dedicada a Shabhur I en Nagsh-i-Rusten, que, tras la derrota de Valeriano, en junio del 260, Samosata fue ocupada por la armada sasdnida, lo que habria traido consigo la deportaci6n de los partidarios de los romanos. La carta de Maré, ya date de la segunda mitad del siglo III 0 de dos siglos antes, parece haber recibido su informaci6n o bien de cristianos, o bien de judios, informados ellos mismos por cristianos, dado el silencio total sobre el papel, esencial sin embargo, del gobernador romano en el asunto de Jestis y la atribucién de su muerte exclusiva- mente a los judfos. El eco del titulo de «rey de los judfos» evoca, no obstante, mas bien una fuente de informacién cristiana, al tiempo que la supuesta simpatia del filésofo por los romanos y contra los persas podria haber motivado el silencio sobre el papel de los primeros. Pero tenemos que tener asimismo en cuenta la necesidad literaria y diddctica, que requeria un paralelismo entre los tres casos enumerados, lo que tenia como consecuencia convertir a Jestis en la victima de su propio pueblo. 14. También aquf, como en Josefo, se califica al rey de «sabio», fendmeno com- prensible de parte de un filésofo como de alguien que se esfuerza por helenizar, pensando en sus lectores, maestros y doctrinas (comparar con la descripcién de Juan cel Bautista en AJ, XVII, 117). - Traducido a partir de la versién de F. SCHULTHESS, revisada por R, KOBERT y citada por X. LEON-DUFOUR, «Passion», col. 1422 15. Ver JOSEFO, GJ, VI, 219-243. 22 EL PROCESO DE JESUS También a los judfos atribuye una nota del Talmud la ejecucién de Jestis: «La vispera de la Pascua se colg6 a Jestis [Yesha] el Nazareno. EI heraldo habia marchado durante cuarenta dias delante de él di- ciendo; ‘*He aqui a Jestis el Nazareno que va a ser lapidado, porque ha practicado la brujeria y ha seducido y extraviado a Israel. Que todos los que conozcan algo en su descargo vengan a pleitear por él.” Mas no se encontré a nadie para tomar su defensa, y fue colgado la vispera de la Pascua Esta baraita (censurada) se refiere claramente a Jestis de Nazaret, no, como alguien ha pretendido, a otro Jestis, discfpulo de R. Josué ben Perahyah, que habria vivido un siglo antes, en tiempos del rey Alejandro Janeo '’. E] afiadido «el Nazareno» (ha-Nosri), que no deja ninguna duda sobre el personaje, esté muy bien atestiguado. Aunque algunos autores se inclinan a ver aquf una tradici6n propiamente judia, no despreciable desde e) punto de vista hist o o'*, el conjunto se presenta mds bien como una relectura de ecos procedentes del proceso y ejecucion de Jestis y percibidos al entrar en contacto con cristianos. El proceso, prematuramente desarrollado segtn los evangelios, es pre- sentado aqui bajo una luz mejor '’. La acusaci6n de brujeria da la vuelta a la tradicién de los milagros, formulando de nuevo calumnias ya referidas en los evangelios” (Mt 12, 24-27 y par.). El «extravio» 16. b. Sanedrin, 43a: trad, segan la versién de J. KLAUSNER, Jestis de Nazareth, son temps, sa vie, sa doctrine, BHist, Paris, 1933, p. 27 17. Baraita: tradici6n tanaita no incluida en la Misbna. - Esta opinién procede del hecho de que en otro pasaje del mismo tratado (b. Sanedrin, 107 b) se introdujo, ulteriormente, la frase: «Jess el Nazareno practicé 1a brujeria y extravié a Israel», proporcionando un nombre, Yeshii, al discipulo de R. Josué y creando una notable i6n. Primitivamente, cl discipulo en cuestién era anénimo, como prueban los paralelos en B. Sota, 47a, y J. Hagiga 2, 2 (77d 30). Sobre las posibles razones del afiadido a Jesds en b. Sanedrin, 107b, ver {H. L. STRACK-] P. BILLERBECK, t. I, p. 85; J. BLINZLER, Procés, p. 34-35. 18. En este sentido, ver d. R. CATCHPOLE, «Trial», p. 4-9. 19, Los cuarenta dias de Nlamada a atestiguar pretenden o bien responder a la acusacién de proceso farfullado, o bien hacer indiscutible el crimen de Jesis y, por consiguiente, la justicia de su condenacién. La cifra «cuarenta», convencional, es asimismo exagerada y se opone al procedimiento descrito en la Mishné (Sanedrin, 3, 8; 6, 1), del que, no obstante, depende en parte la proclamacién del heraldo (ibid., 6, 1, fin). 20. Sin depender, no obstante de ellos, pues ninguna de las alusiones a Jestis que aparecen en el Talmud permite suponer un acceso a los textos evangélicos, y no pueden ser cristianos quienes hayan hecho llegar a ofdos judios la atribucién de los exorcismos de Jesis a Belzebt. LAS FUENTES, 23 de Israel, inspirado sin duda en Dt 13, 2-12”', describe la experiencia de un movimiento herético emanado de su seno. Jestis, amenazado de lapidaci6n, castigo judfo, fue, sin embargo, colgado. Cabria compren- der esto a partir de las reglas judias que prescriben que el ajusticiado, una vez ejecutado por lapidacién, sea colgado a un poste y expuesto hasta la noche a la vista del ptiblico (Dt 21, 22-23), Pero el verbo «colgar», cuando se trata de Jestis, apenas deja espacio para el equivoco, y encontramos en él, como Pablo confirma (Ga 3, 13) ademas citando Dt 21, 23, una perffrasis para expresar la crucifixién”. J. Blinzler™ analiza el asunto con erudicién: «Es probable que, en la tradicion talmudica, se haya Ilevado a cabo un intento de adecuar la realidad histérica con la ficcidn de un proceso puramente judfo: Jess, en cuanto seductor, hubiera debido ser lapidado por los judios, mas su muerte en la cruz, a la romana, era demasiado conocida como para poder ser negada. Por esta razén la tradicién judia habla del colgamiento como de la pena judia que, sin ser una verdadera pena capital, se parecia més a la crucifixién.» El Talmud, al fijar el suplicio «la vispera de la Pascua» 0, segin una variante, «la vispera del sabbat y la vispera de la Pascua», se alinea sobre la cronologia joanica de la Pasién: esta sera la que fue comunicada al judio que constituye el origen de esta noticia. Nada figura en ella que permitiera decir que transmite una tradicion independiente con respecto a los evangelios y a la versién cristiana de los hechos. Este texto, al atribuir exclusivamente a los judfos la res- ponsabilidad de la muerte de Jestis, prueba que quien lo elaboré no tuvo nunca el menor acceso a los evangelios, y que su ciencia no tiene otra fuente que algunos contactos con cristianos que, simplificando a ultranza el relato tendencioso del Nuevo Testamento ™, acusaban a los judios de haber matado a Jestis. 21. Aparece el mismo empleo de los verbos hiddiah («desviar>) y hesft («seducit») en Dt 13, 6-7 y en el pasaje talmidico. JUSTINO (Didl., 69, 7) atestigua la ma imputacién de los judios a propésito de los milagros de Jestis, a quien se califica de «mago» y de «extraviador del pueblo» (magon [...] kai laoplanon). Ver también LACTANCIO, Inst. div., 5, 3. 22, Esa edicién de las Toledot Yeshii tiene como titulo «Historia del Colgado» (Ma’ aseh tality). 23. Procés, p. 36. 24, Sobre la responsabilidad exclusiva de los judios, ver T. REINACH («Joséphe sur Jésus», REJ, 35, 1897, p. 1-18 [17]: «Los mismos judios, tres 0 cuatro siglos después del acontecimiento, han cometido la imprudencia de aceptar la responsabilidad de esta pretendida fechoria y de casi enorgullecerse de ello.» 24 EL PROCESO DE JESUS Al mismo tipo de informacién debemos atribuir los escasos con- tactos de las Toledot Yesht con los evangelios. Aparte de Voltaire **, apenas se ha encontrado hasta ahora un espiritu cultivado que tome en serio estas leyendas fantdsticas, nacidas durante la alta Edad Media, en lo que concierne a la historia de Jestis. En particular, las Toledot Yeshi no aportan ninguna confirmaci6n cientifica a la responsabilidad judfa en el proceso ni aclaran su desarrollo”. La importancia de las Toledot Yeshai reside en otra parte, y el juicio de Samuel Krauss, segtin el cual «cada texto de las T. Y. es un espejo de la época, que refleja los sentimientos, las aspiraciones y las opiniones de al menos cierta parte del judaismo o de ciertos medios judios», sigue siendo valido. «Este libelo, escribe el mismo autor, puede hacernos saber Ia opinién que los judios se hacian del cristianismo. Lo que significa que su valor no es objetivo sino subjetivo*”.» FUENTES CRISTIANAS Al margen de los evangelios, de los Hechos de los apéstoles y del corpus paulino, el Nuevo Testamento se muestra asombrosamente dis- creto sobre la crucifixion de Jestis * y permanece mudo sobre el proceso que a ella condujo. Pablo hace de este suplicio, sin imponerle la me- nor atenuacién, un tema central de su teologia (1 Co 2, 2). En cuan- to al tema de las responsabilidades implicadas en el asunto, la prime- ra carta a Timoteo (6, 13) recuerda el «solemne testimonio» que 25. Lettre sur les Juifs, Mélanges, coll. «La Pléiade», Paris, 1965, p. 1212 26. Contra J.-P. OSIER, L’Evangile du ghetto ou Comment les Juifs se racontaient Jésus, Paris, 1984, p. 14, En relacién con la Pasién de Jestis, el contacto de los cristianos y la influencia de los predicadores de la «misién judia> explican por contra ciertas notas teolégicas: ver G. SCHLICHTING, Ein jtidisches Leben Jesus. Die vers- chollene Toledot-Jeschu-Fassung Tam u-mu'ad, WUNT, 24, Tubinga, 1982, p. 28- 30. 27. «Une nouvelle recension hébraique du Toledot Yésha», REJ, n. s., 3, 1938, p. 65-90 (67), para la primera cita. - Das Leben Jesu nach jiidischen Quellen, Berlin, 1902 (reimpr. Hildesheim, 1977), p. 237, para la segunda. 28. La palabra «cruz» no se lee més que en Hb 12, 2, y «crucificar» no aparece mas que en Ap 11, 8. LAS FUENTES 25 rindié Jesus ante el tribunal de Poncio Pilato”, y no retiene mas que el proceso romano, el tinico que puede inspirar la fidelidad de los cristianos, expuestos ellos mismos al juicio de las autoridades impe- riales a finales del siglo I, tiempo en que fue compuesto este escrito pseudo-paulino. Este pasaje, sin depender visiblemente de los evan- gelios, se une a ellos para reproducir la misma tradicién. Antes tenemos las cartas auténticas de Pablo. En estas son varios los autores que dudan ala hora de atribuirle el pasaje de la primera carta a los Tesalonicenses (2, 13-16) en el que, entre otros temas para condenar a los judios, aparece el hecho de que «dieron muerte al Sefior Jess ®». Mas esta simplificaci6n a ultranza de los acontecimientos tiene un eco en un lugar en que la pluma de Pablo esta al abrigo de toda discusién. Pues no es a las potencias demoniacas —a pesar de la perseverancia de la exégesis en este sentido— a quienes hay que reconocer bajo los «ar- contes» 0 «principes de este mundo» a los que Pablo imputa la cru- cifixién de Cristo (1 Co 2, 6.8), sino a hombres y, en esta ocasién, mas probablemente a las autoridades judias, cuya «sabidurfa» comple- tamente humana se encuentra en las divisiones corintias *". Hasta aqui, no obstante, la cosecha es bien escasa y, para conocer el desarrollo del proceso de Jestis, es preciso recurrir a los cuatro evangelios canénicos y a los Hechos de la apdéstoles como anexo. 29. La formula epi Pontiou Pilatou tiene sentido judicial, como las que Ieemos en Mc 13, 9; Mt 28, 14; Hch 23, 30; 24, 20; 1 Co 6, 1, y en otros lugares, en griego no escrituristico: ver W. BAUER, Wérterbuch, col. 579-580. 30. Para una lista de las objeciones contra la autenticidad de este pasaje, ver B. A. PEARSON, «I Thessalonian 2: 13-16: A Deutero-Pauline Interpolation» HTR 64, 1971, p. 70-74; J. COPPENS, «Miscellanées bibliques. LXXX. Une diatribe antijuive dans I Thess., I, 13-16», ETL, 51, 1975, p. 90-95. La ausencia de coma entre 16n foudaion y \o que sigue en 1 Ts 2, 14-15 (ver F.D. GILLIARD, «The Problem of the Antisemitic Comma Between | Thessalonians 2.14 and 15», NTS, 35, 1989, p. 481- 502), si bien evita al lector atribuir a todo el pueblo judfo la muerte de Jestis, no rectifica, sin embargo, la historia, puesto que se guarda silencio sobre los romanos. 31. En este sentido, ver sobre todo, con una presentacién detallada de la exégesis modema de este pasaje, M. PESCE, Paolo e gli Arconti a Corinto. Storia della ricerca (1888-1975) ed esegesi di 1 Co 2,6.8, Brescia, 1977, especialmente p. 408-420. En Ja misma Ifnea, aunque con menor precisién en cuanto a las autoridades puestas en causa, ver G. MILLER, «ARKHONT6N TOU AI6NOS TOUTOU - A New Look at 1 Corinthians 2: 6-8», JBL, 91, 1972, p. 522-528; A.W. CARR, «The Rulers of this Age - I Corinthians I. 6-8», N7S, 23, 1976-1977, p. 20-35; G.D. FEE, The First Epistle to the Corinthians, NIC, Grand Rapids, 1987, p. 103-104, 106-107. 26 EL PROCESO DE JESUS Se excluye aquf la aportacién de los apécrifos cristianos como El Evangelio de Pedro y las Actas de Pilato 0 Evangelio de Nicodemo. El primero (manuscrito de Akhmin, descubierto el invierno de 1886-1887), mutilado ademés, no aporta nada que permitiera completar lo que ya se lee en los evangelios canénicos y que él mismo emplea en el campo de los hechos que nos ocupan. Mas atin, nos aleja de estos mismos hechos por la ignorancia de las cosas palestinas que manifiesta y las contradic- ciones que en él se encuentran en relacin con la arqueologfa. Se nota que el autor ha Hevado al maximo la responsabilidad judia en el asunto: aqui (§ 3-5) es Herodes y no Pilato quien da la orden de llevar a Jestis al suplicio*, En cuanto a las Actas de Pilato, hacemos nuestro el juicio de G.W.H. LAMPE: «Las Actas [de Pilato] toman la mayor parte de sus materiales de los evangelios candnicos, los emplean en gran parte de una manera ecléctica, aunque dependen {...} sobre todo del cuarto evangelio en Jo que se refiere al interrogatorio de Jestis desarrollado ante Pilato y toman de Lucas ¢] relato de Ja crucifixién. Los materiales no canénicos, que predominan en el capitulo primero y en la larga seccién que trata de la resurteccién, y que encontramos diseminados en el resto de la obra mezclados con materiales tomados de los evangelios canénicos, han sido con frecuencia torpemente armonizados con estos tiltimos y a veces implican contradicciones.» En lo concermiente al proceso de Jestis, este escrito no aporta ningtin dato que permita aclarar 0 completar la informacién can6nica en el campo de la historia Los evangelios y los Hechos de los apéstoles dependen, si no de un relato*’, sf al menos de una tradicién que daba ya prioridad a la Pasién de Jests y recordaba su desarrollo esencial. Esto es un hecho digno de destacar, pues corta con la pobreza de nuestra informacién en el tema de la actividad anterior de Jestis, en el que tenemos grandes dificultades para establecer una cierta sucesién de los acontecimientos, al tiempo que sus tltimas horas son objeto de un detallado relato. Si la memoria cristiana se ha cefiido a las circunstancias de este pro- ceso y al suplicio en que desemboc6, no puede ser mas que en razén de la importancia tinica de esta muerte en el orden de la fe*. El 32. Ver. M.G. MARA, Evangile de Pierre, especialmente p. 30-33, 214; R. E. BROWN, «The Gospel of Peter and Canonical Gospel Priority», NTS, 33, 1987, p. 321-343; J. B. GREEN, «The Gospel of Peter: Source for a Pre-Canonical Passion Narrative?», ZNW, 78, 1987, p. 293-301. - La cita de LAMPE que sigue se encuentra en «Trial», p. 176. 33. Ver p. 32 34. Ver T.A. BURKILL, «St. Mark's Philosophy of the Passion», NT, 2, 1958, p. 245-271 (247-248); ID., Mysterious Revelation: An Examination of the Philosophy of St. Mark's Gospel, Ithaca (Estado de Nueva York), 1963, p. 220-222, LAS FUENTES 27 Nuevo Testamento muestra que la predicacién cristiana y la respuesta creyente que suscitaba tenfan como objeto lo que Pablo enuncia refi- riéndose a la tradicién: «que Cristo murié por nuestros pecados, segtin las Escrituras; que fue sepultado y que resucité al tercer dia, segtin las Escrituras» (1 Co 15, 3b-4)*. No cabe duda de que Pablo no ha considerado itil contar la Pasién. Pero desde el momento en que ha aparecido un interés biogrdfico en relacién con Jestis, es natural que la atencién se concentrara en lo que constituia el objeto esencial de la fe. Mas este objeto, a causa del horror y del «escdndalo» que inspiraba semejante muerte, necesitaba una justificacién. Por esta razén —el testimonio de Pablo nos lo asegura— no se recordaba estos aconteci- mientos sino provistos de una referencia al Antiguo Testamento, del que se pensaba que dibujaba y legitimaba por adelantado los rasgos del Mesias sufriente. Asif se constituyé una tradici6n narrativa que versaba sobre la Pasién de Jestis, tradicidn que no se atuvo a los hechos brutos. «Los relatos, escribe Xavier Léon-Dufour™, han sido contados por creyentes con la mirada puesta en comunicar, en hacer nacer, en confirmar la fe. Lo fundamental es el acontecimiento de la Pascua, un hecho que otorga a la historia una dimensién nueva y que permite recordar sin debilitar los acontecimientos escandalosos que la precedieron.» Para servir a este objetivo, se diversificé la operaci6n: armonizacién con los textos del Antiguo Testamento considerados como anunciadores de la suerte del Cristo sufriente; temas dogmaticos que fijan la atencién en la divinidad de Jesis, en su soberano poder, en su papel en el plan de salvacién y que, como consecuencia, modelan la presentacién de los hechos y provocan palabras reveladoras; en ocasiones, aguda po- Iémica contra los judios como primeros responsables de la muerte de Jestis, mientras que los romanos pasan a segunda fila; por Ultimo, especialmente en el evangelio de Lucas, un propésito de edificacion mediante un retrato ejemplar de Jestis brindado a los cristianos. Lo que acabamos de subrayar define de hecho la obra de los evan- gelistas. Pues estos, lejos de ser puros relatores, han marcado con su propia impronta la tradicién que recibfan y las fuentes escritas que 35. Ver también Ga 6, 14; 1 Co 1, 23-24; Fip 2, 8; Ef 2, 16; Hb 12, 2; 1 P 3, 18, etc. 36. «Passion», col. 1429. 28 EL PROCESO DE JESUS empleaban. Cada uno de ellos, en grados diferentes, realiza una obra personal, trata y amasa lo que recibe, siguiendo una.o varias perspec- tivas que afectan a la teologia o a la practica cristianas. Esto equivale a decir que, al abordar estos escritos para tomar de ellos informacién hist6rica, resulta indispensable poseer una idea suficiente de la manera que tienen sus autores de componer, de los objetivos que persiguen y de las «tendencias» susceptibles de modificar, e incluso de hacer nacer bajo su pluma, tal detalle o tal palabra. A esta obligaci6n se aiiade otra: la de definir, en la medida en que sea posible, la relacién entre los evangelios. ;Depende alguno de ellos, en todo 0 en parte, de uno o de varios de los otros —lo que relativizaria la autonom{a de su informacién—, o bien es testigo de una tradicién original? Si se verifica este Ultimo caso, entonces habré que comparar esta tradicién con sus paralelas, e incluso con sus rivales. La ilumi- naci6n oblicua de Ia historia general, asi como de las instituciones judfas y romanas, es, en este caso, una aportacién indispensable. El ejemplo tipico a este respecto es la inevitable eleccién que tenemos que realizar entre la versién jodnica del proceso, en la que falta la sesién del sanedrin, y los evangelios sindpticos que la relatan. Pero més alld de este punto, cuyo cardcter esencial adivinamos, hay otros elementos de los relatos que demandan una investigacion de este tipo. Desgraciadamente, la cuestién de las relaciones interevangélicas anda lejos de haber recibido una respuesta undnime entre los especia- listas, cuyas opiniones se enfrentan en el campo de batalla. ,Dependen Mateo y Lucas de Marcos, o tnicamente de Marcos? Ha empleado Juan los sindpticos 0, al menos, algunos de ellos? Ha dispuesto 0 no Lucas de una fuente particular para el relato de la Pasién? Cuestiones todas ellas que reciben respuestas divergentes. Para ser breves, evitando, por otra parte, Ja trampa del dogmatismo mediante el que algtin autor se esfuerza por asegurarse él mismo, he aqui algunas observaciones deliberadamente «abiertas». La primera es que, en lo que se refiere a los relatos de la Pasion, nada obliga a admitir que Mateo haya utilizado otro relato que el de Marcos: las variantes, en el primero, se explican por sus propias de- terminaciones literarias, teoldgicas y pastorales, sin contar con las de las comunidades cristianas, cuya influencia y herencia habja recibido el evangelista. LAS FUENTES 29 Resulta més dificil emitir un veredicto en el caso de Lucas”, en el que un buen nimero de autores detectan el empleo de una fuente particular para la Pasin. La cosa es posible y fijar una posicién de- finitiva en este punto serfa imprudente. Mas habr4 que tener en cuenta los siguientes puntos. Primero, no porque un determinado episodio falte en los otros evangelios (pensemos, por ejemplo, en la compare- cencia de Jestis ante Herodes Antipas) tenemos que sospechar nece- sariamente el empleo de una fuente continua: la incorporacién de datos tradicionales erraticos puede bastar para dar cuenta del fenémeno™. Segundo, una determinada diferencia en la presentacién de los hechos 0 una determinada adicién se comprenden si se presta atencidn a los imperativos parenéticos o cristolégicos que el autor se impone a lo largo de toda su redaccién: piénsese en el relato de la agonfa, en las palabras pronunciadas por Cristo en la cruz, con su sello eminentemente ejemplar; ,acaso es una fuente la que ha Ilevado a Lucas a suprimir la flagelacién como tal y el grito de abandono de Jestis? Y ademas Lucas es un narrador profesional, de suerte que era muy capaz de hacer nacer bajo su pluma variantes que consideraba aprovechables para sus lec- tores, aunque no fuera mds que para colmar una laguna y obtener un mejor equilibrio literario (asi, por ejemplo, al redactar la acusacién de los miembros del sanedrin ante Pilato en 23, 2), Para concluir, es importante advertir que el orden de los episodios de la Pasién en Lucas es, en general, el mismo que en Marcos. De los veinte episodios contados por Joseph A. Fitzmyer en Lucas, dieciocho se encuentran en Marcos més 0 menos en el mismo orden, de suerte que la trama del conjunto es idéntica en uno y otro evangelio”. En consecuencia, no estamos obligados a otorgar privilegio al relato de la Pasién: también aqui ha podido usar Lucas a Marcos tan libremente como lo hace en el resto de su evangelio. Mas delicada atin es la cuestién de las relaciones del cuarto evan- gelio con los otros tres’. {Los ha usado Juan directamente, en todo 37. Para un resumen de las opiniones, ver, entre otros, E. ERNST, Das Evangelium nach Lukas, RNT, Ratisbona, 1977, p. 643-644; J.A. FITZMYER, Luke, t. 1, p. 1365- 1366; F.J. MATERA, Passion Narratives and Gospel Theologies: Interpreting the Scriptures through Their Passion Stories, Nueva York-Mahwah, 1986, p. 152-155, 238-239. 38. Ver los ejemplos que ilustran esto en J.A. FITZMYER, Luke, t. Il, p. 1487- 1488, a propésito de Le 23, 18-25, en W. RADL, «Sonderiiberlieferung», p. 131- 147. 39. J.A. FITZMYER, Luke, t. II, p. 1365. 40. Para un buen resumen reciente de la cuesti6n, ver J. BEUTLER, «Méthodes 30 EL PROCESO DE JESUS 0 en parte? ;O bien depende de una o varias tradiciones o fuentes a las que también los sindpticos han tenido acceso? El problema se com- plica atin mas si se considera que Juan no ha sido construido de una sola vez y que el recurso a los sindpticos, en el estadio final de la composici6n, no entrafia el mismo tributo respecto a ellos en los estratos anteriores. En lo que respecta especialmente al relato de la Pasién, varios autores tienen por valida, aunque modificéndola un tanto, la teorfa de Rudolf Bultmann sobre la existencia de una «fuente de la Pasién» empleada por Juan, que no presentaria sino pocos contactos con los sindpticos. A esta fuente, se piensa en ocasiones, se habrian afiadido otras fuentes o tradiciones asimismo conocidas de los sinép- ticos. La cosa es demasiado embarullada como para que podamos aqui decidirla de manera perentoria. Para no superar los limites de la mo- destia, diremos, en primer lugar, que negar todo contacto entre Juan y los sin6pticos es cerrar los ojos ante la evidencia; ahora bien, esa evidencia ya no existe cuando se trata de decir si ese contacto supone una relaci6n directa: cabe, en efecto, preguntarse si no habria que situarla mds bien al nivel de las fuentes. Mas el hecho de encontrar en Juan, al margen del relato de la Pasién, elementos pertenecientes a este en Marcos (asf con la «agonia», en Mc 14, 32-42), a comparar con Jn 12, 27, 0 el reproche de «blasfemia» en Jn 10, 33.36, que evoca a Mc 14, 61-64) o en Lucas (comparar Jn 10, 24-25 y Le 22, 67-68; Jn 19, 12 y Le 23, 20-21) da més bien la impresi6n de una utilizacién libre de sus predecesores por parte de Juan para tejer su propia com- posicion. En cuanto al relato mismo de la Pasi6n, la versién jodnica ofrece algunos contactos, y entre ellos algunos verbales, con el mismo relato en Mateo y Lucas *', fenémeno diffcilmente explicable sin una influencia directa Tenemos menos fundamento para decir que Juan ha dispuesto de un documento que cuenta de manera continuada la Pasién de Jesus. Por el contrario, es cierto que nos transmite algunas tradiciones inéditas, et problémes de la recherche johannique aujourd'hui», La Commununauté johannique et son Histoire, MondeB, Ginebra, 1990, p. 15-38 (16-28). 41. En el caso de Mateo, comparar Jn 18, 11a con Mt 26, 52a. En ambos evan- gelios se da el nombre de! sumo sacerdote Caifés (In 18, 13.14.24.28; Mt 26, 3.57), el nombre de Jesiis figura en la inscripcién del Calvario (In 19, 19; Mt 27, 37), se designa a José de Arimatea como discfpulo (Jn 19, 38; Mt 27, 57), la tumba en la que se deposita a Jests es «nueva» (kainos: Jn 19, 41; Mt 27, 60). En el caso de Lucas: Satan y Judas (In 13, 2; Le 22, 3), ausencia de proceso nocturno, flagelacién destinada a contentar a los judios (In 19, 1; Le 23, 16.22), la tumba de Jesiis en la que adn no habfa sido depositado nadie (Jn 19, 41; Le 23, 63). LAS FUENTES ai de Jas que algunas tienen un real interés histérico. La comparecencia nocturna ante Ands es una de las mas preciosas. Juan no ha inventado tampoco los nombres de Lithostroton y Gabbatd’. Mas en distintos episodios, lo que distingue a este evangelio de los otros lleva hasta tal punto la marca de su autor tanto en la forma como en el contenido—, que no vemos Ia necesidad de pensar en una documentaci6n distinta a los evangelios sinépticos (asi al comparar las sesiones paralelas ante Pilato). Para concluir, de manera provisional, aunque con una buena dosis de probabilidad: — es practicamente imposible establecer la existencia de una fuente continua en la base del relato jodnico de la Pasién; — a menos que admitamos que el tinico empleo posible de un evangelio anterior sea aquel del que testimonian Mateo y Lucas, no se puede descartar la idea de que Juan ha conocido los sinépticos y ha sido influido por ellos; — Juan ha recogido tradiciones independientes de estos Ultimos; — Juan manifiesta, en el relato de la Pasi6n, la misma personalidad independiente que en el resto de su evangelio y la parte de su redacci6n en él es considerable, tanto en la relacién de los hechos como en las palabras. En lo que respecta a la investigacién histérica, los evangelios poseen un valor desigual. Mateo y Lucas, por lo general, apenas aportan mas de lo que ya se encuentra en Marcos. Todo lo que le afiaden y todas las diferencias que los separan de él, sin poder ser atribuidas de manera sistematica a la creaci6n de ambos evangelistas, no presentan las ga- rantias que permitieran reconocer aqui hechos reales “*. Lo que queda, pues, es escrutar Marcos y Juan, para encontrar a través de ellos las huellas del origen. 42. Con todo, debemos observar, a propésito de ciertos detalles, que un buen narrador tiene la obligacién de aportar concrecién a sus relatos y establecer en ellos una cierta Idgica: ver p. 44-45 (a propdsito de Malco y de su pariente) y p. 82 (a propdsito del discipulo «conocido de! sumo sacerdote»). 43. Ver M.L. SOARDS, «Oral Tradition, p. 337-345. - Entre los elementos més substanciales, se piensa, a propésito de Mateo, en los siguientes datos: los tratos de Judas con los sumos sacerdotes (27, 3-10), 1a intervencién de la mujer de Pilato (27, 19), el gesto de Pilato de lavarse las manos frente a la muchedumbre (27, 24), la declaracién de responsabilidad del pueblo (27, 25), la apertura de las tumbas (27, 52- 53), la guardia del sepulero de Jestis (27, 62-66). A propésito de Lucas: la compa- recencia de Jestis ante Herodes Antipas (23, 8-12), las palabras de las plafiideras en el camino del Calvario (23, 27-31), el episodio del «buen ladrén» (23, 39-43), la Gltima oracién de Jestis (23, 46), el arrepentimiento de la muchedumbre (23, 48). 32 EL PROCESO DE JESUS De las posibilidades ofrecidas por Juan ya hemos dicho lo esencial, y cada episodio del proceso nos permitird apreciar su aportacién. Queda Marcos, del que nos gustaria conocer su plano de fondo, es decir, los materiales escritos u orales de que ha dispuesto el evangelista. Por desgracia, la discusién sobre las fuentes de Marcos, especialmente en el relato de la Pasion, no esta cerrada“*. ZEs preciso pensar en un bloque ya constituido, trasmitido primero de manera oral y empleado en las comunidades, dispuestos a reconocer que han sido insertados elementos adventicios en este conjunto? ;O bien no habia antes de Marcos mds que fragmentos independientes “*? Sin contar con otras tentativas como las que piensan en un «relato largo» que desborda ampliamente el evangelio de Marcos, o la redacci6n, por el contrario, de un «relato corto» que incluiria la crucifixion, la sepultura y el mensaje pascual, segin el esquema de predicacién conservado en | Co 15, 3-4, y otras teorfas mds aventuradas “*. El texto de este evangelio presenta en algunos puntos una serie de costuras que permiten suponer la existencia de un dato anterior sobre el que se habria llevado a cabo un retoque de ultima mano. Sin embargo, las pruebas, que permitirian afirmar que Marcos ha dispuesto de un relato continuado de la Pasion, son insuficientes Sea lo que fuere, este relato, aunque hubiera existido y aunque se pudiera encontrar sus principales contornos, no dispensaria al historia- dor de someterlo a un examen critico. A priori, no estaria mas indemne de las ampliaciones y adaptaciones que el evangelio que lo hubiera 44, Ver un resumen general de las opiniones en E. ERNST, «Passionserzahlung». Sobre las teorfas litirgicas, ver Ch. GRAPPE, «Essai sur l’arriére-plan pascal des récits dela demiére nuit de Jésus», RHPAR, 65, 1985, p. 105-125; «D'un Temple a l'autre. Pierre et I'Eglise primitive de Jérusalem», EHPhR, 71, Paris, 1992, p. 172-176. 45. Es dificil pensar que ciertos elementos hayan circulado de manera aislada en la tradici6n. Asi, las conversaciones de Judas con los sumos sacerdotes, la huida del joven desnudo en Getsemani, las negaciones de Pedro, el asunto de Barrabés, la intervenci6n de Sim6n de Cirene: todos estos datos requieren un contexto, como ha subrayado bien M.L. SOARDS, «Oral Tradition», p. 335-336, 46. Sobre el esquema de predicacién conservado en 1 Co 15, 3-4, ver E. ERNST, «Passionserzihlung», p. 171-173. - Se piensa en particular en las dos fuentes —una «romana» y otra «semitica»— de que habla V. TAYLOR (The Gospel according to Mark, Londres. 1955, p. 653-664), obra maestra de fragmentacién sobre la base de argumentos filolégicos y estilisticos cuyo conjunto incluye una notable parte de arbi- trariedad LAS FUENTES 33, recogido *’, Por eso podemos atenernos a Marcos como testigo de la tradicién en lo relativo al proceso y a la ejecucién de Jestis, para emplearlo junto con el cuarto evangelio como documentaci6n esencial del lado cristiano. El conjunto deriva en tltimo extremo de las primeras comunidades de Palestina, en particular de la de Jerusalén, algunos de cuyos miembros podian hablar de lo que habia pasado entre Getsemani y el Gélgota, tras haber sido informados por testigos directos 0 indi- rectos (se piensa aqui en Sim6n de Cirene “). Los recuerdos de estos hechos, recibidos con piedad, fueron transmitidos en las Iglesias, aun- que nunca en estado bruto, sino, tal como se ha dicho, englobados ya en una lectura interpretativa a la que los evangelistas dieron el tltimo toque. p. 145-149) haya incluido ya en el supuesto «relato primitivo de la crucifixion y de la muerte» prodigios y reminiscencias o citas escrituristicas. 48, Ver p. 127-128. Capitulo I EL ARRESTO EI primer episodio de la Pasién propiamente dicha relata, en los cuatro evangelios, el arresto de Jestis. Marcos (14, 43-52) nos ofrece un apreciable residuo historico al que no afiaden nada esencial los otros evangelios. EL LUGAR La escena se sittia en «una propiedad, cuyo nombre es Getsemani» (Mc 14, 32) a la que se habja retirado Jestis con sus discfpulos. A la palabra khérion («terreno», «propiedad») corresponde en Jn 18, 1, képos, «huerto»', més precisa. Asimismo segtin Juan, este huerto se encontraba «al otro lado del torrente Cedrén», informacién que carece del menor alcance religioso y que no tenemos ninguna dificultad para retener. El nombre de «Getsemani» recubre el hebreo-arameo gat she- mani(m)(n)*, «prensa de aceite». Lucas (22, 39) no ha considerado interesante para sus lectores conocer esta apelacién local, y lo mismo cabe decir a propésito del nombre de «Gélgota» (Le 23, 33; ver Mc 15, 22). Se contenta aqui con la localizacién general que recibe de Mc 14, 26, donde se nos hace saber que el grupo se dirigié hacia el «monte de los Olivos». El mismo Lucas (22, 39) nos muestra a Jestis ganando este empla- zamiento «segtin su costumbre». El evangelista hace asi referencia a lo que ha escrito mas arriba (21, 37) sobre el comportamiento 1. Sobre los eventuales matices del término en relacién con las plantaciones, ver C.H. DODD, Tradition, p. 97, n. 66. 2. Ver G. DALMAN, Grammatik, p. 191; Jerusalem und seine Geléinde, Giiters- loh, 1930, p. 179; Itinéraires, p. 420-421 36 EL PROCESO DE JESUS de Jestis en Jerusalén: durante el dia ensefiaba en el Templo, y pasaba la noche en el monte de los Olivos, sin Ja menor duda para orar all{*. Estas noticias estan penetradas de expresiones y temas lucanos, de ahi su gran valor historico. Segtin Jn 18, 2, «Jestis habia estado * allf mu- chas veces con sus discipulos», una informacién tan util como trivial, sin otro origen al parecer que la necesidad de justificar el conocimiento que tenfa Judas del lugar en que se encontraba Jestis. Del conjunto de los datos concordantes de los evangelios retendre- mos que Jestis fue arrestado en un lugar, sin duda un huerto, llamado Gat shemani, situado al otro lado del Cedrén, o bien al pie o en las primeras rampas del monte de los Olivos. POR QUIEN Y EN NOMBRE DE QUIEN FUE ARRESTADO JESUS? Marcos (14, 43) describe el comando encargado de arrestar a Jestis como «una banda con espadas y palos, por tanto una tropa en armas °, como resume Juan: (18, 3: hopla). Este tltimo afiade «linternas» y «antorchas», detalle comprensible dada la hora. Mas dificil de hacer cuadrar con Ia realidad, al menos a los ojus de algunos, es el hecho de llevar armas en plena noche pascual, dado que la Pascua tenia el cardcter del sabbat®. Pero, admitiendo que la cronologia de Marcos sobre la Pasién sea Ja buena ’, no es probable que las autoridades judias consideraran ilegal que unos esbirros en acto de servicio fueran equi- pados en previsién de que encontraran resistencia activa: aqu{ valfa la regla, ya antigua (1 M 2, 39-41), del peligro de muerte y del derecho a defenderse en cualquier dfa de la semana *. 3. Le 6, 12; 9, 28 4. Sobre el sentido de «estar», «morar (y no «reunirse») del verbo synagethai aqui y en Heh 1, 26, ver H. REYNEN, «Synagesthailoh 18, 2», BZ, N.F., 5, 1961, p. 86-90. 5. Okhilos no tiene aqu‘ el sentido de «muchedumbre» popular, sino el de «banda», de «tropa», como en Heh 1, 15; 6, 7, y otros lugares en griego. - Sobre los «palos» (xyloi, «maderos», «bastones») como armas, ver JOSEFO, GJ, II, 176 (una accién policial de los soldados romanos por orden de Pilato); EUSEBIO, Hist. ecl., ll, 23, 18 (Santiago fue muerto de un bastonazo, xylon) 6. Sobre la legislacién rabinica en esta materia, ver G. DALMAN, Jesus-Jeschua, p. 90; [H.L. STRACK-]P. BILLERBECK, t. I, p. 995 7. Ver p. 113-118. 8. Para la documentaci6n, ver E. LOHSE, «Sabbaton», ThWNT, t. VIL, p. 15. EL ARRESTO 37 Se dice que la tropa ha sido enviada por «los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos» (Mc 14, 33). Esta triple enumeracién, en la que se reconoce la composicién del sanedrin, expresa el cardcter ple- namente oficial del lado judio de esta operacién de policfa. Marcos lo sefiala atin en otras tres ocasiones (8, 31; 14, 53; 15, 1), y no cabe duda de que alli donde abrevia la lista’, no persigue el mismo propésito, que es en todas partes atribuir a las instancias supremas del judaismo la responsabilidad de la muerte de Jestis. Sin embargo, dado que el sumo sacerdote o los sumos sacerdotes son siempre mencionados, y en ocasiones s6lo ellos, en la preparacién y el desarrollo de esta empresa asesina, se les puede otorgar en este caso mds peso que a los otros partidos judios e inscribirlos entre los datos heredados de la tradicién. {Son levitas, a los que incumb{a el mantenimiento del orden y de la seguridad en el interior del Templo, los encargados del arresto? De hecho, no se conoce ninguna operacién de este tipo que fuera confiada a levitas fuera del santuario '°. Juan (18, 3) habla de «siervos [hypéretai] de los sumos sacerdotes y de los fariseos». Los fariseos son un afiadido sin valor histérico. En cuanto a los «siervos»'', evocan mas bien a esbirros laicos, a disposicién de los tribunales, sin duda aquellos que recordaba Abba Joseph ben Hanin al componer esta balada conservada en la Toseft4 y el Talmud’, y que la emprende con las familias pon- tificias de la época del segundo Templo: «jAy de mi, a causa de la familia de Baithos [Boethos], ay de mi, a causa de su lanza! jAy de mi, a causa de Ja familia de Hanin, ay de mf, a causa de sus comadreos! jAy de mi, a causa de la familia de Qatrés, ay de mi, a causa de sus célamos"! 9. 10, 33; 11, 18; 14, 1 (sumos sacerdotes y escribas); 14, 10; 15, 3.10.11.31 (sumos sacerdotes tinicamente); 14, 47.53.54.60.61.63.66 (el sumo sacerdote). 10. En Heh 4, 1, «los sacerdotes, el comandante del Templo y los saduceos» vienen a detener a los apéstoles en el marco del santuario 11. Nétese que los fariseos no tenfan «siervos» aptos para efectuar un arresto, y su mencién depende de ta designacién estereotipada de la oposicién judia en Juan. ~ Sobre el tema de los «siervos», en JOSEFO (GJ, 1, 655; AJ, XVI, 232) la palabra hypéretés designa al verdugo 0 al torturador. Sobre esta cuestién, ver J. BLINZLER, Proces, p. 114-117. 12. b. Pesahim, 57a; Tos. Menahot, 13, 21. 13. Que redactan decretos. 38 EL PROCESO DE JESUS iAy de mf, a causa de la familia de Elishd, ay de mi, a causa de su pufio! iAy de mi, a causa de la familia de Ismael ben Fiabi, ay de mf, a causa de su punto!» Pues son sumos sacerdotes, sus hijos tesoreros, sus yernos vigilantes del Templo, y sus siervos baten al pueblo a bastonazos ". El cuarto evangelio hace intervenir, ademds de la milicia judia, la «cohorte» (speira) con el «tribuno» o «chiliarca» que la mandaba Gn 18, 3.12). Se trata aqui, sin el menor asomo de duda, de una parte de Ia guarnicién romana que estaba acantonada en la fortaleza Antonia '° de Jerusalén. Que esta tropa de seiscientos hombres haya participado en el arresto de Jestis es algo que resulta inverosimil, no en razén del numero manifiestamente excesivo para la circunstancia (después de todo, es posible que Juan no pensara més que en un destacamento de la cohorte), sino porque se opone a la seguida de los acontecimientos. En efecto, resulta dificil de creer que unos soldados romanos, bajo la autoridad presente de su jefe, conduzca a Jestis a casa del sumo sacer- dote, que es lo que, segtin el testimonio undnime de los evangelios, tuvo lugar. Por otra parte, Pilato, durante el proceso, parece ignorar todo lo relativo a esta intervencién, y los que le llevan a Jestis no son mas que judfos segiin todos los testimonios. Si afiadimos el silencio total de los evangelios sindpticos, tendremos esta intervencién del ejér- cito romano por una ficcién, sea cual fuere su origen y la utilizacion que de ella hace, por su parte, el evangelista. EL PAPEL DE JUDAS Los cuatro relatos convienen entre sf en el papel de Judas como guia de los que arrestaron a Jestis. Segtin los evangelios, esta accién no es la tinica de este personaje en la tragedia que condujo a 14. Segiin la versién de J. JEREMIAS (Jérusalem, p. 267-268) donde se encontraré la anotacién critica de la célebre elegia 15. Aunque J. BLINZLER (Procés, p. 83-87) y D.R. CATCHPOLE (Trial, p. 148-151) se hayan esforzado en probar lo contrario. En el texto aparece clara la distincién entre los guardias judios y la speira, que designa ademas en todo el Nuevo Testamento (Mc 15, 16, par. Mt 27, 27; Hch 21, 31) la cohorte romana de Jerusalén (ver también Heh 10, 1; 27, 1). Lo mismo sucede con el «chiliarca»: Heh 21, 31.32.33.37, ete. - Esta «parte de la guarnici6n romana» inclufa, ademéds de la cohorte, un contingente de caballerfa, formando en total un conjunto de alrededor de diez mil hombres. EL ARRESTO foo) Jestis al Calvario. Ya antes se ve a Judas proponer sus servicios a los sumos sacerdotes a fin de entregarles a Jestis, y a estos prometerle dinero "6. La mediacién se ve facilitada por el hecho de que Judas Iscariote pertenece al grupo de los discipulos de Jesis; mucho més, en los evangelios se le sefiala como «uno de los Doce» (Mc 14, 10.43, par.). Pero gse trata de un dato histérico '"? La presencia de Judas entre los Doce es rechazada, primero, por aquellos autores que se niegan a admitir que el grupo haya sido cons- tituido por Jestis mismo. Sin embargo, es més facil admitir su origen prepascual que su creacién por la primera comunidad. Ciertamente, los Doce, al comienzo, tuvieron su lugar en ella, Pablo lo atestigua (1 Co 15, 5). Se trata, no obstante, de una pieza heredada de la tradicién, pues él mismo no manifiesta ningin conocimiento personal del grupo. Durante su primera visita a Jerusalén, tres afios después de su conversi6n. como minimo, no lo encontré y no sefiala ni su presencia ni su direcci6n en la comunidad (Ga 1, 19). Si se pretende fijar su origen en el seno de esta ultima, se acaba diciendo que el grupo, apenas nacido, ces6 de existir. Resulta mas verosimil suponer que, tras haber sido fundado por Jestis, se reform6é después de la huida de la que se va a hablar. Entonces fue cuando recibié la gratificacién de una visién del Resu- citado, como atestigua Pablo en 1 Co 15, 1°. 16. Mc 14, 10-11, par. Mt 26, 14-16. Sobre la versién de Mateo, ver p. 40-41 17. Sobre et origen del sobrenombre «lscariote», ver la exposicién de las teorfas existentes en J.A. MORIN, «Les Deux Derniers des Douze: Simon le Zélote et Judas Iskariéth», RB, 80, 1973, p. 332-358 (349-358). La explicacién que desarrolla el autor reposa sobre remotas analogias hebreas y arameas que no tienen nada de evidentes. Por lo demas, dar cuenta del sobrenombre a partir del cardcter y del papel de Judas choca con el hecho de que su padre —si al menos prestamos contianza al cuarto evangelio (Jn 6, 71; 13, 2.26)— llevaba ya el mismo sobrenombre. Este no es, en la interpretacién mas clara, sino la transcripcién de ish Keriyyét (hombre de Keriyyét»). En efecto, 1. ish se emplea en los sobrenombres; 2. se conocen dos localidades con cl nombre de Keriyyét (Jos 15, 25; Jr 48, 24); 3. una antigua tradicién exegética, de la que dan testimonio diversas variantes, sustitufa «Iscariote» por las palabras apo Karyétou («de Keriyy6t»), - Podemos dejar de lado, como totalmente inverosimil, la tesis que hace de Judas un personaje fabricado enteramente por los primeros cristianos para encamar o bien la apostasfa cristiana, o bien (peor) el judafsmo (ja causa del nombre de «Judas»!). 18. Ahora bien, ;no proporciona Pablo al mismo tiempo Ja principal objecién contra el hecho de que Judas haya pertenecido al grupo de los Doce? Escribe que Jestis «se aparccié |...] a los Doce», {No habria debido escribir: «a los Once» (como han hecho ciertos correctores del texto)? Sin embargo, ef resumen tradicional sobre la 40 EL PROCESO DE JESUS Ahora bien, en las tres listas evangélicas de los Doce, encontramos el nombre de Judas en el dltimo lugar. De querer suprimirlo, asumimos la obligacién y la dificultad de sustituirlo por otro nombre que, en realidad, no se puede encontrar °. Finalmente, por mucho que se quiera entrever en la felonia resonante de Judas una advertencia dirigida a los cristianos tentados de apostatar, cualquier invencidn en este sentido rebasa las libertades que se permiten los evangelistas (0 sus fuentes) en el campo de los hechos. Dejemos, pues, a Judas tanto en su lugar en el colegio de los Doce, como en su papel en el final tragico de Jestis. Lo que ahora nos importa es definir este papel. Segtin un dato constante de los evangelios, Judas fue aque! que «entreg6» a Jestis. Mas la expresién es vaga; se inscribe ademds en un conjunto en el que Judas no es el tinico sujeto que acttia, y que abarca toda la accién judicial contra Jestis, al cabo de la cual sera condenado a muerte —y, por derivacién, la que ser dirigida contra sus disc{pulos”. ;Se puede ser mas preciso en el tema del papel de Judas empleando la escena de su intervencién ante los sumos sacerdotes, tal como es evocada en Mc 14, 10-11? Ciertamente, por su sobriedad, ofrece buenas garantias histéricas, aunque se ignora lo que pudiera decir en aquella circunstancia*!. La lectura peyorativa de Mateo (26, 14-16), Resurreccién que cita Pablo emplea una designacién oficial fijada en lo sucesivo en el lenguaje de las comunidades, mientras que los «Once» no aparecen mds que en los. testigos de finales del s. I, e incluso més tardios (Le 24, 9.33; Heh 1, 26; 2, 14; Mc 16, 14; Mt 28, 16 dice: «los once discipulos»). Por lo demés, el grupo habia recuperado su plenum con la pronta elecci6n de Matias (Hch 1, 15-26, substancialmente histérico). 19. Ver estas listas en Mc 3, 16-19, par. Mt 10, 2-4; Le 6, 1316. - La accién de Judas contra Jestis seria incluso, segan ciertos autores, el argumento principal en favor de la constitucién del grupo de los Doce por Jestis. 20. Sobre Judas como aquel que «entregé» a Jestis, ver Mc 3, 19; 14, 10.11.18.21.42.44; Mt 10, 4; 26, 46.48; 27, 3.4; Le 22, 4.6.21.22.48; Jn 6, 64.71; 12, 4; 13, 2.11.21; 18, 2.5; 21, 20. Sobre la accién judicial al cabo de la cual sera Jestis condenado a muerte, ver Mc 9, 31; 10, 33; 14, 41; 15, 1.10.15, etc. En todos estos casos la expresién se amplifica con armonfas neotestamentarias en las que se percibe el plan de Dios (ver Rm 4, 25; 8, 32). Sobre la cuestién, ver especialmente W. POPKES, Christus traditus. Eine Untersuchung zum Begriff der Dahingabe im Neuen Testament, ATANT, 49, Zurich, 1967. - Sobre la accién judicial que sera dirigida contra los discfpulos, ver Mc 13, 9.11.12; Mt 10, 17.19.21; 24, 9.10; Le 21, 12.16. 21. Segdn A. SCHWEITZER, (Geschichte der Leben-Jesu-Forschung, Tubinga, 1925 [4° ed.], p. 442; existe edicidn espaiola en Edicep, 1990), el papel de Judas EL ARRESTO 41 segtin la cual Judas se abandona a un sérdido trafico, sirve aqui de poca ayuda. La codicia del hombre esté bien sefialada por Juan (12, 4-6), aunque no podamos afirmar que no se trate de un rasgo imaginado para ennegrecer al personaje; por lo demas, Juan, a diferencia de Mateo, no hace intervenir esta tara en la accién de Judas contra su Maestro. En realidad, Gnicamente podemos sugerir hiptesis sobre los motivos que le guiaron en su defeccién ”. Que esta le haya conducido a Getsemani para Ilevar alli a los guardias encargados de arrestar a Jestis es perfectamente plausible, y el cuarto evangelio no se aparta del orden en que debieron pasar las cosas cuando explica que Judas «conocfa el lugar» (Jn 18, 2). Se com- prende que Jestis, sintiéndose amenazado, se retirara aparte, fuera de la ciudad, y que sdlo alguien que le fuera familiar hubiera sabido donde encontrarle. También era preciso identificarle. En efecto, no es muy seguro que la notoriedad de Jestis haya sido tan grande como Juan (12, 11.19) nos asegura y que cualquier jefe de milicia lo hubiera reconocido a primera vista. Afiadamos que los bosquecillos de Getsemani, incluso iluminados con antorchas (Jn 18, 3), no ofrecian el aspecto de un gran bulevar en horas nocturnas. Marcos (14, 44), seguido por Mateo (26, 48), nos habria consistido en transgredir la consigna de silencio impuesta por Jess y comunicar al sumo sacerdote la pretension de Jestis a la realeza mesidinica. Esta teorfa supone: 1. que la orden de guardar secreto en Marcos sea histérica; 2. que Jesiis haya definido su misién como mesidnica; 3. que la condena judia haya tenido como causa esta pretension. Sin embargo, ninguno de estos puntos est confirmado. En particular, como veremos més adelante, el relato de la sesién del sanedrin y el interrogatorio del sumo sacerdote sobre la mesianidad de Jess no tienen ninguna posibilidad de reproducir hechos reales. El tema de la conversaci6n de Judas con los sumos sacerdotes, si tuvo lugar, habré consistido al menos en elaborar el modo del arresto. 22. Entre las hipstesis menos aventuradas podemos citar la que hace de Judas un decepcionado en su esperanza de participar en un mesianismo de tipo activista siguiendo los pasos de Jestis. Aunque harfa falta atin que Jestis, de un mado u otro, hubiera dejado madurar semejante esperanza en sus intimos: ver p. 105-106. - Sobre el término «defeccin»: evitaremos hablar aqui de «traicién», en la medida en que, como ha recordado M, RUHLAND (Markuspassion, p. 19), eso «puede dar la impresién de que Judas ha manifestado a los sumos sacerdotes un secreto referente a Jestis, como, por ejemplo, sus proyectos o el lugar en que estaba». Por lo demas, sdlo Lucas (6, 16) designa a Judas como «traidor» (prodotés), mientras que ni el verbo paradidonai, empleado a propésito de la accién de Judas, ni sus equivalentes hebreo y arameo (masar, mesar) significan «traicionar». Descartamos como fantéstica la interpretaci6n de G. SCHWARZ (Jesus und Judas, especialmente p. 228), segiin el cual Judas entregs a Jess siguiendo una orden de este. A menos que explotemos de manera abusiva (ver Jn 13, 2) lo que dice Jestis en Jn 13, 27b, estamos dispensados de atribuirle un suicidio por pe interpuesta. 42 EL PROCESO DE JESUS habla de una «sefial» convenida entre Judas y la tropa: «aquel a quien yo dé un beso, ése es.» Esta sefial de respeto y de veneracién**, normal por parte de un discfpulo en circunstancias ordinarias, lo es menos en el caso de un arresto por la policia, a la que le bastaba con un gesto de la mano para identificar a Jestis en la semioscuridad. Lo odioso es Hevado hasta el colmo y la Biblia, mediante ejemplos similares, se basta para inspirar este detalle. Tampoco esta de acuerdo con la situacién ofr a Judas decir a la tropa: «Prendedle y Ilevadle con cautela**» (Mc 14, 44), como si fuera el jefe en vez de servir de indicador. Y ,qué pensar de una recomen- dacién que, en el presente caso, frisa el ridfculo? Los policfas sabjan, Mejor que nadie, lo que tenfan que hacer. Cabe concluir que la perspectiva moral y contra-ejemplar del relato, destinado a lectores cristianos, ha tenido como efecto aumentar la responsabilidad y el papel de Judas en el arresto de Jestis. Judas aparece en la cabeza misma del relato de Marcos, el comando est4 «con él», le da 6rdenes. El intimo de Jestis entrega a su Maestro con un beso. Todo est4 compuesto para ponerlo de relieve y, gracias a él, precaver a los cristianos de lo que supondrfa caer en la tentacién de apostatar. En realidad, si bien no hay que excluir a Judas de la operacién, su parte en ella debia ser subalterna y momenténea, Desaparece, ademas, para siempre de la escena de la Pz UNA PELEA EN GETSEMA) La brevisima mencién del arresto (Mc 14, 46) expresa la veneracion del evangelista por la victima de este montaje (obrara del mismo modo en la flagelacion y en la crucifixién). Mas el relato no se detiene ahi 23. El titulo de «Rabi> que acompafa el gesto confirma su alcance. Sobre la significacién del beso en Ia Biblia y en el judaismo, ver A. WUNSCH, Der Kuss in Bibel, Talmud und Midrasch, Breslau, 1911; B. MEISSNER, «Der Kus in Alten Testament», SPAW.PH, 1934, p. 914-930; M. DIBELIUS, «Judas und Judaskuss», Botschaft und Geschichte, t. I, Tubinga, 1953, p. 272-277; [H.L. STRACK-IP. Bl- LLERBECK, t. I, p. 995-996; G. STAHLIN, «Philed, kil.» TAWNT, t. IX, p. 124- 126, 136-144. 24. 2S 20, 9-10; Pr 27, 6; Si 29, 5. 25. Mateo (26, 48) abrevia esta orden; Lucas la pasa completamente en silencio. En ambos es Jestis quien domina la escena. EL ARRESTO 43 para pasar de inmediato al traslado de Jestis ante las autoridades judias. Sobreviene un incidente después de que Jestis haya sido prendido: «Uno de los presentes, escribe Marcos, sacando la espada, hirié al siervo del Sumo Sacerdote, y le corté la oreja*» (14, 47) El hecho esta privado de todo comentario. Sorprende a la vez por su posici6n en el relato (Jestis ya ha sido arrestado) y por su laconismo. Pues {quién es esa gente entre la que se encuentra el agresor? Muchos lo saben, porque, dejando a Marcos, van a inspirarse en los otros evangelios. Mateo (26, 51) y Lucas (22, 49-50) atribuyen el gesto a un discipulo, y en ambos casos se trata de una accién defensiva en favor de Jestis. Lo mismo aparece en Juan (18, 10), que precisa Ila- mando por su nombre a Sim6n Pedro como el autor del corte con la espada. Segtin distintos exégetas 0 historiadores, Marcos, mediante su formula vaga, recubriria prudentemente lo que descubren los otros evangelistas *’: Jestis, de hecho, estaba acompafiado de discipulos pro- vistos de armas, dispuestos a intervenir en caso de ataque, y que no dudaron en pasar a Ia accién. Si este fue el caso, es preciso admitir que Mateo, Lucas y Juan han tomado su precisién de otro sitio que en Marcos, de una tradicién mis fiel a la realidad. Pero {no se esta exagerando la importancia de la escena? De hecho, esta pierde ya su relieve si, en vez de reconocer a los discipulos en «los presentes», vemos a los policias que allf estaban. Este es en todo caso el punto de vista de Marcos, en quien la expresién no designa nunca a discipulos**, y que, en este pasaje, obra de suerte que no podamos equivocarnos: aquellos a quienes Jestis dirige sus reproches en el tema de la intervencién armada (14, 48) son aquellos de quienes se acaba de tratar y entre los cuales se encuentra el agresor. Por con- siguiente, este esta mezclado con la tropa. 26. El diminutivo dtarion designa el ofdo externo. El accidente es completamente admisible en el curso de un acaloramiento, diga lo que diga B.T. VIVIANO («The High Priest Servant Ear», p. 71-73): «Para cortar el ldbulo y s6lo el I6bulo de una oreja, se debe coger el Iébulo con una mano y cortarlo con un cuchillo 0 una espada en a otra mano.» Asies, en efecto, cuando la operacién la realiza un cirujano aplicado. 27. Segin M.J. LAGRANGE (Evangile selon saint Marc, EtB, Paris, 1947 [4 ed.], p. 394, el narrador dejaria entender que conoce al personaje. S.G.F. BRAN- DON (Trial, p. 77; ver también p. 85 y 186, n. 29) percibe aqui la voluntad de sustraer al entorno de Jess y a Jesiis mismo de la sospecha de rebelin. Ver también ID., Jésus et les zélotes, p. 344-347, 362-363, 381-383. 28. Me 14, 69.70; 15, 35.39. 44 EL PROCESO DE JESUS Se imagina en ocasiones un accidente sobrevenido en la penumbra, una torpeza involuntaria cuyas consecuencias habria pagado el siervo del sumo sacerdote. Pero gen qué momento hemos de situar este aca- loramiento? El texto de Marcos da la impresién de ser un apéndice afadido a un relato ya cerrado, puesto que Jess ya ha sido arrestado, mientras que la continuacién (14, 48-49) tiene un cardcter atin mds claramente adicional. Si, por otra parte, sabemos que tener la oreja cortada trafa consigo, para los antiguos, vergiienza y ridiculo, y que, entre los judios, el mutilado no era apto para el culto, no tendremos dificultad alguna para reconocer en esta peripecia un rasgo con el que el narrador, no sin cierta malicia, venga el oprobio infligido a Jesis alcanzando indirectamente al sumo sacerdote, responsable principal del arresto y de lo que sigue ”. Al atribuir la intervencién a un discfpulo, las otras versiones del incidente brindan a Jestis la ocasién de expresar unas palabras dirigidas a lectores cristianos y, en Lucas, Ja de darles un hermoso ejemplo de perdén de las ofensas y de amor al enemigo curando la oreja herida. La historicidad del hecho de base sigue siendo dudosa, y ello a pesar de las precisiones aportadas por el cuarto evangelista: el hecho de dar nombre a los actores de este pequefio drama —el agresor es Pedro y su victima un tal Malco— no es un criterio que pudiera ser alegado sin reservas. La apelacién «Sim6n Pedro» se lee sobre todo en la pluma de Juan en el Nuevo Testamento y, sin convertirlo en una regla absoluta, se puede observar «que los escritores de cuentos se complacen 29. Sobre el hecho de que tener cortada la oreja traia consigo vergiienza y ridfculo, ver M. ROSTOVZEFF, «Ous dexion apotemnein» ZNW, 33, 1934, p. 196-199; B.T. VIVIANO, «The High Priest Servant Ear», p. 74-76. - Sobre el hecho de que el mutilado no era apto para el culto, ver Lv 21, 16-23; JOSEFO, GJ, 1, 269-270; AJ, XIV, 365-366 (Antigono corta las orejas de Hircano Hl con los dientes para impedirle el acceso al soberano pontificado); Tos. Para, 3, 8 (Yohanan ben Zakkai corta la oreja de un saduceo con el mismo fin). - El término doulos, que caracteriza a la victima del corte con la espada en las cuatro versiones evangélicas, es vago en si mismo y podria serlo asimismo en la mente del escritor, a pesar del articulo que leva (el matiz en este caso seria: del siervo del sumo sacerdote, cuya historia conoce ya el lector: ver J. BLINZLER, Proces, p. 95, n. 60, y comparar aquf, p. 110). Pensar en una funcién particular, andloga a la del «siervo del rey» (2 R 5, 6), es algo que no se impone. Ain menos hay que reconocer en este hombre al jefe de la tropa, al «estratega del Templo» (Hch 4, 1; 5, 24.26), o bien al «prefecto de los sacerdotes» (segan ha- kohanim) del que habla la Mishna (asf, no obstante, B.T. VIVIANO, «The High Priest Servant Ear», p. 73), pero donde la designacién no corresponde a la de los evangelios (sobre este personaje, ver p. 49). BL ARRESTO 45 efectivamente en individualizar a sus personajes dandoles un nom- bre» ©. De esta guisa, el nombre del herido, del que encontraremos un pariente ms adelante en el palacio pontificio (Jn 18, 26), podria muy bien, como este tiltimo detalle, depender de convenciones narrativas a LA HUIDA DE LOS DISCIPULOS Las palabras que Jestis, segtin Mc 14, 48-49 y par., dirige a los guardias no tienen en cuenta para nada el incidente del corte con la espada y desarrollan una defensa que remite al contexto anterior del Evangelio, o bien a la presencia de Jestis en el Templo, marco pura- mente literario en Mc 12, 27-13, 2. Con ello, estas palabras traicionan su origen, al mismo tiempo que indican quiénes son sus destinatarios: los lectores del evangelio. Marcos, por el contrario, no ha creado del todo la noticia de la huida general de los discipulos (14, 50), reproducida por Mateo (26, 56b). Este descarta cualquier equivoco nombrando de manera explicita a «los discfpulos». Marcos no lo hace, posiblemente animado por el mismo sentimiento de pudor que incité a Lucas, esta vez, a suprimir sin contemplaciones este rasgo poco edificante. Mas el contexto de Marcos no deja lugar a dudas sobre la identidad de los que huyen: a excepcién de los guardias, no queda més que el entorno de Jestis para escapar. Esta desbandada, mal situada en el texto, sucede normalmente al arresto (Mc 14, 46), al que prolonga con la misma economia de palabras. Su anuncio profético, en Mc 14, 27 (citando Za 13, 7), no quita nada a su realidad, que no sera contradicha por la presencia de Pedro en el palacio del sumo sacerdote *. El hecho tiene su importancia hist6rica, pues permite excluir de los proyectos de Jestis toda 30. Para las referencias de Juan, ver 1, 41; 6, 8.68; 13, 6.9.24.36; 18, 10.15.25; 20, 2.6; 21, 2.3.7.11.15. Afiadir tnicamente Mt 16, 16; Le 5, 8; 2 P 1, 1. - La cita es de C.H. DODD, Tradition, p. 113. 31. El nombre, con su variante «Malikhos», aparece frecuentemente en Josefo, en particular para designar a nabateos. Ver las referencias en K.H. RENGSTORF (ed.), A Complete Concordance to Flavius Josephus, Supplement 1, Nomenworterbuch 2 Flayius Josephus, por A. SCHALIT, Leyde, 1968, p. 81. Sobre la forma semitica del nombre, ver Th. ZAHN, Das Evangelium des Johannes, KNT, 4, Leipzig, 1912 (3° y 4 ed.), p. 619, n. 12. - Este envio es muy jodnico (In 4, 46; 6, 23; 12, 9.17-18; 18, 14; 21, 20) 32. Ver p. 82. 46 EL PROCESO DE JESUS huella de complot: los confidentes también habrian sido arrestados. Ahora bien, los vemos eclipsarse libremente en la noche. Los jerarcas se han limitado a neutralizar al inspirador del movimiento, seguros de que un pufiado de galileos no resistirian la pérdida de su Maestro. Menos lacénica es la noti siguiente, propia de Mc 14, 51-52. Se comprende que los otros evangelistas hayan considerado inttil o incluso frivola esta aparicién stbita de un joven a medio vestir por la prisa y que, agarrado por uno de los policias, se libera y toma la huida abandonando el lienzo con que se cubria. Este incidente, un poco grotesco y terreno perfecto para las mds aventuradas elucubraciones, no disimula de hecho ningtin secreto. Como recuerdo indudablemente historico, lo emplea Marcos para completar el cuadro del desastre ya expuesto: este joven desconocido «segufa» a Jestis con los otros dis- cipulos y, como ellos, «huye», dejando a Jestis irrevocablemente en manos de sus enemigos *. 33, Se encontrard la exposici6n y critica de estas «més aventuradas elucubraciones en F. NEIRYNCK, «La Fuite du jeune homme nu en Me 14, 51-52», ETL, 55, 1979, p. 42-66, 0 en ID., Evangelica, t. 1, BETL, 50, Lovaina, 1982, p. 215-238. - Ver también L. SABOURIN (L’Evangile selon saint Matthieu et ses principaux paralléles, Roma, 1978, p. 356), que piensa que «el episodio del joven que huye desnudo [... se explica de modo bastante natural si el joven fuera el guardian del cercado: dormia en una choza y el ruido le desperté». Sin negar el derecho a imaginarse la cosa, esta hipotesis no da cuenta del hecho de que el personaje «seguia» a Jestis, Mas este detalle, que hace del joven una especie de discfpulo, ;pertenece al dato original? Dado el atavio del personaje, se puede dudar de ello, - Nétese ademés el estrecho paralelismo que existe entre las dos frase cn Mc 14, 50 y 14, 52. Capitulo III ~POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? La pregunta que constituye el titulo de este capitulo es una de las més temibles para la mente del exégeta y del historiador. Y ello tanto més por el hecho de que desborda la simple causa inmediata del arresto, para extenderse al conjunto de la actividad y de las palabras de Jestis. De un modo u otro, el investigador acaba preguntandose: qué misién se atribuy6 Jestis que le condujo a adoptar posiciones y mantener pro- p6sitos tales que le Hevaron al Calvario? Es sabido que la investigacién sobre el proyecto del Jestis histérico no esté cerrada y que todos los esfuerzos llevados a cabo en este campo no han conducido a conclu- siones undnimes, dado el estado de la documentacién. Por eso no habra que extrafiarse de encontrar en las Iineas que siguen ciertas vacilaciones y proposiciones en las que la hip6tesis juega su papel. Con todo, hay un punto adquirido: como acabamos de ver, el arresto de Jestis fue un asunto puramente judio. Marcos subraya con énfasis el cardcter oficial de la operaci6n, y atribuye la responsabilidad de la misma a los tres grupos que componen el sanedrin. Pero ya hemos podido constatar también que, en su relato de la Pasién, el mismo evangelista pone de relieve el papel general y predominante de los «sumos sacerdotes». Ahora tenemos que volver sobre este aspecto para obtener més precisiones y extraer consecuencias relacionadas con las razones de semejante acto. {QUIENES ERAN LOS SUMOS SACERDOTES? Tanto en el Nuevo Testamento como en Flavio Josefo, la palabra arkhiereus se emplea, a la vez en singular y en plural, para designar respectivamente a la persona del sumo sacerdote y a un conjunto de 48 EL PROCESO DE JESUS personajes que pertenecen a los grados superiores del sacerdocio judio. Si en el primer caso la funcién est bien definida, no ocurre lo mismo en el segundo. A este respecto hay dos explicaciones que se oponen. Una, que se liga al eminente historiador Emil Schiirer', considera a los arkhiereis como una sociedad compuesta por el sumo sacerdote en ejercicio, por sumos sacerdotes depuestos (lo eran frecuentemente en aquel tiempo) y por miembros de la aristocracia sacerdotal, en cuyo seno era elegido el sumo sacerdote. Segtin la otra teorfa, sostenida por Joachim Jeremias”, los arkhiereis formaban un «colegio» que ejercfa la auto- ridad sobre el culto y el orden exterior del Templo; aunque procedia de familias pontificias, no se identificaban con ellas. Las criticas de J. Jeremias contra la teoria rival estan elaboradas a partir de tres testimonios. E] primero es el de Josefo * en quien el término en cuestién puede no aplicarse mas que a dos sumos sacerdotes des- tituidos, sin incluir a todos sus parientes préximos. El segundo testi- monio es el de Hechos de los apéstoles (4, 6), que enumeran, a propésito de la comparecencia de Pedro y de Juan ante el sanedrin, «al Sumo Sacerdote Anas, Caifas, Juan [o Jonatan], Alejandro y cuantos eran de la estirpe archisacerdotal» (ek genous arkhieratikou). Ahora bien, anota Jeremias, es inconcebible que todos los hombres de familias pontificias hubieran formado parte de un consejo limitado a setenta y un miembros. Por tiltimo, la Mishna*, cuando menciona a «los hijos de sumos sacer- dotes» (bené kohanim gedolim) que ejercen funciones juridicas, designa asimismo no a los hijos de los sumos sacerdotes, sino, siguiendo la expresi6n tradicional hebrea, su misma corporacién, «un tribunal que toma decisiones en materia de derecho civil con respecto a sacerdotes». No obstante, ninguno de estos argumentos es definitivo, como re- conoce ademas Jeremias en algunos de ellos, por lo que no podemos considerar como histéricamente probada la existencia del «colegio» en cuestién. Unicamente la objecién que se apoya en la entrada en el sanedrin de todos los miembros de las familias pontificias seria decisiva, 1. History, t. UL, p. 233-236 2. Jérusalem, p. 243-250. 3. GJ, VI, Il4. 4. Ketubbot, 13, 1-2; Ohalot, 17, 5. iPOR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 49 si tal fuera el sentido de la frase en Hch 4, 6. Sin embargo, de una parte, no se puede atribuir a Lucas un perfecto rigor de expresién: el énfasis es aqui de rigor y Lucas es un manidtico de la totalidad, sin contar la inexactitud que atribuye a Ands el ejercicio actual del supremo sacerdocio. Por otra parte, cuando se sabe que el nepotismo hacia estragos en los medios pontificios *, se comprende que las mas elevadas funciones de la administracién del santuario estuvieran confiadas a miembros de estas familias, que, por esta via, tenfan un medio de acceso al sanedrin. Este ultimo, presidido por el sumo sacerdote, no estaba formado dnicamente por los personajes de que acabamos de hablar. En tiempos de Jestis y de los apéstoles, si seguimos al Nuevo Testamento y a Flavio Josefo°, también formaban parte del mismo «escribas» (grammateis), juristas profesionales, fariseos en su mayorfa, y nobles laicos (los «an- cianos»), que, junto con los sacerdotes, estaban adheridos especial- mente al movimiento saduceo. Si bien es preciso reconocer que la influencia farisea, que era grande sobre la poblaci6n, tenia posibilidades de repercutir en el sanedrin’, sigue siendo cierto que el elemento sa- cerdotal era e] que Ilevaba las riendas del poder en la linea de la hierocracia postexilica. De hecho, en las listas del Nuevo Testamento en que reconocemos al sanedrin, los sumos sacerdotes figuran siempre a la cabeza, un orden confirmado por Josefo*. Mas su poder no se ejercia sélo en el marco del consejo supremo de la nacién. El sumo sacerdote y los jerarcas que le rodeaban podian emprender, sin hacer intervenir la asamblea del sanedrin, operaciones de policia. En con- creto, estas dependian del «comandante del Templo», primer dignatario después del sumo sacerdote °. 5. Ver J. JEREMIAS, Jérusalem, P. 250 y aqui p. 38. 6. La existencia de un sanedrin compuesto dnicamente por doctores de la Ley y presidido por uno de ellos es una invencién de los rabinos: ver E. SCHURER, History, UH, p. 215-218 7. Segtin JOSEFO (AJ, XVIII, 17), los saduceos que accedian a las magistraturas estaban obligados a hacer suyos los puntos de vista fariseos para no disgustar al pueblo. Sobre este pasaje, ver no obstante las reservas de J. LE MOYNE, Les Sadducéens, p. 43, y aqui, p. 68. 8. GJ, Il, 331, donde se lee la expresién (evocada por Me 14, 55, par. Mt 26, 59): tous te arkhiereis kai tén boulén. 9. En griego se le designa como ho stratégos tou hierou: JOSEFO, GJ, VI, 294; AJ, XX, 131; Heh 4, 1; 5, 24.26. Los documentos rabinicos lo llaman segan ha- kohanim: ver J. JEREMIAS, Jérusalem, p. 226-229. El simple hecho de haber tra- ducido sagan por stratégos dice ya mucho sobre las funciones del titular, que se extendian mucho més alld del campo propiamente ritual. 50 EL PROCESO DE JESUS Por orden de este tiltimo fue prendido Jestis. Eso confirma los datos presentados por los evangelios sobre el papel determinante de los «su- mos sacerdotes», tanto desde el comienzo como a lo largo del proceso que siguid. Es preciso suponer en este caso que lo que se reprochaba a Jestis tenia todas las posibilidades de desagradar especialmente a los maestros del Templo y a los jefes principales de la nacién. Esta deduccién de orden general se obtiene facilmente. Mucha mas dificultad presenta decir en raz6n de qué atraia Jestis sobre si la hos- tilidad de este medio social. Con todo, hay una primera pista para el que quiera responder a la cuestidn. Consiste en buscar uno o varios acontecimientos que estén en condiciones de haber desencadenado la intervencion. LA ENTRADA DE LOS RAMOS Entre los hechos que preceden a la Pasién en los evangelios, la entrada de Jestis en Jerusalén, si se desarroll6é tal como nos la cuentan, no pudo dejar indiferentes a las autoridades sacerdotales. La «entrada de los Ramos», verdadera manifestacién mesidnica en la que una mu- chedumbre en delirio escolta a Jesis y celebra en él la tan esperada restauracin del reino davidico (Mc 11, 9-10), habrfa llamado la aten- cién y provocado el temor del sumo sacerdote y de su entorno, cuyo espiritu netamente «colaboradorm sera subrayado més adelante: el im- pacto politico antirromano de la ovaci6n brindada a Jestis en esta ocasién era demasiado visible. Pero, precisamente, {por qué esperar y no ahogar més bien en el inicio de su gestaci6n una accién que no podia ser vista més que como una restauraci6n monarquica por aclamaci6n popular? Aunque el poder local no era partidario de intervenir en presencia del pueblo, prefiriendo una accién mas discreta y recurrir a una estratagema como refieren los evangelios (Mc 14, 1-2, par.), es dudoso que tos romanos hubieran dejado desarrollarse ante ellos y, por asi decirlo, ante sus propios ojos, una manifestacién de esta envergadura, dirigida, segtn todas las apariencias, contra ellos mismos. En la situacién en que se encontraba Jerusalén en aquellos momentos es impensable una tolerancia de ese tipo por su parte: Jestis habria sido detenido y los soldados habrian procedido a una redada entre sus discipulos. {POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 51 Habra que descartar, pues, de las causas histéricas del arresto de Jestis Ja entrada en Jerusalén, tal como la describen los evangelios. «Habra que pensar en un despliegue mas limitado, que, a pesar de todo, habria hecho nacer sospechas en las autoridades, sospechas que, més tarde, y por medida de prudencia, habrian provocado el arresto? Son muchas las hipétesis que caben para expresar sobre qué hechos germiné un relato que pertenece a un género convencional, penetrado de fe mesidnica cristiana y nutrido del Antiguo Testamento '°. Nada nos obliga, no obstante, a admitir que estos hechos hayan tenido relaci6n alguna con el drama que se inicid en Getsemani, ni a que el incidente haya formado parte del expediente del proceso instruido por Pilato, los documentos permanecen mudos a este respecto. Por contra, al consi- derar la seguida de los acontecimientos relatados en los evangelios '', nos acuden a la mente otras sugerencias. Estas no tienen que ver pro- piamente con la politica, y no se trata ya de las relaciones con el Imperio : {no habria provocado Jestis a los sumos sacerdotes mediante id hacia el Templo? EL INCIDENTE DEL TEMPLO Los cuatro evangelios * cuentan la escena en que vemos a Jestis entregarse a una accién espectacular contra el mercado del Templo. Este acontecimiento, segtin el evangelio de Juan, habria tenido lugar al comienzo de la vida publica de Jess; los sindpticos lo sittian al final 10. Sobre el modelo reproducido en este episodio, ver D.R. CATCHPOLE, «The “Triunphal”’ Entry». - A titulo de ejemplo, he aqui la reconstruccién de los hechos propuesta por J. GNILKA (Jesus von Nazareth, p. 276; comparar con, del mismo autor, Markus, t. I, p. 1119-1120): Jestis Ilega como peregrino a Jerusalén. Ante la puerta de la ciudad recibe la aclamacién de sus discipulos y de otros peregrinos en unos términos que pudieron retomar las palabras del Sal 118. La alegria provocada por la Ilegada a Ja Ciudad santa tras un largo viaje se orienta hacia Jestis. Todo lo ms se puede afadir a la aclamacién el tema de la préxima venida del Reinado de Dios, sin excluir «una latente sonoridad mesidnica». Los romanos no reaccionaron de in- mediato, pues «la demostracién era apacible», Por su lado, E.P. SANDERS (Jesus and Judaism, p. 306-309) reduce la manifestacin a un gesto simbdlico al modo de los profetas: ese gesto, Hevado a cabo ante algunos discipulos, significaba que Jestis reivindicaba la dignidad real (como virey) en el proximo Reino de Dios. Pero ver aqui, p. 105-106. 11. La venida de Jess al Templo, desde el punto de vista del género literario, es la prolongacién de la entrada triunfal: ver D.R. CATCHPOLE, «The ‘Triumphal’” Entry», p. 319-321 12. Me 11, 15-17; Mt 21, 12-13; Le 19, 45-56; Jn 2, 14-22. 52 EL PROCESO DE JESUS de esta. No es posible hacernos una opinién firme en lo tocante a la cronologfa. No cabe duda de que el esquematismo de Marcos, seguido por los otros dos sindpticos, que reduce a unidad los viajes de Jests a Jerusalén, nos brinda menos garantias histéricas que el cuarto evangelio * cuando refiere que Jestis efectu6 tres peregrinaciones a la Ciudad santa antes de la iltima, que puso fin a su carrera. No obstante, Juan nos brinda menos seguridad cuando fija el incidente del Templo en el transcurso de estos viajes: el episodio, distribuido y compuesto como la cara negativa de las «bodas de Cand“, tiene, en este lugar, muchas posibilidades de depender antes que nada del propésito literario y teolégico del evangelista. Se objeta a menudo contra Ja cronologia de Juan que si Jestis hubiera actuado asi al comienzo de su ministerio, lo hubiera comprometido definitivamente, brindandose, ya de entrada, a la venganza de las au- toridades judfas. Otros autores van atin més lejos y contestan absolu- tamente la historicidad del mismo hecho, subrayando que semejante demostracién requeria la reaccién inmediata de la policia del Templo, e incluso de la guarnicién romana de la Antonia, fortaleza situada en el Angulo nordeste de la explanada del Templo y desde donde, por medio de una escalera, podéan intervenir los soldados en todo momento en caso de trifulca. En realidad, sea el que sea el momento de la vida de Jesis donde haya que situar el acontecimiento, su historicidad fundamental esta garantizada. Como carece de precedente y de modelo biblico, presenta los rasgos de lo inédito y, como tal, no ha podido ser inventado. Con todo, no podemos aceptarlo sin limitar su amplitud. E] mercado del Templo ocupaba una parte del atrio de los gentiles, vasta explanada que tiene unas dimensiones aproximadas de 450 x 300 metros '*. No es posible que un solo hombre, aunque fuera robusto, ni siquiera armado con un létigo —como en Ja escena dramatizada del evangelio de Juan—, pudiera expulsar a comerciantes y cambistas. Y si se piensa, con Charles Harold Dodd, que esta expulsion se realiz6 «en medio de una calma relativay y bajo la sola presi6n del ascendiente moral de Jestis, e incluso con el acuerdo de un gran nimero de personas, 13. Jn 2, 13.23; 5, 137, 10. 14. Esto ha sido bien puesto de relieve por R. SCHNACKENBURG, Johannes- evangelium, t. 1, p. 359. 15. Si nos apoyamos en documentos rabinicos, podemos admitir que se habian abierto otros puestos en las cuestas del monte de los Olivos. Para el conjunto de la cuestion, ver J. JEREMIAS, Jérusalem, p. 74-76 POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 53 supone pintar una escena més apta para desarrollarse en el patio de recreo de un internado que sobre la plaza de un mercado oriental '*. En semejante marco, es seguramente més natural la tesis de una ope- racién de tipo militar, con la colaboracién de discipulos armados "’. Pero esta tesis es atin mas inverosimil hist6ricamente que la suposicién precedente. Martin Hengel la ha refutado con pocas palabras mostrando que, dada la vigilancia de que era objeto la plaza por parte de las tropas romanas —particularmente con ocasiGn de las fiestas—, cualquier tu- multo de ciertas dimensiones hubiera traido consigo inmediatamente la entrada en escena de la guarnicién, sobre todo porque Pilato no se mostraba mojigato en este punto» '* Se puede admitir, sin embargo, que Jestis realiz6 entonces un gesto profético tumbando algunos puestos y mostradores. Este acto, locali- zado y efectuado en medio de Ja barahinda, del que fueron testigos los discipulos y cuyo recuerdo conservaron, pudo pasar en aquel mo- mento relativamente desapercibido. Mas {qué alcance Je atribuy6é Jestis? Se supone que acompafié su gesto con algunos comentarios a la usanza de los antiguos profetas. Los que los evangelistas ponen en sus labios en este momento tienen pocas posibilidades de remontar hasta é1"°, pues de las dos citas 16. Tal es Ia escena en Jn 2, 15: «Haciendo un létigo con cuerdas, eché a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes.» - Ver C.H. DODD, Le Fondateur du christianisme, p. 152-153, 17. Esta tesis forma parte del arsenal empleado para establecer que Jestis fue, en realidad, un insurrecto antirromano. La tesis radical de R. EISLER (IESOUS BASILEUS OU BASILE ', t. II, Heidelberg, 1930, p. 476-499) se encuentra en el plagio de J. CARMICHAEL, The Death of Jesus, Londres, 1963, y en otras publicaciones més preocupadas por lo sensacional que por la objetividad hist6rica. La tesis, mas moderada, de 8.G.F. BRANDON (Jésus et les zélotes, especialmente p, 371-376) padece en no menor medida de graves defectos de método y de incompatibilidades de orden histérico (ver M. HENGEL, Jésus et la violence révolutionnaire, p. 13-50). En lo que concierne especialmente al incidente del Templo, la interpretaci6n nacionalista del acontecimiento descuida el hecho de que aqui se trata, en todo caso, del santuario judio, no de un edificio romano, y esto, aun teniendo en cuenta el sacrificio cotidiano ofrecido por la prosperidad del emperador y de su pueblo. 18. Ver M. HENGEL, Jésus et la violence révolutionnaire, p. 27. - Sobre la violencia especial con ocasién de las fiestas, ver JOSEFO, GJ, I, 224-225; AJ, XX, 106-107. 19. Ver R. BULTMANN, Histoire, p. 54-55, y, para las opiniones, p. 500-501 Afiadir A.J. HARVEY, Jesus and the Constraints of History, BaL, Londres-Filadelfia, 1982, p. 132 y notas. Este ditimo autor objeta que la frase: «casa de oraci6n para todas las naciones», no cuadra con el hebreo del texto que habria citado Jesiis y que, por otra parte, «cueva de bandidos» (Iéistai) conviene mal aqui donde cabria esperar que 54 EL PROCESO DE JESUS antitéticas de Is 56, 7 y de Jr 7, 11, una reproduce practicamente al pie de la letra el texto griego de la Setenta y la otra se apoya en él. El conjunto procede de una pluma cristiana que condena con ferocidad el negocio practicado en los accesos al santuario y que anuncia, a modo de castigo, su supresién en aras de un culto universal’. Si se descarta este pasaje como incapaz de dar cuenta de las intenciones de Jestis en el caso que nos ocupa, no resulta facil descubrirlas. En la actualidad son tres las interpretaciones del gesto que se reparten el campo de la critica. La primera, y la mas corriente, consiste en ver aqui el simbolo de una purificacién del culto del Templo. Segin la segunda, Jestis habria querido significar la extensién del culto del verdadero Dios a todos los pueblos Ilamados al Reino. Por tltimo, se piensa que Jestis ilustraba por adelantado la destruccién del Templo. La primera y la segunda interpretacién han sufrido la influencia del comentario evan- gélico de Jestis. La tercera lo excluye de manera resuelta. No encierra ninguna dificultad refutar la segunda interpretacion, que explota el hecho de que el incidente se desarrolla en el atrio de los gentiles: «Si bien la esperanza popular esperaba que el Hijo de David “‘purificara Jerusalén de los gentiles’’, Jestis queria purificarla para los gentiles», escribe C.H. Dodd*'. Mas sean los que fueren la posicién y el interés de Jestis por los no judfos, es otorgar mucho a la localizacién del acontecimiento, dado que la explanada en cuestién, a la que cier- tamente tenian acceso los paganos, estaba mucho mis Ilena de judios, sobre todo en el perfodo pascual en que nos sittian los evangelios. Por significara mas bien «estafador» (swindler). Eso no es dbice para que el mismo autor se incline por la interpretacién segtin la cual Jestis se habria opuesto no al Templo, sino a la préctica actual de 20. M. HENGEL (Jésus et la violence révolutionnaire, p. 29, n. 54) propone, como hipétesis, atribuir este comentario a «la polémica de los helenistas de Jerusalén contra el Templo, tras haber conectado de nuevo estos tiltimos con las palabras y el ejemplo de Jesus (ver Heh 6, 13 s.)». Por nuestra parte (ver nuestra obra Stephanos, p. 201-202), ponemos en duda la historicidad de esta acusaci6n en el «proceso» de Esteban, pues en este punto depende Lucas de Me 14, 58. 21. La segunda interpretacién se encuentra en C.H. DODD, Le Fondateur du christianisme, p. 154-156; W.D. DAVIES, The Gospel and the Land. Early Christia- nity and Jewish Territorial Doctrine, Berkeley-Los Angeles, 1974, p. 350-351 yn. 46. - Ver la cita en C.H. DODD, p. 155. {POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 55 otra parte, para realizar un acto ptiblico capaz de despertar la atencién, el lugar era de lo mejor que cabja elegir”’. La primera opini6n, ampliamente mayoritaria, puede presentar en su favor otros casos espigados en los evangelios: esta «purificacién» se uniria a otros ajustes de la religion efectuados por Jestis en vistas a un retorno a la auténtica voluntad de Dios**. Ademés, la Biblia y el antiguo judafsmo atestiguan actitudes criticas con respecto al ejercicio del culto del Templo. Las profecias de Malaquias anuncian la venida de un mensajero divino que «purificard a los hijos de Levi y los depuraré como el oro y la plata» (3, 3). Los Salmos de Salomén condenan a los sacerdotes asmoneos por haberse «apoderado del santo Templo de Dios», violando todas las leyes cultuales y morales (8, 8-13). Los esenios del mar Muerto dirigen criticas andlogas al clero oficial: el «Sacerdote impfo ha cometido acciones abominables y manchado el santuario de Dios [...] ha robado el bien de los pobres» (1 QpH 12, 8). Pues bien, es sabido que la administracién del Templo, que estaba en manos de los sumos sacerdotes, ejercfa, por lo menos, la adminis- tracién de ciertos productos, y que determinados miembros de la cor- poracin posefan tiendas **. Afiadamos que, segtin la Tosefta **, el amor al dinero y el odio mutuo provocaron la deportacion de los judios tras la ruina del Templo. Son muchos los que, basdndose en estos datos, ven en la escena descrita en los evangelios la expresién de una voluntad reformadora, que, lejos de oponerse al Templo y a su culto, milita en su favor, exigiendo que este culto se realice de una manera pura y desinteresada. Al prohibir, en este mismo contexto, transportar objetos a través del Templo (Mc 11, 16), confirmaria Jestis su preocupacién por aumentar el respeto al santuario Esta ultima consigna se interpreta a veces como dirigida a los objetos del culto y, por ello, oponiéndose a este dltimo. Mas sea lo que fuere de esta defensa, la argumentacién esgrimida para no ver aqu{ sino una 22. A menos que imaginemos a Jess realizando un escAndalo en el estrecho espacio Gel atrio de los israelitas 0, s0 pretexto de ofrecer un sacrificio, en el de los sacerdotes. 23, Me 2, 27; 3, 4; 7, 1-23; 10, 1-12; 12, 18-27.28-34, par.; Mt 5, 20.48; 23, 16-26, par 24. Ver M. Shegalim, 5, 4-5, sobre el tema del vino de las libaciones. - Ver también J. JEREMIAS, Jérusalem, p. 37. 25, Menahot, 13, 22. 56 EL PROCESO DE JESUS «purificacién» del culto del Templo choca con una verdad incontestable sobre la que se funda principalmente la tercera interpretacién**. Esa verdad es que el mercado del Templo, lejos de parecerse al comercio de objetos piadosos que hay en torno a nuestros santuarios, era una necesidad para el ejercicio del culto. Pues, sin este mercado, era imposible pagar en el lugar el impuesto al Templo, que exigia el cambio de moneda”’, ni procurarse los animales destinados a los sa- crificios. La primera obligacién era el pago del medio siclo que todo israelita de sexo masculino, a partir de los treinta afios, debia pagar cada afio el mes de adar (febreromarzo)*. La moneda empleada a tal efecto era, obligatoriamente, la antigua moneda tiria antiguamente em- pleada en Palestina por los judfos y que ya no estaba en curso bajo los romanos. De ahj la necesidad de establecer cambistas, especialmente en los accesos al santuario, para comodidad de los peregrinos. Que es- tos funcionarios descontaran una gratificacién (golbon) por sus servicios —aunque la opinién de los rabinos haya diferido en el destino de estos 26. Sobre la consigna referida a los objetos del culto, ver W. SCHENK (Pas- sionsbericht, p. 156), que remite a la Setenta, donde la cuarta parte de los empleos de la palabra skewos designa objetos del culto. - La tercera interpretacién tiene como principal defensor a E.P. SANDERS, Jesus and Judaism, p. 61-76. Pero ver también G. THEISSEN («Tempelweissagung», p. 144) para quien el incidente del ‘Templo y las palabras de Jess sobre su destruccién expresan, en dos formas diferentes, un mismo ataque al Templo actual en beneficio de su reemplazamiento escatol6gico. 27. Para detalles y documentacién, ver T. REINACH, Les Monnaies juives, Parts, 1887; M. LAMBERT, «Les Changeurs et la monnaie en Palestine», REJ, 51, 1906, p. 217-244; 52, 1907, p. 24-42; 1. ABRAHAMS, Studies in the Pharisaism and Gos- pels, 1* serie, Cambridge, 1917 (reimpr. Nueva York, 1967), p. 82-89; A. BEN- DAVID, Jerusalem und Tyros. Ein Beitrag zur paldstinischen Miinz- und Wirtschafts- geschichte, con un postfacio, «Jesus und die Wechsler», escrito por Edgar SALIN, Basilea-Tubinga, 1969; S. SAFRAL, The Jewish People in the First Century, t. Il, p. 879-881; E. SCHURER, History, t. Il, p. 66 y n. 210, y p. 270-272. 28. De esta tasa se trata en el episodio del «didracma» referido en el evangelio de Mateo (17, 24-27). Pero apenas podemos emplearlo como objecién contra una actitud leal de Jestis respecto al Templo actual y a su culto. Mas que de un recuerdo de la vida de Jesiis, se trata, en efecto, del eco de antiguos debates judeo-cristianos sobre la obligaci6n de pagar la tasa del Templo y donde Jesis, provisto de una autoridad soberana, como sefior tanto del Templo como del sabbat (Mt 12, 6.8), es lamado a dirimir: libertad tedrica, como préctica actitud concesiva para evitar inttiles conflictos con los judios. Segan la Setenta, el evangelista extrae de esta composicién una en- sefianza mas general, {POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 57 emolumentos—, es algo que no hace de esta funcién una estafa en detrimento de la poblacién. En cuanto al comercio de animales, le resultaba més facil a los peregrinos procurarse una paloma en Jerusalén, para ofrecerla en sacrificio, que traerla de Galilea o de otra parte, con el riesgo de estropearla en el camino y hacerla inadecuada para el culto. De este modo se puede concluir que, al emprenderla con el mercado, Jestis atacaba indirectamente lo que este mercado aprovisionaba: nada menos que el culto sacrificial del Templo”. Es preciso afiadir que Jestis, a diferencia de las criticas mencionadas mas arriba, no ha nro- nunciado nunca una palabra de censura dirigida a los sacerdotes en el ejercicio de su funcién*”, lo que invita a pensar que apuntaba a algo més que a la practica concreta del culto. En cuanto al gesto mismo, el hecho de «volcar (katastrephein) las mesas y los puestos (Mc 11, 15, par.), sobre todo si nos inspiramos en el lenguaje biblico *', resulta apto para evocar la destruccién, mientras que otros gestos, como la efusién de agua, expresan mejor la idea de purificaci6n. Marcos (11, 18) escribe que la noticia del incidente «llegé a ofdos de los sumos sacerdotes y de los escribas», y que eso les incité a buscar el medio de hacer morir a Jestis. La informacién es dudosa en cuanto a la historia y hay que ver mas bien en ella uno de esos «estribillos» del evangelista, en relacién con otras menciones de este proyecto ase- sino (Mc 3, 6; 12, 12; 14, 1-2), destinados a preparar al lector para la cumbre que constituye la Pasién. Este juicio est4 confirmado por la ausencia total de eco de esta escena en el desarrollo de los hechos que siguieron al arresto de Jess. No obstante, interpretada como un simbolo 29. El impuesto del medio siclo servia para los sacrificios regulares del Templo: Ne 10, 33-34, M. Sheqalim, 4, 1-3. Jess no la emprendié, pues, con el mercado simplemente porque ninguna otra cosa le cayera a mano en el atrio de los gentiles (lo que parece insinuar E.P. SANDERS, Jesus und Judaism, p. 68-69), sino que el hecho de atacar el mercado como tal tuvo que tener su simbolismo especifico. 30. En la parabola del buen samaritano (Le 10, 31-32), el sacerdote y el levita no son implicitamente censurados més que por su falta de piedad hacia el herido que yacia en el camino, 31. El verbo katastrephein, sobre todo como equivalente de hafak (lit.: «invertir>, «dar la vuelta»), expresa a menudo en la Biblia griega la destruccién de ciudades (asf, en particular, Sodoma y Gomorra); Gn 13, 10; 19, 21.25.29; Dt 29, 23(22); Tb 14, 4; Si 48, 14; Am 4, 11; 9, 11; Jon 3, 4; Jr 20, 16; 27 (hebr. 50), 40; 29 (hebr. 49, 18); Lm 4, 6. Ver también Je 7, 13; 2 Cro 34, 4; Jb 12, 14 (opuesto a oikodomein), MI 1, 4 (opuesto a anoikodomein). Teniendo en cuenta estos ejemplos, la objecion contra E.P. SANDERS (Jesus and Judaism, p. 70), a partir del céntaro roto en Jr 19, 10-12, pierde peso. 58 EL PROCESO DE JESUS de destruccién, concuerda con las palabras en que Jestis, esta vez de manera explicita, anuncia la ruina del Templo, y que figurardn en lugar destacado en su proceso. Esto supone que el gesto, lejos de ser un acto aislado, y de alcance momentdneo, se inserta en una concepcién de conjunto sobre el culto del Templo. De este modo es como pudo contribuir, por su parte, a hacer arrestar a Jesis **. PALABRAS CONTRA EL TEMPLO La interpretacién que acabamos de proponer establece una cohe- rencia entre la accién de Jestis en el mercado del Templo y las palabras evangélicas relacionadas con la destruccién del santuario. Dos son los pasajes en que se recogen palabras de Jestis contra el Templo, y no tienen exactamente el mismo contenido. Unas aparecen en el relato de la sesién del sanedrin en que Jestis fue juzgado y condenado. Seguin los testigos que alli se presentan, Jestis habria declarado que destruiria el santuario y volveria a levantarlo (Mc 14, 58, par. Mt 26, 61). Estas palabras han repercutido en los sarcasmos que Jestis sufrié en el Calvario (Mc 15, 29-30, par. Mt 27, 40) y en las imputaciones formuladas contra Esteban en Hch 6, 14. El cuarto evangelista (Jn 2, 19) las emplea por su parte para componer la prolongacién que afiade a su relato del incidente del Templo. Las otras son la profecia de Jestis que figura en cabeza de su gran discurso sobre el fin del mundo. Con ellas anuncia Ia ruina total del santuario (Mc 13, 2, par.). Les podemos asociar otro ordculo de Jestis, el que profiere frente a Jerusalén segin Le 19, 41-44, donde, sin re- ferirse especialmente al Templo, anuncia la destruccién de la ciudad **. 32. Asi J. BECKER, «Das Ethos Jesu und die Geltung des Gesetzes», en H. MERKLEIN (cd.), Neues Testament und Ethik. Festschrifit R. Schnackenburg, Fri- bourg-en-Brisgau, 1989, p. 31-52 (46). 33. Para aligerar estas consideraciones y referirnos a lo esencial, hacemos abs- traccién del anuncio sobre la «casa abandonada» (Le 13, 35, par. Mt 23, 38), pues, de una parte, el término «casa» (oikos), por lo menos en el estadio preevangélico, no designa necesariamente el Templo, sino asimismo el pueblo o la ciudad (ver Jr 22, 4- 6; 1 Hen 89, 50-56; Test. Levi, 10, 5; 4QFlor 1, 10, que cita 2 S 7, 11-14; asi como O. MICHEL, «Oikos ki TAWNT, t. V, p. 127 y n. 27), y de otra, la alusién a una destruccién no es explicita. POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 59 Comencemos por las segundas. En Mc 13, 2 aparecen envueltas en una pequejia composicién, que las albergaba ya antes de que Marcos incorporara el conjunto a su obra*: el anuncio de la destruccién del Templo, con las palabras: «; Ves estas grandiosas construcciones?», no ha podido ser transmitido como una sentencia aislada y supone un contexto circunstancial. Mas este contexto vale lo que valen todas las composiciones recogidas en los evangelios, donde el engaste de sen- tencias en tales relatos o didlogos denota, por su aspecto artificial, un origen literario. La sentencia misma ha sido glosada por el evangelista, cuyo gusto por la redundancia es reconocible en las palabras: «que no sea derruida», con el verbo katalyein que sefala un elemento tomado prestado de la otra tradicidn incluida en el proceso (Mc 14, 58). El anuncio de la destruccién del Templo no carece de antecedentes biblicos ni de analogias mas 0 menos contempordneas **. Mas la ex- presion «piedra sobre piedra» no se lee como tal mds que en Ageo 2, 15 °°, en un recuerdo de Ja reconstruccién del Templo tras el exilio. La referencia al Templo en Mc 13, 2 sufte la rivalidad de la prediccién, en los mismos términos, de la ruina de la ciudad en Le 19, 44, en el interior de una composicién cuya autonomia esté suficientemente garantizada *’. Conviene, pues, realizar una opcién entre dos versiones tradicionales. Contra la efectuada no ha mucho por Lloyd Gaston, damos gustosos la raz6n a Jacques Schlosser cuando escribe *: 34, Las variantes de Mc 13, 2 en Mt 24, 2; Le 21, 6, no afectan al sentido del oraculo. - Sin perjuicio de ciertas intervenciones personales del evangelista: la frase en genitivo absoluto kai ekporeuomenou autou (Mc 13, 1) se lee tal cual en Mc 10, 17, y didaskale en labios de los discipulos es caracteristica del segundo evangelio. 35. Ver 1 R 9, 7-8; Ir 7, 14; 26, 6.9.18. - Ver también 1 Hen 90, 28; JOSEFO, G4, V1, 300-309; Test. Levi, 15, 1; Targ. Neofiti, Lv 26, 19 («Yo destruiré mi santuario que es la fuerza de vuestro ejército» fo: «que es vuestra fuerza poderosa»]: bajo forma de amenaza); j. Yoma, VI, 43c, 61, par. b. Yoma, 39b. Para el conjunto, ver R.J MCKELVEY, The New Temple: The Church in the New Testament, Oxford-Nueva York, 1969; L. GASTON, No Stone, especialmente p. 102-161; E. P. SANDERS, Jesus and Judaism, p. 77-90. 36. Los paralelos son més lejanos en Mi 3, 12 y Jr 9, 10, que predicen la trans- formacién de Jerusalén en «un mont6n de piedras», y en 2S 17, 13: arrastraremos [esta ciudad] hasta el torrente, de modo que no se pueda hallar [kataleiphthé] en ella ni una piedra.» 37. Ver J. DUPONT, «No quedaré piedra sobre piedra>, p. 310-319 6 443-452; J. SCHLOSSER, «La Parole de Jésus», p. 407-408. 38. Ver L. GASTON, No Stone, p. 15, 244, 365. - Ver también J. SCHLOSSER, «La Parole de Jésus», p. 408. 60 EL PROCESO DE JESUS «Me parece preferible y més concluyente poner por delante la rareza de la expresién “‘piedra sobre piedra’”. Como ya hemos visto, no figura més que una sola vez en el AT y en este nico pasaje (Ag 2, 15) se aplica al Templo. Esta constatacién, sin ser por si misma demostrati invita a dar prioridad a la referencia al Templo y, por tanto, a Mc 13, 2» De ahi no se desprende necesariamente que se trate aqui de una auténtica palabra de Jestis. No cabe duda, y J. Schlosser hace bien subrayarlo®, de que una desaparicién del Templo no deja de concertar con el horizonte escatolégico de Jestis tal como lo percibimos segtin los evangelios sinépticos. En la perspectiva del Reinado de Dios, siendo que en Jo sucesivo ya esta establecida la armonjia entre Dios y sus criaturas, {qué hay que hacer con un culto sacrificial y en buena parte expiatorio? No resulta inverosimil que Jestis, tomando prestadas las rudas férmulas de sus predecesores, haya anunciado —preferentemente en Jerusalén y en el transcurso de su tltima estancia en la ciudad— que de este impresionante complejo cultual, monumento de una era presta a pasar, no quedaria «piedra sobre piedra». Mas justamente este préstamo y este lenguaje antolégico (la ex- presién «piedra sobre piedra», a pesar de su rareza, no se sustrae a él) proyectan una duda sobre estas palabras en la forma en que aparecen en Mc 13, 2. Y esta duda aumenta si se advierte que estas mismas palabras entran en rivalidad con las otras palabras sobre la destruccién del Templo, de contenido andlogo, pero de una interpretaci6n mucho més dificil. Si las comparamos, las que acabamos de examinar tienen més bien el aspecto de refundicién facilitante inspirada en el Antiguo Testamento “ 39. J, SCHLOSSER, p. 413-414. 40. El lenguaje de cita no excluye en sf mismo la profecia ex eventu, aunque, por su tenor vago, la hace menos probable. Para convencernos de ello, podemos comparar esta profecia con la que LACTANCIO (Inst. div., 4, 21; citado por L. GASTON, No Stone, p. 45) atribuye a Jestis y que es detallada de manera diferente. De todas maneras, Me 13, 2 no basta para fijar la composiciGn de! evangelio de Marcos después del afio 70. Al contrario, podriamos servirnos de este pasaje para datarla antes de la ruina, © incluso para confirmar la atribucién de la profecia a Jesis, tomando apoyo en las diferencias entre este anuncio y la realidad de los hechos. Pues, si bien es verdad que Josefo nas hace saber que el Templo fue quemado (G/, VI, 249-287), también escribe (GJ, VI, 1) que, a continuacién, «César, sin més tardanza, ordené destruir de cabo a rabo toda la ciudad y e! Templo, no dejando en pie més que las torres més elevadas: Fasael, Hippicus y Mariamme, asi como la parte de la muralla que rodeaba la ciudad al oeste» (segiin la versién de P. SAVINEL). {POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 61 Seguin la deposicién de los falsos testigos del proceso de Jestis y segtin otros pasajes evangélicos, Jestis habria pretendido destruir el Templo 0, como minimo, reconstruirlo después de su destruccién. Esta Ultima forma del enunciado aparece, tras el incidente del Templo, en Jn 2, 19: «Destruid este Templo y en tres dias lo levantaré.» Sea cual fuere la dependencia de Juan en relacién con Marcos y los otros si- nopticos, todo concurre para establecer el caracter reciente de esta version si la comparamos con las otras: ademas de las observaciones de cardcter filolégico “', esta claro que la aplicacién de estas palabras por parte de Juan a la Resurreccién de Cristo han modelado ampliamente su tenor, reduciendo al mismo tiempo su aspereza. La alusién, en los labios de los burlones de] Gélgota (Mc 15, 29, par. Mt 27, 40), dignas copias de originales biblicos, no hace sino retomar, acentuando la insensata presuncién de semejante propésito, lo que se ha lefdo en el relato de la sesién de sanedrin*. La misma dependencia nos sugiere Hch 6, 14, una adaptacién de lo que Lucas ha omitido en su propia versién del proceso “. Queda, como dato de base, la declaracién de los testigos en el proceso judio de Jestis: «Nosotros le ofmos decir: Yo destruiré este Templo hecho por mano de hombre y en tres dfas edificaré otro no hecho por mano de hombre» (Mc 14, 58)“. En el tema del origen de estas palabras las opiniones varfan. Varios autores le descubren una formacién por etapas. Ademds de los dos adjetivos «hecho por mano de hombre» (khiropoiétos) y «no hecho por 41. Ver J. SCHLOSSER, «La Parole de Jésus», p. 400-402. 42. Ver p. 147-148, 43. Ver S. ARAI, «Zum Tempelwort Jesu in Apostelgeschichte 6.14», NTS, 34, 1988, p. 397-410 (398-399); J. SCHLOSSER, «La Parole de Jésus», p. 402-403; S. LEGASSE, Stephanos, p. 201-202. Contra E.P. SANDERS (Jesus and Judaism, p- 74), que piensa en una informacién independiente obtenida de sus propias fuentes por el autor de Hechos. 44. La frase esté omitida en la refundicién del episodio por Lucas (ver S. LE- GASSE, «Jésus devant le sanhédrin», p. 186-189). En cuanto a Mateo (26, 61), opera aqui importantes modificaciones. En lugar de «destruiré», escribe: «puedo destruir», que subraya a la vez el poder soberano de Cristo sobre el Templo y evita atribuirle tuna destruccién que, se sabia, habia sido obra de los romanos, Ademis, «este templo» es reemplazado por «el templo de Dios», y el adjetivo kheiropoiétos (hecho por mano de hombre), asf como su contrario, han sido suprimidos: en el momento en que Jerusalén padece las consecuencias trégicas de la conquista romana, Mateo contintia experimen- tando un gran respeto por la «ciudad santa» (4, 5; 27, 53; ver 5, 35) y por el santuario cuya extensign es ella misma, 62 EL PROCESO DE JESUS mano de hombre» (akheiropoiétos), sospechosos en cuanto a su anti- giiedad y sobre los que hemos de volver, el resto esté descompuesto. Pero aqui aparecen divergencias cuando se trata de decir cual de las dos partes es la mas antigua, o si incluso alguna de ellas representa auténticas palabras de Jestis: jes la parte positiva (Jests habria anun- ciado el Reino bajo la forma de una reconstruccién metaférica del Templo) o la parte negativa, emanada de las palabras sobre la des- truccién del Templo conservadas en Mc 13, 2, pero que habrian sido modificadas *°? Segtin lo que se ha dicho més arriba, se puede excluir esta Ultima proposicién. En efecto, es dificil ver cémo la profecia sobre la ruina del Templo se ha podido convertir en una amenaza en la que Jestis se atribuye el papel de destructor; con otras palabras, cémo de un anuncio de tipo clasico, e incluso convencional, se ha podido sacar una amenaza impregnada, al menos en apariencia, de loca presuncién, aun cuando, incluida en el relato de la Pasién, la encontremos desactivada en labios de falsos testigos. Quedémonos, pues, en nuestra investigaci6n histdrica, en la decla- racién de estos tltimos. Podemos extraer de ella, sin temor a equi- vocarnos, los dos adjetivos kheiropoiétos («hecho por mano de hom- bre») y akheiropoiétos («no hecho por mano de hombre») que remiten a otros ejemplos del Nuevo Testamento, donde se recurre a este mismo vocabulario de la Biblia griega para denunciar un tipo de culto ahora obsoleto “*. E] resto se revela exento de retoque perceptible. Que sea una creaci6n cristiana ex eventu forma parte de lo inverosimil. En efecto, suponiendo gue estas palabras nacieran sobre las ruinas del Templo, poco después del afio 70*’, ridiculizaban a Jestis, puesto 45. Sobre el Reino como reconstruccién metaférica del Templo, ver L. GASTON, No Stone, p. 161-162, 223-228. - Sobre la parte negativa, ver J.R. DONAHUE, «Temple, Trial, and Royal Christology (Mark 14: 53-65)», en W. KELBER (cd.), The Passion in Mark. Studies on Mark 14-16, Filadelfia, 1976, p. 61-79 (66-71) 46. Heh 7, 48; 17, 24; Hb 9, 11.24 (ver también 2 Co 5, 1). No es indiferente que el primero de estos términos sirva, en la Setenta, para designar o bien los fdolos (Lv 26, 1; Is 46, 6; afiadir, en este mismo empleo, Ordculos sibilinos, 3, 606.618), o bien el santuario pagano (Is 16, 12). Ver E. LOHSE, «Kheiropoiétos, akheiropiétos», TAWNT, t. IX, p. 425-426. Por contra, no hay raz6n suficiente para descartar de estas palabras, como adicién cristiana, la alusi6n a los «tres dfas», porque la formula em- pleada en esta ocasiGn no es la que se emplea a propdsito de ta ResurrecciGn: ver J. DUPONT, «Ressuscité “le troisiéme jour”” (1 Co 15, 4; Heh 10, 40)», Bib., 40, 1959, p. 742-761 (744), 0 Etudes sur les Actes des apatres, LeDiv., 45, Paris, 1967, p. 321- 336 (323). 47. Teniendo en cuct vacilaciones en tomo a la .cha del evangelio de Marcos. {POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 63 que el Templo no habia sido destruido por Jestis, sino por los romanos. Afiadamos que en el relato del proceso se ha querido neutralizar estas mismas palabras por medio del desacuerdo entre los testigos “*, sefial de que se las consideraba embarazosas, aunque, en la misma medida, inscritas en la tradici6n en el tema de las causas de la condenacién de Jestis. {Qué forma revistieron en sus labios? Resulta muy dificil responder con certeza. Por una parte, la versién que tenemos esta formulada por acusadores, lo que conduce necesariamente a forzar la pretensién. Por otra, no es posible creer que Jestis haya mantenido una sola vez y de una forma Unica semejantes propésitos: en efecto, es més que dudoso que las palabras pronunciadas una sola vez ante algunos discipulos hayan podido bastar para desencadenar una persecucién cuyo objetivo era eliminar a Jests. Es preciso admitir, como minimo, que Jestis anunci6 la ruina y la reconstruccién del Templo, y que se atribuy6 un papel en este doble movimiento, ,Cudl? Dado el estado en que se encuentra la documentacién que poseemos, es imposible dar una res- puesta segura a esta cuesti6n. A lo sumo podemos sugerir que, dada la misiOn que se atribuia frente al proximo Reinado de Dios, se vefa colocando, por medio de su predicacién, las premisas de una renovacién total del culto, cosa que pudo expresar con algunas férmulas incisivas, cuyo tenor habria sido extremado por el «falso testimonio» del proceso. Semejantes propésitos no podfan atraerle la benevolencia de la jerarquia principal del Templo. Tampoco la de la poblacién, profun- damente ligada al Templo y a sus ritos, como atestiguan las masas que acudian a Jerusalén desde Palestina y la diaspora. Jesds infligia un desmentido a este fervor popular mediante unas consideraciones de futuro muy diferentes de las que alegraba entonces a unos peregrinos diligentes. Aunque hubiera tenido éxito entre las muchedumbres ga- lileas e incluso admitiendo que hubiera conseguido simpatias entre el pueblo de Jerusalén, este Ultimo, en su conjunto, no podia ver con buenos ojos que se pusiera en cuestién el santuario”’. Semejantes 48. Sobre la adicién de Me 14, 59 en el relato, ver p. 70-71. 49. Ver E. COTHENET, «L’ Attitude», p. 93-94, y las referencias. E.P. SAN- DERS, Jesus and Judaism, p. 289) reacciona a justo titulo contra la simplificacién que reduce Gnicamente a los dirigentes la hostilidad contra Jestis, aunque también contra una restriccién de las simpatias populares hacia su persona limitada exclusi- vamente a los galileos. Nos sorprende constatar que un autor como E. RIVKIN (What Crucified Jesus?, passim), sensible al impacto politico de la posicidn de Jestis, des- conozea totalmente fa que concierne al Templo. Si hay un punto en que el orden 64 EL PROCESO DE JESUS propésitos, mantenidos especialmente durante las fiestas pascuales, cuando la ciudad estaba repleta de peregrinos™, exponia a Jestis a encontrar resistencia y a ser objeto de denuncias, estas tltimas en unos términos que es facil suponer exagerados y, por consiguiente, tanto mas peligrosos. En todo caso, el resultado fue el arresto de Jestis en Getsemani por la policfa sacerdotal *'. {FUE CONDENADO JESUS POR SU CRITICA A LA LEY? Ferdinand Hahn * piensa que los miembros del sanedrin, aun te- miendo las consecuencias politicas de la actitud de Jestis, basaban principalmente su acusacién en sus transgresiones deliberadas de la Ley. Ademas, jno fue condenado por blasfemo (Mc 14, 64, par.)? Ahora bien, quien se opone conscientemente a la Ley es, segin el derecho judio, culpable de blasfemia. A esta interpretacién de los hechos podemos oponerle varias ob- jeciones. La primera es que, en el relato evangélico de la sesién del sanedrin en que fue juzgado Jestis, la acusacion de blasfemia no versa sobre una determinada contestacién de la Tord, sino que apunta a pretensiones de un cardcter totalmente distinto. Otra dificultad: aun admitiendo que este relato haya retenido la blasfemia como motivo de acusaci6n aplicandolo a un delito diferente al que se referia al principio, no parece que la postura de Jestis respecto a ciertos puntos de la Ley haya podido merecer semejante inculpacién. Entre las definiciones de blasfemia, tal como podemos encontrarlas en los rabinos, s6lo la que califica asi al hecho de «hablar sin respeto religioso desbordaba sobre el politico, es claramente el caso de una contestacién del culto del Templo con sus implicaciones populares 50. J. JEREMIAS (Jérusalem, p. 122) cuenta alrededor de ciento veinticinco mil peregrinos en la Pascua, advirtiendo al mismo tiempo que «apenas es posible aumentar © disminuir esta crifra en mas de la mitad» 51. Sobre el caso similar de Jesiis hijo de Ananias, conducido también por las autoridades judias ante el gobernador de la época por sus profecias de infortunio sobre el templo, ver p. 91 52. «Methodologische Uberlegungen zur Riickfrage nach Jesus» en K. KERTEL- GE (ed.), Riickfrage nach Jesus. Zur Methodik und Bedeutung der Frage nach dem historischen Jesus, QD, 63, Fribourg-en-Brisgau, 1974, p. 11-77 (42). {POR QUE FUE ARRESTADO JESUS? 65 de la Ley» puede ser tenida aqui en cuenta*’. Sin embargo, en las palabras de Jestis que refieren los evangelios, son muy raras aquellas a las que se podria dirigir un reproche de este tipo. No puede ser la declaraci6n de que el sabbat «esta hecho para el hombre, y no el hombre para el sabbat» (Mc 2, 27), una mAxima que no carece de paralelos entre los rabinos. Mas atrevida es la toma de posicién en lo referente a la pureza ritual, si es verdad que Jestis «declaré puros todos los alimentos» (Mc 7, 19b) y emitid aquella sentencia magistral de que «Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerle impuro; sino lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre» (Mc 7, 15). Mas estas palabras no se leen mas que en el evangelio de Marcos y, en parte, en el de Mateo, que depende de Marcos. No aparece nada semejante en la tradicién llamada «segunda fuente sindptica» («fuente Q»)™ de la que toman Mateo y Lucas, y que recoge sobre todo palabras de Jess. Este estado de cosas, cuando se trata de las declaraciones citadas, nos sittia preferentemente en un medio cristiano no palestino, pagano-cristiano 0 mixto, en todo caso més apto para hacer nacer una problematica sobre cuestiones relativas a la alimen- tacién y al sabbat, que en otras Iglesias donde estas cosas, aun prac- ticadas con negligencia, segufan siendo atin asunto rutinario *. Es verdad que Jess, al anunciar el final del culto del Templo, volvia vana una legislacién que consistia en buena parte en reglamen- tarlo. Mas Jestis no opuso nunca dos «normas»: una cuyo objeto seria el culto sacrificial, tal como era practicado en el Templo de Jerusalén, 53. Sobre las definiciones de blasfemia tal como podemos encontrarlas en los rabinos, ver [H.L. STRACK-]P. BILLERBECK, t. I, p. 1002-1019; H.W. BEYER, «

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