Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Homenaje Al Lector I
Homenaje Al Lector I
Uno. El lector aparece cuando menos se espera. De pronto esta ahí, preguntando, con un
afán casi inconcebible para un lector, por un libro bastante escaso: Esta vez, estoy buscando la
poesía completa de William Blake, pero por favor la edición gráfica, me interesan mucho las
ilustraciones creadas por el autor. Así va dando tumbos de librería en librería, hasta encontrar
una edición bastante digna, no es la edición soñada, pero algo es algo, peor no haber encontrado
nada. ¿Cuánto vale? ¡Sí, no hay problema!, me la llevo, así está bien. Y sale el lector, no
sabemos para dónde, pues no le conocemos. El caso es que se ha llevado, en concepto del
librero, una de esas ediciones difícil de volver a ver algún día. ¿Dónde sucedió esto? ¿En qué
ciudad? Sin duda, fue en Londres. ¿La librería? No sabemos. De algo sí estoy muy seguro, pues
Para esta época el lector anda tan tranquilo, por ahí, hablando de un libro en una edición
que podría ser mejor, de un autor inspirado e inspirador que además de poeta era ilustrador y
¡vaya qué ilustrador! Nuestro lector, al referirse a la composición poética propuesta por Blake,
es capaz de afirmar que las palabras son como hojas y ramas que se entrelazan unas y otras.
Ese lector es real, existe, sus ojos pueden ser azul cobalto.
Dos. ¿Tienes para la venta el libro Cuento Número 1 de Ionesco? Es una tarde
cualquiera, y alguien ha preguntado por ese libro, precisamente por ese libro, yo le he visto en la
librería, el título suena tan familiar –piensa el librero–, lo he reacomodado hace tan solo un par
de semanas, el día que organicé la sección a la cual pertenece, en un estante… ¿en cuál? ¡Helo
aquí! Los libros caminan, cambian de lugar, parece que siguieran los pasos de María, pero ¿que
tiene que ver María en todo esto? ¿A cuál María te refieres? Para entenderlo debemos leer el
cuento, de eso se trata, pues resulta que el cuento es absurdamente gracioso, además está muy
bien ilustrado. Me lo llevo, dice el lector. Pide algún descuento –a veces es bueno regatear–,
paga y así, tan campante, nuevamente con un afán insólito para la hora, 4:00 p. m., se arroja a la
calle. Lleva prisa: va a leer, ¿qué digo? no va leer. ¡Va a releer el Cuento Nº. 1!, el absurdo cuento
de un autor especialista en crear cosas absurdas, lee un poco y ríe, contagiando a todos con su
risa, incluso a ese librero tan serio. Hoy sabemos, que este libro es otro de tus libros favoritos, ha
sido tan graciosa la manera como te has referido a este cuento: he de conseguirlo algún día a fin
de compartirlo con mis sobrinas. Algunos lectores hacen listas de sus libros preferidos,
comunican esos hallazgos con otros afortunados que han de interesarse por leer, por formase
una idea más amplia del mundo. Pero, ¿qué estoy diciendo?, yo tan solo soy un librero y tú un
gran lector.
Tres. Ahora, el lector se queja del calor. Es verano, está eufórico, durante esta semana
ha estado divagando mucho, quiere leer algo ligero. Esta vez va hasta la librería más cercana,
recorre las mesas y hojea algunos títulos. Buenos días, saluda. El librero responde con la mirada,
le es familiar aquel lector, sabe que es un empedernido buscador de libros. El lector continúa su
exploración, ahora se concentra en las reseñas, por fin llega a sus manos un título que le atrapa,
El jardín secreto, de la autora Frances Hodgson. Va hasta donde está el librero y simplemente
dice: dame este. No conozco nada de esta autora, confiesa el librero. El lector, rápidamente, le
cuenta quién es, de dónde es, que tipo de libros escribe. Esto es algo que un librero siempre
agradece. Ellos, los lectores conocen tantas cosas y, cuando las circunstancias son propicias,
cuentan su relación con los libros y sus autores, una efímera complicidad surgida de la simple
cotidianidad, un instante único. Gracias por existir piensa el librero, devuelve el cambio y el
lector otra vez sale raudo, va tarde adonde quiera que vaya.
Cuatro. Hoy, por fin, no hay prisa. Nuestro lector ha llegado a la librería muy temprano,
fotografía, libros donde la imagen domina. Tiempo después lo vemos concentrado palpando
lomo a lomo hasta que sus dedos se topan con un gran libro, los Ejercicios de estilo de Raymond
Queneau. Existen libros que a un librero le encanta vender, este es uno de ellos, pues
normalmente quien lo adquiere es un tipo de lector muy especial. ¿Qué entender acá por
especial? Podríamos pensar muchas cosas, pero para no ir muy lejos pensemos en el lector de
nuestra historia. ¿Qué podría decirse sobre este libro? Es un libro de culto, no necesita
publicitarse de manera alguna para ser vendido, además es un libro que no permanece mucho
en los estantes de las librerías, prefiere otros destinos. Y otra cosa, el lector nos da una pista muy
clave, es una única historia narrada de casi cien maneras diferentes, una muestra de lo que
podemos denominar ingenio humano. Hoy el lector estuvo tan tranquilo que casi le desconozco,
piensa el librero.
Ahora bien, quiero contarles que el lector al cual me he referido en esta nota no es un
hombre, se trata de una mujer. Su nombre es Tere, su cabello casi siempre es azul. ¡Sí! Un ser
muy especial, se parece a mi relato del día de hoy (no se detiene). Para ella y por ella surgió esta
nota, un sencillo homenaje. ¿Lector, lectora? da igual. Somos uno, somos todos. Lo cierto es que
estamos cerca de la fecha –agosto 24– en la que se celebra el día del lector, como deferencia a
Jorge Luis Borges, sin lugar a dudas un lector de talla mayor quien, en su momento, requirió la
voz de otros lectores para seguir leyendo, aquel que en su modestia al visitar algún día la ciudad
de Medellín y en la, entonces, abarrotada Biblioteca Pública Piloto decía: No me llamen maestro