Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Dialnet UnDialogoConEliasJosePalti 3319031 PDF
Dialnet UnDialogoConEliasJosePalti 3319031 PDF
Elías José Palti es Doctor en Historia por la Universidad de California en Berkeley. Ha realiza-
do estudios posdoctorales en El Colegio de México y en la Universidad de Harvard. Actual-
mente es docente de la Universidad de Quilmes e investigador de CONICET, en Argentina.
Los trabajos históricos de Palti han contribuido a una renovación de la historia intelectual en
América Latina con su propuesta de la historia de los lenguajes políticos. La lectura que nos pro-
pone Palti es una crítica a los supuestos historicistas de la historia tradicional de las ideas lati-
noamericanas, representada en el ámbito latinoamericano por los trabajos de Leopoldo Zea o
François-Xavier Guerra.
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 36, Quito, enero 2010, pp. 119-129
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
ISSN: 1390-1249
diálogo
Rafael Polo Bonilla
120
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
Un diálogo con Elías José Palti
algo de interés en ellas que amerite estudiarlas mezcla, en el grado que fuere, son inventos
seriamente, no sería posible hallarlo en dicho latinoamericanos). De manera más inmediata,
plano, el de los contenidos ideológicos de los este vuelco hacia los textos volvería manifiesto
textos en cuestión, esto es, en qué decían los lo que llamo el “síndrome del fichero”, instru-
mismos (lo que, en verdad, era más bien pre- mento éste muy útil pero que lleva indefecti-
visible), sino en cómo habían eventualmente blemente a pulverizar los mismos y a reducir-
llegado a tales ideas, cualesquiera que ellas fue- los a meros colgajos de citas inconexas entre
ran, el recorrido que cada uno transitó para sí. Éste está asociado estrechamente, a su vez,
arribar a conclusiones que, en sí mismas, resul- a la disposición temática propia de los estu-
taban escasamente novedosas u originales. En dios sobre historia de las ideas. De acuerdo
suma, si tales obras ofrecían alguna clave para con la misma, cada capítulo habría de dedicar-
la comprensión histórica, ésta residía no en sus se a analizar un determinado tópico (por
ideas, sino en el aparato argumentativo formal ejemplo, “Alberdi y el constitucionalismo”,
que las subyacía y que es lo que me propuse “Alberdi y la cuestión social”, “Alberdi y el
desmontar en las tesis mencionadas. Su con- proteccionismo económico”, etc.). Esto per-
fección me persuadió de que esta premisa, la mitiría armar modelos coherentes de pensa-
cual ya era moneda corriente en el campo de miento que, supuestamente, recogen y recons-
la historia intelectual europea, era particular- truyen el núcleo de ideas del autor en cues-
mente válida para el estudio de las obras pro- tión. Pero como ya entonces descubrí, por esta
ducidas en el contexto de culturas “derivati- vía solo terminan armándose entidades ficti-
vas” como las nuestras, como las llamara Zea cias que no corresponden nunca plenamente a
(es decir que, en lo que hace a su contenido de lo que el autor en cuestión afirmó; construc-
ideas, eran meras adecuaciones o llanas répli- ciones hechas con retazos tomados de escritos
cas de modelos europeos) y cuya entidad inte- muy disímiles entre sí, producidos normal-
lectual es, en consecuencia, dudosa. mente en contextos o circunstancias muy di-
Esta reorientación del foco de análisis de versas, y, en consecuencia, obedeciendo a pre-
los contenidos hacia las formas de los discur- ocupaciones heterogéneas.
sos políticos, aunque puede parecer menor, Algo que también descubrí es que esta esca-
supuso un vuelco metodológico drástico por sa preocupación por la cronología no es un
el cual se redefiniría el objeto mismo de análi- mero error metodológico circunstancial de un
sis. Éste ya no serían las ideas de un autor –las historiador particular, algo que pudiera even-
cuales, consideradas en sí mismas, son entida- tualmente corregirse, sino que era inherente a
des transhistóricas, pueden aparecer en los la historia de las ideas. En todo caso, como di-
contextos más diversos (la tarea del historia- je, la referencia eventual a la misma (la crono-
dor consistiría, justamente, en constatar su logía) sirve en ella solo a los efectos de deter-
aparición o no en un momento o autor parti- minar cuándo aparece una cierta idea en la
cular)–, sino “textos”, siempre particulares y obra de un autor, pero ello es una mera preci-
específicos a un contexto de enunciación da- sión histórica, señala una circunstancia externa
do. Lo cierto es que si tomamos las ideas co- a ella: desde la perspectiva de los estudios enfo-
mo unidad de análisis, no hallaremos nunca cados en los contenidos ideológicos de los dis-
en ellas nada que las particularice. De allí que cursos –cuándo, cómo, en qué circunstancias
la historia de ideas latinoamericanas fracase un autor dijo lo que dijo– no altera su signifi-
indefectiblemente en su empresa de buscar los cado, el que puede perfectamente establecerse
rasgos que identificarían el pensamiento local con independencia de las circunstancias de su
y justificara su estudio (está claro que ni el his- enunciación. Esto me lleva al último estadio
toricismo ni el iluminismo, ni tampoco su en mi recorrido hacia la historia intelectual.
121
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
diálogo
Rafael Polo Bonilla
122
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
Un diálogo con Elías José Palti
123
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
diálogo
Rafael Polo Bonilla
el objeto de tratar de descubrir en qué medida confieren una cierta identidad a través del
los autores analizados se acercaron o alejaron tiempo.
de aquella definición y, eventualmente, tratar La escuela alemana de historia de los con-
de explicar históricamente sus malentendidos. ceptos o Begriffsgeschichte, impulsada por
La historia pasada no sería, pues, más que una Reinhart Koselleck, va a desmontar este su-
sucesión de errores, una serie de avances y re- puesto, y hará de ello la base para la distinción
trocesos en la marcha hacia el alumbramiento que él establece entre “ideas” y “conceptos”.
de una Verdad, anticipos más o menos defi- Los conceptos, a diferencia de las ideas, son
cientes suyos. entidades plenamente históricas, no tienen
Aquí hay implícita una concepción fuerte- por debajo ningún núcleo definicional, nin-
mente ahistórica. Desde esta perspectiva, los gún conjunto de atributos eternos que los
conceptos políticos tendrían una definición identifiquen; no tienen una identidad, sino
unívoca, que puede perfectamente establecer- una historia. Lo que los articula es un cierto
se a priori. Llegado a este punto es necesaria entramado vivencial, no lógico o definicional.
una precisión. En realidad, cuando los cultores Esto revela que si bien los conceptos experi-
de la “nueva historia intelectual” culpan a la mentan históricamente cambios significativos
“vieja historia de las ideas” por su radical ahis- fundamentales, a través de ellos, sin embargo,
toricismo, en su afán polémico están forzando se va tejiendo una cierta malla semántica por
demasiado el punto. Lo cierto es que de este la cual las distintas definiciones suyas se entre-
modo no solo resultan injustos con aquella, si- lazan entre sí. De allí su carácter inevitable-
no que ocultan así la existencia de lazos más mente plurívoco. Cada uno de los usos con-
profundos que todavía la atan a ella. La histo- cretos de un concepto reactiva siempre esta
ria de las ideas (tanto en su línea anglosajona malla plural de significados que se encuentran
–la History of Ideas, cuyo representante funda- sedimentados en él. Pero es ello también lo
mental fuera Arthur Lovejoy– como germana que le da su significación histórica, ya que to-
–la Ideensgeschichte, de matriz neokantiana, do concepto verdadero (es decir, aquel que no
representada por autores como Friedrich es una mera “idea”) portaría dentro de sí una
Meinecke y Ernst Cassirer–) de ningún modo cierta experiencia histórica, que es la que hay
ignoró que el significado de las ideas cambió que reconstruir. No se trata pues, para Ko-
históricamente. Es cierto que esto le traería selleck, de encontrar el “verdadero significado”
algunos problemas puesto que, de ser así, no de un concepto, sino de remontar ese entra-
podría escribirse nunca una historia de la idea mado semántico por el cual se constituyen co-
de democracia desde los griegos hasta el pre- mo tales con el objeto de recobrar, más allá de
sente. En tal caso, si entre lo que los griegos ellos, las conexiones vivenciales que le dieron
llamaban democracia y lo que nosotros enten- origen, pero que encuentran en ellos su crista-
demos por tal no hubiera nada en común, un lización simbólica.
estudio de este tipo conllevaría la construcción Koselleck retoma aquí la máxima de
de una entidad ficticia fundada solamente en Nietzsche de que “solo lo que no tiene historia
una pura recurrencia nominal, que no corres- puede definirse”. Si partimos de la base de que
ponde a ningún objeto que pueda identificar- es siempre viable hallar históricamente plurali-
se. A fin de poder hacerlo, la “historia de las dad de definiciones posibles de un concepto (y
ideas” debe presuponer la presencia por deba- de que sus variaciones no son solo manifesta-
jo de cada concepto de un núcleo uniforme, ciones superficiales de un núcleo esencial que
ciertos elementos esenciales que permanecen les subyace y que permanece inalterado), pre-
por debajo de los cambios semánticos que el tender determinar cuál de todas ellas es la “de-
mismo experimenta históricamente y que le finición correcta” (relegando a todas las demás
124
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
Un diálogo con Elías José Palti
a expresiones deficientes o desacertadas) con- siendo aquí como una dimensión externa a la
lleva necesariamente una operación arbitraria; historia intelectual, algo que le llega a la mis-
supone la introducción ilegítima de la subjeti- ma desde fuera (la “historia social”), no una
vidad del historiador. La nueva historia con- dimensión constitutiva suya.
ceptual introduce así un sentido de la tempo- Una visión más fuerte de la temporalidad
ralidad de los conceptos ausentes en la historia de los conceptos supone la inversión de la pre-
de las ideas. Sin embargo, ello todavía no ter- misa anterior. No se trata de que los conceptos
mina de romper completamente con los mar- no puedan definirse porque sus significados
cos teleológicos en que la misma se inscribe, cambian históricamente, sino a la inversa: és-
compartiendo una premisa en común funda- tos cambian históricamente de significado
mental: más allá del desglose histórico que rea- porque no pueden definirse, nunca pueden es-
liza en cuanto a la existencia de pluralidad de tabilizar su contenido semántico. Y ello es así
lenguajes políticos en el interior de los cuales porque, como muestra Pierre Rosanvallon, los
las categorías políticas toman su significado conceptos nucleares del discurso político mo-
concreto, sigue concibiendo a éstos como enti- derno no designan ningún conjunto de prin-
dades perfectamente coherentes y lógicamente cipios o realidades, no remiten a ningún obje-
integradas. to que pueda determinarse, sino que indican
La pregunta que se plantea aquí ya no es si básicamente problemas (en el caso de la demo-
cambia o no el significado de los conceptos, cracia, para continuar con el ejemplo dado,
sino por qué lo hace. Dicho de otro modo, por aquello a lo que sirve de índice no es sino la
qué, como señala Nietzsche, los mismos no paradoja de cómo es posible que aquel que es
aceptan nunca una definición unívoca. La res- soberano pueda ser, al mismo tiempo, su súb-
puesta implícita en Koselleck es que si los con- dito y viceversa). Esto supone una visión com-
ceptos no pueden definirse es porque su signi- pletamente diferente en cuanto a la raíz de la
ficado cambia históricamente. De allí que pre- historicidad de los conceptos; significa que
tender fijar su sentido resulte una operación aun cuando nadie cuestione las definiciones
arbitraria. Esto, sin embargo, supone una vi- existentes de los mismos, éstos serán siempre
sión “débil” de la temporalidad de los concep- precarios, contienen nudos problemáticos irre-
tos. Si bien nunca un concepto se mantiene solutos. En última instancia, ningún lenguaje
inalterado, siempre aparece alguien que cues- político entra en crisis simplemente porque a
tiona los usos establecidos de los términos e alguien se le ocurre proponer nuevas definicio-
impone nuevos significados para los mismos. nes para los términos establecidos, sino solo en
Esta visión tiene implícita aún, como contra- la medida en que circunstancias históricas pre-
fáctico (es decir, aun cuando esto nunca se ve- cisas hacen manifiestas inconsistencias o pro-
rifique históricamente), el supuesto de que, si blemáticas que le son inherentes. Y es ello lo
en el significado un determinado concepto no que da sentido a los debates producidos en
se alterase, si nadie viniera a cuestionar los sen- torno de los mismos; nos permite entender
tidos establecidos del mismo, éstos bien podrí- por qué, llegado el caso, a alguien se le ocurri-
an mantenerse indefinidamente. El cambio ría cuestionarse los significados establecidos en
histórico de los conceptos, aquello que los his- un vocabulario político dado.
toriza, es por sí mismo algo contingente, algo La quiebra efectiva de los modelos teleoló-
que si bien siempre ocurre, podría perfecta- gicos de pensamiento histórico nos obliga,
mente no hacerlo. No hay nada en los propios pues, a incorporar el supuesto de la incomple-
conceptos que permita descubrir por qué los titud constitutiva de los sistemas conceptua-
sentidos establecidos de los mismos se desesta- les. Es éste el que distingue ya radicalmente
bilizan y sucumben. La temporalidad sigue los “lenguajes políticos” de los “sistemas de
125
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
diálogo
Rafael Polo Bonilla
126
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
Un diálogo con Elías José Palti
127
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
diálogo
Rafael Polo Bonilla
Por otro lado, cabe también distinguir di- puede evitar partir de ciertos presupuestos de
chas tramas simbólicas de primer orden de la orden epistemológico sobre cómo abordar los
conciencia de los actores. Como señalé ante- hechos del pasado, pero no necesariamente
riormente, no se trata aquí de las ideas de los tiene por qué tener ya de antemano hipótesis
sujetos, sino de un conjunto de supuestos que respecto de qué va a encontrar (o quisiera en-
se encuentran ya implícitos en los propios sis- contrar) en ellos. Una perspectiva normativis-
temas de acciones, con independencia de la ta conlleva, por el contrario, a la desaparición
conciencia que los actores tengan de ellos o los de esta distinción, y supone una confusión de
modos en que éstos se los representan. En defi- planos. Para hacerlo, ésta debe presuponer la
nitiva, estas realidades simbólicas son absoluta- existencia de una secreta complicidad entre los
mente “objetivas”, no menos que las prácticas a planos histórico y valorativo, de una suerte de
las cuales se encuentran siempre ya asociadas. armonía preestablecida entre los hallazgos his-
La pregunta que ahora se plantea es: ¿pue- toriográficos y las creencias propias. En defini-
de el historiador comprender estas últimas sin tiva, tiene implícita la confianza de que la in-
proyectar sobre ellas sus propias categorías? vestigación histórica terminará por comprobar
Aquí se impone otro desglose. Así planteada la (aunque sea, quizás, por la negativa) la validez
pregunta, remite a una cuestión de orden es- de los propios valores o ideales políticos.
trictamente epistemológico. Y, a mi entender, Lo cierto, sin embargo, es que esta visión
una en absoluto sencilla de abordar. Se trata de pragmática de la historia resulta autocontra-
esos problemas que dos mil años de historia dictoria. Si tal intervención política pretende
del pensamiento no han resuelto, y que tam- ser efectiva, debe poder postular la presencia
poco habremos de hacerlo nosotros aquí, lo de un fundamento de saber cierto que la sos-
cual no tiene por qué servir de justificativo a tenga. Para ello, a su vez, no debería negarse a
perspectivas estrechamente normativas de la priori que la investigación histórica pueda
historia. Esto nos lleva a la relación entre his- conducir exactamente al punto opuesto al que
toria y política. uno pretende conducirla, ya que, de lo contra-
Lo señalado respecto de la existencia de dos rio, la empresa histórica se volvería una empre-
órdenes de representaciones simbólicas no ex- sa tautológica. La distinción entre la proble-
cluye la posibilidad de que el discurso históri- mática política y la epistemológica resulta así
co se convierta, eventualmente, en un modo igualmente consustancial a la práctica histo-
de simbolización primaria, y pase a imbricarse riográfica, dado que es precisamente ella la que
con las propias prácticas políticas y sociales, abre el campo al trabajo histórico, y evita, en
funcionando así como dador de sentidos al ac- todo caso, que se confunda con otros órdenes
cionar de los sujetos. Podríamos incluso decir de prácticas políticas. Si historia y política no
que esta función primaria no es un “daño cola- pueden nunca disociarse de manera nítida,
teral” de la escritura histórica, sino que es con- tampoco podrían nunca identificarse sin más.
sustancial a ella (como vimos, la historia y la Toda la cuestión consiste, precisamente, en
política moderna nacen juntas y, de alguna pensar esta brecha.
forma, mueren juntas). Aun así, podemos dis-
tinguir la problemática estrictamente política Posiblemente eres uno de los pocos en afir-
de la problemática epistemológica más general mar que podemos hablar de un “marxismo
en ella involucrada. posestructuralista” en autores que otros reco-
En tanto que segundo orden de discurso, la nocen como “posmarxistas” (Laclau, Ran-
reflexión histórica no se interroga acerca de los cière, Badieu o Zizek –quien, por cierto, se
contenidos históricos, sino de los propios mo- demarca críticamente de éstos–). Dichos au-
dos de interrogarse acerca de ellos. Uno no tores convergen en la urgencia política y filo-
128
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129
Un diálogo con Elías José Palti
sófica actual de preguntarse acerca de la posi- no fue esperando encontrar en ellos respuestas
bilidad de la política a partir de reconocer el a los problemas políticos presentes, sino por-
carácter contingente de la fundación de los que entendí que ofrecían una base para inten-
supuestos históricos de la acción, del sujeto y tar desentrañar cuál es la naturaleza particular
del pensamiento. Haces la “lectura” desde la de los interrogantes políticos que una situa-
preocupación central en tu trabajo, la proble- ción como la presente hace surgir. En suma,
mática del cambio conceptual, como un diag- me propuse abordarlos desde una perspectiva
nóstico de la “crisis contemporánea”. Con- estrictamente histórico-intelectual, que es des-
verges en el abandono de la problemática de de la cual tales textos, entiendo, se vuelven re-
la ideología –como falsa conciencia–, y te levantes en tanto que objetos culturales.
acercas a la historia de las problematizacio-
nes, donde buscas explicitar las aporías en las
que se sostiene este “marxismo posestructu- Bibliografía de Elías José Palti
ralista”. ¿Podemos hablar, efectivamente, de
la existencia de un “marxismo posestructura- 2009, El momento romántico. Historia, nación
lista” en la filosofía y en el campo de la polí- y lenguajes políticos en la Argentina del siglo
tica a partir de los autores que tú discutes? XIX, Eudeba, Buenos Aires.
2007, El tiempo de la política. El siglo XIX re-
En verdad, mi definición como “marxistas considerado, Siglo XXI, Buenos Aires.
posestructuralistas” no pretende tener un ca- 2005, Verdades y saberes del marxismo. Reac-
rácter normativo. Simplemente sirve de apela- ciones de una tradición política ante su “cri-
tivo genérico a partir del cual se trata de enten- sis”, Fondo de Cultura Económica, Buenos
der cómo es que este conjunto particular de Aires.
autores se apropia del legado marxista y, de 2005, La invención de una legitimidad. Razón
algún modo, lo reformula a partir de sus pro- y retórica en el pensamiento mexicano del si-
pias categorías. Es decir, me interesa ver en glo XIX (Un estudio sobre las formas del dis-
ellos cómo funciona su invocación a Marx y su curso político), Fondo de Cultura Econó-
inscripción (problemática) dentro de una tra- mica, México.
dición que encuentra en él un referente. De 2003, La nación como problema. Los historiado-
alguna forma, según trato allí de mostrar, el res y la “cuestión nacional”, Fondo de Cul-
nombre de Marx en ellos funciona como dis- tura Económica, Buenos Aires.
positivo para remitir a la política sin más. 2001, Aporías. Tiempo, Modernidad, Historia,
Dicho apelativo (el nombre de Marx) conden- Sujeto, Nación, Ley, Alianza, Buenos Aires.
sará todo aquello que impediría a la misma 1998, La política del disenso. La “polémica en
verse reducida a una mera práctica, aquello torno al monarquismo” (México 1848-
que la excede en tanto que tal. Desde esta 1850)... y las aporías del liberalismo, Fondo
perspectiva, este “marxismo posestructuralista” de Cultura Económica, México.
me resultaba especialmente interesante y perti- 1998, Giro lingüístico e historia intelectual,
nente para abordar problemáticas más vastas, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos
epocales, puesto que permiten vislumbrar cuál Aires.
es el horizonte de pensamiento de la política 1991, Sarmiento. Una aventura intelectual,
que se abre luego de la quiebra del sentido. Instituto “Dr. E. Ravignani”, Universidad
Más precisamente, si me aboqué a su estudio de Buenos Aires, Buenos Aires.
129
ÍCONOS 36, 2010, pp. 119-129