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Apunte de C. Unidad 3 PDF
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Poder
Apuntes de cátedra
Temas de la unidad
Poder, dominación y relaciones sociales. Poder y reproducción social: Estado y
aparatos de Estado. Relaciones de dominación social y legitimidad. El poder como
tecnología. Poder y vida cotidiana.
https://www.ubaxxicampusvirtual.uba.ar/
FOUCAULT, M., “Las redes del poder”, en Revista Fahrenheit 450, Buenos Aires, Año
1, Nº 1, 1986.
https://www.ubaxxicampusvirtual.uba.ar/
Introducción
Nos proponemos como objetivos que el estudiante pueda identificar y comparar los
problemas a los que intentan dar respuesta estas perspectivas; identificar y
comparar los principales conceptos que dan solución a esos problemas; reconocer
las diferencias en cuanto a los procesos sociales sobre los cuales dichos
conceptos echan luz.
1
Las distinciones entre “clásicos” y “no-clásicos”, “ortodoxos” y “heterodoxos” son siempre complejas,
muchas veces fastidiosas, y reclaman siempre explicaciones. Por marxismo “clásico” nos referiremos a
los problemas y conceptos –más allá de las tesis, principalmente las políticas, que son variables- que se
fijan como lectura canónica de la obra de Marx como efecto de las claves de lectura de los marxistas
soviéticos de fines del siglo XIX y principios del XX. Cfr. Anderson, Perry, Consideraciones sobre el
marxismo occidental, México, Siglo XXI, 1987.
2
el poder en la “reproducción de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción”? ¿Cómo participa en la lucha de clases? Dicho de otro modo, el
problema del poder se recorta, para el marxismo, sobre el fondo de su principal
interés teórico: ¿en qué relación está el poder con un modo de producción?
3
estado para ‘regular’ el salario, esto es, para comprimirlo dentro de los
límites gratos a la producción de plusvalor, para prolongar la jornada
laboral y mantener al trabajador mismo en el grado normal de
dependencia” . 2
¿Pero por qué es necesario este componente legal y violento? Contesta Engels:
2
Marx, Karl, El capital. Crítica de la economía política, México, Siglo XX, 1955, cap. XXIV, Tomo I, Vol.
3, págs. 922 y 923.
4
este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de
ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado” 3.
En relación con el problema del poder, el texto de Althusser nos interesa por una
segunda razón. Tal como él mismo lo presenta, a través del concepto de aparatos
ideológicos de Estado intenta incorporar la noción de ideología a aquella teoría
clásica del Estado, preguntándose otra vez, dentro de la problemática marxista, qué
rol específico cumplen en la reproducción social.
Estado e ideología
Ciertamente la noción de ideología no ha sido desarrollada como problema
específico en la obra de Marx. Por lo tanto, aún menos lo fue el vínculo entre
ideología y Estado. La construcción de este vínculo es muy posterior a su muerte y
podemos identificar tres factores que la hicieron posible. Por un lado, algunos
fragmentos de La Ideología Alemana4 permitían inducir de algún modo una teoría
3
Engels, Friedrich, “El origen de la familia, la propiedad y el Estado”, citado en Lenin, V.I., El Estado y la
Revolución, Beijing, Ediciones en lenguas extranjeras, 1985, pág. 7.
4
Marx, K. y Engels, F., La ideología alemana. Crítica de la novísima filosofía alemana, Barcelona,
Grijalbo, 1972.
5
general de la ideología en Marx. Esta teoría indicaba que la ideología es una forma
falsa de conciencia que encubre u oculta las relaciones de dominación entre clases.
Algo similar ocurría en el caso del Estado. Si Marx ponía el acento en el carácter de
clase del Estado y en su función represiva, era precisamente porque éste ocultaba o
encubría ese mismo carácter. El Estado se presenta como representante de los
intereses de la sociedad en su conjunto, como representante de la Nación, como
institución neutra respecto de las distintas clases sociales y como garante de la
igualdad a través de las normas del derecho. Esta similitud permitió posteriormente
sostener el vínculo entre ambas nociones. Pero hay además un factor histórico.
Para los marxistas de la segunda mitad del siglo XX se había vuelto particularmente
evidente la relevancia de la educación, la cultura y los medios masivos de
comunicación para la dominación social. Las experiencias del fascismo y el nazismo
en Europa, así como la industria cultural montada en los EE.UU. en la década del
50, no dejaban lugar a dudas sobre la importancia de las representaciones sociales
en el ejercicio de la dominación. A este problema vino a darse el nombre de
ideología.
Concluyendo, hemos visto que el poder refiere para el marxismo a una “relación de
dominación entre clases sociales”. Esta dominación se sostiene en base a tres tipos
distintos de poderes, que poseen a su vez –en las sociedades modernas- distintas
fuentes. En primer lugar, una coacción económica a vender la fuerza de trabajo
que proviene de las propias relaciones sociales de producción. En segundo lugar, un
poder político que tiene como origen el Estado, que coacciona mediante el
sistema jurídico y sus diferentes aparatos represivos. En tercer lugar, un poder
ideológico que no tiene su fuente principal en el sistema jurídico y represivo, sino
en distintas instituciones sociales (escuela, familia, partidos, sindicatos, Iglesia,
etc.) que difunden las formas de concebir el mundo social propias de la clase
dominante.
6
Así, por ejemplo, la perspectiva marxista podrá decirnos –como lo hace Althusser-
que el rol de la Universidad pasa por la calificación de ciertos estratos de la mano
de obra necesarios a la reproducción del capital, y también a la transmisión de
pautas de conocimiento tal como éste es concebido por la clase dominante.
Podremos, así, explicar los cambios en los modelos y proyectos históricos del
sistema universitario en virtud de las exigencias de la reproducción social y de los
intereses de las clases dominantes en cada momento. Pero esta perspectiva no nos
dirá nada sobre el tipo de relaciones sociales que componen internamente lo que
llamamos “Universidad” ni sobre el hecho de que un número de individuos actúen
dentro de ellas de un modo esperado. Lo mismo podría aplicarse al caso de la
organización interna del Estado, la burocracia, o la de la Iglesia, o la de los niveles
ejecutivos de una empresa capitalista.
El concepto de poder
De esta perspectiva general ya podemos inducir ciertas diferencias con la
perspectiva marxista en lo que hace al fenómeno del poder. Para empezar, no
podrá abordarse como un efecto objetivo derivado de condiciones sociales
objetivas, sino como una relación entre sujetos.
5
En el Documento de Cátedra de Claudio Zusman se podrá encontrar una introducción epistemológica al
problema de la dominación en Weber.
7
quiere decir que esto no pueda suceder, ni niega el hecho de que suceda con
frecuencia. Simplemente esa asociación no es necesaria, no es la única, y ni
siquiera la más fundamental. Esta posición de Weber responde a dos factores. Por
un lado, su continua discusión con el marxismo respecto de que los fenómenos
políticos, religiosos, culturales no pueden reducirse a los económicos. Por otro, a un
problema estrictamente conceptual: por su definición, el poder excede en mucho a
la esfera de las relaciones económicas. Infinidad de situaciones, dice Weber,
pueden colocar a un individuo o a un grupo frente a la posibilidad de imponer su
voluntad a otro. De tal modo, el poder tampoco hará referencia a algún tipo
específico de recurso, como sí lo hacía en el marxismo –coactivo, ideológico,
económico-.
En segundo lugar, se tendrá que seguir, entonces, la forma en que Weber recorta
en ese campo “amorfo” del poder un caso específico –“el poder de mando”- al que
dará el nombre de dominación, distinguiéndolo de cualquier tipo de “influencia” o
“condicionamiento” de la conducta y en particular de lo que denomina “dominación
mediante una constelación de intereses”. Vuelve así a sentar las bases de su
diferencia con el marxismo. Weber no llamará dominación a una situación de poder
económico. Y aunque el tránsito entre ambas formas de poder sea posible e incluso
frecuente, los conceptos no pueden identificarse ni reducirse uno a otro. De hecho,
aunque puedan ser relevantes en las actividades económicas, se podrán rastrear en
el texto ejemplos de que las relaciones de dominación exceden al campo de la
economía y no pertenecen a un campo de actividad específico.
8
Ejes conceptuales del texto Los tipos de dominación
En este texto Weber retoma la definición del concepto de dominación. Para
comprender esta definición en su especificidad será importante que se lea con
mucha atención los conceptos que aparecen en ella. Se verá que finalmente, lo que
distingue a la dominación de cualquier otra forma de poder es el sentido específico
que Weber da al concepto de obediencia. Se podrá constatar en ello, otra vez, la
importancia que otorga Weber al sentido que los individuos dan a las acciones, más
allá de la pura conducta fáctica observable. Para completar el concepto de
dominación se tendrá que tener en cuenta sus relaciones con las nociones de
cuadro administrativo y de legitimidad.
¿Sobre qué base puede hacerse una tipología de la dominación? Weber descartará
la posibilidad de construirla en virtud de los “motivos de aquellos que obedecen a
un mandato”. Esos motivos no permitirían distinguir formas de dominación porque,
aunque variables, observaríamos que en todas se trata aproximadamente de los
mismos. En cambio, Weber encuentra que históricamente las características de la
relación de dominación, del cuadro administrativo y su relación con quien manda,
han adquirido algunos rasgos uniformes de acuerdo con la pretensión de
legitimidad que se sostenga. Es entonces sobre este criterio que construirá tres
tipos ideales de dominación.
6
En el Documento de Cátedra escrito por Zusman se encontrará una referencia a esta cuestión y su
relación con los aspectos epistemológicos de la teoría weberiana.
9
locura, las conductas sexuales, las conductas criminales, el comportamiento de las
poblaciones, etc.), con las modificaciones que se producen en los modos de
ejercicio del poder (mecanismos de encierro y exclusión, de vigilancia y análisis, de
examen, dispositivos de control de las poblaciones, etc.). De este modo, aunque no
realizaba una crítica -en el sentido tradicional del término- a las ciencias del
hombre -psiquiatría, criminología, pedagogía, psicología, economía, sociología-, las
mostraba como un correlato de los saberes producidos al interior del los
mecanismos de poder. Por otra parte, la forma en que proponía pensar y analizar el
poder se contraponía con gran parte de las concepciones que sustentaban
estrategias y tácticas partidarias desde la izquierda.
La primera tesis a la que nos referíamos tiene como centro la idea de que se ha
formado en Occidente una representación del poder que ya no se corresponde con
las formas históricas que éste adopta a partir de los siglos XVII y XVIII. Foucault la
llama concepción jurídica del poder o, como se encontrará también en otros
textos, la “concepción del poder como soberanía”. Lo primero que hará en el texto
es pasar revista a las razones por las cuales esta concepción que, una vez más, no
se corresponde con los modos actuales de ejercicio del poder, ha seguido siendo,
sin embargo, la forma hegemónica en que nos representamos el poder.
En primer lugar, entonces, se espera que en base a Las redes del poder, al capítulo
sobre el Método de Historia de la Sexualidad I, y al punto que sigue en esta guía,
se pueda elaborar una definición y una comparación entre la concepción jurídica y
la concepción foucaultiana del poder, y se pueda señalar qué lugar ocupan en esa
dicotomía, y por qué, la teoría marxista y la weberiana.
En segundo lugar, decíamos, Las redes del poder presentan una tesis histórica
sobre las modificaciones en el ejercicio del poder a partir de los siglos XVII y XVIII.
En relación con ello, se pide que se pueda identificar y distinguir las distintas
10
formas de ejercicio del poder involucradas en estas modificaciones –soberanía,
disciplinas, biopolítica- e identificar las razones de estos cambios. En las páginas
siguientes de esta guía se encontrará un desarrollo conceptual más amplio de la
diferencia entre soberanía, disciplinas y biopolítica.
“La apuesta de todas estas genealogías [se refiere a sus propios trabajos]
es: ¿Qué es este poder cuya irrupción, cuya fuerza, cuyo mordiente y
absurdo han aparecido en estos últimos cuarenta años siguiendo la línea,
contemporáneamente, de la sacudida del nazismo y del retroceso del
estalinismo? ¿Qué es el poder, o mejor -por qué poner a punto lo que no
quiero, es decir, la demanda teórica culminación del conjunto-? ¿Cuáles
son, en sus mecanismos, en sus efectos, en sus relaciones, estos
dispositivos de poder que funcionan, a distintos niveles de la sociedad, en
sectores y con extensiones tan distintos? Pienso que la apuesta de todo
ello puede ser formulada esquemáticamente así: ¿Puede el análisis del
poder o de los poderes de un modo o de otro deducirse de la economía?
Quiero aclarar por qué planteo esta pregunta y en qué sentido lo hago. No
pretendo de hecho cancelar innumerables, gigantescas diferencias, sino
que a pesar y a través de estas diferencias, me parece que existe un cierto
punto común entre la concepción, digamos, jurídica, liberal del poder
político —que se encuentra en los filósofos del siglo XVIII- y la concepción
marxista, o en todo caso, una cierta concepción que corrientemente se
considera marxista. Este punto común sería lo que llamaré el
economicismo en la teoría del poder. Con esto quiero decir que, en el caso
de la teoría jurídica clásica, el poder es considerado como un derecho, del
que se es poseedor como de un bien, que en consecuencia puede
transferirse o alienarse, total o parcialmente, mediante un acto jurídico o
un acto fundador de derecho que sería del orden de la cesión o del
contrato. El poder es el poder concreto que todo individuo detenta y que
cede, parcial o totalmente, para contribuir a la constitución de un poder
11
político, de una soberanía. En el interior de este conjunto teórico al que
me refiero, la constitución del poder político se hace siguiendo el modelo
de una operación jurídica que sería del orden del cambio contractual
(analogía con consecuencias evidentes y que recorre toda esta teoría
situada entre el poder y los bienes, el poder y la riqueza). En el otro caso
—me refiero a la concepción marxista general del poder— esto no es en
absoluto evidente; pero en ella hay algo distinto que podría denominarse
la funcionalidad económica del poder, funcionalidad económica en la
medida en que el poder tiene esencialmente el papel de mantener
actualmente las relaciones de producción y una dominación de clase que
favorece su desarrollo, así como la modalidad especifica de la apropiación
de la fuerza productiva que lo hacen posible. El poder político encontraría,
pues, que en la economía está su razón política, histórica de existencia. En
general, en el primer caso tendríamos un poder político que encontraba en
el proceso de cambio, en la economía de la circulación de bienes su
modelo formal; en el segundo, el poder político tendría en la economía su
razón histórica de ser y el principio de su forma concreta y de su
funcionamiento actual. Pues bien, el problema subyacente en las
investigaciones a las que me refiero puede descomponerse del modo
siguiente: en primer lugar, ¿está siempre el poder en posición secundaria
respecto a la economía, está siempre finalizado y funcionalizado por ella?
¿Tiene esencialmente como razón de ser y como fin servir a la economía?
¿Está destinado a hacerla funcionar, a solidificar, mantener, reproducir, las
relaciones propias de dicha economía y esenciales para su funcionamiento?
En segundo lugar: ¿Está el poder modelado según la mercancía, es algo
que se posee, se adquiere, se cede por contrato o por fuerza, es algo que
se aliena o se recupera, que circula, que evita esta o aquella región? ¿O
por el contrario los instrumentos que se necesitan para analizarlo son
distintos, aunque efectivamente las relaciones de poder estén
profundamente imbricadas con y en las relaciones económicas y formen
siempre una especie de haz con ellas? Y en este caso, la indisociabilidad de
la economía y de la política no sería del orden de la subordinación
funcional, ni del isomorfismo formal, sino de otro orden que tendría que
individualizarse convenientemente” 7.
Y así presentaba en una entrevista para la revista Quel Corps en 1975 sus
diferencias teóricas y políticas con el concepto de aparatos de Estado, que ya
hemos visto en Althusser:
7
Foucault, M., Microfísica del poder, Madrid, Ediciones de La Piqueta, 1992, págs. 133 a 135.
12
Michel Foucault: En efecto, los movimientos revolucionarios marxistas y
marxistizados desde finales del siglo XIX han privilegiado el aparato de
Estado como blanco de la lucha.
8
Foucault, M., ob. cit., págs. 107 y 108.
13
del poder o a otras tecnologías del poder. Es decir, nos adentramos en la tesis
histórica –que Foucault presenta en Las redes del poder- sobre los cambios
fundamentales del ejercicio del poder que son correlativos a los procesos a los que
frecuentemente damos el nombre de “sociedades modernas”.
14
discontinuo o, al contrario, una represión continua? ¿Cuál es, entonces, el
costo comparado del robo y su represión? ¿Qué vale más: aflojar un poco
el robo o la represión? Otros interrogantes; una vez que el culpable es
detenido, ¿vale la pena castigarlo? ¿Cuánto costaría hacerlo? ¿Qué habría
que hacer para castigarlo y, de ese modo, reeducarlo? ¿Es efectivamente
reeducable? ¿Representa, al margen del acto concreto que ha cometido,
un peligro permanente, de manera que, reeducado o no, va a volver a
hacerlo, etc.? En términos generales, el interrogante será, en el fondo,
mantener un tipo de criminalidad, digamos el robo, dentro de límites que
sean social y económicamente aceptables y alrededor de una media que se
considere, por decirlo de algún modo, óptima para el funcionamiento social
dado”9.
¿Cómo funcionan históricamente estas tres tecnologías de poder? Habría que evitar
pensarlas en una especie de sucesión cronológica pura en la cual una reemplaza y
anula la anterior. Sería un error pensar que el sistema jurídico de la soberanía
corresponde a la Edad Media y llega hasta los siglos XVII-XVIII, las disciplinas
corresponden a la Edad Moderna, a partir del siglo XVIII, y los dispositivos de
seguridad a las sociedades contemporáneas. Sencillamente porque estas
tecnologías se imbrican mutuamente. Los cambios históricos que pueden señalarse
refieren fundamentalmente al tipo de correlación entre los tres tipos de
mecanismos y, en todo caso, a cuál de ellos es el dominante, el que organiza e
integra el funcionamiento de los demás.
“Otro ejemplo, que me limitaré a esbozar aquí, pero para introducir otro
orden de problemas o subrayar y generalizar el problema [...]. Tomemos,
si les parece, la exclusión de los leprosos en la Edad Media, hasta fines del
medioevo. Es una exclusión que se hacía esencialmente, aunque también
hubiera otros aspectos, mediante un conjunto –otra vez- jurídico de leyes
9
Foucault, M., Seguridad, Territorio y Población, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006, págs.
19 y 20.
15
y reglamentos, un conjunto religioso, asimismo, de rituales, que
introducían en todo caso una partición de tipo binario entre quienes eran
leprosos y quienes no lo eran. Segundo ejemplo: el de la peste. Los
reglamentos de la peste, tal como los vimos formularse a fines de la Edad
Media, en el siglo XVI e incluso en el siglo XVII, suscitan una impresión
muy distinta, actúan de otra manera, tienen un fin completamente
diferente y, sobre todo, muy distintos instrumentos. El objetivo de esos
reglamentos de la peste es cuadricular literalmente las regiones, las
ciudades dentro de las cuales hay apestados, con normas que indican a la
gente cuándo pueden salir, cómo, a qué horas, qué deben hacer en sus
casas, qué tipo de alimentación deben comer, les prohíben tal o cual clase
de contacto, los obligan a presentarse ante inspectores, a dejar a estos
entrar a sus casas. Podemos decir que hay allí un sistema de tipo
disciplinario. Tercer ejemplo: que se está estudiando actualmente en el
seminario, es decir, la viruela o, a partir del siglo XVIII, las prácticas de
inoculación. El problema se plantea de muy otra manera: no consiste tanto
en imponer una disciplina, aunque se [solicite] el auxilio de ésta; el
problema fundamental va a ser saber cuántas personas son víctimas de la
viruela, a qué edad, con qué efectos, qué mortalidad, qué lesiones o
secuelas, qué riesgos corren al inocularse, cuál es la probabilidad de que
un individuo muera o se contagie la enfermedad a pesar de la inoculación,
cuáles son los efectos estadísticos sobre la población en general; en
síntesis, todo un problema que ya no es el de la exclusión, como en el
caso de la lepra, que ya no es el de la cuarentena, como en la peste, sino
que será en cambio el problema de las epidemias y las campañas médicas
por cuyo conducto se intenta erradicar los fenómenos, sea epidémicos,
sean endémicos”10.
Ahora bien, es sólo a partir del momento en que dejamos de pensar el poder
exclusivamente como equivalente al sistema legal-coactivo que se aplica sobre un
territorio; que dejamos de pensar el poder a partir del sujeto del mando (la
nobleza, la burguesía, la Iglesia, etc.); que dejamos de pensarlo como un bien que
se posee para pensarlo como un ejercicio constante en espacios locales; es sólo a
partir de ese momento que se hace visible toda esta variedad de técnicas distintas
de ejercicio del poder. Y en estas técnicas, que atraviesan diversos campos
sociales, se hacen visibles rasgos comunes que permiten asociarlas en grupos de
tecnologías.
¿Cuáles son algunos de esos rasgos que permiten distinguir estas técnicas de
ejercicio del poder?
10
Foucault, M., Seguridad..., págs. 25 y 26.
16
Por un lado, el objeto de su aplicación. La soberanía, el sistema jurídico, se aplica
sobre individuos entendidos como portadores de derecho (derechos que pueden
quitarse o restituirse). Las disciplinas actúan sobre individuos entendidos como
“cuerpos dóciles”, es decir, cuerpos que pueden moldearse en sus fuerzas, sus
movimientos, gestos, respecto de los cuales puede definirse una conducta ideal. La
biopolítica, o los mecanismos de seguridad, tienen por objeto la vida de las
poblaciones. A este nivel, la distinción es aún vaga, puesto que queda ver qué se
entiende exactamente por “población”. Tanto la soberanía como la disciplina,
castigando a los sujetos de derecho o vigilando y controlando la conducta de los
individuos, también producen y pretenden producir efectos al nivel de los
agregados sociales.
17
juego otro binomio, el de lo normal/anormal: clasificar, analizar y serializar a los
individuos de modo que sus comportamientos se amolden a una norma ideal
predefinida. Justamente en esto reside la diferencia fundamental con la biopolítica.
Esta última no parte de una norma ideal a partir de la cual distribuye los casos
según su cercanía o lejanía respecto de ella. La biopolítica produce la diferencia
normal/anormal en función de los propios fenómenos sobre los cuales se aplica. No
hay norma preexistente, tipos de comportamiento normales prefijados. Lo
normal/anormal se produce en relación con la propia distribución estadística de
casos del fenómeno. Así, por ejemplo, cierta tasa de criminalidad, o cierta
mortalidad, o cierta pobreza puede ser para determinada población un fenómeno
perfectamente normal.
Aunque no pueda reducirse sólo a eso, la obra de Foucault está en consonancia con
este proceso histórico y social de politización de la vida cotidiana. La inversión
18
teórico-metodológica que implica analizar el poder “allí donde se ejerce”, “en sus
terminaciones capilares”, en “los espacios locales” por oposición a los globales,
situará a la vida cotidiana como un ámbito de luchas de poder y resistencias al
poder.
“Me parece que con demasiado frecuencia, según el modelo que ha sido
impuesto por el pensamiento jurídico-filosófico de los siglos XVI y XVII, se
reduce el problema del poder al problema de la soberanía: ¿Qué es el
soberano? ¿Cómo puede constituirse? ¿Qué es lo que une los individuos al
soberano? Este problema, planteado por los juristas monárquicos o anti-
monárquicos desde el siglo XIII al XIX, continúa obsesionándonos y me
parece descalificar toda una serie de campos de análisis; sé que pueden
parecer muy empíricos y secundarios, pero después de todo conciernen a
nuestros cuerpos, nuestras existencias, nuestra vida cotidiana. En contra
de este privilegio del poder soberano he intentado hacer un análisis que
iría en otra dirección. Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre
y una mujer, en una familia, entre un maestro y su alumna, entre el que
sabe y el que no sabe, pasan relaciones de poder que no son la proyección
pura y simple del gran poder del soberano sobre los individuos; son más
bien el suelo movedizo y concreto sobre el que ese poder se incardina, las
condiciones de posibilidad de su funcionamiento. La familia, incluso hasta
nuestros días, no es el simple reflejo, el prolongamiento del poder de
Estado; no es la representante del Estado respecto a los niños, del mismo
modo que el macho no es el representante del Estado para la mujer. Para
que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a
la mujer a del adulto al niño relaciones de dominación bien específicas que
tienen su configuración propia y su relativa autonomía”11.
Conclusión de la unidad
Nos hemos introducido, entonces, a tres perspectivas muy distintas para pensar el
problema del poder y la dominación social. Distintas no sólo en cuanto a sus
definiciones, sino también al vínculo o el lugar del poder y la dominación en el
conjunto de las relaciones sociales. El marxismo piensa la dominación social como
un hecho co-constitutivo de las relaciones sociales, y al poder como ubicado en el
Estado y definido por la reproducción de esas relaciones sociales de dominación.
11
Foucault, M., Microfísica..., pág. 156.
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Weber, en cambio, definirá la dominación como un tipo específico de relación social
con un vínculo no necesario con las relaciones económicas. Por último, Foucault
verá en el poder una multiplicidad de relaciones de fuerza que son inmanentes al
cuerpo social, es decir que atraviesan toda relación social y no pueden ubicarse en
un ámbito específico.
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