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 Aceptar nuestros límites: Tenemos derecho a equivocarnos, a fallar, a enfadarnos o tener miedo.

No
debemos culparnos ni avergonzarnos por no ser perfectos en todo. Por ello, no debemos fijarnos sólo en nuestros
defectos y quedarnos lamentándonos por ello. Hay que analizar esos límites, intentar superarlos si está dentro de
nuestras posibilidades o aceptarlos si no se pueden cambiar.
 Aceptarnos por completo: Somos un todo formado por nuestras capacidades y nuestras limitaciones. Si
todos fuésemos perfectos, seríamos como robots, todos iguales e infalibles. Lo que nos hace maravillosos y
únicos es esa combinación de nuestras cualidades positivas y nuestros límites.

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