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Mi último deleite por el fútbol

“Me mata lo que estás haciendo, yo no he hecho nada y es precisamente lo que me está
matando” Marwan (los amores imparables)

Era 2013, pre-promoción (cuarto de secundaria), el último y esperado día de los

juegos olímpicos intercolegiales; entre los mejores colegios rivales de la zona, Julio

Gabancho Enríquez y mi queridísimo José Macedo Mendoza, colegio identificado con los

colores blanco y rojo, el cual tiene dos campus, el primero al frente de una pequeña plaza

del Barrio Túpac Amaru, donde asisten los cachimbos hasta el tercer grado, y el otro, por la

salida de Macusani, para alumnos de cuarto a quinto grado. Los campus son extensos y

llevan el mismo nombre de la persona de quien las donó “Don José Macedo Mendoza”, un

reconocido hacendado de la provincia quién se fué a vivir al extranjero, los salones eran

fríos, pero con la decoración de los concursos que cada año se realizaba, quedada re lindo,

carpetas y sillas marcadas por los anteriores alumnos “aquí estuvo Luis maz nah – 2012”, y

la fachada de color crema con rojo. Por fin, llegó el último día de los juegos olímpicos y

todos tuvimos que asistir al estadio para alentar a nuestro equipo, era el deporte más

esperado, no solo por los estudiantes, también por los profesores y padres de familia. Si se

ganaba este deporte, es como si te hubieras llevado la copa de todas las disciplinas, “el

fútbol”.

Sí el fútbol, mi salón desde ese año empezó a recaudar fondos, fuimos muy

organizados para las actividades y más si se trataba de generar ingresos para nuestro

esperado y ansiado viaje y baile de promoción, muy entusiasmados porque somos la

promoción “Bodas de Oro”, sentía ya toda esa emoción mezclada con adrenalina de solo
pensar en ello; así, nos organizamos para vender algunos bocaditos, y no dejaríamos pasar

esta oportunidad de negocio, puesto que habría bastante concurrencia de alumnos, padres y

docentes. Luego terminamos con la venta del día, casi todos los bocaditos los compró un

amigo de mi hermano, Erick, a él ocasionalmente lo había visto en casa, pero nunca

hablamos, y en ese momento noté su mirada, con desdén de deseo o tal vez será mi

imaginación, me dije - en fin, el objetivo era tener el efectivo - agarramos nuestros

pompones, los chicos su batuca, las chicharras y en lo más alto del estadio nos acompañaba

la banda. Fue el ingreso de los muchachos de la selección, se armaba un furor incontrolable,

la bulla era a todo pulmón, las chicharras, la banda iniciaba con una tonada de tinkus, todos

bailábamos, alumnos, profesores y algunos padres, que se dejaron llevar por la emoción,

pues era la danza con la que cada año nos presentamos en la veneración de la Virgen

Inmaculada Concepción, patrona de Macusani, por otro lado, al ingresar el equipo

contrario, hicieron estallar las batucas con pica pica de papel, unos minutos después inició

el partido, no era una rivalidad de solo fútbol, también de barra e iniciamos los del Macedo,

 ¡Cuidado con mi equipo, que juego con disimulo, primero te da en la cara y

luego te da en el cu……lo ¡

 ¡A la bim, a la bom, a la bim bom bam, Macedo, Macedo, ganará ¡

Cuando el equipo contrario estaba acercándose al arco, todos gritamos - ¡k´uro¡¡k

´uro¡¡k´uro¡- como maldiciendo y no pasaba nada, era efectivo. Pero en el fútbol nada está

dicho hasta que el árbitro dé por finalizado el partido. Llegó el último tiempo, sentía

frustración, desesperación, las ansias me carcomían por dentro para que ya haya un

ganador, y gritaron -¡goooool! ¡gooooooooooool! ¡goooooooooooooooooooool!¡Macedo! -

se entonó la banda, tocó el pito y finalizó el partido. Nos quedamos hasta el final para que
los muchachos de la selección se incorporen a la barra y rumbo a la plaza con ritmo y baile

de tinkus. Hasta las 7 p.m. y luego todos a nuestras casas. Solo se quedaban los profesores

tomando de las apuestas que hicieron.

Una semana después, en clases ya no era el tema de las olimpiadas o de los chicos

de la selección, todo volvía a la normalidad, miércoles nos tocaba comunicación con la

profesora Roció, era hermosa, labios gruesos usualmente estaba pintado de color rojo mate,

cabello corto lacio color castaño, ojos pardos enormes, cuerpo de sirena, pobre del que no

hiciera la tarea y más del que no entendiera, porque al finalizar de cada clase siempre nos

preguntaba, pero la mayoría lo hacía por miedo, tenía el carácter del demonio, estricta, esa

tarde tuvimos seminarios del autor William Skeaspeare, uno de sus preferidos de la

profesora, finalizó y dejó la tarea para el día siguiente, de Cesar Vallejo, poema Trilce.

Seis de la tarde yo, Ronald, Edu, Meredith, Marvin y Arminda, como todas las

tardes después del seminario, solemos ir a la cafetería, poner chanchita para el pan y cada

uno pagaba su chocolate, después fuimos al internet, buscamos la información, imprimí un

ejemplar y todos sacaban copia para economizar y transcribirlo en el cuaderno. Nos

despedimos, yo y Armida vivíamos por Cenepa (Patapampa) y el resto por el centro, así

que siempre me iba con ella, pero, alguien nos seguía, entre la oscuridad, le dije a Armida

que aceleráramos el paso, él hizo lo mismo, me asusté y me detuve, lo mire bien y era el

amigo de mi hermano, Erick, enseguida me despreocupe, llegué a casa, dónde vivíamos yo,

mi hermana Denis, Javier mi hermano y un tío, primo de mamá; entre a la cocina y solo vi a

mi hermano cocinando, me asomé a la ventana y estaba él en la puerta a punto de tocar.

Salió Javier y lo hizo pasar, subí a mi cuarto y mi hermana que estaba a lado con su

enamorado, opté por no interrumpir, subí a mi cama empecé a hacer la transcripción a mi

cuaderno. Ocho de la noche mi hermano ingresó a mi cuarto y me dijo:


 ¡ten toma tu plato!

 le dije ¡Gracias! y le sonreí

Quince minutos después trajo una taza de té, me lo tomé de un solo sorbo, todo se

nubló en dos segundos.

Abrí los ojos, escuché una respiración cerca de mí, sentí mi cuerpo entumecido por

el peso de alguien que no me dejaba respirar, sentí las manos pesadas para poder quitarlo de

encima, recorrí mentalmente mi cuerpo de abajo para arriba, antes de sentir su piel desde la

cintura para abajo, un frío fugaz paso por todo mi cuerpo, entre las piernas algo mojado, su

pene ya desvanecido por la excitación, reuní la fuerza que me quedaba y dije:

 JA JA JA VI I I I ER ER VE E E TE E a tu cuarto, pero no era mi

hermano.

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