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Reflexión: "Instrumentos en las Manos del Redentor”

Por: José R. Bas

En su libro, “Instrumentos en las manos del Redentor”, Paul Tripp nos ayuda a tratar a

nivel mas personal con el problema fundamental que todos poseemos. La Biblia dice que

nuestra condición pecaminosa es la raíz para los conflictos y traumas de nuestro pasado con los

que tenemos que estar lidiando constantemente en e presente. En la medida que

reconozcamos esa realidad, podremos encontrar la verdadera esperanza para nuestras vidas.

Esa esperanza se basa en la persona de Cristo Jesús y su obra redentora en la Cruz del Calvario.

La consejería Bíblica procura tratar con los problemas y conflictos desde su raíz. Por tal

razón es de singular importancia que el consejero esté debidamente alineado con las Sagradas

Escrituras. Ante lo dicho, Pablo advierte en su carta a los Colosenses acerca del peligro de

seguir filosofías engañosas según la corriente del mundo y no según Cristo.

El autor, a su vez expone el efecto que el pecado produce en las personas. Lo primero

que el pecado produce es la rebelión. El pecado también produce necedad en nosotros, la cual

presupone que no hay ningún otro punto de vista, teoría, o “verdad” más confiable que la

nuestra. Más aún, el pecado nos hace moralmente cuadripléjicos e intrínsecamente incapaces

de hacer lo correcto. Por último, el pecado nos hace incapaces de hacer lo que Dios ha

dispuesto que hagamos. Nos imposibilita a hacer lo que estimemos mejor para nuestras vidas,

aunque tengamos las mejores intenciones.

Ante esta realidad, Dios utiliza varias formas para tratar con las vidas de una manera

más individual. La primera herramienta que Dios usa es el ministerio de la Palabra, a través del
cual somos portavoces de la esperanza redentora en Cristo Jesús. Nosotros por nuestra propia

iniciativa y esfuerzo no podemos cambiar a nadie. Pero el poder eficaz de la Palabra y el Espíritu

que mora en cada uno de nosotros puede transformar las vidas a quienes estamos

aconsejando. Somos simplemente instrumentos en las manos de Dios.

En Efesios 4:11-16, el apóstol Pablo especifica quienes son esos instrumentos que Dios

utiliza para ejercer el ministerio de la Palabra de una manera personal. Notemos que dice: “Y él

mismo constituyó”, lo cual quiere decir que tales instrumentos no fueron nombrados

caprichosa o unilateralmente por carne ni sangre, sino por Dios mismo. Seguido de esto, el

pasaje delinea a quienes Dios nombró: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. A

ellos se les encomendó la misión de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio de

declarar las verdades profundas de Dios, amén de rescatar el corazón rebelde, cansado,

cargado y desolado por el pecado y conllevarlos a una vida transformada y plena en Cristo

Jesús.

La segunda herramienta que Dios utiliza con ese fin transformador es la comunión en el

Cuerpo de Cristo. Dios une coyunturas entre los miembros de su Cuerpo con el fin de crear un

sistema de reciprocidad múltiple. Pero él también ha ordenado lo que debemos dedicarnos a

cultivar esas relaciones.

Ese cambio transformador que Dios opera por medio del ministerio de la Palabra y la

comunión en su Cuerpo apunta a dos realidades profundas: Primeramente, la realidad de que

somos hijos de Dios por medio de Jesucristo; y segundo, al compartir la Palabra de Dios los unos

con los otros, nos convertimos en señales que apuntan a Su gloria. De manera que somos
mensajeros de la esperanza transformadora del reino de Dios penetrando en las raíces de los

problemas y conflictos por medio de la Palabra y en el poder de su Santo Espíritu.

Dios desea tratar con los problemas de raíz. Una de las cosas que el autor enfatiza en el

libro es que en consejería se pudiera tratar los diferentes temas superficialmente desde el

punto de vista biológico, emocional o relacional e ignorar la verdadera naturaleza de los

problemas que el individuo posee. No se puede entender al ser humano sin entender donde

verdaderamente radican todos sus problemas y conflictos. La verdadera raíz de los problemas

se encuentra en el corazón del individuo.

En las Escrituras encontramos se refiere al “corazón” para describir la condición de

persona en su ser interior. En otras palabras, el corazón es lo que dice quien es la persona en

realidad. Con razón encontramos en Proverbios 4:23: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu

corazón; Porque de él mana la vida.”. Nuestra manera de actuar y de expresarnos refleja lo que

está en nuestro corazón. Con esto en mente, el ministerio de consejería debe tener el corazón

como objetivo. Podemos enfocarnos en la modificación del comportamiento sin considerar lo

que realmente causa tal comportamiento.

El autor indica una relación directa raíz-fruto entre el corazón y el comportamiento.

Ante esta relación, el autor argumenta que el cambio del fruto, o el comportamiento, es el

resultado de un cambio de raíz, o más bien en el corazón. Entonces, concluye que la idolatría en

sí es la esencia del problema que radica en el corazón del hombre, lo cual nos lleva al pecado

original en Génesis 3:5-6. El pecado es mucho más que hacer lo incorrecto. Es simplemente

amar, adorar, desear y servir a las cosas incorrectas. Los ídolos son más que las imágenes

externas en otras religiones para ser adoradas. La idolatría sencillamente estriba en buscar un
sustituto de Dios en el corazón. Se manifiesta de varias formas: la necesidad de aprobación por

otras personas; el robo o la posesión ilegítima de artículos de pertenencia ajena; el enojo y

resentimiento con las demás personas. De manera que los problemas son una manifestación

externa de lo que verdaderamente ocurre cuando los deseos de adoración causados por la

idolatría se sienten frustrados e insatisfechos.

El autor, a su vez, menciona la “Gracia celosa” en Santiago 4:5-6: El Espíritu que él ha

hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Esta arma

poderosa, y a la vez esperanzadora, nos da el poder para no ir tras los deseos del corazón

pecaminoso. Por otra parte, el autor expande este tema en Gálatas reafirmando la promesa de

la gracia y el perdón para los que se humillan delante de Dios renunciando a los deseos de la

carne. En otras palabras, la gracia de Dios extendida a cada uno de nosotros nos permite decirle

no a cualquier pasión y deseo poderoso en nuestros corazones para ir en pos de Cristo.

En una forma práctica, el autor presenta cuatro formas que nos sirven de modelo de un

embajador de Cristo en las demás personas. Las cuatro formas son: Amar, Conocer, Hablar y

Hacer. Primero, el amar enfatiza las relaciones en el proceso de cambio y transformación.

Segundo, conocer a una persona significa tener un entendimiento y comprensión de la

condición del corazón de la persona a través de buenas preguntas en el contexto de una

amistad o la recopilación de datos en un entorno de consejería más formal. Tercero, hablar

consiste en declarar la verdad de la Palabra de Dios en una forma que la persona pueda

descubrir su propio corazón. Finalmente, el hacer es aplicar a la vida diario los conocimientos

que Dios le ha dado por medio de su Palabra.


En el apéndice 3 del libro, el autor ofrece tres estrategias para recopilar información y

para formular preguntas al aconsejado. La primera estrategia es localizar las fortalezas, o ese

lugar en el corazón de la persona que ha sido preparado contra un ataque. A veces la persona

que está recibiendo consejería puede reaccionar enojada o a la defensiva, o puede auto

protegerse echándole la culpa a los demás o simplemente entrando en razonamientos. Estos

son comportamientos que el consejero debe tener presente a la hora de hacer preguntas. La

segunda estrategia es exponer y derribar las pretensiones o aquellas cosas que parecen ciertas

pero que en realidad son falsedades. Esto es clave ya que la mentira puede llevar al aconsejado

a distorsionar su visión sobre sí mismo, su visión sobre Dios y su visión sobre su situación. Para

el consejero es muy importante observar la respuesta emocional de la persona que está siendo

aconsejada. Por último, el consejero va a ayudar a la persona a llevar todo pensamiento cautivo

a Cristo. El autor ofrece unas catorce soluciones claves para ayudar al aconsejado a tomar

consciencia de las ‘agendas’ de su vida:

• ¿Cuándo tiende el aconsejado (AC) a experimentar miedo, preocupación, o ansiedad?


(Mateo 6:19–34)
• ¿En qué situación ha estado el AC luchado con la decepción? (Proverbios 13:12, 19)
• ¿En qué situaciones lucha el AC con la ira? (Santiago 4:1–2; Prov. 11:23)
• ¿Dónde encuentra el AC problemas en las relaciones (Santiago 4:1–10)?
• ¿Qué situaciones de la vida han sido particularmente difíciles para el AC? (1 Cor. 10:13–
14)
• ¿Dónde se muestran los patrones de evasión del AC? ¿Qué cosas trata él de evitar
regularmente?
• ¿Cómo ha experimentado el AC problemas regulares en su vida espiritual o en su
relación con Dios? (Salmo 73)
• ¿Dónde o cuándo tiende el AC a dudar de las verdades de las Escrituras? (Ro. 1:25)
• ¿Cuál es la agenda verdadera del AC para los demás? ¿Cuál es su definición de una
buena relación? ¿Cuáles son sus expectativas para los demás? ¿Qué exigencias
silenciosas tiene para la gente a su alrededor? (Santiago 4:1–2)
• ¿Tiene el AC luchas con la amargura? (Efesios 4:31; Prov. 18:19)
• ¿Cuándo ha tenido el AC luchas con los remordimientos, se ha visto tentado a decir: “Si
solamente…”?
• ¿Qué experiencias del pasado le son difíciles al AC de olvidar?
• ¿Cuándo experimenta el AC problemas en la oración y la adoración personal? (Santiago
4:3–4)
• ¿En qué momentos tiene el AC luchas con la envidia? ¿Qué es lo que tienden a codiciar?
(Proverbios 14:30)
Considero que Paul Tripp ofrece soluciones muy concretas en el área de la consejería

dentro de la centralidad Cristo-céntrica y Bíblica. Personalmente me puedo identificar con la

segunda estrategia de exponer y derribar las pretensiones. En un sin número de ocasiones me

he encontrado con personas a quienes he estado ministrando individualmente reaccionando tal

y como las describe el autor: a la defensiva, razonamientos o sencillamente echándole la culpa

a los demás. Al mismo tiempo he visto como mucho de ellos tienen un fundamento teológico

errado acerca de Dios y la condición pecaminosa del hombre.

Como punto final, debemos considerar que Dios nos ha llamado a ser sus embajadores

en medio de un mundo lleno de tinieblas. Siendo esta la realidad del mundo caído, no podemos

ignorar las implicaciones espirituales que conlleva el ministerio de la palabra en la consejería y

la batalla espiritual que se está librando contra Satanás. La Palabra de Dios es eficaz para

revelar las intenciones de nuestro corazón y llevarnos hacia el trono de la gracia de Dios, por

medio de Jesucristo, a fin de alcanzar la misericordia que nos rescata a tiempo de las garras del

enemigo.

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