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Chin Chun Chan

Es una zarzuela en tres actos escrita por José F. Elizondo y estrenada en 1904 en
el Teatro Principal de la Ciudad de México.
La historia se desarrolla en un gran hotel de México donde se prepara una fiesta
para recibir a un millonario mandarín, pero antes de la llegada de este ilustre
personaje, aparece un falso chino caracterizado así para no ser encontrado por su
histérica mujer. Ahí es cuando comienzan los enredos.

La zarzuela nos muestra tintes de la época, como el paseo en la Alameda, los


peladitos y las diversiones de la época como el cake walk, danza moderna
importada de Estados Unidos que imita de manera grotesca y burlona a los
aristócratas, las tiples que bailan con su vestuario atrevido y andar cadencioso; en
fin, toda una época que gracias a algunas películas mexicanas se han rescatado
esas imágenes históricas. En esta zarzuela no se pretende solo hacer una denuncia
social en contra de la emigración en México, sino que a través de la suplantación de
personajes se hace un juego divertido entre un hombre común y un mandatario. Un
dato de aquel tiempo de principios del XX es que se propugnaba por la expulsión de
los chinos del territorio mexicano, por considerarlos perjudiciales para el progreso
nacional.
El gesticulador

El gesticulador es una obra de Rodolfo Usigli escrita en 1938 que se ubica en los
años posteriores a la Revolución Mexicana, donde el partido oficial ya tiene el
control de lo que sucede en la vida política, y las viejas prácticas de corrupción y
tráfico de influencias siguen vigentes, la situación social tampoco ha mejorado
mucho: los dueños del poder gozan los privilegios, y aquellos sin influencias son
incapaces de mejorar económicamente. Finalmente, los conflictos familiares
también están vigentes: un padre sin aspiraciones, una mujer abnegada a seguir a
su marido, unos hijos sin estudios e incluso sin “belleza” que les permita ascender
socialmente. lo familiar y lo político se combinan para retratar un momento
trascendente en la historia de nuestro país.
Cada acto tiene una construcción básica: en el acto 1 tenemos el establecimiento
del conflicto familiar y la semilla de la mentira; en el acto 2 se estable el conflicto
político y llega a un punto álgido el conflicto familiar; para el acto 3, viene la
resolución de lo político y lo familiar.
La historia como tal se desarrolla en unas ocho semanas, del momento en que llega
el investigador norteamericano a la casa de César, hasta el aviso del asesinato del
mismo.
La huida de Quetzalcóatl

La dualidad que caracteriza a Quetzalcóatl es un factor imprescindible para


comprender la maestría de su andar. Habilidad que corresponde a la magnificencia
con la que un ser podría desplazarse con el viento cual quetzal y deslizarse cual
serpiente en tierra y mar. Así es el conocimiento. Un baluarte del tiempo. De un
tiempo que trasciende todo y todos desean trascender.
Por ejemplo, el ser humano ha encontrado en la inmortalidad la respuesta a la
limitante que observa en lo inherente a la vida que no es más que el fluir de la
muerte. La serpiente emplumada utilizo esta carta para eternizarse a sí mismo y se
encamino a un sitio desconocido aun por el que todo lo sabe.
Siendo el tiempo el primer factor de relevancia en la obra podemos tomar como
punto de partida esta metáfora del Dios tiempo, que olvidado como deidad desea
presentarse como evidencia de lo importante que es vivir el presente como
consecuencia del pasado y preludio del futuro. El punto radica en diferenciarlo y
darle su espacio e importancia correspondiente. Resulta complejo conseguirlo pues
históricamente el ser humano es un ser al que le cuesta desprenderse
materialmente de las personas y de la suya propia, por eso es que al principio de
este análisis argumento el deseo de inmortalizarse por cualquier medio, por temor al
olvido, al paso del tiempo y al cumplimiento de ciclos.
Entra en escena otro personaje imprescindible. La muerte. Y en este caso lo hace
indirectamente. Quetzalcóatl se mira al espejo que revela el paso de los años
traducido en arrugas y un semblante desgastado. Así como él, el humano promedio
descubre en ese acontecimiento el preludio a la inevitable muerte a la que rechaza
por instinto y se niega a su llegada, aunque nada pueda hacer al respecto.
Corona de sombras

progreso, la peculiar transición entre la monarquía y la república, tenía la intención


de unir a liberales y conservadores incorporando al "Benemérito de las Américas" a
su gobierno como primer ministro, pero a fin de cuentas le dan la espalda todos,
muere engañado y traicionado por todos.
Cuida no cuestionar directamente a Juárez, figura con hondas raíces en el fervor
popular, otra vez hay que leer entre líneas el juicio negativo para su causa por parte
del dramaturgo. La ingenuidad de Maximiliano, la idea del soñador de nobles
intenciones es una constante. Su proyecto de un gobierno interesado en el
desarrollo de una nación en pañales, políticamente más que inestable, está basado
en los sentimientos del pueblo, dolido por la reciente pérdida de la mitad del
territorio, por ello cuida que el país gane más, la belleza del territorio lo deslumbra,
aquí podría hacer aquello vedado para él en Europa por su lugar en la dinastía
propia. Es un estadista nato, le viene de casta, y a diferencia de los políticos
mexicanos, la riqueza y el poder son naturales para él, por lo tanto no es ese su
objetivo fundamental, le incomodaba ser sólo un cortesano en Europa sin poder
aplicar sus metas conduciendo los destinos de una nación.
Las castas, clases y dinastías son una constante, diferenciar entre indios y
europeos. Se burla un poco de Vasconcelos con su idea de la raza cósmica cuando
pone las ideas del mexicano sobre la nueva raza mexicana más bella e inteligente
cuando Maximiliano se dirige a Miramón y Mejía, entiende los utopistas deseos de
los conservadores y toma la misma actitud paternalista hacia los indios.
Ifigenia cruel

El tema es el sacerdocio de Ifigenia en Táuride. En Eurípides, Ifigenia se vengaba


de lo que sufrió en Áulide; en el texto de Reyes, lo hace sin venganza y sin
memoria. En Eurípides, su hermano la cree inmolada; en Reyes, viene en su busca,
pues sabe que está ahí. En Eurípides, el monarca es bárbaro; en Reyes, es sabio y
compasivo. En Eurípides, Ifigenia regresa como sacerdotisa de la diosa; en Reyes,
regresaría para desposarse con otro y asegurar descendencia, ya no como virgen
sagrada.
Además de esta diferencia, hay una dualidad permanente en el poema de Reyes,
que lo hace un poema fundamentalmente moderno. No acosa a Ifigenia el pasado,
sino su conciencia; la acosa una oscura sensación de no ser sólo ella, sino también
la otra, la que recuerda subterráneamente, sin compartirse. En hechos sangrientos
vive, creyendo que nace; así recuerda que en sangrientos festines ha nacido: su
linaje nuevo es como el antiguo. Ella olvida, pero después recuerda lo que Orestes
ignora; el olvido tiene más recuerdos que nosotros. Ella debió morir, pero vive; debió
ser sacrificada, y es sacrificadora; es el castigo para los que a esas playas llegan y,
sin embargo, es la castigada. Se divide ella misma entre la imaginación, poblada de
fantasmas, y la lealtad del cuerpo (división difícil de plantear en una Ifigenia
antigua). Su cuerpo fue leal con ese pueblo bárbaro; su deseo, con su linaje. Ella, la
sacerdotisa, fue conminada por su hermano a descender de ese desdoblamiento y
ser mujer, ser madre, ser cuidadora de su telar familiar. Se le pidió que fuera lo
opuesto, no la que mata, sino la dadora de vida. Ifigenia se negó a hacerlo. Más
parece con esto una versión suavizada de una diosa mexicana, dadora de muerte,
que la sacerdotisa griega que en Eurípides retorna amorosa a su país.

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