Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ponencia leída en el Congreso Internacional del Latin American Studies Association (LASA),
celebrado en la ciudad de Nueva York, entre el 27-30 de mayo de 2016.
Francisco Laguna-Correa
University of Pittsburgh
Hipótesis inicial
Anticipo que el título de esta ponencia es engañoso. No me interesa analizar los niveles estilístico y
diegético de la obra de Daniel Sada y Juan Villoro. Por el contrario, a partir de un experimento
crítico que indagó en torno a las dinámicas de circulación literaria de los primeros libro de Sada y
Villoro, me interesa formular una hipótesis con base en dos postulados controvertibles: 1) la
formación de un canon literario nacional es la consecuencia de una acumulación de intereses
económicos al interior del llamado “campo literario” y 2) dentro del sistema neoliberal, el mercado
y la circulación de objetos culturales asumen el canon literario como una inversión económica a
largo plazo. A partir de estos postulados, sugiero que canon y capital conforman una pareja
inseparable que tradicionalmente ha sido analizada o desde las ciencias sociales o desde la crítica
literaria marxista y ahora también desde la crítica literaria neoliberal, pero no a través de un enfoque
que incorpore métodos cuantitativos y estadísticos para explicar la formación de un canon literario.
Asimismo, es preciso manifestar que esta ponencia forma parte de un proyecto de
hipercanonización cuya expresión radical es la consagración literaria. Creo que los enfoques críticos
hipercanónicos pueden ayudarnos a comprender las dinámicas de socialización intelectual que
hacen posible la articulación de maniobras generadoras de sensibilidades y espacios de
canonización. Sugiero que la existencia de un canon literario confirma que las redes sociales
hegemónicas operan a través de estrategias de socialización intelectual donde el desvío de capitales
nacionales destinados a la cultura son maniobras intelectuales inherentes a la cultural nacional en
México. Una posible salida del laberinto, para intentar responder al enfoque regionalista que desde
la antropología ha propuesto Claudio Lomnitz-Adler y desde la historia Carlos Martínez Assad,
debe reconocer que las “reglas” de socialización en el “campo político” y en el “campo literario”
⎯siguiendo la noción de Pierre Bourdieu⎯ presentan dinámicas semejantes que, por eso mismo,
Laguna 2 / LASA-2016
hacen este tema controvertible e incluso intelectualmente arriesgado. Para mostrar cómo estas
estrategias intelectuales de socialización operan al interior del “campo literario”, apuntaré hacia el
caso de la circulación de las óperas primas de Daniel Sada y Juan Villoro, ambos autores inscritos
vital y cronológicamente entre La Onda y la autodenominada generación del Crack.
mi propósito, como mencioné antes, llevar a cabo un ejercicio de análisis literario; sin embargo, me
parece pertinente leer dos fragmentos provenientes de los respectivos primeros libros de Sada y
Villoro.
Sada escribe, en Lampa vida:
“Un filetazo en las sienes de diez polos de nube. Un sapo a punto de saltar. Un pajarete de
chebol sonando su descartonado vuelo. En derredor la noche con viento de murmullo y ánima que
se pierde en la montaña, así para pesar en aquel sitio dado a lo inhóspito donde el Hugo Retes y la
Lola Tuñín establecían los miramientos, donde limbos recientes dejaban en agrio el caminar del
corazón.” (11).
En “El cielo desnudo” ⎯considerado como uno de los mejores cuentos de La noche
navegable, al menos con base en su amplia circulación⎯ Villoro escribe:
“A Rodolfo siempre le había gustado imaginar actos heroicos. Pero cuando llegaba a su casa
sólo sentía un gran aburrimiento. Al abrir la puerta de la recámara veía lo mismo de todas las
noches, como si desde mucho tiempo antes estuvieran ensayando la escena: girar la perilla y ver a
Laura que dormía boca abajo, con la luz encendida” (85).
No me parece desatinado sugerir que tanto la prosa de Daniel Sada como la de Juan Villoro
son prácticas escriturales constantes que en muy pocas ocasiones se alejan de su estilo propio. La
narrativa de Sada, incluidos sus cuentos y novelas, es constante en cuanto a la espesura lingüística;
mientras que la narrativa de Villoro es llana y en muy raras ocasiones logra el virtuosismo literario.
A partir de esto, arriesgo la afirmación de que si el futuro crítico es justo, la obra de Daniel Sada
será recordada, e inscrita en la historiografía literaria, como superior en términos literarios,
estilísticos y sociológicos a la de Villoro. Sin embargo, un acercamiento incluso panorámico a los
procesos y dinámicas de circulación de las obras de Sada y Villoro apuntan hacia un destino
historiográfico distinto. Como muestra del acercamiento crítico que propongo, a continuación
presento el resultado de un breve estudio en torno a la circulación de las primeras obras de Sada y
Villoro. Mi propósito es demostrar que la obra de Villoro ha gozado de mayor circulación, en gran
parte debido a la urdimbre de las relaciones sociales generadas por su apellido. Sugiero, a modo de
conclusión anticipada, que las dinámicas de circulación literaria implican intereses económicos, es
decir, instancias extra-literarias que, a su vez, han generado una aceleración en los procesos de
canonización y consagración literarias. Villoro es un caso paradigmático a este respecto. Basta con
enumerar los premios y reconocimientos que su obra ha recibido para sugerir otra hipótesis
controvertible: lo que la obra narrativa de Villoro adolece en cuanto a pericia literaria ha sido
Laguna 4 / LASA-2016
A guisa de conclusión
Con respecto a la recepción crítica del primer libro de Villoro, el 29 de noviembre de 1980, el
escritor y crítico literario Marco Antonio Campos publicó en la revista Proceso una de las pocas
reseñas de La noche navegable. Campos dice al respecto, con el claro propósito de escribir una
reseña positiva para Villoro:
Si La noche navegable hubiera sido escrito por alguien llamado Juan López, muy dudosamente el
libro hubiera sido publicado por la prestigiosa y canónica editorial Joaquín Mortiz; quizás ni
siquiera hubiera sido publicado. A la reseña de Marco Antonio Campos, se sumaron breves reseñas
por parte de Carlos Monsiváis y José Agustín para la contratapa de la segunda edición, donde, al
igual que la reseña de Campos, hay referencias positivas a La noche navegable; sin embargo, la
colección de cuentos en sí no avala las palabras apadrinadoras de Monsiváis y Agustín. El énfasis
en fijar el primer libro de Villoro ⎯una obra donde el autor de El testigo aparece como un escritor
aún inexperto, epígono de La Onda, sin mostrar visos de virtuosismo literario⎯ responde, por una
parte, a un posicionamiento “literario” que, por medio de estrategias de socialización intelectual
afianzadas en el nepotismo intelectual, estableció a Juan Villoro desde su primer libro como una
promesa literaria a seguir en el panorama de las letras nacionales, sin importar que La noche
navegable en realidad carecía de los fundamentos literarios para sustentar la abrumadora circulación
Laguna 6 / LASA-2016
de esta amena colección de relatos intrascendentes. Por otra parte, esta hipercanonización, a través
de la vigorosa circulación impuesta al primer libro de Villoro, sugiere que los proceso de
canonización literaria deben examinarse en relación con las dinámicas neoliberales de circulación
literaria y las estrategias de socialización intelectual dentro del “campo literario” mexicano. La cada
vez más evidente semejanza entre las prácticas de socialización al interior de los campos político y
literario ⎯y en general en la cultura nacional⎯ justifican, me parece, un acercamiento crítico que
interrogue estas prácticas hasta sus últimas consecuencias, incluso si dicho enfoque implica
reconocer que la cultura nacional actual en México funciona como un monopolio de intereses
neoliberales al servicio de una minoría intelectual.
Esta ambivalencia en el juicio hacia intelectuales jóvenes es paradigmática al interior del campo
literario mexicano del siglo XX. Esta ambivalencia ideológica con respecto a la juventud
intelectual, también es patente en el discurso de Margo Glantz. En 1971, Margo Glantz publicó
Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33, una compilación de literatura joven ⎯incluidos autores de la
Onda⎯ con un estudio introductorio de Glantz. Aquí, la autora de origen ucraniano critica lo que
entiende por “literatura joven” ⎯con claro énfasis en Gazapo (1965) de Gustavo Sainz y De perfil
(1966) de José Agustín⎯ a partir de postulados de Octavio Paz y del escritor polaco, que vivió en
Argentina, Witold Gombrowicz. A propósito de Gazapo y De perfil, Glantz sugiere que en estas
novelas se manifiesta una “conciencia a medias del propio ser” (1). Además, los califica de
narcisistas por su “rebeldía”, y, por criticar la tradición literaria/intelectual del México previo a los
años sesenta, Glantz afirma con tiranía crítica que debido a:
El desdén de Glantz hacia las novelas ⎯y su posicionamiento crítico dentro del “campo literario”
estatal⎯ de Sainz y Agustín parte, además, de que escriben con el propósito de llegar a los lectores
jóvenes y a las clases medias-bajas. Glantz los condena precisamente porque, siguiendo a Octavio
Paz en “El pachuco y otros extremos”, asevera desde una postura positivista que:
Es lamentable que Glantz condene una literatura “que el adolescente escribe para que el adolescente
lea”, más en un país como México donde el índice de analfabetismo a finales de los 60s era en los
centros urbanos de casi 30% (Carranza 72; Narro Robles 10). Asimismo, llama la atención que
Glantz afirme con respecto a los de la Onda que es un tipo de literatura “planteada con una especie
de código de iniciados para iniciados”, cuando las mismas obras de Glantz entran dentro de un
canon elitista con un público lector reducido mayoritariamente a académicos y a otros escritores con
estéticas afines a las de Glantz. También es revelador el cambio de juicio de Glantz, del denuesto a
Gazapo al reconocimiento a medias de Obsesivos días circulares (1969) de Gustavo Sainz. La
primera novela de Sainz, Gazapo, publicada en 1965, narra las vicisitudes internas de un grupo de
adolescentes de clase media-baja de la ciudad de México y debido a eso recibió buena acogida entre
un público lector no-especializado. Según el crítico literario Sixto Rodríguez Hernández:
Continuando con Rodríguez Hernández, “El diálogo de Gazapo con la narrativa del momento está
caracterizado por el enfrentamiento, ya que rompe con las más próximas y casi siempre ineludibles
maneras de novelar en México [y] con las formas canónicas del relato (Yáñez, Rulfo, Fuentes,
García Ponce, etc.) sobre las cuales descansaba el edificio de la institución literaria” (87). En
Laguna 9 / LASA-2016
Obsesivos días circulares, la segunda novela de Sainz, el autor cabecilla de la Onda hace a un lado
su planteamiento literario de rebeldía y realismo popular para intentar “complacer” a la crítica
dominante mediante una propuesta más elitista manifestada a través de la complejidad estilística y
el hermetismo diegético. Si Gazapo es una novela para un público lector amplio, Obsesivos días
circulares es una novela para un lector especializado. Por ejemplo, el crítico Inke Müller afirma
que:
tradición literaria canónica mexicana por parte de los grupos intelectuales hegemónicos. Sada y
Juan Villoro, ambos autores inscritos vital y cronológicamente entre La Onda y el Crack.
Obras citadas
Castillo Pérez, Alberto. “El Crack y su manifiesto.” Revista de la Universidad de México. No. 31
(2006), pp. 83-87.
Cosío Villegas, Daniel. El sistema político mexicano. Las posibilidades de cambio. México:
Joaquín Mortiz, 1979.
Glantz, Margo. Obras reunidas IV: Ensayos sobre literatura mexicana del siglo XX. México:
FCE, 2014.
___. Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33. México: Siglo XXI, 1971.
Moretti, Franco. Distant Reading. New York: Verso, 2013.
Sada, Daniel. Lampa vida. México: Premià editora, 1980.
Villoro, Juan. La noche navegable. México: Joaquín Mortiz, 1980.