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Santa
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·Gema Galgani
l¡ l· Vida de l~ primera Santa del siglo XX

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ema Galgani,canonizada en 1940, fue, en palabras del Papa


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G Pío XII, «la flor más her1n,os~ ge n1:1estro pontificado». ·
San Maximiliano Ifolbéj_ ~tJiµi~tt:~friéa:_§U madre en 1921; CO:-
mentóque la lectu1;a.A"~i!~'/ '}~fu.e ha hecho un bien
mayor ciu.e un cursq c1.~l: t~~»... .
La profunda hti!l,I~. -ij~ +t~Q3) · imprime en
sus dey6'tosse'.dej~~e1~ _ _ ~~prita por el padre
Germá.n,~ttdir~qior~spÍI'Jtl ·.· · ... · 1,~·µ~iecto del P. Ger~
. mán se s4rttpós{~rior~·,1,1~<fJ:~1,.~. ,t{lf~~ré{B}1~ilio,. también Pa-
•0 ·5_:s.ioni5,téir_qye_ 9?ffiPl~t~ ~a;~_l?}'~:9r~gí11.~J:~i1Q'lt:áqdo nuevos datos
.._ . y_fµ~ntes~s_g~r~}l~:-YlP\d~f ~$t:kl:..;§VE;U: que ~~- ofreció víctima al
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~!-fnt~n#ªdqlporl~vidá de la que fue la

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ISBN 978•84-9061-405• 1

Jl~lo~¡~~JI~
GERMÁN DE S. ESTANISLAO
BASILIO DE S. PABLO
GERMÁN DE SAN ESTANISLAO
Padre Pasio"'nista 1i56,.19p9), fue el
d.irector ejg~ · -~'-""' '· -~-_; ~
.&J?e::1;· ..,.,.." º d es d e
:~~J:[11ª
1899. Cofw~; ·" ,-- .."', f"1r'ttp,i!de cerca
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l as expt:cy·(_;. -. ,, , %e 1~tfa;1m1entos
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de la e'§tif\~~::~~i~f4~uca. En 1907,
a los cua~fi~~1~ muerte de
Gema, el F.ªGtf~án escribió esta
biografía de la Santa, la primera.
Publicación de la obra, su éxito de
difusión y su traducción a múltiples
idiomas favoreció el proceso de
Beatificación (1933) y canonización
(19,~o) de Gema Galgani.
1"
2"

4•
edición,
edición,
edición,
edición,
abril
mayo
diciembre
julio
1997
2000
2001
2006
SANTAGEMA
s• edición, octubre
6" edición, octubre
7ª edición, septiembre
2010
2016
2019
GALGANI
Vida de la primera Santa
del siglo XX

EDICIONES PALABRA
Madrid
SANTA GEMA
GALGANI
Vida de la primera Santa
del siglo XX
SÉPTIMA EDICIÓN

Colección: Arcaduz

© 1997 by Ediciones .. E( Pasionarío­


Leizarán, 24 y Bidasoa, 11 • 28002 Madrid
© Ediciones Palabra, S.A., 2018
Paseo de la Castellana, 210 • 28046 MADRID (España)
Telf.: (34) 91 350 77 20 · (34) 91 350 77 39
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Diseño de la cubierta: Raúl Ostos


ISBN: 978-84-9061-405-1
Depósito legal: M. 12.574-2016
Impresión: Gohegraf, S.L.
Printed in Spain • Impreso en España

Todos los derechos reservados.


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informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,
sin el permiso previo y por escrito del editor.
PRÓLOGO

Una vez más presentamos al público de lengua española


la Biografía compendiada de santa Gema Galgani, publicada
en 1907 por su director espiritual el Padre Germán de San
Estanislao, Pasionista.
Esta Biografía tuvo la virtud de provocar un plebiscito tan
unánime y clamoroso en favor de la santidad de la estigmati­
zada de Luca, que cabe lanzar la siguiente afirmación: Si hoy
veneramos a Gema Galgani sobre los altares, rodeada de una
veneración y entusiasmo por muy pocos santos alcanzados,
se lo debemos, en lo humano, a esta Biografía del Padre Ger­
mán.
Las ediciones de esta Biografía se sucedieron tan rápida­
mente en su idioma original italiano, que mereció ser inme­
diatamente traducida al alemán, francés, inglés, español, ho­
landés, polaco, portugués, irlandés, chino y japonés.
Han transcurrido desde aquella fecha más de sesenta años.
Los gustos literarios han cambiado; el arte hagiográfico ha
evolucionado; las investigaciones sobre la vida de Gema han
enriquecido su conocimiento mucho más de lo imaginable.
Ello no obstante, los devotos de la virgen de Luca buscan
beber su conocimiento de Gema en esta primera fuente. Es
que, por encima del escritor, descubren al confidente íntimo,
y aun por encima del confidente, al esclarecido varón que
tuvo vista suficientemente clara para completar sin cegarse
ni deslumbrarse tal cúmulo de maravillas.

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PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P.

Dos han sido las fuentes posteriores: los Procesos de bea­ Gema; algunas, nuestra obra 'Sunta ©-ema @aZgrz'Pffi, segmlfil:da
tificación y canonización y la reciente obra del Pasionista ita­ edición, y con frecuencia el volumen del Padre Zoffoli.
Utilizaremos singularmente este volumen para los dos ca­
liano Padre Enrico Zoffoli, La pavera Gemma.
pítulos que añadamos. «Perfil humano de Gema» y «La salud
Recogieron esos Procesos innumerables datos, los más d_e
corporal y mental de Gema». El capítulo referente a la «Glo­
ellos desconocidos por el Padre Germán y otros muchos orru­
rificación de Gema» lo resumiremos de nuestra obra ya ci­
tidos por él, al no entrar en sus designios el consignarlos en
tada.
aquella revelación. Las demás adiciones irán señaladas con los signos [ ].
Con el inmenso acervo de datos acumulados en los Proce­
Esto con respecto a la primera parte o historia de la Santa.
sos se escribieron numerosas Vidas de Santa Gema a raíz de Para la segunda y tercera, que tratan de sus virtudes y de los
su beatificación y canonización. ,, medios de que se valió para santificarse, no hacemos más
En España publicó Editorial Litúrgica Españ.ola la mas que reproducir lo mismo que dejamos escrito en nuestra obra
. º6
extensa de ellas, con el título, en la primera e d1c1 n,
deLa
Santa Gema Galgani.
Beata Gema Galgani, y San.ta Gema Galgani, en la segundª' Dado el carácter popular de esta Biografía, nos abstene­
por el autor de este prólogo. mos de citar las fuentes de nuestras informaciones, por lo co­
Cabría realizar otra amplísima información acerca de los mún los Procesos y las obras ya indicadas referentes a la
lugares relacionados con Gema, las personas que la trataron, Santa.
los hechos incompletamente recogidos y los estudios sobre la En cuanto a la traducción de los textos italianos, utiliza­
Santa verificados. mos, por lo general, para la Biografía, la realizada por don
Es lo que ha hecho recientemente, en 1957, el padre Zo­ Modesto H. Villaescusa; para los textos de la Autobiografía,
ffoli, con paciencia benedictina olfato de investigador Y sano los Éxtasis y las Cartas, la verificada por el Padre Bernardo de
xxxrv
criterio teológico, al ofrecernos, un volumen de l .049 María Monsegú, C. P., y para las restantes, la hecha por nues­
páginas, enriquecido con innumerables ilustraciones. tra cuenta al publicar la Vida de la Santa.
Editar la obra del Padre Germán sin utilizar para nada Es bien sabido que los frutos espirituales obtenidos con
estas otras fuentes constituiría una falta imperdonable. la publicación de esta Biografía han sido inmensos. Confia­
Ya en anteriores ediciones, lo propio en Italia que en mos en que continúen y se acrecienten a favor de esta nueva
otros países, las reimpresiones de la Biografía aparecían con edición, en la que hemos cuidado de completar, hasta donde
numerosas adiciones. lo consiente la brevedad que nos hemos prefijado, el retrato
La publicada en España por Editorial Litúrgica Española humano y sobrenatural de la primera Santa del siglo XX ele­
llevaba en su quinta edición un gran cúmulo de ellas, diligen­ vada al honor de los altares.
temente preparadas por don José María Boada. BASIUO, C. p.

Pero como quiera que las fuentes de este escritor eran por
lo común indirectas, no tenemos por qué reproducir esas adi­
ciones. Así que unas veces utilizamos para las que presenta­
mos la Biografía completa del Padre Germán -como también
utilizó el señor Boada-, otras, los escritos de la misma Santa

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PRIM ERA PARTE
HISTORIA
CAPÍTULO I
NACIMIENTO DE GEMA. VIRTUDES
DE UNA NIÑA
(1878-1886)

Nacimiento y bautismo

Camigliano, aldea de Toscana, en el distrito de Luca, fue


la cuna de la angelical virgen, cuya vida trato de describir.
Gema vio la luz primera el día 12 de marzo de 1878. Don
Enrique, el farmacéutico de la localidad, y doña Aurelia
Landi fueron sus padres, ambos cristianos de sólida piedad Y
personas acomodadas.
De su matrimonio tuvieron ocho hijos, cinco varones Y
tres hembras. Gema fue la cuartogénita.
Según la costumbre en padres verdaderamente cristia­
nos, nuestros buenos cónyuges tuvieron especial cuidado de
que a sus hijos no se les retrasase la gracia ba.utisrnal. Por
eso, al día siguiente de su nacimiento ya los querían ver rege­
nerados en Cristo por medio del sacramento del Bautismo.
Así sucedió con Gema, la cual, el día 13 de rnarzo, a las
veinticuatro horas de nacida, fue llevada a la iglesia de San
Miguel de Camigliano y bautizada por el párroco don Pedro
Quilici.
No sin particular disposición de la Providencia, parece
que fue escogido el nombre que en la sagrada fuente se le im­
puso, pues esta niña debía más tarde hacer ilustre el apellido
de la familia con la grandeza de sus virtudes y, cual reful-

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PADRE S GERM ÁN Y BASILI O, C. P. SANT~ ®:

gente piedra preciosa, resplandecer en la Iglesia santa de


Dios.
[Acerca de la imposición de este nombre hubo una ligera
discusión en la familia. Quería que se lo impusieran a la niña terno.
don Carlos, médico militar y tío paterno de Gema, en tanto Apenas transcurrido un mes desde el nacimiento de esta
querida hija, el solícito padre, para proveer mejor a la educa­
que se oponía a ello doña Aurelia. Intervino en la discusión
ción de todos sus hijos, determinó trasladarse con toda su fa­
don Olivo Dinelli, párroco de Gragnano.
milia a Luca, donde estableció su domicilio y farmacia.
-¿Por qué no quiere que se imponga a la niña el nombre
Vivían en dicha ciudad dos buenas y honradas hermanas,
de Gema? -preguntó a doña Aurelia. Emilia y Elena Vallini, que regentaban con mucho crédito
-Pero ¿y no servirá de entorpecimiento para que esta una escuela privada de párvulos para niños y niñas de mo­
niña vaya al Cielo el que no haya santa alguna con ese nom­ desta posición, titulada «Jardín de la Infancia».
bre? -replicó la madre, ignorante de que hubiera en Espafia A esas maestras había conocido don Enrique Galgani en
una Santa Gema, virgen y mártir, y aun en Italia, Santa Gema su pueblo natal de Porcari cuando en su juventud vivía allí
de Goriano Sícoli. con su padre, don Carlos, doctor en medicina. De aquí el que,
-Muchas gemas hay en el Cielo -observó el párroco, a:ña­ al trasladarse a Luca, no dudara a confiar a dichas señoras
diendo como inspirado-: esperemos que también esta niña sus queridos hijos Ginés y Gema.
sea algún día una gema del Paraíso. Esta, que solo contaba por entonces tres años, fue alumna
Se tranquilizó la delicada conciencia de doña Aurelia, por de tan excelentes maestras por espacio de cinco. Permanecía
lo que al día siguiente era bautizada la niña con los nombres diariamente en la escuela desde la mañana hasta el atardecer,
de Gema, Humberta, Pía. hora en que regresaba a la casa paterna, situada por entonces
El párroco que la bautizó, don Pedro Quilici, tuvo al cabo en la vecina calle de los Borghi.
de cincuenta y cinco años la satisfacción de asistir a la so­ Desde que con la piedad aprendió Gema los primeros ru­
dimentos de las letras y de los quehaceres domésticos, sobre­
lemne beatificación de esta su bautizada].
salió siempre como niña inteligente y virtuosa. En una rela­
ción escrita por aquellas buenas educadoras algunos años
más tarde se halló escrita en los siguientes términos su admi­
De la casa al colegio
ración por Gema:
«Solo contaba tres años la querida Gema cuando nos la
En verdad que corno valiosa joya la conservaron esos confió su padre. Desde dicha edad mostró una inteligencia
afortunados padres todo el tiempo que vivió en su compa:ñ.ía. tan precoz, que parecía haber ya llegado al uso de razón. Era
A sus ojos fue Gema la primera entre sus hermanos, hasta el formal, reflexiva, reposada en todos sus trabajos, sobresa­
punto de parecer que para ella se reservaba el más intenso Y liendo aun entre sus compañeras bastante mayores.
afectuoso cariño. Por eso mismo, alguna vez se oyó decir a su »Nurica la vimos quejarse ni altercar, sino que siempre
padre: aparecía su rostro en calma y sonriente. Ya se la acariciase,
-Solo tengo dos hijos, Gema y Ginés. ya se la riñese, siempre se la veía la misma. Su respuesta era

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTAGB1

una modesta sonrisa, en tanto que sus gestos manifestaban


serenidad imperturbable.
»Con todo, su temperamento era vivo y ardiente. En todo
Cierto que no es de alabar semejante parcialidad en un pa­
el tiempo que tuvimos la satisfacción de tenerla entre noso­
dre, aun en el caso de ser justamente merecida, por los celos y
tras nunca tuvimos necesidad de castigarla, puesto que, res­
sinsabores que de ordinario origina. A la misma Gema, que
pecto a sus menudos defectillos, inevitables en tan tierna
demostró tener rectitud de corazón desde la cuna, le desagra­
edad, bastaba una ligera reprensión para que se la viese al
daba el proceder de su padre, pues aun no viendo ni sombra
punto componerse y amoldarse al reglamento. de celos en sus hermanos, ya que todos la querían mucho, se
»Venía entonces a la escuela con dos hermanos Y dos
resistía fuertemente, quejándose y protestando de que no me­
hermanas, sin que la viéramos jamás disputar con ellos; an­
recía ni quería semejantes distinciones; y si no lograba evitar­
tes les cedía con toda el alma las mejores frutas de su me­
las, el disgusto le obligaba a deshacerse en lágrimas.
rienda, privándose de ellas. Respecto a la comida en común,
con todo se daba por contenta, siendo la perenne sonrisa
0
que se dibujaba en sus labios la expresión de su queja
Gema y su madre
aprobación...
»Era asidua en el trabajo y aprendía muy pronto lo que se
le enseñaba, aunque fueran materias superiores a sus años. . El amor que a Gema tenía su madre era de muy distinto
Por todas estas raras cualidades en niña de tan cortos años temple del que le profesaban su padre y los demás miembros
era muy querida en la escuela, no saciándose sus compa:ñ.eras de la familia, aunque no por eso era menor ni menos intenso.
de estar a su lado». Doña Aurelia no solb era una buena cristiana, sino una
verdadera santa, dechado perfecto de madres cristianas.
[Entre todos los hermanos, Gema aparecía como la que
Predilecta del padre
mejor recibía sus lecciones y con mejor talante recitaba las
oraciones que le sugería.
Don Ennque,
· · J os rápi-
. Una de las primeras prácticas de piedad que le enseñó
su padre, seguía con atenta mirada
doña Aurelia fue la de rezar todos los días tres Avemarías con
d_os progresos de su Gema en la virtud y el estudio Y, bendi­
ciendo ª Dios por ello, sentía crecer de día en día la ternura las manos bajo las rodillas a la Inmaculada, suplicando la
hacia est ª híii
Jita. En tiempo
· de vacaciones, y aun cada tard e, gracia de conservar intacta la santa pureza. Gema se compro­
~l Ilegar a casa preguntaba por Gema, señalándole los fami- metió a ella, siendo fidelísima en cumplirla hasta la muerte.
liares
. el aposento don de 1 a encantadora rnrra
. - permanec1a~ re- Cuando doña Aurelia no podía acompañar personalmente
tirada, bordando, estudiando o rezando hasta el extremo que a Gema en el rezo de las oraciones que le tenía recomenda­
no parecía estar en casa. ' das, o realizar las visitas al templo que deseaba, se servía de
~uando por necesidad tenía que ausentarse de casa don alguna de las muchachas de servicio.
Ennque, Y aun cuando meramente salía de paseo a la ciudad Asegura una de estas que Gema era aficionadísima a re­
0 al campo, no sabía hacerlo sin llevarse consigo a su hija zar oraciones. Terminaba, por ejemplo, el Padrenuestro que

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

que únicamente a su madre era filemfil@~a • e:] @@F.r©~iimrui.ll,


le había sugerido el Ángel de la Guarda, cuando, vuelta Hacía
Supremo Hacedor y de su amor a la virtud.
ella, le preguntaba con toda ingenuidad:
[Son por demás emocionantes los primeros recuerdos
-Ahora ¿a quién debo rogar? ¿A quién he de rezar el l?a­
que Gema conservará a este respecto. Comienza así la Auto­
drenuestro?
biografía o «Libro de los pecados», como ella lo denomina,
Cuando la muchacha se ponía a referirle alguna anécdota
escrito más tarde por mandato del Padre Germán:
edificante, fijaba en ella ansiosamente los ojos y le decía: «De lo primero de que me recuerdo es de que mi mamá,
-Cuéntame, cuéntame. cuando era pequeñita -de menos de siete años-, acostumbraba
Acostumbrada a esta vida de oración en el hogar, la se­ a cogerme muy a menudo en brazos y, llorando, me repetía:
guía con espontaneidad fuera de él. -He suplicado mucho a Jesús que me diese una niña. Me
La llevaron a pasar unos días en la aldea de Porcari, ha consolado, es verdad, pero bastante tarde. Yo estoy en­
cuando tal vez no había cumplido los cinco añ.os. Cierto día ferma -repetía-, pronto moriré y te tendré que dejar. Si pu­
la sorprendió su abuela paterna en fervorosa oración ante un diera llevarte conmigo, ¿vendrías?
cuadro del Inmaculado Corazón de María. Embelesada ante Yo apenas me daba cuenta de nada y lloraba porque veía
tan tierno espectáculo, llamó a su hijo Carlos para que tam­ que la mamá lloraba.
bién lo gozase. -Y ¿adónde iremos? -le preguntaba.
-Gema, ¿qué estás haciendo? -preguntó este. -Al Cielo, con Jesús y con los ángeles.
-Estoy rezando el Avemaría; salíos, que estoy en oración.
No osaron desatender tan ingenuo mandato].
Amaba doña Aurelia tiernamente a sus hijos, y con predi­ Suspirando por el Cielo
lección a Gema, en la que, según decía, veía mejor que en los
demás la gracia de Dios. En efecto, hacía ya mucho tiempo Fue mi mamá, papá mío, la que comenzó desde que era
que la gracia divina estaba obrando en aquella alma, según pequeña a hacerme suspirar por el Cielo»].
claramente se veía por su índole buena y sumisa, por su Nadie ignora lo muy desagradable que es a los niños oír
amor al retiro, por su desvío ha~ia los vanos entretenimien­ sermones y recitar preces vocales, pues les cuesta fijar su
tos Y por cierto porte distinguido, impropio de la edad infan­ atención, siendo, en cambio, inclinados a las diversiones y
til. Por lo cual, conociendo como conocía sus deberes, dofia pasatiempos. Mas esto no puede decirse de la pequeñita
Aurelia, en vez de desahogarse en inútiles manifestaciones Gema, porque desde los primeros años hallaba su placer en
de afecto sensible, tomó con empeñ.o el cultivo de los gérme­ los ejercicios de piedad; por esto nunca se cansaba de escu­
nes precoces de virtud que brotaban en el alma de su hija, char ni de rezar, hasta el punto de que, cuando su madre, fa­
por lo que muy pronto juntó a los afanes de madre los de di­ tigada o para atender los cuidados domésticos, suspendía los
rectora espiritual. ejercicios, la niña se asía de sus vestidos, diciéndole: «Mamá,
La misma Gema, llena de reconocimiento para con Dios, háblame un poco más de Jesús».
que tal madre le había dado, recordaba frecuentemente los Cuanta mayor seguridad tenía la piadosa señora de que
recursos que había empleado en aquel magisterio, declaran.do su muerte se aproximaba, tanto más empeño ponía en la

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PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P.

educación religiosa de sus hijos. Todos los sábados, si ne ~a­ piritual de sus hijos. Gema, aum:@_me • e ieNiil'aJ eGfa, , ""*'"=""·~=-,
día ir ella en persona, los hacía conducir a la iglesia para g_ue pacidad suficiente para ser admitida a la Corrfirmacíért.
los mayorcitos se confesasen, aunque algunos, como Gema, «¿Qué cosa mejor puedo hacer antes de morir -decía su ma­
no alcanzasen la edad de siete añ.os, porque deseaba que dre interiormente- que confiar esta niña al Espíritu Santo?
desde pequeñitos se acostumbrasen a frecuentar tan saluda­ Cuando yo falte, sabré a quién la he dejado». Había princi­
ble Sacramento. Ella era quien los preparaba, y al ver, piado a prepararla y enfervorizada para que recibiese digna­
cuando Gema regresaba, la formalidad y el cuidado que pCP mente este Sacramento; pero así y todo, hacía que por lastar­
nía en todos los actos religiosos, así como el profundo dis­ des fuese una maestra a perfeccionar su obra, y cuando
gusto que experimentaba por las pequeñ.as faltas cometidas, estuvo dispuesta, a la primera ocasión que se presentó, la
no podía menos de echarse a llorar la piadosa madre al con­ niña fue llevada a la Basílica de San Miguel in Foro donde
siderar el tesoro que le había confiado Dios. administraba la Confirmación el señor Arzobispo don Nico­
La enfermedad de doña Aurelia era la tuberculosis, que lás Ghilardi.
hacía cinco años venía minando su existencia. Apenas los [Emociona el relato que nos ha dejado la Santa de esta
médicos la reconocieron, se intimó a los niñ.os la absoluta ceremonia, que vino a constituir más adelante uno de los más
prohibición de acercarse a la cama de la enferma. Gema se vivos y dolorosos recuerdos de su infancia.
entristeció en el alma, al ver que de repente la separaban de «Fui confirmada el 26 de mayo de 1885; pero llorando,
aquella a quien amaba como madre y maestra. «¿Quién -de­ porque después de la ceremonia quien me acompañaba quiso
cía llorando- me estimulará a rogar y amar a Jesús apartada oír Misa, y yo temía que mamá muriese sin llevarme también
de rnamá?», Tanto fue lo que lloró y suplicó, que al fin consi­ a mí. Escuché a la buena la Misa, rogando por ella. De re­
guió que se hiciese con ella una excepción: fácilmente supon­ pente una voz me dijo al corazón:
drá el lector el uso que haría la fervorosa niña de la licencia -¿Quieres darme la mamá?
concedida.
-Sí -respondí-, con tal de que también me lleves a mí.
Abusó tanto que, reflexionándolo más tarde, hubo de
-No -respondió la acostumbrada voz-, dame de buena
arrepentirse de ello, considerando que había desobedecido
por dejarse llevar de su capricho. Lo que hacía alrededor de gana tu mamá. Tú debes quedar por ahora con papá. Te la
aquel lecho nos lo dice ella misma: «Me acercaba a mamá, llevaré al Cielo, ¿entiendes? ¿Me la das con gusto?
me arrodillaba a la cabecera de su cama y allí oraba». Su­ Tuve que responder afirmativamente. Acabada la Misa
blime instinto en una niña que no tenía aún siete añ.os. fui corriendo a casa. ¡ Dios mío! Miraba a mamá y lloraba sin
poder contenerme» J.
Esta es la primera locución celestial de que tenemos noti­
Huérfana de madre cia con relación a Gema. La circunstancia de 1a Confir­
mación, esto es, del descenso del Espíritu Santo en aquella
El momento de la separación se acercaba; la enferma, alma inocente, es un buen argumento para inducirnos a creer
· aunque exteriormente no lo parecía, se agravaba por instan­ que Él, sin duda, fue el autor de tales palabras, cuya verdad
tes Y a pesar del próximo fin se mostraba solícita del bien es- confirmaron más tarde los hechos.
20 21
PADRE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA\© ©'~

a encontró a su madre moribunda. Arrodi- -No lloró -declara su tía-, siFio <ql!H} se ©@nserv@, a p,es~
Al volver a Cas
. t al lecho derramó lágrimas amargas arrancadas- del ardiente cariño que profesaba a su madre, tranquila y so­
Hose jun o '
rogó con el corazón anhelante y declaró que no segada, totalmente sumisa a las disposiciones del Cielo.
por e1 do1 or, l ,1
, b donar su cabecera porque deseaba recoger os u -
quena a an ,
timos suspiros de la autora de sus día.s. 1 al d -
Con todo, la enfermedad atajó sus pasos, por o cu ona Toma por madre a la Virgen
. · tió una ligera meJ·oría· mas fue de muy corta dura-
Aurel1a sm ' . .
. , p fin la enferma se agravó de nuevo, sin dejar espe­
cion. or Fue en aquellos momentos de angustia cuando corrió a
ranza alguna de salvación. . postrarse ante la imagen de María para prorrumpir en esta
Gema proseguía siempre amorosa, junto al lecho, sin
ferviente súplica:
querer apartarse de él. Vivía materialmente pegada a aquel
-María, ya no tengo madre en la tierra; sé tú en adelante
lecho de dolor, tanto para alivio de su madre, de la ~u~ se ha­
desde el Cielo mi madre.
bía convertido en pequeña enfermera, como para vigilar -en
«Verdaderamente me valió» -pudo repetir con Santa Te­
su inocencia de siete años- que no partiera sin ella para el
resa de Jesús-, por la singularísima protección de María reci­
Paraíso. «Arrodillada a su cabecera -nos dice- estaba yo ro-
bida a lo largo de los años.
gando siempre». Aun aparte de la pérdida de su madre, la estancia en San
Pero llega un momento en que el padre, que ve una Y otra
vez cómo su hija se echa al cuello de su moribunda madre · Jenaro no debió de ser grata ni espiritualmente provechosa a
· · que siga
para besarla, no tiene ya valor para permitir · jtrrrto a Gema. Cargando las tintas y buscando pecado donde tal vez
su esposa temeroso de que, antes que esta, fallezca Gema~ no había sino ligerísimas imperfecciones, escribe en la Auto­
, h .. d 1 biografía:
Y en este apuro, resuelve don Enrique retirar a su . 1Ja e
aposento, indicándole que vaya con su tía Elena Landi a ?ªn «Estando con el tío cambié completamente de vida. Me
Jenaro y que permanezca allí hasta nueva orden. Obedec10 la encontré con una tía que no se parecía nada a mamá; buena
niña. religiosa, pero que no quería saber nada de iglesia sino hasta
Entre tanto, transida de dolor, como puede suponerse, cierto punto. ¡Cómo echaba de menos el tiempo en que mamá
pero con aquella resignación que ya siempre acompañó su me hacía rezar tanto! Mientras estuve con ella no me fue po­
atribulada vida, enterase Gema que el 17 de septiembre de sible confesarme, y eso que tenía gran deseo ... Cuando estuve
1886, con una muerte santa, había dejado de existir su ma­ con la tía fui siempre mala. Tenía un hijo que me despreciaba
dre. Tenía esta treinta y nueve años de edad. y me pegaba. Un día en que iba a caballo -tenía quince años-,
[Testimonios autorizados de los Procesos recuerdan que la tía me mandó que le llevase no sé qué cosa para cubrirse.
la actitud de Gema al recibir la fatídica noticia del falleci­ Se lo llevé y él me dio un pellizco; le di un empujón tan fuerte
miento de esta madre ejemplalisima fue admirable. Lejos de que vino por tierra, haciéndose daño en la cabeza. La tía me
entregarse a incontrolados excesos de dolor, se limitó a res­ tuvo con las manos atadas a la espalda todo un día. Yo, des­
ponder a quien le comunicó la triste noticia: pechada, 'me llené de rabia, le respondí y le dije un montón
-Mamá está en el Cielo. de cosas y que había de vengarm.e, pero no lo hice»].

22 23
CAPÍTULO II
SU PRIMERA COMUNIÓN
(1886-1887)

En el colegio de las monjas

La tía Elena amaba tiernamente a su angelical sobrinita.


Aquella gravedad, aquella piedad iluminada e insólita en una
niña de tan tierna edad la hacían sumamente cara a su cora­
zón; por eso andaba meditando cómo obtendría de su cuñado
Enrique que la permitiese conservarla siempre a su lado,
para que no sintiera tanto la falta de su madre. Intervino en
esto Ginés, el cual, teniendo por intolerable la separación,
aunque solo fuera por unos meses, de su querida hermana
Gema, trató de persuadir a su padre con toda clase de argu­
mentos que no permitiese aquella separación. El padre, que
tan inclinado se sentía a tener junto a sí a su predilecta hija,
después de reflexionar lo que debía hacer, resolvió llevar a su
lado los hijos dispersos, para proveer a su conveniente ins­
trucción. Ocurrió esto por la fiesta de Navidad del año 1886.
Con esto, pues, volvió Gema a su casa paterna, entre las
lágrimas de alegría de todos los suyos y en particular de su
hermano Ginés, y no consintiendo el tierno corazón del pa­
dre en volver a separarse de ella, poniéndola como interna en
algún colegio, resolvió confiar su educación, como alumna
externa, a las religiosas Oblatas del Espíritu Santo, Herma­
nas de Santa Zita, que dirigían en Luca el Instituto que aún

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PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GE

hoy funciona con gran prestigio, vulgarmente conocido con Se prepara para su Primera Comumimn
el nombre de Guerra, que es el de su fundadora la Beata
Elena Guerra, gran devota del Espíritu Santo, elevada por Her'ida desde mucho antes en el corazón por el amor de
Juan XXIII al honor de los altares. Jesucristo gemía y se deshacía esta inocente paloma en de­
Buen pensamiento fue ese de su padre al confiar la hija a seos de unirse a Él en el Sacramento del amor. Con anticipa­
tan excelentes educadoras, porque, a la vez que de las letras Y ción le había hecho conocer y gustar su santa madre las dul­
zuras que encierra, y para encender más sus deseos,
las artes, cuidan de la instrucción religiosa de las niñas, mo­
frecuentemente la llevaba consigo al pie del tabernáculo,
delándolas al calor de sólida y cálida piedad.
desde donde el Señor acostumbra a enviar rayos y llamar a
Que fue grande la satisfacción de Gema por la resolución
los que le buscan, especialmente las almas sencillas.
de su padre claramente lo demuestran las siguientes palabras [Los fervientes deseos de Gema y las reiteradas peticiones
dirigidas a su director: «En cuanto empecé a ir a la escuela de ' a su padre, a las Hermanas del Colegio y al confesor venían a
las monjas creí estar en el Paraíso». Razón tenía, porque con estrellarse con las costumbres de la época, de no admitir a los
maestras consagradas a Dios por la profesión religiosa, con niños al celestial banquete hasta los diez o los doce años.
ejercicios y prácticas devotas intercalados entre el estudio Y Nueve iba a cumplir Gema, dando la impresión, por su tal
el trabajo, con tantos sermones y conferencias, ella, que vez retrasado desarrollo, de no tener sino seis o siete.
desde la infancia estaba acostumbrada a vivir más para el A fuerza de ruegos y de llanto consiguió se la admitiese
Cielo que para la tierra, forzosamente había de encontrarse recién cumplidos los nueve años. Además de las instruccio­
como en su verdadero centro. nes que para ello se daban en el Colegio, acudía a recibir
Maestras y condiscípulas, al par que admiraban y distin­ otras complementarias en casa de una señora, Rafaela Lupi,
guían a la recién llegada, pronto pudieron apreciar sus raras muerta poco después en olor de santidad.
disposiciones, pues aunque Gema nrocuraba con disimulo te­ Cuando ya solo faltaban diez días para fecha tan memo­
nerlas ocultas, no lo conseguía, ya que el candor de su alrria rable , se retiró como interna al Colegio para practicar un
se transparentaba en todo su ser, especialmente en los ojos; curso de ejercicios espirituales.
por eso una de sus maestras hubo de decirle en cierta oca­ El vivo recuerdo dejado en la mente de Gema por la pre­
sión: «Gema, Gema, si no leyese en tus ojos, no te conocería». paración y recepción de su Primera Comunión lo vemos fiel­
Aunque por la edad era una de las más pequeñitas, la consi­ mente reflejado en la Autobiografía. Plácenos recoger cuanto
deraban todas como la primera por el gran ascendiente que en ella refiere a este propósito:
sobre ellas ejercía. «Por la noche obtuve el permiso de papá y a la mañana
siguiente me fui presurosa al convento, donde estuve por es­
En otro capítulo insistiremos sobre este asunto de la
pacio de quince días. Durante este tiempo no vi a nadie de la
buena conducta de Gema en la escuela y de sus adelantos en
familia. ¡Pero qué bien estaba! [Qué paraíso, papá mío!
el estudio, puesto que en el presente queremos hablar de su
»Aperias me vi en el convento y tan contenta, corrí a dar
Primera Comunión, que la piadosa niña quiso hacer cuando gracias a Jesús en la capilla y le rogué fervorosamente me
hubo entrado en aquel Instituto.
dispusiera para recibir con fervor la Primera Comunión.
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27
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

»Pero tenía otro deseo además de este. Mi mamá, cuando Monseñor Volpi3. Acabé de hacerla el sábado, vigilia del día
era pequeñita, me enseñaba el crucifijo y me decía que Jesús feliz».
había muerto en la cruz por los hombres; más tarde se lo oía
repetir a las maestras, pero nunca había entendido nada Y
hubiera deseado saber al dedillo toda la vida de Jesús y su Día feliz
Pasión. Manifesté este deseo a la maestra, y comenzó día por
día a explicarme alguna cosa, escogiendo para ello la hora en «Llegó por fin la mañana del domingo; me levanté muy
pronto y corrí a Jesús para recibirle por primera vez. Fueron
que las niñas estaban en cama...
apagados finalmente mis anhelos. Entonces comprendí por
» Una tarde me explicó algo acerca de la crucifixión, de la
primera vez la promesa de Jesús: "Quien se alimenta de Mí
coronación de espinas, de los dolores de Jesús. Me lo explicó vivirá de mi vida".
tan bien, tan al vivo, que sentí compasión tal y tanto dolor,
que me sobrevino al instante una fiebre muy alta, por lo que
hube de estar todo el día en cama. Desde ese día, la maestra 3
Puesto que monseñor Volpi habrá de ser confesor y director de Gema
cortó toda experiencia. hasta la muerte de la sierva de Dios, vamos a dar de él alguna ligera referen­
cia. Nació en Luca, en 1860, de distinguida familia, y en la misma ciudad
»Entré en Ejercicios el día... 1 de junio y fueron predica­ cursó los estudios eclesiásticos. Uno de sus primeros cargos fue el de cape­
dos por don Rafael Cianetti2. Todas las niñas se mostraban llán en el colegio donde Gema se educaba. En el momento al que hace refe­
rencia la Santa solo tenía veintisiete años. Más adelante fue deán de la cate­
' muy solícitas para prepararse bien para la recepción de Je­
r
sús; solo yo entre tantas era la más descuidada y negligente;
dral, hasta que en 1897 fue preconizado obispo auxiliar del anciano
arzobispo, monseñor Nicolás Ghilardi.
Fallecido este en 1904, le nombró San Pío X para la diócesis de Arezzo,
. no me cuidaba de mudar de vida, oía los sermones pero luego
los olvidaba. a la que renunciará en 1919 para trasladarse a Roma donde le nombró Bene­
dicto XV arzobispo titular de Antíoquía de Pisidia y canónigo de Santa Ma­
menudo, o, por mejor decir, todos los días, aquel buen
»~ ría la Mayor.
Falleció santamente en 1931, dos años antes de la beatificación de su
predicador decía: "Quien se alimenta de Jesús vivirá de su santa dirigida.
vida". Palabras que a mí me llenaban de consuelo y me ha­ Santa Gema le tuvo siempre en profunda veneración y, aun cuando sur­
cían razonar así: luego cuando Jesús esté conmígo gieron las vacilaciones de que nos ocuparemos más adelante, nunca se sintió
.. ~ yo ya no inspirada a dejarlo. Cuando se encargue el Padre Germán de la dirección de
vrvire en mí, porque será Jesús el que vivirá en mí. y moría Gema, lo hará como director extraordinario, recomendando siempre a la
del deseo de poder decir pronto estas palabras . A veces pa- Santa ciega obediencia al director ordinario.
Monseñor Volpi llevaba la dirección de Gema casi exclusivamente en el
sa~a _noches enteras meditándolas y consumida del deseo de confesonario, y de ordinario con grandes apremios de tiempo. Gema nece­
recibir a Jesús. sita desahogarse y buscar dirección por carta. Se conservan 85 de esas car­
tas. En cambio, de monseñor Volpi a la Santa solo se ha podido recoger una,
»Me preparé para la confesión general con tanto trabajo brevísima, lo que revela que Gema recibía contestación a sus preguntas y
de aquellas buenas Hermanas que la hice en tres veces con ansiedades en el confesonario.
Que no estaba suficientemente preparado en su juventud para una di­
1 rección tan complicada, lo reconocerá humildemente en sus postreros años.
La Santa no indica el día. Debió de ser el 9 o 1 O de junio. A pesar de ello, fue un esclarecido director de almas, por lo que le denomina­
2
Párroco de San Lorenzo, en el suburbio de Luca. ban cuantos de cerca le trataban «un nuevo San Francisco de Sales».

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PAD RES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

»Papá mío, lo que pasó en esos momentos entre Jesús y El día de su fiesta
yo no sé expresarlo. Jesús se dejó sentir en mi alma de una
manera muy fuerte. Comprendí entonces que las delicias del Todos los años conmemoraba con especial devoción
Cielo no son como las de la tierra. Me sentí presa del deseo de aquel gran día, al que llamaba «el día de su fiesta». El que
hacer continua aquella unión entre Jesús y yo. Cada vez me quiera saber en qué consistía tal devoción lea la siguiente
sentía más cansada del mundo y más dispuesta para el reco­ carta que, en uno de aquellos días, junio de 1901, dirigió a su
gimiento. Fue esa misma mañana cuando Jesús me dio de, director. La carta tiene dos partes, la primera fue escrita es­
seos de ser religiosa. tando en éxtasis, lo que sucedía con frecuencia, y muchas
»Antes de salir del convento hice por mi cuenta algunos veces a la vista de sus íntimos; esta parte es una especie de
propósitos para regular mi vida: introducción y dice así:
l.º Me confesaré y comulgaré cada vez como si fuera la «Padre mío: Ignoro si usted sabe que el día de la festivi­
última. dad del Sagrado Corazón es también el de mi fiesta. Ayer
2.º Visitaré a menudo a Jesús Sacramentado, en especial pasé un día celestial, pues estuve con Jesús, hablé constante­
cuando me viere afligida. mente con mi Jesús, fui feliz con Jesús, y todavía pienso en
3.º Me prepararé para las fiestas de la Virgen con alguna Jesús ... Fríos pensamientos del mundo, apartaos de mí, que
mortificación y todas las noches pediré la bendición a la Ma­ yo no quiero más que estar con Jesús».
dre del cielo. Luego, replegándose sobre sí misma, como tenía por cos­
4.º Caminaré siempre en la presencia de Dios. tumbre a fin de humillarse, después de exhalados estos sus­
S.º Cada vez que oiga sonar el reloj repetiré tres veces: piros de amor, continúa: «Jesús mío, ¿me soportas aún?
"Jesús mío, misericordia". Cuanto más pienso en mis faltas, tanto más me entristezco y
Hubiera querido añadir algunos más, pero no me lo per­ no hay cosa que me calme, Jesús misericordioso, como no
mitió la maestras], sea acudiendo a tu inmensa piedad».
La dichosa impresión ocasionada en el corazón de Gema Después de haberse desahogado sale del éxtasis y, advir­
por su Primera Comunión no se borró jamás. tiendo que tiene la pluma en la mano para escribir una carta,
La bendita niña -dice una de sus maestras- recordaba he aquí la sencillez con que expone su pensamiento:
con indescriptible gozo este hermoso día, y en las horas de «Reverendo Padre: ¿Adónde se dirige mi imaginación?
recreo procuraba en su conversación llevar a la memoria los Pues al hermoso día de mi comunión primera. Ayer, fiesta
dulces consuelos experimentados en tan afortunado rn o­ del Sagrado Corazón, experimenté nuevamente la alegría
~ento. Durante los ejercicios espirituales que preceden que sentí cuando por primera vez comulgué. Fue un día ver­
siempre a la Primera Comunión de nuestras alumnas su ale­ daderamente celestial. Pero ¿qué importa experimentar se­
gría llegaba al colmo, tomando parte en ellos como si tam­ mejante dicha un solo día, pudiendo gozar de ella perpetua­
bién debiese ella en cada año acercarse por primera vez a mente? El día en que comulgué por primera vez fue aquel en
comulgar. el cual más se encendió mi corazón en amor a Jesucristo.
¡Cuán feliz era cuando, con Jesús en el corazón, pude excla­
mar: Dios mío, vuestro corazón es el mío y lo que a Vos hace

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PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.

dichoso me hace dichosa a mí! ¿ Qué me faltaba para ser fe­


liz? Nada. Comparo la paz interior que experimenté el día de
mi Primera Comunión con la que siento hoy y no hallo dife­
rencia».
Después, volviendo en sí misma como antes, para humi­
llarse, añade: «Padre mío, todos los días no son iguales. Días
hay en que me avergüenzo de mí. ¡Cuántas veces di entrada a
las lisonjas del mundo! Deseo que Jesús me quite el corazón Y
tome posesión de él, si no quiere que se lo arrebate nueva­ CAPÍTULO III
mente con mis pecados». EJEMPLOS DE VIRTUD EN EL COLEGIO
«Dios mío -escribía arrobada de nuevo en éxtasis-, haz (1888-1893)
un manojo de mis perversas inclinaciones y acércalo a tu
Corazón, para que con el fuego de tu amor se consuma. Bien
sé, Dios mío, que no soy digna de tanta solicitud, pero pondré << Yo no conozco este pecado»
especial empeño en domar mis pasiones; te prometo no acer­
carme a tu Mesa sin haberme antes vencido a mí misma». Con el fervor singularísimo que hemos visto sacó Gema
Me haría interminable si reprodujese todos los rasgos de de las solemnes fiestas de su Primera Comunión emprendió
elocuencia que emplea escribiendo sobre su Primera Comu­ de nuevo sus ejercicios escolares, en los que puso además
nión; basta con lo que he copiado para que el lector se forme aquella acostumbrada diligencia, piedad y aplicación que la
idea suficientemente clara del corazón que encerraba su pe­ hacían cada vez más querida de sus compañeras y maestras.
cho y de la altura a que se había elevado, a la edad de nueve «Era el alma del colegio; nada se hacía sin ella durante el
años, este ángel de la tierra. tiempo que permaneció con nosotras. Sus compañeras la te­
Bienaventurada Gema, a quien fue concedido conocer los nían gran cariño y se complacían en asociarla a sus juegos y
misterios del reino de Dios, ocultos a la mayoría de los hom­ diversiones a pesar de que era de natural retraído, concisa en
bres, y gustar las delicias del maná eucarístico, dispuesto por el hablar, en el obrar tardía y aun aparentemente sin gracia».
Aquel que dijo: «El que comiere mi carne y bebiere mi sangre En verdad que exteriormente así lo parecía; pero no por­
conseguirá la vida eterna».
que fuese tal su temperamento. Hablaba poco por temor de
que, disipándose por los sentidos, no tropezase y ofendiese a
Dios, como muchas veces confesó ingenuamente. Y como sa­
bía dominarse, lo que era fruto de virtud parecía condición
natural, y aún hubo quien, viéndola tan seria y reservada en
la conversación, llegó a calificarla de altanera y soberbia.
«¿Que soy soberbia? -respondía sonriéndose-. ¡Bah!, si no
contesto, es porque no entiendo o no sé qué decir; y como no
sé si contestaría bien o mal, determino callarme, y adiós».
A su regreso del colegio, un día dijo Gema a su tía:
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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GA!filG~I!

«La Madre me ha dicho: no ser por la violencia que se hacía, hubiera siclo gl!.lgmetoro.a
-Gemita, Gemita, esta mañana has hecho un acto de so­ como alguien ya dijo, y que, dado su ingenio vivo y perspicaz,
berbia. hubiera dominado a las personas que la rodeaban.
-Tía, dígame, ¿cómo se hacen los actos de soberbia? Ex­ ¡ Cuántas veces la vi reprimir los primeros movimientos
plíqueme qué cosa es un acto de soberbia, que yo no conozco de carácter, hasta con fuertes contracciones musculares!
este pecado. ¡Cuántas veces tuve ocasión de admirarme al ver virtud tan
-Háztelo referir por la superiora -respondió la tía-. constante y espontánea en una niña!
Gema obedeció. A la hora de clase preguntó a la maestra Esto mismo confirman otros.
con cara de extrañeza: «Era de natural vivo, pero pacífico, porque sabía siempre
-Dígame: ¿es que yo he realizado un acto de soberbia? vencerse. No se perturbaba ni porfiaba jamás; si al sobrevenir
Ante tanto candor e ingenuidad, la Madre en un momento alguna disputa se la injuriaba, respondía primero con una
lo comprendió todo y se apresuró a responder: mirada amable y luego se sonreía, pero tan dulcemente que,
-No, no, Gema; no has cometido nunca ninguno. Díselo a por lo general, su adversaria se sentía obligada a colgarse de
tu tía. Tú vienes a la escuela, te portas bien y estudias mucho. su cuello para estrecharla contra su corazón».
A su regreso por la tarde, Gema, contenta, dice a los de su «Otras veces -dice un testigo- sucedía que, atribuyéndo­
casa:
sele un desorden ocurrido en casa, era regañada hasta con
-No, no he cometido ningún pecado de soberbia; pero es­ ira. Entonces Gema, después de lamentarlo en silencio, hu­
toy contenta de conocer, por lo menos, que existe ese pecado. biese o no razón para ello, con voz sumisa decía:
Más tarde, siendo mayor, al recordar que alguna vez se la
-No se moleste, no se incomode; seré buena, tenga la se­
abía tachado de soberbia, añadía con su candor y humildad guridad de que no lo haré más».
sin igual:
¡Tan dueña de sí misma era este ángel!
-Sí, con todo tenía aquel pecado; mas Jesús sabe si lo co­
La falta de donaire de que antes se hizo mención proce­
nocía o no. Muchas veces me presenté a las maestras, a todas
día de su natural franco y sencillo, propio exclusivamente de
las educandas y a la Madre superiora para pedir perdón por
esta bendita niña. Para ella el sí era sí, y el no, no; lo blanco,
este pecado, y luego por las noches, y en otras muchas ocasio­
blanco; y lo negro, negro. No había pliegues en su corazón;
nes también, oraba en mi interior; no conocía este pecado.
tal como lo sentía así lo expresaba, sin emplear medias pala­
¡Ojalá tuviéramos todos tal soberbia, en la que hallamos
tan hermosos frutos de humildad!». bras para conseguir una cosa ni para tratar con las personas.
No sabía qué cosa fuese lo que el mundo llama ceremonia o
cortesía y, contenta con la observancia de las reglas más
El natural de Gema esenciales de urbanidad, no quería saber más; a todos ha­
blaba con sinceridad, sin llegar a comprender que hubiese
quien echase a mala parte tal sinceridad.
El verdadero natural de Gema era vivaracho; los que de
Y en verdad que nadie se ofendía por aquellos modales,
cerca la observaban llegaron a creer que era de tempera­
solo en apariencia sin garbo; antes bien, cuando esta niña
mento sanguíneo y que la sangre le hervía en el cuerpo y que, a cogía el hilo del discurso, lo que no sucedía fácilmente, se
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PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

quedaba uno escuchando y hablando con ella horas enteras, palabra divina; por esto se ponía muy contenta los días en
sin sentir el más ligero disgusto. Lo mismo sucedía en la es­ que el sacerdote venía a explicar el catecismo. Lo mismo ha
cuela, donde, como ya hemos visto, todas las alumnas que­ de decirse de los demás sermones que se escuchaban en el
rían a Gema con predilección, hasta el punto de que, al dejar Instituto en las varias fiestas del año. Habíase propuesto, a
el colegio por haber caído enferma, hubo un duelo general imitación de la venerable Bartolomea Capitanio, hacerse
entre las niñas. santa, y yo se lo recordaba a menudo diciendo: ¡Piensa,
[El que Gema se preocupara poco de contentar a las cria­ Gema, que debes ser piedra preciosa!».
turas, teniendo el corazón y la mente fijos en Dios, provocaba Hasta aquí la Hermana Julia Sestini.
efectivamente juicios muy encontrados. Algunos tomaban su El haberse propuesto Gema por modelo en la consecu­
reserva como acto de hinchazón o soberbia. Para otros era ción de la santidad a la venerable Bartolomea Capitanio tuvo
signo de apocamiento y grosería. Sin preocuparse mayor­ origen en el siguiente suceso: quiso cierto día sor Julia entre­
mente de unos y otros, contestaba con mucha humildad: tener santamente a las niñas de su clase echando suertes so­
-¿Cómo voy a complacer al mundo? Realmente soy muy bre a quién le tocaba ser santa. Para ello tomó en la mano
estúpida. ¿Qué extraño que me tengan por lo que soy?]. tantos palillos como niñas había. Los palillos eran todos
iguales, excepto uno, el de la suerte, que era el más largo.
Ocultos por uno de los extremos, cada niña iba tirando de
Gema y sus maestras uno, y la que tiraba del de la suerte debía ser santa. Tiró de él,
casual o providencialmente, nuestra Gema, y sin poder con­
Veamos ahora los términos en que se describe la admira­ tener el júbilo, dio un salto, y viendo en aquello algo más que
ción que por Gema sentían sus maestras, sacados de la ex­ un entretenimiento infantil, exclamó resuelta:
tensa Memoria que extractamos: -Sí, me haré santa.
«En cuanto a las maestras, tuvieron siempre en gran es­ En la vida de la venerable Bartolomea se lee un hecho
tima Y cariño a su alumna. La que suscribe tuvo, por razón idéntico, del que tomaba pie sor Julia para decir a Gema:
de su cargo, ocasión de tratar muy de cerca a Gema, más que -Piensa que debes ser una gema preciosa.
las otras Hermanas, por lo cual pudo admirar constante­ Pronto pudo echar de ver también esta fervorosa religiosa
mente su sólida piedad y su sencillez infantil. Desde el primer que Gema suspiraba en todo momento por escuchar lecturas
d~a que la conocí me pareció que su alma era tan estimada de e instrucciones acerca de la Pasión del Redentor y que du­
Dios como desconocida del mundo. Noté después, al inculcar rante ellas se deshacía en tiernas lágrimas.
Y enseñar a las alumnas que hiciesen un rato de meditación «Acostumbrábamos -declara sor Julia- explicar a nuestras
por la mañana Y un momento de examen por la noche, que alumnas, singularmente durante la Cuaresma, la Pasión de
ella ya conocía tales prácticas. Las tomó con verdadero em­ Nuestro Señor Jesucristo. Gema la escuchaba atentísima, vién­
peño; pero jamás pude conseguir que me dijese el tiempo que dosela llorar y, que nunca se cansaba de oírla. Una vez se le­
en ellas empleaba, Y solo por la respuesta que daba a medias, vantó con otra niña y acudiendo las dos a mí, me preguntaron:
cuando se lo preguntaba, comprendí que empleaba mucho -¿Dónde lee esas cosas? Queremos proporcionarnos ese
tiempo, especialmente en la meditación. Gema ansiaba oír la libro para estudiarlas y meditarlas más despacio».
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PADRE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GAlhGANI

[A pesar de los reiterados testimonios sobre la vida edifi­ Devotísima de Jesús Crucificado
cantísima de Gema en el colegio, cuando ella recuerde más
adelante su vida de colegiala y la contemple desde las excelsi~ Como no hay verdadera santidad si no se forma a los pies
tudes de su vida mística, a la que el Señor la ha elevado, le de Cristo crucificado, infundiole el Señor en su alma un gran
deseo de conocer siempre mejor este gran misterio.
parecerá abominable y escandalosa. En la Autobiografía lee­
«La maestra que en tiempo de los ejercicios de la sagrada
mos una confesión desconcertante, a la que más adelante ha­
comunión me había explicado la Pasión, cierto día -acaso por­
bremos de referirnos. Parece cierto que en estos años sufrió
que veía en mí un cambio- se determinó a explicármela, pero
una crisis en la piedad y en los estudios, pero sin que llegara lo hizo muy despacio, porque me repetía con frecuencia:
a ser, ni mucho menos, tan grave como ella la describe. -Gema, eres de Cristo y has de ser toda suya. Sé buena,
Reconoce en medio de todo que el tiempo de esa con­ haz que Jesús esté contento de ti; mas para esto tienes necesi­
ducta fue breve, contrapesado por su caridad para con los po­ dad de mucha ayuda. La meditación sobre su Pasión ha de
~res, ya que continúa: ser para ti la cosa más querida. ¡Oh si te pudiese tener siem­
«En este espacio de tiempo, que se prolongó durante un pre conmigo!
año entero, la única cosa que me había quedado era la cari­ »Aquella buena maestra había adivinado mi pensamiento.
dad para con los pobres. Siempre que salía de casa quería Otras veces me repetía:
llevar conmigo dinero, y si papá a veces me lo negaba, llevaba -Gema, ¡cuántas cosas te ha dado Jesús!
pan, harina... y otras cosas, y parece que Dios quería que -Yo, que nada de esto sabía, permanecía muda» -nos
siempre encontrase pobres, pues nunca faltaban tres o cuatro dice Gema.
cada vez que salía de casa. A los que llamaban a la puerta les Sin embargo, de esto, la piadosa muchacha anhelaba en­
daba ropa interior y cuanto me venía a las manos. tender lo que le parecía que no alcanzaba, y dirigiéndose a su
»El confesor me lo prohibió y ya no lo volví a hacer. Por buena maestra, con grandes y repetidas instancias le.rogó y
este medio obró Jesús en mí una nueva conversión: papá ya suplicó, hasta conseguirlo, que le prometiera darle más expli­
caciones de todo aquello durante una hora, todos los días que
no me daba ni un céntimo, de casa no podía coger nada Y
en la escuela ganase diez puntos, que era la calificación
cada vez que salía no encontraba más que pobres que venían
máxima así en estudio como en labores.
corriendo hacia mí. No les podía dar nada y esto me daba
«¿Qué mejor premio que este?» -decía Gema en su inte­
tanta pena que estaba llorando continuamente; por e s t a rior.
causa determiné no salir de casa sin verdadera necesidad Y Y redoblando su aplicación, desde aquel día consiguió
acabé por asquearme de los vestidos y demás cosillas. Traté casi siernpre los consabidos puntos de mérito y tuvo asegu­
de hacer nueva confesión general y no me fue concedido; me rada, por lo regular, la ansiada hora de explicación.
confesé empero de todo, y Jesús me dio un dolor tan grande, «¡Cuántas veces -me decía ella un día- lloramos juntas la
que todavía lo siento». maestra y yo contemplando el amor que Jesús nos tuvo al
Fue, a pesar de esta declaración tan humilde, la niña pia­ padecer tantos tormentos por nosotros, ingratos pecadores!».
dosísima que nos describe su director y el encanto del colegio Su directora le enseñaba el modo de hacer alguna ligera
que nos retratan sus profesoras]. mortificación corporal para compensar a Jesús, de tanta falta
38 39
PADRE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.
SANTA GEMA GAE.GANI

de gratitud, dándole a conocer diferentes instrumentos de pe~


Deseosos de que se distrajese, por la mañana le impedían
nitencia, que la fervorosa niña se procuró y con sus propias
salir y permanecer durante largo rato en la iglesia, y por la
manos arregló; pero, por más que hizo luego para usarlos,
tarde la obligaban a salir a paseo bien vestida, como sus de­
nunca se le dio permiso.
más hermanos, con mil otras cosas más, que a la pobrecilla le
Mientras tanto, por consejo de la misma directora, aque­
amargaban grandemente el corazón.
llos deseos de mortificación corporal los sustituía con la de la
Mas Dios vino pronto en su ayuda, permitiendo que el 15
lengua, ojos y demás sentidos; pero sobre todo de la volun­
de marzo del año siguiente ( 1890) muriese su tío Mauricio;
tad, ejercicio en el cual fue ya admirable todo el resto de su
vida, según veremos luego. por lo cual, como dos años antes hubiera pasado ya a mejor
vida el abuelo Carlos, las dos tías, Elena y Elisa, fueron a vi­
vir a casa de su hermano Enrique, el padre de Gema.
IJ?rimeras pruebas Ambas eran piadosísimas señoras, muy amantes de sus
sobrinos; de aquí que Gema, al entrar en casa sus tías, se en­
[No pasaría Gema de los doce años cuando el Señ.or la contrase más dueña de sí misma, pues con ellas oía todos los
sometió a duras pruebas espirituales, que vinieron a consti­ días Misa antes de marchar a la escuela; con ellas iba por la
tuir el principio de lo que los teólogos denominan «purgato­ tarde a visitar el Santísimo Sacramento y con sus tías rezaba
río místico». y se entretenía en santos pensamientos; en una palabra, le
Habíala visitado el Señor hasta entonces con grandes parecía haber vuelto a los hermosos días en que vivía su ma­
consuelos Y extraordinarias mercedes. Por este tiempo quiso dre. Desde esta fecha en adelante no dejó ya la comunión; al
probarla haciéndole pasar por el martirio interior, que tan principio tres veces semanales, por no consentirle mayor fre­
doloroso resultaría a su alma, pero del que saldrá más Y más cuencia su confesor, y después, cada día, progresando sin ce­
enfervorizada. sar en la vida espiritual, según candorosamente atestigua ella
Juzgándose muy grande pecadora, pedía frecuentemente misma: «Jesús se hacía oír cada vez más de mi pobre alma,
perdon a las maestras, a su padre, a sus hermanos y hasta a diciéndome muchas cosas, y en ocasiones me hacía gustar
sus compañeras; lloraba con muy hondo pesar sus ligerísi­ grandes consuelos».
mas faltas Y, de permitírselo hubiera ejercido en su cuerpo
los rigores usados por los m~ famosos anacoretas.
. Con tales arideces y santos ejercicios se preparaba la Ejercicios espirituales
sierva de Dios a n uevos y muy senalados
_ favores ] .
Verdad es que a los de su familia, ignorantes como esta­
[En 1891, es decir, cuando acababa de cumplir los trece
ban de los designios de Dios sobre aquella jovencita que ha­
afias, al practicar los ejercicios anuales en el colegio, recibe
bía de ser ensalzada a gran santidad, no acababa de agradar­
especiales luces del Cielo y formula propósitos de muy alta
les tan nuevo género de vida como el que llevaba Gema, por
lo que hubieron de reñirla con frecuencia. perfección. Véase cómo recoge en la Autobiografía el re­
cuerdo que de ellos conservaba:
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41
PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA G~GA!NI

«Me acuerdo que el buen sacerdote repetía: "Recordémo­ Primera aparición del Angel
nos que no somos nada; Dios lo es todo, Dios es nuestro crea­
dor, toa.o cuanto tenemos lo tenemos de Dios". [A esta ocasión se remonta la primera aparición y locución
»Pasados unos días, recuerdo que el predicador nos angélica que conocemos. Escribe en la Autobiografía:
mandó tener la meditación sobre el pecado. Entonces sí que « Un día, bien lo recuerdo, me regalaron un reloj con ca­

reconocí verdaderamente, Padre mío, que era digna de que dena de oro; yo, vanidosa como era, no veía el momento de
todos me despreciaran; ¡me veía tan ingrata para con Dios Y lucirlo, saliendo fuera con él... Salí, en efecto, pero al volver e
tan llena de pecados! ir a desnudarme vi a un Ángel -que ahora conozco era el mío­
»Luego tuvimos la meditación sobre el infierno, de que que me dijo muy serio:
me reconocí merecedora, y en esta meditación formulé el si­ -Recuerda que los preciosos arreos que han de hermosear
gt.tiente propósito: "haré entre día actos de contrición, en es­ a una esposa del Rey crucificado no pueden ser otros que las
pecial si c0metiere alguna falta". espinas y la cruz.
»En los últimos días consideramos los ejemplos de hu­ »Reflexíonando sobre tales palabras, formulé este propó­
mildad, dulzura, obediencia y paciencia de Jesús; de esta me­ sito: por amor de Jesús y para agraciarle únicamente a Él, ja­
fütación sag_ué también dos propósitos: mas llevaré ni hablaré de cosas de vanidad. Tenía también un
l.º Visitar todos los días a Jesús Sacramentado y hablarle anillo en el dedo; me lo quité y nunca más lo he vuelto a lle­
más con el corazón que con 1a lengua. var»].
2.º Procuraré muy de veras no tener nunca discursos in­ Referente a los trabajos que se acostumbraban hacer en el
útiles o inlliferentes, sino que hablaré de cosas del Cielo. colegio, consiguieron algunas veces las maestras vencer la re­
»Acal5aclos los ejercicios obtuve del confesor licencia para
pugnancia que para exhibirlos mostró constantemente la hu­
comulgar tres veces por semana, práctica en la que perseveré
milde niña obligándole a exponer sus composiciones en prosa
cerca de tres años, hasta 1895» ].
y verso, los ejercicios de francés, aritmética y otros semejantes,
lo cual prueba su habilidad y éxito en los estudios. Cuéntase
también que, viéndola demasiado aplicada al estudio, los de su
Aplicación
familia llegaron a decirle en diferentes ocasiones: «¿Por qué
estudias tanto? ¿No te basta ya con lo que sabes?».
": ?esar de esto, no vaya a creerse que por la prolongada
oración Y especial empeño en las cosa espirituales diese de
ª
lado sus deberes escolares. Nada de eso; era de las más dili­
Muerte de su hermano Ginés
gentes, se aplicaba cuanto sus fuerzas se lo permitían con
aplauso general, y ganaba en los exámenes de fin de afio los
primeros premios. En el curso de 1893 a 1894 obtuvo el gran Entre tanto se le preparaba a la buena familia otra gran
premio de la Medalla de Oro en Religión, premio que solo se desventura. El hermano Giriés, de quien se hizo mención
c:mcede a las alumnas que durante el curso entero consiguen anteriormente, había contraído la enfermedad de que murió
siempre diez puntos en las lecciones de doctrina cristiana, su madre y estaba al borde del sepulcro. Gema y él se ama­
que es la máxima puntuación. ban tiernamente; eran dos almas que marchaban acordes en

42 43
PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.

CAPÍTULO IV
VIDA DE GEMA EN EL HOGAR. HEROICA
PACIENCIA EN LAS GRAVES DESGRACIAS QUE
LE SOBREVINIERON (1894-1897)

A sus diecisiete afias

Libre de las preocupaciones escolares, dedicose con


ahínco la piadosa virgen a las labores domésticas y al cui­
dado de sus hermanitos, procurando con las obras, consejos
y buen ejemplo dirigirles por el camino de la perfección cris­
tiana. Acababa de cumplir Gema hacía algunos meses dieci­
siete años de edad. Aunque intenté adquirirlas, no llegaron
. , Y parece que le oyó el Cielo, pues al cabo de dos añ.os mu­
hasta mí muchas noticias de su magisterio doméstico; ello no
n~ el afectuoso padre, según veremos en el capítulo siguiente,
obstante, por lo relatado hasta aquí, lo referido por los her­
mientras Gema curó pronto. Con todo, tan débil y en tal es­
tado quedó que el médico dijo que debían sacarla del colegio manos de Gema y la familia Giannini, y particularmente por
e impedir que continuase estudiando. Resignada a la volun­ el espíritu de la bendita criatura, fácil es deducir lo que sería
tad de Dios Y a lo que su padre ordenaba, volvió tranquila a la capaz de hacer esta en el hogar.
soledad del hogar doméstico. [Los informes que faltaban al director de Gema nos los
proporcionan en abundancia los Procesos. De ellos recogemos
que al abandonar el colegio empezó dividiendo su tiempo en­
tre los quehaceres domésticos y los ejercicios de piedad.
El horario al que sometía su vida variaba muy poco del
que seguía cuando iba al colegio. Se levantaba muy temprano
y la primera cosa que hacía era rezar las oraciones de la ma­
ñ.ana. Después salía a oír Misa y comulgar, acompañada de
44
FAD RES GERM ÁN y BASILIO ' C. p.
SANTA GEMA GALGANI
tías de su hermana Julia. Lo restante de la
alguna de sus 1 O , . Vida ejemplar
_ d
manana 1 o e h.. dº""aba a las faenas domesticas.
- ,
Ror la tarde daba un paseo en oorrrp arra a de su padre, ha- El buen ejemplo que daba a los de la casa con su edifi­
cía la visita al Santísimo, que la prolongaba, siempre que las cante conducta era muy señalado; de ahí que fuera admirada
ocupaciones domésticas se lo permitían, por espacio de una aun por los extraños, que a cada paso la recuerdan. Entre
ffora. Al anochecer empleaba largo rato en oración, rezando otros, hubo un criado, Pedro Maggi, que frecuentemente
finalmente todos los días de rodillas el rosario entero. acompañaba a la joven cuando salía. Este hombre, para ex­
Además intenumpía, según llevamos dicho, una o varias presar la admiración que le causaba la virtud de su joven
veces el sueño durante la noche para encomendar al Sefior, ama, solía exclamar:
i:2or es9acio de un cuarto de hora, su pobre alma. -¿ Qué quieren que les diga? No hay más que una Gema.
A pesar de ser tan grande la virtud de este ángel dentro del
hogar doméstico, figurábase ella que carecía de dones celestia­
les, por lo que continuamente se estimulaba para adquirirlos.
Así, decía a cada paso: «Gema, hay que cambiar y entregarse
Por este tiempo y ., d por entero a Jesús». De todo sacaba partido para enfervori­
. , con ocasión e sus inocentes paseos, le zarse, lo mismo de las fiestas y solemnidades de la Iglesia que
ten-"cü0 el mundo un 1
lar el . ~.1 azo cauteloso, que solo sirvió para reve- de la hermosura de la naturaleza o del cambio de las estaciones
sme.~ar amor a la d
E 1 pureza e 1 a angelical doncella. y aun, como hemos visto, de los juegos infantiles.
ue e caso que un ofíci1 l ., .
honestas inten .
. c1ones, se hací
ª del ejer-crt o , al parecer con muy
.
A fines del año 1895, como el pensamiento del año nuevo
acompañaba e 11 1
e Paseo su t'1
ª encontradizo con ella cuando la llevase a su corazón anhelos de más perfecta vida, levantán­
Gema renía por cosi
h b
b
urn re carní
ª en 1 ugar de su padre. Como dose repentinamente del lugar de la meditación, tomó el libro
ec a a de ver. Ad . triar- con los ojos bajos, no lo de memorias donde apuntaba sus propósitos, y escribió el si­
afl¡ · vertida por los I guiente:
gió en extremo· d que o habían observado, se
oraci .. ' erramó co · «En este Año Nuevo me propongo hacer nueva vida. Lo
ori, tomó la resol . piosas lágrimas y tras larga
casa sino _ . . ución de n 0 . ' que en este año me sucederá no lo sé; pero me entrego a Ti,
Paia dmgirse a 1 . sa 1 ir voluntariamente de

Su tía El·
isa remonta
ª Inmediata ig · l -
esra de San Frediano.
Dios mío; todas mis esperanzas y afectos son para Ti. Sé que
iempo en qu l 1
e encuent 1 soy débil, Señor, mas con tu auxilio, espero y resuelvo vivir
toda e ª santa iba 1 . ro con este oficial a cerca de Ti».
suerte de 1·nf0 a cole ·
en relacio rmes, solicit- d gio, Y afiade que, dando ¿Qué maravilla es, pues, que la bienaventurada alma de
nes con Ge o e ella .
del joven d. . .. rna, Apen Permiso para entrar Gema, puesta en tan feliz estado, despreciase con tal desdén
ic1endole· as advert·d ,
-Vam . · i a de ello, la aparto la vida presente y suspirase por el Paraíso con vivísimos de­
os 1nmect·
Una vez lI iatarnente a seos?
egada a ll casa
-Sepa e ale ad • ... · Según hemos visto, ya se había engendrado tal anhelo en
que no quie Vtrt10:
su corazón siendo tierna niña. Dígalo ella misma, llegada a la
46 ro ver hornbre .
Junto a mí]. adolescencia:

47
PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P.
SANTA GEMA GATuG~

el momento en que mi madre me inspiró el deseo •


« D es d e Gema no era, por cierto, novicia en. la ardua ¡¡>.a'IJ.estira\ elfo
, lo he anhelado siempre, de modo que, si Dios me padecer, pues siendo estimada del Señor, desde su @liim.ileliia:
del P araiso. . .
hubiese permitido elegir, habría preferido salir del cuerpo y , infancia tuvo ocasión de ejercitarse en la lucha, come l@ con­
volar al Cielo. Siempre que me sentía mala y con fiebre expe­ fesó ella misma a su director:
rimentaba gran consuelo, mas era también para mí gran do­ « Puedo asegurarle que desde que murió mi madre no ha

lor el sentirme renacer las fuerzas después de alguna enfer- pasado ni un solo día en que, aunque poco, no haya padecido
medad. algo por Jesús».
»Así un día, después de la sagrada comunión, pregunté a
Jesús por qué no me llevaba al Paraíso: "Hija mía -me con­
testó-, porque en el tiempo de tu vida te daré muchas ocasio­ Desgracias familiares
nes de mayor mérito, redoblando en ti el deseo del Cielo Y
soportando tú con paciencia la vida"». Gema, que así ha­ Pero entonces, que no se trataba ya de la infancia, sino de
la edad madura, el Señor apretaba su divina mano y daba
blaba, tenía entonces solo dieciocho años.
golpes maestros.
Fue el primero de estos cierta enfermedad grave que le en­
vió a uno de los pies, la caries de un hueso, acompañada de
Anhelos de asemejarse a Jesús
agudos dolores. La virtuosa joven, creyendo al principio que
no era cosa de importancia, soportó el mal con paciencia,
(A este tiempo se refieren las ansias que devoraban a la pero por falta de cuidado la caries se extendió, el pie empeoró
sierva de Dios por asemejarse a Jesús en los padecimientos. muchísimo y fue preciso ponerse en manos del cirujano.
Dejémosle que nos las explique: Este, al ver el estrago ocasionado por la caries, temió que
«Tamb·, ien este año, 1896, se despertó en mí otro deseo: e1 fuese necesario amputar el pie; pero antes intentó una opera­
de amar mucho a J esus ' cruciifi cado y al mismo tiempo pa de- ción parcial, descubriendo el hueso, el cual raspó y seccionó
cer Y ayudarle en d 1 1
Crucifr sus O ores. Un día, al mirar fijamente e profundamente. La enferma se negó a ser cloroformizada y
Jo, se apoderó d - •
sentido. E t b . e mi tanto dolor que caí en tierra sin sufrió la operación con gran valor. Los de la casa temblaban
s• ª da precisamente en casa papá y comenzó a re-
ñirme , d.1c1en ante el espectáculo, pero ella permaneció indiferente e inmó­
O q_ue f
estar tanto tie orzosamente tenía que hacerme daño vil, y si de cuando en cuando se le escapaba un quejido, en lo
L mpo en casa y 1· d más fuerte de la operación, miraba a Jesús crucificado y en el
e respondí malh sa ir e ella tan de madrugada.
sal" umorada (h , d acto se aquietaba, al propio tiempo que le pedía perdón por
ir para oír Misa): acia os días que no me dejaba
-Lo que meh esta debilidad.
jada de Je , ace daño es El señor Galgani, padre de Gema, era hombre chapado a
n _sus Sacramentad Pennanecer tanto tiempo ale-
Se disgust,O o. la antigua; bueno y caritativo, no sabía engañar y, por tanto,
b tanto
uena l1eprirnen Por esta contes . - no creía que otros le engañasen; pero los tiempos que vivía
Prirnera ve da; rne escond' tacion que me echó una
z que d h . l en la h b· eran calamitosos y los desconocía por entero. Siendo su bon­
esa ogué rni d ª itación y esta fue la dad generalmente conocida, muchos frieron los que se inge-
48 olor con JesoUS» ] .

49
PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

niaron para aprovecharse de ella; lo cual, unido a las largas Y


continuas enfermedades de su fa mil.1a Y en P articular a la de .
·d
su esposa e hijo; que fueron segu1 as e m d uerte y de
, / . mi 1
• , d
otras desgracias, lentamente consumio to os u n~agn1fico pa•
.
trimonio. No pudiendo cump lir . sus compr omisos . ' la ruina
bl
fue completa. Los bienes, tanto mue bl es c omo 1nmue. es,
.
fueron embargados y la familia quedó sumida en la misena
más espantosa.
CAPÍTULO V
ENFERMA GEMA DE MUERTE
Y SANA MERCED A UN PRODIGIO
(1897-1899)

Año fatídico

[Las palabras con que relata Gema estos infortunios son


por demás enternecedoras: «Acabó el susodicho año y entra­
rnos en 1897, año tan doloroso para toda la familia. Solo yo,
falta de corazón, quedaba indiferente para tantas desgracias.
Lo más grave es que .quedamos faltos de todo recurso, y, para
colmo, la grave enfermedad de papá.
»Comprendí una mañana la grandeza del sacrificio que
pronto querría Jesús; lloré mucho, pero Jesús, que en aque­
llos días de dolor se dejaba sentir tan fuertemente a mi alma,
y el ver a papá tan resignado a morir me dio una fuerza tan
grande que soporté la enorme desgracia con bastante tran­
quilidad. El día en que murió me prohibió Jesús perderlo en
vanos lamentos y lloros, y lo pasé rezando, resignada con el
querer de Dios, que desde aquel momento iba a hacer con­
m igo las veces de Padre, celestial y terreno.
» Después de su muerte nos encontramos sin nada; no te­
níamos de qué vivir. Sabido lo cual por una tía, nos ayudó en
todo y no quiso que siguiera más con la familia; al día si­
guiente de la muerte de papá mandó por mí y me llevó con­
sigo durante unos rneses»].
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PADRE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

Los testimonios de los Procesos son por igual muy expre La tienta el mundo
sivos. Se lanzaron como aves de rapiña todos los acreedores.
vino el embargo de cuanto había en casa e incluso llegó u_n A esta desolación de espíritu se juntaron cautelosos lazos
desalmado a arrebatar a Gema cinco o seis reales que terna de Satanás. Gema, según la unánime apreciación de cuantos
en el bolsillo. la conocieron, poseía una hermosura y encantos nada comu­
nes. Si a esto se añade la gravedad de su porte, lo moderado
de sus palabras, la encantadora modestia de sus ojos, la rara
En Camaiore perspicacia de su mente y la distinción en todos sus movi­
mientos, se comprenderá fácilmente que no faltara quien tu­
La tía de que nos acaba de hablar Gema vivía en Ca­ viera sobre ella honestas pretensiones.
maiore. Estaba casada con un comerciante de bastante b'ue na Las tuvieron varios jóvenes de Camaiore, que echaron
posición, y como no tenían hijos se complacían en tener con·
mano de diversos recursos para entrar en relación con ella.
sigo a varios sobrinos. En lo material tenía Gema una so lu­
Gema los desdeñó con toda energía, bien que reconociendo
ción para su vida, pero en lo espiritual no iba a encontrar la
la asfixiaba la atmósfera que la iba envolviendo. Reconoce
paz y ambiente saturado de piedad que mayormente le inte­
resaba. humildemente que «el amor del mundo comenzaba poco a
En la casa paterna podía aplicarse a las prácticas de pie~ poco a apoderarse de mí».
dad sin que nada le distrajera. Pero en Camaiore, como ya Pero Jesús velaba con singular providencia sobre esta
antes en San Jenaro, no lo veía hacedero, por muy buena que criatura por Él tan colmada de dones. Lo confiesa agradecida
fuese su tía. la misma sierva de Dios cuando prosigue:
Mucho desagradaba a su recto corazón no poder adap­ «Jesús vino de nuevo en mi ayuda. De repente comencé a
tarse a todas las conveniencias a que le obligaba su condición andar jorobada y a sentir grandes dolores de riñones. Resistí
y, por otra parte, en adaptarse a ellas sentía escrúpulo y re­ durante algún tiempo, pero viendo que la cosa iba de mal en
mordimiento. ¿Qué hacer? El confesor estaba lejos, en Luca; peor, pedí a la tía para volverme a Luca. No perdió tiempo;
por consiguiente, no podía tenerlo a su lado para manifes­ me mandó acompañada».
tarle sus incertidumbres. Tampoco acababa de resolverse a
Sigue a continuación, exagerando, como de costumbre,
manifestar a otro su estado para pedirle consejo, acostum­
sus faltas en Camaiore, cuando todos los testigos de ella la
brada como estaba a aquel que conocía enteramente su vida;
presentan como muy edificante:
Y aun cuando lo hubiese querido, ¿cómo se explicaría para
darse a entender? Su pena era tanto más amarga cuanto que «El pensamiento de esos meses de pecado me hace estre­
con aquella turbación interna hallaba dificultad en acercarse mecer; los había hecho de todas clases: hasta pensamientos
frecuentemente a recibir el Pan de los ángeles, el cual para su impuros pasaban por mi mente; había escuchado malas con­
alma era el único y verdadero consuelo. En tales angustias, se versaciones en lugar de huidas; decía mentiras a la tía para
volvía con amorosas y lamentables voces a Jesús; pero Jesús, encubrir a mi compañera; en suma, veía el infierno abierto
para probar la virtud de su sierva, pareciendo no darle oídos, para mí».
la dejaba en profunda aridez.

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PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

Gravísima enfennedad «Si Jesús te aflige en el cuerpo, lo hace para pusíficarte


cada vez más en el espíritu».
(Sigámosla ahora en el curso de la gravísima enfermedad La Santa añadirá:
que le espera}. «¡Cuántas veces durante mi enfermedad me decía alcora­
Al principio la virtuosa joven ocultó cuanto pudo sus_ pa­ zón palabras de consuelo!».
decimientos, no sin grave perjuicio, temerosa de que, si ~os A veces constituían reproches estas conversaciones con el
declaraba, se vería obligada a que los médicos la írrspeccro- Cielo, como cuando Jesús le echa en cara que era su refinado
nasen, lo cual para ella era altamente doloroso. Mas , aun,
, · ha- amor propio quien la tenía desasosegada].
cía bastante tiempo que sentía dolor en los riñones, sin que En su casa estaban todos a su lado para prestarle ayuda.
jamás se hubiera permitido examinarse a sí misma, ni si­ No obstante la estrechez en que se hallaban aquellos pobre­
quiera llevándose la mano encima de la región dolorida para cillos, no perdonaron cuidados ni sacrificios para obtener,
observar lo que allí había. ¿Y se dejaría tocar ahora Y exami­ de ser posible, la curación; hasta que, comprendiendo que
nar por el médico? era inútil todo humano socorro, resolvieron buscarlo en el
Su angustia llegó al colmo; hubiera querido padecer clu­ Cielo.
plicados dolores antes que someterse a tal inspección, pero
siendo preciso ceder, pues así lo mandaban sus tías, hizo a
Dios este sacrificio. En la inspección hallose en la región Primero el alma ...
lumbar un absceso grave, que parecía comunicarse con uno
de los riñones. Alarmado, el médico quiso tener consulta con Entre tanto, divulgada por Luca la noticia de la penosa
doctos profesores, quienes al fin convinieron en que la errfer­ enfermedad de Gema, fueron muchas las personas amigas
medad era una espinitis de naturaleza bastante grave y, por que, enteradas de sus eximias virtudes, iban a admirar de
consiguiente, de curación difícil. Con todo, trataron de adop­ cerca aquel que llamaban prodigio de paciencia y de valor en
tar algunos medios sugeridos por la ciencia, pero inútilmente; tan tierna jovencita. Esta, con su angelical sonrisa, las acogía
el mal aumentó de tal modo que Gema se vio obligada a me­ a todas, daba gracias a cada una y cambiaba con ellas pala­
terse en cama, pues le era imposible moverse. bras de edificación, ya que no sabía hablar de otra cosa. De­
La sufrida enferma permanecía siempre en una misma cía que tan contenta estaba de volar súbitamente al Cielo
postura, cuando manos caritativas no la ayudaban a moverse, como de permanecer en esta miserable tierra, para padecer
Y así pasaba los días y las noches, sin más consuelo que el todavía cuanto Dios fuese servido.
que ella misma sacaba de la oración y de la resignación a la Aquellas buenas amigas, viendo cuán imposible cosa era,
voluntad divina.
humanamente hablando, la curación de Gema, la exhortaban
[En tanto dolor y angustia descendían a veces sobre la en­ con frecuencia a que tuviese fe en una gracia singular del
ferma efluvios celestiales que la consolaban y alentaban. Cielo, por intercesión ora de este, ora de otro santo, según su
Una tarde en que preguntaba a Jesús por qué la tenía cla­ devoción particular.
vada en el lecho, escuchó la voz de su Ángel Custodio que le Entre las visitas más asiduas hallábase la de una buena
decía:
señora de la ciudad, la cual, para infundirle devoción cordial
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SANTA GEMA GALGANI
PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.
De Pasionista
y confianza en un nuevo santo, o a lo menos para procurar
que pasase mejor las largas horas del día leyendo, le llevó la » Un día vino la antedicha señora a recoger la Vida del
Vida de San Gabriel de la Dolorosa, pasionista, entonces toda­ Venerable Gabriel. Al sacarla de debajo de la almohada para
vía Venerable y completamente desconocido para Gema. entregársela no pude por menos de llorar, y ella, visto que
[Dejemos que nos refiera la misma Gema este primer en­ me costaba dársela, me dijo que ya volvería a recogerla
euentro y singular protección del santo joven pasionista: cuando se la exigiese quien se la había prestado. Volvió des­
«Cierto día una señora (doña Cecilia Giannini) que solía pués de algunos días, y entonces, aunque llorando, tuve que
venir a visitarme me trajo para leer la Vida del Venerable Ga­ dársela.
briel. La tomé casi con desprecio y la coloqué bajo la almo­ »Pero Dios bendito quiso bien pronto recompensar este
hada. La señora me indicó que me encomendara a él, pero no pequeño sacrificio, y esa misma noche, en sueños, se me apa­
hice caso de ello. En casa comenzaron a rezarle todas las rio­ reció vestido de blanco; no le conocí, Padre mío. Él se dio
ches tres Padrenuestros. cuenta de que no le había conocido, se quitó la vestidura
»Un día estaba sola, ya habrían pasado las doce; me so­ blanca y se me dejó ver vestido de Pasionista; enseguida le
brevino una fuerte tentación... El demonio se valió de elfo reconocí. Quedé en silencio en su presencia. Me preguntó por
para sugerirme que, si le hacía caso, me curaría y colmaría qué había llorado al privarme de su Vida; no sé lo que res­
de bienes. Papá mío, casi estuve a punto de sucumbir... me pondí, pero me dijo:
hallaba agitada y me daba por vencida. De repente me vino -Ya ves cuán agradable ha sido tu sacrificio; lo he agra-
un pensamiento; volé con la menta al Venerable Gabriel )' decido tanto, que he venido yo mismo a verte. ¿Me quieres?
dije en voz alta: ¡Primero el alma y después el cuerpo! No le contesté. Me acarició varias veces y me repitió:
»A pesar de todo, el demonio seguía con asaltos cada vez -Procura ser buena y volveré a verte.
más fuertes: mil pensamientos feos me pasaban por la Irnagí­ Me dio a besar su hábito y rosario y se fue»].
nación. Recuni de nuevo a1 Venerable Gabriel y con su ayuda
vencí; volví en m.í, hice la señal de la santa cruz y en un cuarto
de hora quedé unida con Dios, por mí tan despreciado. Re­ Enfermedades y privaciones
cuerdo que aquella misma tarde comencé a leer la Vida del
Cobermano Gabriel. La leí varias veces; no me cansaba de Además de los de la casa cuidaban de su asistencia las
leerla y admirar sus virtudes y ejemplos. beneméritas enfermeras Hermanas de San Camilo, llama­
»Desde el día en que el Venerable Gabriel me curó el alma das Hermanas Barbantinas, las cuales habían ido atraídas
comencé a tenerle una particular devoción: por la noche no no solo por la heroica caridad de que hacen profesión, sino
me dormía si no tenía su imagen bajo la almohada, y desde también por la veneración que interiormente sentían por la
entonces comencé a verle cerca. Todo acto, toda acción mala enferma. Estas Hermanas llevaban de cuando en cuando al­
que realizara me traía a la memoria al Cohermano Gabriel y guna de sus novicias, pues estaban persuadidas de que la
extraordinaria virtud y el singular fervor de que daba ejem­
me retraía. No dejaba ningún día de invocarle con estas pala­
plo Gema en el lecho sería motivo para ellas de notable edí-
bras: "primero el alma y después el cuerpo".
56 57
PADRE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

ficación. Con el mismo fin iban a visitarla diferentes perso­ »No entendía nada de esto, y para darle gracias le besé el
nas, entre ellas sus antiguas profesoras de Santa Zita, las hábito. Se quitó la insignia que llevaba sobre el pecho, me la
cuales tuvieron siempre en gran estima a su buena Gema. dio a besar y me la puso sobre el pecho encima de la sábana,
aún hoy recuerdan «los bellísimos ejemplos de virtud qu repitiéndome de nuevo Hermana mía, y desapareció».
tuvieron ocasión de admirar en su enfermedad». Empeorando la enfermedad de día en día y ya totalmente
Pasaban los meses y pasaba el año, y aquel soplo de vid· agotadas las fuerzas, el 2 de febrero recibió el santo viático.
no se extinguía. Con las deudas que fue preciso contraer pan Fue cuando ya nada podía esperarse de los recursos hu­
pagar médicos y medicinas, la miseria iba en aumento Y no manos cuando le plugo al Señor hacer ostentación de su om­
se encontraba quien quisiera prestar la menor cantidad. Ver­ nipotencia. Dejemos que nos lo refiera la Santa:
dad es que si las personas que iban a visitar a Gema hubíesei « Una de mis maestras vino a verme y al mismo tiempo a

sabido la gran necesidad en que se hallaban, la hubiesen re despedirse hasta el Cielo. Me suplicó, no obstante, que hi­
mediado de cualquier modo; pero los visitantes, recordando ciese una novena a la Beata Margarita María de Alacoque,
la anterior abundancia, no se cuidaban de investigar la estre­ diciéndome que sin duda alguna me alcanzaría la gracia de
chez actual, que muchas veces llegó al extremo de no habe curar perfectamente, o bien, apenas muriera, de volar dere­
en casa ni un céntimo con que comprar el ordinario alimento cha al Cielo.
para la pobre enferma. »Dícha maestra quiso, antes de retirarse de la cabecera de
mi cama, que le prometiese empezar aquella misma tarde la

l Curación milagrosa
novena. Era el 18 de febrero. La comencé, en efecto, pero al
día siguiente me olvidé. Volví a empezarla el 20, pero otra vez
la olvidé ... El 23 la empecé por tercera vez ... , pero faltaban
[La promesa de San Gabriel de volver a visitarla qtreclaba pocos minutos para la medianoche, cuando oí agitar un rosa­
cumplida al cabo de dos meses. Véase cómo la refiere la rio y una mano vino a posarse sobre mi frente. Oí que empe­
Santa, a una con otros episodios interesantes de su enferme· zaban un Pater, Ave y Gloria durante nueve veces seguidas.
dad: Y o apenas si respondía, porque estaba aplanada por el mal.
«La víspera de la Inmaculada vino Monseñor a corife­ La misma voz que había guiado los Padrenuestros me pre­
s~e, concediéndome aquella misma tarde hiciera a perpe~ guntó:
tmdad el voto de virginidad. Disfrutaba de una paz completa, -¿ Quieres curar?
Por Ia noche no dormí. De repente vi a mis pies a mi protec­ -Me da lo mismo -respondí.
tor, que me elijo: -Sí -añadió-, curarás; todas las tardes, hasta que ter-
-Gema, haz enhor_abuena el voto de ser religiosa, pero mine la novena, vendré aquí contigo y juntos rezaremos al
no añadas más. Corazón de Jesús.
-Y ¿por qué? -le pregunté. -¿Y a la Beata Margarita? -le dije.
Me respondió, haciéndome una caricia sobre la frente: -Añade tres Gloria Patri en su honor.
-Hermana mía -me dijo, y al mismo tiempo se sonrió y »Así lo hice por nueve noches seguidas; todas ellas volvía
me miró. la misma persona, me ponía la mano sobre la frente, rezába-

58 59
PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.

mos los Padrenuestros al Corazón de Jesús y luego me hacía


añadir tres Gloria a la Beata Margarita.
»Era el penúltirno día de la novena y al térrnino de la
misma quería recibir la sagrada comunión. Terminaba preci­
samente el primer viernes de marzo. Llamé al confesor Y m~
confesé muy temprano, comulgando a continuación. ¡Qu
momentos tan felices con Jesús! Me repetía:
-Gema, ¿quieres curar?
»Era tan grande la emoción, que no podía contestar. ¡Po­ CAPÍTULO VI
bre Jesús! La gracia había sido concedida; estaba curada». GEMA QUIERE SER RELIGIOSA
Domésticos y visitantes proclamaban fuera de sí la singu (marzo-mayo de 1899)
larísirna gracia obtenida por intercesión de la Beata Marga­
rita María de Alacoque y el Venerable Gabriel -que, en los
designios de Dios estaba, habían de ser canonizados el mismo Con redoblado fervor
día 20 de mayo de 1920-, mientras que la favorecida elevaba
su mente y su corazón a las alturas, resolviendo vivir total Gema curó perfecta e instantáneamente; el autor de esta
mente consagrada al divino servicio. Son muy expresivas 13.-l curación fue el Sacratísimo Corazón de Jesús; la mediadora,
palabras con que termina este relato: Santa Margarita María de Alacoque, y el instrumento, San
«Habrfan pasado dos horas cuando me levanté. Los de Gabriel de la Dolorosa. Salió del lecho caldeada por el amor
casa lloraban de alegría; también yo estaba contenta, no por
celestial, templada como el hierro al salir de la fragua; así es
la salud recobrada, sino porque Jesús me había escogido por
que el primer pensamiento de esta virgen fue el de reanudar
hija. Antes de dejarme esa mañana me dijo Jesús:
sus prácticas religiosas y reflexionar sobre lo que quería de
-Hija mía, a la gracia que te he concedido esta mañana
seguirán otras mucho mayores. ella el Señor, que acababa de volverla a la salud y a la vida.
. » Y así ha sido de verdad, pues Jesús me ha protegido
«Desde entonces =son palabras suyas- no podía dejar de
s1emP_re de una manera especial; yo, en cambio, no he tenido ir todos los días a Jesús (a la Sagrada Cornurrión)». Hambre
para El más que frialdad e indiferencia, pagando así Ias infi­ tan prolongada que duró más de un año, no podía saciarse
nitas pruebas de amor que me ha dado». con las comuniones que a grandes intervalos se concedían a
Véase cómo juntan los santos las aspiraciones más subli­ la enferma.
mes con la humildad más profunda].

Anhelos del convento

Entre tanto, nuestra Santa, que hacía muchos años anhe­


laba entrar en el claustro, veía acercarse la hora de lograr sus
deseos, y así lo declaró a su familia.

60 61
PADRES GERM ÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

Hacia el fin de su grave enfermedad ocurrieron sucesos fesor, el Jueves Santo de dicho año principió el piadoso ejer­
que podían sugerir la idea de tres diversas vocaciones. La cicio de la Hora Santa.
Hermanas Barbantinas de San Camilo · le h ab'ian msmua
· · do la Favores tan grandes, si bien por un lado consolaban el
alma de la piadosa jovencita, llenábanla, por otro, de confu­
creencia de que la Santísima Virgen le había obtenido la CU·
sión y temor. Juzgábase indigna de ellos y en su humildad
ración mediante la promesa de que se haría religiosa de 1
habría querido que nadie los hubiese advertido; mas todavía
Congregación a la que ellas pertenecían. San Gabriel, en su
fue menester que el Ángel Custodio se lo advirtiese varias ve­
aparición, le había llamado varias veces hermana Y puéstol
ces y aún que la reprendiese para inducirla a manifestar al
sobre el pecho la señal distintiva de la Congregación de los
propio confesor lo ocurrido en su última visión.
Pasionistas. Por fin, una voz misteriosa le había invitado
Los saludables efectos de estas visiones y locuciones vi­
hacerse salesa. A este último Instituto parecía inclinarse má
nieron a concretarse en un deseo insaciable de amar y pade­
la piadosa virgen, inducida por su gratitud a la Beata Marga· cer. Dejemos que nos lo explique ella misma:
rita, por cuya intercesión se había curado.

Ama, hija, y aprende a amar


La Hora Santa

«Dos sentimientos y dos pensamientos bullían a la par en


I
•( Entre tanto se acercaba la Semana Santa; Gema la espe-
mi corazón una vez que Jesús se dejó sentir por primera vez y
raba con gran ansiedad, para poder desahogar, en aquello
se dejó ver de manera sangrante. El primero, de amarle y
días memorables, los tiernos sentimientos de su corazón para
amarle hasta el sacrificio, pero como no sabía el modo de
con Jesús crucificado. Con el fin de seguir por orden el relato
amarle de verdad rogué al confesor que me enseñara. Él me
de lo que acaeció en aquella gran semana, hablaré aquí de I·
respondió:
Hora Santa practicada por Gema, durante la cual se realiza
-¿Qué se hace para aprender a leer y escribir? Escribi­
ron en los últimos años de su vida los mayores prodigios del mos y leemos continuarnente, así se aprende.
amor de Dios en su alma.
»No rne convenció esta respuesta ni siquiera la entendí.
Mientras se hallaba enferma en el Jecho, había ido a visi­ Muchas veces le rogué que me enseñase, pero siempre recibía
tarla su maestra Sor Julia, de las litinas, la cual, para dispo­ la misma respuesta.
nerla a sufrir los dolores de aquella enfermedad, le habló de) » La otra cosa que nació en mi corazón después de haber
indicado ejercicio piadoso, que había de practicarse cada se~ visto a Jesús fue un deseo grande de padecer alguna cosa por
mana el jueves por la noche en memoria del Divino Redentor, ÉL que tanto había padecido por nosotros. Comencé por pro­
quien en tal día dio principio a su dolorosísima Pasión. veerme de una cuerda gruesa, que a escondidas quité de un
De tal manera se enamoró Gema de esta devoción que a pozo; formé en ella varios nudos y me la puse a la cintura.
pesar de la flaqueza de su cuerpo, no dando oídos más que al Pero apenas si la pude tener un cuarto de hora, porque el
fervor de su espíritu, deseó practicarla al punto, no obstante Ángel de la Guarda, riñéndome, me la hizo quitar, pues no
hallarse reducida a guardar cama. Habido permiso del con- tenía permiso del confesor. Se lo pedí poco después y lo ob-

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PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

tuve. Pero lo que más me afligía era el no poder arria.r a Jesús giosa. Fluctuaba entre las diversas Órdenes que la atrafaa o a
como quería; procuraba no ofenderle, pero mi mala inclina, que se sentía llamada: las Hermanas ~e ~an Camil~, a las que
ción era tan fuerte que sin una gracia especial de Dios hu­ prometió agregarse si curaba; las Pas10ms:as, en virtud de las
promesas y finezas recibidas de San Gabnel, y ~~s Sal~s~s, en
biera caído en el infierno.
»Me preocupaba el no saber amarle, pero Jesús, en su in­ agradecimiento a Santa Margarita po~- ~a curac1~n :ec1b1da.
Parece que prevaleció en su esptrrtu esta ultima atrac-
finita bondad, no se avergonzaba de humillarse hasta hacerse
ción, ya que escribía por aquellos días:
mi maestro para tranquilizarme. Un día, al tiempo de rezar
«Quisiera volar inmediatamente adonde la Beata Marga­
mis oraciones de la tarde, me sentí toda recogida interior­
rita me llama. ¡Oh qué mal se está en el mundo! Desde el mo­
mente y vi por segunda vez a Jesús crucificado, que me decía
mento en que me levanté del lecho experimenté tal aversión a
estas palabras: todas las cosas del mundo que no acierto a explicarla».
-Mira, hija, y aprende cómo se ama -y me mostró sus
Ingresó el primero de mayo en el monasterio de las _Sal~­
cinco llagas abiertas-. Mira esta cruz, estas espinas, estos cla­ sas de Luca, por lo pronto para practicar un mes de ejercí­
vos, esta lividez, estos desgarrones, estas llagas y esta sangre; cios, y, si le probaba aquella vida, para pasar al noviciado. .
todo ello es obra de amor y de amor infinito. ¿Ves hasta qué Recibida con todo cariño y sintiéndose perfectamente di­
extremo te he amado? ¿Me quieres amar de verdad? Aprende chosa, bien que con el presentimiento de que aquella vida era
antes a sufrir. El sufrir enseña a amar. demasiado regalada para tan gran pecadora como se recono­
»Aquella visita produjo en mí nuevo dolor, y pensando en cía, iban a surgir muy pronto graves dificultades para su ad­
el amor infinito de Jesús hacia nosotros y en los padecimien­
misión definitiva.
tos que había tolerado por nuestra salvación, me desmayé, Vinieron de parte de la curia diocesana. El señor arzo­
caí en tierra y volví en mí después de varias horas ... bispo, mal informado de su estado de salud, reclamó abando­
»Todos los jueves seguía practicando la Hora Santa, pero nara el monasterio. A duras penas consiguieron las religiosas
a veces sucedía que esta hora se prolongaba hasta cerca de retrasar la orden hasta el 21 de mayo. Por la mañana experi­
las dos, porque estaba con Jesús, y casi siempre me hacía mentó Gema la sensación de que algo desagradable le iba a
participante de aqueJJa tristeza que sintió en el Huerto a la acontecer aquel día, llorando amargamente ante Jesús. Por la
vista de mis muchos pecados y de los del mundo. Después de tarde hubo de abandonar el monasterio.
esto quedaba con una paz y un consuelo tan dulces que era « Eran las cinco de la tarde -escribe lacónicamente- y
menester me desahogase derramando lágrimas, que me ha­ tuve que partir. Pedí llorando la bendición a la Madre supe­
cían gustar de modo incomprensible y aumentaban en mí el riora, saludé a las religiosas y salí. ¡Dios mío, qué pena!».
deseo de amar a Jesús y de padecer por Él». ¡Ah, cuán verdaderamente grandes son, oh Dios mío, y
cuán inefables los caminos por los cuales la Providencia con­
duce a sus elegidos!
La rechazan las monjas

La suprema preocupación de Gema por esta primavera


consistía en cumplir su reiterada promesa de hacerse reli-

64 65
CAPÍTULO VII
RECIBE SANTA GEMA EL DON INSIGNE DE LAS
LLAGAS DE JESÚS CRUCIFICADO
(1899)

El gran pensamiento de Gema

Desde las primeras páginas de la presente historia habrá


podido advertir el lector que el gran pensamiento de Gema, la
pasión de su corazón, fue siempre la de asemejarse a Jesús; y
puesto que el Hijo de Dios se presentó al mundo bajo la forma
del dolor, no quiso ella saber otra cosa que «a Jesús, y este
Crucificado». Pero los mismos misterios en los cuales la fe
nos muestra las grandezas del Salvador parecían conmoverla
poco.
« ¡Ah! mi Amado -decía con la Esposa de los Cantares- es
para mí hacecillo de mirra; no quiero ver otro que Él, puesto
que Él no ha querido otro para sí. Vaya quien quiera a con­
templarlo en el Tabor; yo le contemplaré en el Calvario, en
compañía de mi querida Madre Dolorosa».
Hemos visto cómo para infundir en aquella tierna alma
tales sentimientos se le apareció el Divino Salvador manando
sangre y estimulándola con sus llagas abiertas a amar y pade­
cer por Él; y poco ha, en el capítulo precedente, cómo, con
semejantes visiones y locuciones, la dispuso la gracia a cosas
grandes y la condujo como por la mano, con singularísima
providencia, a fin de hacerla capaz de unirse a Él.

67
PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P. SANTA GEMA GATuGANiI

Te espero en. el Calvario tencias del alma: el entendimiento no conocía más quie rniis
pecados y la ofensa inferida a Dios; la memoria me los tralÍa
Por fin, cierto día, después de la Sagrada Corrruriióri, oyó todos a la vista, representándome al propio tiempo todos l@s
a Jesús mismo que le decía: tormentos que Jesús había sufrido por salvarme; la voluntad
-¡Gema, valor! Te espero en el Calvario. me los hacía detestar todos y prometer sufrirlo todo a fin de
A este noble convenio habían sido dirigidas aquellas múl­ expiarlos. Multitud de pensamientos fluían en mi mente:
tiples contrariedades, aquellos atroces dolores, aquel prolon­ pensamientos de dolor, de amor, de temor, de esperanza y de
gado retiro de ejercicios espirituales en un monasterio, aque­ consuelo.
lla extraordinaria contrición de los propios pecados, de que »Al recogimiento interior sucedió bien pronto la pérdida
antes hablé; en una palabra, todas aquellas gracias extraor-dí­ de los sentidos y me hallé en presencia de mi Mamá celestial,
narias concedidas por Dios a Gema desde el día de su prodi­ que tenía a su derecha al Ángel de mi Guarda, quien lo pri­
giosa curación hasta hoy. mero que me dijo fue que hiciera un acto de contrición. Una
Levántate, pues, afortunada virgen, Jesús mismo te in­ vez hecho, la Mamá me dijo estas palabras:
vita. La gracia ha ejecutado su obra; tu alma está suficiente­ -Hija, en nombre de Jesús te son perdonados todos tus
mente purificada; se aproxima la hora en que comprenderás pecados.
completamente tu vocación. Levántate y déjate transformar Luego añadió:
· en el divino Esposo crucificado. -Mi Hijo Jesús te ama mucho y quiere concederte una
t
, Era el 8 de junio de 1899, víspera de la fiesta del Sagrado gracia singular. ¿Sabrás hacerte digna de ella?
Corazón. Después de comulgar diole el Señor a entender que Mi miseria no sabía qué responder. Siguió diciendo:
aquella misma tarde le haría la gracia señalada; noticia que -Yo seré para ti madre. ¿ Sabrás tú mostrarte verdadera
comunicó sin tardar a su confesor, a quien pidió nuevamente hija?
la absolución de sus pecados. Inmediatamente después se re­ »Extendió su manto y me cubrió con él.
tiró a su casa con el entendimiento ocupado en altos pensa­ »En este instante apareció Jesús con todas las llagas abier­
mientos y el corazón rebosando alegría. tas, pero de las llagas ya no salía sangre; salían llamas de
Veamos lo que ocurrió; y tú, querido lector, recógete fuego que en un momento vinieron a cebarse en mis manos,
cuanto puedas para contemplar el más hermoso espectáculo pies y costado. Creí morir y habría caído en tierra si la Mamá
a que espiritualmente podemos asistir acá en Ja tierra. celestial no me hubiera sostenido teniéndome siempre cu­
bierta con su manto. Por espacio de varias horas tuve que
mantener esta postura. Después mi Mamá me besó en la
Las llagas frente, desapareció todo y me hallé de rodillas en tierra: pero
seguía sintiendo un dolor fuerte en las manos, pies y costado.
[Dejemos que nos lo refiera la misma Santa: »Me levanté para meterme en la cama, mas noté que de
«Llegada la tarde, de repente, más pronto que de ordina­ aquellas partes que me dolían brotaba sangre. Las tapé lo
rio, me sentí presa de un dolor interno, muy fuerte, de rnis mejor que pude y luego, ayudada por el Ángel, pude acos­
pecados ... Después de este me sentí recogida en todas las po- tarme en la carna»].
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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALJGANI

Tuvo lugar este prodigio en la casa número 13 de la vía unos guantes y rnás arrastrándose que calilili1Ji1an~0 mlie, a ¡r,eei­
Biscione, piso primero, parroquia de San Frediano, en donde bir la Sagrada Comunión.
habitaba entonces Gema con su familia. Y designamos con De regreso a su casa, además de la angustia de no poMeF
singular cariño esta casa, porque creemos que algún día lle­ ocultar el prodigio, se sintió no poco perpleja por no poden
gará a ser santuario memorable como el de Alvernia, en atinar qué podrían ser aquellos signos. Al principio, creyendo
donde recibió las sagradas llagas el patriarca San Francisco. en su ingenuidad que todas las almas desposadas con Cristo
¿No estás satisfecha, oh Gema, de tomar asiento al pie de por el voto de virginidad tenían aquellas señales, con la ma­
la Cruz del Salvador, adornada con esas divinas joyas en yor sencillez preguntaba a unas y a otras si alguna vez había
compañía de la Virgen Dolorosa, de Francisco de Asís, de Ca­ experimentado semejantes heridas, obteniendo contestación
negativa.
talina de Siena, de Verónica Giuliani?
¿ Cómo ocultar, pues, impresiones tan profundas y san­
De hoy en adelante podrás, como ellos, decir:
guinolentas? Después de mucho reflexionar resolvió manifes­
«Nadie me moleste, llevo en mi cuerpo las llagas de N u es­
tarlo a su tía, y presentándose con los brazos extendidos y
tro Señor Jesucristo: Stigmata Dornini Jesu in corpore rn.eo
cubiertas las manos con el vestido dijo:
IJ)0110».
«Tía, mira lo que me ha hecho Jesús».
Ante aquella vista y aquellas palabras quedó aturdida la
piadosa mujer, la cual, si bien en adelante, según veremos,
íJlía, mira lo que me ha hecho Jesús
entendió el portentoso misterio, le era ahora absolutamente
nuevo y desconocido y no podía en manera alguna explicarse
Del seráfico Patriarca dícese en su vida que después de la causa natural de todo ello.
estar señalado con tal don, mientras de una parte se sentía
odo transformado por amor de Dios, no era poca la angustia
en que, por otra, debía hallarse al ver que no podía ocultar El fenómeno
aquellas misteriosas heridas a los ojos de los profanos. Pe­
dido consejo a sus discípulos de Alvernia, estudiase el modo Seguramente querrá el lector que yo le explique de qué
cómo pudieran mantenerse ocultas. Bastante más difícil era naturaleza eran las llagas de la sierva de Dios, cómo se for­
es to para Gema, la cual no vivía en un desierto, sino en me­ rnaban y de qué modo se manifestaron en lo sucesivo.
dio del mundo, rodeada continuamente de personas curiosas. Principió el fenómeno de la manera que se ha visto, y
Además, dos veces al día le tocaba salir de casa para ir a la como nadie más que la virgen favorecida lo presenció, a su
iglesia, a la comunión y a la visita, y a todo esto las heridas relato me atengo, sin añadir ni quitar nada.
derramando sangre en abundancia. ¿ Qué hacer, pues? A partir de ese día se repetía periódicamente todas las
Luego de haber reflexionado en ello toda la noche, por la semanas, desde la noche del jueves, poco más o menos a las
mañana probó de levantarse; y aun cuando al poner los pies ocho, hasta las tres de la tarde del viernes. Sin preparación
en el suelo vio que no podía consigo y a cada instan te creía de ninguna clase y sin que le anunciase el más pequeño do­
morir del dolor, con todo se levantó, cubrió sus manos con lor, excepción hecha del recogimiento precursor del éxtasis,
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71
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GAffiJ@~

de repente se presentaba en el dorso y en la palma de ambas


manos una mancha rubicunda y por debajo de la epidermis,
que es la membrana sutil y transparente que recubre exte­
riormente la piel, una rasgadura en la carne viva, esto es, en
la dermis. de forma oblonga la del dorso e irregularmente
nedonda la de la palma. Al propio tiempo rasgábase la epi­
dermis y se ponían al desnudo las heridas de aquellas ino­
centes manos, con todos los caracteres de llagas vivas, te­ Dadas estas condiciones, se comprende que no fuese po­
niendo como un centímetro de diámetro la de la palma Y sible saber cuántas veces se manifestaba el fenómeno mara­
unos veinte milímetros de largo por dos de ancho la del villoso, fuera de los días acostumbrados, ni calcular la canti­
dorso. dad de sangre perdida por esta víctima en las veinticuatro
La herida algunas veces era superficial, casi impercepti­
horas que duraba el fenómeno. Puede solo asegurarse que
ble a simple vista, pero de ordinario profunda y parecía
era mucha, según observaron las personas que asistían a
unirse con la de la cara opuesta, atravesando la mano com-
Gema. Una de ellas manifestó con juramento ser tal su abun­
. pletamente. Y digo que parecía, porque de las heridas salía
dancia que, si no encontraba obstáculos, corría hasta el suelo.
sangre, en parte líquida y en parte coagulada, y al cesar esta
Lo mismo se aseguró con referencia a las demás llagas. Era,
de salir, la herida se contraía y no era fácil explorarla sin el
pues, lo que salía de las heridas verdadera sangre, de her­
auxilio de la sonda, instrumento que no me atrevía a usar, ya
moso color, enteramente igual a la que sale de las heridas re­
por el temor reverencial que me inspiraba la estática en aque­
cientes y, como tal, se coagulaba sobre la piel, los paños y el
llas condiciones, ya porque el dolor le hacía retraer convulsi­
pavimento.
vamente las manos y, además porque la herida de la palma
estaba cubierta por una protuberancia dura, carnosa, en No era menos admirable el modo como las llagas sebo­
forma de cabeza de clavo, sin adherencias y del diámetro de rraban. Una vez terminado el éxtasis del viernes, cesaba de
una moneda de cinco céntimos. salir sangre, tanto del costado como de las manos y los pies;
En los pies, además de ser mayor la rasgadura y de color la carne viva se secaba poco a poco, los tejidos lacerados se
lívido sus labios, la diferencia de tamaño era en sentido in­ unían y cicatrizaban y al día siguiente, lo más tarde el do­
verso, pues su mayor diámetro correspondía al dorso y el me­ mingo, no quedaba el menor vestigio de aquellas profundas
nor a la planta, con la particularidad de que la del dorso del rasgaduras en el centro ni en la periferia; la piel las cubría
pie izquierdo era tan grande como la de la planta del pie de­ uniformemente, como en las partes sanas solo variaba el co­
recho, al igual que serían las del Salvador, toda vez que con lor, por quedar en el punto correspondiente una mancha
un solo clavo fueron sujetos a la cruz sus santísimos pies, el blanquecina, indicio de que el día anterior había llagas en
derecho sobrepuesto al izquierdo. aquel sitio, las cuales se producirían a los cinco días, para
Pasemos ahora a la llaga del costado. proceder de igual modo.
La abertura del costado de Gema tenía la forma de me­ Muerta Gema, dos años después de producirse el fenó­
dia luna en sentido horizontal, con las puntas hacia arriba. meno comprobase en el cadáver que persistían las manchas,
De seis centímetros de longitud y tres milímetros de ancho cosa que no había sido fácil observar en vida, sobre todo en

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

los pies, pon la dificultad de desnudarlos durante los éxtasis.


Hasta que fue prohibido por los directores de Gema, el fenó­
meno de la aparición de las llagas se realizó de una manera
regular y constante todas las semanas, en los días jueves y
viernes, sin que se manifestasen en ningún otro, por memo­
rable que fuese, ni aun en los casos en que los éxtasis se repe­
tían en forma extraordinaria. Hubo, sin embargo, por poco
tiempo, una excepción que referiré largamente en otro capí­
tulo. CAPÍTULO VIII
Ciertamente estas gracias no son ordinarias; pero ¿quién MANIFIESTA EL DON DE LAS LLAGAS.
podrá negar a Dios el derecho de concederlas algunas veces CONTRADICCIONES Y CONSUELOS
en favor de almas privilegiadas, como sabemos era la virgen (junio-septiembre de 1899)
de Luca?
Los que al oírlas referir parecen quedar poco menos que
escandalizados dan prueba de no entender nada de las cosas Conoce a los Pasionistas
divinas respecto de la Providencia; más todavía, de tener fe
muy débil. Pasados los misteriosos fenómenos anteriormente descri­
tos, una espina atravesaba el corazón de la humilde virgen­
cita. Era preciso dar minuciosa cuenta de todo a su confesor.
Mas ¿cómo hacerlo? Siempre fue reservadísima para hablar
de sí y de sus cosas; sentía en esto tan gran repugnancia y
vergüenza que se hubiera escondido bajo tierra con tal de po­
der mantenerlas ocultas en su propio corazón; ¡cuánto más
tratándose de cosa tan insólita y misteriosa! «Y ¿qué pensará
el confesor -se decía- al oír el relato, él, que conoce a fondo
cuán indigna soy de los celestiales favores?».
En medio de esta perplejidad pasó todo el mes de junio,
sin que pudiera resolverse a cumplir su obligación. Pero he
aquí que Dios, compadecido de ella, acudió a sacarla del
apuro. Al empezar el nuevo siglo, los Padres Pasionistas fue­
ron a Luca para dar unas santas misiones en la iglesia cate­
dral de San Martín. Apenas los hubo visto, sintió Gema hacia
ellos especialísimo afecto:
«-¿Te gustaría -le dijo Jesús- ir también tú vestida del
mismo hábito?
-¡Dios mío! -exclamé.

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Y él me añadió (sin dejar, empero, dar a entender a qué


quería aludir):
,=,Serás hija de mi Pasión e hija predilecta. Uno de estos
será tu padre: ve y rnanifiéstaselo todo».
Gema, tomando las susodichas palabras en sentido lite­
ral, es decir, en el sentido de que algún día sería pasionista,
no ñay por qué decir lo alegre que se puso. Alegrose además
la piadosa virgen al advertir que había desaparecido de su co­
razón la gran dificultad que tenía en manifestar su interior;
por lo cual, deseando al punto obedecer la voz de Dios, corrió
a presentarse a uno de los Padres y, arrodillada a sus pies,
con gran sinceridad y muy por menudo se lo refirió todo y niada; con todo, ordenó a la virtuosa joven que pidiese a Dios
terminó manifestando la gracia de las llagas y la dificultad que no se verificasen más aquellas singulares impresiones en
que había experimentado en descubrirlo todo al propio con­ su cuerpo. Gema lo obtuvo así del Señor durante una tempo­
fesor. Maravillado de tales manifestaciones y del ingenuo rada; mas luego se repitieron como antes.
candor de la joven, aquel Padre le dio ánimos, la exhortó a Entre tanto, el misionero Pasionista que había confesado
mantenerse humilde y agradecida a los beneficios divinos y le a Gema y había manifestado sus cosas maravillosas al confe­
impuso formal precepto de que lo manifestase todo al confe­ sor ordinario, no dando fácil fe a lo que Gema le había reve­
sor ordinario. lado, quiso verlo con sus propios ojos y con sus propias ma­
El principal deseo de nuestra joven era emitir los tres vo­ nos comprobar la verdad de las llagas.
tos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, votos que le No fue él solo quien comprobó la existencia del hecho
permitió pronunciar por devoción privada, renovándolos con portentoso. El día 29 de agosto de 1899 llegó a Luca el Pro­
breves intervalos de tiempo. No se mostró tan fácil respecto a vincial de los Pasionistas, P. Pedro Pablo de la Inmaculada,
las penitencias que deseaba hacer la piadosa joven; antes, le después Monseñor Moreschini, Arzobispo de Camerino.
quitó de las manos los instrumentos que por sí misma se ha­ Habiendo oído referir al Padre estas cosas extraordina­
bía hecho para afligir su carne, pues sabía perfectamente que rias de Gema, sospechó que fueran ilusiones, por lo cual
el mismo confesor no se los habría permitido. quiso cerciorarse. Fue y vio a la joven tan enteramente trans­
figurada que parecía un ángel, aunque sumergida en un mar
de dolor. Del rostro, de la cabeza, de las manos manaba san­
Aquí está el dedo de Dios gre viva. Más tarde aquella bendita criatura tenía las manos
traspasadas de parte a parte por una llaga bastante dilatada
Inmediatamente después nuestra Gema, obediente al en la carne viva, de la cual salía sangre en abundancia. El
precepto recibido, presentose a su confesor ordinario y le conmovedor espectáculo duró unos cinco minutos; al cesar el
manifestó los más íntimos secretos de su alma. El digno pre­ éxtasis desaparecieron la sangre y las heridas; la piel, antes
lado aprobó lo hecho por el confesor extraordinario; pero rasgada, recuperó instantáneamente su estado natural, de

76 77
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GAír!&~

modo que, conmovido el piadoso Prelado, exclamó: Aquí está de la familia. Hacia las dos llegó M@_,!í1.se:fü.0r @©J.il el mí§¡¡}ie@;
el dedo de Dios. este tomó un pañuelo, lo empapó en agua ~ lawé @©lil ij} la! 0a:­
beza y las manos de Gema. Súbitamente aesa_l!)a:ne@ié 1 san­
gre y la piel se mostró sin cicatrices, rasguños ni punzadas,
Desaceitada intervencián médica como si nunca hubiera habido laceración en ella. Imagínese
el lector cómo quedaron todos. Así, Dios, que es admirable en
En presencia de tales testimonios, Monseñor Volpi veía sus caminos, permitiendo que fracasase esta prueba de la
cada vez más claramente la delicada posición en que se ha­ ciencia humana, no le consintió que juzgase de las obras más
llaBa. Deseoso de obrar con la mayor prudencia y reserva, elevadas que se digna obrar en el orden sobrenatural para
quiso que un excelente médico de toda su confianza y tan pia­ avivar la fe de los hombres.
doso como docto comprobase las llagas de Gema. Nada se dijo Santa Gema, en su biografía, dice con su ingenua senci­
a la Santa doncella; mas Dios mismo la previno de lo que in­ llez: «Este (el confesor) obró conforme a su dictamen, mas
tentaba hacerse. En efecto, Gema escribía a su confesor: las cosas sucedieron como Jesús había predicho». Y en la
«:Ayer tarde me elijo Jesús que le dijese: "Di a tu confesor misma tarde escribió al Prelado: «Si hubiera estado solo, Je­
que cualquiera señal que desee de mi, se la daré, con tal que sús le habría dejado convencido; ayer por la tarde me anun­
se halle solo; esté cierto de que no es una enfermedad como ció Jesús que hoy vendría usted».
lo han creído"».
Esto no obstante, manteniendo su decisión, advirtió Mon­
señor a la madre adoptiva de Gema que el viernes siguiente Se reproduce el fenómeno
se presentarían en casa él y el médico.
El día 8 de septiembre de 1899, fiesta de la Natividad de Durante todo el tiempo de la visita Gema, que estuvo
la Santísima Virgen, que cayó precisamente en viernes, a eso constantemente en éxtasis, no advirtió cosa alguna; vuelta al
de las diez de la mañana se retiró Gema a su aposento y entró uso de los sentidos observó en los individuos de la familia
en éxtasis. Vuelta al uso de sus sentidos hacia las once, escri­ cierto cambio, pues quedaron desconcertados, mortificados y
bió a Monseñor diciéndole que, dado el caso que quisiera ir, confusos. Su madre adoptiva, para distraerse en parte y en
fuese solo sin llevar a nadie consigo, porque Jesús no se com­ parte para hablar con Gema, la invitó a salir. En la puerta le
placería en ello y no permitiría ver cosa alguna; pero que hi­ dijo Gema:
ciese lo que creyese oportuno, pues ella quedaría contenta de -¿Me lleva un ratito con Jesús? Tengo necesidad de
todos modos. A la una de la tarde volvió Gema a entrar en su Jesús.
aposento y cayó de nuevo en éxtasis; al poco tiempo, en­ Consintiendo la buena señora, la acompañó hasta una re­
trando su madre adoptiva, la halló con la frente manando mota iglesia, llamada de San Simón. Después de cerca de una
sangre y las manos abiertas, con las llagas, de las cuales bro­ hora de devota visita al Santísimo Sacramento, fuera ya de la
taba sangre. Además de doña Cecilia Giannini la vieron en iglesia, le dijo Gema:
este estado, con el acostumbrado respeto religioso, don Ma­ -Tengo que decirle una cosa, pero me da mucha ver­
teo Giannini, su consorte doña Justina y no sé si alguien más güenza.

78 79
PAD RE S GERMÁN Y BASIL IO , C. P. SANTA GEMA Gmrl@~

Animada a hablar, le enseñó las manos abiertas cho­


rreando sanm, como en los demás viernes. Pensó la piadosa
señora hacer que la viese Monseñor Volpi en aquel estado y,
en efecto, a él la condujo una buena mujer, Palmira Valen­ menos a Mí».
tini. Monseñor vio con sus propios ojos no solo la sangre, Bastaron, en efecto, estas palabras que Gema entendió
sino las pequeñas heridas de las manos de donde aquella ma­ perfectamente para devolver la paz a su corazón afligido y
naba. El prudente Prelado, por no exponer a la joven al me­ acabar de desasido de todo humano sentimiento, para indu­
nor peligro de vanidad, no mostró asombro de ninguna espe­ cirla a entregarse confiadamente a su Dios.
cie; se limitó a observar las manos de Gema y se apresuró a
despedirla cariñosamente, sin dar importancia alguna a lo
que había visto. Testimonio de excepción
De tal modo atenuó el Señor, en su misericordia, la humi­
llación de su sierva y dio en alguna manera nuevos ánimos a Entre tanto dispuso Dios que algún tiempo después de la
su confesor y a los demás que habían asistido a la infructuosa visita del médico volviesen a Luca los Padres Cayetano y Pe­
visita del médico. dro Pablo. Ambos pudieron observar varias veces no so1o las
llagas, sino también las maravillas obradas por Dios en su
sierva y convencerse de ellas y dejarnos un testimonio muy
Jesús la consuela autorizado de las maravillas de la gracia. El P. Pedro Pablo
ha descrito minuciosamente las conmovedoras escenas a que
Desde el día en que tuvo lugar dicha visita empezó, según tuvo la suerte de asistir, las felices impresiones que sacó de
expresión de la misma Gema, «una vida nueva», es decir, vida ellas y la virtud que le fue dada admirar en aquella privile­
de largo Y prolongado martirio. El buen confesor, que como giada criatura.
los demás de la casa Giannini había experimentado una «Varias veces -concluye- he conferenciado con Gema; la
fuerte turbación, no compensada con lo que luego había visto he oído en confesión general completada tres veces (tanto era
con sus propios ojos, creyó que debía renovar a Gema la pro­ el cuidado con que quería hacerla); con esto tuve ocasión de
hibición de todas las manifestaciones externas del extraordi­ convencerme de que no solo conservó siempre la inocencia
nario fenómeno. La angelical doncella, que sabía por el bautismal, sino que no cometió ni un solo defecto plena­
mismo Jesús las dudas e incertidumbres de su padre espiri­ mente advertido en todo el curso de su vida. Su humildad fue
tual, sentíase afligida, si bien en su corazón se gozaba de lo profundísima; su obediencia, singular; mejor diré, admirable;
que ella llamaba «la humillación más hermosa que me da el su mortificación, continua y muy severa.
buen Jesús». » Tan escasamente se alimentaba que parecía milagro pu­
Con todo, no podía menos de sentir amargura al pensar diera vivir con tan poca cosa; incluso, de no obligarle la obe­
en el estado de ánimo de aquel a quien amaba y a quien diencia, hasta de aquello poco se hubiera privado, pues se
desde niña veneraba más que a un padre. Empero el piadoso sentía, según afirmaba ella misma, bastante satisfecha con el
Señor se apresuró a consolar a su sierva y al propio tiempo a Pan de los ángeles, del cual cada día se alimentaba.

80 81
CAPÍTULO IX
PARTICIPANDO EN LA PASIÓN DE CRISTO
(1900-1901)

Los azotes de Jesús

Pocos son los santos que tuvieron las cinco llagas a un


tiempo, pues el Señor obra como tiene por conveniente y la
acción responde siempre a sus inescrutables designios. Gema
debía ser del número más privilegiado y participar no solo de
las cinco llagas del Salvador, sino de otros tormentos de su
Pasión.
Después del sudor de sangre en Getsemaní, el primer tor­
mento que quiso sufrir el Señor en su carne fue el de los azo­
tes; y como nuestra virgen meditaba con especial devoción
este misterio doloroso, contaba una por una las profundas
heridas de que estaba cubierto el cuerpo de su divino amante,
y decía: «Todas ellas son obra de su amor», con intenso deseo
de que se imprimiesen en el suyo.
Por fin, un primer viernes de marzo de 1901, en que con
mayor ardor suplicó al Señor que le concediese alguna parti­
cipación en la tortura de los azotes, consiguió ser atendida
durante el éxtasis acostumbrado. El estrago fue horrible.
«El viernes -así lo comunicaba a su director-, hacia las
dos de la tarde, me hizo experimentar Jesús algunos golpeci­
tos. Padre mío, estoy cubierta de llagas que me hacen sufrir
un poquito. Viva Jesús».
82 83
PADRE S GERM ÁN Y BASIL IO, C. P. SANTA GEMA GALGANT

Las llagas, que nada tenían de imaginarias, las describirá pero el pulso y el corazón latían normalmente; luego se pro­
su madre adoptiva, pues las observó repetidas veces. dujeron los acostumbrados golpes.
«Advertí al principio de la noche -así escribe- que Gema No se sabe si el fenómeno se repitió en otra ocasión fuera
estaba en éxtasis Y padecía más de lo ordinario; la cogí de un de los cuatro viernes indicados; pero es de suponer que al­
brazo, y notando que tenía grandes rozaduras de color ro­ guna vez se presentaría, aunque sin ser notado, dados los ar­
sado, le apliqué un pañuelo que se manchó de sangre. Pade­ tificios que empleaba la humilde sierva para ocultar los do­
cía mucho y pude oír que decía: «[Serán tus golpes, Jesús?», nes que Dios le concedía. Por lo menos a mí me aseguró que
Entonces comprendí que se trataba de los azotes. Se repitió en una ocasión pidió permiso a su bienhechora para tomar
esto los cuatro viernes de marzo de 1901. El primer viernes un baño en la casa, porque, dijo, «tengo los vestidos pegados
pasó como ya dije. En el segundo hubo rasgaduras en la y me hacen mucho daño». Se bañó, y con ocasión del baño
carne, en el tercero fueron mayores estas, hasta el punto de pudo observarse que sus inocentes miembros estaban surca­
que casi se veían los huesos, y en el cuarto fue tal el estrago, dos de llagas, con la sangre cuajada; que la camisa estaba
que había llagas por todas partes, hasta de un centímetro de también manchada de sangre y que en la espalda se había
pegado tanto, que al separarla se abrieron las heridas, con
profundidad. Esto no obstante, al cabo de dos o tres días des­
gran dolor de la paciente. Sin embargo de esto, juzgando solo
aparecía todo. En una ocasión le vendé dos únicas que que­
por lo que ella decía, tales destrozos no eran más que «unos
daron por cicatrizar, pues supuraron y sufrió mucho al qui-
golpecitos que le había hecho sentir Jesús para que padeciese
tarle yo la venda; pero una vez quitada se curaron en poco
un poquito».
tiempo. Hablo de estas dos solas; las demás se cicatrizaron
súbitamente».
De igual modo se expresan cuantos vieron aquellas llagas,
Las espinas
lo que demuestra que no era Gema quien se las producía con
disciplinas ni con otros instrumentos de penitencia. Inútil es
Refieren los Evangelios que los soldados, después de azo­
decir que la piadosa víctima sentía vivo dolor en heridas tan
tar al Salvador del mundo, se apoderaron de Él y tejieron una
profundas, porque el gesto que ponía lo daba a entender.
corona de espinas que colocaron sobre su cabeza. Corona
«En el tiempo de los azotes -dice uno de los testigos-, adorable, ¿habrá cristiano que no te envidie y tenga a honor
Gema sufre mucho, pero sin moverse. Alguna vez tiene pe­ el ceñir te, después de haber estado en contacto con la frente
queñas convulsiones o le tiemblan los brazos, pero en cuanto del Hombre-Dios? Así pensaba la virgen de Luca, penetrada
a sentir, lo siente todo; porque si bien es verdad que queda de la grandeza de los misterios de la Cruz, de aquí que estu­
algo entorpecida, pronto vuelve en sí y todo Jo recuerda des­ viese enamorada, desde larga fecha, de semejante joya. Vea­
pués de pasado el éxtasis, según se ha comprobado. ¿Sabe mos cómo da cuenta de ello la misma Gema:
usted lo que me dice entonces? Encomiendeme mucho a Je­ «Por fin, esta noche (19 de junio de 1900), después de
sús. Después oigo que dice Mamá mía, Eterno Padre. El jue­ seis días que no veía a Jesús, me recogí un poco. Me puse a
ves por la noche, a eso de las once, dijo: «Adiós, hasta ma­ orar como tengo por costumbre los jueves, meditando la cru­
ñana». En efecto, cesaron los golpes y quedó como muerta, cifixión del Redentor. Al principio no sentí nada, pero al

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALG~

poco rato experimenté algún recogimiento. Jesús andaba La llaga del hombro
cerca. Como en otras ocasiones, sucediendo al recogimiento
la pérdida de los sentidos, me encontré con Jesús, que sufría Aunque los Evangelistas no hacen meNci@m de elila, 011>i­
horribles penas. ¿Cómo había de ver sufrir a Jesús sin ayu­ nan algunos místicos, como Santa Teresa, que el divino Va­
darle? Se apoderó de mí un gran deseo de padecer, por lo rón de dolores tenía otra llaga sobre el hombro izquierdo,
que con repetidas instancias supliqué a Jesús que me conce­ causada en el camino del Calvario por el peso de la Cruz,
diese esta gracia. En el instante fueron satisfechos mis de­ llaga que otros han confundido con una de las muchas que
seos; Jesús se acercó, y quitando de su cabeza la corona de produjeron los azotes. Esta llaga, que también tuvo Gema,
espinas, con sus manos santísimas, la colocó sobre la mía y era larga y profunda y tal dolor le ocasionaba que le obligaba
la oprimió contra las sienes. Momentos de dolor fueron a caminar torcida de aquel lado. Como las demás, se cerraba
aquellos, pero felices. Así estuve una hora sufriendo con Je­ la noche del viernes, o en la mañana del sábado, y, al igual
sús». que las otras, manaba sangre en abundancia y solo se dife­
Los hechos se encargaron de demostrar que esto no era renciaba de ellas en que el dolor persistía algún tiempo más.
efecto de la imaginación, porque a la citada hora se vio la ca­
beza de la joven rodeada de picaduras por donde salía san­ Interviene el confesor
gre, y no solo de la circunferencia, sino de toda ella por de-
. bajo del cabello. Con esto parece confirmarse lo que dejaron De este modo siguieron las cosas hasta febrero de 1901,
escrito algunos santos, que la corona de espinas del Salvador fecha en la cual, habiéndole escrito yo que rogase a Jesús que
estaba de tal modo dispuesta que cubría enteramente su ca­ la librase de tales exterioridades, rogó esta vez con el mérito
beza. Gema, hablando de la que por primera vez le había pre­ de la santa obediencia y fue atendida. Según ella misma es­
sentado el Ángel, lo dice también claramente: «No tenía la cribió, le aseguró Jesús que le quitaría las señales -esto es, las
forma de corona, sino de gorro». llagas-, pero que acrecentaría en ella los dolores. Y así suce­
El singular fenómeno regularmente se presentaba del jue­ dió, porque cesaron las manifestaciones exteriores, mas con­
ves al viernes de cada semana por algún espacio de tiempo, tinuó el dolor, dejándose sentir más vivo todavía en las mis­
aun después de haber cesado el de las llagas de las manos, mas partes; por cuanto la sangre que salía al exterior servía
pies y costado. en parte de alivio a la pobre paciente, según lo manifestó re­
Muchas veces tenía lugar antes del acostumbrado éxtasis petidas veces ella misma.
del jueves por la noche. Hallándose con los de la familia,
aparecían en la frente de Gema gotas de sangre, que poco a Otros sufrimientos
poco iban en aumento, hasta correr por las mejillas, el cuello
y los vestidos. «De cada cabello salía una gota -dice otro tes­ El Señor quiso concederle un desahogo. El corazón, con
tigo-, de modo que la sangre caía al suelo». Espectáculo con­ los esfuerzos que hacía en el pecho, oprimía la sangre en las
movedor capaz de enternecer al corazón más duro y empe­ venas y originaba vómitos de sangre. La joven estaba con­
dernido. tenta de esto, porque en su éxtasis se le oyó decir: «Jesús, te

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

daré mis manos y mis pies; lo demás no puedo, porque me lo


ha prohibido mi confesor. Toma mi corazón, puedo dártelo;
te lo cedo, Jesús, así como las manos; lo demás no puedo».
Parece que el Señor, mostrándole sus manos traspasadas,
le pedía sangre por sangre, con el fin de probarla. «No puedo
-volvía a responder-, padezco mucho por esto, pero antes es
obedecer que ser víctima». Desde entonces principiaron
aquellas terribles angustias que obligaban al corazón a bus­
car cabida en el pecho, encorvando fuertemente tres costillas CAPÍTULO X
del lado izquierdo y a percibirse el fuego que abrasaba la ES RECOGIDA EN CASA DE GIANNINI.
carne y la piel del mismo lado. VIDA QUE LLEVABA
Para completar el cuadro podría presentar la dislocación de (1899-1903)
los huesos que sufrió nuestro divino Salvador en la cruz, la dis­
tensión de sus miembros al colgarlo en el duro leño, magulla­
La familia Giannini
miento de su sacratísimo cuerpo en las tres horas del horr'erido
suplicio y la insufrible sed que, desde lo alto de la cruz, le obligó
Vivía por aquellos días en la ciudad de Luca una de aque­
a decir: «Sitio, tengo sed», para demostrar que Gema, después
llas honradas familias patriarcales, cuyo principal tesoro es
de cesar las llagas, participó de estos dolores. Ella lo confesó,
el temor de Dios y las virtudes cristianas. Estaba compuesta
los signos exteriores lo demostraron varias veces y dieron fe de
de padre, madre, una hermana y once hijos. Tan grato era a
ello varias personas, las cuales, maravilladas, atestiguan unáni­
todos los conciudadanos el nombre de dicha familia como
memente que nada faltó en esta criatura santa para poder lla­
grande es la estimación en que se la tenía. Era la de don Ma­
marla imagen viva de Jesús crucificado.
teo Giannini.
En efecto, Gema, además de sufrir los dolores corporales
La hermana, poco ha mencionada, era doña Cecilia Gian­
de Jesús crucificado, sufrió también las agonías de espíritu
nini, rn.ujer entregada por completo al ejercicio de las buenas
que Jesús padeció en la cruz. Pero ¿cómo lo haré yo, para que
obras. Conocía esta buena señora a Gema, pero solo de vista.
el lector me entienda, si trato de explicar en qué consistió
Hablole de ella el Padre Cayetano del Niño Jesús, a su regreso
esta mística agonía? Diré solamente que fue un sufrimiento a Luca, después de la misión predicada en San Martín, Y de­
moral, a juzgar por las señales exteriores, el color cadavérico, seoso de volver a verla, según la promesa dada, rogó a doña
el pecho levantado, los ojos hundidos y la sequedad de los la­ Cecilia que fuese a buscarla.
bios. Así se explica que su oración fuese escuchada, pues la
vista de Jesús crucificado era el único pensamiento de esta
virgen predilecta. «Jesús, hazme semejante a Ti, padeciendo Miseria e incomprensión
contigo; no me perdones. Padeciste Tú, hazme padecer a mí
también. Tú fuiste el Varón de dolores, yo quiero ser la hija [En las visitas a la casa Giannini que con este motivo co­
del dolor». menzó Gema a realizar llegó muy pronto a enterarse doña

88 89
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGA'NIL

Cecilia de la estrechez en que la sierva de Dios vivía en su sima modestia de la doncella y quedar grandemente eililJee1e-
casa e incluso de los malos tratos que en ella recibía de sus
hermanos. Por otra parte, lamentaba nuestra Santa ver ex­ respecto de los insólitos fenómenos que en ella observaba con­
puestos los dones recibidos de Dios a continuas profana­
tinuamente, espiando aun los más ligeros movimientos. Gema,
ciones.
Regalada con frecuentes éxtasis y semanalmente con las por su parte, contenida por un innato rubor y modestia, guar­
llagas de la crucifixión, echaba de menos en su hogar no sola­ clábase con todo cuidado de darse a conocer. Más que nada le
mente el silencio y recogimiento necesarios, sino hasta el res­ sirvió su delicada reserva, pues quería el Señor que fuesen <SO­
peto que tales dones reclamaban. Sus hermanos tomaban a nocidos los dones de su gracia, por lo cual sucedía frecuente­
chacota sus éxtasis, no siendo raro que llamaran a otros mo­
mente que la piadosa joven quedaba descubierta.
zalbetes para escarnecerlos.
Incluso dejaba a veces mucho que desear su conducta ¿No te parece, querido lector, que esto es un milagro de la
moral y religiosa, hasta el extremo de blasfemar grosera­ Providencia divina? Tratándose de viudas o solteras que vi­
mente en las discusiones familiares, lo que en alguna ocasión ven solas, no es raro, entre cristianos al menos, que, bien sea
produjo en Gema desmayos y sudor de sangre, por el horror por caridad, bien por alivio o comodidad propia, adopten
que semejantes palabras le producían. huerfanitas pobres o abandonadas. Pero en una familia nu­
No era ese el ambiente que a su nueva vida convenía. De
merosa con once hijos, todos de corta edad, y en casa relati­
aquí las peticiones al confesor para que la encerrara en un
convento y sus oraciones al Señor pidiendo el fin de situación vamente pequeña, el pensamiento de aquella señora, preten­
tan aflictiva. diendo se adoptara una hija de madre tísica, a más de
Ya hemos visto cómo cuidó Monseñor Volpi de compla­ temerario parecía de imposible realización.
cerla, aunque desgraciadamente sin resultado. En cambio, Verdad es que bastaba mirar a la joven, a la sazón de unos
sus reiteradas plegarias al Cielo merecieron que le mostrara
veinte años, para quedar prendado de ella. Algo sabe ya de
el Señor que no le faltaría lugar conveniente donde ocultar
los divinos favores]. ella el lector. Humilde, dócil, respetuosa, apartada de todo
cuanto pudiera parecer capricho o ligereza, era por añadi­
dura devotísima y buena a carta cabal. En los cuatro años
En la nueva casa que estuvo en la casa no dio motivo al menor disgusto ni tuvo
la más ligera disputa con la servidumbre ni con los hijos.
Pues bien, llegadas a tal punto las cosas, fácil es imaginar « Puedo jurar -atestigua la señora, madre de aquella familia­
la satisfacción de Gema al ofrecérsele ocasión de permanecer
que en los tres años y ocho meses que Gema vivió con noso­
lejos de los suyos en una casa de santos, en donde podía en­
tregarse libremente a Dios, sin ser estorbada de nadie. tros no tuve conocimiento de inconveniente alguno ocasio­
Entre tanto, la buena de doña Cecilia tenía ocasión de ad­ nado por ella, ni observé el más pequeño defecto». Del mismo
mirar mejor la rara bondad, la ingenua sencillez, la singularí- modo se expresan los demás testigos.

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GM.GA!Nrn

Nuevo tenor de vida agradaba realizarlos, porque los conceptuaba cosas v:mas
que hacían perder el tiempo lastimosamente. En Cél!Elillli>i0,
Dicho esto, estudiaremos a Gema en el nuevo género de prefería ocuparse en remendar, hacer media y otras cosas
vida, si así puede llamarse. El ajuar que llevó a la casa se que, aunque de poca apariencia, eran de gran utiílJidad a famd­
componía de alguna ropa blanca, muy poca, dos vestidos y lia tan numerosa como aquella. Tampoco se avergonzaba de
un sombrero; nada más quiso, según veremos más adelante, ocuparse en los oficios de la casa, a pesar de que desde mma
al tratar extensamente de su amor a la pobreza. A ella le bas­ había sido asistida por el servicio; así pues, sacaba agua del
taba Jesús; Jesús la tenía ocupada la mayor parte del día. Por pozo, ayudaba a las camareras a arreglar las habitaciones, la­
la mañana, tan pronto observaba que se había despertado la vaba la vajilla y auxiliaba a la cocinera en la preparación de
tía, se levantaba y en menos de cinco minutos se arreglaba y la comida.
se ponía en disposición de ir a la iglesia. Durante este tiempo Cuando en la casa había enfermos tomaba a su cargo la
no se ocupaba en nada, ni hablaba una palabra, por impor­ asistencia y ella sola era suficiente para cuanto podía ocurrir
tantes que fuesen los quehaceres de la casa; quería que las durante la enfermedad. Habiendo caído enferma una de las
primicias del día fuesen para Jesús; así es que, de acuerdo criadas, a la que se le formaron abscesos voluminosos en las
een la tía -así llamaremos a la señora Cecilia Giannini, a piernas, Gema, sin hacer distinción de ama a criada, se e:0.­
quien Gema llamaba su marná-, la cual pensaba como ella, cargó de curarla. Le limpiaba el cuarto, hacía la cama, la la­
se levantaba antes de amanecer, cuando los demás, como vaba y, arrodillada delante de ella, le vendaba las asquerosas
dormían, no tenían necesidad de especiales cuidados. llagas; y si bien la criada, de natural difícil y colérico, por
Juntas se dirigían a la iglesia más próxima; de ordinario, toda gratitud le pagaba con desprecios e injurias y le decía
a la llamada «della Rosa», enfrente mismo de casa; en ella que se fuese y no se acercase más a ella, la piadosa joven no
ordinariamente oían dos Misas; una como preparación para desistía de su empeño, sino que redoblaba sus cuidados, pro­
comulgar, que nunca omitían, y la otra en acción de gracias. curando por nuevos medios tenerla contenta.
Cierto que una hora de oración era poco para la fervorosa
virgen la cual, de dejarse llevar por los afectos de su corazón,
hubiera permanecido entretenida con Dios hasta muy avan­ Trabajo y conversación
zado el día; pero tampoco se quejó nunca de que se le hiciera
salir demasiado pronto, pues a la primera señal de marchar, De haberla dejado en libertad, sin duda que hubiera en­
aunque estuviera en éxtasis, como sucedía con frecuencia, contrado modo de estar ocupada todo el día, sin descansar,
volvía en sí y despacito se retiraba siguiendo a su tía. Al llegar trabajando; pero su madre adoptiva no pensaba del mismo
a casa, en unión de las hijas mayores y de las criadas, cui­ modo. Después de haberle dejado hacer lo que era de costum­
daba de que los niños se vistiesen, los arreglaba y hacía que bre en la familia, se la llevaba, bien al cuarto de labor, bien al
rezasen; después ayudaba con diligencia y buenos modos en patio de la casa, para coser o hacer media al aire libre.
todas las faenas domésticas. Hablaban de Jesús y de las cosas del alma, especialmente
En la escuela había aprendido Gema a bordar bastante cuando estaban solas. Discurrían acerca de la comunión de
bien y otros trabajos que se llaman de adorno, pero ya no le la mañana, del misterio o fiesta del día y del deseo de ir al

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PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN11A ©EMIA ffiA.ru@ANID

Cielo. Y aquí la buena señora se aplicaba a tender in0<~e:m.'tfes


lazos a la sencillez de la jovencita, para escudriñar los seene­
tos de su espíritu. Después de enardecerse con sus conversas
oiones la acosaba a preguntas de tal modo y con tal destreza
que le hacía manifestar con frecuencia las luces recibidas en
la sagrada Mesa, sus propósitos y cuanto le había ocurridh
durante el éxtasis. Sobre esto la había instruido yo y de ese
modo, gracias al Señor, se conocen muchas cosas extraordi­
narias que, de no haber usado estas santas estratagemas, ja­
más se hubieran conocido.
Gema comía a la mesa con los demás de la familia, pero
:¡;,aede decirse que más bien por fórmula, pues comía muy
t10c0. Su comida apenas llegaba a algunas onzas. A veces, to­
madas algunas cucharadas de caldo, se levantaba con algún
~r,etexto e iba a la cocina, regresando al cabo de algún tiempo
P.aua hacer lo mismo con el resto de la comida; de modo que
se marchaba de la mesa casi sin comer, o se retiraba a su ha­
fütación, dejando que los demás, según tenían por costum­
bre, conversasen entre sí de sobremesa.
Ocasión propicia encontró en aquella familia verdadera­
mente cristiana la piadosa joven para ejercitar su caridad con
los pobres. Al oír la campanilla de la puerta, siempre se figu­
raba que era alguno de estos, y, si no abrían pronto, pedía
permiso para hacerlo, lo que efectuaba a la carrera, y no se
equivocaba la mayor parte de las veces, pues era algún pobre;
Gema invitábale a entrar, creyendo siempre que en él encon­
traba un tesoro. Una vez dentro, le hacía sentar en el patio,
iba ligera a escoger en su escondrijo los mejores bocados y
alegremente se los ofrecía. Mientras el pobre comía sentá­
base ella a su lado para catequizarlo, insinuando dulcemente
en el alma del necesitado sentimientos de fe, de piedad, de
resignación; y así fortalecido de cuerpo y alma se marchaba
satisfecho.
Sus continuas oraciones por sus bienhechores tocaban a
lo vivo en el corazón de Dios, moviéndole a recompensarlos

94 ~5
CAPÍTULO XI
CONOCE A SU NUEVO DIRECTOR ESPIRITUAL
(1900-1903)

«Ese será tu director»

[Al llegar a este capítulo personalísimo, la humildad frena


la pluma del director de Gema, ocultando el modo providen­
cial y sobrenatural cómo le conoció la sierva de Dios.
Desde la aparición de las llagas le venía siendo muy mo­
lesta a Monseñor Volpi la dirección de Gema; parte porque
no acababa de entender su carácter sobrenatural, parte por­
que no estaba suficientemente preparado para dirigir este gé­
nero de almas.
Cierto día acogió con manifiesto desdén las humildes
confidencias de Gema, calificando todo cuanto de extraño le
oc.urr-Ia de «fantasmagorías». Compréndese la desolación de
la pobre joven, necesitada más que nunca de una dirección
esmerada y segura. Escribe a este propósito:
«No perdí tiempo. El mismo día hice una oración espe­
cial a Jesús Sacramentado con esta intención, cuando he
aquí que, como a menudo me sucedía, me sentí interior­
mente recogida y pronto quedé privada de los sentidos. Me
encontré delante de Jesús, pero no estaba solo. Tenía junto
a sí a un hombre de cabellos blancos; por el hábito conocí
que se trataba de un sacerdote Pasionista. Tenía las manos

97
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALG&Nil

juntas y oraba fervorosamente. Lo miré, y Jesús pronunció De sus excelsas virtudes, el mejor elogio que cabe hacer
estas palabras: es consignar que está introducida su causa de beatlÍ!fii.cación
-Hija, ¿lo conoces? ante la Sagrada Congregación de Ritos. Sus restos mortales
Respondí que no, como era la verdad. fueron trasladados hace algún tiempo al santuario de Sansa
-Mira -añadió-, ese sacerdote será tu director y quien Gema, en Luca, donde esperan la resurrección del último día
reconozca en ti, pobre criatura, la obra de mi misericordia. junto a los de su esclarecida dirigida.
»No volví a pensar en esto. Pero un día, por casualidad, vi Cumplido este deber de justicia, dejemos que hable la hu­
un pequeño retrato. Era precisamente el mismo sacerdote mildad del buen Padre sobre sus primeras intervenciones en
que había visto delante de Jesús; el retrato, sin embargo, se la dirección de nuestra Santa].
le parecía bien poco. Fue entonces, Padre mío, cuando co­ Con frecuencia, para ejecutar sus más elevados fines se
menzó entre usted y yo una comunión íntima de oraciones, complace Dios Nuestro Señor en elegir lo que hay en el
desde el primer momento en que le vi así en sueños, delante mundo de más vil y abyecto, a fin de que toda la gloria de la
de Jesús». buena obra se atribuya a Él solo.
De tal modo había de ser el director que quería dar a su
sierva. Gema no lo había visto nunca, ni siquiera había oído
decir que existiese en el mundo. Con todo, lo conoció en su
El Padre Germán
propia edad, en su propia índole, en su mismo semblante.

[Vamos a satisfacer ahora la ansiedad de los lectores, brin­


dándoles algunos datos biográficos del director de Gema:
Relación epistolar
Nació el 17 de enero de 1850 en Vico Equense, aldea del
reino de Nápoles. Desde niño reveló privilegiada inteligencia
Vivía el religioso en Roma, y ella, sabiendo que hallaría
y ferviente piedad. Muy joven todavía se consagró al Señor en
en él un verdadero padre, tomando ánimo de la ilimitada
la Congregación de los Pasionistas, donde cursó con gran bri­
confianza que ya por él había concebido en su corazón, le es­
llantez y muchas peripecias, como consecuencia de los acon­ cribió una carta el 21 de enero de 1900, en la cual, después de
tecimientos políticos, los estudios eclesiásticos. Descolló en haber relatado el modo como le mostró el Señor en visión a
las ciencias filosóficas y en arqueología, habiéndonos dejado su nuevo director, pasa a darle minuciosa cuenta de cuanto le
sobre ambos ramos obras muy estimables. había ocurrido en los dos últimos años; de su grave enferme­
También fue llamado a desempeñar cargos importantes en dad, de la milagrosa curación, de San Gabriel, de su vocación
la Congregación, como postulador de las causas de beatifica­ al estado religioso y de sus primeras relaciones con los Pa­
ción y Consultor general; nombrándole también el Papa León dres Pasionistas.
XIII consultor de varias Congregaciones romanas y Visitador Hablábale en ella de la fundación del monasterio de las
apostólico de diversas diócesis italianas. Estuvo propuesto religiosas Pasionistas, que más tarde había de tener lugar en
para obispo, de cuya dignidad se libró poniendo en juego su Luca, y referíale con todas sus señas las menores circunstan­
talento y buenas relaciones al servicio de su humildad. cias de dicha fundación, como si la tuviese ante sus ojos. La

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PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO , C. P. SANTA GE~ GA'.ll:.6ANI

carta, que consta de más de diez páginas, termina con estas Marché el primer día de septiembre del año 19©0. Ha:­
palabras: «Se lo digo francamente; mi cabeza es algo loquilla biéndome detenido en casa de los Giannini, en donde Gema
y ora se imagina ver, ora sentir cosas imposibles. Digo impo­ moraba, al verme la joven, me reconoció al punto, eXiJll6Iii­
sibles porque Jesús no ha hablado nunca ni se ha dejado ver mentando una gran alegría y bendiciendo en su corazón al
nunca de ciertas almas como la mía, tan pobre». Señor por tenerme junto a sí. Confieso que al hallarme en su
Poco después escribió otra de cerca de seis páginas: «Ayer presencia experimenté en mi alma vivos sentimientos de de­
voción y veneración para con ella, como si me hallase en pre­
por la noche, hallándome para orar ante Jesús Sacramen­
sencia de una santa.
tado, me llamaron; creo que fue Jesús (Padre, antes de conti­
nuar leyendo le ruego por caridad que no crea nada, nada
aósolutamente; escribo por obediencia, de lo contrario no ha-
El pecador de Gema
0r-ía dicho una palabra). Me dijo: Hija, escribe también al Pa­
fil'e que tu confesor se pondrá espontáneamente en relación
Era un jueves. A media cena, Gema, presintiendo el éxta­
sen él. Hazlo, que este es mi deseo».
sis, levantose de la mesa y se retiró a su aposento. Poco des­
Y era verdad. Habiendo oído decir interiormente lo pués vino a llamarme su madre adoptiva. Fui y encontré a la
mismo, el sabio prelado determinó en su profunda humildad joven en pleno éxtasis, cuyo asunto era un pecador, y cuya
buscar aquel apoyo, cuando no lo conocía. forma, una lucha entre la justicia divina y la joven para con­
seguir el perdón de aquel.
Confieso no haber asistido jamás en mi vida a un espec­
Primer encuentro personal táculo tan conmovedor. Gema estaba sentada en un canapé,
con la vista fija en un punto de la habitación, donde se le ha­
Aprovechando la ocasión de haber venido a Roma, trató bía aparecido el Señor. No estaba agitada, sino conmovida y
de tener una entrevista conmigo, pero no pudo realizarlo. resuelta como aquel que lucha y a toda costa quiere vencer.
Procuramos entonces entendernos por cartas, y así, en agosto Principió diciendo: «Jesús, ya que has venido, vuelvo a
de 1900, me escribió por medio del Provincial, invitándome a suplicarte por mi pecador. Es hijo tuyo y hermano mío, sál­
que fuese a Luca para examinar en persona a su penitente. valo, Señor», y lo nombró. Era el tal pecador un forastero a
quien ella había conocido en Luca y a quien, movida de inte­
Yo, que por principio me he resistido a creer en semejantes
rior inspiración, había amonestado repetidas veces de pala­
cosas, en especial cuando se refieren a mujeres, le respondí
bra y por escrito para que pusiese en orden su conciencia y
disuadiéndole de semejante pensamiento y aconsejándole
no se contentase solo con la fama de buen cristiano de que
que pusiese a su penitente en la vía ordinaria, la que recorre
gozaba ante el público.
el común de los fieles; y aun llegué al extremo de sugerir a El Señor, queriendo obrar como justo juez, se oponía a
aquel venerable prelado que tratase de exorcizarla. En vista las recomendaciones de su sierva; pero esta, sin desanimarse,
de tal desconfianza por mi parte, acrecentose la perplejidad le decía: «¿Por qué no me escuchas hoy? ¡Has hecho tanto
de aquel; por eso, queriendo que yo juzgase con ciencia por un alma sola!. .. ¿Y no quieres salvar esta? ¡Sálvala, Jesús,
cierta, logró que mi Provincial me obligase a partir. sálvala ... ! Está bien; pero Jesús, no hables así... La palabra

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PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P. SANTA GEMA GALGANil

"abandono" en tu boca, siendo como eres la misma miseri­ Director prudente


cordia, suena tan mal, que no debes decirla. Derramaste tu
sangre sin medida por los pecadores, ¿y quieres ahora medir Con todo, por mucho que admirase aquel suceso, n0 me
la cantidad de nuestros pecados?». di por vencido, sino que con gran aplicación empecé a estu­
El Señor, a fin de mostrar a su sierva los poderosísimos diarla, a fin de cerciorarme mejor del espíritu de la sierva de
motivos que tenía para resistir, le manifestó una por una Y Dios. Tres años duraron estos estudios sin dejarlos de la
mano. Auxiliado de la teología ascética y mística y de las
con sus menores detalles las culpas de aquel pecador, culpas
ciencias fisiológicas modernas sometí a la joven a largas
que habían colmado la medida. La pobre joven quedó como
pruebas, hasta poder decir: «No he olvidado ninguna y, lo
asustada; dejó caer los brazos y lanzó un profundo suspiro,
que es más importante, ninguna me ha salido mal».
sorno si hubiese perdido la esperanza de vencer. Sin ern­
El piadoso obispo, por su parte, quedó satisfecho, aprobó
Bargo, repuesta pronto del susto, volvió a luchar. «Lo sé, Je­ mi conducta y manifestó complacencia en que me encargase
sús, lo sé. Muchas son sus faltas, pero más he cometido yo Y yo de la dirección de aquella alma. Gema, que más que nadie
me perdonaste. Sí, lo confieso, no merezco que me escuches. temía que yo fuese cándido, pareció resucitar de la muerte a
!Rero te voy a presentar otra intercesora por mi pecador. Es tu la vida ante la seguridad que, finalmente, le di de que sus co­
misma Madre quien ruega por él. ¿Dirás ahora que no a tu sas procedían de Dios.
Mamá? A Ella no le puedes decir que no. Ya puedes contestar [Si el Padre Germán se mostró en un principio reacio a
que has perdonado a mi pecador». intervenir en esta dirección, una vez persuadido de que Dios
La victoria se había alcanzado, la escena cambió de as­ estaba de por medio en las cosas raras de Gema, aceptó este
pecto, el piadosísimo Jesús firmó la gracia y Gema, con ale­ ministerio con decisión, comenzando por desvanecer los te­
gría indescriptible, exclamó: «Está salvado, está salvado, Je­ mores de Monseñor Volpi y recomendarle con todo encareci­
sús, venciste. Triunfa, triunfa siempre y triunfa así». Y salió miento procurara guardar sobre este asunto la mayor re­
del éxtasis. serva.
El beneficio que Gema recibió de esta dirección del Padre
Duró esta tiernísima escena media hora larga. Terminado
Germán fue inmenso].
el éxtasis, me retiré a mi habitación con la mente llena de mil
Su gratitud para con el Señor, de quien creía haber reci­
pensamientos; al poco rato sentí que llamaban a la puerta.
bido aquel don, y para con su pobre ministro, eran sencilla­
«Padre, un caballero pregunta por usted». Le mandé entrar y,
mente incomparables. Por eso era una delicia dirigir un alma
ya en la habitación, se arrojó a mis pies y dijo: «Padre, confié­ tan virtuosa, tan sencilla, tan apartada de todo lo terreno y,
serne». Dios mío, el corazón se me partía: era el pecador de más que todo, de sí misma; embelesadora ingenuidad que
Gema convertido poco antes. Se acusó de cuantas culpas yo mostraba no solo con su Padre espiritual, sino con todos; la
mismo había oído referir en el éxtasis por la sierva de Dios. sencillez evangélica constituía, por decirlo así, su rasgo más
Una sola olvidó, que yo le recordé. Le consolé, le referí lo que característico.
poco antes había sucedido, le pedí permiso para relatar estas [La dirección del Padre Germán fue casi toda epistolar.
maravillas del Señor y, después de abrazamos con la mayor De la satisfacción que esas cartas causaban a Gema en sus
efusión, le despedí muy afablemente. dudas, angustias y tentaciones puede servir de testimonio el

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANI

siguiente desahogo de la Santa: «[Si supiera, Padre mío, el mezcladas con las celestiales, únicas de su agrade, dísminu­
gran bien que me hacen sus palabras! Si estoy turbada por el yesen la sencillez de su entendimiento. Más de una vez puse
enemigo, la calma reaparece enseguida; sus palabras me dan yo mismo a prueba tan virtuoso proceder, procurando ha0larr
fuerza y aliento y paréceme que ya no tengo miedo y que soy de cosas ajenas, pero mi discurso era interrumpido: «Padre,
csapaz de vencer cualquier asalto. La última que recibí el día he rogado a Jesús por aquel infeliz; le di gracias por el buen
ele la Ascensión no pudo llegar en momento más oportuno. éxito de aquel negocio; no pensemos más en eso».
¡~uánto me consoló aquella carta!». Por la rectitud de su conciencia debía de ser incapaz de
A esta satisfacción juntaba la Santa su profunda gratitud. concebir pensamientos de vanagloria; y así fue, pues nunca
iH'Jn la carta 127 le escribe: los tuvo, y aunque el demonio procuraba ponerle asechanzas,
«Padre, sepa que ruego mucho, muchísimo por usted, y si mostrándole sus méritos y buenas obras, no se dejó sorpren­
un día logro salvar mi alma ... ¡verá cuánto haré en su favor... , der. El sí y el no del Evangelio, bajo cuya regla había determi­
Mená cuánto haré por usted cuando me encuentre en el Pa­ nado vivir, eran para ella como el fiel de la balanza que se
naíso! ¡A todo trance le llevaré a mi lado!»]. encuentra en equilibrio. Como era humilde, le desagradaban
las alabanzas, pero sin descomponerla, como tampoco la des­
componían las injurias ni los vituperios. Para ella todo era
Opina su director igual, como ocurre con los niños, los cuales, a causa de su
sencillez, no saben dar importancia a hechos que al resto de
[Dejemos que prosiga el Padre Germán su humilde narra­ los mortales tan mal efecto causan.
ción]. Al hablar o escribir no usaba preámbulos, sino que en­
Su alma, serena y en inalterable paz, tenía los ojos pues­ traba directamente en materia: «Monseñor, sepa que hoy me
tos en Dios y con su entendimiento veía en Él las otras cosas, ha sucedido esto o aquello»; «Señora condesa, Jesús ha dicho
ya fuesen de por sí buenas o malas, agradables o ingratas; era que usted debe terminar esta obra santa»; «Padre mío, oiga
cual terso espejo al que todos se pueden acercar, sin que de­ una cosa curiosa que voy a decirle», y con otras semejantes
jen en él impresión de ninguna especie. De esta hermosa cua­ que, para quien tiene sentido, deben agradar infinitamente
lidad del alma participaba su cuerpo, pues aun cuando no más que las afectadas ceremonias hoy en uso.
subyugaba su mirada, el corazón sentíase movido por senti­ Siendo la sencillez de esta virgen fruto de sus intachables
mientos de veneración y dulce confianza. Por eso dijo una costumbres, nada tiene de extraño que tal virtud le acompa­
vez cierto venerable prelado: «No tendría inconveniente al­ ñase en todo. Sencillez en el porte y en el trato; sencillez en el
guno en hacer mi confesión general con esta joven». vestido y en el mobiliario; sencillez en la ropa de uso, si puede
Y, en efecto, no eran escasos en número los que, atraídos decirse que la tenía propia, en una palabra, sencillez en todo.
por su angelical sencillez, iban a tratar con ella asuntos muy Sus modales nada tenían de particular, si se exceptúa cierta
delicados. gravedad adquirida en la constante presencia de Dios, así
Escuchábalos modestamente; en pocas palabras les daba como pudiera adquirirla otra doncella cualquiera.
su parecer; si era preciso los amonestaba y en el acto, sin ha­ En la iglesia, donde pasaba largas horas todos los días
blar más, se recogía en su interior. Temía que extrañas ideas orando al pie del tabernáculo, permanecía inmóvil como una

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estatua, sin dejar traslucir lo que en su alma pasaba, sin lans hacer el menor cumplido, corría presurosa a llenar su obliga­
zar un suspiro, ni un gemido, ni hacer el menor gesto que ción, dejando al Ángel esperando. Por la noche le decía, ai
pudiera llamar la atención; y si las llamas de su amor le ha­ acostarse, que la signase en la frente y velase a su cabecera, y
cían derramar alguna lágrima, con las manos cubría el ros­ una vez obtenida la conformidad daba la vuelta y se dormía,
tro, inclinándolo suavemente sobre el pecho. sin proferir una palabra más. Benditos sueños de virgen a la
que acompañan visiblemente los ángeles del Cielo. Por lama­
Mas no tan solo esta rara cualidad acompañaba en Gema
ñana, al despertar, aunque viese a su fiel Custodio en el
fil ejercicio de aquellas virtudes que pueden ser vistas y admi­
mismo puesto poco o nada le decía, porque estaba ansiosa de
nadas en los hombres, sino que, habiendo echado hondas raí­
volar a la iglesia para comulgar, acto en que había reflexio­
eses en la mente y en el corazón de ella, no era posible que
nado durante toda la noche, a causa de dormir muy poco.
~ejaran de acompañarla en las vías más sublimes de la mís­
«Tengo en mis pensamientos cosas mejores -le decía-; voy a
tiGa y de la contemplación a que Dios quiso elevarla. Sincera­
Jesús»; e inmediatamente se marchaba. Cuando el Ángel se
mente, confieso que esta fue para mí la maravilla más grande
despedía de Gema, esta, con gracia inefable, solía contestarle:
ijUe pude admirar en ella, y tal fue también el argumento más
«Adiós, querido Ángel, saluda a Jesús de mi parte».
e0nvincente que me hizo considerar como verídico el espíritu
Cada semana, durante largo tiempo, se le renovaron las
de santidad que la acompañaba.
misteriosas heridas de las llagas. Del jueves al viernes por la
¿Quién ignora que los sublimes misterios de la fe son de tarde participaba de la Pasión del Salvador y sufría dolores
tal naturaleza que ante ellos el hombre mortal queda sobre­ atroces parecidos a los de la muerte. Pues a pesar de ello,
cogido, sin que lleguen a acostumbrarse ni los mismos que concluido el éxtasis, se levantaba como si nada hubiere ocu­
por experiencia los conocen, de modo que, temiendo y tem­ rrido, se lavaba la cabeza y las manos para limpiar la sangre
blando, esperando y amando, reciben las comunicaciones que había corrido en abundancia, estiraba las mangas de su
queel Señor se digna concederles? vestido para cubrir las cicatrices y, en la creencia de que na­
Hablaba con Dios con la confianza con que una niña ha­ die la había visto, con la mayor tranquilidad se ponía a con­
bla a su padre sentada sobre las rodillas, como en su sitio versar con los de la familia.
natural. Por eso, salvo el debido respeto, le hablaba con la Su profunda humildad le inspiraba ciertamente algún te­
misma sencillez e ingenuidad en las palabras y en las mane­ mor, particularmente al advertir que otros demostraban in­
ras como estamos acostumbrados a oír a los niños de tierna quietarse a causa de aquellas cosas extraordinarias; con todo,
edad. confiándose en las manos de Dios y al juicio de sus padres
La presencia visible del Ángel Custodio con que la favore­ espirituales, permanecía tranquila, sin preguntar ni indagar y
ció Dios frecuentemente era una de las cosas más naturales como si nada fuese aquel hallarse tan a menudo en pleno Cal­
para esta virgen. Le hablaba como se habla a un amigo; a vario, sufriendo dolores atroces con su Dios crucificado; ape­
menudo le daba encargos para los pobladores del Cielo y nas recuperado el uso de sus sentidos, encontrábase en dis­
también para los de la tierra, con humilde reverencia, es posición de jugar con los niños de la casa.
cierto, pero con afectuosa familiaridad; tanto, que, si mien­
tras departía con él era llamada o tenía precisión de cumplir
alguno de sus deberes, se levantaba inmediatamente y, sin

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CAPÍTULO XII
UNA ILUSIÓN: SER PASIONISTA

Ayúdeme a ser Pasionista

Alma tan apasionada como Gema por las cosas celestiales


tenía que encontrarse disgustada en el mundo; y así era.
«¿Cómo me las arreglaré -decía- para vivir en el mundo,
donde todo me causa fastidio? Sáqueme, sáqueme del
mundo, no puedo permanecer en él por más tiempo». Y a su
director le escribía: «En nombre de Jesucristo le ruego que
venga y me encierre; el mundo no es para mí».
«Ayúdeme, Padre, si usted puede, a ser Pasionista. No
tengo nada, absolutamente nada; soy pobre, muy pobre,
no tengo más que un gran deseo, Jesús me concederá esa gra­
cia».
Escribiendo al Padre Provincial de los Pasionistas, Pe­
dro-Pablo, le decía: «Padre, mucho tiempo hace que siento
vivísimas ansias de ser Pasionista (¡si usted supiera cómo su­
fro viendo pasar los días sin que se llegue a ningún acuerdo!) ...
No tengo, para poder conseguirlo, ni padre, ni madre, ni di­
nero, ni nadie que me quiera valer; lo único que tengo es un
vivísimo deseo».
Estas eran las quejas de todas sus cartas, y el mismo Se­
ñor, para probar la virtud de su sierva, le dejaba entrever que
aquella era su voluntad, diciéndole que sería religiosa cuando
las personas de quienes quería servirse para la ejecución de la

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

obra hiciesen lo que Él tenía dispuesto. Viendo la piadosa En cuanto hubo curado de aquella m@rntai e:líilfe;rnmedaM
doncella que no se cumplían los designios del Señor, insistió trató de entrar en el convento de las Salesas, h1ego en el <:le
solicitando lo mismo varios años y pasó en verdadera angus­ las Capuchinas, más tarde en el de las Carmelitas y q:ué sé yo
tia la última etapa de su vida, hasta que el Señor le dijo que en cuántos más, pero nunca logró realizar sus deseos.
se tranquilizase y olvidase aquel pensamiento. «-Iré donde quieran -decía Gema-, pero el corazón me
dice que Jesús no quiere que vaya adonde ellos me indican.
Por mucho que hagamos, no conseguiré nada; Jesús, al pare­
f$o;-iando por el claustro cer, no tiene tal idea». Y nada se consiguió porque, ya JDOP un
motivo, ya por otro, resultaron inútiles cuantos pasos se die­
El primer impulso que había recibido de lo alto para la ron.
v.ida del claustro fue en el año 1899, hallándose moribunda
en el seno de su familia. Comprueba este hecho una tal Letí­
Gia Bertuccelli, criada de la casa Galgani. Lo refiero como lo Las Pasionistas
r¡eJató ella después de la muerte de Gema:
«Entrando de noche en el aposento de la enferma, lo vi El único convento a que se sentía inclinada con toda su
todo iluminado, y junto a ella una persona. Atemorizada, fui alma era el de las Pasionistas. Tuvo conocimiento de estas
a despertar a la tía; mas ella, creyendo que era una ilusión religiosas por la lectura de la vida de San Gabriel de la Dolo­
mía, no se levantó. Volví temblando al aposento de Gema, lo rosa, y aún parece que el mismo Santo, en una visión, le dio
hallé lo mismo; con la misma persona, que era una señora; esperanzas de que sería de su número. Desde entonces no
mas no tuve valor para fijar en ella la mirada, sino que, asus­ mostró tener otro deseo; suspiraba por aquel instituto y así se
tada, retrocedí, y como oyera hablar dentro, me quedé a es­ lo suplicaba al Señor. En aquella fecha no había en Italia más
cuchar a la puerta, llena siempre de sobresalto. La señora de­ que un convento de Religiosas Pasionistas, situado en la ciu­
cía: "Gema, en cierta ocasión tuviste intención de hacerte dad de Cometo, y las religiosas no parecían dispuestas a ad­
monja; ¿te harás ahora?". A lo cual contestó Gema: "Sí, si mi mitir a Gema.
Señora me ayudase, ciertamente me haría monja; pero ¡soy Cuando hubo comprobado que todas sus ardientes súpli­
tan pobre y enfermiza!". cas y generosos ofrecimientos no bastaban para hacer cam­
» Replicó la señora: biar de resolución a las religiosas de Corneto, concibió la
-Si no encuentras medios para entrar en un convento, arriesgada idea de presentarse personalmente a las puertas
no faltarán personas que te protejan y te ayuden a vivir. del monasterio, confiando en que la elocuencia de sus lágri­
»Dijo Gema: mas y la oportuna intervención del Padre Germán quebran­
-Sí, sí, entonces se cumplirá la voluntad de Dios. tarían la resistencia de la Superiora. «Me voy allá arriba -es­
» Terminada la visión, entré. Entonces me dijo Gema que cribe al confesor- y suplico que me reciban en el oficio de
había recibido la visita de la Madre de Dios, prohibiéndome esclava, que es mi propio lugar. ¿Verdad que me concede
al propio tiempo que manifestase, mientras ella viviese, lo este permiso? ¿Cree que no me recibirán? Una vez allá, voy
que había visto y oído. Dos días después curó Gema». en busca del Padre, y con una palabra suya ya no me fuerzan

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMW Gf.W.GANI

a volverme. Me envía usted allá, ¿no es así? ... No se preocupe; más mínima protesta. «Al escuchan la carta -e-s<miee itl0füa
lo sé hacer todo. ¿Me da permiso para escribir al punto?». Cecilia al Padre Germán- dijo estas precisas palabras, "Me
da igual"».

;;viaje e intento frustrados


La venganza de Gema
Fija en su mente la idea de marchar, aun sin estar admi-
1.íiaa, decidió, con la aprobación de Monseñor Volpi, aprove­ A esta sublime resignación se juntó un propósito de ven­
eFiarse de la favorable coyuntura de ir a dicho monasterio ganza no menos sublime. Como alguien se permitiera en su
c\10ña Cecilia con sus dos sobrinas Anita y Eufemia para prac­ presencia censurar la conducta de la Superiora de Cometo
Viear los Santos Ejercicios. «Probemos fortuna -escribía al -por no admitirla en el monasterio ni siquiera para hacer los
Raclre Germán-; déjeme ir con la tía al retiro de los Santos Santos Ejercicios-, salió resueltamente en su defensa, di­
ciendo: «¿Qué conversaciones son ésas? No hablen mal de la
lFJjercicios en el monasterio de Cometo, y una vez allí supli­
Madre Presidenta -así llaman las Pasionistas a la Superiora-.
![Ue usted a Jesús que no me fuercen a volver».
Yo por mi parte la quiero tanto, que cuando esté en el Cielo
Cuando se acercaba la fecha de emprender el viaje, escri­
quiero ser la primera que salga a su encuentro para saludarla
lfü~ doña Cecilia a la Superiora: «Iremos a practicar los Ejer­
cuando ella llegue».
eicios Anita, Eufemia y yo. También irá en nuestra compañía Así es como los santos sacan partido de todo para adelan­
una jovencita huérfana de padre y madre, llamada Gema tar en virtud, bendiciendo al Señor en las prosperidades y
Galgani». resignándose totalmente a sus disposiciones en las adversi­
Tan prevenida debía de estar la Superiora contra Gema, dades.
que inmediatamente contestó que podían ir cuando gustasen
la tía y sobrinas, pero que cuidase de no llevar consigo a
Gema, «porque las monjas -añadía- no quieren recibirla, a A pesar de todo
causa de ciertas habladurías propaladas por diversas perso­
nas».
A pesar de todo, creyendo que aquella era su vocación, no
Dando por supuesto el duro golpe que iba a ser para se le borraba la idea de ser algún día Pasionista. Después de
Gema semejante respuesta, la buena señora no se la comu­ la negativa de la Superiora de Corneta, trabó amistad con
nicó y volvió a insistir cerca de la Superiora para que la auto­ una respetable monja de aquel convento, a la que escribía
rizara el llevarla. Fue inútil. «Vuelvo a escribirle -le contestó­ cartas de elevada mística, las cuales terminaba siempre con
suplicándole encarecidamente que no venga Gema con manifestaciones de su vivo deseo. «Lléveme al convento con
ustedes, por los motivos indicados en mi anterior y que me usted. Seré buena. Complázcame. No tengo dinero, soy muy
impiden autorizarla a entrar en la clausura». pobre; pero procuraré ser útil sirviendo de lega. Crea que sé
Imagínese el lector el desencanto de la pobre Gema al re­ trabajar, barrer, fregar platos, ayudar en la cocina y tengo
cibir la noticia de tan extraña resolución. A pesar de ello, no fuerzas suficientes para cualquier trabajo, por duro que sea.
exhaló de sus labios una sola queja ni consintió a su mente la Lléveme y complacerá a Jesús».

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GAIJGNNI!

Y añadía: «Sé que el Padre está en Cometo. Háblele mu­ una monja de aquel monasterio pana fnndar obro si ruites N©
cho en favor mío: dígale que me meta en el convento con us­ se aseguraba su sustento. A pesar de todo, Gema-ínsístía ~
ted. La obedeceré siempre, no haré nunca mi propia volun­ ciendo: «Mire bien lo que hace, Padre; el Señor n0 esté satis­
tad, se lo comunicaré todo a usted y haré lo que a usted le fecho de su desconfianza».
agrade. Realmente, me encuentro muy mal en el mundo, Ma­ Como si Él, en un momento, no fuese capaz de pnoveer a
dre mía». todo. «Empiece y ya verá después lo que sabe hacer Jesús».
Con igual premura, y aun con mayor franqueza, me lo de­ Mientras tanto, acompañada de su inseparable bienhe­
eía a mí: «Padre, atienda pronto al Señor; de lo contrario no chora, iba por las calles de Luca en busca de una casa 0, IIJOr
fiabrá tiempo». Luego insistiré en esta frase cien veces repe­ lo menos, de un terreno adecuado para la edificación del mo­
tida: «No habrá tiempo». nasterio.
En marzo de 1901, estando ya todo dispuesto, escribió a
la monja de Cornete de que antes hablamos: «Jesús quiere
ISe 'afana por la fundación que se funde el nuevo monasterio y pronto tendré este con­
suelo». Y en otra ocasión:
Por esta fecha principió a tratarse ·de la fundación de un « Monseñor ha dicho que es preciso que venga alguien a
<mnvento de religiosas Pasionistas en la ciudad de Luca. hablar con el Arzobispo y llegar a resolver algo en definitiva.
@ema se alegró mucho, viendo casi segura la realización de Tenemos acá ocho mil liras y hay además algunos edificios
sus deseos, y procuró por todos los medios animar a las per­ para vender o alquilar, como mejor agrade a los superiores.
sonas que se ocupaban en tan santa empresa, diciéndoles que Pero estos duermen. Basta, esperemos. Dígnese Jesús escon­
confiasen en Dios, sin desmayar en las dificultades, y que pu­ derme también a mí en algún lugar».
siesen todo su empeño en allanarlas. «Jesús lo quiere-decía-, Y en otra carta, aludiéndome a mí, decía: «Si nuestro
y lo que Jesús quiere lo hace seguramente: por tanto, manos buen Padre se decidiese a realizar lo que Jesús quiere -que
a la obra». bien lo sabe él-, todo quedaría hecho. Roguemos a fin de que
Sin embargo de ello, los que miraban las cosas con cierta Jesús le conceda la gracia de vencer su timidez. Anímelo us­
prudencia, quizá demasiado humana, en cuyo número con­ ted, que bien lo necesita; es preciso que pierda el miedo. Po­
fieso que me contaba yo, no se convencían con tales razones bre Padre, no tenga miedo de nada».
y daban largas al asunto; porque ¿cómo fundar un monaste­ Oyendo yo tales cosas estaba como entre espinas y rogaba
rio de rigurosa clausura sin dinero? a su Divina Majestad que me abriese pronto algún camino;
Era preciso comprar casa, repararla, teniendo en cuenta pero los meses pasaban sin que se abriese ninguno.
el uso a que se la destinaba, amueblarla y, además, asegurar
el sostenimiento de las religiosas.
¿Cómo se conseguía esto? Al cabo de dos años de mucho Las Hijas de mi Pasión
buscar se habían reunido apenas dos mil liras cuando la cu­
ria arzobispal de Luca exigía el depósito de doscientos escu­ La consideración de la gran gloria que darían a su Esposo
dos por cada monja, y la de Cometo no permitía que saliese estas hermosas almas la estimulaba a sufrir cualquier inco-

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GAUGANl

modídad para el cumplimiento de obra tan hermosa. Una presentárselas a mi Padre, que sin duda se aplacará. E>ile que
vez, entre otras, se le apareció Jesús en la forma descrita en el esas son mis palabras y a la vez el último aviso que doy a t@­
capítulo precedente, y diciéndole cuán irritada se hallaba la dos, después de manifestar mi voluntad. Encárgaselo a tu
justicia del Eterno Padre por los delitos del mundo, añade: Padre y dile que no me niegue la satisfacción que le pido"».
«Jesús se mostraba muy conmovido; se detuvo unos mo­ En una posdata a esta carta añade Gema: «Cuando me
mentos y prosiguió dulcemente: habló Jesús sobre el nuevo convento, no pude sacar en claro
"Hija, tengo necesidad de almas que ofrezcan a mi Cor~­ si yo debería vivir en él; creo que no. Por otra parte, cuantas
zén un consuelo proporcionado al dolor que le causan tarrtr­ veces se lo pregunto me deja sin contestación y me paga con
simas criaturas. Tengo necesidad de víctimas, pero de vícti­ una sonrisa».
mas fuertes. Para calmar la justa ira de mi Padre necesito
« Y concluyó diciendo: "Escribe en el acto a tu Padre que
presentarle almas cuyos padecimientos, tribulaciones e írico­
se vuelva a Roma, que hable con el Papa de este deseo, que le
m0didades suplan por la malicia e ingratitud de los pecado­
diga que se prepara un castigo y que son necesarias vícti-
res. En otros tiempos entretenía a mi Padre presentándole un ,,
grupo de almas queridas, verdaderas víctimas esforzada~­ mas.
Sus penitencias, incomodidades y actos heroicos eran suh­ » La idea del nuevo monasterio y la esperanza de ingresar
eientes para aplacarlo; mas ahora, al mostrarle de nuevo tales en él se presentaban en los éxtasis a cada paso. "Jesús mío, el
almas, me responde: No puedo; no puedo más. Conque ya confesor dice que insista ante Ti para edificar el convento,
ves, hija mía, ya no me bastan dichas almas, porque son po­ que tiene un vivo deseo de ver realizada esta gran obra. Has
cas en número". sido Tú quien me ha infundido en el corazón este gran deseo.
»Entonces, habiendo mostrado deseo de conocer qué al­ Piensa que cumples todo lo que prometes. ¿No es verdad?
mas fueran aquellas, me respondió Jesús: "Las Hijas de mi Piénsalo, pues, Jesús, y hazlo pronto"».
Pasión". Con lo cual quedé satisfecha, viendo que se trataba Amaestrada por luces celestiales, no tenía Gema duda
de almas sepultadas en vida, más escondidas que las otras ninguna del feliz éxito de la obra. «La fundación -decía- ten­
que viven fuera del claustro. Jesús prosiguió: "Si supieras,
drá lugar a corta distancia de la beatificación del Venerable
hija mía, las veces que he desarmado a mi Padre con solo
Gabriel y tornarán parte en ella el Sumo Pontífice, el obispo,
presentárselas ... Pero ahora son tan escasas en número que
un Consultor general y el General de los Pasionistas, a quien
ya no pueden suplirme".
el Consultor dará prisa e inclinará favorablemente, como
»A todo esto callaba yo, pero Jesús me dijo: "Escribe, hija
también el Provincial de la Provincia Romana y otro Padre a
mía, escribe inmediatamente a tu Padre y dile que cuando
vaya a Roma hable de este mi deseo con el Padre Santo, Y quien el Provincial mandará a Luca para ejecutarla. El demo­
avísale que me faltan víctimas para evitar el gran castigo que nio trabajará con ahínco para estorbar tan santa obra, y tales
amenaza. Mi Padre celestial está sobremanera indignado; dificultades opondrá que hará creer que es de imposible rea­
pero Yo te aseguro que, si en Luca se levanta la nueva funda­ lización; pero tan pronto corno se den los primeros pasos, los
ción de religiosas Pasionistas, se dará por satisfecho mi Co­ primeros que la han combatido serán sus protectores y todos
razón, y así, creciendo el número de estas víctimas, podré estarán satisfechos cuando la vean establecida».

116 117
PAD RE S GERM ÁN Y BASIL IO . C. P. SANTA ((;EMA GM.:GAN.1

Predicción de Gema se dio principio a la obra. Yo me acordé al punto de] eNeang@


que me había hecho un año antes, esto es, que fuese a Roma
Hizo otra predicción, y fue la última predicción que ha­ y hablase con el Papa; y fui a Roma y hablé con Su Santidad
bría de amargar su alma. Poco antes hice referencia de ella Y Pío X, recién elevado al Pontificado, y me escuchó cariñosa­
a ella vuelvo ahora: «Que se decidan pronto, porque, de lo mente; le agradó el diseño de la obra y, tomando la pluma, ae
contrario, no habrá tiempo. Jesús no espera más y me ha di­ su propio puño escribió la aprobación. Dice así el precioso
cho que me llevará consigo si dentro de seis meses no se da documento:
príncípio a la obra. La Virgen me curó de aquella grave enfer­
medad -de esto hablaremos en el capítulo siguiente-, pero a «Bendecimos con paternal afecto la fundación del nuevo
condición de que se hiciese el convento. Si pronto no se pone monasterio de monjas Pasionistas en la ciudad de Luca; a
manos a la obra, recaeré y me llevará consigo». Últimamente nuestro venerable hermano el Arzobispo Nicolás Ghilardi,
el Señor le dio a conocer que las condiciones exigidas no se que laudablemente la promueve; a la R. M. Superiora Josefa
el!lmplirían, y tuvo que resignarse. del Sagrado Corazón, que ha de ser su primera Superiora; a
«Esta mañana -habla ella- no sé explicar lo que pasó todos los bienhechores que han concurrido y concurriesen a
J!>0r mí, pero sentí grandes deseos de llorar. Me fui a mi establecerla y a las religiosas presentes y futuras que de él
cuarto para estar más libre y allí lloré mucho. Al fin dije: han de formar parte.
Fiat voluntas tua. Las lágrimas no eran de dolor, sino de re­ »Desearnos además que en sus oraciones, penitencias,
signación». prácticas devotas y otros ejercicios prescritos por la Regla del
El [iat estaba pronunciado. Gema no pensó ya en ser reli­ Instituto, las sobredichas piadosas vírgenes tengan por prin­
giosa ni volvió a decir palabra sobre esto; se ocupó de prepa­ cipal objeto de su comunidad ofrecerse como víctimas al Se­
rarse para bien morir, lo que, como había vaticinado, acaeció ñor por las necesidades espirituales y temporales de la Santa
a los seis meses. Iglesia y del Sumo Pontífice.
El Señor estaba satisfecho del buen deseo así como del »Dado en el Vaticano el 2 de octubre de 1903.
sacrificio ofrecido con tanta generosidad por su sierva. Los Pío X».
votos de la profesión religiosa los había hecho privadamente,
por devoción, y monja Pasionista lo era en su corazón, Y ha­ Gema había dicho la verdad. Jesús habló al corazón de su
bían sido impresas en su propia carne las llagas de la Pasión. Vicario y, según a su sierva hizo conocer en una visión, quiso
Podía, pues, salir de este mundo satisfecha de haber reali­ que el Pontífice declarase expresamente que era deber de las
zado la misión a que Dios la había destinado. Pasionistas del nuevo monasterio ofrecerse como víctimas de
expiación por el bien de la Iglesia.
Con tan venerable documento me presenté en Luca y en
Conseguirá muerta lo que no consiguió viva Corneta y se me abrió paso. Otras dos cartas apostólicas,
para el Arzobispo de Luca, una, y para el obispo de Cometo,
Muerta Gema, vinieron, con razón, los remordimientos; a la otra, vinieron poco después a reforzar mis trabajos, que­
los remordimientos siguió el despertar, y sin más dilaciones dando resuelta la fundación. Nótese que el Soberano Pontí-

118 119
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

fíee quiso designar la Superiora del nuevo monasterio, Y fu:6


precisamente la monja de Cometo a quien Gema había es­
crito: «El Señor le dará este consuelo».
Por fin, removidas todas las dificultades, dos monjas de
coro y una hermana lega partieron de Cometo para Luca. en
marzo de 1903, dos años después de muerta Gema; las cuales
neligiosas, después de haber estado alojadas provisional­
mente, el 31 de julio de 1908, dos meses después de la beatifi­
eaeión del Venerable Gabriel, entraron en posesión del rn o­ CAPITULO XIlI
n:asterio. PERFIL HUMANO DE GEMA
De este modo se cumplió al pie de la letra la predicción de
ema de que la fundación se terminaría a corta distancia de
Ia Beatífíceción del Venerable Gabriel de la Dolorosa. Las vidas de los santos
Por varias circunstancias asemejase nuestra Gema a la
Ha variado mucho de sesenta años a esta fecha la manera
Mingen de Viterbo, Santa Rosa, ya que del propio modo que
esta predijo a las Franciscanas de su ciudad que no habién­ de escribir las vidas de los santos. Nada digamos respecto a
<llola recibido en vida la admitirían después de muerta, tarri­ los siglos anteriores. Entonces se estudiaba exclusivamente
Bién Gema vaticinó a las Pasionistas que las puertas que no en los santos lo que tenían de tales, desentendiéndose los bió­
cq_uisieron abrirle en vida se las franquearían después de su grafos de los aspectos, valores e incluso achaques humanos.
Hoy día se quiere ver encuadrados los valores sobrenaturales
fallecimiento.
Tu profecía, ¡oh Gema!, es hoy una plena realidad. Tus en la naturaleza, y a la santidad realzada o recortada por lo
preciosos despojos mortales reposan ya en el magnífico san­ que tuvieron los santos de hombres. Incluso se llega a des­
tuario que te han dedicado en Luca las hijas de San Pablo de confiar de una santidad químicamente pura, dando por des­
la Cruz, las cuales te consideran como madre y te veneran contado que no ha existido sobre la tierra. La Leyenda dorada
como fundadora. ha pasado a la categoría de legendaria y, como tal, despro­
vista de verdad objetiva.
De aquí el que nos permitamos añadir este capítulo para
poner al día la Biografía del Padre Germán, recogiendo de la
obra del Padre Zoffoli y de otras fuentes algunos rasgos hu­
manos referentes a la índole o perfil humano de Gema.

Rasgos característicos

Nos limitaremos a su ingenuidad y agudeza, inteligencia


y cultura, orgullo e hipersensibilidad.

120 121
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

La ingenuidad tiene un aspecto positivo de candor, senci­ que se está dando una misión. A les nepanes ~í1Ie IJDG>Iíle el lIDUBlil
llez, docilidad y entusiasmo, y otro negativo de infantilismo, Hermano, replica:
ignorancia, credulidad, simpleza, indiscreción y caprichos. -Maldito respeto humano.
La fisonomía moral de Gema nos ofrece estos dos aspec­ En otra ocasión solicita del mismo Hermane EJ.J.ie la lleve
I

tos. El primero confiere realce a su santidad, mientras que el al convento para ayudar en sus trabajos a les Meliilllan0s le-
segundo, en ocasiones, desconcierta, por cuanto semeja con­ gos, pudiendo dormir en la casa de una ancianita que viw,ía
fundirse con la bobería. allí cerca.
Cuando comienza a tener comunicaciones con el Ángel
tle la Guarda, con Jesús, con María Santísima, con San Ga-
15mel de la Dolorosa, no semeja advertir que tales comunica­ Ingenuidad y agudeza
eiones son algo extraordinario. Está en la creencia de que las
tienen muchos de cuantos le rodean. Monseñor Volpi califica de «excepcional» la ingenuidad
Las conversaciones con personajes celestiales van acom­ que todos admiraban en ella y que a los más dejaba descon­
Rañadas con actitudes demasiado humanas, como reírse, dis­ certados.
Gutir, inquirir, lamentarse y revelar enojo. Nada digamos de Contrasta con esta ingenuidad la agudeza de su ingenio,
l0s besos, abrazos, encargos, recomendaciones e incluso ra­ si no queremos decir más bien su humanismo.
bietas. El mismo trato con el demonio llega a ser demasiado Ya en su vida de colegiala se prestaba de buen talante
familiar, como lo comprobaba el Padre Germán en las caute­ para toda clase de juegos. Declara una de sus profesoras que
las que le daba, viniendo a ser ese espíritu maligno el perso­ «la buena Gema era una muchachita como las demás», sal­
naje ridículo y estrafalario de los artistas de La Edad Media o tándose de dos en dos las escaleras y recibiendo por tal mo­
de nuestros Autos Sacramentales. Lucha con él a brazo par­ tivo algunos tirones de orejas.
tido, le pone motes, le contempla ya sin turbación y se ríe a Ya jovencita, se encontró al salir de la iglesia del Sufra­
carcajadas cuando huye derrotado. gio, donde se venera una imagen de San Antonio, con su
Si del trato con personajes ultraterrenos descendemos al amiga Isabel Basttiani. Tras los saludos obligados y las pre­
que tenía con las personas de la tierra, comenzando por el guntas por las respectivas familias, Isabel le pregunta bro­
director, también parece excesiva la libertad, pues llega a to­ meando qué ha venido a suplicar a San Antonio. Gema le
maduras de pelo, apodos y bromas un tanto pesadas. contesta en el mismo tono:
Suplica a Monseñor Volpi, en el empeño por ingresar en -¿ Qué va a suplicar una mocita a San Antonio?
un convento, que la lleve consigo en un viaje que hace a Bien ha podido declarar en los Procesos la Hermana Ma­
Roma. El prelado le responde bromeando que la llevará ence­ ría Julia, de las servitas, que «Gema gastaba las bromas que
rrada en la maleta. Ella le pone el reparo -al parecer con se­ suelen estilar las niñas con las personas de su intimidad».
riedad- de que no podrá respirar. Añadirá esta Hermana que, sabedora de que Gema la tenía
Trata de acompañar al Hermano Fabián, Pasionista, por religiosa y fervorosa, cuidaba de conservar su buen cré­
cuando se encamina a la cercana aldea de Concordia, en la dito, y que cuando se acompañaba de ella al salir de casa

122 123
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

para ciertos recados, a poco que notase que levantaba Gema


los ojos del suelo le decía:
-Gema, ojos bajos.
Los bajaba efectivamente, pero cuidando de fiscalizar si
también los bajaba la Hermana. A poco que se descuidase, le Y Jesús me ha respondido:
llegaba el aviso: -Pero ¿qué has escrito, hija mía?
-Sor María, ojos bajos. Yo, malhumorada, contesté que el Padre es malo y tam-
Cuando se enteró de que el Padre Germán había sido bién se lo he escrito.
nombrado Consultor de la Sagrada Congregación de Indul­ -No -decía Jesús-, tu papá no es malo.
gencias y Reliquias, le escribía con mucha sorna: «Ha sido Pero yo seguía siempre diciendo que sí.
poco. Yo esperaba algo más. Por ejemplo, cardenal. Otra vez -¿Y por qué? -rne preguntaba.
será, ¿no es verdad? ... Y ahora ¿cómo debo llamarle? ¿Siem­ -Porque ... aquí... y sola... ¡sí, muy malo!
Y Jesús alzando la voz, pero sin enfadarse:
pre papá, o bien Monseñor, excelencia, etc.? Seguiré llamán­
-No, tu papá es bueno.
tlole papá, ¿no es verdad?».
-No, no, no -insistía yo.
Allá por la primavera de 1901 obligaron al Padre Germán ¡Si hubiera visto, Padre mío! Por esta tarde no ha sido
razones de prudencia a escribir a doña Cecilia con el nombre posible arrancar de las manos de Jesús la carta. Pero ma­
supuesto de Bartolorné de Santa Bárbara. Gema cree descu­ ñana, cuando lo coja, se la quito. Y todo, ¿sabe por qué? Por­
brir al autor de tales cartas, y al escribir por su cuenta al di­ que le llamo a usted malo.
rector le dice con no menos ingenuidad que agudeza: -Pero ¿por qué es malo tu papá? -y me lo decía acari­
«Escriba pronto o mande escribir al Padre Bartolomé. ciándome.
¿No sabe que días atrás recibí una buena reprimenda de Je­ -Porque me deja aquí sola y nunca me entiende cuando
sús? Le dije: le escribo. Él cree que estoy contenta. Contenta estoy, pero
feliz no lo soy.
-Decidme, Jesús, ¿mi papá se ha cambiado de nombre?
Y Jesús, abrazándome estrechamente, dijo subiendo el
Porque a mí me parece que el Padre Bartolomé sea él. tono:
Jesús me dio esta respuesta: -Tu papá es malo; sí, malo, malo.
-Cállate, pillina, y no me vuelvas a preguntar». Pero lo decía en broma. Mas yo me alegraba, porque sé
que, si me deja aquí, es malo».

Familiaridad con Jesús


Inteligencia y cultura
Esta mezcla de ingenuidad y agudeza llevada a su trato
con el mismo Jesucristo cabe recogerla en el siguiente frag­ Por lo que mira a la inteligencia y cultura de Gema, tén­
mento de una carta al director: gase presente que en su familia y entre las personas de su

124 125
PADRE S GERMÁN Y BASILI O, C. P. SANTA GEMA GAI!JGANI

trato habitual superaba esta a la mediana. Su abuelo paterno como la misma Gema, que llega a escribir: «Me hice so0e1,¡bia,
se había distinguido como farmacéutico, siendo autor de nu­ desobediente, dando mal ejemplo a las compañeras y siende
merosas obras científicas. Su padre y sus tíos fueron por piedra de escándalo para todos. En la escuela no pasaba día
igual hombres de carrera. Entre sus hermanos, lo fueron, en que no fuera castigada; no sabía las lecciones y poco faltó
cuando menos, dos. También en la familia Giannini alternó para que me arrojasen de ella. En casa no daba paz; a nadie,
con personas de carrera o estudios universitarios. todos los días quería estar de paseo, llevar vestidos nuevos, en
En cuanto a la misma Gema, los testimonios recogidos en lo que papá me complació por mucho tiempo. Todas las ma­
los Procesos nos la presentan como a joven culta e inteli­ ñanas y todas las noches dejaba de hacer mis oraciones; entre
gente; siendo también esa la impresión que deja la lectura de tantos pecados, nunca, empero, dejé de rezar las tres Avema­
sus escritos. rías con las manos bajo las rodillas (práctica que me había
La directora del Instituto de Santa Zita atestigua que «era enseñado mamá, para que Jesús me librase de los pecados
buena y estudiaba bien». El Padre Germán afirma que «po­ contra la pureza). En este espacio de tiempo, que se prolongó
seía muy raras cualidades, viveza y perspicacia de ingenio»; durante un año entero, la única cosa que me había quedado
mientras que su profesora Sor Julia Sestini añade que «su ta­ era la caridad para con los pobres ... ».
lento la colocaba por encima de sus compañeras, hasta el ex­ El Padre Zoffoli indica con bastante fundamento que esas
tremo de poder desempeñar con ellas el oficio de maestra». notas no fueron justas, cayendo la profesora en un error fá­
«Era muy inteligente», declarará don Mateo Giannini. cilmente explicable por la manera de ser de Gema, fielmente
Sábese que en el colegio aprendió, además de lo referente a recogida en esta declaración de Sor Julia:
la primera enseñanza, bordado, canto, música, francés y algu­ «Era tenida por soberbia y orgullosa, dado su carácter vi­
nas otras materias correspondientes a los cursos perfectivos. vaz, rasgado, decidido, y por su modo de hablar tajante. Se
Su piedad la impulsaba a especializarse en los conoci­ prestaba a que la tuvieran por otra muy distinta de la que a
mientos religiosos. Recuerda su tía Elisa el afán que ponía en mí me parecía que era, y yo misma le decía con frecuencia:
todo lo referente a la Sagrada Escritura, la Historia Sagrada -Gema, si no supiera leer en tus ojos, yo misma pensaría
y el Evangelio; al tiempo que cuidaba de sacar puntos cada de ti como los demás».
semana del pasaje explicado por el capellán del colegio. Esta misma Hermana se lamenta de que no dieran a
Gema las calificaciones que ella entendía le correspondían en
justicia. « Yo le daba siempre diez puntos en conducta. No
Notas bajas constará en los registros, pero siempre le daba ese diez».
Lo cierto es que esas bajas calificaciones, incluso en con­
Todo esto parece contrastar con las notas de los cursos ducta y religión, más tarde quedaron desmentidas por la me­
1889-1893, aparecidas recientemente, en las que Gema ob­ dalla de oro y primer premio en el concurso catequístico de
tiene calificaciones medianas y hasta ínfimas en casi todas la ciudad.
las asignaturas, incluida la conducta. El intento de su padre de que siguiera cursos universitarios
Fue la crisis en los estudios y en la piedad que nadie nos indica por igual su buena inteligencia. El doctor Del Prete, mé­
ha recogido con tanta fidelidad, llevada a la exageración, dico de la familia, que la asistió en sus distintas enfermedades

126 127
¡
J
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

y acompañó a Monseñor Volpi en la inspección de fas llagas, Gema cabe descubrir algunos rasgos. ilil'1:a misma nos W~]a
declarará que era «una jovencita muy inteligente». de sus rabietas infantiles. Más adelante, pop ejemp1o, €1!la.Iil~©
Si su cultura humanística no alcanzó el nivel que en nues­ recibe una carta de Jerónimo Bentozzi, er,iite:na!iena@ que se
tros días alcanzan las jóvenes de buena posición, atribúyase a trata de una declaración amorosa, se la devuelve sin t©manse
las penosas circunstancias que presidieron los años de su for­ siquiera la molestia de abrirla.
mación escolar. El caso de Romeo dalle Luche, mozo de farmacia que la
Por lo demás, ella no se preció, como el Apóstol, de saber sigue y se hace encontradizo con ella, viene a hacerse ¡plfr­
y amar otra cosa que a Cristo y a Cristo crucificado. Sobresa­ blico, provocando ciertas habladurías. Se siente excesiva­
liente en este conocimiento y amor, monta muy poco el nivel mente ofendida, sabedora de que es su misma tía la que favo­
de su cultura humanística. rece esas pretensiones, y en una simple tarjeta postal, dírtgída
a su prima Rosita, al darle recuerdos para diversas personas,
añade: « Y a ninguna otra persona. Pregúntale a la tía si se ha
Propensián al orgullo persuadido de que no tengo intención alguna con ese estú­
pido de la farmacia».
Entre los aspectos humanos descollantes en Gema débese La misma doña Cecilia sintió los efectos de ese carácter
también enumerar su propensión al orgullo. de suyo altanero, aunque siempre terminasen sus manifesta­
Que la Santa fuese humildísima por obra de la gracia di­ ciones con el triunfo de la gracia. También sus tías hubieron
vina y la fiel correspondencia a ella queda suficientemente de experimentar en más de una ocasión sus respingos y taras­
indicado. Esto no quita que de su natural fuese todo lo con­ cadas. A ellos hace referencia la misma Gema cuando afirma
trario y el que junto a los actos de más profunda humildad que durante su gravísima enfermedad de fines de 1899 y
apareciese esa propensión o tendencia. principios de 1900 «no les daba sino disgustos y malas con­
Ella se acusa constantemente de pecados de soberbia. testaciones».
Véanse, por ejemplo, las cartas 7, 17, 18, 63 y 68 al Padre Jesús le recrimina en esa ocasión el no llevar con resigna­
Germán. Sus tías declaran que era arrogante por tempera­ ción la humillación e impotencia en que se encuentra. «Es tu
mento. Consigna en la Autobiografía que el principal defecto amor propio -le dice- el que se resiste al no poder hacer lo
del que tenía que corregirse en el colegio era la soberbia. Sor que hacen los otros y por la confusión que experimentas al
Julia Sestini declara que hubo de corregirla en distintas oca­ tener necesidad de ayuda ajena. Si estuvieras muerta a ti
siones por cierta altanería en los modales. misma, no te enfadarías tanto».
Cuando la visita el médico para comprobar las llagas -que
desaparecen momentáneamente al presentarse-, si por una
Rabietas y desdenes parte se felicita de la humillación que experimenta, por otra
se resiente al verse tenida por embaucadora. Escribirá más
Semejaba venirle de familia esta condición, ya que todos tarde: «Fue aquella la primera y más profunda humillación
los miembros de la familia, por los datos que poseemos, apa­ por la que Jesús me hizo pasar; a pesar de lo cual, se resentía
recen destemplados, ásperos y dominantes. En la misma mi gran soberbia y mi amor propio».

128 129
SANTA GEMA GAI!.CMN[
PAD RES GERMÁN Y BASILI O, C. P.

Desahogos con. Jesús puro incontrolados, tenían algo de enferrrííeos. Sirni:gl!l]a['­


mente ante los infortunios ajenos se nendían sin cwmdiei0JJ1es.
Hasta en los éxtasis siente que le hierve la sangre y aso­ Monseñor De Carlos recoge una anécdota refenenre a (ii­
man a su espíritu sentimientos de venganza, necesitando nés, el hermano inmediatamente inferior a Gema, cm.arra@ es­
realizar esfuerzos sobrehumanos para dominarse. Se ha visto tudiaba en el Seminario. Una mañana llegó tarde a la capilla.
<desacreditada y perseguida, al parecer, por un religioso. Al El prefecto de disciplina le castigó con obligarle a permanes
!hablar con Jesús le dice: cer de rodillas todo el tiempo de las oraciones matutinas.
«[Si vieras, Jesús, la fuerza que hoy he menester! ¿Quie­ «Todavía me parece verlo -atestigua- con el rostro oculte en­
nes que te lo diga, Jesús? Habría querido vengarme cuando le tre las manos, confuso e inconsolable».
tenía tan cerca; lo podría aun ahora que está lejos. En aquel Gema participa de esa hipersensibilidad. En un éxtasis se
m0mento de rabia con que ayer hablé al confesor... ». desahogaba así con Jesús:
Pero viene la reacción y triunfa la virtud, por cuanto dice «¿Acaso no he venido yo al mundo para llorar siempre? ...
l')©Co después: Es verdad, Jesús; si recuerdo lo que he pasado de niña y de
«Guíalo, Jesús, guíalo, y si te parece hazle callar... Y para mayor, no descubro en mi camino sino cruces».
m_ue vea que le quiero bien, mañana aplicaré por él la comu­ Ya de niña, su llanto ante el lecho de la madre enferma o
nión». moribunda excedía en mucho a lo normal en una niña de
Así son los santos. Tienen sus deficiencias temperamenta­ siete años. En el colegio buscaba con afán el cariño de las
les o psicológicas, a las que se sobrepone la virtud. Sor Julia, hermanas, singularmente de la maestra de clase. Escribe ella
que había penetrado hasta los más íntimos repliegues de su misma en la Autobiografía:
alma, declarará: «A veces tenía necesidad de una palabra y (lo diré) hasta
«Tenía un carácter vivo, pronto y ardiente, pero sabía do­ de una caricia de mi maestra y corría a buscarla. A veces se
minarse, por lo que toda la serenidad y calma que revelaba ponía seria; yo, al verla de este modo, me echaba a llorar, y al
era fruto de la firmeza de su voluntad y lo acendrado de su fin me tomaba en brazos (aunque ya tenía once años) y me
virtud». acariciaba; por fin me encariñé con ella de tal manera que la
Se reconocía y la tenían los demás por orgullosa de con­ llamaba mi mamá».
dición, bien que a la vez aparecía humildísima por la gracia Hasta en el trato con Dios aparece mimosilla, tratando
de Dios. de hacer valer sus desventuras para recibir consuelos celes­
tiales.
«Perdóname, Dios mío. Soy huérfana, sin padre ni ma­
Afectividad dre; ten piedad de los huérfanos, apiádate de mí».
Recogida por la familia Giannini, volcaba su ternura sin­
Añadamos, para terminar, que en el terreno emocional se gularmente sobre doña Cecilia, que desempeñaba los oficios
nos muestra Gema de una sensibilidad con ribetes patológicos. de madre. En cierta ocasión en que la buena señora, tal vez
Le venía de familia. Sus antepasados y su propio padre por probarla, le indicó que la veía desamorada, replicó al
revelaron en reiteradas ocasiones que sus sentimientos, de punto:

130 131
PADRE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

«Pero ¿qué dice? Si en el mundo he amado a alguna per­


sona, es a usted» -y pronumpió al punto en amargo llanto.
Se han recogido a última hora cartas cariñosísimas a di­
versas amigas.
Su afecto al Padre Germán era todo lo sentimental que
Et.1ede ser el de una dirigida agradecida hacia su director.
Esta exquisita sensibilidad explica en gran parte ciertos
eiX!tmemos en rechazar tentaciones o huir de los peligros y oca­
siones en materia de pureza. Lo que a unos tal vez no impre­ CAPÍTULO XIV
s-i0na, a otros coloca sobre el abismo. Gema obedecía en este
LA SALUD CORPORAL Y MENTAL DE GEMA
!l\lunto a fuertes impulsos de la gracia. Confiesa agradecida:
«Si Jesús no hubiera tenido compasión de mí, habría
eaído en pecados graves». El Padre Zoffoli cree, sin embargo, Salud y santidad
~11e en este punto se ha exagerado mucho. Recoge el testimo­
nio de Eufemia Giannini, que atestigua: «era una joven como
Se han realizado en nuestros días muy interesantes estu­
las demás, cuidadosa de evitar singularidades»; y añade que
dios sobre las relaciones entre salud corporal o mental y san­
<mando la familia veraneaba en Viaregio, «si bien ella no se
bañaba, se divertía viendo cómo se bañaban los demás». tidad. Parece haberse llegado a la comprobación de que la
Su comportamiento en este punto es el correspondiente a santidad es compatible con cualquier achaque corporal o
una joven de delicada conciencia y exquisita sensibilidad, mental que no altere fundamental y habitualmente las facul­
pero sin rarezas ni escrúpulos. tades superiores. Limitada nuestra observación a Santa
Con lo dicho creemos haber reflejado un tanto el perfil Gema, notó ya el Padre De Guibert que su santidad no debe
humano de Gema. Tiene sus altibajos y deficiencias, perfec­ considerarse subordinada a su perfecta salud, ya que «cabe
ciones e imperfecciones. Se refleja en todo su santidad, que­ ser santo y enfermo. El histerismo constituye una dolencia,
dando envuelto por sus esplendores.
por lo que cabe ser santo y ofrecer síntomas de histerismo».
Los santos no lo son por naturaleza, sino por gracia. La
Ello no obstante, nada ha perdido de su veracidad el anti­
gracia, a su vez, eleva la naturaleza sin destruirla. En la excel­
situd de la santidad revelan estos héroes lo que serían sin guo aforismo mens sana in corpore sano, y viceversa, el
ella, al tiempo que nos dejan el ejemplo de cómo es posible cuerpo enfermizo permite sospechar un alma enferma.
envolver en las llamas del amor divino verdaderos achaques
de la pobre constitución humana.
Su salud

No pocos han tratado de buscar a los fenómenos extraordi­


narios comprobados en Santa Gema una causa patológica,
atribuyéndolos a sus continuas enfermedades corporales, y

132 133
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'f'A GEMA: @ÑU@AINil

por encima de ellas, a las mentales; concretamente, al histe­ ella. Es la misma Gema quien nos per:rnHe _p>e,m:-saiJi l@. íF1ras
rismo. No estará de más el desvanecer tamañas suposiciones. afirmar que en 1896 «se despertó en mí otro deseo: eE . e
Veremos afirmar al Padre Germán en el capítulo siguiente amar mucho a Jesús crucificado, y al mismo tiempo paMeeeF
que Gema estuvo habitualmente sana y fuerte desde su miste­ y ayudarle en sus dolores», añade: «Todos los días pedía a
r.iosa curación hasta 1902. Con anterioridad a aquella enfer­ Jesús que me diese de padecer y padecer rmacho. Jesús me
medad, fuera de algunas ligeras indisposiciones, hemos he­
consoló: me mandó un mal a uno de los pies». Más adelante
elto mención de la caries en un pie el año 1890, el mal de
serán los ímpetu del amor divino los que quiebren el vaso de
P0tt, con parálisis en la parte inferior del cuerpo, y otras
arcilla de su carne. Recojamos algunos fragmentos de sus
e0mplicaciones entre 1898 y 1899.
cartas al director:
Recobrada misteriosamente la salud a principios de 1899,
«Si este Jesús sigue de este modo, yo no sé qué va a ¡;>a­
e0inciden todos los testimonios en presentarla como una jo­
sar... Crece mi esfuerzo, mi deseo crece, y entonces se repro­
ven sana, relativamente fuerte y de buen colorido.
Cuando solicita un certificado médico del doctor Del duce el asunto de las costillas y el de la sangre por la boca. Lo
iPrete para ser admitida en las Salesas, no obstante acabar de que va a suceder si Jesús continúa de esta manera, es que yo
Eecibir la curación indicada, puede este consignar: no voy a poder resistir más y moriré». «Esta noche me ha ve­
«Gema, hija de Enrique, se encuentra actualmente sana, nido una de esas apreturas tan fuertes, habiéndome esfor­
sin enfermedad alguna contagiosa, por cuanto me es dado zado tanto, que la sangre ha salido por la boca y en abundan­
comprobar según mi ciencia y conciencia». cia». «Jesús me consume y me siento acabar por momentos...
Don Mateo Giannini atestiguará: El fuego del corazón ha llegado esta mañana hasta la gar­
«Estuvo siempre y aparecía rolliza y sonrosada, como ganta ... Si Jesús prosigue haciéndome experimentar este mis­
cualquier otra persona en inmejorable estado de salud». terioso acabamiento, no viviré sino algunos meses».
Si durante estos últimos años la observaban algunos un Más adelante serán los ímpetu del amor divino los que
tanto desmejorada, convienen en que lo estaba por efecto de quiebren el vaso de arcilla de su carne. Si Gema murió en
sus privaciones y austeridades. plena juventud, el Padre Germán pudo hacer esculpir sobre
Así su hermano Guido, tras afirmar que después de las su tumba que fue divini amoris aestu magis quam vi morbi
indicadas enfermedades no aparecía tan fresca y sonrosada, absurnpta, «consumida por las llamas del amor divino más
añade: que por la enfermedad».
«Tal vez deba atribuirse, más bien que a su misma enfer­ Dos médicos aseguraron que su enfermedad fue tubercu­
medad, a sus continuadas y graves abstinencias». losis. Gema afirmaba resueltamente: «No estoy tuberculosa».
El doctor Bianchini, tras un detenido estudio de sus esputos
al microscopio, aseguraba con toda energía que no aparecía
Secreto designio de ella ni vestigio.
No cabe, por tanto, barajar la salud corporal de Gema
Incluso cabe afirmar que sus anteriores enfermedades de­ para intentar explicar a su luz cuanto esa vida espiritual
ben encuadrarse en los especiales designios de Dios sobre ofrece de extraordinario.

134 135
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA @ALGANI

Digamos otro tanto de su salud mental o complejo psico­ El caso de Gema lo ha estudiado con tode r.ig@F ofo1i1tí;ffie0
lógico. el doctor Ludwig en su libro Gema Galgani una estigma#,,ada
contemporánea, y ha llegado a esta conclusiérx «N@ @alDe en
manera alguna explicar los estados extraordinarios de Gema
con las palabras histeria, hipnotismo».
Nada de histerismo
Creyó sobre el terreno el doctor Pfanner que las Hagas y
demás fenómenos extraordinarios de Gema debían atribuirse
El Padre Germán creyó del caso añadir como Apéndices a
al histerismo; pero cuando hubo de probar su aserción, lo
la Biografía tres disertaciones para esclarecer que «las cosas
hizo en tal forma que el doctor Antonelli la califica de «pueril
extraordinarias de Gema no pueden atribuirse al histerismo,
e increíble».
íil hipnotismo o al espiritismo». Acaba de estudiar el caso, con todo el documental exis­
Hoy ya nadie osaría atribuirlas al hipnotismo o al espiri­
tente sobre la materia, el Padre Zoffoli, y le ha sido dado en­
tismo, de sobra desautorizados en el terreno científico y en el
cabezar su estudio con el título de «Nada de histerismo».
histórico. Pero queda en pie la suposición de histerismo. Según él, los signos evidentes del histerismo dicen rela­
Es bien sabido que para los psiquiatras racionalistas to­ ción al desequilibrio.
dos los fenómenos de la mística cristiana son producto del a) De las facultades cognoscitivas: sentidos internos, fan­
histerismo. tasía, memoria, inteligencia, capacidad crítica...
Yo en la «Introducción» a Santa Gema Galgani cuidé de b) De los impulsos instintivos, de las emociones, de los sen­
desvanecer tan arbitraria suposición. Comenzaba pregun­ tirnientos, ele la voluntad: esfera moral, mundo de la concien­
tando: «¿Qué es, al cabo de tantos años como esta palabra cia en sus relaciones con la ley ética, exigencias de una santi­
viene atronando nuestros oídos, el histerismo? Sencilla­ dad interior...
mente, una de tantas palabras hueras, utilizada como palia­ c) De la conducta externa: comportamiento, voz, gestos,
tivo de muchas ignorancias, pero cuyo verdadero sentido no escritura, reacciones imprevistas a estímulos externos.
se ha precisado todavía. Los neurólogos y psiquiatras no se Esto presupuesto, el esquema de nuestra argumentación
entienden al tratar de especificarlo. Lo único evidente sobre podría ser este:
la materia es que el histerismo consiste en un conjunto muy «Si Gema fuese una neuropática, deberíamos comprobar
complicado de trastornos cerebrales, nerviosos y psicológi­ en ella una falta de equilibrio en sus facultades psíquicas, de­
cos, cuyas manifestaciones son por lo general extravagantes, fecto tanto más grave en el caso cuanto que sería grave la
ridículas y lastimosas, cuando no impúdicas o criminales. forma de neurosis de la que se supone afectada. Ahora bien,
»El retrato de un místico cristiano es rasgo por rasgo el corno quiera que la Santa nada deja de desear a este propó­
reverso del que los especialistas nos hacen de los histéricos. Y sito, de tal suerte que supera a las personas normales, hasta
siendo así, ¿no será ya hora de que psiquiatras y neurólogos, obtener la simpatía y admiración de cuantos le rodean, sí­
mirando siquiera por su decoro personal y crédito científico, guese que no debe ser tenida por verdadera y auténtica his­
reformen sus diagnósticos, llamando a cada cosa por su nom­ térica».
bre y distinguiendo los achaques de la pobre naturaleza hu­ A continuación va demostrando la menor de ese verda­
mana de las grandiosas maravillas de Dios?», dero silogismo, para llegar a la conclusión de que constituye

136 137
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

una verdadera necesidad tomar a la Santa por una vulgar his­


térica.
Siempre constituirá una ligereza juzgar de los hechos porr
l,igeros pormenores o apariencias de superficie, desenten­
diéndose de su fondo y conjunto. El conjunto de los fenóme­
R0S místicos de Santa Gema prueba hasta la evidencia que no
eabe atribuirlos al histerismo.

CAPÍTULO XV
ÚLTIMA ENFERMEDAD !DE Gl]iMA\
(mayo de 1902-marzo de 1903)

Se ofrece como víctima

Aunque Gema había padecido mucho a causa de los tra­


bajos internos del espíritu y mucho también con la efusión de
sangre, con la falta del necesario alimento y con las constan­
tes vejaciones del demonio, es lo cierto que estaba bien con­
servada, tenía buenos colores y fuerzas suficientes. A excep­
ción de alguna fiebre pasajera, ocasionada más bien por el
ardor de sus amorosas llamas que por enfermedad corporal,
ninguna otra enfermedad la molestó después de la prodigiosa
curación de la espinitis. Duró tal estado de salud hasta la Pas­
cua de Pentecostés de 1902, en cuya solemnidad fueron ex­
traordinarias las celestiales comunicaciones, a saber: más
profundo recogimiento, insólito enrojecimiento del rostro y
tan dificultosa respiración que parecía partírsele el corazón
en el pecho.
En tales disposiciones fue arrebatada en un éxtasis que
duró bastante tiempo y en el cual llegó a conocer algo de lo
que le estaba preparado:
«Tengo necesidad -le dijo el celestial Esposo- de una ex­
piación grande, particularmente por los pecados y sacrilegios
con que me veo ofendido por los ministros del santuario». Y

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

añadió: «Si no fuese por los ángeles que asisten a mi altar, ¡a


cuántos de ellos habría dado muerte repentinamente!».
Tales palabras, dichas por un Dios irritado, pusieron en
sobresalto el corazón de la fiel esposa; su cara palideció, sus
ojos se deshicieron en lágrimas, y al proponerle el Señor si corazón, sino viva sangre pulmonar.
quería expiar aquellos pecados, dio un salto y exclamó: «¿Me
preguntas, Jesús mío, si acepto? Inmediatamente; desde
Noche oscura
ahora descarga sobre mí tu justicia, para que en tan misera­
Tole criatura seas glorificado».
Para hacer más doloroso su sufrimiento permitió Dios
El Señor aceptó tan generoso acto y Gema enfermó de
que cesasen repentinamente, en la expiatoria víctima, las dul­
gi¡avedad. Su estómago repelió en adelante toda clase de ali­
zuras de la contemplación, los suaves latidos de su corazón
mentos, y cualquier cosa que se le quisiese hacer ingerir, por
enamorado y toda clase de manifestaciones extraordinarias,
pequeña que fuese, le revolvía las entrañas, sin dejarla des­
tales como los amorosos deliquios, las llagas, la sangre y
cansar hasta que lo devolvía. Con dificultad toleraba algún
otras semejantes. Quedó, pues, sola, sin consuelo y consu­
sorbo de vino, único alimento que tomó durante dos meses
mida entre dolores en holocausto del Señor.
cumplidos, siendo de extrañar que solo con él pudiese vivir.
Las cartas que de allá me escribían daban lástima: «Gema
Nadie supo determinar esta enfermedad ni menos la causa a
está muy enferma; solo es piel y huesos; sufre dolores agudí­
que obedecían los extraños fenómenos que la acompañaban.
simos y penas interiores que espantan». «Gema no puede re­
sistir más, temo que se nos muera de un momento a otro».
«Gema clama por usted. Venga pronto, para que nos indique
Cura de momento
lo que debemos hacer».
Conocedor yo de la causa verdadera de su mal y no que­
riendo que se pusiese en manos de médicos, le escribí y por El Padre Germán
obediencia le ordené que pidiese al Señor la curación de tan
terrible enfermedad. Aunque violentándose, rogó al Señor Ante tales noticias, me puse en marcha; era el mes de oc­
con docilidad que la curase, y Jesús, tanto para demostrar tubre. La pobre joven sintió gran alegría al saber mi llegada y
que era el autor de lo que ocurría como para darle a conocer quiso levantarse para darme la bienvenida. ¡Cuál sería mi
lo agradable que era a su corazón la obediencia, le prometió sentimiento al verla en semejante estado y con el presenti­
curarla sin dilación, mas por poco tiempo. miento de que Dios iba de veras en esta ocasión! La bendije,
En efecto, Gema, curada instantáneamente, volvió a to­ ordenele que se acostase y, sentándome a su lado, le dije:
mar los habituales alimentos y al cabo de ocho días recuperó -¿ Qué es lo que hacemos, Gema?
las fuerzas, la carne y el color ordinario, siendo así que antes -Padre -me contestó con inexplicable alegría-, me voy
parecía un cadáver, por la abstinencia total durante sesenta con Jesús.
días. Pero la voluntad de Dios tenía que cumplirse; el 9 de -¿De veras? =añadí.

140 141
SANTA GEMA GAii.GANil
PAD RE S GER.i\.lÁN Y BASILI O, C. P.

sobradamente; esto es, que, en los veíntíeíneo a~s de maa,


-Sí, Padre, esta vez me lo ha dicho con claridad el Señor.
Gema no había cometido un solo pecado venial con pleNa ad­
Al Cielo, Padre, al Cielo con Jesús.
vertencia y que, por consiguiente, conservaba p>arm su me­
-Pero, y las culpas cometidas -insistí-, ¿cuándo se van a
pagar? ¡Vaya un negocio que quieres hacer! cencia, tal como había salido de la fuente bautismal. El alivio
-Ya pensó en ello Jesús. Él me enviará sufrimientos en que con esta confesión recibió la enferma no es posible refe­
abundancia durante el tiempo que me queda de vida; santifi­ rirlo. Era tal su alegría que fue preciso moderarla, por temer
caré mis penas con los méritos de su Pasión, se dará por sa­ de que la excesiva conmoción y el mucho hablar, dada su de­
tisfecho y me llevará consigo al Paraíso. bilidad, le perjudicasen.
-Pero yo no quiero que te lleve ahora. Con anticipación dispuse que se le administrase el Viático
Al oír esto me contestó ella con singular viveza: a la mañana siguiente. Gema, a pesar de lo que le atormentaba
-¿Y si Jesús lo quiere? el ardor de la fiebre, permaneció en ayunas. Se sentó en la
Y aquí, no sé yo mismo cómo, entró a discurrir acerca de cama con el velo blanco de esposa en la cabeza, le dije algunas
as particularidades más minuciosas concernientes a la palabras, muy pocas, según lo requería el acto, me aparté para
muerte; en qué forma se le habían de administrar los últimos arrodillarme en un extremo de la habitación. Gema estaba
Sacramentos, cómo la habían de vestir después de muerta, de fuera de sí en profundo éxtasis, con las manos unidas delante
g_ué manera debía colocarla en el féretro, transportarla al del pecho, los ojos entreabiertos, la barbilla inclinada sobre el
camposanto y darle sepultura. La enferma hablaba de todo pecho, e insensible como siempre en semejantes circunstan­
esto con resolución admirable, ni más ni menos que si se tra­ cias. Parecía un ángel adorando a la majestad divina.
tase de mudar de lecho o de casa. Escuchaba y respondía con Al llegar el sacerdote con el Santísimo Viático puso el co­
gracia e hilaridad. pón sobre el altarcito; mas al dirigirse a la enferma y verla en
Mas cuando la conversación versó sobre el lugar de su aquel estado, despidiendo llamas su rostro, sintiose sobreco­
sepultura se puso seria y con voz algún tanto conmovida me gido de santo temor. Animele diciéndole que se acercase con
dijo: «Advierta bien, Padre, dónde me mete. No salga de
la Sagrada Forma, pues, aunque en éxtasis, se conduciría
Luca sin que antes se asegure bien de mi cadáver». No en­
normalmente, como así sucedió.
tendiendo a qué aludía, le pedí explicaciones. «Quiero decir
Al acercarse su Jesús abrió los ojos llenos de lágrimas,
que deseo que mi cuerpo no sea tocado ni visto de nadie,
sacó la lengua, recibió la sagrada comunión y en el acto vol­
porque es de Jesús». Le aseguré que así sería y se tranqui­
lizó. vió a entrar en éxtasis. Terminada la ceremonia y llevado a la
iglesia el Santísimo, el mismo sacerdote subió a la habita­
ción de la enferma y arrodillándose al lado de la cama per­
Viático maneció allí, llorando y rezando todo el tiempo que duró la
acción de gracias de aquella comunión. Yo, aunque acos­
turnbrado a las transformaciones de alma tan santa, también
Aquella misma tarde la confesé y, para tranquilizarla
más, hice que renovase su confesión general. Con este acto lloré y jamás se borrarán de mi mente aquel día, aquella ha­
pude cerciorarme, llorando de satisfacción, de lo que sabía bitación y aquella cama.

142 143


PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GM!.!GANil

Adiós al Padre Germán antes, había hecho a la tía Cecilia, según ella mis(,lila declarat
« Vendrá un día en que me sacará de su casa».
La enfermedad seguía su curso; los síncopes eran fre­ A propósito de este para Gema tan doloroso incidente se
cuentes, no podía dejarse sola a la enferma y era preciso te­ recoge en los Procesos esta aleccionadora anécdota:
ner a mano el oxígeno para impedir que la asfixia acabase Era en los días en que se hablaba en easa Giannini cle,l
son aquella vida que se apagaba y la estola también a mano traslado de Gema por tísica. Monseñor Pablo Tei, que más
,!)ara darle la última absolución. tarde fue obispo de Pésaro, como maravillado de la rara sere­
No pudiendo detenerme más, le dije un día: nidad con que Gema presenciaba aquellos preparativos, dí­
-Gema, ¿cuánto tiempo durará esto? Quisiera mar­ jole:
sharme. -Pero ¿no adviertes que se trata de sacarte de esta casa
Y ella contestó: porque te creen tísica?
-Padre, puede marcharse cuando guste, por ahora no Y Gema, sin perder aquella deliciosa calma y equilibrio,
moriré. Esta enfermedad será la última, pero no llegó la hora. respondió, llena de conformidad:
Así me lo dijo el Señor. -Bien está, pero no estoy tísica.
Por última vez bendije a aquel ángel de la tierra, al que no Y replicó Monseñor Tei, con el propósito de ir perforando
había de ver más, y me retiré. hasta el fin aquella privilegiada serenidad:
Antes de partir de aquella casa indiqué la necesidad de -Pero Gema, tú, que no tienes ni cinco liras en el bolsi­
que se atendiese a la seguridad de los niños y no se tentase a llo, ¿cómo te arreglarás si te echan a la calle?
Dios, aun cuando a ciencia cierta se desconocía cuál era la Y la santa doncella, iluminando su rostro con aquella tan
enfermedad de Gema. Los médicos, en su mayoría, diagnosti­ peculiar sonrisa suya, le dice:
caron enfermedad de tisis o tuberculosis; otros, por el contra­ -Pero, Padre, ¿no está también Dios en la calle? Y donde
rio, no descubriendo en el examen microscópico el bacilo co­ está Dios está todo.
rrespondiente, manifestaban que la dolencia tenía tanto de Toda el alma de Gema parece encerrada en esta feliz ex­
nueva como de misteriosa. presión.
Por fin prevaleció la prudencia y consintieron en sepa­
rarse, aunque no del todo.
Anécdota y llanto

Adiós a casa Giannini Aún otra anécdota con referencia a la prodigiosa sereni­
dad de nuestra heroína en sus últimos días de vida.
Habiendo alquilado Elisa, la tía de Gema, un pequeño No comprendiendo la tía Cecilia en aquel momento todo
apartamento cercano a la misma casa Giannini, cuyas venta­ el mérito y el valor que suponía la ecuanimidad de su hija
nas daban frente a las de esta última, en la noche del 24 de adoptiva al adaptarse sin la más ligera observación de su
enero de 1903 fue trasladada la enferma a su nueva residen­ parte al nuevo hogar y a su nueva manera de vivir, no obs­
cia, cumpliéndose así una profecía que la San ta, tres años tante hallarse enferma y en trance de muerte, y atribuyendo

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN TA GEMA GALGANI

aquella impasibilidad aparente a indiferencia y desafecto, y Una carta


aun a ingratitud, entre molesta e inquieta, dice doña Cecilia a
la Santa: A su Padre espiritual le escribió el 6 de febrero:
-Ciertamente que no es mucho lo que por ti he hecho «Mi buen Padre, viva siempre Jesús. Estas son mis pala­
yo; pero Jesús, que aún premia un vaso de agua dado por bras en todos los instantes del día. Viva Jesús, que me da
amor suyo... fuerzas y valor y a quien, humildemente y sin cesar, debo dar
Y luego añade: gracias. Hice el sacrificio voluntariamente y sin reparo, pues
-Yo que por ti me he impuesto tantos sacrificios ... comprendo que no es hora de conducirme como niña, sino
Y poniendo Gema término al silencio con que fue con valor. Ayúdeme usted con alguna plática, aunque sea
0~endo tales quejas, después que dejé yo de hablar me res­ sencilla, pero con frecuencia, porque me es conveniente en
p0ndió: alto grado. Sea amable conmigo en medio de sus trabajos y
-Pero ¿qué dice? Si en el mundo ha habido persona a bendígame con fervor. Todos los días ruego por usted para
quien estimara, ha sido a usted ... que tenga paciencia conmigo. Soy la pobre Gema».
Y rompió a llorar. Ocurrió esta escena uno o dos meses Poco después de haberse trasladado al nuevo domicilio
antes de morir nuestra santa doncella. escribió la última carta a su celestial Madre, según acostum­
Yo le dije entonces:
braba en las principales festividades o con motivo de alguna
-Bien, haz lo que gustes, que de esto ya no se te volverá necesidad particular. Yo mismo ignoro por qué, no habién­
a hablar más.
dolo hecho nunca, la incluyó en la última carta que me escri­
Y aún añadió la sufrida Gema:
bió. Ciertamente no podía la piadosa joven legarme recuerdo
-Ahora ya no me queda más que prepararme para bien más precioso, porque en esta página puso todo su espíritu.
morir, porque he hecho a Dios renuncia de todo y de todos.
Véanse sus puntos principales:
-¿Hasta del Padre Germán? -le pregunté.
«Madre mía, mi débil existencia es una continua batalla,
-Sí, hasta de él -rne contestó.
pero estoy conforme, enteramente resignada en las manos de
La tía Cecilia ignoraba que Gema -que andaba rebo­
Dios entre el temor y la esperanza. Clamo en medio de tantas
sando siempre gratitud- había escrito al Padre Germán a su
penas y me dirijo a Jesús prometiendo amarle; pero Jesús se
salida de casa Giannini: «Después de haberme quitado
esconde y apenas me ama. Mamá mía, viva Jesús. Pronto y
Jesús la madre terrena que me había dado, procurome otra
santamente se vengará con su santo amor para con la más
que también me la toma, dejándome huérfana. Dos veces
huérfana en la tierra». ingrata de sus criaturas. Madre mía, ruega a Jesús por mí y
dile que seré obediente. Deseo ir al Cielo pronto, si es esta su
Su asistencia en el nuevo hogar poco o nada cambió,
voluntad. Bendice a la pobre Gema».
pues aquellos cariñosos bienhechores estaban de continuo
Así, en medio de las mayores tempestades, sobresale
al lado de la enferma, y aunque los médicos se esforzaban
siempre su fe: en lo más amargo de la agonía aparecen las
en impedirlo, los niños burlaban la vigilancia y, ora uno,
dulces expansiones del amor y ante los horrores de la muerte
ora otro, seguían a su tía e iban a ver a Gema, de quien no
podían separarse. no decaen ni su esperanza ni los deseos de subir al Cielo.
Bendito sea el que, a imitación suya, sepa dar cabida en su
corazón a sentimientos de esta naturaleza.
146
147
CAPÍTULO XVI
MUERTE DE GEMA
(abril de 1903)

Inrnovil

A pesar de que el estado de la enferma era bastante


grave, no por eso dejaba de levantarse todos los días tem­
prano y dirigirse, medio arrastrándose, a comulgar a la igle­
sia inmediata. Su infatigable madre adoptiva la acompa­
ñaba muchas veces a la ida y a la vuelta y ella misma la
acostaba de nuevo, dejándola sola para que diese a Dios las
debidas gracias.
El placer que la piadosa virgen experimentaba al recibir
el alimento celestial era grande, como grande era el consuelo
que de él sacaba; pero el Señor resolvió quitárselo.
En menos de dos meses la fiebre, que iba en aumento
constante, la imposibilitó para moverse; y ella, inclinando su
cabeza, dijo: «Jesús, así sea».
Tuvo que dejar también su alimento corporal, que se
componía de algunos sorbos de líquidos corroborantes;
pero bien pronto el estómago no pudo retenerlos y, a lo
menos por algún tiempo, se abstuvo con gran valor de to­
marlos.

149
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Guerra del infierno

A todos estos padecimientos, ya de suyo tan grandes, de­


ben añadirse los que le ocasionaba el demonio. Perturbaba el
maligno espíritu la imaginación de la paciente con toda clase
ffie fantasmas, propios para producir en su ánimo ansiedad, provocativas.
tmisteza, amargura y temor, a fin de inducirla a la desespera­
ción. Le representaba, bajo tétricos colores, el cuadro de su
angustiosa vida, las desventuras de su casa, las privaciones Particulares
sin cuento; hacía pasar ante su vista los agentes de la fuerza
pública que, al morir su padre, entraron en su domicilio con Acerca de estos particulares declara en los Procesos la
los acreedores para embargar cuanto había, y al fin termi­ Madre Gema (Eufemia Giannini) lo siguiente:
naba diciendo: «Ahí tienes todo lo que has conseguido con «Durante su enfermedad continuó diariamente recibiendo
tus fatigas en el servicio de Dios». la Eucaristía, pues habiendo nosotros, por razones de salud,
Aprovechándose después el maligno espíritu del estado tratado de convencerla de que no se levantara, Monseñor Volpi
de aridez profunda en que el Señor la dejaba con frecuencia nos dijo: "Déjenla que lo haga, ya que es el único alivio que le
para mejor purificarla, procuraba por todos los medios per­ queda". Y yo, por la mañana, a primera hora, la acompañaba a
suadida de que Dios la tenía abandonada, que con seguridad la iglesia de la Rosa, dejándola nuevamente en casa.
se condenarla, porque había errado el camino, y le hacía ver »Pero quince días antes de morir y habiéndola, como de
que sus heroicas virtudes y los favores recibidos del Cielo no costumbre, acompañado a la iglesia, al regreso ya no pudo
eran más que engaño e hipocresía. subir la escalera por su extrema debilidad. Fue, pues, desde
Esta tentación fue la más larga y terrible de todas. La po­ aquel día cuando tuvo que renunciar a la santa comunión, lo
bre joven, viéndose oprimida por ella, resolvió, para asegurar cual constituyó para ella, el más grande sacrificio».
su salvación, hacer confesión general y al efecto tomó la «A la iglesia de la Rosa -declara también Eufemia- iba
pluma y a pesar de la agitación de su alma y de la confusión Gema para practicar el mes de San José, del cual había sido
de ideas escribió detenidamente la historia de su vida y se siempre muy devota la angelical doncella, que no quería cier­
declaró merecedora de mil infiernos. Ordenó que este escrito, tamente privarse de su eficaz patrocinio, y menos en aquellas
que antes de ser cerrado fue leído por quien podía hacerlo, se últimas horas, que veía aproximarse con tanta rapidez».
llevase a un sacerdote de santa vida, conocido suyo, con en­
cargo de que fuese a darle la absolución. El sacerdote la con­
fesó y tranquilizó, pero el enemigo no se dio por vencido y, Arrecian los embates
revolviéndose contra ella, la inducía a impacientarse para
que, cuando menos, perdiese el concepto de virtuosa y santa Mas terminada una batalla pronto principiaba otra y no
en que con razón sobrada se la tenía. la dejaba descansar. Repetidas veces me escribió una de las

150 151
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN:FA GEMIA GMJ8''A1NiI

personas encargadas de su asistencia: «Esta bestia infernal «Jesús rnio, no puedo más»
concluye con nuestra Gema. Salgo de su lado llorando, por­
gJ_l!le el perverso demonio acaba con ella y no podemos reme­ Los dolores e incomodidades propias de la en.fo,IñITI@i:3.ad
ill:iarlo. Golpes tremendos, figuras de animales feroces, de no inquietaban a la virtuosa joven. No demostré sentiF aiis­
11000 echaba mano el bribón para acabar con la pobre en­ gusto, ni se apoderó de su semblante la tristeza, corno suele
foiñma. Nosotros la auxiliamos rociando su habitación con ocurrir en los enfermos; antes aparecía alegre y sonriente. Ja­
ag11a bendita; pero, aunque cesa el ruido por algún tiempo, más dio muestras de asustarse en las diferentes crisis de su
W0.elve al poco rato con más violencia». Para verse libre de enfermedad; ni su pecho lanzó gemidos y suspiros que exha­
lan los enfermos más valerosos sin poderlo remediar. No se
esto pidió los exorcismos con insistencia, y como no se creyó
dio el caso de pedir el menor alivio, ni que la moviesen o le­
11>r.udente acceder a su petición, ella misma procuró hacerlos
vantasen de la cama, por incómoda que fuese su posición; la
y,, dirigiéndose al enemigo, en tono resuelto le decía: «Espíri­
asistencia para ella siempre iba bien, aunque por olvido se la
tus malignos, marchaos al sitio para vosotros destinado. Si
dejase sola alguna vez por la noche, que es cuando más nece­
no lo hacéis, sabed que os acuso delante de mi Dios». Des­
sitaba de ayuda.
pués, dirigiéndose a la Santísima Virgen, se le oyó decir: Por la necesidad de dar a la amada enferma una asisten­
«Madre mía, ruega a Jesús por mí, pues por la noche me en­ cia más completa se recurrió a las hermanas enfermeras lla­
cuentro sola, llena de temores, entorpecidas las potencias y madas Barbantinas, las cuales, con su acostumbrada caridad,
sin poder moverme. ¡Viva Jesús!». tomaron con empeño el cuidado de nuestra enferma aten­
«[Pobre mártir -me escribían-, pobre víctima del Señor! diéndola hasta el último momento. Véase lo que sobre la he­
Siempre padeciendo. Parece que le torturan los huesos, el roica paciencia de la Santa dice una de ellas:
cuerpo padece todo él y desaparece sin poderlo remediar. «En todo el tiempo que estuve al cuidado de la bondadosa
Hace veinte días perdió la vista, y la voz se le apaga de tal ma­ Gema, durante su postrera enfermedad, no la oí quejarse una
nera que se le ve fatigarse para poder articular las palabras. sola vez. Solamente al principio oí que decía alguna que otra
Parece un esqueleto que por instantes se consume; da pena el vez "Jesús mío, no puedo más".
mirarla». »Habiéridole dicho yo que con la gracia de Dios todo se
De cuando en cuando acudía el benignísimo Jesús a tran­ alcanza, no volvió a repetir la expresión, y si alguno de los
quilizarla y darle ánimo, dejándose sentir de ella con clara y presentes decía enternecido: "Pobrecita, no puede más", in­
confortante locución. mediatamente respondía: "Sí, aún puedo otro poquito". Esto
no obstante -continúa la hermana-, es tanto lo que yo vi su­
«Hija mía, ¿por qué en vez de afligirte por las vejaciones
frir a Gema, que dudo se sufra más en el purgatorio». Del
de tu enemigo no pones toda tu confianza en mí? Humíllate
mismo modo se expresan cuantas personas se acercaron a su
bajo mi potente mano, y las tentaciones no te perjudicarán.
cabecera durante el curso de su enfermedad.
Resiste, no te dejes dominar, y si la tentación persiste, lucha
tú también, que la lucha te conducirá a la victoria».

152 153
SANTA GEMA @M!.Gí-\'NI]
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

En el último período de la enfermedad deleeaba y se file-s­


@uiero ser toda tuya
mayaba a menudo, a causa de su extrema debilidad.
El demonio se alegraba de aquella debílídad de , erzas YJ
Pues aunque parezca increíble, la enferma, a pesar de
de la imposibilidad de reaccionar, para afligirla mayerraente
úant0s dolores y de combates atroces, estaba en disposición
con fantasmas y temores; pero no hizo más que aumentar los
tlle sntretenerse familiarmente con su Dios, con aquella sere­
méritos de la pobre víctima porque también en aquel estado
nifilad de espíritu que tenía en los tiempos de mayor consola­
de debilidad sabía Gema lanzar el grito de guerra: «Viva Je­
©i6J;l. Por regla general, al salir de sus batallas con el infernal
sús. Toda de Jesús. Solo Jesús», con lo cual rechazaba las
enemigo, decía: «¿Dónde estás, Jesús? No creas que te falté
malvadas sugestiones. También se notó que en lo más fuerte
Jamás. Bien lo sabes Tú, que ves en mi corazón». Estas expre­
del delirio apenas se empezaba a hablarle de Dios, al punto
sienes y otras semejantes no tenían fin. Volviéndose hacia la
volvía en sí y respondía a tono, como si tuviese la mente ente­
~ir.gen, le decía: «Madre mía, manifiéstale a tu Hijo que curn­
~liré mi palabra, y le seré fiel». «¿No sabes, oh Jesús mío, que ramente sana.
soy enteramente tuya? Sí, toda tuya, mi cuerpo todo y mi
alma toda. Padezco, sí, pero soy tuya, y quiero ir contigo al
Cielo». Crucificada...
Díjole en una ocasión la Hermana enfermera: «Si Jesús la
dejase escoger, ¿elegiría irse inmediatamente al Cielo ce­ Gema solo tiene un soplo de vida. Todo el cuerpo está so­
sando de padecer, o quedarse aquí padeciendo, si con ello re­ metido al dolor; la lividez de la muerte cubre su rostro y ella
sultase mayor gloria suya?». A lo cual contestó Gema con vi­ yace inmóvil en su lecho en actitud tan digna de compasión,
veza: «Antes padecer que ir al Cielo, si se trata de padecer por que parece el mismo Jesús expirante en la cruz.
Cristo y darle gloria». En esto llegó el Miércoles Santo. Gema parecía estática;
Los afectos con que la mayoría de las veces desahogaba fijaba sus ojos de cuando en cuando en el Cielo, y con ansie­
su corazón la bendita joven eran de intensa contrición. «jOh dad exclamaba: «Jesús, Jesús». Una hora después entraba,
Jesús -exclamaba-, cuántos pecados! ¿No los veis, Jesús mío? como de ordinario, en pleno éxtasis, pero por poco tiempo. Al
Pero vuestra misericordia es infinita. Me los habéis perdo­ salir del éxtasis le preguntó la Hermana asistente si Jesús la
nado tantas veces, ¿y no me los perdonaréis ahora?». había consolado, y contestó: «Hermana, si pudiese ver usted
un poquitín de lo que me hizo ver Jesús, ¡cuánto gozaría!».
Refiere la buena religiosa que, al decir esto, estaba la enferma
Agradecida totalmente transformada.
El mismo día se le administró el Santo Viático, que reci­
Estaba profundamente agradecida a las Hermanas que la bió con gran reverencia, absteniéndose de toda manifesta­
asistían. Un día oyó a su madre adoptiva que decía a la Supe­ ción externa de piedad, fuera de las comunes. Al día si­
riora de las Hermanas: «Para recompensarle, sabré cumplir guiente, Jueves Santo, día solemnísimo para su corazón pidió
con mi deber». De pronto se encendió su rostro y exclamó: nuevamente a Jesús, y como el sacerdote opuso reparos a re­
«No, no; para las Hermanas se lo pediré a Jesús». petir la comunión por Viático, manifestó que aguantaría la

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PADRE S GERMÁN Y BASIL IO , C. P. SANTA GEMA GA11GANI

sed que la fiebre le producía, para permanecer en ayunas, y En total abandono


así lo hizo. Recibida la comunión, quedó en profundo recogi­
miento, que se convirtió en éxtasis al cabo de dos horas, aun­ El mayor dolor que experimentó en la cruz nuestro divino
~ue algo incompleto, de modo que le permitía responder de Salvador fue, según dicen los Santos, el aparente abaodono
enando en cuando a quien le hablaba de cosas edificantes. por parte de su Padre celestial, y real y positivo por parte de
!Il!Nnante el éxtasis le pareció ver una corona de espinas, y los hombres, que le hizo prorrumpir en amargo lamento.
tli90: «Antes que estés completa, ¡cuánto hay que padecer!». Y Gema debía también de asemejársele en esto.
i\mlviéndose a la Hermana, añadió: «[Qué día el de mañana!», Sin duda se preguntará el lector con extrañeza cómo es
ñefíriéndose al Viernes Santo. que faltaban en momentos de tanta necesidad los sacerdotes
directores espirituales, y solo había para acompañarla algu­
Llegó el Viernes, y a eso de las diez de la mañana doña nas piadosas mujeres, que más estaban allí para llorar, a la
teecilia, que la cuidaba, débil por la fatiga y falta de sueño, vista de tantas penas, que para servir de consuelo. Con todo
trató de marcharse para descansar; pero la enferma la detuvo sucedió así porque quiso Dios que el martirio de la Santa lle­
diciéndole: «No me deje, mamá, no me deje hasta que esté gase al último límite, y con el martirio apareciera el nimbo de
clavada en la cruz. Tengo que ser crucificada con Jesús, por­ su gloria.
que me ha dicho Él que sus hijos deben morir crucificados». También el Señor se retiró, sin permitir que descendiese
Se quedó la señora, y al poco rato entró Gema en pro­ ni un rayo de luz al entendimiento, ni el menor consuelo al
fundo éxtasis, extendió poco a poco sus brazos, y en esta po­ corazón de la mártir.
sición permaneció hasta el mediodía. Su semblante era una En efecto, el sacerdote de la iglesia vecina le llevó el Viá­
mezcla de amor y de dolor, de calma y desolación. No ha­ tico y se marchó; el párroco le dio la Extremaunción y tam­
blaba, pero ¡cuánto dejaba entender! Agonizaba con Jesús en bién se fue, para volver más tarde a leerle la recomendación
la cruz. Los presentes la contemplaban atónitos, sin cansarse. del alma; el confesor extraordinario a quien ella mandó lla­
Uno de ellos me escribió: «Contemplé a Jesús crucificado, mar, la confesó en pocos minutos y no se dejó ver más; el
moribundo, pues tal era la figura de Gema en aquel mo­ confesor ordinario, el único que conocía a fondo los miste­
mento». Todo aquel día, por la noche, y en la mañana del sá­ rios de su alma por haberla dirigido desde su niñez y que con
tal motivo le hubiera causado gran consuelo en medio de tan­
bado, sufrió penas mortales.
tas penas y luchas, se presentó por pocos minutos y eso que
Parecía que iba a morir, ahogada por la plenitud de sus la atribulada joven le suplicó varias veces con fervientes ins­
penas, tanto corporales como espirituales. A las ocho de la tancias que no la dejara. A mí mismo, que, a causa de encon­
mañana del sábado se le administró la Unción de los enfer­ trarme lejos, ignoraba el peligro y la grave necesidad, no se
mos en perfecto uso de sus sentidos, y atenta a las preces del me ocurrió ir allá ni escribirle alguna carta que le sirviese de
sagrado rito, esforzándose para responder lo mejor que po­ dirección. Así, merced a todo esto, Gema quedó desamparada
día, aunque con voz ronca. con Jesús desamparado. 1:
Y en estas circunstancias, soportadas con un heroísmo
increíble, consumida por la enfermedad, oprimida con el

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PADRE S GERMÁN Y BASILIO , C. P. SANTA @ENM @ATu<riANI

peso de inmensos dolores, atormentada, en las potencias éle alma daba a su inocente cuerpo para despedirse €le ~l; eLI t!Hila
su alma y en los sentidos corporales, por el infernal enemigo palabra, fue lo que en el salmo se Ilarna «sueño de 10s ~maa@s
~ sin consuelo de ninguna especie, elevó su ya apagada voz del Señor».
esta inocente criatura y dijo:
Ocurrió esta santa muerte una hora después del mediodía
-Y,a no puedo más. Te encomiendo, Jesús mío, esta po-
del Sábado Santo, que aquel año de 1903 correspondió al 11
0_. fe alma. de abril. Gema había conseguido del Señor el morir en una
gran solemnidad.
Muerta la santa joven, cuidáronse de su cadáver las Her=
,d!Jonswn111atun1. est»
manas asistentes, y por indicación de quien conocía a fondo el
deseo de su corazón de ser religiosa pasionista, fue vestida de
Era el consummaturn est, unido al in manus tuas del Sal­
negro. Después le colocaron sobre su pecho la insignia de la
vador expirando en la cruz. Tales fueron las últimas palabras
Pasión, distintivo de aquel Instituto, una guirnalda de flores en
de Gema.
la cabeza, el rosario al cuello, las manos juntas sobre el pecho,
La víctima estaba ya enteramente dispuesta; solo faltaba
en la misma forma que acostumbraba tenerlas cuando oraba
que exhalase el último suspiro para que el sacrificio fuese
absorta en éxtasis. No se borró de su rostro la bondadosa son­
perfecto. Pasó media hora más: Gema sentada en la cama,
apoyó la cabeza en el hombro de uno de los bienhechores. risa que apareció en sus labios al exhalar su último suspiro, y
Parecía dormida; los ojos de todos estaban fijos en aquel ros­ aquel cuerpo que inspiraba un no sé qué celestial, compuesto
tro angelical y hermoso, a pesar de los estragos causados por de aquel modo, parecía de persona viva que dormía tranquila­
la enfermedad, cuando de repente apareció en sus labios una mente o que estaba en íntima comunicación con Dios. Los cir­
dulce sonrisa, e inclinando suavemente su cabeza hacia un cunstantes no se cansaban de mirarla.
lado, cesó de vivir, como el Salvador en la cruz, según dice el
Evangelio: Et inclinato capite, tradidit spiritum. En tanto, su
hermosa alma recreada como lo tengo por cierto, por la visi­ Fama de Santa
ble presencia de su amado Jesús y de su Madre celestial, y
acompañada del Ángel Custodio, al que con tanta familiari­ Al anunciarse su muerte, muchos fueron los que se acer­
dad trató en vida, de San Pablo de la Cruz, a quien llamó en caron al fúnebre lecho para orar. También comparecie~on los
socorro durante los últimos instantes, y de San Gabriel de la niños de la familia donde se había hospedado la difunta, que
Dolorosa, de quien siempre fue devotísima, cargada de pal­ parecían no querer apartarse de allí. El anciano sacerdote de
mas y coronas, volaba al Cielo. la casa, en otra parte nombrado, y que más que nadie vene­
Nadie advirtió que hubiera muerto, puesto que, además raba a aquel ángel, no salió en todo el día de Pascua del apo­
de no haber tenido agonía ninguna, no hizo contorsión ni es­ sento de la difunta, llorando y rezando, sin apartarse de allí
fuerzo para expirar, ni dio señal alguna de opresión que ma­ hasta que sacaron los benditos restos. Entre los muchos que
nifestase sofocamiento ni asfixia; por el contrario, el acto de allí estuvieron, fue uno de ellos el dignísimo sacerdote de
su muerte fue como un beso y nada más que aquella pura quien Gema se sirvió para hacer la última confesión general.
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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GA'<]lGAINI

Fue tal la reverencia que le infundió la difunta que cayó ae GEMA ([;A.{MfiNl/Nil
rodi1las en tierra exclamando: Hija de Enrique Galgani y A.urelia ffl:an'ili,
-Gema, a tus pies está un gran pecador. Ruega al Señor nació en Camigliano de Luca, el 12 de marzo de li'8:7i8.
¡D0r mí. De puras costumbres y singular piedad,
Seglares y eclesiásticos le tocaban con sus rosarios la fue admirable ejemplo de virtudes cristianas.
mente, para guardarlos como precioso recuerdo. El concurso Probada desde la infancia
rlle visitantes continuó todo el siguiente día, y unos cogían con graves infortunios domésticos,
fil0res de la corona, otros por devoción le tocaban las manos purificada con larga y dolorosa enfermedad,
~ les pies, otros pedían cabello, y hubo en esto último tal in­ sufrida con edificante resignación,
discreción, que si la Hermana asistente no hubiera puesto halló siempre su consuelo único
en la constante devoción a Jesús Sacramentado
coto a tantas peticiones, no le hubiera quedado ni uno en la
a quien deseaba ardientemente consagrarse,
aallieza.
vistiendo el hábito religioso
El día tocaba a su término y era preciso trasladar los mor­
de las Hijas de San Pablo de la Cruz.
tales restos. La venerable Compañía de la Rosa hizo la pia­
Madura para el Cielo,
dosa ceremonia con toda pompa; pero la gloria de llevar so­
a él voló el Sábado Santo, 11 de abril de 1903.
bre sus hombros prenda tan estimada la reclamó para sí el
Vive con los ángeles,
mayor de los hijos de la familia donde Gema había sido hos­
alma piadosa, y ruega por nosotros.
pedada, el cual era a la sazón estudiante de la Universidad,
con otro de la misma casa y dos compañeros más, vestidos El cadáver fue sepultado en una tumba privilegiada y a
con túnica amarilla. cielo abierto, poniéndose sobre el mármol la siguiente ins­
cripción, que, traducida en lengua vulgar, dice así:

El sepulcro de Gema
t
GEMA CALCAN!
El bendito cuerpo de la virgencita de Luca, la que unos Virgen luquesa inocentisima,
años después sería llamada, con razón, «la Gran Santa del si­ que a los veinticinco años de edad,
glo xx», fue colocado en una caja de madera decente, pero sin consumida por las llamas del amor divino
pretensiones ni lujos, y en el interior se colocó un tubo de más que por la enfermedad,
cristal que contenía, escrita sobre pergamino, la inscripción el día 11 de abril de 1903,
que a continuación transcribimos. vigilia de la Pascua de Resurrección,
Este trabajo caligráfico fue redactado por el reverendo se­ voló al Cielo para unirse con su celestial Esposo.
ñor Roberto Andreucetti, Vicario de la vecina parroquia de la
Rosa, donde Gema acudía cada día para comulgar. He aquí DESCANSA EN PAZ
dicho texto, que es todo un poema. Alma hermosa en compañía de los ángeles.

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

El dolor que experimentaron los de la casa por la muenté


f el grande aturdimiento en que se hallaron todos fue causa
de que se olvidaran del acuerdo, ya tomado de antemano, de
ijlie en cuanto falleciese Gema, le harían abrir el corazón,
00n la esperanza de hallar en él algo extraordinario. Realí­
:2:afilo que fue el sepelio, como les acudiese a la mente el suso­
~1icd10 acuerdo, tomaron la determinación de efectuarlo al
~unto. Hallose el cadáver al decimotercero día en el féretro
:cal Gual en él había sido colocado, pero no sin señales de des­ SEGUNDA PARTE
e0mposición incipiente. Descubriose y levantase el corazón, VIRTUDES
el enal apareció fresco, flexible, rubicundo y lleno de sangre,
iFJ.0 menos que si estuviera vivo, lo cual maravilló extraordina­
mamente a los técnicos encargados de la autopsia.
¡Ah! Aquel corazón que fue horno de tantas llamas celes­
tiales, que palpitó de tan puro amor por Dios, y que no pu­
diendo contenerse en sus límites naturales levantó y encorvó
notablemente tres costillas en el pecho y se abrió una salida
al exterior en la misteriosa herida del costado, aquel corazón
que tostó toda la región torácica de aquella parte, hasta no
poder acercarse la mano sin quemarse, aquel corazón no po­
día morir. Fue error, fue desventura que con hierro de mano
profana se rasgase aquel corazón; mas Dios lo permitió para
manifestación de un prodigio que de otra manera hubiera
quedado ignorado.

162
CAPÍTULO I
«SÍ, SERÉ SANTA»

Al relato de la vida exterior de que hasta ahora nos hemos


ocupado, es natural que siga el relato de la vida interior. Nos
proponemos estudiar en los capítulos siguientes la vida ac­
tiva de las virtudes de Gema. También los medios de que se
sirvió para llegar a las cimas de la santidad.
Vamos a empezar adelantando algunas nociones y hechos
generales acerca del espíritu de santidad de la sierva de Dios,
imprescindibles para la cabal inteligencia de cuanto habre­
mos de decir más adelante.

Vocación a la santidad

Téngase ante todo presente aquel principio del Apóstol de


que Dios nos escogió a los cristianos desde antes de la crea­
ción del mundo para ser santos y sin mancilla 1• Quiere el Se­
ñor que todos seamos santos y a todos nos coloca en el ca­
mino y nos da gracias para conseguirlo.
De que todos seamos llamados a la santidad, claro está
que no se sigue que conceda Dios a todos iguales gracias. Así
corno en el firmamento hay estrellas de muy varia magnitud
y brillo, así en el firmamento de la Iglesia unos santos aven-

1
E{I, 4.

165
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

tajan a otros en perfección. Santos hay cuya vida se nas


0ürece perfectamente imitable, y santos a quienes solo p0cde­
mos contemplar de lejos; quiénes se distinguen en una virtud Por lo demás =dice el Padre Germán-, «sus ~efo~t0s y
~ gi_l!liénes en otra; unos guardaron inmaculada la ínocencía y los que llamaba graves pecados N© eran voltmNtarni0s, ~ antes
0tros avanzaron por los ásperos senderos de la penitencia. hubiera pasado por el hierro y por el fuego <qme e0rneter el
En la primera mirada que dirigimos a la vida de la virgen más ligero pecado venial. "No quisiena cometenlos -aeeía-,
ene Luca advertimos la traza de Dios en hacer de ella uno de pero soy muy mala. Procure evitar los pecados, pero a pesar
l0s más estupendos prodigios de la gracia. de mis esfuerzos vuelvo a caer. El mal está en que n0 ad­
vierto cuándo los cometo y que solo después de comenídes
caigo en la cuenta; que de no ser así bien sabe Jesús que no
«Seré santa» los cometería"2• Esto no obstante en el tribunal de la pení,
tencia no sabía hacer distinción entre faltas voluntárias e
Elegida nuestra Gema para tan altos destinos, respondió involuntarias, y con una elocuencia que fácilmente hubiera
a ellos desde la cuna, suspirando por alcanzar la cumbre y inducido a engaño a los más avisados confesores. se decla­
meta de la santidad. «¿Por qué no hemos de ser santos?», fue raba culpable de todas. Sin timidez ni afectación, sin gemi­
una de sus frases de niña. Al tocarle en suerte, jugando a los dos ni suspiros, tan frecuentes en las almas débiles, mani­
palillos, ser santa, «sí -dijo-, seré santa». festaba sus faltas con orden, franqueza y precisión de
Muy tierna en años al pronunciar tales frases, las pronun­ términos, distinguiendo el número, especie y gravedad. Yo
ció, no obstante, con entereza y resolución varoniles. Se ha­ la dejaba declararse, y examinando después aquellas faltas
bía ofrecido a su espíritu la santidad con todas sus renuncias llegaba a persuadirme de que o eran actos de virtud o bien
y privaciones, rigores y tentaciones, desolaciones y heroísmo. meras fragilidades. De suerte que, después de una experien­
«Seré santa», dijo, y encaminando todos sus pasos hacia la cia de varios años y de haber escuchado la confesión gene­
consecución de tan noble ideal, no se desvía de él un solo ins­ ral de toda su vida, puedo dar fe de que pecados formales,
tante ni en uno solo de sus actos. es decir, plenamente deliberados, no cometió la santa don­
cella ni uno solo, y que habiendo vivido veinticinco años en
un mundo corrompido y corruptor, subió al Cielo llevando
Inocencia nunca mancillada intacta la blanca estola de la inocencia bautismal». Durante
uno de sus éxtasis se le oyó que decía a Jesucristo: «¿Tienes
algo que reprocharme?». Y como la respuesta hubo de ser
Ante todo, Gema no manchó el candor de su inocencia
negativa, prosiguió: «Si es así, quedo tranquila».
con pecado mortal ni venial plenamente deliberado.
Es verdad que ella se consideraba manchada con innu­
merables y gravísimos pecados; pero esto solamente demues­
tra que, contemplándose en el purísimo espejo de las divinas 2
Véanse expresados tan ardientes deseos en las cartas 5, 7 y 144 al Pa­
perfecciones, descubría faltas que se ocultan a nuestros ojos dre Germán.

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PAD RE S GERMÁN Y BASIL IO , C. P.

Supremos esfuerzos como a histérica, bruja o loca. Hay mornentos y si,tmaei01;ms


en la vida de nuestra Santa en los que no cabe deteüerse SHiJ.
Al cuidado por conservar sin mancilla la inocencia se sentir que el llanto fluye a los ojos.
uruó en Gema el esfuerzo titánico por escalar las cumbres de Las más terribles pruebas de los santos n0 provieneñ pFe­
la santidad. cisamente de las criaturas, sino del Criador, que por ese me­
Empezó por renunciar a cuanto en el mundo podía ser­ dio forja y pule toda virtud. «El Señor atormenta a los i:i¡l!le
MiFle de obstáculo. Las diversiones y pasatiempos, las como­ ama», dice el libro de los Proverbios. Puesto a atormentar a
ifticfades y regalos, las satisfacciones de los sentidos y los en- esta pobre huérfana, desechada y befada del mundo, la en­
0anitos de la amistad, los seres queridos y hasta las trega al poder de Satanás para que la zarandee y la trsitune.
G0nsolaciones celestiales. Terroríficas visiones la conturban, acométenla feísimas ten­
El mundo fue para ella como si no fuese. Ni se enteró de taciones, golpes brutales la hieren y sobresaltos angustiosos
sus afanes, ni le interesaron sus luchas, ni gozó de sus place­ ahuyentan su sosiego.
nes, ni pudo experimentar sus desengaños. Jesús lo era todo A todo esto el Señor le oculta su rostro; déjala fluctuar en
para ella y solo para Jesús eran sus pensamientos y afectos, dolorosísimas incertidumbres, permite que el confesor no la
los suspiros de su alma y los latidos de su corazón, los afanes entienda y la desprecie, hácele gustar los desamparos del
de su vida y las aspiraciones de todo su ser. ¿A qué sacrificio Gólgota, concédele favores que la llenan de angustia y hace
no estaría pronta esta bendita criatura por agradar a Jesús? de su vida un doloroso y prolongado martirio.
No fueron pocos ni ligeros los que le exigió el celestial Esposo Colocada Gema en el crisol de tantos dolores, revela su
de su alma; pero la generosidad de su voluntad excedió siem­ temple de santa. Sus labios no exhalan una queja, su espíritu
pre a las exigencias de lo alto. Cada sentido de su cuerpo y no se conturba, su voluntad adora la mano que la atormenta,
cada potencia de su alma fue un altar donde en todo mo­ su corazón se consagra con mayor ardimiento al divino servi­
mento se ofrecían víctimas al Señor. cio.

Celestiales auxilios En las cimas de la contemplación

El Señor que para tan altas cosas la había creado vino en Almas como la de esta admirable sierva de Dios son las
su ayuda con providencia muy amorosa, conservándola casi que busca el Señor para depositar los tesoros de su munifi­
de continuo clavada en la cruz con Jesucristo. cencia. Dejemos disputar a los teólogos sobre si todas las al­
Hemos visto cómo la fue despojando de todo: padres, mas son o no llamadas a la contemplación, sobre si este don
bienestar, salud, cariños familiares, logro de la suprema aspi­ celestial se merece de una u otra manera y sobre si se dan
ración por ser religiosa y hasta de la necesaria libertad para santos que no hayan sido contemplativos. «El Señor se hace
salir a la calle. encontradizo con los que le buscan», leemos en el libro de la
Incapaz el mundo de apreciar los tesoros de virtud que Sabiduría. Los dones del Espíritu Santo actúan divinamente
oculta, la escarnece, burla, corre, desdeña, calumnia y trata en cuantos no los resisten, siendo su acción tan varia como
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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GA1J@~NI

con frecuencia imperceptible a nuestros sentidos y faculta­ Ángel Custodio. Acompañaban de ordinaríe a estas wsi0nes
des. locuciones en las que Jesucristo, María Santísima, los ánge­
El Señor premió desde muy temprano la abnegación y les y los santos semejaban tener a gala conversan famhliarr­
heroísmo de Gema concediéndole el don de la contempla­ mente con ella. Ni eran escasas las revelaciones acerca de si­
eién, a cuyo favor adelantó tan rápidamente en virtud, que a tuaciones presentes o acontecimientos futuros, abundando
tla edad de los veinte años se nos muestra ya como santa es­ entre las primeras las referentes al estado de las almas de l0s
clarecida. pecadores, por los cuales se ofrecía al Señor como víctima.
Débese tener esto muy presente al tratar de las virtudes Finalmente, colmó Dios a Gema de dones y favores de or­
~e nuestra santa joven. Permítasenos afirmar que una es la den afectivo. El amor divino la compenetraba y transfor­
manera de practicar las virtudes de las almas con mayor o maba. No pudiendo resistir la debilidad de su cuerpo la vehe­
menor fundamento clasificadas como ascetas, y otra muy su­ mencia de ese amor, se le encendía el rostro e inflamaban los
perior la de aquellas que resueltamente caminan por las vías ojos; le reventaba la sangre en el pecho, saliendo a borboto­
místicas. El modo de obrar de las primeras tienen todavía nes por la boca; el corazón se le dilataba, llegando a doblar
mucho de humano, en tanto que las segundas, favorecidas violentamente las costillas.
con otra luz, abrasadas en otro fuego y dirigidas directa­ Dábale también el Señor la sensación de que le había ex­
mente por el Espíritu Santo, se ejercitan en más altas virtu­ traído el corazón y de que la Santísima Virgen lo tenía en sus
des y llegan a conseguir mucha mayor perfección. manos.
Habremos de ver a Gema descollando en todas las virtu­ Para que nada le faltase a Gema en este orden de favores,
des, alcanzando en ellas maravillosa perfección, ejercitándo­ Jesucristo la llamó a participar de sus llagas adorables, ha­
las con prontitud, alegría y en grado heroico. Todo ello será ciendo se dejasen ver en su cuerpo las heridas de los clavos,
consecuencia del plano en que se desenvuelve su vida. Ele­ de la lanza, de los azotes y de la corona de espinas.
vada a las cumbres de la contemplación, Dios exigirá de ella Con esto está suficientemente indicado que, si en el orden
santidad especial y, en correspondencia a los divinos desig­ de las virtudes apareció la virgen de Luca cual astro de pri­
nios, no se dará punto de sosiego para alcanzarla. mera magnitud, en el orden de los carismas aparece tal vez
como la santa más extraordinaria de estos últimos tiempos.

Favores místicos
Misión victima!
En cuanto a gracias místicas, viose muy favorecida de
ellas en los tres órdenes, corpóreo, cognoscitivo y afectivo. Para terminar este boceto de la santidad de Gema, falta
Su cuerpo virginal despedía celestial fragancia; su rostro indicar que Dios la escogió para una alta y penosísima mi­
aparecía habitualmente como transfigurado, no fue raro sión: para ser víctima, que, en unión con la augusta del Cal­
verla aureolada de celestial claridad, semejando un serafín. vario, se ofreciese a la divina justicia por los delitos del
Las visiones del Cielo, sensibles, imaginarias e intelectuales, mundo. Solo teniendo esto muy presente se explica la vida
fueron frecuentísimas, llegando a ser casi habitual la de su crucificada de esta admirable sierva de Dios.
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PADRE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

Es que Gema era una víctima; su vida tenía razón de sa­


crificio y, en consecuencia, hay que buscarla siempre sobre d
ara, siempre recibiendo los golpes del divino sacrificador',
siempre ofreciendo al Señor su sangre generosa.
Q)uien no tenga presente que Gema es una víctima no sa­
mrrá apreciar debidamente la mayoría de los hechos de su vida
ffl la conducta que con ella sigue la divina Providencia.
Habremos de tratar por extenso esta materia. Baste por
afiara esta simple indicación.
La sencillez presidiendo sus relaciones con el Cielo

Y la sencillez que resplandecía en sus relaciones con las


'Cfarácter distintivo de la santidad de Gema
criaturas resplandecía tal vez en más alto grado en sus rela­
ciones con el Señor.
Para terminar este capítulo pláceme señalar la nota ca­ El Dios de inmensa majestad era para esta bendita niña
racterística de la santidad de Gema. Según el Padre Germán, tierrrísimo, esposo amable, amigo delicioso. Nunca entendió
es la sencillez. de cumplidos con Él y sin faltar al respeto debido a su majes­
La sencillez de Gema es tan relevante y maravillosa que tad le trataba con la íntima y dulce familiaridad con que un
viene a constituir prueba evidentísima de su santidad. Mu­ hijo trata a su madre. No le asustaba en lo más mínimo la
chos de los que en un principio oían hablar de las cosas ex­ presencia del Señor; su vista la embelesaba, su conversación
traordinarias de esta Santa sentíanse prevenidos contra ella la atraía con irresistibles encantos.
por el mero hecho de ser esas cosas tan extrañas y sorpren­ Nada tan tierno y encantador como las discusiones que
dentes; pero tan pronto como leían con detención su Vida y tenía con el Salvador, manifestando sus desconfianzas y tra­
escritos se convencían plenamente de que no cabía ficción ni tando de hacer prevalecer la obediencia debida al confesor o
engaño en alma tan diáfana y candorosa. director. Véase una muestra: «Puesta en oración como acos­
tumbro -escribe al confesor-, vino Jesús y me salió con esta:
Jamás supo Gema de ficciones y disimulos. «El sí y el no
-Gema, ¿no quieres mis llagas?
del Evangelio -dice su director- eran para ella como el fiel de
-No -le respondí-, que el confesor no quiere.
la balanza que la mantenía en perfecto equilibrio». -¿Y por qué no quiere? -rne preguntó.
Parecía no caber en su mente pensamiento de vanagloria; -¡Oh! -le respondí-, ¿y eres Tú quien ignora por qué no
su corazón era incapaz de guardar resentimiento; sus pala­ quiere? Mira, tiene miedo de que Tú seas el diablo, y esto se­
bras eran el reflejo de toda su alma; las cosas extraordinarias ría muy grave.
que por ella pasaban, o las creía comunes en las almas dadas -No temas -repuso Jesús-: yo le haré conocer quién soy.
a la virtud o le servían para humillarse. -¡Pero si yo misma estoy llena de miedo! =añadí.
Nada tan encantador como su manera de redactar las -¿Tú? ¿Por qué?-me dijo Jesús-. ¿No te he dado a cono-
cartas. Cogía el primer trozo de papel que le venía a mano y cer repetidas veces que era Yo, o crees me disgustan poco tus
sin cuidarse para nada de preámbulos empezaba, poco más dudas?

172 173
PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO , C. P.
SANTA GEMA GAE.GANI

-Dudo -respondí yo entonces- porque dudan los demás; Santidad encantadora


mas si Tú eres Jesús realmente, haz el favor de que en alguna
cosa se eche de ver; ¿no reparas que así no podemos adelan­ Esta infantil sencillez de Gema presta maravíllosos ea­
tar un paso ni yo, ni el confesor, ni los que están al consiente cantos a su santidad.
w).el asunto?»3• Todos nos sentimos instintivamente atraídos hacia los ni­
ños, y Gema, con todo su retraimiento del mundo y absoluto
Habíale dicho Jesús que en breve pensaba alejarse de ella.
desprendimiento de las cosas terrenas con sus terribles mor­
~~ase la sencillez con que le suplica que no lo haga: «Pero,
tificaciones y pasmosas negaciones, con sus visiones y celes­
@:Uerido Jesús, ¿vas a dejarme sola? ¿Ignoras que nadie sino
tiales locuciones, no deja de ser una niña prodigio de inge­
ID11 puede consolarme? Mil veces te oí decir que me amabas;
nuidad y candor.
@aes bien, si decías la verdad, no te debes ir; o ya que quieres
De los niños decía el Salvador que es el reino de los cielos.
ausentarte, debes llevarme contigo; de lo contrario, ¿cómo La vida entera de nuestra esclarecida joven viene a ser com­
f>Odré vivir?»4•
probación de estas palabras de Jesús.
La naturaleza y la gracia, lo divino y lo humano, lo celes­
tial y lo terreno, lo profundamente sublime y lo extremada­
Ingenua persuasión mente sencillo aparecen tan maravillosamente plasmados en
esta singular criatura que no es de extrañar que atraiga sobre
Los más admirables fenómenos que registra la mística los sí las miradas de todo el mundo y haya obrado la lectura de
recibía sin sobresalto y como si nada de extraño hubiese en su vida tan estupendas conversiones.
ellos. ¡Oh Gema!, la pluma tiembla en mi mano al intentar pa­
Cuando recibió el favor de las llagas, con las maravillosas sar estos linderos y empezar a describir tus heroicas virtudes.
circunstancias que en su lugar referimos, pensaba que tal fa­ Alcánzame del Señor poder compenetrarme de ellas y que no
vor lo dispensaba Jesús a todas las almas que le estaban con­ salgan de mi escrito desfiguradas y empequeñecidas, sino tal
sagradas con el voto de virginidad, así que se puso a pregun­ cual las practicaste ante la admiración del mundo, la rabia
tar a algunas íntimas amigas, que sabía eran muy piadosas, si del infierno y la manifiesta complacencia del Cielo.
ellas las tenían.
Creía sinceramente que Jesucristo, la Santísima Virgen y
los santos se comunicaban como con ella con todas las almas
piadosas. Particularmente del Padre Germán y de Monseñor
Volpi estaba convencidísima de que vivían en íntima comuni­
cación con el Cielo. Así que solía escribirles: «Diga a Jesús
que se lo explique». «Jesús lo quiere; pregúnteselo, si no, y se
convencerá».

3
Carta 49 a Monseñor Volpi.
4
Carta 14 al Padre Germán.

174 175
CAPÍTULO II
SU PERFECTO DESPRENDIMIENTO

Negación imprescindible

El desprendimiento de todas las cosas terrenas y hasta de


sí mismo es la primera y más necesaria condición para ade­
lantar en virtud y conseguir la perfección, según aquel pre­
cepto de nuestro Señor Jesucristo: «Quien desee seguirme,
niéguese a sí mismo»1• La razón es -dice San Juan de la
Cruz- «porque todas las aficiones que tiene el alma en las
criaturas son delante de Dios como puras tinieblas, de las
cuales, estando el alma vestida, no tiene capacidad para ser
poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si primero no las
desecha de sí; porque no puede convenir la luz con las tinie­
blas. La razón es porque dos contrarios (según nos enseña la
filosofía) no pueden caber en un sujeto; y porque las tinie­
blas, que son las aficiones en las criaturas, y la luz, que es
Dios, son contrarias y ninguna semejanza ni conveniencia
tienen entre sí ... De aquí que en el alma no puede asentar la
luz de la divina unión, si primero no se ahuyentan las aficio­
nes de ella»2•

1
Mt 6, 24.
2
Subida al Monte Cannelo, Lib. I, cap. IV.

177
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'FA: @E'N'JIA @~Ifü,~I

Muerta a todo lo criado tan aficionadas se suelen mostear Ias jóvenes, aun a(!Jurnlilas
que sientan plaza de espirituales. Si a veees le !UegalaflDalil
Sobre este perfecto desprendimiento se asienta toda la estampas, libros u otros objetos piadosos, se desprendía de
santidad de la virgen de Luca. ellos en la primera ocasión, por cons ider'arlos innecesa­
No vivió para el mundo, ni le importaron las cosas de la rios. Así que le era dado repetir: «No tengo nada: soy }i>@0re
:tierra más que si estuviera muerta. Nacida en la abundancia por amor a Jesús».
~ sriada en el regalo, cuando de repente se vio en la miseria,
n0 se turbó ni derramó una sola lágrima por ello, antes ben-
1\lecía al Señor que la colocaba en el camino de la humildad y Vestidos
el sufrimiento.
Viéndola en la pobreza, nadie hubiera conocido que un Este desprendimiento de todas las cosas la llevaba a no
filfa había vivido en la riqueza.
preocuparse mayormente de sus vestidos, ni examinar si es­
Cuando sus directores le manifestaban que debía vivir taban en conformidad con las exigencias de la moda. Tal vez
muerta a todo y a sí misma, se felicitaba por tan gloriosa sea uno de los hechos que mejor muestran el desprendi­
muerte. «Ahora, papá mío -escribía al Padre Germán-, va a miento de nuestra Santa, su aborrecimiento de todo vestido
saber una cosa: que yo, desde las cuatro de hoy, estoy muerta. que no fuese extremadamente modesto o que estuviera ya
Y ¿sabe por qué? Me quejaba ya de una cosa, ya de otra. muy usado. Regalole en cierta ocasión su hermano una pre­
Monseñor me escuchó unos momentos, y luego la única obe­ ciosa sombrilla de seda; no la quiso usar ni siquiera una vez,
diencia que me ha impuesto ha sido esta: Tú debes vivir como dando por razón el que, si la llevaba, todo el mundo fijaría la
si estuvieras muerta. atención en ella, lo cual le repugnaba en extremo.
»A continuación, un poco enfadado, me ha explicado « Cuando la tía de Camayor -depone la Madre Gema- le
todo. No debo ni hablar, ni manifestar mis deseos, ni hacer enviaba camisas o medias nuevas, rogaba a tía Cecilia que
nada: estoy muerta, papá mío. Por último me ha dicho: Un nos las diese a nosotras, y que ella usaría camisas y medias
muerto no dice nunca: "quiero, quisiera, tendría gusto", sino viejas, aunque estuviesen remendadas».
que calla y deja hacer»". A veces querían hacerle en casa Giannini algunas prendas
A tan excelsa norma de perfección aparece conformada nuevas, a lo que siempre se opuso rotundamente, dando por
toda su vida. razón el que su traje estaba bueno, y que una pobre como ella
Cuando se trasladó a casa Giannini, solo llevó un baúl pe­ no necesitaba vestidos elegantes.
queño donde guardaba poca ropa blanca, un crucifijo, dos o El peinado estaba en relación con el vestido. Ya desde
tres libros de piedad, un rosario y una estatuita de la Dolo­ niña rehuía toda elegancia sobre el particular. Quería tener
rosa, recuerdo de su santa madre. el cabello modestamente recogido formando con todo él una
Nunca mostró afición a ese cúmulo de chucherías, como trenza que cayese sobre la espalda. A veces le solían hacer
lazos, cuadros, dijes, cadenillas y semejantes bagatelas a que observaciones, y alguna de sus tías le sugirió se echara parte
de él sobre la frente, según lo acostumbraban las jóvenes de
3
Carta 27.
su edad. A tales observaciones y consejos se contentó con
178 179
PADRE S GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'FA GEM!A Gm,GANJ

nesponder: «A mí me gusta más como lo llevo». No conoeiá cuándo cinco, cuándo diez 0 más lirias ... @eJilila: las e,r,r,1pleafüa
otra forma de peinado hasta su muerte. inmediatamente en obras de caridad ... P@F lo <tlemás, m . en­
saba en dinero, ni sabía de qué se fabricaba, ni poseía :t11il sén­
timo, ni se lo pedía a nadie. Me lo podía haber pedido a mi
'Firiv0lidades con entera confianza, pero nunca lo hizo; estaba despnen­
dida; para nada se ocupaba de las cosas materiales, ni pen­
Superfluo parece ya decir que Gema no llevaba pendien­ saba jamás en sí misma, ni se cuidaba de hacerse siquiera un
tes, pulseras, anillos, cadenillas al cuello, imperdibles de lujo triste par de medias».
ru otro objeto de vanidad o adorno.
Enemiga nuestra Santa de toda ostentación y vanidad en
el vestir, aborrecía hasta el hablar de trajes y modas. Quien Severas lecciones
<mnsidere lo profundamente encarnada que está en las muje­
nes la vanidad y lo poderosamente que las domina el afán por
El celestial Esposo de Gema cuidaba también de que esta
bien parecer entenderá fácilmente que para mostrarse Gema
su querida esposa viviese en absoluto desprendimiento, y si
tan por encima de las apreciaciones, preocupaciones y desve­
alguna vez descubría en ella cualquiera imperfección, al
los de la casi totalidad de las de su sexo necesitaba poseer en
punto se la corregía, bien que en honor de la verdad hay que
muy alto grado la virtud del desprendimiento.
confesar que solo dos veces hubo de reprenderla por tal mo­
tivo. La primera vez ya hemos dicho que fue cuando a la edad
de dieciséis años se puso al cuello una cadenita de oro con un
Intereses
crucifijo del mismo metal. El Ángel de la Guarda la reprendió
ásperamente, y fue en aquella ocasión cuando tomó la firme
Muerta para todos cuantos objetos pueden ser ídolos o
incentivos de vanidad, lo estaba por igual para el dinero. Ni resolución de no volver a llevar ni joyas, ni alhajas, ni objeto
lo poseía ni lo deseaba, y si alguna vez recibía alguna canti­ alguno que ni de lejos pudiese saber a vanidad.
dad, se desprendía al punto de ella. Enterada una piadosa se­ En otra ocasión le exigió Jesús se desprendiese de una re­
ñora de la pobreza en que se encontraba la familia de la liquia de San Gabriel, regalo del Padre Germán. «Le había
sierva de Dios, entregó a Gema cierta cantidad para remediar regalado yo -dice el director de Gema- una preciosa reliquia,
sus necesidades. Apenas la recibió, y dadas cortésmente las un diente de San Gabriel. Lo apreciaba como un tesoro, lle­
gracias, corrió a depositarlo en manos de su tía. La piadosa vándolo siempre consigo. Sucedió, pues, que platicando fa­
señora no pudo por menos de admirar el desprendimiento de miliarmente con el Señor, según acostumbraba, le dijo con
la sierva de Dios y volviéndose a los presentes les dijo: «Está infantil candor: "Esto de vivir desprendida lo entiendo poco,
visto que Gema no hace caso de nada de este mundo, ni tam­ porque realmente nada tengo, así que yo no sé de qué voy a
poco del dinero». desprenderme".
«La tía de Ca.mayor -depone doña Cecilia- le enviaba de -Dime, hija -me contestó Jesús-, y a aquel diente, ¿no
cuando en cuando alguna ligera cantidad para sus gastillos, estás aficionada en demasía?

180 181
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'FA @EMA GALG~I

-Bero, Jesús -le dije después de haber quedado un :rrr,10- Ya veremos cómo el Señor exigió a naestrra @ema la ¡;e­
mento suspensa y exhalando un lamento-, eso es una reliquíá nuncia de su director, hasta en. el punto <de la rñuente.
13r.eeiosa.
-Hija-contestó Jesús, poniéndose serio-, te lo dice tu Je­
sás, y bastas", El corazón en el Cielo

Muerta nuestra Gema para todas las cosas del mundo , su


!Eespego de las criaturas trato y conversaciones eran de Jesús; sus intereses, los intere­
ses de Dios; sus pensamientos, todos del Cielo. Las noticias
El desprendimiento de nuestra Santa se extendía también del mundo no le preocupaban en lo más mínimo. «Nunca ha­
a: las personas. blaba -dice doña Cecilia- de las autoridades o acontecimien­
Su corazón era sumamente tierno: amaba con intensidad, tos públicos, ni siquiera se detenía a escuchar lo que otros
rllelicadeza y vehemencia. Veremos en el capítulo correspon­ hablaban. Parecía que nada entendiese de esas cosas, y tal
diente hasta dónde llegaba su caridad hacia el prójimo. Pero el vez ni siquiera las oía. El mundo de Gema, al menos los últi­
amor que Gema profesaba a las personas era tan puro y estaba mos años que vivió en mi compañía, era muy estrecho. Se
tan subordinado al amor divino, que cuando el Señor le exigía reducía a las personas de su familia y a otras pocas, muy con­
el sacrificio de alguna de ellas se lo ofrecía sin vacilar y con tadas, con las cuales tenía que tratar por necesidad o por obe­
larga voluntad. Ya hemos visto cuán admirable fue su resigna­ diencia. De todas las demás se retraía absolutamente, fuesen
ción en la pérdida de los seres más queridos. religiosos o seglares, hombres o mujeres».
Si tanto desprendimiento muestra Gema con relación a La vida de retraimiento que llevaba nuestra santa joven
las personas más tiernamente amadas, y en los momentos en pueden tomarla cual dechado perfectísimo las mismas reli­
que las pierde para siempre, entiéndese fácilmente que no giosas de vida contemplativa. Vivía en el mundo pero con el
menor lo habrá de mostrar hacia cualquier otra persona. Que espíritu totalmente fuera del mundo. Rogaba incesantemente
realmente así fuese lo asegura su propio director, recono­ por cuantas necesidades se le encomendaban, singularmente
por los pecadores y los infieles; mas todo ello desde el retiro
ciendo que siempre se mostró totalmente desprendida de él.
de su casa y sin entrar para nada en las actividades del
De que le amase sinceramente como a Padre de su alma , de
mundo.
que sintiera hacia él la más viva gratitud y reconocimiento y
le venerase como a oráculo de la divina voluntad en cuanto a
su santificación se refería, son prueba bien elocuente todas
las cartas que le escribió y las incesantes oraciones que por él La venganza del mundo
elevaba al Señor. Con todo, nunca se observó en ella ese
apego más o menos desordenado, que aun las personas más Alguien ha dicho que el mundo se venga de aquellos que
piadosas suelen mostrar a sus Padres espirituales. le desprecian, condenándolos al desprecio. Aplicado este
principio a los santos, dista mucho de ser totalmente verda­
4
Véase la carta 77 al Padre Germán. dero. Los santos desprecian los bienes, placeres, glorias y

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SAN11A GEMA @AruGA!Nil
PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.

aplausos mundanos, y el mundo, al fin, viene a hacerles justi­ y me soltase de todo lazo para volaír a Ét a ~l s0l0 y 1;>aiFa
siempre. Jesús, bromeándose, me preguntaba:
cia, rindiéndole el homenaje de su admiración y alabanzas.
-¿Adónde quieres volar?
:ffis verdad que de momento los desprecia y prescinde por lo
-A Ti, mi amado y dulcísimo Señor -le respondí.
común de ellos, pero ese es justamente el camino por donde
-Deja -me añadió Jesús- que Yo venga todavía un poco
ellos suben a la cumbre de la perfección. junto a ti, y cuando te haya libertado, vendrás tú a Mí»5•
Nuestra Gema despreciaba los bienes, placeres y alaban­ Por estas ligeras citas, y otras mil y mil a ellas semejantes
zas del mundo. El mundo le pagaba en la misma moneda. Su que podríamos aducir, se ve que nuestra santa joven vivía
m0tlestia angelical, la pobreza de sus vestidos, su larga per­ más en el Cielo que en la tierra. Allí estaba Jesús, que era
manencia en el templo, el modo de presentarse en público, todo su tesoro y, consiguientemente, su corazón y todos sus
l0s mismos dones sobrenaturales con que el Cielo la favore­ pensamientos.
cía, todo fue objeto de befas y escarnios. Hasta hubo quien, Su única felicidad en la tierra era contemplar los vislum­
lievado del profundo desprecio que le inspiraba, llegó a escu­ bres y como reflejos de la eterna bienaventuranza con que el
pirla en el rostro. La sierva de Dios se mostró tan por encima Señor tan pródiga y espléndidamente la regalaba.
de los vituperios como de las alabanzas; su desprendimiento
del mundo era total; así que ninguna mella podía hacerle la
actitud en que con relación a su persona se colocase. Hasta de los favores del Cielo

¿Podrá decirse que Gema, tan desprendida de todas las


Desprendimiento de la vida cosas del mundo y de sí misma, sentía afición a estas divinas
consolaciones y celestiales favores? En manera alguna y aquí
Mucho podríamos añadir sobre el desprendimiento en es donde llega al colmo la admiración que produce el heroico
desprendimiento de esta angelical criatura. Colmada de los
que vivía de su propia vida. Habremos de verla en los excesos
más señalados favores, enriquecida con los más preciosos do­
de su caridad ofreciendo generosamente al Señor el sacrificio
nes que acostumbra el Señor conceder sobre la tierra a sus
de ella, cuándo por una persona querida, cuándo por un pe­
siervos, ni los pidió, ni cifró en ellos su gloria, ni muchísimo
cador obstinado. Ahora solo diremos que la existencia era menos permitió a su corazón les tomase afición. «Obre Jesús
para esta bendita criatura lo que para el Apóstol de las Gen­ corno guste. Además, ¿merezco yo acaso sus divinas consola­
tes, dos cadenas que le sujetaban al lugar de su destierro. Te­ ciones? Me basta con que pueda gozarlo en la otra vida; nada
niendo todos sus pensamientos y afectos colocados en el me importa padecer sobre la tierra».
Cielo, pudo escribir: «Vivo sobre la tierra, pero se me hace Hasta aquí llegaba el desprendimiento de la sierva de Dios,
que soy en ella un alma errante, puesto que nunca aparto el y no veo que pueda extenderse más ni alcanzar mayor perfec­
pensamiento de mi Jesús». Dando cuenta de su conciencia al ción. Cuando la criatura se despoja de todo por amor a Jesús,
director, le decía en una de sus cartas: «Ayer por la mañana Jesús la reviste de su santidad y la inunda de sus gracias.
en una apretura amorosa que tuve con mi Jesús le suplicaba
5
Carta 77 al Padre Germán.
me desprendiese de todas las cosas, me librase de este cuerpo

184 185
PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO , C. P.

Al sentirnos atraídos por la alteza de las mercedes que el


Señor concede a esta santa virgen, volvamos la mirada al to­
illal desapego que las precede, recordando la promesa del Sal­
vador de que los limpios de corazón verán a Dios.

m
CAPÍTULO
SU MORTIFICACIÓN

«Ton16 su cruz»

El divino Salvador, que reclama de cuantos quieran se­


guirle la negación y renuncia de sí mismos, exige juntamente
abrazarse con la cruz de la mortificación y el sacrificio.
La virgen de Luca, en tanto se nos muestra aventajadí­
sima en santidad, en cuanto que desde su más tierna infan­
cia hasta su muerte llevó siempre, según el consejo del
Apóstol, crucificada la carne con todos sus vicios y concu­
piscencias.
Esta ciencia de la mortificación la aprendió de aquella
misma que le enseñó a amar a Jesús y a suspirar por la glo­
ria, de su santa madre. Deseando este modelo de madres
prevenir a sus hijos contra los peligros que habrían de en­
contrar en el mundo cuando ya ella les faltase, procuraba
inspirarles amor a la mortificación, bien persuadida de que,
si sabían mortificarse, sabrían juntamente luchar y vencer.
Siguiendo las enseñanzas de tan santa madre, se obligó
Gema con varios ejercicios de mortificación desde sus más
tiernos años, siguiendo con ellos hasta su muerte. Así fue
como la lucha contra las pasiones precedió en Gema a las re­
beldías de la carne y la sensualidad.

186 187 i
'j
PADRES GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

Crucifixión de la carne ternos». Su tía le hizo esta observacién: «Es <q,me eU0s e1<a!ll
santos». «Sí-replicó Gema-, pero nosotnes también las podes
«No os daré paz -decía a sus pasiones- hasta tanto no os mos hacer». Esos ejemplos eran justamente los que se J!Jrs0p0-
Mea muertas». Muertas aparecieron siempre a los ojos de nía imitar y los imitó efectivamente en cuanto se 10 pefil!Iliti@­
cuantos con mayor atención la vigilaban. Tan mortificadas ron sus directores.
as tenía. Cuando el Padre Germán se encargó de su direecíón lo
Todos los miembros de la familia Galgani eran de tempe- primero que hizo fue arrebatarle un corselete armado de se­
1:i amento sanguíneo, según asegura Guido, el mayor de los senta púas de hierro bien afiladas, una disciplina igualmente
fuer.manos; se pudo creer, y en esa creencia estuvieron mu­ de hierro con cinco azotes y una larga cuerda llena de nudos,
@ñ.0s, que Gema era una excepción; pero no era así, puesto en los que introducía puntas y clavos, atándosela fuertemente
g_ue de su natural era sensibilísima, la sangre le bullía en las a la cintura. Solo le permitió el buen Padre usar moderada­
venas y su inclinación a la ira y a la independencia eran muy mente el cilicio hasta el mediodía y alguna que otra disciplina
marcadas. Si, por consiguiente, aparecía al exterior grave y aplicada también con moderación.
tiumilde, retirada y silenciosa, débese atribuir al señorío que Desarmada de esta suerte por la obediencia, su afán por
Tuabía adquirido sobre sí misma y a lo extraordinario de su mortificarse se revelaba, no obstante, en todos los momentos
virtud. y de mil formas distintas. Pedía y suplicaba con tanta insis­
Muy bien ha podido escribir el Padre Germán: «trabajaba tencia se le autorizase, cuándo esta, cuándo aquella peniten­
sin descanso, siendo su corazón como un altar donde desde cia, sabía insinuarse de tal suerte en el ánimo de sus directo­
la mañana hasta la noche se ofrecían víctimas de mortifica­ res, que al fin alcanzaba no raras veces lo que pedía. Lo
ción». ordinario era, sin embargo, lo contrario, teniendo que con­
tentarse con ofrecer a Jesús sus ardientes deseos. «Pobre de
mí -dice el Padre Germán- si hubiese secundado su fervor.
Aspiraciones Sin duda que hubiera arruinado su salud; pero yo, que sabía
hasta dónde llegaba su fervor, me guardaba bien de ceder a
Las profesoras del colegio aseguran que ya desde niña sus instancias. Conocía por añadidura las grandes penalida­
era muy dada a la mortificación y que sabía aprovechar des interiores y exteriores a que Dios la tenía continuamente
diestramente todas las ocasiones para irse a la mano en sus sujeta, las cuales por sí solas eran más que suficientes para
gustos e inclinaciones. Poco sabemos de las austeridades a hacer de ella una mártir».
que se entregó en sus primeros años; solo consta que se pro­
puso ser santa imitando los rigores de los más austeros pe­
nitentes. Ingenios
Recuerda su tía Elisa que, leyendo en casa durante las ve­
ladas de invierno las vidas de los santos al referirse a las es­ Ya que no se le autorizaba para entregarse a ciertas aus­
pantosas penitencias a que se entregaban, dijo: «Mirad lo que teridades, procuraba aprovechar todas las ocasiones para
hacían los santos; es necesario que también nosotros les imi- mortificarse en otra forma. En los rigores del estío, si la invi-

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

taban a salir al campo con toda la familia Giannini, lo reriu­ don Roberto Andreuccetí, «que siempre me na Mamad0 ¡;>0-
saba en cuanto podía, prefiriendo quedarse en Luca acompgs derosamente la atención y ni siquiera acierto a des€riowla».
ñando a doña Cecilia, que tampoco salía de ordinario. En el Algunos años antes de su muerte, en 19©0, llegó a t0maF­
im.Mier,no no cuidaba de abrigarse, pudiendo observar alguna la resolución de no mirar el rostro de persona alguna: <lle este
¡v.ee; que para mayor mortificación no usaba medias. Estando mundo. Esta resolución la tomó con el siguiente motives es­
eífilemma no buscaba ningún alivio, y cuando le preguntaban taba cierto día en el templo, cuando sin advertdrlo vino a figar
si ñecesitaba algo, respondía siempre negativamente. Aun en sus ojos en el vestido y aderezo de una niña que se le puso
SN última enfermedad, atormentada por muy alta calentura, delante. Al advertirlo concibió tan intenso dolor de la que 11e­
m,i siquiera pidió un vaso de agua. putaba gravísima falta, que tomó esa heroica resolución. IDe
ILa obediencia debida a sus directores, a una con su com­ su voluntad jamás quebrantó tal propósito, y si alguna vez se
;¡;>lexión delicada, impidieron a nuestra santa joven reprodu­ lo obligaba la obediencia, miraba el menor tiempo posible,
ek en su cuerpo los rigores de los más célebres penitentes; bajando al punto los ojos como avergonzada. Para contem­
pero no por eso deja de ofrecerse a nuestra admiración cual plar en el espejo de aquellos ojos recatadísimos la hermosura
acabado modelo de mortificación, Buscó en cada una de las de este ángel de la modestia, era necesario aprovecharse de
facultades de su alma y en cada uno de los sentidos de su sus éxtasis, en los que permanecía frecuentemente con los
ojos fijos en el Cielo, tal como aparece en los retratos que de
cuerpo materia para ofrecer sacrificios al Señor, encontrán­
ella poseemos.
dola abundantísima y muy agradable a los divinos ojos. Se
Con esta severa disciplina sobre sus ojos ofrecía Gema al
aplicó a mortificarse en todo y por todo, no habiendo ins­
Señor un sacrificio perenne, multiplicando sus actos de vir­
tante del día en que no se negase alguna satisfacción o impu­
tud hasta lo infinito durante todos los momentos del día.
siese algún sacrificio.

Mortificación de la gula
El sacrificio de los ojos
Tan dominado y mortificado como el sentido de la vista
Empezando por sus sentidos, nos encontramos con que tenía el del gusto. Las religiosas que de niña la veían comer
desde muy niña refrenó con especial cuidado los ojos. Ya en en el colegio aseguran que ya desde entonces era muy parca
en el alimento y que jamás aceptaba fuera de las comidas ca­
tan tierna edad parecía como dueña de ellos, teniéndolos
ramelos, pastas y otras golosinas que le ofrecían. En el hogar
modestamente inclinados hacia el suelo, bien que sin afecta­
doméstico, nos dice su tía Elisa que era lo propio, añadiendo
ción ni violencia. Como las cosas de la tierra ningún atrac­
que se imponía especiales vigilias y que ayunaba siempre que
tivo ofrecían a su espíritu, no se cuidaba siquiera de mirar­
no se lo impedía la obediencia debida al confesor o motivos
las. En las conversaciones no fijaba la mirada en las personas de salud. Nunca tuvo costumbre de merendar y fuera de las
con quienes hablaba, y si levantaba los ojos del suelo, era comidas se abstenía hasta de beber agua.
para elevarlos dulcemente hacia el Cielo; pero de manera tan A veces la obsequiaban los parientes o amistades con go­
natural y exclusivamente suya, dice el venerable sacerdote losinas. Si buenamente podía, las rehusaba, y cuando no po-
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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GALGANil

día por menos aceptaba el obsequio, pero para entregárselo es en el hecho de que en 1902 no recibió de-sede Penrecosrés
inmediatamente a su tía o hermanos. hasta fines de junio otro alimento que la sagrada c0J.ililuru0m.
Pero donde mejor se pudo observar su mortificación en el «Con todo -declara doña Cecilia-, durante ese pemodo estaba
somer fue en casa Giannini. Siendo muchos de familia y sen­ bien de salud y me decía que la sagrada comunión y un poco
tándose todos a la misma mesa, ya se comprende que sería de agua le bastaba». Lo que claramente nos revela que en tan
cl!iiücil que pudiese pasar siempre su mortificación inadver­ prolongado ayuno estaba sostenida por una virtud sobrena­
t,i<ll.a. Y digo siempre, porque las más de las veces sí que pa­ tural es la manifestación de la misma Gema a doña Cecilia,
sab>a, gracias a ciertas estratagemas de que se valía. Una de según la cual, al finalizar el mes de junio le dijo Jesús:
ellas, que tardó bastante tiempo en descubrirse, era la si­ «Piensa, hija mía, que de aquí en adelante ya no te sostendré
guiente: encontró casualmente en la cocina un plato que te­ en esta forma».
nía un orificio en el fondo. Encargada por lo común de pre­
parar la mesa, se reservaba cuidadosamente ese plato. Servía
la sopa, haciendo creer a todos que comía; mas en realidad, Sin gusto
nepasándose casi todo el caldo al plato que tenía debajo, se
quedaba medio en ayunas. Llevaba luego los platos a la co­ Con tanto cercenarse en la comida no quedaban todavía
cina, daba algunas vueltas y se volvía a sentar; mas era para satisfechas las ansias de padecer de la sierva de Dios. Se mor­
simular que comía, pues ya apenas tomaba otra cosa. tificaba el gusto absteniéndose de muchos manjares, pero en
lo poco que comía encontraba la satisfacción consiguiente.
¿No sería duplicar el mérito de la abstinencia si aun en ese
Maravillosa abstinencia poco dejase de encontrar gusto? Sin duda que sí. Esto pensó
la sierva de Dios, y satisfecha de la ocurrencia acudió al direc­
Causaba realmente maravilla que pudiese conservarse tor suplicando que la autorizase para pedir a Jesús la gracia
buena alimentándose con tanta parsimonia. «Con la cantidad de no experimentar sabor en los manjares. He aquí la ingenui­
de alimento que tomaba -depone don Mateo- puede afir­ dad con que pide ese permiso: «Ahora, Padre mío, sepa que ha
marse que era imposible que pudiese vivir y sustentarse, ya mucho tiempo me inspira Dios, según parece, deseos de
siendo así que, por otra parte, se la veía lozana y como go­ pedirle una gracia. Yo haré lo que usted me mande, mas tam­
zando de perfecta salud». Doña Cecilia, encargada particular­ bién verá usted cómo no se sigue ningún daño en concedér­
mente de cuanto a Gema se refería, refiere a su vez lo si­ mela. Ya sé que usted me pondrá mil excusas para negármela,
guiente: «Comía poquísimo y frecuentemente era necesario como que estoy flacucha, que no es cosa necesaria... y así es
que se lo mandase por obediencia. A veces solía responder a en verdad, que para nada servimos. Oiga: ¿me concede que le
mis mandatos: pida a Jesús la gracia de no experimentar gusto alguno en las
-No se aproveche tanto de la palabra obediencia». comidas mientras viviere? Padre, esta gracia me es indispen­
Y si esto causa extrañeza, no la causa menor el hecho de sable y confío en que Jesús le dirá que me conceda permiso de
que la sierva de Dios llegó a pasar dos o tres días sin probar implorada. Yo quedaré contenta con lo que usted me diga»1•
bocado, no experimentando a pesar de ello desfallecimiento
ni falta de fuerzas. Pero donde sube de punto la admiración 'Carta 112.

192 193
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'.FA ct;EM'.I\. GllliGANf

«Gomo yo no contestase a esa carta-añade el Padre Germán=, El temor de faltar em el hablar le ae@IQ]Dafü6 teda su Yicla
@ema volvió a insistir una y otra vez, hasta que al fin, por ver siendo en este particular sumamente esorupulesa, l!lna vez
en qué terminaba tan extraña petición, accedí a ella. La senci­ que aflojó un poco en tan severos propósitos, pasó llorando a
lla y virtuosa joven conió a decírselo a Jesús, siendo inmedia­ los pies del crucifijo todo lo restante del día. Es el caso que en
tamente escuchada: desde aquel día perdió completamente el cierta ocasión vinieron a su casa dos muchachas amigas de
una de sus hermanas. Teniendo que acompañarlas, se vino a
sentido del gusto y en el resto de su vida no volvió a percibir
platicar «de cosas -dice ella- no malas, pero sí mundanas».
samor alguno en la comida y la bebida, ni más ni menos que si
Más bien las llamaríamos nosotros indiferentes. Terminada
ingiriese paja o bebiese agua».
la conversación, sintió tanto dolor que no pudo contener las
Mortificada en el gusto hasta este extremo, mortificaba lágrimas en todo lo restante del día. «[Oh Dios -exclamaba-,
con no menor empeño el olfato. Nunca aspiró perfume al­ y que yo haya tomado parte en tales conversaciones!». Esta
guno, ni empleó esencias olorosas, ni se la vio buscar regalo es la única vez, a lo que sabemos, que hubo de reprenderse
alguno en esta parte, ni aun de aquellos que se tienen por por faltas cometidas con la lengua. Y no se tendría que arre­
más inocentes. pentir otras, pues todos cuantos la conocían afirman que ha­
blaba muy poco y que todas sus conversaciones eran de Dios.
Lo ordinario era que, cuando se suscitaban en su presencia
Mortificación de la lengua conversaciones de mundo, permaneciese abstraída, como
quien tiene puesta toda su atención en otra cosa.
Dejando el tratar de la mortificación de su tacto para el
capítulo en que hablemos de su pureza, diremos ahora algo
de lo mortificadísima que aparecía en la lengua. Conociendo Desdén por los vanos entretenimientos de la tierra
desde niña lo difícil que es mortificar este pequeño miembro,
no desmandándose en el hablar, procuró siempre, en cuanto Y ya que hemos mentado la curiosidad, justo será que
le fue posible, guardar silencio. En el colegio tenían que invi­ consignemos lo reprimida que la tenía. Para ella carecía de
tarla las profesoras y alumnas a que hablara, y aun entonces encantos el mundo. Ni sus maravillas la atraían, ni sus he­
chos memorables le merecían atención, ni sus hombres ilus­
parecía que no supiese romper su silencio, preguntando con
tres la cautivaban. Puede afirmarse que pasó por el escenario
ingenuidad: «¿Qué quieren que hable?»,
del mundo fijos los ojos en el Cielo y sin volver una de sus
Ya llevamos dicho que en aquella primera edad los que miradas a la tierra.
conocían su espabilado ingenio atribuían un tal silencio a so­ Desde niña se había posesionado el Señor de todos sus
berbia y altanería, mientras que otros la tachaban de idiota. pensamientos y afectos, por lo que ya desde aquella primera
Las Hermanas del colegio, sin embargo, que observaban el edad desdeñaba los juegos y entretenimientos infantiles. San­
conjunto de sus virtudes y admiraban lo irreprochable de su tos ha habido que de las mismas diversiones y entretenimien­
conducta, bien entendían que semejante reserva en una niña, tos se servían para más y más unirse al Señor, y santos que
por lo demás vivaracha y listísima, solo podía ser efecto de por amor ele Dios se han privado de todas las diversiones.
sólida virtud. Entre estos últimos deberíamos catalogar a Santa Gema.

194 195
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA GA'.n.G~NI

/1\Hnque parezca un poco raro y no todos cuantos lean es­ La alegría del vivir
as páginas acierten a dar la debida interpretación al hecTu@,
es muy cierto que los juegos atraían muy poco a nuestra: No se tome, por consiguiente, la conducta c¡fo Nuesrt1!"a
$anta ya desde su vida de colegiala. Jugaba y se divertía con Gema como revelación de un alma adusta, sombría ~ erre­
sus ,hermanitos en casa y con las niñas en el colegio, pero era miga de la alegría del vivir.
tialir s@lo por no llamar la atención y principalmente porque se Su rostro era vivo retrato de jovialidad; nadie logró jamás
10 mandaban. verla triste, ni siquiera en los momentos de las mayores prue­
l!!Jna vez que por obedecer a su prima y hermana hubo de bas, y en sus labios se dibujaba una eterna sonrisa, pero tan
asistir a cierta diversión, sufrió indecible pena, como se de­ suave y celestial que todos cuantos le veían quedaban dulce­
, use claramente de la siguiente carta escrita al director: «Pa­ mente prendados de ella. Si renunciaba a los inocentes place­
~e: esta tarde, por obedecer a la tía y a la hermana, he tenido res que a nosotros nos proporcionan los sentidos, si huía <de
ijUe acompañarles a ciertas diversiones y juegos, etc. Yo no cuanto sabía a diversiones o espectáculos, era, sencillamente,
!iJ.lÜero asistir a esos sitios, ¿entiende? ... , no quiero asistir porque en cuanto esos espectáculos y entretenimientos tie­
nunca más. Prefiero quedarme siempre con mi Jesús. Porque nen de halagadores a los sentidos, quería ofrecer a Dios un
mire: no solo estando allí, sino también en mi retiro, me asal­ sacrificio privándose de ellos y, en cuanto eran distractivos,
tan en tropel importunas imaginaciones. Mi Ángel debe de tendía a apartarla del celestial espectáculo de que gozaba en
el fondo de su alma.
haberse disgustado, pues no lo veo. ¿Ha entendido, Padre?
Téngase, por tanto, como muy cierto que la aversión y re­
Yo no quiero asistir nunca más a esos sitios; usted piénselo.
traimiento que nuestra santa joven mostraba a cuanto cae
Esta tarde he obedecido, pero el corazón me reprendía áspe­
bajo el dominio de los sentidos, nada dice en contra de su
ramente. Pídale usted a Jesús en la Misa cada día que me
carácter y sí mucho en favor de su extraordinaria santidad.
tenga encerrada en su Corazón, donde no vea a otro alguno,
ni sienta a otro alguno, ni piense más en otro alguno, ni fuera
de él ame más a otro alguno»2•
Cuando salió de la compañía de sus tías y hermanos para
vivir definitivamente en casa Giannini, no se sabe que vol­
viera a asistir a tales diversiones y entretenimientos. « Una
vez -depone la Madre Gema- la quisimos llevar a un teatrito
de niñas, pero supo ingeniarse de tal manera que al fin logró
desentenderse de nuestra invitación».
A la verdad que teniendo tan dulces y regalados entrete­
nimientos con Jesús, por necesidad le había de parecer insí­
pido todo aquello en que los hombres encuentran solaz y
contento.

2
Carta 14.

196 197
CAPÍTULO N
SU PACIENCIA

<< Cúmplase tu voluntad»

Apareciose en cierta ocasión a nuestra Santa el divino


Salvador con la cruz a cuestas y le dijo:
-Gema, ¿quieres mi cruz? Mira, este es el regalo que te
tengo preparado.
-Jesús mío -respondió la sierva de Dios-, dámela, pero
dame juntamente fuerza, porque son muy débiles mis espal­
das. Jesús mío, que no sucumba bajo su peso.
-¿Te agradaría -le dijo nuevamente el Redentor- que yo
te diese a beber mi cáliz hasta la última gota?
-Jesús -contestó Gema-, cúmplase tu santa voluntad.
En el capítulo anterior nos hemos ocupado de la mortifi­
cación de la sierva de Dios, discurriendo sobre el sumo cui­
dado que ponía para irse a la mano en todos los gustos.
La mortificación no es toda la cruz que el divino Salvador
exige a sus discípulos que carguen sobre los hombros para
caminar tras sus pisadas. En la mortificación cabe algo de
propia voluntad, por cuanto el cristiano se la impone a sí pro­
pio y en la medida que le dicta su prudencia.
Mayor abnegación y rendimiento se encierra en sufrir no
ya las penas que nosotros escogemos, sino aquellas que sin
consultar a nuestro albedrío nos envía el Señor. De aquí que
la paciencia sea como el coronamiento de la mortificación.

199
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA GEMA ©AI.:GANil

Camino sembrado de cruces Pruebas duras

Para todos ha sembrado de cruces el Señor el camino de Y ya que acabamos de referir su resignación. en la muerte
la vida, porque todos debemos asemejarnos a Jesucristo, de sus padres y hermano Ginés, dejemos aquí consignada la
nuestro capitán y cabeza; pero ha sembrado singularmente el que mostró en la muerte de su tía Elena y de sus hermanos
camino de los contemplativos y los santos, por cuanto siguen Antonio y Julia. Al comunicar a su director en una de sus car­
de más cerca al Redentor crucificado. tas las dos primeras muertes, le dice escuetamente: «Padre
Por lo que respecta a Santa Gema, el dolor y el infortunio mío, la tía que usted conoció enfermó y ha muerto. Sepa que
se hicieron encontradizos con ella casi desde la cuna para no era muy buena; pero la encomiende a Jesús, por si tuviere
abandonarla un momento en todos los días de su vida. necesidad de sufragios. Ha muerto también Antoñito. ¡Pobre
Cuando apenas tiene siete años le arrebata la muerte a su hermano! Ha sufrido mucho; dígale a Jesús que use de mise­
madre y, ¡cosa sorprendente!, nadie pudo observar en ella en ricordia con él».
tales momentos ni el llanto irreflexivo de los niños ni la falta Muy intenso era el cariño que tenía a su predilecta her­
de resignación de los imperfectos. mana Julia, pero llegado el momento de ofrecer al Señor el
A la edad de catorce años nuevamente tiende sus alas so­ sacrificio de ella se olvida de su propio dolor para simple­
bre el hogar el ángel de la muerte. El carísimo hermano Gi­ mente ocuparse de aceptar la cruz que le entrega el Señor.
nés, tras larga y penosa enfermedad, vuela también al eterno Véase el sublime laconismo con que comunica esta desgracia
descanso. Gema oculta a los ojos del mundo la desgarradura al director: «Padre, Julia ha muerto. Ruegue muchísimo por
de su corazón y adora reverente la mano que la priva del más ella. Jesús es fuerza y valor, y no ha dejado de comunicárme­
querido de sus hermanos. los. ¡Viva Jesús!».
La perspectiva de la muerte de su padre era para ella el
anuncio de ruina espantosa e inevitable; con todo, nadie la
vio al ocurrir aquella catástrofe perder su habitual sereni­ Escenas tristes
dad. Cuando todos lloraban inconsolables, cuando los agen­
tes de la autoridad se incautaban de cuanto había disponible Agréguese a estas desgracias el hecho de que no todos sa­
en casa, cuando todos los horizontes aparecían horrible­ bían en el mismo hogar doméstico apreciar su virtud y dones
mente oscuros, en medio de aquella tremenda desolación y celestiales y que algunos de sus hermanos la molestaban no
angustia aparecía ella cual ángel consolador. Tenía palabras poco por semejante motivo. Una de sus hermanas, particular­
de resignación para todos; afrontaba denodadamente las cir­ mente, de carácter inquieto y no poco inclinado a las vanida­
cunstancias; tomaba las providencias oportunas y exhortaba des del mundo, ridiculizaba sus éxtasis, se burlaba de su pie­
a todos a buscar en Dios el remedio de sus males. «Se aban­ dad, aprovechaba todas las ocasiones para humillarla y
donaba -depone un testigo- a la voluntad de Dios y siempre molestarla, llegando a profesarle verdadera antipatía.
tenía en los labios la palabra fiat. Tomaba todas las desgra­ Gema solo oponía a semejante proceder su invicta pa­
cias como venidas de la mano del Señor y permanecía resig­ ciencia. Su tía E lisa cita el siguiente episodio: « Un día tuvo
nada a esa voluntad soberana». Gema que reprocharle el que se estuviera en la ventana y le

200 201
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

aconsejó se retirara, diciéndole: "No quieren los hermanos ni Esto lo he sabido de labios de la: !Dr@¡;,ia: @er,ma.
está bien que nosotras estemos a la ventana". Ella se volvió -Es que tú no te habrás portado hiero. con tu emiña:cla -te
hacia Gema enfurecida y se puso a tirarle violentamente por dije.
los cabellos. Al rumor acudió mi hermana Elena, repro­ -Ya sabe usted, Madre Priora, cómo soy yo -me 00n­
ehando a la irascible hermana la manera como maltrataba a testó-; no puedo ocuparme de otras cosas; tengo a Jesús y me
@ema. Esta, con toda calma y serenidad, exclamó: basta».
-No es nada, no es nada -y le suplicó que no lo dijera a Es de notar que Gema fue a la boda vestida eomo de cos­
su hermano, que, de saberlo, sin duda hubiera castigado la tumbre y debió de darse por ofendida la vanidad de la despo­
ofensa». sada. De todos modos, la paciencia y humildad de nuestra
Otra vez sucedió que uno de sus hermanos deseaba ir al santa joven brillaron una vez más al ofrecer al Señor el sacri­
teatro. Como no tenía dinero a mano, se lo pidió a Gema; ficio de que se le cerrase el nuevo hogar de un hermano, a
esta procuró disuadirle de su intento. El muchacho se puso quien después de la muerte de don Enrique obedecía y amaba
de muy mal humor, a pesar de lo cual todavía se permitió como a padre.
@ema decirle: -¡Con qué gente te mezclas! A estas palabras, el
encolerizado hermano descargó un fuerte puñetazo contra el
En el crisol de las enfermedades
ojo de la sierva de Dios, dejando bien marcado su puño. «Por
la mañana siguiente -depone una religiosa-, habiendo venido Las enfermedades ofrecieron también a Gema ocasión
Gema a nuestro colegio, al verla en aquel estado, con el ojo propicia para revelar su invicta paciencia.
sanguinolento, le preguntamos qué le había pasado. Se con­ En la enfermedad del pie, de que hemos hablado, tardó
tentó con responder escuetamente: más de lo justo en manifestar a la familia los dolores que sen­
-Me lo he merecido -y no añadió una sola palabra». tía. Durante ese tiempo sucedió cierto día en el colegio que
Al casarse su hermano Guido, ya farmacéutico de San Ju­ vino a caerle sobre el pie lesionado una pesada banqueta. No
Iián, se encontró con que la nueva hermana política la des­ se inmutó ni dio muestras de dolor, y cuando acudió una
echó de su casa el mismo día de la boda. «Invitada a esta Hermana presurosa a preguntarle si había sufrido daño, con­
boda a una con sus hermanos -atestigua la Madre Priora de testó con una simple sonrisa. ¡Cuánto dominio sobre sí
las Servitas de Luca-, vacilaba sobre si debía ir y vino a acon­ misma no revela este hecho, particularmente si se tiene en
sejarse conmigo, diciéndome: cuenta que Gema no tenía por entonces sino catorce años!
-¿Qué le parece, Madre, debo ir? La enfermedad de que curó milagrosamente en 1899 era
-Y ¿qué vas a hacer? -le respondí-. Si no vas, segura- como para probar la virtud de un santo. Permaneció por es­
mente que se habrá de comentar tu ausencia. pacio de más de un año clavada en el lecho, sufriendo dolores
Efectivamente fue; pero sucedió que su cuñada la recibió espasmódicos y sin poder siquiera menearse. Estoy crucifi­
muy mal. cada, decía cuando tenían que moverla; pero, por lo demás,
-No vuelvas a esta casa -le dijo de buenas a primeras, «no solamente no dejó escapar una palabra de lamento -dice
suplicando a los presentes que no la volvieran a colocar de un testigo-. sino que todo el tiempo se la vio jovial, somiente
nuevo en su presencia, porque era una estúpida. y tranquila».

202 203
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Cuando en los últimos días se presentó una gravísima


complicación del oído, fue necesario operarla urgentemente.
Por habérsele formado pus en el interior de ese órgano, hubo
<que cortar y limpiar para poder proceder a la extracción. «La
enferma -declara el doctor Tommasi, que la operó- no habló
una sola palabra. Podía mover la cabeza, pero no hizo el más
[igero movimiento para sustraerse a los instrumentos, ni si­
!;J.llliera de esos que son instintivos; tanto, que me parecía es­
taF operando sobre un cadáver. Terminada la operación, le Los desprecios
p~gunté:
-¿Qué tal? ¿Has sufrido mucho? La paciencia de nuestra santa joven se reveló también en
Respondió con una leve sonrisa y un ligero movimiento los desprecios y humillaciones que pacientísimamente to­
de cabeza, como queriendo decir: cosa de poco. Y recuerdo leró. Algo hemos hablado ya sobre esto al tratar de su des­
perfectamente que ni siquiera hice uso de una fuerte solución prendimiento, y algo habremos de decir también al tratar de
cffe cocaína que traía preparada para la anestesia local». su humildad. Ahora solo diremos que siendo su modestia en
Bien se deja entender que lo depuesto por este hombre de el vestir, recogimiento en el andar y piedad en el templo una
ciencia se encuentra por encima de todas las fuerzas huma­ constante provocación a las muchachas vanidosas, chicuelos
nas. La paciencia de nuestra santa joven, como toda su vida, sin educación y jóvenes libertinos la tomaban con frecuencia
trasciende con mucho a cuanto la pobre naturaleza humana por blanco de sus burlas y sarcasmos. Unos la trataban de
puede dar de sí y a cuanto cabe exigir a un cristiano que anda estúpida, otros de fanática y hasta se permitían tomarla por
por las vías ordinarias del espíritu. ¡Y que no haya faltado loca. Era justamente lo que buscaba la sierva de Dios: ser
quien haya querido ver en la santidad de Gema un simple despreciada y ridiculizada por el mundo.
caso de histerismo! Los tales deben entender bastante poco Desde que Gema salió del colegio, sobre vestir con lamo­
de histerismo. destia que dejamos dicho, llevaba sobre el pecho un pequeño
En su última enfermedad hubo de sufrir también la sierva crucifijo. De él tomaban pie los muchachos del arroyo para
de Dios fuertes y prolongados dolores. A pesar de todo, nunca las burlas más indecentes. Al verla pasar le soltaban mil gro­
desapareció de sus labios la habitual sonrisa, ni manifestó serías y a veces la corrían por la calle, con la consiguiente
angustias ante la proximidad de la muerte, ni exhaló un sus­ vergüenza de la honestísima doncella. Una vez, entre otras,
piro, ni pidió calmante, ni reveló deseo de restablecerse. «Es­ ya no eran chiquillos los molestadores; era una turba de in­
toy, como siempre, enferma -escribía al director el 20 de oc­ solentes mozalbetes que llevaron sus pesadas bromas hasta
tubre de 1902-, muy enferma; la fiebre continúa; al escupir, el extremo de necesitar la sierva de Dios implorar el auxilio
que es constantemente, arrojo mucha sangre. El pulmón de­ de personas de bien, que la libraron de tan abyecta turba y
recho no funciona ya; solo me queda uno. ¡Viva Jesús!»'. tuvieron la amabilidad de acompañarla hasta casa. Claro

1
Carta 119. 2
Carta 122.

204 205
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'FA GEMA ©Nlb©A'Nlf

está que tales molestias ninguna mella hacían en el ánimo pero todo en vano. El claustro por e] que susp,iraTua n@ ~ füaThía
varonil de Gema, pero viene a demostrar todo esto su pmn­ de abrir sus puertas, y el descanso que nesesitaba n0 Io Jfüa~a
dencia en no querer salir de casa sin compañía. Hay que con­ de gozar en este mundo. Herido el corazón con tan cl\l.llta con­
fesar que la compañía de una mujer, aun siendo tan respeta­ trariedad, los años que le restaban de vida fueron años de t0r­
lMe señora como doña Cecilia, no siempre lograba contener a mento y desconsuelo; tanto que hasta, según paeece, el ver
tanto desalmado como pululaba por aquellas calles; pero ser­ frustrada esa única aspiración de su vida le arrebató veinti­
MÍa de consuelo y protección a la pudorosa doncella. cinco años de existencia. Encontramos en los Procesos que a
En ocasiones la molestaban hasta en el mismo lugar sa­ más de una persona hizo la siguiente manifestación: «Me ha
grado. En una de ellas, en que además de doña Cecilia la dicho Jesús que si me encierran en un convento me concederá
ac0mpañaba la mayor de las hijas de los señores Giannini, al vivir hasta los cincuenta años y que, de lo contrario, mella­
w.erse de tal suerte escarnecida, se volvió hacia ellas y les dijo: mará a los veinticinco». A los veinticinco, efectivamente, se la
«Pues bien; a despecho de todo el mundo, me quiero hacer llevó, consumida por las ardientes ansias de ser religiosa.
santa». A nada menos podía aspirar con tanta paciencia en A pesar del profundo dolor, sin embargo, que experimen­
medio de semejante rechifla. taba por las constantes repulsas recibidas, nunca exhaló una
queja, ni contra las superioras que amontonaban dificultades
para no admitirla, ni contra los médicos que, pudiendo, se ne­
Las puertas del Paraíso en la tierra, cerradas a cal y canto gaban a certificar su buena salud, ni contra los prelados que
sin atender explicaciones se cerraron en su negativa. Todo lo
soportó con invencible paciencia, y en cada repulsa, como al
También apareció admirable la paciencia de la sierva de
aceptar definitivamente morir fuera del claustro, no salió de
Dios en las repulsas que recibió de los distintos conventos a
sus labios sino el [iat de la resignación y el abandono.
cuyas puertas llamó pidiendo el hábito religioso.
Por cuanto llevamos dicho se entenderá que la vida de
Hemos dicho que desde muy temprana edad se manifestó
nuestra Gema estuvo toda ella sembrada de espinas. Nos
en Gema decidida vocación al estado religioso. Singular­
falta, con todo, lo principal.
mente desde su milagrosa curación, le atraía el claustro con
irresistibles encantos. Y es que Jesús le daba a entender con
meridiana claridad que el mundo no era para ella ni ella para
el mundo. El supremo tormento
Privada de realizar sus deseos en las Salesas, solicitó in­
gresar en otras órdenes religiosas; mas por unas u otras ra­ Los mayores tormentos de las almas contemplativas no
zones, en todas fue desechada. Hubo singularmente una son los que como tales se ofrecen a los demás mortales.
Congregación hacia la que sentía irresistible atracción y en Como quiera que en los contemplativos el desprendimiento
la que Jesús y San Gabriel le dieron esperanza cierta de que de todas las cosas de este mundo es muy perfecto, no les
sería admitida. Fue la Congregación de las Pasionistas. causa el mismo dolor que a nosotros sentirse heridos o verse
Llamó una y otra vez a sus puertas; movió cuantos resortes privados de ellas. Lo que a estas almas mayormente ator­
humanos y divinos estuvieron a su alcance; lloró y suspiró, menta es considerarse abandonadas de Dios, verse entrega-

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PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

das a la furia del demonio y temer que el Señor las ha <rl.es­


echado para siempre por sus pecados.
Pero como esta materia es muy amplia y corresporidienue
a otro lagar de la presente obra, terminaremos el presente
eapítulo haciendo resaltar que según la grandeza de las prue­
l))as se reveló en Gema Galgani invicta la paciencia; mejor di­
~,ño, todas estas pruebas no bastaron para apagar su sed de
:eadecimientos, puesto que la habremos de ver suspirando
e0R ansias abrasadas y pidiendo ardorosamente al Señ.or CAPÍTULO V
IIWevos dolores y mayores trabajos. SU HUMILDAD
Es cosa que pasma en esta enamorada de Jesucristo el
afán por asemejarse a su divino Esposo y de mostrarle con
sus dolores el ardiente amor que le profesaba. Piedra de toque
Si, según dijimos al principio de este capítulo, Dios re­
serva sus dones extraordinarios al sacrificio generoso y he­ Cuando el Padre Germán y otros eminentes prelados fue­
roíca paciencia, bien podemos augurar que a Santa Gema le ron llamados a discernir el espíritu que movía a Gema Gal­
reserva copiosos y regaladísimos, pues no cabe imaginar ge­ gani y a juzgar sobre los hechos sorprendentes que en ella se
nerosidad mayor en el sacrificio ni heroísmo más constante ofrecían, trataron de cumplir su delicada misión examinán­
en los padecimientos. dola sobre la piedra de toque de la humildad. Reconocieron
que su espíritu y los fenómenos misteriosos eran de Dios,
cuando comprobaron que era humildísima. «Muchos -dice
el Padre Germán-, e incluso su confesor ordinario, se mos­
traban titubeantes en presencia de cosas tan extraordinarias
como observaban en una sencilla joven al empezar a cami­
nar por la vía de la perfección, y se preguntaban: ¿Será o no
será obra de Dios un tal estado, del que apenas se encuentran
ejemplos en los santos más eminentes que han [lorecido en la
Iglesia? Sin duda será de Dios -contesté yo-, si en él se en­
cuentra humildad. Me puse a examinar, y a las primeras in­
dagaciones pude comprobar que desde hacía largo tiempo
había comprendido la virtuosa joven cuán importante sea
esta virtud, colocándola por encima de todas las demás y es­
forzándose por practicarla. En una palabra, que la encontré
humilde hasta la médula de los huesos, por lo que para mí ya
no hubo lugar a dudas, y conmovido pude exclamar: [Bien­
aventurada joven, que iluminada tan de mañana por Dios, has

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PADRE S GERM ÁN Y BASILIO , C. P.

sabido utilizar este gran medio; tu santidad es a 111.is ojos e~i­


dente! ». su carta. ¡Dios mío, ten piedad de mí! .!Els veuiil.afil, itlelil1lasiaaa
Intervienen igualmente en el examen del espíritu ctle verdad que el orgullo me tiene dominada. Se_1Da que €1J1and.@ leí
Gema los ilustres prelados Padre Pedro Pablo Moreschini, su carta y di de ojos con aquella palabra orgullo no sé is@m0,
entonces Provincial de los Pasionistas y más tarde Arzobispo pero el demonio se valió al punto de ella para ponerme eril tér­
de Camerino, y el Padre Tei, de la Orden de Capuchinos, en minos de desesperarme. Durome el malestar cosa de una fü@ua;
aquella ocasión predicador del Palacio Apostólico y después entonces, notando que me faltaban las fuerzas, €OFFÍ a pos­
0~ispo de Pésaro. Los testimonios que nos han dejado de su trarme a los pies del crucifijo, y allí, con la frente contra el
ltruruldad no pueden ser más expresivos y elocuentes. «Jamás suelo, le pedí muchas veces que me perdonase, rogándole que
afilvertí en ella -declara también Monseñor Volpi- nada que delante de sus santísimas plantas me quitase la vida; peno no
significase vanidad o jactancia». me la quiso quitar. Al poco rato me volvió la paz repentina­
mente. ¡Pobre Jesús mío, cuántas le llevo hechas!... ¿Adónde
no llegaré si continúo por tan malos pasos?"»1•
Horror a la soberbia Ya antes de esa fecha le había escrito: «Apenas advierta
en mí un poco de orgullo, por poco que sea, no espere; tome
Aquella «cierta connaturalidad» con que según el Angé­ el tren rápidamente, traiga un cuchillo bien afilado y corra
lico penetran las almas buenas en las verdades reveladas hizo para cortarme la cabeza. No espere ni un solo minuto»2•
conocer a Santa Gema lo repugnante que es a Dios la sober­
bia y la suma complacencia que encuentra entre las almas
humildes. El todo de Dios y la nada de la criatura
Las simples palabras «presunción», «soberbia» y «orgullo»
la ponían sobresaltada. Cuando solo contaba nueve años le Durante los Ejercicios que hizo a la edad de trece años
dijo la profesora del colegio, sin poner mayor advertencia en -anota en la Autobiograiia-, el predicador repetía estas pa­
ello, que había cometido un acto de soberbia. Sin entender si­ labras: «Dios lo es todo; nosotros somos nada». El Señor
quiera lo que tales palabras significaban, se turbó tanto que al parece que hubo de darle desde entonces altísimo conoci­
cabo de un día o dos volvía a preguntar a la Hermana el sen­
miento de ese todo y esa nada. Siempre tuvo bajísimo con­
tido de tales palabras, no hallando la profesora otro recurso
cepto de sí misma y todos los favores que del Cielo recibía
para tranquilizarla que asegurarle que no lo había cometido.
solo servían para más y más humillarla.
Incluido en la lista de los pecados todo acto de soberbia,
Sus palabras, escritos y acciones revelan una humildad
lo miró lo restante de la vida con mayor horror que a la
tan espontánea, profunda y candorosa que no parece sino
muerte.
que desde la infancia se hallaba confirmada en esa virtud.
« Una vez -atestigua el Padre Germán- la reprendí, avi­
Después de haber conversado familiarmente con el Cielo, pa-
sándole al propio tiempo que anduviera con cuidado para
precaverse del orgullo, del cual fingía yo haber descubierto 1
Carta 17.
algunos gérmenes en lo secreto de su corazón. Véase en qué 2
Carta 13. Véanse también los mismos sentimientos en la carta 18.

210 211
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'FA GEMA GAIIL©AN]

saba con la mayor naturalidad a ocuparse en los humfldes un gracias asoma a mis labios para r,es}D©lilclieF a tanto Ga.liiÍil1Í.©...
quehaceres domésticos. Desearía, como se lo tengo dicho a ella, que me t:!\Wümañt ¡¡¡i@:u
Todo cuanto digno de aplauso había en su persona, o n0 criada, aun de los más pequeñitos de casa».
lo veía o, viéndolo en el todo de Dios, le parecía nada. Sobre Llevada la misma familia del tierno cariño que le ~rofe­
atribuir a Dios todo cuanto era y hacía, nunca quedaba tan saba, quiso colocar su retrato entre los demás de la familia.
contenta como cuando nadie hacía caso de ella. Manifestado el designio a la sierva de Dios, opuso tenaz resís­
Ante los purísimos esplendores de la luz divina empezaba tencia a dejarse retratar. Hizo falta se interpusiera el Padre
por verse manchada y cubierta de pecados. «[Si viese qué fea Germán con toda su autoridad para que se colocara ante la
es mi alma! -escribía al director-. Jesús me la ha hecho ver y cámara fotográfica. Merced a esa imposición poseemos el
me ha causado horror»:', verdadero retrato de Gema, al natural.
Con este concepto de la fealdad de su alma, sobre el que No paró aquí el intento de la familia Giannini. Al cabo de
vuelve innumerables veces en sus cartas, claro es que todos algún tiempo quiso tener no una simple fotografía de su hija
les pensamientos y sentimientos de Gema habrían de ser hu­ adoptiva, sino un hermoso cuadro pintado al óleo. Calcúlese
mildes; y lo eran en tanto grado, que sufría constante ver­ la confusión de la humildísima joven al verlo en casa. Obede­
güenza ante aquellos que la rodeaban. ciendo al primer impulso, lo escondió para que nadie pudiera
verlo, necesitándose un severo mandato para que lo volviera
al lugar de donde lo había retirado.
Aunque el móvil de su determinación fue su profunda hu­
Confusión elocuente
mildad, se confunde por ello, según puede verse en las cartas
125-127.
Como consecuencia de esa íntima persuasión sufría inde­
cible tormento ante cualquiera muestra de aprecio o conside­
ración que recibiera. En la familia Giannini ya todos estaban
aleccionados por el Padre Germán para guardar con ella el Hiriéndola en lo vivo
menor número posible de consideraciones, y para no mostrar
sino desdén e indiferencia ante sus virtudes excelsas y dones Fácil es ya imaginar lo mucho que molestaría a Gema que
celestiales. Todo cuanto fuera salirse de esta norma era ator­ hiciesen algún caudal de su virtud. No sufría ni el que se en­
mentar a la humildísima Gema. «Yo no quisiera -escribe al comendasen a sus oraciones. A una carta de doña Cecilia
director- que se hiciera conmigo lo que se hace. ¡Si usted lo donde le suplicaba rogase por cierta señora, le contestó: «He
viera, Padre, hasta por la tarde me calientan la cama con el quedado como aturdida viendo que usted solicita mis oracio­
braserito! ¿Son cosas estas que deben hacerse conmigo, nes en favor de N. N. Si usted no me conociera, tendría al­
cuando solo merezco que se me trate como a las gallinas? Por guna excusa; pero ahora me conoce ya lo bastante ... y no digo
el contrario, en mí no busque sino desatenciones; ni siquiera más; un alma llena de defectos, que poco o nada se cuida de
amar a Jesús! ¿Qué podría obtener? Con todo, obedeceré»4•
3
Los mismos sentimientos en la carta 39, en la última al Padre Ignacio,
en la 4 a Serafina, en el éxtasis 38, etc. 4
Epistolario, pág. 305.

212 213
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

por considerarse iridigna de tall s01Jmm0mTuFe. W:m.i@alfrl'ite11i11~


por obedecer empezó a firmarse «la F)@1>ne @e.ma cle il;e-siíls».
Ignorando Monseñor Velpí de dónde pF0v:enía ese s01Di;e­
nombre, y sin duda para humillarla, le aigo ~ue- ena s0mFaa0
mala para apellidarse «de Jesús». Inrnediatamemte es€JJii'lDe s0-
bre ello al Padre Germán: «Esta vez =Ie decía- fírme "Gema{'
a secas, y no "de Jesús", porque me falta el valore Ayer, des­
guien se encomendaba a sus oraciones, en cambio, estaba pués de confesarme, me dijo Monseñor que estaba mal que
siempre pronta a solicitarlas de todo el mundo. «Encomién­ me firmase "de Jesús", porque soy mala; y es que le había es­
crito a él firmándome "Gema de Jesús"»7• El Padre Gerrnán
~leme a Jesús -escribe a su director-y se lo diga también a los
~emás que lo hagan, pues practicarán una gran obra de cari­ volvió a explicarle lo que tal sobrenombre debía signiificai'
para ella. «Gema de Jesús» -le dice con rara prudencia- «no
~m:l rogando por mí-". A veces, para mover a piedad a las al­
quiere decir que Gema sea buena y digna de Jesús, sino que
mas buenas, se retrata como la más perversa de las criaturas.
se ha entregado totalmente a Jesús, que no quiere a otro que
«Siga orando por mí -escribe a Josefina-. ¿No sabe lo que
a Jesús, que vive solo de Jesús y que con Él solamente se con­
soy? La más mala, la más criminal de todas las hijas de Jesús.
tenta». A pesar de tales explicaciones, no pudo la sierva de
Y sin embargo estoy tranquila de conciencia, sin pensar que
Dios sobreponerse al sentimiento de su profunda indignidad,
de un momento a otro puedo perderme para siempre. Por
y después de firmarse algunas veces «La pobre Gema de Je­
esto solo lo entenderá. Jesús mismo, más de una vez, me
sús solo» volvió al poco tiempo a su primitiva fórmula: «la
llama ingrata. ¡Cómo me hace llorar cuando me lo dice!
pobre Gema».
¿Quién podrá mover a misericordia el Corazón de Jesús sino
sus fervientes oraciones? En usted confío-".

Íntima persuasión y calificativos despectivos


«La pobre Gema»
De este mismo sentimiento de su bajeza nacía el que,
cuando Dios la dejaba en esos desamparos y arideces tan fre­
La terminación obligada de sus cartas era también un
cuentes en la vida mística, lo atribuyese a sus pecados y a
acto de humildad, puesto que siempre concluía suplicando a
que el Señor estaba hastiado de ella. «Mi Jesús -escribía- al
quien escribía rogase por ella y firmándose «la pobre
fin se ha cansado de sufrirme, a causa de mi extrema frial­
Gema». El Padre Germán le aconsejó tomase un apellido,
dad. ¡Pobre Jesús, cuánta razón tiene!». Otra vez se le mos­
permitiéndose sugerirle se firmase «Gema de Jesús». La hu­
tró Jesús llorando. Al verlo, le preguntó con la mayor inge­
milde virgen encontró repugnancia en firmarse «de Jesús»,
nuidad por qué lloraba. Muy pronto le sugirió su humildad
5
Carta 6.
que no podía ser sino por sus pecados. «Me reconozco culpa-
Carta 3 a Serafina. Parecidos senlimientos de humildad contiene la
6
7
anterior a la misma. Carta 46.

214 215
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

ble de mis iniquidades -decía- y todavía tengo valor :ga• a


decir: ¿qué tendrá Jesús, que llora?»8•
Por más que el divino Salvador la colmaba de caricias y
regalos, nunca elevaba sus sentimientos de humildad ña0ia
Él. «Todos saben -dice el Padre Germán- que las personas
devotas. singularmente aquellas que se han consagrado al Se­
ñor con el voto de virginidad, suelen llamar a Jesucristo su
lE>sposo y a sí mismas esposas de Jesús. En Gema no sucedió
así. Aunque a este Verbo divino, que por amor se desposó con cause esto extrañeza; pero si juntamente se tiene presente
nl!lestra pobre naturaleza, Gema lo amase con todo el ardor que Gema vivía perennemente en íntima y dulce unión con el
<de su corazón, y se viese de él tratada con singularísima pre­ Sumo Bien, se echará fácilmente de ver que no necesitaba
dilección, sin embargo, no se atrevía a llamarlo esposo. Hija, tales ayudas y ascensores.
sierva inútil, virgen necia, criatura miserable; tales eran los tí­ También sabía versificar pero por más que tenía facilidad
tulos que se daba; pero nunca, fuera de los éxtasis, el de "es­ e inspiración para ello lo rehusaba, por parecerle exhibición
posa". Solo en dos o tres ocasiones, arrebatada en altísima mundana. Otro tanto debe decirse de la pintura. «Sabedora
contemplación, oyósele llamar a su amado Señor "Esposo de yo -dice su tía Elisa- de que pintaba bastante bien, le pro­
Sangre"». puse una vez pintara un cuadro para que viera su padre esa
muestra de su habilidad. Inmediatamente me respondió:
-Sí; para que luego lo coloque en la sala y diga a todo el
Ocultación. de dones naturales mundo que Jo ha pintado Gema. Todo eso es vanidad y yo no
lo quiero. El otro día me alabó por aquel problema que
Si tales y tan humildes eran los sentimientos de nuestra saqué, y me desagradó con ello, pues no me gustan las ala­
Gema, bien se deja entender que había de ocultar cuidadosa­
banzas».
mente cuanto pudiera contribuir a su alabanza y buscar oca­
De tal modo procuraba ocultar sus habilidades, que en
siones de ser humillada y despreciada. Así fue en efecto.
casa Giannini, al cabo de cuatro años de tratarla, no la llega­
Ya hemos dicho que sus dotes naturales eran muchas y
ron a conocer la mayoría de ellas.
muy apreciables. En su consideración carecían de todo mé­
Si alguna vez tenía que utilizar sus conocimientos, lo ha­
rito, procurando siempre tenerlas ocultas. De clara y pe­
netrante inteligencia, que la colocaba en sus estudios entre cía por pura necesidad y como avergonzada. Doña Cecilia se
las más aventajadas alumnas del colegio, nunca alardeó de solía servir de ella para escribir su correspondencia. Gema,
superioridad y en innumerables ocasiones dejó que la trata­ por humildad, quería escribir al dictado y mostraba bien a
ran de ignorante y estúpida. Poseyendo bastan te bien el las claras que sufría cuando doña Cecilia le obligaba a redac­
francés, rehuía toda ocasión de manifestarlo. Sabiendo bor- tar las cartas por su cuenta. Subía de punto su disgusto si al
presentarle dichas cartas se permitía doña Cecilia decirle
8
Carta 57. Abunda en los mismos sentimientos la carta I O 1. sencillamente que estaban bien redactadas. Para no tener

216 217
SAN'fA GEMA G$GANil
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

que escuchar tan sencillo elogio se retiraba apenas las ha:Tuía fue a contárselo a doña Cecilia. Esta <41:litló toda imp0rtailil.Gia
al hecho, indicando que tales humjllacíones las re0i0í-a la
colocado en sus manos.
No satisfecha su virtud con ocultar cuantas prendas naras sierva de Dios, de unos y otros, con uno u otro fin, ml!];y Ime­
mles pudieran enaltecerla, aprovechaba y buscaba cuantas cuentemente.
eeasiones podía para humillarse. Los oficios más bajos de la Y es que realmente así quería ser de todos tratada. «Me
debe considerar como nada -decía a doña Cecilía-: como si
easa eran para ella los preferidos. Por más que en casa Gian­
iFliNi ni la recibieron ni consideraron nunca como criada, ba­ no existiese o fuese aquel estropajo. Me ha dicho el confesor
m-ía la casa, fregaba los suelos, sacaba agua del pozo, ayu­ que debo ser tratada como las gallinas, y que no merezco otra
daba en la cocina y desempeñaba todos los demás oficios cosa. Cuanto hace conmigo imagine hacerlo con el polDre
más despreciable que encuentra en la calle; de lo contrario,
neservados a las criadas.
Jesús no se lo premiará».

A caza de humillaciones
Alegría en los desprecios
La hemos visto desde niña cargar con culpas ajenas. Lo
mismo en la casa paterna que en la de los señores Giannini se Todos estos hechos y testimonios nos revelan claramente
industriaba constantemente por que le atribuyeran cuantos que nuestra santa joven, sobre los grados de humildad de
trastornos y desórdenes ocurrían; y es lo raro que a veces se sentir bajamente de sí misma y desear que otros igualmente
presentaba como culpable en forma tan ingeniosa, que había lo sientan, alcanza aquel otro más alto de buscar el ser des­
que conocerla muy a fondo para no dejarse engañar. preciada y tenida en poco. Si después de esto llega a felici­
Sea que la molestaran en la calle muchachos desvergon­ tarse y alegrarse en los desprecios y humillaciones, tendre­
zados, sea que en el hogar la ridiculizasen por sus fenómenos mos que su humildad alcanza el último grado de perfección.
sobrenaturales, ella se confesaba culpable de todo. «[Oué de ¡Vaya si lo alcanza!
veces -exclama- pongo a las gentes en ocasión para que mur­ Sirva de confirmación el hecho siguiente: hemos dicho
muren de mí!». que Gema sufría lo indecible cuando alguien se encomendaba
No pocas veces ocurría también que doña Cecilia u otras a sus oraciones. Subía de punto su pena si alguna persona
personas le dirigían palabras injuriosas para probarla: siem­ buscaba visitarla, atraída por la fama de sus virtudes. Esclava,
pre la encontraron inconmovible. Un religioso se puso en por otra parte, de la obediencia, algunas veces, muy raras,
cierta ocasión a insultarla con los denuestos y calificativos pues las órdenes que doña Cecilia tenía a este respecto del
más humillantes. «Tisicona -le decía- imbécil, ¿cuándo te Padre Germán eran severísimas, tuvo que recibir tales visitas
morirás y dejarás de ensuciar esta casa?». Gema escuchaba de homenaje. La humildísima joven discurría en tales casos
toda una letanía de improperios por este estilo, respondiendo cómo podría convertirlas en humillaciones. En el caso pre­
sonriente a cada uno: «Tiene razón; dice bien». Alarmado el sen te, la ocurrencia fue oportunísima y el éxito, fulminante.
religioso que acompañaba al insultante de la actitud en que Era un respetable Prelado quien solicitaba visitarla. Doña Ce­
se había colocado con respecto a Gema aquel su Hermano, cilia no tuvo valor para oponerse y fuese a llamar a la sierva

218 219
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

~e Dios. Esclava esta de la obediencia, tuvo que preser,inai;se;


solo que, antes de hacerlo, cuidó de coger un enorme gat0
!;J_Ue había en casa y se presentó ante el prelado con dicho gat0
en los brazos, acariciándole y haciéndole monerías. El pues
lac!l0, que ignoraba por completo que era aquella la prirnena
Mez que Gema tomaba en sus brazos semejante animal y que
l@ había hecho buscando una humillación, cayó en el lazo.
««:reía visitar a una santa -se hubo de decir- y me encuentro
sen una idiota». Le volvió la espalda y solo tuvo para ella un
gesto de desprecio. Eso era lo que buscaba la sierva de Dios. CAPÍTULO VI
M0lvió también ella jubilosa la espalda y con el gato en brazos SU HUMILDAD
se ausentó de la sala. EN LA EXALTACIÓN DEL CIELO
De alabar es en este caso la agudeza de ingenio, pero lo es
mucho más la excelencia de la virtud. Sobre estas cimas de
humildad aparece también desahogándose con Jesús en los La base para los favores del Cielo
éxtasis. «Sí, Jesús -exclama en el 42-, deseo verme todavía
más humillada, más desconocida, que no se haga de mí caso Comenzamos el capítulo pasado señalando la humildad
alguno, como estoy ahora». El alma que busca las humilla­ como piedra de toque para distinguir la verdadera de la falsa
ciones con el mismo afán con que el mundo busca los hono­ virtud. Ahora podríamos añadir que lo es igualmente para
res, y que en ellas coloca su felicidad sobre la tierra evidente­ distinguir los dones extraordinarios de Dios de los torpes re­
mente se encuentra sobre la cumbre de la santidad. medos de esos dones producidos por la fantasía o el demo­
Dios, que resiste a los soberbios y reserva sus gracias nio.
para los humildes, derramará sobre Gema torrentes de dones Para elevar el Señor a las almas a la excelsitud de la con­
y favores celestiales; bien puede hacerlo, en la seguridad de templación exige de ellas, como base y preparación, humil­
que no solamente no se alzará con ellos, sino que los utili­ dad profunda. «Bien creo yo -decía Santa Teresa- que quiert
zará como peldaños para más y más descender en su abati­ de verdad se humillare y desasiere, que no dejará el Señor de
miento. hacemos esta merced (de la contemplación) y otras muchas
Es lo que vamos a ver en el capítulo siguiente. que no sabremos desear» 1•
Así como la humildad abre la puerta de las comunicacio­
nes celestiales, así esas celestiales comunicaciones sirven
para hacer resaltar más y más la humildad de los siervos de
Dios.
Esto es lo que aconteció con Gema Galgani. Los extraor­
dinarios favores que del Cielo recibió, y que para un alma

1
Moradas cuartas, cap. II.

220 221
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

imperfecta fuera tentación y peligro de envenenarse, en ellfa Temores y desconfianza


solo sirvieron para descubrir nuevos tesoros de humilda&,
~a que ni los deseó ni se juzgó digna de ellos; y recíb ides
graciosamente de la bondad del Señor, se humilló profuñ­
cdamente, ocultándolos con suma diligencia a las miradas engañarse. Este temor la acompaña durarrte roda su vi!lia:, ins­
, el mundo. pirándole páginas de una ingenuidad y candos S@Ff)roemlilem­
tes. Poco después de su milagrosa curación, escribía a s11 an­
tigua maestra de Santa Zita: «Paréceme escuchar una voz
<e/Me complacería vivir sin cosas extraordinarias» interior diciéndome que me engaño; que la: dicha que siente
no proviene del Corazón de Jesús, porque (y esto lo 0ig0 yo)
Hablando los doctores místicos de los llamados fenóme­ verdad es que Jesús es el Dios de las misericordias y quie per­
nos de la contemplación distinta, sientan como principio ge­ dona todos los pecados, pero ¿es posible que me los perdone
neral que es soberbia desearlos y juzgarse el alma digna de a mí que hace diecinueve años los estoy cometiendo siempre
ellos. nuevos? ... Sor Julia, ¿qué le parece a usted? ¿EntraJJá el de­
Muy lejos estuvo la virgen de Luca de semejante soberbia. monio en estas cosas? ¿Y si yo estoy engañada? ¿Y si por aña­
Empezó por mirarlos como sumamente enojosos, ya que su didura hubiese engañado a los demás? ¡Qué tormento!»4•
humildad le echaba en cara constantemente su indignidad. La sola palabra engaño le hacía temblar", preguntando al
«He pasado estos días -escribía al director- un poco alboro­ director su significado. «Tengo tanto miedo de mi alma -le
tada. Me detenía a mirar a los de casa, por ejemplo, a Anita y escribía al director-, tengo miedo, miedo de condenarme;
a Eufemia, y pensaba cuánto me complacería vivir como porque ayer oí contar a un sacerdote que vino a visitar a
ellas, sin cosas extraordinarias»2• mamá el caso de una monja que presentaba señales en los
Persuadida en su humildad de que no correspondía de­ pies, manos, cabeza y corazón, que tenía éxtasis y que, al fin,
bidamente a los favores del Cielo, escribía en otra ocasión: todo resultó engaño. ¿También yo seré así? ¡Si fuese engaño,
«He dicho a Jesús que no me obligue a ejecutar cosas que iría al infierno! Desearía me explicase qué quiere decir en­
no salen de mí, porque yo no valgo para nada, y después de gaño, porque yo no quiero engañar a nadie»6• Es imposible
recibir tantas gracias, hasta ignoro cómo debo corresponder que alma tan ingenua y humilde engañe a nadie.
a ellas. Que busque otra persona que sepa corresponder me­ Sabedora en cierta ocasión de que su director iba a Isola
jor que yo». El Maestro celestial la alentaba al tiempo que la del Gran Sasso, donde se encuentra el sagrado cuerpo de
humillaba. «Haz lo que puedas -le decía-; quiero servirme
San Gabriel, le suplica que haga al Santo las siguientes pre­
de ti justamente porque eres la más pobre y pecadora de to­
guntas: «¿Qué será de Gema? Todo aquello que se imaginaba
das mis criaturas». Gema respondía con su habitual inge­
ver y experimentar, ¿de qué parte le viene? Padre mío -aña­
nuidad: «Jesús mío, haz lo que te plazca, que con ello me
día angustiada-, se las recomiendo mucho; haga que le res-
contento»3•
• Carta a Sor Julia Sestini, Epistolario, pág. 312.
2
Carta 115. í Carta 115 al Padre Germán.
3
Carta 27 a Monseñor Vol pi. 6
Carta 53.

222 223
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

panda. Solo le ruego que le dé mucha luz sobre mí, y ie-s­


pués escríbame inmediatamente»7•
Sería cosa de nunca terminar si quisiéramos aducir cuan­
tes testimonios existen sobre esta materia. Con los ofrecidos
se ve con toda claridad que la humilde joven, lejos de suspi­
ar por extraños favores del Cielo, los recibía con temor y hu­
mildad.

@cultándose a todas las miradas

Esta humildad de Gema resplandece no menos en el cui­


dado que ponía para ocultar esos celestiales favores.
Pedía incesantemente al Señor que nadie los advirtiera Y
frecuentemente se le oía decir en los éxtasis: «Haced, ¡oh Je­
sús!, lo que os plazca, pero que nadie lo advierta».
Viendo la soltura y minuciosidad con que Gema explica las
gracias y celestiales favores recibidos, cualquiera podría sospe­
char que expone complacida esos prodigios de la bondad di­
vina. Todo lo contrario -dice el Padre Germán-: «La humilde
Gema sufría penas de muerte cuando tenía que manifestarse a
sus directores; hubiera preferido verse sepultada en el infierno
antes que decir o escribir una sola palabra sobre los prodigios
que en ella obraba la gracia. Dejemos que ella misma lo mani­
fieste: "Hace ya largo tiempo que le vengo refiriendo ciertas cosa 1°.
cosas, por lo que debería habérseme pasado la vergüenza que El desear con tanto afán encerrarse en un convento era
en ello siento; pero resulta que va en aumento cada vez que principalmente para ocultar a las miradas del mundo los fa­
tengo que escribir o confesarme. No es propiamente ver­ vores que recibía del Cielo. Por mucho empeño que pusiera
güenza, y no sé cómo expresarme; es casi miedo". En realidad en ocultarse viviendo en el mundo, se daba perfecta cuenta
eran las dos cosas: vergüenza, porque no hubiera querido que de que estaba rodeada de gente y de que en el momento me­
criatura humana supiese cosas que podían redundar en su ala­ nos pensado se podía rasgar el velo que ocultaba tales ferió-
banza, y miedo por el temor de no saberse expresar e inducir a
effor sobre el particular a alguno». 8
Cat·ta 112.
9
Págs. 46-47.
10
7
Carta 108. Pág. 43.

224 225
PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P.

menos a sus miradas. «Padre -decía y repetía en casi t@filas


sus cartas al director-, no me deje en el mundo .... t€ng0
míedo... ¿Por qué me deja de esta suerte expuesta a las mma­
das ele todos? ¿ Qué sería de mí si llegasen a conocer ciernas
(s©sas~». Asegura el Padre Germán que en ningún otro asm,nt©
e.Rc<Dntr:ó a Gema tan insistente y tenaz como en este. !En
0was cosas parecía no tener inclinaciones, ni gustos, ni deseos, las visiones diabólicas. Las primeras humillan al ahina fav0:r.e­
según era de admirable su obediencia; pero en este no cejaioa cida, en tanto que las otras la desvanecen y hacen duna de
un momento y habremos de ver que solo desistió cuando vio juicio.
la muerte cercana y el Señor le dio a entender con entera da­ Después de conversar familiarmente con el Cielo se en­
rodad que no sería religiosa. contraba siempre nuestra Gema pronta para ocuparse en los
quehaceres más humildes de la casa o para recibir las mayo­
res humillaciones.
Humillaciones en la exaltación

Añadamos que los favores que nuestra Santa recibía del «El muladar de Gema»
Cielo, lejos de servirle de engreimiento, le servían admirable­
mente de humillación. Ponía frente a tales favores el con­ El Padre Germán, que nada tenía tan puesto en el cora­
cepto de su indignidad, por lo que solo contribuían a humi­ zón como conservarla en profunda humildad, en lugar de
llarla y confundirla. Entendía que tantas y tales misericordias manifestar sorpresa o admiración ante las comunicaciones y
del Señor exigían de ella correspondencia fidelísima, y al no favores del Cielo que le manifestaba su santa dirigida, fingía
descubrir en sí misma sino ingratitudes y pecados, suplicaba indiferencia o desdén, siendo lo más frecuente que termi­
al Señor que le retirase esos favores para derramarlos sobre nase dirigiéndole alguna frase humillante o haciéndole algún
almas que mejor supieran agradecérselo y corresponder a desprecio. Una de esas frases recogió con singular compla­
ellos. «Puedo asegurar -dice el Padre Germán- que la piadosa cencia la humildísima Gema, haciendo mucho gasto de ella
joven jamás me habló de viva voz o por escrito de las especia­ hasta en sus conversaciones con el Cielo. Es el caso que, para
les comunicaciones que recibía del Cielo sin terminar con al­ humillarla, le dijo en cierta ocasión el director: «Para mí es
gún acto de profundísima humildad». inexplicable el que no tenga reparo Jesús en ensuciarse las
Después de los muchos hechos ya referidos, sirva para de­ manos con ese muladar de Gema». Sonrió la angelical don­
mostrarlo el siguiente: le colmó cierto día el Señor de consola­ cella, y llena de júbilo, por parecerle haber encontrado en las
ciones tan inefables que le parecía haber nacido a nueva vida. dichas palabras el epíteto que desde hacía mucho tiempo ve­
Véase ahora cómo se desahoga después de haber referido esas nía buscando, lo retuvo en la memoria, y ya hablase, ya es­
maravillas: «[Cuánto no debo maravillarme de la infinita mi­ cribiese, y aun cuando se encontraba arrebatada en éxtasis,
sericordia de Dios! Sí, sí, mi Jesús es verdaderamente el Jesús
11
de la bondad. De nuevo ha obrado el milagro de mi conver- Carta 65 al Padre Germán.

226 227
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

se lo aplicaba con harta frecuencia. «Jesús, ¿cómo es €J.t!rn


º!\!lieres ensuciarte las manos con este muladar de Gema?».
©mando se le aparecía el Ángel Custodio le decía también:
«me suplico que no te ensucies las manos con este muladar».
HJn: una carta al Padre Germán le dice: «En cuanto a ensui­
©iaJJse las manos con esta basura, ya se lo digo (al Ángel de la
@marcia), pero parece que no lo entiende»12•

CAPÍTULO VII
ífl0talmente desconocida SU OBEDIENCIA

Merced a estos cuidados de su humildad y al decidido


empeño que puso en ello el Padre Germán, nuestra santa jo­ Sin voluntad propia
ven permaneció totalmente oculta a las miradas del mundo.
Fuera de un reducido círculo de personas, las suficientes Al ocuparnos en el capítulo II de esta Segunda Parte del
para excluir toda sospecha de invención o engaño en los fe­ perfecto desprendimiento de Gema, dejamos expresamente
nómenos sobrenaturales que a nuestra Santa se refieren, para este lugar el tratar del desprendimiento de su voluntad.
para los demás pasó totalmente desconocida. No solamente De la virgen de Luca puede decirse que no supo experi­
no conoció estos fenómenos el público de Luca en general, mentalmente lo que es propia voluntad. Su obediencia fue
pero ni las personas que frecuentaban la casa de los señores admirable. En ella obedecía la voluntad y los actos naturales
Giannini. Ya veremos más adelante que así era del agrado del no dependientes de la voluntad, las enfermedades y hasta los
Señor. fenómenos sobrenaturales.
Al suspirar Gema por permanecer oculta y desconocida De las memorias que se conservan sobre su vida en el ho­
del mundo, ofrece una prueba muy elocuente en favor de los gar doméstico consta que ya desde niña era docilísima, y que
hechos sobrenaturales que con ella se relacionan. Los dones obedecía sin distinción a todos los de casa.
del Cielo no se destruyen mutuamente, y a mayores gracias Su vida de colegio fue también ejemplarísima en esta vir­
es natural que responda humildad más profunda. tud. «Jamás desobedeció -declara su profesora, sor Julia Ses­
Por esta profundísima humildad se ha hecho merecedora tini-, sino que por el contrario obedecía gustosísima a todos
la sierva de Dios, amén de la gloria con que el Señor la ha y en todo».
coronado en el Cielo, de los supremos honores de los altares, Estos breves pero elocuentísimos testimonios nos dicen
y de que su nombre sea pronunciado y aclamado por todo el todo cuanto cabe decirse sobre esta materia.
mundo. Digna glorificación de tan profunda humillación. Así lo era, en efecto. Desde tan temprana edad había mos­
Qui se humiliat exaltabitur. trado el Señor a Gema los peligros que acompañan a la pro­
pia voluntad y las excelencias de la obediencia, y como deci­
didamente quería ser santa, se propuso serlo por el sacrificio
12 Cartas 42, 51, etc. ele todos sus gustos e inclinaciones.

228 229
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Conducta de alma perfecta

Cuando llegó a casa de los señores Giannini, su conducta No era solamente a doña Cecilia a quien obeeeda; 0:li,ecle­
a este respecto era ya de alma perfecta. Conocía las excelen­ cía a todos los demás, no excluidos los criados.
eias de esta virtud como el más observante religioso; tenía su Su obediencia era ingenua y sencilila hasta 1110 más. ~i
jmiicio totalmente rendido a la voluntad de sus superiores: la indagaba razones, ni examinaba consecuencias, :ai se panaoa
sola palabra «obediencia» era sagrada en sus labios y en sus en dificultades, ni conocía dilaciones; solo se echaba de ver
@ídos. su santo afán por obedecer, importándole poco todo lo
Como quiera que en dicha casa la encargada de su cu i­ demás.
dado, por expresa voluntad de Monseñor Volpi y del Padre Así es como desde la mañana hasta la noche estaba ofre­
Germán, era doña Cecilia Giannini, empezó la sierva de Dios ciendo al Señor el sacrificio de la propia voluntad.
JDOr hacerle la siguiente advertencia: «Tenga la bondad de no
preguntarme nunca si quiero esto o aquello. No me vuelva a
decir: te parece que salgamos; hagamos esta obra o la de más En manos de sus directores
allá, sino dígame simplemente: Gema, vamos, Gema, haz o
hagamos, sin pedir mi parecer o consejo». Más adelante ha­ Si obedecía con tanta puntualidad y gozo de espíritu a
bremos de ver hasta dónde llegó la obediencia de Gema a cuantos quisieran mandarle, bien se comprende que su obe­
esta buena señora. Por ahora diremos que sus relaciones con diencia a los directores de su conciencia había de ser ejem­
ella por espacio de cuatro años se encuentran reflejadas en plarísima. Lo fue en efecto, y a ella se debe que los directores
esa advertencia. Obedeció a doña Cecilia no raras veces a encontraran facilísima su dirección y el que no diera un solo
costa de gravísimos dolores; frecuentemente privándose por paso fuera del camino por donde el Señor la llamaba.
ella de la dulcísima comunicación con el Cielo, y a veces Monseñor Volpi y el Padre Germán descubrieron desde el
hasta con peligro de la vida. primer momento en su dirigida vivísimo deseo de llegar a la
más encumbrada perfección y juntamente decidida voluntad
Refiriéndonos ahora solamente a los dolores que hubo de
por que fueran ellos quienes le mostrasen el camino y la alen­
padecer por obedecer, acaeció algunas veces que la sierva de
tasen en la subida.
Dios se alimentaba con tanta parquedad que semejaba que
La satisfacción que los directores de Gema encontraban
no se pudiera sostener con ello. Ignorando doña Cecilia el
en esta infantil docilidad la hallamos consignada en los Pro­
motivo, y atribuyéndolo a mortificación, le mandaba comer
cesos. Monseñor Volpi depone: «Obraba siempre según los
por obediencia. Gema sabía perfectamente que la comida le consejos y mandatos que recibía de quien la dirigía en la pre­
iba a causar grave daño; con todo, sin replicar una sola pala­ sencia del Señor, no habiendo tenido jamás que reprocharle
bra, poníase a comer. Las consecuencias no se dejaban espe­ el haber obrado por propia voluntad. Como era muy sencilla,
rar. Experimentaba al punto atrocísimos dolores, le devolvía nunca replicaba a lo que se le ordenaba o aconsejaba».
el estómago lo que acababa de comer, y en los esfuerzos y El Padre Germán depone a su vez: «Si con tanta facilidad
bascas consiguientes, llegaba a arrojar sangre por la boca. se avenía a la voluntad ajena en las cosas exteriores, fácil-

230 231
PMi>RES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

r.amente te encargo: que seas como un cuerpo muerto y que


ejecutes con prontitud cuanto te ordenan» 1•
Otras veces era el Ángel de su Guarda quien acudía a re­
comendarle esta misma virtud. «Si no te vences -Ie decía­
para cumplir fielmente lo que se te ordena, no me dejaré ver
de ti». En el Diario refiere la misma sierva de Dios lo si­
guiente: «El Ángel de la Guarda, que se muestra bastante se­
vero en reprenderme, me ha dicho lo siguiente: "Hija, acuér­
date de que cada vez que faltas a la obediencia cometes un
pecado. ¿Por qué eres tan remisa en obedecer al confesor?
Recuerda que no hay camino más corto y seguro para llegar
al Cielo que el de la obediencia"».

El placer de obedecer

Instruida por el Cielo en estas verdades, y teniéndolas muy


comprobadas por la experiencia, se abrazaba llena de júbilo Hasta el sacrificio de los celestiales carismas
con tan preciosa virtud. «No dude que vaya a desobedecerle -
escribe al director-: le obedeceré en cualquier lugar que me Por obedecer a sus directores estaba siempre dispuesta la
ponga; obedeceré siempre, porque Jesús lo quiere»2• Casi todas sierva de Dios no solo a sufrir toda suerte de dolores, como
1 Carta 2.' al Padre Germán. 1
Carta 113 al mismo.
2 Carta 105 al mismo. 4
Carta 104.

232 233
PJIDRES @BRMÁN Y BASILIO, C. P.

lii'.emos N"ist0, sino también a renunciar a las consolaciones <Se­ tase.


iest!iales. Habíale prohibido Monseñor Volpi los arrobamiéífs voces, se despertó con su acostumbrada senrrsa en 0s la­
ti!js, tan freouentes en sus últimos años. Como seguía sintiérr­ bios. ¿Así es como se cumple la obediencia? Te he diehe que
ttl@se dulcemente atraída por el Señor, y que, como ella decía, duermas -le dije en tono de reproche-. No se moleste, Padre
«se le iba la cabeza», buscaba el modo de apartar violenta­ -me respondió humíldemente-: he sentido que me golpeaban
mente de su espíritu aquellas inefables dulzuras. Poníase a a la espalda y que una voz me ha dicho: "Levántate, que te
sorrer de una a otra parte, cogía el primer trabajo que le ve­ llama el Padre". Era su Ángel de la Guarda, que velaba a su
nía a mano, subía y bajaba precipitadamente las escaleras, y lado».
cerno, a pesar de todo, Jesús le seguía atrayendo hacia Sí por Al igual que el sueño obedecían también las enfermeda­
modo irresistible, le decía: «¿Pero no sabes que Monseñor no
des. «En un trastorno que padeció poco antes de su última
quiere estas cosas?».
enfermedad -es también el director quien habla- se le des­
compuso el estómago de tal suerte que no soportaba alimen­
tos ni bebidas de ninguna clase. Se intentó poner fin a seme­
Todo obedece en Gema: hechos demostrativos
jante estado empleando como medio la obediencia, y al punto
se obtuvo el resultado apetecido».
De la soberana complacencia que el Señor encontraba en
Lo que con más frecuencia se observaba era la obediencia
la obediencia de esta bendita criatura es buena prueba el he­
de los fenómenos sobrenaturales. Todos ellos aparecían su­
cho de que interviniese sobrenaturalmente para secundarla,
peditados a la voluntad de los superiores.
haciendo que todo obedeciese en ella a sus directores; el
sueño como la calentura, la sed y las enfermedades, los éxta­
sis y las llagas. Y lo que hace subir de punto la maravilla es
que para obtener la obediencia en todos esos hechos y fenó­ Hasta los fenómenos sobrenaturales
menos no se requería mandato verbal o escrito; bastaba, sen­
cillamente, una orden mental. Temeroso Monseñor Volpi de que las hemorragias de las
«Cuando por la noche se acostaba -atestigua el Padre llagas friesen perjudiciales a la salud de la sierva de Dios, le
Germán-, aunque rodeada de varias personas que hablaban ordenó terminantemente que no las volviera a tener. Al punto
entre sí, con que doña Cecilia le dijese: Gema, necesitas des­ fue obedecido. Las llagas no volvieron a aparecer cada vier­
cansar; duerme, en el acto cerraba los ojos y dormía profun­ nes al exterior, por más que los efectos dolorosos continua­
damente. Yo mismo quise una vez hacer la prueba. Encon­ sen idénticos.
trándome junto a su lecho a una con otros miembros de la Los frecuentes y casi continuos éxtasis de que habremos
familia, le dije: Recibe mi bendición y duerme, que nosotros de ocuparnos en otro lugar estaban por igual supeditados a
nos retiramos. No bien hube pronunciado tales palabras, los mandatos que quisieran imponer a la santa joven sus di­
cuando ya Gema, volviéndose del lado opuesto, se entregó a rectores. «Al venir aquí me impuso Monseñor por obediencia
profundo sueño. Entonces me arrodillé y levantando con­ que no me aconteciesen cosas extraordinarias, y todo va
movido los ojos al Cielo le ordené mentalmente que desper- bien. Pero ¡cuánto me prueba Jesús!; a mí, he de decirlo, me

234 235
PPiIDIIBS GERMÁN Y BASILIO, C. P.

@!Jediencia durante los éxtasis

®u11ante sus éxtasis Gema permanecía totalmente abs­


Jmaída de los sentidos. No veía, ni oía, ni sentía, pero bastaba
se le diese cualquier mandato, aunque solo fuera mental­ Obediencia a preceptos mentales
lililente, para que al punto volviera en sí.
A favor de esta obediencia se conseguía en cualquier mo­ También pudieron comprobar esta obediencia admirable
mento ocultar al público tan misteriosos fenómenos. Deje­ en los éxtasis y a órdenes mentales otras personas, singular­
mes hablar sobre el particular a doña Cecilia: «acabábamos mente las religiosas Servitas, a cuyo convento solía ir con fre­
de comulgar cierto día en la iglesia de la Rosa, y como no es­ cuencia la sierva de Dios a practicar sus ejercicios de piedad
tábamos solas, me parecía mal que se quedase en éxtasis en y a platicar con las religiosas de cosas espirituales. Escuche­
la balaustrada, antes de retirarnos según costumbre. Esperó mos cómo refiere uno de esos actos de obediencia la Madre
a que el sacerdote diera la bendición, cuando he aquí que ya Priora del convento: «Puesto que Monseñor Volpi me había
estaba en éxtasis, con peligro de ser observada. Entonces dije mandado despertarla en éxtasis y dado autoridad para ha­
interiormente, nótese bien, interiormente y sin proferir pala­ cerme obedecer, quise cierto día sorprenderla cuando, según
bra: ¡Oh Jesús, si es vuestra voluntad, haced que por obedien­ costumbre, estaba haciendo oración en la iglesia. Me dirigí
cia recobre inmediatamente los sentidos! ¿Lo creerá? En el poquito a poco a la reja y la vi que estaba arrodillada en el
mismo instante levantó la cabeza, y yo le dije: Vamos a nues­ reclinatorio a la derecha del altar. Tenía las manos juntas,
tro puesto, y así lo hicimos. Como en este caso sucedía en to­ como de costumbre, y el rostro vuelto hacia el sagrario. La
dos los demás». «Quiero advertirle otra cosa -escribe la llamé por dos o tres veces y no me respondió. Entonces dije:
misma doña Cecilia al Padre Germán-, y es que, cuando a Gema, por santa obediencia, vete a la sacristía. Se levantó
Gema se le van los sentidos en lugares donde podría llamar la como una exhalación y se encaminó presurosa a la sacristía.
atención, me valgo al punto de su autoridad, diciendo: ¡Oh Después de unos instantes bajé yo y, llamándola a la reja, le
Jesús, si es vuestra voluntad, haced que por obediencia al Padre dije:
Germán vuelva inmediatamente en sí, o bien que no suceda -Pero ¿no ibas hoy a estar con Jesús? ¿Cómo es entonces
nada! Apenas pronunciadas estas palabras, vuelve al uso de que te encuentro aquí?
los sentidos ... , ¡y si supiera el alivio que esto me proporciona -Sí, Madre Priora-me respondió-; he ido a estar con Je­
en ciertas ocasiones! ... Así que desearía, si le parece, que con­ sús, pero ele improviso me ha mandado que venga a la sacris­
firmase este mandato». tía».
Corrida por el convento la voz de que Gema obedecía en
5
Carta 105. los éxtasis y a simples preceptos mentales, dos religiosas, Sor

236 237
~A».RES @BRMÁIN Y BASiili..IO, C. P.

<~iWete, Jesús»

Abrazada nuestra Gema con la obediencia para ser de ella


fümgid.a en todos sus pasos, nada temía tanto como el que le
llegase a faltar ese guía y celestial apoyo. En toda su vida
ecnamos de ver un extraordinario temor de ser engañada.
ffiNmildísima como era, se juzgaba indigna de cuantas mer­
sedes recibía. Ignorante, por otra parte, del fin que el Señor
en ellas se proponía, no sabía el modo de conducirse ni el te­
ner de vida que exigían.
En medio de tales temores e incertidumbres, escuchaba
que en casi todas sus conversaciones con el Cielo se le reco­
mendaba la obediencia. La miraba, consiguientemente, como
a su tabla de salvación y brújula de sus destinos. Apartarse de
ella se le ofrecía, más bien que como simple falta, como ruina
irreparable. obedecer.
-Vete, Jesús -le dije-, que ahora no te la quiero dar.
Por obedecer a sus directores estaba dispuesta a luchar
Jesús me bendijo sonriendo»7•
con el mismo Jesucristo y a cometer con Él aparentes descor­
Este supremo afán por obedecer le permitió escribir al di­
tesías; bien que tales luchas amorosas y aparentes descorte­ rector: « Ya sabe, Padre mío, que he obedecido siempre con la
sías hacían sonreír al divino Salvador. gracia de Jesús»8•
Habíale prohibido Monseñor Volpi, según que más arriba
dejamos referido, que recibiese las llagas los jueves de cada
semana. Se le apareció un día el divino Salvador todo lla­ Tras el triunfo, el galardón
gado, invitándola a que se acercase a besar sus llagas. Gema
sabía que, si lo hacía, se reproducirían en su cuerpo, faltando, Mucho costó a Gema la obediencia, en cuyas aras hubo
por consiguiente, a la obediencia. ¿Qué hacer? En lugar de de sacrificar los más dulces consuelos del Cielo, las más rega-
acercarse, púsose a llorar, por no poder acceder a la invita­
ción del Salvador. Como sintiera, sin embargo, que la sola 6
Éxtasis, 51.
presencia de Jesús le enternecía el corazón y que las llagas 7
Diario, pág. 1 O l.
8
empezaban a asomar a su cuerpo, «apenas lo advertí -dice- Carta 39.

238 239
t1las las almas parecidas maravillas a las que admiramos en
Sél!Nta @ema, no es principalmente porque con voluntad ante­ CAPÍTULO VIIl
aedente tiene dispuesto que brillen en el firmamento de la SU PUREZA V]R:GINAL
ilrg lesia estsellas de distinta magnitud y claridad, sino porque
errsuentra en nuestra voluntad una resistencia a su acción
santifü«aaora que no encontró en esta su sierva. ¡ Cuesta tanto « Por la excelsa perfección de tu virginidad»
el cumplimiento de aquel divino precepto de negarnos a no­
sotros mismos! ¡Es tan difícil encontrar almas que hayan re­ Para escribir debidamente el presente ca11>fbul0 sobre la
nuñciado en todo y por todo a su propia voluntad! pureza virginal de Santa Gema necesitaría que Ulil ángel mo­
viera mi pluma y un serafín inspirara mi mente. Solo así me
sería dado tratar dignamente esta materia y hacer respirar a
mis lectores la celestial fragancia de la pureza de esta angeli­
cal criatura, una de las más puras vírgenes que han embalsa­
mado los deliciosos vergeles de-la Iglesia católica.
-Es por la excelsa perfección de tu virginidad -decía en
cierta ocasión a Gema su Ángel de la Guarda- por lo que Je­
sús te concede tantas gracias1•
Extraordinarios fueron los favores que el Cielo derramó
sobre Gema, pero no menos extraordinaria fue su puneza.
A los limpios de corazón les está permitido ver a Dios.
La seráfica Gema Galgani vio a Dios, y esto parece decir
poco, pues la presencia de Dios fue para ella casi tan familiar
y continua como la de aquellas personas con quienes convi­
vía; escuchó a Dios cual un amigo; atrajo todas las compla­
cencias de Dios, que se dignó por Sí mismo instruirla y co­
rregirla, consolarla y alentarla; mereció las caricias y regalos
de Dios, que quiso tenerla por familiar en las alegrías del Ta-

1
Carta 118 al Padre Germán.

240 241
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

bor como en las agonías del Calvario, en las caricias del ce­ El pleno dominio del espíritu sobre la carne
' áculo como en las expansiones de Betania.
La vida de la virgen de Luca fue más del Cielo que de la No solo· no se observó en. ella palalsra, mrh¡aitla 0 m0vi­
tierra, principalmente porque con su pureza robó el cora­ miento contrario a las reglas de la más severa m0desnia, .:p,eii0
zón del celestial Esposo de las almas, de quien está escrito ni siquiera acarició en su corazón afecto alguno des0Fillemad0
que se recrea y tiene colocadas sus delicias entre las azu­ ni empañó el purísimo cielo de su mente pensamiento Lima:rao
cenas. o menos casto. Fue Gema ángel de pureza y en s11 éspfnitt;
inundado en los esplendores de la divina claridad y abrasado
en llamas de amor divino no parece haber Influido la canne
más que si no tuviera cuerpo mortal.
Con los primeros albores de la infancia
Caso extraño parece el de Gema, pero si se tiene en cuenta
su perfecta consagración a la santidad desde la más tierna
Gema amó la pureza desde el primer alborear de su inte­ edad y que cuando fue tiempo de que asomara la sensualidad
ligencia, infundiéndole semejante amor aquella misma que le andaba ya por unas vías en las que se encuentran plenamente
enseñó a suspirar por el Cielo y a amar tiernamente a Jesús, dominadas las pasiones, se entenderá ser esto no solo posi­
su piadosísima madre. ble, sino también consecuente.
Al encariñar doña Aurelia a su hija con la virtud de la pu­
reza ofreció a su amor e imitación el ejemplo de la Reina de
las Vírgenes, María Santísima. Gema aspiró a ser pura como El voto de virginidad
María y esperó confiadamente conseguirlo por intercesión de
esa Madre Inmaculada. Enamorada en edad tan tierna la sierva de Dios de la pu­
Entre las prácticas que doña Aurelia recomendó a Gema reza, quiso consagrarla al Señor con voto. Largos años hubo
para obtener del Señor la gracia de no mancillar la pureza de suspirar por emitirlo, consiguiéndolo al fin en 1897, a la
merece especial mención la de rezar todas las noches tres edad de diecinueve años. Este voto debió de ser temporal,
porque el de perpetua virginidad no lo hizo hasta la víspera
Avemarías con las manos bajo las rodillas en honor de la
de la Purísima del año siguiente, durante la gravísima enfer­
Concepción Inmaculada de María. Adoptó desde pequeñita
medad de que hemos hablado.
esta práctica, y nunca la olvidó. Pocos días antes de morir,
cuando ya apenas podía sostenerse en pie, la sorprendieron
en esta actitud, y al preguntarle el motivo respondió que su
Pudor y recato
madre se lo había enseñado para conseguir del Señor, por
intercesión de María Inmaculada, la perfecta pureza.
Por más que en Gema aparecía como muerta la sensibili­
Esta oración perseverante y devota proporcionó a la vir­ dad, puso el mayor empeño por evitar todo aquello que aun
gen de Luca la conservación y guarda de la pureza hasta el remotamente pudiera poner en peligro la pureza. Su modes­
último instante de su vida. tia y recato fueron admirables.
242 243
PNE>R!ES @FJRMÁN Y BASILIO, C. P.

i\'a hemos viste que en la niñez rehusaba toda cari@ia, E.0


qmeriood0 que la tocase ni su propio padre.
Ert easa de la señora Giannini no consentía que la vienañ
ll.wwse 0 asearse, y mucho menos vestirse o desnudarse. «.:Iin
redo d tiempo que la tuve en mi cuarto -depone doña Ceci­
liia-, y fue por espacio de tres años, jamás la vi vestirse o des­
m1darse, corriendo siempre una cortina para no ser vista».
«IReeuerdo =depone a su vez la Madre Gema- que en los últi­
mes meses de su vida, cuando iba a buscarla para acompa­
ñarla a la iglesia, nunca consintió que estuviera presente
mientras se vestía. Una mañana, como tardaba mucho en sa­ temer, porque hay ángeles que pensarán en ti».
lir del cuarto, entré en él y la encontré a medio vestir, por
faltarle ya las fuerzas para poder hacerlo. Me acerqué con el
fün de ayudarla y lo rehusó echándose a llorar, por parecerle Hasta después ele muerta
mi pretensión un atentado a su extraordinaria modestia».
En sus enfermedades le venía a resultar más penoso que Esta singular modestia fue su regla de conducta hasta en
la enfermedad el tenerse que poner en manos de los médicos. su última enfermedad. Aun en ella no quería dejarse ver ni
Ya hemos visto cómo en varias ocasiones llegó a agravarse tocar, por más que de servirse por sí misma se le siguiesen
por no declararse a tiempo. no leves molestias y recrudecimientos de dolores. «En su úl­
Cuando a su vuelta de Camayor sintió fuertes dolores a la tima enfermedad -decía doña Cecilia-; al entrar en su habi­
espalda y al costado, como le sugiriese su tía que se hiciese tación eché de ver en el suelo las huellas húmedas de sus
reconocer por el médico, respondió sencillamente: «Tengo pies. Le pregunté si se había levantado y, como no podía
mucha vergüenza». Para vencer su repugnancia hubieron de ocultarlo, me respondió que sí. Yo la reñí un poco, porque
ponderarle que los doctores Pfanner y Del Prete eran perso­ encontrándose enferma hubiera deseado que se lavase con
nas muy recomendables y religiosas. agua caliente. Se lavó con agua fría, a pesar de estar en
Su rara modestia y extremado recato en tales casos lla­ tiempo crudo, por modestia; es decir, porque no quería de­
maba poderosamente la atención de los médicos. Unos la to­ jarse ver de nadie».
maban por santa y otros la consideraban fanática. ¡Cuán difí­ Su singular recato le hacía preocuparse de su cuerpo
cil es a las personas vulgares elevar el pensamiento a las hasta para después de su muerte. Viendo cercano su fin, hizo
cumbres bañadas de luz en que tienen colocada su morada la siguiente declaración: «No quiero que nadie me toque des­
las almas puras! pués de muerta; que me amortajen las Hermanas que me
Frecuentemente después del sudor de sangre se quedaba han asistido y que me coloque en la caja José Giannini y Ba­
postradísima, apareciendo su cuello teñido del misterioso silio». Era este José Giannini el mayor de los hijos de la fa-
sudor. «Algunas veces -dice doña Cecilia- pretendí lavárselo,
pero nunca me lo permitió; antes bien, me dijo algunas veces 2
Carta 122, y su nota.

244 245
PADRE S GBRMJ\IN Y BASILIO, C. P.

mi1fa Gianñini, joven piadosísimo y que profesaba veFda~e a:


ae;voción a Gema; Basilio era el dependiente encargado de fa
far,roacda, también muy piadoso y admirador de la sierva ~e
\Thios.
El recato que ponía en no dejarse ver ni tocar de otros lo
Jíl©Il!ía también en no tocarse ni mirarse ella misma. «Pare­
cdéncfole -dice el Padre Germán- que las más inocentes libes­
tades pudiesen mancillar tan bella flor, las aborreció sin dis­
[tinción, no temiendo caer en verdaderas exageraciones pava
evitarlas. No quería mirarse al espejo, sea para peinarse,
para limpiar la sangre que corría por su cabeza cercada de
misteriosas espinas o le brotaba por los ojos durante sus do­
lorosas contemplaciones. Cuando en los ímpetus de su celes­
tial amor se le dilató el corazón, abrasándole toda la parte concupiscencias y en quien el pensamiento habitual de Dios
exterior correspondiente, haciéndole padecer dolores inex­ alejó todo otro pensamiento capaz de apartarla del soberano
plicables; cuando el mismo corazón con sus misteriosas y Bien.
violentas palpitaciones llegó a encorvarle considerablemente
tres costillas, ella, que ignoraba como el primero el signifi­
cado de tan misteriosos fenómenos, no quiso en manera al­
Rudos combates y triunfos gloriosos
guna mirarse o tocarse ni lo hizo al repetirse continuamente
el prodigio».
Dios permitió al enemigo de las almas que probase de
modo muy recio la virtud de esta heroína; pero el demonio se
hubo de encontrar casi sin campo de combate. No podía des­
Lirio entre espinas
pertar en ella el recuerdo de pecados pasados, ya que la ino­
centísima virgen nunca tuvo que reprocharse falta alguna en
Efecto de su angelical pudor era también la severidad con
esta materia; no cabía halagarla con el espectáculo seductor
que guardaba todos sus sentidos. Hemos hablado sobre el
particular al tratar de su mortificación. Aquí solamente aña­ de los incentivos que el mundo ofrece a la sensualidad, pues
diremos que aquella severa custodia de sus ojos, de su lengua tales incentivos no los contempló quien pasó por la tierra sin
y de todos los demás sentidos era en Gema, al propio tiempo dirigirla una mirada; ni siquiera le era dado despertar dormi­
que un sacrificio ofrecido al Señor, un medio eficacísimo das pasiones, porque Gema no conoció otra pasión que la de
para conservar el lirio de la pureza con todo su delicado amar a Dios y padecer trabajos por su amor.
aroma. De suerte que los combates y guerra del demonio fueron
Siempre tuvo muy fija en el corazón la máxima celestial todos exteriores. Figuras espantosas, persecuciones brutales,
según la cual esta encantadora azucena solo se conserva en- violencias horribles y hasta sangrientas, tales fueron las ma-

246 247
PA:IDRIES (¡,ERMÁN Y BASILIO, C. P.

§¡Uiina@i@Nes de que se sirvió para derribar su consna:r;rcúa


rnalilcillar su puneza.
«:@mo Nos habremos de ocupar en otro lugar por extens0
<lle estos combates, aquí solo trataremos los referentes a la
@l!lll.eza y la forma en que los resistió y superó nuestra santa
j0M©lil.. Conjurado todo el infierno para perderla, se le apare-
0ían los demonios en distintas formas, ejecutaban en su pue­
sencia acciones nefandas, incitándola a que las imitase, po­
nían sobre ella las manos para despertar impuras sensaciones;
Su resistencia fue siempre tan pronta y valenosa <1.J.Ue
f como nada conseguían, la golpeaban brutalmente, a veces
hasta dejarla sin sentido. nunca le quedó temor o sospecha de haber consentido. IDando
Frecuentemente estas acometidas diabólicas eran tan vio­ cuenta al director de la tentación para cuyo vencimiento se
lentas que la pobre sierva de Dios se veía como fuera de sí y, a.rrojó al estanque de agua helada, le dice: «La otra tarde me
olvidada de todas las reglas dadas por sus directores con res­ tomé un baño famoso y faltó poco para que me ahogase. Me
pecto a las penitencias, se azotaba horriblemente, se aplicaba vino una violentísima tentación, pero luché de veras por es­
cilicios sangrientos o practicaba otras austeridades parecidas pacio de casi una hora, y con la ayuda de Dios vencí». «De­
para ahuyentar al brutal enemigo. mos gracias a Jesús -escribe después de referir otra violenta
El Padre Germán refiere a este propósito un hecho elo­ tentación en el Diario-, que hoy también ha pasado como
cuentemente revelador de que Gema puede parangonarse más a Él le agrada». «Jesús -dice también-, estando oculto,
con los santos más famosos en resistir a las tentaciones con­ me guarda y se complace en mis tentaciones».
tra la santa virtud. « Un día -dice-, al levantarse de la mesa se Así era como la virtud de esta heroína, colocada en el crisol
presentó el demonio en la forma sucia y fea que tenía de cos­ de las más rudas tentaciones, salía más pura y resplandeciente.
tumbre Y lleno de cólera la amenazó diciéndole que de todos
modos la vencería. La púdica doncella palideció; alzó los ojos
Y las manos al Cielo y sin más reflexionar corrió desalada al Celestial perfume
jardín de la casa, en el que había un estanque bastante pro­
fundo de agua helada; hace la señal de la cruz y se arr'oja en Triunfadora Gema de todos los asaltos del infierno, plugo
él, quedando, como es fácil suponer, aterida de frío. Seguro al Señor mostrar por diversas señales lo mucho que se agra­
que se habría ahogado si una mano invisible no la hubiera daba en su virginidad.
ayudado, sacándola del agua y haciéndole reaccionar de bafio La principal fue que su cuerpo, como se lee también en
tan peligroso. También por este lado emuló Gema el gene­ San Pablo de la Cruz y de algunos otros santos, nunca despi­
roso ardimiento de los más famosos atletas de la hagiografia dió mal olor. Sea que estuviese largo tiempo en una habita­
cristiana, conquistándose el glorioso título de heroína de pe­ ción con las ventanas cerradas, sea que se viera cubierta de
nitencia».
llagas; bien permaneciese largos días en el lecho, bien, final­
No hay para qué decir que la pobre sierva de Dios sufría
mente. dejase sus ropas sucias, jamás se notó en su persona
horriblemente en estas tentaciones. «[Oué tentaciones tan
249
248
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

m,i en los objetos de su uso olor pestilente o desagradaole.


Esto lo notaron muchas personas y se efectuaron diversas 00-
servaciones para comprobarlo; así como, por el contraníjn
pudo también comprobarse que su cuerpo exhalaba fragan­
cia suavísima, muy superior a las más finas y rebuscadas
esencias. Gema nunca usó aguas olorosas o cremas aromáti­
cas y, sin embargo, su persona y todos cuantos objetos to­
caba aparecían perfumados.
Hasta después de su muerte y en estado de putrefacción CAPÍTULO IX
exhalaba el cuerpo de Gema delicada fragancia. «En 1908 SU CARIDAD PARA CON EL PRÓilMO
-depone el Padre Germán-, hallándome presente al traslado
de los restos de la sierva de Dios a sepulcro más digno, al
abrirse la caja, y por más que aquel cuerpo se encontraba en Los dos amores inseparables
estado de putrefacción, sentí exhalaba un gratísimo olor
como de bálsamo». Es error, por desgracia bastante extendido, suponer a las
Quería sin duda mostrar el Señor con semejante fragancia almas místicas enteramente absortas en la contemplación de
lo soberanamente agradable que le era aquel cuerpo virginal y las cosas del Cielo y olvidadas por completo de las personas
lo encantadora que era la pura alma que lo informara. entre quienes vive y que son sus hermanos.
Gema solía repetir en su humildad: «No tengo otra cosa Ignoran seguramente quienes así juzgan a los contempla­
para ofrecer a Jesús que mi virginidad». El Ángel de la tivos aquello de San Juan «que tenemos mandado por el Se­
Guarda, en cambio, le decía a ella: «Es por la excelencia de tu ñor que quien ama a Dios ame también a su prójimo»1• La
virginidad por lo que el Señor te colma de gracias». Iglesia, que exige para elevar a sus hijos a los supremos hono­
Sin damos cuenta venimos a terminar este capítulo por res de los altares que hayan amado a Dios hasta el heroísmo,
donde comenzamos: por señalar como causa principal de to­ exige por igual que se hayan ejercitado heroicamente en el
dos los dones y carismas recibidos por Gema su virginidad, amor al prójimo.
no mancillada ni por el más ligero hálito de pensamiento El amor a sus semejantes del más esclarecido filántropo
torpe, mirada indiscreta o movimiento indecoroso. nunca podrá compararse con el del último santo; como que
Pasó esta bendita criatura por la tierra como pasan los el uno es terreno y el otro, celestial y divino.
ángeles que descienden de lo alto a cumplir los ministerios Hemos visto en toda esta historia a la virgen de Luca
que el Señor les confía. Virgen esclarecida y dechado perfecto transformada por el amor divino en un serafín. Como quiera
de almas virginales, su ejemplo es severísima condenación de que el precepto del amor al prójimo es, según el divino
la sensualidad de nuestro siglo y prueba de la eterna vitalidad Maestro, semejante al del amor de Dios, fácil es concluir que
de la Iglesia, cuyos vergeles embalsaman en todo tiempo li­ también lo habrá cumplido perfectamente nuestra seráfica
rios de pureza inmaculada. Gema.

' 111 4, 21.

250 251
PAID R!ES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

iLo curaplió sin duda. En su seráfico corazón jamás G© 0- Caridad para con su familia ad@ptifl.a
©aJF@IoI su planta el rencor ni el desprecio, la envidia lili el
egeísnso. el resentimiento ni la antipatía. Amó con deldeio
sus pmhies y hermanos, parientes y bienhechores, amig0s ~
enemigos: a los niños y a los ancianos, a los pobres y a l0s
enfermos y singularmente a los pecadores.
El grado a que llegó en esta virtud veremos que fue hasta
la meta señalada por el divino Salvador, hasta ofrecer la vida
JDOr sus hermanos.

A mor a sus padres y hermanos


1

Amó ante todo tiernísimamente a sus padres. El recuerdo


de su madre, arrebatada al cariño de su corazón cuando ape­
nas contaba siete años, lo guardó siempre como en sagrado
relicario en su pecho, sintiendo hacia ella, más que filial ca­
riño, religiosa veneración.
En la última enfermedad de su padre se vio hasta dónde desgracias»2•
pueden llegar los afanes de una hija cuando ve frente por En la expresión de estos vivos sentimientos de gratitud
frente la muerte del ser querido, y tras ella el cataclismo de llegó a escribir: «Si Jesús me llevase al Paraíso, uno por uno
una casa que se derrumba aplastando bajo su ruina a siete me los llevaría a todos, la primera a la tía»3•
tristes huérfanos. Anotando el Epistolario esta carta, escribe: «En efecto, la
Hacia sus hermanos mayores experimentaba cierta espe­ señora Cecilia fue la primera de toda la familia Giannini en
cie de respeto. Particularmente a Guido, que era el mayor de volar al Cielo, la vigilia de Navidad de 1931. La seguían en
todos, le obedecía cual si fuera su padre. 1935 don Mateo y en 1938 doña Justina, después de haber
Algo hemos dicho de la ternura que sentía hacia su ange­ tenido la alegría inefable de asistir a la beatificación de Gema
lical hermano Ginés y hacia su bondadosa hermana Julia. en 1931. Y no dudamos de que el deseo de la Santa de llevarse
Cuando algunos de sus hermanos no supieron apreciar su a todos los de la familia uno por uno al Paraíso, como en los
virtud, cuando favorecida de dones sobrenaturales en su ig­ ya difuntos se verifique también respecto a los doce hijos to­
norancia hicieron pública chacota de ellos, exponiéndola al davía vivos, que han tenido la dicha de contemplar a la ange­
escarnio de los de friera, cuando corrigiendo sus faltas res­ lical virgen orlada con la corona de los santos».
pondieron a la corrección con la violencia, resplandeció ad­
mirablemente la caridad de la sierva de Dios en sufrirlos y 2
Carta 89. Véanse también los éxtasis 14 y 46.
excusarlos. .1 Carta 24.

252 253
l?~IDR!ES @ B RIM Á.'N Y BASIU@, C. P.

lf-/J.as,ta el hesoismo

la: señora de la casa. Consistía su enfermedad en unos dolores


esp.)asrnóaicos al estómago que la impedían retener todo ali­
mento. Se acudió a todos los remedios y se consultó con los
mejores especialistas, pero en vano. La enfermedad iba de
mal en peor, hasta darla muy pronto por incurable y diagnos­
ticar un próximo fatal desenlace.
El doctor Nerici, especialista en enfermedades del estó­
mago, declaró que se trataba de un cáncer y que de él moriría
la enferma, como también había muerto su padre.
Compréndese fácilmente la consternación de la familia
ante tan lúgubres predicciones. Desconfiando ya de la cien­ A esta carta respondió el Padre Germán: «No es necesario
cia, volvieron todos sus miradas al Cielo; se hicieron novenas que tú ofrezcas la vida. Dios puede curar a la mamá sin ser
a varios santos, se ofrecieron cultos en distintas iglesias, pero necesario que tú mueras»; y le aconseja que ruegue por la
nada se conseguía. enferma.
Gema lamentaba como el que más la terrible desgracia «La enferma-dice doña Cecilia- estaba cada vez peor y se
que se cernía sobre aquella familia y que amenazaba arreba­ temía la muerte de un día para otro». Providencialmente se
tar a la que llamaba «mi mamá».
reunieron por entonces en casa Giannini Monseñor Volpi, el
Cuando parecía perdida toda esperanza, su caridad la su­ Padre Pedro Pablo Moreschini y el Padre Germán. Trataron
girió un remedio supremo: ofrecer al Señor el sacrificio de su de la proposición y ofrecimiento de Gema, y movidos tal vez
vida para que sanara la enferma.
a compasión de los doce hijos que dejaba doña Justina, con­
Si no viviera totalmente sometida a la obediencia del con­ vinieron en autorizar a la sierva de Dios para que tomase so­
fesor y el director, al punto hubiera hecho el generoso ofreci­ bre sí la enfermedad.
miento; mas si no podía hacerlo, podía solicitarlo. Así lo hizo,
A los pocos días ya podía escribir la sierva de Dios al Pa­
como se ve por la siguiente carta al director: «Padre, la marná
dre Germán, que había salido para Corneto: «Jesús me ha
está enferma de gravedad y a mí se me ocurre una cosa que
concedido la gracia: mamá no morirá, pero es necesario ro­
voy a proponerle. Cuando yo he estado mala, ha sido ella
gar al Señor les dé paciencia en la molestia que le quedarás".
para mí la solicitud personificada; en cambio, yo no puedo
ahora mostrarle mi reconocimiento, pues carezco de medios 4
Carta 36.
para socorrerla. Y con todo ... ¿no es este el momento más 5
Carta 41.

254 255
PMD~S @ER!'vtÁN Y BASILIO, C. P.

ilIDfeetiiValílilente, a los pocos días curó doña Justina repent,hia­ Sobre darles euanto en casa fualJah a mam.o, s cdesll!@jaba
melil.te del gravísimo mal del estómago, quedándole, en cam­ en su favor hasta de los vestidos, y al observarle <i}t!rn ~e ese
bio, uaa ligera enfermedad de los nervios. Del estórnago no modo acabaría por quedar desmida, nes_D0m.édía: «~ :mí me
~@b.d@ a smfair en adelante; en cambio, la enfermedad de 10s basta con un traje». En cierta ocasión le sornpsé su tía ~lisa
nelíWiios puso a prueba su virtud lo restante de su vida. un abrigo; al poco tiempo se desprendíó de él para dárselo a
Bt sanar de doña Justina fue el enfermar de Gema. Tua un pobre, diciendo que a ella le dama 10 mismo andar sin
misma dolencia, con los mismos síntomas e idénticos dolores abrigo.
em,p>ezarnn a atormentarla, reconociendo ella misma que Cuando llegaron a la familia Galgani los reveses de for­
eran horribles. tuna de que hemos hablado, parece que Gema se encentra­
N0 es esa la única vez que Gema pidió permiso a su direc­ ría en situación más bien de implorar la caridad que de ejer=
ter para ofrecer la vida por personas que se encontraban en cerla; con todo, aun en esas difíciles circunstancias supo
graves necesidades o heridas de muerte. Lo hizo, cuando me­ ingeniarse para atender a los indigentes. Cerca de su casa y
nos, otra vez por una amiga suya llamada Serafina, según en la misma calle vivía un pobre ancianito a quien de tiempo
puede leerse en la carta 13 al Padre Germán. atrás llevaba lo que buenamente podía apañar en casa. Ve­
nida a menos la familia, aún encontraba modo de socorrer
al pobre anciano. Al verle su tía llevarle comida y considerar
Afanes por los niños que nada quedaba en casa para la siguiente refección, le
dijo un día:
Caritativa hasta el sacrificio en favor de aquellos que le -¡ Pero si a nosotros nos faltará para cenar esta misma
estaban especialmente unidos por los lazos de la sangre o noche!
particulares favores, se mostró por igual ejemplarísima en el -La Providencia nunca falta -respondió Gema con
amor a todos sus semejantes. Hacia los niños reveló siempre calma.
especial cariño y celo de apóstol. La reserva que en casa Cuando ya nada podía dar a los pobres se ofrecía para
Gíanníní guardaba con todos los miembros de la familia pa­ ayudarles en sus trabajos: les hacía un par de medias, les re­
recía temperarse un tanto tratándose de los niños. Los aITe­ mendaba la ropa, les aseaba la casa y se constituía en su sir­
glaba para ir al colegio, les ayudaba a preparar las lecciones, vienta. Con ello revelaba que, si los tesoros de donde sacaba
les enseñaba el catecismo, les daba saludables consejos y les cuando niña para hacer abundantes limosnas vinieron a me­
reservaba las golosinas que recibía. nos, su caridad fue a más, creciendo sin cesar con el andar de
los años.
En casa de los señores Giannini encontró ocasión propi­
Compasión hacia los pobres cia para ejercitar largamente su ardiente caridad. Hacíanse
en ella copiosas limosnas, pero desde que entró la sierva de
Capítulo especial merecería su caridad para con los po­ Dios se hacían todavía mayores. Cuidaba de recoger todas
bres. El amor hacia ellos lo hemos visto remontarse a los pri­ las sobras de la cocina, comedor, ropería y demás dependen­
meros años de su infancia. cias para distribuirlas entre los pobres. Las limosnas ordina-

256 257
PAD RES GERM ÁN Y BASILI O, C. P.

rías que hasta entonces se hacían quiso encargarse


repartirlas, con la piadosa intención de ejercer un verda<tler0
apostolado entre los menesterosos.
Cada vez que oía sonar la campanilla de la puerta se figu'­
raba que era un pobre y, si no abrían con prontitud, pedía per­
miso a doña Cecilia para salir ella, siendo muy raro se enga­ No hablemos ya de la tierna solicitud con que asistió en la
ñase en tales suposiciones, pues casi siempre se encontraba casa paterna a sus padres y hermanos enfermos. Lañemos
efectivamente con que era un pobre. «Si se la hubiese dejado en visto clavada junto a sus lechos, sin perdonar desvelo ni sa­
libertad -dice doña Cecilia- habría quedado en ayunas y dado crificio para atenderlos. Desde sus más tiernos años se afi­
toda la casa». Así como la hemos visto, de niña, rodeada de po­ cionó también a visitar los hospitales, ejerciendo en ellos el
bres cada vez que salía de casa, así también en casa de Giannini apostolado de que luego hablaremos.
vinieron a ser tan numerosos los que acudían que se hizo for­ En casa Giannini fue la enfermera universal desde que
zoso tomar medidas para evitar su aglomeración y barullo. puso en ella sus plantas.
Fue la primera prohibir que los pasase al patio. Recibía­ Cuando vino a vivir definitivamente con la familia, el ve­
los entonces en el portal, pero sin omitir los santos consejos e nerable sacerdote don Lorenzo Agrimonti sufría un ataque de
instrucciones de que luego hablaremos. parálisis. Como los dolores y molestias eran muy grandes, no
Cuando en su afán por recoger y allegar recursos para los era raro antes de la venida de Gema oírle lamentarse. «Desde
pobres venían doña Justina y doña Cecilia a señalarle ciertos la venida de Gema -depone doña Cecilia- ya no volvió a que­
límites prudenciales, los encontraba siempre estrechos y, tra­ jarse; sufría todo con paciencia y resignación admirables y
tando de conseguir mayor libertad, les decía: «¿No soy yo solía decir: "Todo se lo debo a Gema. Solo Dios sabe el bien
también una pobrecita? Jesús me lo ha quitado todo y, sin que ha hecho a mi espíritu"».
embargo, no solamente no me falta lo necesario, sino que me También doña Justina deseaba retenerla por enfermera,
encuentro excesivamente bien tratada. ¿Podré consentir que no dejándola salir de su cuarto, singularmente en la grave en­
a los otros pobres les falte lo necesario?». fermedad de que ya hemos hablado. «Gema -dice doña Ceci­
Cuando no podía abrir la mano de su generosidad sobre lia- era diligentísima en prestarle toda suerte de cuidados;
las necesidades que contemplaban sus ojos y enternecían su recibía con atención las instrucciones del médico y las cum­
corazón, elevaba al Cielo fervientes oraciones suplicando a] plía con puntualidad y precisión». La agradecida sierva de
Señor que tocase el corazón de los ricos y remediara las nece­ Dios sentía verdadero placer en sacrificarse por aquella
sidades de los desgraciados. buena madre que teniendo once hijos la había recibido y
adoptado por hija.
Pero no era solamente por ella por quien se sacrificaba
Solicitud con los enfermos nuestra Gema; se sacrificaba igualmente, y aquí es donde
mayormente resplandece el heroísmo de su caridad, por la
¿Y qué diremos de su caridad para con los enfermos? So­ última de las criadas de la casa. Enfermaron varias de ellas
lía decir San Pablo de la Cruz que para cuidar debidamente durante los cuatro años que vivió con la familia. Sus desve-

258 259
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

los para atenderlas no pudieron contenerlos ni lo largo éle la


enfermedad, ni lo repugnante de algunos sacrificios, ni si­
quiera las groserías que algunas veces hubo de aguantar.

Caridad invencible

La caridad de la sierva de Dios estaba muy por encima de


la caridad de las almas vulgares, a la que vence el odio y rinde abrasador, activísimo y heroico.
la ingratitud. El primer teatro de su apostolado fue el hogar doméstico,
Encontró la angelical doncella en el camino de la vida la donde con sus ejemplos y santas instrucciones trabajaba por
burla y el desprecio, la ingratitud y la injusticia, el odio y la dirigir a sus hermanos en el sendero de la virtud.
calumnia. Su venganza fue siempre la del divino Maestro. Resultándole estrechos aquellos muros, prodigó sus acti­
«No consentía -depone la Madre Gema- que nadie hablase vidades apostólicas en el colegio. Durante los recreos, tan
mal de sus enemigos... y rogaba incesantemente por quienes pronto se la veía solicitando de las Hermanas que la instruye=
la humillaban y mortificaban». En uno de sus éxtasis se le ran sobre la vida espiritual como edificando a sus compañe­
oyó exclamar: «Jesús, te recomiendo mi mayor enemigo, mi ras con santas conversaciones.
mayor adversario. Guíalo, acompáñalo, y si tu mano debe
Donde, sin embargo, más resplandeció su celo fue ense­
descargar sobre él, descárgala sobre mí. Cólmale, Jesús, de
ñando el catecismo y dirigiendo piadosas exhortaciones a los
bienes, no le abandones, consuélale. ¿Qué importa que a mí
niños pobres y abandonados. Convocaba a todos los de la ba­
me abandones en mis dolores? Pero a él, no; te lo recomiendo
rriada en su casa o en alguna capilla, y con el celo y finos
ahora y para siempre. Cólmalo de bienes; el doble de todo el
modales en ella característicos se esforzaba por llevarlos a
mal que deseó hacerme. Y para mostrarte que le amo, ma­
Dios, haciéndoles conocer a Jesucristo, a María Santísima y
ñana aplicaré por él la comunión. Acaso él pensará y deseará
las demás verdades de la religión. Hacíales también rezar el
hacerme mal; en cambio, nosotros le deseamos mucho
rosario, los preparaba para la confesión y comunión, les co­
bien»6• Este modelo de oración por los enemigos demuestra
municaba algo del fuego en que se abrasaba su corazón Y se
bien los sentimientos del corazón de Gema y hasta dónde
esforzaba por hacer de ellos buenos cristianos.
llega el heroísmo de su caridad.
Este apostolado entre los niños lo prosiguió ejerciendo
hasta su muerte. Cuando salía con su familia a pasar algunas
Celo de apóstol temparadas a la aldea, atestigua su tía doña Elisa que ponía
el mayor empeño por atraerse a los niños del pueblo para ins­
La caridad de Gema no se debía manifestar principal­ truirlos y enfervorizados.
mente en compadecerse y remediar necesidades y males Otro tanto declara don Mateo por cuanto respecta a los
años que vivió en su casa, asegurando que alguna vez que
6
Éxtasis 28. salió con la familia Giannini a veranear, era todo su afán ro-

260 261
PADRE S GERMÁN Y BASILIO , C. P.

dearse de niños para adoctrinarlos y excitarlos al amor di­ Doña Cecilia se ponía a veces a: G:Oliltemp,1a~ estas eseenas
vino. a través de las celosías, pudiendo observar que @erina se en­
Practicaba esto de modo muy especial con los niños de la contraba como en su centro. Se le encendía el r0str0, apare­
familia de sus generosos bienhechores, instruyéndolos, edus cía su palabra fluida y abundante, sus movínrietrtas ttiern0s y
cándolos, encaminándolos por la senda del bien e infundién­ expresivos y su actitud la de un apóstol en el teatro cle su
doles muy tierna devoción a la Pasión de Jesucristo. apostolado.
Es una lástima que los datos registrados en los Procesos Parecido a este celo por los pobres era el que mostrcaoa
sobre el apostolado de Gema entre los niños sean tan escasos. por los enfermos de los hospitales. Después de derramar so­
Por ello llegamos a entender que fue una abnegada catequista bre ellos los socorros de su caridad, derramaba los efectos de
y un apóstol de la infancia; pero nuestra piedad no queda to­ su compasión y las lecciones de su virtud. Les exhortaba a
talmente satisfecha y desearía saber mucho más sobre la llevar con paciencia sus dolores; les mostraba los tesoros en­
forma, métodos, extensión y frutos de ese apostolado. cerrados en el padecer; los alentaba con la esperanza del
Cielo, y descendiendo a examinar sus particulares necesida­
des si los veía ignorantes en la religión los instruía; si aleja­
El alimento del alma dos de los Sacramentos, los preparaba para recibirlos; si tal
vez apartados de Dios y sumidos en la desesperación, se es­
Al tratar de la caridad de la sierva de Dios para con los forzaba por abrir sus ojos a la luz y sus corazones a la espe­
pobres hemos omitido de intento, reservándolo para este lu­ ranza. Sus encantadores modales y persuasiva elocuencia
gar, el hablar de su apostolado en favor de los mendigos. Sa­ vencían todas las resistencias, cosechando frutos de salva­
bemos singularmente que, mientras vivió en casa de los Gian­ ción abundantes.
nini, al tiempo que depositaba la limosna en manos de los
indigentes depositaba en sus corazones la limosna más pre­
ciosa de sus santas exhortaciones. Invitábalos a pasar al jar­ El Colegio de Jesús
dín, los hacía sentar y después de distribuir la limosna se sen­
taba junto a ellos para ejercer su apostolado. Lo empezaba Una de las obras de celo a que se consagró también con
haciéndoles algunas sencillas preguntas: «¿Ha oído Misa esta todo ahínco nuestra Gema fue el llamado por el Padre Ger­
mañana? ¿Cuánto tiempo hace que no se acerca a recibir los mán Colegio de Jesús.
santos Sacramentos? ¿Reza las oraciones al levantarse y «Había yo fundado -dice- en Roma y en otras varias ciu­
acostarse? ¿Piensa con frecuencia en los tormentos que por dades y aldeas una piadosa asociación titulada Colegio de Je­
nosotros ha padecido Jesucristo?». Con estas sencillas pre­ sús, compuesta de un grupo de almas generosas que sin os­
guntas y con el cariño que les demostraba lograba fácilmente tentación exterior de cargos y oficios, sin secretario ni
insinuarse en su ánimo. Conseguido esto, poníase a platicar tesorero, se dedicaban a cultivar en sí mismas la vida inte­
de Dios y de la virtud, esforzándose por inspirarles senti­ rior y bajo la dirección de un celoso sacerdote se ocupaba
mientos de fe, sincera piedad y resignación con las disposi­ cada una, según sus aptitudes, en preparar algunas cosillas
ciones amorosas de la Providencia. para el culto divino de las iglesias, especialmente del Santí-
262 263
PAIDRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

simo Sacramento, y en visitar los hospitales, cárceles y fami­


lias necesitadas, donde conocían que había desórdenes gme
extirpar y almas que socorrer. Agradó a muchos el Fegla­
rnento que tracé a esta piadosa asociación, que en muy JDOC0
tiempo llegó a contar con muchos socios y a producir con la
gracia de Dios muy excelentes y copiosos frutos.
»Cuando estuve en Luca, hablé de ella a Gema, que se ale­
gró mucho al escucharme; quiso ser la primera en inscribirse
y muy pronto se puso en movimiento para propagar esta TERCERA PARTE
santa obra. ¡Cuántos pasos no dio de casa en casa para bus­ MEDIOS DE SANTIFICACIÓN
car socios, animar a los directores y organizar las obras! Fre­
cuentemente en sus éxtasis hablaba con Jesús sobre ello; Je­
sús le aseguraba sus complacencias y con singular afecto
bendecía a cuantos formaban la piadosa asociación».
Tratando de esta obra en una carta al director le dice:
«Son muchos los que desean inscribirse, y Monseñor me re­
comienda continuamente que ruegue por la preparación de
esta obra toda santa y para que los asociados seamos dignos
de ser de un modo especial elegidos de Jesús. El día de Cor­
pus me hizo prometerle varias veces que pasaría todo un día
en oración por esta santa Institución, y él, a su vez, prometió
que en los solemnes momentos en que llevaba a Jesús en sus
manos le suplicaría bendijera esta obra»7•
Por entender la sierva de Dios que tal obra de piedad y
apostolado era, según dice, toda santa, se consideraba in­
digna de poder pertenecer a ella.
Aquí ponemos fin al presente capítulo, dejando para la
cuarta parte el tratar de la misión especial que el Señor enco­
mendó a nuestra santa joven en favor de los pecadores y del
sacrificio que de sí misma hizo por la salvación de las almas.

7
Carta 8.

264
Dechado de almas piadosas

Damos principio a esta tercera parte de n11est110 t11a0aj0


consagrando su primer capítulo a lo <que Gonstoivuye, a nues­
tro entender, el fundamento de cuanto haonem0s de aeeiF en
ella: la piedad de Gema Galgani.
Muchísimo es lo que podríamos escrfbir bajo este e:JDÍ­
grafe, pero nos vamos a concretar todo lo posible, brazámdo
solamente algunos rasgos generales y dejando pana otros ca­
pítulos cuantas particularidades nos sea posible.
La piedad consiste, según Santo Tomás, en «el culto y
servicio que ofrecemos a Dios como Padre y que es más per­
fecto y excelente que ofrecérselo como Creador» 1• Su funda­
mento necesario es el amor de Dios. Sin amor de Dios no
cabe sincera piedad en las almas.
Los extravíos que es justo lamentar en nuestros días so­
bre el particular nacen todos ellos de que se empieza sustitu­
yendo el amor de Dios por la disciplina, la educación, la con­
vivencia, el buen tono social o un vago sentimentalismo.
La virgen de Luca puede presentarse cual modelo de per­
sonas piadosas, porque el amor de Dios empieza por conver­
tirla en un serafín. De ese amor, como el aroma de la flor y

1
Sum. Theol., II-II, q. 82, a. l.

267
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

del fuego el calor, nacía un conjunto maravilloso de práctieas Ejercicios piados@s


y santos ejercicios que, lejos de ahogar la devoción, cual su­
cede en las almas falsamente devotas, la acrecentaban y alen­
taban.

Ejercicio fundamental y prácticas secundarias

El ejercicio fundamental de la piedad era en la sierva de


Dios la oración mental. Acostumbrada a este santo ejerci­
cio desde la más tierna edad, cada día se iba aficionando
más a él, a proporción que aumentaban los preciosos frutos
que recogía y Dios fortalecía los lazos con que hacia sí la
atraía.
Jesús son continuos»2•
Por aquí se verá cuán lejos estaba nuestra santa joven
También iba sintiendo cada vez más necesidad de líbros
de hacer consistir su piedad en prácticas más o menos su­
piadosos. De pequeña fue muy aficionada a ellos, singular­
perficiales y en un cúmulo interminable de oraciones voca­
mente a los que trataban de la Pasión de Jesucristo y de las
les. Su vida espiritual se manifestaba en su incesante trato grandezas y privilegios de la Santísima Virgen; pero poco a
con Dios y en el ejercicio de todas las virtudes, sin que esto poco se fue desprendiendo de ellos, por suplir ventajosa­
quiera decir que estuviese reñida su devoción con las prác­ mente las ilustraciones que recibía del Espíritu Santo a las
ticas de piedad y las oraciones vocales. que esos libros podían proporcionarle.
En estos ejercicios piadosos de la sierva de Dios cabe
Hacia el fin de su vida nuestra Santa apenas reza. Ab­
señalar tres períodos que marcan sus principales ascensio­ sorto su espíritu en las cosas celestiales, ni lo puede sujetar a
nes en la vida mística. De niña son numerosos sus ejerci­ las palabras de una oración ni siente necesidad de ellas para
cios de piedad y se muestra muy solícita en cumplirlos con tratar con Dios. «Al tratar con Dios ese ángel -dice el Padre
escrupulosidad. Hacia los diecisiete años estos ejercicios se Germán- poco uso hacía de oraciones vocales. El rosario,
van simplificando, por no encontrar gusto en las lecturas y porque se rezaba en familia; algunas veces la coronilla de la
oraciones impresas y sentirse más enfervorizada en la ora­ Pasión o de los Dolores de la Santísima Virgen, que le ser­
ción mental o contemplación. Hacía el fin de su vida, vían como de guía para introducirse en la meditación de los
guiada ya en todo por el Espíritu Santo, puede afirmarse misterios dolorosos, y nada más. Pudiendo hacerlo mejor
que no se sujeta a lo que vulgarmente se suele llamar prác­ con las luces que recibía del Cielo, componía ella misma sus
ticas de piedad. Su trato con Dios es íntimo y familiar y no oraciones según las necesidades. "No me aprovecha -decía-
necesita ayudarse de tales piadosos ejercicios para elevarse
hacia Él. 2
Cartn 113.

268 269
Pt\DRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

leer oraciones en los libros ni rezar padrenuestros y avema­


rías, porque no encuentro pasto suficiente y me canso. ~s·í
ijl!le las compongo por mí misma lo mejor que puedo"».

Las festividades de la Iglesia


En la casa de Dios
Fuera de estos ejercicios de piedad, ponía la sierva de
Dios todo el empeño posible en celebrar con fervor las festivi­
Mucho tendríamos que decir sobre la piedad ltle Gema en
dades de la Iglesia.
el templo. Su porte en el lugar sagrado le hacía pareeen urre
Los domingos los santificaba cual debieran hacerlo todos
de los ángeles que rodean el trono de Dios en el Cie10.
los cristianos. Un testigo de los Procesos declara que los pa­
Doña Cecilia, tan comedida siempre en sus declanacíorres,
saba casi completamente en la iglesia. Muy de mañana, como
dice lo siguiente: «¿Quién podrá expresar cómo asistía a las
los demás días de la semana, oía Misa y recibía la sagrada
funciones religiosas? Nunca se movía, permaneciendo como
comunión. Más tarde asistía a la Misa parroquial, singular­
una estatua, con la mirada fija en el tabernáculo y toda absorta
mente por el interés que tenía en escuchar la explicación del
y sin advertir nada de cuanto en su alrededor ~caecía». .
sagrado Evangelio. Por la tarde acudía al catecismo de adul­
Nacía este profundo recogimiento de la viva fe que la aru­
tos y al anochecer, como de costumbre, volvía al templo a re­
maba. Más bien que creer en Dios, puede decirse de ella que lo
cibir la bendición con el Santísimo. Así es como el día santo
veía. Los velos que a nosotros nos ocultan a Jesús en la sa­
venía a ser para ella dia santificado.
grada Eucaristía para ella eran transparentes. Veía a Jesús
Lo que siendo tan piadosa, y tal vez precisamente por
como en su real trono, rodeado de legiones de ángeles, Y de
serlo, aborrecía la sierva de Dios eran ciertas funciones reli­
aquí la profunda veneración que le inspiraban nuestros tem­
giosas aparatosas y solemnísimas. Nunca se dejaba ver en
plos y el que toda irreverencia en ellos le pareciese gravísimo
ellas, bastando que en alguna iglesia se celebrasen tales fun­
pecado. «No -decía a doña Cecilia-, en la iglesia no se está
ciones para que acudiese a otra.
como se debiera. Si todos contemplasen cómo asisten los án­
Tampoco solía acudir a comuniones generales. Esto tal
geles y los serafines en tomo del altar, de seguro que no esta­
vez deba atribuirse a que no era raro quedase en éxtasis sobre
rían como acostumbran». Tomaba ella por modelo a los ánge­
el mismo comulgatorio. Para comulgar, como en general
les y serafines y de ahí su profunda veneración y respeto.
para todos los actos de devoción, buscaba siempre las iglesias
poco frecuentadas. En ellas estaba más segura de no llamar
la atención, caso de que le ocurriese cualquier fenómeno so­
brenatural. Por el decoro del templo
De lo que mucho gustaba era de oír sermones. La hemos
visto desde niña suspirar por que le hablasen de Jesús, quedar Consecuencia de esta veneración era su empeño por que
como estática cuando su madre le hablaba del Cielo, trabajar todo cuanto sirve para el culto estuviese limpio y el cuidado

270 271
PNIDR!ES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

~l!le ponía en hacer cuantos trabajillos le permitían pana: la


iglesia. paciones.
Estos cuidados se remontan en Gema hasta los primen0s
años de su infancia. La vemos en el colegio encargándose v.0-
luntariarnente de limpiar y adornar la capilla. Teníase por ma~ Principales devociones
feliz empleando en tan santa obra el tiempo que sus compañe­
ras empleaban en divertirse. No contenta con cuidar de Ja ca­ Para terminar este capítulo no estará por demás flacer.
pilla principal, cuidaba también de la limpieza y ornamento de unas breves indicaciones sobre sus principales ~ev@Gi0nes a
cuantos altarcitos e imágenes había en la casa. determinados misterios de nuestra fe y santos de la Iglesia.
Es frecuente en las casas religiosas colocar imágenes sa­ Todos los misterios de nuestra santa religión y füestas de
gradas en los pasillos, escaleras y principales dependencias. la Iglesia prestaban a esta fervorosa joven materia: de p~
Gema atendía a todas ellas, conservándolas extremadamente ticulares consideraciones y motivos para más y más infila:­
limpias. En cada clase había también un altarcito ante el que marse en el amor divino. Entre los misterios de Jesucsísto,
rezaban las oraciones al principio y al fin de la clase. Nin­
sin embargo, la vemos singularmente devota de la Pasión y
guna niña aventajaba a Gema en esmero por que todos ellos
de la Eucaristía.
estuviesen cual convenía.
Su devoción a la Santísima Virgen fue tan tierna y filial
Esta diligencia por el decoro de la casa de Dios no fue en
como la de los más esclarecidos devotos de María de que nos
Gema veleidad de niña, pues la conservó todo lo restante de
su vida. habla la historia. El título bajo el cual singularmente vene­
raba a la Reina de los Ángeles era el de Dolorosa. «Si vais al
En casa Giannini la vemos por igual empleada en tan san­
tos menesteres. «Teníamos una capilla en la aldea y otra en la Calvario -decía San Pablo de la Cruz-, encontraréis siempre
ciudad -atestigua don Mateo- y Gema cuidaba de tener los junto a la cruz de Jesús a la Madre Dolorosa». Como quiera
altares aseados. Así que cuando estaba ella se hacía notar su que Gema vivía constantemente sobre el Calvario, apoyada
presencia por la mayor limpieza y adorno de la capilla». cual mística pasionaria en la cruz del Salvador, su vida toda
Muy bien puede decir la virgen de Luca con el salmista discurrió en compañía de la Madre de los Dolores.
que amó el decoro de la casa de Dios. Este amor era también Los santos de su particular devoción parecen haber sido
el que la impulsaba a ejecutar diversas labores para la iglesia. San José, a quien siempre se esforzó en honrar, por las espe­
De su voluntad, siempre hubiera estado trabajando para la ciales relaciones que le unen a Jesús y a María; San Pablo de
iglesia y lo hacía cuando buenamente podía. la Cruz, de quien se llamaba la última hija, por el ardiente
Llevada de su piedad para con Dios y de su gratitud para deseo que tenía de ser Pasionista; San Antonio, a cuyo vali­
con Monseñor Volpi, apenas salida del colegio hizo un pre­ rn iento acudía con frecuencia, «porque es el amigo de Dios»,
cioso encaje para la sabanilla del altar de su oratorio particu­ decía; San Gabriel de la Dolorosa, entonces todavía Venera­
lar. ble y de cuyas visitas y caricias gozaba con frecuencia, y el
Recogida en casa Giannini, también hubiera deseado Ángel de su Guarda, a quien habitualmente contemplaba
ejecutar semejantes trabajillos, singularmente para iglesias junto a sí y cuya familiaridad habremos de ver que llega hasta
pobres y abandonadas; pero tuvo que amoldarse a las reali- lo inconcebible.

272 273
PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Gema no era de esas devotas que se desviven pon buscarr


santos a quien encomendarse en sus menesteres y que tiem.en,
cuando menos, uno para cada necesidad. Casi puede afür.­
marse que en este sentido tenía el Ángel de su Guarda y a San
Gabriel y que con ellos se entendía y arreglaba para todo.

tEl fondo de la piedad y la piedad sin fondo


CAPÍTULO II
Terminemos diciendo que la piedad de Gema era aquella ORACIÓN DE GEMA
piedad ilustrada y fuerte, dulce y comedida, exigida por los
maestros de la vida espiritual y que naciendo de un ardiente
amor para con Dios no busca en los ejercicios de devoción Importancia y grados de la oración
complicaciones y embarazos, gustos y consolaciones sensi­
bles, sino medios y modos de manifestar sus sentimientos y Entre los medios que el Señor ha puesto a nuestra dispo­
atraerse nuevos favores celestiales. sición para conseguir la perfección ocupa lugar de preferen­
En nuestros días se habla mucho de piedad y abundan las cia la santa oración. Es la llave de los divinos tesoros y por
personas llamadas piadosas. Seda una bendición del Cielo el ella hemos de atraer a nuestras almas las gracias del Cielo.
que se rectificase un tanto el concepto de piedad y que todas Tiene tal importancia la oración en la vida cristiana, que
cuantas personas desean consagrarse a ella comenzaran por por ella juzgan los maestros de la vida espiritual el aprove­
comprenderla. chamiento y adelantos de cada alma. Una es la oración del
Una piedad compatible con el abandono de los más gra­ principiante, otra la del aprovechado y otra muy distinta la
ves deberes familiares, con arrebatos desatados de genio y li­ del perfecto y, principalmente, una es la del simple asceta y
otra muy superior la del místico.
bertades destructoras de la caridad en el hablar, con profe­
Suelen enumerar los teólogos cuatro grados distintos en
sión de vida mundana y desvergüenza mil veces condenada
estas ascensiones del alma a Dios. El primero es la lección
en el vestir; con lamentos sobre las disposiciones del Cielo y
espiritual, en la que entra también la oración vocal. Es propia
ansias por que prevalezca nuestra voluntad sobre la de Dios,
de los principiantes, que como no están acostumbrados a dis­
no merece, a la verdad, ni siquiera el nombre de piedad.
currir y su corazón se encuentra todavía harto vacío, necesi­
Quienes escudados con ella sientan plaza de piadosos inju­
tan servirse de estas lecturas piadosas y oraciones vocales
rian a Dios, desacreditan la verdadera piedad y se engañan
para empezar a tratar con Dios.
torpemente a sí mismos.
A las oraciones vocales y lectura espiritual meditada si­
Plegue al Cielo que la piedad de la virgen de Luca sirva de
gue la meditación. Conforme se va enriqueciendo la mente
modelo a las personas que permaneciendo en el mundo de­
de conocimientos espirituales y el amor divino se va apode­
sean llevar vida sinceramente cristiana y solidamcrue pia­ rando del corazón, hácese el alma capaz de discurrir, bien
dosa.
que no sin trabajo, sobre las verdades eternas y los misterios
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275
PADRE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

de la fe, ahondando el entendimiento en ellos para excitarse


alJ. amor divino y a la práctica de la virtud. Son rrruchas as
almas que nunca pasan de este grado de oración.
Lo ordinario suele ser, sin embargo, que cuando un alma
se ha ejercitado provechosamente en la meditación, la lleve el
Señor a un grado superior, llamado oración afectiva, de sim­
plicidad, y por el Beato Orozco afervorada, donde en lugar de
predominar el discurso del entendimiento, como en la medi­
tación, predominan los afectos de la voluntad.
Sobre esta oración hay una altísima comunicación de
Dios con el alma, llamada contemplación. En ella toma Dios Su recogimiento y desprendimiento de las cosas terrenas,
al alma por la mano para conducirla a lo más alto de sus co­ su mortificación y fuga del mundo, tenían por blanco dispo­
nerse para el trato y comunicación con Dios en la oración.
municaciones y hasta la cima de la perfección. El Espíritu
Familiarizada con este santo ejercicio desde muy niña,
Santo derrama sobre ella copiosa efusión de sus divinos do­
poseía desde entonces el don de oración en grado eminente.
nes, singularmente los de sabiduría, entendimiento y ciencia
Como un gusto destruye otro gusto, su contrario, y una
con que, ilustrada sobrenaturalmente, entiende las cosas ce­
afición viene a desterrar otra afición, al colocar Gema todo
lestiales de modo sobrehumano y se siente compenetrada y
su afán y gusto en el trato con Dios hízose indiferente para
como inflamada por el amor divino.
todas las cosas terrenas.
Por más que cada una de estas formas de comunicar el Dios respondía a esta perfecta consagración de su sierva
alma con Dios corresponda a determinado grado de vida es­ abriéndole de par en par los tesoros celestiales y haciéndole
piritual, no es raro disponga el Señor en sus inescrutables gustar en la oración misteriosas dulzuras.
juicios que un alma, después de haber sido contemplativa,
vuelva a otras formas inferiores de oración y hasta que le sea
trabajosísima la meditación. «Orad continuamente»
La contemplación debe considerarse, por tanto, más bien
como acto que como hábito, fuera del cual el alma no tiene Así que puede afirmarse que era la oración de Gema de
más remedio que acogerse a la oración ordinaria. veinticuatro horas al día. Todos cuantos la conocieron en el
hogar, en el colegio y en casa Giannini lo que mayormente
adrnrraron en ella fue su incesante trato con Dios. «No hacía
Alma de oración otra cosa que orar y meditar, lo mismo en casa que en la igle­
sia, lo propio levantada que acostada».
Aplicando estas nociones generales a la oración de la vir­ Es muy digna de notarse la declaración de que Gema pro­
gen de Luca, habremos de ver en su lugar que no solamente seguía en su oración hasta las breves horas que permanecía
fue alma contemplativa, sino que pasó por todos los grados en el lecho. La verdad es que casi no puede decirse que dejase

276 277
PAD RE S GERMÁN Y BASILI O, C. P.

de orar durante el sueño. «Como dormía muy poco -diee d por las mociones g_me F@cibía! del ilfilsJDffim!I Sa!lilt"@. ® ,1\"Gialma ~e
Padre Germán-y en breves alternativas, apenas intemungia preparar los puntos de Iil1ed'ita~ió111 segÚllill las Llil.snrn.theGi© es
su oración. Al despertarse volvía a enhilar sus consideracies que tenía de sus directores, pero entrada e,m. mate.roa segmiía'
nes y así proseguía hasta la madrugada. Alzábase del lecd:10 dócilmente los impulsos de lo alt@.
e.mal si toda la noche la hubiera pasado orando en la iglesia, y Tenía señalados de un día para ©tF© los JDl!lnt0s <de mefü,tiá­
quien 1a observara al despertar la vería santiguarse devota­ ción, si es que no acostumbraba, come suelen To:aoe.rd0 aJlgl!l­
mente con el crucifijo, que ni para dormir lo dejaba de las nas personas piadosas, señalárselos <desde el <il0rning0 para
manos, besarlo y sonreír con gracia celestial. Aludiendo a es­ todos los días de la semana. En la carta 16 al Padre @ernaáFl!
tos coloquios nocturnos con el Señor, se le oyó decir en uno le dice: «El tema de la meditación de hoy es este: con cuánt0
de sus éxtasis: «Mira, Jesús, también por la noche, aquellas amor me sacó Jesús de mis miserias. El de mañana: eon
horas, aquellas horas ... Duermo, sí, pero el corazón no cuánto dolor me redimió». Sobre el mismo tema le eseribe en.
duerme, sino que vela a todas horas en tu compañía» 1• la 44: «Hoy reanudo el hilo de mis meditaciones; ¿ql!lé iJ.e pa­
rece? La de hoy versa sobre esto: Jesús, por no perderme a
A diferencia del trato con las criaturas, que no es raro lle­
mí, ha querido perder la vida. Pero ¿qué he de hacer si ni si­
gue a cansar y convertirse en enojoso, cuanto más trataba
quiera soy capaz de formar un pensamiento, el más sencillo?
Gema con el Señor más se aficionaba a su conversación y
compañía. · No desmayo por ello; Jesús ha de ayudarme, porque ha sido
el confesor el que me ha ordenado».
Estas realidades explican la afición de nuestra Gema por
De lo dicho cabe ya deducir que el asunto preferente y
la soledad. No nacía de misantropía o desengaños recibidos
casi exclusivo de las meditaciones de Gema era el amor di­
del mundo, sino de que en su soledad gozaba de más dulce
vino, manifestado singularmente en la Pasión de Jesucristo.
compañía de la que pudiera ofrecerle el mundo con todos sus
De las llagas del Salvador sacaba la seráfica virgen luz para
atractivos.
sus dudas e incertidumbres, consuelo para su aflicciones,
Si hoy nos es dado contemplar en Gema Galgani uno de
bálsamo para sus heridas, fuego para su corazón, fortaleza
los más estupendos prodigios de la gracia, es debido a que
en sus trabajos y celo de apóstol para ofrecer a cada instante
fue alma de oración, santamente empeñada por imitar en
su vida por la salvación de las almas.
cuanto le fue posible sobre la tierra la vida de los bienaventu­
Engolfada en tales meditaciones, las horas le parecían
rados en el Cielo.
instantes, según eran de regalados los favores que recibía, ne­
cesitándose que la obediencia viniera a sacarle de la abstrac­
ción en que durante ellas permanecía.
Temas de meditación y [orma de desarrollarlos

El orden que la sierva de Dios guardaba en su oración,


Facilidad para meditar
durante las horas especialmente consagradas a tan santo
ejercicio, más bien que por su industria, era determinado
De la facilidad que tenía para entrar en materia y desa­
1
Éxtasis 129. ri-ol lar los puntos de su meditación es buena prueba el hecho

278 279
PADR!ES GBRM W Y BASILI O, C. P.

!lle que ID.o rirnoesitaba ayudarse de libros. Las coJDi@sas l:uu:ses


CiJ.llle recibía del Cielo suplían ventajosamente a cuanto l0s ll­
Tur@s podían decirle.
Estas ilustraciones, aun fuera del terreno de las gliaeias
míseicas. eran copiosísimas. Las inefables realidades de la: fo
semejaban para ella, más bien que misterios, evidencia. «~i­
vía -díce el Padre Germán- como en una atm.ósfera celesñall
Por todas partes veía a Dios y no se cuidaba de ver si0.0 a
Il>ios. Los dogmas de nuestra santa religión eran para ella
como una evidencia, sin necesitar ejercitarse en actos de fe,
siéndole, por decirlo así, connaturales. Bastaba oírla hablar
de Dios, del Cielo, de los misterios de la fe para sentirse con­
movido hasta derramar lágrimas... Era una verdadera escuela
de teología dogmática y mística, según eran de elevados, pre­
cisos y concertados los conceptos que manifestaba».
Ilustrada en grado tan eminente, cuando su oración n0
llegaba a ser contemplación infusa (cosa, por otra parte, muy
ordinaria) se desarrollaba en plano superior al del común de
las almas que tratan de oración, como puede verse en las con­
testaciones que daba a ciertas preguntas del Padre Germán
sobre la materia2•

Conducta en las arideces

Las mismas arideces poca o ninguna parte tenían para


impedirla pensar y ocuparse de Dios en todos los momentos.
Habremos de ocupamos también del indecible tormento que
son tales arideces y celestiales desamparos; no obstante,
Gema se ocupaba con todo afán en medio de ellos por prose­
guir en su vida de oración 3.
Esta conducta de Gema en las arideces y sequedades de
espíritu muestra claramente que por nada ni nadie dejaba su

2
Escritos varios, págs. 123-125.
3
Véase, por ejemplo, la carta 1 12 al Padre Germán y el éxtasis 3 1.

280 281
CAPÍTUL© III
SU DEVOCIÓN A LA PASIÓN DE JRSIQlERi]Si.F®

La devoción por excelencia

Vamos a ocuparnos de la devoción por excelencia de


Gema: de su devoción a la Pasión del Redentor.
Bajo este epígrafe podríamos escribir casi toda la vida de
la sierva de Dios, puesto que toda ella gira alrededor de la
cruz; mas como quiera que hemos separado para mayor or­
den las devociones de Gema, de sus virtudes y de los favores
místicos, podremos abreviar aquí bastante, en atención a lo
mucho que llevamos dicho al ocuparnos de las virtudes, y a lo
que habremos de decir sobre los favores.
Gema fue alma eminentemente pasionista. Su devoción a
la Pasión de Jesucristo fue de las más admirables que registra
la hagiografía eclesiástica.
Enamorada del divino Crucificado desde una edad en la
que todavía no despunta la razón en los demás niños, llegó
este amor a convertirla en un Cristo viviente. Nació esta ben­
dita criatura para mostrar una vez más al mundo infinitos
tesoros encerrados en la Pasión del Redentor; pasó por el es­
cenario de la vida reproduciendo en sí misma la imagen del
Crucificado y murió víctima de su amor a Jesucristo.

283
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Desde la cuna

Ya hemos dicho que nuestra santa joven empezó a ser ~e­


votísima de la Pasión de Jesucristo desde la cuna. Aquel cle­
chado de madres cristianas que se llamó Aurelia Land'i en
nada puso tanto empeño como en que su Gemita se enamo­
rase de Jesús paciente. Cuidaba para ello de tener siempre
ante sus ojos el santo crucifijo.
De lo mucho que Gema hubo de adelantar en la escuela
de su madre tenemos prueba muy concluyente en lo aprove­
chada que se nos muestra a la edad de nueve años. Sus ansias
en tal edad por alimentarse de Jesús sacramentado andan pa­
readas con las que tenía por compenetrarse del augusto mis­
terio de nuestra Redención.
Hemos visto cómo en los ejercicios preparatorios a la sa­
grada comunión buscaba instruirse a fondo acerca de los tor­ Más adelante añade: «He de decir que la meditaoión de
mentos de Jesucristo. los domingos suele ser sobre la Resurrección o bien la gloria;
Si ya en tan tierna edad se nos muestra esta niña angeli­ pero Jesús me da a entender que no quiere todavía de mí esta
cal tan ardiente devota de la Pasión que no podía oír hablar meditación, pues la mente vuela enseguida a algún punto de
de ella sin calentura, fácil es imaginar que, andando el tiempo la Pasión. Hágase su voluntad»3•
Y creciendo como gigante en la virtud, habría de convertir Muy oportunamente hace el Padre Germán exclamar a la
esta devoción su corazón en un inmenso volcán. Santa, glosando a la Esposa de los Cantares: «Mi amado es
La plática de una hora sobre la Pasión con que más ade­ para mí hacecillo de mirra; no quiero ver en él otra cosa, ya
lante premiaba la maestra su aplicación y buen comporta­ que él no ha querido tomarla para sí. Vaya quien quiera a
miento era algo más que una simple explicación del misterio contemplarlo sobre el Tabor; yo lo contemplo sobre el Calva­
de la Redención, ya que no era raro que derramase nuestra rio, en compañía de mi querida Madre dolorosa».
Santa lágrimas tan copiosas en ella que, contagiando a la Engolfada Gema en estas santas meditaciones, y llamada
maestra, hacían de todo punto imposible completar la hora en ellas por lo general a participar de los tormentos de su
de explicación convenida. amado Redentor crucificado, las horas le parecían instantes,
La continua ocupación de Gema desde edad muy tem­ necesitándose que la obediencia viniera a sacarla de la abs­
prana, llevamos dicho en el capítulo anterior que era vacar a tracción en que durante ellas permanecía.
la oración y meditación, siendo el tema de todas sus conside­
'Carta 15. Véase a este respecto los éxtasis 15 y 21 y el Diario, páginas
raciones los tormentos del Redentor. Así se deduce clara­ 69 y 75.
mente de todos los testimonios consignados en los Procesos 2
Pág. 69.
y todavía con mayor evidencia de las mismas cartas de la 3 Pág. 75.

284 285
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

'Pr1;ácticas piadosas rios favores que más adelante llía:ll>Fem0s file lie~rr tl'it:mem ím­
timas relaciones con la Hora Santa.
Hablando de las devociones de nuestra santa joveju ~iJ'i­ Aquí solamente referimos el tiempo y fonmia: en ~ue wm.n­
mos que tenía muy pocas en el sentido que comúnrnentñ se cipió a practicarla. Se remonta a la pFimaveFa: ele 18~!!>. y füe
suele dar a esta palabra. Ahora debemos añadir que las prin­ aquí cómo lo refiere el Padre Germán: «N1,ientras estal:Sa: en­
cipales se ordenaban a honrar la Pasión del Redentor y TieNTI0- ferrna en el lecho -dice- le solía venir a visíear sui antigya
ducir en sí misma los dolores del Mártir del Gólgota. maestra la religiosa Zitisa Sor Julia Sestini, quien para ani­
Las estampas que tenía en sus libros de devoción y en la marla en los dolores de la enfermedad le habló del mencio­
capilla procuraba representasen distintos pasos y emblemas nado ejercicio, que se practica el jueves de cada semana por
de la Pasión, llegando a decir el Padre Germán, con frase no la noche en memoria del divino Redentor, que en tal día dio
muy feliz, que poco caso hacía de las otras imágenes del Sal­ principio a su dolorosísima Pasión. Gema se encariñó con
vador, procurándose tan solo aquellas que lo representaban esta devoción desde el instante en que la conoció, y a pesar
crucificado. de la debilidad de su cuerpo, que la obligaba a guardar cama,
La familia Giannini tenía en el comedor un piadoso cru­ quiso empezar a practicarla desde entonces. Pidió con insis­
cifijo de cartón piedra. ¡Cuánto tendríamos que decir de la tencias el Manual que contenía ese piadoso ejercicio, encar­
devoción de Gema a esta piadosa imagen! ¡Cuántos fenóme­
gándose la buena maestra de proporcionárselo. Está com­
nos sobrenaturales van vinculados en la vida de Gema a este
puesto por la fundadora del Instituto de Santa Zita y se titula
crucifijo! Por ahora solo diremos que no se cansaba de con­
Una hora de oración con Jesús agonizante en Getsemani y con­
templarlo, sintiendo al hacerlo que el Redentor se apoderaba
tiene piadosísimas meditaciones y oraciones»4•
de todas sus facultades hasta arrebatarle en éxtasis.
Era también muy devota del piadoso ejercicio del Vía Recibido que hubo Gema ese Manual creyó haber en­
Crucis. Lo recorría casi todos los días en compañía de doña trado en posesión de un tesoro. Prometió desde aquel día al
Cecilia y con los más vivos sentimientos de compunción y Sagrado Corazón de Jesús que, si sanaba de su mortal enfer­
ternura. medad, practicaría todos los jueves dicha Hora Santa. Con el
Desde que conoció a los Pasionistas y tuvo ocasión de tra­ permiso de su confesor, comenzó este piadoso ejercicio el
tarlos se aficionó a la coronilla de las Cinco Llagas, propia de Jueves Santo de aquel mismo año, deseando hacer confesión
nuestra Congregación. La llevaba siempre consigo y la rezaba general para mejor prepararse a practicarlo. Tan elevado era
casi todos los días en familia. Frecuentemente le acaecía no el concepto que de él se había formado, aun ignorando el fin
poder terminarla por quedar arrebatada en éxtasis. a que el Señor lo ordenaba. Escuchemos a la misma Gema
refiriendo este suceso: «Era la primera vez que lo hacía le­
vantada, pues se lo había prometido al Corazón de Jesús ...
La Hora Santa
Púserne a hacer la Hora Santa, sintiéndome tan fuertemente
dolorida de mis pecados que pasé varios días de continuo
martirio. En medio, sin embargo, de este dolor infinito (nó-
Muy digna de especial mención es la devoción de Gema
al ejercicio llamado de la Hora Santa. Los más extraordina- 4
flora Sal/la, publicada por Editorial Litúrgica Española.

286 287
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

tese, dolor infinito) me quedaba un consuelo, el de li10 ·ar,:


consuelo a la par que alivio. Pasé la hora entera orando ~ ll0-
rando. Por fin, encontrándome rendida, me senté; el clofé;rn
continuaba; poco después sentirme totalmente recogida e in­
mediatamente me faltaron del todo las fuerzas (con t0cl0,
pude levantarme para echar la llave del cuarto). ¿Dónde me
encontraba? Frente por frente de Jesús crucificado. Derra­ El ejercicio de la Agonía
maba sangre por todas partes. Semejante vista me turbó en
gran manera, obligándome a bajar los ojos; me santigüé y al El martirio de Gema empezaba los jueves en el ejernici0
punto se siguió a la turbación la tranquilidad de espíritu. de la Hora Santa y terminaba el viernes por la tarde, eon otr,o
Pero continuaba siendo más intenso el dolor de mis pecados, ejercicio parecido, en el que empleaba tres horas. Era el ejeir­
por lo que no tuve valor para levantar los ojos y mirar a Je­ cicio de la Agonía de Jesús en el Calvario. Así como en el ejer­
sús; antes bien, me puse de rodillas; con la frente contra el cicio de la Hora Santa acompañaba a Jesús en su agonía de
suelo, permaneciendo en semejante postura varias horas... Getsemaní, en el ejercicio de las tres horas de los viernes le
Vuelta en mí comencé desde entonces a profesar extraordina­ acompañaba en su agonía del Calvario.
rio horror al pecado (la mayor gracia que Jesús me ha conce­ Empezó a practicar este ejercicio al mismo tiempo que el
dido). Las llagas de Jesús quedaron tan grabadas en mi mente anterior. Por ser la primera vez que lo practicaba el día de
que jamás han vuelto a borrarse-". Viernes Santo, quiso verificarlo en la iglesia, pero se opuso la
La promesa que Gema hizo al Sagrado Corazón de practi­ familia, temiendo tal vez que la extraordinaria compasión y
car todos los jueves la Hora Santa la cumplió fidelísimamente ternura que desde la tarde anterior se echaba de ver en su
hasta su muerte. Durante toda la semana tenía colocados sus exterior llegase a comprometer gravemente su salud. Gema
pensamientos en ese que llamaba «gran día festivo». En sus sintió muy al vivo semejante prohibición, mostrándose en las
cartas y en los éxtasis son muy numerosas las referencias que copiosas lágrimas que comenzaron a correr por su rostro.
a él hace. « Violentándome -dice ella misma-, ofrecí este primer sacrifi­
«Por tu carta -escribe a Anita Giannini- veo que el jueves cio a Jesús, y Jesús, siempre tan generoso conmigo, quiso
hiciste la Hora Santa y espero que seguirás haciéndola siem­ premiármelo». ¿Cuál fue el premio con que Jesús galardonó
pre. ¡Qué satisfacción se experimenta después de haber pa­ este sacrificio? El que, puesta a practicar en casa tan piadoso
sado una hora compadeciendo a Jesús! Yo, cuando se acerca ejercicio, viniera el Ángel Custodio para hacerle durante él
la tarde del jueves, me parece estar fuera de mí de alegría; el compañía.
viernes es siempre para mí día de gran fiesta. Ya sabes tú
cuántas cosas me suceden la noche del jueves al viernes, y es­
toy muy bien pensando en lo mucho que ha padecido Jesús
Las aguas de las fuentes del Salvador
por salvar mi almas".

5
Autobiografía, págs. 32-34.
Devotísima, como acabamos de ver, nuestra santa joven
6
Epistolario, pág. 332. de la Pasión de Jesucristo, debía cumplirse en ella lo que

288 289
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Sentimos dejar incompleto este capítulo por tener que re­


mitir para otra parte el tratar de los frutos que la virgen 6.e CAPÍTULO IV
Luca recogió del árbol de la cruz. Estos frutos nos mostrarán ALMA EUCARJSTICA
que Gema debe colocarse entre los santos más devotos de la
Pasión que han brillado en todos los siglos.

Destino providencial

Es la Sagrada Eucaristía el perenne memorial de la Pa­


sión de Jesucristo. Sin ella nos semejaría la Pasión aconteci­
miento demasiado lejano para impresionar vivamente la me­
moria. Por ella nos habla Jesucristo de su sacrificio cada
momento, renovándolo ante nuestros ojos y llamándonos a
participar de sus copiosos frutos.
En vano sería, por consiguiente, buscar un santo que ha­
biéndose distinguido en la devoción a la Pasión no se seña­
lara paralelamente por su devoción a la Sagrada Eucaristía.
La seráfica virgen de Luca, a quien acabamos de admirar
como alma eminentemente pasionista, tenía que ser también,
por necesidad, alma fervientemente eucarística. Lo fue, en
efecto. Una y otra devoción aparecen en su vida por maravi­
llosa manera hermanadas, si es que no deba decirse mejor
que estaban perfectamente fundidas.
Al tratar el Padre Germán este asunto se muestra persua­
dido de que «el Señor suscitó con especial providencia a esta
su sierva, en tiempos de tanta frialdad en la piedad, para ser-

290 291
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

amor al Santísimo Sacramento».


Muy fundada encuentro semejante persuasión. El ejem­
plo de ardentísima piedad hacia el augusto Sacramento ele
nuestros altares en esta joven seglar, sus ansias por acereasse
todos los días a alimentar su alma con el Pan de los ángeles,
sus pensamientos, palabras y afectos girando sin cesar alF.e­ Como los ángeles
dedor del sagrario muestran a todos los cristianos que en el
sol divino de la hostia santa deben buscar luz, consuelo, Con tan abrasados sentimientos en el alma se deja fácil­
amor, alimento y vida para sus almas. mente entender que Gema habría de buscar permanecer ante
el Sagrario el mayor tiempo posible. «En su deseo de visitar
al Santísimo Sacramento -atestigua doña Cecilia-, de su vo­
luntad hubiera permanecido ante él todas las horas del día».
El Cielo en la tierra
Impedida por los quehaceres domésticos y la obediencia <de­
bida a sus generosos bienhechores, solía acudir al templo,
El llamado por antonomasia «misterio de fe» parecía para
por lo general, dos veces al día, una por la mañana para oír
nuestra santa joven la más tierna evidencia. «Con solo evocar
Misa y comulgar y otra por la tarde para recibir la bendíclón
en su mente la Sagrada Eucaristía -dice su director-, si tal evo­ con el Santísimo. Cuando era la hora de salir de casa, si acaso
cación puede afirmarse que necesitaba quien siempre pensaba le preguntaban adónde iba, respondía: «Voy a Jesús». Otras
en ella, veía a Jesús desvelado sobre el altar, hacia donde vo­ veces, invitando a doña Cecilia o a las hijas de la casa para ir
laba su pensamiento; lo miraba presente y con todo su ser, con a la iglesia, les decía: «Vamos a Jesús, que está solo y nadie se
el pensamiento, con el corazón y casi me atrevo a decir que acuerda de Él. ¡Pobre Jesús!». Llegada al templo volaba como
con los sentidos corporales; se gozaba ante aquella dulce ma­ atraída por fuerte imán hacia el Sagrario, cayendo ante él de
jestad». La Eucaristía era toda su dicha sobre la tierra; era su rodillas, en acto de profunda adoración. Entonces desapare­
cielo, sin el cual la vida le hubiera sido imposible. cía el mundo para ella, no dándose cuenta de si estaba en
Privada de todos los bienes de la tierra, se consolaba y pobre o suntuoso templo, sola o acompañada, a la clara luz
alegraba con el pensamiento de que en medio de su pobreza del día o a la tenue de la lámpara.
tenía la inmensa riqueza de la Santa Eucaristía. «Entiendo - En innumerables ocasiones había contemplado la actitud
decía al Señor- que no me has dado riquezas terrenas y pere­ y reverencia que guardan los ángeles rodeando el augusto ta­
cederas, pero me has dado la verdadera riqueza que es el bernáculo, y se cuidaba de asemejarse a ellos en sus adora­
manjar eucarístico. ¿Qué mereciera yo si no consagrase todas ciones. Inmóvil, con los ojos fijos y como estáticos ante el Sa­
mis ternuras a la sagrada hostia? ¡Oh!, sí; lo comprendo, Se­ grario, perdía la noción del tiempo, y de no avisarle cuando
ñor; para obligarme a merecer el Cielo, me lo das ya adelan­ lo era de salir, hubiera dejado transcurrir horas y horas sin
tado en la tierra» 1• Llamaba a la Sagrada Eucaristía «el Pa- manifestar extrañeza o cansancio.

1
Éxtasis 126. 2
lbíd.

292 293
PADRE S GERM ÁN Y BASILI O, C. P.

Tiernos desahogos nes y contemplaciones. En raíes ©@asi@nes F2arecía sailfon ~e


sus labios, más bien que palabras, llamar.aaas de Éúeg@. «S~
Y si tal era el porte exterior de este serafín ante el Sag,ria­ muy bien, ¡oh Jesús! -se le oía exelamar-, todo lo qtlíe f>l!leae,
rio, ¿cómo describir los afectos de su corazón y la forma en todo lo que vale tu manjar eucarístico... Sacrament© Sant@:
que los desahogaba ante Jesús? Díganoslo ella misma, ya que recíbeme, recógeme... , cédeme una partecita de tu sagnaFio
nosotros nos sentimos totalmente incapaces. para mi quietud y descanso. ¡Oh Jesús, amor mío, fuien in­
«El sábado estaba en la iglesia delante de Jesús Sacra­ creado! ¿ Qué sería de mí si no me hubieras rodeado cle ame­
mentado; quise acercarme lo más que me fue posible; pero si rosos desvelos? Ábreme, Jesús, la puerta de tu corazón, Fran­
no ando lista a escaparme, me veo... Fue como si me quema­ quéame la entrada de tu pecho sacramentado. Yo te a15r.o el
ran totalmente hasta la cabeza y el rostro... No comprendo, mío de par en par: introdúcete en él, ¡oh divino fuego!. .. Abrá­
papá mío, cómo tantos que están cerca de Jesús no se abra­ same, consúmeme, Jesús. Mas ya siento en mi interior un ex­
san; a mí me parece que con solo un cuarto de hora que estu­ traño incendio ... ¡Pluguiese a Ti que todo me devorase!»5•
viese me vería reducida a cenizas»3. Todos estos desahogos del corazón enamorado de Gema
En cierta ocasión le recomendó el Padre Germán que dicen mucho más de su amor y devoción a la Sagrada Euca­
cuando estuviese ante el Santísimo le presentase ante Jesús, ristía que cuanto pudieran decir nuestros pobres conceptos.
diciéndole que también él quería amarle. He aquí la res­ Solo añadiremos aquí que los ardores de su corazón lle­
puesta, arrobadora por lo ingenua y seráfica: «¿Pero será gaban a revelar a esta seráfica virgen el lugar donde se ence­
conveniente, Padre mío? ¿Y si luego le sucede lo que a mí? rraba el Santísimo Sacramento. «Me siento especialmente
Porque si está solo y no tiene quien le sostenga el corazón atraída -manifestaba candorosamente a doña Cecilia- por el
con la mano (quería decir para contenerle en las violentas lugar donde se encuentra Jesús Sacramentado». Con estas
palpitaciones que ella experimentaba), caerá por tierra. No, palabras quería dar a entender que Jesús le hacía sentir el lu­
sepa que no le convienes". gar del templo donde se encerraba.
Para evitar las demasías de esos ímpetu amorosos y no
morir abrasada en incendios de amor, a veces no encontraba
otra solución que salir a toda prisa del templo. Arrojando nuevos carbones

También sucedía, según veremos al ocuparnos de las vi­


Volando hacia el Sagrario siones de nuestra santa joven, que descorría Jesús ante ella
los velos que le ocultan en el adorable Sacramento. De sus
Alejada corporalmente de Jesús Sacramentado su espíritu cartas y éxtasis se deduce con sobrada claridad que estas vi­
volaba hacia el Sagrario, permaneciendo encerrada en él. En siones eran muy frecuentes. Unas veces se le aparecía Jesús
los éxtasis eran frecuentísimas las alusiones a la Eucaristía y en forma de gracioso niño, otras cubierto de llagas y cardena­
no pocas veces era Jesús Sacramentado el objeto de sus visio- les, como en el Calvario, ya le mostraba su divino Corazón
arrojando llamas para abrasar los corazones de todos los
3 Carta 60 al Padre Germán.
4
Carta 33. 5
Éxtasis 127.

294 295
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

hombres, ya, finalmente, se dejaba ver contristado y afilgjtl0


por las incesantes ofensas que recibe de los pecadores.
Todas estas visiones eran como otros tantos carb@-n""'e~s"¡¡¡~,u~
e
arrojaba Jesús en el corazón de su fiel sierva para más y, ma's
inflamarlo.
Pero donde el corazón de Gema llegaba a derretínse f
donde su alma se sentía inundada de gozo celestial N© ena
precisamente en la contemplación y adoración de Jesús s~
cramentado; era en la comunión con que le recibía en su pe­
cho. CAPÍTULO V
Es sobrado interesante esta materia para que pasemos a LA COMUNIÓN DE GEMA
tratarla en el presente capítulo. Requiere ser tratada por se­
parado, y pliegue al Cielo que el capítulo que vamos a consa­
Ferviente súplica del Padre Germán
grar a la comunión de Gema resulte de los más interesantes
de esta historia.
Al llegar a este capítulo de la vida de Gema experimento
tan intensa emoción que siento como paralizada la pluma en­
tre mis dedos.
Cuando el Padre Germán hubo de tratar este punto en la
Biografía de la sierva de Dios, sintió necesidad de elevar su
espíritu al Cielo para exclamar, seguramente que con los ojos
arrasados en lágrimas: « Y tú, santa virgencita, que tantas ve­
ces me abriste el corazón para mostrarme las llamas que en
él encendía el divino Esposo al acercarte a la mesa de los án­
geles, dame palabras de fuego para poder explicar lo que en­
tonces me hiciste conocer».
Fortuna que los escritos de la sierva de Dios y sus pala­
bras pronunciadas en los éxtasis contienen materiales precio­
sísimos para escribir no ya un capítulo, sino muchísimos ca­
pítulos sobre tan interesante materia. Ellos habrán de ser los
que suplan nuestra impericia y frialdad.

Ansias sublimes

Recordará el lector los ardientes deseos de Gema por la


Sagrada Comunión en una edad en la que por entonces ni si-
296
297
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

melo, que desfallezco y no puedo resistir por más tiem~o».


Desde su Primera Comunión, a la edad de nueve años, fiUe
para ella la comunión la escuela del amor, el centro de su c0-
razón y el lugar de todas sus delicias. Esas ansias fuer'on C.17e­
ciendo de día en día hasta convertirse en irresistibles. Véase
cómo las expresa en una carta, escrita parte de ella en éxtasis:
«Padre, es de noche, la mañana se acerca, yo poseeré a Jesús
y Jesús me poseerá. ¿Cuándo he merecido semejante fortuna?
No, Padre, ¿verdad que nunca? ¡Oh mi buen Jesús, verdadero
Dios, único objeto de mis amores! ¡Oh qué felicidad ... mo­
rirme después de recibiros! ¡Oh sí..., morirme en el éxtasis de
la Sagrada Comunión!. .. ¡Qué ventura tan inefable! ¡Jesús,
único amor mío, ven pronto, que te estoy aguardando!. ..
¡Dios mío!. .. os adoro; vuestro amor me está dando la
muerte... , vuestro nombre soberanamente dulce lo tendré
siempre en la mente, en mi corazón y sobre mis labios ... quete eucarístico sin ninguna o casi ninguna!
ahora y siempre»'. El confesor llegó a juzgar peligrosos para la salud de
Gema sus largos desvelos para prepararse a la sagrada comu­
nión, prohibiéndole se detuviera voluntariamente durante la
Diligentisima preparación noche a pensar en la comunión que iba a recibir el día si­
guiente.
Obedeció Gema en cuanto pudo, empezando desde en­
Abrasada nuestra Gema de amor hacia Jesús Sacramen­
tonces a suspirar por el nuevo día que le había de traer a Je­
tado, así como se lee de San Luis Gonzaga que empleaba la
sús. Al primer despunte de la aurora abandonaba el lecho y a
mitad de la semana en dar gracias al Señor por la comunión
los pocos momentos estaba ya lista para encaminarse a la
recibida el domingo y la otra mitad en prepararse para la del
iglesia. «Parecía -dice doña Cecilia- que cada mañana se pre­
día siguiente, así esta admirable sierva de Dios, la mitad del
paraba para acudir a una boda». Es que se preparaba, decía,
día lo invertía en acción de gracias por la comunión de la ma­
«para ir a la fiesta del amor de Jesús».
ñana y la otra mitad en prepararse para la del día siguiente.
2
Carta 117. Esta misma convicción expresa en las cartas 69 y 114 al Pa­
1
Carta 41. dre Germán, en la 9 a la Madre Josefa, etc.

298 299
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Por más que procuraba ocultar los ardores que a01msaTuan


su pecho, todo el porte exterior revelaba que se hallaba fue
de sí. Deseaba que en tales momentos nadie la distrajese M a
su propio Ángel de la Guarda, que no raras veces se le aNaF.e­
cía, le decía con tierna confianza que la dejase por entorn;es,
pues estaba ocupada en cosa más importante.
Tan esmerada preparación provenía sin duda del altísimo
concepto que tenía formado de la Sagrada Comunión. «Se
tirata -decía- de juntar dos extremos: Dios, que lo es todo, y; la
criatura, que es nada; Dios, que es luz, y la criatura, que es
tiniebla; Dios, que es la santidad, y la criatura, que es el p~
cado. Trátase de sentarse a la mesa del Señor, ¿y puede haber
para ello preparación suficiente?».

El momento dichoso

De lo dicho se puede conjeturar el fervor y devoción con


que no se lo causo»3•
que Gema comulgaría. Colocada en algún lugar retirado del
¡Cuántas exclamaciones abrasadas y desahogos amorosí­
templo, por temor de quedar en éxtasis, todavía excitaba su
simos podríamos extractar aquí de los éxtasis de la sierva de
fervor por espacio de buena media hora. Durante ese tiempo
Dios! Solo el temor de que este capítulo resulte interminable
no era lo comente que le sucediese cosa extraordinaria. Lle­
nos retrae de hacerlo.
gado el momento de comulgar, acercábase a la sagrada mesa
con angelical modestia y procurando por todos los modos no
llamar la atención. En el mismo momento de comulgar Jesús
Favores celestiales
le hacía sentir por modo soberano su real presencia. «En los
dos últimos años de su vida -declara doña Cecilia-, apenas
Mucho tendríamos que decir también sobre los particu­
recibida la sagrada comunión quedaba sin sentido y se hacía
lares favores que Jesús concedía a su fidelísima sierva en la
necesario apartarla del comulgatorio para evitar que llamase
Sagrada Comunión. Ya hemos dicho en el capítulo pasado
la atención. Si alguna vez me descuidaba yo un momento, la
que Gema recibió milagrosamente a Jesús Sacramentado.
veía quedar allí mismo inmóvil, siendo ya inútil empujarla, Este hecho lo encontramos varias veces repetido. Pláceme
pues quedaba sin sentido, aunque fuera una hora. En vista de
ello supliqué al confesor y al director de Gema que me auto­ 3
Cana 57. Véase también la carta SS y los éxtasis 59, 61, 93, 112, 123,
rizasen para ordenarle mentalmente volviera en sí. Muchas 125, etc.

300 301
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

referir algunos con las mismas palabras con que los ===na"'""' El mayor tormento
doña Cecilia en los Procesos: «La mañana del viernes ~ü~e-,
en que por primera vez fue sometida nuestra querida ®ema
al tormento de la flagelación, como yo la viese horriblerneñ e
llagada no le consentí que se levantase. Obedeció sin re~LieaF
la pobrecita, y recogiéndose interiormente púsose a haeer la
preparación para la comunión espiritual, que solía sen la
misma que hacía en la iglesia cuando comulgaba sacramen­
talmente. Entró en éxtasis y en un momento dado la vi juntar
las manos, recobrar los sentidos, brillarle los ojos, ínflamár,
sele el rostro, como le sucedía siempre que tenía alguna V,i­
sión extraordinaria. En el mismo instante sacó la lengua, vol­
vió a retirarla y de nuevo se puso en éxtasis para hacer la vaya».
acostumbrada acción de gracias. El hecho se repitió el vier­ Llevada de tales anhelos por comulgar, no era raro que se
nes siguiente y puédese suponer que otras veces, pero yo no levantase del lecho marcando el termómetro cuarenta grados
fui testigo de ellas». de fiebre. El Señor venía en auxilio de sus ansias no permi­
A veces hacía Jesús que su fiel sierva al deglutir la sagrada tiendo que le sucediese por tal motivo contratiempo alguno.
forma experimentase gusto celestial que se comunicaba a sus Una vez, sin duda que por probar su virtud, Monseñor
sentidos. «Ayer -escribe al director-, día de la Purificación, Volpi le negó la comunión. ¡Terrible prueba! En la lucha en­
después de comulgar sentí la boca llena de sangre. ¡Qué tre la obediencia y sus ansias abrasadas triunfó fácilmente la
buena y sabrosa era! Comprimí fuertemente el estómago primera, pero ¡con cuán fiera desgarradura del corazón! «Pa­
para que pasase toda ella al corazón. ¡Padre, si experimen­ dre -escribía al director-, hoy a las cinco fui a confesarme y
tase cuán agradable es consumir a Jesús! Lo experimenté yo el confesor me prohibió que comulgase. Padre mío, la pluma
(por primera vez) en el mes de octubre, desde el viernes al no quiere escribir, la mano me tiembla, no puedo menos de
mediodía hasta el viernes siguiente (durante ocho días conti­ llorar-", «En efecto -añade el Padre Germán-, estas palabras
nuados); después me pasó. Lo mismo me ha sucedido esta de la carta, que tengo a la vista para copiarlas, aparecen tra­
mañana; pero me consume y a cada instante me siento morir. zadas con mano convulsa».
Jesús acaba conmigo; pero ¡si viera qué bien me encuentro!
La veremos en su última enfermedad arrastrándose mate­
¿Ha probado usted alguna vez esta gracia de sentirse consu­
rialmente para llegar a la iglesia a comulgar, y no dejar tan
mir? ¡Qué dulce es! El fuego de esta mañana llegaba hasta la
santa práctica sino pocos días antes de su muerte.
garganta. ¡Viva Jesús! Créame, Padre, si Jesús continúa ha­
ciéndoseme sentir como hasta ahora, no voy a vivir sino algu­ Bendita alma para quien ningún atractivo tenía el mundo
nos meses y ¿quién sabe?»4• con todos sus encantos y placeres, pero que, en cambio, no
podía vivir un solo día, ni siquiera un instante, sin Jesús.

5
4
Carta 42 al Padre Germán y 41 a Monseñor Volpi, Carta 67.

302 303
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Abrasando la Eucaristía cada día con nuevos incendios a:g¡ael


corazón afortunado, pudo ofrecer al mundo la imagejt aea:­
bada y como un anticipo de la gloria bienaventurada.
«Mejor es, ¡oh Jesús! -repetía en sus éxtasis-, riecilirme
que contemplarte». Esta frase encierra todo un capítul0 ae
teología. Envidiamos tal vez los favores y regalos que el iel0
<Wiilcede a Gema Galgani y no queremos caer en la cuenta ale
!i]_Ue todos ellos valen menos que una comunión y que en me­
nos los estimó esta seráfica doncella. Busquemos a Jesús en CAPÍTULO VI
la Eucaristía, bien persuadidos de que este es el mejor ea­ DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE ]ESWJS
mino para encontrarle un día en la gloria.

Devociones inseparables

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, a una eon la


devoción a la Sagrada Eucaristía, débese considerar como el
necesario complemento de la devoción a la Pasión del Salva­
dor. «Cristo nos ha amado -díce el Apóstol-y se ha entregado
a la muerte por nosotros»1• El amor y el dolor se entrelazan
maravillosamente en la vida de Jesucristo, obran de consuno
la redención del humano linaje y reclaman a porfía todos
nuestros homenajes.
Del amor de Jesús nos habla principalmente su Corazón,
rasgado por la lanza; del dolor nos habla todo su cuerpo, des­
pedazado y atormentado.
Las almas santas nunca se han satisfecho con venerar los
tormentos que por nosotros padeció el Salvador y se han ele­
vado por la abertura de su costado hasta el volcán de amor en
que Jesucristo se abraza con ellos y redime al mundo.
Alma tan seráfica y pasionista como Gema, por necesidad,
había de profesar muy tierna devoción al Corazón Sacratísimo
de Jesús. La profesó, en efecto, colocando en ese divino Cora­
zón todos sus pensamientos y afectos, honrándolo por cuantos
medios estaban a su alcance, trabajando por que el mundo en-

1
Ca 2, 20.

304 305
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

tero participase de los infinitos tesoros de gracia en él eNGe:tma ­


dos y sumergiéndose de continuo en sus divinas llamas, ¡;¡
no tener otros latidos, otros amores y otra vida que los lati<1l0s,
los amores y la vida del Sacratísimo Corazón de Jesús.

«Mi fiesta»

A la fiesta del Sagrado Corazón la llamaba su fiesta por


excelencia, porque le recordaba el día felicísimo de su Primeva
Comunión. «Padre mío -escribía a su director en el año 1901-:
ignoro si usted sabe que el día de la fiesta del Sagrado Corazón
es también el día de mi fiesta... Pero, Padre, ¿adónde vuela mi
pensamiento? Al día radiante de mi Primera Comunión. Ayer,
año, viéndose marcada con tan misteriosas llagas hasta las
fiesta del Corazón de Jesús, gusté de nuevo la alegría de aque­
tres de la tarde del día de la fiesta.
lla fecha de mi primera felicidad. Ayer saboreé de nuevo los
goces del Paraíso... ¡Cuán dichosa era entonces, cuando con el
corazón encendido podía exclamar: ¡Oh mi Dios! Vuestro Co­
razón es de la misma naturaleza que el mío; lo que os hace fe­ Honrando al divino Corazón
liz a Vos me hace a mí dichosa! ¿Qué me faltaba entonces para
el colmo de mi felicidad? [Nada! Pues bien, Padre mío, yo Estos y otros señaladísimos favores que Gema recibía del
comparo la paz del corazón que disfrutaba el día de mi Pri­ Santísimo Corazón de Jesús eran justo galardón a la tierna
mera Comunión con la paz del corazón que al presente dis­ devoción que a ese Corazón deifico profesaba.
fruto, y no encuentro diferencias". Como prueba de esta devoción encuentro, ante todo, que
Estos inflamados afectos nos dan bien a entender lo que desde el día de su Primera Comunión hasta su muerte prac­
era la fiesta del Sagrado Corazón para Gema y los celestiales ticó la devoción llamada de «los primeros viernes».
favores que en ella recibía. También ponía todo su empeño por celebrar el mes de
junio, consagrado por la Iglesia al Sagrado Corazón. No lo
omitió año alguno desde los albores de su infancia hasta la
Singulares favores muerte. Del afán que ponía en no omitir los ejercicios de ese
mes un solo día es buena muestra lo que aconteció el año
La divina Providencia, que ordenó los acontecimientos en 1899. Teniendo que sacrificar el ejercicio del mes o de la mi­
orden a que Gema hiciera su Primera Comunión en 1887, el sión de los Pasionistas en la catedral, sacrificó el segundo
hasta la terminación del mes, según hemos visto en la pri­
2
Carta 65. mera parte.
306 307
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Misterio inexplicable

Le parecía imposible que existieran almas insensil:íles a


los divinos encantos de ese Corazón sagrado. En una cauta a
su director exclama toda fuera de sí: «¡Qué alegría se experi­ rregirme»5•
menta al abandonarse totalmente en los brazos de Jesús! ¡Se Aquí se ve cómo, al propio tiempo que la fealdad de la
está tan bien con Jesús a solas!. .. El alma fiel hácese hija que­ culpa, descubría nuestra Gema en el Corazón de Jesús ter­
ridísima de Jesús y Él le abre los brazos y la estrecha contra
nura y compasión sin límites.
su corazón... A la verdad que me parece increíble que haya en
el mundo almas insensibles a los abrazos divinos, a las ar­
dientes y misteriosas efusiones del Corazón Santísimo de Je­
sús. ¡Oh Jesús! ¿Cómo no consagraros los latidos de mi cora­ Unión con el Sagrado Corazón
zón, toda la sangre de mis venas? ¡Corazón de Jesús, Corazón
de amor!»3. Con estas purificaciones y angustias prepara Dios a las
Más bien que un precepto le parecía necesidad irresistible almas para llegar a los grados supremos de la vida mística.
amar a ese divino Corazón que tan tiernamente le abría las La unión de Gema con el Verbo Encarnado había de tener un
puertas de su herida, singularmente en la Sagrada Comunión. carácter eminentemente corazonista. Veárnosla en sus éxta­
Suspirando por consumirse en las llamas que abrasan al sis suspirando por dicha unión. «[Oh Jesús, aquí me tienes;
Corazón de Jesús, exclama en uno de sus éxtasis: «jOh Jesús, contigo estoy; dame las alas; las alas, sí; la fuerza y el reposo.
deja que mi corazón, por extremo helado, se pueda arrimar al Solo Tú puedes hacerme dichosa, juntándome más y más a
tuyo, que abrasa! ... ¡Y qué fría me siento!. .. ¡Un poco de tu Corazón. ¡Oh qué alegre estaré, Jesús, cuando no sea mía,
fuego, Jesús, un poco de fuegol-", sino tuya! ... ¡Cuánta dulzura se encierra en la Comunión,
cuánta consolación está escondida en tu pecho! [Déjame, dé-
3
Éxtasis 42.
4
Éxtasis 92. 5
Carla 7.

308 309
PADRE S GERMÁ N Y BASILIO , C. P.

jame residir en él, Jesús mío, mi todo... ! ¡Contigo afü1ail:aEla


quiero vivir; contigo abrazada, morir! »6•
De semejantes suspiros y ardorosas ansias están llen0s
los éxtasis y hasta las cartas de Gema7.
En otro de sus éxtasis decía también: «¡Ábreme, Dios mí0,
t1:1 Corazón! ¡Oh Jesús, ábreme tu sacramentado peche parra
que pueda depositar en él todos mis amores! ¡Oh Jesús, ue~e­
bidas veces has dicho que me recibirías generosamente en fu
@0razón! ... Ábreme la puerta de ese corazón; franquéame la
entrada en tu pecho sacramentado; yo te abro el mío de gaF
en par; introdúcete en él, oh divino fuego, abrásame, consú­
meme. Mas ya siento en mi interior un extraño incendio...
¡Pluguiese a Ti que todo me devorase!»8•
Al suspirar nuestra Gema por esta unión inefable con el
Santísimo Corazón de Jesús no podía olvidarse de su celestial
Mamá. «Mamá -le suplicaba-, junta mi corazón con el de fo­ Sigue Gema intercediendo por los pecadores y se ofrece
sús». al amante Corazón de Jesucristo como víctima por ellos.
Veremos en el lugar correspondiente a esta fina amante
del Sagrado Corazón asociarse a todas las amarguras del
Salvador, participar en todos los tormentos de su Pasión y
Inefables comunicaciones
unir el generoso sacrificio de sí misma con el sangriento del
Calvario.
Elevada Gema a la unión transformante, celebra regoci­
jada las inefables comunicaciones del Corazón de Jesús con
su alma. «Tú eres, Jesús mío -le dice-, un tesoro para mí des­
Lección providencial
conocido; mas ya voy comprendiendo que todo lo tuyo me
pertenece, mayormente tu Corazón. Sí, tu Corazón es mío,
La divina Providencia, que tantas y tan importantes lec­
porque entero me lo diste mil veces. ¿Quién hubiera dicho
ciones ha ofrecido al mundo en esta santa joven, ofrece tal
jamás que tu corazón y el mío habrían de estar unidos para
siempre?»9• vez una de las más interesantes en la estrechísima unión (tal
vez estaría mejor dicho fusión) de su devoción a la Pasión de
Esta devoción de Gema al Sagrado Corazón de Jesús debía
Jesucristo y al Sagrado Corazón del Salvador.
reflejarse también en su apostolado. Aspira a que todos los pe-
«No separe el hombre lo que Dios ha unido», repetiremos
6
Éxtasis 76.
a este propósito con nuestro Señor Jesucristo; y puesto que la
7
Véase, por ejemplo, la 19 al Padre Germán. fuerza de todo su amor al Padre y al género humano empu-
8
Éxtasis 92.
9
Éxtasis 69.
10 Éxtasis 42.

310 311
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

CAPÍTWLCD VII
VIDA MARIAN A

Dulces atractivos

La Santísima Virgen María ha sido en todo tiempo el más


dulce embeleso de los santos.

santos, comprenderían muy pronto la inmensa locura g_ue sw.­


pone combatir una devoción generadora de tan altas virtudes
y embellecedora de vidas tan admirables.
En las vidas de los santos déjase ver invariablemente a la
Virgen María como tendiendo sobre ellos su manto pnotecton
y siendo Madre de la divina gracia, calmante de sus pesares,
aliento en sus combates, victoria en sus tentaciones, consejo
en sus dudas, paño de sus lágrimas, remedio de sus necesida­
des, estímulo a sus virtudes, ideal de santidad, poesía y en­
canto de su vida.
Perderían las vidas de los santos uno de sus más dulces
atractivos suprimiendo en ellas el capítulo consagrado a su
tierna devoción a la Santísima Virgen.
En cuan to a Gema Galgani entiendo yo que su devoción a
la Reina del Cielo y Madre de los Huérfanos posee la clave
para explicar cuánto esa vida tiene de singular y prodigioso.

313
312
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Huertana y acogida bajo el manto de María

La devoción de Gema a la Santísima Virgen em}Die:za te­


niendo relaciones muy tiernas con su orfandad. Habienda Neli­
dido a su madre cuando solo contaba siete años y a su pac:me a
Ios dieciséis, su exquisita sensibilidad se resiente hasta la úl­
tima fibra; pero su ardiente piedad la empuja con fuerza ilme­
sistible hacia María a la que llamará «la Mamá del Cielo», «mi
querida Mamá» y principalmente «la Madre de los huérfanos».
Que la piadosa Madre acogió bajo su manto de singular
protección a la pobre huérfana lo reconocerá profundamente
humillada ella misma. « Ya estamos en el mes de mayo -escni­
bía al director-. Yo pienso, pienso a todas las horas en los
grandes beneficios recibidos de mi Mamá, desde mis prime­
ros años, y toda me con-o de haber mirado con tan poco ca­
riño aquel tierno corazón y aquella mano tan bondadosa que
me los concedían; y mucho más me avergüenzo de haber pa­ Así lo manifestaba también en sus conversacio:nes, por­
gado con ingratitudes y pecados tales favores. ¡Oh sí... cuán­ que aprovechaba todas las coyunturas para hablar de su que­
tas veces, depositando ante la imagen de mi Mamá las peno­ rida Mamá, haciéndolo con tal elocuencia y copia de senti­
sas ansias de mi corazón agitado, ella me consolaba! Sí, mientos, que no ya simplemente las alumnas, pero hasta las
Padre mío. ¿Por qué no decirlo? Yo recuerdo que hallándome mismas profesoras la escuchaban embelesadas.
en las mayores angustias, huérfana de madre en la tierra, me También en el hogar aparecía apóstol entusiasta de las
tendió cariñosamente los brazos la Madre del Cielo» 1• glorias y de la devoción a María. No contenta con repetir con
Su oración preferida ante las plantas de María asegura su sus tías y hermanos cuantos ejercicios piadosos practíeaba
tía Elisa que era esta: «Virgen Santísima, hacedme santa». en el colegio, procuraba inflamar a todos con sus discursos
Temerosa siempre de disgustar a Jesús, suplica en el éxtasis en la devoción a tan tierna Madre. Sabía aprovechar cuantas
46: «Asistídme para que nunca disguste a Jesús». ocasiones se le ofrecían para inculcar esta devoción.
Cuando sus hermanos tenían que sufrir los exámenes de
fin de curso, les indicaba que el mejor medio para salir bien
En la escuela de María era encomendarse a la Santísima Virgen; cuando deseaban
conseguir alguna gracia, les exhortaba a pedirla por media­
ción de María, y cuando venida a menos la familia, quedó sin
Íntimamente persuadida de que solo siendo muy devota
más amparo que la Providencia, la hemos visto levantar to­
de María llegaría a ser santa, comenzó, cabe decir que desde
dos los ánimos con la esperanza cierta en la protección y am­
'Carta 59. paro de María.

314 315
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Las pavorosas noches

En esas horribles penas inteFioues pon fas ~ae ~asara ias


almas místicas, recordando sus faltas y Ji>eead0s, ijjema: ens
contró siempre poderoso lenitivo en su dev0ei0n a Mama. íJ:e­
sús la entregaba en brazos de la celestiaí Señ.ona y esta Tuelil­
Fármula de consagración a María dita Madre se encargaba de consolarla,
Contempla en un éxtasis como en clanísimo esJi>eJ@ su
propia alma. Horrorizada ante su fealdad, ve que Jesús se la
Gema aparece perfectamente consagrada a María y Mama
entrega a María. De momento se estremece, pero ml!l¡y p!i0nt0
aparece informando toda la vida espiritual de Gema. Aquella
se entrega a tiernas efusiones de cariño, exclamando:
maravillosa fórmula de San Luis Grignón de Montfort, donde «Sí, eres mi Mamá. ¡Oh, bien sé cómo se porta una mamá
aconseja hacer todas las cosas «por María, con María, en Ma­ con sus hijos, y tú te portarás del mismo modo conmigo! ¿Me
ría y para María» no consta que Gema la conociese, pero la ves débil? Apiádate de mi debilidad. ¿Me ves pobi.ísima de
practicó en grado muy eminente, inspirada sin duda por el virtud? Ayúdame tú. ¿Ves las necesidades de mi alma? aVes,
Espíritu Santo. Madre mía, la muchedumbre de dolores que se me preparan?
Gema recibía a Jesús por María, y Jesús, a su vez, le entre­ Ea, pues, escóndeme en un convento ... ¡Oh Mamá mía, en­
gaba a María por Madre. Cierto día del mes de mayo en que la cárgate de establecer la paz entre mí y Jesús! En otro tiempo
Santísima Virgen se dignó acompañarla en la comunión, le de­ lograba yo misma entretener a Jesús cuando quería desam­
cía pocos momentos después de haber recibido a Jesús: pararme ... , mas ahora te necesito a ti como mediadora... Pia­
-Mira, hija mía, esta mañana te he hecho entrega de dosa Madre mía: ve a buscar a Jesús y tráemelo de nuevo.
todo lo mío; te he dado lo más precioso que me quedaba, mi ¡Oh Mamá mía, no me desampares!»3•
Quien sepa cuán dolorosas son para los santos las desola­
mismo Hijo Jesús. Y tú ¿qué piensas darme? ¿No me conce­
ciones en que el Señor los deja y las purificaciones a que los
derás lo que tengas de más precioso?
sujeta comprenderá el inmenso alivio que traía a Gema su
-Sí, Mamá -le contesté llorando, y eran lágrimas que me tierna devoción y perfecta consagración a María. Las terri­
fluían espontáneamente y contra mi voluntad. bles noches del sentido y del espíritu eran noches de luna,
Recibiendo Gema a Jesús de manos de María, por su me­ iluminadas con la suave claridad de la Reina del Cielo.
diación habremos de ver que recibe todas las gracias y favo­
res del Cielo.
Jesús, a su vez, empieza dándole a María por Madre y en­ La conculcadora de la cabeza de la serpiente
comendándola a sus cuidados. «Jesús mismo -la hemos visto
afirmar- me dio a la Madre del Cielo, encargándome que la A Ella se vuelve también en las furiosas acometidas del
amara mucho--. infierno a que se ve entregada la virtud de los santos. Habre-
2 3
Carta 38 al Padre Germán. Éxtasis 38.

316 317
PADRES GERMÁN Y BASiiLIO, C. P.

mos de ocuparnos en otro lugar de las espantosas ma!J!uina­


ciones con que el demonio trató de rendir la c@n.stam~ia Me
esta heroína; por ahora solo haremos constar qm:~ G©n a
ayuda y protección de María pudo Gema contar el n.lÍl.me 0 He
sus victorias por el de sus combates.
Según el consejo de sus directores espirituales, al sen.trnse
acometida del espíritu maligno exclamaba: «¡Alabado sea ile­
sús! ¡Alabada sea María!». Continuando por divina :Rer,mi­
sión la tentación, volvíase con frecuencia hacia esos dos 00-
jetos de todos sus cariños. «Cierta noche -escFiThe al
director- dormía yo tranquila cuando vino el dernonie son
una instigación: yo instaba en la oración, santiguábame, ete.,
hasta que con solo invocar a la Inmaculada Concepciéñ
quedé libre».
En el éxtasis 33 se nos muestra luchando a brazo partido
con una aparición diabólica y triunfando, como siempre,
con la protección que recibe de María. Presintiendo que se
acerca el tentador, se vuelve a María y exclama: «[Mamá mía
no me abandones! ¡Por caridad... no te alejes, Mamá míal. ..
Tengo miedo». Experimenta un súbito terror contemplando
ante sí al demonio y exclama: «¿A quién veo? ... ¡Fuera!
¡Fuera, alejaos todos! ... Mamá mía, ¡no, no! ... ¡Fuera, fuera,
vete fuera!». Vuelve a invocar a María y con su ayuda alcanza
completa victoria. «Mamá mía, ¿no me ves? ... Busca a Jesús,
búscalo, Mamá mía» ..La Virgen Santísima acude a estas tier­
nas invocaciones y proporciona a Gema la más gloriosa vic­
toria. Cruces pasadas por las manos de María

En las ansias sublimes de padecer, que llenan toda la


Iris de consuelo y esperanza vida de nuestra estigmatizada, quería Gema que sus dolores
le llegasen pasados por las manos de María. Ante todo, que
La mitigación de sus penas que en el purgatorio místico María le haga conocer el precio de la cruz. «Haz, ¡oh María!
experimentan las almas tiernamente devotas ele la Santísima
4
Virgen se la proporciona esta bondadosa Madre de los des­ Carta 16 al Padre Germán.
5
Carta 14. Véanse también las cartas 57 y 152 al Padre Germán y los
amparados. éxtasis 16y 127,etc.

318 319
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

, 1
mas:».
Cuán cumplidamente le alcanzase esta gracia la Santí­
sima Virgen lo prueba la sed insaciable de padecer que
Gonstituye uno de los fenómenos más sorprendentes de su
vida.
Los días más solemnes y las fiestas principales de María
eran aprovechados por esta aventajadísima discípula de la es­
cuela del Calvario para suplicar a María nuevas cruces y más
terribles dolores. «Esta mañana -escribía al director- es la
fiesta de mi Mamá. Yo amo mucho a esta Mamá, y si por ven­ canzó numerosísimas y portentosas conversiones.
tura no la amo bastante, a Ella toca concederme un corazón
más inflamado y luego la gracia de llevarme pronto con mi
Jesús al Paraíso. Yo amo a Jesús y a mi Mamá; los busco Filial correspondencia
siempre y deseo no perder ocasión de agradarles ... Para ma­
ñana quiero una gracia de mi Mamá: deseo una cruz, una Digamos solamente, para terminar, que acogida Gema
cruz muy grande; esto se lo pido como regalo, pero que sea desde su más tierna infancia bajo el manto de singularísima
una cruz muy grande, para con ella seguir a mi crucificado protección de María y colmada por esta tierna Madre de los
Jesús»6• más señalados favores, correspondió a tanta fineza amando a
su celestial protectora con ardores de serafín.
Todo contribuía a encender en ella ese amor. El día que
Poderosa intercesora tuvo la dicha de ser acompañada por María en la comunión
escribía a su director: «¡Qué bella es la Cornuriiórihecha con
También acudía ante el trono de María cuando deseaba la Mamá del Paraíso! Ayer, ocho de mayo, la hice, Padre.
conseguir del Cielo favores para otros. Era muy frecuente Nunca había comulgado con la Mamá. ¿Y sabe cuáles eran
oírla nombrar en los éxtasis a determinadas personas, singu­ los impulsos de mi corazón en aquellos momentos? Estas so­
larmente pecadores, suplicando gracia para ellas. «Cuida, las palabras: ¡Mamá, mi Mamá ... , cuánto gozo en llamarte mi
Madre mía, de aquella señora que tanto quieres». «Muchas Mamá! Ya lo ves, mi corazón salta de alegría con tu recuerdo,
son las personas que he de recomendarte. [Ojalá hiciera Jesús lo mismo que al recuerdo de mi Jesús.
que todos me conociesen por lo que soy, pues entonces ya Ella, en cambio, me respondía:
6
Carta 20. 7
Véanse, por ejemplo, los éxtasis 16 y 46.

320 321
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

de gloria»8•
Las fiestas de María la inundaban en gozo celestial, cons­
mtuyendo nuevos avances en la devoción a la Reina del Ciel0.
Singularmente el mes de mayo la sacaba como fuera de sí. :ruo
celebró desde niña con singular devoción. Con el adelantar
de los años fue creciendo y perfeccionándose su piedad y en­ asunto sin sentir como traspasado el corazón. A:tesbigMan t0-
tusiasmo por el mes llamado por antonomasia de María. Ma­ dos los de su familia que cuando se ponían en casa a rezar la
cia el fin de su vida ya no podía pensar ni hablar de él sin que Corona de los Dolores era lo ordinario que al segundo o ter­
se la viera como transfigurada. «Ya estamos en el mes de cer dolor quedase ya en éxtasis.
mayo -escribe-. El mes de mayo es para mí el más lindo de Complaciéndose sobremanera la Madre Dolorosa en la
todos los meses que tiene el año; es para mí el mes de las gra­ tierna compasión de esta amadísima hija a sus dolores, se le
cias. Este año espero de la Mamá dos gracias. Primeramente aparecía con frecuencia, generalmente todos los sábados. Se­
deseo (es pedir mucho, ¿verdad?) ... deseo de mi Mamá una ría vano empeño tratar de referir lo que en tales apariciones y
clara y cierta señal o garantía de que salvaré mi alma; y es como efecto de ellas pasaba en el corazón de Gema, conten­
que a todas horas temo mucho por ella, Padre mío. En se­ tándonos con remitirle al Libro de los Éxtasis, por ejemplo, a
gundo lugar, deseo, si es gusto suyo, que me conceda ... 9• Le los números 16, 19 y 23.
pido con mucha instancia estos favores, y es tanta la fuerza Si la vida de la virgen de Luca fue una vida crucificada, lo
que le hago, que no dudo de conseguirlos. ¡Pobre Mamá, fue en compañía de la Madre Dolorosa. «Cuando vayáis al
cuánto me quierel»!". Calvario -decía San Pablo de la Cruz-, no podréis por menos
de encontrar a María al pie de la cruz».
Siempre la encontró Gema Galgani. Con María se compa­
Los dolores de la Madre deció de los dolores de Jesús, copiándolos cruentamente en
su cuerpo; con María recogió la sangre que brota de las llagas
Hablando de la devoción de nuestra san la joven a la San­ de Jesús, aplicándola por todas las necesidades del mundo;
tísima Virgen y habida cuenta que la devoción a la Pasión de con María lloró el abandono en que los hombres dejan al Sal­
8
vador; con María ofreció al mundo ejemplos de las más excel­
Carta 61.
9
«Entonces entendí -dice el Padre Germán- cuál fuese la segunda gra­ sas virtudes y enriqueció su alma de inmensos merecimien­
cia que la joven solicitaba de su Mamá; mas ahora que vuelvo a Lomar en mi tos para el Cielo.
manos la presente carta no me viene a la memoria para poderlo decir con
certeza al lector».
1
° Carta 59.
322 323
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN1i'A GEMA @AI!G~

En. el postrer instante

M©fles recibiera.
Su última carta la escribe Gema delirando y en los tenñi­
Tules desamparos del Gólgota. Parece que trató de dirigir esta
sarta al director, pero dominando en su mente el pensa­
miento de María, a Ella termina por dirigirla. «Mamá mía tianos!
-empieza-, mi débil existencia sigue aún batallando con la
vida ... , pero estoy contenta. Entre el temor y la esperanza, me
abandono por completo en las manos de Dios. ¡Oh Madre
mía, ruega siempre a Jesús por mí! Yo deseo haber conten­
tado a Jesús en todo ... , pero ¿no podría muy bien ser que me
hubiera engañado? Querida Madre, me encuentro muy mala;
Tú lo sabes. Mi vida se va escurriendo, se va consumiendo
cada día. ¿Y el espíritu? ¡Oh Dios mío, me siento en él ator­
mentada! Pero Jesús me hace volver hacia su Madre para
buscar consuelo.
-Hija mía -me dice-, encomiéndate a Ella todos los días;
la hice linda, graciosa, amable, dulce, para que así me atra­
jera las almas, ganándolas para la salud eterna. La hice be­
nigna, mansa, pacífica, con el fin de que a todas las admita,
sin despreciarme ninguna.
Madre: tengo muchas promesas que renovar a Jesús,
pero Jesús está escondido ... En mi postrer instante pronun­
ciaré el Nunc dimittis... Perdóneme -se dirige al director- si
la llamo Mamá, porque me viene siempre y como instintiva­
mente a los labios ese nombre. ¡Oh mi Mamá! ¡Viva Cristo!
¡Viva María!» 11•

11
Carta 131.

324 325
CUARTA PARTE
ÉXTASIS, VISIONES Y APARICIONES
CAP ÍTULO I
ÉXTASIS

Nociones sobre los éxtasis

Según llevamos dicho, Gema Galgani pasó por todos los


grados de la contemplación, hasta llegar al felicísimo de la
unión transformante o matrimonio espiritual.
Entre estos grados de contemplación figura justamente el
de la unión estática. «Cuando el alma -dice Santo Tomás­
atiende exclusivamente al acto de una potencia, vese todo el
hombre privado de los actos de las demás potencias» 1•
En la unión estática se apodera Dios de toda el alma del
contemplativo, el cual, atraído por el lleno de los deleites de
Dios, no puede atender al gobierno del cuerpo y a los actos de
la vida sensitiva, viniendo a quedar, consiguientemente, pri­
vado del uso de los sentidos.
Santa Teresa añade, y lo confirma la experiencia, que «se
enfrían las manos y el cuerpo de manera que parece no tie­
nen alma, ni se entiende algunas veces si echa el huelgo»2•
De aquí la definición del éxtasis dada por Santo Tomás:
«Una elevación del alma a lo sobrenatural, por virtud divina y
con enajenación de los sentidos»3•

' De verit. 2, XIII, art. II, ad 9.


2
Moradas VI, cap. 4.
3
o. c.
329
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Por más que, según venimos diciendo, sea el éxtasis 1.m


fenómeno propio del grado de contemplación llama:fil0
«unión estática», como por otra parte pertenece al orden de
les favores llamados por los teólogos gracias, gratis datas, a
weces ocurre que lo concede el Señor a algunas almas que to­
davía no han llegado a ese grado de unión, y hasta no Fe­
pugna que se lo conceda a quienes todavía se encuentran
muy rezagados en la virtud.
El Padre Germán es de parecer que Gema recibió estos
favores mucho antes de llegar a esa regalada unión, ya que
cuando él se encargó de la dirección de la sierva de Dios ha­
cía algunos años que era copiosamente regalada con tales fa­
vores. Tal vez no fuera temerario afirmar que las locuciones
celestiales con que fue favorecida Gema desde su tierna in­
fancia iban acompañadas de éxtasis, según ocurre de ordina­
río en las locuciones.

Clasificación de los éxtasis de Gema

Para proceder con el debido orden y siguiendo al Padre


Germán, dividiremos los éxtasis de Gema en menores, mayo­ Éxtasis mayores
res y extraordinarios.
Los primeros eran los más frecuentes, como que se repe­ Sobre estos éxtasis menores, y que casi pudiéramos lla­
tían muchas veces al cabo del día. Cualquier pensamiento de mar imperfectos, colocamos los llamados por el Padre Ger­
cosas celestiales, la vista de una imagen devota, una conver­ mán mayores, en atención a que su duración era más larga,
sación espiritual, la lectura de un punto sobre la Pasión y aun pues se prolongaban hasta la media hora, la pérdida de la
cosas más insignificantes bastaban para elevarla a tan feliz sensibilidad era total y persistente, las luces del Cielo más
estado. abundantes y hasta las ocasiones más solemnes.
La única señal reveladora del éxtasis eran sus ojos, que Estos solían acaecerle principalmente en la iglesia, des­
aparecían inmóviles y resplandecientes, ora fijos en la visión pués de la Sagrada Comunión y durante las visitas vesperti­
que los recreaba, ora dulcemente elevados al Cielo. nas a Jesús Sacramentado, en las iglesias donde se tenía el
En tal estado, la insensibilidad era completa, pudiéndose ejercicio de las Cuarenta Horas.
golpearla, pincharla y hasta quemarla sin que nada absoluta­ En el momento de establecer en ella Jesucristo su morada
mente sintiera. atraía hacia sí todas las potencias de su alma, no siendo raro
330 331
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SAN'iI1A GEM\I\ 0'Aml©WNT

que quedara en éxtasis sobre la misma balaustrada del e0-


mulgatorio. Afortunadamente, bastaba una orden mental ge
doña Cecilia, según veremos más adelante, para hacerla M©l­
ver en sí, evitando llamara la atención del público.
Retirada en un ángulo apartado del templo, proseguía en
su tierna comunicación con el Cielo. Lo ordinario era <:J.Ne
¡;iermaneciese en éxtasis todo el tiempo de la acción de grra­ Sentada tales días a la mesa de sus generosos bienb'.ecfi0-
eias, 0 sea, hasta que doña Cecilia la avisaba que era tiempo res, sentíase irresistiblemente atraída hacía el Calvario, Se ne­
ele regresar a casa. cogía su espíritu en altísima contemplación; el corazón le em­
Parecidos a los éxtasis de la mañana eran los del ejercicio pezaba a latir con violencia; encendíasele el rostro, y tocl.0
vespertino. Al caer la tarde volvía acompañada de doña Ceci­ anunciaba la proximidad del misterioso fenómeno. ©0F1tand0
lia o de alguna de las hijas mayores de la familia a visitar a con que su presencia no sería echada de menos en la mesa, ~a
Jesús Sacramentado. Colocada ante la hostia santa, parecían que era frecuente se levantase de ella para prestar ciertos servi­
descorrerse los velos que ocultan a Jesús en la Eucaristía. Fi­ cios, se ausentaba del comedor, dirigiéndose presurosa a su
jas en Él las ardientes miradas y todas las potencias del alma, habitación.
a los pocos instantes vidriábansele los ojos, se le encendía el A los pocos instantes ya estaba en pleno éxtasis. Arrodi­
rostro, se transfiguraba su cuerpo y quedaba fuera de sí en llada junto a la cama o sentada en un sofá entraba en partici­
altísima contemplación. pación de los tormentos de Jesucristo, viéndosela bañada en
No recobraba los sentidos hasta que se hacía la reserva o sangre y aquejada de acerbísimos dolores.
hasta que la persona que la acompañaba la advertía ser ya Fuera de los jueves y viernes de cada semana, era favore­
hora de retirarse. Esta visita solía prolongarse algo más de cida con estos éxtasis varias veces al año, sin sujeción a fecha o
media hora. regla determinada; pero de ordinario cuando quería hacerle el
No era lo ordinario el que fuera de estas dos ocasiones se Señor alguna singular merced o conferirle alguna especial mi­
viera Gema favorecida con éxtasis mayores; sin embargo, lo sión en favor de los prójimos.
era no raras veces con ocasión de alguna solemnidad, de Vengamos ahora a referir el modo de entrar, permanecer y
cualquier acontecimiento memorable o de alguna singular salir la sierva de Dios de sus éxtasis.
batalla con el infierno.

Comienzo de los éxtasis


Éxtasis extraordinarios
Al contrario de los éxtasis morbosos y los de las falsas re­
Sobre estos éxtasis mayores aparecen los extraordinarios; ligiones, que son provocados por violentos esfuerzos, los de
así clasificados, no porque fuese en ellos rara vez arrebatada, Gema eran independientes de su voluntad y frecuentemente
sino porque la intensidad de la luz celestial que la inundaba y contra su voluntad. Sentíase invenciblemente atraída por
los favores que recibía eran de verdad extraordinarios. Dios en cualquier ocupación o momento. De ordinario se

332 333
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

daba cuenta con algunos minutos o segundos de aFJ.tJela:ei@B


me que iba a perder el uso de los sentidos y su preocc111>aeiífü;i
en tales casos era sustraerse a todas las miradas.
Véase la sencillez y candor con que expone el hecho al cli­
mwtor en una de sus primeras cartas: «Algunas veces, cuandb
me pongo a rezar, en especial a tener la meditación sobre la:
Basién de Jesucristo, se me va la cabeza-pero no vaya a creer
![l!le es la cabeza lo que se me va de verdad, es el cerebro gue
está dentro, pues yo quedo donde estaba- y entonces ya n0
veo a nadie más que a Jesús, ni siento nada, por más que me
pinchen ... He probado a ver si podía distraerme y conseguía
no dormirme, rezando con los labios, pero me parece que °º
lo voy a conseguir» 4•
La misteriosa violencia con que Gema era arrebatada en
éxtasis la obligaba a tomar precauciones para que nadie pu­
diera verla en tal estado. También la familia Giannini, Monse­
ñor Volpi y el Padre Germán tenían que redoblar su vigilancia
para no exponerla a la indiscreción o admiración del público. A veces subía de punto el resplandor de sui rostño y el
Si el principio de los éxtasis morbosos es lastimero y brillo de sus ojos. «En una ocasión -declara la Madre Gema­
hasta repugnante, el de los de Gema era encantador y mara­ me encontraba yo sola asistiendo a Gema. Al llegar a cierto
villoso. «Comenzaban -depone la Madre Gema en los Proce­ punto abrió los ojos, ofreciéndose a mis miradas tan herrrío­
sos- sin alteración alguna de su fisonomía. Permanecía en sos y resplandecientes como si se reflejasen en ellos los ra­
ellos tranquila, sin contorsiones de nervios; con los ojos de yos del sol; siendo de notar que la ventana y persianas esta­
ordinario cerrados y las manos juntas, cual si estuviese entre­ ban cerradas y no daba el sol en la habitación».
gada a dulce sueño. Su rostro, ordinariamente plácido y se­
Cuanto hasta aquí llevamos dicho se refiere casi exclusi­
reno, se animaba o coloreaba en relación con las impresiones
vamente a los éxtasis de Gema clasificados como gozosos,
que experimentaba, pero en todo caso parecía el de un ángel».
porgue en ellos era favorecida de alguna visión gozosa.

Durante los éxtasis


Éxtasis dolorosos
Todo cuanto acontecía a Gema durante los éxtasis consti­
Fuera de estos tenía otros que deben calificarse de dolo­
tuye también un argumento de que no eran efecto de enfer­
rosos, en los cuales se le mostraba Jesucristo en algunos de
medad o superchería, sino que provenían de Dios.
los misterios de su Pasión, o la Santísima Virgen sumida en
4
Carta S.
amargo llanto. En tales éxtasis era invitada a participar de los

334 335
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANTA ©EMA ©M,@WNii

dolores que se le mostraban. Aceptaba al punto semejante in­ mente los coloquios que profema: @erna en. [0s é:x;tasis. Se en­

vitación y era de verla entonces bebiendo a grandes tragos el cargaron de esta labor doña «:eciHa y la señoñíta Eufemia,
terrible cáliz de los tormentos que sufrió Jesucristo. hoy Madre Gema Magdalena.
Cuando sus directores le permitían recibir las llagas del En el espacio de tres años llegaron: a transorobiF 1.50 elle es­
Salvador, veíanse aparecer al punto en sus manos, pies y cos­ tos coloquios, que reducidos a 141 los poseemos ya: ordenados
tado las de la crucifixión, en todo su cuerpo las de la flagela­ cronológicamente por la Postulación de los Pasionistas y pulfü­
eión y en su cabeza las de la corona de espinas. cados en nuestra lengua por Editorial Litúrgica, de Bar.celona,
Con solo mirar a Gema en tales éxtasis se venía en cono­ bajo el título El Libro de los Éxtasis de Santa Gema.
cimiento del martirio interior que sufría. Su rostro palidecía, Nos ocuparemos de ellos al hablar de los escritos de
cerrábanse sus ojos, tornábase anhelante la respiración, tem­ Gema. Ahora solo diremos que la elevación y precisión teoló­
l)jlaba y se estremecía todo su cuerpo y caía pesadamente so­ gica, a una con los nobilísimos sentimientos que en ellos pal­
bre el lecho o respaldo del sofá. pitan, son prueba concluyente de que la virgen de Luca go­
Los éxtasis de la noche del jueves y la tarde del viernes zaba en sus éxtasis de muy íntima comunicación con Dios, ya
eran siempre dolorosos. También solían serlo los que tenía que su inteligencia aparece bañada en los esplendores de la
en las arideces y desamparos celestiales; cuando aparecién­ luz divina y su corazón abrasado en incendios de serafín.
dose el Ángel de la Guarda, San Gabriel de la Dolorosa y a Hablaba la bienaventurada joven unas veces con voz ape­
veces la misma Virgen Santísima no alcanzaban a consolarla, nas perceptible y otras en tono familiar, con intervalos más o
porque sus ansias solo se apagaban con la visión y consuelos menos largos, en los cuales escuchaba al celestial personaje
de Jesucristo. con quien dialogaba, y reflejando en toda su persona los efec­
Cuanto era sobrehumano el júbilo que experimentaba en tos que expresaban sus palabras de fuego.
los éxtasis gozosos, otro tanto era el quebranto que demos­ Al tratar los doctores místicos de los éxtasis hacen par­
traba experimentar en sus éxtasis dolorosos. ticular mención de los raptos y arrobamientos, que vienen a
ser los mismos éxtasis acompañados de cierta vehemencia.

La lengua expedita
Levitación
Lo que sí llamaba la atención en los éxtasis de Gema es que
Leemos de muchos santos que durante estos arrobamien­
durante ellos conservaba expedita la lengua, manifestando sin
darse cuenta los varios sentimientos que embargaban su alma. tos, perdida la pesantez del cuerpo, se elevaban en el aire,
Aquí es donde se abre un abismo entre los éxtasis de Gema permaneciendo en semejante posición a veces largas horas.
y los registrados por la patología, haciéndolos totalmente in­ Los éxtasis de Gema, atendida la suavidad y casi diría na­
confundibles La inteligencia de Gema aparecía elevada en sus turalidad con que entraba, permanecía y salía de ellos, no
éxtasis a las excelsitudes de lo divino, en tanto que la de los pueden llamarse en general raptos ni arrobamientos, y, por
neuróticos aparece rebajada hasta la idiotez y la locura. consiguiente, no se daba en ellos el fenómeno de la levitación
Tuvo el Padre Germán la felicísíma y muy sagaz ocurren­ a que nos hemos referido. Algunas veces, sin embargo, fue­
cia de suplicar a la familia Giannini tomase taquigráfica- ron verdaderos raptos y arrobamientos acompañados de levi-

336 3J7
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

tación, «si bien -añade el Padre Germán- fue pocas veces 00-
servada por personas extrañas. Con el pretexto de aten.cfür a
ias faenas domésticas -prosigue-, entraba y salía muchas ve­
ces del comedor, de cuya pared pendía un gran crucifijo, ~
que profesaba singular devoción. Cuando estaba sola se celo­
@aóa de pie o arrodillada ante la devota imagen, fíjande en
ella sus ardientes miradas. Al sentir se le encendía el corazón
con los profundos pensamientos que aquella imagen le inspi­
uaba, y temiendo quedar en éxtasis, imprimía un ósculo al pie
cle la cruz y salía presurosa. A veces, sin embargo, le ocurría
que atraída por su devoción no lo hacía con la suficiente cele­
ridad; antes bien, vencida del deseo de besar el costado de
!f esús y mientras discurría el modo de conseguirlo le sobreve­
nía el rapto, elevándose del suelo para abrazarse con el Señor
crucificado.
No puedo asegurar las veces que esto sucedió, por no ha­
berme atrevido a preguntárselo a ella misma».
Con esto se confirma que apenas registra un fenómeno la Término de los éxtasis
teología mística del que no hubiese participado esta santa
virgen en sus breves años de peregrinación sobre la tierra. Digamos ahora, para cerrar este capítulo, algunas pala­
bras sobre la manera de terminar los éxtasis de Gema.
Así como durante los mismos no aparecía en ella la rigi­
dez cadavérica de la generalidad de los estáticos, así tampoco
"Tengo sed de tu sangre»
salía cual ellos, paulatinamente y como quien recobra los
sentidos después de un desvanecimiento.
Todavía me resta mucho que narrar. En una de estas
amorosas visitas al devoto crucifijo, por el mes de septiembre 5 El crucifijo ante el cual ocurrieron los raptos y el singular y tierno

de 1901, según me lo refirió ella misma por obediencia, mien­ abrazo que aquí refiere el Padre Germán, se conserva todavía en aquella
tras preparaba la mesa, y como tenía tiempo sobrado para misma habitación, en la casa Giannini (Vía del Seminario, número 16). Son
innumerables los devotos que acuden a visitarlo, entre los cuales no faltan
ello, no hacía sino dar vueltas como una mariposa alrededor ilustres personajes del clero secular y regular y hasta eminentísimos purpu­
de Jesús. Cuanto más, lo miraba más le oprimía el corazón rados. Este devotísimo crucifijo, de tamaño algo menor que el natural, está
con sus palpitaciones. Hubiera deseado lanzarse hacia Él esculpido en cartón piedra siendo de notar que la pátina del tiempo, más
bien que deteriorarlo lo torna cada vez más devoto y expresivo.
para abrazarlo y hasta intentó varias veces hacerlo. Al fin ex­ Arden continuamente a sus lados dos lámparas, y a veces también dos
haló un grito diciendo: velas sobre el pavimento, para perenne testimonio de la piedad de aquella
-Jesús, ayúdame, que tengo sed de tu sangre. familia que se juzga feliz en poseer tan gran tesoro, y de los visitantes que
manifiestan vivos deseos de que aquellas luces ardan a su devoción.
338
339
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P. SANífA <l;EM~ GAlJG~

Tan pronto como le retiraba el Señor la divina claridañ 0 se pudo comprobar una y cien veces en los éxtasis de la MÍF­
celestial visión productora del éxtasis, o se lo ordenaba la gen de Luca.
obediencia, cesaban casi instantáneamente todos los fenéme­ El que alguna vez no obedeciera la sierva de ID.íos a tales
nos estáticos. Aquellos ojos, que tal vez habían brillado como mandatos solo prueba, como dice el Padre Germán, que «d
soles, perdían su celestial claridad; aquel rostro, antes trans­ Espíritu Santo no está obligado a obedecer a los hombres» y
figurado por el fuego del amor divino, recobraba su color ha­ también que no siempre fueron prudentes los mandatos que
bitual; aquellos sentidos enajenados volvían a su natural ejer­ en tal sentido se dieron a nuestra Santa.
cicio; aquel corazón cuyos latidos no habían podido conteñer
manos robustas, funcionaba con perfecta regularidad; aque­
llas pulsaciones que habían pasado de cien por minuto se re­ Recuerdo de lo contemplado en los éxtasis
ducían de repente casi a la mitad.
Al volver en sí la sierva de Dios se encontraba siempre Otra señal para distinguir los éxtasis patológicos de los
pronta a proseguir sus ocupaciones y trabajos. Quien la hu­ sobrenaturales es el recuerdo que conserva el extático de lo
biera encontrado saliendo de la iglesia, barriendo la casa, pensado, sentido o hablado durante ellos. Mientras en los pa­
preparando la mesa o redactando una carta, imposible lle­ tológicos no le queda al paciente recuerdo alguno, porque
gara a sospechar que aquella joven acababa de salir del más realmente nada ha discurrido ni sentido a derechas, en los
alto estado a que pueda ser elevada una criatura sobre la sobrenaturales perdura tan vivo el recuerdo que no bastan
tierra. los meses y los años para borrarlo. «Por desmemoriada que
sea la persona -díce el Padre Arintero, O. P.-, repetirá fiel­
mente al cabo de muchos años, y sin alterar un ápice, todas
Obediencia en los éxtasis las locuciones y visiones divinas que haya tenido»6•
De que Gema recordase fielmente las impresiones recibi­
Acabamos de afirmar que los éxtasis de Gema termina­ das y palabras escuchadas es buena prueba la cuenta que de
ban o por sustracción de la luz divina o por un mandato de ellas daba a sus directores. «Tales y tales cosas me ha dicho
sus superiores. Esta es otra prueba de que provenían de Jesús -les participaba-: tal o cual persona (a la que nunca
Dios. Tráigase a la memoria cuanto sobre este particular de­ había visto) está llena de mala voluntad; para tal tiempo se
jamos referido al ocupamos de la obediencia de la sierva de convertirá el pecador que me ha encomendado». Los sucesos
Dios. Siempre que Monseñor Vol pi, el Padre Germán o doña venían a confirmar que efectivamente Jesús había hablado,
Cecilia juzgaban conveniente o necesario que terminara el que el juicio de Gema era verdadero y que la luz profética
éxtasis, no tenían que hacer más que ordenarlo. había ilustrado su mente.
Y sube de punto la admiración si se tiene en cuenta que Tenemos una prueba no menos concluyente en el hecho
no hacía falta que tales órdenes fueran verbales; bastaba con siguiente: durante los éxtasis transcribían doña Cecilia y la
que fuesen mentales. ¿Cuándo se ha visto en los éxtasis clíni­ señorita Eufemia todo cuanto Gema iba hablando. Es de ad-
cos que cesen por un acto de voluntad de una persona ex­
traña? Pues lo que nunca se ha visto ni se verá en las clínicas 6
Evotncion Mtstica, part, II, cap. VII, § l.

340 341
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

vertir que Gema no las veía ni supo nunca que se ree©gían


sus coloquios. Terminado el éxtasis, le preguntaba camtel0sa­
mente doña Cecilia lo que había visto y dicho al celestia!l NeF­
senaje que se le había aparecido. Gema respondía con t0tla
exactitud y hasta repitiendo las mismas palabras.
Confróntense todas las circunstancias que concurren en
los éxtasis de Gema con las que concurren en los éxtasis del
histerismo o el fanatismo, y se comprobará el inmenso cau­
íllal de ignorancia y mala fe que se requiere para confundirlos CAPÍTULO II
y reducirlos a la misma categoría. VISIONES Y APARICIONES

Concepto y peligros de las visiones

A los éxtasis de que acabamos de ocupamos en el capítulo


anterior suelen acompañar los llamados «actos de contempla­
ción distinta», o sea, visiones, locuciones y revelaciones.
Se entiende por visión la representación sobrenatural de
un objeto. Esta representación puede hacerse a los sentidos,
a la imaginación o a la inteligencia. De aquí la división de las
visiones en corporales, imaginarias e intelectuales.
Cuando a una representación celestial no acompaña la in­
teligencia de la verdad o realidad manifestada, recibe el nom­
bre de aparición.
No ocultan los místicos, antes bien, insisten con mucha
frecuencia sobre los peligros que encierran las visiones, por
prestarse a ilusiones de la fantasía o del demonio. Los mis­
mos favorecidos con tales gracias desconfían prudentemente
de ellas y en el gobierno de su vida espiritual prefieren a esas
luces los consejos y normas de un prudente director.
Las visiones corporales son las más expuestas a engaño,
llegando a decir San Juan de la Cruz que «siempre se han de
desechar las tales representaciones y sentimientos, porque
dacio caso que algunos sean de Dios, no por eso se le hace
agravio ni se deja de recibir el efecto y fruto que Dios quiere

342 343
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

quiera-'.
Algo menos expuestas a engaño están las visiones imagi­
narias: y en cuanto a las intelectuales, puede afirmarse que
no cabe engaño.
Algunos teólogos han exagerado un tanto los peligros que
encierran las visiones. El esclarecido Padre Arintero afirma Candorosa persuasión
ijUe «son medios importantísimos para la perfección propia,
les cuales nunca se deben menospreciar o desechar, por más Como de tantos otros favores selestdales, esraba ínt,ima:­
que a veces convenga mirarlos con cierto recelo y siempre mente persuadida la candorosa joven de que estos eran GO­
con todo desprendimientos". Ya anteriormente había recono­ munes a todas las almas que tratan de virtud.
cido Santa Teresa que «deben ser grandísima ayuda para te­ Conversando un sábado de cosas espirituales con el Bler­
ner las virtudes en más subida perfección»:'. mano Fabián, pasionista, que a su paso por Luca se fi0spe­
La tarea del director en este punto será estudiar los efec­
daba en casa de los señores Giannini, le manifestó que aquel
tos de las visiones; por ellos entenderá si proceden de Dios o
día se le había mostrado la Santísima Virgen toda dolorosa, y
de loca fantasía.
a continuación le hizo esta candorosa pregunta:
Hemos querido adelantar estas breves nociones para me­
-Usted, ¿cómo la ha visto?
jor inteligencia de cuanto vamos a decir sobre las visiones de
Particularmente vivía en la creencia de que todos cuan­
Gema.
tos la rodeaban contemplaban junto a sí al Ángel de su
Guarda.

Las visiones de Gema y la conducta de sus directores


Miedo y desconfianza
La virgen de Luca fue amplísimamente regalada con vi­
siones, locuciones y apariciones del Cielo; fueron estas de los
Hemos dicho que los favorecidos con estos dones extraor­
tres órdenes registrados por los místicos; desconfió prudente­
dinarios desconfían prudentemente de ellos. Santa Teresa
mente de ellas; las desdeñó unas veces en cuanto tenían de
nos habla «del gran miedo que tenía a ser engañada»4•
regalos, para mejor asemejarse a su divino Esposo, y las de­
Este «gran miedo» llena toda la vida de Gema, apare­
seó otras veces con ardor, sabiendo por experiencia lo mucho
que la ayudaban en la práctica de la virtud. ciendo muy reservada con respecto a las visiones con que
Sus directores, a su vez, mostraron gran desconfianza, Dios la favorecía. Cuando da cuenta de ellas al confesor o al
singularmente en las visiones, locuciones y apariciones sensi- director, suele hacerlo con estas salvedades: «Me parece que
vi a Jesús»; «Me parece que me decía Jesús»; «Me parece ver
'Subida al Monte Carmelo, libro JI, c. X. a una linda Señora», etc.
1
Evolución Mística, part. 11, cap. 7, § 1.
4
3
Vida, caps. 28-29. Moradas, VI, c. 9. Vida, caps. 25 y 26.

344 345
PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

A veces va más adelante, y viendo que sus a1i1ue@to1ms


desconfían, llega también ella a desconfiar5• Téngase ~ne­
sente que Monseñor Volpi nunca llegó a dar importam:eia:, a
lo menos exteriormente, a las visiones, locuciones y r.evela:­
eiones de Gema. El Padre Germán, por su parte, multí'pli­
eaba las precauciones para que la inocente joven no niese
engañada del demonio. Particularmente las apariciones y
l@cuciones sensibles las encontraba peligrosísimas, }lle­
gando a sugerir a Gema, suplicase al Señor que se las rerí­
rase.

Sabias precauciones

Entre tanto, comprobado por el prudente director que


Dios quería hacer alarde en Gema de sus más preciosos caris­
mas, trata de precaverla contra los peligros que encierran.
«En cuanto a las apariciones angélicas -le escríbe-, redobla
el cuidado de poner por obra lo que Monseñor te ha orde­ Por lo dicho se entenderá que, si de una parte son muy
nado, y yo mismo te insinué, a saber: que protestes de que no expuestos a engaño estos fenómenos sobrenaturales, de otra
eres digna, de que no quieres cosa alguna fuera de Dios, y se tomaron en el caso de Gema todas las medidas sugeridas
con esto insistas en precaverte de todo engaño del enemigo. por la prudencia para evitarlo.
Más aún, añadirás otro medio, a saber: que si a pesar de tus
protestas la visión persiste, la invitarás ante todas las cosas a
prosternarse contigo ante la Divina Majestad con actos de Sentido en que Gema deseó visiones
adoración, de fe, de alabanza y de amor. Te adoramos y ben­
decimos, etc., y con la excelente jaculatoria que siempre ha Hemos dicho que Gema renunció a todas estas manifes­
hecho temblar al demonio: ¡Viva Iesús!». taciones celestiales en cuanto tienen de favores y regalos;
Docilísima Gema, la vemos siempre prevenida contra pero que, en cambio, las deseó ardientemente en cuanto le
todo engaño de la fantasía o del demonio. Unas veces des­ servían para elevarse de lo sensible a lo espiritual y mejor re­
deña las visiones porque así se lo tienen ordenado y otras em­ producir en sí misma la imagen ensangrentada de Jesucristo.
plea las precauciones que le han aconsejado. 6
Carta 5.
7
5 Carta 54.
Véase expresada semejante desconfianza particularmente en las cartas
ij Carta 39.
5 Y 72 al Padre Germán y en las 7 y 34 a Monseñor Vol pi.

347
346
PADRE S GERM ÁN Y BASILIO , C. P. SANTA GEM~ GAll.GAITT

¡Cuán bien se echa de ver en semejante conducta que le diri­ Visiones y apariciones en particulan
gía el Espíritu Santo!
En una carta donde refiere al director una aparición de la Descendiendo ahora a tratar en concreto de las visiones y
Santísima Virgen le dice juntamente: «Créame, Padre; ciertas apariciones con que nuestra Gema fue fa:v011e(úda, füuem0s
sosas las detesto; no quisiera las consolaciones de Jesús; de que empiezan a la edad de los catorce años, que con el anclar
grado renuncio a todas ellas. Jesús ha sido varón de los dolo­ del tiempo se hacen más frecuentes, hasta <que al llegar a: la
nes. y yo quiero ser la hija del dolor»9• edad de veinte años pueden decirse casi continuas.
También suplicaba con infantil sencillez a Jesucristo le Son principalmente del Ángel de la Guarda, al que contem­
netirase todos estos favores y regalos. pla habitualmente cabe sí; de San Gabriel de la Dolorosa:, ql!.le
Esta admirable renuncia no quitaba que Gema buscase la la visita con mucha frecuencia; de Jesucristo, a quien ve du­
presencia y conversación de Jesús cuando las juzgaba necesa­ rante los éxtasis en muy distintas formas y en la sagrada Hos­
rías o provechosas para su alma; principalmente en las peno­ tia; de María Santísima, en cuya compañía se asocia todos los
sábados a los tormentos de Jesucristo; algunas veces de su
sísimas noches del sentido y del espíritu de que hemos ha­
muy amable Padre San Pablo de la Cruz, al que se reconoce
blado, en sus abrasadas ansias de padecer con Jesús y en los
deudora de señalados favores; frecuentemente de las benditas
temores de ser vencida del demonio. «Es verdad -escribe al
ánimas del Purgatorio, que se encomiendan a sus oraciones;
director- que busco a Jesús, pero le busco para que me no raras veces de los pecadores, cuya conversión traía entre
ayude en el cumplimiento de sus quereres». «Como Jesús esté manos; muy a menudo de los demonios, que por permisión
conmigo, yo estoy dispuesta a todo» 10• divina acudían bajo formas sensibles a combatir su virtud. No
Cuando la atormentaban las ansias de padecer buscaba la leemos que tuviese apariciones de almas condenadas.
presencia de Jesús para hacerlo en su compañía. «Ven, Jesús Si hubiéramos de referir todas las visiones y apariciones
-exclamaba en uno de sus éxtasis-. ¿Es que ya no te recuer­ que encontramos registradas en la Biografia'? del Padre Ger­
das que estoy ansiosa de padecer contigo? ... Sí, Jesús, quiero mán, en el Epistolario, en el Libro de los Éxtasis13 y en los Pro­
sufrir, pero sufrir contigo ... Cuando te plazca, cuando quie­ cesos, necesitaríamos un grueso volumen.
ras, Jesús. Yo no ceso de amarte, mas de hecho desearía, Je­ Para abreviar cuanto nos sea posible procuraremos sinteti­
sús, que no me dejaras sola ... Contigo quiero sufrir. Pero zar, refiriendo más bien que casos particulares, hechos genera­
¡sola, Jesús!»11• les, por donde se entienda la íntima comunicación en que vivía
Una cosa débese advertir aquí y es que, como dejamos nuestra Santa con el Cielo.
dicho al hablar del desprendimiento de Gema, su corazón es­
taba completamente despegado de estos celestiales favores;
por encima de todos sus deseos o repugnancias estaba para Apariciones de Jesucristo
ella la voluntad divina. «Príveme de todo Jesús, con tal que
no me pr'íve de su amor», escribía al director. En cuanto a las visiones y apariciones de Jesucristo, las
más frecuentes eran las de Jesús paciente. No suspirando esta
9
Véase, por ejemplo, en la carta 6 al Padre Germán.
° Carta
1
118. 12
Éxtasis 41.
11
Carta 123. 13
Publicados por Editorial Litúrgica Española.

348 349
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

fervorosísima pasionista sino por amar a Jesucristo y ~a<llecse:r.


con Él, se dignaba el divino Salvador mostrarle la inrnemsidad
de sus dolores, invitándola a participar de ellos. A los é~tasis
~©lorosos de que nos hemos ocupado en el capítulo pasadjñ e a
© corriente acompañasen visiones de las diversas escenas de
la Pasión, llamando con frecuencia Jesús a su sierva a besan 0
aaorar sus llagas. «Me dijo también Jesús -escribe al confes0r­
~me en premio de lo mucho que había padecido besase sus lla­
gas. Se me manifestó todo llagado, me hizo acercarme a Si y se
fas besé todas. Cuando llegué a la del costado me pareció que
ya no podía resistir más. ¡Qué satisfacción sentía!» 14•
También eran muy frecuentes y casi habituales las de Je­
sús en la Eucaristía, teniendo que apartar muchas veces la
mirada de la sagrada Hostia para no quedar arrebatada en
éxtasis.
No raras veces se complacía Jesucristo en aparecerse en
forma de niño a esta niña inocentísima, toda abrasada en su
divino amor. Se dejaba abrazar y acariciar de ella, cual puede Apariciones de la Santísima Virgen
verse en la carta 15 a Monseñor Volpi; ni era raro recibiese a
Jesús de brazos de María. Ya que hemos hecho hace un momento referencia a las
«Otras veces -escribe el Padre Germán- se le aparecía la apariciones de la Santísima Virgen, añadamos que tales apari­
Santísima Virgen con su divino Hijo en brazos, en forma de ciones de la Reina del Cielo fueron también muy frecuentes.
graciosísimo niño, al que colocaba en el regazo de Gema. La Todos los sábados se dejaba contemplar como dolorosa,
sierva de Dios lo estrechaba emocionada contra su pecho y le asociando a Gema a sus indecibles dolores. En uno de sus
cubría de ardorosos besos, mientras que el divino Infante hacía éxtasis se le oyó exclamar: «¡Oh Mamá, qué compasión me
otro tanto con ella, en tanto que le daba sapien tísimas enseñan­ inspira verte cada sábado de este modo clavada a los pies de
zas y la bendecía. Vuelto a los brazos de su Madre, desapareció la cruz!» 15•
la visión. No sé las veces que sucedió esto; pero conservo me­ Al hablar de la devoción de Gema a la Augusta Señora
hemos discurrido sobre la forma en que nuestra Santa des­
moria de que por lo menos fueron tres. Otras cuatro veces se le
ahogaba su corazón con su adorable Mamá del Cielo; bastará
apareció el Señor solo, en forma de tierno niño».
añadir ahora que, si la visión de la Madre Dolorosa inundaba
Alguna vez se le mostró el Señor con tan resplandeciente
el corazón de esta fiel amante de la Pasión de Jesucristo en
claridad que, como se lee de San Francisco de Asís y algunos
un mar de tormentos, la presencia de María gloriosa la albo­
otros santos, no pudiendo soportarla sus débiles ojos, llegó a
rozaba y henchía de celestial alegría. Vaya una prueba de
enfermar de ellos. «Un día -declara doña Cecilia en los Proce-
ello, tomada de una carta al Padre Germán. «¡Si viera usted,
14
Carta 43. 1
~ Éxtasis 19.

350 351
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Padre mío, qué linda es la Mamá! Creo haberla viste mmelias


veces, dejándome siempre su presencia deseos de tornar a
lv.erla... Inmensa es la gloria que Jesucristo comunica a: su
Madre y mi Madre. Mire, Padre: es tan hermosa esta Mama
~l!le no puede decirse. Lleva la corona del santo amor con (¡]_ue
el Eterno Padre la coronó. ¡Oh, si viese qué rica es aCi)_mella
cs0rona de gloria que coloca el Eterno Padre sobre la frente ge
, · Mamá! Oro fulgidísimo en forma de llamas componía su Corazón arrebatado y llevado al Cielo
~ase... (lo explico tal como se apareció a mis ojos) ... En torño
~e esa corona lucían piedras preciosas entre sí semejantes,
que representaban todas las virtudes, hermoseándola el brillo
de infinidad de perlas. Estaba, pues, mi Mamá ceñida con la
diadema de la sabiduría, adornada de resplandor escogidí­
simo, y además ... , no me sé expresar. Tenía asimismo la co­
rona una señal que significaba ser mi Mamá la dispensadora
de todas las gracias del Paraíso» 16•
¡Cuánta ternura y verdad encierran estas palabras! Quien
así habla no finge ni engaña, sino que expresa ingenuamente
lo que ha visto e íntimamente sentido.

Tiernas caricias de María

Leemos en las vidas de algunos santos que Jesús y María reció la divina Madre y le dijo:
les dispensaban las más tiernas caricias, llegando hasta abra­ -Hija, cuando vaya al Cielo esta mañana llevaré conmigo
zarlos, reclinarlos sobre su pecho, cubrirlos de besos, etc. tu corazón.
También nuestra Gema recibió tan tiernas caricias. Acaba­ « En el mismo instante -escribe Gema- me pareció que se
mos de referir algunas del Niño Jesús. Muchas podríamos re­ me acercaba... me lo arrancó, lo tomó en sus manos y me dijo:
ferir de la Santísima Virgen. Escuchemos cómo refiere una -Nada temas, sé buena, que siempre tendré yo allá
de ellas: «¿Quién habría imaginado que mi querida Mamá arriba tu corazón conmigo, siempre estará en mis manos.
iba a venir a visitarme? ... Me sentí recogida interiormente y Me bendijo de prisa y según marchaba todavía pronunció
sucedió lo de siempre: que se me fue la cabeza. Me hallé con estas, palabras:
mi Mamá Dolorosa. ¡Qué felicidad en esos momentos! ¡Qué -A mí me has entregado el corazón, pero Jesús quiere
dulce es entonces proferir el nombre de "madre"! ¡Qué satis- todavía otra cosa.

17
16
Carta 88. Diario, pág. 102.

352 353
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

-¿Qué cosa? -le pregunté.


-La voluntad-me respondió, y desapareció»18•
Sintiéndose Gema sin corazón, se felicitaba de verlo en las
manos de Maria, desahogándose en los más tiernos afectos.
Tráigase a la memoria lo que dejamos referido en el capí­
tulo consagrado a la devoción de Gema a la Reina del Cielo y
se verá hasta dónde llega la perfección de la vida mariana de
esta angelical criatura. Yo no encuentro reparo en colocarla
[unto a los más tiernos amantes de María que han brillado en
la Iglesia, así como tampoco lo encuentro para clasificarla
entre los más favorecidos de la Reina del Cielo.

Apariciones de San Gabriel

Mucho podríamos extendernos sobre las apariciones de


San Gabriel de la Dolorosa con que fue Gema regalada.
Desde que experimentó durante su gravísima enfermedad
la eficacia del valimiento del Santo joven pasionista, le pro­
fesó singularísima devoción, a la que correspondió San Ga­ -Sí que ha venido -me respondió.
briel alcanzándole numerosos favores y siendo para ella -¿Y quién le ha dado el breviario para rezarlo? -le pre-
como un segundo Ángel de la Guarda. gunté.
En la imposibilidad de hacer siquiera ligerísima referen­ -Lo ha traído él mismo -me contestó.
cia a las innumerables apariciones con que el angélico joven -¿De qué santo -insistí- habéis rezado el Oficio?
Gema me respondió indicándome el santo cuyo Oficio co­
honró a la sierva de Dios, haremos constar brevemente la fa­
rrespondía rezar aquel día, pero ahora no recuerdo qué santo
miliaridad que las preside. No cabe duda que el Santo debía
encontrar dulce complacencia en entretenerse con esta ben­ fuese».
dita criatura, por una parte, tan semejante a él en su tierno
amor a la Pasión de Jesucristo, a la Sagrada Eucaristía y a la
Santísima Virgen, y por otra, tan sencilla, obediente y ansiosa
de adelantar en virtud.
Ya en la primera de estas apariciones hemos visto que
San Gabriel dio a Gema el tratamiento de «Hermana». Gema
correspondió inmediatamente a él, y el tratamiento que daba

18
Diario, pág. 84.

354 355
El capítulo de la Biografía del Padre ©ermán, cff0n~e mata
de la familiaridad de Gema con su Ángel de la Guarda, clesat0
singularmente las burlas de la impiedad y las críüicas aeena=
das de una prudencia muy del agrado del rñundtr, Efecto Me
ello, hubo de suprimir el buen Padre en sucesivas eai@i0nes
algunos episodios edificantes, pero que chocaban demasiado
con el medio ambiente del siglo.
Yo creo que de escribir en nuestros días pana nada hu­
biera tenido en cuenta las carcajadas de la impiedad y los se­
sudos reparos de la prudencia mundana.
Los esplendores de la fe son cada día más fü,:illantes, y en
estos tiempos del agnosticismo y el fenomenismo, lo sobre­
natural de las vidas de los santos tiene pleno derecho a figu­
rar en el orden de los fenómenos comprobados e irrebatibles.
Sabemos, por las enseñanzas de la Iglesia, que cada cual
tenemos un Ángel encargado de nuestra custodia. La pre­
sencia de este celestial espíritu, atestiguada por la Revela­
ción, siéntela cada uno según la viveza de su fe. Las almas
de fe dormida o muerta apenas se dan cuenta de tal compa­
ñía, ni sienten su influencia; las almas, por el contrario, que
viven muy intensamente la vida sobrenatural lo contemplan

357
PADRE S GERM ÁN Y BASILIO , C. P.

íntimamente presente, y reciben en todo momento sus cani=


das y favores.

Viveza de la fe y simplicidad infantil Presencia habitual


De todo cuanto llevamos referido en los capítulos anterio­
nes, bien claramente se deduce que el mundo sobrenatural era
para Gema, más bien que misterio, dulcísima experiencia.
Si a la viveza de la fe de Gema añadimos su inocencia sin
mancha, su pureza angelical, lo infantil de su candor y su en­
cendidísimo amor a Dios, encontraremos muy natural que se
solazase y familiarizase con ella como con una hermana el
Ángel encargado de su custodia. De la semejanza, dicen los
filósofos que nace el amor, y del amor, la tierna familiaridad.
A quienes gustaría prevaleciese en las relaciones de Gema
con su Ángel el respeto sobre la confianza, les recordaremos
que en ninguna de sus relaciones con el cielo prevalece ese
supuesto respeto. Baste citar el hecho de que ni a Jesucristo,
ni a María Santísima, ni a los santos ni a los ángeles solía tra­
tar de «vos» o «usted», y que solo con las personas de la tierra
empleaba ese tratamiento. El Padre Germán quiso aleccio­
narla y a veces corregirla en este punto, pero fue con escaso
resultado; puesto que Dios se complacía sobremanera en la
infantil ingenuidad de Gema. «Padre -le escribía-, usted no
anda de acuerdo tampoco con Jesús. Me ha dicho varias ve­
ces que no trate a Jesús de "tú", y que no me permita con él
tantas confianzas, y en cambio, Jesús me dijo ayer por lama­
ñana:
-Mira, hija mía; lo que me disgusta a mí en las almas
bre"»2•
es que no tengan conmigo toda aquella confianza que yo de­
searía». Tampoco era raro que acudieran juntos el Ángel del Pa­
Confianza y familiaridad sin límites es cuanto de extraor­ dre Germán y el Ángel de San Gabriel, como puede verse en
dinario se descubre en las relaciones de Gema con su Ángel 1
P{,g. 92.
de la Guarda. Y si manifiestamente se complace Dios en esa 1
Carta 119.

358 359
PAD RE S GERMÁN Y BASILIO, C. P.

la carta 22, donde pondera la hermosura del Ángel de San


Gabriel y termina entregando la carta al del Padre Germán.
De tal suerte se había acostumbrado Gema a esta compa­
ñía y presencia que ya no acertaba a vivir sin ella. «Jesús =es­
cribe al director- no me deja estar sola un instante, sino que
hace esté siempre en mi compañía el Ángel de la Guarda».
«Yo seré tu guía seguro -le decía también el Ángel- y tu
inseparable compañero. ¿No sabes quién me ha confiado tu
custodia? El piadosísimo Jesús».
Teniendo Gema por costumbre no salir nunca sola fuera
de casa, algunas veces en que nadie de la familia podía
acompañarla se ofrecía el Ángel a ser visiblemente su com­
pañero.

Persuasión. candorosa

En su candor infantil estaba Gema íntimamente persua­


dida de que todos veían a su respectivo Ángel Custodio en la
misma forma que ella. A veces veía no uno, sino muchos án­
geles que venían a hacerle compañía. El Padre Germán,
siempre temeroso de que su santa dirigida fuese engañada, o
de su imaginación o del demonio, llegó también a prohibirle
tan santos entretenimientos. Véase con qué ingenuidad le es­
cribe sobre ello: «A la verdad, Padre, que yo alcanzo poco de
todo esto. Cuando los demás se ponen a orar conmigo ven a
su Ángel: usted, la mamá, el confesor, el Padre Provincial. Y
si yo veo al mío, usted me riñe y se disgusta. Ayer era el día Dulces conversaciones
de su fiesta; sin embargo, los despedí a todos. El mío no
quiso marcharse y tampoco aquel otro que usted sabe. ¿ Qué Cuando se le permitía a la sierva de Dios entretenerse li­
hago yo ahora? No se disguste de nuevo, seré buena y obe­ bremente con su Ángel, platicaba con él como con un herma­
deceré»3. nito. Por descontado que todas estas conversaciones eran de
Doña Cecilia declara que hasta vivía Gema en la persua­ Dios. La oración, las comunicaciones con Jesús, la Sagrada
sión de que también los niños de la familia Giannini tenían Comunión, la dirección espiritual, la conversión de los peca-
3
Carta 17 al Padre Germán.
• Carta 35.

360 361
PADRE S GERM ÁN Y BASILI O, C. P.

dores y demás asuntos encomendados a sus oraciones, tales


eran las materias de estos coloquios y conferencias.
La forma de desarrollarse estas pláticas llevaba también
el sello del candor y la ingenuidad: «Dime, Ángel mío, ¿poF
qué estaba tan serio el confesor esta mañana y no ha querido
escucharme?». «¿Me contestará el Padre Germán desde
Roma a la carta que le escribí preguntándole cómo debo con­
ducirme en tal o cual asunto?». «¿Aquel pecador que traigo
entre manos hace tiempo, querrás decirme cuándo me lo
convertirá Jesús?» «¿Qué debo responder a aquella persona
que me ha escrito pidiendo consejo?». «Y de mí, ¿te parece
que está contento Jesús?». «¿Qué debo hacer para agradar­
le?»>. Al tono confidencial de las preguntas correspondía el
de las respuestas; solo que, en cuanto a la sustancia, venían a
demostrar los acontecimientos que efectivamente eran celes­
tiales, ya que por ellas llegaba Gema a conocer las cosas futu­
ras y distantes, las ocultas disposiciones de la Providencia y
los misterios de las conciencias.
Excusado parece decir que Gema contemplaba a su lado
al Ángel de su Guarda cuando se ponía en oración. En tales
circunstancias lo veía siempre con las manos juntas y en acti­
tud de acompañarla en sus plegarias. Y bien puede afirmarse
que la acompañaba, porque si eran oraciones vocales, tales
como padrenuestros y salmos, las recitaban alternando; si ja­
culatorias, las rezaban juntos; y si en lugar de recitar oracio­
nes vocales se entregaba a la meditación, el Ángel le señalaba
los puntos y sugería los pensamientos.

Maestro celestial

Viviendo Gema en comunicación habitual con el Ángel de


la Guarda, recibía de continuo sus ilustraciones, enseñanzas,
dirección y también a veces sus reprensiones y castigos.
º Pág. 32.
7
Diario, pág. 66.
5 Cartas 54 y 114 al Padre Germán y en otras muchas. 8
Carta 29 al Padre Germán.

362 363
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

bueno. A estas palabras púseme a llorar, pero el Ángel pForne­


tió ayudarme. Efectivamente, voy ya adelantando; él me ins­
pira cuanto debo escribir y a veces hasta me indica las p~a­
bras; así que no experimento fatiga algunas".

üensor inflexible
-Y ¿por qué me quieres tanto?
Las ligeras negligencias de Gema en el divino servicio (ya -Porque me enseñas la humildad -Fesp0néálía: @mna- ~
que faltas voluntarias nunca tuvo que reprocharle) encontra­ porque conservas la paz interior en mi corazcf>n12•
ban siempre un censor inflexible y riguroso en su Ángel de la
Guarda. En tales casos se ausentaba más de lo acostumbrado,
mostrábale ceño severo, le negaba la palabra o le dirigía seve­ Servicios cariñosos
ros reproches, llegando algunas veces hasta imponerle diver­
sos castigos, lo cual no solamente hacía el suyo, sino aun el Esta paz interior era simplemente uno de los innumera­
del Padre Germán"; bles favores que Gema recibía de su Ángel de la Guar.a.a. En­
No se vaya, sin embargo, a creer que todas las correccio­ cargado de la custodia y servicio de tan santa criatura y en­
nes del Ángel fuesen ásperas y rigurosas. Lo ordinario era contrando en ella un alma más celestial que terrena, se
que aun cuando tenía que amonestarle o reprocharle alguna complacía en servirla no ya simplemente en las cosas concer­
leve negligencia, lo hiciera con palabras dulces y amorosas. nientes a su alma, sino también en toda suerte de meneste­
Véase un ejemplo: «Mientras hacía las oraciones de la tarde res.
-refiere en el Diario- se me ha acercado el Ángel y dándome ¿ Quién no ha leído, en la vida de los santos, episodios cu­
un golpecito en la espalda me ha dicho: riosísimos acerca de los servicios que el Ángel de la Guarda
-¿Cómo, Gema, tanta pereza para la oración? les prestaba? A San Raimundo de Peñafort le despertaba para
-No -he respondido-, no es pereza; es que hace dos días la oración; a la Beata Francisca de las Cinco Llagas, en oca­
estoy algo malucha. sión de tener una mano enferma, le partía el pan en la mesa;
-Aplícate a cumplir con tu deber -ha añadido él- y verás a Santa Rosa de Lima le servía de recadero para cuanto de­
cómo Jesús te quiere más y más cada día. seaba ordenarle, y encontrándose enferma le preparó en al­
Le supliqué que fuese a pedir permiso a Jesús para pasar guna ocasión una suculenta taza de chocolate; a la Beata
la noche en mi compañía. Desapareció al punto y, obtenido el Crescencia de Has le encendía el fuego y cuidaba de las ollas
deseado permiso, volvió de nuevo»!'. para que pudiera permanecer más tiempo en adoración ante
el Santísimo, y a la misma Beata, en ocasión de encontrarse
9
Pueden leerse a este respecto las cartas 46 y 54 al director. enferma y no poderse mover en el lecho, la volvía a una y otra
10
Véase la carta 119 al mismo, y el Diario en las págs. 59, 97-98, 104.
11
Pág. 76. 12
Carta 114 al Padre Germán.

364 365
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

parte, comprobando todos los presentes que lo veríñcabañ


manos invisibles.
Hechos semejantes a estos los encontramos numerosísí»
mos en la vida de nuestra santa joven. Vamos a referirlos con
toda sencillez, bien persuadidos de que, si provocan las ne­
cias carcajadas de los impíos, estimularán a las almas buenas
a bendecir al Señor y ser cada vez más devotas de su Ángel
@ustodio.
Cuando el Padre Germán pasaba por Luca se detenía, se­
gún hemos dicho, en casa de los señores Giannini. Al levan­
tarse por la mañana solía llamar a la puerta del cuarto donde prestaba cuantos servicios necesitaba.
cllormían doña Cecilia y Gema para despertarlas y avisarlas era
ya hora de salir a oír Misa y comulgar. El buen Padre daba
también a Gema su bendición para ir a acostarse. Pues bien;
cuando él faltaba, desempeñaba estos mismos servicios el Án­
gel Custodio de Gema, despertándola por la mañana y dándole
la bendición por la noche. «Después de su partida -escribe al
director- he quedado con mis queridos ángeles; pero solo dos, -O duermes o me marcho.
el suyo y el mío, se dejan ver. El suyo ha aprendido a hacer lo En otra refiere que, encontrándose el Ángel junto a su le-
que hacía usted: por la mañana viene a despertarme y por la cho para protegerla contra el demonio, le dijo:
noche me da su bendición»!'.
-Tengo sueño.
Muchas veces encontramos que Gema recibía tiernos
-Los ángeles no duermen -le respondió Gema.
ósculos del Ángel del Padre Germán, pero era más frecuente
que recibiese esta señalada muestra de cariño de su propio -Es verdad -replicó el Ángel-, pero tengo que descansar.
Ángel. «Un Ángel-escribe- que reconocí era el mío me abrazó «Me di cuenta -añade Gema- de que lo decía por divertir­
muchas veces y me besó innumerables ... Continuaba yo llo­ se» 15• ¡Y cómo debía de divertirse el celestial espíritu con la
rando y él me levantó del lecho, me acarició tiernamente y inocencia y sencillez de esta bendita criatura!
besándome me decía: En cuanto a los servicios que el Ángel le prestaba, los
-Jesús te ama mucho, ámale tú también. encontramos de todo género. En una carta refiere cómo
Me bendijo y desapareció» 14. vino a desnudarla y acostarla16• En otra refiere que la volvía
Necesitaríamos un capítulo especial para referir todas a una y otra parte en el lecho, por no poder ella hacerlo17• En
las ternezas y caricias que Gema recibía de su Ángel Custo­ una tercera carta refiere: «Después de comer me sentí mal;
dio.
15
Diario, pág. 57.
16
13
Cartas 12 y 13. Cartas 18 y 35 al Padre Germán.
17
14
Carta 37. Carta 114 al mismo.

366 367
PAD RE S GERM ÁN Y BASILIO, C. P.

entonces el Ángel me trajo una taza de café, al que echó ciefs


tas gotas de un líquido blanco. Estaba tan rico que inmedia­
tarnente me sentí curada. Después me hizo descansar un
Fato. Muchas veces le hago pedir permiso a Jesús para que
esté en mi compañía toda la noche; va a pedírselo y vuelve
IIlO abandonándome, si Jesús le autoriza, hasta la mañana
siguiente» 18•
No fue esta la única vez que el Ángel curó repentinamente
a Gema. Por no multiplicar hechos semejantes, nos contenta­
rnos con decir que la primera vez que recibió las llagas de la
flagelación vino el celestial espíritu a curárselas. «Estos días
pasados -escribe al director- ha venido el Ángel con más fre­
cuencia. El viernes estuvo a ponerme buena, pues siendo la
primera vez que recibía los golpecillos de Jesús (los azotes de
la flagelación de Jesús), quedé con ellos postradísima; la ver­
dad es que para nada valgo. Me dijo el Ángel que Jesús se ha­
bía compadecido de mí, porque siendo tan pequeñita no hu­
biera tenido fuerzas para resistir hasta la hora en que Él
había muerto en la cruz».

Llevando y trayendo la correspondencia

Pasemos ahora al otro punto no menos interesante, o sea, terrarum?»!".


a los servicios que el Ángel de la Guarda presta a Gema lle­
Cuando afirmaba el Padre Germán que la Santa enviaba
vando y trayendo su correspondencia. Creemos que esta ma­
cartas a diversas personas por el Ángel, su humildad no le
teria es interesantísima y vamos a procurar tratarla con toda permitió consignar que también él recibió y transmitió nu­
precisión. merosas cartas por semejante ministerio angélico.
Ante todo, ni el Ángel de la Guarda llevaba y traía todas Afortunadamente poseemos toda la correspondencia cru­
las cartas a Gema, ni lo hacía siempre en la misma forma. zada entre Gema y su Director, pudiéndola clasificar en la si­
Al tratar este punto el Padre Germán, se contenta con es­ guiente forma: expedida y recibida de modo corriente; trans­
cribir lo siguiente: «Le daba al Ángel de su Guarda encargos mitida por ministerio angélico y recibida por correo;
para el Señor, la Santísima Virgen y sus Santos protectores transmitida y recibida por el Ángel de la Guarda.
18
Diario, págs. 91, 64. 19
Epistolario, pág. 78, nota.

368 369
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

La sierva de Dios consigna en la mayoría de sus camas la


forma en que las remite. Véase cómo declara en muchas gue
las transmite del modo corriente: «Esta carta no me la ha
~l!lerido franquear la tía, y lo ha hecho Julia en su lugav».
«i@sta carta se la entrego a Julia para que la lleve al correo».
«~o no tengo dinero para franquear esta carta, así que la
echo en el buzón sin franqueo: ¿verdad, Padre mío, que 10
abonará usted»:".

Correspondencia rehusada por el Angel

Hay otras cartas que se las entrega al Ángel para que las
lleve, pero que no se las lleva. «Su Ángel -escribe al Director­
no_ quiere recoger las cartas; tengo preparadas dos, pero las
deja donde las coloco; ¿es que usted no quiere recibir'las» " _
En otra ocasión tenía que escribir al Padre Germán, y re­
dactada la carta, se la entregó al Ángel. El Ángel no la llevó en
varios días. Como el Director no recibiera la carta esperada,
se adelantó a escribir a Gema propinándole una buena re­
prensión por su tardanza en escribirle. «Padre mío -le con­
Véase la inmediata respuesta: «La carta de Gema eneo­
testaba la sien.,~ de Dios-: ¡Si viera lo que son las cosas!. .. y
mendada al Ángel Custodio me fue fielmente entregada. ¡Viva
todo porque el Angel no ha recogido la carta». En otra parte
se lamenta de que su Ángel no le lleve las cartas tan pronto Jesús!».
como desearía, atribuyendo esa tardanza a su negligencia en ¿Se quieren todavía pruebas más concretas de que el Án­
obedecer. gel tomaba las cartas haciéndolas llegar a su destino? Aduz­
camos solamente dos, pero muy concluyentes. Escribiendo
doña Cecilia al Padre Germán, le dice: «El día 12 (de junio de
1901) le fue remitida una carta; ¿la ha recibido? Fue expe­
Cartas recogidas y llevadas por el Ángel
dida en la siguiente forma: se la entregué a don Lorenzo,
quien la colocó bajo llave el día 12. A las tres de la tarde del
, Digamos ahora de las cartas recogidas y llevadas por el día 13 estábamos Gema y yo en el jardín, Gema con el niño
Angel, pero que llegan por correo a su destino. Son estas mu- en brazos y yo trabajando a ganchillo. De repente me dice
que el Ángel había salido por la ventana del cuarto de don
2
° Carta 12 al Padre Germán.
21
Carta 21 bis. 22 Véanse las cartas 25, 35, etc., al Padre Germán, la 4". a Anita, etc.

370
371
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Lorenzo llevando en su mano la carta. Yo fui presurosa a lla­


mar a don Lorenzo, que tema la llave en el bolsillo y des~ués
de referirle lo ocurrido, le dije: "Vamos a verlo".
»Miramos, y efectivamente la carta había desapareciclo
Así que, dígame, sin pérdida de tiempo, si la ha recibido».
[!Iabla a continuación de otra carta igualmente llevada por el
Ángel, y añade: «Esta la escribió el sábado, día 15». He aquí
la respuesta: «Recibo en estos momentos (seis y media de la
tarde del 21 de junio) las dos cartas de que me hablaba en su
gratísima última. Una lleva fecha del 12 y la otra carece de
fecha; y me han llegado juntas. Dios es caridad infinita; ¿qué
extraño que le veamos abajarse hasta sus pobres criatu­
ras?»23.

Forma en que llegaban a su destino

Visto, por tanto, que efectivamente el Ángel de la Guarda


recogía todas sus cartas y las llevaba, ocurre preguntar: «¿En
qué forma las recibía el Padre Germán? Todas estas de que
hasta ahora nos hemos ocupado las recibía por correo. La
regla dada sobre ese particular a doña Cecilia era la siguiente:
«Con respecto a las cartas del Ángel, que Gema se las entre­
gue a usted cerradas y franqueadas. Colóquelas en lugar
apartado, y el Ángel verá si Jesús le ordena tomarlas». Las
tomaba realmente el celestial espíritu cuando Jesús se lo or­
denaba, pero era lo ordinario que el Director las recibiera por
correo. Así que era un favor extraordinario y milagroso, orde­
nado a demostrar lo agradable que era al Señor la virtud de
nuestra santa joven.
Y digo que era lo ordinario que recibiese el Padre Germán
tales caiias por correo, porque también nos encontramos con
que algunas las recibió directamente por ministerio angélico.

23
En el Epistolario, pág. .146. Léase también las notas de las páginas 78 y
84 referentes a esta materia.

372 373
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

mente cartas del Ángel de la Guarda. Más explícito que <S©n la


Madre Josefa parece haber sido el bendito Padre con el eaFI<f)­
rtígo don José Gueri, Regente más tarde de la Dataría AN©St©­
tica, quien escribiendo sobre este particular en 1930 al e:nt©n­
ses Postulador de la Causa de Gema, Padre Egidio de l0s
Sagrados Corazones, manifiesta haberle contado el Padne
~eJ.íillilán que se las traía en el pico un pájaro misterioso.
Pongamos fin a este capítulo bendiciendo al Señor, admi­
nable sobre toda ponderación en sus santos. No nos extrañe­
mos en demasía, como dice San Bernardo, de que se haga visi­
ble quien invisiblemente siempre nos guarda. Persuadámortos
más bien de que, según sostiene el Padre Germári al terminar
esta materia, si fuéramos inocentes, puros, humildes, sencillos
de corazón, llenos de fe y de santos deseos de perfección, nues­
tro Ángel nos amaría y colmaría de favores como el suyo
amaba y colmaba a Gema Galgani.

En estos menguados tiempos en que tan suelt0 aNfüt el


demonio por el mundo y tan patente se deja seNtiF su aec.si<f>n
en muchos de sus míseros esclavos, al:mn.dan: los ·ngenu0s
que se maravillan y escandalizan de que ese espíritu de peFéli­
ción intervenga en las vidas de los santos, siquiera sea paua
perfeccionarlas y embellecerlas.
Como quiera que el Señor no subordina sus dísposieiones
a los gustos de los tiempos y a las necias exigencias de sus
enemigos, permite al demonio en nuestros días, como en la
Edad Media y en todos los tiempos, tentar nuestra virtud, sir­
viéndose de ese enemigo del género humano para probar a
los hombres como el oro en el crisol y hacer la selección en­
tre réprobos y escogidos.
La divina Providencia no permite, sin embargo, que seamos
tentados sobre nuestras fuerzas; antes bien, ordena sapieritísi­
mamente que los niños en la virtud sean tentados como niños y
los gigantes, como gigantes.
Gigante en la virtud es sin duda la virgen de Luca; natu­
ral es que sus combates con el infierno sean reñidísimos y

374 375
PADRE S GERM ÁN Y BASILI O, C. P.

formidables. De Gema puede afirmarse lo que la Sa1l:5idl.!1Eía


dice de Jacob: que le preparó el Señor una gran batalla @arm1
~l!le saliera vencedora. Según la magnitud de los combates
que hubo de sostener contra el infierno nuestra heroína, flme
la grandiosidad y brillantez de sus victorias.
Escribiendo al director le dice: «Hace dos días que Jes'l!ls,
<11.espués de la comunión, me repite: Hija, el demonio te está
preparando una gran batalla; y estas palabras me las hace sen­
tiiF a cada paso en el corazón» 1•
Bien sabía el esclarecido director que el demonio recibió
&e Dios extraordinarios poderes para tentar y seducir a su
santa dirigida. Desde el principio de su dirección le hizo es­
cribir una solemne protesta de que nada quería con el demo­
nio", al tiempo que le indicaba el saludo con que debía recibir
todas las apariciones, llegando a exigirle escupiera en el ros­
tro a cuantos personajes se le aparecieran.
Es que, verdaderamente, el mismo Padre Germán apa­
rece en esta materia como asustado, siendo muy cierto que
en pocas vidas de santos encontramos que el Señor conce­
diese al demonio la libertad para engañar y atormentar que
descubrimos en la de nuestra santa joven. No hay para qué
decir que el maligno espíritu se aprovechó largamente de
ella.

Acción seductora

Empezó tratando de seducir y engañar a Gema incitán­


dola, ora a la presunción, ora a la desconfianza y desespera­
ción.
Para lo primero poníale ante los ojos que el confesor
guardaba cuidadosamente sus cartas con intención de publi­
carlas un día para gloria y alabanza suya. No dejaba de ser

1
Carta 66.
2
Puede leerse en la pág. 37 del Epistolario.

376 377
PADRE S GERMÁN Y BASILI O, C. P.

gaña, ¿Me perderé entonces por las palabras del confes@r:?- ...
¡Ayúdame Tú, oh buen Jesús!; [dímelo!».
Así era como se resistía a las malignas sugestiones y @@m0
terminaba por entregarse con mayor ardimiento al divino
servicio.

IJF,1npujándola a la desesperación

Más molestas que estas tentaciones resultaban aquellas


@tras en las que, aprovechándose el enemigo de las desola­
sienes y temores de perderse de la santa joven, procuraóa
empujarla a la desesperación. Clamaba la pobre Gema por
Jesús, lo buscaba con febril afán y al no aducir el divino Sal­
vador a sus clamores se presentaba en su lugar el demonio y
le decía: «¿No ves que ese Jesús no te escucha ni se ocupa de
ti? ¿Por qué te cansas corriendo tras Él? Abandónalo ya, re­ cétera»6•
signándote a tu triste suerte»". Esta tentación ha causado en Como nada lograba el astuto tentador con semejantes
todo tiempo indecibles angustias a los santos. Superfluo es insinuaciones y sugestiones, acudía a la violencia, siendo
decir que también Gema padeció con ella indecible marti­ muy frecuente que cuando se ponía a escribir le arrancase
rio. la pluma de la mano, le hiciese trizas el papel, la arrojase
A veces pasaba el tentador más adelante recordándole del escritorio y hasta la agarrase por los cabellos, arrastrári­
apariencias de pecados y tratando de persuadida que por dola por el suelo, no sin que llegase a quedarse con mecho­
ellos estaba ya sentenciada al infierno4• nes de cabellos entre los brutales dedos. Al desaparecer des­
pués de ejecutadas tales violencias, gritaba desesperado:
-¡Guerra, guerra a tu Padre!".
Procurando aislarla de sus directores Al referir estos hechos añade el Padre Germán: «Debo
decir confidencialmente que el Maligno supo bien guardar
Nada desesperaba tanto al infierno como la docilidad de su palabra». Estas palabras ocultan muchas y grandes cosas
la sierva de Dios en dejarse totalmente gobernar por sus di­ que la humildad del bendito Padre ha querido dejar en el
rectores. ¿Qué no podría prometerse el maligno espíritu de misterio.

5 Carta 106.
3
Carta 41 a Monseñor Vol pi.
4
6
Carta 111.
Véanse la carta 26 a Monseñor Vol pi y numerosos éxtasis, por ejemplo, 7
los números 32, 33, 44 y 45. Carta 71 al Padre Germán.

378 379
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Contra la obra de Monseñor Volpi

También la obra de Monseñor Volpi desconcertaba al in­


fierno, llegando el demonio en su empeño por neutralizada
f contrarrestarla hasta tomar la forma del prelado. «Cierto
éltía -refiere el Padre Germán-, habiendo ido a la iglesia para
eonfesarse. mientras se preparaba al lado del confesonario
vio que ya el confesor, sin saber por dónde ni cómo, estaba
en su puesto esperándola. Se extrañó de ello, sintiendo al
punto turbación, como le acontecía siempre que se encon­
traba en presencia del demonio. Ello no obstante, se llegó al
confesonario y empezó la confesión corno de costumbre. La
voz y los modales eran evidentemente del confesor, pero las
palabras eran de lo más indecente y escandaloso que cabe
imaginarse, yendo acompañadas de gestos y acciones desho­
nestas.
-¡Dios mío -exclamó la pobre joven-. ¿Qué es esto? ¿Y
dónde me encuentro?
A tal vista y tales discursos púsose a temblar de pies a ca­
beza la inocente joven, quedando como desvanecida; pero co­
brando luego el ánimo se alejó de allí, viendo que el presunto
confesor había desaparecido sin que nadie le hubiese visto
salir.
Era el demonio, que con tan malignas artes se proponía
engañar a la piadosa joven, haciéndole perder la confianza
que tenía puesta en el confesor.
Una vez, sin embargo, logró representar su papel con
tanta propiedad que, permitiéndolo Dios, logró persuadir a la
pobrecita que era su propio confesor en persona. Por fortuna
me ocurrió a mí por aquellos días tener que pasar por Luca. y
enterado del caso conseguí, no sin gran trabajo y en virtud de
santa obediencia, que recobrase la paz perdida y la confianza
en aquel santo sacerdote»8• tan extraña carta.
No fue esta la única ocasión en que el demonio se sirvió
8
Véase la carta 6 al Padre Germán. de cartas fingidas para privar a la sierva de Dios del apoyo y

380 381
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

guía de sus Padres espirituales. Poseemos otras no mesaos Tomando diversas figura!S
perversas y mal intencionadas.

'Rara privarle de la ayuda del Padre Pedro Pablo

Recordará el lector el inmenso bien que procuró a Gema


el Padre Provincial Pedro Pablo, más tarde Monseñor Mores­
ehiní. Él fue de los primeros Pasionistas que descubrieron la
acción de Dios en las cosas de la santa joven; quien la consoló
en las graves vacilaciones que se siguieron a la aparición de
las llagas; quien a ruegos de Monseñor Volpi obligó al Padre
Germán a venir a Luca para examinar el espíritu de Gema.
Pues bien; el espíritu maligno trató no solo de privar a la
sierva de Dios de la ayuda que recibía de tan ilustre religioso,
sino también servirse de él como de instrumento para arreba­
tarle el confesor y el director y ocasionarle otros gravísimos
males.
Para ello hizo que dicho religioso recibiera dos cartas ex­
trañas: la primera como de Monseñor Volpi, aconsejándole
que se desentendiera de ella, por tratarse de una ilusa, y la
otra como del Padre Germán, calificándola de hipócrita y re­
comendándole interviniera para que la familia Giannini la
arrojara de su casa.
Afortunadamente, el Padre Pedro Pablo estaba preparado
para todo. Hizo serenamente algunas averiguaciones, lo­
grando comprobar que se trataba de una estratagema diabó­
lica.
(Véase otra carta de idéntica procedencia a Monseñor
Volpi en las páginas 148 y 149 del Epistolario, nota).
La pobre sierva de Dios sufría horriblemente viendo a
todo el infierno conjurado para perderla. «El demonio -escri­
bía al director- se ha propuesto arruinarme. Está desencade­
nado y pone en juego todas sus fuerzas-".
'º Otra aparición refiere la Santa en el Diario,
pág. 96.
9
11 Véase minuciosamente referida una de tales desapariciones en la
Carta 69. Véase también la 74 y la 75.
carta 6." al Padre Germán.

382 383
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

queroso enano, de perro rabioso, de dragón con dilatacftas


fauces y afilados dientes, de gato negro descomunal y de
0t,uas distintas fieras salvajes. Los últimos años fuenorí fre­
e.mentísimas todas estas apariciones, hasta el extremo de que
la: santa joven llegó ya a perder el temor y espanto que en un
,lDFincipio le ocasionaban, confiando, por otra parte, que la Violencias satánicas
griacia de Dios sabría convertir en su provecho las maquina­
ei<mes infernales12•
Véase por vía de ejemplo una de tales apariciones presen­
t:dada por el Padre Germán. «En cierta ocasión -escribe este­
asistía yo a Gema, enferma de gravedad. Encontrábam.e en
un ángulo de la habitación rezando en mi breviario, cuando Unas veces la golpeaba con füei.eza, otr.as la anras ,naoa
vi cruzar corriendo por entre mis piernas un enorme gato ne­ por el suelo, cuándo la mordía como un perno, euán<1l.0 la ti­
gro, de figura horrible, que después de dar una vuelta por raba por los cabellos hasta arrancérselos, ya se ru:m0jaTua so­
toda la habitación fue a colocarse sobre el respaldar inferior bre sus espaldas arañándola, ya, fifialmente, la sacali5a del le­
de la cama de hierro, frente por frente de la enferma sobre cho, dejándola en el suelo sin serrtidol",
quien lanzaba miradas feroces. A mí se me helaba la sangre Excusado es decir lo mucho que sufría la inocente viFgen
en las venas, en tanto que Gema seguía tan tranquila. Ocul­ bajo los despiadados golpes del infernal enemigo. k:. veces
tando mi turbación, le pregunté: aparecía su carne toda amoratada, otras sentía como deseo­
-¿Qué hay de nuevo? yuntados todos los huesos; en ocasiones hubo de guardar
-No se asuste, Padre -me respondió-; es ese cosaco de cama a consecuencia de los malos tratos recibidos y hasta en
demonio que quiere molestarme, pero estese tranquilo, que algún caso llegó a persuadirse de que realmente la mataba.
no le hará daño alguno. No menos que tales atentados contra la vida temía la pu­
Me acerqué temblando con el agua bendita, rocié el lecho dibunda doncella las tentativas diabólicas contra la pureza.
y desapareció la aparición, quedando la enferma tranquilí­ Ofrecía el inmundo espíritu a las castas miradas de Gema
sima, como si nada hubiera pasado». vergonzosas desnudeces; la incitaba a cometer deshonestida­
Interrogada doña Cecilia sobre este hecho, que también des; ponía sobre ella las manos para excitar torpes compla­
se lo refirió el Padre Germán cuando acababa de suceder, cencias y cometía otras mil diabluras que la pluma se resiste
añade: «Fue en octubre de 1902, cuando encontrándose el a transcribir.
Padre Germán en la habitación de Gema, vio el enorme gato Escuchemos la llaneza e ingenuidad con que la sierva de
de que habla. Debo notar que no existía en casa semejante Dios refiere estas violencias satánicas. «Hoy creía -escribe
gato y que estando yo en aquella ocasión trabajando en la en el Diario- verme libre de aquella fiera bestia pero no ha

12 13 Pueden leerse diabluras de esos géneros en las cartas 18 y 103 al Padre


Pueden leerse algunas de tales apariciones en las cartas 22 y 31 a
Monseñor Volpi, en las págs. 56-57 del Diario, etc. Germán, en la 34 a Monseñor Volpi, en las págs. 59-60 del Diario, etc.

384 385
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

sucedido así. Me dirigía al aposento para descansar cua:n:fil0


e0menzó a descargar sobre mí tales golpes que creí qme me
mataba. Tenía la figura de un perrazo negro; me puso las
patas sobre la espalda, atormentándome tanto que pareeía
ijhle me trituraba los huesos. Hace tiempo también que al to­
mar agua bendita me dio tan fuerte golpe en el brazo que me
10 descoyuntó, cayendo en tierra presa de intensísimo dolors Jesús"».
~ero todo se remedió muy pronto, porque Jesús me tocó con
su mano y al punto quedé curada» 14•

@bsesión y posesión diabólicas

No siempre eran de este género las violencias del cierno­


nio sobre Gema. Frecuentemente se revelaban en lo que lla­ venga inmediatamente; el demonio me las hace de t0clas las
man los místicos «obsesión» y hasta «posesión diabólica». especies ... Ayúdeme a salvar mi alma, pues tengo mied0 ae
Bajo la acción del espíritu infernal se sentía la sierva de Dios encontrarme en manos del demonio»15•
como encadenada en sus miembros, en sus facultades y hasta Este miedo de Gema aparece muy legítimo si se tiene en
en su lengua, o bien obligada a ejecutar movimientos y accio­ cuenta que poseída del espíritu maligno llegaba hasta vol­
nes que repugnaban a su voluntad. verse contra las personas que la rodeaban, destrozar ob>jetos
El primer empeño del enemigo de la salvación era privar sagrados, escupir a la imagen de la Santísima Virgen y el cru­
a la sierva de Dios de su acostumbrada oración. Apenas se cifijo, retorcerse como desesperada por el suelo y, otros actos
recogía para tan santo ejercicio, cuando le hacía sufrir horri­ semejantes. Sabemos por la teología mística que pueden
bles dolores de cabeza, le descomponía los humores, le infun­ darse estos casos, y las vidas de los santos más de una vez los
día náuseas y repugnancias, con que se esforzaba por re­ registran. Dios permite la posesión diabólica en los santos
traerla de su trato con el Señor. para proporcionar a estos más glorioso triunfo y más humi­
No paraba aquí la acción diabólica sobre Gema. «Aun­ llante derrota al demonio. Posesionado este espíritu maligno
que muy raras veces -dice el Padre Germán-, ocurría que el de todo el cuerpo y facultades sensitivas de los santos, arras­
demonio la poseía por completo, ligándole las potencias del trándoles a cometer verdaderas impiedades, a la postre tiene
alma (entiéndase que excluida su voluntad) y perturbando que confesarse vencido, comprobando no puede doblegar su
su imaginación hasta el extremo de aparecer como posesa; voluntad ni apartar su corazón del amor divino.
daba pena contemplarla en semejantes circunstancias. Sen- «Este demonio -escribe al director- es el que hace que
cuantos sentidos, sentimientos y miembros tengo en mi
14
Pág. 58. Otro ataque parecido con la victoria consiguiente de la Santa
puede leerse en las págs. 89-90. 15
Carta 66.

386 387
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

cuerpo estén todos en pecado y todos corrompidos: solo f.raM Eficacisimos proteaores
una excepción... el corazón, sede de Jesús»16•

'iflras los combates con el infierno, las consolaciones celestiales

Dice el sagrado Evangelio que después de triunfar J esu­


erísto de las tentaciones del demonio en el desierto, se le
acercaban los ángeles para servirle. Después de triunfar glo­
Fiiosísimamente nuestra santa joven de las maquinaciones in­
fernales a que era sometida su virtud, llegaban las divinas
consolaciones, tan grandes y misteriosas como las tentacio­
nes vencidas.
Superada en cierta ocasión una de esas terribles pruebas,
«apenas me puse de rodillas -escribe al confesor- se me pre­
sentó Jesús y me entretuve con Él largo rato. Le pregunté
dónde había estado.
-A tu lado -me contestó.
-¡Oh Jesús mío! -le díje-. Mucho me ha dado qué sufrir
aquella bestia infernal, y debo estar llena de pecados con lo
mucho que te habré ofendido.
-No, hija mía -me respondió Jesús-; no me has disgus­
tado en lo más mínimo, puesto que en nada has consentido.
Me he solazado con Jesús todo el resto de la noche. ¡Oh
Monseñor, qué hermosa es la presencia de Jesús y qué ho­
rrenda la vista del diablo!»17•
A veces no se contenta el Salvador con asegurarla de su
buen comportamiento en la pelea; la instruye sobre las pre­
cauciones que debe tomar y el modo de conducirse en los
combates 18•
19 Ibtd.
16
Carta 120. 20 Un interesante caso se puede ver en la carta 35 a Monseñor Volpí.
17
Carta 10. Véase otra parecida violencia de Satanás y diálogo con Jesús 21
Carta 25 a Monseñor Volpi.
tras la victoria en la carta siguiente. 21
Carta 10 al mismo.
18
Véase la carta a Monseñor Volpi. 23 Véanse las cartas 41 y 23 a Monseñor Volpi.

388 389
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Como escudo de defensa contra los ataques de Saitan:is


usaba también escapularios, medallas y en los últimos añ0s
una reliquia de la Santa Cruz que para dicho objeto le había
negalado el Padre Pedro Pablo. Encontraba tan eficaz cd.e­
fensa en estos objetos que, viendo frecuentemente al derno­
IiJ.iio impotente para atormentarla, poníase a hostigarle y m0-
farse de él24•

IJil demonio corrido y vencido

Esto de mofarse del demonio y hacer como que tomaba a


chacota sus amenazas y crueldades era también bastante fre­
cuente, hasta que el Padre Germán le prohibió detenerse en
pláticas y denuestos semejantes. Cuando vencido y corrido el
demonio huía precipitado, le despedía con sonoras risotadas.
«Si lo hubiera visto, Padre -escribía al director-, cómo trope­
zaba al huir furioso, se hubiera reído como yo me reía».
«Después de estas palabras -escribe en otra ocasión- quedé
tranquila en el lecho y me reía mirando los feos visajes que transformante.
hacía y la rabia que le devoraba. Me amenazaba con ator­
mentarme si me ponía en oración.
-No importa -le respondía-; sufriré por amor de Jesús.
En resumidas cuentas, que hoy me he divertido bas­
tantes".
En cierta ocasión se puso el demonio a azotarla despiada­
damente. Sin inmutarse lo más mínimo, le dijo:
-Está bien; tenía hoy que tomar la disciplina por mis
propias manos y vienes tú a evitarme ese trabajo.
Enseñan los Doctores Místicos que cuando las almas lle­
gan a la unión transformante con el Sumo Bien ya no temen
ni se inquietan por las tentaciones y acometidas del demonio,
seguras de que no ha de reportar ganancia ni victoria sobre

24
Véase el Diario, págs. 59-61 . 26
25
Carla 74 al Padre Germán.
Diario, ibid, 27
Carta I O a Monseñor Volpi.

390 391
IDS
La fama de Gema

cuerdo, se edificaban con sus virtudes y veneraban su sepulcro.


Muy bien pudo declarar Monseñor Volpi:
«Mientras vivió la sierva de Dios, su nombre fue casi to­
talmente desconocido para los habitantes de Luca, a causa de
su vida oculta y de los dones extraordinarios de Dios que se
buscaba guardar en secreto; pero, una vez muerta, comenzó
a divulgarse la fama de sus virtudes y de los extraordinarios
favores de que apareció adornada. Esta fama creció rápida­
mente y se extendió por todo el mundo con la publicación de
la Vida escrita por el Padre Germán».

Su biografía

Ya dejamos indicado en el prólogo que esa Biografía cons­


tituye el pedestal sobre el que se yergue la fama de Gema

395
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

como santa y como mística esclarecida. A la extraordinaria


divulgación obtenida por ese libro se juntó una incesante pe­
regrinación al sepulcro de Gema y un influjo por demás con­
solador en la santificación de las almas.
Sirva de comprobante de lo primero el siguiente testimo­ Trámites para su glorificacioñ
nio de don Mateo Giannini, poco después de iniciado ese mo­
vimiento de atracción:
«Al cementerio acude una no interrumpida peregrinación
para visitar el sepulcro de Gema; creo que no pasa día sin que
haya alguna. También acuden muchos visitantes a m.i casa,
habiendo creído conveniente registrar en un álbum los nom­
bres de los visitantes ... Al principio eran muchísimos los que
nos pedían objetos a ella pertenecientes, hasta que el Padre
Germán creyó prudente retirarlos todos».
El Padre Germán se vio aureolado tras la publicación de
esa Biografía con una gloria que no le habían procurado sus
numerosos libros de literatura, hagiografía, filosofía y
arqueología. Los Superiores de la Congregación hubieron de
señalarle dos secretarios para ayudarle exclusivamente en la
correspondencia referente a Gema.
Mucho podríamos decir de las innumerables almas que lle­
gaban hasta él solicitando una palabra de dirección o consuelo.
Si ya para entonces tenía fama de esclarecido director de al­
mas, desde aquellas fechas, su confesonario comenzó a verse
rodeado de fieles llegados de las más varias procedencias. piritual: conversión de pecadores, consuelo de afligidos, vo­
Los frutos de salvación que se siguieron a la publicación caciones religiosas suscitadas, familias pacificadas, comuni­
de esta Biografía y a la fama de santidad de Gema fueron, y dades religiosas reformadas.
afortunadamente siguen siendo, incalculables. Podemos afir­ Respecto a los favores de orden terrenal, también se atri­
mar sin temor a ser desmentidos que cada página de este li­ buyeron a Gema desde la publicación de la Biografía numero­
bro ha sido instrumento de conversión para muchas almas. A sísimos. Se fueron recogiendo en sucesivas ediciones de la
unos atrae la inocencia inmaculada de Gema; a otros, su Biografía, lo propio que en revistas piadosas. No todos ofre­
asombrosa penitencia; quién se siente tocado de la gracia al cen las mismas garantías de milagrosos, pero hay muchísi­
considerar su cruenta participación en los tormentos de la mos con señales evidentes de ello.
Pasión de Cristo; quién, al contemplar la viveza de su fe en Con todo esto se iban allanando los caminos para proce­
los misterios de nuestra santa religión; para muchos es mo­ der canónicamente a la glorificación de Gema sobre la tierra,
tivo poderosísimo el celo por la salvación de las almas, y para o elevación al honor de los altares.

396 397
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

Se inician los Procesos

A favor de las gestiones realizadas personalmente por el


mismo Padre Germán, ya el mismo año de la aparición de la
Biografía, se abrió en la curia diocesana de Luca el Proceso
informativo acerca de la fama de santidad, vida, virtudes y
milagros de la sierva de Dios. Abriose dicho Proceso el 3 de
octubre de 1907 y, no obstante haberse atravesado no pocas
<dificultades, quedó cerrado y se remitió a la Santa Sede el 3
de diciembre de 1910.
Comenzaron las diligencias ante la Sagrada Congrega­ ción avanzada y de carácter tuberculose.
ción de Ritos el 27 de abril de 1911, para tener los eminentísi­ En 1907 fue la pobre enferma a casa de unos ~aroientes
mos Cardenales su última reunión en presencia del Papa el 4 suyos de Pistoia, donde, reconocida por el docten ~Iehrnei,
de diciembre de 1928. después de ratificar el anterior diagnóstico, acwnsejcó la 0pe­
En la generalidad de las causas de beatificación, el lapso ración. El caso aparecía desesperados la operación o un mila­
de tiempo entre la congregación general y el decreto pontifi­ gro.
cio suele ser de pocos días; pero, por salirse el caso de Gema Por aquellos días, el nombre de Gema estaba en todos I0s
tanto del marco común, ese lapso de tiempo fue nada menos labios. ¿No podía Gema hacer un milagro? -se dijo la buena
que de tres años menos cinco días. Al fin todo contribuyó a señora-. Dicho esto buscó una reliquia, se la aplíeó sobre la
realzar la suma prudencia de la Iglesia y la admirable santi­ rodilla enferma y comenzó una novena. Al terminarla se
dad de Gema, que desafía todas cuantas investigaciones se quitó la venda y con indecible sorpresa se encontró total­
quieran hacer sobre ella. La lectura del decreto correspon­ mente curada».
diente, por el que se declara la heroicidad de las virtudes de El certificado de los médicos llamados por la Sagrada Con­
Gema, se verificó el 29 de noviembre de 1931. gregación de Ritos para examinar el caso dice así: «La cura­
ción de la rodilla derecha de la señora María Menicucci es un
hecho que no cabe en los límites de los sucesos naturales».
Milagros El segundo milagro aprobado fue la curación instantánea
y completa de una úlcera varicosa en la pierna izquierda. El
Solo faltaba para proceder canónicamente a su elevación favorecido con ella, un sacerdote, Ulises Fabrizi, y la fecha
al honor de los altares la aprobación de dos milagros. Se cele­ del 26 al 27 de noviembre de 1919. Dicho señ.or sufrió una
braron las tres sesiones solemnes encaminadas a ello el 26 de rasgadura en la piel de la tibia izquierda. Corno ya contaba
abril de 1932, el 25 de octubre del mismo año y el 31 de enero setenta y cinco años y hacía largo tiempo que sufría de vari­
de 1933. En vista del resultado plenamente favorable, el 2 de ces, la rasgadura se convirtió muy pronto en úlcera varicosa
febrero de 1933, su Santidad Pío XI promulgó el decreto que, al empeorar de día en día, hizo muy pronto temer por la
aprobatorio de dichos milagros. vida del buen sacerdote. En tan adversas circunstancias,

398 399
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

acabó por reventar la úlcera, dándose la curación por punto


menos que imposible.
Como última tentativa se pensó llevarle a un sanatorio de
Roma para someterlo a la inspección de los mejores especia­
listas en la materia. «Entonces -declara el favorecido de
Gema-, alarmado por esta triste necesidad de tener que enca­
minarme a Roma, me recogí interiormente y, volviéndome
hacia la sierva de Dios con una ferviente plegaria, le dije:
-Gema mía, cúrame esta llaga; es que deseo verte sobre Nuevos milagros
los altares antes de mi muerte, que cuando esto haya conse­
guido me resigno gustoso a morir». Inmediatamente de esta exaltación al horion de los alta­
Después de esta oración se apoderó de don Ulises un res comenzaron a llegar las noticias de nuevos milagros
dulce sueño. A la mañana siguiente fueron a quitarle las ven­ obrados por intercesión de la nueva Beata. Se siguieron en
das para proceder a la cura. ¡ Cuál no sería la sorpresa de to­ su comprobación los severísimos trámites correspondientes
dos al no descubrir ni vestigio de la úlcera! ante las Curias diocesanas y ante la Sagrada Congregación
-Ha sido Gema -exclamó el agraciado, y, levantándose de Ritos, quedando al fin aprobados. Véase cómo se relatan
inmediatamente del lecho, púsose a caminar por la habita­ esos milagros en el decreto correspondiente del 26 de marzo
ción por ver si experimentaba algún dolor. Todos absoluta­ de 1939:
mente habían desaparecido. «Elisa Scarpelli comenzó a sufrir en el mes de noviembre
El dictamen de los jueces-médicos examinadores asegura: de 1932, en la parte izquierda de la cara, una enfermedad de­
«Afirmamos del modo más explícito, con firrne y clara concien­ nominada por los médicos lupus vulgaris, creciendo de tal
cia, que la curación de Ulises Fabrizi rebasa los límites del or­ suerte este mal que degeneró en una edemitis ulcerosa y en
den natural, debiéndose considerar como milagrosa». bolsa de fístula con pus.
»Resultando vanos los cuidados de la ciencia, se recurrió
únicamente a la intercesión de la Beata Gema. Estaba la en­
Beatificación fermedad en plena efervescencia la mañ.ana del 14 de mayo
de 1933, pero a las once de la misma mañ.ana, mientras en la
Aprobados estos dos milagros y expedito el camino para basílica vaticana se celebraba la solemne beatificación de
la beatificación, señaló el Papa como fecha de la misma el 14 Gema, se sintió Elisa instantáneamente curada; recubiertas
de mayo de 1933. las úlceras de piel, cerrada completamente la fístula, no que­
Sabido es que las beatificaciones y canonizaciones de los dando señal alguna de la enfermedad. Los peritos médicos
siervos de Dios revisten en Roma solemnidad extraordinaria. reconocen en ello un milagro.
Numerosas circunstancias contribuyeron a convertir la de »El otro favorecido milagrosamente se llama Natal Scar­
Gema en una de las más solemnes. La fama de que gozaba en pelli, que desde 1913, y más gravemente desde 1927, sufría
todo el mundo, las numerosas peregrinaciones llegadas a de varices, especialmente en la pierna izquierda. El 3 de

400 401
PADRES GERMÁN Y BASILIO, C. P.

abril de 1935, a consecuencia de una caída casual, se le


formó una herida que degeneró en úlcera. En la tarde del 3
de mayo, esa úlcera, pútrida ya, tenía una extensión de cerca
de nueve centímetros cuadrados. La hija del enfermo y la es­
posa invocaron con fervor el auxilio de la Beata Gema, apli­
caron sobre la úlcera purulenta una pequeña reliquia de la
Beata y vendaron la pierna. A la mañana siguiente aparecía ÍNDIGE
nueva piel sobre la úlcera, la venda estaba seca, no sentía
dolor el enfermo ni quedaba vestigio de enfermedad. Natal
ha podido volver a sus primitivas ocupaciones, haciendo 7
continuamente viajes a caballo, sin sufrir molestia alguna
ocasionada por las varices». PRIMERA PARTE
HISTORIA

Canonización CAPÍTULO I
NACIMIENTO DE GEMA. VIRTUDES DE UNA NIÑA
Aprobados por el Papa dichos milagros, se señaló para la (1878-1886) . 13
solemne canonización el 2 de mayo, fiesta aquel año 1940 de Nacimiento y bautismo 13.
la Ascensión del Señor. De la casa al colegio 14.
La solemnidad que acompañó al magno acontecimiento, Predilecta del padre 16
• • • • • • •· • • • •· • • •
a una con el fervor del público, excedió a toda ponderación. Gema y su madre •••••••••••••••• · 17
Era la primera canonización celebrada por Pío XII; asistían Suspirando por el Cielo •.•·••·•·•••••••··· 19
todas las personas allegadas a la Santa que habían presen­ Huérfana de madre . 20
ciado su beatificación y era la primera Santa del siglo XX ele­ Toma por madre a la Virgen ••••••••••••••• 23
vada al honor de los altares.
Los anhelos de los innumerables devotos de Gema queda­ CAPÍTULO II
ban colmados. Pliegue al Señor que esa suprema exaltación SU PRIMERA COMUNIÓN (1886-1887) . 25
sirva para despertar y avivar en las almas el deseo de imi­ En el colegio de las monjas ••··•••••••·•••••···· 25
tarla, singularmente en su ferviente devoción a la Pasión de Se prepara para su Primera Comunión • • • •· • •· 27
Cristo, a la Sagrada Eucaristía y a la Santísima Virgen; en su Día feliz . 29
perfecta abnegación y amor a la virtud angélica; en sus desve­ El día de su fiesta •·••······••························ 31
los por la salvación de las almas y por alcanzar las cumbres
de la santidad cristiana. CAPITULO lII
EJEMPLOS DE VIRTUD EN EL COLEGIO (1888-1893) .. 33
« Yo no conozco este pecado» •· 33
El natural de Gema •••. 34

402 403
ÍNDICE

Genia y sus maestras . 36


Devotisima de Jesús Crucificado . 3~
Primeras pruebas . 40
Ejercicios espirituales . 41
Aplicación . 42
Primera aparición del Angel . 43
Muerte de su hermano Ginés . 43 El gran pensamiento de Gema .
Te espero en el Calvario • • • • • •·· • •··· •·· •
CAPITULO IV Las llagas .
VIDA DE GEMA EN EL HOGAR. HEROICA Tía, mira lo que me ha hecho Jesús .
PACIENCIA EN LAS GRAVES DESGRACIAS El fenómeno .
QUE LE SOBREVINIERON (1894-1897) . 45
A sus diecisiete años . 45 CAPÍTULO VIII
Gema y un oficial del ejército . 46 MANIFIESTA EL DON DE LAS LLAGAS.
Vida ejemplar . 47 CONTRADICCIONES Y CONSUELOS
Anhelos de asemejarse a Jesús . 48 (junio-septiembre de 1899) . 75
Desgracias familiares . 49 Conoce a los Pasionistas . 75
Aquí está el dedo de Dios . 76
CAPÍTULO V Desacertada intervencián. médica . 78
ENFERMA GEMA DE MUERTE Y SANA MERCED A Se reproduce el fenómeno • • • • • • • 79
UN PRODIGIO (1897-1899) . 51 Jesús la consuela . 80
Año fatídico . 51
Testimonio de excepción • •·· •· • 81
En Camaiore . 52
CAPÍTULO IX
La tienta el mundo . 53
Gravísima enfermedad . PARTICIPANDO EN LA PASIÓN
54 83
DE CRISTO (1900-1901) .
Primero el alma . 55 83
Los azotes de Jesú.s .
De Pasionista . 57 85
Las espinas •••••••••••••••••••······
Enfermedades y privaciones . 57 lA. llaga del hombro • .. •· • • • • • • • • • • • • • • • • · · · 87
Curación milagrosa . 58 Interviene el confesor ••··•···················· 87
Otros sufrimientos • • • • •· • • • • • • • • • • • • • • • · · · · 87
CAPÍTULO VI
GEMA QUIERE SER RELIGIOSA CAPÍTULO X
(marzo-mayo de 1899) . 61 ES RECOGIDA EN CASA DE GIANNINI. VIDA QUE
Con redoblado [ervor . 61 LLEVABA (1899-1903) . 89
Anhelos del convento . 61 La familia Giannini • • • • • • • • • • • •· • • • 89
La Hora Santa . 62 Miseria e incomprensión • 89

404 405
ÍN DI CE

En la nueva casa............................................................. 90
Nuevo tenor de vida 91
Trabajo y conversación . .. .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

CAPITULO XI
OONOCE A SU NUEVO DIRECTOR
ESPIRITUAL (1900-1903) 97
ce Ese será tu director» . . .. . . .. . .. . . . . . . 97
ll.l Padre Ge1mán.................................................................. 98
'Relación epistolar . 99
Primer encuentro personal . 100
El pecador de Gema . 101
Director prudente . 103 CAPÍTULO XV
Opina su director . 104 ÚLTIMA ENFERMEDAD DE GEMA
(mayo de 1902-marzo de 1903) OC39
CAPÍTULO XII Se ofrece como víctima 139
UNA ILUSIÓN: SER PASIONISTA ......................................................... 109 Cura de momento . . .. . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . .. . . 140
Ayúdeme a ser Pasionista .. .. . . . . .. . . . 109 Noche oscura 141
Soñando por el claustro.................................................. 11 O El Padre Germán............................................................. 141
Las Pasionistas .. . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 111 Viático 142
Viaje e intento frustrados................................................ 112 Adiós al Padre Germán . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . .. . . . . . . .. . . 144
La venganza de Gema . . . . . .. .. .. . . .. .. .. . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 Adiós a casa Giannini 144
A pesar de todo 113 Anécdota y llanto .. . 145
Se afana por la fundación............................................... 114 Una carta 147
Las Hijas de mi Pasión .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Predicción de Gema .. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . 118 CAPÍTULO XVI
Conseguirá muerta lo que no consiguió viva . . . . . . . . . . . . . . . . . 118 MUERTE DE GEMA (abril de 1903) 149
Inmávil 149
CAPITULO XIII Guerra del infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 O
PERFIL HUMANO DE GEMA........................................... 121 Particulares . . . . . . . .. . .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Las vidas de los santos.................................................... 121 Arrecian los embates....................................................... 151
Rasgos característicos..................................................... 121 «Jesús mío, no puedo rnds» 153
Ingenuidad y agudeza .. .. . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Quiero ser toda tuya .. . .. . . .. . . . . .. . .. . .. .. . 154
Familiaridad con Jesús 124 Agradecida 154
Inteligencia y cultura...................................................... 125 Crucificada 155
Notas bajas 126 En total abandono 157

406 407
ÍNDICE

« Consummatun est» .. . . .. .. .. 158


Fama de Santa 159
1/Il sepulcro de Gema .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. . .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 160 « Tomo su cruz» .
Crucifixión de la carne .
SEGUNDA PARTE
VIRTUDES

165
iV0cación a la santidad . 165
«Seré santa» ···································································· 166
Inocencia nunca mancillada . 166
Supremos esfuerzos .. 168
Celestiales auxilios .......................................................... 168
CAPÍTULO IV
En las cimas de la contemplación . 169
Favores místicos .............................................................. 170 SU PACIENCIA [f!l9
Misión victima! ................................................................ 171
Carácter distintivo de la santidad de Gema . 172
La sencillez presidiendo sus relaciones con el Cielo . 173
Ingenua persuasión . 174
Santidad encantadora . 175

CAPÍTULO II
SU PERFECTO DESPRENDIMIENTO............................. 1 77 206
Negación imprescindible................................................. 1 77 207
Muerta a todo lo criado 178
Vestidos . . . . . . . .. .. . .. . ... .. .... .. .. . .. .. . .. . .. .. .. .. . .. . .. .. . .. .. .. .. . 1 79 CAPÍTULO V

Frivolidades..................................................................... 180 SU HUMILDAD 209


Intereses . . .. 180 Piedra de toque 209
Severas lecciones............................................................. 181 H.orror a la soberbia........................................................ 21 O
Despego de las criaturas.................................................. 182 El todo de Dios y la nada de la criatura .. . . .. . . .. . . . . .. . . . . . . . .. 211
El corazón en el Cielo 183 Confusión elocuente .. .. .. .. . . . .. .. .. . 212
La venganza del mundo . . . .. .. . . .. .. .. .. . .. . .. . .. .. .. . .. . .. . .. .. .. .. .. 183 Hiriéndola en lo vivo 213
Desprendimiento de la vida . . . .. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. .. 184 « l.,a pobre Gema» .. .. .. .. .. .. . . . .. 214
Hasta de los favores del Cielo 185 Íntima persuasión y calificativos despectivos 215
Ocultación de dones naturales 216

408 409
ÍNDICE

rumíWWL© \l,l

~lTuJ>iilMMitL.DAD EN LA EXALTACIÓN DEL CIELO 221


!JA base para los favores del Cielo 221
«Me complaceria vivir sin cosas extraordinarias» 222
Temores y desconfianza 223
r;J)eultándose a todas las miradas.................................... 224
Humillaciones en la exaltación 226
«El muladar de Gema» ~ 227
Totalmente desconocida 228

CAPITULO VII
SU OBEDIENCIA 229
Sin voluntad propia 229
Conducta de alma perfecta 230
En manos de sus directores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231 TERCERA PAR:rE
El placer de obedecer 232 MEDIOS DE SANTIEI CA@I(Í)N
Hasta el sacrificio de los celestiales carismas 233
Todo obedece en Gema: hechos demostrativos 234
Hasta los fenómenos sobrenaturales 235
Obediencia durante los éxtasis 236
Obediencia a preceptos mentales 237
<< Vete, Jesús» 238
Tras el triunfo, el galardón 239

CAPITULO VIlI Por el decoro del templo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211


SU PUREZA VIRGINAL 241 Principales devociones . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2'13
«Por la excelsa perfección de tu virginidad» 241 El fondo de la piedad y la piedad sin fondo 274
Con los primeros albores de la infancia 242
El pleno dominio del espíritu sobre la carne 243 CAPÍTULO 11
El voto de virginidad 243 ORACIÓN DE GEMA 27i2i
Pudor y recato 243 Importancia y grados de la oración 275
Hasta después de muerta 245 Alma de oración 276
Lirio entre espinas........................................................... 246 « Orad continuamente» 2'77

410 4H
ÍNDICE

Temas de meditación y forma de desarrollarlos.............. 2 78


!Facilidad para meditar 279
Conducta en las arideces 280

1La devoción por excelencia 283


Desde la cuna 284
fPrácticas piadosas 286
w Hora Santa 286
El ejercicio de la Agonía 289
Las aguas de las fuentes del Salvador 289

CAPÍTULO IV
ALMA EUCARÍSTICA 291
Destino providencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 91
El Cielo en la tierra 292
Como los ángeles 293
Tiernos desahogos 294
Volando hacia el Sagrario . .. .. . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 94
Arrojando nuevos carbones . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 5
CUARTA PARTrE
CAPÍTULO V ÉXTASIS, VISIONES Y AJJARIOIONES
LA COMUNIÓN DE GEMA 297
Ferviente súplica del Padre Germán 297 CAPÍTULO I
Ansias sublimes 297 ÉXTASIS 329
Diligentisima preparación 298 Nociones sobre los éxtasis 329
El momento dichoso 300 Clasificación de los éxtasis de Gema 330
Favores celestiales 301 Éxtasis mayores 331
El mayor tormento 303 Éxtasis extraordinarios 332
Comienzo de los éxtasis 333
CAPÍTULO VI Durante los éxtasis •••• •• 334
DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS 305 Éxtasis dolorosos 335
Devociones inseparables 305 w lengua expedita 336
«Mi fiesta» 306 Levitación 337
Singulares favores 306 «Tengo sed de tu sangre» 338

412 413
ÍINIDIOE

de los éxtasis
fI'émni1w 339
@bediencia en los éxtasis . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 340
Recuerdo de lo contemplado en los éxtasis . .. . .. . . . .. . .. . . . . . . 341

©Jffifml!JL© Il
~Si[ONES Y APARICIONES 343
Concepto y peligros de las visiones................................. 343
IJlas visiones de Gema y la conducta de sus directores 344
Candorosa persuasión 345
Miedo y desconfianza 345
Sabias precauciones 346
Sentido en que Gema deseó visiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 7
Visiones y apariciones en particular 349
Apariciones de Jesucristo 349
Apariciones de la Santísima Virgen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 51
Tiernas caricias de María................................................ 3 5 2
Corazón arrebatado y llevado al Cielo 353
Apariciones de San Gabriel.. 354
QUINlfA PAR:JIE
CAPfTULO ID
GLORIFICACIÓN Y MILA©ROS
EL ÁNGEL DE LA GUARDA 357
Críticas de la prudencia mundana
CAPÍTULO I
y enseñanzas de la Iglesia 357
LA GLORIFICACIÓN DE GEMA 395
Viveza de la fe y simplicidad infantil 358
La fama de Gema 395
Presencia habitual 359
Su biografía 39§
Persuasión candorosa 360
Trámites para su glorificación •· • 397
Dulces conversaciones 361
Se inician los Procesos 398
Maestro celestial.. 362
Milagros • •· 398
Censor inflexible 364 Beatificación . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . 400
Servicios cariñosos 365 Nuevos milagros 401
Servicios durante las enfermedades 367 Canonización •• ••• 402
Llevando y trayendo la correspondencia 368
Correspondencia rehusada por el Ángel 370
Cartas recogidas y llevadas por el Ángel 370
Forma en que llegaban a su destino 372

414 4U5
BIOGRAFÍAS SOBRE
. SANTOS CONTEMPORÁNEOS
(Siglos XIX - XX)
EL CURA DE ARS
Patrono de todos los sacerdotes del mundo
Francis Trochu
191 edición
DON BOSCO Y SU TIEMPO
Educador nato, patrono
de la juventud trabajadora
HugoWast
8,!edición
LA MADRE TERESA
Su vida y su obra
«Lo hacemos por Jesús»
Edward Le Joly
16,! edición

NO OLVIDÉIS EL AMOR
La pasión de Maximiliano Kolbe
André Frossard
7- edición
EL APÓSTOL DE LOS LEPROSOS
La vida del Padre Damián
Wilhelm Hünermann
7- edición
SANTA TERESITA
Vida de Teresa de Lisieux,
Doctora de la Iglesia
Maxence Van der Meersch
9~ edición
SANTA GEMA GALGANI
Vida de la primera santa del siglo xx
Germán de San Estanislao y Basilio de San Pablo
7] edición
EL PADRE PÍO
El capuchino de los estigmas
YvesChiron
10~ edición

UN OBISPO CONTRA HITLER


El beato von Galen y la resistencia
al nazismo
Stefania Falasca
2~ edición

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