Está en la página 1de 3

SOCIEDADES MERCANTILES. Manuel García Rendón. Editorial Harla. México 1993.

Páginas 3, 119, 120, 558 y 559.

SOCIEDAD. SU CONCEPTO Y SUS CLASES.

En términos muy generales, la sociedad puede ser definida como una agrupación de
personas, permanente o transitoria, voluntaria u obligatoria, la cual se organiza para
aportar bienes o servicios destinados a la realización de un fin común, ya la que el
derecho atribuye o niega personalidad jurídica.

En atención a los elementos específicos que integran la definición anterior, las


sociedades suelen ser clasificadas en los grandes grupos siguientes.

Plurales y unipersonales

El concepto de agrupación es inherente al de sociedad. Ni lógica ni jurídicamente se


concibe a las sociedades unipersonales porque, desde un punto de vista lógico, éstas
encierran una contradicción y, desde un punto de vista jurídico contravienen a la
naturaleza, ya sea bilateral o plurilateral del negocio que les da origen. Sin embargo,
algunas legislaciones extranjeras admiten la existencia de sociedades mercantiles
unipersonales como sustituto de la figura jurídica llamada fundo comercial. 1

Permanentes y transitorias

Lo que determina la permanencia o la transitoriedad de una sociedad es, por regla


general, el fin para el cual fue constituida. Así, podrá haber, por ejemplo, sociedades
constituidas para dedicarse a la explotación minera de diversos fondos en el largo
plazo y podrá haber otras organizadas para explotar un solo yacimiento minero cuya
vida determinará la de la sociedad.

LOS ESTATUTOS

Los estatutos son las reglas de organización y funcionamiento de la sociedad, según


establece el último párrafo del Art. 60, LGSM. Este concepto engloba, además, las
reglas concernientes a la disolución y liquidación de la sociedad, pues en estas
operaciones deben reglamentarse la integración y funcionamiento de los órganos de
la liquidación.

Los estatutos sociales son connaturales a todo negocio social, de modo que, si se
omiten, se aplican supletoriamente las disposiciones de la ley, concernientes a la
organización, funcionamiento, disolución y liquidación de cada especie de sociedad
(Art. 80, LGSM). Esto significa que los estatutos pueden ser omitidos o modificados.
Pero la modificabilidad de los estatutos no es absoluta, por cuanto se rigen por
1
. Sobre este interesante tema conviene consultar la importante obra de BARRERA GRAF,
Jorge. Las sociedades en derecho mexicano. Instituto de Investigaciones Jurídica. UNAM.
1983. pp. 187. y ss- También consúltese. “La sociedad heterapénica” de MANTILLA MOLINA,
Roberto en Estudios jurídicos en memoria de Alberto Vásquez del Mercado. Porrua. 1983. y
Derecho Mercantil de CERVANTES AHUMADA, Raúl. Herrero. 1984. p. 47.
ciertas reglas imperativas de la ley, cuya infracción produce la nulidad de la
estipulación que las acuerde. Así, por caso, serán nulos los pactos que disminuyan
los quórumes de asistencia y votación para las juntas o asambleas de socios o, en
general, los que impidan a éstos el ejercicio de sus derechos.

Reglas de organización

Como su nombre lo indica, las reglas de organización son las que se ocupan de la
forma de integrar los órganos sociales, o sea las juntas o asambleas de socios, los
consejos de gerentes o de administradores, los interventores, los consejos de
vigilancia, los comisarios y los liquidadores. De estos asuntos se ocupan los Art. 60,
fracs. IX y XII; 47, 57, 84,164,181, frac 11, y 236, LGSM, aunque debe advertirse
que, tratándose de las sociedades colectivas y en comandita simple la ley no
establece explícita, sino indirectamente la conveniencia o necesidad de integrar las
juntas de socios (Art. 246, frac III y 41, C Com) cuyas reglas de organización y
funcionamiento se dejan al libre pacto de las partes, observándose siempre la
dispuesto por los Art. 31, 33, 34, 43, 46, 47 y 50, LGSM, de contenido inderogable.

Por la que toca a las sociedades de responsabilidad limitada, anónima y comandita


por acciones, la forma de integrar las asambleas (nombre de las juntas de socios
reservado por la ley para esta clase de sociedades), está reglamentada por la LGSM,
más o menos con cierta minuciosidad.

Reglas de funcionamiento

El ejercicio de las funciones de los diversos órganos sociales también está


reglamentado con cierto detalle por la LGSM. Es en este campo de los estatutos en
donde los socios tienen una mayor flexibilidad, en particular en lo concerniente a las
funciones y facultades de los órganos de administración. Sin embargo, debe tenerse
presente que aquí también prevalecen ciertos preceptos inmodificables, como la son,
entre otros, los que establecen los quórumes mínimos de votación y el que atribuye
voto de calidad al presidente del consejo de administración de la anónima.

DISOLUCIÓN: OBLIGATORIA Y NO OBLIGATORIA

La Ley General de Sociedades Mercantiles estatuye las siguientes causas de


disolución total de la sociedad

a) La expiración del término fijado en el contrato social (Art. 229, frac I)


b) La imposibilidad de seguir realizando el objeto principal de la sociedad o la
consumación de éste (Art. 229, frac 11)
c) El acuerdo de los socios de conformidad con el contrato social y con la ley (Art.
229, frac 111)
d) La reducción del número de accionistas de modo que llegue a ser inferior al
mínimo que la ley establece, o la reunión de las partes de interés en una sola
persona (Art. 229, frac IV)
e) La pérdida de las dos terceras partes del capital social (Art. 229, frac V)
f) La ilicitud del objeto social o la ejecución habitual de actos ilícitos (Art. 30)
g) La muerte del socio colectivo o del comanditado, cuando se haya pactado lo
contrario o no se haya previsto en el contrato social que la sociedad continúe con
sus herederos (Art. 230 y 231).

Por lo que se refiere a las causas de disolución mencionadas, una parte importante
de la doctrina mexicana suele clasificarlas como causas ope legis y como causas ex
voluntate. Conforme a esta tesis, la expiración del término es una causa ope legis
porque "produce sus efectos mecánicamente, sin necesidad de decisión por parte de
los socios o de alguna autoridad", y las otras son ex voluntate o potestativas porque
"para que produzcan sus efectos normales precisan de una declaración de voluntad
por parte de los socios", de modo que la sociedad puede remediar dichas causas de
disolución, sin perjuicio de que cuando la sociedad rehúse reconocer la causa que se
supone existente, cualquier interesado podrá ocurrir ante la autoridad judicial para
pedir en la vía sumaria la declaración de existencia de la causa de disolución y, en
consecuencia, la orden de inscripción de la misma en el registro público de comercio.

No toda la doctrina mexicana acepta íntegro este punto de vista, pues, aunque se
admite que la expiración del término es una causa ope legis, no remediable por la
sociedad, por otra parte, se alega que el acto por el que se declara una causa de
disolución no es un acto de voluntad, sino de conocimiento y que "tampoco es cierto
que si la sociedad así lo quiere puede evitar la disolución", por cuanto puede, en
algunos casos, modificar su constitución de modo de hacer que desaparezca la causa
de disolución; pero, a lo menos, mientras subsista (la causa), cualquier interesado
puede obtener la declaración judicial de disolución.

A nuestro modo de apreciar las cosas, los criterios de distinción ope legis y ex
voluntate que se aplican a las causas de disolución sólo contribuyen a introducir una
gran confusión en este campo del derecho, porque pasan por alto que dichas causas
pueden ser fatales o no fatales. En consecuencia, proponemos que la disolución sea
considerada a la luz de su obligatoriedad o no obligatoriedad, según tenga por causa
hechos o actos fatales o hechos o actos no fatales.

Disolución obligatoria

La Ley General de Sociedades Mercantiles prevé únicamente dos casos de disolución


obligatoria, o sea que tienen por causa un hecho o un acto fatal: la expiración del
término y el objeto ilícito o la ejecución habitual de actos ilícitos.

En el caso de expiración del término, es indiscutible que se trata de una causa de


disolución obligatoria que produce sus efectos ope legis, porque basta con que se
cumpla el término para que la sociedad se tenga por disuelta, sin necesidad de
decisión de los socios, ni de autoridad judicial (Art. 232, párrafo primero, LGSM), y
porque, además, los socios no puedan prolongar la vida del ente social, pues si han
dejado expirar el término fijado en el contrato para la duración de la sociedad, sin
haber prorrogado oportunamente dicha duración únicamente podrán organizar una
nueva sociedad.

La disolución por esta causa no amerita ser inscrita en el Registro Público de


Comercio dado que como el contrato social debe contener, entre sus requisitos de
esencia, la expresión de lo que debe durar la sociedad (frac IV del Art. 60), los
terceros pueden en todo momento determinar si una sociedad debe estimarse ya
como incapacitada para iniciar nuevas operaciones.

Finalmente, es obvio que la disolución causada porque la sociedad tenga un objeto


ilícito o realice habitualmente actos ilícitos también es obligatoria, debido a que los
socios no pueden rectificar ad libitum los actos que la determinan, pues, admitir lo
contrario sería tanto como sostener que los particulares pueden dejar sin efectos
las decisiones de autoridad judicial. Por supuesto, lo dicho significa que el objeto
social ilícito y la ejecución habitual de actos ilícitos no son causas ope legis, porque,
por si mismas no producen el efecto de disolver la sociedad, pues requieren de la
declaración de autoridad judicial, ni son causas ex voluntate, porque no exigen el
concurso de la voluntad de los socios.

También podría gustarte