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LAS ELECCIONES DEL 2006, en México

La carrera por la Presidencia de la República en las elecciones del


2006 se inició desde el 10 de octubre de 2001, cuando la recién nacida
Pareja presidencial, como se recordará, le entregó a los monopolios
televisivos y de la radio, a través del vicepresidente de Televisa, la
graciosa exención del 90% y del 80% respectivamente, del tiempo de
transmisión que las estaciones de radio y televisión estaban obligadas a
proporcionar al Estado mexicano, Por su parte, Andrés Manuel López
Obrador, Jefe de Gobierno del DF, el 31 de julio de ese mismo año y
ante el destape que ese día hicieran de él para las Elecciones de 2006,
dijo “a mí que me den por muerto”. Esta sería la tónica cuando menos
abiertamente de todos los que aspiraban a ser presidenciables,
siguiendo la máxima del viejo líder Fidel Velázquez, que decía: “el que se
mueve no sale en la foto”. Sin embargo, rompiendo con esto y para
sorpresa de todos, inopinadamente el mismo Presidente dio el
banderazo de salida para las elecciones de 2006 cuando el 17 de julio
de 2003, en una entrevista con José Gutiérrez Vivó, declaró: “Ya está en
marcha la sucesión presidencial”. Nadie se explicaba cuál era la razón
de esta precipitada declaración cuando todavía faltaban tres años para
las elecciones. Sin embargo, y para no perder la oportunidad que se le
daba, Andrés Manuel López Obrador manifestó abiertamente su
intención de ir por la Presidencia, algunos días después y curiosamente
también en el mismo noticiero en una entrevista con Gutiérrez Vivó,
para lo cual anunció que buscaría la candidatura por el PRD (Lázaro se
levantó). Por el PAN, los precandidatos más obvios eran la Primera
Dama, (que era también la razón misma para adelantar el proceso) y el
Secretario de Gobernación. Aunque a Marta Sahagún, según la prensa
nacional, se la estaban ya disputando para candidata a gobernadora los
comités estatales del PAN de Guanajuato, para el 2006, y el de
Michoacán, para el 2007, (lo que los pintaba de cuerpo entero). Por el
PRD, estarían como posibles precandidatos AMLO y Cuauhtémoc
Cárdenas, aunque en el caso de éste último una cuarta vez parecía
demasiado y además, AMLO tenía a su favor el poder y el presupuesto
del GDF (“casi nada”). Por el PRI, se realizarían elecciones
“democráticas”, en donde por consenso seleccionarían un candidato.
Como los precandidatos más fuertes se perfilaban el Gobernador del
Estado de México, el líder del PRI en el Senado, el mismo presidente del
Partido y los gobernadores de Tamaulipas y de Hidalgo, ninguno de los
otros precandidatos veía justo, por razones obvias, que participara
también en la contienda electoral interna, el presidente de su partido.

Un factor importante para las elecciones del 2006 era la


renovación de los consejeros del IFE. Aunque jurídica y técnicamente el
IFE había quedado como un instrumento confiable y eficiente con la
reforma del 96, siempre y cuando lo integraran personas honestas y

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capaces, lo cual quedó demostrado con las elecciones de 1997. Los
consejeros seguían siendo un elemento crítico porque en cierta manera
eran los árbitros durante el proceso de la elección. Estos deberían ser
consejeros ciudadanos sin ningún nexo con los partidos políticos.
Lamentablemente, en esta ocasión prevaleció en su elección no solo el
interés partidista sino en forma directa los partidos mismos. Y lo que se
dio fue una arrebatiña en donde el PRD se inconformó con el PRI y se
retiró –error craso—, dejando la elección de los nuevos consejeros por la
Cámara de Diputados, en las manos del PRI y del PAN, quienes de
común acuerdo, el 3 de noviembre de 2003, se repartieron la
designación del nuevo consejo; el PRI de Elba Esther Gordillo se llevó la
presidencia y la mayor parte de los consejeros, mientras que el PAN se
conformó con 3 de ellos (en cierta forma esto lo tenía sin cuidado por su
alianza con la lideresa) y el PRD como se había “lavado las manos”, con
su actitud pueril quedó totalmente marginado y sus puestos en el
consejo se los repartieron el PRI y el PAN. En estas condiciones, lo que
se estaba propiciando era la contaminación perniciosa del IFE, con el
interés partidista y en este caso bipartidista, que a la hora de la elección
presidencial resultaría crítico y cuestionable por el estrecho margen que
se obtuvo en los resultados. En este caso, los consejeros del IFE
siguieron siendo ciudadanos, (no podía ser de otra manera) pero ahora
cuestionados como consejeros ligados al interés partidista y designados
por los dos partidos mencionados, contando ahora con la oposición
sistemática del PRD. Esto era una verdadera aberración dado el estatus
de árbitros que tienen durante el proceso electoral. Más adelante se
haría palpable la incompatibilidad del origen partidista y sectario de
estos, ya que una de las primeras acciones trascendentes de los nuevos
consejeros del IFE, para las elecciones del 2006, fue la aprobación de
un partido que, en términos prácticos, era propiedad de Elba Esther
Gordillo. En esta forma, un año después de constituido el nuevo
Consejo del IFE, nacía el Partido Nueva Alianza (PANAL) como el
séptimo partido nacional. Éste sería utilizado como instrumento
operativo para tratar de manipular las elecciones del 2006 a través de
los especialistas en transas electorales, del gremio de maestros del
SNTE, con técnicas altamente sofisticadas en estos menesteres.

Estas elecciones se empezaron a complicar casi desde los inicios


del sexenio, porque como ya nos dimos cuenta, no había transcurrido
un año cuando se inició el coqueteo de la Pareja presidencial con
Televisa y la CIRT, a cuenta del erario, precisamente por las
aspiraciones presidenciales de la Primera dama y posteriormente,
haciendo lo mismo, el pleno de la LIX legislatura de la Cámara de
Diputados. No se habían cumplido tres años de la Administración del
presidente Fox, cuando él mismo irresponsablemente abrió la carrera
por la Presidencia sin más razón que prepararle el camino a su esposa.
Pensaba que si a él le había dado resultado haberse adelantado en

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condiciones menos favorables, dándole un albazo a su partido, ahora
con el presupuesto y el aparato burocrático federal en general y en
particular el de la Presidencia de la República a su favor, “no habría
quién los parara”. No se detuvo a pensar en las posibles consecuencias
de sus acciones, soslayando y subestimando la posibilidad de que con
esto se afectaría más la ya de por sí precaria marcha del País en
perjuicio de todos sus habitantes, o de casi todos. Sin embargo, para
ellos éste no era el problema, porque para los propósitos de la Pareja
presidencial solo existían dos problemas: uno de carácter interno,
dentro de su partido, con doble faceta; y el otro, con la oposición
representada por el PRD y el potencial candidato más peligroso, Andrés
Manuel López Obrador, Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Aunque
éste desde un principio y con relación a la sucesión presidencial, como
recordaremos, había dicho “que me den por muerto”, dando a entender
mentirosamente que no le interesaba, la verdad es que no solamente le
interesaba, sino que, como lo veremos más adelante, ya lo tenía todo
preparado. Las encuestas de popularidad ya ubicaban a López Obrador
con un alto grado de posibilidades, (más del 50%), por lo que de hecho
estaba convertido en un candidato potencial de dimensiones tales, que
no podía dejarse pasar por alto.

El primer problema que tenía que solucionar la Pareja presidencial


era ganar la elección interna del PAN, para lo cual habría que
enfrentarse nada menos que con el Secretario de Gobernación, Santiago
Creel, éste se había perfilado desde un principio en la opinión pública
como el precandidato presidencial con más posibilidades dentro de su
partido, lo que ciertamente no le ayudaba mucho en el desempeño de su
función eminentemente política. Tal vez esto influyó en la falta de
efectividad negociadora durante sus casi 5 años de Administración. Sin
embargo al ser un subalterno, en realidad ellos pensaban que no
representaría gran problema. Lo que sí constituía un problema
considerable era que dentro del PAN, como el mismo Fox en su
oportunidad y ahora la Primera Dama; no las tenían todas consigo,
cuando menos para la carrera presidencial. Por lo tanto, necesitaría
suficiente tiempo y mucho dinero, que eso no era problema, para
sacarles una delantera irreversible a todos sus posibles opositores
dentro de su partido, por lo que se pensaba que en esas condiciones el
PAN ya no tendría ninguna objeción para nominarla. Y como ahora
podremos entender, ésta era precisamente la razón de haber abierto tan
temprano la carrera electoral.

El otro peligro potencial para la Pareja presidencial era el Jefe de


Gobierno del D.F., Andrés Manuel López Obrador, y sus altos índices de
popularidad, que se manifestaban en forma creciente. Esto no era
fortuito, ya que desde que Andrés Manuel llegó al Gobierno del Distrito
Federal, inició una estrategia para convertirse en el candidato más

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fuerte del PRD a la Presidencia de la República y de aquí en adelante no
desperdiciaría ni un solo día, ni un solo momento, ni un solo centavo
del erario para lograr su propósito. Cada una de sus acciones de
gobierno tendría en primer lugar esa mira. Desde la Administración
pasada en el GDF, a cargo de la perredista Rosario Robles, se había
utilizado indebidamente una cantidad enorme de recursos del erario
público en publicidad para el GDF, pero el verdadero propósito de ésta
campaña era la proyección de la imagen personal de la Jefa de Gobierno
a nivel nacional. Para Andrés Manuel esto le venía como “anillo al
dedo” por lo que continuó y reforzó con creces este precedente falto de
ética política, exactamente con la misma intención, indebida de su
antecesora que ahora le quedaba perfecto dentro de sus planes
electorales. La razón por la que se decidió por el proyecto de los
segundos pisos en Viaducto y Periférico, además que le permitirían
manejar una enorme cantidad de recursos económicos en una obra
nueva sin precedentes, fue principalmente, porque le resultaba
electoralmente conveniente. Por un lado tradicionalmente este tipo de
obras dejan un importante porcentaje (10-15%), vía corrupción a las
autoridades responsables y ya la anterior jefa de Gobierno en sus
relaciones con el contratista Carlos Ahumada había dejado evidencia de
estas posibilidades. Por el otro lado, a pesar de que éstos segundos
pisos beneficiarían principalmente a los usuarios de vehículos
particulares, que representaban no más del 20% de la población
capitalina, en lugar de ampliar y reforzar las líneas del metro y del
transporte colectivo, que son utilizadas por el 80% de la población y que
podrían ayudar a descongestionar las actuales vialidades, aunque esto
resulte paradójico por el porcentaje de gente beneficiada en un proyecto
y en otro; los segundos pisos tendrían mayor impacto en su popularidad
porque serían la obra monumental de Andrés Manuel. Esto sí que
contaría en la conciencia de la mayor parte del electorado fácilmente
impresionable. En cambio, el metro ya estaba; no era ni podía ser su
obra. El GDF es la única entidad de gobierno cuyos costos de educación
corren a cargo de la Federación, y aunque siempre es bueno tener más
planteles e infraestructura educativa, esto no era una prioridad, ¡ah,
pero hacer preparatorias para jóvenes en edad de votar, electoralmente
eso sí resultaría muy rentable! ¿Quién no tiene un adulto mayor en la
familia? Casi todo el mundo, y aunque es muy justo y merecido que la
gente que ya pasó toda su vida trabajando, tenga en sus últimos años
una ayuda que les haga más llevadera la vejez, sobre todo a los más
necesitados que no tienen esa posibilidad, Andrés Manuel pensionó a
todos, incluso a los que no lo necesitaban pero tenían la edad. Estas
acciones aunque puedan tener un fin aparentemente justo, en este caso
solo pueden entenderse si miramos su trasfondo electoral. Y así
podríamos pasar juntos analizando cada una de todas las acciones de
Gobierno, y es rara la que no haya tenido como prioridad su promoción
electoral.

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En 2004 se desataron una serie de “video-escándalos” con
filmaciones que obtuvieron gentes del Gobierno Federal. En algunos de
ellos, aparecía en varias ocasiones Gustavo Ponce, Tesorero del GDF,
en un casino del Hotel Bellagio, en Las Vegas, derrochando en apuestas.
En otros videos aparecía René Bejarano, destacado líder popular del
PRD, coordinador de la bancada de ese partido en la Asamblea
Legislativa del D.F. y ex-Secretario Particular de AMLO, así como otros
funcionarios del Gobierno de la ciudad ligados con el PRD, filmados,
cada uno por separado, llenando maleta y bolsillos con miles de dólares
en efectivo que les proporcionaba Carlos Ahumada, contratista del GDF
consentido de Rosario Robles, con quien tenía muy buenas relaciones.
Al ser dados a conocer estos videos a la opinión pública por un diputado
del PAN a través de Televisa, seguramente los asesores y consejeros de
la Pareja presidencial – aunque según algunas evidencias ellos ya los
conocían—, exclamaron entusiasmados, ¡Eureka!, por el impacto que
los videos tuvieron y porque esto era lo que necesitaban. Ahora sí,
pensaban ellos que podrían montar una estrategia para sacar de la
carrera electoral por la Presidencia al Jefe de Gobierno del D.F.,
supuestamente desprestigiado y de capa caída por la evidente e
innegable corrupción de su gente. Esta información a su favor les daba
la oportunidad, según ellos, de darle el golpe de gracia para librarse de
él en forma definitiva. Para esto ya estaban preparados; habría que
someterlo a juicio por el incumplimiento de una orden judicial por parte
del GDF. Esta orden había sido emitida como resultado de un juicio de
amparo para detener la construcción de una vía de acceso a un hospital
a través de unos terrenos en disputa. Aunque la obra se había detenido,
pero no en el tiempo legal y aunque no necesariamente tenía que ser el
Jefe de Gobierno el responsable directo –en un Gobierno tan grande y
con tantas obras y tantos funcionarios con responsabilidad legal como
lo es el del de la Ciudad de México—, y aunque situaciones judiciales
por incumplimiento de este tipo se dieran en forma común y
constantemente en todos los niveles de gobierno en toda la República,
esto no importaba; lo verdaderamente importante era tener una causa
para su propósito y demostrar que en México “existe un Estado de
derecho y que ninguna autoridad puede estar al margen o por encima
de la ley”. Una vez siendo enjuiciado y condenado, Andrés Manuel ya no
podría contender para las elecciones presidenciales. Así de fácil.

Como Andrés Manuel López Obrador era funcionario público, y a


los funcionarios públicos de ese nivel en México se les concede fuero y
no pueden ser llevados a juicio, entonces había que desaforarlo. Sin
embargo, este procedimiento debía realizarse ante la Cámara de
Diputados. Ése tampoco sería problema porque ya se había previsto
también y logrado, (para esto sí), una negociación entre el PAN y el PRI.
Los partidos no se podían poner de acuerdo para sacar adelante al país,

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pero sí para eliminar a un enemigo político común, lo que hacían ambos
partidos con profundo sentido “ético” y “democrático”. Naturalmente, en
estas condiciones, el desafuero procedió y todo les hubiera salido muy
bien si no fuera porque la medida era tan burda, tan grotescamente y
antidemocrática que prendió la indignación en gran parte de la
sociedad. Se dio casi en forma espontánea un gran movimiento
nacional, no solo dentro del PRD, sino mayoritariamente en la sociedad
misma: la Ciudad de México, desde el Paseo de la Reforma hasta el
Zócalo, se inundó de manifestantes como nunca se había visto,
enarbolando una contundente y enérgica protesta. Ante la magnitud de
lo que habían provocado, Vicente Fox, sus consejeros, el PAN y el PRI
tuvieron que dar marcha atrás y comprometerse a no continuar con la
terminación del proceso legal que lo inhabilitaría como candidato.
Entonces el muerto verdaderamente resucitó y ahora si venía
quitándose los vendajes del embalsamamiento del desafuero con mucha
más fuerza, el precandidato en potencia ahora creció
considerablemente. De esta manera, la estrategia salió totalmente
contraproducente y Andrés Manuel López Obrador contraatacó
afirmando que “todo había sido un complot” en su contra, para hacerlo
a un lado, en lo cual no le faltaba razón. Aunque bien pudiéramos estar,
totalmente de acuerdo con él en esto, toda vez que era más que
evidente, sin embargo los funcionarios del GDF exhibidos en los video-
escándalos no habían sido ficticios ni obligados para hacer lo que quedó
grabado; fueron reales y nunca pudieron negar lo que también era más
que evidente. Sin embargo, después de que el Gobierno Federal se
desistió de lograr su inhabilitación, él se salió por la tangente y nunca
enfrentó el hecho no solo bochornoso, sino inaceptable por exhibir
semejante grado de corrupción entre sus allegados y sin haber dado
nunca ninguna explicación al respecto. Y es que esto lo dejaba entre la
espada y la pared, porque si ya lo sabía, podría por lo menos acusársele
de complicidad y exigírsele enérgicamente una explicación, incluso su
destitución, y si no lo sabía, malo también, porque denotaría cuando
menos falta de capacidad para cumplir con su presente responsabilidad
pública y pondría en serio cuestionamiento su capacidad para la
aspiración presidencial.

Con relación al desafuero; el mismo secretario particular de Fox


comenta: “Con frecuencia pensé que en Los Pinos se estaba jugando con
el país como si se tratara de una casa de muñecas. Algunas decisiones
que ahí se tomaban –como el propio proyecto presidencial de Marta
Sahagún y el desafuero de López Obrador— me causaban tal nivel de
contradicción que deseaba íntimamente que fracasaran”. 1 Con la
renuncia de Durazo hecha pública, a la Pareja presidencial no le quedó
más remedio que abandonar el proyecto sucesorio que les garantizaría
la continuidad de una forma de vida a la que ya se habían
acostumbrado, e incluso, ¿por qué no?, el establecimiento de una

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posible dinastía, y sobre todo, y de manera muy importante, la
impunidad para la pareja y para toda la familia. Por lo tanto, ahora
volviendo a la cruda realidad, paradójicamente deberían apoyar con
todo, a la candidatura de Santiago Creel, quien ya como Presidente
sería su protector y “tapadera”. De no ser así, quedarían totalmente
desprotegidos una vez llegado el término de su mandato, ya que incluso
la Cámara de Diputados se encontraba investigando la riqueza
“inexplicable” de los hijos de Marta Sahagún. Aunque no se encontraran
pruebas jurídicas en su contra, válidas cuando menos en su
Administración, nada garantizaba que éste y otros muchos más asuntos
pendientes de la Pareja presidencial no se pudieran complicar una vez
habiendo dejado el poder.

A mediados del 2004, Felipe Calderón, Secretario de Energía, fue


destapado como candidato a la Presidencia de la República, durante
una gira que aquel realizaba por Guadalajara queriéndolo hacer, el
Gobernador del Estado de Jalisco, a la antigua usanza del PRI. Dadas
las circunstancias y los planes de Fox, este acto era imperdonable e
inaceptable para él, por lo que fue duramente reprendido en público por
el Presidente, lo que propiamente lo inhabilitaba para seguir al frente de
la Secretaría y motivó que presentara su renuncia como miembro del
Gabinete. En esta forma, inició desde entonces, y ya de tiempo
completo, su campaña, primero por lograr la nominación de su partido.
Y después de todos los pronósticos contrarios, su candidatura sería
ayudada providencialmente por un acto que, en la opinión pública, sería
calificado por lo menos de una rampante estupidez política, cometida
por su contrincante más fuerte, el ex-Secretario de Gobernación,
Santiago Creel. Éste, unos días antes de renunciar a su cargo, le había
otorgado a Apuestas Internacionales S.A. (de Televisa), “por razones
obvias”, la explotación del juego en 130 casinos en 25 entidades
federativas a través de sendas concesiones oficiales por 25 años cada
una. De igual forma favorecía con 68 concesiones más a varias
personas, entre ellas a Olegario Vázquez Raña, amigo y protegido de
Marta Sahagún y próspero empresario de medios de comunicación
desde tiempos de Echeverría. A éste último, de tres centros de apuesta
que ya tenía, se le aumentaron a veinte. También se favoreció a otras
personas con varias concesiones, entre ellas a dos amigos de Manuel
Bribiesca Sahagún, en donde presuntamente él mismo podría haber
estado involucrado. Habría que preguntarse si en todo este despropósito
no estuvo metida la mano de Fox y de su esposa porque solo así se
podría comprender este acto suicida de Creel. Todo este favoritismo,
aparentemente de Creel, quedó descrito en el magnífico artículo de
Jenaro Villamil y Juan Pablo Proal, publicado por la revista Proceso en
su número 1573, titulado “Juegos perversos”, en donde también los
autores describen ampliamente el terrible mal que ocasiona en la
sociedad este tipo de establecimientos. Un hecho burdamente

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deshonesto como este, que favorece al crimen organizado, naturalmente
tuvo efectos contrarios para el ex-Secretario de Gobernación en la
sociedad mexicana y por ende en la elección interna de su partido,
favoreciendo a Calderón que era considerado como miembro distinguido
del ala tradicionalista y conservadora del PAN. Y ante el desprestigio de
Creel, finalmente ganó la candidatura de su partido.

A Vicente Fox no le quedaba otra opción, y de inmediato tuvo que


apechugar y cambiar de candidato como si no hubiera pasado nada.
Ahora con renovados bríos y con gran preocupación, porque pensaba
que de no ganar Calderón las elecciones, entonces sí que la Pareja
presidencial se vería en serios aprietos dadas las circunstancias y el
desbarajuste al que habían llegado las cosas con sus previsiones
electorales fallidas y la perversidad y corrupción a la que había llegado
su administración. La verdad es que la situación crítica por la anarquía
política a la que se había llegado en todos los campos, ahora mas que
nunca hacia necesario contar con Calderón como su salvaguarda al
ganar la presidencia. Por lo tanto, Fox no habría de escatimar recursos
públicos y privados ni esfuerzo personal para lograr su propósito.
Además, contaba con sus consejeros, traídos ex professo del extranjero.
Como ya lo he señalado, existe la probable hipótesis de que hubo una
negociación de Fox con el ex-presidente Salinas para garantizarle que ya
no habría más amenazas de persecución en su contra y que podía
retornar a México con toda confianza, lo que de hecho se dio en forma
definitiva desde el 2005, además de lograr la libertad de su hermano
Raúl. A cambio, Fox recibiría su “asesoría” política y “buenos oficios”
para las elecciones del 2006. Cuando menos los hechos y las evidentes
ligas de Ahumada con Salinas y Diego Fernández así lo demuestran. En
igual forma contaban también con la aliada de la Pareja presidencial y
de Salinas, la entrañable amiga de doña Marta, la también “doña”, Elba
Esther Gordillo, junto con sus hijos putativos y todas sus relaciones de
poder que no eran pocas, y que habían crecido al amparo que el mismo
presidente Fox les había dado durante todo el sexenio, creando, de esta
señora, un frankenstein político que como hidra mitológica de múltiples
cabezas, era muy difícil de cortarselas de un solo golpe.

Aun habiendo renunciado, aunque forzadamente, a sus


aspiraciones presidenciales, la Pareja presidencial pensaba que todavía
podría haber un “plan B” para la señora Marta; éste podría ser obtener
la jefatura del GDF. Y en esto, el contrincante a vencer o hacer a un
lado era ahora Marcelo Ebrard, Secretario de Seguridad Pública del
GDF. El 23 de noviembre de 2004, miembros de la comunidad de San
Juan Ixtayopán, en la Delegación Tláhuac, en los límites del D.F. con el
Estado de México, cometieron el terrible linchamiento de tres miembros
de la Unidad Antiterrorismo de la Policía Federal Preventiva (PFP), que
desde días antes realizaban investigaciones frente a una escuela sobre

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el tráfico de drogas al menudeo, por supuesto sin identificarse. Estos
despertaron de inmediato la sospecha de la gente, que atemorizada por
la posible existencia de secuestradores de niños, incontenibles
arremetieron en contra de ellos golpeándolos despiadada y
salvajemente. Resulta muy sospechoso que hubo tiempo suficiente para
que llegaran las cámaras de televisión y se filmaran y transmitieran los
actos de barbarie con profusión de detalles, pero la PFP, a la cual
también se le solicitó de inmediato ayuda para auxiliar a sus
compañeros, por órdenes superiores no se movió y solo fue hasta el
último momento en que 10 policías judiciales rescataron al único
superviviente de la turbamulta enardecida, ya preparada con
combustible para quemarlos. Sería absolutamente irresponsable,
criminal e imperdonable si esto fuese parte de un plan predeterminado
para aprovechar situaciones como ésta y dejarlas crecer, como el caso
de Oaxaca, para crearle problemas al GDF y fabricar culpables útiles
con fines electorales.

A la Delegada de Tláhuac se le acusaba en los medios, de


supuesta relación con la red de corrupción de Carlos Ahumada. En el
caso Tláhuac, se realizaron arrestos múltiples contra culpables
inventados, y más si tenían alguna relación con el GDF. Se dio el caso
circunstancial de que en ese barrio vivía, y casualmente estaba allí en
ese momento, descansando en su casa con su familia, un guardia de la
seguridad personal del presidente de FEMSA, importante grupo
industrial del Norte; lo arrestaron porque al identificarse mostró su
credencial como miembro del Departamento de Seguridad del GDF. Esto
fue razón suficiente para que permaneciera en la cárcel por 10 meses
como presunto culpable, junto a muchos otros, sin valerle los recursos
jurídicos incontrovertibles presentados por su defensa, ya que se
trataba evidentemente de un caso político. Aprovechando el
linchamiento, Vicente Fox no perdió oportunidad y como legalmente
tenía poder, destituyó de inmediato y sin justificación clara a Marcelo
Ebrard. Andrés Manuel, después de que no pudieron inculpar
judicialmente a Marcelo Ebrard, lo restituyó en el GDF como Secretario
de Desarrollo Social. Aun después de esto, las encuestas de opinión
para la sucesión de Jefe de GDF favorecían abrumadoramente al ex-Jefe
del Departamento de Seguridad Pública del D.F. Marcelo Ebrard.
Posteriormente Andrés Manuel López Obrador sería postulado por el
PRD como candidato a la Presidencia de la República.

Las elecciones para el candidato del PRI a la Presidencia de la


República, como ya lo vimos, se complicaron por la pretensión de su
presidente, Roberto Madrazo, de participar también como precandidato,
lo cual “se solucionó” con la renuncia de éste a la presidencia del
partido. Sin embargo, el resto de los precandidatos y algunos
gobernadores priistas hicieron frente común en contra de la

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candidatura del ex-presidente de su partido, organizándose para que,
mediante “sesudos” sondeos de opinión, pudieran seleccionar al mejor
de ellos para enfrentar a Madrazo. Aquí le dieron “machetazo a caballo
de espadas” porque o no se dieron cuenta, o subestimaron el hecho de
que ganaría el que dispusiera de mayores recursos para su promoción
personal. En estas condiciones, no sin haberse dado algunas
escaramuzas y roces internos entre los mismos; seleccionaron como el
mejor de todos, por supuesto, al Gobernador del Estado de México,
Arturo Montiel, quien había gastado una cuantiosa suma en
propaganda supuestamente para su Estado, aunque en realidad la
utilizó para su promoción personal a nivel nacional y en los principales
medios, también por cuenta del erario. Tan efectiva había sido la
propaganda que hasta sus propios contrincantes y compañeros se la
creyeron. En ese momento, se inició en realidad la contienda interna
entre Roberto Madrazo y Arturo Montiel por la candidatura del PRI.
Madrazo, que ya sabía que Montiel era el “mejor”, se había abocado a
recabar información personal de su posible contrincante, la cual hizo
pública, exhibiendo, lo que se ha dado en llamar, la riqueza inexplicable
del Gobernador del Estado de México. Debe estar mal el nombre, porque
si nos fijamos bien, este tipo de riqueza resulta muy explicable, tan
comprensible como el origen de la fortuna escondida en la cueva de Alí
Babá. Lo que pasa es que no es justificable si nos atenemos a las
percepciones recibidas por los puestos burocráticos que han
desempeñado. Entonces no se justificaba que, por ejemplo, Arturo
Montiel tuviera –según se publicó— apartamentos en París, casas
palaciegas en Acapulco y en España, y que en su misma declaración de
bienes se asentara que había llegado con 2 millones en propiedades a la
Gubernatura y terminara con 111 millones, como publicaron algunos
periódicos. Esto sí que era injustificable y tan inaceptable le pareció a la
opinión pública, que tuvo que renunciar a sus aspiraciones y a la
Gubernatura para que se llevara a cabo una investigación “a fondo,
hasta las últimas consecuencias”, ¡no faltaba más!, “caiga quien caiga”.

En estas condiciones, Roberto Madrazo Pintado, se mostró


gratamente “sorprendido” cuando fue designado por su partido, el PRI,
como si él fuera el “mejor” candidato para las elecciones presidenciales.
Indudablemente había demostrado ser el mejor, como lo reconocieron
todos sus compañeros contendientes públicamente; no importaba que a
él también se le señalara como poseedor de una riqueza injustificable, si
había podido gastar casi 39 millones de dólares en su campaña política
por la Gubernatura de Tabasco, bien podría tener, como se le demostró
en la prensa, lujosos apartamentos en Miami y una cuantiosa fortuna,
no importaba tampoco que solo hubiera desempeñado puestos
burocráticos en toda su carrera política y que con los sueldos recibidos
no se justificara el monto de su riqueza. Todo eso, dentro del sistema
político en el que estaban inmersos él y su partido, era peccata minuta.

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Así quedaban definidos los partidos contendientes para las
elecciones presidenciales del 2006 y sus candidatos: al PRD se sumaron
el Partido del Trabajo y el Partido Convergencia, formando la “Coalición
por el Bien de Todos” con Andrés Manuel López Obrador como su
candidato; al PRI se sumó el Verde Ecologista, quedando como la
“Alianza por México” con Carlos Madrazo Pintado, mientras que por el
PAN se postuló a Felipe Calderón Hinojosa. A estas coaliciones y
partidos se agregaron dos más: el Partido Alternativa Socialdemócrata y
Campesina, que postuló a Patricia Mercado, y el Partido Nueva Alianza,
el de la “maestra”, que lanzó como candidato a Roberto Campa Cifrián.
¡Muchos partidos! Si todos los partidos realizaran una labor por el bien
de México en primera instancia, y tuvieran un interés político legítimo,
fueran congruentes con sus principios ideológicos y además tuvieran
una auténtica representatividad en grupos sociales con intereses
legítimos, con verdadero peso específico, y si no resultaran tan onerosos
como lo son, yo no pensaría como lo pienso: que la mayoría de ellos son
una carga excesiva no solamente inútil, sino dañina en muchos casos, y
que los mexicanos no deberían soportar ese exceso. El Gobierno de
Vicente Fox anunció que dedicaría al IFE, para las elecciones del
2006, una cantidad que se estimó extraoficialmente en alrededor de los
490 millones de dólares. Yo no he tenido manera de comprobar si
efectivamente se dio esto, pero era una cifra sin precedentes que
significaba una cantidad desproporcionada, sobre todo para un país con
tantas carencias, en donde la mayoría se encuentra en la pobreza.

Desgraciadamente, y al fin de cuentas, en realidad los partidos solo


presentaron candidatos, y no opciones de gobierno concretas y bien
definidas, mucho menos soluciones creativas e innovadoras para
enfrentar la problemática; era como si una sola persona, por sus
cualidades personales intrínsecas y como por arte de magia, tuviera la
solución o fuera en sí misma la solución para todos los problemas
nacionales. La discusión divagó alrededor de la continuidad del modelo
neoliberal que supuestamente se ha aplicado en México en los últimos
años, identificado principalmente con el PAN y con el PRI, sin ninguna
propuesta concreta por los opositores. Por otra parte, se cuestionó al
TLC sin la suficiente claridad y sustento. La defensa a ultranza de la no
privatización de PEMEX y la CFE, y en general del sector energético, fue
hecha por parte del PRD y el PRI. Agregándose un compromiso de
recorte a los sueldos de los funcionarios públicos de alto nivel por parte
del PRD. Pero la visión completa y realista de la problemática nacional y
la posición seria, propositiva y programática para su solución y el
compromiso partidista frente a cada uno de los retos nacionales,
brillaron por su ausencia. Sí se dio en cambio el enfoque
mercadotécnico de las campañas, mediante la utilización intensiva de la
radio y la televisión, y por qué no, si había dinero de sobra. Ahora

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podría ganar el que contara con más recursos económicos y humanos
para manipular y manosear las elecciones en contra de la democracia.
Bajo esta panorámica, gran parte del confundido electorado hubo de
llegar a la conclusión de que la votación no iba a poder ser por la mejor
opción (candidato y partido), sino por el menos malo.

En este clima electoral, ya de por sí encapotado, a pocos meses de la


elección, ante la ventaja de casi diez puntos del candidato del PRD en
febrero de 2006 sobre el del PAN, mientras el PRI quedaba en un
retirado tercer lugar, los de la derecha más radical y extrema del
panismo recurrieron a la “guerra sucia”, a la guerra del miedo, a la que
lleva implícita una mentira o una verdad a medias, sin importar los
procedimientos éticos. Según ellos, en la guerra todo se vale. No
solamente aceptaron la guerra sucia como medida desesperada para
ganar las elecciones, sino como después se comprobaría, instigado por
Fox el PAN tendría que vender su alma al diablo, a los “aliados” del
Presidente expertos en artimañas para esos menesteres a la hora de la
elección. Por lo tanto, el partido, pero lo que es peor, su candidato,
quedaría como rehén de quienes los ayudaron de manera ilegítima a
ganar las elecciones.

Con relación a la guerra sucia, ésta fue muy efectiva a través de los
muy bien pagados medios de comunicación. Yo no estoy en contra de
que se den a conocer todos los aspectos negativos de los candidatos
pero todo depende de cómo se haga, porque en México
desgraciadamente hay gente, incluso con preparación académica, que
todavía cree en “el Chupacabras”, y que sucumbió ante los efectos de
una campaña de guerra del miedo, por televisión, radio e Internet,
diseñada por técnicos extranjeros especialistas en la materia y traídos
ex professo. Como era su propósito, fácilmente se contagió el miedo
entre la comunidad, que en forma pueril, pero entendible, reaccionó
asustándose con el petate del muerto que significaba el comunismo
populista y la amenaza de convertir a México en uno de aquellos países
del área de influencia de la Unión Soviética, que ahora son cosa del
pasado, pero que permanecen en las mentes de los mexicanos como
algo indeseable. Aunque hay que reconocer que algunos personajes que
rodeaban al candidato del PRD y muchos de los desplantes soberbios de
Andrés Manuel por sí solos inspiraban al menos miedo, la situación en
los otros partidos no era muy distinta. Desgraciadamente, la evidencia
que aquí y en esta forma se dio, es patética, porque demuestra que en
México todavía existen multitudes susceptibles de ser manipuladas
electoralmente mediante el miedo, la presión o la dadiva como quedó
demostrado. Remataban en el mensaje diciendo: “López Obrador es un
peligro para México”. Por su parte, el Consejo del IFE, que como árbitro
no se distinguía mucho de cualquier otro espectador y que solo actuó ya

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demasiado tarde, no evitó a tiempo que el candidato del PRD siguiera
siendo atacado con artimañas cuestionables.

Mucho contribuyó a la debacle del PRD la actitud pasiva que, por


soberbia o exceso de confianza (“políticamente soy indestructible”, solía
decir), hizo que AMLO no solo reaccionara muy tarde ante la campaña
del miedo, sino que por el contrario, distraído, disfrutara embelesado
ante los festejos que le hacía la multitud cuando él, en los mítines
públicos se dirigía al Presidente de la República diciéndole “¡Ya cállate,
chachalaca!”, faltándole al respeto a la persona y al Presidente,
repitiéndolo una y otra vez, incansable ante la algarabía y el regocijo de
sus seguidores pero ante la reprobación de la mayoría del electorado.
Esto sucedía cuando en forma indirecta le contestaba a Fox por sus
ataques en contra del populismo, que mañosamente éste había
identificado con la bandera ideológica de AMLO, tratando de beneficiar
con esto a Calderón. También influyó que rehusara presentarse al
debate en televisión con los otros candidatos. Y para rematar, y como
prueba de la participación de la ultraderecha, el presidente del Consejo
Coordinador Empresarial (CCE) se sumó también personalmente,
comprometiendo a la institución, como patrocinador y promotor de la
guerra sucia y de la campaña del miedo en contra de AMLO, para que
no quedara ninguna duda de a quién le habían apostado.

Andrés Manuel respondió y contraatacó muy tarde. El daño ya estaba


hecho. Finalmente se presentó al debate, en donde no le fue mal. Al
final de éste, enseñó información acerca de presuntos contratos
millonarios que una empresa propiedad de uno de los cuñados de
Calderón había obtenido del sector energético cuando él era el
Secretario de Energía. Ahora se presentaría a las elecciones con un
virtual empate técnico con Calderón en las preferencias electorales. Pero
todavía faltaban los efectos que la gestoría de Elba Esther Gordillo
preparaba para hacer con algunos gobernadores priístas del Norte y el
centro, en favor de Calderón, y el manipuleo electoral a través de sus
“especialistas” del SNTE en las actas y en las casillas que se pudiera,
preferentemente en las no cubiertas por el PRD. Esto último
supuestamente lo pudieron hacer gracias a errores garrafales del comité
de campaña y del propio AMLO en la organización necesaria para cubrir
el 100% de las más de 130,000 casillas distribuidas en todo el territorio
nacional, lo cual no era imposible hacer porque contaban con la gente
necesaria para esto y más. Y no tanto por los funcionarios mismos de
casilla, que en su gran mayoría eran ciudadanos respetuosos de la
responsabilidad civil que se les había encomendado. Dadas las
irregularidades electorales previamente detectadas por el PRD, era de
esperarse que estuvieran bien y oportunamente preparados, y si
además seguían considerando que para ellos los consejeros del IFE no
eran de confiar, entonces esto de cubrir el 100% de las casillas

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resultaba verdaderamente crítico porque sería vital contar con todas las
actas después de la elección, validadas con las firmas de sus
representantes, para cualquier inconformidad o aclaración
postelectoral.

Parecería increíble, pero por irresponsabilidad o corrupción, la


gente de AMLO solo pudo cubrir 72,000 de las más de 130,000 casillas,
menos del 60%. Oscar Camacho y Alejandro Almazán nos dicen: “Fue
sin duda, la de López Obrador, la campaña de un caudillo que se creyó
infalible, indestructible. Que nunca trabajó en equipo, que nunca
escuchó a nadie. Y por eso, la responsabilidad del resultado final no
podrá endosársele a nadie más que a él. [...] El error de López Obrador
se hacía presente. Por haber decidido que las redes lopezobradoristas
cuidaran la elección federal y que el PRD se hiciera cargo de los
comicios locales, había descuidado la tarea fundamental, lo que
demostraría su triunfo. Con lo que quizá podría exhibir la derrota de
Calderón. Un dato: en el Distrito Federal, las redes, no el partido,
cubrieron únicamente cuarenta por ciento. El colmo.”
A pesar de que en sus devaneos Fox creía que iba a ser considerado
como Madero, “apóstol de la democracia”, la verdad es que nadie tuvo
una actitud menos democrática que él. En su obsesión por no quedar
desprotegido ni él ni su pareja, cometió tantas irregularidades que
pueden ser consideradas delitos electorales. Se le acusó de todo: de
presionar a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de
la Federación; hacer pactos con gobernadores priístas emproblemados –
como el “gober precioso” de Puebla, a quien se le acusaba de abuso de
autoridad para proteger a un pederasta acusado de pornografía infantil
— para dejarlos en paz a cambio de influir en sus feudos para inclinar
la balanza y que votaran los priistas a favor de Calderón (Puebla fue
uno de los estados en donde más votos obtuvo Calderón); negociar una
vez más con Elba Ester Gordillo para que en su partido PANAL, cuando
menos para Presidente, votaran por Calderón; gastar en los cinco meses
anteriores a las elecciones 1,709 millones de pesos en spots de radio y
televisión, provenientes de fondos públicos utilizados furtivamente para
reforzar la campaña de Calderón e indirectamente en contra de AMLO,
produciendo un bombardeo de 3,800 spots diarios. En estas
condiciones se llevaron a cabo las elecciones presidenciales, más
irregulares, más manoseadas, y a pesar de todo, también las más
competidas. Con excepción de los resultados para Presidente de la
República, los otros resultados fueron aceptablemente normales, lo cual
no deja también de ser una verdadera contradicción.

De acuerdo con la información oficial del IFE, la votación total el


día de las elecciones fue de 41,791,322 votos, de los cuales Felipe
Calderón Hinojosa obtuvo 15,000,284, equivalentes al 35.89% del total.
Para Andrés Manuel López Obrador, 14, 756,350 votos, equivalentes al

14
35.31%. Para Roberto Madrazo Pintado, 9, 301,441 votos, equivalentes
al 22.26%. Para Patricia Mercado Castro, 1,128,850 votos, equivalentes
al 2.70%. Para Roberto Campa Cifrián, 401,804 votos, equivalentes al
0.96%. 904,604 votos fueron anulados, mientras que los 297,989
restantes se emitieron a favor de candidatos no registrados. El
presidente del IFE, después de proporcionar la información oficial
anterior, incurrió en una falta grave, muy grave al declarar ante la
nación que “la regla de oro de la democracia establece que gana el
candidato que tenga más votos. “Han sido los ciudadanos, y solo ellos,
quienes han decidido el resultado final” dando de hecho como ganador a
Felipe Calderón. Pasó por alto que el resultado final lo determina el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al calificar la
elección, como es su exclusiva responsabilidad, después de haber
atendido todas las inconformidades y declarar o no presidente electo. Lo
que así fue más tarde. En una entrevista de televisión en el programa
Punto de Partida con Denise Maerker; Felipe Calderón aseguró “si gano
será, como dicen en mi tierra, ¡haiga sido como haiga sido¡ expresión
muy poco afortunada.

Después de conocer las impugnaciones del PRD, el 5 de


septiembre de 2006, con las cifras modificadas con votos adicionales
para Andrés Manuel y el recuento de las casillas impugnadas, aunque
no los votos suficientes para cambiar el resultado de la elección, López
Obrador todavía era superado por su oponente por 233,000 votos. Con
estos resultados como definitivos se declaró Presidente Electo a Felipe
Calderón Hinojosa por una diferencia de 0.56% con respecto a Andrés
Manuel López Obrador. Con esta acción el TEPJF logró la aprobación
del 74% de la opinión pública por su fallo, más que nada por la actitud
de rebeldía y cuestionamientos sin pruebas y por el malestar
ocasionado a la comunidad con injustos y contraproducentes bloqueos
del PRD, como el ocurrido en el Paseo de la Reforma. Sin embargo, el
TEPJF no emitió su fallo sin antes reprender “enérgicamente” a Fox y al
Consejo Coordinador Empresarial por su intromisión en el proceso
electoral. Esto último no pocas personas lo consideraron como una
broma de humor negro, además de que volvió evidente la necesidad de
una legislación apropiada para castigar este tipo de faltas que son, sin
lugar a dudas, muy graves y en un verdadero Estado de derecho no
deben quedar impunes.

Andrés Manuel López Obrador se proclamó Presidente Legítimo,


por supuesto sin la validación fundamentada en la ley ni en la del
TEPJF, pero lo que es más grave, sin ninguna evidencia propia, porque
le faltaban casi la mitad de las actas de la elección para poder probarlo,
ya que solo habían podido cubrir, como lo hemos visto, escasamente el
60 % del total de las casillas. Se exigió el recuento de todas las casillas
“voto por voto” y pienso que esto hubiera sido lo mejor para no dejar

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dudas sobre el resultado independientemente de cómo se haya obtenido
y además para no tener que guardar los votos, o después quemarlos,
como sucedió con el fraude de 1988. Calificó de “espurio” a Calderón y
amenazó con no permitir el rendimiento de la protesta de ley en el
Congreso de la Unión.

Tomado de “México y su Realidad” de Antonio Fuentes Flores,


libro inédito, que pretende hacer un análisis de la historia del poder
político en México.

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