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Comiendo del árbol de la vida

Allí estaba, plantado en el corazón del paraíso, era el centro y la gloriosa


culminación del huerto de Edén: el árbol de la vida.

Dios se lo había entregado a Su pueblo como una fuente de bendición y vida


eterna. De hecho, el Señor le había suplido con todo lo necesario a Adán y a Eva.

Incluso contaban con la manifestación de Dios mismo. Ellos podían caminar y


hablar con Él al aire de la mañana: “Y oyeron el sonido de los pasos de Dios
caminando en el huerto al aire de la mañana” (Génesis 3:8, [Traducción libre
de The Amplified Bible]).

Observe que no sólo afirma que el Señor caminaba en el huerto, sino que “…
oyeron el sonido de los pasos de Dios caminando…”. Éste es el punto, Dios se
encontraba físicamente presente en el huerto. Sin importar la forma que este
asombroso sonido adoptara, Adán y Eva podían oírlo.

Ellos oían a Dios, pero hacían algo más que eso, conversaban y tenían comunión
con Él.

Ése era el plan del Señor para el ser humano. Es lo que Él siempre ha deseado:
estar cerca de Sus hijos, deleitarse en ellos y que ellos se deleiten en Él.
Dios quiere permanecer cerca de nosotros, anhela que lo escuchemos y que
vayamos corriendo a Su amorosa presencia.

Dios le otorgó a Adán y a Eva todo lo que pudieran necesitar o desear. Sin
embargo, también les entregó algo más: una opción. Les dio libre albedrío para
elegir acercarse o no al árbol de la vida; a fin de participar de Su bondad.

Hoy en día, nos ha dado la misma libertad de escoger.

Podemos decidir acercarnos a Él y participar de Su bondad.

También podemos escucharlo e ir ante Su presencia con la misma emoción y la


misma expectativa de los primeros seres humanos que lo conocieron cara a cara.
El árbol de la vida se encuentra hoy a nuestra disposición.

 
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Acérquese a la sabiduría

En Proverbios 3, se describe que los beneficios de obtener la sabiduría de Dios,


es como comer del “árbol de la vida”. V.18

En ese capítulo, leemos que los beneficios de la sabiduría son mejores que los de
la plata y del oro.

Se nos enseña que es más valiosa que las piedras preciosas. Larga vida, riquezas
y honra le pertenecen a quien es diligente en buscar la sabiduría del Señor.

No obstante, así como aprendimos en este pasaje, incluso la sabiduría es más


valiosa que todos los beneficios que se encuentran a nuestra disposición: “Cuán
bendecido es el hombre que halla la sabiduría. Ésta es el árbol de la vida
para aquellos que la aprovechan, y felices son los que la abrazan”
(Proverbios 3:13, 18, [Traducción libre de New American Standard]). La
sabiduría  —la forma correcta de actuar y de ser del Señor— es ¡el árbol de la
vida!

Así como Adán y Eva, nosotros también poseemos la habilidad de buscar con
diligencia y acercarnos al árbol de la vida.

O podemos actuar como la mayoría del pueblo de Dios: permanecer en los


alrededores del huerto y no disfrutar por completo nuestros privilegios.

Búsquelo a Él

El árbol de la vida es la fuente de todo lo que Dios tiene reservado para nosotros.

Y la manera en que debemos acercarnos a éste, es la que Jesús estableció en


Mateo 6:33: «…busquen primeramente el reino…» (Nueva Versión Internacional).
Si no lo buscamos, no lo encontraremos.

Incluso si somos creyentes nacidos de nuevo; si no buscamos al Señor, no


hallaremos Su sabiduría.

En hebreo la raíz de la palabra buscar significa: “frecuentar o dar pasos con


frecuencia”.

Buscar es acercarse a algo con diligencia y persistencia.


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Es perseguir agresiva y activamente las cosas de Dios, de las cuales tenemos


revelación. 

¿Cuál es la revelación que encontraremos?

Al comer del árbol de la vida, descubriremos que Dios es bueno y correremos


hacia Su bondad.

Descubriremos que Él es amor, que desea derramar Sus bendiciones en cada


área de nuestra vida.

Sin embargo, sólo desearlo no funcionará.

No hay poder alguno en sólo querer que los mejores y más altos anhelos de Dios
se manifiesten.

En cambio, buscar sí funciona; por tanto, busque de acuerdo con la Palabra, y


obtendrá su recompensa: «…buscad, y hallaréis…» (Mateo 7:7). «…es
galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11:6).

Entonces busque con diligencia y tome ventaja de la sabiduría y del


entendimiento: «Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus
posesiones adquiere inteligencia» (Proverbios 4:7).

No cabe duda que el huerto de Edén era un escenario de belleza indescriptible, y


que el cielo será un lugar de gozo inimaginable.

Sin embargo, existe una riqueza de bendiciones para disfrutar aquí y ahora,
cuando busca a Dios a cada instante de su vida.

 Acérquese a lo correcto

La búsqueda diligente no es un nuevo concepto para la gente, pues todos buscan


algo con esa actitud.

No obstante, se supone que debe existir una gran diferencia entre el tipo de cosas
que los creyentes buscamos.

Jesús manifestó: «No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué


beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas
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cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas
estas cosas» (Mateo 6:31-32). 

Cuando seamos apasionados en buscar a Dios, así como aquellos que


permanecen fuera de Su pacto y que buscan las cosas de este mundo,
comenzaremos a ver en realidad la gloria.

¿Por qué no necesitamos buscar las cosas de este mundo?

Porque “…su Padre celestial sabe que necesitan todas estas cosas” (Mateo
6:32,[Traducción libre de New American Standard]).

¡Tenemos un pacto con Dios!

El cual ha sido escrito y ratificado con la sangre de Jesús.

Él trajo el pacto a Su pueblo, a fin de redimirnos de la maldición, la cual incluía


toda enfermedad, escasez y dificultad que pudiéramos enfrentar. Sí, Dios sabe
con exactitud cuáles son nuestras necesidades.

Sí, el Señor sabe qué necesitamos en el ámbito espiritual, físico, financiero y


social.

Él es consciente lo que Su pueblo de pacto necesita y desea.

Lo maravilloso acerca de Dios es que Él se deleita ¡en proveernos esas cosas! Y


desea que gocemos de paz y plenitud —sin que nada nos falte, ni esté incompleto
—.

Por esa razón, sólo debemos acercarnos y alimentarnos del árbol de la vida. 

—usted podría argumentar—, es fácil decirlo, pero ¿cómo lo logro?”.

¡Es muy sencillo!

En Proverbios 3:18 leemos que el árbol de la vida es la sabiduría de Dios. Y esa


sabiduría se encuentra a su alcance, así como la Biblia más cercana a usted.

 
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Conéctese a la Palabra

Una de las mejores maneras de acercarse a Dios y a Su sabiduría, es al


sumergirse en Su Palabra: sólo usted y el Señor.

Ésta es una de las principales formas en las que usted puede experimentar, de
manera personal y poderosa, su comunicación diaria con Dios.

¿Qué se nos enseña en Mateo 6:33? Que busquemos, nos dirijamos y nos
esforcemos por alcanzar primero todo Su reino y Su justicia —la forma en que
Dios hace las cosas—.

¿Se percató de que ésta no es una declaración pasiva? Es muy activa.

Cuando usted empiece a descubrir en la Palabra lo que es correcto, y a vivir


conforme a ello; también empezará  a vivir bajo la bendición de Dios.

Mientras más conozca los caminos de Dios y más alinee su vida y sus actitudes a
éstos, más lo sorprenderán las bendiciones del Señor; pues se está alimentando
del árbol de la vida.

Sin embargo, si anda de acuerdo con la duda, la incredulidad y la desobediencia,


se aparta de Sus bendiciones.

Pero cuando se vuelve al Señor y lo busca a través de Su Palabra, se encontrará


a sí mismo caminando muy cerca de Él, y sus necesidades serán suplidas.

Apéguese al Plan

Dios siempre tiene un plan.

Cuando parece que Sus promesas demoran en manifestarse, es fácil comenzar a


murmurar, refunfuñar e impacientarse.

Nuestra labor es mantenernos cerca del árbol de la vida, a fin de que podamos
comenzar a comprender de qué se trata el plan.

Me encanta la manera en que el Señor lo explica:«Porque yo sé muy bien los


planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de
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calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza»(Jeremías 29:11, Nueva


Versión Internacional).

Si usted no se ha alimentado lo suficiente del árbol de la vida eterna como para


hallar el plan de Dios, aún no ha vivido.

Y si no ha buscado el plan que Dios tiene para usted, se está perdiendo la mejor
parte.

¿Cómo se manifiesta ese plan?

No a través de su propio esfuerzo, se lo puedo asegurar.

Se presenta de la misma forma que el resto de los beneficios de la salvación: “Por


gracia y por [su] fe son salvos (librados del juicio y partícipes de la salvación de
Cristo). Esta [salvación] no es de sí mismos” (Efesios 2:8, [Traducción libre
de The Amplified Bible]).

Ser salvo, conlleva todo lo que el término hebreo paz (Shalom) incluye: salud,


plenitud, sanidad y prosperidad. Sea consciente de que esta salvación no proviene
de nosotros ni por nuestras obras.

Sólo nos corresponde buscar con diligencia a Dios y creer.

El plan del Señor es un plan de plenitud, libertad y paz; y no


debemos olvidarlo.

Todos le creemos a Dios para recibir cosas en el futuro, y no hay nada de malo en
ello; lo malo es no valorar lo que ya se nos ha dado o quejarnos por lo que
aún no hemos recibido.

Jamás olvidemos que Él tiene un plan.

No escuche las dudas que el diablo trata de utilizar, a fin de llenar su mente con
temor y desesperación.

Recuerde que Dios no obra por la murmuración, sino cuando usted se acerca con
fe: «Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi
agrado» (Hebreos 10:38, Nueva Versión Internacional). Además de ser
agradecidos, debemos ser pacientes.
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En Lucas 8:15, Jesús nos declara que la buena tierra produce fruto con paciencia.
Si buscar la voluntad de Dios y vivir de acuerdo con ésta no demandara paciencia,
cualquiera podría lograrlo.

Y creo que estaría de acuerdo con que es mucho más atractivo ser paciente y 
esperar recibir lo mejor de Dios que actuar apresurados y truncar Su
voluntad: «Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más
altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos» (Isaías 55:9).

La voluntad de Dios no es sólo un buen plan, ¡es el mejor plan! Y vale la pena
esperar por su cumplimiento.

 Acérquese, y permanezca cerca

Dios se deleita en hacerle el bien a Sus hijos.

Algunas veces, creemos que necesitamos persuadirlo para que Él se manifieste.

Y existe un pensamiento persistente de que si no hacemos algo para llamar Su


atención, Dios no se manifestará.

Sin embargo, no era esa la forma en que sucedía en el huerto de Edén.

El Padre descendía por Su libre albedrío para caminar con Sus hijos.

Ellos no tenían que suplicarle para que descendiera, pues era Su idea.

Anhelaba acercarse a ellos tanto como pudiera; y hoy en día, aún continúa siendo
Su deseo: manifestarse a Sus hijos y acercase a ellos, a fin de que busquen Su
compañía.

La naturaleza de Dios es bondadosa.

Cuando usted conoce a una persona cuya esencia es la bondad, observe que ésta
se agrada en hacerle el bien a los demás; de igual manera se agrada el
Señor: «Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en
Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras»(Salmos 73:28).
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“Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8, [Traducción


libre de New American Standard]). “…quien continuamente busca,
encuentra…” (Mateo 7:8 [Traducción libre de The Amplified Bible]).

El deseo de Dios no ha cambiado es el mismo desde la Creación, en el momento


que reveló Su amor al primer hombre y a la primera mujer.

Su anhelo es permanecer cerca de Su pueblo, a fin de brindarles Su bondad y Sus


bendiciones.

¿Siente cerca Su presencia? ¿Puede escuchar Su voz hablándole en su


interior?

Él desea que usted se acerque. Cuando lo busque con diligencia y entre a Su


presencia, recuerde ser agradecido.

Agradézcale por cada etapa de Su plan que ya le ha revelado, mientras espera en


fe la manifestación del siguiente nivel.

«Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por
Dios sabiduría, justificación, santificación y redención» (1 Corintios 1:30).

Jesús es ¡el árbol de la vida! La sabiduría de Dios —la Palabra hecha carne


—.

Esfuércese por acercarse y permanecer cerca de ese Árbol. Todo el que se


acerque a Él, será bendecido.

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