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Juan el bautista: un general de Dios

EL DIABLO QUIERE TU CABEZA


Hace Poco leí el libro: “Los generales de Dios”. Para aquellos que aun no lo han leído,
es un libro que trata sobre varios ministros famosos que llevaron a cabo su función
durante los siglos XIX y XX. Ahí hay plasmada una cuenta biográfica de los altibajos que
tuvieron cada uno de los ministros que vienen en el libro, adjunto a los comentarios
del autor. Afectado por todo esto, hoy estaba pensando en echarle un vistazo a la
cuenta que la Biblia da sobre un general de Dios bien conocido entre los estudiantes
de la Biblia, Juan el Bautista.

1. No es superhumano
Yo creo que Dios puso en la Biblia las historias de tales hombres como Juan, Pablo,
Elías, etc. para enseñarnos y demostrarnos sus vidas como un ejemplo para la nuestra.
Muchos tienden a pensar que esas personas eran de alguna manera superhumanos y
tienen muy poco o ninguna similitud con el resto de nosotros. Sin embargo, este no es
el caso. Como Santiago característicamente dice en cuanto a Elías:
Santiago 5:17
“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras”
Y como también Pedro le dijo a Cornelio cuando este se inclinó ante él:
Hechos 10:26
“Levántate, pues yo mismo también soy hombre”
Y antes, cuando la gente se les quedó viendo intensamente a Pedro y a Juan, después
de que habían sanado al cojo, Pedro dijo:
Hechos 3:11-13,16
“… ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad
hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de
nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús……Y por la fe en su nombre, a éste, que
vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a
éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.”
Las personas de Dios de la cual leemos en la Biblia y nos maravillamos por las obras
que Dios hizo a través de ellos, de ninguna manera fueron superhumanos. Todos ellos
fueron “sujetos a pasiones semejantes a las nuestras” Como Pablo dice en 2 de
Corintios:
2 de Corintios 3:4-6
“Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes
por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra
competencia proviene de Dios, el cual [Dios] asimismo nos hizo ministros competentes
de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el
espíritu vivifica.”
Dios es el que provee nuestra competencia. Juan, Pablo, Pedro, Elías no eran más
“competentes” que nosotros. No es necesario ser superhumano, super competente,
para hacer lo que Dios te ha llamado a hacer. Es ÉL el que es super competente y Él
ciertamente es tan competente con nosotros así como también lo fue con todos
aquellos que decidieron caminar con Él en el pasado.

2. Juan el Bautista
Después de esta pequeña introducción, vamos ahora a regresar a Juan el Bautista. El
ángel que anunció el nacimiento a su padre, dijo sobre él:
Lucas 1:12-17
“porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se
conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías,
para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”
Y Jesús dijo después:
Mateo: 11:9-11
“Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste
es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual
preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no
se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de
los cielos, mayor es que él.”
El último enunciado no es para reducir la importancia de Juan. “Iba a ser grande ante
Dios”. Entre aquellos nacidos de mujer, ninguno ha sido más grande que él. Juan tenía
un llamado para su vida. Él iba a ser el precursor del Señor Jesucristo. “para preparar el
camino delante del Señor”. Tenía una misión que cumplir, y estaba ordenado a ella aún
antes de que naciera. Y eso no solo es verdad para él. Como la Escritura dice, hemos
sido predestinados por Dios (Romanos 8:29), y cada uno de nosotros ha sido puesto
por Él en el cuerpo de Cristo con cierta función (1 de Corintios 12:8). Como la función
de Juan era ser el precursor de Cristo y esa función estaba definida por Dios, del mismo
modo nosotros tenemos una función en el cuerpo, un llamado, que Dios ha definido
especialmente para cada uno de nosotros. De seguro, no estamos en esta tierra por
accidente. Sino que somos bien conocidos, tal vez no solo por los hombres sino
ciertamente por Dios nuestro Padre.

3. En el desierto
No hay muchas cosas escritas sobre el tiempo antes de que Juan empezara a predicar.
Lucas 1:80 resume este período de la siguiente manera:
Lucas 1:80
“Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día
de su manifestación a Israel.”
Juan estaba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel. Tenía un llamado
desde el mero principio. Y había un tiempo señalado para su manifestación. TODOS
nosotros tenemos una función en el cuerpo de Cristo, y es Dios el que la define así
como también el cómo se manifestará. Como dice en 1 de Corintios 12:18
1 de Corintios 12:18
“Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él
quiso.”
No tienes que buscar un lugar en el cuerpo de Cristo. Dios ya te ha puesto ahí y lo ha
hecho así como el quiso. ÉL mismo ha diseñado una función PARA TI, Te ha ordenado
para esa función y te ha equipado para llevarla a cabo. Además, también ha definido
CÓMO y QUÉ harás en tu función. El llamado de Juan era preparar el camino para el
Señor y lo sabía desde el mero principio. Uno se imaginaría que tan pronto como lo
supiera, pararía todo lo demás y se pondría a predicar. Juan lo hizo solamente después
de que “la palabra de Dios viniera sobre él” (Lucas 3:1-6). Tan pronto la tuvo, se
levantó a hacerlo. Lucas 3:1-6 dice:
Lucas 3:1-6
“En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea
Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes
Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por
toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para
perdón de pecados, como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que
dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus
sendas. Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos
serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados; Y verá toda carne la salvación de
Dios.”
Juan había sido señalado por Dios con una función especial. Era la de ser el precursor
del Señor Jesucristo, preparar el camino del Señor, y predicar el evangelio de
arrepentimiento. Pudo haber empezado desde el mero principio y hacer lo que pensó
que sería lo mejor para su misión. Pudo haber salido con mil ideas de cómo llevar a
cabo su misión lo mejor posible, pero no lo hizo. Sino que se esperó hasta que tuvo
palabra de Dios. Tan pronto como la tuvo, y sin un segundo pensamiento, empezó a
hacer lo que se le había dicho: predicar el bautismo del arrepentimiento para la
remisión de los pecados. Dios nos ha señalado en el cuerpo de Cristo con una cierta
función, definiendo también el qué y cómo lo vamos a hacer. Juan no empezó a
predicar sino hasta que LA PALABRA DE DIOS VINO SOBRE EL. Y eso sucedió…. en el
desierto. Ese fue el “gimnasio” de Juan. Los tiempos que no apreciamos para nada, los
desiertos, pueden ser precisamente los tiempos que Dios usa para nuestro
entrenamiento. Entonces, cuando la carne y sus acciones se rompen, estaremos listos
para hacer, no lo que nosotros pensamos que deberíamos hacer por Él, sino lo que ÉL
NOS HA LLAMADO A HACER desde el principio.

4. “Las multitudes que salían”


Y como el evangelio de Lucas continúa:
Lucas 3:7-9
“Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a
Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de
estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto,
todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.”
“Las multitudes salían para ser bautizadas por él”. No era Juan el que trataba de
atraerlas. De seguro, no fue muy diplomático cuando los llamó “generación de
víboras”. Obviamente, no trató de complacerlos. Sino que habló lo que Dios le dijo que
hablara en el volumen que Él quiso que fuera dicho.
El ministerio de Juan prosperó siguiendo lo que Dios le había señalado que hiciera. No
hizo ningún milagro (Juan 10:4), por lo menos no hay ningún registro de alguno. No
hacía publicidad de sí mismo. La gente sabía que habían encontrado un profeta. Hay
gente que anda por ahí y que dice “Soy maestro” o “Soy profeta”. Juan no lo hizo. No
hizo una campaña elogiándose a sí mismo como profeta. De hecho, no vas a encontrar
en ninguna parte donde él dijo que era profeta. La gente lo sabía. El Señor lo confirmó.
Si Juan viviera hoy, millones habrían venido a Él. Sin embargo, Juan no iba detrás de las
multitudes. Cuando su ministerio estaba muy arriba, con las multitudes viniendo a él y
cuando todos pensaban que él podría ser el Cristo, Juan confesó y no lo negó:
Juan 1:21-23
“Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y
respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos
enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto:
Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.”
Juan no trató de tomar para sí mismo todos esos títulos populares como Cristo, Elías o
el profeta – aunque profeta y Elías eran títulos que le hubieran quedado muy bien. Lo
era. Pero ese no era el punto. El punto era que estaba haciendo lo que le habían
señalado hacer. El era la voz del que clamaba en el desierto y eso era exactamente lo
que era. Nuestra preocupación no debería ser la de obtener un título, un nombre, sino
hacer lo que Dios nos ha señalado hacer, cualquier cosa que esto sea
e independientemente del nombre que pueda tener.

5. “Todos vienen a Él”


La popularidad de Juan era muy fuerte. Era muy famoso… Hasta que el ministerio de
Jesús comenzó. Parece que cuando el ministerio del Señor comenzó, el ministerio de
Juan llegó a su final. El una vez ministro popular, ahora veía a las multitudes dejarlo y
seguir al Señor. ¿Cuál fue su reacción? Juan 3 nos dice:
Juan 3:26-30
“Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del
Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. Respondió Juan y
dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos
me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El
que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye,
se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es
necesario que él crezca, pero que yo mengüe.”
Juan no iba tras las multitudes, así que no se sintió incómodo al ver su ministerio
menguar. De lo contrario, cuando el tiempo se llegó, enseñó a la gente a dejarlo atrás y
a seguir al Señor y ese era su gozo. Al final, Juan terminó en la cárcel, donde fue
decapitado. Como Hebreos 11 dice para aquellos que como él han muerto como
mártires:
Hebreos 11:35-38
“mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor
resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y
cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada;
anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los
desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.”
Juan – así como aquellos de Hebreos 11:35-38 – era un hombre como nosotros. Era
determinado. Pudo haber negado su llamado y vivir como los demás de su edad (¡tenía
como 30!). Habría sido mucho más fácil, ¿o no? Prefirió seguir a Dios. El camino
cristiano puede tener tiempos de incomodidad, tiempos donde sabes que podría ser
mucho más fácil en otros caminos. Podremos caminar por esos caminos angostos, solo
cuando nuestra vista este puesta en el Señor Jesucristo. Como en Hebreos de nuevo
dice:
Hebreos 12:1-2
“corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
La única manera de de correr la carrera espiritual es PONIENDO LOS OJOS EN
JESUCRISTO. No en las cosas que se ven sino en aquellas que no se ven, las eternas.
2 de Corintios 4:18
“no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que
se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”

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