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LA RENDICIÓN

Dios está en todas partes, El reside dentro de cada uno. A menos que
tengamos amor por El y un deseo vehemente de encontrarlo, no podremos
verlo internamente. ¿Como puede uno amar a Dios sino está amando a su
creación? Cuando un discípulo encuentra a otro discípulo. ambos se alegran
y se inclinan ante los pies de cada uno. Solo un sendero así es el Sendero de
los bhaktas o devotos, y solo un discípulo así está en el verdadero
discipulado; pero el Sendero es de un espacio muy delgado, menor incluso
que el calibre de un cabello.
El Gurú no se manifestará donde los discípulos no se respeten unos a otros.
Los Santos dicen que el Gurú nunca estará entre aquellos que no tengan
amor y respeto por los demás. Así que todos nosotros gurubhais (hermanos
y hermanas en nuestro Maestro), deberíamos amarnos mutuamente y
siempre que nos encontremos con algún iniciado, deberíamos estar muy
contentos de verlo y deberíamos tomarlo como a nuestro propio hermano.
Si tratamos mal a los demás, el Maestro nunca habrá de manifestar su poder
dentro de nosotros, ya que la enseñanza primordial es la de Amar. Albergar
pensamientos y emociones negativos hacia los demás es un gran error,
¿acaso no podemos sentarnos juntos como hermanos? Con las manos juntas
oramos a Dios y pedimos por su misericordia mientras nuestro corazón esta
lleno de maledicencia hacia nuestros hermanos. Necesitamos sinceridad,
necesitamos honestidad en nuestro sendero.
¿Por qué nos está pasando todo esto? Porque no tenemos amor, bondad ni
compasión, y no tenemos esto porque no hemos llegado a la rendición, a la
sumisión total. El ego nos domina, nos controla, y en nuestra obsesión por
controlar olvidamos el mensaje del Maestro. “Conócete a ti mismo”, es el
mensaje de todos los Maestros, y al conocernos también conocemos la mente
y como funciona, y por ende al ver todas nuestras falencias y debilidades,
automáticamente desarrollamos bondad y paciencia para con las debilidades
de nuestros hermanos. No podemos conocernos hasta tanto nos elevemos
por encima de la influencia de la mente y de Maya; es entonces en ese
momento cuando nos daremos cuenta quienes somos.
El SEÑOR TODOPODEROSO, Quien dio origen a esta creación, es la Suprema
Totalidad. Entró en existencia por Sí Mismo, no tiene madre alguna que Le
haya dado nacimiento, no tiene hermano, nadie es igual a Él. Gurú Nanak
dice: “Con una Palabra dio origen a la creación: creó las montañas, los ríos,
la tierra, los árboles, todo”. Toda la creación surgió mediante Su poder. El
Mismo envió a este mundo, a Sus Amados Hijos, los Maestros y Mahatmas.
Dios no dio a los pájaros ni demás animales la facultad de realizarlo. Como
carecen de ella, no pueden explicarle a nadie dónde reside, ni pueden llegar
a realizarlo por ellos mismos. Colocó esa capacidad en los seres humanos.
Pero nosotros tampoco podemos hacerlo, a menos que encontremos a
alguien que pueda mostrarnos el Sendero. Hasta que eso suceda, no
podremos conocer el poder de Dios, ni sabremos como realizarlo o
encontrarlo.
Somos un rayo de Dios. El alma es de la misma esencia de la Super alma. Y
cuando tengamos la experiencia interna de esta realidad, de que cada uno es
alma y de la misma esencia de la Super alma, veremos el alma en todos y los
amaremos a todos como alma y no como cuerpo. No importa si el modo de
ser de alguien es bueno o malo, debemos amarlo a sabiendas de que es alma,
de la misma esencia de la Super alma y de que Dios reside dentro de él.
Al venir a este mundo los Maestros amorosamente nos han hablado de los
beneficios de obtener este cuerpo humano. También han dicho que Dios nos
lo ha dado debido a nuestros buenos karmas del pasado. Este nacimiento
humano es una oportunidad que todas las almas reciben, aunque sea una
sola vez, durante la cual pueden realizar a Dios Todopoderoso, por medio
de Su gracia.
El maestro dice: Hay un canal para dar y un canal para recibir. Su enseñanza,
guía y gracia, y las bendiciones que constantemente derrama constituyen su
canal o forma de dar. Escuchar sus enseñanzas con atención; practicar
fielmente las disciplinas impartidas; recordarle constantemente con
devoción; ser conscientes de quién es él realmente; obedecerle
implícitamente; y prestarle servicio con la máxima dedicación en
pensamiento, palabra y obra constituyen el canal del discípulo para recibir
su gracia y generosidad.
Nuestra meditación desarrolla naturalmente en nosotros el deseo de ayudar
a los demás, y este deseo encuentra su expresión natural en la disposición a
servir. Seva es servicio al maestro a través de servir a nuestro prójimo. Nadie
es más ayudado que el que hace el servicio. El propósito del seva es
ayudarnos a expandir nuestro amor. Seva es un acto de amor hecho
simplemente para ayudarnos a crecer en amor. Eso es seva. La práctica de la
meditación nos ayudará gradualmente a ver todo lo que hacemos como el
trabajo del maestro.
Las obligaciones mundanas que estás desempeñando son todas
esencialmente espirituales. No dejes que se entrometa el ego; todo es trabajo
del satgurú. Todo pertenece a él, nada es nuestro.
Servir en la vida es el aprendizaje de la renuncia a lo personal como ha hecho
el maestro, entregando su vida al servicio del sangat y sus discípulos. El
contacto con almas ejemplares estimula en nosotros el deseo por mejorar
como personas y por conducir nuestras vidas a un fin mucho más elevado
que nuestra propia autosatisfacción. De hecho, nos influencia para el único
fin que dignifica la vida de un ser humano: el amor a Dios y a su creación.
Nuestra vida no está ideada para satisfacer a nuestros cuerpos, egos y
pasiones. ¿Qué mérito puede tener haber empleado 70 u 80 años en vivir
para uno mismo y su círculo de seres próximos? Expandir el amor que
tenemos dentro a toda la creación es la verdadera vida que nos enseña el
maestro.
Si no vives para servir, no sirves para vivir. No siempre podemos hacer
grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor.
El seva es un acercamiento al maestro. El seva es una oportunidad de hacer
algo que nos relaciona con el maestro, que nos da sentido de proximidad
con él, con las enseñanzas, con el sendero. Por tanto, el seva nos ayuda, en
gran medida, a interiorizarnos y repercute favorablemente en nuestra
meditación, de forma que podemos atenderla con una actitud más alejada
del mundo y de los comportamientos egocéntricos que habitualmente
tenemos en él.
Cuando alguien que tiene un verdadero amor por el Maestro está en
presencia del Maestro, su condición es única, y debido a la quema del fuego
del amor causado por el Darshan del Maestro, parece ser una persona
completamente diferente.
Al mirar al Maestro, el recuerdo del Señor viene automáticamente a la mente
de uno, y al ser absorbido por él, el alma se eleva en las regiones más altas
y se encuentra en un estado de dicha indescriptible.
De este modo, las dos almas, el alma del Maestro y la del discípulo, se unen.
Ambos se convierten en uno. El alma del discípulo entra en el alma del amor
desbordante del Satguru, y se fusiona completamente en la forma de su
Maestro, alcanzando así el estado de consumación del amor o la unión
completa en Él. El discípulo está teñido en el tono del amor del Maestro y se
embebe todas sus cualidades. Como las cualidades del Maestro son muy
superiores a cualquier cosa imaginable, el discípulo obtiene un beneficio
tremendo.
Este estado de amor es tan extático que los santos mahometanos lo han
comparado con el estado de intoxicación causado por beber vino. Pero el
estado de dicha es indescriptible, y solo puede ser conocido por el devoto
que se ha entregado completamente a su Satguru, que se ha rendido. En tal
estado, el Maestro guía al devoto con su Gracia en todas las condiciones. La
gente que está absorta en el egoísmo de este mundo no puede darse cuenta
de esto.
Para invocar el amor y la Gracia del Señor, es necesario que el devoto
enriquezca el amor por su Maestro y busque la Gracia en Él. La rendición y
sumisión son el camino.
Una persona puede pretender amar a Dios. Otro ama a su Maestro. ¿Cuál de
estos dos está más cerca de Dios? Sin amor por el Maestro no es posible
amar a Dios, porque Dios es invisible. Así que la persona que dice amar a
Dios lo ama sólo superficialmente. Dios es visible solo a través de Sus
manifestaciones (los Maestros); por lo tanto, amar al Maestro es amar a Dios.
Si deseas amar a Dios, debes mantener la compañía de Sus amantes.
Las corrientes del amor de Dios entrarán entonces en tu corazón y te harán
un amante de Dios. El amor por Dios aumenta en proporción al aumento del
amor por el Maestro, y el devoto comienza a ver la Luz interior al rendirse al
Maestro.
A veces, la Luz tiene la forma de un rayo, a veces se ven estrellas, y a veces
las estrellas estallan y el sol y la luna son visibles. A veces, la forma luminosa
y brillante del Maestro es visible en el interior, y esto le permite al alma ver
regiones espirituales más elevadas en su interior y cruzar Brahm y Par
Brahm.
El Maestro prohíbe al devoto revelar estos secretos a otros, porque no está
permitido hacerlo. Por la Gracia del Maestro, estas experiencias internas
aumentan día y día en número e intensidad; y al contemplar la forma del
Maestro, el amor del devoto por Dios también se intensifica gradualmente,
aumentando así su estado de felicidad en uno de felicidad pura. Un devoto
así es realmente afortunado, y después de haber alcanzado este estado, si el
Maestro muestra indiferencia, su vida se vuelve miserable y es peor que
sufrir cientos de dolencias. Kabir dice:
“No causa dolor ni angustia si Dios está disgustado con un verdadero
devoto, porque tiene el apoyo de su Maestro, pero si el Maestro está
disgustado con él, entonces no tiene dónde ir en este mundo o al más
allá”.
Este estado de amor es alcanzado por aquellos amantes que se han olvidado
completamente de sí mismos y se han fusionado completamente con el
Amado. Pero para alcanzar esta condición uno tiene que atravesar varias
etapas.
A veces, el Maestro parece indiferente y con otros signos similares actúa para
eliminar el ego y la arrogancia de la mente de Su devoto. A veces, el amor del
Maestro por el discípulo es evidente y, por lo tanto, fortalece el amor en el
discípulo, como resultado de lo cual el alma se eleva más.
Haz de cada respiración una ofrenda a tu Maestro, de cada pensamiento una
oración, que cada palabra sea una bendición para quien la escucha, que tu
energía de amor y rendición se eleve como el incienso más puro hasta tu
creador, porque es que vivir en la presencia del Maestro es rendición, ayudar
a la expansión de la luz es rendición, ofrendar tu compasión al que sufre es
rendición, rendición, rendición, rendición, palabra que hace temblar al ego,
pero cuya realidad es tan profunda que al alcanzarla el alma se eleva a las
más sublimes alturas.
RENDIRSE a los pies del Maestro significa fusionar la voluntad individual de
uno con la voluntad del Maestro, y ponerse completamente a su merced. Es
la forma más segura y fácil de escapar de todas las preocupaciones y dolores.
La rendición solo ocurre cuando un discípulo tiene fe y confianza completas
en el Maestro.
Este tipo de auto entrega es como el de un paciente completamente
indefenso que, confiando en la habilidad de un cirujano, pone su vida en sus
manos y se somete silenciosamente a su cuchillo y escalpelo.
O puede compararse con la confianza que le dio el viajero perdido
desesperadamente en el desierto al guardabosques que lo encuentra y lo
saca.
Exactamente de la misma manera, el trabajo del Maestro no consiste
simplemente en enseñar la teoría de la ciencia del Alma, sino que incluye la
demostración práctica de los resultados de los experimentos espirituales, y
la ayuda y guía a través de las dificultades de todos los discípulos. Un
verdadero amigo no solo da lecciones teóricas sobre cómo escapar de la
mente y la materia; Él ayuda a efectuar el escape en sí mismo.
Supongamos, por ejemplo, que una persona tiene que ir al extranjero.
Comenzará realizando consultas sobre los diversos medios de transporte
disponibles, tierra, mar o aire, según su elección. Después de hacer su
elección, ingresa al avión, barco o tren, y confiando en la habilidad del
operador, toma asiento cómodamente sin la menor ansiedad. En caso de que
el barco se hunda, o el avión quede atrapado en una tormenta, el capitán o
piloto tiene el deber de tomar todas las precauciones posibles para salvar el
transporte junto con los pasajeros de quienes es responsable.
Exactamente de la misma manera, un aspirante a la espiritualidad, después
de una cuidadosa investigación, debe decidir primero sobre el valor
espiritual de un Maestro y luego someterse total y exclusivamente a su
autoridad y dirección sin ninguna reserva mental; porque solo él conoce los
giros y laberintos del camino espiritual y está en posición de actuar como
un guía protector y poderoso.
El término rendición, por lo tanto, significa que un discípulo debe tener
plena confianza y entrega al Maestro, y seguir escrupulosamente sus
instrucciones, sean cuales sean sus instrucciones, ya sea en conformidad con
su propia razón o no, ya que su razón puede ser limitada o estar muy lejos
de la profundidad espiritual.
No le corresponde a él cuestionar la propiedad de los mandamientos del
Maestro. Debe aprender, como un soldado, a obedecer su mandato sin saber
por qué de las cosas; Porque el Maestro sabe qué es lo mejor y lo más
adecuado en cada caso.
Por lo tanto, uno debe obedecer al Maestro literalmente, y comprometerse
de inmediato en la práctica espiritual y la disciplina, según se le establezca.
Este es el único camino hacia el éxito espiritual; no hay otro.
Cuando un discípulo confía su todo al Maestro, se vuelve despreocupado y
el Maestro tiene necesariamente que asumir toda la responsabilidad; como
lo hace una madre por su hijo que no sabe lo que es bueno para él.
A medida que el discípulo se desarrolla en su práctica espiritual, se adapta
para recibir más gracia del Maestro. Bajo su amable y benigna influencia, el
discípulo comienza a prosperar día a día, y todos sus deseos se cumplen sin
el menor problema de su parte.
La rendición no es una tarea fácil. Para lograrlo, uno tiene que retroceder a
la posición de un niño inocente. Significa una involución total, una
metamorfosis completa, suplantando la propia individualidad.
Es el camino de la abnegación, que no todos pueden tomar. Por otro lado, el
camino de la disciplina espiritual es comparativamente fácil. El esfuerzo
personal puede ser intentado por cualquier persona para lograr un avance
espiritual.
Es, sin duda, un camino largo y tortuoso, en comparación con el modo de
rendirse, pero uno puede, con confianza en el Maestro, pisarlo firmemente
paso a paso. Si, sin embargo, una persona es lo suficientemente afortunada
para rendirse a sí misma, puede tener todas las bendiciones del Maestro
rápidamente; porque él va directamente a su regazo y no tiene nada que
hacer solo para sí mismo.
Él es entonces el elegido del Maestro, su hijo amado, el hijo de Dios mismo.
Pero muy raramente, incluso un alma realmente bendecida puede ser capaz
de adquirir esta actitud.
Cuando un discípulo se rinde al Satguru, el Señor lo toma bajo su propia
protección y le concede las bendiciones de la felicidad eterna. Todas las
dudas y temores ahora desaparecen y él llega a su propio Ser real.
¿De qué es este amor del que todos los místicos, orientales y occidentales,
han hablado con tanta insistencia? ... El amor del que hablan los místicos es
un amor que debe ser completamente purificado del yo. Si uno no ha
alcanzado la purificación completa a este respecto, el amor de uno todavía
no es perfecto y no es verdaderamente aceptable a los ojos del Señor. Y así,
el amor a los místicos es uno en el que uno se entrega completamente y sin
reservas. El buscador que, habiendo encontrado un Maestro, ha desarrollado
un amor tan absoluto por Él, se purifica constantemente de todas las
imperfecciones y se convierte en un receptor apropiado de la Gracia Divina.
Bien puede preguntar por qué existe este insistente énfasis en la entrega
completa en el camino místico. La respuesta es simple: sin esta entrega
absoluta de los últimos vestigios del ego y la individualidad y sin una
absorción tan completa en el objeto de nuestro amor, uno no puede alcanzar
esa concentración inquebrantable de todas sus facultades, que es el requisito
previo de todo progreso interno. El amor absoluto y la entrega personal son
solo otros aspectos de la concentración completa e impecable. En el
momento en que el “yo” se derrite en la rendición el vacío luminoso surge y
si esto no se da la concentración de un solo punto se disipa y se hace
imposible el avance interior. Además, el objetivo del aspirante espiritual se
encuentra más allá de los límites de la individualidad. Su objetivo es la unión
con el Absoluto y dicha unión debe ser necesariamente una negación de los
límites que nos separan unos de otros. El que no puede elevarse por encima
del ego, la facultad que crea estos límites no puede esperar alcanzar esa
posición que es la negación de toda individualidad y la realización de la
unidad de toda vida.
Por esto, es que todos los místicos de todas las tradiciones han sido
incansables en su insistencia de la necesidad de una entrega absoluta. Fue
esta cruz de sacrificio del yo, el ego, de la cual habló Jesús cuando exhortó
a sus discípulos a llevar su cruz diariamente. Porque en cada pequeño acto,
palabra o pensamiento, el ego está tratando de dominarnos y si el buscador
quiere triunfar sobre él, debe estar preparado para crucificarlo en todo
momento. Para alcanzar este grado de entrega, uno no debe mirar a la
Deidad en su forma abstracta, sino en su forma humana como el Maestro.
Porque, ¿De qué otra manera uno puede conocer la Voluntad de Dios
directamente, para rendirse a ella? Lo que uno puede tomar como una
intuición inspirada por lo Divino puede ser realmente uno mismo hablando
disfrazado, y rendirse a tales intenciones aparentes puede ser realmente
rendirse al yo, el ego. Sin embargo, si uno ha encontrado un Maestro, que
está en sintonía con el Señor y es Su portavoz, y lo obedece en todas las
cosas de manera completa y absoluta, seguramente destruirá a la serpiente
del ego con cabeza de hidra y llegará a su hogar celestial un día. Habrá
momentos en el curso de tal amor cuando uno, a juzgar por su propio
entendimiento limitado, dude de la validez de las instrucciones del Maestro,
pero esos momentos son solo pruebas para hacer que nuestra entrega
personal sea más completa y segura, y el que pasa a través de estas pruebas
con éxito, un día irradiará la gloria de Dios.
Tal amor y entrega personal a la Voluntad del Señor encarnada en el Maestro,
ha sido la piedra angular de las enseñanzas de todos los místicos y
especialmente en Maha Yoga. Nuestra tarea principal como discípulos, como
iniciados, es cultivar estas cualidades al máximo y dejar el resto al Maestro.
Por supuesto, habrá momentos de duda y de preguntas, pero si puedes
atravesarlos sin tregua, con tu amor y tu fe, encontrarás que el camino
espiritual se desplegará constantemente ante ti y que todas las cosas se te
agregan. El camino no es fácil, pero para alguien que ha hecho del amor la
piedra angular de su vida, nada podría ser más fácil o seguro. El Maestro
Jesús nunca prometió la paz y el consuelo con que el mundo está
familiarizado. Fue la cruz lo que ofreció. Tenemos que sufrir; Para
remodelarnos, para destruir lo viejo y forjar lo nuevo.
Si buscas avanzar en el camino interior rinde tu ego y voluntad. Trata de
ayudar a los demás y haz lo mejor por ellos, pero no te preocupes por los
frutos de lo que haces. Eso es algo que debes dejarle al maestro. Haz que tu
amor por Él sea tan completo que, contemplando Su Mano en todo, te eleves
por encima de todos los sentimientos de enemistad, rivalidad y
resentimiento. Velo presente en todo y recuerda que Él siempre está contigo,
listo para ayudarte cada vez que dirijas tus pensamientos hacia él. Y, sobre
todo, no olvides que Él debe ser ganado no con palabras sino con hechos: El
Maestro Jesús dice: “Si me amas, sigue mis mandamientos”. Si puedes hacer
esto; si puedes conquistar el yo y entregarlo a los Pies del Maestro; si puedes
aprender a verlo obrando a través de todas las cosas; si puedes aceptar el
hecho de tu propia visión limitada; Si puedes emprender una vigilancia
incesante y celosa de tus pensamientos y acciones, eliminando todos los
males e imperfecciones, entonces no solo te ganarás la salvación, sino que
también permitirás a otros hacer lo mismo. Tu ejemplo brillará como una
antorcha en la oscuridad, y los hombres, incluso aquellos que pueden
oponerse a ti primero, se dirigirán a ti en busca de orientación y ayuda.
Encontrarás una nueva sensación de paz surgiendo a través de ti, una paz
que no depende de la ausencia de perturbaciones externas, sino que es un
estado mental interno que permanece inmóvil incluso en las situaciones más
tempestuosas.
La ventaja esencial en el campo de la espiritualidad no se encuentra fuera
sino dentro. No radica en la ausencia de oposición externa, sino en la
capacidad interna de uno mismo para una entrega completa y amor; y, de
hecho, los obstáculos externos pueden actuar como pruebas y estímulos
para el desarrollo de esta capacidad. Esta habilidad para conquistar el ego y
someterse a la Voluntad Superior es tan rara en el Este como en el Oeste, y
donde sea que se encuentre, observará la verdadera marca de la
espiritualidad. Es esta capacidad la que debes cultivar y desarrollar si
realmente deseas hacer un progreso sustancial en el campo espiritual. El
camino no es fácil. Debes crucificar tu ego y poner tu individualidad en el
altar del amor por tu Maestro.
Una fe amorosa y una entrega completa a la Voluntad de Dios o a la de Sus
elegidos, los Maestros, constituyen los principios básicos para la vida del
buscador de la Verdad.
Este tipo de entrega desinteresada y sobre todo, de su ser inferior, el cuerpo,
la mente y el mundo mental, se produce solo cuando uno disuelve su ego o
la voluntad individual en la voluntad de Dios o el Gurú. A esto se le llama
entrega completa, que ora silenciosamente: “No es mi voluntad, sino Tu
Voluntad, Señor”. Una actitud así fácilmente ayuda a una persona a
convertirse en Neh-karma (Libre de karma). Mientras aparentemente está
haciendo una cosa u otra, ahora no está haciendo nada por sí solo, sino que
está cumpliendo la Voluntad de su Padre: Dios o su Maestro, porque
realmente ve dentro de Él el Plan Divino tal como es, y se encuentra a sí
mismo como un instrumento consciente en las manos invisibles que dirigen
todos sus movimientos. La entrega, entonces, significa entregar todo lo que
uno tiene a Dios o a su Elegido, el Maestro, incluido el cuerpo, las riquezas y
su mismo yo (la mente pensante).
La cualidad de la entrega, con cualquier grado de fe, produce su propio fruto,
y muy rápidamente, de acuerdo con el nivel en que se practica. Por
experiencia gradual, uno aprende de su valor completo a medida que avanza
en el Sendero hasta que alcanza una etapa en la que pierde por completo su
propio ego en la Divina Voluntad y, por lo tanto, se convierte en Neh-karma
(Sin karma) la corona y la gloria de toda la existencia humana. Una fe
amorosa en la bondad inherente de Dios, y una completa entrega a la Divina
Voluntad, lo llevan a uno en el camino de la espiritualidad sin ningún gran
esfuerzo. Estas dos cosas constituyen el secreto y la llave mágica que abre
los portales del Reino de Dios que se encuentran dentro del templo del
cuerpo humano, que todos somos.
Aquellos que han recibido la iniciación, la gema de Shaktipat del Satguru, es
su deber tomar conciencia y corregir la atracción indebida de las
distracciones mundanas. Desarrollar amor por el Maestro y estudiar sus
discursos constituye la verdadera obra del discípulo. A medida que se eleva
por encima de las tentaciones mundanas y rinde todo a los pies del Gurú, se
libera del karma y las debilidades. La riqueza espiritual, por lo tanto, se
puede acumular de dos maneras: trabajando duro en la meditación y
entregándose por completo al Satguru. La primera es la forma más fácil de
hacerlo, ya que no es tan difícil obtener la salvación al limitar la ingesta de
alimentos y permanecer despierto por la noche para realizar el verdadero
trabajo. El segundo método es más difícil, aunque más eficaz. Si el discípulo
puede rendirse por completo a la voluntad del Maestro, ha completado su
meditación. Esto significa que él ha desintegrado su ego, ha perdido su
individualidad separada y se ha vuelto uno con el Señor de la Verdad. Esta
es la absorción que arrastra al alma al Más Allá.
Primero, digamos que la palabra rendición no es un término adecuado para
lo que se quiere decir a este respecto, pero se trata del mejor término que
tenemos. Sería mejor decir que uno confía plenamente en el Maestro. Eso
equivale a decir que una persona confía sus intereses superiores en manos
de un experto.
Lo que realmente se entiende por entrega completa a un Maestro es esto: por
perfecta confianza y gran amor, el discípulo con mucho gusto sigue hacia
donde el Maestro lo guía. Esa es la suma de todo. No hay necesidad de
discutir algo que no tiene valor ni significado. Déjalo pasar. Usa el sentido
común. Por la entrega perfecta a un Maestro, uno gana todo, terminando en
la libertad más perfecta. Esto está bien expresado por un gran Sufi, quien
dijo: “¡Danos todo lo que tienes y te daremos todo lo que poseemos!” Al
entregar todo al Maestro, ganas todo.
Rendirse es una renuncia voluntaria de la voluntad de uno al Padre, al
reconocer en cada acción y pensamiento, la guía del Padre en el interior,
independientemente del resultado final. Si sientes que no puedes renunciar
a tu libre albedrío (el derecho a tomar tus propias decisiones), entonces aún
tienes un residuo de ego, que es parte de la personalidad. Los Maestros
ponen gran énfasis en la necesidad de rendirse a sí mismos. Hay momentos
en que debemos crucificar el ego. Esta es la cruz que nos ofrece el Maestro
Jesús, también la cruz de la que hablan los Maestros, la cruz que todo
iniciado debe enfrentar, tarde o temprano. Rendirse no es fácil, ni puede
lograrse mediante un milagro. Es un trabajo lento, laborioso, de amor. Todos
debemos hacer un esfuerzo en esta dirección, aunque rara vez se logre en
una vida. Sin embargo, mientras te esfuerzas por lograrlo, el Maestro te
ahorrara más de la mitad del camino. Este es el camino directo a la
iluminación.
El propósito de la vida es unirnos con Dios. El propósito es fusionarnos con
Dios. Para poder hacer eso, necesitamos estar lejos de la dualidad. Debemos
darnos cuenta de que no hay diferencia entre nosotros y Dios, que somos
uno y lo mismo. Pero si siempre pensamos que somos diferentes, nunca
podremos volver a unirnos a Dios.
Dios es un océano de amor. Un océano de conciencia. Un océano de verdad.
Un océano de luz, todo pureza. Para que nos unamos a Dios, necesitamos
estar también en ese estado. Para que nos fundamos en Dios, también
necesitamos estar en ese estado de pureza, en ese estado de amor y en ese
estado de rendición. Para alcanzar ese estado, necesitamos salir de las
artimañas de lo que se llama "mente, materia e ilusión". Cuando tenemos
plena fe en Dios y cuando vivimos nuestra vida según el principio de “dulce
es tu voluntad” Entonces solo la verdadera rendición puede llegar a nuestro
ser.
Todos somos seres humanos. Siendo seres humanos, siempre estamos
pensando, "¿Cómo podemos hacer esto para conseguir eso? ¿Qué
deberíamos hacer para estar aquí y qué cosas debemos poner en práctica
para alcanzar un determinado objetivo?" Cuando tratamos de hacer
acciones, pero los resultados no son lo que esperamos, entonces estamos en
crisis. La mejor manera de vivir sería poner el mejor esfuerzo posible en
todas las circunstancias, y luego ponernos en ese estado en el que no nos
preocupemos por los resultados.
Por ejemplo, digamos que jugamos al tenis de mesa. Definitivamente
queremos ganar todos los partidos que juguemos, nuestro objetivo es ganar
todos los partidos que juguemos. Entonces para llegar a esa meta,
practicamos por muchas, muchas horas. Hacemos ejercicio, comemos bien
y hacemos lo que sea necesario para alcanzar ese objetivo. Ahora, si estamos
haciendo estas cosas, y digamos que perdemos una partida, entonces no
debemos desanimarnos, porque hay otros jugadores que juegan que quizás
están haciendo las mismas cosas. Su objetivo podría ser el mismo: ganar
todos los partidos, también. Ponemos nuestro mejor esfuerzo y
definitivamente esperamos ganar, pero si a veces, digamos, de vez en
cuando, no ganamos, en lugar de entristecernos debemos dejarlo a la
voluntad de Dios y siempre, siempre seguir adelante.
Tal vez perdiendo, ganamos mucha humildad. Tal vez al perder, estás
haciendo que la otra persona esté eufórica. Puede haber muchas cosas que
entran en juego de las que quizás no estés completamente consciente. Tal
vez los padres de alguien tienen que estar felices de ver a su hijo ganar. A
nivel humano no estamos conscientes de todas estas circunstancias. Si nos
desanimamos y decimos: "Oh, no voy a trabajar tan duro porque no puedo
ganar", eso no es correcto. La clave para llegar a un estado de entrega a la
voluntad de Dios no es que no hagamos nada y digamos: “De acuerdo, Dios
se encargará de todo”. Porque eso será sentarse, ser perezoso y decir: "Oh,
Dios está ahí. Dios cuidará de todo. ¿Por qué debería hacer algo?
Si pensamos que nos estamos rindiendo a Dios, y si realmente queremos
rendirnos a Dios, entonces nuestros esfuerzos deben ser los mejores
esfuerzos en todo tipo de circunstancias, ya sea que estemos estudiando, ya
sea que estemos trabajando, ya sea que se trate de relaciones con Nuestras
familias, ya sea ayudando a alguien en la calle. En cada situación debemos
tratar de hacer lo mejor que podamos. Pero después de hacer lo mejor, no
debemos preocuparnos por los resultados. Como seres humanos, nuestro
trabajo es hacer lo mejor y dejar los resultados en las manos de Dios.
Cuando nosotros dejemos los resultados en las manos de Dios, entonces
nada de este mundo nos molestara más. Solo entonces comenzamos a vivir
de acuerdo con el principio de "Dulce es tu voluntad". Cuando
verdaderamente, vivimos bajo ese principio, es cuando nos entregamos
totalmente a la voluntad de Dios.
¿Estás listo para cortarte la cabeza y poner el pie sobre ella? Si es así, ven;
¡El amor te espera! El amor no se cultiva en un jardín, ni se vende en el
mercado; Si eres un rey o un sirviente, el precio es tu cabeza, y nada menos.
Sí, ¡el costo del Elixir del Amor es tu cabeza! ¿Dudas? ¡o avaro, es barato a
ese precio!
El amor es el camino de la rendición. Los adeptos místicos han simbolizado
la entrega del ego de un discípulo al afirmar que debe sacrificar su cabeza
(el ego) en el altar del Amado, si desea tener éxito en el Sendero del Amor.
Hafiz nos ha dicho: "La condición mínima que exige el amor es la rendición
de la cabeza. Si no puedes hacer esto, ni siquiera deberías hablar de amor ".
Kabir afirmó que el amor no es algo fácil de alcanzar para la persona
promedio, ya que solo puede entrar en la morada del amor, quien está
preparado para dejar su vida. Su cabeza en el suelo y luego pararse sobre
ella. Si uno puede hacer esto, está listo para recorrer el camino del amor;
porque solo entonces podrá saborear el elixir del amor. Cortar la cabeza y
pisarla significa, en la terminología de los adeptos místicos, aplastar el ego
personal para pulverizarlo en total entrega al Señor Supremo.
La entrega, entonces, no es un acto de renunciar a la autonomía individual,
y por lo tanto convertirse en una automatización sin sentido. Por el
contrario, es un estado de logro espiritual que produce una conciencia
espiritual pura en la cual todos los deseos materiales son quemados por el
progreso interno más allá de las atracciones del mundo.
Cuando la entrega al Amado se ha logrado, el discípulo no necesita oración
u otro esfuerzo espiritual, ya que su amorosa devoción es una oración
completa en sí misma.

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