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RESUMEN:

ALERTA GLOBAL
CAPÍTULO I: EL CORONAVIRUS Y NUESTRA CONTEMPORANEIDAD

PRESENTADO POR

VALENTINA GIL URQUIJO


JUAN ESTEBAN CASTRILLON
MARÍA JOSÉ TOLEDO

PRESENTADO A

JOSE RODRIGO ZAPATA CANO

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS FARMACÉUTICAS Y ALIMENTARIAS
QUÍMICA FARMACÉUTICA
MEDELLÍN
2020
EL CORONAVIRUS Y NUESTRA CONTEMPORANEIDAD

El coronavirus es nuestro contemporáneo en el sentido más profundo del término. Él


es nuestro contemporáneo porque comparte con nosotros las contradicciones de
nuestro tiempo, el pasado que no ha pasado y el futuro que vendrá o no. Hay
diferentes formas de ser contemporáneo. En los últimos cincuenta años se ha
acumulado un repertorio extremadamente diverso de problematizaciones alrededor de
la noción de contemporaneidad.

Estas concepciones buscaban reducir la contemporaneidad a lo que coincidía con la


forma de pensar y vivir de las clases dominantes europeas. El proceso histórico que
puso en tela de juicio esta estrecha concepción de la contemporaneidad fue, a la vez,
muy dramático y muy esperanzador. Tanto el pensamiento centrado en el Norte y el
Oeste, como el pensamiento centrado en el Sur y el Este, contribuyeron a la
construcción del amplio concepto de contemporaneidad. Este segundo grupo tiene el
potencial de incluir conocimiento oral, anónimo, africano, indígena, campesino,
feminista, popular, etc. Es una inmensa constelación de concepciones entre las cuales
aún no se han llevado a cabo traducciones interculturales y diálogos o ecologías de
conocimiento y temporalidades.

Lo que es característico de la nueva concepción de la contemporaneidad es una visión


holística sin ser unitaria, diversa sin ser caótica, que generalmente apunta a la
copresencia de lo antinómico y lo contradictorio, lo bello y lo monstruoso, lo deseado
y lo no deseado, lo inmanente y lo trascendente, lo amenazante y lo auspicioso, el
miedo y la esperanza, el individuo y la comunidad, lo diferente y lo indiferente, y la
lucha constante por encontrar nuevas correlaciones de fuerza entre los diferentes
componentes del conjunto. Es cierto que durante mucho tiempo las epistemologías del
Norte trataron de suprimir, devaluar o hacer invisible esta inmensa riqueza, pero
progresivamente y a medida que las epistemologías del Sur se abrieron paso, se hizo
más fácil adoptar una concepción amplia de la contemporaneidad. De esto se
desprende que esta concepción es muy consciente de las ideologías dominantes que lo
alimentan y los modos modernos de dominación económica, social y política,
especialmente el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Ser contemporáneo es
ser consciente de que gran parte de la población del mundo es contemporánea con
nuestra contemporaneidad por la forma en que tiene que sufrir o soportar.

Un virus ultra contemporáneo

En esta amplia constelación de contemporaneidades, el nuevo coronavirus


actualmente asume un valor ultra contemporáneo. Ser contemporáneos del virus
significa que no podemos entender lo que somos sin entender el virus. La forma en
que el virus emerge, se propaga, amenaza y condiciona nuestras vidas es fruto del
mismo tiempo que nos hace ser lo que somos. Son nuestras interacciones con los
animales y, sobre todo, con los animales salvajes que lo hacen posible.

Se extiende por todo el mundo a la velocidad de la globalización. Sabe cómo


monopolizar la atención de los medios como el mejor experto en comunicación social.
Descubrió nuestros hábitos y la proximidad social en la que vivimos para afectarnos
más duramente. No ser deseado no le hace menos contemporáneo.

La monstruosidad de lo que repudiamos y el miedo que nos causa es tan


contemporáneo como la utopía con la que nos confortamos y la esperanza que nos
brinda. La contemporaneidad es una totalidad heterogénea, internamente desigual y
combinada. Considerar el virus como parte de nuestra contemporaneidad implica tener
en cuenta que, si queremos deshacernos de él, tendremos que abandonar parte de lo
que más nos seduce en la forma en que vivimos. Tendremos que cambiar muchas de
las prácticas, hábitos, lealtades y frutos a los que estamos acostumbrados y que están
directamente relacionados con la aparición recurrente y la letalidad creciente del virus.

En otras palabras, tendremos que cambiar la matriz contemporánea, asegurándonos de


que las poblaciones que más sufren las formas dominantes de contemporaneidad son
parte de ella. La ultra contemporaneidad del nuevo virus se basa en algunas
características particularmente interesantes. En segundo lugar, el virus convierte el
presente en un objetivo móvil, que consiste no sólo en lo que podemos hacer o planear
ahora, sino también en lo que resulta impredecible.

El virus es un reciclador que vincula el presente con el pasado remoto. Finalmente, el


coronavirus exacerba el impulso apocalíptico que ha ido ganando terreno, es decir,
con la expansión de las religiones fundamentalistas, tanto judeocristianas como
islámicas. En el caso de las religiones, el conocimiento exotérico en el que se basa
dicha predicción es el conocimiento revelado por los mensajeros de la divinidad. El
coronavirus se presta a la idea de un apocalipsis latente, que no se deriva del
conocimiento revelado, sino de síntomas que predicen eventos cada vez más
extremos, además de la convicción de que la sociedad, por mucho que se proponga
corregir el rumbo de las cosas, acabaría siempre siguiendo el camino inevitable de la
decadencia.

La devastación causada por el virus parece apuntar a un apocalipsis en cámara lenta.


El coronavirus alimenta la vertiente más pesimista de la contemporaneidad y esto debe
tenerse en cuenta en el período inmediatamente posterior a la pandemia. Muchas
personas no querrán pensar en alternativas a un mundo más libre de virus.

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