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Así, la democracia efectiva y las garantías materiales para

el ejercicio de los derechos ciudadanos resultan regularmente


vulneradas. Los derechos civiles y las libertades individuales
tanto como los derechos políticos son sistemáticamente sus-
pendidos. En el mejor de los casos, puestos entre paréntesis
en la medida en que la dimensión formal de tales derechos sub-
sume y anula su realidad concreta y material.
De otra parte, los derechos de la ciudadanía social (salud,
educación, seguridad social, entre otros) por lo general son (casi)
inexistentes en este tipo de regímenes, incluso a nivel formal,
por ser ésta precisamente una de las condiciones estructurales
inherentes a las dinámicas socioeconómicas que configuran
los escenarios anocráticos.
Para Colombia, un caso relativamente descuidado en el
marco de estos estudios y a partir de la mayoría de los hallazgos
sobre este tipo de regímenes, sería preciso subrayar algunas
tendencias para ser tenidas en cuenta en la era de los “post”.
Fearon & Laitin (2003) proponen que para entender las
guerras civiles en términos de insurgencia (guerra de guerrillas
rurales, puntualmente), los factores explicativos sobre la pro-
clividad de las sociedades hacia este tipo de conflictos letales,
“no son sus características étnicas o religiosas” (diversidad) –o
la motivación económica de “redes predatorias” tal y como la

(2001), Gandhi & Vreeland consideran que este tipo de anocracia es me-
nos susceptible a la guerra civil por las capacidades cooptativas que despliega
el régimen gracias, precisamente, a la arena institucional (aun formalmente
superficial) que significaría contar con parlamentos. En nuestra opinión,
este último hecho también abriría la hipótesis sobre una relativa estabili-
dad y permanencia de la guerra civil –una vez desatada– dentro de lo que
se conoce hoy como “empate estratégico” (en sentido de la confrontación
militar) entre las fuerzas contendientes. Galula (1964), autor influyente en
la construcción de una teoría sobre la guerra contrainsurgente, usualmente
recurrido en los manuales del ejército estadunidense, ilustra el “empate
estratégico” propio de las guerras “no convencionales”, a partir de la ale-
goría de la lucha entre un León enjaulado y avispas que lo atacan: ni el león
derrota a las avispas, ni las avispas derrotan al león.

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