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LA ELECCION POPULAR DE ALCALDES:

UN DESAFIO PARA LA DEMOCRACIA

María del Pilar Gaitán*

La elección popular de alcaldes, el m ás recien­ medios de comunicación, no han cesado de


te y controvertido proyecto político de m oderni­ preguntarse sobre sus bondades, sus alcances
zación del Estado colombiano, se ha convertido y su significado.
en la reform a constitucional m ás im portante de
los últimos cincuenta años de vida republicana. Toda esta discusión ha logrado perm ear la cul­
Quizás por ello, desde la época de la “ Revolu­ tu ra política de los colombianos y sensibilizar
ción en M archa” el país no vivía una transfor­ la conciencia ciudadana. Resulta empero un
mación institucional con tan tas expectativas, anacronismo qúe solam ente en 1986 se haya lo­
pero tam bién con tantas incertidum bres. grado incorporar en nuestro ordenam iento ju rí­
dico y político una de las instituciones consus­
Las opiniones sobre el impacto y las conse­ tanciales a la democracia representativa. En la
cuencias de la reforma han permitido “ tom arle gran mayoría de países de América Latina la
el pulso a la nación” : su debate se ha colocado elección popular de m andatarios locales tiene
al orden del día en la academia, en el mundo de una larga historia. Incluso en naciones como
la política y en la cotidiana reflexión del ciuda­ G uatem ala, H onduras, El Salvador y Bolivia,
dano común. Un sinnúmero de grem ios, entre caracterizadas por estructuras de poder tan ar­
ellos agrupaciones tan diversas como la SAC y caicas y autoritarias, está prescrita constitucio­
ANDIGRAF, han incluido el tem a de la des­ nalm ente. México, Brasil, A rgentina, Perú y
centralización política y la elección popular de Ecuador, cuentan igualm ente con el m ecanis­
alcaldes en sus deliberaciones anuales. En la mo institucional que la consagra.
últim a reunión del Episcopado colombiano, los
jerarcas de la Iglesia igualm ente se pronuncia­ El alcance y el contenido real de esta institu­
ron sobre los efectos éticos y políticos de la ción en el contexto latinoamericano sería objeto
nueva institución, al considerarla como uno de de otra reflexión, que no podría plantearse sino
los grandes desafíos del momento. Sindicatos, a la luz del traum ático proceso de construcción
asociaciones cívicas y partidos, así como voce­ de la democracia en el continente. En nues­
ros de las Fuerzas Armadas y de los principales tro caso, y en este sentido es útil la com para­
ción, la elección popular de alcaldes quedó se­
pultada junto con el proyecto político del libe­
* Politóloga. Investigadora del Instituto de Estudios Políticos y ralismo radical de 1863 y tardó casi un siglo
Relaciones Internacionales de la U niversidad Nacional. Este
artículo que contó con el apoyo financiero de FESCOL, fue para que nuevam ente m ereciera el interés y la
escrito antes de las elecciones del 13 de marzo. atención del poder legislativo. Aunque desde

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los años posteriores al Frente Nacional la nejo de los asuntos locales y de otorgarle un
ANAPO y distintos sectores liberales presen ta­ nuevo significado al espacio —el municipio—
ron proyectos de ley que la proponían; sola donde aquiere territorialidad la democracia, se
m ente en 1980 y por iniciativa de .\lvaro Gó­ plantea como un gran reto que le concierne di­
mez Hurtado se inició su trám ite legislativo. La rectam ente al “ país nacional” . Por ello los
aprobación final por el Congreso, hace dos comicios que habrán de celebrarse son mucho
años, estuvo precedida por sucesivas mocio­ más que el simple rito de acudir a las urnas.
nes para “ archivar” los proyectos conducentes
a la reforma. La antecedieron asim ismo arduos Quizás sin que los gestores de la reform a así lo
debates entre los distintos grupos y fracciones hubieran previsto, el proceso político y electo­
de los partidos tradicionales. A unque el propó­ ral que está en m archa tam bién ha puesto en
sito descentralizado^ una vez im pulsado por la evidencia los diversos rostros de la crisis que
adm inistración Betancur, se incorporó en los vivimos. Una crisis multidimensional que tra s ­
program as de las distintas fuerzas políticas y pasa las fronteras de lo económico y lo político
contó con el decidido apoyo de la izquierda par­ y cuestiona profundam ente el significado de
lam entaria, el acuerdo bipartidista que final­ nuestros símbolos culturales y nuestros valores
m ente hizo posible la institución del alcalde éticos. La aguda descomposición de numerosos
popular se construyó sobre las bases de un grupos sociales y la panacea del enriqueci­
débil consenso político. Ello no hace m ás que miento fácil; la polarización de las fuerzas en
reflejar, aún hoy en día, el apego que un im ­ conflicto y la extensión de los enfrentam ientos
portante sector de la clase política sigue profe­ arm ados; la generalización de la “ guerra su­
sando a los principios presidencialistas y cen­ cia” y la multiplicación de diversas formas de
tralistas de 1886, la reticencia frente al cambio violencia que se entrecruzan sórdidam ente y
aun cuando se produzca dentro de los m árge­ que incluyen desde la guerra de las calles que
nes del Estado de derecho y, por sobre todo, el ocasiona la delincuencia común, hasta la gue­
miedo frente a cualquier intento de renovación rra que genera el narcotráfico; la crisis de la
institucional. Señala así mismo lo difícil que justicia, el abandono de la ram a jurisdiccional y
resulta la unificación de los sectores dom inan­ la pérdida de credibilidad en las principales
tes cuando se tra ta de im pulsar reform as polí­ instituciones, particularm ente en el Congreso;
ticas de largo alcance, capaces de reforzar la la ausencia de liderazgo político y la crisis por
legitimidad del sistem a, pero que en el corto la que atraviesan los partidos, son todos fenó­
plazo afectan y comprometen intereses indivi­ m enos que constituyen en su conjunto el esce­
duales sobre todo de índole burocrática y elec­ nario en el cual se pondrá a prueba la prim era
toral. elección popular de alcaldes.

En térm inos de política com parada la reforma La coexistencia del orden y la violencia, como
podría considerarse como un ajuste tímido y lo señalara Pécaut (1), de la confrontación ar­
tardío del orden institucional. Sin em bargo, en m ada y las propuestas de paz, del reformismo
un país como el nuestro, tan profundam ente institucional y la propensión hacia el m ilitaris­
conservador y tan atado a sus viejas costum ­ mo, invitan a pensar la elección de alcaldes
bres y prácticas políticas, implica un potencial como un proceso que desafia la democracia. Y
democratizador de tal m agnitud que para m u­ m ás que ello, como un plebiscito sobre las dis­
chos aparece incluso como am enazante y yuntivas políticas que hoy se nos presentan.
desestabilizador. La sola posibilidad de que se
le abra paso a la democracia participativa cues­ EL FRENTE NACIONAL Y LA NUEVA
tiona las prem isas básicas sobre !as cuales está MODALIDAD DE CRISIS
cimentado el rígido y estrecho régimen político
colombiano. En el proceso político contem poráneo de Co­
lombia aparece como una constante la rigidez
El ciudadano, ajeno por tradición a las decisio­ y el inmovilismo de las instituciones frente a
nes del “ país político” , puede sentirse inter­
pelado y convocado por la figura del alcalde 1. Daniel Pécaut, O rden y Violencia: Colombia 1930-1954, Bo­
popular. La posibilidad de incidir sobre el m a­ gotá, Siglo XXI Editores-CEREC, 1987, Vol. I, p. 17.
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las transform aciones que genera la evolución El nuevo modelo de dominación, al mismo
económica y social. El inmovilismo institucio­ tiempo que impulsó mecanismos jurídicos y
nal ha conducido a un progresivo divorcio entre políticos para reordenar las relaciones entre las
sociedad y Estado y ha puesto en evidencia el clases dom inantes y para reconstruir las frag­
desfase existente entre una estructura política m entadas bases del consenso nacional, sentó
y adm inistrativa excesivamente centralista, y las prem isas de un esquem a de poder fundado
la diferenciada dinámica de las sociedades re ­ en el acuerdo y el compromiso “ desde arrib a’’,
gionales. Estas dos caras de un mismo proble­ sin que la sociedad y el Estado encontraran, a
m a apuntan a señalar al Estado colombiano la postre, verdaderas formas de convivencia
como un ordenam iento político que se ha es­ política. Su resultado m ás inmediato fue la con­
tructurado y desarrollado sobre las bases de un solidación de un régim en político cerrado,
débil consenso social. Los sectores subalternos autoritario y poco participativo, caracterizado
de la sociedad civil han estado ausentes las por el monopolio bipartidista sobre el aparato
más de las veces en la tom a de las decisiones del Estado y por la utilización con fines priva­
políticas y han perm anecido excluidos de la dos de sus recursos, como si éstos fuesen patri­
gestión gubernam ental. monio natural de los partidos (2).

Centralismo y presidencialismo, inflexibilidad El Frente Nacional y la m odalidad de domina­


frente a la modernización, el cambio y el refor- ción com partida que instauró, dieron origen a
mismo social, aunados a un ancestral conserva­ diversos procesos que es necesario reseñar,
durismo ideológico, son todos patrones de pues se convierten en la m atriz de explicación
nuestro desarrollo político que no se correspon­ de la crisis política nacional.
den con el país de la década de los ochentas. Si
bien el origen de estos patrones se puede ubi­ La práctica del gobierno compartido y del re ­
car en el proyecto político que cristalizó en parto burocrático precipitó a los partidos a un
1886 y en el ordenam iento jurídico que desde proceso de desgaste, pérdida de credibilidad y
entonces nos rige, son el Frente Nacional y el debilitam iento de su función ideológica. El
modelo de dominación im puesto los que de ejercicio de la “ m ilim etría política” sustituyó
m anera definitiva los refuerzan y los consoli­ la movilización ideológica por la movilización
dan. que se basa en la prestación de favores y servi­
cios. El clientelismo se convirtió así en el prin­
El Frente Nacional se constituyó en el marco cipio rector de las relaciones políticas y en el
político e institucional bajo el cual se afianza­ medio fundam ental para lograr la adhesión y el
ron las rápidas transform aciones económicas y reclutam iento partidista. Esto condujo a un
sociales experim entadas por el país en los últi­ progresivo erosión amiento de la tradicional
mos treinta años. Puede señalarse que este es­ ideología de pertenencia o , lo que es lo mismo,
quem a de poder marca el fin de una etapa y el a un desdibujam iento de la afiliación liberal-
comienzo de otra en el proceso de desarrollo conservadora.
del Estado m oderno en Colombia. Es un punto
de quiebre entre una vieja y una nueva modali­ La ruptura de las lealtades partidistas y el pro­
dad de crisis política. Formalmente implicó la pio proceso de desgaste interno de los parti­
terminación del período conocido como “ la dos, llevaron a que éstos perdieran efectividad
Violencia’’ y superó el gobierno de transición como canales de representación de las distintas
que había llevado al poder al general Gustavo fuerzas sociales y a que se debilitaran como
Rojas Pinilla. Al mismo tiempo significó la im- m ecanism os de legitimación política.
plementación de un nuevo modelo de dom ina­
ción que se cimentó sobre la base de dos insti­ El debilitam iento de la función legitim adora de
tuciones fundam entales: la alternación biparti­ los partidos se manifestó de forma especial­
dista en la Presidencia y el reparto paritario de m ente crítica a nivel de su instancia nacional,
todos los cargos públicos entre liberales y con­
servadores con exclusión, según m andato
2. Alfredo Molano, Selva adentro. Una historia oral de la colo­
constitucional, de toda fuerza política distinta a nización del Guaviare. Bogotá, El Ancora E ditores, 1987,
dichas colectividades. p. 134.
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que perdió liderazgo y capacidad de convocato­ Tal ampliación de las relaciones políticas extra-
ria “ dejando al descubierto la vieja multiplici­ institucionales pone en entredicho la legitimi­
dad de liberalismos y conservatism os regiona­ dad del sistem a en su conjunto y le plantea al
les, lo cual atomizó la necesidad de disciplina y régim en y a sus partidos la necesidad de im ­
la dirección m ás o menos unificada de los parti­ pulsar estrategias de conservación y de repro­
dos. La com pensación... fue el fortalecimiento ducción política.
del nivel regional o local del bipartidism o, apo­
yado por un desarrollo forzado del clientelis-
m o” (3). EL REFORMISMO INSTITUCIONAL, UNA
ESTRATEGIA PARA ENFRENTAR LA CRISIS
La pérdida de legitimidad y de capacidad de
representación de los partidos políticos, acen­ Frente al panoram a actual del país y el confuso
tuó el carácter excluyente del acuerdo paritario espectro de fuerzas enfrentadas que cuestio­
y puso en m archa otro de los procesos resultan ­ nan la supervivencia de nuestro frágil orden
tes del Frente Nacional: la reducción de los es­ democrático, el historiador Tirado Mejía ad­
pacios institucionales y la restricción de la p ar­ vertía de m anera prem onitoria lo siguiente:
ticipación política. La inexistencia de la compe­
tencia m oltipartidaria y el bloqueo sistemático “ Hay épocas en las que por períodos lar­
al desarrollo de fuerzas políticas distintas al bi­ gos m archan al unísono economía, socie­
partidism o lo ilustran de m anera clara. La into­ dad y legislación y otras en las que en un
lerancia del régim en frente a fenómenos como breve transcurso de tiem po, los aconteci­
el MRL y la A ÑAPO y los fallidos intentos de m ientos desbordan las instituciones.
los movimientos de izquierda por constituirse Cuando esto sucede, el hecho social se
en alternativas de poder, expresan esta te n ­ impone y el resultado es, o la reform a por
dencia. La convergencia de todos estos proce­ adecuación o apertura, o la revolución que
sos fue configurando una situación de crisis en da lugar a un nuevo orden, o los regím e­
el régim en bipartidista que podría caracteri­ nes de fuerza que por la violencia estatal
zarse como sigue: represan la solución de los problem as” (4).

En prim er lugar, por una creciente incapacidad En la presente coyuntura, caracterizada m ás


del Estado y sus instituciones para generar por una am enaza de desbordam iento de las
consenso social, lo que induce a recurrir de instituciones que por la posibilidad de instau­
forma cada vez m ás frecuente al estado de ex­ rar un nuevo orden político, la modernización
cepción y a las m edidas de fuerza para enfren­ del Estado y la adecuación del sistem a político
ta r los conflictos sociales. En segundo lugar, se imponen como una tarea inaplazable. Así lo
por una dificultad muy visible del régim en bi­ entendieron los sectores m ás lúcidos de los
partidista para m ediatizar las diversas formas partidos y de la clase dirigente al im pulsar el
de protesta y de confrontación política. Y en proceso de reform a política que condujo a la
tercer lugar y como consecuencia de la ante­ elección popular de alcaldes. Veamos algunos
rior. por la ampliación de un campo de acción antecedentes de la reforma.
que, o bien se constituye al m argen del proceso
político convencional, o bien se genera por fue­ La crisis política que se fue configurando a todo
ra de los marcos del Estado de derecho. La des­ lo largo del Frente Nacional alcanzó niveles
valorización del proceso electoral y la absten­ críticos bajo la administración Turbay. Dicha
ción; la desafiliación partidista y la aparición administración se caracterizó por una aguda
de gran cantidad de movimientos locales y re ­ descomposición social, por un aum ento del
gionales que eluden y rechazan la estructura clientelismo y de las prácticas políticas corrup­
de partido; las tomas callejeras, los paros cívi­ tas y por una notable pérdida de credibilidad
cos y las m archas cam pesinas, así como la pre­ en las instituciones del Estado. Frente a estos
sencia guerrillera, lo confirman hoy en día.

4. Alvaro Tirado M ejía, Prólogo a Ricardo Santam aría y G abriel


3. Francisco Leal B., Estado y Política en Colombia, Bogotá, Silva L ., El proceso político en Colombia, B ogotá, Fondo Edi­
Siglo XXI Editores-CEREC, 1984, p. 166. torial CEREC, 1984, p. 12.
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fenómenos, que no hicieron m ás que resaltar reforma: legalización e institucionalización de


los límites de la “ democracia restringida’’ que las distintas fuerzas políticas; robustecim iento
nos había legado la coalición frentenacionalis- y modernización de la R egistraduría; financia­
ta, el gobierno del Presidente Turbay optó por ción de las cam pañas electorales por el Estado;
la imposición de un esquem a de poder autorita­ adopción de una carrera adm inistrativa; e sta­
rio y m ilitarista. Bajo este esquem a se privile­ blecimiento de un estatuto de la oposición; de­
gió el recurso a la fuerza frente a cualquier otro recho a la información y acceso equitativo de
mecanismo de dominación política. Su imple- todas las fuerzas políticas a los medios de co­
mentación no solam ente impidió la resolución municación; modernización y fortalecimiento
de la crisis sino que la potenció, acentuando de los órganos fiscalizadores del Estado; mo­
la deslegitim ación del régim en y la poca capa­ dernización y fortalecimiento de los órganos
cidad de representación de los partidos políti­ judiciales y de la policía; la descentralización
cos. A su vez, este manejo del recurso de la fiscal y adm inistrativa y elección de alcaldes
fuerza produjo un efecto de radicalización de la por voto popular, principalm ente (7). Sin em ­
protesta popular y del enfrentam iento arm ado. bargo el ambicioso proyecto de desarrollo po­
lítico, modernización estatal y restauración ins­
Con la llegada de la administración Betancur titucional no se corresponde con los resultados
se advierte una nueva m anera de enfrentar la finales de la reform a. Varios factores contribu­
crisis en la que se destaca el énfasis que se le yen a explicar este fenómeno.
da a la solución política de los conflictos, ver­
sus la solución puram ente militar de los m is­ En prim er lugar la disociación existente entre
mos. El reconocimiento oficial del rezago del una indudable voluntad política reform ista y
Estado y de sus instituciones frente a las tra n s­ unos precarios recursos reales de poder para
formaciones socioeconómicas y la necesidad de im plem entar las iniciativas reform adoras (8).
enfrentar la creciente desinstitucionalización La ausencia de recursos reales de poder inclu­
de la protesta social y la lucha política (5), mo­ ye aspectos de índole económica y aspectos de
tivaron una alternativa de respuesta al modelo carácter político. El déficit fiscal y la recesión
autoritario orientada hacia la adecuación y económica que tuvo que enfrentar la Adminis­
apertura del sistem a político. Fue a partir de tración Betancur se convirtieron en un obstácu­
estas consideraciones como se dio comienzo al lo considerable para el impulso de las reform as
llamado proceso de “ apertura dem ocrática” y sociales, tím idas de suyo, que servirían de sus­
reform a política. tento al proyecto de apertura.

El itinerario de la reform a se inicia con la con­ En lo que se refiere a los factores de carácter
vocatoria en 1982 por parte del gobierno de una político deben destacarse el débil compromiso
“ Cumbre Política” . Con ella se buscaba forjar orgánico de los partidos tradicionales con el
un acuerdo concertado entre los distintos parti­ proceso de reform a y el fragmentdo apoyo del
dos “ para comprometer las m ejores energías partido conservador a la gestión gubernam en­
de la nueva nación en la em presa prioritaria de tal. La condición de minoría parlam entaria del
la creación de un nuevo marco político e insti­ dividido partido de gobierno, tuvo a su vez
tucional, que deberá servir de consenso y de como efecto el distanciam iento entre el Ejecu­
cuadro fundam entales de las controversias, las tivo y el Congreso.
aproximaciones y los entendim ientos propios
de la etapa nueva que se abre en la historia de También operó como factor adverso la incapa­
nuestra actividad política” (6). cidad del gobierno del Presidente Betancur
para traducir en movilización popular el apoyo
Diez puntos básicos se le propusieron al país y electoral y el prestigio que acompañaron el ini­
a los partidos como tem as sustanciales de la cio de su m andato. El apoyo en la sociedad civil
y particularm ente en las clases subalternas
5. Véase Jaim e Castro, Proceso a la violencia y proceso de paz.
M inisterio de Gobierno. Bogotá, 1986, pp. 20-26. 7. El Tiempo, 8 de septiem bre de 1982, p. 7A.
6. C arta de Rodrigo Escobar Navia dirigida a los jete s de los 8. Eduardo Pizarro, “ El proyecto reform ista de Belisario Be­
distintos partidos políticos, a propósito de la “ C um bre Políti­ ta n c u r’’, en R evista U niversidad de Antioquia, No. 204,
c a ” . El Tiempo, 8 de septiem bre de 1982, p. 7A. MedeUín, 1986, p. 7.
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hubiera generado una inédita fuente de legiti­ POLITICA Y ALCALDES


midad política.
Con el fin de com pensar la insuficiencia del Es­
La posición de las Fuerzas Armadas frente a la tado en las grandes ciudades, las capitales de­
gestión del gobierno, sobre todo en los dos últi­ partam entales, y sobre todo en los pequeños
mos años, se tradujo en una gran prevención y municipios, se le dio vida política e institucio­
desconfianza frente a los intentos de pacifica­ nal a la elección popular de los alcaldes. Tam­
ción y de apertura institucional. El militarismo bién con el propósito de responder al nuevo y
heredado de la administración Turbay no expe­ conflictivo orden social que se ha venido confi­
rim entó cambios sustanciales bajo el nuevo gurando en las provincias colombianas y cuya
m andato. Por el contrario, exhibió su poder dinámica rebasa la capacidad de control del
ampliado, actuando m uchas veces en contravía Estado central, se dió el prim er paso hacia la
del proceso democratizador. A su turno, el mo­ descentralización de funciones y hacia la racio­
vimiento guerrillero no demostró una verda­ nalización de la gestión adm inistrativa. Refor­
dera voluntad política democrática, ni ofreció mar la estructura de poder local para regular
una definición clara frente a los “ acuerdos de las tensiones cada vez m ás agudas de la así lla­
paz ’. Episodios tales como la tom a del Palacio m ada “ periferia social’’, parecer ser el princi­
de Justicia y la persistencia de prácticas como pio político que articula las innovaciones insti­
el secuestro, el “ boleteo" y la extorsión, con­ tucionales.
tribuyeron negativam ente al proceso de paz y
debilitaron aún m ás el frágil consenso en tom o La elección popular de m andatarios locales
a la reform a política. hace las veces de pieza clave de engranaje del
proyecto descentralizador que está en curso.
La confluencia de los factores señalados dió lu­ La transferencia de competencias y recursos a
gar a una situación de bloqueo, que amenazó la las células m unicipales, tal como lo establece
viabilidad de los propósitos reform istas. Ello la reform a, está estrecham ente vinculada con
explica en buena m edida el carácter restrin ­ la nueva identidad política de los alcaldes. Por
gido que adoptó la reform a cuando, por inicia­ ello la institución que em pezará a regir el se­
tiva del Ejecutivo, se presentaron al Congreso gundo domingo de marzo de 1988, bien puede
proyectos de acto legislativo y de ley considera­ concebirse como parte esencial de una estrate­
blem ente limitados respecto a la propuesta ini­ gia m ás amplia de desarrollo político y m oder­
cial de la “ Cumbre Política’’. El nuevo conte­ nización estatal.
nido de la reform a política quedó reducido fun­ La otra cara de la m oneda tam bién debe exami­
dam entalm ente a la reform a de la carrera ad­ narse. La modernización de las instituciones no
m inistrativa, el estatuto de los partidos, el for­ se traduce necesariam ente en su dem ocratiza­
talecimiento de la Corte Electoral, el derecho a ción, pero puede conducir a ella. La creación de
la información y el acceso a los medios de co­ nuevos espacios para la acción política y la am ­
municación y a la elección de alcaldes por voto pliación de la participación ciudadana, propósi­
popular. Frente a este conjunto de propósitos tos subyacentes en la reform a, pueden conver­
m odernizadores, la reform a política de la vida tirse en verdaderos incentivos para la construc­
municipal se constituyó en el resultado más ción de la democracia local. Si los pobladores
visible e im portante. Fue así como el proyecto urbanos, los movimientos cívicos y los sectores
de descentralización impulsado por la adm inis­ políticos independientes se apropian de los ins­
tración Betancur y reglam entado en buena par­ trum entos que prevé la reform a, puede confi-
te bajo el actual gobierno, se tradujo en un
conjunto de m edidas tendientes a desconcen­
tra r el poder, fortalecer los fiscos municipales y —Ley 78 de 1986 y Ley 44 de 1987 que reglam entan la elec­
ción popular de alcaldes.
sentar las bases para el ejercicio de la demo­ —Ley 11 de 1986 por la cual se dicta el estatu to básico de la
cracia local (9). adm inistración municipal y se ordena la participación de la
com unidad en el m anejo de los asuntos locales.
—Ley 12 de 1986 por la cual se dictan norm as sobre la cesión
9. Nos referim os fundam entalm ente a las siguientes norm as: de im puestos a las ventas o im puestos al valor agregado
—Acto Legislativo No. 1 de 1986 por el cual se reform a la (IVA) y se reform a el Decreto 232 de 1983.
Constitución Nacional y se ordena la elección popular de —Decreto 1333 por el cual se adopta el nuevo Código del
alcaldes. Régim en M unicipal.
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gurarse un escenario de acción y negociación Las bondades y los alcances de la elección po­
política m ás favorable para los intereses de las pular de alcaldes se pondrán a prueba, sin
com unidades locales. Tolerar y garantizar la embargo, en un escenario cargado de conflic­
participación popular es el gran reto del Go­ tos y de m últiples formas de violencia que am e­
bierno. Conquistar ese derecho para hacerlo nazan con desvirtuar los propósitos que inspi­
efectivo es el desafío del movimiento popular y raron la reform a. En este sentido los comicios
de las fuerzas democráticas. que habrán de celebrarse en los aproxim ada­
m ente mil municipios que conforman la malla
El sufragio directo vendrá acompañado de urbana del país expresan, quizás como ningún
otras instituciones que pueden am pliar los otro fenómeno, las tensiones y contradicciones
efectos de la reform a política. Nos referim os a que anim an la actual coyuntura. Las elecciones
la creación de las juntas adm inistradoras loca­ que se avecinan serán un fino term óm etro para
les, cuyos miembros pueden tener origen en medir la voluntad política de las clases dirigen­
una votación popular; la presencia de los usua­ tes y de los partidos, y una ocasión propicia
rios de los servicio; públicos en las juntas di­ para observar los límites de la capacidad refor­
rectivas de las em presas m unicipales; la cele­ madora del Estado.
bración de contratos entre el municipio y las
organizaciones cívicas para la ejecución de La elección popular de alcaldes representa, en
obras y la administración de determ inados ser­ suma, un gran desafío para el régim en biparti­
vicios y particularm ente, la consulta popular o dista y a la vez un gran reto para todas aquellas
referendo municipal, que aún no ha sido regla­ fuerzas interesadas en preservar y am pliar los
m entada pero que se plantea como una posibi­ espacios que hacen posible la convivencia
lidad real para que las com unidades locales se democrática. Varios son los desafíos que se le
pronuncien e incidan sobre el manejo de los plantean al régim en bipartidista. Quizás el más
asuntos públicos. Todas estas m edidas podrían im portante es encontrar puntos de convergen­
parecer en extremo tím idas y restringidas si se cia entre el proceso de apertura institucional y
las compara, por ejemplo, con las instituciones el proceso de paz. Cuando se impulsó la refor­
del poder municipal de los países europeos. En ma política ambos procesos se concibieron
el caso de los municipios colombianos, donde como partes integrales y com plem entarias de
lo característico es la clientelización de la vida un proyecto global de modernización y dem o­
local que ha ido despojando al ciudadano de su cratización del Estado. Transcurridos seis años
conciencia cívica, el desarrollo de una gestión puede observarse que, en la práctica, el pro­
gubernam ental que se hace a espaldas de la yecto se ha desvertebrado y m archa cojo.
población y la ausencia de una tradición y una
La reconciliación del Estado con las com unida­
cultura de participación (10), este conjunto de
mecanismos se revelan como renovadores y des locales y la oxigenación de las estructuras
encierran un enorme potencial democrático. básicas del poder municipal, se encuentran
En este orden de ideas podría advertirse que estrecham ente vinculadas con la posibilidad de
para que se genere una renovación política de que los alzados en arm as se incorporen a la
la vida municipal es necesaria la confluencia de vida civil. Por ello la institución del alcalde
varios factores: “ la m era descentralización es popular lleva implícita la tarea de la ‘‘reconci­
un embeleco adm inistrativista; la m era partici­ liación nacional” . No obstante esta conjunción
pación, espejismo populista. Solo a través de la de propósitos, la brecha que se abre entre paci­
descentralización participativa y la participa­ ficación y reforma municipal es cada día más
ción descentralizada puede construirse una grande. La inexistencia de una política de paz
verdadera democracia local” (11). coherente y la persistencia de las acciones del
movimiento arm ado, es decir la m anera como
ha evolucionado la situación de “ tre g u a ” y
“ cese al fuego” entre el gobierno y la guerri­
10. V éase, Pedro Santana, “ Crisis m unicipal, m ovim ientos so­ lla, y particularm ente entre éste y las FARC,
ciales y reform a política en C olom bia", en Revista Foro señalan un profundo deterioro, si no un conge­
No. 1, Bogotá. 1986, pp. 7-10.
11. H ernando Gómez Buendía, Ponencia p resen tad a ante el
lamiento del proceso de paz. Este último p are­
Colegio Electoral y el Comité Program ático D istrital del ce m archar en contravía del reform ismo insti­
Liberalismo, Bogotá, octubre 27 de 1987, p. 9. tucional propuesto por el Estado.
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Otro desaño que se le plantea al régim en es el La notoria ineficacia que los acom paña se ha
del establecim iento de garantías políticas para traducido en este período preelectoral en inme-
hacer efectiva la participación de movimientos diatism o burocrático y en una exacerbada prác­
y fuerzas distintas al bipartidism o. La reinter­ tica de clientelismo. El “ tru eq u e” de adhesión
pretación del ordinal prim ero del Artículo 120 política por prestación de servicios continúa
de la C arta Política, fundam ento del esquem a siendo el principal recurso para m antener cau­
gobierno-oposición, no ha logrado hasta el tivo al electorado local. A ello debe sum arse el
momento sus objetivos. La práctica del esque­ faccionalismo interno y la ausencia de discipli­
ma se ha orientado principalm ente al manejo na, características que no hacen m ás que refor­
de las deterioradas relaciones entre el partido zar su baja capacidad de representación políti­
de gobierno y la “ oposición reflexiva” del con- ca. En estas condiciones los partidos se enfren­
servatism o, sin que se haya propiciado real­ tan a la elección de alcaldes m ostrando, como
mente el juego de las opciones m ultipartida- lo señalábam os, todas las deficiencias de sus
rias. estructuras y sus tradicionales prácticas.

La ampliación de la competencia política y la La crisis que enfrentan los partidos, en espe­


tolerancia al pluralism o ideológico resultan un cial el de gobierno, ha llegado a uno de sus
verdadero reto frente a la generalización de la puntos más bajos. La conocida tendencia hacia
llamada “ guerra sucia” . El asesinato de líde­ el fraccionamiento interno ha cobrado especial
res cívicos y populares, así como el de voceros fuerza. En las grandes ciudades del país y en
locales de! liberalismo y el conservatismo. y el casi todas las capitales departam entales, el
escalofriante núm ero de crím enes políticos de común denom inador son la división y la incapa­
los que ha sido víctima la Unión Patriótica, ad­ cidad de establecer acuerdos mínimos en torno
vierten los límites del citado esquem a de go­ a un program a y a un candidato. La fuerza de
bierno-oposición y ponen en entredicho los al­ liderazgo nacional tam bién se ha perdido y más
cances de la elección popular de alcaldes. Ro­ bien se observa una creciente “ rebelión” de
bre todo en aquellas zonas del territorio nacio­ los líderes regionales y locales contra los direc­
nal donde la lógica de la fuerza y de la retalia­ torios nacionales de los partidos.
ción se han im puesto como principios rectores
de la confrontación política. El papel unificador y cohesionante que en una
época tuvieron los expresidentes está siendo
También representa un desafío para el régi­ igualm ente cuestionado. De la misma m anera,
men bipartidista el asumir sus propias limita­ las viejas castas políticas y sus m aquinarias
ciones e incapacidades, las cuales se han hecho electorales se están viendo confrontadas por un
visibles en el proceso de selección de candida­ indudable relevo generacional que de forma
turas, promoción de cam pañas y realización de acelerada se ha producido en los dos partidos
acuerdos entre los distintos grupos políticos. El tradicionales. El proceso para elegir alcaldes
débil compromiso orgánico de los partidos tra ­ ha tenido la virtud de sacar a flote todas estas
dicionales con el proceso de paz y apertura po­ expresiones de la crisis bipartidista.
lítica perm ite señalar que ni liberales ni con­
servadores visualizan la elección de alcaldes Si bien se han señalado varios factores adver­
como una em presa política a largo plazo. Esta sos para el ejercicio de la oposición en los pró­
ausencia de compromiso se encuentra asociada ximos comicios, la institución del alcalde popu­
con la misma naturaleza de los partidos y con la lar abre la posibilidad, sobre todo en el m edia­
forma como desem peñan sus funciones. Des­ no y en el largo plazo, para que nuevos actores
gastadas profundam ente como efecto del Fren­ entren en la escena política y le disputen el
te Nacional, las colectividades históricas apare­ poder al bipartidism o. Esto tam bién constituye
cen hoy ante las comunidades locales como ine­ un reto para liberales y conservadores no solo
ficaces mecanismos para canalizar sus intere­ en las grandes ciudades donde siem pre ha
ses. Sin un perfil program ático que realm ente existido una considerable m asa de votantes
los diferencie y sin propuestas que convoquen disponible y donde el comportamiento electoral
a la solución de los problemas m unicipales, los tiende a ser fluctuante e independiente, sino
partidos m uestran claros signos de debilidad. en los pequeños y medianos municipios donde
102 A N A L IS IS PO LITICO No. 3- E N E R O A A B R IL DE 1988

es factible que los movimientos cívicos y las tendrán que apoyar tales movilizaciones y asu­
coaliciones suprapartidistas tengan alguna mir el reto que implica el enfrentam iento con el
expresión electoral que cuestione los tradicio­ gobierno central. Dicha situación, que ya se ha
nales patrones de adscripción política. presentado en varios municipios del país, p ar­
ticularm ente en aquellos donde la presencia
El reto de la renovación tam bién ha tenido que del Estado y de los partidos es prácticam ente
asum irse por parte de los partidos políticos que im perceptible, puede convertir en un fenóme­
se han visto obligados a revisar sus símbolos, no más complejo y conflictivo la relación entre
sus prácticas y sus métodos de trabajo. Tal vez nación, regiones y municipalidades.
por ello las principales ciudades están invadi­
das por un sinnúm ero de “ candidaturas cívi­ Finalm ente debe tenerse en cuenta la presen­
cas” que evitan la referencia partidista y elu­ cia económica y social de ese “ poder en la som­
den el discurso a nombre de los principios libe­ b ra ’’ que constituye el narcotráfico en regiones
rales o conservadores. La renovación, sin em ­ cada vez más extensas del país. Su desem peño
bargo, ha sido más formal que real y se ha tra ­ como generadores de fuentes de empleo y su
ducido fundam entalm ente en un cambio de papel como benefactores de las com unidades,
lenguaje que no implica un replanteam iento interesados en adquirir legitim idad social y
del perfil ideológico ni de la estructura organi­ política, pueden facilitar la utilización de la
zativa de los partidos. La visible necesidad que elección popular de alcaldes como un recurso
tienen am bas colectividades de presentar una para aum entar su influencia sobre la clase polí­
nueva im agen que convenza y movilice a la ciu­ tica o para ingresar form alm ente en ella.
dadanía, ha conducido a que se valorice la es­
trategia publicitaria y a que se eleven conside­
rablem ente los costos de las cam pañas. La
“ g u erra” de los afiches ha sido sustituida por
la de las m odernas vallas, propiciándose un
culto a la forma que contrasta con la pobreza y
la vaguedad de las propuestas program áticas.

También se ha constituido en un reto para el


régim en lo que podríamos llamar “ la revolu­
ción de las expectativas” que los planes bande­
ra del gobierno (PNR y PPA) han creado a nivel
municipal. El compromiso que la adm inistra­
ción Barco ha adquirido con los pobladores lo­
cales pasa necesariam ente por la gestión de los
nuevos alcaldes, máxime si ellos provienen del
partido de gobierno. La insuficiencia de recur­
sos, aun teniendo en cuenta las transferencias
que ordena la Ley 12, frente a las crecientes
necesidades de los municipios, puede conducir
a una parálisis de las adm inistraciones locales
y a una frustración de las expectativas popula­
res. Ello puede generar, a su tum o, una fuente
de conflicto entre los alcaldes electos y el go­
bierno central y entre las autoridades munici­
pales y las comunidades. En este sentido los
paros cívicos y las distintas formas de protesta
urbana pueden multiplicarse en vez de reducir­
se, desvirtuando por la vía de los hechos uno
de los propósitos de la reforma municipal. Por
ello los “ alcaldes cívicos” , en la m edida en que
realm ente representen los intereses locales,

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