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CONTILIUM

Revista internacional
de Teología
DERECHO CANÓNICO

Septiembre-Octubre 1967

Echeverría
Urresti
Hui&ing
Edelby
Shannon
Heimerl
Boyle
Proesmans
Munier
CONCILIUM
CONCILIUM
Revista internacional de Teología
Revista internacional de Teología
Diez números al año, dedicados cada uno de ellos
a una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
Ecumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
ria de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
y Sagrada Escritura.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO


28
L. de Echeverría: Teología del derecho canó-
nico 193
T. Jiménez Urresti: Derecho canónico y teo- DERECHO CANÓNICO
logía. Dos ciencias diversas 203
P. Huizing: La nueva codificación del derecho
canónico. Naturaleza y límites 213
N. Edelby: Unidad o pluralidad de las codifi-
caciones. ¿Es necesario un Código especial
para las Iglesias orientales? 224
P. Shannon: El Código de derecho canónico. 237
H. Heimerl: Bases para un Código de derecho
constitucional en la Iglesia 247
P. Boyle: La renovación del derecho canónico
y las resoluciones de la «Canon Law Socie-
ty of America» (1965) 259
H. Proesmans: Los religiosos en la pastoral
diocesana y parroquial 269
Ch. Munier: Las Conferencias episcopales ... 280
J. Oesterreicher: Comentarios del judaismo so-
bre la declaración conciliar acerca de los ju-
díos 288
BOLETINES
P. Huizing: Crimen y castigo en la Iglesia ... 304
I. Zuzek: Opiniones sobre la futura estructura
del derecho canónico oriental 318
DOCUMENTACIÓN CONCILIUM
Ebullición en la vida religiosa 338

Traductores de este número:


Un grupo de profesores del
Seminario Diocesano de Madrid
Director de la edición española: EDICIONES CRISTIANDAD
P. JOSÉ MUÑOZ SENDINO MADRID
Editor en lengua española: 1967
EDICIONES CRISTIANDAD
i COMITÉ DE DIRECCIÓN

Directores de sección-
Prof. Dr. E. Schillebeeckx, op (Dogma) Nimega Holanda
Mgr. Dr. J. Wagner (Liturgia) Tréveris Alemania
*
Prof. Dr. K. Rahner, sj (Pastoral) Münster Alemania
Prof. Dr. H. Küng (Ecumenismo] Tubinga Alemania
Prof. Dr. Bockle (Moral) Bonn Alemania
Prof. Dr. J.-B. Metz (Cuestiones Münster Alemania
fronterizas)
Prof. Dr. R. Aubert (Historia de Lovaina Bélgica
la Iglesia)
Mgr. Dr. N. Edelby (Derecho Damasco Siria
Canónico)
Prof. Dr. T. I. Jiménez Urresti (Derecho Bilbao España
Canónico)
Prof. Dr. Chr. Duquoc, OP (Espiritua- Lyon Francia
lidad)
Prof. Dr. P. Benoit, OP (Sagrada Jerusalén Jordania
Escritura)
Prof. Dr. R. Murphy, o. CARM. (Sagrada Washington U. S. A.
Escritura)
Consejeros:
Dr. L. Alting von Geusau Groninga Holanda
Ludolf Baas Amersfoort Holanda
Dr. M. Cardoso Peres, OP Fátima Portugal
Marie-Dominique Chenu, OP París Francia
Mgr. Dr. C. Colombo Várese Italia
Prof. Dr. Y. Congar, OP Estrasburgo Francia
Prof. Dr. G. Diekmann, OSB Collegeville U.S. A.
Prof. Dr. J. Mejía Buenos Aires Argentina
Roberto Tucci, sj Roma Italia

Secretario general:
Dr. M. C. Vanhengel Nimega Holanda

Secretario adjunto:
Jan Peters Smakt-Venray Holanda

CON CENSURA ECLESIÁSTICA Secretariado General:


Depósito legal: M. 1.399.—1965 Arksteestraat 3-5, Nimega, Holanda
COMITÉ DE REDACCIÓN DE ESTE NUMERO

Directores:

t Mons. Dr. N. Edelby Damasco Siria PRESENTACIÓN


Prof. Dr. T. I. Jiménez Urresti Bilbao España

Los tres años de preparación del Vaticano II y los cuatro


Director adjunto:
de su celebración han constituido una tensión firme, en que
se han sometido a revisión y reforma no pocas formulaciones
Prof. Dr. P. Huizing, sj Lovaina Bélgica doctrinales sobre la Iglesia, sobre sus estructuras humanas,
su funcionamiento y legislación eclesiásticas.
Se ha realizado esa tarea con tal intensidad que Pablo VI,
Miembros: en la sesión pública del 18 de noviembre de 1965, pudo ha-
blar de una nueva psicología, una nueva vivencia de la Igle-
Mons. Prof. Dr. E. Bonet Roma Italia sia. Ese afán o vivencia por alcanzar una mayor pureza y pro-
Prof. Dr. M. Breydy Trípoli Líbano fundidad de vida cristiana, una mayor autenticidad, afecta no
Prof. Dr. A. Eysink Driebergen Holanda sólo a los cristianos, sino también a las estructuras y leyes
mismas eclesiásticas. Constituye un profundo y gran fruto del
Prof. Dr. T. García Barberena Salamanca España
Concilio, y ha marcado a toda la Iglesia como mentalidad
Prof. Dr. C. J. de Jong Hoeven Holanda posconciliar.
Prof. Dr. P. Mikat Dusseldorf Alemania Occidental Esa mentalidad y vivencia no pueden menos de provocar
Prof. Dr. Ch. Munier Estrasburgo Francia
una renovación y reforma canónicas. Ya los decretos mismos
del Concilio han fijado sus fundamentos y bases. Y la legisla-
Prof. Dr. J. C. Murray Woodstock U.S. A. ción posconciliar se ha iniciado ya, en los casi dos años que
í Mons. J. Podestá Avellaneda Argentina llevamos de posconcilio, como camino comprendido hacia el
Prof. Dr. R. Soullard, OP Lyon Francia nuevo Código de derecho canónico programado por el mis-
mo Concilio.
Todo ello ha contribuido a un mayor ahondamiento en el
carácter de realidad histórica que es la Iglesia. Pero también
ha traído consigo, en contrabalanza, una tal vivencia de pre-
cariedad y relatividad de la legislación preconciliar y todavía
vigente que ha provocado algunas veces actitudes y expresio-
nes de anarquía, pretendiendo superar el Código preconciliar
con su impaciencia por ponerse a tono conciliar. Y esa nota
de precariedad es aún más intensa si se recuerda que la legis-
190 Presentación Presentación 191
lación canónica preconciliar vigente queda en no pocas cosas lógicamente por formular los principios o bases de un dere-
a una distancia vivencial de siglos, pues aunque el Código cho constitucional canónico (Heimerl).
entró en vigor hace cincuenta años (en 1918), recogía con Tras esas perspectivas generales, dos estados que deter-
mayor perfeccionamiento técnico una legislación de origen y minan el funcionamiento constitucional canónico de la Igle-
formulación muy anteriores; a más de que en el último medio sia (jerarcas y religiosos) son considerados en uno de sus
siglo el mundo ha entrado en una nueva era. planos de ese mismo funcionamiento constitucional: los obis-
El presente número de CONCIUVU se sitúa en ese momento pos en las Conferencias episcopales (Munier) y los religiosos
histórico y en esa vivencia posconciliar, con la sencilla preten- en la pastoral diocesana (Proesmans). Acerca de «La decla-
sión de ofrecer algunas reflexiones que ayuden a tomar más ración sobre los judíos» del Vaticano II se encuentra igual-
clara conciencia de la gravedad y seriedad que requieren las mente en este número un resumen redactado por el profesor
decisiones canónicas de algunos puntos más fundamentales. J. Oesterreicher, en el cual hace referencia a las reacciones
de autores judíos.
* * *
* * *
Es preciso, ante todo, al recordar que la Iglesia está en Dado que el derecho canónico positivo pertenece a la
este mundo constituido y ordenado como sociedad, como dice parte humana e histórica de la Iglesia, y en esa parte a la so-
el Vaticano II (Iglesia, n. 8, b), no olvidar que su ordenación cial, o sea a lo más externo, no debe llamar a extrañeza afir-
eclesiástica, la que cae bajo su dominio, debe surgir del seno mar que el derecho canónico refleja, quizá como ningún otro
mismo de su estructura social sustancial dada por Cristo mis- factor positivo de la Iglesia, la condición de peregrina, histó-
mo, y que, por tanto, en el derecho canónico debe permane- rica, contingente y móvil que tiene esa misma Iglesia en medio
cer intacta, por intangible, una teología (L. Echeverría). Pero de su condición de permanente.
teólogos y canonistas deben recordar siempre que elaborar El derecho canónico le recuerda constantemente a la Igle-
derecho canónico no es hacer teología (Jiménez Urresti). sia que está inmersa en el mundo, en el tiempo y en el espa-
Tras esas bases, interesa de modo especial, con miras al cio, y que sufre las consiguientes connaturales presiones y
futuro Código de derecho canónico, ver las ventajas e in- condicionamientos de tales factores (Iglesia, n. 8, d). Incluso
convenientes que puede tener para la vida de la Iglesia una le recuerda que es débil y necesita confortarse con la potencia
codificación canónica (P. Huizing) y plantearse con claridad de la gracia de Dios para no ser deficiente en su fidelidad
si merece establecerse un código común a toda la Iglesia uni- perfecta (Iglesia, n. 9, c), y que su santidad es imperfecta
versal o si convendría hablar mejor de una pluralidad de co- (n. 48, c), pues abraza en su propio seno a pecadores (n. 8, c)
dificaciones como solución histórica más apta para la Iglesia, y siempre ha de purificarse en constante y perpetua reforma
que es cuerpo de Iglesias (Iglesia, n. 23, b) con sus estilos, (Ecumenismo, n. 6, a). Por eso el derecho canónico no pue-
historia e idiosincrasia propias (Mons. Edelby). de prescindir de su parte penal connatural.
La experiencia de cincuenta años de un Código contribu- Los boletines bibliográficos nos recogen las aportaciones
ye a madurar un juicio práctico ante la próxima codificación de los canonistas sobre ese derecho canónico penal (P. Hui-
(Shannon), y las reflexiones de un grupo de canonistas de zing) y sobre esa adaptación al tiempo y al espacio de los
un mundo lanzado a la nueva era, merecen un comentario orientales (Zuzek).
singular (Boyle).
Como toda codificación, también la canónica comenzará * * *
192 Presentación

En resumen: que la Iglesia entra en la historia humana


(Iglesia, n. 9, c) y es una realidad social de la historia (Igle-
sia en el mundo, n. 44, a), con todas sus consecuencias, pero
sin perder, en definitiva, su fidelidad en sus instituciones,
que pertenecen a esta era, lleva consigo la imagen de este
siglo que pasa (Iglesia, n. 48, c). TEOLOGÍA DEL DERECHO CANÓNICO
MONS. N. EDELBY
T. I. JIMÉNEZ URRESTI «Puede hablarse de una teología del derecho canónico
P. HUIZING en el derecho canónico», se decía en la «Presentación» del
número 8 de esta revista, como un eco de la declaración con-
tenida en la encíclica Mystici Corporis: «Derecho canónico y
teología están unidos con un sólido vínculo.» En efecto, el
derecho canónico parte de unas bases prejurídicas y tiene una
finalidad metajurídica, proporcionado todo ello por la teolo-
gía. De aquí la oportunidad de clarificar las relaciones entre
el ordenamiento canónico y los datos teológicos a base de una
reflexión, facilitada por la literatura inmensa que se está pro-
duciendo y que demuestra la extraordinaria actualidad del
tema.

EL PLANTEAMIENTO «TRADICIONAL»

En el siglo xix, la eclesiología lleva a un planteamiento


que convencionalmente llamamos «tradicional» aun a sabien-
das de que esta expresión puede referirse también a otros
planteamientos mucho más antiguos e interesantes. Se cen-
traba en una idea jurídica, la de la «sociedad perfecta», y
procedía así: (I) Jesucristo quiso una sociedad perfecta (II) a
la que corresponde un ordenamiento jurídico (III) similar
al del Estado. Se trataba de una especie de «sociología jurí-
dica» construida con elementos de origen teológico. Sería cu-
rioso confrontar un dictamen jurídico sobre la personalidad
de una sociedad anónima —por ejemplo, en su actuación en
el extranjero— con algunos textos de eclesiología decimonó-
nica: prescindiendo de que en un caso se citaban artículos del
Código o de tratados internacionales y en el otro textos de la
Sagrada Escritura, la construcción sería idéntica.
194 L. de Echeverría Teología del derecho canónico 29.5
Consecuencia de esto es la presentación de una noción Todas estas críticas planteaban decididamente el proble-
de Iglesia no mistérica, sino clara; un no disimulado intento ma: ¿es justificable teológicamente, y cómo, el derecho ca-
de asimilación al derecho del Estado; la aplicación de una nónico?
técnica común, la jurídica, y en concreto la de la codificación. La respuesta tenía que venir del campo de la eclesiología.
Y el resultado, un Código de derecho canónico basado en un Pero esta ciencia experimentaba en los últimos años unos
plan, común a varios Códigos civiles, pagano en su origen, cambios realmente espectaculares, descritos por O. Rousseau3,
el de Gayo, en el que, por ejemplo, los sacramentos son «co- y de otra parte daba apoyo a nuevas críticas procedentes de
sas» y la división de parroquias es un problema de derecho una falsa concepción de la misma, como las de Klein, inicial-
beneficial. mente desde el campo católico y luego ya desde fuera de la
Iglesia. Las críticas llegan a producir un cierto impacto, que
CRITICAS AL SISTEMA
se manifiesta en un antijuridismo difuso, descrito por López
Ortiz 4 y al que no fue ajena del todo la misma Aula conciliar.
El sistema así construido se hace intensamente problemá-
Cuando, por fin, el Concilio Vaticano II promulga su gran
tico bajo el fuego de múltiples ataques. De una parte, los ca-
Constitución dogmática sobre la Iglesia, el ordenamiento ca-
tólicos toman contacto con los ortodoxos, como consecuencia
nónico no aparece expresamente mencionado en la misma, y
de la diáspora rusa y de la facilidad de comunicaciones, y se
su tradicional soporte, la noción de sociedad perfecta, es sis-
encuentran con que los ortodoxos tachan al catolicismo «de
temáticamente evitado. Pero cuando se contempla la obra con-
haber naturalizado, secularizado, mundanizado, paganizado
ciliar en su conjunto, se advierte que el Concilio ha percibido
la idea de Iglesia» \ De otra parte, los contactos se hacen
la importancia instrumental del derecho canónico, ofreciendo
más intensos también con el protestantismo, y encuentran
las bases para una total revisión del mismo.
la idea de una Iglesia invisible, totalmente espiritual, refrac-
Este profundo cambio en la eclesiología tradicional des-
taria al derecho, expuesta con una terminología fascinadora.
concierta a los canonistas, pero ofrece una espléndida ocasión
La célebre obra de Sohm Kirchenrecht, publicada en Leipzig
de revisar el fundamento teológico mismo del derecho ca-
en 1892, lograría sintetizar la crítica protestante en fórmulas
nónico.
muy felices, que causaron honda impresión. El modernismo,
con la apología de la caridad, hecha por Harnack, del vínculo H A C I A UNA CONSTRUCCIÓN TEOLÓGICA
puramente moral, de Sabatier, y del régimen carismático de
Buonaiutti, acentuaría aún más el ataque, que terminaría por Al leer el número 8 de la Constitución dogmática sobre
cerrarse, después de 1940, con algunos escritos de la escuela la Iglesia salta a la vista la complejidad de su noción genuina.
canonística italiana basados en un frío positivismo (teoría del En efecto, aparece en ella cómo «Cristo, Mediador único,
«ordenamiento»)2. estableció su Iglesia santa, comunidad de fe, de esperanza y
de caridad en este mundo como una trabazón visible y la
1
Y. Congar, Sainte Eglise (Unam Sanctam, 41), París, 1963,
3
207. O. Rousseau, La Constitution «Lumen Gentium» dans le
2
«Los fundamentos y diversas afirmaciones (de la teoría del cadre des mouvements rénovateurs de théologie et de pastorale
ordenamiento) están viciados por no tener una explicación cohe- des dernieres décades: «L'Eglise de Vatican II», t. 2 (París, 1966),
rente con algunos postulados propios de la filosofía tradicional» 35-56.
4
(J. Hervada, El concepto de ordenamiento canónico: «Ius Cano- J. López Ortiz, Valoraciones y decisiones jurídicas en el Con-
nicum», 5 [1965], 61). cilio ecuménico Vaticano II: «Ius Canonicum», 6 (1966), 5-24
196 L. de Echeverría Teología del derecho canónico 197

mantiene constantemente, por la cual comunica a todos la y características podrá disputarse libremente. El Papa hace
verdad y la gracia. Pero la sociedad dotada de órganos jerár- notar que «esta divina voluntad en modo alguno repugna al
quicos y el Cuerpo místico de Cristo, reunión visible y comu- derecho natural..., antes es sumamente congruente con él» 6 .
nidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de bie- La eclesiología moderna ha descrito, con buenas razones *
nes celestiales, no han de considerarse como dos cosas, porque en su apoyo, esta institución llamada Iglesia como un sacra-
forman una realidad compleja, constituida por un elemento mento radical en cuanto que es, en expresión de Bertrams,
humano y otro divino». Resulta así un organismo sometido, «sacrum symbolum quod gratiam supernaturalem significat
por su propia naturaleza, a una serie de tensiones: es una et efficit»7. Noción esta no contrapuesta, sino complementa-
Iglesia santa, y constituida por pecadores; tiene en su seno ria, de la de «Corpus Mysticum», según muy oportunamente
una autoridad jerárquica, y al mismo tiempo reclama como ha hecho notar Useros 8 . Este «sacramento radical» nos va a
connaturales a ella los carismas; está en este mundo, pero dar la fisonomía del ordenamiento jurídico que lleva consigo.
tiene, y anticipa aquí en cierta manera, una finalidad escato- En efecto, más allá de la necesidad de imponer un cierto orden
lógica; se organiza jurídicamente, y, sin embargo, su auténtico a la multitud, que podría derivarse de una simple considera-
vínculo de unión es la comunión en la caridad. ción de filosofía jurídica, o de un paralelismo con el pueblo
Siguiendo las enseñanzas del Papa Pío XII en la Mystici de Dios que marchaba por el destierro; más allá de la nece-
Corporis y las de Pablo VI en su discurso del 20 de noviem- sidad de ordenar adecuadamente la diversidad de funciones
bre de 1965, el Concilio rechaza la pretendida oposición entre propia de un cuerpo orgánico9, está la naturaleza misma de
la «Liebeskirche» y la «Rechtskirche», Iglesia de la caridad la Iglesia como sacramento radical, que nos conduce a una
e Iglesia del derecho, para mostrar la existencia de una única consideración sustantiva y funcional del ordenamiento ca-
Iglesia: la Iglesia de Cristo. nónico.
Esta Iglesia es presentada por el Concilio como una ins- En efecto, la Iglesia sacramento-radical ofrece primaria-
titución: «prolongación de Cristo» según la gráfica definición mente a nuestra consideración una actividad de tipo cultual,
de algunos eclesiólogos insignes. Ahora bien: la institución, basada en el orden de la caridad y orientada primariamente
sea cualquiera el contenido exacto que quiera darse a esta hacia Dios. La disciplina de esta actividad supondrá: I) la
palabra 5 , lleva dentro de sí la idea de un orden, de un régi- tutela jurídica de la palabra de Dios, recibida, conservada y
men, de una autoridad, a diferencia del mero acontecimiento,
6
que sólo implica coincidencia en alguna cualidad o preocupa- Esta congruencia se halla concienzudamente estudiada en
ción. Por eso dice el Papa Pablo VI que, «siendo por vo- A.-M. Stickler, El misterio de la Iglesia en el derecho canónico:
luntad de su fundador un cuerpo social perfecto, es necesa- «El misterio de la Iglesia. Fundamentos para una eclesiología» (di-
riamente visible y, por tanto, conviene que se rija por unas rigida por F. Holbock-Th. Sartory), t. 2 (Barcelona, 1966), 127-224
leyes». Se podrá discutir, desde fuera de la Iglesia, la legiti- y en especial 129-139.
7
W. Bertrams, Die Eigennatur des Kirchenrechts: «Grego-
midad de esa concepción institucional, que en ambientes rianum», 27 (1946), 564.
ecumenistas suele llamarse «católica», pero a todos parece 8
M. Useros, «Statuta Ecclesiae» y «Sacramenta Ecclesiae» en
claro que, una vez admitida, postula lógicamente la existen- la eclesiología de Santo Tomás de Aquino, Roma, 1962, 167,
cia de un cierto ordenamiento jurídico, sobre cuya extensión nota 49.
9
A. de la Huerga, La Iglesia de la Caridad y la Iglesia del
5
Cf. el magnífico trabajo del hermano de Taizé M. Bergmann, Derecho, en La potestad de la Iglesia (Análisis de su aspecto ju-
L'institution: «Verbum Caro», 20 (1967), 42-65. rídico), Barcelona, 1960, 25-29.
198 L. de Echeverría Teología del derecho canónico 199

difundida por la Iglesia; II) los sacramentos, y en especial la el peso de su magisterio, la tendencia ya existente entre los
eucaristía, con las normas respecto a su celebración (de ma- eclesiólogos a ver esa potestad de la Iglesia como un todo en
nera que se realice la idea tomista de la actuación de la Igle- el que, por buenas razones técnicas y con arreglo a una tra-
sia «per fidem et fídei sacramenta»). Pero ofrece también una dición venerable, se distingue entre «orden» y «jurisdicción»,
actividad de tipo funcional, en cuanto la Iglesia se presenta pero sin que se deba exagerar esta división, como si se tratase
como signo de cara al mundo que la rodea, preocupada por de dos potestades enteramente separadas e independientes.
su evangelización. Esto supondrá una adecuada acomodación
de sus estructuras a las necesidades pastorales y a las exigen-
cias evangélicas. Habrá de ocuparse, por tanto, de: I) los EL ORDEN ECLESIAL
ministros de la Iglesia constituidos en una función pastoral
(universal, diocesana o parroquial); II) de los diversos esta- Mediante la actuación de esa potestad se tiende en el
dos de los fieles en la Iglesia (religiosos y seglares); III) de fuero interno a implantar el orden de la gracia en los fieles
los juicios y de la corrección de los fieles por medio de penas, cristianos, por el que se unen a Jesucristo, su cabeza, espe-
y, finalmente, IV) de la glorificación de los fieles después de cialmente por la fe, el bautismo y la eucaristía. Pero además
su muerte, por la Iglesia 10. Todas estas instituciones, impreg- se tiende a un adecuado orden externo que estriba más en la
nadas, según decíamos, de un espíritu auténticamente evan- recta ordenación de las actividades eclesiales y en el debido
gélico, de manera que por su sencillez, por su sentido de con- impulso para las mismas que en una resolución de conflictos
tinuidad respecto a lo que fue en el mundo su divino Fun- jurídicos, actuales o potenciales, al estilo de lo que se busca
dador, encarnen de una manera efectiva la nueva ley, sin con el ordenamiento civil. El orden eclesial estriba, por tanto,
constituir nunca un contrasigno. en la obtención inmediata de un medio óptimo para que los
Esto supone la existencia en la Iglesia de una potestad fieles puedan obtener la «salus animarum», fin último de la
recibida de su divino Fundador, Jesucristo, y prolongación en actividad de la Iglesia.
cierto modo de la que él mismo tuvo ". Potestad que el Con- Este orden eclesial es, sin embargo, el resultado de una
cilio ha insistido en presentar como de origen sacramental y delicadísima armonización de diferentes postulados en cierto
con una neta característica de servicio, siempre que se ha modo antagónicos. Porque, de una parte, ha de aunar la
referido a ella y muy en especial al hablar del episcopado. unidad con la variedad, según ha puesto de manifiesto el
Cabe, sin embargo, el peligro de acentuar excesivamente la Concilio, ya desde la primera Constitución aprobada por él,
característica de servicio, por lo que Pablo VI, en el discurso la referente a la sagrada liturgia, hasta las disposiciones con-
ya varias veces citado, insistió en que siempre ha de conservar cretas tomadas para el régimen más estrictamente jurídico,
su nota de auténtica «autoridad». Fruto muy notable del Con- por ejemplo, en el decreto sobre la función pastoral de los
cilio es el haber recogido, y en cierta medida autorizado con obispos, con las atribuciones dadas a las conferencias episco-
pales 12. Ha de armonizar también, empresa delicadísima, el
10 recto orden jurídico con el respeto al carisma, de manera que
Seguimos la sistemática propuesta por M. Useros, De lure cumpla siempre el consejo del Apóstol: «spiritum nolite ex-
canónico in vita Ecclesiae eiusque adaptatione sub lumine Legis tinguere», ofreciendo al propio tiempo un cauce y una norma
novae annotationes: «Rev. Esp. Der. Can.», 18 (1963), 659-665.
11
Cf. artículo citado en la nota 9 de A. de la Huerga y 12
H. Heimerl, Aspecto cristológico del derecho canónico: «Ius Ca- Cf. E. Zoghby, Unité et diversité de l'Eglise: «L'Eglise de
nonicum», 6 (1966), 25-51. Vatican II», t. 2 (París, 1966), 494-515.
200 L. de Echeverría Teología del derecho canónico 201

al profetismo13. Y ha de armonizar también, empresa nada fá- actividad no se justifica por sí misma sino como técnica al
cil, el respeto a la tradición con la dinámica renovadora. Se servicio de las finalidades trascendentes de la Iglesia.
trata, por tanto, no de un orden puramente externo, que re-
sultaría farisaico, sino de un orden espiritual, radicado en lo
más íntimo de las almas de los fieles. Por eso el ordenamiento DINÁMICA ECLESIAL
canónico no será nunca estrictamente jurídico, sino que se
apoyará siempre, con amplitud, en el orden puramente moral. «Ecclesia semper reformanda», la Iglesia siempre en tran-
ce de reforma, se ha repetido como uno de los frutos más
notables de la eclesiología conciliar. «La constitución —ha es-
D E R E C H O Y PASTORAL crito Rousseau— ha intentado romper con una representación
estática de la 'Iglesia-entidad' y hacer aparecer el carácter di-
El Concilio ha mostrado su clara preferencia por el aspec- námico de la Iglesia en marcha, nuevo Pueblo de Dios, orien-
to pastoral de la actividad de la Iglesia, de acuerdo en todo tado con todo su vigor hacia la escatología» u. Nosotros nos
con la orientación que le dio el Papa Juan XXIII. De la mis- atreveríamos a complementar ese aforismo con el otro: «Ius
ma manera que ha eludido la expresión «Iglesia militante», Canonicum semper reformandum», es decir, a proclamar la
ha preferido siempre insistir más en la «función pastoral» de necesidad de un derecho canónico dinámico, exigente, en con-
quienes son depositarios de la autoridad que en la autoridad tinuo trance de adaptación a la sociedad en que la Iglesia vive.
misma. El mismo cuidado pastoral le ha llevado a fijarse no Lejos de ofrecer un flanco a la acusación de ser la base para
sólo en la eficacia de las disposiciones, sino también en la una «teología de los hechos consumados», que ofrezca a esa
conveniente libertad del subdito, que no ha de ser coartada misma teología, por su ininterrumpido contacto con la reali-
más que en lo necesario, sin sofocarla con abundantes pre- dad eclesiástica, aquel material vital indispensable para que
ceptos. el pensamiento teológico dentro de la Iglesia realice plena-
De aquí que en la tradicional descripción de la triple fun- mente su función.
ción de Cristo como maestro, sacerdote y rey se haya prefe- No siempre ha sido así. En ocasiones, el derecho canónico
rido sustituir el tercer término por el de «pastor». Se eHmina ha sido más bien remora u obstáculo para la renovación ecle-
así toda posibilidad de contraponer la potestad de regir o go- siástica. Una insuficiente percepción de lo que en él había de
bernar con la de apacentar. Entrambas realidades constituyen irreformable, y de lo que era reformable, a pesar de tener
una sola, y el régimen de la Iglesia es jurídico y pastoral al acaso una venerable tradición detrás, llevaba a un cierto in-
mismo tiempo. No todos los intérpretes han entendido esta movilismo15. Que si podía en alguna manera resultar compa-
lección del Concilio, que es, sin embargo, de extraordinaria
importancia. 14
Loe. cit. en la nota 3.
Sigúese de aquí un concepto instrumental del derecho, 15
Véanse las interesantes ideas de Ch. Journet bajo el sub-
cuyo contenido ha de ser profundamente religioso, y cuya título Pouvoir déclaratif et pouvoir canonique, en el artículo Le
caractére théandrique de l'Eglise source de tensión permanente:
13 «L'Eglise de Vatican II», t. 2 (París, 1966), 299-312. Para un cu-
Cf. W. Stark, La rutinización del carisma: Una consideración
del catolicismo: «Sociological Analysis», 26 (1965), resumido y rioso y aleccionador antecedente español, véase E. P. Delgado,
criticado en «Revista Internacional de Sociología», 22 (1965), La dinámica de la Iglesia según el P. Arintero: «Teología Espiri-
281-282. tual», 10 (1966), 389-412.
14
202 L. de Echeverría

tibie con la eclesiología jurídica anteconciliar, en manera al-


guna puede mantenerse después de la descripción llena de
dinamismo y de vida que el Concilio nos ha hecho de la Igle-
sia y de la función del derecho dentro de ella.
L. DE ECHEVERRÍA

DERECHO CANÓNICO Y TEOLOGÍA:


DOS CIENCIAS DIVERSAS

En el ambiente posconciliar se insiste cada vez más en


superar la teología juridicista. Con ello se toca la naturaleza
de la ciencia teológica y de la canónica. Hay teólogos que ca-
lifican al derecho canónico como «ciencia teológica», «disci-
plina teológica», contra no pocos canonistas que lo afirman
ciencia de positivación. Se da incluso el peligro de una polé-
mica, que sería estéril, ya que ambas posiciones versan sobre
objetos distintos, y que incluso podría resultar perjudicial por
el riesgo de lanzarse mutuamente calificaciones teológicas \
Atrayendo ambas posiciones, pues cada una tiene razón en
su campo y son, por tanto, conciliables, diríamos con una
analogía que nos dé luz que la teología y el derecho canónico
se relacionan entre sí como la filosofía y el derecho. Hay una
«filosofía del derecho», pero el estudio del derecho no cons-
tituye una disciplina filosófica, sino la llamada «ciencia del
derecho». El filósofo no hace derecho, aunque estudie la fi-
losofía de ese fenómeno humano llamado derecho; y el jurista
no hace filosofía, aunque deba aceptar de ella los principios
que necesita. Así, tampoco el teólogo hace derecho canónico
ni el canonista hace teología. Hay distinción y jerarquía de
1
«La situación del derecho canónico y de la teología no ha
llegado todavía tan lejos (esto es, a comparecer ante el juez). Pero
falta poco para que los dos esposos estén en régimen de separa-
ción de cuerpos y bienes. En general, reina entre ambos un cordial
desprecio: se acusan mutuamente de desviaciones» (G. Fransen,
Derecho canónico y teología: «Rev. Esp. Der. Can.», 20 [1965],.
37-46).
204 T. Jiménez Urresti
Derecho canónico y teología 205
los saberes humanos en el plano natural, y la hay también en
el plano de los saberes de la fe, eclesiales. forma a todo el derecho canónico es dato teológico. Todo ello
es la teología del derecho canónico.
Y así, hay una teología en el derecho canónico y una teo-
CIENCIA TEOLÓGICA logía del derecho canónico. El derecho canónico no existe ni
puede concebirse sin contenido teológico, que es una parte
La Iglesia es «acontecimiento» a la vez que «institución», de la eclesiología.
es divino-humana, comunidad de £e, esperanza y caridad a la
vez que sociedad, pueblo con estructuras sociales (cf. Vatic. II, CIENCIA CANÓNICA
E. 8 y L. 2).
Estudiar y conjugar esos dos aspectos de «acontecimiento- El canonista recibe y asume esos datos teológicos como
institución» tal cual Cristo los instituyó, «conociendo y com- postulados provenientes de otro campo y ciencia superior al
probando la voluntad de Cristo» 2 , es decir, los datos revela- suyo. Y entre ellos recibe uno que él sabe es principal y defi-
dos, es propio de la ciencia teológica. nitivo para él: el de que Cristo, al instituir la Iglesia, la cons-
Los resultados de ese estudio teológico deberán ofrecerse tituyó también como sociedad con estructuras sociales, pero
como base al derecho canónico y al canonista. Constituyen las no en forma tan inmutable y concreta, sino estableciendo sus
«estructuras fundamentales de la Iglesia» (Pablo VI, Eccle- bases primarias (jerarquía con su triple ministerio y medios
siam suam, n. 41), que no pueden ser sujetas a reforma, sino sociales o sacramentos) y aun a éstas dejándolas en amplitud
sólo a cumplimiento fiel. Y así, en el derecho canónico se para expresarse y aplicarse en formas concretas más o menos
encierra una teología. múltiples (los teólogos hablan de la «institución genérica»
Sabemos también —y es propio de la teología darlo a de los siete sacramentos y de la jerarquía). Es decir, el cano-
conocer— que en la Iglesia «lo humano se ordena a lo divi- nista sabe por la teología que esa «estructura fundamental»,
no» (Vatic. II, L. 2), tanto que lo social, lo visible es signo esa «sustancia» de derecho divino fue instituida por Cristo en
e instrumento de lo invisible, de la vida de la Iglesia en la forma genérica, dejando sus formas concretas y su funciona-
Trinidad: la Iglesia, vida-institución, es «sacramento» en ana- miento concreto al arbitrio de la jerarquía misma que él fun-
logía con el misterio del Verbo encarnado, su fundador (Va- dó, y que por eso tiene que concretarse para su aplicación
ticano II, E. 1 y 8). Tal es su «concepción esencial» (Pablo VI, histórica por leyes positivas de la jerarquía misma, por leyes
ibtd.). Lo estructural-social de la Iglesia, por tanto, expre- de derecho eclesiástico.
sando el misterio (en cuanto le es posible, «entre penumbras») Y es precisamente el estudio de ese derecho eclesiástico,
y ordenándose a él, es «sacramentario». Este carácter que in- de esa concreción y ordenación eclesiásticas, lo que constituye
2 el saber propio del canonista. Por eso alguien dijo acertada-
Vaticano II, Ecclesia, 9, c: «Per tentationes vero et tribu- mente que el derecho canónico es «el modo jurídico de la
lationes procedens Ecclesia virtute gratiae Dei sibi a Deo promissae
confortatur, ut in infirmitate carnis a perfecta fídelitate non defi- teologicidad».
ciat, sed Domini sui digna sponsa remaneat, et sub actione Spiritus
Sancti, seipsam renovare non desinat, doñee per crucero perveniat DOS CIENCIAS
ad lucem, quae nescit occasum.» Cf. Pablo VI, Aloe, apertura
2.a sesión Concilio, 29 sept. 1963, par. 28, y ene. Ecclesiam suam, Se puede, pues, estudiar el derecho canónico en dos pla-
par. 55. nos distintos: en el teológico, que estudia el aspecto social
de la Iglesia en su entraña, en su valor íntimo trascendente,
206 T. Jiménez Urresti Derecho canónico y teología 207
en el misterio, y el canónico, que lo estudia en su aspecto hu- formular doctrina teológica, sino ordenar conductas, puede
mano, fenomenológico, positivo. usar indistintamente uno u otro modo de hablar, ya que am-
La teología estudia los datos revelados; su fin es formular bos son prácticamente equivalentes en orden a expresar el
la verdad revelada; y moviéndose en el plano de su adecuación principio del comportamiento de los presbíteros en depen-
a esa verdad, la define con juicios doctrinales. El derecho ca- dencia de su autoridad, esto es, dentro de la comunión jerár-
nónico, en cambio, recibiendo esos datos teológicos, genéri- quica. En el derecho canónico ocurre un poco como en mate-
cos en cuanto a la sustancial estructura social de la Iglesia, los máticas: «el orden de factores no altera el producto».
positiviza en sus leyes; su fin es el bien político eclesial; mo- De todo lo cual se deriva que la teología y el derecho ca-
viéndose en el plano de lo instrumental y de la positivación, nónico tienen fines inmediatos distintos, campos distintos,
conjuga sus medios sociales instrumentales (leyes) a su fin y planos distintos, y pueden tener y tienen lenguaje distinto y
prescribe una conducta social con juicios prácticos, de forma lógica distinta. Son dos ciencias diversas. Pero, sobre todo,
que la «verdad canónica» consiste en esa adecuación de sus son las notas de lo instrumental y de la positivación que en-
medios a su fin intentado por el legislador, es decir, en su tran en el derecho canónico las que lo diferencian esencial-
eficacia. mente de la ciencia teológica.
La teología sólo puede emitir un juicio doctrinal, el de la
adecuación a la verdad objetiva revelada, aunque pueda for-
mularla en diversas lenguas, perspectivas y con diversos gra- RELACIONES ENTRE EL TEÓLOGO Y EL CANONISTA
dos de profundidad. El derecho canónico, en cambio, puede
formular tantos juicios suyos cuantas concreciones o positiva- De lo dicho se deducen unas importantes conclusiones
ciones le permita la «sustancia» teológica y según la prudencia que queremos sintetizar:
del legislador. En otras palabras: la teología estudia la vo- 1. El teólogo no deberá olvidar nunca que el juicio ca-
luntad de Cristo, mientras que el derecho canónico prescribe nónico no es en sí y de por sí un juicio teológico; no deberá
cómo cumplir en lo social-eclesial esa voluntad de Cristo; es tomar sin más las expresiones canónicas como expresiones teo-
decir, estudia la voluntad de la Iglesia, que debe mantenerse lógicas ni como argumento teológico. (Quizá las expresiones
dentro de la voluntad de Cristo. coincidan, sobre todo en el caso de que alguna norma teoló-
Por otra parte, la teología sólo tiene posibilidad de emitir gica no sea genérica, sino ya tan concreta en sí misma que esté
un tipo de juicios: el doctrinal. El derecho canónico, en cam- por sí misma canónicamente vigente sin necesidad de positi-
bio, por ser ciencia de positivación y práctica, no tiene por vación alguna por una ley eclesiástica; pero eso no lo sabemos
qué usar el mismo lenguaje ni en el mismo sentido que la sólo de la expresión canónica, sino de su comparación con la
teología, sino que puede emplear otro lenguaje o el mismo, ley teológica.) El teólogo debe asumir el dato canónico des-
pero en diversa forma y con diverso valor (el valor práctico), pojándolo de su positivación legal, para extraer así la entraña
ya que intenta fórmulas prácticas, instrumentales, ordenadas teológica.
a un fin práctico, que es el del comportamiento social que in- 2. El canonista, por su parte, aunque sabe que en la
tenta. Así, por ejemplo, teológicamente no es lo mismo afir- entraña del derecho canónico hay teología, sabe también que
mar que la jerarquía, al dar licencias ministeriales a los pres- todo ordenamiento social tiene su autonomía, sus propias le-
bíteros, les da la jurisdicción para confesar, que decir que yes, conceptos y expresiones, y que los diversos artículos,
aprueba y no anula el ejercitar la jurisdicción ya recibida en cánones, leyes, formulados en la línea de lo instrumental y
la ordenación; pero el derecho canónico, que no pretende de la positivación, forman un sistema. Por eso no ofrecerá
208 T. Jiménez Urresti Derecho canónico y teología 209
al teólogo sus expresiones, su proceso lógico y sus justifica- acusado ya por algunos, de teologizar los hechos consumados,
ciones o razones de ordenamiento que ha seguido en su pro- es decir, de elevar sin más a categoría teológica los concretos
pio campo en la consecución de sus propios fines específicos. comportamientos canónicos históricos, sin despojarlos de su
3. Pero así como el teólogo ofrece al canonista unos corteza de positivación canónica para extraer su entraña teo-
datos, así también el canonista ofrece al teólogo los resultados lógica.
prácticos canónicos, los cuales, por ser expresión concreta Con ello, el teólogo agarrotaría al derecho canónico, por
socializada del derecho divino de la Iglesia, son no sólo he- inmovilizarlo con el rigor absoluto de la verdad teológica que
chos canónicos, sino también hechos teológicos, hechos con atribuye al fenómeno canónico. Y como parece que ese pecado
entraña teológica que deberán encajar en la constitución gené- se ha cometido más de una vez, no es extraño que en ese sen-
rica del derecho divino de la Iglesia y, por tanto, también en tido se hable de desteologización del derecho canónico, no
las explicaciones y sistematizaciones doctrinales teológicas. para privarle de su entraña teológica, sino para extraerle su
Ahora bien: el derecho canónico, si bien debe realizar la auténtica entraña teológica sin aditamentos. Además, el teó-
concreción o positivación del derecho divino genérico siendo logo que cometa ese pecado estrecha la amplitud que, por
fiel a él, es decir, a su base teológica, si debe hacerla funcionar genéricos, tienen los principios teológicos, al identificarlos
siendo fiel a su íntima naturaleza sacramentada y debe ordenar con una de sus posibles realizaciones concretas. «Juridiza» a
el orden eclesial siendo fiel a su fin trascendente de la «salud la teología, y por ello se pide hoy una desjuridización de la
de las almas», puede, sin embargo, ser infiel a esa triple fide- teología, una superación de la «teología juridicista».
lidad. Pero la teología le dirá que esa su posible infidelidad Otras veces la teología no llega a proyectar suficiente luz
no podrá ser sustancial, ya que los carismas de indefectibilidad sobre temas teológicos que son base de decisiones ulteriores
e infalibilidad de que goza la Iglesia alcanzan a su misión sus- canónicas. Entonces el derecho canónico se defenderá como
tantiva y, por tanto, también al funcionamiento sustancial de pueda, tratando de no comprometer principios doctrinales y
sus estructuras sociales, es decir, al comportamiento sustan- en general absteniéndose, con lo que no podrá reflejar la faz
tivo del derecho canónico. Y la teología dictará al derecho ca- de la Iglesia con la claridad que, en principio, sería de desear.
nónico sus juicios (juicios de valoración teológica) sobre si es Pero ello no es precisamente por culpa del derecho canónico3.
infiel o no, en ese margen de infidelidad accidental, para re-
clamar si es preciso su reforma. Pero para todo hecho canó-
nico considerado legítimo por la autoridad de la Iglesia (ma- DIFICULTADES ESPECIALES
gisterial y canónica a la vez) y, por tanto, fiel a sus datos
teológicos, la teología deberá hallar un puesto y justificación Realizar esa labor de no confundir ambas ciencias implica
en su sistema doctrinal si no quiere aparecer como insufi- una especial dificultad: la de que la Iglesia se mueve en am-
ciente. Por eso el canonista, familiarizado con la relatividad bas a la vez. En efecto, la Iglesia ejerce un magisterio doctri-
canónica de las múltiples y diversas disciplinas legítimas dadas nal y, por tanto, se mueve en la línea de la teología; y a la vez,
en la historia, ayudará al teólogo a cobrar conciencia del ca- esa misma Iglesia, por ser sociedad, posee y actúa su orde-
rácter genérico de los principios teológicos que informan al
derecho canónico y a abrir, en consecuencia, sus horizontes 3
Puede ser un ejemplo la doctrina de la colegialidad episco-
teológicos sin restringirlos a la apariencia de los hechos ca- pal y el «Synodus Episcoporum». Cf. Vatic. II, Decr. Obispos, 5,
nónicos. y Decr. Misiones, 29, con el «motu proprio» de Pablo VI, Apostó-
Si el teólogo olvida esa lección, correrá el grave riesgo, lica sollicitudo, 15 sept. 1965.
210 T. Jiménez Urresti Derecho canónico y teología 211
namiento social, en el que se mueve en la línea de lo instru- últimos años sobre la naturaleza propia, «jurídica», del orde-
mental. Mas como la Iglesia no pretende hacer ciencia ni se namiento canónico, a diferencia del ordenamiento civil, en su
preocupa demasiado por la exactitud de mantenerse en sus entraña y coincidente con él en no pocas de sus formas.
diversas expresiones conforme a los modos propios de una
ciencia u otra, se mueve muchas veces de un campo al otro T. JIMÉNEZ URRESTI
usando las mismas expresiones. Existe así una especie de
simbiosis entre ambas ciencias en la vida de la Iglesia.
Eso origina a los teólogos no poco trabajo y no pocos
problemas delicados, y a los canonistas cierta desazón. Pues BIBLIOGRAFÍA
la primera tarea que se les impone a ambos es discernir con
expresiones de qué ciencia y lógica se expresa cada vez la 1. Sobre derecho canónico y teología pueden verse: Edelby-
autoridad de la Iglesia, ya que muchas veces encontrarán que Jiménez Urresti-Huizing, Derecho canónico y teología: CONCILIUM,
dicha autoridad ejerciendo magisterio se expresa en términos 8 {1965), 3-6; Bidagor, De nexu inter theologiam et ius canonicum
ad mentem F. Suárez: «Gregorianum», 28 (1947), 457-470, y El
y modos canónicos, y viceversa, estableciendo leyes. De ello espíritu del derecho canónico: «Rev. Esp. Der. Can.», 13 (1958),
se percató el Vaticano II, una de cuyas tensiones ha sido ex- 5-30 (traducción italiana en «Ephem. Juris Can.»; alemana en
presar la teología de la Iglesia en el estricto plano teológico «Oester. Archiv Kirchenr.»); G. Renard, Contributo alio studio
y con términos y lenguaje propiamente teológicos, aunque no dei rapporti tra Diritto e Teología. Posizione del Diritto Canónico:
lo haya logrado del todo siempre. «Riv. Internaz. Filos. Dir.», 16 (1936), 478-521; K. Moersdorf,
Zur Grundlegung des Rechtes der Kirche: «Münchener Theol.
Por otra parte, la Iglesia, que es una sociedad sobrenatu- Zeitschrift.», 3 (1952), 329-348 (Fundamentos del Derecho de la
ral, «sacramento» y «misterio», es sociedad en sentido ana- Iglesia: «Rev. de Teología», 3 [1953, n. 12], 187-211); J. Sala-
lógico con la sociedad civil, y, por tanto, su derecho «canó- verri, El derecho en el misterio de la Iglesia: «Rev. Esp. Teol.»
nico» es «derecho» en sentido analógico con el de la sociedad (1954), 207-273, e Investigación y elaboración del derecho canó-
civil. Por eso el derecho canónico recibe sus bases y su natu- nico (V Semana de Derecho Canónico), Barcelona, 1956, 1-54, y
raleza y su fin de la teología, y no del derecho civil, cosa que Lo humano y lo divino en la Iglesia (XII Semana Teol.), Madrid,
a veces se ha olvidado prácticamente. Y por ello, con razón, 1953, 327-362, y «Estud. Ecles.», 27 (1953), 167-201; M. Use-
no pocos teólogos y canonistas reclaman una vuelta del dere- ros, «Statuta Ecclesiae» y «Sacramenta Ecclesiae» en la eclesiólogía
cho canónico a la teología, una mayor teologizarían del dere- de Santo Tomás de Aquino. Reflexión tomista sobre el derecho
de la Iglesia en paralelismo a la actual temática eclesiólógico-
cho canónico. canónica, Roma, 1962; V. de Reina, Eclesiólogía y derecho canó-
Pero como el derecho canónico constituye una ciencia pro- nico. Notas metodológicas: «Rev. Esp. Der. Can.», 19 (1964),
pia, autónoma, por ser ciencia de positivación, coincide en 341-366; Kemmeren, Ecclesia et Ius, Roma, 1963; J. M. Ribas
esto con el derecho civil, que puede así aportar mucho al de- Bracons, El derecho divino en él ordenamiento canónico: «Rev.
recho canónico en el aspecto de ciencia autónoma, es decir, Esp. Der. Can.», 20 (1965), 267-320; H. Hetmerl, Die Diskussion
um das Kirchenrecht: «Theol. prakt. Quartalschrift», 114 (1966),
en su trabajo de positivación, de técnica, de lo formal. De ahí 50-54; G. May, Enttheologisierung des Kirchenrechtes: «Archiv
que mantener el justo equilibrio de la ciencia canónica entre f. kath. Kirchenrecht» (1965, n. 2), 370-376; T. Jiménez Urresti,
la teología y el derecho civil supone una tensión más entre Ciencia y teología del derecho canónico o lógica jurídica y lógica
teólogos y canonistas. Los canonistas se han dado cuenta de teológica: «Lumen», 8 (1959), 140-155, y Problemática actual
ello, como lo demuestra la abundantísima literatura de los en el tema «Iglesia-Derecho», I. Desteologización del derecho ca-
212 T. Jiménez Urresti

nónico y desjuridización de la teología: Iglesia y Derecho (X Se-


mana de Derecho Canónico) (Salamanca, 1965), 81-95; G. Bal-
danza, La costituzione «De Ecclesia» ed alcune considerazioni sullo
spirito che deve animare la riforma del Códice di Diritto Canónico:
«Ephem. Juris Can.», 21 (1965), n. 1-2 (separata en Officium
Libri Cathol., Roma, 1965, 21 págs.); G. Fransen, Derecho canó- LA NUEVA
nico y teología: «Rev. Esp. Der. Can.», 20 (1965), 37-45. CODIFICACIÓN DEL DERECHO CANÓNICO.
2. Sobre la naturaleza peculiar del derecho canónico, que ha
cobrado especialísima actualidad a partir de P. Fedele, Discorso NATURALEZA Y LIMITES
genérale sull'ordinamento canónico, Padua, 1941, se ha producido
abundantísima literatura. Referimos la última, en la que pueden Cuando Pío X publicó, el 19 de marzo de 1904, su carta
encontrarse índices y datos bibliográficos amplísimos: J. de Sala- Arduum sane munus proponía una codificación del derecho
zar Abrisquieta, Lo jurídico y lo moral en el ordenamiento canó-
nico (Victoriensia, 11), Vitoria, 1960, 276 págs., con hermoso canónico «que reúna todas las leyes de la Iglesia, hasta el
índice bibliográfico en págs. XI-XXI; sobre él, M. Arteche, Ob- momento presente, en un conjunto claro y ordenado, pres-
servaciones sobre lo jurídico y lo moral en el ordenamiento ca- cindiendo de aquellas que han sido abolidas o están anticua-
nónico: «Ius Canonicum», 1 (1961, n. 1), 467-478; G. Lesage, das, adaptando el resto, cuando sea necesario, a las presentes
La natüre du Droit canonique (Ed. Université), Ottawa, 1960, y circunstancias». Por tanto, el primer objetivo de la codifi-
sobre él, J. de Ayala, La naturaleza del derecho canónico: «Ius cación consistía en reunir y poner en orden la legislación
Canonicum», 2 (1962, n. 2), 595-632; J. Hervada, Fin y carac- existente, que estaba mal organizada y diseminada en una
terísticas del ordenamiento canónico: «Ius Canonicum», 2 (1962, multitud de fuentes. La puesta al día era solamente un fin
n. 1), 5-110, y El concepto de ordenamiento canónico en la doc- secundario. En cambio, cuando Juan XXIII anunció por vez
trina contemporánea: «Ius Canonicum», 5 (1965, n. 1), 5-61;
V Semana de Derecho Canónico, Investigación y elaboración del primera —en su alocución a los cardenales el 25 de enero
derecho canónico, Ed. Flors, Barcelona, 1956, en que destacan los de 1959— la nueva revisión del derecho canónico, señaló
trabajos de L. de Echeverría, Características generales del orde- como principal objetivo la «deseada y esperada puesta al día»
namiento canónico (55-76), y G. Forchielli, Caratteri comuni e (auspicato e atieso aggiornamento). Este objetivo era deter-
differenziali nél Diritto Canónico (77-98). minado con mayor claridad por Pablo VI en su alocución a la
Comisión para la revisión del derecho canónico el 20 de no-
viembre de 1965: «El derecho canónico debe ser revisado
con prudencia: debe ser adaptado a la nueva mentalidad que
prevaleció en el Concilio Vaticano II, una mentalidad que
concede gran valor al cuidado pastoral y a las nuevas nece-
sidades del pueblo de Dios.»

1. NATURALEZA DE LA NUEVA CODIFICACIÓN

La compilación del nuevo Código de derecho canónico


no es, por tanto, en primer lugar, una codificación de la le-
214 P. Huizing
gislación existente ni, mucho menos, del Código existente.
La finalidad principal no es componer un conjunto ordenado 2. EL CRECIENTE DESARROLLO EN TODOS LOS NIVELES
que recoja las adiciones y modificaciones aparecidas después
de 1918, incluyendo las que fueron publicadas durante y des- El desarrollo que se registra en todos los niveles de la
pués del Concilio. El primer objetivo es revisar todo el orde- vida de la Iglesia no sólo afecta a su vida «doméstica», sino
namiento eclesiástico existente de acuerdo con el nuevo espí- también a sus relaciones con las demás Iglesias y religiones,
ritu que animó al Concilio y que fue claramente expresado en y con todo el mundo. Es preciso admitir que, incluso en lo que
el mismo. atañe a las instituciones básicas del ordenamiento eclesiástico,
Poco a poco hemos llegado a comprender lo que esto sig- desconocemos aún la figura concreta que han de tomar estas
nifica. Las primeras publicaciones que siguieron al anuncio relaciones. Pongamos algunos ejemplos.
del Papa Juan pedían de hecho algunas modificaciones radi- El colegio episcopal seguirá siendo el signo vivo y ope-
cales en general, pero sólo mencionaban unos cuantos puntos rante de la unidad de la Iglesia en la fe, la comunidad y la
concretos que en realidad no eran tan radicales. Los estudios predicación; el papa seguirá siendo en el futuro un signo se-
más recientes, en particular los que tratan de secciones espe- mejante de la misma unidad en el colegio episcopal. Pero no
cíficas del ordenamiento eclesiástico, muestran un conocimien- es posible determinar todavía en unas normas claras qué figu-
to mucho mayor del significado y las dimensiones de seme- ra tomarán dentro de unas décadas las relaciones entre auto-
jante tarea. Incluso el gran público comienza a comprender ridad y autonomía, entre la autoridad personal del papa y la
que es quizá imposible conseguir en un futuro previsible una colegialidad del papa, los obispos, el clero y el pueblo laico.
codificación completa de un ordenamiento eclesiástico total- Se está de acuerdo en que debe existir una amplia autonomía
mente revisado. para las Iglesias locales, y en particular para las conferencias
El Concilio y las cartas y decisiones de los Pontífices episcopales. Pero cuando examinamos la situación concreta
Juan XXIII y Pablo VI relacionadas con él han abierto pers- en que se encuentran hoy las conferencias episcopales, pode-
pectivas fundamentales que muestran un enfoque totalmente mos ver que muchas no están actualmente en condiciones de
nuevo. Pero, por lo que se refiere a la expresión concreta de tratar adecuadamente materias de ordenamiento eclesiástico,
los múltiples aspectos de la vida de la Iglesia, este nuevo en- y algunas apenas si tienen oportunidad de reunirse; incluso
foque se halla aún en plena fermentación. En muchos cam- en las conferencias mejor organizadas esta autonomía costará
pos no está claro ni mucho menos el alcance de este proceso. a los obispos mucho tiempo y esfuerzo, con el resultado de
La tensión existente entre quienes piden un mínimo de cam- que tal trabajo puede tener un importante efecto sobre la
bios y quienes desean ir lo más lejos posible es demasiado función global del obispo. Repetimos que es imposible prever
grande para permitir todavía unas normas válidas. Natural- cómo se logrará una ordenación clara y, más aún, uniforme
mente, es cierto que, como demuestra la historia, un período para toda la Iglesia. Los diversos grupos religiosos existentes
de ruptura y renovación termina siempre en una cierta esta- en la Iglesia —tomando «religioso» en el amplio sentido de
bilización. Pero nadie puede prever todavía exactamente dón- la palabra— se encuentran, todos ellos, en pleno proceso de
de y cuándo se logrará ese nuevo equilibrio. desarrollo. Los problemas sobre las relaciones entre adminis-
tración central y local, entre autoridad religiosa y persona
religiosa individual, los problemas de cooperación y fusión,
y muchos otros, se encuentran todavía en un estado de expe-
rimentación provisional, e incluso a veces no han alcanzado
216 P. Huizing
Nueva codificación del derecho canónico 217
aún ese estado. He oído accidentalmente que la Congregación
de Religiosos concede un período de doce años para tales ex- ulterior sería elaborada en un código para las Iglesias latinas
perimentos, con la promesa de amplias facilidades cuando se y otro para las Iglesias orientales, o bien quedaría plenamente
considera necesario apartarse de las normas generales del de- en manos de las Iglesias locales, en particular de las conferen-
recho canónico. cias episcopales y los ordinarios de lugar. Neumann propone
Quizá no es muy difícil imaginar en teoría unos esquemas distintos ordenamientos eclesiásticos especiales para amplias
perfectos de procedimientos eclesiásticos, pero ¿qué lograría regiones de la Iglesia, es decir, para regiones de cultura homo-
esto en la práctica? ¿Dónde hallaríamos el personal suficien- génea o que tengan su propia tradición teológica y canónica,
temente numeroso, capacitado y «liberado» para plasmar tales como las Iglesias orientales o las Iglesias que se han desarro-
procedimientos? Todos sabemos que la unidad de las diversas llado independientemente a partir del siglo xvi. Tales orde-
Iglesias cristianas nunca se conseguirá mediante una simple namientos serían una especie de marco legal que debería esta-
abolición de las Iglesias no unidas a Roma y una no menos blecer la Curia romana juntamente con la jerarquía de las
simple conexión de la Iglesia católica con todas las estructuras respectivas naciones o tradiciones, y este marco garantizaría
existentes. Pero no está claro para nadie cómo debe desarro- cierta unidad del ordenamiento eclesiástico de la Iglesia uni-
llarse esa unidad y qué tipo de estructuras van a surgir. Y po- versal.
dríamos enumerar otras cuestiones, como la suerte de las Pero incluso esa constitución general debe tener un ca-
propiedades eclesiásticas y las finanzas de la Iglesia. rácter abierto. Los mismos principios del ordenamiento ecle-
No me parece, pues, razonable esperar que un grupo de siástico permiten muy variadas expresiones concretas, y en
expertos pueda elaborar en un futuro previsible un Código este sentido se encuentran también en estado de desarrollo.
de derecho canónico listo para el uso, que estructure todo el Habrá que guardarse particularmente de presentar cualquier
ordenamiento eclesiástico, siguiendo el espíritu del Concilio, estructura concreta como de «derecho divino», es decir, como
en unas normas claras y precisas. absolutamente inmutable en su expresión. El derecho divino,
en efecto, no puede ser encerrado en fórmulas absolutamente
inmutables. El mandato dado por Cristo a Pedro y a los Doce
3. ¿UNA CONSTITUCIÓN PARA LA IGLESIA UNIVERSAL? es de derecho divino, pero este derecho ha ido tomando muy
diferentes formas a lo largo de la historia, y nadie es capaz
De la mencionada alocución de Pablo VI a la Comisión de predecir qué formas puede tomar en el futuro. Hoy pode-
para la revisión del derecho canónico se puede concluir que mos decir que en la actualidad tiene su expresión en el papa
el Papa pensaba primeramente en una constitución generalí- y el colegio episcopal. Pero esto mismo debe entenderse co-
sima para la Iglesia universal (lex o constitutio fundamenta- rrectamente. No significa, por ejemplo, que todo el aparato
lis), la cual sólo formularía los principios más fundamentales concreto del papa y los obispos sea total y exclusivamente de
del ordenamiento eclesiástico. Varios canonistas eminentes derecho divino. Y la misma advertencia vale para todas las
defienden esa constitución general*. Según esto, la legislación instituciones que suelen llamarse «de derecho divino». Pero
con este presupuesto básico sería posible indicar algunos ras-
1
Cf. las interesantes observaciones de J. Neumann, Erwagun-
gen zur Revisión des kirchlichen Gesetzbuches: «Tübinger theo- für katholisches Kirchenrecht», 135 (1966), 46ss; J. McGrath,
logische Quartalschrift», 146 (1966), 301ss; también K. Moers- Canon Law for the Church and the Churches: «The Jurist», 26
dorf, StreifUchter zur Reform des kanonischen Rechts: «Archiv (1966), 457ss, donde el autor anuncia también un artículo sobre
la estructura y el contenido de un Código universal.
1S
218 P. Huizing Nueva codificación del derecho canónico 219

gos fundamentales de la estructura y la organización eclesiás- Lo que necesitamos ahora son medidas para aquellas ma-
tica y fijar algunos principios de la presencia activa de la Igle- terias que las exigen urgentemente. Estas medidas deben res-
sia en la sociedad que puedan ser válidos para un período ponder a necesidades concretas y actuales, sin que hayan de
considerable. ser técnicamente perfectas desde el punto de vista de la codi-
ficación. También es hoy necesario crear una comunicación
4. REGULACIONES PROVISIONALES
regular, efectiva y plenamente sincera entre el pueblo y los
distintos niveles, altos y bajos, de la administración. La im-
Para todos los demás sectores del ordenamiento eclesiás- posición unilateral desde arriba de normas que no son necesa-
tico y en todos los niveles, la única línea que ha de adoptarse rias, o al menos no se consideran necesarias, así como la adop-
es abandonar por el momento todo intento de redactar un ción desde abajo de decisiones que han de comprometer a
código completo en un tiempo relativamente corto. Un perío- toda la comunidad o a gran número de miembros contra su
do de transición como el nuestro necesita mucho más ciertas voluntad, son igualmente destructivas para una comunidad
medidas, exigidas siempre por las circunstancias concretas, que que desea ser honesta, sana y genuinamente una en Cristo.
no pretendan ser definitivas. Ejemplos típicos de tales medi- Ambos extremos conducen a una provocación amarga, cons-
das son la organización del Sínodo episcopal para la Iglesia tante y mutua: las decisiones irrealistas tomadas desde arriba
universal, determinada por Pablo VI el 15 de septiembre de suscitan reacciones opuestas e iniciativas irresponsables abajo,
1965, y las normas provisionales para la ejecución de los de- y los experimentos demasiado individualistas o exclusivistas
cretos conciliares sobre la vida religiosa y las misiones, publi- hechos desde abajo provocan inevitablemente medidas reac-
cadas el 6 de agosto de 1966. Ambas medidas prevén explí- cionarias en la cumbre.
citamente la posibilidad de ulteriores cambios, y las normas
para la ejecución dejan un gran margen de experimentación. 5. COORDINACIÓN
Es de notar que estas dos medidas, al igual que la nueva ins-
trucción sobre la Congregación para la Doctrina (el antiguo A menos que las circunstancias lo exijan directa y clara-
«Santo Oficio») de 7 de diciembre de 1965, se refieren a es- mente, parece que en la actualidad no es deseable, ni siquiera
tructuras del ordenamiento eclesiástico. Por lo que toca a las posible, la redacción de normas definitivas. Esto no significa
normas para la vida personal de los miembros de la Iglesia, que deban permanecer inactivos los diversos organismos ad-
la abolición del índice como ley eclesiástica y de las corres- ministrativos, los teólogos, sociólogos, psicólogos, exegetas,
pondientes sanciones disciplinares (14 de junio de 1966), la historiadores de la Iglesia, canonistas y la Comisión para la
abolición de la ley que prohibía la cremación y de sus sancio- revisión del derecho canónico. Un buen ejemplo de lo fecunda
nes (5 de julio de 1964), la reducción de las normas de ayuno que puede ser la discusión entre todo tipo de expertos en de-
y abstinencia a una norma indicativa (17 de febrero de 1966) recho canónico lo tenemos en el seminario que estudió la fun-
son medidas que apuntan a una emancipación gradual de la ción del derecho en la Iglesia, organizado por la Canon Lato
vida religiosa personal frente a las leyes y sanciones positivas. Society of America, del 8 al 10 de octubre de 1966 en Pitts-
La Iglesia comienza a centrar su atención en los principios burgo y cuyas conclusiones serán publicadas en breve. Pero
cristianos y en una actitud cristiana, sin hacer obligatorias tales empresas sólo pueden realizar de momento una labor
por ley las expresiones específicas de la práctica religiosa. preparatoria, sin aspirar a tener una categoría jurídica defi-
También aquí tenemos un índice de cómo se está desarro- nitiva. Quizá podamos ofrecer algunas sugerencias sobre este
llando el ordenamiento eclesiástico. tipo de trabajo.
Nueva codificación del derecho canónico 221
o a las Universidades Católicas, de manera que pudiesen hacer
6. SUGERENCIAS aportaciones numerosos expertos de todo el mundo? No pa-
rece imposible organizar esto de suerte que las diversas regio-
a) Un mayor contacto nes puedan aportar sistemática y oportunamente su propia
contribución.
Si los diversos organismos comprometidos en esta labor
desean hacer algo fecundo, debería existir un mayor contacto
entre ellos. No deberían trabajar independientemente si quie- b) Una amplia composición de los grupos de trabajo
ren evitar la ineficacia. ¿No sería posible, por ejemplo, que
los distintos grupos de estudio de la Comisión para la revisión Yo sugeriría además que los grupos que, de manera ofi-
del derecho canónico colaborasen con aquellos departamentos cial o no oficial, están comprometidos en esta labor se com-
de la Curia romana que tienen una competencia especial sobre pongan sobre una base lo más amplia posible, tanto en lo que
las materias que estudian tales grupos? Esto crearía una con- se refiere a la diversidad de condición de sus miembros como
frontación mucho más amplia entre experiencia y teoría. A ve- a la diversidad de opiniones. Es mala táctica basar de ante-
ces un departamento está ocupado en una cuestión específica, mano la composición de los grupos en unos resultados previa-
mientras otro emana una serie de medidas de las que el pri- mente concebidos. Una política eclesiástica que intente elimi-
mero no tenía la menor noticia. Tal hecho es aún más lamen- nar la discusión libre y abierta entre personas de distintas opi-
table si obedece a discusiones sobre competencia y un orga- niones, sin excluir a las de «extrema derecha» y «extrema iz-
nismo desea afirmar su exclusiva competencia frente al otro. quierda», está condenada al fracaso en la situación actual. Es
Existen diferencias en materia de competencia que obedecen además un error político. Tal política, más tarde o más tem-
principal o exclusivamente a intereses efectivos de la comuni- prano, será de dominio público, y la opinión pública la conde-
dad en general, y se puede prestar un buen servicio a la comu- nará. Pero, incluso desde el punto de vista práctico, no se
nidad distribuyendo precisamente la competencia. Pero cuan- necesita una gran dosis de experiencia para ver que son preci-
do las diferencias se deben simplemente a la competencia samente las deliberaciones entre hombres de distintas dispo-
misma, no sólo muestran una triste falta de espíritu cristiano siciones lo que llevará al mejor equilibrio y a los más sólidos
en las personas individuales, sino también un trastorno fun- resultados, siempre que estos hombres sean de categoría y
cional en la comunidad. estén dispuestos a escucharse mutuamente. Sería asimismo
Sería también de desear un sistema de comunicación, ade- muy provechoso invitar a algunos destacados expertos en el
cuadamente organizado, entre los grupos que tienen el en- campo del ordenamiento eclesiástico pertenecientes a Iglesias
cargo oficial de revisar el ordenamiento eclesiástico y aquella cristianas no católicas. Cabe esperar que ellos aceptarían gus-
rama de la ciencia cuya misión en la Iglesia es ocuparse del tosamente la invitación y ofrecerían una aportación suma-
mismo. Es lástima, por ejemplo, que un grupo de la Comisión mente importante no sólo al aspecto ecuménico de la tarea,
para la revisión desconozca las publicaciones sobre las mate- sino también a la comprensión de nuestro propio ordenamiento
rias que le conciernen. ¿Y no sería sumamente útil que los de la Iglesia católica.
resultados del trabajo de una comisión, cuando éste alcanza
un estadio más o menos definitivo, fueran sometidos en cada
caso a las distintas asociaciones de canonistas que existen en
los diversos países, o a las Facultades de Derecho Canónico,
Nueva codificación del derecho canónico 223

gentes sobre la administración y el gobierno de la Iglesia. Pero


c) No insistamos en la totalidad del Código esto ya no resulta adecuado en una época en que la Iglesia ha
de derecho canónico aceptado auténticamente la colegialidad, la responsabilidad
de todo el pueblo de Dios, el carácter particular de las Iglesias
Yo sugeriría también apremiantemente que no insistamos locales, etc. La verdadera naturaleza de la presente codifica-
teóricamente en la validez del Código existente como conjunto, ción no consistirá en un sistema legislativo que abarque todo,
aparte las modificaciones que ya han sido introducidas explí- sistemática y técnicamente perfecto. Consistirá más bien en
cita y jurídicamente. Sería realmente pura teoría, dado que en un proceso gradual en el que se irán tomando decisiones, un
la práctica son muchos los cánones que, hace ya tiempo —in- proceso que estará determinado por el progreso del desarrollo
cluso antes del Concilio—, han caído en desuso. La revisión mismo, sin normas superfluas, sin intervenciones prematuras
es tan necesaria precisamente porque este Código ha perdido y sin unas estructuras concebidas a priori y desconectadas
ya contacto con la realidad en general y con la realidad del de la realidad. Esto decide ya las limitaciones.
Código en particular. No se puede, efectivamente, seguir in-
sistiendo en la totalidad del presente Código. El nuevo espí- P . HüIZING
ritu del Concilio no se limita a los textos conciliares, a las ins-
trucciones ejecutivas y a las nuevas leyes, sino que vive en
toda la Iglesia, en todas sus manifestaciones, y seguirá expre-
sándose en todas las iniciativas eclesiásticas y genuinamente
cristianas que no figuran —al menos de momento— en los
textos. Bien está mantener la ficción jurídica de un Código
todavía válido (aparte las modificaciones positivas que se han
introducido) a fin de afrontar, de manera responsable y con-
creta, una serie de casos; pero no es razonable atacar las ini-
ciativas nuevas y abiertas, a la vez que honradas y justifica-
bles, basándose en los cánones existentes. Por lo que se refiere
al ordenamiento eclesiástico y a su desarrollo, actualmente nos
hallamos más ante una tarea de «discernimiento de espíritus»
que ante normas ya hechas. El estudio de las normas y una
razonable libertad de experimentación se implican mutuamen-
te. Si el nuevo ordenamiento eclesiástico lleva camino de ser
«realista», ello se debe únicamente a que se ha fraguado a
partir de la realidad.
El nuevo ordenamiento eclesiástico debe ser expresión
del nuevo espíritu del Concilio. Cuando se preparó el actual
Código, los proyectos fueron elaborados secretamente, y se-
cretamente fueron enviados a los obispos, los cuales debían
remitir sus observaciones igualmente en secreto. Tal procedi-
miento estaba en consonancia con las opiniones entonces vi-
Unidad o pluralidad de las codificaciones 225
reacciones de las ramas ortodoxas de su rito. Así puede decirse
de forma general que la latinización tuvo menos influencia
sobre las Iglesias orientales católicas de rito bizantino. Los
últimos tiempos, con el desarrollo del ecumenismo y la toma
de conciencia, por estas Iglesias unidas, de su misión para con
las Iglesias ortodoxas y dentro del catolicismo, la reacción se
ha hecho más enérgica y ha conducido a las vigorosas decla-
UNIDAD O PLURALIDAD DE LAS CODIFICACIONES. raciones de principio del Vaticano II.
¿ES NECESARIO UN CÓDIGO ESPECIAL
PARA LAS IGLESIAS ORIENTALES?
TOMA DE POSICIÓN DEL CONCILIO
Desde que algunas fracciones de las Iglesias orientales
se unieron a la Santa Sede romana, se planteó la cuestión de En primer lugar, el Concilio ha puesto el fundamento de
saber en qué medida debían adoptar la disciplina del Occiden- esta disciplina propia de los Orientales al reconocer la exis-
te católico o podían ser libres de conservar su disciplina propia. tencia, dentro de la Iglesia, de Iglesias particulares y al afir-
En teoría, la cuestión de principio nunca ha supuesto dificul- mar que la unidad no significa completa uniformidad: «exis-
tades. Todos los papas han declarado que los Orientales, al ten legítimamente —dice el Concilio'— en el seno de la co-
hacerse católicos, debían seguir siendo Orientales y, por tan- munión de la Iglesia, Iglesias particulares que gozan de sus
to, salvaguardar su patrimonio espiritual propio. Pero si Roma propias tradiciones, sin perjuicio del primado de la Sede de
ha admitido fácilmente entre los Orientales una diversidad Pedro, que preside la reunión universal de la caridad, garan-
litúrgica, ha tenido mayor dificultad para admitir en la prác- tiza las diferencias legítimas y vela porque las particularidades,
tica una diversidad disciplinar. Los mismos Orientales, al res- lejos de perjudicar a la unidad, le sean, por el contrario, pro-
taurar la unión con Roma, han pensado con frecuencia que vechosas». Más claramente aún, se dice en el decreto sobre
debían occidentalizarse. Fieles en general a sus tradiciones li- el ecumenismo2: «conservando la unidad en lo que es nece-
túrgicas, lo eran mucho menos con relación a su disciplina sario, cada uno dentro de la Iglesia, según la función que le
propia y estimaban que una profundización de su catolicismo corresponde, debe conservar la libertad requerida, en las for-
implicaba para ellos un acercamiento lo más grande posible mas diversas de la vida espiritual y de la disciplina, en la varie-
a la disciplina latina. dad de los ritos litúrgicos e incluso en la elaboración teológica
Los papas, por su parte, no han creído deber comportarse de la verdad revelada».
con estas Iglesias orientales unidas de forma distinta a como En lo que se refiere más particularmente a las Iglesias
se comportaban con la Iglesia de Occidente. Así intervinieron orientales, el decreto sobre el ecumenismo3 insiste en la legi-
con mucha frecuencia en la vida de esas Iglesias y dictaron timidad de su disciplina pVopia y en la importancia de que
leyes sobre ellas, dando origen no a un derecho oriental, sino ésta sea salvaguardada para/la unión de las Iglesias: «Desde
a un derecho romano para uso de los Orientales. los orígenes, las Iglesias de Oriente seguían reglas particu-
Sin embargo, no faltaron reacciones por parte de los
Orientales. Las Iglesias que mejor resistieron a ese proceso 1
Const. dogmática De Ecclesia, n. 13.
de latinización fueron precisamente aquellas que por sus orí- 2
Ibíd., n. 4.
3
genes o su ambiente debían tener mayormente en cuenta las Ibíd., n. 16.
226 N. Edelby Unidad o pluralidad de las codificaciones 227
lares sancionadas por los Santos Padres y los Concilios, incluso ver a sus tradiciones ancestrales»6. No contentos, pues, con
ecuménicos. No es en modo alguno contrario a la unidad de declarar la legitimidad y la obligación de esa disciplina propia
la Iglesia que exista diversidad de usos y costumbres, como de los Orientales, el Concilio quiere llevarla a su pureza pri-
acaba de ser mencionado, e incluso tal diversidad es un ele- mitiva remontándose, más allá de un derecho oriental más o
mento que aumenta su belleza y una ayuda preciosa para el menos latinizado, a un derecho oriental auténtico, aunque
cumplimiento de su misión. Por tanto, el Concilio declara, capaz de adaptación armoniosa y de evolución orgánica. En
para desvanecer cualquier duda, que las Iglesias de Oriente, este sentido hay que interpretar los otros principios en los
conscientes de la necesaria unidad de toda la Iglesia, pueden que el Concilio pide que se restauren los derechos y privile-
regirse según sus propias leyes, más conformes con el carácter gios de los Patriarcas «de acuerdo con las antiguas tradiciones
de sus fieles y más aptas para promover el bien de las almas. de cada Iglesia y los decretos de los Concilios ecuménicos»7,
La observancia perfecta de ese principio tradicional (obser- tal como estaban en vigor «en la época de la unión entre
vancia que no siempre fue respetada) es una de las condiciones Oriente y Occidente» 8, y que los Patriarcas con sus sínodos
previas absolutamente necesarias para el restablecimiento de sean considerados «como la instancia superior para todos los
la unión.» asuntos del Patriarcado» 9.
Este principio es aplicado de una forma más precisa a las
fracciones de las Iglesias orientales que ya han restablecido la
comunión con la Santa Sede romana. En el decreto «sobre las PRIMERA TENTATIVA DE CODIFICACIÓN ORIENTAL
Iglesias orientales católicas» se menciona con frecuencia el
derecho de estas comunidades a una disciplina propia: el Con- Estas ideas eran vagamente admitidas cuando, en 1929,
cilio «declara solemnemente que las Iglesias de Oriente, de la Pío XI emprendió la tarea de dotar a las Iglesias orientales
misma forma que las de Occidente, tienen el derecho y el católicas de un Código único, establecido a imagen del Codex
deber de gobernarse según sus propias disciplinas particulares. luris Canonici. Este último fue tomado como base de trabajo.
Estas, en efecto, tienen el peso de su venerable antigüedad, Más aún, los redactores se separaron lo menos posible de él.
están más de acuerdo con las costumbres de sus fieles y pare- La ventaja principal de esta codificación era sacar a luz las
cen más adaptadas para asegurar el bien de las almas» \ disciplinas antiguas de cada Iglesia y, sobre todo, unificarlas,
Más adelante añade el Concilio «que todos los Orienta- aunque dejando un lugar excesivamente restringido al derecho
les sepan con la mayor certeza que pueden y deben conservar propio de cada Iglesia particular. Por primera vez en la his-
siempre sus ritos litúrgicos legítimos y su disciplina, y que toria, esas Iglesias, a las que todo parecía separar, estaban
no deben ser introducidos en ella otros cambios que los que unidas en la disciplina. Roma tenía con ello la ventaja de dis-
exija el progreso propio y orgánico» s . poner de un derecho moderno, establecido por ella y común
El Concilio llega a imponer a los Orientales católicos que a todas las Iglesias orientales; también los Orientales tenían
se hubieran apartado en otro tiempo de sus propias tradicio- la ventaja de tener a mano una legislación clara y cómoda,
nes el deber de volver a ellas: «Y si los Orientales se han conocida y respetada por el episcopado latino, el cual contaba,
separado de ella indebidamente, con ocasión de determinadas
circunstancias de tiempo o de personas, esfuércense por vol-
* Ibíd., n. 6.
7
4
Ibíd., n. 9.
Ibíd., n. 5. 8
Ibíd., n. 9.
5 9
Ibíd., n. 6. Ibíd., n. 9.
228 N. Edelby Unidad o pluralidad de las codificaciones 229
fuera del Oriente, con un gran número de fieles orientales bajo nuar. Se imponía necesariamente, y según la opinión de todos,
su jurisdicción. una revisión. Pero, aprovechando el hecho de que el Código
El trabajo de la codificación oriental estaba suficiente- latino estaba de nuevo sometido a revisión, algunos canonistas
mente avanzado para que Pío XII estimase oportuno publi- se han preguntado si no convendría fusionar de alguna manera
car algunas de sus partes. Así es como entre 1949 y 1957 las dos legislaciones, dotando a la Iglesia de un Código único
fueron promulgadas en cuatro Motu proprio sucesivos varias que respetase suficientemente las particularidades de las Igle-
partes del proyecto del Código oriental: la disciplina matri- sias orientales.
monial, el procedimiento, los religiosos, los bienes temporales, La cuestión se había planteado ya en 1929, cuando se co-
los ritos y el derecho de las personas. En 1958, la Santa Sede menzó el trabajo de codificación oriental. Según nuestras in-
se disponía a publicar otras partes que comprendían princi- formaciones, la Comisión preparatoria, presidida por el car-
palmente las normas generales y la disciplina de los sacramen- denal Gasparri, se había pronunciado entonces en favor de un
tos cuando Pío XII murió. El anuncio por Juan XXIII de un Código único. Fue precisa la intervención enérgica de Pío XI
Concilio ecuménico y la decisión que él tomó de una revisión para imponer la redacción de un Código especial para las
del Código latino oriental, la oposición observada, sobre todo Iglesias orientales.
entre los melkitas, a la promulgación de los cánones relativos Actualmente, la Comisión para la revisión del Código de
a los ritos y a la jerarquía suspendieron, por largo tiempo al derecho canónico se ha planteado la cuestión preliminar: ¿Có-
parecer, la promulgación de las restantes partes del Código digo único o doble Código? Parece que, en definitiva, se re-
oriental. dactará una especie de Código constitucional de la Iglesia que
Esta primera tentativa de codificación oriental ha sido juz- no puede menos de ser común a Oriente y Occidente y que se
gada de forma diversa. En el orden técnico representa cierta- mantendrá después la distinción entre Código latino y Código
mente un progreso en relación con la codificación latina de la oriental.
que se ha servido mejorándola. Por parte de los Orientales
es objeto de numerosas críticas. Para las Iglesias de la rama
bizantina esa codificación sigue siendo aún demasiado latina ¿POR QUE UN CÓDIGO ORIENTAL DISTINTO?
y con frecuencia latinizante; para las Iglesias de rito siríaco,
armenio, copto o caldeo es demasiado bizantina. En realidad, La controversia relativa al Código único o doble corre el
tiene el pecado fundamental de haberse propuesto como mo- riesgo de entrar en vía muerta si no se comienza por clarificar
delo el Código latino. A partir de este criterio era difícil hacer las posiciones respectivas.
una codificación verdaderamente oriental. Por otra parte, des- Nadie pretende, naturalmente, que todo es diferente en
de hacía mucho tiempo Roma había tomado la costumbre de ambas legislaciones. Es incluso preciso admitir que lo que es
intervenir frecuentemente en la vida de estas Iglesias, de for- común a las dos es más importante que lo que las distingue.
ma que le sería difícil en adelante concebir una legislación en Durante el Concilio, a fuerza de reivindicar las particularidades
la que los poderes de los Patriarcas y de los obispos orientales del patrimonio espiritual de Oriente, se ha dado a entender
no quedasen ligados a condiciones de recurso antecedente y a veces que existían divergencias esenciales e irreducibles.
subsiguiente a Roma. Bajo una aparente autonomía, los pa- Ahora bien: si es posible la armonía entre catolicismo y orto-
triarcados orientales no eran tratados por Roma de forma dis- doxia, con mucha mayor razón lo es, dentro de la Iglesia ca-
tinta que las diócesis de Occidente. tólica, entre Oriente y Occidente.
Después del Concilio, este estado de cosas no podía conti- Nadie pretende tampoco que un Código constitucional
230 N. Edelby Unidad o pluralidad de las codificaciones 231
de la Iglesia, si se estima oportuno redactarlo, no deba apli- la Iglesia latina y otro Código particular para las Iglesias orien-
carse igualmente a Oriente y a Occidente. Incluso se puede tales; pero en este último caso se trataría de dos Códigos, aun
ir más lejos y sostener que ese Código preliminar único podría cuando tipográficamente estuviesen contenidos en un solo
contener también las normas generales del derecho eclesiástico volumen, y, en este caso, sería abusivo hablar de una fusión
y las normas de las relaciones interrituales aplicables tanto en de los dos Códigos; se trataría más bien de una yuxtaposición.
Oriente como en Occidente. 2) En segundo lugar, los encargados de redactar boy día
El problema se plantea a propósito de todo aquello que un Código único para las dos Iglesias en la práctica no podrían
sigue a esas normas constitucionales, generales o interrituales: dejar de latinizar el derecho oriental. La corriente de latini-
la jerarquía sagrada, los religiosos, las «cosas», el procedimien- zación es todavía tan amplia que incluso los mejores canonis-
to eclesiástico, los delitos y las penas. Es evidente que en esas tas orientales del momento no podrían hacer otra cosa que un
materias derecho oriental y derecho latino unas veces se ase- derecho latino o un derecho latino-oriental, es decir, práctica-
mejan y otras se distinguen. ¿Convendrá, pues, proyectar un mente un derecho fundamentalmente latino disfrazado en de-
Código único en el que sean señaladas las particularidades terminados puntos con una terminología oriental. Por lo de-
orientales o redactar dos Códigos distintos aun cuandaen al- más, las cosas no podrían ocurrir de otra manera, ya que las
gunos casos tengan que repetirse? fuentes de las que habría de partir son o bien las actas de los
No cabe duda de que la unicidad de Código presenta cier- Pontífices romanos y de sus dicasterios, que están muy lejos
tas ventajas, sobre todo de orden práctico. Un Código único de ser derecho oriental, o las legislaciones propias de cada
estrecha más las relaciones entre las Iglesias de Oriente y la comunidad oriental, que desde hace mucho tiempo se han
Iglesia de Occidente. No por ello serán menos señaladas las apartado de la auténtica tradición oriental para dejarse influir
particularidades orientales que incluso pueden destacar de por el derecho latino. Basta para convencerse de lo que veni-
manera evidente. Todos los católicos dispondrán del mismo mos diciendo leer las actas de los sínodos orientales católicos
Código. Los Orientales conocerán así la disciplina latina y los de los dos últimos siglos; con muy pocas excepciones, éstos
Occidentales no podrán ignorar la disciplina oriental, etc. son una réplica fiel de los sínodos celebrados en Occidente
Pero, en definitiva, esas ventajas de un Código único es- durante la misma época.
tán contrarrestadas por inconvenientes prácticos importantes 3) En tercer lugar, una fusión de las dos codificaciones
y consideraciones muy graves de orden ecuménico. está fatalmente condenada a sacrificar lo más posible las par-
1) En primer lugar, es vejatorio y fundamentalmente ticularidades del derecho oriental y, por tanto, a latinizar más
injusto el presentar siempre como excepciones a la regla co- aún este último. Una fusión no puede, en efecto, tener interés
mún los puntos en que el derecho oriental se distingue del más que en el caso de que las excepciones se vean en ella re-
derecho latino. La Iglesia latina, por más extendida que se ducidas al mínimo. Ahora bien: cada vez que los codificadores
encuentre, no deja de ser una Iglesia particular, como lo es se encuentren ante dos usos un tanto diferentes, se verán ten-
la más humilde de las Iglesias orientales. Iglesia latina romana tados, para obtener cierta conformidad, no a sacrificar el uso
e Iglesia católica no se identifican. Es, por tanto, falso consi- occidental, sino a hacer justamente lo contrario. El intento
derar el derecho de la Iglesia latina como el derecho común de codificación oriental comenzado por Roma ha mostrado lo
de la Iglesia católica, y el derecho de las Iglesias orientales peligroso que era el hecho de tomar simplemente como base
como un derecho propio, especial, excepcional. Ahora bien: el derecho latino; con mucha mayor razón lo será intentar fu-
esto es lo que ocurriría fatalmente con la redacción de un sionarlo con el derecho oriental en un Código único.
Código único, a menos que se hiciera un Código particular para 4) En cuarto lugar, no conviene olvidar que el Código
232 N. Edelby Unidad o pluralidad de las codificaciones 233
oriental, aunque no se aplique, propiamente hablando, más la mayor importancia para la vida de las Iglesias orientales
que a los Orientales católicos, debe, sin embargo, reflejar la católicas y el porvenir del diálogo con la Ortodoxia: el prin-
actitud profunda de la Iglesia católica en el diálogo con la cipio de «la autonomía disciplinar interna» de las Iglesias
Ortodoxia. Nadie pretende que las Iglesias ortodoxas, si de- orientales. Este principio dice así: «Los Patriarcas con sus
cidieran un día restablecer la comunión con la Iglesia romana, sínodos constituyen la instancia superior10 para todos los asun-
deberían pasar por las Iglesias orientales unidas que existen tos del Patriarcado, sin excluir el derecho de instituir nuevas
actualmente ni por el estatuto canónico —poco satisfactorio, eparquías y de nombrar los obispos de su rito en los límites
aunque vaya mejorando— que se les concede hoy día en el del territorio del Patriarcado, permaneciendo intactos el de-
seno de la Iglesia católica. Sin embargo, la forma en que son recho inalienable del Pontífice romano a intervenir en cada
tratados los Orientales católicos no puede menos de influir en uno de los casos considerados en particular (in singulis ca-
la reacción de la Ortodoxia ante toda tentativa de acercamien- sibus).»
to por parte de la Iglesia católica. El cardenal Massimi, que Este principio está llamado a revolucionar toda la actual
fue con el cardenal Coussa el alma de la codificación oriental, disciplina oriental. El Papa puede intervenir siempre si el bien
recibiendo un día al Patriarca melkita Cirilo IX, le dijo: «Es general de la Iglesia lo exige, pero no es nunca necesario que
preciso que viendo nuestra codificación, los ortodoxos puedan intervenga. Como durante el milenio de la unión, las Iglesias
decirse: ése es nuestro derecho oriental.» La intención era orientales se rigen de ahora en adelante por sus propios órga-
loable y sincera, pero el resultado quedó lejos de realizarla. nos. Es precisa una razón de orden público, de la que juzga
Por otra parte, no podía ser de otra forma. el Papa, para que se requiera una intervención por su parte
Un Código oriental, incluso hecho únicamente para los en un caso particular. Estamos muy lejos de la disciplina actual
católicos, no puede dispensarse de poner el ecumenismo en en la que los Patriarcas, los obispos y los sínodos pueden
el primer plano de sus preocupaciones. Debería, por decirlo hacer bien pocas cosas sin la aprobación antecedente o sub-
siguiente de la Santa Sede romana. Cabe preguntarse con razón
así, superar ya el estado del «uniatismo», saltar casi por enci-
cuántos cánones de la actual disciplina oriental siguen aún en
ma de las actuales comunidades orientales católicas, esencial-
vigor después de la promulgación de esa norma conciliar.
mente provisionales, para preparar un estado de cosas en el
que la ortodoxia y el catolicismo puedan encontrarse a su gus- Si se quiere aplicar lealmente ese principio, es imposible
to. Casi diríamos que la codificación oriental no logrará su que toda la estructura de la futura codificación oriental no sea
perfección más que cuando se haya hecho inútil, gracias a la enteramente transformada, haciendo aún más impensable una
unión del Oriente ortodoxo y el catolicismo romano, unión fusión de los dos Códigos.
que haría inútil la existencia de las actuales comunidades
orientales unidas. Ahora bien: esta perspectiva no puede
evidentemente realizarse en un Código único para la Iglesia
romana y las Iglesias orientales católicas.
5) Por último, si la fusión de los dos Códigos era hasta
ahora cosa difícil y poco deseable, después del Concilio se 10
No «suprema», naturalmente, ya que este epíteto conviene
convierte en morálmente imposible. No hay que olvidar que solamente a los Concilios ecuménicos y a los Pontífices romanos.
el Concilio Vaticano II, en un breve párrafo (9, 4) del decreto «Instancia superior» significa la instancia que es, normalmente,
sobre las Iglesias orientales católicas, que ha pasado casi in- la última responsable, que no excluye una instancia más alta, pero
advertido para los profanos, ha establecido un principio de puede actuar en último lugar, sin recurrir necesariamente a ella.
16
Unidad o pluralidad de las codificaciones 235
milenaria, con la posibilidad de una evolución orgánica armo-
¿POR QUE UN CÓDIGO ORIENTAL ÚNICO? niosa; autonomía canónica interna, admitiendo la intervención
del Papa cuando lo juzgue oportuno en un caso particular,
Esta autonomía canónica interna no debe, sin embargo, pero que no exija necesariamente recursos antecedentes o sub-
ser llevada hasta el extremo de que cada Iglesia oriental deba siguientes a Roma. Este Código particular no podría ser más
constituirse un Código completo y distinto. Es justo que cada que único para todas las Iglesias orientales unidas. Querer
Iglesia tenga su derecho especial, es decir, un conjunto de usos, hacer para cada una de ellas un Código completo distinto crea-
referentes a puntos secundarios, en los que la unificación no ría una confusión inimaginable e impediría la indispensable
sería útil. Pero el conjunto de las Iglesias orientales católicas colaboración entre ellas. Este Código único debería ser ela-
debería tener un Código particular único. borado por canonistas orientales verdaderamente competen-
En efecto, si las Iglesias orientales se distinguen suficien- tes, convencidos del espíritu del Concilio, ayudados por cole-
temente de la Iglesia occidental como para tener derecho a un gas occidentales que conocieran bien no el derecho híbrido
Código particular distinto, presentan bastantes afinidades dis- latino-oriental de los últimos tiempos, sino el derecho oriental
ciplinares para permitir una codificación única, aunque res- auténtico, respetuosos del Oriente, convencidos de su misión
petuosa de las particularidades propias de cada rito, que nos- y dispuestos a prestar su ayuda fraternalmente. Este Código
otros llamaríamos «derecho especial». oriental único sería promulgado simultáneamente por la auto-
De esta forma habría en la Iglesia católica un triple con- ridad legislativa suprema en cada Iglesia particular.
junto legislativo. c) Por último, Códigos especiales en los que cada Iglesia
a) Un Código de derecho general, que puede llamarse oriental y occidental (piénsese en las diferentes conferencias
Código constitucional u orgánico, que comprendería los prin- episcopales) compilaría sus usos propios en relación con los
cipios constitucionales de la Iglesia, las normas generales del puntos que el Código universal no hubiera tocado. Estos Có-
derecho y las reglas de las relaciones interrituales. Este Có- digos especiales serían redactados y promulgados por cada
digo sería común a las Iglesias orientales y a la Iglesia latina. Iglesia en particular.
b) Dos Códigos particulares de derecho eclesiástico, uno Así quedan salvaguardadas, a nuestro entender, la nece-
para la Iglesia latina y otro para el conjunto de las Iglesias sidad de unidad y de simplificación que experimentan las
orientales católicas. Estos dos Códigos pueden a veces repe- Iglesias orientales católicas y su legítima aspiración a per-
tirse en los puntos en que las dos disciplinas no difieren. Pero, manecer auténticas no ciertamente por el placer de singulari-
en todo caso, el Código propio del Oriente no debe tomar el zarse, sino para mejor llevar a cabo su misión y servir más
Código latino como base; debe ser de inspiración profunda- adecuadamente a sus fieles.
mente ecuménica; tendrá un carácter provisional, adaptado a N. EDELBY
la situación actual concreta de las comunidades a las que está
destinado, teniendo en cuenta el pequeño número de sus fie-
les y su vocación propia. Estará lo más cerca posible del dere-
cho correspondiente de sus hermanos ortodoxos. Respetará
particularmente el nuevo estatuto canónico reconocido a las
Iglesias orientales por el Vaticano I I : retorno a su disciplina
auténticamente oriental; restauración de los derechos y pre-
rrogativas de los Patriarcas como en el tiempo de la unión
BIBLIOGRAFÍA
M. Bredy, Diálogo canónico entre orientales y occidentales: «Es-
tudios de Deusto», vol. IX (1961), 140-150.
I. Ziadeh, Sur la nécessité d'un Code mique de droit canonique
pour l'Eglise: «Antiochena» (1965), cuaderno 6 (II/2), 11-14,
trad. inglesa en «One in Christ», vol. II (1966), 70-74; adap-
tación y desarrollo del mismo estudio en «L'Orient Syrien», EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO
vol. XI (1966), 90-98; nota complementaria en «Antiochena» (1918-1967)
(1965), cuaderno 8 (II/4), 23-24.
M. Doumith, De l'unité du Code de droit dans l'Eglise catholique:
«Antiochena» (1965), cuaderno 7 (II/3), 23-27. Hace un par de días empezó a nevar aquí en Chicago.
Patriarca Máximos IV, Contre le profet d'un Code unique pour Hermosos copos blancos descienden suavemente desde el cie-
l'Eglise Oriéntale et l'Eglise Occidentale, en L'Eglise Grecque- lo sobre nuestras casas, calles y árboles. La nieve sigue cayen-
Melkite au Concite, Beirut, 1967, 505-507. do. Parece hermosa, es hermosa; pero es también agobiante
y devastadora. Todos los caminos resultan intransitables. Mi-
les de personas se encuentran aisladas. Una gran ciudad está
paralizada.
Hace cincuenta años, un grupo de hombres distinguidos,
bajo la dirección del cardenal Gasparri, escribió un libro de
normas o cánones, exactamente 2.414. Estos cánones, como
los copos de nieve, parecían hermosos y, en cierto sentido, lo
eran. La mayoría de los canonistas admiten que Gasparri y
sus colaboradores pusieron orden en un caos, el caos de dieci-
nueve siglos de leyes eclesiásticas dispares, oscuras y a menudo
ininteligibles. Como Código, la obra de Gasparri es una pieza
maestra: precisa, clara, completa. Sin embargo, este mismo
/ Código, durante los últimos cincuenta años, ha constituido
en parte —y bajo ciertos aspectos— un obstáculo para la
ciudad de Dios. Lo que parecía hermoso ha resultado ser,
con harta frecuencia, no tanto un patrimonio cuanto una hi-
poteca. El Código que Pío X y Gasparri conocieron iba a pro-
curar a la Iglesia una mayor unidad gracias al derecho, pero
también iba a introducir en ella, sin quererlo, una uniformi-
dad paralizadora. No fue culpa de Pío X, ni de Benedicto XV,
ni de Gasparri. No fue culpa de nadie, y, sin embargo, fue
culpa de todos.
Me han encargado analizar ía eficacia del Código a lo lar-
ge de estos cincuenta años. Un análisis completo exigiría una
238 P. Shannon El Código de derecho canónico 239

serie de libros en vez de un artículo como el presente. Estimo ante todo una especie de bastón para mantener al hombre en
que, como ordenamiento o sistema jurídico, el Código deja línea, para impedirle que se aparte demasiado de la senda
mucho que desear, aunque evidentemente varios aspectos del «segura» del Cielo.
Código son loables. Cuatro razones, que comentaré breve- El derecho canónico y la teología son dos ciencias distin-
mente, podrían quizá explicar el fundamento de mi crítica tas, pero la primera, aunque distinta, debe servir a la segunda.
sobre el derecho canónico en general y el Código de derecho A menos que el derecho canónico hunda sus raíces en la teo-
canónico en particular. logía, tanto moderna como tradicional, no logrará captar la
realidad del hombre y la realidad de Cristo resucitado, el cual
comunica su Espíritu a la comunidad. La teología del siglo xx
1. UN APARENTE DESCONOCIMIENTO DE insiste en que el cristianismo es un llamamiento a una mayor
LA TEOLOGÍA ELEMENTAL libertad. Por tanto, el derecho canónico del siglo xx no debe-
ría cohibir esa libertad, a menos que sea absolutamente ne-
La teología, el estudio de la existencia, la naturaleza y las cesario.
leyes de Dios se ocupan de la doble relación existente entre un
Dios que invita y un hombre que responde. La respuesta del 2. UNA LAMENTABLE IGNORANCIA
hombre, fundamentalmente mediante el servicio a su prójimo, DE LA ECLESIOLOGIA
debe ser una respuesta humana: autónoma y libre. El hombre
decide, quiere, ama y actúa ab intra; de otro modo, deja de Juan XXIII y el Vaticano I I no aparecieron en escena
ser una criatura racional y se destruye su capacidad de respon- hasta cuarenta años después del Código. De ahí que Gasparri
der a la invitación de Dios. ' y sus compañeros tuvieran cierta excusa para considerar la
Algunos cánones concretos del Código mantienen y defien- Iglesia casi exclusivamente como una institución jerárquica.
den de hecho la autonomía del hombre, pero el Código en su No se puede esperar que el Código utilice expresiones como
conjunto considera al hombre como una criatura que debe ser «pueblo de Dios» o «familia de Dios», pero sí debería estar
dirigida (¿manejada?) por medio del derecho, dirigida por la impregnado el Código del concepto de igualdad en la Iglesia.
Iglesia o, más exactamente, por las autoridades de la Iglesia. Sin embargo, este concepto no aparece en ningún lugar del
Esta visión del hombre partía indudablemente del supuesto de Código.
que el «hombre corriente» necesita ser conducido, debe de- La Iglesia de Cristo, ciertamente, fue fundada sobre la
círsele exactamente qué ha de hacer y cómo ha de responder. autoridad, la autoridad de Cristo resucitado conferida prima-
De ahí que se multiplicaran las leyes, a menudo con detrimen- riamente al papa y los obispos. Pero esta autoridad ha de
to de la libertad individual. Esta multiplicación de las le- ejercerse mediante el servicio al «pueblo», el cual es, fue y
yes salta a la vista no sólo en la historia del derecho canónico, será de la máxima importancia para el Dios-Hombre. Y el
sino también en la historia del derecho civil, particularmente pueblo por el que murió y resucitó el Dios-Hombre, y al que
europeo. Los redactores del Código estaban imbuidos de la él comunica ahora su Espíritu, son los hombres del mundo
tradición jurídica europea del siglo xrx y se proponían, me- entero, no sólo los cristianos, y mucho menos sólo los cató-
diante una codificación completa del derecho canónico, some- licos. Todos los canonistas admiten hoy, según creo, que el
ter a normas la totalidad de las actividades humanas. Código, en sus disposiciones con respecto a los no católicos,
Muchos creen que el Código intenta dirigir al hombre ab demuestra una falta de preocupación pastoral. Algunos cano-
extra hacia su fin eterno, y algunos estiman que el Código es nistas afirman incluso que el Código equipara implícitamente
240 P. Shannon El Código de derecho canónico 241
a los no católicos con los no salvados, los cuales se salvan sólo la impresión de que la esencia del derecho canónico es la
si, por la gracia de Dios, se convierten al catolicismo. «represión» más que la «autoridad». Estos críticos no pueden
También al pueblo «sencillo» de la Iglesia —laicos, reli- ser despachados simplemente con un calificativo de «extre-
giosos, presbíteros— le concede el Código pocos derechos. mistas» o «jóvenes cascarrabias».
Siempre se carga el acento en la obediencia, generalmente Lo que hoy importa no es saber si esa crítica es excesiva,
obediencia ciega, mientras que el amor, el amor al prójimo, sino únicamente si es prudente hablar y escribir abierta y hon-
queda relegado a un segundo lugar entre las virtudes y los radamente en este momento concreto. Creo que esa crítica
preceptos de Cristo. La institución, la institución jerárquica, debe hacerse, porque temo que, a menos que toda la comuni-
tiene siempre precedencia sobre la persona. No es extraño dad cristiana tome conciencia de la falta de equidad que afecta
que millones de cristianos no logren reconocer a la Iglesia a nuestro actual derecho, a menos que despierte de su letargo,
católica como la Iglesia de Cristo. No es extraño que millones a menos que sea sacudida en su complacencia, a menos que
de no cristianos detesten o ignoren a la Iglesia católica. El descubra su responsabilidad ante el mundo, no podremos
Código no debería ser la víctima expiatoria por nuestra Igle- encararnos en un próximo futuro con un nuevo Código real-
sia en aislamiento, pero sí podría cargar con alguna responsa- mente distinto del actual. Semejante Código sería una tragedia
bilidad por los católicos amantes de la separación, del aislacio- no sólo para la Iglesia, sino para toda la humanidad.
nismo, del ghetto. Porque el Código supone malo al mundo
y considera a los no católicos como gente vitanda. 3. UN ÉNFASIS EN LA CENTRALIZACIÓN CON PERJUICIO
Se podría decir que toda esta crítica es extrema, y quizá DE LA SUBSIDIARIEDAD
lo es. Pero la cuestión no reside en si tal crítica es extrema,
sino en si es merecida. Durante demasiado tiempo los cano- El principio de subsidiariedad, tal como fue formulado por
nistas hemos intentado defender, en lugar de reconstruir, un Pío XI en la Quadragesimo anno y recogido por Juan XXIII
ordenamiento jurídico vulnerable; hemos seguido adelante en la Mater et magistra, dice así: «Este principio sumamente
con un Código que es incapaz de reflejar nuestra comprensión importante de la filosofía social, que no puede ser rechazado
actual de la Iglesia; hemos aplicado la ley «objetivamente», ni alterado, permanece firme y consistente: así como es erró-
sin atender a las circunstancias, a la situación existencial, al neo quitar al individuo y encomendar a la comunidad lo que
«sujeto» de la ley; durante demasiado tiempo hemos tolerado puede realizar la iniciativa y el esfuerzo privado, así es injusto
ciertas instituciones en la Iglesia encaminadas a corregir, si- y constituye una perturbación gravemente perjudicial del recto
lenciar o aplastar la crítica del sistema. orden el transferir a una sociedad de rango superior las fun-
El Código ha sido acusado por los teólogos de catalogar ciones y servicios que pueden ser cumplidos por organismos
los sacramentos como «cosas» (res); ha sido acusado por los menores en un plano inferior. Porque una empresa social de
directores espirituales de presentar en tal forma el derecho cualquier tipo, por su misma naturaleza, debe ayudar a los
de los religiosos que la profesión religiosa es considerada en miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absor-
algunos círculos como un abandono de la creatividad; ha sido berlos» '.
acusado por los obispos de complicar el derecho procesal del El Código ofreció un modelo de legislación minuciosa,
matrimonio, concediendo sólo una relativa posibilidad de con- centralizada, directamente contraria, si no contradictoria, al
seguir para los peticionarios una justa audiencia en el plazo principio de subsidiariedad. El Código violaba la subsidiarie-
de un año; ha sido acusado por los sacerdotes de consagrar
1
un libro entero de 220 cánones al derecho penal, dando así AAS 23 (1931), 203; 53 (1961), 414.
l
242 P. Shannon El Código de derecho canónico 243
dad y, por desgracia, la situación ha empeorado después del Los americanos, africanos y australianos se preguntan si los
Código. Las Congregaciones romanas han guardado celosamen- sacerdotes que trabajan en la Curia romana pasan de tener
te y acrecentado sistemáticamente sus prerrogativas. Centena- un conocimiento superficial de la cultura, las costumbres y las
res de directrices con fuerza de ley han sido enviadas por la necesidades de la gente de un país concreto que no sea Italia.
Curia romana a los obispos, con el resultado de que se ha Para que no se nos acuse de hablar genéricamente, voy a
originado una mayor centralización y se han promulgado nu- referir un caso que es demasiado familiar y penoso para los
merosas «leyes» fuera del Código. La influencia de la Curia sacerdotes norteamericanos. Lizzie Smith, una negra de quince
llega a todos los países mediante el anticuado sistema de las años, se casa con un muchacho de diecisiete en Mississippi. El
nunciaturas pontificias y las delegaciones apostólicas, las cua- matrimonio se mantuvo en pie un par de meses, hasta que
les, en muchos casos, tienen más poder y autoridad que un Lizzie y su marido descubrieron realmente que no tenían idea
obispo en particular o incluso que una conferencia episcopal de lo que es el matrimonio. Cinco años después, Lizzie se
nacional. traslada a Nueva York, Chicago o Los Angeles, donde en-
Han proliferado las dispensas y los privilegios, de suerte cuentra a un hombre bueno y se enamora de él. Se casan y
que se exige una apelación a una autoridad superior antes de tienen cinco hijos, todos los cuales son educados como cató-
llevar a cabo una acción corriente. Un obispo debe recurrir licos. Lizzie y su actual marido se han instruido en la religión
a Roma o a la nunciatura para que se le permita gastar más católica, oyen misa regularmente y desean hacerse católicos.
de 5.000 dólares, un párroco debe pedir a su obispo permiso Por fortuna, Lizzie no había sido bautizada. Al enterarse su
para dispensar de la lectura de las amonestaciones matrimo- párroco, la remite al tribunal eclesiástico local, donde ella
niales, un sacerdote debe solicitar del párroco permiso para puede tener quizá una buena acogida y donde su caso puede
dispensar a un feligrés de la ley de ayuno y abstinencia, una ser quizá despachado rápidamente. Un «proceso rápido» sig-
religiosa debe pedir permiso a su superiora para salir del con- nifica que el tribunal local, en el plazo de tres meses, se las
vento a fin de recibir el sacramento de la penitencia, un seglar ha arreglado para interrogar a Lizzie y a sus padres y allegados,
debe obtener permiso de su párroco u obispo para actuar como que ha intentado localizar e interrogar al primer marido de
testigo del matrimonio sacramental en una iglesia protestante. Lizzie, que ha conseguido testigos dignos en favor de Lizzie
Una cierta dosis de centralización es necesaria en toda so- y sus allegados (la ley dice que los testigos dignos deben ser
ciedad visible, y la Iglesia es efectivamente una sociedad visi- católicos, aparentemente porque se presume que los no cató-
ble. Pero la necesidad constante de obtener una dispensa, un licos no dicen la verdad), que ha recibido una carta de reco-
rescripto, un privilegio de una autoridad superior antes de mendación del párroco de Lizzie, que ha comprobado los re-
poder actuar se opone al principio de subsidiariedad y contra- gistros bautismales de todas las iglesias protestantes que ha
dice a la dignidad del hombre. frecuentado Lizzie, que ha mecanografiado las actas del caso
La situación no parecería tan restrictiva si los que soli- y redactado un largo informe sobre el mismo, informe que
citan el permiso pensaran que los encargados de concederlo debe ir firmado por el obispo. Después de ese «proceso rá-
conocen de hecho la situación local. Pero los feligreses se pre- pido», el caso de Lizzie es enviado a la Sagrada Congregación
guntan si sus párrocos, especialmente los de parroquias gran- para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio), donde
des, urbanas, los conocen y comprenden realmente. Los sacer- será examinado y juzgado por un tribunal de tres sacerdotes,
dotes se preguntan si los obispos, especialmente los obispos los cuales deciden si es cierto que Lizzie no fue bautizada.
Si existen pruebas, el caso es sencillo, y se solicita oportuna-
inmersos en la administración, conocen realmente las necesi-
mente del Santo Padre que disuelva el vínculo del primer
dades pastorales de su pueblo, sacerdotes, religiosos y laicos.
244 P. Shannon El Código de derecho canónico 245

matrimonio de Lizzie en favor de la fe. Por ciertas razones, dia, su fidelidad. En una palabra: el derecho canónico debe-
este «proceso rápido» es retrasado en Roma, retrasado du- ría ser carismático, un signo para el mundo de que Cristo
rante trece meses más antes que se decida —decisión que se resucitado sigue comunicando a los hombres, a través de su
basa totalmente en un hecho— si Lizzie fue bautizada o no. Espíritu, la misericordia y el amor divino que caracterizó su
Entre tanto, el párroco de Lizzie se pregunta probablemente vida en la tierra. El derecho canónico, por tanto, debería lle-
por qué no puede él fiarse simplemente de la palabra de Liz- var los hombres a Jesús.
zie o de sus padres; entre tanto, el tribunal local, que obtuvo Sin embargo, el Código, debido a su peculiar mixtura de
las pruebas y comprobó los documentos, se pregunta proba- autoritarismo y paternalismo, aparta más bien a los hombres
blemente por qué un tribunal romano es más competente que de la Iglesia y así, en cierto sentido, los aparta de Cristo. Dado
el tribunal local para juzgar una simple cuestión sobre si ha que la Iglesia es, o debe ser, una comunidad de amor, yo me
habido bautismo; entre tanto, los hijos de Lizzie se preguntan pregunto si el derecho canónico no se podría formular en un
por qué sus padres no pueden recibir la Eucaristía; entre tan- lenguaje de amor: en un tono más pastoral que dogmático,
to, Lizzie y su marido se preguntan por qué la Iglesia no más exhortatorio que preceptivo. Comprendo la dificultad de
quiere permitirles que se hagan católicos. Con todo, el caso de expresar el derecho en términos no jurídicos, de estimular y
Lizzie es relativamente fácil y desembocará en un final feliz. aconsejar en lugar de mandar. Por otra parte, ¿cómo se manda
Pero hay miles de casos análogos que no terminarán feliz- amar? ¿Puede la Iglesia circunscribir de tal manera, mediante
mente, porque el procedimiento exigido por el derecho es el derecho, las acciones externas del hombre que éste no tenga
tan complicado que sólo las diócesis más grandes tienen per- otra opción que amar al Señor Dios con toda el alma y al pró-
sonal suficiente para resolverlos. Y lo que es peor: a veces jimo como a sí mismo? Ciertamente, el derecho canónico pue-
los párrocos están tan hartos de «papeleo» que no se preocu- de facilitar el intercambio de amor entre el hombre y su pró-
pan de mandar a la gente al tribunal local. jimo, pero el amor mismo debe ser una respuesta libre, huma-
El llamado «privilegio de la fe», en cuya categoría está na. De otro modo, el «amor» es apariencia o hipocresía, pero
incluido el caso de Lizzie, no es un ejemplo aislado de viola- no amor.
ción de la subsidiariedad. Todo el derecho procesal del matri- A mi modo de ver, la estructuración del Código y la for-
monio viola la subsidiariedad, lo mismo que algunas secciones mulación de los cánones son tales que se manda al hombre
del derecho de los religiosos y del derecho penal. observar la letra de la ley, mientras que el Código pone poco
énfasis en la observancia del espíritu de la ley. Un principio
subyacente a la formulación de los cánones es que la razón
4. UN ÉNFASIS EXCESIVO Y NO EVANGÉLICO de la |ey no necesita ni debe ser incluida en la ley (raiio legis
EN LA LETRA DE LA LEY non cadit sub lege). Tal principio ha llevado a muchos cató-
La historia de la salvación, que culmina en la redención licos a equiparar la observancia externa de la ley con la ver-
del Dios-Hombre, revela a un Dios que es fiel y misericor- dadera observancia de la misma. La obediencia a la ley parece
dioso, fiel para su pueblo^ misericordioso para los pecadores. haber sustituido al amor de Dios y del prójimo, como obser-
La Iglesia fundada por Cristo ha de reflejar en forma visible vaba graciosamente un seminarista: «En esto conocerán que
esa misma fidelidad y misericordia, porque la Iglesia es el sois mis discípulos: en que aprendéis y obedecéis mis 2.414
Cuerpo de Cristo. cánones» 2.
Parecería que el derecho canónico debe reflejar también, 2
\
de algún modo, el amor de Cristo por el mundo, su misericor- Cf. Le 11,46.
246 P. Shannon

Espero ver el día en que la Iglesia elabore un derecho


constitucional universal basado en la dignidad y los derechos
de todo el pueblo de Dios. Espero ver el día en que la Iglesia
permita a una nación o región estructurar un ordenamiento
jurídico basado en la cultura de esa región. Espero ver el día
en que la teología y la eclesiología determinen el derecho y
no viceversa. Espero ver el día en que todos —sacerdotes,
BASES PARA UN CÓDIGO DE DERECHO
religiosos, laicos, psicólogos, sociólogos, antropólogos, etc.—
CONSTITUCIONAL EN LA IGLESIA
tengan realmente voz a la hora de determinar el derecho. Es-
pero ver el día en que un canonista como yo pueda contemplar
el derecho y decir: «Aquí se refleja el amor de Cristo», en En estrecha vinculación con la reforma del Código de
vez de decir, como no puedo por menos de hacer ahora al con- derecho canónico (CIC) surgió la idea de crear una ley cons-
templar el derecho: «¡Ay de nosotros los juristas que carga- titucional eclesiástica que fuese fundamento y base común
mos a los hombres con fardos que difícilmente pueden llevar!» para toda la Iglesia, tanto latina como oriental. (Esta posibi-
lidad fue sugerida también por el Papa Pablo VI, el 20 de
P. SHANNON noviembre de 1965, ante la Comisión de revisión del Códi-
go) '. La idea incluye dos tendencias que no se identifican
plenamente: por una parte, se desearía crear una base legal
que fuese igual y común para todos los sectores de la Iglesia,
primero para las Iglesias orientales y la latina, más tarde tam-
bién para los sectores con fisonomía propia dentro de la Igle-
sia occidental. Por otra parte, se tendría en cuenta el modelo
de las constituciones estatales que determinan la estructura
jurídica fundamental y pretenden, sobre todo, asegurar los
derechos fundamentales del individuo. De todo ello surge una
primera pregunta: ¿tiene justificación una estructura jurídica
análoga en la Iglesia?

LA ESENCIA PECULIAR DE UNA


LEY CONSTITUCIONAL ECLESIÁSTICA

Las teorías generales sobre el derecho canónico oscilan, en


la actualidad, entre dos extremos: el de una «desteologización»
y el de una «desjuridificación». Sin embargo, se va imponien-
do cada vez más la opinión de que el derecho canónico res-
1
AAS 57 (1965), 988.
M'
248 H Hetmerl Código de derecho constitucional en la Iglesia 249

ponde a la naturaleza de la Iglesia; pero ésta es una realidad cráticas en la Iglesia, éstas se encuentran configuradas a partir
muy compleja constituida por un elemento divino y otro hu- del propio espíritu de la Iglesia y son esencialmente distintas
mano, como afirma el Vaticano I I 2 . Por ello, el derecho ca- de las formas paralelas en el seno de las demás comunidades
nónico es, en primer término, verdadero derecho —a seme- naturales.
janza del que existe en otras comunidades humanas—, pero Las constituciones estatales han surgido frecuentemente
se halla, en cambio, impregnado y saturado de lo sobrenatu- con el fin de poner límites al poder absoluto del monarca;
ral, de la ley de Cristo y de su espíritu, que actúa en la Iglesia. en este sentido es preciso afirmar que la plenitud de potes-
Por consiguiente, una ley constitucional eclesiástica puede es- tades propia del papa no puede recibir más limitaciones, por
tar inspirada en otras constituciones estatales, sobre todo en obra de una ley constitucional eclesiástica, que las impuestas
lo que respecta a la forma jurídica y a las materias que trata. por el mismo derecho divino. No obstante, tiene sentido una
Pero este modelo tiene también sus límites. Una constitución ley constitucional eclesiástica, dado que ciertas funciones que
eclesiástica no podría aceptar el principio fundamental de la hasta ahora eran competencia del papa podrían pasar a otros
soberanía del pueblo, puesto que la Iglesia no procede del órganos. El derecho vigente liga actualmente al papa a una
pueblo ni tampoco —en su verdadero núcleo central— de serie de presupuestos y modos de proceder y al respeto de
los que en ella ostentan la autoridad, sino del mismo Cristo. ciertos derechos, sin que por ello sufra mengua alguna su
La Iglesia se caracteriza por la naturaleza espiritual de la úni- potestad suprema de jurisdicción.
ca potestad eclesiástica que Cristo transmite a los sacerdotes,
pastores y profetas, no por la división de poderes propia de las AMPLITUD Y ÁMBITO DE VALIDEZ
constituciones en los estados modernos; la jerarquía de los
ministerios viene dada en sus elementos esenciales por el de- La ley constitucional proyectada debe ser común para to-
recho divino; un catálogo de los distintos derechos fundamen- dos los sectores de la Iglesia. Este ámbito de validez, exten-
tales debería asegurar, por encima de todo y únicamente, los dido a la Iglesia universal, puede entenderse de manera di-
derechos espirituales. Finalmente, contra las tendencias posi- versa, condicionando así la mayor o menor amplitud de la ley
tivistas es preciso recalcar que la Iglesia poseía ya desde el constitucional, es decir, el mayor o menor número de materias
principio su constitución. Lo único que haría el Código cons- objeto de regulación o la mayor o menor intensidad con que
titucional es formular, expresar y determinar aquella realidad se las regula.
existente. El Código de derecho canónico debería ser considerado
El carácter peculiar de la ley constitucional eclesiástica se como el ámbito más reducido y que, despojado de toda deter-
haría patente, sobre todo, en su enfoque del problema de la minación demasiado minuciosa, dejaría espacio a otras leyes
democracia en la Iglesia. Por una parte, no cabe aplicar sin particulares, reduciéndose a ser el marco de éstas. Una ley
más a la Iglesia los principios y formas democráticos; mas, fundamental semejante sería bastante amplia y afectaría a to-
por otra, tampoco se debe proscribir de la Iglesia toda idea das las materias tratadas hasta ahora por el Código de derecho
de democracia. Convendría, en efecto, dejar que penetrase canónico, aunque sin entrar en detalles. Por ello sobrepasaría
más profundamente en el derecho canónico aquella reflexión lo que denominamos derecho constitucional. Podría existir
sobre los valores cristianos del servicio, la colegialidad y la paralelamente a éste, pero no sustituirlo. Un Código de dere-
hermandad. Si con ello parecen surgir ciertas formas demo- cho canónico más genérico podría tener vigencia, como el ac-
tual, sólo para la Iglesia latina.
2 Por lo general se piensa en un código de derecho consti-
Constitución sobre la Iglesia, n. 8.
17
250 H. Heimerl

tucional eclesiástico que sea común a la Iglesia latina y a las


orientales católicas tal como existen actualmente. Este código CONTENIDO
no debería ser demasiado amplio. En la actualidad no existe
un derecho formal común (puramente eclesiástico), sino que La ley constitucional para toda la Iglesia debería contener
junto al Código de derecho canónico latino encontramos di- aquellas normas acerca de la estructura eclesiástica que son de
versas partes, ya promulgadas, de un código oriental. Sin em- derecho divino, así como otras que, aun no siendo claramente
bargo, éste contiene materialmente el mismo esquema jurídico de derecho divino, han de ser consideradas por tradición como
que el de la Iglesia occidental, lo que despierta entre los orien- patrimonio sustancial de la Iglesia oriental y occidental. Igual-
tales una sensación de descontento. Ahora bien: si ha de ha- mente debería incluir todo aquello que es necesario —incluso
ber una ley constitucional eclesiástica que sea formalmente la entre las nuevas instituciones jurídicas— para asegurar la or-
misma para toda la Iglesia, hay que dejar un amplio margen ganización de la Iglesia.
—al menos en el plano material— a las naturales divergen- La ley constitucional debería partir de la estructura gene-
cias y habrá que contentarse, por tanto, con aquellas normas ral de la Iglesia tal como se nos ofrece en los dos primeros
generales y comunes que sean imprescindibles. capítulos de la Constitución sobre la Iglesia, es decir, de la
Sin embargo, un código constitucional de este género no configuración orgánica del pueblo de Dios no sólo por las po-
respondería a las exigencias de la Iglesia actual, que espera testades jerárquicas, sino también por la diversidad de los otros
llegar a la unidad de todos los cristianos. Aunque no esté carismas y vocaciones, de tal modo que la Iglesia aparezca
cercana una inmediata reunificación de grandes grupos o Igle- como la unidad de la colaboración activa de todos sus miem-
sias, la Iglesia católica deberá formular ahora sus principios bros. En este marco tienen su puesto los dos grandes aparta-
jurídicos de tal modo que no representen más tarde un obs- dos sobre las comunidades eclesiales y su gobierno, así como
táculo para la reunificación. El derecho constitucional debe sobre los miembros de la Iglesia y sus derechos y deberes fun-
ser realmente el orden fundamental de toda la Iglesia cató- damentales.
lica; por ello no sólo habrá de tener en cuenta su situación El capítulo sobre las comunidades eclesiales y su gobierno
actual, dividida en distintas Iglesias parciales o «ritos», sino responde a lo que hasta el presente se entendía como derecho
que deberá estar abierto de antemano, con sentido ecuméni- constitucional, pero considerado ahora desde la perspectiva
co, a todas las comunidades cristianas que quieran unirse a de las comunidades y no sólo de los ministerios. Todo ello
ella. En el derecho canónico debería encontrar eco el principio debería ir precedido de los principios generales sobre la unidad
establecido por el decreto de las Iglesias orientales del Vati- del poder eclesiástico, sobre su carácter de representación de
cano II: «A los orientales separados que... vienen a la unidad Cristo y servicio al pueblo de Dios, así como sobre la subsi-
católica no se les exija más que la simple profesión de lo que diariedad en la Iglesia. La ulterior configuración de este capí-
la fe católica,exige»3. Una ley constitucional orientada ecu- tulo es clara:
ménicamente debería reducirse, por tanto, a algunos principios 1. La Iglesia universal y su gobierno: el papa y el cole-
fundamentales. gio episcopal; el sínodo de los obispos como órgano consulti-
Partiendo de todas estas consideraciones sobre la amplitud vo del papa para los asuntos que atañen a la Iglesia universal;
y el ámbito de validez de una ley constitucional, podemos de- ordenaciones que regulan la elección del papa; un mínimo de
ducir ya algunas conclusiones acerca de su contenido. órganos de la autoridad para toda la Iglesia: por motivos ecu-
ménicos no se podrá exigir a aquellas Iglesias que se unan a
3 la católica que reconozcan el gran número de congregaciones,
Decreto sobre las Iglesias orientales católicas, n. 25.
252 H. Heimerl / Código de derecho constitucional en la Iglesia 253
negociados y tribunales existentes en la Curia romana; a este determinaría quién y de qué modo deberá gobernar la Iglesia
mínimo necesario de órganos auxiliares y ejecutivos pertene- particular (los patriarcas, los metropolitas, el papa como «pa-
cerían: una cancillería en torno al papa, en lo posible con un triarca de Occidente») y qué vínculos habrán de existir entre
nombre distinto del de «curia», tan sobrecargado de recuerdos las Iglesias locales en el seno de la Iglesia particular (provin-
negativos; junto a ella quizá los Secretariados que cuidasen cias eclesiásticas, regiones que deberían ser creadas, conferen-
de las relaciones de la Iglesia con los asuntos exteriores (para cias episcopales). En cambio, la constitución eclesiástica uni-
la unión de los cristianos, para los no cristianos, para los no versal debería fijar exactamente las relaciones entre las Iglesias
creyentes y Secretaría de Estado), en la medida en que estas particulares y la potestad primacial y, sobre todo, regular qué
relaciones no sean ya mantenidas por las Iglesias particulares asuntos deberían ser reservados de ordinario a la Sede apos-
(como sucede actualmente con los patriarcados orientales, que tólica.
ahora pueden establecer concordatos). Habría que pensar se- 3. Las Iglesias locales y sus elementos. Bajo el nombre
riamente en la institución de una especie de tribunal de garan- de Iglesia local nos referimos a la diócesis como una porción
tías constitucionales para toda la Iglesia que dictaminase so- del pueblo de Dios gobernada por un obispo. Aunque incor-
bre las controversias jurídicas que se originen en torno a la porada a la Iglesia particular, la Iglesia local debería ser men-
ley constitucional y que proteja los derechos garantizados por cionada por el derecho constitucional de la Iglesia universal,
la constitución. pues es regida por un ministro de derecho divino, el obispo;
2. Las Iglesias particulares y su gobierno. El concepto además, la institución de las Iglesias locales se remonta, en
de Iglesia particular (ecclesia particularis) ha sido introduci- todo caso, a los primeros tiempos del cristianismo. Por ello
do, en el decreto de Iglesias orientales, por el Vaticano II. La hay que garantizar de antemano a la Iglesia local un mínimo
Iglesia particular es un todo que consta de varias diócesis y de autonomía frente a instancias superiores. Queda a merced
que se distingue de otras Iglesias particulares por su jerarquía de las normas concretas fijadas por el derecho de las Iglesias
propia, sus derechos específicos, su propia liturgia y su patri- particulares el determinar en qué consistirá esa garantía, cómo
monio espiritual. Es designada también con el nombre de serán elegidos los obispos para su ministerio, cómo habrá que
«rito» en el sentido amplio utilizado por el derecho canónico4. organizar la administración y la jurisprudencia en la diócesis,
En la diversidad de Iglesias particulares se expresa la unidad cómo se estructurarán los colegios consultivos —en ciertos
de la Iglesia universal y su variedad. La Iglesia particular ven- casos con participación de los laicos— y qué equivalencia regi-
drá a ser un concepto clave en la constitución eclesiástica, por- rá entre las estructuras territoriales y personales de la diócesis,
que puede representar el marco para la reunificación de las así como otros detalles semejantes. Lo mismo puede decirse
Iglesias separadas con la Iglesia católica. La Iglesia particular de la estructuración de las Iglesias locales en unidades subor-
se halla incorporada a la Iglesia universal y está ligada por su dinadas (arciprestazgos, parroquias, comunidades diversas).
constitución, pero al mismo tiempo en su ámbito interno es Los sacerdotes y los diáconos, en cambio, por ser colaborado-
autónoma —en un sentido rectamente entendido—, es decir, res del obispo, con una ordenación sacramental, constituyen
existe según su propia ordenación jurídica (tal como sucede parte integrante de la Iglesia universal y por ello se hallan
con el Código de derecho canónico en la Iglesia particular la- vinculados a su derecho constitucional.
tina). El derecho constitucional especial, en estas ordenaciones, Cuanto mayor sea la autonomía jurídica de las Iglesias
particulares, tanto más importante será la reglamentación de
4 sus mutuas relaciones. Habrán de ser garantizadas por la ley
Ibíd., n. 4ss. En otros pasajes se entiende bajo el nombre de
iglesia particular la diócesis o iglesia local. constitucional de la Iglesia universal, para que sean reconocí-
254 H. Heimerl \ Código de derecho constitucional en la Iglesia 255
das —no sólo en principio, sino también de hecho— su auto- a participar en la celebración litúrgica, a confesar y a propagar
nomía y su igualdad en el seno de la única Iglesia5. De aquí la fe, al apostolado; a la libre expresión de la opinión propia
se sigue la necesidad de una auténtica comunidad litúrgica y en público y frente a la jerarquía; el derecho a emprender
sacramental, que deberá tener indudablemente ciertos límites obras por propia iniciativa6, a asociarse libremente para fines
para evitar una mezcla o una absorción indebida. Por la misma religiosos7; la capacidad fundamental para ser investido por
razón habrá que impedir, en lo posible, el paso de una Iglesia la jerarquía con especiales funciones o ministerios eclesiásticos
particular a otra (el «cambio de rito»). La convivencia de va- y para ser llamado a sus consejos consultivos; el derecho a la
rias Iglesias particulares en un mismo territorio puede oca- libre elección del estado religioso o del matrimonio o de cual-
sionar algunos roces y exige una mutua colaboración. Estos quier otra importante vocación eclesial dentro del «estado
problemas, y otros parecidos, necesitan una reglamentación laical». Todo cristiano tiene derecho a la protección de sus
por medio de la ley constitucional. derechos a través de tribunales o autoridades administrativas,
El código constitucional eclesiástico quedaría incompleto en cuyo caso sólo una tramitación del expediente puede hacer
si se redujese a ser un mero estatuto de organización, una «je- efectiva la defensa del derecho. (En este contexto es delicada
rarcología». Por el contrario, deberá incluir una amplia regla- la cuestión de si será posible una apelación al papa por parte
mentación fundamental de toda la comunidad eclesial y, en de la suprema autoridad de una Iglesia particular; según el
consecuencia, deberá tratar también de los miembros de la decreto de las Iglesias orientales, esta posibilidad no cabe, or-
Iglesia, de sus derechos y obligaciones fundamentales. La per- dinariamente hablando 8 ). En caso de acusación debe ser escu-
tenencia a la Iglesia en sentido jurídico debería limitarse a los chado y habrá de poder defenderse.
católicos y habría que suprimir aquella ficción jurídica según Es evidente que todos estos derechos fundamentales pue-
la cual las leyes eclesiásticas obligan también a los cristianos den ser limitados sólo en tanto en cuanto lo exija el bien
no católicos. (La unión con los cristianos separados se sitúa común de la Iglesia. Hemos de poner en guardia contra la
en un plano distinto.) De entre los derechos fundamentales de creencia —que podría surgir de la fijación de los derechos
los cristianos se sitúan en primer término el derecho a los concretos— de que con ello han sido enumerados exhaustiva-
bienes espirituales, es decir, a la ayuda de la palabra de Dios, mente todos los derechos. Los derechos del cristiano y su
a los cuidados pastorales de la jerarquía y a la recepción de libertad existen con anterioridad y por encima de toda ley
los sacramentos. (Las limitaciones en el derecho al bautismo positiva eclesiástica.
y a la confirmación —en el plano diocesano— impuestas re- Los deberes fundamentales del católico son los siguientes:
cientemente por motivos de peso, aunque discutibles desde la participación en la vida eclesial por la liturgia, el apostolado
el punto de vista jurídico, demuestran la necesidad de una y la confesión de la fe (considerada no sólo como derecho,
formulación de este derecho.) sino también como deber); la obediencia de la fe, es decir,
Los derechos fundamentales activos se refieren a la es- la obediencia a la autoridad del magisterio; la obediencia a la
tructuración comunitaria de la vida de la Iglesia: el derecho ley; el deber de contribuir a las necesidades materiales de la
Iglesia. Todos estos deberes no son ilimitados, sino que tienen
5
K. Mórsdorf, Streiflichter zur Reform des kanonischen su frontera en las exigencias del bien común.
Rechtes: «Arch. f. kath. Kirchenrecht», 135 (1966), 47s, señala 6
que también en el Concilio Vaticano II, y a pesar del principio de Cf. Const. sobre la Iglesia, n. 37.
7
igualdad solemnemente proclamado, las Iglesias orientales son con- Cf. Decreto sobre el apostolado de los laicos, n. 19d, 24c.
8
sideradas como «caso de excepción». Decr. sobre las Iglesias orient. cat., n. 9.
256 H. Heimerl \ Código de derecho constitucional en la Iglesia 257
Puede extrañar quizá que en este trabajo no se hable de pertenezcan también al derecho constitucional, pero sobre-
derechos de los laicos. Pero se va imponiendo cada vez más pasen este marco —como, por ejemplo, la reglamentación de
la opinión de que el laico es el «cristiano normal», de entre la elección del papa, los estatutos del sínodo episcopal—, de-
cuyas filas es asumido el clero en virtud de sus potestades y berían ser promulgadas como leyes autónomas o bien rele-
funciones especiales; los derechos del laico son, por consi- gadas a un suplemento del documento constitucional. La tota-
guiente, los derechos de un miembro de la Iglesia sin más. lidad de estas leyes constituiría entonces el código constitucio-
Por otra parte, el laico es considerado como el cristiano secu- nal. El derecho constitucional debería tener la primacía sobre
lar, es decir, como el que tiene una vocación especial para todas las demás leyes. Leyes generales de dimensión universal,
realizar numerosas tareas y servicios en medio del mundo. pero no constitucionales, serían posibles, pero hay que recha-
En este sentido, el laico exige que la ley constitucional se zarlas en la práctica, porque infringirían el principio de la va-
ocupe de él con el mismo interés con que se ocupa de otras riedad en la unidad y se opondrían al sentido auténtico de
vocaciones (aun inferiores numéricamente), por ejemplo, de una ley constitucional universal. Todas las leyes particulares
los religiosos o de los cristianos dedicados a un servicio ecle- deberían estar en consonancia con el derecho constitucional;
siástico específico. La reglamentación de todos estos grupos esta armonía es posible aun sin perder su propia autonomía,
de fieles, así como la situación jurídica de los clérigos, que- que habrá de ser garantizada por la ley constitucional.
dará confiada al derecho de las Iglesias particulares. El derecho eclesiástico constaría según ello de los siguien-
Un último apartado de la ley constitucional de la Iglesia tes ámbitos o niveles: 1) La ley constitucional de la Iglesia
universal debería referirse a las relaciones de la Iglesia con el universal con sus leyes adyacentes. 2) La constitución y el
exterior. En este sentido, el Concilio ofrece abundante mate- derecho eclesiástico restante de las Iglesias particulares. 3) En
rial: las afirmaciones de la Constitución sobre la Iglesia acerca determinados casos, ciertas disposiciones jurídicas sobre uni-
de las relaciones de ésta con los cristianos separados, con los dades superiores en el seno de la Iglesia particular (por ejem-
no cristianos y los no creyentes; el decreto de las Iglesias orien- plo, sínodos provinciales o conferencias episcopales). 4) Leyes
tales católicas y el de ecumenismo; la Declaración sobre la diocesanas. Esta división del derecho en varios niveles puede
libertad religiosa; la Constitución pastoral sobre la Iglesia parecer, comparada con la codificación existente, como un frac-
en el mundo de hoy. A partir de estos principios podrían cionamiento del derecho. Sin embargo, la única novedad es lo
formularse las líneas jurídicas fundamentales sobre las rela- que se refiere a la ley constitucional para toda la Iglesia; los
ciones de la Iglesia católica con las otras comunidades cris- niveles restantes ya existían anteriormente, aunque con una
tianas y sus miembros, con los no cristianos y los no creyen- preponderancia del derecho de toda una Iglesia particular (por
tes, así como con los estados y las naciones. ejemplo, el Código de derecho canónico). Tiene, sin duda,
ciertas ventajas el mantener esta preponderancia, pues ello
garantizaría una unidad más amplia y al mismo tiempo una
FORMA JURÍDICA Y RELACIÓN CON OTRAS LEYES diversidad en el seno de la Iglesia universal. Si las leyes cons-
titucionales universales constituyesen, al mismo tiempo, una
De la naturaleza de la ley constitucional eclesiástica —que parte integrante de cada codificación de las Iglesias particula-
acabamos de bosquejar— se deduce que su lenguaje habrá de res no habría aparentemente una uniformidad jurídica menor
ser jurídico, aunque deberá dejar transparentar las ideas teo- que la que existe en la actualidad.
lógicas que le sirven de base. Tendrá que limitarse a las líneas ¿Qué ventajas cabría esperar de una ley constitucional
fundamentales y no bajar a detalles. Aquellas normas que eclesiástica? De ella surgiría un enfoque más exacto de las
258 H. Heimerl
/
funciones de la Iglesia universal frente a sus diversas partes,
de su unidad en la variedad y de la catolicidad de la Iglesia.
La situación jurídica de las diversas estructuras eclesiásticas
y de cada miembro de la Iglesia ganaría en claridad y seguri-
dad. El claro conocimiento de sí misma que la Iglesia ha lo-
grado en el Concilio Vaticano II se reflejaría de esta manera
en el plano jurídico y encontraría en él su perfección.
LA RENOVACIÓN DEL DERECHO CANÓNICO
H. HEIMERL Y LAS RESOLUCIONES DE LA
CANON LAW SOCIETY OF AMERICA
(1965)

Existe un amplio acuerdo sobre la necesidad de una re-


novación en el derecho canónico y un sincero deseo de que
ésta se inicie rápidamente. Muchos han expresado la espe-
ranza de que tal renovación se lleve a cabo de forma progre-
siva y provisional, como se ha hecho con los cambios litúrgicos.
Pero, sea cual fuere la forma de proceder, hay ciertas nor-
mas que parecen esenciales si el código revisado ha de com-
pletar y continuar la obra del Concilio Vaticano II.
La Canon Law Society of America es una organización
que cuenta con unos 1.200 miembros. En los últimos años,
esta Sociedad ha patrocinado varias asambleas, seminarios y
proyectos para la renovación de la legislación eclesiástica.
Hace dos años, la asamblea nacional de la Sociedad apro-
bó una serie de resoluciones encaminadas a la renovación del
derecho canónico. El objeto de estas líneas es ofrecer algunas
breves reflexiones sobre dichas normas. Ante todo copiamos
el texto del documento:

«Los miembros de la Canon Law Society of America,


reunidos en asamblea nacional para celebrar su 27.° con-
greso, están convencidos de que una renovación sustancial
del derecho canónico no se efectuará simplemente median-
te cambios introducidos en las leyes concretas. Lo que se
necesita es una revisión radical de los derechos y respon-
sabilidades de los individuos y las instituciones en el mun-
do moderno.
260 P. Boyle La renovación del derecho canónico 261

Por tanto, proponemos que las siguientes recomenda- conozca la naturaleza de la acusación, la identidad del acu-
ciones sean adoptadas como normas explícitas que los sador y la prueba de la verdad de la acusación, y sin que
miembros de esta Sociedad consideran necesarias, a saber: tenga una adecuada oportunidad para defenderse.
1. Que se revalorice la naturaleza y el fin del derecho 11. Que, siempre que sea posible, las decisiones, li-
en cuanto que tiende a perfeccionar al pueblo de Dios. cencias y delegaciones, actualmente reservadas a la Santa
2. Que en esta revaloración se tengan en cuenta las Sede, sean transferidas a los ordinarios locales.
explicaciones bíblicas y teológicas actuales sobre la natu- 12. Que la salvaguarda de los derechos de las perso-
raleza y la misión de la Iglesia. nas vaya en paridad con la salvaguarda de la dignidad de
3. Que la caridad y la preocupación pastoral sean los sacramentos.
factores que intervengan activamente en la formulación del 13. Que los derechos e intereses de los sacerdotes y
derecho; por ejemplo, leyes sobre enterramientos, leyes religiosos, distintos de los pastores y superiores, sean defi-
referentes a los no católicos, leyes sobre anulaciones y di- nidos y salvaguardados.
soluciones de matrimonios. 14. Que se preste una muy seria consideración al he-
4. Que, además de los conceptos del derecho roma- cho de que, con las actuales leyes de procedimiento, las
no, en la formulación del Código revisado de derecho canó- personas que solicitan anulaciones o disoluciones de ma-
nico se tengan en cuenta los conceptos del derecho germá- trimonios padecen a menudo una grave injusticia, ya que
nico, angloamericano y oriental. no se les concede una adecuada oportunidad para defender
5. Que se proceda a un cuidadoso examen de aquellas sus derechos o buscar ayuda.
leyes que fueron formuladas en un contexto histórico de 15. Que los derechos e intereses de los laicos sean
conflicto con judíos, protestantes, ortodoxos y otros grupos claramente definidos y salvaguardados.
religiosos o seculares, puesto que tales leyes pueden llevar 16. Que la libertad de conciencia de la persona indi-
a concluir una falta de justicia y de caridad. vidual sea respetada y salvaguardada; cf. las leyes sobre
6. Que las personas no bautizadas en la Iglesia ca- prohibición y censura de libros.
tólica, o no convertidas a la fe católica, estén exentas de 17. Que en la formación del nuevo código se tome
las leyes puramente eclesiásticas. en consideración la labor y la experiencia de las Naciones
7. Que el contenido y la terminología del derecho Unidas y del Consejo Mundial de las Iglesias.
sean formulados con la presunción de que los no católicos Aprobado por unanimidad.
son personas íntegras y de buena fe.
8. Que sean atentamente consideradas las objeciones CANON LAW SOCIETY OF AMERICA,
de los no católicos a las leyes de la Iglesia, ya que tales 27.° congreso anual, 1965.»
objeciones pueden poner de relieve la falta de justicia, equi-
dad o caridad en la ley. Las normas pueden agruparse en tres capítulos. El primer
9. Que las leyes penales sean drásticamente restrin- grupo viene a constituir los principios básicos e incluye las
gidas y simplificadas, y que su aplicación dependa, en su tres primeras resoluciones. La segunda serie, normas 5-8,
mayor parte, del ordinario local o regional y de las confe- podría titularse «principios ecuménicos». Las normas 4 y 17
rencias nacionales de obispos. urgen la consideración de otros sistemas y experiencias y po-
10. Que ningún acusado sea castigado sin que antes drían denominarse «principios católicos» o «pluralistas». El
262 P. Boyle La renovación del derecho canónico 263
grupo final, que comprende las normas 9-16, podría descri- 3. El Papa Benedicto XV preveía una especie de conti-
birse aproximadamente como relativo a los derechos y la dig- nuo aggiornamento del derecho canónico, pero nunca se llevó
nidad de las personas. a cabo. Hay que encontrar un sistema que permita una fácil
adaptación de las leyes a las distintas y cambiantes circuns-
tancias en una realidad siempre en movimiento.
NATURALEZA Y MISIÓN DE LOS SAGRADOS CAÑONES 4. Una posible forma de lograr esto es tomar en serio
la doctrina de la actividad del Espíritu Santo en el pueblo de
Los recientes estudios y declaraciones —en especial, el Dios. Hay que establecer cierta tolerancia en el marco de las
Concilio Vaticano I I — han contribuido mucho a afinar y leyes eclesiásticas para que siga hablando el Espíritu Santo.
profundizar nuestra comprensión de la naturaleza y misión La luz orientadora y la actividad salvífica del Espíritu están
de la Iglesia. La Iglesia es primariamente una comunidad, no presentes fuera de la jerarquía lo mismo que en la jerarquía.
una institución. Su naturaleza es correctamente entendida ¿No podrían las necesidades y los deseos de la Iglesia local
cuando se la considera como el pueblo de Dios, el sacramento expresarse en las costumbres?
de la salvación. 5. El fin de la ley debe considerarse como primario, y
1. Cual es la comunidad, así debe ser el derecho que bro- la letra sólo como un medio para el fin. Cuando la observancia
ta de esa comunidad. El derecho canónico no debe simplemen- de un medio dificulta o compromete la consecución del fin, el
te ajustarse a la naturaleza del pueblo de Dios, sino que debe medio debería dejar de ser obligatorio.
ser también una espléndida expresión de esa realidad. La le- 6. Cuando la legislación no refleja verdaderamente la
gislación canónica debería dar forma a la comunidad visible, misericordia de Cristo, no logra su objetivo. Cuando, por
reflejar el espíritu de Cristo en esta situación histórica. En ejemplo, la conferencia episcopal de una nación está de acuer-
cuanto que ha de manifestar a todos la misericordia y la sabi- do en que una norma particular es inútil, irrazonable o dispa-
duría de Dios, el derecho canónico debería esforzarse por crear ratada para su país, debería estar claro que semejante norma
un clima en el que cada miembro pudiera participar plena y no cumple una exigencia esencial para las disposiciones ecle-
libremente de la comunidad de salvación. siásticas. Esa norma deja de ser verdadera ley, a menos que,
2. La Iglesia debe leer continuamente los signos de los en un caso extraordinario, el principio de solidaridad exija su
tiempos y hablar a los hombres en el lenguaje de su tiempo. observancia en un país por el bien de los hermanos en otro
Para permitir esta respuesta a la llamada del Espíritu, el de- país.
recho canónico debe estar abierto y ser lo suficientemente fle- 7. Pío XII reafirmó el principio de que «la ley es para
xible para ajustarse a unas circunstancias culturales en rápida el pueblo, y no el pueblo para la ley»'. Ciertas normas res-
evolución. Conforme se van presentando situaciones nuevas, trictivas sobre la sepultura eclesiástica sólo sirven para herir
han de ser estudiadas en su relación con los principios reve- los sentimientos de los vivos y no procuran ningún bien pro-
lados, y el derecho canónico debe estar renaciendo constante- porcionado en nuestra sociedad pluralista.
mente de acuerdo con las perspectivas logradas. Al igual que 8. ¿No es posible considerar los cánones como una pauta
la Iglesia está siempre necesitando reforma, así también el orientadora y no como una legislación obligatoria? Este con-
derecho debe ser continuamente reformado. Los Padres con- cepto de legislación obligatoria fue introducido relativamente
ciliares pusieron de relieve esta necesidad en relación con tarde en la vida de la Iglesia. Una pauta orientadora, desde
asuntos como la liturgia y la vida religiosa. La necesidad no
1
es menos urgente para el derecho canónico en general. PíoXII,AAS,vol.33,421.
264 P. Boyle

el punto de vista de la comunidad de salvación, tiene tanta


fuerza como las mismas leyes. Además, para alcanzar el fin de PRINCIPIOS PLURALISTAS
forma más humana, la pauta permite una variación más res-
ponsable en las distintas circunstancias. Podemos beneficiarnos de la obra y la experiencia de otras
instituciones internacionales que tocan ámbitos e intereses muy
semejantes a los de la Iglesia.
PRINCIPIOS ECUMÉNICOS
Existen otros sistemas legales que deben ser estudiados.
Las resoluciones 5-8 tratan del derecho en sus relaciones La tradición angloamericana es la única estructura legal que
con los no católicos. Se ha hecho notar con frecuencia que las nació de Tina cultura cristiana. Los demás sistemas vigentes
prácticas y medidas eclesiásticas, las formas externas y el or- en el mundo cristiano fueron heredados de una sociedad pa-
den de una iglesia constituyen una gran dificultad cuando gana y modificados por principios cristianos.
varios cristianos discuten sobre la unión 2 . En la medida en Un amplio sector del mundo católico y cristiano vive bajo
que estas diferencias pueden ser superadas, tanto más fácil es el sistema angloamericano, y sus esquemas de pensamiento le
para nosotros caminar más unidos. Con esto no se sugiere que son connaturales. Los esquemas legales basados en otro sis-
las formas y prácticas deban ser uniformes. Todo lo contrario. tema chocan frecuentemente con su sentido de los valores y
Ayudará mucho una amplia diversidad de estructura que res- les resultan duros e incluso, a veces, injustos. Lo mismo debe
ponda a las múltiples necesidades de las distintas mentalidades decirse de los pueblos acostumbrados a otros distintos siste-
y culturas. mas legales. Pero el derecho de la Iglesia debe respetar esos
1. Es indudable que una gran diversidad de medios en- valores tan apreciados por los hombres de nuestro tiempo.
caminados a unos fines aceptados en común favorecería ion El derecho canónico, como un mínimo absoluto, debe mos-
espíritu ecuménico. trar al menos la misma estima de la justicia que muestra el
2. Muchos teólogos protestantes y algunos católicos po- derecho civil. No puede evitarse el escándalo cuando el dere-
nen en tela de juicio el concepto de estructuras legales que cho de la Iglesia no muestra por la dignidad y la integridad
«comprometan seriamente la conciencia». ¿No sería útil evi- del individuo un interés al menos igual al que muestra el
tar la confusión entre el ámbito ético y el legal? derecho del país. ¿Es demasiado esperar que el derecho ecle-
3. No hay inconveniente en que el derecho canónico siástico supere a las sociedades temporales en su amor a la
adopte una terminología que es común al resto de la comu- misericordia, la justicia y la libertad?
nidad cristiana. Parece que una auténtica pobreza de espíritu El principio de equidad, que tiene tan gloriosa herencia
bien puede sugerirlo. Sin duda que el término «ordenamiento en el derecho angloamericano, podría ser incorporado al de-
eclesiástico» sirve lo mismo que el de «derecho canónico». recho canónico. Si el Código revisado contuviera únicamente
Y no sería una terminología desusada para los católicos, ya un amplio derecho constitucional sometido a la complementa-
que la empleamos frecuentemente en relación con los libros ción de estructuras y estatutos nacionales o regionales, enton-
y los preceptos litúrgicos. ces el sistema legal de cada cultura podría quedar reflejado
4. Quizá pudiera darse un reconocimiento legal de la en la legislación de la Iglesia.
confraternidad ecuménica constituyendo organismos jurídicos
que promoviesen esa confraternidad.
2
L. Vischer, «The Jurist», 26 (1966), 395.
18
La renovación del derecho canónico 267

2. Debe existir una definición clara de los derechos y


DERECHOS DE LAS PERSONAS los deberes de las personas, especialmente de aquellas que par-
ticipan en el servicio de gobernar la Iglesia. Sólo de este modo
En estas normas llegamos al punto que presenta algunos es posible asegurar la libertad de cada hombre.
de los más agudos problemas en la Iglesia de hoy. Nuestra 3. El derecho de disentir y corregir el mal uso de la auto-
sociedad cuenta con una extensa y creciente categoría de efi- ridad son esenciales si se quiere salvaguardar la dignidad y la
cientes empleados y hombres de empresa. Estos hombres y libertad de los individuos. ¿No convendrá separar la función
mujeres son vivamente conscientes de que tratan a las perso- administrativa de la judicial? En la mayoría de los niveles, la
nas de una manera digna y conveniente, de que respetan sus apelación contra un acto administrativo ha de dirigirse al pro-
derechos y sentimientos. Cuando la administración eclesiástica pio administrador.
no muestra esa misma consideración, reciben un golpe y un 4. La comodidad y eficiencia administrativa nunca deben
escándalo. preferirse al bien de los individuos. Pero, con excesiva fre-
En nuestro mundo educado tenemos muchas personas que cuencia, ése es el caso. De ahí que se defienda como absoluta
están acostumbradas a tomar importantes decisiones, a asumir una regulación, aun cuando, en un caso singular, pueda oca-
responsabilidades, a manifestar iniciativa y espíritu creador. sionar un gran perjuicio.
En el trabajo se sienten como una pieza importante del equipo 5. En el espacio de una generación se ha llegado en todo
y se esfuerzan por comunicar este sentido de pertenencia a sus el mundo occidental a la igualdad de derechos para hombres
inferiores. y mujeres. El Papa Juan XXIII aceptaba la validez del prin-
En cambio, nuestro derecho mira a todas estas personas cipio 3 . Hubo un tiempo en que las mujeres no solían ocu-
competentes como si fueran todavía gente sencilla e inexper- parse en negocios financeros ni estaban capacitadas para ello.
ta. Hemos de crear unas estructuras que tengan en cuenta las Y hubo un tiempo en que ninguna mujer decente se aventu-
opiniones de los miembros inteligentes de la comunidad. El raba sola fuera de casa. Esto puede ser hoy legítimo en cier-
derecho canónico debe tener una profunda consideración ante tas circunstancias. Pero hoy las mujeres maduras deciden por
las necesidades psicológicas de un grupo intelectual que es sí mismas si necesitan acompañante. Habría, pues, que reco-
cada vez mayor en la asamblea. Esto es particularmente váli- nocer a las religiosas la misma madurez. Deberían cambiar las
do por lo que se refiere a la nueva condición de la mujer en normas canónicas sobre cuestiones financieras, compañía fue-
nuestra sociedad. La actual legislación refleja la realidad de la ra de casa, confesores especiales y otros detalles que presumen
cultura en que fue formulada, pero esto se halla a todas luces inmadurez.
en desacuerdo con las realidades presentes. Quizá en ningún 6. Las restricciones litúrgicas impuestas a las mujeres
otro punto es tan evidente este hecho como en el caso de las han sido aplastantes. A las mujeres se les permite ahora cantar
religiosas. En general, nuestras normas actuales van muy de- en el coro. ¿No se las puede animar a que tomen plenamente
trás de la doctrina católica sobre los derechos y la dignidad parte en el culto divino? ¿Por qué debe existir una prohibi-
de la persona humana. ción universal impidiendo a las mujeres entrar en el presbi-
1. Especialmente cuando la ley enuncia simplemente lo terio o leer las lecturas en la misa? Si hubiera culturas o paí-
que exige la naturaleza de la vida cristiana, es mejor apelar a ses donde esto resultase chocante, podría tomar las medidas
los instintos más nobles del hombre y abstenerse de imponer oportunas la conferencia episcopal.
actos concretos. Parece más cristiano apelar a una conciencia
ilustrada que recurrir a un imperativo. 3
Pacem in tenis: AAS, vol. 55,261 y 267.
268 P- Boyle
Nos hemos limitado a exponer unas cuantas consideracio-
nes que dimanan de las normas sugeridas por la Canon Lato
Society of America. Realmente se necesitan cambios en las
leyes concretas. Pero esto no basta. El derecho eclesiástico
exige claramente un marco actual, a fin de que presente a
quienes lean sus disposiciones y contemplen sus resultados
una expresión amable y auténtica de «la luz de Cristo brillan- LOS RELIGIOSOS EN LA
temente visible en el rostro de la Iglesia» . PASTORAL DIOCESANA Y PARROQUIAL
P. BOYLE

El tema no es ya nuevo. Lo era, a nuestro entender, en la


época de la apertura del Concilio Vaticano I I l . Sin embargo,
desde que existen, los religiosos han tomado de una u otra
forma parte activa en el apostolado de la diócesis. Pero la teo-
logía sistemática, incluso la teología de la vida religiosa2, pres-
taba escasa atención a esta misión de las órdenes y congrega-
ciones. El Código de derecho canónico habla tan poco de ella
que parece ignorarla. No encontramos en él más que ligeras
alusiones3.
Los documentos procedentes de la Santa Sede, por el con-
trario, y sobre todo los de estas últimas décadas, nos ofrecen
constantemente descripciones del apostolado de los religiosos,
su heroísmo, su campo de acción, sus métodos 4 .
Sin embargo, hay que esperar prácticamente al Concilio
Vaticano I I para ver asignar concretamente a los religiosos
su lugar en la pastoral diocesana y parroquial. Había primero
que repensar la diócesis misma teniendo en cuenta esa nueva
perspectiva de «descentralización»5 que, llamando más la
1
Cf. R. Carpentier, L'évéque et la vie consacrée, en L'épisco-
pat et l'Eglise universelle, Ed. du Cerf, París, 1962, 411.
2
Cf. J. Suenens, La Promotion aposíolique de la religieuse,
Desclée de Brouwer, Brujas, 1963, lo prueba suficientemente.
3
Can. 456, 608, 874, 1.333, 1.334, 1.338, 1.349, 1.350,
1.375.
4
Cf. Les institutes de la vie parfaite, en la colección «Les
Enseignements Pontificaux», presentado por los monjes de Soles-
mes, Desclée, Tournai, 1962, 59-63.
5
4
Lumen gentium, n. 1. Cf. E. Schillebeeckx, o. c. en la bibliografía que sigue.
270 H. Proesmans \
atención sobre el sector local, permite situar a los religiosos
frente a la tarea urgente que tienen que cumplir en la diócesis I
y en la parroquia. Por eso, a partir de ese momento, la refle-
xión teológica se esfuerza, en todas partes, por ofrecernos una CUESTIONES PRELIMINARES
presentación programática6.
1. ¿Actitud de no compromiso?

El convento da la impresión de adoptar una actitud de no


compromiso a escala diocesana y más aún a escala parroquial:
los religiosos tienen un derecho particular, gozan con frecuen-
cia de la exención, tienen cierta tendencia a la introversión y
están llamados a un estado de vida escatológico; en cuanto a
6
E. Schillebeeckx, OP, Collaboratíon des Religieux avec l'Epis- la pastoral, les interesa, en primer término, el apostolado es-
copat: «Vie consacrée», 38 (1966), n. 2, 75-90; O. Semmelroth, pecífico de su instituto. La conclusión parece evidente y está,
Ekklesiologische Standortbestimmung der Orden im Lichte des por lo demás, corroborada por los hechos: nuestros religiosos
II Vatikanischen Konzils, en Ordenskorrespondenz, 1966, 351; y religiosas se integran difícilmente en una pastoral de con-
S. Klockner, OFM, Seelsorge in und mit der Diózese, en Ordens- junto.
korrespondenz, 1966, 374-385; F. Wulf, Hierarchie und Orden,
en Ordenskorrespondenz, 1964; A. Scheurrmann, Die rechtlichen Consideradas más atentamente las cosas, no cabe duda
Beziehungen zwischen Orden und Hierarchie in heutiger Sicht, posible: los religiosos no se presentan como «incardinados».
en Ordenskorrespondenz, 1964; P. Regamey, La consécration reli- «Para el cuidado de las almas... no ocupan el primer lugar
gieuse: «La vie consacrée» (1966), 266-294 y 339-359; J. Hamer, en la Iglesia particular» 7 . Pero, en razón de su estado, los
Place des religieux dans l'apostolat, Ed. du Cerf, París, 1964, religiosos deben vivir intensamente el misterio de la Iglesia
97-114; J. Urtasin, L'évSque et les religieux, ibíd., 115-121; universal y reconocerse integrados en el Pueblo de Dios dis-
S. Kleiner, L'exemption vue par les religieux, ibíd., 123-133; perso por toda la tierra. En este plano tienen una vocación
L. Moreels, SJ, Diocesane congregatie en eenheidspastoraal: «De especial dentro de la diócesis y la parroquia. El Concilio acaba
kloosterling» (1965), 75-83; P. Martelet, SJ, Le role charismatique de proclamar que el obispo es «miembro del colegio episco-
de toute vie religieuse dans l'Eglise, en las 7e/8e Assemblées Ge-
nérales, unión des Supérieures majeures des instituts féminins de pal... obligado a la solicitud por la Iglesia universal» 8 y es-
Belgique, 1966, 109-118; J. Beyer, SJ, La consécration religieuse pecialmente por las misiones9; igualmente ha proclamado que
dans le mystere de l'Eglise, ibíd., 81-108; A. Renard, Vie apos- en la Iglesia particular... actúa verdaderamente la Iglesia de
tolique de la religieuse aujourd'hui, Desclée de Brouwer, Bru- Cristo: una, santa, católica y apostólica10; que todo sacerdote
jas, 1962; W. Sternemann, Das Seelsorgeamt ais Kontaktstelle es en primer lugar sacerdote de la Iglesia universal u en vir-
zwischen Bischof und Orden, ibíd., 40-42; L. Bosse, Aussergewohn-
liche Seelsorge in der pastoralen Plan, ibíd., 42-47; E. Colomb, 7
Decreto Christus Dominus, 28.
Dienst der Orden in einer veranderten Seelsorgestruktur, ibíd., 8
Constitución Lumen Gentium, 23; Decreto Christus Domi-
48-52; H. Patt, Die Aufgaben der Ordensklerus in der neuen nus, 3 y 4.
Situation der Kirche, ibíd., 51-60; P. Israel, Ordensgemeinschaften 9
Decreto Christus Dominus, 6 y 7.
und Diózesen nach dem II Vatikanischen Konzil, en Ordens- 10
Ibíd., 11.
korrespondenz, 1967, 1-10; Ph. Hofmeister, Die Exemption der 11
Constitución Lumen Gentium, 28; Decreto Christus Domi-
Ordensgenossenschaften, ibíd., 11-25. nus, 34.
272 H. Proestnans \ Pastoral diocesana y parroquial

tud de su gracia al servicio del bien de toda la Iglesia n. Es «LA profesión de los consejos evangélicos aparece como un
una misión de los monasterios y de los conventos recordar, signo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miem-
por su organización y por la estructura misma de su vocación, bros de la Iglesia, que hace visible la presencia de los bienes
la necesidad de una apertura a toda la Iglesia y la presencia celestiales ya en este mundo, que da testimonio de la vida nue-
de la catolicidad a escala diocesana. va... anuncia la resurrección... manifiesta la elevación al rei-
No afirmemos, pues, demasiado aprisa que los religiosos no de Dios...» 16. El obispo tiene, además, «la misión de santi-
carecen de compromiso local. Podemos constatar por lo que ficar» ". «Maestros de perfección», los obispos «se esforzarán
hemos dicho hasta ahora que existe «otro» compromiso, dis- por hacer progresar en la santidad a sus clérigos, a los religio-
tinto del apostolado incardinado en la diócesis. Nivelar todos sos y a los laicos según la vocación particular de cada uno de
los compromisos y hacerlos uniformes equivaldría a provocar ellos» 18. Ahora bien: si la llamada a la santidad se dirige a
un empobrecimiento tanto de la Iglesia local como de la Igle- todos los bautizados sin distinción19, los religiosos aspiran a
sia universal. un estado de vida evangélica que se caracteriza por ofrecer
los medios específicos que permiten «conseguir la perfección
de la caridad en acto»20.
2. Cooperadores del obispo por su estado de vida Finalmente, el episcopado pertenece a las estructuras mis-
mas de la Iglesia; es de origen sacramental. Aunque el obispo
Como punto de partida de toda cooperación pastoral de- «gobierna por el consejo, la persuasión y el ejemplo, tiene
bemos considerar la integración de todos en el misterio de la también la autoridad y el poder sagrado para edificar». Los
Iglesia: obispo y religiosos son, antes que nada, miembros del religiosos no tienen un lugar especial en las estructuras; for-
Pueblo de Dios, «cuya cabeza es Cristo, cuyo estatuto es la man un grupo carismático en la Iglesia, gozando en ella tanto
libertad, cuya ley es la caridad y cuyo fin es la gloria de de un carisma personal como de una inspiración colectiva. Los
Dios» u . Todos ellos comulgan en la fe, la caridad y la ora- carismáticos tienen necesidad de una autoridad episcopal no
ción; alimentan la misma esperanza, viven como bautizados sólo para recibir de una vez para siempre la señal de la auten-
y celebran la misma eucaristía. Se enfrentan con los mismos ticidad, sino también para vivir y evolucionar bajo esta apro-
misterios de la vida y han oído la misma llamada que los invita bación eclesiástica en los lugares a que son llamados y donde
a trabajar en la salvación del mundo. En esta plenitud de vida desarrollan su trabajo. Por su parte, estos carismáticos pueden,
comienza la comunidad apostólica. en una gran libertad de espíritu, aportar un remedio al peligro
Las funciones son diversas, pero se exigen mutuamente. de rigidez que constantemente amenaza a las estructuras y ad-
«La primera de las principales funciones del obispo» 14, «la ministraciones.
tarea que prevalece sobre todas las demás» 15 es la predicación Así, si se considera la presencia de religiosos en una dió-
del Evangelio. Para ser penetrante, esta predicación tiene ne- cesis o en una parroquia sólo en el nivel de su vida vivida en
cesidad de la vida vivida del obispo mismo y de toda la Iglesia, comunión con la Iglesia particular, y en la medida en que tal
pero también, especialmente, de la vida vivida consagrada.
16
Constitución Lumen Gentium, 44.
12 17
Constitución Lumen Gentium, 28. Decreto Christus Dominus, 15.
13 18
P. Martelet, o. c, 111. Ib'td.
14 19
Constitución Lumen Gentium, 25. Constitución Lumen Gentium, 40.
15 20
Decreto Christus Dominus, 12 Santo Tomás, II-II, q. 44, a. 4 ad 3.
274 H. Proesmans Pastoral diocesana y parroquial 275

comunión existe realmente, se descubre ya una cooperación por el contrario, convertirse en un beneficio y en una riqueza.
real y eficaz. Como ya hemos sugerido, las estructuras deben hacer eficien-
De hecho, no siempre ocurre así. Muchos conventos están tes y más definitivos los carismas, y los carismas deben pre-
demasiado cerrados y no comulgan concretamente en la vida venir la esclerosis de las instituciones; las necesidades de la
cristiana diocesana y parroquial. Tales conventos tienen la vida iglesia local deben encontrar un alivio en el apostolado propio
cristiana dentro de sus edificios y el apostolado fuera. Es ver- de un instituto, y el apostolado propio de un instituto debe
dad que necesitan una vida familiar íntima propia a la comu- abrir el horizonte de la iglesia local; el obispo evaluará, de
nidad; por eso es perfectamente legítimo que esa vida esté acuerdo con las necesidades de su iglesia, las fuerzas que le
reservada a los religiosos. Pero los misterios de la vida cris- son ofrecidas; el superior religioso, fiel al espíritu de su ins-
tiana deben ser celebrados juntamente con la gran comunidad. tituto, y teniendo en cuenta las fuerzas de que dispone, ayu-
Así, en el programa de los próximos años debería inscribirse dará a subvenir a las necesidades de la iglesia local; las diver-
un esfuerzo más decidido de colaboración a escala diocesana sas personas que estos superiores tienen a su cargo reconoce-
y parroquial para expresar mejor la unidad del misterio cris- rán la necesidad de las disposiciones jurídicas, pero evitarán
tiano. toda rigidez adoptando una actitud noble inspirada por una
caridad auténtica.
II Añadamos, sin embargo, que estos principios de entendi-
miento mutuo dejan en la sombra el problema de la coopera-
LA TAREA PASTORAL ción evocada por la misión complementaria de las diferentes
instancias. Vamos a intentar aportar un poco de luz a este
Todo lo que precede constituye la base de un entendi- problema distinguiendo el caso ordinario en el que la pastoral
miento sincero en el orden pastoral. Hasta que no se consi- propia de un instituto encontrará fácilmente su lugar en la
dera la cooperación de seculares y regulares en el plano de las pastoral de conjunto y algunas situaciones más complicadas
actividades, los principios y las situaciones son bastante cla- que exigen una ayuda especialmente apropiada.
ras; pero desde el momento en que se entra en tales conside-
raciones, aparecen las tensiones. 1. El ejercicio de la pastoral propia de un instituto
En ese plano se afrontan diversos elementos cuya coordi-
nación no es fácil: estructuras y carismas, necesidades de la Si nos fuera permitido proceder por el sistema de tesis
iglesia local y apostolado característico del instituto religioso, pondríamos en primer lugar el enunciado siguiente: «En los
autoridad del obispo y autoridad de la Orden, la persona del lugares donde el obispo llama a unos religiosos o continúa el
obispo y de sus colaboradores «seculares» y la persona del llamamiento de sus predecesores, les pide en primer lugar
superior religioso y de los miembros de su instituto. La situa- ejercer en su diócesis el carisma apostólico propio de su ins-
ción concreta que todos conocemos y las normas que acabamos tituto para bien del pueblo confiado de sus cuidados.»
de recibir de la Santa Sede coinciden en enseñarnos que sub- Cuando se estudian los documentos del Concilio y de la
sisten en este terreno tensiones a veces penosas. Santa Sede, incluso los más recientes, nos parece que subsiste
Comencemos por observar que la existencia de una ten- cierto malestar. Por regla general, los documentos redactados
sión es un hecho normal, pero que este hecho no debe con- desde el punto de vista de la vida religiosa insisten en la fide-
ducir en modo alguno a una oposición debilitadora, algunas lidad a la inspiración fundamental y al apostolado propio del
veces escandalosa para el pueblo cristiano. Tal tensión debe, instituto; no dejan de añadir esos documentos la necesidad de
276 H. Proesmans \ Pastoral diocesana y parroquial 277

una adaptación a las condiciones diversas de las épocas y los A partir de esta idea, la cooperación en una pastoral de
lugares21. Los documentos de inspiración episcopal invierten conjunto será en los casos ordinarios una cosa completamente
el orden: el ordinario del lugar puede, de acuerdo con las ne- natural, aun cuando canónicamente sean necesarias prescrip-
cesidades de su iglesia, pedir la ayuda de los religiosos, respe- ciones bastante complicadas. El Motu proprio Ecclesiae sanc-
tando sus constituciones y su apostolado propio 22 . La óptica tae es, por lo demás, una prueba de ello24.
es bastante diferente; tanto en teoría como en la práctica, el
acuerdo se hace difícil. Sería necesario, a nuestro entender, 2. Pastoral propia y circunstancias particulares
poner en primer plano el carisma apostólico y la inspiración
originaria, subrayando que ese carisma es la mejor ayuda que La coordinación ideal que acabamos de proponer no exis*
los religiosos pueden ofrecer a la iglesia local. El ordinario te tal cual. En la práctica hay que tener en cuenta las circuns-
del lugar no tiene mejor forma de gobernar su pueblo que tancias especiales de las diócesis, los institutos y las personas.
mantener ese apostolado de inspiración carismática en la me- Es, pues, necesario corregir la regla general en función de los
dida de lo posible s . Probar esta afirmación no es nada difícil. datos concretos. El Concilio y las comisiones posconciliares
Cuando el obispo invita a su diócesis una fundación moderna, nos darán directrices. Considerando la situación particular de
como los Hermanos de la Virgen de los Pobres, el instituto una diócesis es posible que ciertos carismas apostólicos ya no
apostólico de la misión obrera de San Pedro y San Pablo, los respondan a las necesidades que les hicieron nacer y que esto
Hermanos o Hermanas de Charles de Foucauld, lo hace con haga que otras tareas más urgentes o definitivas no encuen-
la intención de disponer en su diócesis no de una ayuda cual- tren solución por falta de cooperadores.
quiera, tal vez necesaria para el bien de esa iglesia local, sino La coordinación en esos casos puede ser obtenida de for-
del carisma apostólico propio de la fundación que ha pedido. mas diferentes: puede serlo, si es posible, por una adaptación
Tal vez se tema aplicar la misma norma a los institutos más del instituto a ese estado de cosas s ; o admitiendo, temporal-
antiguos. Recordemos, sin embargo, que los obispos reunidos mente o para algunos de sus miembros, una excepción a la
en concilio en Roma han prescrito la fidelidad al espíritu del regla común, cosa prevista especialmente para la organización
fundador y la intensificación del apostolado por medio de una de las parroquias; o, por último, orientándose hacia otro lugar
toma de conciencia del fin del instituto. Es, pues, lógico que cuando un instituto no encuentre en una diócesis o en una
el obispo disponga de los religiosos de su diócesis no sólo parroquia determinada campo apropiado de acción. Esta mo-
para insertarlos en el apostolado de conjunto, de acuerdo con vilidad es propia de los religiosos y tal vez haya quedado de-
las necesidades urgentes de su iglesia, sino también y en pri- masiado olvidada. Sin embargo, es preciso observar la necesi-
mer lugar para la realización en su diócesis de la función apos- dad de proceder en este ámbito con una verdadera prudencia,
tólica propia de la familia religiosa a que pertenecen. Esa fun- audaz por una parte, pero que, por otra, no olvide las ventajas
ción, salvo en caso de excepción de que hablaremos más ade- apostólicas de la estabilidad2é.
lante, responde concretamente a una necesidad espiritual de La opción por un apostolado distinto del que se había
su iglesia. previsto con la fundación de una familia religiosa puede tam-
bién justificarse tanto por parte del instituto como por parte
21
Decreto Perfectae caritatis, 2. 24
22
Decreto Christus Dominas, 35; el n. 28 del Motu proprio I, 28 y 29.
25
Ecclesiae Sanctae, I, constituye en esto una excepción. Decreto Christus Dominus, 35.
23 26
Cf. E. Schillebeeckx, o. c, 80; J. Hamer, o. c, 111-112. Motu proprio Ecclesiae Sanctae, I, 34.
278 H. Proesmans Pastoral diocesana y parroquial 279

de sus miembros en particular. Un instituto que disponga aún presa común; 5°, está prevista una regla de conducta para
de fuerzas vitales puede sentirse incapaz de una vuelta autén- resolver las dificultades referentes a la persona religiosa com-
tica a las fuentes y de verdadera renovación; en este caso, prometida en el apostolado; 6.°, la Iglesia tiene interés en que
podría afiliarse a otro instituto de la misma familia o intentar el religioso, dondequiera que esté situado, lleve a cabo siempre
una reestructuración completa27. su apostolado como verdadero religioso28.
En todas las Ordenes o Congregaciones se encuentran Cualesquiera que sean las prescripciones del derecho, nin-
miembros que, por una razón cualquiera y, a veces, incluso a guna de ellas permitirá llegar a una feliz cooperación si en
causa de talentos reales o de una espiritualidad particular, las personas faltan el espíritu de la Iglesia y la verdadera ca-
estarían manifiestamente más en su lugar en el ejercicio de ridad cristiana. Siempre hay que volver a estos dos elementos
un apostolado bastante alejado de la pastoral propia de su pro- fundamentales. Esta feliz cooperación podrá llevarse a cabo
pio instituto. En esos casos es preciso ayudar a esos hermanos de la manera más indicada en «la colaboración de los Consejos
y hermanas a integrarse más felizmente en una estructura de de los superiores mayores con las Conferencias episcopales» *,
Iglesia apostólica. en «el Consejo presbiteral» 30 y en «el Consejo pastoral»31.
Es en estos encuentros regulares donde se aprende una sana
colaboración. Si el conjunto es verdaderamente representativo,
CONCLUSIÓN
si todo discurre bajo el signo de la fe, con confianza en las
tareas experimentadas y apertura de espíritu para las inicia-
Cuando estudiamos los documentos recientes de la Iglesia
tivas pastorales, se podrá esperar un futuro lleno de promesas.
constatamos que la inserción de los religiosos en un apostola-
do de conjunto se codifica de acuerdo con unos principios
orientadores: 1.°, el primer responsable y coordinador del H. PROESMANS
apostolado a escala diocesana es el obispo; 2.°, es preciso en-
contrar un acuerdo lo más perfecto posible entre las necesida-
des de la diócesis y el apostolado propio de los diferentes
institutos; 3.°, para obtener un orden que satisfaga a las exi-
gencias mutuas es necesario que las dos competencias en cues-
tión observen realmente las obligaciones de su cargo. Si se
trata de un apostolado estrechamente ligado en cuanto al lu-
gar a la actividad conventual es el superior religioso el que
tiene la responsabilidad en primer término; en todos los otros
casos la dependencia del obispo es de alguna manera más di-
recta y preponderante; 4.°, a fin de prevenir en la medida de
lo posible las diferencias, se insiste en la necesidad de estable-
cer contratos escritos siempre que esto parezca útil a la em- 28
J. Pfab, Der Biscbof ais erster Seelsorger: «Paulus» (1966),
33-39; Decreto Christus Dominus, 35; Motu proprio Ecclesiae
27 Sanctae, I, 22-40.
Decreto Perfectae caritatis, 21; Motu proprio Ecclesiae 29
Sanctae, II, 39-41, esta ultima solución no está explícitamente pre- Decreto Perfectae caritatis, 23.
30
vista en los documentos citados, pero está siendo ensayada en al- Motu proprio Ecclesiae Sanctae, I, 15.
31
gunas diócesis. Ibíd., 16.
Las Conferencias episcopales 281
una antigua costumbre atestiguada en los Concilios de Nicea
de Constantinopla (381) y de Calcedonia, las cuestiones rela-
tivas a la fe debían ser examinadas antes que todas las demás.
Si la liturgia de las Conferencias episcopales ha tomado en
nuestros días nuevas formas, no por eso deja de inscribirse
dentro de esta tradición ni ha dejado de ser invocación supli-
cante, testimonio de fe y de caridad.
LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES

2. LA FUNCIÓN INSTRUMENTAL
El decreto conciliar Christus Dominus, promulgado el
28 de octubre de 1965, aborda en su capítulo III los proble-
mas relativos a la cooperación de los obispos en el bien común La función instrumental de las Conferencias episcopales
de varias Iglesias. Tras haber expresado el deseo de que «la es demasiado evidente para que tengamos que insistir en ella.
venerable institución de los sínodos y los concilios conozca Según el Concilio, están llamadas a ser el órgano privilegiado
un nuevo vigor, define el decreto la noción, las estructuras y de unión, de coordinación y de colaboración mutua de los obis-
la competencia de las Conferencias episcopales (n. 38), cuya pos dispuestos a trabajar en el bien común de sus Iglesias y
importancia y cuyos frutos apostólicos ha subrayado anterior- a participar generosamente con el Romano Pontífice en la
mente (n. 37). El Motu proprio Ecclesiae Sanctae (6 de solicitud por todas las Iglesias.
agosto de 1966) precisó las modalidades de aplicación del Las Conferencias episcopales no son más que una nueva
decreto en lo relativo a las Conferencias (n. 41). forma de los sínodos particulares, cuyo origen se remonta a
La actividad sinodal, esencial en la vida de la Iglesia, los primeros siglos del cristianismo y cuyas vicisitudes han sido
tiene su expresión más solemne en el Concilio ecuménico. Esta descritas en numerosas ocasiones. Conviene, sin embargo, ob-
actividad no es menos necesaria en los niveles inferiores como servar que todos los movimientos reformadores, nacidos de
signo de la comunión en la fe y la caridad de las Iglesias que iniciativas locales o dirigidos por Roma, se han esforzado siem-
participan en ella y como instrumento de su acción pastoral pre por reanimar esa institución. Basta recordar los esfuerzos
concertada y coordinada. de San Bonifacio (siglo VIII), de Hincmaro de Reims (siglo rx)
y los renovados esfuerzos de la época gregoriana. El Conci-
lio IV de Letrán (1215) asigna a los concilios provinciales la
1. SIGNO DE LA COMUNIÓN
tarea de asegurar la ejecución de las normas del derecho co-
mún y prescribe que se reúnan anualmente. El Concilio de
El primer aspecto se desarrolla en la liturgia de los conci- Trento (sesión XXIV, c. 2 de ref.) prevé esos concilios cada
lios, toda ella penetrada por la presencia de Cristo (Mt 18,20) tres años; Sixto V establece el control de la Sagrada Congre-
y del Espíritu Santo. Los Ordines de celebrando concilio, cu- gación del Concilio previamente a la promulgación de sus
yos rasgos esenciales fueron definidos en el IV Concilio de decretos (bula Immensa aeterni, de 1587). En el curso de los
Toledo (633), nos han transmitido la hermosa oración Ad- cuatro últimos siglos las circunstancias políticas, las tendencias
sumus "Domine Sánete Spiritus, que sigue utilizándose; los centrífugas de todo orden, no han favorecido la institución de
concilios nacionales visigóticos consagraban tres días (dies los concilios particulares, provinciales o nacionales. Es com-
lítaniarum) al ayuno y a la meditación del Símbolo. Según prensible que, en los países en los que se establecían cristian-
19
282 Ch. Munier l
Las Conferencias episcopales 283
dades jóvenes, Roma haya querido instaurar un control estricto de acuerdo con las prescripciones del Concilio o que, si ya
sobre todas las formas de la actividad sinodal, organizando los habían redactado, los revisen de acuerdo con el espíritu
concilios plenarios, presididos por sus legados y sometiendo del Concilio y los envíen a la Santa Sede para su examen
las decisiones de los mismos a su recognitio (c. 291, 1). El (par. 2).
Código de derecho canónico había conservado esas diversas Las estructuras eclesiásticas, incluso cuando han sido crea-
formas de la vida conciliar, aunque debilitadas por el hecho das para responder a necesidades de orden práctico, reflejan
de la centralización romana y el letargo en que yacían las ins- la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma. Las Conferen-
tancias locales. De esta forma, la reunión de los sínodos pro- cias episcopales no sólo son testimonio de la toma de con-
vinciales no era obligatoria más que cada veinte años, lo cual ciencia por los obispos de sus responsabilidades comunes cuya
les impedía tener una acción continua, eficaz, verdaderamente urgencia y gravedad han reconocido; las Conferencias expre-
adaptada a las dimensiones reales de las urgencias pastorales san, además, en el orden de las instituciones, las reflexiones
(c. 283-286). Los concilios nacionales no tenían existencia le- doctrinales consagradas a la colegialidad episcopal. El cardenal
gal; los concilios plenarios, que se celebraban en algunas par- Doepfner, miembro de la Comisión de Coordinación del Con-
tes, estaban organizados de acuerdo con un criterio concebido cilio, había pedido a la Comisión responsable que destacara
para mantenerlos en estado de tutela (c. 281-282). Las re- claramente la relación de las Conferencias episcopales con el
uniones episcopales, previstas cada cinco años, veían su acción principio teológico de la colegialidad. La misma petición fue
limitada a la preparación de los concilios provinciales, dema- repetida durante los debates conciliares por varios oradores,
siado espaciados, y estaban desprovistas de una verdadera pero, oponiéndose a ello, otros miembros notables negaron
autoridad (c. 292). Sin embargo, es de estas últimas de donde tal relación o buscaron sustitutivos de orden más general, como
han salido las Conferencias episcopales de la actualidad a las el principio de la comunión entre las Iglesias locales o la mi-
que el Vaticano II ha conferido sus cartas de nobleza fijando sión espiritual de los obispos o las necesidades de la misión.
las modalidades de su actividad normativa. El decreto Christus Dominus ha evitado pronunciarse sobre
El anuario pontificio de 1967 menciona la existencia de ese problema de fondo; tampoco ha pretendido abolir el sis-
sesenta y una Conferencias episcopales, de las cuales treinta tema tradicional de las Iglesias orientales, pero ha recordado
poseen estatutos aprobados ad experimentum entre 1955 y y promovido la institución de los sínodos dentro del marco
1967 y dos ad quinquennium (Australia y Madagascar); otras de los patriarcados (38, 6). A pesar de las reticencias de un
nueve han visto sus estatutos definitiva o simplemente apro- determinado número de Padres conciliares, que temían ver
bados, desde 1882 (Irlanda) a 1962 (Japón). reaparecer el espectro de las Iglesias nacionales o constituirse,
Es evidente que el mismo término designa realidades muy a la sombra de las nuevas centralizaciones, secretas oligarquías
diversas (en lo que se refiere a número de miembros, fre- que manejasen los secretariados o las comisiones, el Vatica-
cuencia de las reuniones, métodos de trabajo, órganos moto- no II no ha temido dotar a las Conferencias episcopales de un
res, etc.). Por eso el Motu proprio Ecclesiae Sanctae no se verdadero poder legislativo que deberá ejercerse según las
ha limitado a recomendar a los obispos de las naciones o terri- normas del decreto (n. 38, 4). Para las decisiones que obligan
torios donde no existe aún la Conferencia episcopal prevista jurídicamente (casos prescritos por el derecho común o que
por el decreto que la establezcan lo antes posible y redacten han sido objeto de un mandato especial de la Santa Sede, dado
los estatutos que han de ser examinados por la Sede apostó- por propia iniciativa o a petición de la Conferencia) se re-
lica (n. 41, 1). Se pide, además, en este documento que las quiere desde ahora la mayoría de los dos tercios de los miem-
Conferencias episcopales ya constituidas redacten sus estatutos bros con voz deliberativa (estén o no presentes). Además,
284 Ch. Munier Las Conferencias episcopales 285

antes de ser promulgadas, estas decisiones deben haber sido nismo esencial. Es evidente que la oportunidad de esa acción
«reconocidas» por la Sede apostólica. Para las demás decisio- depende en primer lugar de una información siempre al día.
nes (sin fuerza jurídica imperativa), la Conferencia episcopal Esta le será proporcionada por los servicios encargados de
puede libremente determinar las modalidades requeridas: cla- preparar el trabajo de la Asamblea. El decreto deja gran li-
se de mayoría, modo de promulgación, aplicaciones, etc. bertad a las Conferencias episcopales en orden a elegir los
Toman parte en las actividades de las Conferencias epis- órganos indispensables para su funcionamiento. De todas for-
copales, pero con competencias diferentes, que precisaremos mas sugieren que se constituyan un Consejo permanente, Co-
seguidamente, todos los ordinarios de lugar, a cualquier rito misiones episcopales y un Secretariado general (n. 38, 3).
que pertenezcan (pero no los vicarios generales), los coadju- Cuando, tras haber sido debidamente aprobados por la
tores, los auxiliares y los demás obispos titulares que ejerzan Santa Sede, hayan sido publicados los estatutos de las Confe-
una tarea particular dentro de la pastoral de conjunto de ám- rencias episcopales, será posible comparar los métodos de tra-
bito no diocesano. Los demás obispos titulares no son miem- bajo establecidos y los instrumentos de información, de coor-
bros de derecho de la Conferencia episcopal, como tampoco dinación y de ejecución elegidos. Los trabajos en este sentido
lo son los legados del Pontífice romano (n. 38, 2). no han alcanzado el mismo nivel en los diferentes países; en
Los ordinarios de lugar y los coadjutores tienen voz deli- algunos, las estructuras ya implantadas se integran normalmen-
berativa; los auxiliares y demás miembros de derecho tendrán te en los marcos trazados por el Concilio. En otros se imponen
voz deliberativa o consultiva según los estatutos. Es probable, transformaciones más o menos profundas; hay otros donde
habida cuenta de las responsabilidades pastorales que asumen, los problemas de todo orden que exigen la atención del epis-
que los auxiliares se vean dotados de voz deliberativa; los copado son examinados y regulados en el curso de reuniones
obispos jubilados o dimitidos conservarán probablemente voz (mensuales o más espaciadas) espontáneas sin estatutos defi-
consultiva. Conviene observar que el decreto no hace mención nidos. Para los países de cristianismo joven, el decreto Ad
alguna de los superiores religiosos; sin embargo, parece que gentes, promulgado el 7 de diciembre de 1965, ha recomen-
su presencia en el seno de las Conferencias episcopales puede dado a sus Conferencias episcopales «tratar de pleno acuerdo
ser muy útil e incluso, en algunos casos, necesaria. las cuestiones más graves y los problemas más urgentes» y
poner en común las fuerzas y las obras que han de servir al
3. MÉTODOS DE TRABAJO bien de todos a fin de no desperdiciar recursos y personas,
de las que no se dispone en cantidad suficiente, y de no mul-
Las Conferencias episcopales actuales más «estructuradas» tiplicar sin necesidad las iniciativas (n. 31). Estas recomenda-
han adoptado los órganos y métodos de trabajo experimenta- ciones se refieren también a los organismos sedentarios adjun-
dos desde hace varios decenios en muchos sectores en los que tos ordinariamente a las Conferencias episcopales. Siguiendo
se desarrollan diversas formas de trabajo colectivo o colegial: el ejemplo de la Conferencia general del Episcopado latino-
entre otros, en los movimientos especializados de Acción Ca- americano (Celam) y de su Consejo, la cooperación pastoral
tólica (Asamblea general, Consejo permanente, Comité restrin- y misionera parece que ha de ser más fructífera en el plano
gido, Comisiones, Relatores, Secretariados, etc.). supranacional. El Motu proprio Ecclesiae Sanctae se ha
La Conferencia episcopal expresa su toma de conciencia mostrado favorable a tales reagrupamientos y ha previsto la
de los problemas apostólicos y su voluntad de afrontarlos por ayuda de la Santa Sede para el establecimiento de las reglas
una acción concertada, confiriéndoles cuando es preciso fuerza particulares de estas Conferencias episcopales de nivel inter-
jurídica obligatoria, en la Asamblea plenaria que es su orga- nacional (n. 41, 3 y 4).
286 Ch. Munier Las Conferencias episcopales 287
La perfección técnica de las instituciones no es más que nidos, a la medida de las responsabilidades asumidas. Las Con-
una de las condiciones previas de su eficacia. Mientras per- ferencias episcopales cuyos estatutos han sido ya publicados
manecen en estrecha conexión con la corriente de vida que han organizado de diez a quince Comisiones especializadas,
las ha suscitado, aseguran con toda normalidad, y a pesar de además de una media docena de Comités y de otros tantos
todas las dificultades, el ejercicio de sus funciones animadoras. Secretariados nacionales. Es evidente que cada sector de pas-
Pero todo equilibrio vital es frágil, constantemente amenazado toral y cada institución de carácter general de los que es res-
por las proliferaciones cancerosas y las necrosis locales. La ponsable de alguna manera la jerarquía, conducen, natural-
misma historia de la Iglesia contiene rupturas de equilibrio, mente, a la creación de un organismo competente en esas
cambios de ritmo; no siempre responden la adhesión y colabo- materias. Lo que importa subrayar es que bajo todas esas
ración deseables a las funciones reguladoras del centro; por su formas de colaboración jurídicamente organizadas se expresa
parte, el centro puede pecar de falta de «tonus» y de euritmia. el poder colegial de la Conferencia episcopal, la cual no es la
Aplicadas a las Conferencias episcopales, estas observaciones suma de los poderes de los obispos miembros, ni un poder
hacen destacar la importancia de una participación activa de delegado por la Sede apostólica romana, sino un poder cole-
todos sus miembros, de una generosa aceptación de las propias gial ordinario y propio ejercido a ese nivel en unión con el
responsabilidades. Los frutos no serán abundantes más que Romano Pontífice y reconocido por él (en el acta de promul-
si se mantiene constantemente despierto el interés de los par- gación del decreto Christus Dominus y en la recognitio que
ticipantes y el trabajo sigue siendo siempre realista y ordenado. dará a las decisiones de la Conferencia episcopal).
Si se ha dado mayor interés a ciertos aspectos jurídicos
de las Conferencias episcopales a causa de su novedad en el
4. OBRA COLEGIAL plano institucional, no debe, sin embargo, olvidarse la pon-
derada observación que sobre ellas hizo el cardenal Frings:
Concretamente, es aceptando una misión en el seno de una «Lo que cuenta en estas Asambleas no es su estatuto jurídico,
Comisión, un Comité o un Consejo como los miembros de las sino el espíritu de libertad, el compromiso voluntario, la ca-
Conferencias episcopales mostrarán su preocupación por ac- ridad fraterna.» Las realidades jurídicas no son más que ins-
tuar colegialmente para el bien común de las Iglesias. En efec- trumentos al servicio de la misión pastoral de la Iglesia; las
to, la actividad colegial de las Conferencias episcopales se Conferencias episcopales en sus distintas formas no se propo-
ejerce en todos sus niveles a través de todos los organismos nen otro fin.
que dependen de ella y no sólo en el nivel supremo de la C H . MUNIER
Asamblea general. Aunque esta última sea la expresión más
evidente de la acción colegial del episcopado, los organismos
que preparan o prolongan las decisiones de la Asamblea gene-
ral participan también del poder colegial de la Conferencia
episcopal que les confía su misión particular y delega en ellos
la autoridad requerida.
No podemos tratar de presentar aquí en detalle los dis-
tintos mecanismos que aseguran el buen funcionamiento de
las Conferencias episcopales, gracias a la división del trabajo
y a la atribución de competencias y poderes claramente defi-
Declaración conciliar acerca de los judíos 289

llevando adelante con sagacidad el aggiornamento, o puesta


al día de la Iglesia, contribuyó mucho a cambiar y suprimir
la secular hostilidad entre católicos —mejor diría cristianos
y no cristianos. Su peculiar actitud de fraternidad hacia los que
no pertenecían a su propia familia católica inspiró a los judíos
un recíproco optimismo que yo calificaría de inédito en nues-
tros dos milenios de historia común.»
COMENTARIOS DEL JUDAISMO SOBRE El doctor Lichten atribuyó «el profundo interés de los
LA DECLARACIÓN CONCILIAR ACERCA judíos por las deliberaciones del Concilio» a su larga historia
DE LOS JUDÍOS de sufrimientos: «El impacto que ha producido la declaración
del Concilio sobre las relaciones entre católicos y judíos debe
atribuirse en gran parte al hecho de que nadie entre nosotros
«Aquel que bendijo a nuestros padres, Abrahán, Isaac y es capaz de olvidar la reciente catástrofe mundial que signi-
Jacob, Moisés y Aarón, David y Salomón, a los Profetas de ficó la muerte para seis millones de inocentes víctimas judías.
Israel y a todos los justos que en el mundo han sido, bendiga El antisemitismo ha existido durante siglos, ciertamente, pero
al Papa y derrame bendición y prosperidad sobre todas las la "solución final", el diabólico plan nazi para exterminar por
obras de sus manos.» completo al pueblo de Israel, fue un invento de este siglo»2.
Tal era la plegaria del sábado que una comunidad judía Dos meses antes, el rabino Gilbert comparaba la actitud
del sur de Francia recitaba por el Papa en el siglo xv. Fue del Concilio Vaticano II con la del I, que preparaba un plan
divulgada y aplicada al Papa Juan por el rabino americano para invitar a los judíos a convertirse. Los judíos, dijo Gilbert,
Marc Tanenbaum con motivo de la apertura del Concilio ecu- «se habrían sentido ofendidos y habrían rechazado» semejante
ménico. La publicación de esta plegaria significaba tanto un invitación. Y volviendo al Vaticano II, afirmó: «Se ha aban-
testimonio de afecto hacia el Papa como una expresión de las donado el tono de superioridad para hablar a los judíos; se
esperanzas de los judíos '. ha abandonado la imagen estereotipada del judío... Los *ex-
pertos' asignados actualmente al Secretariado que se ocupa en
la Iglesia de esta tarea ya no actúan con aire de superioridad.
AFIRMACIÓN Y ESPERANZA Comprenden nuestros intereses y hablan en nuestro favor...
Esta es la gloria del propósito del Concilio. Manteniéndo-
El rabino Tanenbaum es director del Departamento de se firmemente convencidos de la verdad de su propia fe y
Asuntos Interreligiosos del Comité Judío Americano. Un soñando todavía con la reunión de todos en su Iglesia, los
puesto análogo ocupan en otra organización judía —la Liga católicos declaran, sin embargo: somos responsables de con-
Antidifamación de los B'nai B'rith— el doctor Joseph Lichten seguir la estima y el conocimiento mutuos a través del diálogo
y el rabino Arthur Gilbert. En una alocución pronunciada en y el estudio; debemos conoceros e intentar comprender vues-
un colegio católico en marzo de 1964, también el doctor Lich- tras creencias. Por encima de nuestras diferencias, nos senti-
ten alababa el espíritu del Papa Juan: mos obligados a condenar cualquier daño que se os pueda
«La atmósfera que el último Sumo Pontífice supo crear
2
De una lección editada por «The Catholic Messenger», 2
1
«New York Herald-Tribune», 14 octubre 1962. abril 1964.
290 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 291

causar... Cuando oigo todo esto, pienso que nosotros —la el documento final y, sin embargo, comprender los motivos
comunidad judía— podemos decir: Ken yehi ratzon, 'que el por los que se juzgó necesaria. Aun lamentando el cambio,
Señor lo haga asf» 3 . se le puede preguntar al editorialista si realmente cree que un
antisemita contumaz necesita que nadie le confirme en su
aberración. Además, ¿quién tuvo la culpa de que se diera tan-
CONSTERNACIÓN Y CENSURAS ta publicidad a la supresión y, lo que es peor, se interpretara
tan injustamente?
Si es cierto que ningún judío puede hablar en nombre de Tan cargado estaba el ambiente que se produjeron reac-
toda la comunidad judía americana, y mucho menos en nom- ciones como la del rabino Abraham Joshua Heschel, hombre
bre de la comunidad mundial, las tres reacciones descritas a con amplia reputación de sabio, quien declaró: «El no haber
propósito del proyecto de 1964 indican la opinión general. condenado la diabólica calumnia del deicidio, causa de asesi-
El tono de las reacciones cambió, sin embargo, cuando se co- natos y purgas, vale tanto como justificar Auschwitz, mantener
noció la versión final del documento. El entusiasmo cedió el la desconfianza ante el Dios de Abrahán y rendir un acto de
paso a una consternación general y los elogios se convirtieron homenaje a Satán» ó. Una acusación tan disparatada que el
en críticas. Los comentarios hostiles se referían a los cambios silencio es la mejor respuesta.
introducidos en la redacción final y se debieron, más que a Las críticas judías lamentaban cada vez más que el Concilio
los cambios en sí, a la importancia y al relieve que les atribu- se tomase años para salir al final con una declaración despro-
yeron los periódicos. Brotando de aquella atmósfera se podían vista de todo sentimiento cordial. Se quejaban de las discusio-
oír juicios sumarios: «Demasiado poco; demasiado tarde.» Un nes interminables, de las distintas versiones que se sucedían
articulista del Jerusalem Post mantenía que la declaración con- unas a otras; todo lo cual era, para ellos, la prueba evidente
ciliar «llega con mil quinientos años —o por lo menos con de que la Iglesia no siente lo que dice, de que la declaración
veinticinco años— de retraso» 4 . Con tan sombríos augurios no nacía del corazón7. No se les ocurría pensar a estos críticos
se llega a temer y a compadecer a la víctima. inconscientes que un documento tan importante por sus posi-
Un editorial del Cleveland Jewish News se expresaba así: bles consecuencias exige una discusión exhaustiva. El hecho
«La declaración ya no dice —como decía el esquema aproba- de que los defensores de la declaración nunca se cansaran de
do el pasado año— que en adelante el pueblo judío no debe argumentar contra una minoría vociferante significa un serio
ser presentado como rechazado, maldito o culpable de deicidio. compromiso y no una falta de interés.
(Para ser exactos, únicamente las palabras "culpable de dei-
cidio" desaparecieron del texto final.) ¿Necesita un antisemita
algo más que esta tachadura, tan ampliamente divulgada, para H I É L Y VINAGRE
confirmarse aún más en su antisemitismo, para mantener y
defender que la acusación de deicidio recae con toda propie- Entre las más ásperas reacciones estuvo la del rabino
dad sobre el pueblo judío?» 5 . Se puede lamentar —y yo lo Eisendrath. En su mensaje presidencial dirigido a la Asam-
lamento profundamente— la supresión de estas palabras en blea General de la Unión de Congregaciones Hebreas Ame-

3 6
«The Reconstruccionist», 10 enero 1964, 8-9. «Jewish Chronicle», 8 octubre 1965.
4 7
«Jerusalem Post Weekly», 10 diciembre 1965. Cf., por ejemplo, rabí doctor Naphtali Carlebach, en «Auf-
5
«The Cleveland Jewish News», 22 octubre 1965. bau», 5 noviembre 1965.
292 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 293
ricanas, en 1965, confesó su desconcierto al contemplar que conveniente en reconocer que sus palabras fueron poco afor-
todo había quedado «sustancialmente diluido» en la declara- tunadas. Sin embargo, también el Papa, como cualquier otra
ción final. Hizo suya la ultrajante acusación de The Christian persona, tiene derecho a que se le interprete según el con-
Century, que ya recogí en CONCILIUM (núm. 24, pág. 151), texto. Él ataque de su sermón iba dirigido contra aquellos
donde los editores acusaban al Concilio de «soberbia mons- que hoy se oponen a Dios. Al referirse al conflicto entre Je-
truosa», de «crimen contra los judíos», de «pecado contra sús y «los judíos», el Papa empleó un lenguaje preconciliar,
Dios», porque los obispos se arrogaban el «poder de absolver y ello puede parecer lamentable, pero esto no pasa de ser una
o no absolver a los judíos de un crimen del que éstos no son figura retórica empleada como punto de partida para su queja
culpables». ante la actitud negativa que muchos hombres de hoy mantie-
En ningún lugar de la Declaración del Concilio sobre los nen contra Cristo.
judíos se dice o se supone que la «absolución» se les conceda Los acalorados comentarios del rabino Eisendrath están
ahora. Tal idea procede de los titulares de los periódicos. No en directa oposición con otro de sus mensajes, del 16 de no-
es leal juzgar la declaración partiendo de unos textos tenden- viembre de 1963, en que «se congratula de los francos esfuer-
ciosos en vez de hacerlo sobre sus propias expresiones. El ra- zos de la Iglesia católica... en pro del ecumenismo cristiano...
bino Eisendrath va aún más lejos; piensa que los fallos que La mente se conmueve y el corazón se inflama ante la pers-
él encuentra en el documento le autorizan para advertir a los pectiva de un documento conciliar que no solamente repudie
sacerdotes: «Aun confiando que el empobrecido Esquema el antisemitismo, sino que siente una clara toma de posición
sobre los judíos servirá para poner en guardia a muchos clé- de los cristianos contra él», recordando al mismo tiempo las
rigos contra el pecado de antisemitismo, la responsabilidad enormes repercusiones que este impulso supondría para la vida
por las sinagogas pintarrajeadas con las cruces gamadas de la de los judíos en todas partes.
esvástica, por los cementerios judíos profanados, por la dis- Después de encomiar la tarea de la Iglesia, pasó a plan-
criminación y hasta la persecución que todavía se manifiesta tearse varios interrogantes incómodos dentro de su propia
en Europa, en América del Sur y en nuestro propio país... comunidad, por creer que el buen entendimiento entre perso-
hemos de hacerla recaer sobre quienes profieren frases tan nas de distintas religiones nunca puede ser una vía de dirección
incendiarias como las dichas por el Papa Pablo en su sermón única. «¿Qué hemos de pensar acerca de nuestra propia acti-
del Día de Cuaresma (sic), el pasado 4 de abril, en que azuzó tud ante el cristianismo y especialmente ante Jesús? ¿Debemos
a sus oyentes, dentro del acostumbrado fanatismo de la Sema- seguir siendo inflexibles... en rehusarnos a revisar nuestras
na Santa, recordándoles que los judíos, "predestinados a reci- propias declaraciones..., nuestra propia interpretación sobre
bir al Mesías, no sólo siguen sin reconocerle, sino que le com- el significado de la vida de Jesús, el judío? ¿Hemos exami-
baten, le calumnian y, finalmente, le matan"» 8. nado nuestros propios libros, oficiales o de cualquier otra
El sermón que Pablo VI pronunció el Domingo de Pasión clase, para reconsiderar la frecuentemente biliosa apreciación
de 1965 difícilmente se puede calificar de incendiario y cier- que tuvimos sobre aquel en cuyo nombre fue establecido el
tamente no pretendía fustigar «a sus oyentes dentro del acos- cristianismo?» Sus preguntas resultaban cada vez más dolo-
tumbrado fanatismo de la Semana Santa». Yo no tengo in- ridas: «¿Hasta cuándo seguiremos afirmando pomposamente
que la más importante aportación de Jesús consistió, simple-
8
«The State of Our Union», 48.a Asamblea General, Unión mente, en una recopilación de cuanto ya habían dicho sus
de Congregaciones Hebreas de América, San Francisco (California), antecesores judíos? ¿Tardaremos mucho todavía en recono-
14 noviembre 1965. cer que su influencia fue beneficiosa no sólo para los paganos,
294 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 295

sino igualmente para los judíos contemporáneos suyos y que ción de deicidio» (término que el autor consideraba errónea-
únicamente profanaron su enseñanza quienes, después de él, mente como «empleado tradicionalmente por la Iglesia» para
tomaron su nombre en vano?» 9. designar la condena y ejecución de Jesús) y también porque
Las manifestaciones del rabino Eisendrath fueron amplia- la Declaración únicamente «deploraba» el odio (que él enten-
mente divulgadas y en la misma proporción levantaron pro- día en su significado inglés de mero sentimiento, y no en el
testas. Fueron calificadas, usando sus propias palabras, como sentido latino de profunda y vehemente lamentación). En
«ataque malintencionado de un dirigente» del judaismo re- consecuencia, escribe así: «Me pregunto, a la luz de esta de-
formado. La experiencia no era nueva, aun siendo inesperada, claración, si la Iglesia conseguirá algún día su propia reforma,
pues ya antes, en 1934 y a propósito de unas declaraciones a no ser que ello ocurra en contra de algunos aspectos crueles
semejantes, Eisendrath había sido definido, en el pintoresco y hasta bárbaros de su propia historia literaria; a no ser que
y expresivo lenguaje de la prensa yiddish..., «como un mam- tenga en cuenta su propio pasado, reconozca sus propios pe-
zer (bastardo) y un mashummed (apóstata)». En 1963, su cados y los deteste en presencia de todos los hombres» ".
llamamiento en pro de una sincera apreciación de la doctrina Otro ejemplo de acrimonia es la «Carta abierta al Papa»
de Jesús, «sublime y sencillamente expresada en tono profé- escrita por el rabino Julius J. Nodel, de San Luis, con ocasión
tico y rabínico», fue recibido «con una casi total repulsa, cor- de la visita del Papa a las Naciones Unidas. Acusaba al Papa
dial y vehemente» 10. Incomprensiblemente, el rabino se sintió de «enaltecer a su propia Iglesia», pues siendo huésped de las
profundamente injuriado por una serie de ásperas malinter- Naciones Unidas, no quiso invitar a otros jefes religiosos para
pretaciones de su intento, lo cual da la apariencia de que sus que propugnaran, juntamente con él, la causa de la paz. Rela-
ataques contra el Concilio han sido un intento, quizá incons- cionó una y otra vez, desdeñosamente, la presencia del Papa
ciente, de reparar su honor ultrajado y recuperar el respeto Pablo con el Concilio. Por citar un solo pasaje: «El Concilio
de sus colegas y de los judíos en general. Si este análisis es Vaticano ha enunciado varias formulaciones doctrinales evasi-
correcto, uno puede preguntarse hasta qué punto un deseo vas. Pero, en el fondo, los judíos siguen siendo presentados
tan legítimo, como es el de ser comprendido, puede lograrse en todas ellas como los asesinos de Dios. Intentáis dar prue-
al precio de una acusación injusta, comprometiendo además bas de una nueva actitud de tolerancia, haciendo grandes es-
la fraternidad entre cristianos y judíos, que si aún no está fuerzos para relegar el crimen de los judíos a un pasado re-
conseguida, ya se presiente, y supongo que es una meta muy moto. Queréis dar a entender que sois magnánimo e ingenioso,
deseada por el propio Eisendrath. pero nosotros los judíos nos sentimos como el inocente a quien
se le perdona el crimen que nunca cometió. Nos ofende y re-
chazamos semejante clemencia de los cristianos. Mejor de-
MAS AMARGURA searíamos que la cristiandad se preocupase de limpiarse a sí
misma. Y no trato de atacar, sino de ayudar a la misma cris-
Entre otros duros ataques figura también un editorial de tiandad» n.
The Reconstructionist. Su articulista se sintió contrariado por- El colmo de la acritud es otra carta, esta vez dirigida a los
que la redacción final no rechazaba explícitamente la «acusa- rabinos, escrita por el doctor Dagobert Ruñes, un solitario que
9 no representa ni siquiera a la más pequeña facción del judaís-
Message of the President (Union of American Hebrew Con-
gregations), 16 noviembre 1963. 11
10
The Case for Jesús' Rehabilitation: «The Jewish World», «The Reconstruccionist», octubre 1965, 3.
diciembre 1964, págs. 24-27. Tomado de una copia que circuló privadamente, págs. 3 y 6.
296 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 297
mo americano. He aquí unas citas características: «Mientras 155), abordé la acusación de que el Nuevo Testamento es
los ecumenistas nos regalan el caballo de Troya de sus carita- antisemita y, por tanto, responsable de todos los sufrimientos
tivas homilías sobre la unidad judeo-cristiana, dando la im- de los judíos. No creo preciso ocuparme aquí de las poco amis-
presión a los incautos de que estos diálogos en los colegios tosas observaciones de este autor. Sin embargo, me creo en
y en los centros comunitarios pondrán fin a los "malentendi- el deber de informar al lector de que el doctor Ruñes no dejó
dos" que separan a las dos grandes religiones, la Iglesia cató- las cosas como estaban, sino que fue más lejos, y ha publicado
lica se niega a introducir el más ligero cambio en su Nuevo su propia edición del Evangelio según San Juan, expurgado
Testamento, que es un verdadero manantial de odio contra de todos los versículos que le parecían antijudíos. El doctor
los judíos... Este Nuevo Testamento contiene 102 referencias Ruñes no se sintió afectado por escrúpulos de modestia, y así
básicas al pueblo hebreo, cada una de las cuales es maliciosa- ha podido escribir en la portada del libro: «Editado de acuerdo
mente antisemítica... Tal es la religión que cada muchacho con el verdadero espíritu ecuménico del Papa Juan XXIII
y muchacha católicos, y, por supuesto, también los protestan- por Dagobert D. Ruñes. El mensaje de Jesús se ofrece aquí
tes, absorben mientras leen el Nuevo Testamento... Los cris- sin adulteraciones de odio ni repulsa contra el pueblo del
tianos piensan que su Biblia es un libro de amor; para nos- Salvador.»
otros los judíos es un libro de odio. No necesitamos más
lecciones de las Iglesias cristianas. Todo lo que les pedimos
VOCES ALEGRES
es que quiten de sus Escrituras esas claras referencias anti-
semitas contra el pueblo de Israel y que dejen de enseñar a
sus niños que nosotros somos la progenie del diablo» u . Para no dar la impresión de que estas muestras de rencor
En mi anterior artículo (CONCILIUM, núm. 24, págs. 152- caracterizan la respuesta judía a la declaración, desearía citar
ahora dos respuestas favorables. La primera es del doctor
13 Ernst Ludwig Ehrlich: «A pesar de algunas notas discordan-
De una carta que circuló en privado, págs. 2-3. Esta carta
es una simple repetición de los sentimientos que el autor expuso tes, la Declaración del Concilio sobre la religión judía supone
en su folleto The Jews and the Cross. Cuando ya tenía terminado un progreso teológico. Este progreso queda más claro al com-
este boletín, supe que en una reciente reunión de estudiantes ju- parar la Declaración con la 'Resolución sobre el antisemitismo'
díos, protestantes y católicos celebrada en Boston (U. S. A.), el dis- del Consejo Mundial de las Iglesias (Nueva Delhi, 1961). Hay
tinguido editor de «Judaism», rabí Steven S. Schwarzchild, hizo que reconocer que la segunda toma una clara posición contra
notar que el nombramiento del obispo Carli para un alto puesto el antisemitismo. Sin embargo, contiene un evidente elemen-
en el Vaticano prueba, una vez más, la deslealtad de los católicos to misionero: a los judíos no se les considera 'hermanos sepa-
y de la misma declaración conciliar. La fuente de tal rumor es, sin rados', y la total abolición del antisemitismo se considera más
duda, la carta del doctor Ruñes, en la que éste sostiene que «Pa- bien como una premisa necesaria para el retorno de los judíos
blo VI... designó al obispo Luigi Carli,Tin conocido ensayista
antisemita, para encabezar la Curia, quedando confiado en sus ma- a Cristo... Por el contrario, la Declaración apunta decidida-
nos el destino del "problema judío"». No me asombra esta falsi- mente hacia el futuro en que todos los hombres se someterán
ficación de los hechos, que no es la única que contiene la carta. al único Dios que por primera vez se manifestó a Israel, el
Pero sería injusto decir que el doctor Ruñes está solo. La fácil Señor a quien finalmente servirán todos los hombres unidos
acogida que un hombre de la categoría del doctor Schwarzchild dio hombro con hombro. Tal es la esperanza de Israel, y la Iglesia
a su carta demuestra que junto al doctor Ruñes hay otros judíos la hace suya también. De ahí resulta que cristianos y judíos
que se complacen en manchar el aire fresco que empiezan a respi- tienen en común no sólo el fundamento de un pasado bíblico,
rar cristianos y judíos. sino también un gran destino: el reinado del único Dios sobre
20
298 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 299

todos los hijos de los hombres. La Declaración subraya esta clima de las relaciones entre cristianos y judíos con motivo del
común esperanza. Evita toda alusión a la conversión de Is- Concilio, los sentimientos reprimidos no desaparecieron; por
rael, que hubiera sido ofensiva para los judíos y hubiera el contrario, se produjo en muchos casos una explosión de la
aumentado la separación con respecto a los cristianos. Con ira que había estado oculta demasiado tiempo. Salieron a la luz
todo, la Iglesia no deja de dar el testimonio que se esperaba pública toda clase de agravios, unos justificados y otros que
de ella. Junto con los judíos, espera que el camino hacia el lo eran menos, agravios cuya existencia muchos cristianos ni
futuro será más feliz que la experiencia de las pasadas rela- siquiera sospechaban. Este panorama puede parecer sombrío;
ciones entre judíos y cristianos» M. sin embargo, los resultados a largo plazo serán positivos. La
No son muchos los judíos que tienen ocasión de manifes- explosión de sentimientos heridos, la libertad para proclamar
tar lo que piensan: en realidad rehuyen las discusiones en los viejos rencores únicamente prueban en definitiva que esta
público. Por ello puede resultar significativo este relato de catarsis venía siendo muy necesaria. Una vez desechados el
una experiencia personal. A primeros de este año hablé ante miedo y la ira, quedarán fortalecidas la verdad y la propia
una congregación judía tradicional sobre el fundamento común estima, y la Declaración podrá servir de cimiento a una nueva
del judaismo y del cristianismo y sobre el concepto del judais- actitud de mayor serenidad.
mo que se desprende de la declaración. Al día siguiente me Segundo. La propia estima exagerada puede convertirse
escribió el rabino: «Le estamos profundamente agradecidos en todo lo contrario de la serena confianza en sí mismo y de-
por haber puesto de relieve ante nosotros algo que, por otra generar en una especie de idolatría de los propios valores. En
parte, era tan obvio y que llevábamos repitiéndolo una y otra el ambiente del «Coloquio sobre cristianismo y judaismo» de
vez. Que cristianos y judíos tenemos una herencia común es Harvard, en octubre de 1966, Markus Barth pudo llamar la
una verdad fundamental, y a partir de ahora habrá que pro- atención «sobre ciertos signos de un triunfalismo incipiente
clamarlo desde los tejados hasta que llegue a impregnar el aire que se hacen notar entre los participantes judíos (en este diá-
que respiramos y penetre profundamente en los corazones y logo)». Esta actitud se ha manifestado en tres formulaciones:
en las mentes de nuestro pueblo, hasta que sea conseguida la 1) Se ha calificado al cristianismo de «barco a pique», un sim-
paz, la verdadera paz.»
ple incidente dentro de la historia judía, asunto que apenas
merece atención y mucho menos unas conversaciones... 2) El
¿POR QUE? ¿POR QUE? ¿POR QUE? sufrimiento inmenso y los horrores de Auschwitz fueron re-
cordados con la intención de probar la superioridad del testi-
Sigue planteada la cuestión: ¿A qué se deben las reaccio- monio dado por los judíos martirizados... 3) Un estudio libre
nes ásperas y destempladas ante la declaración sobre los ju- de prejuicios sobre el judaismo posbíblico... pone de mani-
díos? Me parece que se pueden dar varias respuestas. fiesto que el cristianismo es incapaz de ofrecer un camino de
Primero. En el pasado, los judíos se vieron obligados a justicia mejor o distinto del que siempre ha mantenido el ju-
ocultar y a veces reprimir la amargura que les causaron los daismo «sensitivo»... No fueron cristianos, sino un orador
abusos y las injusticias de que fueron víctimas. Al cambiar el judío, quien calificó esta actitud de «triunfalismo» 15.
14 15
De la lección What is the Significance of the Second Van- De un editorial, Dialogue is not Enougb: «Journal of Ecu-
ean Council for us Jetos, que forma parte de una serie titulada menical Studies», vol 4 (invierno 1967), 116. Los límites de espa-
Was bedeutet das Zweite Vatikanische Konzil für uns?, Basilea, cio me obligan a recortar las citas. Espero que los lectores de
1966, págs. 209-215. CONCILIUM consultarán el editorial completo.
300 J. Oesterreicher

Tercero. Hay otro mecanismo psicológico que explica no


tanto el resentimiento cuanto el disgusto manifestado por al- UN BROTE DE ESPERANZA
gunos oradores judíos. Un conocido rabino americano, Arthur
Hertzberg, escribía recientemente que cuando apareció la De- Fruto no pequeño de la declaración fue un animado inter-
claración sobre los judíos se esperaba que habría de ser bien cambio de cartas que aparecieron en Le Monde, de París. Ha-
recibida por todos. La gran mayoría de los judíos, y con ellos blando como si estuviesen alcanzados todos los resultados que
sus dirigentes, se sintieron contentos por la forma en que los la Declaración ha de producir a largo plazo, Michel Elyor-
obispos habían actuado en el Concilio. Para comprender por Friedmann, de Beersheba (Israel), se congratulaba porque «se
qué algunos reaccionaron en forma distinta, conviene recordar ha dado un paso decisivo... Los católicos han expurgado sus
que cuando, hace dos siglos, los judíos salieron del ghetto plegarias de todo término que pueda ofender a los judíos».
oficial y físicamente, lo arrastraron consigo como una realidad Y prosigue: ¿No habrá llegado el momento de que, a la vista
psicológica. Se sentían en él como amparados por una forta- de este ejemplo, también los judíos se examinen y vean, con
leza inexpugnable. La necesidad de reagruparse frente al ene- plena objetividad y conciencia, si sus propias plegarias están
migo parecía el factor decisivo para mantener unidos a todos de acuerdo con este orden de cosas? Y cita, entre otros, un
los judíos, creyentes y no creyentes. pasaje de la Haggadah de la Pascua, «donde se pide a Dios
Ahora, con el final del antisemitismo cristiano, algunos que derrame su ira sobre todas las gentes que no le conocen
creen que ha quedado comprometida la posibilidad de que los y las extermine». El mundo habría quedado rápidamente des-
judíos se sientan identificados. Los judíos americanos, como poblado de haber prestado Dios oído a semejantes peticiones,
los de otros países, detestan el antisemitismo masivo, pero prosigue el autor, y se pregunta si es preciso lanzar este ana-
consideran que un antisemitismo moderado les viene bien, tema contra las gentes que no conocen al Dios de la Biblia
porque sirve para mantenerlos unidos. El nuevo clima de las y si por ventura su servicio exige tal cosa. ¿Son realmente tan
relaciones entre cristianos y judíos plantea una cuestión: ¿has- culpables como para reclamar contra ellos la ira del cielo, sólo
ta qué punto pueden los judíos confiar que permanecerán porque tienen y practican una fe que no es la nuestra? «Cosa
fuertemente unidos, en una gran mayoría, sintiendo la necesi- buena sería —continúa reflexionando— que un Concilio,
dad de mantener su comunidad y su tradición? judío esta vez, se reuniera... con el objetivo de extirpar cual-
El rabino Hertzberg concluía con este hermoso pensa- quier brote de odio contra el hombre, sea quien sea... Puesto
miento: Los caminos de Dios son extraños. El esfuerzo de que el virus del odio se transmite desde la infancia de una a
los judíos ha tenido escasa influencia en el trabajo de revi- otra generación... Un rayo de amor universal brotado en la
sión emprendido ahora por los católicos. Sin embargo, este primera infancia sería un catalizador entre los pueblos, entre
trabajo ha hecho surgir, dentro de la comunidad judía, todo todos los pueblos» 17.
género de interrogantes y ha servido para que se planteasen En su respuesta del 13 de enero de 1966, la señora Eliane
de nuevo otras cuestiones que habían quedado relegadas al Amado Lévy-Valensi manifiesta su temor de que, en la carta
olvido. «Creo firmemente que los unos sirven de instrumento, del señor Elyor-Friedmann, la preocupación por la simetría
en manos de Dios, para la renovación de los otros» 16. cause algún detrimento a la preocupación, más seria, por la
reciprocidad. Y hace algunas observaciones:
«a) No puede compararse el grito de dolor que lanza el
16 17
«The National Catholic Repórter», 12 abril 1967. «Le Monde», 28 diciembre 1966.
302 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 303

perseguido con la condenación dogmática de sus víctimas por ritu se sitúa una experiencia sorprendente: «Uno de mis ami-
el perseguidor. Israel se ha visto arrastrado muchas veces hacia gos, rescatado de Auschwitz, acierta a oír a un anciano judío
el combate simbólico de David contra Goliat... moribundo. En sus plegarias, el anciano judío descubrió es-
b) Sin duda que pueden suprimirse algunos textos, pero pontáneamente las palabras de Jesús, que le eran desconocidas:
¿podrán suprimirse versículos de los salmos, imprecaciones "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen"» 18.
de los Profetas —patrimonio común de las comunidades ju-
día y cristiana— que unos y otros cantan y recitan? Los ver- J. OESTERREICHER
sículos a que el señor Elyor-Friedmann se refiere son, entre
otros, los siguientes: "Derrama tu cólera sobre las naciones
que no te conocen" (Sal 78,6). "Derrama tu cólera sobre ellos;
que el furor de tu ira los arrebate" (Sal 68,25).
c) No basta con fijar la atención en estos gritos. Hay
que tener en cuenta además su contexto y sus motivos. Estos
últimos están expresados en el salmo 78,7: "Porque han de-
vorado a Jacob y han devastado su morada." Según esto, es la
incredulidad lo que se condena a la destrucción; el asesino
es precisamente el que niega a Dios con sus ataques contra el
hombre. No es posible penetrar del todo el sentido de estos
textos si previamente se establece como un dogma que es el
judaismo quien se expresa a través de ellos; solamente pue-
den ser comprendidos si se toman como efusiones vivas de
personas reales.»
Después de exponer una conmovedora, aunque a veces
arbitraria afinidad, cuando no identidad, entre Jesús e Israel
a lo largo de los tiempos, la señora Lévy-Valensi afirma que
estos gritos que parecen de odio lo son en realidad de angus-
tia, al mismo tiempo que expresan una verdadera profesión
de fe: «Cuando el enemigo me cerque, con la ayuda del Señor
yo lo destrozaré.» Se trata de afirmaciones de esperanza in-
quebrantable en medio de la batalla que todo hombre ha de
librar contra el mal y la muerte, batalla que han librado de
forma ejemplar y decisiva, Israel y Jesús, a quien el pastor
Jean Lacocque ha llamado «el Judío central».
Sin necesidad de suprimir tales textos, continúa la señora
Lévy-Valensi, se los puede limpiar de todo odio. Pueden ser
considerados como momentos de una lucha penosa, hitos y
etapas de un recuerdo histórico cuyo destino es precisamente 18
engendrar el amor al chocar con el odio. Dentro de este espí- Ibíd., 19 enero 1967.
Crimen y castigo en la Iglesia 3Q5

una garantía de su autenticidad y veracidad carece de persuasión.


Las comunidades eclesiales no pueden permitir que el misterio de
salvación sea celebrado o los puestos eclesiásticos sean ocupados
por personas que rechacen abiertamente su evangelio o cuya con-
ducta niegue clara y manifiestamente tal proclamación. Las Igle-
sias no serán fieles a sí mismas si no se mantienen en una verda-
dera unidad de fe, de comunión y de vida evangélica. Es obvio
Boletines que no se trata de tomar medidas disciplinares contra cualquier
expresión de debilidad humana o cualquier falta. Pero sí se trata
de no arriesgar la unidad esencial en la fe, la comunión y la vida
cristiana de las comunidades eclesiales.
CRIMEN Y CASTIGO EN LA IGLESIA Se está de acuerdo en que la legislación penal contenida en el
actual Código de derecho canónico se halla en gran parte total-
Todos los autores que tratan en general de la revisión del de- mente anticuada e incluso es letra muerta. Su aplicación supone
recho canónico subrayan la necesidad de una total refundición del en muchísimos casos una complicación de la tarea del confesor,
libro V, el Código penal (De delictis et poenis). Afirman en par- si bien no es, en manera alguna, misión suya atender al manteni-
ticular que debería ser radicalmente simplificado. Existen, sin em- miento de la disciplina de la Iglesia. Puede decirse sin exageración
bargo, pocas publicaciones que traten específicamente de la revi- que hoy no existe una clara disciplina pública en las Iglesias. Sólo
sión del Código penal'. Las páginas siguientes presentan un análisis un ejemplo: cuando una jerarquía proclama en su territorio la jus-
crítico de los problemas básicos que en tales estudios se suscitan. ticia social como el más urgente de los deberes cristianos, ¿qué
No me propongo discutir las cuestiones puramente técnicas, tales puede hacer, en materia de medidas disciplinares prácticas, contra
como la terminología y el método. aquellos católicos que desprecian en público y abiertamente esta
obligación en sus acciones? ¿Y cómo puede ser tomado en serio
En la cuestión global de la renovación del ordenamiento ecle- ese mensaje si precisamente tales católicos participan plenamente
siástico, la revisión del Código penal es uno de los huesos más en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia o incluso ocupan en
difíciles de roer. Sin embargo, el mantenimiento o la restauración ellas un lugar de honor?
de una disciplina eclesiástica es el complemento necesario de la
positiva expectación suscitada por el Vaticano II con respecto a la En semejante situación no se puede evidentemente elaborar
imagen del pueblo de Dios en el mundo presente. El testimonio desde un despacho un sistema de leyes penales y esperar que éste
de la Iglesia en el mundo contemporáneo consiste primariamente restaure o introduzca por sí mismo la disciplina en todas las Igle-
en la vida efectivamente cristiana de los fieles. Una proclamación sias. Lo más que se puede hacer es proponer unos cuantos prin-
de la palabra que no se apoye en este testimonio y no tenga en él cipios básicos sobre disciplina eclesiástica e indicar algunas direc-
trices, más que reglas precisas, que ayuden a las Iglesias en su
1
esfuerzo por mantener una disciplina razonable. También aquí es
Cf. J. Baldanza, De recognoscendo iure canónico poenali quaestiones necesario un período relativamente largo de experimentación antes
quaedam; De iure canónico poenali secundum hodiernam ecclesiologiam re- que se pueda estructurar un sistema de normas realmente viable
cognoscendo: «Ephemerides iuris canonici», 19 (1963), 93-104, y 20 (1964),
3-17; cf. 21 (1965), 164ss; O. Cassola, De iure poenali Codicis canónico en la vida de la Iglesia.
emendando; Natura e divisione del delitto: osservazioni de jure condendo-
«Apollinaris», 32 (1959), 240-259, y 34 (1961), 332-344; R. Castillo Lara,
Algunas reflexiones sobre la futura reforma del libro V C. I. C: «Salesia- ¿ D E R E C H O PENAL O DISCIPLINA?
num», 23 (1961), 317-338; A. Scheuermann, Erwdgungen zur kirchlichen
Strafrechtsreform: «Archiv für katholisches Kirchenrecht», 131 (1962), 393-
415; A. Szentirmai, Quaestiones de iure poenali canónico hodiernis necessi- Para probar que la Iglesia necesita un Código penal se ha ar-
tatibus accommodando: «Monitor ecclesiasticus», 87 (1962), 607-624. gumentado que el poder coactivo es tan necesario en la Iglesia
306 P. Huizing Crimen y castigo en la Iglesia 307
como el derecho en general. Se dice que la Iglesia es una sociedad «derecho penal» en la Iglesia y hablar más bien de un ordena-
perfecta y que esto requiere una ordenación jurídica externa de miento disciplinar. En él no se trata tanto de juzgar y condenar
la vida de la comunidad. La coacción es un elemento esencial del al individuo cuanto de determinar qué tipo de conducta sería in-
derecho, o al menos un aspecto necesario del mismo. Se admite compatible con la naturaleza y la misión de la comunidad eclesial.
que las penas canónicas deben hoy ser empleadas con cautela, no
por razones intrínsecas, sino en atención a la acentuada indife-
rencia del mundo actual. LA NOCIÓN DE «DELITO»
Este punto de vista aplica al ordenamiento eclesiástico un con-
cepto de derecho que es válido para los Estados seculares, pero no Según el canon 2.195, «delito» significa, en el derecho canó-
para la Iglesia. Es cierto que antiguamente la excomunión y otras nico, la violación externa y moralmente imputable de una ley o
medidas punitivas de la Iglesia tenían un marcado carácter coacti- mandato que lleve aneja una sanción canónica, o al menos una
vo. Esto se debía, ante todo, a que en la sociedad religiosamente amenaza de castigo, aun cuando éste no haya sido aún determinado.
homogénea de entonces tales medidas estaban respaldadas por la Se puede concluir de esto que el ordenamiento eclesiástico trabaja
opinión pública; además, si el transgresor se oponía a las medidas con el principio de que no hay castigo sin ley (nulla poena sine
eclesiásticas, tenía que habérselas en último término con el «brazo lege), al menos en el sentido de que nadie puede ser castigado si
secular». Pero incluso entonces la doctrina común ponía el énfasis la ley o el precepto no prevé que una determinada conducta es
en el significado esencialmente religioso y eclesial de tales medidas. punible. Sin embargo, el canon 2.222, par. 1, parece atenuar esto
Su finalidad era inducir al transgresor a la conversión y penitencia con una excepción. Dice este canon que, aunque la ley no contenga
y preservar a la comunidad religiosa contra los ataques a su fe y sanción alguna, la legítima autoridad puede castigar la transgresión
defender el orden de su vida comunitaria. de tal ley, aun cuando no exista previamente la amenaza de una
sanción, siempre que esto se estime necesario por razón de escán-
Hoy, en cambio, el principio de libertad religiosa, aceptado por dalo público o por la particular gravedad de la transgresión; de lo
el Concilio, nos obliga a abandonar toda forma de coacción social, contrario, el culpable no puede ser castigado a menos que haya
incluso dentro de la Iglesia. La pertenencia a esta comunidad, la habido una amonestación previa con amenaza de castigo en caso
participación en las celebraciones litúrgicas y en la misión apostó- de transgresión. A partir de aquí se ha sugerido que debería am-
lica de la Iglesia, la aceptación y ejecución de los oficios y servicios pliarse la noción canónica de «delito» o, de lo contrario, debería
eclesiásticos son cosas que la Iglesia sólo puede buscar sobre una eliminarse toda posibilidad de infligir un castigo si éste no ha sido
base exclusivamente voluntaria. Todas las medidas con que la previamente determinado. Se ha sugerido asimismo que esta deter-
Iglesia excluye a alguien de la comunidad, de la participación li- minación debería estar contenida en la ley, de suerte que un orde-
túrgica o del ejercicio de un oficio eclesiástico sólo pueden enten- namiento no podría contener ya una amenaza de castigo. A este
derse hoy como encaminadas a mantener la comunión de culto y propósito se recuerda la legislación vigente en numerosos países
de enseñanza no sólo como un hecho, sino también verbalmente, y la declaración de los derechos humanos, que contiene este prin-
como un signo auténtico y digno de crédito en este mundo. La cipio.
Iglesia ha de esperar obviamente que su juicio Ueve a los posibles
transgresores a cambiar de disposiciones, pero aun esto debe ser Ahora bien: el principio de que el juez no puede infligir un
plenamente voluntario y no el resultado de una disciplina coactiva. castigo a menos que se funde en una ley penal existente se ajusta
Así, por ejemplo, el menoscabo social o económico que puede lle- de lleno a un sistema en el que legislatura y judicatura son fun-
var consigo la deposición de un oficio eclesiástico no debe seguir ciones separadas. En tal caso, al legislador corresponde establecer
siendo empleado como un medio para forzar la sumisión y con- qué castigo debe acompañar a cada transgresión, mientras que el
versión. Más bien deberíamos suprimir tales consecuencias dentro juez se limita a aplicar esas leyes. Pero en el ordenamiento ecle-
de lo razonable. siástico no existe separación en principio entre legislatura y judi-
catura, y concretamente no existe en el derecho penal. Los proce-
Parecería más lógico abandonar completamente la idea de sos exclusivamente penales no tienen lugar en los tribunales ecle-
308 P. Huizing Crimen y castigo en la Iglesia 309

siásticos. De hecho, las medidas disciplinares son tomadas por los otra manera, pero no pública, es castigada con excomunión. Algu-
diversos organismos de gobierno existentes en la Iglesia. En teo- nos canonistas, según esto, intentan incluso afirmar que una apos-
ría y en la práctica es un punto discutido el hecho de si esto puede tasía secreta afecta también de algún modo al orden público, pero
cambiar y si es deseable tal cambio. evidentemente no convencen a nadie.
También se discute si es deseable, particularmente en una co- Partimos, por una parte, del legítimo principio de que el de-
munidad eclesial, incluir una lista completa de todos los delitos recho penal o el ordenamiento disciplinar de la Iglesia es por su
con sus respectivas sanciones en un Código legal que es válido naturaleza una cuestión pública, una cuestión que atañe a la co-
para toda la Iglesia o, respectivamente, para toda la Iglesia latina munidad. Pero, por otra parte, hallamos medidas disciplinares que
y para las Iglesias orientales. En la sociedad civil, esa certidumbre afectan a la conducta no pública, y esto es inconciliable con dicho
sobre la ley debe existir a fin de que los ciudadanos conozcan exac- principio. Este hecho nos está diciendo que aún no se ha comple-
tamente qué tipo de conducta puede llevarlos a un tribunal. Pero tado el desarrollo del principio. Existe, en efecto, el principio de
¿tiene sentido esta certidumbre en una comunidad eclesial? ¿Es que el interés de la Iglesia por la vida de la comunidad debe sepa-
posible reconocer a un católico como miembro pleno de la comu- rarse de su interés por los miembros individuales, pero tal prin-
nidad a pesar de una conducta seriamente indeseable sólo porque cipio va siendo comprendido sólo gradualmente en el ordenamiento
esa conducta no ha sido prevista en la ley? Sin embargo, tiene sen- eclesiástico. Por ejemplo, el secreto de la confesión ha venido a
tido afirmar que ningún miembro de la Iglesia puede ser objeto ser sólo gradualmente tan absoluto como lo es hoy. La administra-
de medidas disciplinares sin previo aviso. Y también tiene sentido ción eclesiástica se va distinguiendo cada vez más en principio de
establecer una procedura para tomar tales medidas, las cuales han las funciones que se refieren a la dirección espiritual personal.
de proteger a los individuos contra toda injusticia y arbitrariedad. Se ha insistido en que esta distinción debería aplicarse tam-
Difícilmente podrá la Iglesia ofrecer a sus miembros certidumbre bién consecuentemente al derecho penal eclesiástico. A mi juicio,
sobre la ley en el sentido de impunidad en todos los casos, a menos Scheuermann tiene razón cuando dice que la restauración del de-
que éstos se hallen precisamente determinados en la misma ley. recho penal en su relación con el orden público es la exigencia
No obstante, puede procurarles la razonable certeza de que no fundamental para una revisión del Código penal. Pero, en tal caso,
serán víctimas de injusticias ni arbitrariedades. Así, pues, podemos creo que deberíamos comenzar por suprimir totalmente la noción
prescindir oportunamente de una definición jurídica de «delito». de «delito secreto».

DISCIPLINA Y PENITENCIA LA NOCIÓN DE «PENA»

En los comentarios al referido canon 2.195, par. 1, y en la Una aplicación consecuente de la distinción entre disciplina y
definición de «delito» eclesiástico se dice que, en el derecho penal, penitencia debería llevar también a una modificación de la noción
la Iglesia considera tan sólo los aspectos sociales del delito, no el de pena canónica. El canon 2.215 describe la pena eclesiástica
aspecto de «pecado», del cual se es responsable ante Dios; este como la privación de un bien a fin de lograr la corrección del de-
aspecto está sometido al sacramento de la penitencia en virtud de lincuente y la satisfacción por la ofensa. En el Estado civil, todas
lo que se llama «potestad vicaria». Aquí se obtiene la satisfacción las medidas penales son medios con que la comunidad, por medio
mediante una penitencia voluntariamente aceptada. Del mismo de sus organismos competentes, amenaza al transgresor. No existe
modo, cuando son lesionados los derechos de otras personas, la ningún sistema en el cual el transgresor deba aplicarse a sí mismo
cuestión se solventa no en un tribunal criminal, sino civil; la falta el castigo. Pero no sucede así en el derecho canónico. La excomu-
está sometida a sanciones como materia de orden público. Por nión, la suspensión y el entredicho no son únicamente medidas
otra parte, cuando estos autores explican las palabras «violación que la comunidad o la autoridad eclesiástica toma contra el trans-
externa» en este canon, dicen que «externa» no es lo mismo que gresor, sino que pesa sobre el mismo transgresor la obligación de
«pública». Así, por ejemplo, una apostasía «externa» de una u ejecutar tales medidas. La pena eclesiástica no sólo obliga a las
310 P. Huizing Crimen y castigo en la Iglesia 3H

Iglesias a impedir que alguien se acerque a los sacramentos o los regular el aspecto público de la vida de la comunidad, y no la vida
administre, o que participe en la celebración de la Eucaristía o privada de una persona. Esta sería una aplicación lógica de la se-
ejerza una función, etc., sino que también impone al transgresor paración entre ley y conciencia (forum externum y forum in-
la obligación en conciencia de abstenerse de esas acciones. Debe- temum).
ríamos considerar seriamente si no convendría convertir todas las
medidas disciplinares eclesiásticas en sanciones aplicables por la PENAS VINDICATIVAS Y MEDICINALES
Iglesia o las Iglesias, sin imponer obligaciones positivas al delin-
cuente. Lo que él cree que puede o no puede hacer en su vida El canon 2.216 distingue entre penas medicinales o censuras,
privada y a la luz de su propia conciencia es un asunto entre él que se dirigen inmediatamente a la enmienda del delincuente, y
mismo y Dios o entre él y la Iglesia en el sacramento de la peni- penas vindicativas, que se encaminan al castigo de un delito. Se
tencia, donde se verificará una especie de juicio. No parece ya ha argüido que estos dos tipos de medidas no se diferencian esen-
necesario ni deseable que una persona, aparte su obligación en cialmente en su objetivo. La única diferencia sería que las penas
conciencia de abstenerse de los sacramentos o de funciones espe- medicinales cesan mediante la absolución tan pronto como el de-
cíficamente sacerdotales, sea onerada con unas obligaciones suple- lincuente admite su falta, mientras que las penas vindicativas sólo
mentarias de derecho positivo. Esto, naturalmente, no afecta a la cesan una vez transcurrido el plazo señalado por la sanción o bien
obligación en conciencia de someterse a las justas medidas tomadas mediante una dispensa.
por la autoridad competente, de la misma manera que hay que Hasta el siglo xv, ni el derecho canónico ni la ciencia jurídica
someterse al justo castigo de la autoridad civil. conocieron semejante distinción. A partir de varios textos, los
Así podemos evitar también una contradicción que existe en autores clásicos elaboraron una noción más o menos adecuada de
la actual disciplina y en el derecho canónico en este punto. Cuando censura. Pero hasta el Código de 1917 no se hizo un esfuerzo para
la Iglesia decide que a una persona se le niegue la comunión o se establecer una clara distinción. Si queremos ver en el ordenamien-
le impida celebrar misa por su mala conducta pública, no juzga la to eclesiástico no tanto una legislación penal dirigida contra la
conciencia del interesado ni intenta juzgarla. «La Iglesia no juzga persona del delincuente cuanto una disciplina encaminada a la pro-
tección de la comunidad, ya no habría razón alguna para distinguir
asuntos de conciencia» (de internis Ecclesia non iudicat), dice un
entre medidas encaminadas a la enmienda del delincuente y medi-
adagio secular. Pero, en tal caso, carece de lógica imponer a alguien
das encaminadas al castigo del delito. Todas las medidas discipli-
una obligación directa de conciencia a fin de que tome medidas
nares se encaminan primera y directamente al mantenimiento de
disciplinares contra sí mismo, en lugar de imponerle sólo indirec- la naturaleza y la unidad de las Iglesias, y sólo indirectamente a la
tamente la obligación en conciencia de someterse a un justo juicio corrección o el castigo. Tales medidas dejarán de ser operativas
y no oponerse a las justas medidas tomadas por la autoridad. Quien tan pronto como no las exija la primera finalidad.
ha de juzgar si alguien en su vida privada y en conciencia es digno
de recibir la comunión o celebrar misa, es él mismo, y en la con-
fesión, el confesor; a la Iglesia toca juzgar si se puede administrar LAS PENAS «LATAE SENTENTIAE»
la comunión a esa persona o permitirle que celebre misa. Es claro
que se debe tener en cuenta el juicio de la Iglesia cuando se va a Según el canon 2.217, par. 1, 2°, la pena latae sententiae es
juzgar una cuestión de conciencia, pero el juicio público de la Igle- la que va aneja a la ley o precepto, de suerte que se incurre en
sia no debería ser al mismo tiempo un juicio en conciencia. ella ipso jacto por la violación de la ley o del precepto. Se opone
Si cabe admitir este punto de vista, las medidas disciplinares a la pena ferendae sententiae, es decir, aquella que requiere para
de la Iglesia, al igual que las medidas penales tomadas por el Es- incurrir en ella la sentencia de un juez o una decisión de la auto-
tado, determinarán directamente la conducta de la comunidad para ridad. La mayoría de las penas canónicas actuales son latae senten-
con el delincuente, pero sólo indirectamente la conducta del de- tiae. En el Código hay al menos cuarenta y nueve excomuniones
lincuente mismo. En tal caso, la función del derecho canónico es latae sententiae contra cinco ferendae sententiae; hay además nue-
312 P. Huizing Crimen y castigo en la Iglesia 323

ve suspensiones y tres entredichos latae sententiae. Para justificar gado a soportarla en el caso de que esto ponga en peligro su buen
nombre (cánones 2.261 y 2.284). El confesor puede siempre ab-
la existencia de tales penas se han aducido diversos argumentos.
solver no sólo de la pena incurrida secretamente, sino también de
En su bula Auctorem fidei, de 28 de agosto de 1794, Pío IX
la censura pública (canon 2.251). Y así la pena se convierte en un
condenaba la siguiente proposición: «... por ley natural y divina,
asunto privado; no es ya una cuestión que afecte a la comunidad,
una excomunión o suspensión debe necesariamente ir precedida sino una cuestión personal, un apéndice del pecado. Las sanciones
de una investigación personal; por tanto, las medidas que contienen pasan a la competencia de los confesores. Debido a todas estas
una pena en la que se incurre por el mismo hecho de la transgre- objeciones, existe un deseo general de que las penas latae senten-
sión no tienen más validez que la de una seria amenaza de castigo, tiae sean drásticamente reducidas. Ningún autor ha propuesto
sin efecto inmediato.» Y se alude a la práctica constante durante todavía por escrito una total abolición, pero hay varios canonistas
varios siglos según la cual la Iglesia aplicó este tipo de pena. Se que la defenderían.
dice que es un medio perfecto para castigar al punto ciertos deli-
tos que, por su gravedad y por el escándalo causado, exigen un La idea de un castigo latae sententiae no se desarrolló hasta
castigo inmediato. Tales penas, se añade, son muy útiles para cas- la Edad Media, gracias a los canonistas escolásticos. Los textos
tigar delitos cometidos en secreto y que un juez no puede castigar más antiguos, aducidos a vee|s como argumento a favor, no la
(canon 1.933, par. 1), delitos que usualmente tampoco son casti- conocen todavía. El Concilio de Antioquía (341) declara, en efecto,
gados por la autoridad; por ejemplo, el delito de un confesor que que quienes se atrevan a pervertir el significado de un decreto del
absuelve a su cómplice en pecados sexuales. La Iglesia no considera ConcÜio de Nicea serán excomulgados y expulsados de la Iglesia
si son laicos y excluidos del servicio de la Iglesia si son clérigos;
primariamente el delito como violación de los derechos de una per-
también el Concilio de Orange (538) establece que un clérigo reo
sona; además, no sólo hay que castigar los delitos públicos. En
de ciertos delitos específicos debe abstenerse de la comunión du-
una comunidad espiritual, las penas latae sententiae pueden tener
rante determinado tiempo o no ejercer su función. Pero no hay
sentido porque, aparte el mantenimiento de la ley, se espera de los que olvidar que por entonces existía aún una penitencia pública
miembros que vivan de acuerdo con la convicción interna de su que no distinguía claramente entre disciplina pública y penitencia
fe. Tales penas son incluso necesarias porque, de otro modo, se sacramental no pública. Tales decisiones podían significar enton-
requeriría una decisión autoritativa o judicial en cada caso concre- ces, al mismo tiempo, tanto las medidas disciplinares de la Iglesia,
to de apostasía, bigamia, educación de los hijos fuera de la Igle- si el delito era público, como las obligaciones que ipso jacto afec-
sia, etc. taban al transgresor en conciencia, si el delito era oculto.
No obstante, se aducen numerosas objeciones contra las penas
La cuestión es si una pena incurrida en secreto que añade cier-
latae sententiae. Estas no tienen en cuenta los distintos grados de
tas obligaciones de derecho positivo a las obligaciones de concien-
responsabilidad. El legislador no conoce al transgresor; el juez, sí:
cia incurridas ipso jacto por la violación del orden eclesiástico
él puede entrar en contacto con el transgresor y acomodar la pena
conserva hoy algún sentido. El fiel, laico o sacerdote que es cons-
a su condición. Además, el transgresor debe decidir por sí mismo,
ciente de una grave falta sabe que debe confesarla a la Iglesia;
según su propia conciencia, si ha incurrido en la pena o no, juicio
sabe que sin conversión y propósito de confesarse no debe recibir
que es a menudo difícil incluso para el confesor. Que los delitos
los sacramentos; que, como dice una antigua expresión, está ex-
ocultos queden impunes no es cosa de gran importancia. Las penas
comulgado ante Dios y que se ha excluido a sí mismo de la comu-
no atienden primariamente a los individuos, sino al orden público
nión viva de los creyentes en Cristo. Sabe que la Iglesia juzga de
de la comunidad. Deben responder a las consecuencias sociales de
este modo la acción y que está sometido a ese juicio. ¿Por qué,
los delitos. No se imponen para onerar la conciencia del trans-
entonces, cargar su conciencia con unas sanciones canónicas adi-
gresor, sino para proteger a la comunidad. Precisamente estas san-
cionales? ¿Y por qué onerar al confesor con la tarea de absolver
ciones latae sententiae hicieron que el derecho penal pasara del
de medidas disciplinares?
orden público a la penitencia privada y a la conciencia. Si alguien
ha incurrido secretamente en una pena de este tipo, no está obli- Algunos autores quieren mantener las penas latae sententiae
21 I
314 P. Huizing

al menos en el caso de determinadas faltas en el oficio sacerdotal,


tratándose de acciones que no son públicas por su misma natura- EXCOMUNIÓN
leza, como en el caso de dar la absolución sacramental a un cóm-
plice en pecados contra el sexto mandamiento, o de una violación El Código {canon 2.257, par. 1) define la excomunión como
directa del secreto de confesión. Tales delitos pueden producir una censura o pena medicinal por la que se excluye a alguien de
grave escándalo y ofender seriamente la vida religiosa de los demás. la comunión de los fieles. Los cánones siguientes enumeran los
Esto es evidente. Pero ¿es un medio práctico reaccionar contra efectos de esta sanción: se pierde el derecho de asistir a los divinos
ello mediante excomuniones que son tan secretas como los delitos? oficios, excepto a la predicación; se queda excluido de participar
Se podría considerar la posibilidad de limitar el poder de absolver activamente en los divinos oficios, de recibir los sacramentos y los
a algunos sacerdotes expertos, los cuales podrían ayudar efectiva- sacramentales, de tener sepultura eclesiástica; no se participa de
mente a esos hermanos, en lugar de conceder tal poder a todos los las indulgencias ni de la intercesión de la Iglesia; se queda apar-
confesores. También sería una solución negar a los sacerdotes el tado de los llamados actos legítimos eclesiásticos, tales como ad-
poder de absolver a sus cómplices (¿y por qué sólo en el caso de ministrar los bienes de la Iglesia, realizar actos de jurisdicción
delitos sexuales?) y procurar que los fieles conocieran esta limi- eclesiástica, ser padrino de bautismo o confirmación, votar en
tación de su poder. Pero, si las transgresiones en el oficio sacer- elecciones eclesiásticas; no se pueden recibir ni ejercer las órdenes
dotal no son públicas, no se comprende por qué ha de complicarse sagradas, ni funciones administrativas, etc. No toda excomunión
más aún la situación mediante medidas disciplinares secretas. lleva consigo la lista entera de sanciones; algunas, además, sólo
entran en vigor después de una sentencia.
Cualquiera que lee esta lista por primera vez no puede por
LA PROHIBICIÓN DE ABSOLVER menos de preguntarse cómo es posible que una sola pena tenga
simultáneamente tantos y tan variados efectos. Esta excomunión
Uno de los efectos de la excomunión es que no se debe dar ni de tan amplio contenido no es una institución que haya existido
recibir la absolución sacramental. Me parece que esto es también en la Iglesia desde el principio. Primitivamente, cuando la exco-
consecuencia de la falta de distinción entre disciplina pública y munión llegó a ser algo definido, se dividía en varias especies, cada
penitencia privada. Castillo Lara ha sugerido abandonar esta pro- una con sus efectos concretos y delimitados. La excomunión total
hibición como sanción eclesiástica. Si todas las medidas discipli- se halla probablemente en relación con ciertos castigos antiguos
nares son tomadas por la autoridad eclesiástica y retiradas por la de máxima gravedad, como la muerte civil, la proscripción y el
misma autoridad en vez de por el confesor, tal prohibición no exilio. ¿Debe, según esto, mantener la Iglesia unas penas que
tiene ya justificación. Porque esto significaría que el delincuente abarcan la excomunión y otras medidas en bloque? Quizá debié-
no puede recibir el sacramento de la penitencia antes que la auto- ramos tratar hoy de introducir un principio diferente, un principio
ridad haya retirado la prohibición, mientras que de hecho está ca- que podría formularse así: cuando pareciere necesario adoptar al
pacitado para recibir la absolución sacramental tan pronto como mismo tiempo contra un miembro de la Iglesia varias medidas
tenga la oportuna disposición. disciplinares, habrá de considerarse por separado la necesidad de
A esto se podría añadir que el juicio de la Iglesia sobre la ne- cada una de las medidas, y en la sentencia habrán de determinarse
cesidad de adoptar medidas disciplinares contra uno de sus miem- las razones en favor de cada una de ellas.
bros no puede ni pretende ser un juicio acerca de su conciencia. También es dudoso si todos estos efectos tienen todavía sen-
Por tanto, esa persona debería gozar de libertad para tratar per- tido en la actualidad. Cualquiera puede visitar una iglesia católica
sonalmente los asuntos de conciencia, incluso en la confesión, in- y asistir a los oficios —los cuales son, por lo demás, una especie
dependientemente de su posición pública y canónica en la co- de «predicación»— sin necesidad de tener ningún «derecho» para
munidad. ello. ¿Por qué, entonces, negárselo a un católico? La participación
activa en los oficios divinos habrá de ser considerada también en
una perspectiva distinta, dado que hoy se supone en todos los fie-
Crimen y castigo en la Iglesia 327
316 P. Huizing
toda la comunidad en colecciones canónicas tan antiguas como las
les una participación activa. Por otra parte, ya se ha sugerido que
Constituciones apostólicas. La denegación de participar en la Euca-
debería abolirse la prohibición de dar la absolución. Y lo mismo
ristía decidida por el consejo pastoral de un arciprestazgo o una
podría aplicarse a la prohibición de comulgar en peligro de muerte
diócesis, por ejemplo, aparecería mucho más claramente como ex-
o de recibir la unción de los enfermos. En otro lugar he defendido
presión del testimonio de la comunidad que la sentencia dictada
que ninguna medida eclesiástica debería anular u obstaculizar la
únicamente por el obispo o el tribunal eclesiástico. Sería también
validez de un matrimonio. El no participar de las indulgencias y
necesario garantizar la apelación a un tribunal superior, por ejem-
de la intercesión de la Iglesia ha perdido de hecho gran parte de
plo, la conferencia episcopal o un consejo pastoral nacional o re-
su significado. Que las oraciones de la Iglesia puedan ayudar a una
gional, o bien un consejo de sacerdotes cuando se trate de sacer-
persona depende de la disposición de ésta. También aquí, una me-
dotes. Los primeros siglos ya conocieron tales apelaciones del vere-
dida disciplinar es corroborada con una consecuencia que pertenece
dicto de un obispo a un sínodo provincial.
más bien a la conciencia y a la disposición de la persona individual.
La mayor parte de lo que aquí hemos dicho, a fin de suscitar
la discusión entre los expertos, ha sido marcadamente negativo.
ADMINISTRACIÓN PUBLICA DE JUSTICIA Mis sugerencias se refieren más a aquellas cosas que no deben fi-
gurar en la disciplina de la Iglesia que a aquellas otras que deben
De las diecisiete recomendaciones unánimemente aprobadas ser incluidas. En todo caso, las normas realmente viables y positivas
por la Canon Law Society of America en octubre de 1965, la no- de disciplina vendrán preferentemente de la práctica y las expe-
vena dice así: «Que las leyes penales sean drásticamente restrin- riencias. Tal práctica y tales experiencias habrán de obedecer, sin
gidas y simplificadas, y que su aplicación dependa, en su mayor duda, a unos principios generales; de ahí que merezca la pena
parte, del ordinario local o regional y de las conferencias naciona- intentar establecer esos principios. Pero los principios generales
les de obispos.» Y la décima: «Que ningún acusado sea castigado por sí solos no proporcionan un auténtico ordenamiento discipli-
sin que antes conozca la naturaleza de la acusación, la identidad nar para una comunidad viva.
del acusador y la prueba de la verdad de la acusación, y sin que P. HUIZING
tenga una adecuada oportunidad para defenderse.» Estas recomen-
daciones corresponden plenamente a la idea de que la disciplina
de la Iglesia es una disciplina pública y las medidas disciplinares
eclesiásticas son una reacción contra una conducta antieclesial, ex-
presión de la voluntad de la comunidad de defenderse a sí misma
y su propio carácter. Si este significado debe tener una evidencia
social, tales medidas habrán de ser tomadas en y por aquella comu-
nidad eclesial que se ve inmediatamente afectada en el hecho. Por
tanto, hay que pensar en las autoridades locales, no en la distante
autoridad central. Se trata, en primer lugar, del obispo diocesano
o de quien le representa en tal materia (un vicario para asuntos
de disciplina). En muchos casos no es deseable una actuación pú-
blica en el sentido de que todo el mundo entienda en el asunto,
pero si es deseable en el sentido de que los encargados de juzgar
representen auténticamente a la comunidad y su juicio refleje el
juicio de la comunidad no sólo de una manera formalmente jurí-
dica, sino en términos de realidad social. Podrían servir de ejem-
plo algunas instituciones realmente clásicas y antiguas. Así, por
ejemplo, tenemos un procedimiento jurídico con cooperación de
futura estructura del derecho canónico oriental 319

orientales (Sidarous, Tappouni, Máximos IV, Menouchi, Cheikho,


Batanian), el arzobispo mayor ucraniano Slipyj y cinco cardenales
de Curia (Cicognani, Agagianian, Tisserant, Larraona, Heard). Es
de notar que el presidente de la Comisión, el cardenal Agagianian,
fue también patriarca oriental hasta su abdicación, el 27 de agosto
de 1962, y que los cardenales Tisserant y Cicognani fueron, durante
muchos años, secretarios de la Sagrada Congregación para la Igle-
OPINIONES SOBRE LA FUTURA ESTRUCTURA sia Oriental. Cuando esta Comisión fue creada en 1935 tenía cinco
DEL DERECHO CANÓNICO ORIENTAL miembros, un secretario y doce consultores. En 1962 los consul-
tores eran siete solamente, de los cuales tres (Dib, Hermán, Goye-
neche) han muerto entre tanto. La tarea oficial de la Comisión era,
¿Cómo habrá de estructurarse el futuro Código oriental de como lo sigue siendo, la compilación de un Código para las Igle-
forma que haya unidad en lo esencial y diversidad en lo acciden- sias orientales. En la actualidad tiene que ocuparse, además, de la
tal? ¿Cómo incorporarle ciertos principios, importantes y esencia- revisión de aquellas partes del Código que ya han sido editadas.
les, que brotan de la promulgación del Decreto sobre las Iglesias El trabajo realizado por la Comisión fue completo y extenso,
orientales católicas, tales como la mayor autonomía de las Iglesias desembocando en la promulgación de cuatro Motu proprios, que
orientales, los derechos de los patriarcas, la obligación de preser- contenían 1.590 cánones: leyes sobre el matrimonio, procedimien-
var las antiguas tradiciones y la necesidad de una moderna adap- to, religiosos, bienes temporales, ritos y personas. En 1958 ya es-
tación? ¿Cómo proponer y enunciar puntos tan delicados como taban ultimados para su promulgación otros cánones adicionales
el papel de las «Iglesias uniatas», la posibilidad de reconocer la sobre principios generales y sacramentos, pero nunca llegaron a
jurisdicción de la jerarquía ortodoxa y la necesidad de que las aparecer, dado que la proximidad del Concilio significó, como es
diferentes Iglesias establecidas en una misma localidad armonicen natural, una interrupción del trabajo de compilación.
sus distintas prácticas disciplinares? Estos temas capitales y otros
muchos están siendo discutidos seriamente en la literatura recien- El Concilio trajo consigo un número asombroso de nuevas pers-
te sobre derecho canónico oriental. El presente artículo intenta pectivas pastorales, ecuménicas y eclesiológicas que afectaban casi
examinar las principales opiniones que abren nuevas perspectivas a todos los cánones, tanto del Codex Iuris Canonici como del Có-
para la codificación oriental futura, confiando en que ello podrá digo oriental, no sólo en cuanto a las secciones ya promulgadas,
ayudar al desarrollo del movimiento ecuménico para la unidad de sino también a las que estaban preparadas.
los cristianos *. La Comisión para el Código oriental lleva publicados hasta el
presente 58 volúmenes de fuentes del derecho oriental, que han
sido considerados como muy importantes y han tenido una exce-
A) LA C O M I S I Ó N PARA E L CÓDIGO ORIENTAL lente acogida. Además, ha emitido varias interpretaciones autén-
ticas del Código, algunas de las cuales aparecieron en Acta Apos-
La Comisión pontificia para la revisión del Codex Iuris Cano- tolicae Sedis (1953), mientras que otras no han sido publicadas.
nici está compuesta de sesenta miembros, todos ellos cardenales, Por lo que sea, todavía no se ha reemprendido un trabajo serio
dos secretarios y setenta consultores. La Comisión para el Código de compilación. Las razones no están del todo claras, pero es de
oriental está formada, al presente, por doce miembros, un asisten- suponer que debe resultar imposible un trabajo eficaz en este te-
te y cuatro consultores. Entre los miembros hay seis patriarcas rreno en tanto no sean asimilados los principios básicos sentados
por el Concilio, que han de servir de cimiento a la futura codifi-
1
Las referencias de páginas, incluidas entre paréntesis, remiten a las obras cación. Puesto que algunos de estos principios afectan a toda la
recogidas en la bibliografía que se hallará al final de este artículo. La biblio- Iglesia, es de esperar que sean prontamente elaborados por la Co-
grafía está dividida con los mismos encabezamientos que el artículo. misión para la revisión del Codex Iuris Canonici, si su trabajo
320 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 321

avanza al ritmo por todos deseado. Cuatro patriarcas orientales, gue siendo la postura casi oficial de la Ortodoxia después del Con-
el arzobispo mayor ucraniano (nombrados todos ellos el 13 de cilio. También a propósito de esto puede aplicarse lo que Murray
noviembre de 1965) y un cierto número de consultores, expertos (pág. 18) dice del ecumenismo en general: que «es fácü presentar
en asuntos orientales, representan a estas Iglesias en la Comisión un resumen de lo que piensan media docena de teólogos griegos
con vistas a la solución de cuestiones de interés universal. Parece o rusos emigrados, pero es difícil estimar las actitudes de los orto-
claro que, en este terreno, aguardar es la mejor forma de proceder. doxos en una escala más amplia». De todos modos, la oposición
Sin embargo, cabe esperar que ello no signifique, una vez más, al Esquema, «lamentable» en opinión de Dumond (pág. 74), fue
que se piense tomar el Código latino como base de la codificación muy fuerte en la Tercera Conferencia Panortodoxa de Rodas, de
oriental. noviembre de 1964. En opinión de no pocos ortodoxos, debía
Hay otras cuestiones fundamentales, referentes al Oriente eliminarse la simple existencia de las «Iglesias uniatas» como paso
cristiano, cuya solución es absolutamente esencial con vistas al previo a cualquier género de diálogo ecuménico serio. Es obvio
trabajo de codificación, que requerirán, por tanto, la intervención que tal oposición, que llega al odio en algunos círculos, hace que
de una comisión especial. Por lo que se sabe, nada se ha hecho se considere antiecuménico todo cuanto se haga o se diga en favor
aún para resolver tales cuestiones (que se examinarán en las pági- de los «uniatas». Por otra parte, el deseo expresado por el Con-
nas siguientes). Ello resulta incomprensible y además sumamente cilio en el Decreto (art. 1), de un reflorecimiento de las Iglesias
fastidioso para los canonistas. La idea de que el vino nuevo que orientales católicas, excluiría la posibilidad de un diálogo sobre la
contienen los documentos conciliares no ha de alcanzar también existencia de estas mismas Iglesias, a pesar de que algunos cató-
al tus vigens oriental es motivo de disgusto en algunos círculos, licos, como Aucagne (pág. 710), estarían dispuestos a entablarlo.
mientras que en otros es causa de satisfacción. Todos, sin embar- Esta existencia es un derecho humano fundamental, ni mayor ni
go, confían en que la futura codificación se hará de acuerdo con menor en una Iglesia que en otra, y se deriva de acontecimientos
las más genuinas tradiciones orientales. históricos tales como el Concilio de Calcedonia (451), el Cisma
de 1054, la Reforma o la reunión con la Iglesia católica. El deber
apostólico de salvar las almas pide, además, una vida floreciente
B) CODIFICACIÓN PROVISIONAL Y ECUMÉNICA en las Iglesias orientales católicas, lo cual exige, ante todo, una
PARA LAS «IGLESIAS UNIATAS» profunda vida sacramental entre sus fieles, cosa muy de desear y
que se debe pedir como el más alto don del Espíritu Santo. De
El 20 de octubre de 1964 siete observadores ortodoxos en el hecho, un tal florecimiento de las Iglesias, sean católicas u orto-
Concilio ecuménico presentaron un Memorándum dirigido al Papa doxas, es la condición previa y esencial para la unión de los cris-
en que denunciaban el Esquema de decreto sobre las Iglesias tianos, mientras que una discusión sobre la existencia de cualquier
orientales (el término católicas fue añadido después) como prose- Iglesia es inútil y puede conducir únicamente a una mayor des-
litista, de carácter antiecuménico y ofensivo para la Ortodoxia 2 . unión.
Cierto número de puntos del Memorándum fueron expuestos lue-
go de viva voz en el Aula conciliar y propuestos como enmiendas El doctor Vischer (pág. 104) y monseñor Chrysostomos (Cons-
al texto en forma de modi enviados a la respectiva Comisión. Es tantinopla) no ponen en cuestión la existencia de estas Iglesias,
difícil precisar si existe alguna interdependencia entre los modi pero se muestran partidarios de una definición más precisa acerca
y el Memorándum, pero lo cierto es que los modi sirvieron para del papel que les corresponde, pues no están de acuerdo con el que
introducir cambios importantes en el texto (el título del Decreto, parece atribuirles el Decreto. Sobre esta materia mantuvieron un
arts. 24 y 29) en el sentido deseado por la Ortodoxia. A pesar de interesante diálogo monseñor Chrysostomos y monseñor Zoghby,
todo, la actitud fundamentalmente negativa del Memorándum si- opuesto en algunos puntos por la revista maronita «Antiochena».
Fue publicado por «Informations Catholiques Internationales»
2
En las páginas siguientes, el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas
(1966, núm. 267, 28-30; núm. 278, 26-27). El doctor Vischer
se citará con el término Decreto. desearía además una declaración más explícita de que la unión
322 Futura estructura del derecho canónico oriental 323
I. Zuzek
con la Ortodoxia no ha de ser necesariamente a través de estas un corto número de leyes en que formalmente se determina lo
Iglesias. No podría darse ninguna respuesta mejor que el mismo contrario. Huizing (pág. 86), tratando sobre el derecho matrimo-
artículo 24 del Decreto, cuyas recomendaciones para el cumpli- nial, abogaba recientemente por una revisión a fondo de esta ma-
miento del Decreto sobre ecumenismo y sobre el trabajo para la teria, como cosa «absolutamente necesaria», pues le parece un
unión por parte de estas Iglesias debe consistir en la oración, el anacronismo flagrante el mantener una legislación eclesiástica po-
buen ejemplo, la fidelidad a las tradiciones orientales, un mejor sitiva para unas personas que no la reconocen o ni siquiera tienen
conocimiento de los ortodoxos, la colaboración y una actitud fra- noticias de su existencia3. Muchos canonistas pensarán que tal
ternal hacia ellos y hacia sus opiniones. Este artículo no da ánimos opinión tiene pocas probabilidades de producir algún impacto so-
al «proselitismo» tan detestado por Atenas. Es significativo tam- bre la futura codificación; pero también aquí puede resultar es-
bién el artículo final del Decreto al determinar que las prescrip- clarecedora la lux ex Oriente, tal como se evidenció ya a propósito
ciones legales en él contenidas son provisionales, hasta que se rea- del título del Decreto. Aun reconociendo la diferencia que hay entre
lice la plena comunión con las Iglesias orientales. Esto equivale a ortodoxos y protestantes, esta lux deberá influir en los fundamen-
declarar que estas disposiciones no se toman en sentido de condi- tos de ambos Códigos, el oriental y el latino. A este respecto, ya
ciones previas a una futura unión. Más todavía, ello parece impli- he subrayado anteriormente (Animadversiones, págs. 268ss) la
car que, cuando se realice la unión, las Iglesias orientales católicas gran importancia que tiene la palabra «católicas» en el título del
deberán adaptarse al derecho canónico de los ortodoxos, en vez de Decreto sobre las Iglesias orientales católicas. La palabra fue aña-
lo contrario. J. Hoeck ha explicado perfectamente en su comentario dida al título en el último momento a requerimiento de varios cen-
al Decreto el malestar que éste ha producido en el campo del ecu- tenares de Padres conciliares con la expresa intención de excluir
menismo (pág. 391). La solución definitiva de los problemas sus- a los ortodoxos de las prescripciones disciplinares del Decreto. En
citados —dice— sólo será posible, por paradójico que pueda pa- mi opinión, aquí no se trata precisamente de otra excepción a la
recer, cuando las Iglesias y las correspondientes jerarquías afecta- regla general de que el derecho canónico católico obliga a todos
das por el Decreto hayan desaparecido y únicamente existan Igle- los bautizados cristianos, sino de la abrogación de la misma norma
sias orientales y latinas fraternalmente unidas; es decir, cuando en todo cuanto pueda afectar a los ortodoxos. El Decreto es, de
el Decreto se haya hecho innecesario. hecho, casi completamente disciplinar, abroga bastantes leyes con-
tenidas en el Código oriental y sienta principios para la revisión
Por lo que respecta a la futura codificación para las Iglesias del mismo. En consecuencia, debería considerársele como parte
orientales católicas, parece que de las anteriores consideraciones integrante del Código oriental. Por consiguiente, a partir de la
se desprenden las siguientes exigencias: 1) la codificación deberá promulgación del Decreto, las partes del Código oriental ya pro-
basarse en un mejor conocimiento del cometido que corresponde mulgadas carecen de fuerza coercitiva para los ortodoxos, si es
a las «Iglesias uniatas» en la tarea ecuménica, papel que deberá que alguna vez la tuvieron, como opinaban autores tales como
definirse mediante un diálogo sereno con los ortodoxos; 2) tendrá Coussa, Hermán y Faltin, que mantuvieron el punto de vista tra-
el mismo carácter provisional que el Decreto mismo, y 3) deberá dicional, que igualaba a los ortodoxos con los protestantes. Pujol,
ser, hasta donde ello resulte posible, similar al derecho canónico sin embargo, se opone a esta idea, demostrando con fuertes argu-
de las Iglesias orientales no católicas, a las que serán asimiladas en mentos que aun antes del Concilio las cuatro partes del Código
el momento de la unión. oriental y toda la restante legislación previa para los orientales
promulgada a partir de Pío XI fueron consideradas por la Santa
C) EL CARÁCTER NO OBLIGATORIO DEL CÓDIGO RESPECTO
A LOS ORTODOXOS Y EL RECONOCIMIENTO DE SU JURISDICCIÓN 3
La sexta recomendación de la Sociedad de Derecho Canónico de Améri-
ca, de octubre de 1965, reza así: «Las personas que no hayan sido bautizadas
Es doctrina universalmente aceptada y seguida en la práctica en la Iglesia católica, o que no se hayan convertido a la fe católica, deben
por los tribunales eclesiásticos, que el Código latino obliga tam- estar exentas de las leyes meramente eclesiásticas.» «The Junst», 26 (1966),
bién a los cristianos bautizados no católicos, salvo en el caso de 165.
324 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 325
Sede como obligatorias para los católicos exclusivamente. «The grados: no se trata de algo que se da o no se da en absoluto.
Jurist», 25 (1965), 306, llama la atención sobre el hecho de que Segundo, la consagración episcopal confiere siempre no sólo el
la Santa Sede no dio respuesta cuando fue consultada explícita- munus ordinis, sino también el munus docendi y regendi, que,
mente sobre este punto en 1963. Pujol aduce muchos argumentos, sin embargo, no pueden ejercerse si no es en comunión con la
pero el más importante se basa sobre el significado del término cabeza del colegio episcopal y los restantes miembros (Constitu-
christifideles, a los que van dirigidas las cuatro partes del Código ción sobre la Iglesia, n. 21). Tercero, el Concilio reconoce una
oriental, y sobre la diferencia que hay entre los ortodoxos y los communionem hierarchicam (pág. 302) con las Iglesias ortodoxas
protestantes. Según Pujol, la palabra christifideles se refiere, en en la medida en que se dan en ellas algunos elementos comunes
los documentos de Pío XII, exclusivamente a los católicos. En con la Iglesia católica no sólo en el terreno de los oficios litúrgicos
cuanto a la diferencia que hay entre los ortodoxos y los protes- y la administración de los sacramentos, sino también en cuanto al
tantes, es algo que resulta evidente para quien haya leído los de- munus regendi y docendi (págs. 303-304). Cuarto, las comunidades
cretos del Concilio. Los protestantes perdieron la jerarquía en el eclesiales ortodoxas están reconocidas como Iglesias, derivadas de
estricto sentido del término y carecen, por consiguiente, de un Cristo, que admiten una comunión con la Iglesia católica, aunque
derecho realmente obligatorio de por sí, mientras que los ortodo- no sea plena (pág. 303). ¿Puede darse una iglesia, aunque no sea
xos poseen una rica herencia disciplinar, derivada de los Padres, pleno sensu, sin jurisdicción? Permítasenos añadir algunas pre-
los Concilios y la Santa Sede. Esta herencia nunca ha sido abro- guntas a las conclusiones de Bertrams. Teniendo en cuenta que los
gada y es comúnmente observada en la práctica por los obispos elementos comunes a las Iglesias católica y ortodoxa se dan en un
orientales. De ahí deduce Pujol, con toda propiedad, que los cá- gran número de actos derivados de la triple potestad episcopal,
nones antiguos tienen fuerza de obligación para los ortodoxos. ¿será demasiado afirmar que, para tales actos, los obispos orto-
Pero ¿qué habría que decir acerca de las leyes (y los usos) dima- doxos gozan de una real jurisdicción eclesiástica? Si ello es cierto,
nados de la jerarquía ortodoxa después de su separación de Roma? ¿por qué no habría de reconocer el nuevo Código oriental que,
Son precisas muchas distinciones para dar una respuesta adecuada para los miembros de las respectivas iglesias, tienen fuerza obli-
a esta cuestión, pero en todo caso dependerá de la opinión que se gatoria estos cánones promulgados por una jerarquía después de
tenga acerca de la validez y la jurisdicción de tal jerarquía. la separación? Esto significa que solamente deberán ser invalida-
A propósito de esto hay un artículo muy importante de Ber- dos aquellos actos y decretos de las jerarquías orientales que pu-
trams. El Concilio ha concedido libertad para discutir sobre este dieran ser contrarios a la Escritura, la doctrina católica o la ley
punto, a través de las palabras finales de la famosa Nota praevia natural. Porque en tales casos es evidente que no habría «comu-
que fue unida a la Constitución sobre la Iglesia; en consecuencia, nión jerárquica» y, en consecuencia, los actos tampoco serían
los puntos de vista «progresistas» tienen tanto derecho a ser ex- válidos.
puestos como las doctrinas tradicionales, a condición de que estén Sea cual fuere la respuesta que se dé a estas cuestiones y lo
de acuerdo con los documentos del Vaticano II. De Vries, en su que cada cual pueda pensar acerca de la inconsistencia de las teo-
libro sobre los Patriarcados orientales (págs. 328-370) y en un rías de Bertrams, se puede abogar no obstante por el reconoci-
artículo publicado en «Unitas» (1963), ha demostrado, con habi- miento de la jurisdicción de las jerarquías orientales en todas
lidad y gran erudición, que a través de los siglos la opinión se aquellas materias que no supongan divergencia con la doctrina ca-
inclinaba más bien en el sentido de que los obispos separados no tólica. En una era ecuménica, tal reconocimiento no debe parecer
tienen jurisdicción y, sin embargo, en los documentos de la Santa inadmisible, como si violase la potestad primacial del papa, aun
Sede hay una cierta vacilación sobre este punto. Bertrams, por su cuando ello esté más allá de los conceptos canónicos tradicionales.
parte, ha llegado, a través de un examen de los decretos conciliares, Nótese al respecto que muchos gestos del actual Papa podrían
a varias conclusiones que merecen suma atención. Algunos puntos interpretarse en el sentido de un tácito reconocimiento de tal ju-
merecen una mención particular. Primero, la comunión de las co- risdicción; por ejemplo, la felicitación de Pascuas del Papa publi-
munidades no católicas con la Iglesia católica admite distintos cada (en ruso únicamente) por la «Revista Patriarcal de Moscú».
Futura estructura del derecho canónico oriental 327
326 I. Zuzek
La importancia de estos textos hace que se susciten dudas sobre
En ella se felicita al Patriarca «en unión con el clero y el pueblo la validez de algunos cánones del actual Código oriental. Algunos
confiado a tu cuidado pastoral» y se expresa el deseo de restaurar canonistas, como Pospishil (pág. 34), ven en el artículo 9 del De-
unas relaciones fraternales «con esa porción del rebaño de Cristo creto unos nuevos principios fundamentales que solamente será
de la que tú eres pastor» 4. posible aplicar en una futura codificación acerca de los derechos
de patriarcas y sínodos. Wojnar defiende (pág. 203) que solamente
han quedado abrogados los cánones que exigen la confirmación de
D) DERECHOS PATRIARCALES Y «AUTONOMÍA» DE LAS IGLESIAS Roma para el nombramiento de un obispo. En mi opinión (op. cit.,
EN EL DERECHO CANÓNICO ORIENTAL 280), todos los cánones directamente contrarios al artículo 9 han
quedado abrogados y probablemente también los que van contra
El artículo 9 del Decreto establece la restauración de los de- su «espíritu» 5 . Hoeck (pág. 367) demanda la abrogación de las
rechos que posean los patriarcas orientales durante el tiempo en siguientes cláusulas (y de otras semejantes) que se refieren a los
que Oriente y Occidente permanecieron unidos. Estos derechos, derechos de los patriarcas y sus sínodos: «salva tamen Sedis Apos-
en el caso de la Iglesia bizantina, son los que corresponden a los tolicae confirmatione», «praevia Sedis Apostolicae approbatione»,
mil primeros años (hasta 1054). Durante mucho tiempo, Roma y «obtenta Sedis Apostolicae licentia», «de consensu Sedis Aposto-
los orientales estuvieron en desacuerdo sobre el alcance que debía licae», etc.
darse a la cláusula que el Concilio de Florencia (1439) añadió, a
propósito de los derechos de los patriarcas, al Decreto de Unión: La restitución de sus antiguos derechos a los patriarcas pre-
salvis videlicet privilegiis ómnibus et iuribus eorum. Para Roma, supone una profunda y clara visión de lo que fue la constitución
«privilegios y derechos» significaba, poco más o menos, las facul- de la Iglesia durante el primer milenio. En su excelente obra ya
tades otorgadas por la Santa Sede en contra del derecho común citada, De Vries señala (págs. 19, 268-269) el alcance de aquella
(CIC, can. 4); mientras que para los orientales se trataba preci- autonomía eclesiástica que disfrutaron los patriarcas y sus sínodos
samente de la relativa autonomía que, en su concepto, venían dis- durante aquel período: ellos elegían patriarcas y obispos, erigían
frutando sus Iglesias durante los primeros mil años. Ño es de ex- y suprimían diócesis y regulaban toda la disciplina de sus Iglesias.
trañar que esta diversidad de puntos de vista indujese a Roma a Roma difícilmente intervenía en estos asuntos.
cercenar («auf Schritt und Tritt», dice Hoeck, pág. 376) los dere- Para animar a una más amplia investigación en este terreno,
chos patriarcales. El resultado fue que los católicos orientales se el Pontificio Instituto Oriental de Roma ha anunciado que pre-
sintieron a veces tentados de acusar a Roma de «insinceridad» tende organizar, del 27 al 30 de diciembre de 1967, un congreso
por haber quebrantado las «promesas de Florencia», mientras que sobre el tema «Los patriarcas orientales durante los mil primeros
los ortodoxos han deducido de ahí la más clara razón para des- años». Trece expertos, ortodoxos y católicos, han aceptado pro-
confiar de Roma. Ahora, no obstante, el artículo 9 del Decreto nunciar conferencias sobre los siguientes temas:
viene a colmar los deseos de los orientales al determinar que los
derechos de los patriarcas corresponderán a «los que existían en 1. Los factores determinantes del origen de los patriarca-
tiempos de la unión entre el Oriente y el Occidente» y que «los dos (De Vries, Roma).
patriarcas con sus sínodos constituyen la más alta autoridad para 2. Los patriarcados y su autonomía (Mons. Nabaa, Líbano).
todos los asuntos del patriarcado, incluyendo el derecho de erigir 3. Los derechos de patriarcas, sínodos y obispos (De Clercq,
nuevas diócesis y el nombramiento de obispos..., quedando a salvo Roma).
el inalienable derecho que asiste al Romano Pontífice para interve-
nir en casos individuales» (in singulis casibus). 5
Este artículo estaba terminado el 24 de febrero de 1967 y, por tanto, no
pudo tenerse en cuenta el Motu proprio de 2 de mayo de 1967 (cf. «L'Os-
4 servatore Romano», 2-3 mayo 1967), en que se establece que todos los cáno-
«Zurnal Moskovskoj Patriarchii» (1965), núm. 5, 4: «k duchovenstvu nes que no hubieren sido manifiestamente (aperte) abrogados o cambiados
i pastve, porucennym Vasemu pastyrskomu popeceniju»; (1964), núm. 6, 1: por el Concilio siguen en vigor.
«s toj cast'ju stada Christova, kotoroj Vy-Pastyr».
328 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 329

4. Las relaciones entre los patriarcas orientales (Archm. Cot- dispuestos a consultar al Santo Padre sobre la designación de po-
sonis, Atenas). sibles candidatos al episcopado. Los motivos que hay para hacer
5. Las relaciones entre el Patriarca de Constantinopla y esta consulta son evidentes: hoy resultaría absurdo consultar a
Roma (Karagiannopoulos, Tesalónica). «los párrocos y otros sacerdotes» (Cleri Sanctitati, can. 252) en
6. El Patriarca de Constantinopla y el Emperador (Zakythi- esta materia y no consultar, en cambio, al Santo Padre. Aun así,
nos, Atenas). a los melquitas no les agradaría (pág. 230) que en el futuro Código
7. Los honores litúrgicos del Patriarca bizantino (Iraes, se insertase una prescripción jurídica imponiendo como obligatoria
Roma). tal consulta, porque iría contra la práctica de los mil primeros años.
8. Los derechos del Obispo de Alejandría según los textos El derecho primacial que tiene el Papa a intervenir «en casos
patrísticos anteriores al Concilio de Calcedonia (Ortiz individuales» (in singulis casibus) está fuera de discusión, aunque
de Urbina, Roma). no lo hubiera mencionado el artículo 9 del Decreto. Algunos pien-
9. El Patriarca de Antioquía (Laham, Líbano). san que este derecho no será efectivo si no se obliga legalmente a
10. El Patriarca copto después del Concilio de Calcedonia los orientales a que consulten a la Santa Sede acerca de los can-
(Masson, El Cairo). didatos al episcopado. Pero no es así. Como ya ocurrió en el pa-
11. El CatoHcosate persa (Macomber, Bagdad). sado, el derecho a intervenir conservará toda su fuerza aun cuando
12. El Catolicosate armenio (Mons. Ámadouni, París). el Santo Padre quisiera demostrar su confianza hacia los orientales
13. El Patriarcado búlgaro en el siglo x (Dujcev, Sofía). permitiéndoles elegir sus propios obispos y regir con plena libertad
los demás asuntos (quaevis negotia) del patriarcado. No debe ad-
La importancia que tiene el determinar los derechos de los pa- mitirse el temor de que los inmutables derechos primaciales pue-
triarcas ha quedado confirmada a la luz de un suceso reciente. En dan caducar por falta de ejercicio. Por su parte, los orientales tienen
1965 eligieron los melquitas cuatro obispos sin la aprobación de plena conciencia de la necesidad ecuménica de no hacer nada que
Roma. Por respeto no se publicaron los nombres en tanto no fue pueda disminuir tal confianza y forzar a la Santa Sede a intervenir
informado el Santo Padre. Esta determinación, aunque estaba per- con más frecuencia que lo hizo en los primeros mil años de nues-
fectamente de acuerdo con el artículo 9 del Decreto, causó asom- tra Era.
bro en ciertos círculos y provocó un intercambio de cartas oficiales Por lo que respecta a la bibliografía sobre los patriarcas y la
entre Roma y el Patriarca melquita. Algunas de ellas han sido autonomía de las Iglesias orientales, en esta sección se anotan
recogidas en una reciente publicación: L'Eglise Grecque Melkite algunos títulos nuevos aparecidos después de mi artículo en CON-
au Concile (págs. 221ss). Son interesantes porque presentan una CILIUM, 8 (1965).
aplicación actual y una interpretación del artículo 9 del Decreto
que influirá indudablemente sobre la codificación oriental.
«Jamás —dicen los melquitas— durante los mil años que duró E) RECOMENDACIONES SOBRE UNIDAD Y DIVERSIDAD
la unión del Oriente con el Occidente intervino Roma para con- EN EL DERECHO CANÓNICO ORIENTAL
firmar la elección de un obispo oriental» y «la Ortodoxia jamás
aceptará unirse con Roma si existe la convicción de que sus obis- En un corto artículo de «Orientierung» (1965), De Vries exa-
pos habrían de ser nombrados o confirmados por el Papa» 6. Sin mina determinados principios del Decreto que denotan un cambio
embargo, «para amoldar en lo posible» la antigua costumbre «a las de actitud de Occidente con respecto a los orientales. Junto con
condiciones actuales» (Decreto, art. 9), los melquitas se declaran la estructura patriarcal de la Iglesia, se subrayan tres puntos que
habrán de influir seriamente en cualquier codificación futura. Pri-
* Op. cit., 222: «Jamáis, au cours du millénaire qu'a duré Punion de mero, se reconoce la plena legitimidad que, dentro del patrimonio
l'Orient avec l'Ócddent l'Evéque de Rome n'est intervenu pour confirmer universal de la Iglesia, tiene la herencia espiritual, litúrgica, teo-
l'electíon d'un évéque d'Oriente»; 225: «Jamáis l'Ortodcorie n'acceptera
PUnion si elle sait que ses évéques seront nommés ou confirmes par Rome, lógica, histórica y disciplinar de las cristiandades orientales. El
a Pinstar des évéques latins.» Concilio sollemniter declarat el derecho y el deber que compete
22
330 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 331
a las Iglesias orientales para gobernarse de acuerdo con su tradi- Código en la Iglesia», pero en realidad lo que actualmente pro-
ción y reconoce y comprende que tal es el medio mejor para pro- ponen es que se haga una Constitución con tantos Códigos como
curar la salvación de sus fieles (arts. 5-6). Segundo, el Decreto Iglesias hay. Ambos se oponen al actual Código oriental no porque
declara solemnemente que la Iglesia universal se compone de igle- sea otro más, distinto del latino, sino porque es «aparentemente
sias particulares; entre ellas, la latina u occidental es una más,
bizantino y verdaderamente latino en su espíritu» y, además, ig-
aunque numéricamente sea la más fuerte. El Concilio rechaza las
nora las diferencias que hay entre las distintas Iglesias orientales.
concepciones, antiguamente tan extendidas, de que Iglesia latina
Creen que el actual Código no tiene en cuenta las tradiciones ge-
es sinónimo de católica y que aquélla posee una praestantia sobre
las orientales. Tercero, puesto que se acepta la diversidad en las nuinas de las Iglesias no bizantinas, como son las armenias, copias,
cosas no esenciales como algo valioso en sí mismo (art. 2), de ahí etiópicas, caldeas, maronitas, malabar y malankar. Monseñor Zia-
se sigue la necesidad de distinguir claramente lo que es esencial y deh afirma que su oposición a los «dos Códigos» se funda en una
accidental dentro del patrimonio de la Iglesia, para fomentar tanto doble preocupación: la no-latinización (y la no-bizantinización de
la unidad como la diversidad en la teología, la espiritualidad y la algunas Iglesias) y la futura reunión con las Iglesias separadas.
disciplina católicas. Abogar por una sola codificación básica, dice, equivale a defender
la unidad en la diversidad. Sin embargo, a la hora de presentar
En un discurso a la Comisión para la revisión del Codex Iuris proposiciones concretas, en un artículo publicado en «Antiochena»
Canonici, el 20 de noviembre de 1965, el Papa Pablo VI planteaba (núm. 8), da la impresión de que opta por algo mucho más cercano
la cuestión de si deberán compilarse dos Códigos, uno para Occi- al actual Codex Iuris Canonici que a un derecho constitucional de
dente y otro para Oriente; o un solo Código universal, que con- la Iglesia. Monseñor Doumith va más lejos. Empieza por recha-
tendría todas las leyes constitucionales de la Iglesia. La solución zar la concepción dualista de la Iglesia (Oriente y Occidente), que
de este «grave problema» dependerá mucho de cómo se entiendan le parece una visión anacrónica, objetivamente infundada y teo-
los tres principios ya mencionados, que en definitiva pueden redu- lógicamente errónea. Según él, la Iglesia no debería dividirse en
cirse a uno solo: cada Iglesia oriental tiene tanto derecho como oriental y occidental, sino, de acuerdo con la existencia de Iglesias
la Iglesia latina a poseer su propio Código, en razón de que cada
particulares, en «patriarcados», lo cual estaría mucho más en con-
Iglesia está obligada a preservar su propia herencia y a servirse de
sonancia con la actual situación étnica y cultural de lo que geo-
ella como del mejor medio para procurar la salvación de sus fieles.
gráficamente llamamos «Oriente». De acuerdo con las ideas de
En un artículo publicado en CONCILIUM, 8 (1965), Huizing Doumith, el derecho constitucional de la Iglesia abarcaría única-
presenta un esbozo general de bibliografía sobre derecho constitu- mente las leyes fundamentales absolutamente precisas para que
cional de la Iglesia. Entre otros, menciona a Breydy. Este autor haya unidad: in necessariis unitas. Fuera de esto, cada Iglesia sería
proponía en 1961, por razones ecuménicas, que hubiese un solo dejada en libertad para redactar su propio Código. Después de
derecho constitucional para toda la Iglesia y Códigos diferentes leer este artículo de Doumith, se saca gustosamente la conclusión
para la Iglesia latina, la oriental, las nuevas Iglesias... Como mu- de que un derecho constitucional, como él lo concibe, es el mejor
chos otros, Breydy no cayó entonces en la cuenta de que «un Có- medio para alentar el diálogo ecuménico; porque así quedaría a
digo para la Iglesia oriental» iría contra los tres principios antes salvo la relativa autonomía de todas las Iglesias orientales; porque
mencionados. alejaría el temor de latinización o bizantinización; porque, de he-
Como en este mismo número de CONCILIUM se incluye un cho, acabaría con la discriminación entre Oriente y Occidente.
artículo de monseñor N. Edelby sobre las razones que apoyan una McGrath (pág. 459) desea también un derecho constitucional por
doble codificación, oriental y romana, bastarán unas pocas pala- las siguientes razones: «a) Resaltará más la unidad del pueblo de
bras para aclarar lo que entienden los orientales por «grave pro- Dios en el Espíritu Santo, b) La diversidad existente en las dis-
blema». Aparentemente, todos ellos abogan por la necesidad de tintas Iglesias será aceptada como el resultado de la inspiración
dos codificaciones. Sin embargo, algunos como monseñor Ziadeh de la divina Providencia, c) El espíritu ecuménico del Concilio
y monseñor Doumith han escrito sobre la necesidad de «un solo Vaticano II quedará robustecido por la proclamación de la unidad
332 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 333

en lo esencial, la libertad en lo accidental y la caridad en todas las resantes. Poisson enfoca todo el asunto en un artículo, corto pero
cosas.» muy claro, publicado en una revista canadiense. Los puntos de
Hay que añadir a los anteriores otro importante principio. El vista de monseñor Zoghby no fueron admitidos a discusión en el
Decreto aconseja a los prelados de las distintas Iglesias, y en espe- Concilio porque se los consideró opuestos a la doctrina católica.
cial a los que tienen jurisdicción en un mismo territorio, que fo- El Patriarca Máximos IV declaró que se trataba de opiniones per-
menten la unidad de acción (art. 4). Por tanto, las respectivas je- sonales que no reflejaban la mente de la Iglesia melquita. Sin em-
rarquías habrán de esforzarse por unificar, al menos, materias prác- bargo, en un documento de noviembre de 1966, el Patriarca se
ticas tales como las leyes que invalidan algunos actos jurídicos; pronunció en favor de una comisión que investigase el remedio
por ejemplo, la legislación sobre impedimentos matrimoniales. que podría darse a quienes, sin culpa propia, han sido abandonados
por su cónyuge y desean contraer un segundo matrimonio.
La cuestión de la indisolubilidad del matrimonio será, induda-
F) ALGUNAS OBSERVACIONES ACERCA DE LA BIBLIOGRAFÍA blemente, uno de los puntos de más frecuente discusión en toda
SOBRE DERECHO CANÓNICO ORIENTAL reunión ecuménica y se centrará sobre la diferencia entre matri-
monio sacramental no consumado y consumado. Los ortodoxos
El autor ha publicado ya una bibliografía casi completa sobre insisten en el carácter sacramental del matrimonio cristiano, pero
esta materia en el número 8 de CONCILIUM (1965) y en «Periódica no llegan a comprender que la consumación pueda consolidar el
de re morali-canonica-liturgica» (1966), 285-289, donde se hallará vínculo sacramental hasta tal extremo que ni aun el poder vicarial
literatura reciente acerca del Decreto sobre las Iglesias católicas del Papa pueda disolverlo. Christofilopoulos, por lo menos, niega
orientales. El presente artículo pone al día la bibliografía. (pág. 242) que la consumación tenga significado sacramental
Hay comentarios sobre el Decreto escritos por miembros de alguno.
la Comisión preparatoria (Hoeck, Wojnar, Pujol) y por otros auto-
En cuanto a la cuestión de la communicatio in sacris, es grato
res expertos en asuntos orientales (De Vries, Pospishil). En un
anotar la favorable respuesta que Urzumcev da en la «Revista Pa-
comentario pleno de objetividad y espíritu ecuménico, Hoeck da
a conocer las vicisitudes del texto a través de los diferentes esque- triarcal de Moscú» al artículo del cardenal Bea sobre la importan-
mas del Decreto. Wojnar, Pospishil y Pujol enfocan sus comen- cia de la Eucaristía para la unión de los cristianos. En los Estados
tarios al Decreto desde un punto de vista canónico. También hay Unidos, por el contrario, la Conferencia de Obispos Ortodoxos
que mencionar los trabajos de Esposito y Sotomayor. Este es quien habida el 22 de enero de 1965 rechazó enérgicamente cualquier
mejor uso ha hecho de los distintos discursos que se pronunciaron clase de participación común, aun excepcional, en la Eucaristía.
en el Concilio. Para la historia del Decreto será preciso consultar Un artículo publicado en «The Word», revista ortodoxa siria, re-
el artículo de Caprile. Alrededor de veinte autores han hecho co- chaza ásperamente la misma posibilidad de tal communicatio. En
mentarios, de diverso estilo, sobre el Decreto; entre ellos es obli- la «Eastern Churches Review» el arzobispo Anthony rehusa apo-
gado destacar a De Vries, Diez, O'Connel, Mahfoud y Stakemeier. yar cualquier communicatio en la Eucaristía, pero al menos se
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que no es posible escribir expresa en términos moderados. La jerarquía católica ha publicado
un comentario verdaderamente científico en tanto no se permita varias reglamentaciones sobre la communicatio; entre ellas parece
el acceso a los modi y otros documentos clave que se guardan en que tendrá una gran repercusión la del cardenal Slipyj, habida
los Archivos vaticanos. cuenta de la situación que afecta a sus cinco millones de subditos
Durante la 138.a sesión del Concilio, monseñor Zoghby planteó en la U. R. S. S. En un reciente artículo de Risk se habla del
la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio. El cardenal Jour- estilo que tendrán los futuros cánones sobre communicatio in
net, Crouzel, Wenger, Dauvillier, Dubarle, Martínez y otros auto- sacris.
res han sometido recientemente este problema a un examen minu- Finalmente, hay que tener en cuenta que, a pesar de la común
cioso. Kerame asume la posición de monseñor Zoghby en un declaración del Papa y el Patriarca ecuménico Atenágoras el 7 de
artículo al que los editores han añadido tres apéndices muy inte- diciembre de 1965 «dando al olvido» los anatemas de 1054, aún
334 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 335
subsiste la separación canónica entre las dos Iglesias. Scrima (pá- I. Zuzek, Animadversiones quaedam in Decretum de ecclesiis orientalibus
gina 25) afirma que «sería sumamente incorrecto ver en este acon- catbolicis Concilii Vaticani II: «Periódica de re morali-canonica-lirurgica»
tecimiento una invitación a la intercomunión sacramental», dado 55 (1966), 266-288.
A. Coussa, Epitome praelectionum de iure ecclesiastico orientali, I, Roma
que «la plena comunión en la vida sacramental presupone... la (1948), núms. 15-21.
plena realización de la común fe apostólica». E. Hermán, Quibus legibus subiiciantur Dissidentes rituum orientalium: «II
I. ZUZEK Diritto Ecclesiastico», 62 (1951), 1043-1058.
D. Faltin, De legibus quibus Orientales acatbolici ritui orientali adscripti
tenentur: «Apollinaris», 35 (1962), 238-249.
C. Pujol, Orientales ab Ecclesia Catholica seiuncti tenenturne novo iure
BIBLIOGRAFÍA canónico a Pió XII promulgato?: «Orientalia Christiana Periódica», 32
(1966), 78-110.
A) LA COMISIÓN PARA EL CÓDIGO ORIENTAL W. Bertrams, De gradibus «Communionis» in doctrina Concilii Vaticani II:
«Gregorianum», 47 (1966), 286-305.
La mejor información sobre esta Comisión, con amplia bibliografía, se W. de Vries, Rom und die Patriarchate des Ostens, Friburgo-Munich, 1963;
hallará en «Oriente Cattolico» (Ciudad del Vaticano, 1962), 35-61, y en dos I Patriarchati separati d'Oriente nella concezione délla S. Sede: «Únitas»
artículos de D. Faltin (asistente de la Comisión) publicados en Dictionarium (edic. italiana), 18 (1963), 105-123.
morale et canonicum (cura Peíri Palazzini); vol. I, Roma, 1962: Codex luris
Canonici orientalis, 119-122, y vol. III, Roma, 1966: Legislado latino-orienta-
lis, yyid. Para la composición actual de la Comisión pontificia, cf. «Annua-
rio Pontificio» (1966), 1002-1005. D) DERECHOS PATRIARCALES Y «AUTONOMÍA» DE LAS IGLESIAS
EN DERECHO CANÓNICO ORIENTAL

B) CODIFICACIÓN PROVISIONAL Y ECUMÉNICA


PARA LAS «IGLESIAS UNIATAS» J. Hoeck, cf. apartado B.
V. Pospishil, Orientalium Ecclesiarum: The Decree on the Eastern Catholic
El Memorándum de los observadores ortodoxos se ha editado, en griego, Churches of the II Council of Vatican, Nueva York, 1965.
en «Pantainos», 56 (1964), 489-492. M. Wojnar, Decree on the Oriental Catholic Churches: «The Jurist», 25
(1965), 173-203.
R. Murray, The Ortodox and Reunión: «The Month», enero (1967), 18-26. I. Zuzek, cf. apartado C.
C.-J. Dumond, La troisieme conférence pan-ortodoxe: «Vers l'unité chrétien- L'Eglise Grecque-Melkite au Concite: Discours et notes du Patriarche Máxi-
ne», 17 (1964), 73-80. mos TV et des Prélats de son Eglise au Concile Oecuménique Vatican II,
J. Aucagne, Oecuménisme et Oriente Cbrétien: «Etudes», mayo (1965), Beirut, 1967.
707-723.
L. Vischer, Nach der dritten Session des Zweiten Vatikanischen Konzils: Algunas obras recientes sobre los patriarcas y la «autonomía» de las
«ükumenische Rundschau», 14 (1965), 97-116. Iglesias orientales:
Monseñor Chrysostomos, Mgr. Chrysostomos nous parle de ¡'avenir des Egli-
ses unies a Rome: «Informations Catholiques Internationales», 256 M. Constandache, Patriarchia si demnitatea de patriarch in Biserica Ortodoxa
(1966), 5-6; Les Eglises unies dans le dialogue oecuménique: ibíd., 278, (El patriarcado y la dignidad de patriarca en la Iglesia ortodoxa): «Or-
26-27. todoxia», 17 (1965), 225-249.
Monseñor E. Zoghby, Les Eglises unies dans le dialogue avec l'Ortodoxie: J. Hajjar, Los sínodos en la Iglesia oriental: CONCILIUM, 8 (1965), 58-67.
ibíd., 267, 28-30. C. de Cíercq, Initia iuridica Ecclesiarum Orientalium: «Apollinaris», 38
Monseñor Chrysostomos-Monseñor Zoghby, Le devenir des TJniates. Réflexions (1965), 215-235; Diversitas iuridica Ecclesiarum Orientalium: ibíd., 348-
sur deux interviews: «Antiochena», 12 (1966). 371.
J. Hoeck, Dekret über die katholischen Ostkirchen, editado en Das Zweite W. de Vries, El «Collegium Patriarcharum»; CONCILIUM, 8 (1965), 68-87.
Vatikanische Konzil, Herder (1965), 362-392. J. Mounayer, Les synodes syriens Jacobites, Beirut, 1964.
E. Marina, Temeiuri istorice si canonice ale sinodului permanent (Las bases
históricas y canónicas del sínodo permanente): «Studii Teologice», 18
C) EL CARÁCTER NO OBLIGATORIO DEL CÓDIGO RESPECTO A LOS ORTODOXOS (1966), 190-214; Episcopii ajutatori si episcopii vicari (Los obispos auxi-
Y EL RECONOCIMIENTO DE SU JURISDICCIÓN liares y los obispos vicarios): ibíd., 17 (1965), 418-440.
V. Pospishil, Der Patriarch in der Serbisch-Orthodoxen Kirche, Viena, 1966.
P. Huizing, ¿Debe revisarse la legislación eclesiástica sobre el matrimonio?: A. Lampart, Ein Mártyrer der Union mit Rom, Joseph I. (1681-1696), Pa-
CONCILIUM, 18 (1966), 159-171. triarch der Chaldáer, Einsiedeln, 1966.
336 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 337
Disertaciones no publicadas: l'Eglise catholique: «Apollinaris», 38 (1965), 175-185 (sobre el art. 4 del
Decreto); Les mariages mixtes: ibíd., 84-95; Les mariages mixtes: Problé-
M. Brogi, II Patriarcba nelle fonti giuridiche della Chiesa Copla, Roma (Pon- me de licéité en droit canonique oriental actuel: ibíd., 39 (1966), 71-92
tificio Instituto Oriental), 1966. (sobre el art. 18 del Decreto).
C. Malancharuvil, The Syro-Malankara Church: Its Juridical Status, Roma E. Stakemeier, Erlauterung zum Dekret Über die katholischen Orientalischen
(Universidad Gregoriana), 1965. Kirchen: «Catholica», 19 (1965), 72-82; Das Konzilsdekret über die
G. Padinjarekutt, Appointment of Bishops in the Chaldean Church, Roma katholischen Orientalischen Kirchen: ibíd., 251-267.
(Pontificio Instituto Oriental), 1967. Monseñor E. Zoghby. Sus intervenciones en el Concilio sobre la indisolubi-
lidad del matrimonio y los documentos del Patriarca Máximos IV al res-
pecto han tenido una excelente publicación en L'Eglise Grecque-Melkite
E) RECOMENDACIONES SOBRE UNIDAD Y DIVERSIDAD au Concite, Beirut, 1967, 463-470.
EN EL DERECHO CANÓNICO ORIENTAL Cardenal Ch. Journet, Le mariage indissoluble: «Nova et Vetera» (1966),
núm. 1; también en «La Documentation Catholique», 63 (1966), núme-
W. de Vries, Das Konzilsdekret über die katholischen orientalischen Kirchen: ro 1.473, col. 1075-1094.
«Orientierung», 29 (1965), 201-204. H. Crouzel, Séparation ou remariage sélon les Peres anciens: «Gregorianum»,
P. Huizing, La reforma del derecho canónico: CONCILIUM, 8 (1965), 101-129. 47 (1966), 472-494.
M. Breydy, Diálogo canónico entre orientales y occidentales: «Estudios de A. Wenger, Vatican II, chronique de la quatrieme session, París, 1966,
Deusto», 9 (1961), 140-150. 200-246.
Monseñor Ziadeh, Sur la necesité d'un unique code de droit canonique pour J. Dauvillier, L'indissolubilité du mariage dans la nouvelle loi: «L'Orient
l'Eglise: «Antiochena», 6 (1965), 11-14; el mismo artículo, un tanto am- Syrien», 9 (1964), 265-290.
pliado, en «L'Orient Syrien», 11 (1966), 90-98. Se publicó una nota com- A. Dubarle, Mariage et divorce dans l'Evangile: «L'Orient Syrien», 9 (1964),
plementaria en «Antiochena», 8 (1965), 23-24. 61-73; cf. una breve nota del autor en «Revue des Sciences philosophi-
Monseñor M. Doumith, De l'unité du Code de droit dans l'Eglise Catholique: ques et théologiques», 50 (1966), 599-600.
«Antiochena», 7 (1965), 23-27. G. Martínez, Indisolubilidad del matrimonio rato y consumado entre dos
J. McGrath, Canon Lato for the Church and the Churches: «The Jurist», 26 partes bautizadas: «Revista Española de Derecho Canónico», 20 (1965),
(1966), 454-459. 481-523.
O. Kerame, Oecuménisme et indissolubilité du mariage: «Le Lien», 31
(1966), núm. 1, 19-24: con dos apéndices, 25-28.
F) ALGUNAS OBSERVACIONES ACERCA DE LA BIBLIOGRAFÍA G. Poisson, Une question actuelle: l'indissolubilité du mariage: «Monde
SOBRE DERECHO CANÓNICO ORIENTAL Nouveau», 27 (1966), núm. 3, marzo, 83-87.
A. Christofilopoulos, Hellenikon ekklesiastikon dikaion, Atenas, 1965.
I. Zuzek, Bibliografía reciente sobre el derecho canónico oriental: CONCILIUM, P. Urzumcev, Kardinal Avgustin Bea o Evcharistii i edinstve christian (El
8 (1965), 130-151. cardenal Bea acerca de la Eucaristía y la unidad de los cristianos):
J. Hoeck, cf. apartado B. «Zurnal Moskovskoj Patriarchii» (1966), núm. 2, 55-58.
M. Wojnar, cf. apartado D. Cardenal Bea, L'Eucaristia e l'unione dei cristiani: «La Civiltá Cattolica»,
C. Pujol, Decreto Conciliare sulle Chiese Orientali Cattoliche: «Unitas» (edi- 116 (4 septiembre 1965), vol. 2.765, 401-413.
ción italiana), 17 (1965), 167-181. El mejor comentario de Pujol está sien- En cuanto a la decisión de la Conferencia de obispos ortodoxos de América,
do preparado para su publicación por Ediciones Fax, Madrid. Agradezco cf. «St. Vladimir's Seminary Quarterly», 9 (1965), 38, y «Ostkirchliche
el uso que se me ha permitido hacer del manuscrito. Studien», 14 (1965), 201-202; Orthodox and Catholic Intercommunion:
W. de Vries, II decreto conciliare sulle Chiese Orientali 'Orientalium Eccle- «The Word», 9 (1965), núms. 2, 6 y 8.
siarumJ: «La Civiltá Cattolica», 116 (17 abril 1965), núm. 2.756, 106-121; Arzobispo Anthony, Vatican II and the Eastern Churches, comentario en
para el artículo en «Orientierung» cf. apartado E. «Eastern Churches Review», 1 (1966), 19-21.
V. Pospishil, cf. apartado D. Cardenal J. Slipyj. Su decreto sobre la communicatio in sacris ha sido edita-
R. Esposito, II Decreto conciliare sulle Chiese Orientali *Orientalium Eccle- do en «Blagovisnik... ó Litterae-Nuntiae Archiepiscopi Maioris», 2
siarum', Roma, 1965. (1966), 45-46.
M. Sotomayor, Decreto sobre las Iglesias orientales católicas, Madrid, 1965. J. Risk, De reformandis canonibus qui regulant communicationem in sacris:
G. Caprile, cf. Lavori del Concilio: «La Civiltá Cattolica», 116 (20 marzo «Periódica de re morali-canonica-liturgica», 55 (1966), 694-724.
1965), vol. 2.754, 578-599. A. Scrima, The Lifting of the Anathemas: «Eastern Churches Review», 1
L. Diez, El decreto conciliar sobre las Iglesias orientales católicas: «Re- (1966), 23-26.
Unión», 10 (1965), 315-337.
P. O'Connel, The Decree on the Catholic Eastern Churches, Dublín, 1965.
P. Mahfoud, Quél rite doit adopter le fidéle oriental acatholique qui rejoint
Ebullición en la vida religiosa 339

catolicismo contemporáneo. Esta diferencia puede explicarse en


gran parte por la distinta actitud teológica adoptada por la Reforma
y por la Iglesia católica frente a la vida religiosa a partir del Con-
cilio de Trento. Mientras la Reforma rechazaba la vida religiosa
como una de las más claras expresiones de la justificación por las
obras y de la infidelidad a la misión creadora encomendada por
Dios, la Contrarreforma insistía en presentar la vida religiosa como
Documentación Concilium * estado de perfección3, como una especie de aristocracia espiritual.
Pero ambas partes han corregido su unilateralidad. A veces el cam-
bio es tan explícito que el observador tiene la impresión de que
el protestantismo muestra más entusiasmo por la vida religiosa
EBULLICIÓN EN LA VIDA RELIGIOSA1 que el catolicismo. Sin embargo, un examen más riguroso demues-
tra que el escepticismo católico sobre la vida religiosa preconciliar
«No recordéis las cosas antiguas, no prestéis atención al pasa- obedece a una justificada insatisfacción ante un enfoque jurídico
do, porque hago cosas nuevas; ya está comenzando, ¿no lo veis?» y una institucionalización que no responden a nuestro moderno
(Is 43,18-19). sentido de la vida. Por su lado, el entusiasmo protestante parece
Con el Vaticano II la Iglesia entera ha entrado en ebullición. obedecer al hecho de que los protestantes no han comenzado to-
No es, por tanto, de extrañar que tampoco la vida religiosa pre- davía a sufrir las consecuencias del desgaste histórico.
sente ya la estática apariencia a que estábamos acostumbrados. En Es de notar además que el reducido número de religiosos exis-
teoría y en la práctica ha emprendido un nuevo camino, distinto tentes en las Iglesias protestante y anglicana es considerado más
del que seguía hace una década 2 . ¿Son estos movimientos las úl- como un residuo de tendencias conservadoras que como algo que
timas convulsiones de una próxima agonía o los signos de una nue- afecte a la entraña de la Iglesia. En cambio, la teología católica
va vida? No basta juzgar la cuestión a partir de un optimismo o estima que la vida religiosa es una expresión esencial de la Iglesia
pesimismo meramente subjetivo. De ahí que nos propongamos misma.
ofrecer a continuación un estudio responsable del fenómeno, el Ofreceremos, en primer lugar, un breve panorama de las ma-
cual ha atraído la atención de los teólogos en publicaciones re- nifestaciones, más bien recientes, de vida religiosa entre los pro-
cientes y no se limita a manifestaciones locales. testantes. Más tarde analizaremos los puntos principales de la in-
Una primera impresión de conjunto es que la vida religiosa satisfacción católica frente a la vida religiosa, indicando el tras-
es considerada con más optimismo en el protestantismo que en el fondo del actual escepticismo ante una vida religiosa instituciona-
lizada y mostrando cómo este escepticismo puede llevar a una re-
*1 Bajo la responsabilidad del Secretariado General. novación de la vida religiosa en la Iglesia católica.
Agradecemos la ayuda recibida en un coloquio en el que intervenían las
siguientes personalidades: doctora Lydia Simons; profesor doctor A. van Ga- I. LA VIDA RELIGIOSA ENTRE LOS PROTESTANTES
len, oc; dom A. Nuy, OSB; profesor doctor A. van Rijen, MSC; profesor doc-
tor P. Smulders, sj, y un equipo del Secretariado General. Para una discusión
sobre el origen de los documentos conciliares sobre la vida religiosa y un de- No tiene gran sentido afirmar sin más que la vida religiosa está
tallado comentario, cf. J. M. R. Tillard, L'adaptation et la rénovation de la declinando en la Iglesia católica, mientras que en el protestantis-
vie religieuse: «Unam Sanctam», 62 (París, 1967); Dekret über die zeit-
gemasse Erneuerung des Ordenslebens mit den Ausführungsbestimmungen 3
Este enfoque unilateral del protestantismo ha sido expresado perfecta-
Lateinisch und Deutscb (con introducciones de F. Wulf), Münster, 1967. mente por A. Harnack, Das Monchtum, seine Idéale und seine Geschichte,
2
Para un estudio científico de esta evolución, cf. dom R. Lemoine, OSB, Giessen, !1900. Sobre el origen de la vida religiosa, cf. P. Festugiére, Les
Le droit des religieux du Concile de Trente aux Instituís séculiers. Evolution moines d'Orient, I, París, 1959; J. Peters, Naar een tbeologie van de
historique du droit des religieux (con un prólogo de Gabriel Le Bras). París- Evangelische Raden, en Jaarboek 1963/4 Werkgenootschap van katholieke
Brujas, 1955. Theologen in Nederland (Hilversum, 1965), 169-193.
340 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 341

mo experimenta un nuevo resurgir. Se trata sencillamente de que limitamos a discutir el aspecto eclesiológico de la revalorización
la crisis ha afectado antes a los católicos. Existen indicios de que de la vida religiosa en el calvinismo.
las recientes comunidades religiosas del protestantismo tendrán El redescubrimiento de la Iglesia como misterio en una teo-
que afrontarla también sin tardar mucho, como lo demuestra el logía semejante a la de Karl Barth muestra una curiosa correspon-
hecho de que tales movimientos sean aceptados únicamente por dencia con el resurgimiento de una vida religiosa que se considera
el calvinismo y el luteranismo conservador. A la hora de juzgar un a sí misma como una intensificación de esa realidad eclesiológica.
fenómeno numéricamente limitado, como lo es la revaíorización Esta estrecha relación entre eclesiología y vida religiosa presenta
de la vida religiosa en un movimiento específico dentro de la teo- un gran relieve en Taizé, cuya paradójica existencia ha sido expli-
logía calvinista, no se puede olvidar que en el catolicismo tuvo cada teológicamente con toda claridad por R. Schütz y Max Thu-
lugar una revalorización semejante ya a fines del siglo xix (los rian 6 . Los Hermanos de Taizé consideran que hay dos tipos de
dominicos en tiempos de Lacordaire, Guéranger y el movimiento vida comunitaria cristiana en el Nuevo Testamento. El primero
litúrgico de Solesmes, los Padres Paulinos en los Estados Unidos, es el de la comunidad simbólica: cerrada, limitada, basada en el
Newman y el Oratorio en Inglaterra). Desde esta perspectiva, el modelo del colegio apostólico con vida y propiedad en común.
movimiento protestante se presenta más como una floración tardía Es lo que ellos llaman comunidad de Jerusalén. El segundo tipo
de otoño que como la primera floración de una primavera en es la comunidad que está proyectada hacia el mundo: la comuni-
puertas 4. Este juicio crítico es sumamente necesario cuando existe dad eclesial ordinaria, que ellos denominan comunidad paulina.
el peligro de pensar apresuradamente que hay un fundamento Consideran que ambos tipos son necesarios para una vida comu-
común suficiente para lanzarse a establecer una vida religiosa ecu- nitaria vigorosa. El tipo de Jerusalén lo ven perpetuado en las
ménica e interconfesional. Como observaba L. Dingemans 5 con órdenes monásticas. Este tipo, sin embargo, ha sido relegado cons-
ocasión de las jornadas de estudios ecuménicos de Ramegnies-Chin, tantemente a un segundo lugar con detrimento de las Iglesias (pro-
la situación está influida por una serie de factores sociológicos de testantes). Por eso estiman una especial vocación el representar
los que sólo a medias tenemos conciencia. La vida religiosa no es hoy al tipo de Jerusalén.
un fenómeno exclusivamente cristiano; también otras grandes re- En todo esto se diferencia esencialmente de Taizé, por ejem-
ligiones presentan grupos religiosos con una estructura social muy plo, la Michaelbruderschaft (Hermandad de San Miguel) alemana,
semejante a la de las comunidades cristianas. Tocaremos de nuevo la cual considera su actividad como un servicio de representación
este punto en la segunda parte del artículo, cuando tratemos de y un movimiento de vanguardia. Sus miembros parten del princi-
la relación entre secularización y vida religiosa. De momento nos pio de que todos los miembros de la Iglesia deberían realmente
hacer lo que la Hermandad hace provisionalmente por ellos con
4
Un examen de las instituciones religiosas protestantes puede verse en carácter representativo. Taizé mantiene, en cambio, explícitamente
Lydia Prager, Frei für Gott und die Menschen. Evangelische Bruder- und que no todos deben hacer lo que ellos: esto exige una vocación
Schwesterschaften der Gegenwart in Selbstdarstellungen, Stuttgart, 21964; especial. Pero tal vocación no es de mayor valor que la de un
sobre la justificación teológica de Taizé, cf. R. Schütz, Living Today for God,
Baltimore (Maryland), 1962; The Taizé Vocation: «Theology», 565 (julio miembro de la comunidad paulina: ambas son necesarias. Esto se
1967), 309-315; Unity, Man's Tomorrow, Londres, 1962. refiere no tanto a una comunidad ya existente como institución
5
Estas jornadas se celebraron del 3 al 8 de abril de 1967 en el Instituto cuanto a la creatividad que suscita constantemente la vida comu-
Saint André (Bélgica). En 1965 y 1966 se reunieron en los Estados Unidos nitaria en formas nuevas, según brota de la elaboración de la vo-
varios religiosos anglicanos y católicos. En Ramegnies Chin tuvo lugar una cación personal y de la fe en el evangelio. Esa es quizá una de las
reunión de 120 religiosos anglicanos, católicos, ortodoxos y protestantes.
G. Trifitt, superior general de la Sociedad Anglicana de San Juan Evange- razones por las que Taizé atrae tantas comunidades protestantes
lista, presentó la unidad de experiencia de forma demasiado unilateral, como a su propia comunidad: sus setenta miembros pertenecen a unas
un acercamiento al problema más complejo _de la unidad cristiana; es una
oposición excesiva entre teología y espiritualidad. Una espiritualidad que no
6
se apoye en una sana teología (que no cuente con el contrapeso de la teo- R. Schütz, La Regle de Taizé, Taizé, 1954; C. van Loo, Kloosterorden
logía) se torna fácilmente fanática, y no hay nada más peligroso para la ver- in het reformatorisch christendom: «Streven», XIV, 2 (agosto-septiembre
dadera unidad. 1961), 1104-1109.
342 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 343

veinte Iglesias. La experiencia religiosa (el elemento de piedad) una concreta insatisfacción psicológica frente a la vida religiosa
y la celebración de la Eucaristía son también consideradas prima- institucionalizada. Intentaremos ofrecer un amplio análisis de este
riamente como una fuerza que estructura la comunidad. Existe sentimiento de insatisfacción para presentar luego la situación de
un deliberado intento de anular toda forma de individualismo en crisis y lo que se está haciendo entre los católicos a fin de promo-
la búsqueda de nuevos modos de vida comunitaria. Tal comunidad, ver una renovación.
decididamente, no se propone la simple utilidad ni la mera acti-
vidad. No es un medio para otra cosa, sino la misma realidad es-
II. CRISIS EN LA TEOLOGÍA CATÓLICA
piritual: la propia comunidad es un aspecto realizado de la sal-
DE LA VIDA RELIGIOSA
vación 7.
Taizé se reconoce abiertamente en deuda con las grandes órde- La insatisfacción de los mismos religiosos frente a la institu-
nes religiosas católicas. Esto explica quizá por qué atrae tan fácil- cionalización de la vida religiosa no se refiere tan sólo a uno u
mente a los católicos en un primer contacto: éstos ven allí algo otro aspecto: es general. Los miembros jóvenes afirman que no
que les gustaría encontrar como ideal en su propia Iglesia, una sín- encuentran lo que buscan, mientras que los viejos consideran la
tesis genuina de acción y contemplación y los valores de las dis- base tradicional de la vida religiosa como una ideología. El pro-
tintas espiritualidades reclamadas como un privilegio por las di- blema no es precisamente la laxitud en la observancia ni el colapso
versas órdenes de la Iglesia católica. Sin embargo, deberían pre- que el entusiasmo por la vida contemplativa en particular ha su-
guntarse qué les agrada más: lo que hay de nuevo o la visión de frido en los diez últimos años, sino más bien la falta de una visión
un estilo de vida religiosa que tiene sentido para el futuro. Es para el futuro. La institución da la impresión de que se está tan
conveniente guardarse de nuevos mitos. vinculado a un mundo perteneciente al pasado que resulta impo-
Una mirada más profunda descubre que también estas comu- sible comprometerse en serio con el mundo del futuro. La gente
nidades tienen la dificultad de pasar de la inspiración original a la se pregunta si es posible comprometerse totalmente con algo cuyo
segunda generación. La historia de la vida religiosa católica mues- valor para el futuro se pone en duda 9 . Esta insatisfacción general
tra que tal dificultad es casi insuperable: la segunda generación tiene causas aún más profundas, y la mayoría de los religiosos no
casi siempre institucionaliza. Lo cual lleva inevitablemente a una son capaces de expresarlas en fórmulas concretas. Ya no es evi-
pérdida de la frescura original, e incluso sucede a menudo que la dente el valor de la vida religiosa como tal, y se hacen denodados
inspiración real que condujo a la creatividad religiosa es impulsada esfuerzos para descubrir su verdadero significado.
en una dirección que difiere de la intentada por el profético fun-
Una literatura amplia y frecuentemente reiterativa da la im-
dador.
presión de que se está intentando restaurar o apuntalar los viejos
Esta observación crítica sobre unos movimientos tales como muros de un castillo secular, incluso obligando a soportar la gran-
el de Taizé no significa negar que esas comunidades religiosas deza de una cultura del pasado. Ante la gravedad del deterioro,
puedan actuar como un signo de esperanza para la vida religiosa algunos hablan incluso de reconstruirlo por completo 10 . En oca-
en general, sino que se limita a subrayar que no ofrecen ninguna siones se mira a Taizé con envidia porque no se ve onerado con
solución a la situación crítica de la vida religiosa en la Iglesia ca-
tólica. El obvio aplauso que estas comunidades religiosas —numé- Dogmatik, III (Zurich, 1957), pp. 4, 137 y 164: «Hay un valor auténtica-
ricamente reducidas, pero cualitativamente influyentes— despier- mente cristiano que no lleva al hombre al matrimonio, sino más allá del ma-
tan en algunas Iglesias protestantes no puede repetirse en la Igle- trimonio.» No obstante, según Barth, no convendría «ignorarlo tan alegre-
sia católica por razón de la situación histórica 8 . Aquí palpamos mente como se ha hecho hasta ahora».
' J. M. Delor, La vie religieuse, signe lisible pour le monde d'aujourd'hui:
«Rev. Dioc. Tournai», 21 (1966), 382-394.
10
7
J. Murphy-O'Connor, Peché et communauté dans le Nouveau Tesía- J. Leclercq, Le monachisme contesté: «N. R. Th>, 89 (1967), 608-610.
menf «Rev. Bibl.», 64 (1967), 161-193. En relación con este tema, véase la excelente serie Problémes de vie religieuse,
* P. Philippi, Bruderschaften zwischen Gemeinde und Amt, en Geschichts- en especial el núm. 20, Les religieux aujourd'hui et demain, París, 1964, y el
wirklichkeit und Glaubensbewahrung (Stuttgart, 1967), 310-311; cf. K. Barth, núm. 22, Le mépris du monde, París, 1965.
344 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 345

el peso de la historia. Sin embargo, la conciencia de este peso de mente relativos y renunciar a un futuro situado encima o fuera
la historia pone de relieve que la misma vida religiosa está sujeta de esta tierra.
a esa ley de la historia, y esto es una buena ventaja. No se trata Durante largo tiempo, la vida religiosa estuvo marcada por una
nunca de un ingenuo optimismo ni de una total repulsa. La mejor doble tendencia: una huida del mundo y el deseo de un mundo
manera de entender la actitud crítica de los autores católicos y su nuevo, una insatisfacción frente al mundo según se presenta y la
búsqueda de una renovación efectiva y teológicamente justificada esperanza de un mundo nuevo, en cuya edificación se considera
es quizá el examen de los puntos que destacan en su argumentación: posible colaborar. Los actuales intentos de adaptación subrayan
1. La tendencia marcadamente secularizadora de la teología quizá el aspecto negativo de la huida ante el mundo y descuidan
actual, que parece considerar la vida religiosa como una forma de el aspecto positivo del deseo de un mundo nuevo. Los estudios de
alienación. Bultot 13 sobre el «desprecio del mundo» pueden ayudarnos a ver
2. Un mejor conocimiento de las condiciones y los factores cómo esta huida del mundo nació de una insatisfacción frente al
sociológicos de la estructura comunitaria. mundo de una particular condición cultural. El elemento positivo
3. La nueva visión aportada por la antropología. residía en la creencia de que era posible otro mundo. Siempre que
4. El descubrimiento de los factores psicológicos en que se esta huida del mundo se tradujo en una actitud pasiva, como entre
apoya la formulación clásica de los consejos evangélicos. los quietistas, o antes de ellos entre los flagelantes e incluso en el
5. Los cambios introducidos en nuestra eclesiología. movimiento de la docta ignorantia, la Iglesia la condenó. Los
6. La clericalización de las órdenes religiosas. auténticos inspiradores de la vida religiosa, como Benito, Francis-
7. Cierta insatisfacción ante los resultados del Vaticano II co, Domingo, Ignacio y otros, actuaban siempre impulsados por
con respecto a la vida religiosa. la visión de un mundo futuro. Cuando, como en nuestros días, se
toma más conciencia del mundo, resulta claro dónde residen las
8. Descontento frente a la tendencia igualadora y la centra-
limitaciones e ilusiones de semejante visión. También en nuestro
lización de la vida religiosa, hoy que comprendemos mejor el pro-
tiempo, los profetas religiosos —como el padre Lebbe— tienen
ceso histórico que dio lugar a ello.
necesariamente una visión limitada. Su visión del mundo nuevo,
en efecto, se ve inevitablemente limitada por el entorno cultural
en que viven. Pero la limitación no resulta peligrosa a menos que
1. ha tendencia secularizadora de la teología actual los problemas de tal visión —y luego la visión misma— sean uni-
versalizados. Ello era todavía posible cuando el mundo occidental
Al decir «tendencia secularizadora» nos referimos a que el constituía una unidad cultural. Con el descubrimiento del Nuevo
hombre es hoy consciente de que, mediante la ciencia, la tecno- Mundo, y ciertamente con la expansión de la actividad misionera,
logía y la organización, tiene en sus manos el destino del mundo esta actitud no sólo se extendió a la Iglesia universal, que comenzó
y su propio destino u . Su ambiente cultural y su educación le in- a unlversalizar ciertos problemas locales, sino también a los mo-
clinan a juzgar cualquier norma por su utilidad para la creación vimientos religiosos que pululaban por el mundo entero w . Ac-
de una sociedad humana mejor n. Esa es la razón de que él intente tualmente, el problema se nos presenta con mayor rigor J5 . Tam-
crear nuevas normas al margen de su propia experiencia y del bién los religiosos son permeables a la vaga exigencia de un mundo
mundo concreto en que vive, con la esperanza de conquistar un
futuro terreno, aunque" comprendiendo plenamente que todo puede
13
resultar un fracaso. Pero tal temor no le impide reducir las normas R. Bultot, Anthropologie et spiritualité: «Rev. Se. Ph. et Th.», 61
procedentes de fuera o de arriba a la condición de valores mera- (1967), 3-22; cf. el número especial de «Rev. d'Asc. et Myst.», 41, 3 (1965).
" Mons. R. M. Tschidimbo, La ténovation de la vie religieuse et les
tnissions, en la obra de Tillard L'adaptation et la rénovation (París, 1967),
" Commissie van XVII, Veranderingen in het religieuze leven en de 525-540; L. Hughes, Religious Renewal and the Mission: «The Way» (mayo
achtergronden hiervan; id., De gesculariseerde wereld en het religieuze leven, 1966), 108-112.
15
Nimega, 1967 (pro manuscripto). E. Schillebeeckx, Het nieuwe mens- en Godsbeeld m confltct tnet het
12 religieuze leven: «T. V. T.», 7 (1967), 1-27.
R. Spiazzi, OP, Lo spirito e la regola di San Bomenico, Roma, 1967, 12.
23
346 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 347

nuevo lé . En tales circunstancias resulta inaceptable la huida del crean un vacío. La virginidad aprende del amor conyugal qué es
mundo. Se la rechaza e incluso se piensa que sólo ahora podemos el amor, y viceversa. La pobreza aprende del trabajo remunerado
empezar realmente a hablar del pleno valor de la vida religiosa. el verdadero valor ético de la posesión, y sin este trabajo remu-
La otra tendencia, la visión de un mundo nuevo, puede con- nerado, sin laboriosidad y espíritu creador, la pobreza es sencilla-
fundirse con una superficial secularización e identificarse con una mente una carga para la economía de un estado. Sin responsabi-
aproximación indiscriminada a ese mundo nuevo que ha de ser lidad —incluso por lo que se refiere a la visión profética— y, por
edificado. Varias publicaciones recientes " subrayan más bien la tanto, sin prontitud para asumir esta responsabilidad, la obedien-
pluriformidad del mundo: hay muchos mundos, y entre ellos hay cia no pasa de ser una indolente pasividad y la repetición de unos
lugar para lo que puede llamarse el mundo religioso. La crisis ver- esquemas de conducta religiosa y eclesiástica que no anticipan el
dadera de la vida religiosa reside precisamente en una falta de futuro. Sin esta sensibilidad para los valores terrenos, experimen-
visión sobre el papel que podrá desempeñar el religioso en el tados como genuinos valores, los consejos evangélicos pierden su
mundo de mañana. Se puede pensar que su tarea consistirá en una significado en nuestro tiempo. Por otra parte, el amor, la autono-
positiva insatisfacción ante una concepción demasiado secular del mía y la posesión no llegarán a ser plenamente operantes en sen-
mundo de mañana, en el descubrimiento de dimensiones religiosas tido cristiano sin la práctica evidente de los consejos evangélicos.
en ese mundo, al igual que el mundo de los artistas descubrirá di- El despliegue de la capacidad humana para amar tiende también
mensiones artísticas en el mundo tecnológico de mañana. A ve- hacia el amor de Dios; el deseo humano de poseer tiende también
ces 18 se presenta a los religiosos como una especie de francotira- hacia la posesión de Dios (si pudiéramos concebir a Dios como no
dores evangélicos. Lo que señalaba Kásemann como un defecto de imprescindible, no sería real); la capacidad de escuchar, de incor-
toda la cristiandad puede aplicarse al mundo institucionalizado porar elementos de otras culturas a nuestra vida personal (dado
de la vida religiosa: «Sobran oficiales regulares y faltan guerrille- que esta escucha es el modo de comunicarnos con un mundo hecho
ros, cuando sólo los guerrilleros inspirados pueden liberar a la «vivible» por otros) tiende también hacia la percepción de unos
Iglesia del ghetto de una cultura cristiana trasnochada.» sonidos que no son meramente humanos. Estas líneas pueden servir
de punto de partida a una verdadera renovación de la vida reli-
El interés por los valores terrenos, que ocupa el horizonte giosa tan pronto como descubramos —por citar a Rahner 20 —
religioso —por supuesto, en Occidente— hasta el punto de que que los consejos evangélicos encarnan y manifiestan la fe en una
podría dejarnos ciegos para captar otras dimensiones, no facilita gracia de Dios que se extiende más allá de este mundo.
ciertamente la valoración de los consejos evangélicos en su forma
tradicional. Un acto éticamente justificado de renuncia sólo es
posible cuando se aprecia el valor del objeto a que se renuncia19.
Los valores mundanos y los consejos evangélicos no son dos posi- 2. Un mejor conocimiento de las condiciones y los factores
bilidades en mutua oposición: ambas cosas son necesarias, y elegir sociológicos de la estructura comunitaria
una no significa rechazar la otra. Los consejos evangélicos no
Cuando se dice que la comunidad religiosa es una comunidad
16
sui generis dentro del conjunto de la Iglesia o que es uno de los
R. Rouquette, Les Jésuites et la question sociale en Amérique Latine: distintos tipos de estructura comunitaria que puede producir una
«Etudes» (abril 1967), 564-568.
17
P. Pernot, Raines de Van 1000 et moines de Van 2000: «Signes du vida basada en el Evangelio, esa comunidad no sólo queda oscura,
Temps», 11 (1966), 22-25. sino que resulta imposible ver claramente que está sometida a cons-
18
Cf. el informe sobre una discusión en torno al tema de las religiosas tante cambio. Mantener un viejo marco y una vieja estructura de
en los Estados Unidos: «The Nat. Cath. Repórter» (11 enero 1967), 10-11. autoridad oscurece la autenticidad de la vida religiosa. La socio-
También J. Daniélou, La place des religieux dans la structure de l'Eglise, en
L'Eglise du Vatican II (París, 1966), 1173-1180; M. A. Neal, SMD, Sociology logía nos enseña que tales estructuras pueden y deben ser adapta-
and community change, en The Changing Sister (Notre Dame, 1965), 39.
20
" B. del Planque, OP, La rénovation de la vie religieuse dans l'Eglise et K. Rahner, Über die evangelischen Rute: «Geist und Leben» (febrero
le monde moderne: «V. S.» (supl.), 78 (1966), 339-364. 1964), 34 (Schriften zur Theologie, VII, Einsiedeln, 1966, pp. 404-434).
348 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 349
21
das . El no católico L. Moulin elogia la legislación social de las larán más claramente un sentimiento de soledad. La soledad es tan
grandes órdenes y su capacidad para rejuvenecerse22. Pero frente importante para la vida humana como los errores y los fracasos.
a esto se da el hecho de que un sistema puramente vertical de Existe una soledad en «compañía». El viejo adagio de la tradición
autoridad hace imposible una comunidad verdadera. «Una comu- religiosa, que habla —quizá con un exceso de romanticismo— de
nidad religiosa que, por sus estructuras, su descuido en el trato, «bienaventurada soledad», puede tener gran valor en la ética con-
su falta de relaciones humanas y de elasticidad en su ambiente, temporánea. Es un aspecto fuertemente acentuado hoy en una
hace imposible o dificulta notablemente en la práctica la vida reli- figura como Charles de Foucauld y en la espiritualidad de sus
giosa de sus miembros, los libera unilateralmente del compromiso petits fréres26. Estas nuevas formas se encuentran, como es cla-
que les había aceptado en su profesión (aparte las implicaciones ro, estrechamente relacionadas con el conocimiento moderno del
jurídicas)»23. hombre.
Una comunidad religiosa se estructura también mediante el
diálogo y la realización de experiencias. Esto no va contra la auto-
ridad. Algunos autores han intentado establecer ciertas normas de 3. La nueva visión aportada por la antropología
conducta para tales experiencias: el grupo que experimenta no
debería contar con menos de ocho miembros, y lo mismo la comu-
Este aspecto de la exigencia de una renovación puede expre-
nidad que permanece viviendo como antes; debería existir un lugar
sarse diciendo que hoy se considera insuficiente afirmar que la
definido para la vida del grupo, mientras que el marco de sus ac-
vida religiosa no se opone al despliegue de las posibilidades hu-
tividades podría variar fácilmente; convendría tener la valentía de
manas: es preciso considerarla como una auténtica forma de vida
examinar científicamente la motivación de la experiencia; «al juz-
humana por propio derecho.
gar la forma concreta de la comunidad, la última palabra debería
corresponder al psicólogo, al sociólogo, al organizador, al experto La cuestión fundamental es si la forma religiosa de vida es
en higiene de grupo, en una palabra: al experto en estructuras humana al tiempo que inspirada en el Evangelio. Cabe dejarse
comunitarias, y no al teólogo» M. Existe, evidentemente, algo que inspirar por el fundador de la comunidad religiosa a la que se
va más allá de estos factores, si bien habría que guardarse siempre pertenece o se desea pertenecer, pero se prestará más atención al
de criticar los defectos estructurales valiéndose de una represen- modo en que esa persona profética descubrió una nueva forma de
tación mítica desde arriba. Entonces se desvanecería sencillamente existencia humana y de servicio en el Evangelio que al esquema
la queja general de que las formas institucionales de la vida reli- actual y concreto de su propia vida 27 . Pero un religioso querrá
giosa han venido a ser casi idénticas a causa del centralismo25. Con ver también su propia vida como un proceso de progresiva auto-
todo, cuando se da el deseo de formar comunidades menores, con- conciencia. Debe ser un progreso que se desarrolle en el sentido
vendría recordar que un número más reducido no es necesaria- de la presencia de Dios en todo lo que pertenece a los logros
mente una garantía de mayor intimidad. Tales comunidades reve- culturales del hombre contemporáneo. Las preguntas y dudas acer-
ca de la vida religiosa obedecen a la visión personalista del hombre
21 moderno, según se resumen acertadamente en el citado informe de
R. Hostie y otros, Menselijke verhoudingen in de communiteit, Brujas- la Comisión de los XVII: «Es dudoso que la forma actual de la
Utrecht, 1967; J. H. Fichter, Religión as a occupation, Notre Dame, 1961;
M. A. Baan, De Nederlandse minderbroedersprovincie sinds 1853. Socio- mayor parte de las comunidades religiosas conceda suficiente es-
logische verkeening van een religieuze groepering, Assen, 1965; V. Walgrave, pacio al desarrollo armónico de la personalidad humana. No está
Essai d'autocritique d'un ordre religieux. Les Dominicains en fin de Concite, claro cómo el concepto tradicional de obediencia puede armoni-
Bruselas, 1966. zarse con la visión personalista del hombre. Con frecuencia, los
22
L. Moulin, Le monde vivant des religieux (París, 1964), p. 13: «... el
secreto de la juventud y larga vida, de la constante adaptación y renovación
de las más antiguas instituciones políticas de Europa.» 24
23
Schillebeeckx, loe. cit., 21. R. Voillaume, La contemplation, élément essentiel de toute vie chré-
24
Ibíd., 24. tienne, en la obra de Tillard L'adaptation..., pp. 159-169.
27
25
I. F. Goerres, Monch uní Laie: «Erbe und Auftrag», 42 (1966), 197. H. Carrier, Sico-sociología de la afiliación religiosa, Estella (Navarra),
1965, p. 321.
350 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa • 351

esquemas existentes de administración y autoridad no correspon- recido en CONCILIUM 3 1 se ponía de relieve que los Evangelios
den a la exigencia de responsabilidad personal y a la decisión de contienen más invitaciones a un seguimiento estricto de Jesús que
una conciencia personal. La formación y educación religiosa tradi- • las contenidas en los tres clásicos consejos evangélicos.
cional no va suficientemente encaminada a crear personas libres y La renovación de la vida religiosa no tiende a una sustitución
responsables. Las tradicionales prácticas ascéticas y espirituales 4 o prolongación de tales consejos. El hecho con que hemos de en-
proceden a menudo de una anticuada visión dualista del hombre t frentarnos es que la forma institucionalizada en que ha cristalizado
y de su mundo. En la vida religiosa, la emancipación de la mujer la práctica de esos consejos no es clara de por sí. Se puede hablar
no ha tenido las mismas oportunidades que en la sociedad contem- hasta la saciedad del valor simbólico de los consejos, pero la ver-
poránea» 28 . Necesitamos, pues, una mayor apertura si no quere- | dad es que éstos han perdido gran parte de su valor por múltiples
mos que un aislamiento sin sentido lleve a una deformación. Esto > circunstancias. A veces, como en el caso de la obediencia, tales
se refiere en particular a las leyes sobre la clausura 29. circunstancias están vinculadas a la rigidez petrificante que oprime
El religioso desea descubrir cómo es él hoy necesario: no i la vida religiosa después del Concilio de Trento 32 . A veces, como
basta decir simplemente que es necesario. El religioso no puede 1 en el caso de la pobreza, encuentran su explicación en las distintas
comprometerse si no ve la posibilidad de realizar su entrega en el 1 condiciones económicas. En la actual situación económica y «so-
contexto de su propia vida. El rasgo característico de la inspiración I cializada» de la sociedad se puede renunciar confortablemente a
religiosa reside en el descubrimiento de este objetivo ético de su i toda propiedad sin arriesgar el pan de cada día; a lo sumo, lo que
vida. Lo cual lleva a una mayor profundización de la vida religiosa I se arriesga es la propia actividad apostólica. Si la pobreza debe ser
en todos los frentes: vocación, regla, constituciones, estructuras, \ una opción personal, tendrá que inspirarse en la solidaridad con
modo de vida, hábito; para ello es inadecuado un modo de vida 1 las necesidades materiales o espirituales del hombre. La verdadera
estático. | propiedad del hombre en esta sociedad productiva es su capacidad
La búsqueda de una forma específicamente religiosa de vida, de producir y sus talentos. Y a esto no puede renunciar ni siquiera
estimulada por la moderna antropología, presenta además el pro- 9 el religioso. La pobreza, pues, consistirá en poner los propios ta-
lentos al servicio de los menos afortunados; en una cierta pureza
blema de la libertad en una nueva luz. No se trata de libertad sin \
de intención —«transparencia», como la llama Taizé—; en un
más, sino de libertad para crear una atmósfera en la que pueda
servicio fecundo sin mirar por la seguridad en la posesión33; en
oírse la palabra de Dios con una nueva tonalidad, sin perder por |
ganarse la vida, como ya se hace en algunas experiencias.
ello la solidaridad con el resto. Por otra parte, en la práctica de i
los consejos evangélicos, el religioso está aprendiendo a pensar | El oscurecimiento en la comprensión de la virginidad se debe
sobre la relativa libertad de que dispone. \ en gran parte a la nueva concepción del sexo y del cuerpo humano.
La crítica no va dirigida en primer lugar contra los defectos en la
í práctica antigua de la virginidad, ya que también el matrimonio
4. El descubrimiento de los valores psicológicos en que se apoya | es entendido de otra manera, sino que se funda en el hecho de que,
la formulación clásica de los consejos evangélicos '! desde Freud, un observador ajeno ya no puede considerar la vir-
¡ ginidad como pura generosidad. En tal crítica intervienen también
Hace sólo veinte años, la vida religiosa podía definirse como |
una vida «angélica». Aparte el hecho de que sabemos cómo surgió 1 Religious», 23 (noviembre 1964), 715-723; R. A. McCormick, Psychosexual
históricamente este concepto en nuestra tradición, la invitación | development
31
in religious Ufe, loe. cit., 724-741.
evangélica a la virginidad aparece hoy fundada también en los ele- I 32
Cf. CONCILIUM, 9 (1965), 74-81.
mentos humanos de ese esquema de vida 30 . En un artículo apa- 1 K. Rahner, Eme ignatianische Grundhaltung Marginalien zum Gebor-
sam- «Stimmen der Zeit», 158 (1955-56), 253; A. Walsh, A note on religious
maturity
33
«The Way», 2 (1966), 113-119.
28
Loe at, 3. ,., K. Rahner, Die Armut im Ordensleben in einer veranderten Welt:
29
G. Tillmans, Naar een dynamische opvatting van bet slot der monialen } «Geist und Leben», 33 (1960), 265; J. Giblet, La joyeuse esperance des
30
R. Vaughan, Chastity and psychosexual development- «Review for pauvres de Dieu- «Anneau d'Or», 66 (1955), 481-488.
352 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 353

factores psicológicos. La posibilidad de interpretar los votos de lar de vida no siempre puede ser entendido inmediata y conscien-
manera negativa (huida ante la responsabilidad, incapacidad para temente como una ventaja para la cultura que prevalece en un
realizarse plenamente mediante la propia capacidad creadora y momento dado, pero sí puede mostrar ciertas líneas para un futuro
comprometerse conscientemente en el campo de la realidad se- desarrollo. En este sentido, la vida religiosa habrá de ser siempre
xual M) hace difícil que esa vida sea considerada como una obvia profética.
manifestación de generosidad. Así, Taizé no valora ya los consejos La estabilidad de esta forma de vida no debería expresarse en
evangélicos por su grandeza o excelencia intrínseca, sino como un términos de duración temporal, difíciles de concebir (votos tem-
medio: este estilo de vida prepara al hombre para recibir el men- porales, votos perpetuos M ), sino en términos éticos de fidelidad.
saje del Evangelio de una manera distinta de la usual. El énfasis, Precisamente cuando una persona permanece fiel, incluso por ra-
pues, recae sobre la palabra del Evangelio, que «no todos pueden zones psicológicas, a un esquema religioso de vida, toma concien-
comprender». cia de su limitación específica, pero a la vez crea la única posibi-
Entre los católicos, los intentos de una renovación en la prác- lidad humana de trascenderla.
tica de los consejos, de modo que ésta resulte más inteligible, sub-
raya los aspectos humanos de tales consejos: son un posible modo
de vida, aunque claramente distinto del usual. ¿Hay algo especí- 5. Las nuevas perspectivas de la eclesiologta
ficamente cristiano en los consejos? ¿Son algo más que mixtifi-
caciones de tareas que están por encima de nosotros? Por supues- Podemos decir que hoy ha sido superada la idea de una Iglesia
to. Son una forma de vida humanamente posible. Además, este uniforme. Ya en la Edad Media 37 se pensaba que la vida religiosa
estilo carismático de vida, esta incapacidad existencial para hacer era una manera de «ser la Iglesia» distinta de la oficial, la cual
o querer otra cosa muestra que los consejos —tal como se expre- se hallaba estrechamente implicada en las estructuras políticas.
san, por ejemplo, en el Sermón de la Montaña— pueden ser real- Actualmente se subraya aún con mayor énfasis la multiformidad
mente llevados a la práctica. Se trata de una misión esencial de la de la única Iglesia: «La única misión esencial de la Iglesia ante el
Iglesia, la cual ha de proclamar la totalidad del Evangelio. La secu- mundo es dar testimonio al mundo, y esto se puede hacer de mu-
laridad de la Iglesia consiste precisamente en hacer que el mun- chas maneras, individual y colectivamente» M. Tal punto de vista
do sea habitable y «vivible» también de esta manera. «No olvide- tiene sus repercusiones en la vida religiosa. Después de Trento, la
mos que, si la humanidad se desarrollara en una sola dirección, organización de la vida religiosa en las distintas órdenes era una
el mundo resultaría prácticamente inhabitable: se convertiría en copia fiel de la Iglesia jerárquica. Ya San Bernardo hablaba de la
la tiranía de una oligarquía de expertos» 35 . De ningún consejo del vida religiosa, en una abadía organizada de modo paternalista y
Evangelio se puede decir a priori que sea imposible ponerlo en feudal, como de una especie de ecclesiola in Ecclesia (una pequeña
práctica. No se puede medir el Evangelio por el rasero de una iglesia dentro de la Iglesia). El concepto actual de la vida religiosa
cultura contemporánea para preguntar luego si proporciona algo
a esa cultura particular. La vida religiosa se da en el presente y en 36
Cabe preguntarse qué sentido tiene la profesión temporal, dado que
esta cultura, pero debe ser sometida constantemente a la crítica constituye una postura y una opción personal; si se insiste en el aspecto ético
del Evangelio. Lo que se ha calificado como imperativos inhuma- de fidelidad, parece excluir la temporalidad. H. F. Smith, Temporary religious
vocation: «Review for Religious», 23 (julio 1964), 433-444. Por lo que se
nos del Evangelio podría definirse también como indicadores de refiere a los tres votos, cf. los números 5, 6 y 7 de la serie «Problémes de yie
unas posibilidades insospechadas en el hombre. Un estilo particu- religieuse»: L'obéhsance, La pauvreté y La chaste té; C. Pasquier, Les besoins
religieux des jeunes, en La liberté évangélique (París, 1965), 210-211; A. van
Rijen, Het christelijk celibaat en zijn motivering: «Ons Geestelijk Leven»,
34 43 (1967), 345-364.
P. Ricoeur, Be Vinterprétation: essai sur Freud (París, 1965), 520-529; 37
M. Thurian, Mariage et célibat, Neuchátel, 1964; J. Kerkhofs, Aggiornamento J. Leclercq, Initiation aux auteurs du Moyen Age: l'amour des lettres
van de religieuzen op toetenschappelijke basis: «Streven» (diciembre 1965), et le désir de Dieu, París, 1957. Esta obra es indispensable para comprender
242-248. la teología de la vida religiosa.
35 38
Schillebeeckx, loe. cit., p. 4. H. Küng, Die Kirche, Friburgo de Br., 1967.
354 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 355

no se contenta con tal descripción39. La vida religiosa es conside- la vida religiosa debe seguir siendo una energía estructuradora de
rada más bien como una forma peculiar de estructurar la Iglesia. comunidad, con su inspiración propia y su propia forma de servi-
En otras palabras, la sucesión de la Iglesia primitiva discurre por cio en el conjunto de la Iglesia. Un mérito no despreciable de
diferentes caminos: no existe tan sólo una sucesión de obispos, Taizé reside en que no se identifica con una denominación exis-
sino también una sucesión de carismas y profecía. Con el apogeo tente en la Iglesia y, al mismo tiempo, quiere evitar convertirse
de la sociología, algunos autores protestantes 40 señalaron la cu- en una especie de Iglesia de élite. Lo que aquí se busca es la des-
riosa semejanza que existe entre las sectas protestantes y las ór- centralización: no una estructura impuesta desde arriba por obe-
denes religiosas católicas. Se distinguen dos tipos de agrupaciones diencia disciplinar, sino la formación de una comunidad mediante
religiosas: el tipo «iglesia» y el tipo «secta». La «secta» tiende a la coincidencia de mentalidades, una comunidad constantemente
ser radical y exclusivista: tiende a conservar algunas partes espe- animada por una consulta común 42 .
cíficas del Evangelio y a forjarlas fanáticamente en una breve sín- El motu proprio que da algunas directrices para la adaptación
tesis del mensaje evangélico que está en oposición al mundo. La y renovación de la vida religiosa después del Vaticano II invita a
«iglesia» rechaza normalmente esa oposición entre el mundo y el las comunidades aisladas con falta de vocaciones y con miembros
reino de Dios, y tiende a armonizar las exigencias del mensaje de avanzada edad a disolverse o fusionarse con otro movimiento
cristiano con las realidades y situaciones del mundo. Es el tipo religioso de parecida mentalidad. Uno de los puntos más débiles
que se dirige a las masas y muestra rasgos universalistas. Se pre- de la vida religiosa es que existen demasiadas instituciones reli-
senta como un grupo abierto y es liberal por inclinación. La «secta» giosas. Si no hubiera tanta repetición en las instituciones religio-
viene a ser una «asociación de personas religiosamente cualificadas». sas existentes, sobre todo en los movimientos de reforma no inte-
Los referidos sociólogos estiman que las órdenes religiosas grados, esto podría ser un argumento en favor de la múltiple ac-
católicas pertenecen al tipo «secta», sin que de hecho se hayan tividad del Espíritu mediante el carisma religioso. Rahner ha se-
separado de la Iglesia católica porque se lo impide, mediante una ñalado que, después de Trento, todas las reformas religiosas han
imposición desde fuera, el fuerte poder de la institución centrali- venido a formar una especie de orden separada. El hecho de que
zada. Si examinamos la historia de la vida religiosa en el período la nueva aportación de esas reformas no pueda ser integrada en el
anterior a Trento, resulta que los religiosos se orientan siempre mismo esquema de vida, ¿no habla más de dispersión que de co-
hacia «la izquierda», o —empleando la terminología política in- munión? Congar establece como las dos primeras condiciones para
glesa— constituyen «la más leal oposición de Su Majestad». En una verdadera reforma de la Iglesia la primacía del amor y la per-
cambio, si examinamos las estructuras de la vida religiosa después manencia dentro de la comunidad. Esto debería aplicarse ante todo
de Trento, descubrimos el hecho paradójico de que esta vida, la a la reforma de las instituciones religiosas.
dimensión carismática dentro de la Iglesia, está casi completa-
mente institucionalizada y tiende, por tanto, a «la derecha». Esto
explica que la revisión hoy en curso dentro de las grandes órdenes 6. La desclericalización de la vida religiosa
afecte a esa institucionalización. En este punto, la exención podría
recibir un nuevo sentido teológico41. Podría ser un signo de que
Prosiguiendo lo que hemos dicho sobre un nuevo concepto
de la exención, podemos añadir que la historia muestra cómo la
39
Y. Congar subraya la opinión discorde de Santo Tomás: «La vida reli- inserción de los religiosos en el estamento oficial de la Iglesia je-
giosa ha sido creada por la Iglesia para sus propios fines, que son el servicio rárquica no favoreció el desarrollo de una imagen verdaderamente
de Dios
40
como marco social de vida»: «V. S.» (supl.), 50 (1959), 322. t
M. Weber, Die protestantischen Sekten und, der Geist des Kapitalismus 42
Por lo que se refiere a Cuernavaca y a la incorporación del psicoanálisis
(Tubinga, 1922), 207-237; E. Troeltsch, Die soziallehren der christlichen en la formación de los religiosos de aquella comunidad, cf. «Doc. Chr.», nú-
Kirchen
41
und Gruppen, I (Tubinga, 1920), 360. mero 1.496 (18 junio 1967), col. 1150; (1965), 1885, y (1966), 1811; G. Le-
P. Huizing, Exemptie van de religieuzen: «Kath. Archief», 18 (1963), mercier, Dialogues avec le Christ. Moines en psycho-analyse, París, 1966;
418-429; W. Bertmans, Die Exemption: «Stimmen der Zeit», 86 (agosto id., Le monastére de Cuernavaca cree un centre psychoanalitique: «Rev.
1961), 348-360. Nouv.», 44 (1966), 83-87.
356 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 3.57

religiosa de las instituciones monásticas. Esto se aplica no sólo a ocupaban de la vita regularis (vida regular, vida basada en una
los religiosos varones. Las religiosas tuvieron una experiencia se- regla) y de cuestiones disciplinares. La teología de la vida religiosa
mejante donde fueron completamente incorporadas al apostolado sería recogida en la Constitución sobre la Iglesia47. Una indicación
oficial diocesano 43. Esto dio lugar al curioso fenómeno de que, en positiva de que se intentaba una verdadera renovación reside en el
la mayoría de las instituciones, sólo los religiosos sacerdotes fue- hecho de que los Padres conciliares no se mostraron satisfechos
ron aceptados como miembros de pleno derecho, con voto activo con este enfoque jurídico, excepto —cosa curiosa— los propios
y pasivo. En este punto, la renovación ha dado grandes pasos, par- religiosos. Desde la primera redacción de 1962 hasta la definitiva
ticularmente en aquellas abadías donde los jóvenes candidatos de- de 1965 se puede ver que el debate conciliar fue tomando un giro
sean obtener una formación teológica, pero no ser ordenados44. más teológico. Se rechazó el título «Sobre la consecución del estado
Esto ha recibido una confirmación jurídica desde el momento en de perfección». La vida religiosa es considerada de nuevo como
que el Vaticano I I ha rechazado toda distinción de clases dentro una dimensión de la vida de la Iglesia y se centra en la imitación
de las comunidades religiosas. Es obvio que tal desclericalización de Cristo. La referencia inicial al fundador o la fundadora como
se ha efectuado en los institutos seculares 45. fuente de renovación fue cediendo ante la importancia de la vida
evangélica como fecundo punto de arranque para efectuar la re-
Toda insistencia excesiva provoca normalmente una reacción
novación. Sin embargo, todo el decreto muestra indicios de haber
extrema, y así no es de extrañar que algunos hayan llevado esta
sido redactado con prisa, como sucedió con otros documentos que
desclericalización hasta el punto de decir que el presbiterado y la
se vieron sometidos a premuras de tiempo al final del Concilio.
vida religiosa son incompatibles46. La misma oposición exagerada
se ha pretendido ver entre presbiterado y función profética o entre Todo esto hizo que al principio el decreto produjera cierta
función y carisma. El religioso tiene rasgos proféticos en cuanto decepción. Quizá algunos, ante la crítica situación, habían llegado
que se opone a convertir un medio en fin. El fin suele ser la misma a esperar demasiado. En todo caso, los aspectos positivos de las
institución religiosa, y el religioso se opone a ésta a fin de que manifestaciones del Concilio en torno a la vida religiosa (el Vati-
la vida religiosa pueda ser expresión de lo que debe ser el cris- cano I ni siquiera la mencionó) no residen tanto en las normas
tianismo. concretas cuanto en el hecho de que promueve una renovación
efectiva. Deliberadamente se evitó la palabra «reforma», en parte
para no dar la impresión de que la vida religiosa se hallaba en
7. La renovación y los documentos conciliares decadencia, en parte para dar de lado las fuertes implicaciones
del Vaticano II históricas de la palabra.
Es extraño que el decreto apenas preste atención a las mani-
La primera intención del Vaticano II era lograr una nueva festaciones de vida religiosa en otras religiones48.
comprensión de la Iglesia por la misma Iglesia. Esto implicaba Algunos han señalado como un defecto comprensible, pero la-
obviamente una nueva comprensión de la vida religiosa. Al prin- mentable, en este decreto que el texto presenta cierta ambigüe-
cipio parecía que los redactores de los diversos esquemas iban a dad 49 : por una parte, ofrece bastantes oportunidades para «aven-
contentarse con repetir lo que los religiosos, y más aún el derecho turarse» en ciertos avances (democratización, reforma desde abajo,
canónico, habían dicho sobre la vida religiosa a partir de Trento. experiencias en pequeños grupos y el reconocimiento de la vida
Las primeras redacciones del decreto sobre la vida religiosa se religiosa activa como plenamente válida por propio derecho); pero,
por otra, ofrece a quienes, bajo pretexto de lealtad a la tradición,
43
Cf. las numerosas reacciones suscitadas por el libro del cardenal se niegan a admitir la necesidad de una reforma bastantes oportu-
L. J. Suenens, Kloosterleven en apostolaat, Brujas-Utrecht, 1963.
44
J. Daniélou, La place des religieux dans la structure de l'Eglise, en 47
L'Eglise du Vatican II (París, 1966), 1173-1180. Mons. A. Le Bourgeois, Historique du décret, en Tillard, op. cit.,
45
J. Beyer, Les instituís séculiers, en Tillard, op. cit., 375-385. 52-72.
48
* Es lo que hace Lemercier al exponer sus ulteriores planes sobre Cuer- S. P. De Reos, De etbiek van de ongehuwde staat, Nijkerk, 1964.
49
navaca; cf. «Inf. Cath. Int.», 291 (1 julio 1967), 12. F. Wulf, op. cit., 2-3.
358 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 359

nidades para bloquear todo futuro progreso. La impresión global realidad que debe ser el objetivo de la vida religiosa y que sólo
que se saca de las abundantes publicaciones referentes al decreto se realiza parcialmente en su actual forma institucionalizada. Por
es que la admiración ingenua está cediendo terreno a un sentido encima de la institucionalización, la clericalización y la sacraliza-
crítico de renovación50. En general puede decirse que esta reno- ción, actualmente superadas, existe una intensa búsqueda de nuevas
vación procede con más agilidad entre las religiones que entre los estructuras, en especial a través de experiencias emprendidas por
religiosos. Conforme se esclarece la auténtica forma de vida reli- grupos de jóvenes religiosos, de suerte que cabe esperar una reno-
giosa, aumentan necesariamente las exigencias prácticas de la vida vación de la vida religiosa54.
religiosa, y es de esperar una creciente disminución en el número
de religiosos51. Tal vez hay demasiados religiosos, y la actual crisis
puede actuar como una purificación.

8. La renovación y la comprensión actual


de la teología y la historia

El futuro de la vida religiosa está íntimamente ligado al futuro


de la teología. Cada vez será más difícil considerar la vida religiosa
como un monumento que necesita aquí y allá pequeñas restaura-
ciones, las cuales podrían efectuarse mediante medidas disciplina-
res. El elemento disciplinar de la vida religiosa estará determinado
por la teología, sobre todo por la eclesiología, y no de otra manera.
Es de notar que varios capítulos generales celebrados después del
Vaticano I I han comenzado por una reorientación eclesiológica52.
Con esto va estrechamente unida una más aguda comprensión de
la historicidad de la Iglesia. Tal es el tema de que se ocupará
el próximo número de CONCILIUM dedicado a historia de la
Iglesia53.
Este breve estudio muestra que la ebullición existente en la
vida religiosa no es un fenómeno local, sino que afecta a toda la
Iglesia. Ño se trata simplemente de una lista de reivindicaciones:
la actitud negativa según la cual la vida religiosa no tendría futuro
alguno ante sí va cediendo ante una crítica constructiva de una
50
Un intento protestante de crítica puede verse en J. H. van Beusekom,
Het experiment der gemeenschap. Een onderzoek naar plaats en functie van
de «orde» in de reformatorische kerken, La Haya, 1958; sobre el aspecto
sociológico, cf. H. Carrier y E. Pin, Sociologie du Christianisme-Soctology
of Christianity (bibliografía internacional), Roma, 1964.
51
Datos estadísticos recientes en «Pro mundi vita», 18 (1967), Vocations
des religieuses en Europe occidentale; cf. 15, Soeurs et ¡reres autocbtones
en Afrique. 54
52 J. G. Ranquet, Consécration baptismale et consécration religieuse, Pa-
Cf. la alocución de Pablo VI al capítulo general de los franciscanos,
«L'Osservatore Romano», 24 junio 1967, p. 7. rís, 21965; A. Fehringer, Dienst und Zeugnis. Die Apostolische Sendung der
53
CONCILIUM, 34 (abril 1968). Ordensschwestern (Firedberg bei Augsburg, 1966), 308-317.
In memoriam 361

episcopaliana en materia de problemas teológicos prácticos, espe-


cialmente en cuestiones sobre la herejía. En una declaración última-
mente publicada sugería la distinción entre «respuestas arriesgadas
que pueden ser malentendidas» y «posturas contumaces que mere-
cen el nombre de errores», entre una falta de inteligencia y una
falta de buena voluntad. John Courtney Murray poseyó una nota-
ble inteligencia y una firme buena voluntad. Su desaparición será
IN MEMORIAM llorada no sólo en América, sino en todo el mundo. R. I. P.

John Courtney Murray, sj, miembro del Comité de Redacción


de la sección de Derecho Canónico de CONCILIUM, falleció de un
ataque cardíaco en Nueva York el 16 de agosto. El padre Murray
era el teólogo más competente que había surgido en la escena ame-
ricana católica. La mayor parte de su actividad académica y docente
se centró en Woodstock (Maryland), donde editó durante veinti-
cinco años la importante revista «Theological Studies». Fue muy
solicitado por varias instituciones no católicas como conferenciante,
profesor y consultor. En dos ocasiones actuó como profesor extra-
ordinario de filosofía en la Universidad de Yale. Su preparación
abarcaba el campo de la teología especulativa {Trinidad, Gracia),
en el cual merece especial mención su obra Problem of God (Yale
University Press, 1964), y el de la teología práctica. En este último
adquirió categoría internacional, debido al papel que desempeñó
en la redacción de la «Declaración sobre la libertad religiosa» pro-
mulgada por el Vaticano II. Asistió al Concilio en calidad de «ex-
perto» durante las sesiones segunda, tercera y cuarta, y su mente
aguda y sólido pensamiento se refleja en el documento citado, que
él mismo describió como sustanciaímente situado «en la línea de
la gran experiencia americana; la primera enmienda a la Constitu-
ción de los Estados Unidos» (cf. su artículo La Declaración sobre
la libertad religiosa: CONCILIUM, 15 [1966], 5-19).
Su libro We Hold Tbese Truths. Catholic Reflections on the
American Proposition (Sheed & Ward, 1960) es una ponderada
meditación sobre la experiencia de la Iglesia católica en el con-
texto de la vida americana. Su ingenio y prudencia se reflejan en
la respuesta que dio al ser preguntado si era liberal o conservador:
definió su postura como «de extremo centro».
En 1966 fue nombrado director del Instituto John La Farge,
que viene a ser un centro de discusión con los intelectuales ame-
ricanos sobre cuestiones de naturaleza religiosa y sociológica. Poco
antes de su muerte actuó como consultor de un comité de la Iglesia

24
Colaboradores de este número 363

miembro correspondiente del «Institute of Research and Study in


Medieval Canon Law» y presidente de la «Werkgenootschap voor
kanoniek recht». Entre sus publicaciones citaremos De Trentse
huwelijksvorm (La forma matrimonial tridentina), Hilversum-Am-
beres, 1966, y Some Proposals for the Formation of Matrimonial
Law: Impediments, Consent, Form (Algunas proposiciones para
la formación del derecho matrimonial: impedimentos, consenti-
COLABORADORES DE ESTE NUMERO miento, forma), en «The Heythrop Journal» (1966). Colabora es-
pecialmente en la revista «Gregorianum».

LAMBERTO DE ECHEVERRÍA
NEOPHYTOS EDELBY
Nació el 19 de junio de 1918 en Vitoria (España) y fue orde- (Véase CONCILIUM, núm. 18, 1966)
nado en 1941. Después de haber estudiado en las Universidades
(Pontificia y del Estado) de Salamanca y en la Universidad de Ma-
drid, obtuvo el doctorado en derecho canónico (1947) y en derecho PETER M I C H A E L SHANNON
civil (1955). Desde 1955 es profesor de la Universidad de Sala-
manca; es también director del Instituto «San Raimundo de Peña- Nacido el 13 de octubre de 1928 en Chicago (Estados Unidos),
fort», presidente del Comité de redacción de la «Revista Española fue ordenado en 1953. Ha estudiado en el «St. Mary of the Lake
de Derecho Canónico» y miembro del de la revista «II Diritto Seminary» (Illinois) y en la Gregoriana (Roma). Es doctor en filo-
ecclesiastico» (Roma). Entre sus publicaciones es interesante se- sofía, licenciado en teología y en derecho canónico. De 1965 a 1966
ñalar El matrimonio en el derecho canónico particular posterior al presidió la «Canon Law Society of America». Es juez y notario
Código (Vitoria, 1955) y Función pastoral de los obispos (Madrid, prosinodal de la archidiócesis de Chicago. Entre sus publicaciones
1965). Recordemos también que es el organizador de las «Semanas haremos especial mención de The Diriment Impediment of Mixed
de Derecho Canónico» (Salamanca). Religión (The Council of Trullo), en «The Jurist», julio 1963.

HANS HEIMERL
TEODORO IGNACIO JIMÉNEZ URRESTI
(Véase CONCILIUM, núm. 13, 1966)
(Véase CONCILIUM, núm. 8, 1965)

Con posterioridad ha publicado La doctrina del Vaticano II


PAUL M I C H A E L BOYLE
sobre el colegio episcopal, en Comentarios a la Constitución sobre
la Iglesia (Madrid, 1966). Colabora en la «Revista Española de C. P. Nació en Detroit (Estados Unidos). Fue ordenado sacer-
Teología», etc. dote en 1963. Estudió en el Angelicum y en la Universidad de Le-
trán, en Roma, y en Estados Unidos en la «Northwestern Universi-
PETRUS HUIZING ty» (Evansone, Illinois). Licenciado en teología y derecho canó-
(Véase CONCILIUM, núm. 8, 1965) nico, es profesor de derecho canónico y de teología moral en el
«St. Meinrad Theological Seminary» de St. Meinrad (Indiana,
En la actualidad es profesor de derecho canónico y de historia Estados Unidos) desde 1957, y desde 1965 es secretario ejecutivo
del derecho canónico en la Universidad de Nimega (desde 1965); de la «Canon Law Society of America» y, en la misma sociedad,
es además consejero de la Comisión para la revisión del CIC, es también presidente del Comité central de coordinación para la
364 Colaboradores de este número

revisión del derecho. Entre sus publicaciones citaremos The Dioce-


san Curia and Religious woman, en «Attitudes and Structures» IVAN ZUZEK
(Davenport Iowa, 1966). Además redacta la crónica Church Lije (Véase CONCILIUM, núm. 8, 1965)
and Church Law de «The Priest Magazine».
Entre sus publicaciones citaremos Kormcaja kniga. Studies on
the chief Code of Russian Canon Law (K. k. Estudios sobre el
HUBERT PROESMANS Código principal de derecho canónico ruso), 1964, y Animadver-
siones quaedam in decretum de Ecclesiis Orientaübus Catholicis
Redentorista. Nació en Bélgica el 4 de enero de 1912, en Wi- Concilii Vaticani II (Algunas notas al decreto sobre las Iglesias
doie (Tongres), y en 1936 fue ordenado. Ha estudiado en el An- orientales católicas del Concilio Vaticano II), en «Periódica de re
gelicum de Roma y en la Universidad de Lovaina. Doctor en teo- morali-canonica-liturgica», 55 (1966).
logía (1948), es profesor de teología moral en la Casa de los Pa-
dres Redentoristas de Lovaina. Es superior de ese mismo instituto
desde 1965. Entre sus publicaciones hacemos una especial mención
de De theologie van de religieuze roeping (Teología de la vocación
religiosa), en «De Kloosterling», 1964.

CHARLES MUNIER

Nació el 12 de julio de 1922 en Saáles (Bas-Rhine, Francia).


Fue ordenado en 1948. Cursó sus estudios en el Instituto de
Derecho Canónico de Estrasburgo, en la Facultad de Teología de
Estrasburgo, en el Curso de la S. R. Rota y en la «Scuola Paleogra-
fica Vaticana», alcanzando sucesivamente los títulos de licenciado
en letras, doctor en derecho canónico (1954) y doctor en teología
(1958). Es encargado de curso en el Instituto de Derecho Canónico
de Estrasburgo desde 1958. Profesor adjunto en la Facultad de
Teología Católica de la Universidad de Estrasburgo. Entre sus
obras citaremos Concilia Galliae, a. 314-506, en «Corpus Chris-
tianorum», t. 148, 1963, y Droit canonique et Droit romain
d'apres Gratien et les Décrétistes, en «Mélanges Le Bras», 1964.
Colabora especialmente en la «Revue des Sciences Religieuses»
(Estrasburgo).

J O H N M. OESTERREICHER
(Véase CONCILIUM, núm. 24, 1967)

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