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YANNIS HAMILAKIS

ARQUEOLOGÍA
Y LOS SENTIDOS
EXPERIENCIA, MEMORIA Y AFECTO

Traducción de:
Nekbet Corpas Cívicos

JAS Arqueología Editorial


Todos los derechos reservados. El contenido de
esta obra está protegido por Ley. Queda totalmente
prohibida cualquier forma de reproducción de la
misma, sin consentimiento expreso del editor. Si
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esta obra diríjase al Editor www.jasarqueologia.es

Publicado originalmente en inglés: © Cambridge University Press 2013

Primera Edición española, julio de 2015

© De la edición:
JAS Arqueología S.L.U.
Plaza de Mondariz, 6
28029 - Madrid
www.jasarqueologia.es

Edición: Jaime Almansa Sánchez


Traducción: Nekbet Corpas Cívicos
Corrección: David Andrés Castillo
Agradecimiento especial a: Cristobal Gnecco, Sandra Lozano y Almudena Hernando

© Del texto:
Yannis Hamilakis

Imagen de cubierta: Camp Stool Fresco (Knossos) - Museo de Heraclión

ISBN: 978-84-942110-8-9 (papel)

Depósito Legal: M-24793-2015

Imprime: Service Point


www.servicepoint.es

Impreso y hecho en España - Printed and made in Spain


YANNIS HAMILAKIS

ARQUEOLOGÍA
Y LOS SENTIDOS
EXPERIENCIA, MEMORIA Y AFECTO
Στην κυρία Νίκη, και στη θεία Ριρίκα

A la Sra Niki (mi profesora de Primaria), y a la tía Ririka


ÍNDICE

Prefacio i

1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 1

2. Modernidad occidental, arqueología y los sentidos 21

3. Recapturando la experiencia sensorial y afectiva 73

4. Sentidos, materialidad, tiempo. Una nueva ontología 139

5. Necropolíticas sensoriales. Los Mnemopaisajes


161
mortuorios de la Edad del Bronce cretense

6. ¿Por qué ‘Palacios’? Sentidos, memoria y el fenómeno


199
palacial en la Edad del Bronce de Creta

7. De la corporalidad a la sensorialidad, de los objetos


235
a los flujos

Notas 251

Bibliografía 259

Índice de términos 303


ÍNDICE DE FIGURAS

Figura 1. El viñetista Steven Appleby explica la


5
‘Arqueología del Aire’
Figura 2. ‘No tocar el mármol’ 59

Figura 3. La Acrópolis de Atenas, hoy 90


Figura 4. La fachada del Nuevo Museo de la Acrópolis
91
en Atenas
Figura 5. Un antiguo bloque de piedra con graffitis del
150
siglo XX
Figura 6. Un fragmento de arquitectura clásica del
151
Erecteion con una inscripción Otomana
Figura 7. Mapa de Creta con la localización de los sitios
166
mencionados
Figura 8. La principal tumba de tholos (A) de Kamilari 167

Figura 9. El cementerio de Agia Photia 173

Figura 10. Una tumba del cementerio de Agia Photia 174


Figura 11. Una sección de la tumba 218 en el cementerio
174
de Agia Photia
Figura 12. Tholos Gamma en Archanes 185

Figura 13. Plano del tholos A en Agia Triada 186

Figura 14. Plano del tholos de Kaminospelio 188


Figura 15. Plano del tholos de Lebena Yerokambos II 189
Figura 16. Plano del tholos de Lebena Yerokambos II:
189
detalle
Figura 17. Plano esquemático del ‘Palacio Viejo’ de
202
Knossos
Figura 18. Plano esquemático del ‘Palacio Nuevo’ de
203
Knossos
Figura 19. Depósito de banquete en Nopigeia 217

Figura 20. Plano del palacio de Knossos 226

Figura 21. Parte del ‘Fresco de la Procesión’ 228


Figura 22. Reconstrucción en papel del ‘Fresco de la
228
Procesión’ de Mark Cameron
Figura 23. El Patio Oeste de Knossos 229
Figura 24. Reconstrucción en papel del ‘Fresco de la
231
Gran Escalera’ por Mark Cameron
Figura 25. Palacio de Knossos: la ‘Gran Escalera’ 231
Figura 26. Memorial a los veteranos de Vietnam de
236
Maya Lin en Washington DC
PREFACIO

¿Cuándo comienzan los proyectos de libro y cuándo se completan?


Difícil de decir. Siento haber estado «escribiendo» este libro durante
toda mi vida adulta, como si todo lo que he hecho, tanto en el mundo
académico como fuera de él, fuera un intento de encontrar las palabras
para expresar y representar la conexión entre la vida, la experiencia
y los sentidos corporales. Si este fuera realmente el caso, entonces
necesitaría otro libro sólo para agradecer a todas las personas que
han contribuido a este: colegas, estudiantes, amigos, interlocutores
etnográficos, familiares, amantes. Pero este libro también tuvo un
comienzo formal, que fue el momento, hace en torno a una década,
en que envié una propuesta de libro a Cambridge University Press,
animado por Richard Bradley. Es por eso que tengo una inmensa
deuda de gratitud con él y con el personal de la editorial (incluyendo el
ex editor de arqueología, Simon Whitmore); ellos aceptaron el desafío
de este proyecto en un momento en el que los sentidos no eran el tema
de moda que es ahora y esperaron pacientemente a que lo completara.
Los revisores anónimos de la editorial aportaron comentarios muy
constructivos, ayudando a darle al libro su forma final y mi actual
editora, Beatrice Rehl, junto con su equipo (especialmente Anastasia
Graf) han apoyado y facilitado este proyecto de todos los modos
posibles. Luane Hutchinson ha sido una correctora excelente y amable,
y Vasko Demou trabajó diligentemente en el índice.

He dado clases sobre este tema en multitud de ocasiones y en


varias universidades de todo el mundo. Mis anfitriones y mi audiencia
escuchaban detenidamente, a veces escépticos, otras entusiasmados,
pero siempre ofreciendo comentarios constructivos y útiles.
Durante los últimos momentos de escritura del libro, el público, de

i
ii ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

las universidades de Columbia y Binghamton, escuchó partes de


él, gracias a mis anfitriones, buenos amigos y colegas: Brian Boyd y
Zoe Crossland en Columbia, y Ruth van Dyke, Randall McGuire
y Josh Reno en Binghamton. En una ocasión anterior, en marzo de
2010, Jo Day me invitó a dar la charla inaugural de la inspiradora
conferencia que organizó en Carbondale, Illinois, «Making Senses of
the Past», evento que ofreció un gran estímulo sensorial y pensamiento
encarnado, además de convertirse en un libro igualmente estimulante.

Otros colegas leyeron partes del libro y compartieron generosamente


sus impresiones: Constance von Ruden y David Sutton merecen mención
especial. Constance compartió conmigo su profundo conocimiento
sobre pinturas murales y su experiencia arqueológica, ayudando a la
vez con algunas de las ilustraciones. Varios colegas especializados en
el Egeo han discutido conmigo muchas cuestiones relacionadas con
el libro a lo largo de los años, dándome además acceso a multitud de
materiales en prensa o sin publicar. Entre ellos, John Bennet, Keith
Branigan, Cyprian Broodbank, Despina Catapoti, Jan Driessen, Paul
Halstead, Nicoletta Momiglianno, Yiannis Papadatos y Isle Schoep.
Maria Andreadaki-Vlazaki me dio la oportunidad de trabajar con
mis estudiantes en el yacimiento de Nopigeia, que dio forma a mis
ideas sobre deposición y memoria sensorial. Nadia Seremetakis y con
David Sutton (de nuevo) han sido una fuente constante de inspiración
sobre la memoria material y los sentidos. Andy Jones coorganizó
conmigo un encuentro en Southampton sobre sentidos corporales y
memoria, ocasión memorable para todos los involucrados. Andrew
Sherratt ayudó a darle forma a mis ideas sobre los aspectos sensoriales
de la comida y Susan Sherratt ha sido una coautora y colaboradora
inspiradora en otros proyectos relacionados.

Fotis Ifantidis ha sido y es el más maravilloso colaborador en


nuestros proyectos foto-etnográficos y sensoriales, algunos de cuyos
resultados se vierten en este libro. Eleni Tzirtzilaki hizo un hueco
para hablarme sobre el río Iridanos, la plaza Monastiraki en Antenas
y el poder afectivo del agua en movimiento. Mark Pluciennik y Sarah
Tarlow coorganizaron conmigo la memorable conferencia de 1998 en
Prefacio iii

Lampeter «Thinking Through the Body», donde presenté por primera


vez mi arqueología sensorial. Le debo un especial agradecimiento a Paul
Rainbird, que ha apoyado este proyecto desde el comienzo, ofreciendo
consejo en todas las cosas, grandes y pequeñas, hasta el último minuto.
Su cuidada, inestimable y duradera amistad, y su humor, mantuvieron
mis esfuerzos e hicieron que toda esta empresa haya merecido la pena.
Eleonora Vratskidou me alertó sobre el pensamiento sensorial de
Herder y escuchó algunas de las ideas de este libro, ofreciendo valiosos
comentarios.

Mis compañeros de la Universidad de Southampton se ocuparon


de mi carga administrativa mientras estuve ausente para preparar
este libro. Tanto ellos como mis estudiantes escucharon mis ideas y
ayudaron más de lo que pueden imaginar. Los estudiantes de doctorado
han compartido sus pensamientos e ideas conmigo y yo he aprendido
de ellos tanto como espero que ellos hayan aprendido de mí: Ioanna
Antoniadou, Vasko Demou, Kerry Harris, Brittany Hill, Dimitra
Mylona, Nota Pantzou, Kostas Papadopoulos, Helen Stefanopoulos,
Eleni Stefanou, Vasilis Tsamis, Vasilis Varouhakis y Nicolas Zorzin. Mis
estudiantes, que cursaron durante años mis cursos de «Arqueología y
antropología de la comida» y «Arqueología de los sentidos», merecen
especial mención.

Varias instituciones han financiado mi investigación, lo que me ha


permitido trabajar en este libro. Parte de él fue escrito en Los Ángeles,
durante mi estancia investigadora en el Getty Research Institute (2005-
2006), pero la mayor parte del libro fue revisado y completado en
Princeton, mientras fui miembro de la School of Historical Studies,
Institute of Advanced Studies (IAS) en el curso 2012-2013. Doy gracias
al profesorado del Instituto (y en especial a Angelos Chaniotis) por
concederme esta oportunidad única. Los bibliotecarios fueron
fabulosos y mis colegas supieron crear y sostener un fértil ambiente
intelectual. Heinrich von Staden discutió conmigo varios aspectos de
su trabajo, con su característica generosidad, franqueza y amabilidad.
El personal del Instituto, incluido el de la cocina, se aseguró de nutrir
nuestros pensamientos y reflexiones de forma multisensorial. En el
iv ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

IAS debo agradecer también a María Mercedes Tuya su cuidado y


trabajo con algunas de las ilustraciones, y a Butch, quien limpiaba mi
oficina, por nuestras valiosas charlas tras esos largos y agotadores días
de trabajo.

La British School at Athens (y su archivera Amalia Kakkisis), Steven


Appleby, Phil Betancourt, Keith Branigan, Luca Girella, Fotis Ifantidis,
Sandy MacGillivray, Wolf-Dietrich Niemeier, Yiannis Papadatos y
Peter Warren, han tenido la amabilidad de permitirme reproducir sus
imágenes. Pequeñas partes de este libro han aparecido o están a punto
de aparecer en varios volúmenes (todos ellos citados en la Bibliografía)
y sus editores merecen un agradecimiento por sus comentarios y su
consejo editorial: Peter van Dommelen, Tim Insoll, Bernard Knapp,
Yiannis Papadatos y Maria Relaki.
1.
DEMOLIENDO EL MUSEO DE
LOS SENTIDOS SIN SENTIDO

Una de las expresiones que se quedó grabada en mi cabeza


durante mi niñez en la Grecia de los años 70 fue el término
despectivo para denominar a personas severas, que no muestran
afecto ni consideración por los sentimientos de los demás, egoístas,
egocéntricas. Ese término es anaisthitos, que puede traducirse como
insensible, una traducción que no agota la riqueza interpretativa de la
palabra original. Etimológicamente, el sentido original de la palabra
es de importancia en este libro. La palabra griega se utiliza con un
sentido metafórico y describe, literalmente, a una persona que ha
perdido sus sentidos (sin ser consciente de ello) debido a un accidente.
En este contexto, la palabra evoca a una persona que no tiene sentidos
(aisthiseis, en griego antiguo y moderno), que no se relaciona con los
demás a través de sus capacidades sensoriales. Estrictamente, esto es
imposible, pero pone de manifiesto la importancia fundamental de
los sentidos en la socialización humana y la conexión crucial entre los
sentidos corporales y la interacción emotiva y afectiva. De este modo,
implica que una persona incapaz de una comunicación sensorialmente
afectiva, es en cierto modo una persona discapacitada.

Decir que los sentidos corporales son fundamentales para


una experiencia social plena parece una obviedad, pero rara vez
reflexionamos seriamente sobre lo que esto significa. Algunos
antropólogos (p. ej. Feldman 1994; véanse también otros artículos en
Seremetakis 1994a) han asegurado que muchos occidentales viven

1
2 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

hoy en lo que puede ser descrito como un estado de anestesia cultural.


Así es como Feldman (1994) define esta condición: «el destierro de
las presencias sensoriales y los agentes desconcertantes, discordantes
y anárquicos que socavan la normalización y, a menudo, las premisas
silenciosas de la vida cotidiana» (89). En efecto, este es un estado en el
que el mundo material, otras personas, el espacio, el tiempo y la historia
se experimentan en una forma corporal fuertemente controlada,
donde el sentido afectivo de la experiencia sensorial está muy acotado;
donde una aparente visión autónoma adquiere primacía; y donde otras
modalidades sensoriales se permiten sólo en determinados contextos,
canalizadas para producir determinadas experiencias, normalmente
relacionadas con el mercado y la mercantilización capitalista.

A pesar de su validez histórica y su fuerza interpretativa, esta


hipótesis es, por supuesto, generalizadora y no está exenta de una
exageración deliberada. La tesis de la ‘anestesia cultural’ puede verse
como una expresión del anhelo por volver a un originario y mítico
Imperio de los Sentidos, donde la interacción corporal sensual fuese
completamente libre y no estuviera regulada. A menudo se asume,
especialmente en los escritos populares, que los sentidos corporales son
naturales, preculturales, el camino real a un estado prístino del ser y la
conciencia. «Ponerse en contacto con nuestros sentidos», como aboga
especialmente el espiritualismo New Age, se ve como una forma de curar
todos los problemas de la humanidad. Al mismo tiempo, el dominio
de una economía sensorial-experimental está ganando terreno para el
beneficio y el capital en esta modernidad tardía; la mercantilización de
la experiencia sensorial es omnipresente hoy en día.

Como se verá en este libro, no hay nada de precultural en los


sentidos corporales. Siempre ha habido tensión entre el anárquico y
confuso mundo de los sentidos (y la memoria corporal y sensorial), y
los intentos de varios grupos y personas, habitualmente motivados por
la política, de regular y canalizar la experiencia sensorial, normalmente
usando la cultura material y el espacio físico construido. Además,
como mostraré en el capítulo 3, la primacía de una visión autónoma y
la reglamentación y regulación de la experiencia sensorial han sufrido
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 3

el desafío, especialmente en el siglo XX, de una serie de fuerzas y


procesos, aunque con resultados dispares.
Feldman y otros autores similares son conscientes de estos temas,
y han dado con una clave muy importante. Han identificado una
característica definitoria de algunas tendencias dominantes de la
modernidad occidental: un distintivo régimen sensorial-afectivo con
claras consecuencias políticas y sociales. El conductor que experimenta
el espacio urbano, los suburbios o el campo desde el aire acondicionado
de su coche, se aísla de la desregulada y enmarañada realidad sensorial
del lugar: el calor y el frío, los olores y los sonidos que conforman
experiencias y lugares. A la vez, sin embargo, ese conductor es inmune
a la realidad social y política de la gente en las calles, autobuses y trenes,
gente que en ocasiones no puede permitirse un coche o que por diversas
razones prefiere usar la bicicleta o el transporte público. En la mayoría
de ciudades americanas, por ejemplo, son los pobres y las minorías
étnicas los que viven la realidad sensorial de las calles, el autobús o
el tren, en contraposición a la anestesia sensorial (o mejor dicho, al
férreamente controlado aparato sensorial) del vehículo privado con aire
acondicionado. Clase, raza, género y etnicidad están profundamente
inmersos en regímenes sensoriales característicos, como se mostrará
en este libro. Por mencionar otro ejemplo, la mayoría de occidentales
actuales experimentan la guerra y el conflicto contemporáneos desde
la televisión o las pantallas de sus ordenadores, por supuesto siempre
desde imágenes y sonidos previamente higienizados y permitidos por
los dueños de los medios de comunicación occidentales. La guerra, sin
embargo, representa para sus víctimas violencia corporal y dolor, la
visión de cuerpos mutilados y ensangrentados, el olor a orina y heces
(resultado del miedo y la desesperación), la peste a muerte y cuerpos
en descomposición. Esa es la verdadera experiencia de la guerra y, sin
embargo, es percibida por muchos occidentales a través de la lente
polvorienta de la anestesia cultural. Lo mismo se puede decir incluso
de algunos militares, capaces de ordenar ataques en países a miles
de kilómetros de distancia, con vehículos no tripulados (los famosos
drones). La guerra entonces se asemeja a un juego de ordenador
sensorialmente higienizado (cf. Baudrillard 1995).
4 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

Este régimen se localiza en la modernidad occidental capitalista


(definida aquí como la condición social, política y material dominante
en Occidente desde la Edad Media), y en este libro intentaré ubicar esta
condición sensorial en el contexto de su contingencia histórica, desde
los procesos económicos y políticos a los modos de representación
que se desearon y finalmente establecieron dentro de este proceso.
Pero, como ya se ha apuntado en varias ocasiones, es un error ver
la modernidad como un régimen único, monolítico y general sin
alternativas. Existen muchas modernidades, incluso en Occidente y,
como mostraré, existen contextos en el Occidente moderno que han
producido marcos sensoriales alternativos. Igualmente, ha habido
intentos teórico-filosóficos de crítica sobre el régimen dominante y, por
supuesto, existen varios contextos sociales, pasados y presentes, fuera
de la modernidad occidental, en los que realidades e interacciones alter-
modernas y multisensoriales son la norma. Estos mundos sensoriales
alternativos, en la modernidad y fuera de ella, así como la idea social
que socava la anestesia cultural del Occidente moderno, serán algunas
de las ideas que guíen este esfuerzo.

Este es un libro sobre arqueología y los sentidos corporales1. No es


una exploración del desarrollo de diferentes modalidades sensoriales
como el título podría indicar. Algunas secciones de este libro se
aventurarán en una digresión histórica, pero el principal objetivo
del libro es explorar cómo la arqueología, como elemento específico
de la modernidad occidental, ha tratado los sentidos corporales
hasta ahora y, lo que es más importante, cómo algunas arqueologías
reconfiguradas, contra-modernas (o mejor, alter-modernas), pueden
redimir y devolver las formas experienciales y multisensoriales de
relacionarse con el mundo. Más allá, como apunta el subtítulo del libro,
ninguna discusión de los sentidos puede hacer otra cosa que explorar
los componentes que permiten acontecer la experiencia sensorial. He
decidido destacar dos de esos componentes en el subtítulo: memoria
y afecto (sociales). Otros componentes clave en esta exploración serán
las nociones de las cosas y las materias, y la noción de flujos: flujos
de sustancias, estímulos sensoriales, memorias, interacciones afectivas
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 5

e ideas. En vez de aventurarme en la naturaleza cultural y orgánica


de las modalidades sensoriales individuales, este libro destacará la
condición de sensorialidad como activada y estructurada (material e
inmaterialmente) por la fluidez y la afectividad.

Figura 1. El viñetista Steven Appleby explica la ‘Arqueología del Aire’: una


indicación de la desconfianza del público hacia la posibilidad de recuperar
fenómenos sensoriales pasados (cortesía del artista)

Para muchos, la arqueología de los sentidos parece una contradicción


de términos: los sentidos corporales, dicen, son efímeros, intangibles,
etéreos. ¿Cómo podemos por tanto localizar la evidencia material,
concreta, de las interacciones sensoriales entre las personas que vivieron
antes que nosotros? Esta creencia de sentido común es ilustrada por
el caricaturista Steven Appleby, en su sátira de la (imposibilidad de
la) arqueología del sonido (Figura 1). Espero que este libro convenza
al lector de lo contrario. La arqueología trata fundamentalmente
de la materialidad y el tiempo. Explora la presencia material y lo
concreto, las cualidades formales específicas de los seres y las cosas
(incluyendo el espacio), y sus vidas sociales y culturales, así como sus
significados en diversas temporalidades. Estas cualidades formales y
físicas del mundo son las propiedades sobre las que descansan nuestras
interacciones sensoriales: la suavidad o la aspereza de las superficies,
las cualidades amplificadoras del sonido de las casas u otros espacios,
los efectos olorosos de las plantas y de otras sustancias. La arqueología
6 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

de los sentidos es, por lo tanto, factible en términos muy tangibles.


Es más, el campo de la arqueología, teniendo un acceso primario a
la materialidad del mundo, está en una posición privilegiada para
explorar los ámbitos sensoriales y para contribuir inmensamente a una
discusión más amplia sobre la experiencia sensorial y sus efectos de
poder social. No solo los regímenes sensoriales dominantes cambian,
también hay modos sensoriales múltiples, en ocasiones conflictivos, de
interacción en cualquier contexto específico, produciendo a menudo
choques sensoriales. Entonces, al igual que el cambio histórico, y
quizás de manera más importante, la arqueología puede explorar
esa diversidad y multiplicidad sensorial. En cuanto al tiempo, la
arqueología puede investigar los distintos regímenes sensoriales en
varias configuraciones temporales. Evito deliberadamente utilizar
aquí las expresiones habituales de cambios a largo y medio plazo en
el tiempo ya que, como mostraré, la visión del tiempo que este libro
suscribe no es el tiempo lineal, acumulativo del evolucionismo social,
ni la long durée de Braudel y de otros historiadores asociados con la
Escuela de los Anales. Es más bien el tiempo social y experiencial que
reconoce las temporalidades múltiples que coexisten en forma física
en el mundo que nos rodea. Se trata de una visión bergsoniana de la
duración y la multitemporalidad (Bergson 1991/1908) que explicaré
en detalle en el Capítulo 4.

La arqueología, como la conocemos y la practicamos hoy en día en


Occidente, es un campo conectado intrínsecamente con la modernidad
y, como tal, está fundada en la epistemología de la evidencia; acepta
sólo las reclamaciones para las que puede presentarse evidencia
concreta y física. He mencionado más arriba, y mostraré a lo largo de
este libro, que el campo sensorial, estando como está enterrado en la
materia, ha dejado muchos vestigios de evidencias materiales. Pero,
reflexionemos sobre esta noción de evidencia por un momento. La
palabra misma revela su genealogía en el campo de la visión videre
(ver, en latín), implicando por consiguiente que solo la prueba concreta
que puede ser vista es admisible en los «juzgados» de la arqueología.
Pero, ¿qué evidencia necesitamos para saber que personas en otros
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 7

contextos (geográfica o temporalmente distantes de los nuestros)


percibieron superficies, texturas, olores y gustos, y sintieron placer,
dolor y tristeza, como nosotros? Obviamente, no trato de insinuar
aquí que toda la gente en todos los contextos experimentó eventos
sensuales y emociones de la misma manera, ni suscribo una visión
irreflexiva, precultural y homogeneizadora del cuerpo humano y de
los sentidos corporales. Sin embargo, la obsesión por la evidencia de
la arqueología está arraigada en una tesis que es éticamente (así como
epistemológicamente) insostenible: una tesis que rechaza reconocer
las habilidades sensuales y afectivas del otro.

Por consiguiente, la arqueología ha producido hasta la fecha,


principalmente, personas que son anaisthitoi —personas no sólo sin
caras (por evocar la memorable frase de Ruth Tringham, 1991), sino
también sin cuerpos con capacidades sensuales o sensoriales. Cierto,
no podemos decir, por ejemplo, si la superficie suave o áspera de un
recipiente fue sentida al tacto igual por un ser humano en tiempos
neolíticos como la siente un investigador o un visitante en un museo
hoy en día; y en cierto modo, no importa que no podamos. Pero es
importante que en el mismo contexto, algunos recipientes tengan
superficies suaves y otros ásperas, y que podamos decir que el efecto
sensorial habría sido diferente. También es relevante explorar cómo los
contenidos de este recipiente, sea comida, bebida u otras sustancias,
produjeron efectos sensoriales característicos y permitieron que
surgieran condiciones de convivialidad y afectividad. La detección de
estas posibilidades sensoriales y afectivas diversas, y sus significados
sociales y efectos políticos, experimentados por gente diferente,
distintos géneros, de otros grupos sociales, es una tarea clave para la
arqueología de los sentidos.

La arqueología de los sentidos como proyecto adquiere importancia


y actualidad adicional, mucho más allá de los confines de la disciplina,
por una razón más. La interacción sensorial con el mundo material
es un modo experiencial clave para la generación y la activación
de la memoria corporal. Me refiero aquí a «social» como opuesto a
la memoria individual cognitivista, y a las prácticas, experiencias,
8 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

rituales y representaciones que producen y personifican, voluntaria


o involuntariamente, el recordar y olvidar (cf. Connerton 1989). El
trabajo de la memoria (cf. Cole 1998) depende de los sentidos, y los
sentidos dependen de la materialidad y el carácter físico del mundo. En
otras palabras, los sentidos son la manera en la materialidad produce el
recuerdo y la memoria.

Una manera de situar este libro dentro de un campo más amplio


es mirando a la arqueología del cuerpo, su contexto intelectual más
cercano. La arqueología ha tardado en incorporar al cuerpo humano
y a los sentidos corporales como temas centrales de investigación.
Los primeros relatos se centraron en las representaciones del cuerpo,
visto como valores estéticos abstractos o como narrativas simplistas.
Los discursos de la «Nueva Arqueología» se encargaron del medio
ambiente, la subsistencia y los asuntos tecno-económicos, produciendo
por tanto una imagen del cuerpo y de los sentidos similar a la de
artefactos mecánicos de producción y consumo. Las aproximaciones
posprocesuales reenfocaron la atención en los significados contextuales,
pero el paradigma representacionista continuó siendo dominante. Bajo
la influencia de lo que se llamó el giro lingüístico, el pasado fue visto
como un texto que puede ser leído. El paradigma textual fue sometido
a escrutinio y crítica por aproximaciones interpretativas posteriores
y la reciente ola de explicaciones fenomenológicas ha redirigido la
atención hacia el cuerpo humano.

En años recientes, haciéndose eco de los desarrollos en otros


campos, la arqueología del cuerpo está emergiendo como un campo
nuevo, dinámico y apasionante. Varias reuniones, sesiones de
conferencias y artículos sostuvieron y nutrieron este interés (p .ej. Borić
y Robb 2008; Fisher and DePaolo Loren 2003; Hamilakis 1998,1999a;
Hamilakis y Sherrat 2012; Hamilakis, Pluciennik y Tarlow 2002; Joyce
1998, 2005; Kus 1992; Meskell 1996; Meskell y Joyce 2003; Montserrat
1998; Rautman 2000; Stutz Nilsson 2003; Tarlow 2011, 2012; Thomas
2000; Treherne 1995; T. Yates 1993). Se está haciendo cada vez más
claro, sin embargo, que dentro de este subcampo más amplio existe
aún la tendencia a centrarse en ciertos temas, principalmente las
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 9

representaciones corporales y sus significados, metáforas corporales


y nociones de individualidad y personalidad, a menudo a expensas de
la experiencia sensorial y corpórea (cf. Joyce 2005). No es accidental
que el primer relato con entidad de libro sobre el cuerpo humano
(Rautman 2000) se titule «Leyendo el cuerpo» (Reading the Body).
Por supuesto, las representaciones corporales son materiales y son
percibidas e implementadas corpóreamente. Estos estudios son
valiosos y meritorios, pero el elemento experiencial todavía está
a menudo minimizado. Por ejemplo, mientras que el volumen de
Reading the Body contiene algunos estudios de antropología física que
podrían haber sido empleados como punto de partida para investigar
las experiencias corporales, estas no son integradas dentro del marco
general de corporalidad y experiencia sensual. La arqueología del
cuerpo es todavía en su mayoría representacional más que experiencial.
Además las aproximaciones fenomenológicas que han contribuido sin
duda a poner en primer plano la experiencia corporal no parece que
hayan roto sus lazos con el paradigma lingüístico y discursivo, y están
centradas en gran medida (con algunas excepciones recientes), en la
visión y la vista tratadas como una experiencia sensorial individual y
autónoma, a expensas de la memoria sensorial yde otras modalidades
sensoriales y experiencias.

Asimismo, la interacción sensorial con el mundo es mucho más


amplia y no implica necesariamente representaciones de cuerpos,
visuales o textuales. Aquello que falta a menudo en estos valiosos y
fascinantes debates son las interacciones auditivas, olfativas y táctiles
con las cosas y los materiales —los sabores, los olores y los sonidos,
cuyos residuos son a menudo mucho menos glamurosos pero, sin
embargo, materiales y accesibles. Más recientemente, la arqueología
sensorial y experiencial ha comenzado a hacer algunas contribuciones
importantes. Las aproximaciones fenomenológicas anteriores,
especialmente aquellas vinculadas con los estudios de paisaje, a
pesar de su énfasis en la visión autónoma, han allanado el camino
(p. ej. Tilley 1994; véase el Capítulo 3) y estudios más recientes han
intentado rectificar algunos de los defectos fenomenológicos iniciales
10 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

con un éxito desigual (p. ej. Tilley 2004a; y para críticas Brück 2005;
Johnson 2012). Pero la arqueología de la experiencia sensorial está
todavía en su infancia y hace frente a grandes desafíos. Como también
mostraré, muchos de estos intentos sensoriales todavía operan dentro
del paradigma históricamente específico de los cinco sentidos y estos
raramente conectan la sensorialidad con la afectividad.

Este libro trata de reorientar el pensamiento arqueológico hacia


el estudio de la experiencia sensorial y la condición de sensorialidad
en general; hacia la intimidad y la inmediatez, más que hacia
estructuras abstractas y esquemas, ‘eternos’ y ‘esenciales’, para
aprehender «la textura y la piel del día a día» (Harrison 2000: 501). Por
consiguiente, el objetivo de este libro no es promover otro subcampo
—el de la «arqueología de los sentidos» (el cual puede resultar en
la marginalización de esta aproximación)— sino trabajar hacia un
nuevo marco (o, por ponerlo más claramente, un nuevo paradigma)
que podría ayudarnos a repensar la genealogía de la disciplina, e
inevitablemente, a reexaminar nuestras preguntas de investigación
y nuestros procedimientos metodológicos. Este marco podría ser
relevante para cualquier subcampo arqueológico, desde la arqueología
medioambiental y la arqueología de la comida, a las arqueologías de la
tecnología, de la religión o el ‘ritual’. En cierto modo, este es un libro
posteorético. Después de todo, etimológicamente, la palabra griega
theoria está relacionada con el sentido de la vista, así como con la
contemplación y el reflejo. Curiosamente, el término acabó significando
únicamente contemplación, privando por tanto al concepto de sus
rutas sensoriales en tanto que oculares. Este libro es, por ello, de algún
modo ‘posteórico’ en el sentido de que aboga por la celebración de lo
concreto y lo empírico, y de los modos multisensoriales de estar en y
prestar atención al mundo.

Sugiero en este libro que existe una paradoja fundamental en el


corazón de la arqueología de la modernidad por un lado, debido a su
específica genealogía e historia, ha sido construida como un mecanismo
de la modernidad que depende fundamentalmente del sentido
de la visión autónoma e incorpórea. Por otro lado, tal actitud está
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 11

constantemente socavada por la intensa interacción física y corporal


con las cosas y el medio ambiente. Es esta tensión la que proporciona
una brecha para la exploración que intento llevar a cabo en este libro.
Esta visión histórica de la arqueología, así como un conocimiento y
una apreciación de las propiedades sensuales de la materia y las cosas,
junto con un creciente número de trabajos en filosofía, antropología,
historia, geografía humana y teoría social, podría ayudar a desarrollar
una arqueología multisensorial y restaurar la visión como un modo
perceptivo íntimamente entrelazado y enredado con todos los otros
sentidos en una manera experiencial y sinestésica2 más que como un
campo autónomo. Tal esfuerzo no es una mera cuestión de rectificar
el equilibrio, de insertar otras modalidades sensoriales en un campo
principalmente visual. Es más bien un proyecto de derivar un nuevo
entendimiento (el cual engendrará también una nueva práctica) del
enredo entre la materialidad y la acción sensorial y sensual humana y
la experiencia. Inevitablemente, esto es también un proyecto político,
no sólo al traer al primer plano regímenes sensoriales marginalizados
y arqueologías altermodernas, no sólo por demoler lo que Feldman
(1994) ha llamado el «vasto y secreto museo de la ausencia histórica y
sensorial» (104), sino también por permitir, a través de la exploración
de la diversidad sensorial pasada y presente, la formación de
nuevas comunidades transcorporales. Estas serán gobernadas por
interacciones afectivas sinceras y abiertas que pueden responder ante la
jerarquía sensorial y la individualización impuesta por los regímenes
corporales dominantes en la modernidad occidental.

Mientras que la experiencia sensorial está ligada a procesos


neurofisiológicos (comunes a todos los seres humanos), una
aproximación biológica universalista de los sentidos es rechazada aquí
en favor de un entendimiento dependiente del contexto, histórico y
cultural, del fenómeno. Contrario a intentos previos y a pesar de la
inmensa fascinación pública que han generado (p. ej. Ackerman
1995/1990), no puede haber una historia natural de los sentidos. La
experiencia sensorial es universal e intercultural, pero la definición
y la comprensión significativa de las modalidades e interacciones
sensoriales dependen del contexto así como de la clase, el género, la edad
12 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

y otros atributos. El reconocimiento y la aceptación del poder afectivo


de la sensorialidad no solo enriquecerán nuestras historias sobre el
pasado, alterarán totalmente la manera en la que experimentamos,
transformamos y somos transformados por la materialidad presente
y pasada. Más específicamente, esta aproximación puede abrir
horizontes interpretativos innovadores mediante la reflexión a través
de temas como la percepción corporal y la experiencia, la memoria
y su funcionamiento, y el poder como un proceso personificado
y biopolítico. Además, un cambio paradigmático basado en la
sensorialidad puede constituir una manera fructífera de escapar de
una serie de dicotomías inherentes en la empresa arqueológica desde
sus orígenes, tales como cuerpo frente a mente, sujeto y objeto, ciencia
y cultura y teoría y práctica.

Inevitablemente, una arqueología inspirada en la sensorialidad


tendrá que comenzar con un proyecto de investigación de genealogía
doble: la exploración de cómo la arqueología convencional y oficial,
como un mecanismo fundamentalmente visual de la modernidad
occidental, ha dado forma a ideas, metodologías y técnicas hasta
el presente; y la excavación de la propia prehistoria sensorial del
investigador, las maneras por las cuales nuestros campos sensoriales
y nuestras biografías definen nuestra interacción con el mundo,
incluyendo nuestras excursiones arqueológicas. Esta investigación
genealógica nos permitirá por consiguiente hacer uso de nuestros
propios cuerpos como herramientas primarias en la comprensión
de las relaciones entre los sentidos corporales, la materialidad y la
memoria, no simplemente en el sentido convencional del uso de la
entusiasta observación arqueológica (una técnica orientada por la
vista), sino en un esfuerzo por reflexionar en nuestras experiencias
mnemónicas y su reconstrucción a través de los sentidos corporales.
No hay percepción que no esté llena de recuerdos, como ya notó
Herni Bergson (1991/1908), una frase sobre la que regresaré a
lo largo de este libro. Mi percepción experiencial del mundo,
incluyendo la arqueología, está moldeada por mis propias memorias
corporales y sensuales; el desciframiento de mi propia estratigrafía
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 13

sensual informará por lo tanto a mis intentos reflexivos, que estarán


dispersos a lo largo del libro. En lugar de comenzarlo con un largo
y reflexivo excurso, iré intercalando algunas anécdotas genealógicas,
mientras emergen, repentina e inesperadamente, casi en una manera
involuntaria, durante mi exploración aparentemente académica. Estas
anécdotas autobiográficas estarán separadas del resto del libro, siendo
presentadas en una fuente cursiva. Progresivamente, sin embargo,
mezclaré éstas con la narrativa académica más convencional: tengo
la convicción de que toda la escritura académica debería volverse
evocadora, mezclando discursos eruditos con relatos mnemónicos y
autobiográficos.

Como punto de partida será suficiente decir que, como hombre


blanco en los cuarenta, mi personalidad sensorial y personificada fue
moldeada por mi educación en Grecia, participando con ello en diversas
modernidades mediterráneas (cf. Chambers 2007), siendo el resultado
de múltiples y a menudo diversos materiales tanto desde el punto de
vista ético religioso y cultural, como de los pasados históricos, táctiles,
olfativos, auditivos y culinarios: el legado otomano, la imaginación
nacional y homogeneizante helénica, la tradición cristiana ortodoxa
(incienso, cantos litúrgicos, la eucaristía), los referentes culturales
todavía palpables de otros pasados, desde el veneciano al italiano, los
recuerdos materiales diversos y omnipresentes que abarcan desde las
antigüedades ‘minoicas’ a la II Guerra Mundial y la Guerra Civil griega,
y sus ecos hasta el presente. Igualmente, he pasado la mayor parte de
mi vida adulta en países occidentales, fuera de Grecia, principalmente
el Reino Unido y los Estados Unidos, lo cual me ha forzado a estar
constantemente alerta ante la diversidad de modos sensoriales dentro
de Occidente y a actuar prácticamente como un etnógrafo de hecho,
siendo un infiltrado-forastero y un participante ‘observador’ de los
contextos en los que me he sumergido. Y algo más, que es esencial
para comprender la perspectiva adoptada en este libro: a diferencia de
la mayoría/el resto de arqueólogos que se han aproximado al tema de
los sentidos corporales, no entro en la discusión sobre los sentidos a
través del estudio de las representaciones corporales (pinturas murales,
14 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

figuras o estatuas), ni del estudio de los paisajes y los monumentos


megalíticos, por muy importantes que estas categorías de datos puedan
ser. Fui dirigido a la experiencia sensorial y su relevancia afectiva a
través del estudio de las prácticas de consumo de alimentos y de los
eventos de comensalidad, en otras palabras, a través de prácticas
sociales de incorporación, y lo que el canon dominante occidental
había llamado los ‘bajos’ sentidos del gusto y del olfato. En cuanto
a mis encuentros arqueológicos hasta la fecha, además del trabajo
arqueológico convencional, he llevado a cabo trabajo etnográfico
sistemático, así como investigación archivística y exploración de
la constitución política y social de la arqueología en sus diversas
configuraciones. Los lectores serán capaces de percibir y sentir los
efectos de esta trayectoria característica a lo largo de este libro.

En lugar de tratar a los sentidos como un dominio estructurado por


estímulos externos individualizados que son procesados internamente
por el cuerpo, adopto una aproximación que rechaza el modelo de
interioridad/exterioridad y trata a los sentidos como constituyentes
y entes constituidos por un campo unitario: el campo sensorial. La
percepción sensorial y la experiencia, los materiales, los humanos,
otros seres sensibles, el medio ambiente en su definición más amplia,
el tiempo y la memoria social son importantes elementos constitutivos
de este campo. La unidad de análisis cambia, por consiguiente, de
la interacción sensorial individual, e incluso el individuo humano,
hacia la transcorporalidad, el paisaje sensorial. Esta no es una entidad
estática de análisis sino un esquema relacional, o más bien, siguiendo a
Lefebvre (1991:117) e Ingold (2010a), una malla que está animada por
movimientos, flujos, interacciones cinestésicas y sustancias circulantes,
en otras palabras, por la vida. Se vuelve por tanto obvio que este libro
depende del pensamiento social y crítico que ha sido producido contra
los paradigmas dominantes de la modernidad y más específicamente
en las facetas dentro de las tradiciones filosóficas que priorizan la
experiencia y la corporalidad, siendo al mismo tiempo críticas de sus
tendencias a menudo etnocéntricas y de sesgo logocéntrico. Para hacer
frente a dichos ‘sesgos’, esbozaremos las perspectivas generadas en
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 15

diversos campos, desde la antropología hasta la historia del arte y los


trabajos sobre el cine. Finalmente, una reexaminación en profundidad
de un contexto arqueológico específico -el de la Edad del Bronce
cretense- servirá como escenario para probar este esquema alternativo.

Alguien podría decir que hay algo inherentemente paradójico


sobre este libro. Trata de comunicar y expresar a través de un texto
(y algunas imágenes) mundos pasados y presentes que son por
definición fenómenos que deben ser apreciados y comprendidos
a través de una interacción multisensorial y cinestésica. Desde esa
perspectiva, la escritura parece a primera vista sin vida, muerta,
saneada y aislada. Recuerdo que, en más de una ocasión, el público
de los seminarios planteó dudas sobre nuestras habilidades para
evocar mundos sensoriales pasados a través del texto. De hecho,
puede parecer el caso de que otros campos, como la fotografía
(véanse Hamilakis, Anagnostopoulos e Ifantidis 2009; Hamilakis e
Ifantidis 2013) o las representaciones teatrales (véanse Hamilakis
y Theou 2013; Pearson y Shanks 2001), son más apropiados para la
exploración de la sensorialidad. Sin embargo, esta incertidumbre y
preocupación deriva en parte de la suposición comúnmente sostenida
de que la arqueología de la sensorialidad trata de representar el pasado.
No obstante este proyecto no es sobre representación sino sobre
presencia: no intenta representar al pasado, o el presente para el caso,
sino evocar sus cualidades sensoriales, sus procesos vitales, hacer
aparecer la interconexión de materiales, cuerpos, cosas y sustancias en
movimiento, para prender de nuevo su poder afectivo.

En este sentido, este libro es más sensual y corporal de lo que parece.


Como todos los amantes de los libros sabrán, los placeres de los libros
son profundamente físicos; comienzan con el olor de la librería, el taco
al manejar los objetos y el festival musical de las cubiertas multicolores.
Estos continúan al manipular y pasar las hojas, el contacto con la
escritura, la cual está en la interrelación entre la oralidad y la imagen
(W.J.T. Mitchell 2006) y el deseo por comenzar a leer, que es, evocando
y parafraseando a Paul Klee (1996: 105), tomar las líneas que prometen
ser paseos emocionantes y gratificantes. Entonces acontecen placeres
16 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

del lenguaje escrito en su forma más evocativa, sensual y carnal: el


hacer aparecer imágenes, sonidos, olores, cuerpos de cosas, cuerpos
de personas, lugares, movimientos y situaciones. Repentinamente,
el medio ‘muerto’ pasa a estar completamente despierto y vivo, un
conducto a través del cual acceder a un entendimiento y una reflexión
sensorial y sensual. Esto es lo que intentaré hacer en las páginas que
siguen.

En cuanto a la organización y la estructura de este libro, después


de esta breve introducción, el Capítulo 2 representará un ejercicio
genealógico en la exploración de las raíces de los regímenes sensoriales
dominantes en la modernidad occidental y su impacto en los sistemas
de la arqueología de la modernidad. Este ejercicio genealógico, como
el resto del libro, interconecta las narrativas paralelas de los desarrollos
sociales y políticos, y las exploraciones académicas sobre el tema,
haciendo al mismo tiempo una declaración metodológica implícita.
Muestro que la construcción del sensorio occidental en la modernidad
está arraigada dentro de los nexos coloniales y nacionales del poder
y que la ansiedad sobre la naturaleza desordenada y anárquica de los
sentidos reflejaba la ansiedad y el deseo de domesticar y conquistar
lugares, personas y tiempos distantes y desgobernados. También
muestro que, aunque el patrimonio premoderno y filosófico temprano
produjeron diversas, y a menudo muy interesantes, reflexiones sobre
los sentidos, los regímenes filosóficos dominantes, especialmente en
los siglos XVIII y XIX, optaron por una versión saneada y empobrecida
del pensamiento cartesiano, desprovisto de toda afectividad. El sistema
arqueológico oficial producido como parte de este régimen se vio
igualmente empobrecido, a pesar de la naturaleza inherentemente
física y multisensorial, tanto del trabajo arqueológico como de los
objetos materiales. La vista y la visión se divorciaron de la experiencia
multisensorial, y la estética se convirtió en una reflexión abstracta
sobre el juicio y la belleza. Pero al igual que la modernidad, había y hay
otras comprensiones de, e interacciones con, la sensorialidad; tanto en
las arqueologías premodernas, en arqueologías indígenas hoy en día,
como en variantes de la arqueología modernista.
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 17

En el Capítulo 3, narro cómo este régimen dominante fue desafiado


en el siglo XX por nuevas fuerzas, nuevas tecnologías y nuevas
ideas. La multisensorialidad tomó el escenario central de nuevo,
pero fue absorbida por la mercantilización y las fuerzas del capital.
El pensamiento anticartesiano, el criticismo cultural y los estudios
antropológicos nos permiten llegar a un nuevo entendimiento de la
sensorialidad, que prioriza las cualidades experienciales y afectivas de
las cosas y las sustancias y, más importante y principal, de los flujos
entre los humanos, los seres no-humanos, las cosas y los entornos
circundantes. En este capítulo, también reviso los recientes intentos
hechos en la arqueología de los sentidos, que a pesar de los avances y
de las valiosas perspectivas que nos ha ofrecido, mostrando al mismo
tiempo un enorme potencial, parece estar atrapada, más a menudo que
no, en un esquema establecido por el sensorio occidental y sus cinco
sentidos, desprovisto de poder afectivo.

En el Capítulo 4 resumo la discusión precedente y desarrollo un


esquema de sensorialidad para la arqueología, que puede también ser
de relevancia para otras disciplinas y para la teoría social en general.
Sugiero que el foco no debería estar en los sentidos individuales sino
en el campo de la sensorialidad y en los flujos mnemónicos y afectivos
que engendra, evitando por tanto la finitud del cuerpo y de las cosas
como categorías aisladas. Contrarios a nuestra percepción moderna, los
sentidos son infinitos e incontables y una arqueología de la sensorialidad
puede de hecho contribuir a la exploración de modalidades sensoriales
no reconocidas hasta la fecha. En este capítulo, también sugiero que
varios conceptos de discusiones teóricas recientes, de alguna manera
modificados y reestructurados, podrían ser de enorme potencial
para una arqueología de la sensorialidad: conjuntos sensoriales y
biopolítica/biopoder son dos de esos conceptos. También propongo
que la arqueología sensorial debería abrazar una nueva perspectiva
ontológica de la temporalidad, basada en los conceptos bergsonianos
de la memoria material y la duración. Esta es una ontología de tiempos
múltiples, coexistentes, engendrada por las propiedades de duración
y las posibilidades sensoriales de la materia y de las cosas materiales.
18 ARQUEOLOGÍA Y LOS SENTIDOS

En los capítulos 5 y 6 desarrollo un caso de estudio extenso y detallado


basado en los materiales arqueológicos de la Edad del Bronce cretense.
El Capítulo 5 trata el ámbito funerario y muestra cómo era un ámbito
en el que la gente era capaz de producir profundidad mnemónica,
histórica, conexiones familiares genealógicas y asociaciones a través
de la interacción sensorial con los cuerpos, los huesos y las cosas.
Era un ámbito trans-corpóreo de necro-políticas sensoriales, llenas
con tensiones que se expresaron de forma más explícita en los siglos
posteriores. El Capítulo 6 continúa orgánica y cronológicamente desde
el Capítulo 5 y vuelve a la cuestión del ‘fenómeno palacial’ del Bronce
Medio y Tardío. Basándome en la sensorialidad, el emplazamiento y la
memoria sensorial y corporal, propongo que lo que llamamos palacios
fueron la celebración y la monumentalización de la historia a largo
plazo, mnemónica y sensorial. Fueron establecidos en lugares repletos
con profundidad sensorial y mnemónica, asociados con una ocupación
a largo plazo y con el patrimonio ancestral, pero también con los
incontables eventos de comensalidad y consumo ceremonial de bebidas.
Al mismo tiempo, somos testigos de que en el fenómeno palacial hubo
intentos no solo de regular y canalizar modalidades e interacciones
sensoriales, sino también de producir registros mnemónicos en el suelo
mediante la acumulación y la preservación de los restos de ocasiones
de comensalidad sensorialmente intensas. En este capítulo, también
mostraré que incluso la cultura material que asociamos con las bellas
artes y con la visualidad abstracta, como las pinturas al fresco, fue en
realidad un soporte para las ocasiones ceremoniales que alcanzaban su
propósito a través de un proceso de interanimación con humanos en
interacciones sinestésicas y cinestésicas.

En el capítulo final (Capítulo 7), resumo los principales puntos


y argumento a favor de un cambio desde la corporalidad a la
sensorialidad y desde las cosas a los flujos. Reclamo que tal cambio
resultará en un proceso ontogénico para la arqueología: llevará a la
emergencia de una nueva e indisciplinada disciplina que no tratará
sobre cosas antiguas, sino sobre cosas y seres en general, y sobre los
múltiples y coexistentes tiempos que personifican y activan a través
1. Demoliendo el museo de los sentidos sin sentido 19

de la sensorialidad y la memoria sensorial. Esto será una arqueología


multitemporal, basada en los flujos sensoriales y afectivos a través de
los cuerpos, los organismos, las cosas, la atmósfera y el cosmos. Una
arqueología que estará abierta y apreciará al otro; una arqueología
que estará preparada para ser ‘movida’ y ‘tocada’ por la trascendencia
afectiva (y emotiva) del mundo. Esto es, una investigación sobre la vida
y la interacción con ella.

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