Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Revista internacional
de Teología
DERECHO CANÓNICO
Septiembre-Octubre 1967
Echeverría
Urresti
Hui&ing
Edelby
Shannon
Heimerl
Boyle
Proesmans
Munier
CONCILIUM
CONCILIUM
Revista internacional de Teología
Revista internacional de Teología
Diez números al año, dedicados cada uno de ellos
a una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
Ecumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
ria de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
y Sagrada Escritura.
Directores de sección-
Prof. Dr. E. Schillebeeckx, op (Dogma) Nimega Holanda
Mgr. Dr. J. Wagner (Liturgia) Tréveris Alemania
*
Prof. Dr. K. Rahner, sj (Pastoral) Münster Alemania
Prof. Dr. H. Küng (Ecumenismo] Tubinga Alemania
Prof. Dr. Bockle (Moral) Bonn Alemania
Prof. Dr. J.-B. Metz (Cuestiones Münster Alemania
fronterizas)
Prof. Dr. R. Aubert (Historia de Lovaina Bélgica
la Iglesia)
Mgr. Dr. N. Edelby (Derecho Damasco Siria
Canónico)
Prof. Dr. T. I. Jiménez Urresti (Derecho Bilbao España
Canónico)
Prof. Dr. Chr. Duquoc, OP (Espiritua- Lyon Francia
lidad)
Prof. Dr. P. Benoit, OP (Sagrada Jerusalén Jordania
Escritura)
Prof. Dr. R. Murphy, o. CARM. (Sagrada Washington U. S. A.
Escritura)
Consejeros:
Dr. L. Alting von Geusau Groninga Holanda
Ludolf Baas Amersfoort Holanda
Dr. M. Cardoso Peres, OP Fátima Portugal
Marie-Dominique Chenu, OP París Francia
Mgr. Dr. C. Colombo Várese Italia
Prof. Dr. Y. Congar, OP Estrasburgo Francia
Prof. Dr. G. Diekmann, OSB Collegeville U.S. A.
Prof. Dr. J. Mejía Buenos Aires Argentina
Roberto Tucci, sj Roma Italia
Secretario general:
Dr. M. C. Vanhengel Nimega Holanda
Secretario adjunto:
Jan Peters Smakt-Venray Holanda
Directores:
EL PLANTEAMIENTO «TRADICIONAL»
mantiene constantemente, por la cual comunica a todos la y características podrá disputarse libremente. El Papa hace
verdad y la gracia. Pero la sociedad dotada de órganos jerár- notar que «esta divina voluntad en modo alguno repugna al
quicos y el Cuerpo místico de Cristo, reunión visible y comu- derecho natural..., antes es sumamente congruente con él» 6 .
nidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de bie- La eclesiología moderna ha descrito, con buenas razones *
nes celestiales, no han de considerarse como dos cosas, porque en su apoyo, esta institución llamada Iglesia como un sacra-
forman una realidad compleja, constituida por un elemento mento radical en cuanto que es, en expresión de Bertrams,
humano y otro divino». Resulta así un organismo sometido, «sacrum symbolum quod gratiam supernaturalem significat
por su propia naturaleza, a una serie de tensiones: es una et efficit»7. Noción esta no contrapuesta, sino complementa-
Iglesia santa, y constituida por pecadores; tiene en su seno ria, de la de «Corpus Mysticum», según muy oportunamente
una autoridad jerárquica, y al mismo tiempo reclama como ha hecho notar Useros 8 . Este «sacramento radical» nos va a
connaturales a ella los carismas; está en este mundo, pero dar la fisonomía del ordenamiento jurídico que lleva consigo.
tiene, y anticipa aquí en cierta manera, una finalidad escato- En efecto, más allá de la necesidad de imponer un cierto orden
lógica; se organiza jurídicamente, y, sin embargo, su auténtico a la multitud, que podría derivarse de una simple considera-
vínculo de unión es la comunión en la caridad. ción de filosofía jurídica, o de un paralelismo con el pueblo
Siguiendo las enseñanzas del Papa Pío XII en la Mystici de Dios que marchaba por el destierro; más allá de la nece-
Corporis y las de Pablo VI en su discurso del 20 de noviem- sidad de ordenar adecuadamente la diversidad de funciones
bre de 1965, el Concilio rechaza la pretendida oposición entre propia de un cuerpo orgánico9, está la naturaleza misma de
la «Liebeskirche» y la «Rechtskirche», Iglesia de la caridad la Iglesia como sacramento radical, que nos conduce a una
e Iglesia del derecho, para mostrar la existencia de una única consideración sustantiva y funcional del ordenamiento ca-
Iglesia: la Iglesia de Cristo. nónico.
Esta Iglesia es presentada por el Concilio como una ins- En efecto, la Iglesia sacramento-radical ofrece primaria-
titución: «prolongación de Cristo» según la gráfica definición mente a nuestra consideración una actividad de tipo cultual,
de algunos eclesiólogos insignes. Ahora bien: la institución, basada en el orden de la caridad y orientada primariamente
sea cualquiera el contenido exacto que quiera darse a esta hacia Dios. La disciplina de esta actividad supondrá: I) la
palabra 5 , lleva dentro de sí la idea de un orden, de un régi- tutela jurídica de la palabra de Dios, recibida, conservada y
men, de una autoridad, a diferencia del mero acontecimiento,
6
que sólo implica coincidencia en alguna cualidad o preocupa- Esta congruencia se halla concienzudamente estudiada en
ción. Por eso dice el Papa Pablo VI que, «siendo por vo- A.-M. Stickler, El misterio de la Iglesia en el derecho canónico:
luntad de su fundador un cuerpo social perfecto, es necesa- «El misterio de la Iglesia. Fundamentos para una eclesiología» (di-
riamente visible y, por tanto, conviene que se rija por unas rigida por F. Holbock-Th. Sartory), t. 2 (Barcelona, 1966), 127-224
leyes». Se podrá discutir, desde fuera de la Iglesia, la legiti- y en especial 129-139.
7
W. Bertrams, Die Eigennatur des Kirchenrechts: «Grego-
midad de esa concepción institucional, que en ambientes rianum», 27 (1946), 564.
ecumenistas suele llamarse «católica», pero a todos parece 8
M. Useros, «Statuta Ecclesiae» y «Sacramenta Ecclesiae» en
claro que, una vez admitida, postula lógicamente la existen- la eclesiología de Santo Tomás de Aquino, Roma, 1962, 167,
cia de un cierto ordenamiento jurídico, sobre cuya extensión nota 49.
9
A. de la Huerga, La Iglesia de la Caridad y la Iglesia del
5
Cf. el magnífico trabajo del hermano de Taizé M. Bergmann, Derecho, en La potestad de la Iglesia (Análisis de su aspecto ju-
L'institution: «Verbum Caro», 20 (1967), 42-65. rídico), Barcelona, 1960, 25-29.
198 L. de Echeverría Teología del derecho canónico 199
difundida por la Iglesia; II) los sacramentos, y en especial la el peso de su magisterio, la tendencia ya existente entre los
eucaristía, con las normas respecto a su celebración (de ma- eclesiólogos a ver esa potestad de la Iglesia como un todo en
nera que se realice la idea tomista de la actuación de la Igle- el que, por buenas razones técnicas y con arreglo a una tra-
sia «per fidem et fídei sacramenta»). Pero ofrece también una dición venerable, se distingue entre «orden» y «jurisdicción»,
actividad de tipo funcional, en cuanto la Iglesia se presenta pero sin que se deba exagerar esta división, como si se tratase
como signo de cara al mundo que la rodea, preocupada por de dos potestades enteramente separadas e independientes.
su evangelización. Esto supondrá una adecuada acomodación
de sus estructuras a las necesidades pastorales y a las exigen-
cias evangélicas. Habrá de ocuparse, por tanto, de: I) los EL ORDEN ECLESIAL
ministros de la Iglesia constituidos en una función pastoral
(universal, diocesana o parroquial); II) de los diversos esta- Mediante la actuación de esa potestad se tiende en el
dos de los fieles en la Iglesia (religiosos y seglares); III) de fuero interno a implantar el orden de la gracia en los fieles
los juicios y de la corrección de los fieles por medio de penas, cristianos, por el que se unen a Jesucristo, su cabeza, espe-
y, finalmente, IV) de la glorificación de los fieles después de cialmente por la fe, el bautismo y la eucaristía. Pero además
su muerte, por la Iglesia 10. Todas estas instituciones, impreg- se tiende a un adecuado orden externo que estriba más en la
nadas, según decíamos, de un espíritu auténticamente evan- recta ordenación de las actividades eclesiales y en el debido
gélico, de manera que por su sencillez, por su sentido de con- impulso para las mismas que en una resolución de conflictos
tinuidad respecto a lo que fue en el mundo su divino Fun- jurídicos, actuales o potenciales, al estilo de lo que se busca
dador, encarnen de una manera efectiva la nueva ley, sin con el ordenamiento civil. El orden eclesial estriba, por tanto,
constituir nunca un contrasigno. en la obtención inmediata de un medio óptimo para que los
Esto supone la existencia en la Iglesia de una potestad fieles puedan obtener la «salus animarum», fin último de la
recibida de su divino Fundador, Jesucristo, y prolongación en actividad de la Iglesia.
cierto modo de la que él mismo tuvo ". Potestad que el Con- Este orden eclesial es, sin embargo, el resultado de una
cilio ha insistido en presentar como de origen sacramental y delicadísima armonización de diferentes postulados en cierto
con una neta característica de servicio, siempre que se ha modo antagónicos. Porque, de una parte, ha de aunar la
referido a ella y muy en especial al hablar del episcopado. unidad con la variedad, según ha puesto de manifiesto el
Cabe, sin embargo, el peligro de acentuar excesivamente la Concilio, ya desde la primera Constitución aprobada por él,
característica de servicio, por lo que Pablo VI, en el discurso la referente a la sagrada liturgia, hasta las disposiciones con-
ya varias veces citado, insistió en que siempre ha de conservar cretas tomadas para el régimen más estrictamente jurídico,
su nota de auténtica «autoridad». Fruto muy notable del Con- por ejemplo, en el decreto sobre la función pastoral de los
cilio es el haber recogido, y en cierta medida autorizado con obispos, con las atribuciones dadas a las conferencias episco-
pales 12. Ha de armonizar también, empresa delicadísima, el
10 recto orden jurídico con el respeto al carisma, de manera que
Seguimos la sistemática propuesta por M. Useros, De lure cumpla siempre el consejo del Apóstol: «spiritum nolite ex-
canónico in vita Ecclesiae eiusque adaptatione sub lumine Legis tinguere», ofreciendo al propio tiempo un cauce y una norma
novae annotationes: «Rev. Esp. Der. Can.», 18 (1963), 659-665.
11
Cf. artículo citado en la nota 9 de A. de la Huerga y 12
H. Heimerl, Aspecto cristológico del derecho canónico: «Ius Ca- Cf. E. Zoghby, Unité et diversité de l'Eglise: «L'Eglise de
nonicum», 6 (1966), 25-51. Vatican II», t. 2 (París, 1966), 494-515.
200 L. de Echeverría Teología del derecho canónico 201
al profetismo13. Y ha de armonizar también, empresa nada fá- actividad no se justifica por sí misma sino como técnica al
cil, el respeto a la tradición con la dinámica renovadora. Se servicio de las finalidades trascendentes de la Iglesia.
trata, por tanto, no de un orden puramente externo, que re-
sultaría farisaico, sino de un orden espiritual, radicado en lo
más íntimo de las almas de los fieles. Por eso el ordenamiento DINÁMICA ECLESIAL
canónico no será nunca estrictamente jurídico, sino que se
apoyará siempre, con amplitud, en el orden puramente moral. «Ecclesia semper reformanda», la Iglesia siempre en tran-
ce de reforma, se ha repetido como uno de los frutos más
notables de la eclesiología conciliar. «La constitución —ha es-
D E R E C H O Y PASTORAL crito Rousseau— ha intentado romper con una representación
estática de la 'Iglesia-entidad' y hacer aparecer el carácter di-
El Concilio ha mostrado su clara preferencia por el aspec- námico de la Iglesia en marcha, nuevo Pueblo de Dios, orien-
to pastoral de la actividad de la Iglesia, de acuerdo en todo tado con todo su vigor hacia la escatología» u. Nosotros nos
con la orientación que le dio el Papa Juan XXIII. De la mis- atreveríamos a complementar ese aforismo con el otro: «Ius
ma manera que ha eludido la expresión «Iglesia militante», Canonicum semper reformandum», es decir, a proclamar la
ha preferido siempre insistir más en la «función pastoral» de necesidad de un derecho canónico dinámico, exigente, en con-
quienes son depositarios de la autoridad que en la autoridad tinuo trance de adaptación a la sociedad en que la Iglesia vive.
misma. El mismo cuidado pastoral le ha llevado a fijarse no Lejos de ofrecer un flanco a la acusación de ser la base para
sólo en la eficacia de las disposiciones, sino también en la una «teología de los hechos consumados», que ofrezca a esa
conveniente libertad del subdito, que no ha de ser coartada misma teología, por su ininterrumpido contacto con la reali-
más que en lo necesario, sin sofocarla con abundantes pre- dad eclesiástica, aquel material vital indispensable para que
ceptos. el pensamiento teológico dentro de la Iglesia realice plena-
De aquí que en la tradicional descripción de la triple fun- mente su función.
ción de Cristo como maestro, sacerdote y rey se haya prefe- No siempre ha sido así. En ocasiones, el derecho canónico
rido sustituir el tercer término por el de «pastor». Se eHmina ha sido más bien remora u obstáculo para la renovación ecle-
así toda posibilidad de contraponer la potestad de regir o go- siástica. Una insuficiente percepción de lo que en él había de
bernar con la de apacentar. Entrambas realidades constituyen irreformable, y de lo que era reformable, a pesar de tener
una sola, y el régimen de la Iglesia es jurídico y pastoral al acaso una venerable tradición detrás, llevaba a un cierto in-
mismo tiempo. No todos los intérpretes han entendido esta movilismo15. Que si podía en alguna manera resultar compa-
lección del Concilio, que es, sin embargo, de extraordinaria
importancia. 14
Loe. cit. en la nota 3.
Sigúese de aquí un concepto instrumental del derecho, 15
Véanse las interesantes ideas de Ch. Journet bajo el sub-
cuyo contenido ha de ser profundamente religioso, y cuya título Pouvoir déclaratif et pouvoir canonique, en el artículo Le
caractére théandrique de l'Eglise source de tensión permanente:
13 «L'Eglise de Vatican II», t. 2 (París, 1966), 299-312. Para un cu-
Cf. W. Stark, La rutinización del carisma: Una consideración
del catolicismo: «Sociological Analysis», 26 (1965), resumido y rioso y aleccionador antecedente español, véase E. P. Delgado,
criticado en «Revista Internacional de Sociología», 22 (1965), La dinámica de la Iglesia según el P. Arintero: «Teología Espiri-
281-282. tual», 10 (1966), 389-412.
14
202 L. de Echeverría
gos fundamentales de la estructura y la organización eclesiás- Lo que necesitamos ahora son medidas para aquellas ma-
tica y fijar algunos principios de la presencia activa de la Igle- terias que las exigen urgentemente. Estas medidas deben res-
sia en la sociedad que puedan ser válidos para un período ponder a necesidades concretas y actuales, sin que hayan de
considerable. ser técnicamente perfectas desde el punto de vista de la codi-
ficación. También es hoy necesario crear una comunicación
4. REGULACIONES PROVISIONALES
regular, efectiva y plenamente sincera entre el pueblo y los
distintos niveles, altos y bajos, de la administración. La im-
Para todos los demás sectores del ordenamiento eclesiás- posición unilateral desde arriba de normas que no son necesa-
tico y en todos los niveles, la única línea que ha de adoptarse rias, o al menos no se consideran necesarias, así como la adop-
es abandonar por el momento todo intento de redactar un ción desde abajo de decisiones que han de comprometer a
código completo en un tiempo relativamente corto. Un perío- toda la comunidad o a gran número de miembros contra su
do de transición como el nuestro necesita mucho más ciertas voluntad, son igualmente destructivas para una comunidad
medidas, exigidas siempre por las circunstancias concretas, que que desea ser honesta, sana y genuinamente una en Cristo.
no pretendan ser definitivas. Ejemplos típicos de tales medi- Ambos extremos conducen a una provocación amarga, cons-
das son la organización del Sínodo episcopal para la Iglesia tante y mutua: las decisiones irrealistas tomadas desde arriba
universal, determinada por Pablo VI el 15 de septiembre de suscitan reacciones opuestas e iniciativas irresponsables abajo,
1965, y las normas provisionales para la ejecución de los de- y los experimentos demasiado individualistas o exclusivistas
cretos conciliares sobre la vida religiosa y las misiones, publi- hechos desde abajo provocan inevitablemente medidas reac-
cadas el 6 de agosto de 1966. Ambas medidas prevén explí- cionarias en la cumbre.
citamente la posibilidad de ulteriores cambios, y las normas
para la ejecución dejan un gran margen de experimentación. 5. COORDINACIÓN
Es de notar que estas dos medidas, al igual que la nueva ins-
trucción sobre la Congregación para la Doctrina (el antiguo A menos que las circunstancias lo exijan directa y clara-
«Santo Oficio») de 7 de diciembre de 1965, se refieren a es- mente, parece que en la actualidad no es deseable, ni siquiera
tructuras del ordenamiento eclesiástico. Por lo que toca a las posible, la redacción de normas definitivas. Esto no significa
normas para la vida personal de los miembros de la Iglesia, que deban permanecer inactivos los diversos organismos ad-
la abolición del índice como ley eclesiástica y de las corres- ministrativos, los teólogos, sociólogos, psicólogos, exegetas,
pondientes sanciones disciplinares (14 de junio de 1966), la historiadores de la Iglesia, canonistas y la Comisión para la
abolición de la ley que prohibía la cremación y de sus sancio- revisión del derecho canónico. Un buen ejemplo de lo fecunda
nes (5 de julio de 1964), la reducción de las normas de ayuno que puede ser la discusión entre todo tipo de expertos en de-
y abstinencia a una norma indicativa (17 de febrero de 1966) recho canónico lo tenemos en el seminario que estudió la fun-
son medidas que apuntan a una emancipación gradual de la ción del derecho en la Iglesia, organizado por la Canon Lato
vida religiosa personal frente a las leyes y sanciones positivas. Society of America, del 8 al 10 de octubre de 1966 en Pitts-
La Iglesia comienza a centrar su atención en los principios burgo y cuyas conclusiones serán publicadas en breve. Pero
cristianos y en una actitud cristiana, sin hacer obligatorias tales empresas sólo pueden realizar de momento una labor
por ley las expresiones específicas de la práctica religiosa. preparatoria, sin aspirar a tener una categoría jurídica defi-
También aquí tenemos un índice de cómo se está desarro- nitiva. Quizá podamos ofrecer algunas sugerencias sobre este
llando el ordenamiento eclesiástico. tipo de trabajo.
Nueva codificación del derecho canónico 221
o a las Universidades Católicas, de manera que pudiesen hacer
6. SUGERENCIAS aportaciones numerosos expertos de todo el mundo? No pa-
rece imposible organizar esto de suerte que las diversas regio-
a) Un mayor contacto nes puedan aportar sistemática y oportunamente su propia
contribución.
Si los diversos organismos comprometidos en esta labor
desean hacer algo fecundo, debería existir un mayor contacto
entre ellos. No deberían trabajar independientemente si quie- b) Una amplia composición de los grupos de trabajo
ren evitar la ineficacia. ¿No sería posible, por ejemplo, que
los distintos grupos de estudio de la Comisión para la revisión Yo sugeriría además que los grupos que, de manera ofi-
del derecho canónico colaborasen con aquellos departamentos cial o no oficial, están comprometidos en esta labor se com-
de la Curia romana que tienen una competencia especial sobre pongan sobre una base lo más amplia posible, tanto en lo que
las materias que estudian tales grupos? Esto crearía una con- se refiere a la diversidad de condición de sus miembros como
frontación mucho más amplia entre experiencia y teoría. A ve- a la diversidad de opiniones. Es mala táctica basar de ante-
ces un departamento está ocupado en una cuestión específica, mano la composición de los grupos en unos resultados previa-
mientras otro emana una serie de medidas de las que el pri- mente concebidos. Una política eclesiástica que intente elimi-
mero no tenía la menor noticia. Tal hecho es aún más lamen- nar la discusión libre y abierta entre personas de distintas opi-
table si obedece a discusiones sobre competencia y un orga- niones, sin excluir a las de «extrema derecha» y «extrema iz-
nismo desea afirmar su exclusiva competencia frente al otro. quierda», está condenada al fracaso en la situación actual. Es
Existen diferencias en materia de competencia que obedecen además un error político. Tal política, más tarde o más tem-
principal o exclusivamente a intereses efectivos de la comuni- prano, será de dominio público, y la opinión pública la conde-
dad en general, y se puede prestar un buen servicio a la comu- nará. Pero, incluso desde el punto de vista práctico, no se
nidad distribuyendo precisamente la competencia. Pero cuan- necesita una gran dosis de experiencia para ver que son preci-
do las diferencias se deben simplemente a la competencia samente las deliberaciones entre hombres de distintas dispo-
misma, no sólo muestran una triste falta de espíritu cristiano siciones lo que llevará al mejor equilibrio y a los más sólidos
en las personas individuales, sino también un trastorno fun- resultados, siempre que estos hombres sean de categoría y
cional en la comunidad. estén dispuestos a escucharse mutuamente. Sería asimismo
Sería también de desear un sistema de comunicación, ade- muy provechoso invitar a algunos destacados expertos en el
cuadamente organizado, entre los grupos que tienen el en- campo del ordenamiento eclesiástico pertenecientes a Iglesias
cargo oficial de revisar el ordenamiento eclesiástico y aquella cristianas no católicas. Cabe esperar que ellos aceptarían gus-
rama de la ciencia cuya misión en la Iglesia es ocuparse del tosamente la invitación y ofrecerían una aportación suma-
mismo. Es lástima, por ejemplo, que un grupo de la Comisión mente importante no sólo al aspecto ecuménico de la tarea,
para la revisión desconozca las publicaciones sobre las mate- sino también a la comprensión de nuestro propio ordenamiento
rias que le conciernen. ¿Y no sería sumamente útil que los de la Iglesia católica.
resultados del trabajo de una comisión, cuando éste alcanza
un estadio más o menos definitivo, fueran sometidos en cada
caso a las distintas asociaciones de canonistas que existen en
los diversos países, o a las Facultades de Derecho Canónico,
Nueva codificación del derecho canónico 223
serie de libros en vez de un artículo como el presente. Estimo ante todo una especie de bastón para mantener al hombre en
que, como ordenamiento o sistema jurídico, el Código deja línea, para impedirle que se aparte demasiado de la senda
mucho que desear, aunque evidentemente varios aspectos del «segura» del Cielo.
Código son loables. Cuatro razones, que comentaré breve- El derecho canónico y la teología son dos ciencias distin-
mente, podrían quizá explicar el fundamento de mi crítica tas, pero la primera, aunque distinta, debe servir a la segunda.
sobre el derecho canónico en general y el Código de derecho A menos que el derecho canónico hunda sus raíces en la teo-
canónico en particular. logía, tanto moderna como tradicional, no logrará captar la
realidad del hombre y la realidad de Cristo resucitado, el cual
comunica su Espíritu a la comunidad. La teología del siglo xx
1. UN APARENTE DESCONOCIMIENTO DE insiste en que el cristianismo es un llamamiento a una mayor
LA TEOLOGÍA ELEMENTAL libertad. Por tanto, el derecho canónico del siglo xx no debe-
ría cohibir esa libertad, a menos que sea absolutamente ne-
La teología, el estudio de la existencia, la naturaleza y las cesario.
leyes de Dios se ocupan de la doble relación existente entre un
Dios que invita y un hombre que responde. La respuesta del 2. UNA LAMENTABLE IGNORANCIA
hombre, fundamentalmente mediante el servicio a su prójimo, DE LA ECLESIOLOGIA
debe ser una respuesta humana: autónoma y libre. El hombre
decide, quiere, ama y actúa ab intra; de otro modo, deja de Juan XXIII y el Vaticano I I no aparecieron en escena
ser una criatura racional y se destruye su capacidad de respon- hasta cuarenta años después del Código. De ahí que Gasparri
der a la invitación de Dios. ' y sus compañeros tuvieran cierta excusa para considerar la
Algunos cánones concretos del Código mantienen y defien- Iglesia casi exclusivamente como una institución jerárquica.
den de hecho la autonomía del hombre, pero el Código en su No se puede esperar que el Código utilice expresiones como
conjunto considera al hombre como una criatura que debe ser «pueblo de Dios» o «familia de Dios», pero sí debería estar
dirigida (¿manejada?) por medio del derecho, dirigida por la impregnado el Código del concepto de igualdad en la Iglesia.
Iglesia o, más exactamente, por las autoridades de la Iglesia. Sin embargo, este concepto no aparece en ningún lugar del
Esta visión del hombre partía indudablemente del supuesto de Código.
que el «hombre corriente» necesita ser conducido, debe de- La Iglesia de Cristo, ciertamente, fue fundada sobre la
círsele exactamente qué ha de hacer y cómo ha de responder. autoridad, la autoridad de Cristo resucitado conferida prima-
De ahí que se multiplicaran las leyes, a menudo con detrimen- riamente al papa y los obispos. Pero esta autoridad ha de
to de la libertad individual. Esta multiplicación de las le- ejercerse mediante el servicio al «pueblo», el cual es, fue y
yes salta a la vista no sólo en la historia del derecho canónico, será de la máxima importancia para el Dios-Hombre. Y el
sino también en la historia del derecho civil, particularmente pueblo por el que murió y resucitó el Dios-Hombre, y al que
europeo. Los redactores del Código estaban imbuidos de la él comunica ahora su Espíritu, son los hombres del mundo
tradición jurídica europea del siglo xrx y se proponían, me- entero, no sólo los cristianos, y mucho menos sólo los cató-
diante una codificación completa del derecho canónico, some- licos. Todos los canonistas admiten hoy, según creo, que el
ter a normas la totalidad de las actividades humanas. Código, en sus disposiciones con respecto a los no católicos,
Muchos creen que el Código intenta dirigir al hombre ab demuestra una falta de preocupación pastoral. Algunos cano-
extra hacia su fin eterno, y algunos estiman que el Código es nistas afirman incluso que el Código equipara implícitamente
240 P. Shannon El Código de derecho canónico 241
a los no católicos con los no salvados, los cuales se salvan sólo la impresión de que la esencia del derecho canónico es la
si, por la gracia de Dios, se convierten al catolicismo. «represión» más que la «autoridad». Estos críticos no pueden
También al pueblo «sencillo» de la Iglesia —laicos, reli- ser despachados simplemente con un calificativo de «extre-
giosos, presbíteros— le concede el Código pocos derechos. mistas» o «jóvenes cascarrabias».
Siempre se carga el acento en la obediencia, generalmente Lo que hoy importa no es saber si esa crítica es excesiva,
obediencia ciega, mientras que el amor, el amor al prójimo, sino únicamente si es prudente hablar y escribir abierta y hon-
queda relegado a un segundo lugar entre las virtudes y los radamente en este momento concreto. Creo que esa crítica
preceptos de Cristo. La institución, la institución jerárquica, debe hacerse, porque temo que, a menos que toda la comuni-
tiene siempre precedencia sobre la persona. No es extraño dad cristiana tome conciencia de la falta de equidad que afecta
que millones de cristianos no logren reconocer a la Iglesia a nuestro actual derecho, a menos que despierte de su letargo,
católica como la Iglesia de Cristo. No es extraño que millones a menos que sea sacudida en su complacencia, a menos que
de no cristianos detesten o ignoren a la Iglesia católica. El descubra su responsabilidad ante el mundo, no podremos
Código no debería ser la víctima expiatoria por nuestra Igle- encararnos en un próximo futuro con un nuevo Código real-
sia en aislamiento, pero sí podría cargar con alguna responsa- mente distinto del actual. Semejante Código sería una tragedia
bilidad por los católicos amantes de la separación, del aislacio- no sólo para la Iglesia, sino para toda la humanidad.
nismo, del ghetto. Porque el Código supone malo al mundo
y considera a los no católicos como gente vitanda. 3. UN ÉNFASIS EN LA CENTRALIZACIÓN CON PERJUICIO
Se podría decir que toda esta crítica es extrema, y quizá DE LA SUBSIDIARIEDAD
lo es. Pero la cuestión no reside en si tal crítica es extrema,
sino en si es merecida. Durante demasiado tiempo los cano- El principio de subsidiariedad, tal como fue formulado por
nistas hemos intentado defender, en lugar de reconstruir, un Pío XI en la Quadragesimo anno y recogido por Juan XXIII
ordenamiento jurídico vulnerable; hemos seguido adelante en la Mater et magistra, dice así: «Este principio sumamente
con un Código que es incapaz de reflejar nuestra comprensión importante de la filosofía social, que no puede ser rechazado
actual de la Iglesia; hemos aplicado la ley «objetivamente», ni alterado, permanece firme y consistente: así como es erró-
sin atender a las circunstancias, a la situación existencial, al neo quitar al individuo y encomendar a la comunidad lo que
«sujeto» de la ley; durante demasiado tiempo hemos tolerado puede realizar la iniciativa y el esfuerzo privado, así es injusto
ciertas instituciones en la Iglesia encaminadas a corregir, si- y constituye una perturbación gravemente perjudicial del recto
lenciar o aplastar la crítica del sistema. orden el transferir a una sociedad de rango superior las fun-
El Código ha sido acusado por los teólogos de catalogar ciones y servicios que pueden ser cumplidos por organismos
los sacramentos como «cosas» (res); ha sido acusado por los menores en un plano inferior. Porque una empresa social de
directores espirituales de presentar en tal forma el derecho cualquier tipo, por su misma naturaleza, debe ayudar a los
de los religiosos que la profesión religiosa es considerada en miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absor-
algunos círculos como un abandono de la creatividad; ha sido berlos» '.
acusado por los obispos de complicar el derecho procesal del El Código ofreció un modelo de legislación minuciosa,
matrimonio, concediendo sólo una relativa posibilidad de con- centralizada, directamente contraria, si no contradictoria, al
seguir para los peticionarios una justa audiencia en el plazo principio de subsidiariedad. El Código violaba la subsidiarie-
de un año; ha sido acusado por los sacerdotes de consagrar
1
un libro entero de 220 cánones al derecho penal, dando así AAS 23 (1931), 203; 53 (1961), 414.
l
242 P. Shannon El Código de derecho canónico 243
dad y, por desgracia, la situación ha empeorado después del Los americanos, africanos y australianos se preguntan si los
Código. Las Congregaciones romanas han guardado celosamen- sacerdotes que trabajan en la Curia romana pasan de tener
te y acrecentado sistemáticamente sus prerrogativas. Centena- un conocimiento superficial de la cultura, las costumbres y las
res de directrices con fuerza de ley han sido enviadas por la necesidades de la gente de un país concreto que no sea Italia.
Curia romana a los obispos, con el resultado de que se ha Para que no se nos acuse de hablar genéricamente, voy a
originado una mayor centralización y se han promulgado nu- referir un caso que es demasiado familiar y penoso para los
merosas «leyes» fuera del Código. La influencia de la Curia sacerdotes norteamericanos. Lizzie Smith, una negra de quince
llega a todos los países mediante el anticuado sistema de las años, se casa con un muchacho de diecisiete en Mississippi. El
nunciaturas pontificias y las delegaciones apostólicas, las cua- matrimonio se mantuvo en pie un par de meses, hasta que
les, en muchos casos, tienen más poder y autoridad que un Lizzie y su marido descubrieron realmente que no tenían idea
obispo en particular o incluso que una conferencia episcopal de lo que es el matrimonio. Cinco años después, Lizzie se
nacional. traslada a Nueva York, Chicago o Los Angeles, donde en-
Han proliferado las dispensas y los privilegios, de suerte cuentra a un hombre bueno y se enamora de él. Se casan y
que se exige una apelación a una autoridad superior antes de tienen cinco hijos, todos los cuales son educados como cató-
llevar a cabo una acción corriente. Un obispo debe recurrir licos. Lizzie y su actual marido se han instruido en la religión
a Roma o a la nunciatura para que se le permita gastar más católica, oyen misa regularmente y desean hacerse católicos.
de 5.000 dólares, un párroco debe pedir a su obispo permiso Por fortuna, Lizzie no había sido bautizada. Al enterarse su
para dispensar de la lectura de las amonestaciones matrimo- párroco, la remite al tribunal eclesiástico local, donde ella
niales, un sacerdote debe solicitar del párroco permiso para puede tener quizá una buena acogida y donde su caso puede
dispensar a un feligrés de la ley de ayuno y abstinencia, una ser quizá despachado rápidamente. Un «proceso rápido» sig-
religiosa debe pedir permiso a su superiora para salir del con- nifica que el tribunal local, en el plazo de tres meses, se las
vento a fin de recibir el sacramento de la penitencia, un seglar ha arreglado para interrogar a Lizzie y a sus padres y allegados,
debe obtener permiso de su párroco u obispo para actuar como que ha intentado localizar e interrogar al primer marido de
testigo del matrimonio sacramental en una iglesia protestante. Lizzie, que ha conseguido testigos dignos en favor de Lizzie
Una cierta dosis de centralización es necesaria en toda so- y sus allegados (la ley dice que los testigos dignos deben ser
ciedad visible, y la Iglesia es efectivamente una sociedad visi- católicos, aparentemente porque se presume que los no cató-
ble. Pero la necesidad constante de obtener una dispensa, un licos no dicen la verdad), que ha recibido una carta de reco-
rescripto, un privilegio de una autoridad superior antes de mendación del párroco de Lizzie, que ha comprobado los re-
poder actuar se opone al principio de subsidiariedad y contra- gistros bautismales de todas las iglesias protestantes que ha
dice a la dignidad del hombre. frecuentado Lizzie, que ha mecanografiado las actas del caso
La situación no parecería tan restrictiva si los que soli- y redactado un largo informe sobre el mismo, informe que
citan el permiso pensaran que los encargados de concederlo debe ir firmado por el obispo. Después de ese «proceso rá-
conocen de hecho la situación local. Pero los feligreses se pre- pido», el caso de Lizzie es enviado a la Sagrada Congregación
guntan si sus párrocos, especialmente los de parroquias gran- para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio), donde
des, urbanas, los conocen y comprenden realmente. Los sacer- será examinado y juzgado por un tribunal de tres sacerdotes,
dotes se preguntan si los obispos, especialmente los obispos los cuales deciden si es cierto que Lizzie no fue bautizada.
Si existen pruebas, el caso es sencillo, y se solicita oportuna-
inmersos en la administración, conocen realmente las necesi-
mente del Santo Padre que disuelva el vínculo del primer
dades pastorales de su pueblo, sacerdotes, religiosos y laicos.
244 P. Shannon El Código de derecho canónico 245
matrimonio de Lizzie en favor de la fe. Por ciertas razones, dia, su fidelidad. En una palabra: el derecho canónico debe-
este «proceso rápido» es retrasado en Roma, retrasado du- ría ser carismático, un signo para el mundo de que Cristo
rante trece meses más antes que se decida —decisión que se resucitado sigue comunicando a los hombres, a través de su
basa totalmente en un hecho— si Lizzie fue bautizada o no. Espíritu, la misericordia y el amor divino que caracterizó su
Entre tanto, el párroco de Lizzie se pregunta probablemente vida en la tierra. El derecho canónico, por tanto, debería lle-
por qué no puede él fiarse simplemente de la palabra de Liz- var los hombres a Jesús.
zie o de sus padres; entre tanto, el tribunal local, que obtuvo Sin embargo, el Código, debido a su peculiar mixtura de
las pruebas y comprobó los documentos, se pregunta proba- autoritarismo y paternalismo, aparta más bien a los hombres
blemente por qué un tribunal romano es más competente que de la Iglesia y así, en cierto sentido, los aparta de Cristo. Dado
el tribunal local para juzgar una simple cuestión sobre si ha que la Iglesia es, o debe ser, una comunidad de amor, yo me
habido bautismo; entre tanto, los hijos de Lizzie se preguntan pregunto si el derecho canónico no se podría formular en un
por qué sus padres no pueden recibir la Eucaristía; entre tan- lenguaje de amor: en un tono más pastoral que dogmático,
to, Lizzie y su marido se preguntan por qué la Iglesia no más exhortatorio que preceptivo. Comprendo la dificultad de
quiere permitirles que se hagan católicos. Con todo, el caso de expresar el derecho en términos no jurídicos, de estimular y
Lizzie es relativamente fácil y desembocará en un final feliz. aconsejar en lugar de mandar. Por otra parte, ¿cómo se manda
Pero hay miles de casos análogos que no terminarán feliz- amar? ¿Puede la Iglesia circunscribir de tal manera, mediante
mente, porque el procedimiento exigido por el derecho es el derecho, las acciones externas del hombre que éste no tenga
tan complicado que sólo las diócesis más grandes tienen per- otra opción que amar al Señor Dios con toda el alma y al pró-
sonal suficiente para resolverlos. Y lo que es peor: a veces jimo como a sí mismo? Ciertamente, el derecho canónico pue-
los párrocos están tan hartos de «papeleo» que no se preocu- de facilitar el intercambio de amor entre el hombre y su pró-
pan de mandar a la gente al tribunal local. jimo, pero el amor mismo debe ser una respuesta libre, huma-
El llamado «privilegio de la fe», en cuya categoría está na. De otro modo, el «amor» es apariencia o hipocresía, pero
incluido el caso de Lizzie, no es un ejemplo aislado de viola- no amor.
ción de la subsidiariedad. Todo el derecho procesal del matri- A mi modo de ver, la estructuración del Código y la for-
monio viola la subsidiariedad, lo mismo que algunas secciones mulación de los cánones son tales que se manda al hombre
del derecho de los religiosos y del derecho penal. observar la letra de la ley, mientras que el Código pone poco
énfasis en la observancia del espíritu de la ley. Un principio
subyacente a la formulación de los cánones es que la razón
4. UN ÉNFASIS EXCESIVO Y NO EVANGÉLICO de la |ey no necesita ni debe ser incluida en la ley (raiio legis
EN LA LETRA DE LA LEY non cadit sub lege). Tal principio ha llevado a muchos cató-
La historia de la salvación, que culmina en la redención licos a equiparar la observancia externa de la ley con la ver-
del Dios-Hombre, revela a un Dios que es fiel y misericor- dadera observancia de la misma. La obediencia a la ley parece
dioso, fiel para su pueblo^ misericordioso para los pecadores. haber sustituido al amor de Dios y del prójimo, como obser-
La Iglesia fundada por Cristo ha de reflejar en forma visible vaba graciosamente un seminarista: «En esto conocerán que
esa misma fidelidad y misericordia, porque la Iglesia es el sois mis discípulos: en que aprendéis y obedecéis mis 2.414
Cuerpo de Cristo. cánones» 2.
Parecería que el derecho canónico debe reflejar también, 2
\
de algún modo, el amor de Cristo por el mundo, su misericor- Cf. Le 11,46.
246 P. Shannon
ponde a la naturaleza de la Iglesia; pero ésta es una realidad cráticas en la Iglesia, éstas se encuentran configuradas a partir
muy compleja constituida por un elemento divino y otro hu- del propio espíritu de la Iglesia y son esencialmente distintas
mano, como afirma el Vaticano I I 2 . Por ello, el derecho ca- de las formas paralelas en el seno de las demás comunidades
nónico es, en primer término, verdadero derecho —a seme- naturales.
janza del que existe en otras comunidades humanas—, pero Las constituciones estatales han surgido frecuentemente
se halla, en cambio, impregnado y saturado de lo sobrenatu- con el fin de poner límites al poder absoluto del monarca;
ral, de la ley de Cristo y de su espíritu, que actúa en la Iglesia. en este sentido es preciso afirmar que la plenitud de potes-
Por consiguiente, una ley constitucional eclesiástica puede es- tades propia del papa no puede recibir más limitaciones, por
tar inspirada en otras constituciones estatales, sobre todo en obra de una ley constitucional eclesiástica, que las impuestas
lo que respecta a la forma jurídica y a las materias que trata. por el mismo derecho divino. No obstante, tiene sentido una
Pero este modelo tiene también sus límites. Una constitución ley constitucional eclesiástica, dado que ciertas funciones que
eclesiástica no podría aceptar el principio fundamental de la hasta ahora eran competencia del papa podrían pasar a otros
soberanía del pueblo, puesto que la Iglesia no procede del órganos. El derecho vigente liga actualmente al papa a una
pueblo ni tampoco —en su verdadero núcleo central— de serie de presupuestos y modos de proceder y al respeto de
los que en ella ostentan la autoridad, sino del mismo Cristo. ciertos derechos, sin que por ello sufra mengua alguna su
La Iglesia se caracteriza por la naturaleza espiritual de la úni- potestad suprema de jurisdicción.
ca potestad eclesiástica que Cristo transmite a los sacerdotes,
pastores y profetas, no por la división de poderes propia de las AMPLITUD Y ÁMBITO DE VALIDEZ
constituciones en los estados modernos; la jerarquía de los
ministerios viene dada en sus elementos esenciales por el de- La ley constitucional proyectada debe ser común para to-
recho divino; un catálogo de los distintos derechos fundamen- dos los sectores de la Iglesia. Este ámbito de validez, exten-
tales debería asegurar, por encima de todo y únicamente, los dido a la Iglesia universal, puede entenderse de manera di-
derechos espirituales. Finalmente, contra las tendencias posi- versa, condicionando así la mayor o menor amplitud de la ley
tivistas es preciso recalcar que la Iglesia poseía ya desde el constitucional, es decir, el mayor o menor número de materias
principio su constitución. Lo único que haría el Código cons- objeto de regulación o la mayor o menor intensidad con que
titucional es formular, expresar y determinar aquella realidad se las regula.
existente. El Código de derecho canónico debería ser considerado
El carácter peculiar de la ley constitucional eclesiástica se como el ámbito más reducido y que, despojado de toda deter-
haría patente, sobre todo, en su enfoque del problema de la minación demasiado minuciosa, dejaría espacio a otras leyes
democracia en la Iglesia. Por una parte, no cabe aplicar sin particulares, reduciéndose a ser el marco de éstas. Una ley
más a la Iglesia los principios y formas democráticos; mas, fundamental semejante sería bastante amplia y afectaría a to-
por otra, tampoco se debe proscribir de la Iglesia toda idea das las materias tratadas hasta ahora por el Código de derecho
de democracia. Convendría, en efecto, dejar que penetrase canónico, aunque sin entrar en detalles. Por ello sobrepasaría
más profundamente en el derecho canónico aquella reflexión lo que denominamos derecho constitucional. Podría existir
sobre los valores cristianos del servicio, la colegialidad y la paralelamente a éste, pero no sustituirlo. Un Código de dere-
hermandad. Si con ello parecen surgir ciertas formas demo- cho canónico más genérico podría tener vigencia, como el ac-
tual, sólo para la Iglesia latina.
2 Por lo general se piensa en un código de derecho consti-
Constitución sobre la Iglesia, n. 8.
17
250 H. Heimerl
Por tanto, proponemos que las siguientes recomenda- conozca la naturaleza de la acusación, la identidad del acu-
ciones sean adoptadas como normas explícitas que los sador y la prueba de la verdad de la acusación, y sin que
miembros de esta Sociedad consideran necesarias, a saber: tenga una adecuada oportunidad para defenderse.
1. Que se revalorice la naturaleza y el fin del derecho 11. Que, siempre que sea posible, las decisiones, li-
en cuanto que tiende a perfeccionar al pueblo de Dios. cencias y delegaciones, actualmente reservadas a la Santa
2. Que en esta revaloración se tengan en cuenta las Sede, sean transferidas a los ordinarios locales.
explicaciones bíblicas y teológicas actuales sobre la natu- 12. Que la salvaguarda de los derechos de las perso-
raleza y la misión de la Iglesia. nas vaya en paridad con la salvaguarda de la dignidad de
3. Que la caridad y la preocupación pastoral sean los sacramentos.
factores que intervengan activamente en la formulación del 13. Que los derechos e intereses de los sacerdotes y
derecho; por ejemplo, leyes sobre enterramientos, leyes religiosos, distintos de los pastores y superiores, sean defi-
referentes a los no católicos, leyes sobre anulaciones y di- nidos y salvaguardados.
soluciones de matrimonios. 14. Que se preste una muy seria consideración al he-
4. Que, además de los conceptos del derecho roma- cho de que, con las actuales leyes de procedimiento, las
no, en la formulación del Código revisado de derecho canó- personas que solicitan anulaciones o disoluciones de ma-
nico se tengan en cuenta los conceptos del derecho germá- trimonios padecen a menudo una grave injusticia, ya que
nico, angloamericano y oriental. no se les concede una adecuada oportunidad para defender
5. Que se proceda a un cuidadoso examen de aquellas sus derechos o buscar ayuda.
leyes que fueron formuladas en un contexto histórico de 15. Que los derechos e intereses de los laicos sean
conflicto con judíos, protestantes, ortodoxos y otros grupos claramente definidos y salvaguardados.
religiosos o seculares, puesto que tales leyes pueden llevar 16. Que la libertad de conciencia de la persona indi-
a concluir una falta de justicia y de caridad. vidual sea respetada y salvaguardada; cf. las leyes sobre
6. Que las personas no bautizadas en la Iglesia ca- prohibición y censura de libros.
tólica, o no convertidas a la fe católica, estén exentas de 17. Que en la formación del nuevo código se tome
las leyes puramente eclesiásticas. en consideración la labor y la experiencia de las Naciones
7. Que el contenido y la terminología del derecho Unidas y del Consejo Mundial de las Iglesias.
sean formulados con la presunción de que los no católicos Aprobado por unanimidad.
son personas íntegras y de buena fe.
8. Que sean atentamente consideradas las objeciones CANON LAW SOCIETY OF AMERICA,
de los no católicos a las leyes de la Iglesia, ya que tales 27.° congreso anual, 1965.»
objeciones pueden poner de relieve la falta de justicia, equi-
dad o caridad en la ley. Las normas pueden agruparse en tres capítulos. El primer
9. Que las leyes penales sean drásticamente restrin- grupo viene a constituir los principios básicos e incluye las
gidas y simplificadas, y que su aplicación dependa, en su tres primeras resoluciones. La segunda serie, normas 5-8,
mayor parte, del ordinario local o regional y de las confe- podría titularse «principios ecuménicos». Las normas 4 y 17
rencias nacionales de obispos. urgen la consideración de otros sistemas y experiencias y po-
10. Que ningún acusado sea castigado sin que antes drían denominarse «principios católicos» o «pluralistas». El
262 P. Boyle La renovación del derecho canónico 263
grupo final, que comprende las normas 9-16, podría descri- 3. El Papa Benedicto XV preveía una especie de conti-
birse aproximadamente como relativo a los derechos y la dig- nuo aggiornamento del derecho canónico, pero nunca se llevó
nidad de las personas. a cabo. Hay que encontrar un sistema que permita una fácil
adaptación de las leyes a las distintas y cambiantes circuns-
tancias en una realidad siempre en movimiento.
NATURALEZA Y MISIÓN DE LOS SAGRADOS CAÑONES 4. Una posible forma de lograr esto es tomar en serio
la doctrina de la actividad del Espíritu Santo en el pueblo de
Los recientes estudios y declaraciones —en especial, el Dios. Hay que establecer cierta tolerancia en el marco de las
Concilio Vaticano I I — han contribuido mucho a afinar y leyes eclesiásticas para que siga hablando el Espíritu Santo.
profundizar nuestra comprensión de la naturaleza y misión La luz orientadora y la actividad salvífica del Espíritu están
de la Iglesia. La Iglesia es primariamente una comunidad, no presentes fuera de la jerarquía lo mismo que en la jerarquía.
una institución. Su naturaleza es correctamente entendida ¿No podrían las necesidades y los deseos de la Iglesia local
cuando se la considera como el pueblo de Dios, el sacramento expresarse en las costumbres?
de la salvación. 5. El fin de la ley debe considerarse como primario, y
1. Cual es la comunidad, así debe ser el derecho que bro- la letra sólo como un medio para el fin. Cuando la observancia
ta de esa comunidad. El derecho canónico no debe simplemen- de un medio dificulta o compromete la consecución del fin, el
te ajustarse a la naturaleza del pueblo de Dios, sino que debe medio debería dejar de ser obligatorio.
ser también una espléndida expresión de esa realidad. La le- 6. Cuando la legislación no refleja verdaderamente la
gislación canónica debería dar forma a la comunidad visible, misericordia de Cristo, no logra su objetivo. Cuando, por
reflejar el espíritu de Cristo en esta situación histórica. En ejemplo, la conferencia episcopal de una nación está de acuer-
cuanto que ha de manifestar a todos la misericordia y la sabi- do en que una norma particular es inútil, irrazonable o dispa-
duría de Dios, el derecho canónico debería esforzarse por crear ratada para su país, debería estar claro que semejante norma
un clima en el que cada miembro pudiera participar plena y no cumple una exigencia esencial para las disposiciones ecle-
libremente de la comunidad de salvación. siásticas. Esa norma deja de ser verdadera ley, a menos que,
2. La Iglesia debe leer continuamente los signos de los en un caso extraordinario, el principio de solidaridad exija su
tiempos y hablar a los hombres en el lenguaje de su tiempo. observancia en un país por el bien de los hermanos en otro
Para permitir esta respuesta a la llamada del Espíritu, el de- país.
recho canónico debe estar abierto y ser lo suficientemente fle- 7. Pío XII reafirmó el principio de que «la ley es para
xible para ajustarse a unas circunstancias culturales en rápida el pueblo, y no el pueblo para la ley»'. Ciertas normas res-
evolución. Conforme se van presentando situaciones nuevas, trictivas sobre la sepultura eclesiástica sólo sirven para herir
han de ser estudiadas en su relación con los principios reve- los sentimientos de los vivos y no procuran ningún bien pro-
lados, y el derecho canónico debe estar renaciendo constante- porcionado en nuestra sociedad pluralista.
mente de acuerdo con las perspectivas logradas. Al igual que 8. ¿No es posible considerar los cánones como una pauta
la Iglesia está siempre necesitando reforma, así también el orientadora y no como una legislación obligatoria? Este con-
derecho debe ser continuamente reformado. Los Padres con- cepto de legislación obligatoria fue introducido relativamente
ciliares pusieron de relieve esta necesidad en relación con tarde en la vida de la Iglesia. Una pauta orientadora, desde
asuntos como la liturgia y la vida religiosa. La necesidad no
1
es menos urgente para el derecho canónico en general. PíoXII,AAS,vol.33,421.
264 P. Boyle
tud de su gracia al servicio del bien de toda la Iglesia n. Es «LA profesión de los consejos evangélicos aparece como un
una misión de los monasterios y de los conventos recordar, signo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miem-
por su organización y por la estructura misma de su vocación, bros de la Iglesia, que hace visible la presencia de los bienes
la necesidad de una apertura a toda la Iglesia y la presencia celestiales ya en este mundo, que da testimonio de la vida nue-
de la catolicidad a escala diocesana. va... anuncia la resurrección... manifiesta la elevación al rei-
No afirmemos, pues, demasiado aprisa que los religiosos no de Dios...» 16. El obispo tiene, además, «la misión de santi-
carecen de compromiso local. Podemos constatar por lo que ficar» ". «Maestros de perfección», los obispos «se esforzarán
hemos dicho hasta ahora que existe «otro» compromiso, dis- por hacer progresar en la santidad a sus clérigos, a los religio-
tinto del apostolado incardinado en la diócesis. Nivelar todos sos y a los laicos según la vocación particular de cada uno de
los compromisos y hacerlos uniformes equivaldría a provocar ellos» 18. Ahora bien: si la llamada a la santidad se dirige a
un empobrecimiento tanto de la Iglesia local como de la Igle- todos los bautizados sin distinción19, los religiosos aspiran a
sia universal. un estado de vida evangélica que se caracteriza por ofrecer
los medios específicos que permiten «conseguir la perfección
de la caridad en acto»20.
2. Cooperadores del obispo por su estado de vida Finalmente, el episcopado pertenece a las estructuras mis-
mas de la Iglesia; es de origen sacramental. Aunque el obispo
Como punto de partida de toda cooperación pastoral de- «gobierna por el consejo, la persuasión y el ejemplo, tiene
bemos considerar la integración de todos en el misterio de la también la autoridad y el poder sagrado para edificar». Los
Iglesia: obispo y religiosos son, antes que nada, miembros del religiosos no tienen un lugar especial en las estructuras; for-
Pueblo de Dios, «cuya cabeza es Cristo, cuyo estatuto es la man un grupo carismático en la Iglesia, gozando en ella tanto
libertad, cuya ley es la caridad y cuyo fin es la gloria de de un carisma personal como de una inspiración colectiva. Los
Dios» u . Todos ellos comulgan en la fe, la caridad y la ora- carismáticos tienen necesidad de una autoridad episcopal no
ción; alimentan la misma esperanza, viven como bautizados sólo para recibir de una vez para siempre la señal de la auten-
y celebran la misma eucaristía. Se enfrentan con los mismos ticidad, sino también para vivir y evolucionar bajo esta apro-
misterios de la vida y han oído la misma llamada que los invita bación eclesiástica en los lugares a que son llamados y donde
a trabajar en la salvación del mundo. En esta plenitud de vida desarrollan su trabajo. Por su parte, estos carismáticos pueden,
comienza la comunidad apostólica. en una gran libertad de espíritu, aportar un remedio al peligro
Las funciones son diversas, pero se exigen mutuamente. de rigidez que constantemente amenaza a las estructuras y ad-
«La primera de las principales funciones del obispo» 14, «la ministraciones.
tarea que prevalece sobre todas las demás» 15 es la predicación Así, si se considera la presencia de religiosos en una dió-
del Evangelio. Para ser penetrante, esta predicación tiene ne- cesis o en una parroquia sólo en el nivel de su vida vivida en
cesidad de la vida vivida del obispo mismo y de toda la Iglesia, comunión con la Iglesia particular, y en la medida en que tal
pero también, especialmente, de la vida vivida consagrada.
16
Constitución Lumen Gentium, 44.
12 17
Constitución Lumen Gentium, 28. Decreto Christus Dominus, 15.
13 18
P. Martelet, o. c, 111. Ib'td.
14 19
Constitución Lumen Gentium, 25. Constitución Lumen Gentium, 40.
15 20
Decreto Christus Dominus, 12 Santo Tomás, II-II, q. 44, a. 4 ad 3.
274 H. Proesmans Pastoral diocesana y parroquial 275
comunión existe realmente, se descubre ya una cooperación por el contrario, convertirse en un beneficio y en una riqueza.
real y eficaz. Como ya hemos sugerido, las estructuras deben hacer eficien-
De hecho, no siempre ocurre así. Muchos conventos están tes y más definitivos los carismas, y los carismas deben pre-
demasiado cerrados y no comulgan concretamente en la vida venir la esclerosis de las instituciones; las necesidades de la
cristiana diocesana y parroquial. Tales conventos tienen la vida iglesia local deben encontrar un alivio en el apostolado propio
cristiana dentro de sus edificios y el apostolado fuera. Es ver- de un instituto, y el apostolado propio de un instituto debe
dad que necesitan una vida familiar íntima propia a la comu- abrir el horizonte de la iglesia local; el obispo evaluará, de
nidad; por eso es perfectamente legítimo que esa vida esté acuerdo con las necesidades de su iglesia, las fuerzas que le
reservada a los religiosos. Pero los misterios de la vida cris- son ofrecidas; el superior religioso, fiel al espíritu de su ins-
tiana deben ser celebrados juntamente con la gran comunidad. tituto, y teniendo en cuenta las fuerzas de que dispone, ayu-
Así, en el programa de los próximos años debería inscribirse dará a subvenir a las necesidades de la iglesia local; las diver-
un esfuerzo más decidido de colaboración a escala diocesana sas personas que estos superiores tienen a su cargo reconoce-
y parroquial para expresar mejor la unidad del misterio cris- rán la necesidad de las disposiciones jurídicas, pero evitarán
tiano. toda rigidez adoptando una actitud noble inspirada por una
caridad auténtica.
II Añadamos, sin embargo, que estos principios de entendi-
miento mutuo dejan en la sombra el problema de la coopera-
LA TAREA PASTORAL ción evocada por la misión complementaria de las diferentes
instancias. Vamos a intentar aportar un poco de luz a este
Todo lo que precede constituye la base de un entendi- problema distinguiendo el caso ordinario en el que la pastoral
miento sincero en el orden pastoral. Hasta que no se consi- propia de un instituto encontrará fácilmente su lugar en la
dera la cooperación de seculares y regulares en el plano de las pastoral de conjunto y algunas situaciones más complicadas
actividades, los principios y las situaciones son bastante cla- que exigen una ayuda especialmente apropiada.
ras; pero desde el momento en que se entra en tales conside-
raciones, aparecen las tensiones. 1. El ejercicio de la pastoral propia de un instituto
En ese plano se afrontan diversos elementos cuya coordi-
nación no es fácil: estructuras y carismas, necesidades de la Si nos fuera permitido proceder por el sistema de tesis
iglesia local y apostolado característico del instituto religioso, pondríamos en primer lugar el enunciado siguiente: «En los
autoridad del obispo y autoridad de la Orden, la persona del lugares donde el obispo llama a unos religiosos o continúa el
obispo y de sus colaboradores «seculares» y la persona del llamamiento de sus predecesores, les pide en primer lugar
superior religioso y de los miembros de su instituto. La situa- ejercer en su diócesis el carisma apostólico propio de su ins-
ción concreta que todos conocemos y las normas que acabamos tituto para bien del pueblo confiado de sus cuidados.»
de recibir de la Santa Sede coinciden en enseñarnos que sub- Cuando se estudian los documentos del Concilio y de la
sisten en este terreno tensiones a veces penosas. Santa Sede, incluso los más recientes, nos parece que subsiste
Comencemos por observar que la existencia de una ten- cierto malestar. Por regla general, los documentos redactados
sión es un hecho normal, pero que este hecho no debe con- desde el punto de vista de la vida religiosa insisten en la fide-
ducir en modo alguno a una oposición debilitadora, algunas lidad a la inspiración fundamental y al apostolado propio del
veces escandalosa para el pueblo cristiano. Tal tensión debe, instituto; no dejan de añadir esos documentos la necesidad de
276 H. Proesmans \ Pastoral diocesana y parroquial 277
una adaptación a las condiciones diversas de las épocas y los A partir de esta idea, la cooperación en una pastoral de
lugares21. Los documentos de inspiración episcopal invierten conjunto será en los casos ordinarios una cosa completamente
el orden: el ordinario del lugar puede, de acuerdo con las ne- natural, aun cuando canónicamente sean necesarias prescrip-
cesidades de su iglesia, pedir la ayuda de los religiosos, respe- ciones bastante complicadas. El Motu proprio Ecclesiae sanc-
tando sus constituciones y su apostolado propio 22 . La óptica tae es, por lo demás, una prueba de ello24.
es bastante diferente; tanto en teoría como en la práctica, el
acuerdo se hace difícil. Sería necesario, a nuestro entender, 2. Pastoral propia y circunstancias particulares
poner en primer plano el carisma apostólico y la inspiración
originaria, subrayando que ese carisma es la mejor ayuda que La coordinación ideal que acabamos de proponer no exis*
los religiosos pueden ofrecer a la iglesia local. El ordinario te tal cual. En la práctica hay que tener en cuenta las circuns-
del lugar no tiene mejor forma de gobernar su pueblo que tancias especiales de las diócesis, los institutos y las personas.
mantener ese apostolado de inspiración carismática en la me- Es, pues, necesario corregir la regla general en función de los
dida de lo posible s . Probar esta afirmación no es nada difícil. datos concretos. El Concilio y las comisiones posconciliares
Cuando el obispo invita a su diócesis una fundación moderna, nos darán directrices. Considerando la situación particular de
como los Hermanos de la Virgen de los Pobres, el instituto una diócesis es posible que ciertos carismas apostólicos ya no
apostólico de la misión obrera de San Pedro y San Pablo, los respondan a las necesidades que les hicieron nacer y que esto
Hermanos o Hermanas de Charles de Foucauld, lo hace con haga que otras tareas más urgentes o definitivas no encuen-
la intención de disponer en su diócesis no de una ayuda cual- tren solución por falta de cooperadores.
quiera, tal vez necesaria para el bien de esa iglesia local, sino La coordinación en esos casos puede ser obtenida de for-
del carisma apostólico propio de la fundación que ha pedido. mas diferentes: puede serlo, si es posible, por una adaptación
Tal vez se tema aplicar la misma norma a los institutos más del instituto a ese estado de cosas s ; o admitiendo, temporal-
antiguos. Recordemos, sin embargo, que los obispos reunidos mente o para algunos de sus miembros, una excepción a la
en concilio en Roma han prescrito la fidelidad al espíritu del regla común, cosa prevista especialmente para la organización
fundador y la intensificación del apostolado por medio de una de las parroquias; o, por último, orientándose hacia otro lugar
toma de conciencia del fin del instituto. Es, pues, lógico que cuando un instituto no encuentre en una diócesis o en una
el obispo disponga de los religiosos de su diócesis no sólo parroquia determinada campo apropiado de acción. Esta mo-
para insertarlos en el apostolado de conjunto, de acuerdo con vilidad es propia de los religiosos y tal vez haya quedado de-
las necesidades urgentes de su iglesia, sino también y en pri- masiado olvidada. Sin embargo, es preciso observar la necesi-
mer lugar para la realización en su diócesis de la función apos- dad de proceder en este ámbito con una verdadera prudencia,
tólica propia de la familia religiosa a que pertenecen. Esa fun- audaz por una parte, pero que, por otra, no olvide las ventajas
ción, salvo en caso de excepción de que hablaremos más ade- apostólicas de la estabilidad2é.
lante, responde concretamente a una necesidad espiritual de La opción por un apostolado distinto del que se había
su iglesia. previsto con la fundación de una familia religiosa puede tam-
bién justificarse tanto por parte del instituto como por parte
21
Decreto Perfectae caritatis, 2. 24
22
Decreto Christus Dominas, 35; el n. 28 del Motu proprio I, 28 y 29.
25
Ecclesiae Sanctae, I, constituye en esto una excepción. Decreto Christus Dominus, 35.
23 26
Cf. E. Schillebeeckx, o. c, 80; J. Hamer, o. c, 111-112. Motu proprio Ecclesiae Sanctae, I, 34.
278 H. Proesmans Pastoral diocesana y parroquial 279
de sus miembros en particular. Un instituto que disponga aún presa común; 5°, está prevista una regla de conducta para
de fuerzas vitales puede sentirse incapaz de una vuelta autén- resolver las dificultades referentes a la persona religiosa com-
tica a las fuentes y de verdadera renovación; en este caso, prometida en el apostolado; 6.°, la Iglesia tiene interés en que
podría afiliarse a otro instituto de la misma familia o intentar el religioso, dondequiera que esté situado, lleve a cabo siempre
una reestructuración completa27. su apostolado como verdadero religioso28.
En todas las Ordenes o Congregaciones se encuentran Cualesquiera que sean las prescripciones del derecho, nin-
miembros que, por una razón cualquiera y, a veces, incluso a guna de ellas permitirá llegar a una feliz cooperación si en
causa de talentos reales o de una espiritualidad particular, las personas faltan el espíritu de la Iglesia y la verdadera ca-
estarían manifiestamente más en su lugar en el ejercicio de ridad cristiana. Siempre hay que volver a estos dos elementos
un apostolado bastante alejado de la pastoral propia de su pro- fundamentales. Esta feliz cooperación podrá llevarse a cabo
pio instituto. En esos casos es preciso ayudar a esos hermanos de la manera más indicada en «la colaboración de los Consejos
y hermanas a integrarse más felizmente en una estructura de de los superiores mayores con las Conferencias episcopales» *,
Iglesia apostólica. en «el Consejo presbiteral» 30 y en «el Consejo pastoral»31.
Es en estos encuentros regulares donde se aprende una sana
colaboración. Si el conjunto es verdaderamente representativo,
CONCLUSIÓN
si todo discurre bajo el signo de la fe, con confianza en las
tareas experimentadas y apertura de espíritu para las inicia-
Cuando estudiamos los documentos recientes de la Iglesia
tivas pastorales, se podrá esperar un futuro lleno de promesas.
constatamos que la inserción de los religiosos en un apostola-
do de conjunto se codifica de acuerdo con unos principios
orientadores: 1.°, el primer responsable y coordinador del H. PROESMANS
apostolado a escala diocesana es el obispo; 2.°, es preciso en-
contrar un acuerdo lo más perfecto posible entre las necesida-
des de la diócesis y el apostolado propio de los diferentes
institutos; 3.°, para obtener un orden que satisfaga a las exi-
gencias mutuas es necesario que las dos competencias en cues-
tión observen realmente las obligaciones de su cargo. Si se
trata de un apostolado estrechamente ligado en cuanto al lu-
gar a la actividad conventual es el superior religioso el que
tiene la responsabilidad en primer término; en todos los otros
casos la dependencia del obispo es de alguna manera más di-
recta y preponderante; 4.°, a fin de prevenir en la medida de
lo posible las diferencias, se insiste en la necesidad de estable-
cer contratos escritos siempre que esto parezca útil a la em- 28
J. Pfab, Der Biscbof ais erster Seelsorger: «Paulus» (1966),
33-39; Decreto Christus Dominus, 35; Motu proprio Ecclesiae
27 Sanctae, I, 22-40.
Decreto Perfectae caritatis, 21; Motu proprio Ecclesiae 29
Sanctae, II, 39-41, esta ultima solución no está explícitamente pre- Decreto Perfectae caritatis, 23.
30
vista en los documentos citados, pero está siendo ensayada en al- Motu proprio Ecclesiae Sanctae, I, 15.
31
gunas diócesis. Ibíd., 16.
Las Conferencias episcopales 281
una antigua costumbre atestiguada en los Concilios de Nicea
de Constantinopla (381) y de Calcedonia, las cuestiones rela-
tivas a la fe debían ser examinadas antes que todas las demás.
Si la liturgia de las Conferencias episcopales ha tomado en
nuestros días nuevas formas, no por eso deja de inscribirse
dentro de esta tradición ni ha dejado de ser invocación supli-
cante, testimonio de fe y de caridad.
LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
2. LA FUNCIÓN INSTRUMENTAL
El decreto conciliar Christus Dominus, promulgado el
28 de octubre de 1965, aborda en su capítulo III los proble-
mas relativos a la cooperación de los obispos en el bien común La función instrumental de las Conferencias episcopales
de varias Iglesias. Tras haber expresado el deseo de que «la es demasiado evidente para que tengamos que insistir en ella.
venerable institución de los sínodos y los concilios conozca Según el Concilio, están llamadas a ser el órgano privilegiado
un nuevo vigor, define el decreto la noción, las estructuras y de unión, de coordinación y de colaboración mutua de los obis-
la competencia de las Conferencias episcopales (n. 38), cuya pos dispuestos a trabajar en el bien común de sus Iglesias y
importancia y cuyos frutos apostólicos ha subrayado anterior- a participar generosamente con el Romano Pontífice en la
mente (n. 37). El Motu proprio Ecclesiae Sanctae (6 de solicitud por todas las Iglesias.
agosto de 1966) precisó las modalidades de aplicación del Las Conferencias episcopales no son más que una nueva
decreto en lo relativo a las Conferencias (n. 41). forma de los sínodos particulares, cuyo origen se remonta a
La actividad sinodal, esencial en la vida de la Iglesia, los primeros siglos del cristianismo y cuyas vicisitudes han sido
tiene su expresión más solemne en el Concilio ecuménico. Esta descritas en numerosas ocasiones. Conviene, sin embargo, ob-
actividad no es menos necesaria en los niveles inferiores como servar que todos los movimientos reformadores, nacidos de
signo de la comunión en la fe y la caridad de las Iglesias que iniciativas locales o dirigidos por Roma, se han esforzado siem-
participan en ella y como instrumento de su acción pastoral pre por reanimar esa institución. Basta recordar los esfuerzos
concertada y coordinada. de San Bonifacio (siglo VIII), de Hincmaro de Reims (siglo rx)
y los renovados esfuerzos de la época gregoriana. El Conci-
lio IV de Letrán (1215) asigna a los concilios provinciales la
1. SIGNO DE LA COMUNIÓN
tarea de asegurar la ejecución de las normas del derecho co-
mún y prescribe que se reúnan anualmente. El Concilio de
El primer aspecto se desarrolla en la liturgia de los conci- Trento (sesión XXIV, c. 2 de ref.) prevé esos concilios cada
lios, toda ella penetrada por la presencia de Cristo (Mt 18,20) tres años; Sixto V establece el control de la Sagrada Congre-
y del Espíritu Santo. Los Ordines de celebrando concilio, cu- gación del Concilio previamente a la promulgación de sus
yos rasgos esenciales fueron definidos en el IV Concilio de decretos (bula Immensa aeterni, de 1587). En el curso de los
Toledo (633), nos han transmitido la hermosa oración Ad- cuatro últimos siglos las circunstancias políticas, las tendencias
sumus "Domine Sánete Spiritus, que sigue utilizándose; los centrífugas de todo orden, no han favorecido la institución de
concilios nacionales visigóticos consagraban tres días (dies los concilios particulares, provinciales o nacionales. Es com-
lítaniarum) al ayuno y a la meditación del Símbolo. Según prensible que, en los países en los que se establecían cristian-
19
282 Ch. Munier l
Las Conferencias episcopales 283
dades jóvenes, Roma haya querido instaurar un control estricto de acuerdo con las prescripciones del Concilio o que, si ya
sobre todas las formas de la actividad sinodal, organizando los habían redactado, los revisen de acuerdo con el espíritu
concilios plenarios, presididos por sus legados y sometiendo del Concilio y los envíen a la Santa Sede para su examen
las decisiones de los mismos a su recognitio (c. 291, 1). El (par. 2).
Código de derecho canónico había conservado esas diversas Las estructuras eclesiásticas, incluso cuando han sido crea-
formas de la vida conciliar, aunque debilitadas por el hecho das para responder a necesidades de orden práctico, reflejan
de la centralización romana y el letargo en que yacían las ins- la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma. Las Conferen-
tancias locales. De esta forma, la reunión de los sínodos pro- cias episcopales no sólo son testimonio de la toma de con-
vinciales no era obligatoria más que cada veinte años, lo cual ciencia por los obispos de sus responsabilidades comunes cuya
les impedía tener una acción continua, eficaz, verdaderamente urgencia y gravedad han reconocido; las Conferencias expre-
adaptada a las dimensiones reales de las urgencias pastorales san, además, en el orden de las instituciones, las reflexiones
(c. 283-286). Los concilios nacionales no tenían existencia le- doctrinales consagradas a la colegialidad episcopal. El cardenal
gal; los concilios plenarios, que se celebraban en algunas par- Doepfner, miembro de la Comisión de Coordinación del Con-
tes, estaban organizados de acuerdo con un criterio concebido cilio, había pedido a la Comisión responsable que destacara
para mantenerlos en estado de tutela (c. 281-282). Las re- claramente la relación de las Conferencias episcopales con el
uniones episcopales, previstas cada cinco años, veían su acción principio teológico de la colegialidad. La misma petición fue
limitada a la preparación de los concilios provinciales, dema- repetida durante los debates conciliares por varios oradores,
siado espaciados, y estaban desprovistas de una verdadera pero, oponiéndose a ello, otros miembros notables negaron
autoridad (c. 292). Sin embargo, es de estas últimas de donde tal relación o buscaron sustitutivos de orden más general, como
han salido las Conferencias episcopales de la actualidad a las el principio de la comunión entre las Iglesias locales o la mi-
que el Vaticano II ha conferido sus cartas de nobleza fijando sión espiritual de los obispos o las necesidades de la misión.
las modalidades de su actividad normativa. El decreto Christus Dominus ha evitado pronunciarse sobre
El anuario pontificio de 1967 menciona la existencia de ese problema de fondo; tampoco ha pretendido abolir el sis-
sesenta y una Conferencias episcopales, de las cuales treinta tema tradicional de las Iglesias orientales, pero ha recordado
poseen estatutos aprobados ad experimentum entre 1955 y y promovido la institución de los sínodos dentro del marco
1967 y dos ad quinquennium (Australia y Madagascar); otras de los patriarcados (38, 6). A pesar de las reticencias de un
nueve han visto sus estatutos definitiva o simplemente apro- determinado número de Padres conciliares, que temían ver
bados, desde 1882 (Irlanda) a 1962 (Japón). reaparecer el espectro de las Iglesias nacionales o constituirse,
Es evidente que el mismo término designa realidades muy a la sombra de las nuevas centralizaciones, secretas oligarquías
diversas (en lo que se refiere a número de miembros, fre- que manejasen los secretariados o las comisiones, el Vatica-
cuencia de las reuniones, métodos de trabajo, órganos moto- no II no ha temido dotar a las Conferencias episcopales de un
res, etc.). Por eso el Motu proprio Ecclesiae Sanctae no se verdadero poder legislativo que deberá ejercerse según las
ha limitado a recomendar a los obispos de las naciones o terri- normas del decreto (n. 38, 4). Para las decisiones que obligan
torios donde no existe aún la Conferencia episcopal prevista jurídicamente (casos prescritos por el derecho común o que
por el decreto que la establezcan lo antes posible y redacten han sido objeto de un mandato especial de la Santa Sede, dado
los estatutos que han de ser examinados por la Sede apostó- por propia iniciativa o a petición de la Conferencia) se re-
lica (n. 41, 1). Se pide, además, en este documento que las quiere desde ahora la mayoría de los dos tercios de los miem-
Conferencias episcopales ya constituidas redacten sus estatutos bros con voz deliberativa (estén o no presentes). Además,
284 Ch. Munier Las Conferencias episcopales 285
antes de ser promulgadas, estas decisiones deben haber sido nismo esencial. Es evidente que la oportunidad de esa acción
«reconocidas» por la Sede apostólica. Para las demás decisio- depende en primer lugar de una información siempre al día.
nes (sin fuerza jurídica imperativa), la Conferencia episcopal Esta le será proporcionada por los servicios encargados de
puede libremente determinar las modalidades requeridas: cla- preparar el trabajo de la Asamblea. El decreto deja gran li-
se de mayoría, modo de promulgación, aplicaciones, etc. bertad a las Conferencias episcopales en orden a elegir los
Toman parte en las actividades de las Conferencias epis- órganos indispensables para su funcionamiento. De todas for-
copales, pero con competencias diferentes, que precisaremos mas sugieren que se constituyan un Consejo permanente, Co-
seguidamente, todos los ordinarios de lugar, a cualquier rito misiones episcopales y un Secretariado general (n. 38, 3).
que pertenezcan (pero no los vicarios generales), los coadju- Cuando, tras haber sido debidamente aprobados por la
tores, los auxiliares y los demás obispos titulares que ejerzan Santa Sede, hayan sido publicados los estatutos de las Confe-
una tarea particular dentro de la pastoral de conjunto de ám- rencias episcopales, será posible comparar los métodos de tra-
bito no diocesano. Los demás obispos titulares no son miem- bajo establecidos y los instrumentos de información, de coor-
bros de derecho de la Conferencia episcopal, como tampoco dinación y de ejecución elegidos. Los trabajos en este sentido
lo son los legados del Pontífice romano (n. 38, 2). no han alcanzado el mismo nivel en los diferentes países; en
Los ordinarios de lugar y los coadjutores tienen voz deli- algunos, las estructuras ya implantadas se integran normalmen-
berativa; los auxiliares y demás miembros de derecho tendrán te en los marcos trazados por el Concilio. En otros se imponen
voz deliberativa o consultiva según los estatutos. Es probable, transformaciones más o menos profundas; hay otros donde
habida cuenta de las responsabilidades pastorales que asumen, los problemas de todo orden que exigen la atención del epis-
que los auxiliares se vean dotados de voz deliberativa; los copado son examinados y regulados en el curso de reuniones
obispos jubilados o dimitidos conservarán probablemente voz (mensuales o más espaciadas) espontáneas sin estatutos defi-
consultiva. Conviene observar que el decreto no hace mención nidos. Para los países de cristianismo joven, el decreto Ad
alguna de los superiores religiosos; sin embargo, parece que gentes, promulgado el 7 de diciembre de 1965, ha recomen-
su presencia en el seno de las Conferencias episcopales puede dado a sus Conferencias episcopales «tratar de pleno acuerdo
ser muy útil e incluso, en algunos casos, necesaria. las cuestiones más graves y los problemas más urgentes» y
poner en común las fuerzas y las obras que han de servir al
3. MÉTODOS DE TRABAJO bien de todos a fin de no desperdiciar recursos y personas,
de las que no se dispone en cantidad suficiente, y de no mul-
Las Conferencias episcopales actuales más «estructuradas» tiplicar sin necesidad las iniciativas (n. 31). Estas recomenda-
han adoptado los órganos y métodos de trabajo experimenta- ciones se refieren también a los organismos sedentarios adjun-
dos desde hace varios decenios en muchos sectores en los que tos ordinariamente a las Conferencias episcopales. Siguiendo
se desarrollan diversas formas de trabajo colectivo o colegial: el ejemplo de la Conferencia general del Episcopado latino-
entre otros, en los movimientos especializados de Acción Ca- americano (Celam) y de su Consejo, la cooperación pastoral
tólica (Asamblea general, Consejo permanente, Comité restrin- y misionera parece que ha de ser más fructífera en el plano
gido, Comisiones, Relatores, Secretariados, etc.). supranacional. El Motu proprio Ecclesiae Sanctae se ha
La Conferencia episcopal expresa su toma de conciencia mostrado favorable a tales reagrupamientos y ha previsto la
de los problemas apostólicos y su voluntad de afrontarlos por ayuda de la Santa Sede para el establecimiento de las reglas
una acción concertada, confiriéndoles cuando es preciso fuerza particulares de estas Conferencias episcopales de nivel inter-
jurídica obligatoria, en la Asamblea plenaria que es su orga- nacional (n. 41, 3 y 4).
286 Ch. Munier Las Conferencias episcopales 287
La perfección técnica de las instituciones no es más que nidos, a la medida de las responsabilidades asumidas. Las Con-
una de las condiciones previas de su eficacia. Mientras per- ferencias episcopales cuyos estatutos han sido ya publicados
manecen en estrecha conexión con la corriente de vida que han organizado de diez a quince Comisiones especializadas,
las ha suscitado, aseguran con toda normalidad, y a pesar de además de una media docena de Comités y de otros tantos
todas las dificultades, el ejercicio de sus funciones animadoras. Secretariados nacionales. Es evidente que cada sector de pas-
Pero todo equilibrio vital es frágil, constantemente amenazado toral y cada institución de carácter general de los que es res-
por las proliferaciones cancerosas y las necrosis locales. La ponsable de alguna manera la jerarquía, conducen, natural-
misma historia de la Iglesia contiene rupturas de equilibrio, mente, a la creación de un organismo competente en esas
cambios de ritmo; no siempre responden la adhesión y colabo- materias. Lo que importa subrayar es que bajo todas esas
ración deseables a las funciones reguladoras del centro; por su formas de colaboración jurídicamente organizadas se expresa
parte, el centro puede pecar de falta de «tonus» y de euritmia. el poder colegial de la Conferencia episcopal, la cual no es la
Aplicadas a las Conferencias episcopales, estas observaciones suma de los poderes de los obispos miembros, ni un poder
hacen destacar la importancia de una participación activa de delegado por la Sede apostólica romana, sino un poder cole-
todos sus miembros, de una generosa aceptación de las propias gial ordinario y propio ejercido a ese nivel en unión con el
responsabilidades. Los frutos no serán abundantes más que Romano Pontífice y reconocido por él (en el acta de promul-
si se mantiene constantemente despierto el interés de los par- gación del decreto Christus Dominus y en la recognitio que
ticipantes y el trabajo sigue siendo siempre realista y ordenado. dará a las decisiones de la Conferencia episcopal).
Si se ha dado mayor interés a ciertos aspectos jurídicos
de las Conferencias episcopales a causa de su novedad en el
4. OBRA COLEGIAL plano institucional, no debe, sin embargo, olvidarse la pon-
derada observación que sobre ellas hizo el cardenal Frings:
Concretamente, es aceptando una misión en el seno de una «Lo que cuenta en estas Asambleas no es su estatuto jurídico,
Comisión, un Comité o un Consejo como los miembros de las sino el espíritu de libertad, el compromiso voluntario, la ca-
Conferencias episcopales mostrarán su preocupación por ac- ridad fraterna.» Las realidades jurídicas no son más que ins-
tuar colegialmente para el bien común de las Iglesias. En efec- trumentos al servicio de la misión pastoral de la Iglesia; las
to, la actividad colegial de las Conferencias episcopales se Conferencias episcopales en sus distintas formas no se propo-
ejerce en todos sus niveles a través de todos los organismos nen otro fin.
que dependen de ella y no sólo en el nivel supremo de la C H . MUNIER
Asamblea general. Aunque esta última sea la expresión más
evidente de la acción colegial del episcopado, los organismos
que preparan o prolongan las decisiones de la Asamblea gene-
ral participan también del poder colegial de la Conferencia
episcopal que les confía su misión particular y delega en ellos
la autoridad requerida.
No podemos tratar de presentar aquí en detalle los dis-
tintos mecanismos que aseguran el buen funcionamiento de
las Conferencias episcopales, gracias a la división del trabajo
y a la atribución de competencias y poderes claramente defi-
Declaración conciliar acerca de los judíos 289
causar... Cuando oigo todo esto, pienso que nosotros —la el documento final y, sin embargo, comprender los motivos
comunidad judía— podemos decir: Ken yehi ratzon, 'que el por los que se juzgó necesaria. Aun lamentando el cambio,
Señor lo haga asf» 3 . se le puede preguntar al editorialista si realmente cree que un
antisemita contumaz necesita que nadie le confirme en su
aberración. Además, ¿quién tuvo la culpa de que se diera tan-
CONSTERNACIÓN Y CENSURAS ta publicidad a la supresión y, lo que es peor, se interpretara
tan injustamente?
Si es cierto que ningún judío puede hablar en nombre de Tan cargado estaba el ambiente que se produjeron reac-
toda la comunidad judía americana, y mucho menos en nom- ciones como la del rabino Abraham Joshua Heschel, hombre
bre de la comunidad mundial, las tres reacciones descritas a con amplia reputación de sabio, quien declaró: «El no haber
propósito del proyecto de 1964 indican la opinión general. condenado la diabólica calumnia del deicidio, causa de asesi-
El tono de las reacciones cambió, sin embargo, cuando se co- natos y purgas, vale tanto como justificar Auschwitz, mantener
noció la versión final del documento. El entusiasmo cedió el la desconfianza ante el Dios de Abrahán y rendir un acto de
paso a una consternación general y los elogios se convirtieron homenaje a Satán» ó. Una acusación tan disparatada que el
en críticas. Los comentarios hostiles se referían a los cambios silencio es la mejor respuesta.
introducidos en la redacción final y se debieron, más que a Las críticas judías lamentaban cada vez más que el Concilio
los cambios en sí, a la importancia y al relieve que les atribu- se tomase años para salir al final con una declaración despro-
yeron los periódicos. Brotando de aquella atmósfera se podían vista de todo sentimiento cordial. Se quejaban de las discusio-
oír juicios sumarios: «Demasiado poco; demasiado tarde.» Un nes interminables, de las distintas versiones que se sucedían
articulista del Jerusalem Post mantenía que la declaración con- unas a otras; todo lo cual era, para ellos, la prueba evidente
ciliar «llega con mil quinientos años —o por lo menos con de que la Iglesia no siente lo que dice, de que la declaración
veinticinco años— de retraso» 4 . Con tan sombríos augurios no nacía del corazón7. No se les ocurría pensar a estos críticos
se llega a temer y a compadecer a la víctima. inconscientes que un documento tan importante por sus posi-
Un editorial del Cleveland Jewish News se expresaba así: bles consecuencias exige una discusión exhaustiva. El hecho
«La declaración ya no dice —como decía el esquema aproba- de que los defensores de la declaración nunca se cansaran de
do el pasado año— que en adelante el pueblo judío no debe argumentar contra una minoría vociferante significa un serio
ser presentado como rechazado, maldito o culpable de deicidio. compromiso y no una falta de interés.
(Para ser exactos, únicamente las palabras "culpable de dei-
cidio" desaparecieron del texto final.) ¿Necesita un antisemita
algo más que esta tachadura, tan ampliamente divulgada, para H I É L Y VINAGRE
confirmarse aún más en su antisemitismo, para mantener y
defender que la acusación de deicidio recae con toda propie- Entre las más ásperas reacciones estuvo la del rabino
dad sobre el pueblo judío?» 5 . Se puede lamentar —y yo lo Eisendrath. En su mensaje presidencial dirigido a la Asam-
lamento profundamente— la supresión de estas palabras en blea General de la Unión de Congregaciones Hebreas Ame-
3 6
«The Reconstruccionist», 10 enero 1964, 8-9. «Jewish Chronicle», 8 octubre 1965.
4 7
«Jerusalem Post Weekly», 10 diciembre 1965. Cf., por ejemplo, rabí doctor Naphtali Carlebach, en «Auf-
5
«The Cleveland Jewish News», 22 octubre 1965. bau», 5 noviembre 1965.
292 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 293
ricanas, en 1965, confesó su desconcierto al contemplar que conveniente en reconocer que sus palabras fueron poco afor-
todo había quedado «sustancialmente diluido» en la declara- tunadas. Sin embargo, también el Papa, como cualquier otra
ción final. Hizo suya la ultrajante acusación de The Christian persona, tiene derecho a que se le interprete según el con-
Century, que ya recogí en CONCILIUM (núm. 24, pág. 151), texto. Él ataque de su sermón iba dirigido contra aquellos
donde los editores acusaban al Concilio de «soberbia mons- que hoy se oponen a Dios. Al referirse al conflicto entre Je-
truosa», de «crimen contra los judíos», de «pecado contra sús y «los judíos», el Papa empleó un lenguaje preconciliar,
Dios», porque los obispos se arrogaban el «poder de absolver y ello puede parecer lamentable, pero esto no pasa de ser una
o no absolver a los judíos de un crimen del que éstos no son figura retórica empleada como punto de partida para su queja
culpables». ante la actitud negativa que muchos hombres de hoy mantie-
En ningún lugar de la Declaración del Concilio sobre los nen contra Cristo.
judíos se dice o se supone que la «absolución» se les conceda Los acalorados comentarios del rabino Eisendrath están
ahora. Tal idea procede de los titulares de los periódicos. No en directa oposición con otro de sus mensajes, del 16 de no-
es leal juzgar la declaración partiendo de unos textos tenden- viembre de 1963, en que «se congratula de los francos esfuer-
ciosos en vez de hacerlo sobre sus propias expresiones. El ra- zos de la Iglesia católica... en pro del ecumenismo cristiano...
bino Eisendrath va aún más lejos; piensa que los fallos que La mente se conmueve y el corazón se inflama ante la pers-
él encuentra en el documento le autorizan para advertir a los pectiva de un documento conciliar que no solamente repudie
sacerdotes: «Aun confiando que el empobrecido Esquema el antisemitismo, sino que siente una clara toma de posición
sobre los judíos servirá para poner en guardia a muchos clé- de los cristianos contra él», recordando al mismo tiempo las
rigos contra el pecado de antisemitismo, la responsabilidad enormes repercusiones que este impulso supondría para la vida
por las sinagogas pintarrajeadas con las cruces gamadas de la de los judíos en todas partes.
esvástica, por los cementerios judíos profanados, por la dis- Después de encomiar la tarea de la Iglesia, pasó a plan-
criminación y hasta la persecución que todavía se manifiesta tearse varios interrogantes incómodos dentro de su propia
en Europa, en América del Sur y en nuestro propio país... comunidad, por creer que el buen entendimiento entre perso-
hemos de hacerla recaer sobre quienes profieren frases tan nas de distintas religiones nunca puede ser una vía de dirección
incendiarias como las dichas por el Papa Pablo en su sermón única. «¿Qué hemos de pensar acerca de nuestra propia acti-
del Día de Cuaresma (sic), el pasado 4 de abril, en que azuzó tud ante el cristianismo y especialmente ante Jesús? ¿Debemos
a sus oyentes, dentro del acostumbrado fanatismo de la Sema- seguir siendo inflexibles... en rehusarnos a revisar nuestras
na Santa, recordándoles que los judíos, "predestinados a reci- propias declaraciones..., nuestra propia interpretación sobre
bir al Mesías, no sólo siguen sin reconocerle, sino que le com- el significado de la vida de Jesús, el judío? ¿Hemos exami-
baten, le calumnian y, finalmente, le matan"» 8. nado nuestros propios libros, oficiales o de cualquier otra
El sermón que Pablo VI pronunció el Domingo de Pasión clase, para reconsiderar la frecuentemente biliosa apreciación
de 1965 difícilmente se puede calificar de incendiario y cier- que tuvimos sobre aquel en cuyo nombre fue establecido el
tamente no pretendía fustigar «a sus oyentes dentro del acos- cristianismo?» Sus preguntas resultaban cada vez más dolo-
tumbrado fanatismo de la Semana Santa». Yo no tengo in- ridas: «¿Hasta cuándo seguiremos afirmando pomposamente
que la más importante aportación de Jesús consistió, simple-
8
«The State of Our Union», 48.a Asamblea General, Unión mente, en una recopilación de cuanto ya habían dicho sus
de Congregaciones Hebreas de América, San Francisco (California), antecesores judíos? ¿Tardaremos mucho todavía en recono-
14 noviembre 1965. cer que su influencia fue beneficiosa no sólo para los paganos,
294 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 295
sino igualmente para los judíos contemporáneos suyos y que ción de deicidio» (término que el autor consideraba errónea-
únicamente profanaron su enseñanza quienes, después de él, mente como «empleado tradicionalmente por la Iglesia» para
tomaron su nombre en vano?» 9. designar la condena y ejecución de Jesús) y también porque
Las manifestaciones del rabino Eisendrath fueron amplia- la Declaración únicamente «deploraba» el odio (que él enten-
mente divulgadas y en la misma proporción levantaron pro- día en su significado inglés de mero sentimiento, y no en el
testas. Fueron calificadas, usando sus propias palabras, como sentido latino de profunda y vehemente lamentación). En
«ataque malintencionado de un dirigente» del judaismo re- consecuencia, escribe así: «Me pregunto, a la luz de esta de-
formado. La experiencia no era nueva, aun siendo inesperada, claración, si la Iglesia conseguirá algún día su propia reforma,
pues ya antes, en 1934 y a propósito de unas declaraciones a no ser que ello ocurra en contra de algunos aspectos crueles
semejantes, Eisendrath había sido definido, en el pintoresco y hasta bárbaros de su propia historia literaria; a no ser que
y expresivo lenguaje de la prensa yiddish..., «como un mam- tenga en cuenta su propio pasado, reconozca sus propios pe-
zer (bastardo) y un mashummed (apóstata)». En 1963, su cados y los deteste en presencia de todos los hombres» ".
llamamiento en pro de una sincera apreciación de la doctrina Otro ejemplo de acrimonia es la «Carta abierta al Papa»
de Jesús, «sublime y sencillamente expresada en tono profé- escrita por el rabino Julius J. Nodel, de San Luis, con ocasión
tico y rabínico», fue recibido «con una casi total repulsa, cor- de la visita del Papa a las Naciones Unidas. Acusaba al Papa
dial y vehemente» 10. Incomprensiblemente, el rabino se sintió de «enaltecer a su propia Iglesia», pues siendo huésped de las
profundamente injuriado por una serie de ásperas malinter- Naciones Unidas, no quiso invitar a otros jefes religiosos para
pretaciones de su intento, lo cual da la apariencia de que sus que propugnaran, juntamente con él, la causa de la paz. Rela-
ataques contra el Concilio han sido un intento, quizá incons- cionó una y otra vez, desdeñosamente, la presencia del Papa
ciente, de reparar su honor ultrajado y recuperar el respeto Pablo con el Concilio. Por citar un solo pasaje: «El Concilio
de sus colegas y de los judíos en general. Si este análisis es Vaticano ha enunciado varias formulaciones doctrinales evasi-
correcto, uno puede preguntarse hasta qué punto un deseo vas. Pero, en el fondo, los judíos siguen siendo presentados
tan legítimo, como es el de ser comprendido, puede lograrse en todas ellas como los asesinos de Dios. Intentáis dar prue-
al precio de una acusación injusta, comprometiendo además bas de una nueva actitud de tolerancia, haciendo grandes es-
la fraternidad entre cristianos y judíos, que si aún no está fuerzos para relegar el crimen de los judíos a un pasado re-
conseguida, ya se presiente, y supongo que es una meta muy moto. Queréis dar a entender que sois magnánimo e ingenioso,
deseada por el propio Eisendrath. pero nosotros los judíos nos sentimos como el inocente a quien
se le perdona el crimen que nunca cometió. Nos ofende y re-
chazamos semejante clemencia de los cristianos. Mejor de-
MAS AMARGURA searíamos que la cristiandad se preocupase de limpiarse a sí
misma. Y no trato de atacar, sino de ayudar a la misma cris-
Entre otros duros ataques figura también un editorial de tiandad» n.
The Reconstructionist. Su articulista se sintió contrariado por- El colmo de la acritud es otra carta, esta vez dirigida a los
que la redacción final no rechazaba explícitamente la «acusa- rabinos, escrita por el doctor Dagobert Ruñes, un solitario que
9 no representa ni siquiera a la más pequeña facción del judaís-
Message of the President (Union of American Hebrew Con-
gregations), 16 noviembre 1963. 11
10
The Case for Jesús' Rehabilitation: «The Jewish World», «The Reconstruccionist», octubre 1965, 3.
diciembre 1964, págs. 24-27. Tomado de una copia que circuló privadamente, págs. 3 y 6.
296 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 297
mo americano. He aquí unas citas características: «Mientras 155), abordé la acusación de que el Nuevo Testamento es
los ecumenistas nos regalan el caballo de Troya de sus carita- antisemita y, por tanto, responsable de todos los sufrimientos
tivas homilías sobre la unidad judeo-cristiana, dando la im- de los judíos. No creo preciso ocuparme aquí de las poco amis-
presión a los incautos de que estos diálogos en los colegios tosas observaciones de este autor. Sin embargo, me creo en
y en los centros comunitarios pondrán fin a los "malentendi- el deber de informar al lector de que el doctor Ruñes no dejó
dos" que separan a las dos grandes religiones, la Iglesia cató- las cosas como estaban, sino que fue más lejos, y ha publicado
lica se niega a introducir el más ligero cambio en su Nuevo su propia edición del Evangelio según San Juan, expurgado
Testamento, que es un verdadero manantial de odio contra de todos los versículos que le parecían antijudíos. El doctor
los judíos... Este Nuevo Testamento contiene 102 referencias Ruñes no se sintió afectado por escrúpulos de modestia, y así
básicas al pueblo hebreo, cada una de las cuales es maliciosa- ha podido escribir en la portada del libro: «Editado de acuerdo
mente antisemítica... Tal es la religión que cada muchacho con el verdadero espíritu ecuménico del Papa Juan XXIII
y muchacha católicos, y, por supuesto, también los protestan- por Dagobert D. Ruñes. El mensaje de Jesús se ofrece aquí
tes, absorben mientras leen el Nuevo Testamento... Los cris- sin adulteraciones de odio ni repulsa contra el pueblo del
tianos piensan que su Biblia es un libro de amor; para nos- Salvador.»
otros los judíos es un libro de odio. No necesitamos más
lecciones de las Iglesias cristianas. Todo lo que les pedimos
VOCES ALEGRES
es que quiten de sus Escrituras esas claras referencias anti-
semitas contra el pueblo de Israel y que dejen de enseñar a
sus niños que nosotros somos la progenie del diablo» u . Para no dar la impresión de que estas muestras de rencor
En mi anterior artículo (CONCILIUM, núm. 24, págs. 152- caracterizan la respuesta judía a la declaración, desearía citar
ahora dos respuestas favorables. La primera es del doctor
13 Ernst Ludwig Ehrlich: «A pesar de algunas notas discordan-
De una carta que circuló en privado, págs. 2-3. Esta carta
es una simple repetición de los sentimientos que el autor expuso tes, la Declaración del Concilio sobre la religión judía supone
en su folleto The Jews and the Cross. Cuando ya tenía terminado un progreso teológico. Este progreso queda más claro al com-
este boletín, supe que en una reciente reunión de estudiantes ju- parar la Declaración con la 'Resolución sobre el antisemitismo'
díos, protestantes y católicos celebrada en Boston (U. S. A.), el dis- del Consejo Mundial de las Iglesias (Nueva Delhi, 1961). Hay
tinguido editor de «Judaism», rabí Steven S. Schwarzchild, hizo que reconocer que la segunda toma una clara posición contra
notar que el nombramiento del obispo Carli para un alto puesto el antisemitismo. Sin embargo, contiene un evidente elemen-
en el Vaticano prueba, una vez más, la deslealtad de los católicos to misionero: a los judíos no se les considera 'hermanos sepa-
y de la misma declaración conciliar. La fuente de tal rumor es, sin rados', y la total abolición del antisemitismo se considera más
duda, la carta del doctor Ruñes, en la que éste sostiene que «Pa- bien como una premisa necesaria para el retorno de los judíos
blo VI... designó al obispo Luigi Carli,Tin conocido ensayista
antisemita, para encabezar la Curia, quedando confiado en sus ma- a Cristo... Por el contrario, la Declaración apunta decidida-
nos el destino del "problema judío"». No me asombra esta falsi- mente hacia el futuro en que todos los hombres se someterán
ficación de los hechos, que no es la única que contiene la carta. al único Dios que por primera vez se manifestó a Israel, el
Pero sería injusto decir que el doctor Ruñes está solo. La fácil Señor a quien finalmente servirán todos los hombres unidos
acogida que un hombre de la categoría del doctor Schwarzchild dio hombro con hombro. Tal es la esperanza de Israel, y la Iglesia
a su carta demuestra que junto al doctor Ruñes hay otros judíos la hace suya también. De ahí resulta que cristianos y judíos
que se complacen en manchar el aire fresco que empiezan a respi- tienen en común no sólo el fundamento de un pasado bíblico,
rar cristianos y judíos. sino también un gran destino: el reinado del único Dios sobre
20
298 J. Oesterreicher Declaración conciliar acerca de los judíos 299
todos los hijos de los hombres. La Declaración subraya esta clima de las relaciones entre cristianos y judíos con motivo del
común esperanza. Evita toda alusión a la conversión de Is- Concilio, los sentimientos reprimidos no desaparecieron; por
rael, que hubiera sido ofensiva para los judíos y hubiera el contrario, se produjo en muchos casos una explosión de la
aumentado la separación con respecto a los cristianos. Con ira que había estado oculta demasiado tiempo. Salieron a la luz
todo, la Iglesia no deja de dar el testimonio que se esperaba pública toda clase de agravios, unos justificados y otros que
de ella. Junto con los judíos, espera que el camino hacia el lo eran menos, agravios cuya existencia muchos cristianos ni
futuro será más feliz que la experiencia de las pasadas rela- siquiera sospechaban. Este panorama puede parecer sombrío;
ciones entre judíos y cristianos» M. sin embargo, los resultados a largo plazo serán positivos. La
No son muchos los judíos que tienen ocasión de manifes- explosión de sentimientos heridos, la libertad para proclamar
tar lo que piensan: en realidad rehuyen las discusiones en los viejos rencores únicamente prueban en definitiva que esta
público. Por ello puede resultar significativo este relato de catarsis venía siendo muy necesaria. Una vez desechados el
una experiencia personal. A primeros de este año hablé ante miedo y la ira, quedarán fortalecidas la verdad y la propia
una congregación judía tradicional sobre el fundamento común estima, y la Declaración podrá servir de cimiento a una nueva
del judaismo y del cristianismo y sobre el concepto del judais- actitud de mayor serenidad.
mo que se desprende de la declaración. Al día siguiente me Segundo. La propia estima exagerada puede convertirse
escribió el rabino: «Le estamos profundamente agradecidos en todo lo contrario de la serena confianza en sí mismo y de-
por haber puesto de relieve ante nosotros algo que, por otra generar en una especie de idolatría de los propios valores. En
parte, era tan obvio y que llevábamos repitiéndolo una y otra el ambiente del «Coloquio sobre cristianismo y judaismo» de
vez. Que cristianos y judíos tenemos una herencia común es Harvard, en octubre de 1966, Markus Barth pudo llamar la
una verdad fundamental, y a partir de ahora habrá que pro- atención «sobre ciertos signos de un triunfalismo incipiente
clamarlo desde los tejados hasta que llegue a impregnar el aire que se hacen notar entre los participantes judíos (en este diá-
que respiramos y penetre profundamente en los corazones y logo)». Esta actitud se ha manifestado en tres formulaciones:
en las mentes de nuestro pueblo, hasta que sea conseguida la 1) Se ha calificado al cristianismo de «barco a pique», un sim-
paz, la verdadera paz.»
ple incidente dentro de la historia judía, asunto que apenas
merece atención y mucho menos unas conversaciones... 2) El
¿POR QUE? ¿POR QUE? ¿POR QUE? sufrimiento inmenso y los horrores de Auschwitz fueron re-
cordados con la intención de probar la superioridad del testi-
Sigue planteada la cuestión: ¿A qué se deben las reaccio- monio dado por los judíos martirizados... 3) Un estudio libre
nes ásperas y destempladas ante la declaración sobre los ju- de prejuicios sobre el judaismo posbíblico... pone de mani-
díos? Me parece que se pueden dar varias respuestas. fiesto que el cristianismo es incapaz de ofrecer un camino de
Primero. En el pasado, los judíos se vieron obligados a justicia mejor o distinto del que siempre ha mantenido el ju-
ocultar y a veces reprimir la amargura que les causaron los daismo «sensitivo»... No fueron cristianos, sino un orador
abusos y las injusticias de que fueron víctimas. Al cambiar el judío, quien calificó esta actitud de «triunfalismo» 15.
14 15
De la lección What is the Significance of the Second Van- De un editorial, Dialogue is not Enougb: «Journal of Ecu-
ean Council for us Jetos, que forma parte de una serie titulada menical Studies», vol 4 (invierno 1967), 116. Los límites de espa-
Was bedeutet das Zweite Vatikanische Konzil für uns?, Basilea, cio me obligan a recortar las citas. Espero que los lectores de
1966, págs. 209-215. CONCILIUM consultarán el editorial completo.
300 J. Oesterreicher
perseguido con la condenación dogmática de sus víctimas por ritu se sitúa una experiencia sorprendente: «Uno de mis ami-
el perseguidor. Israel se ha visto arrastrado muchas veces hacia gos, rescatado de Auschwitz, acierta a oír a un anciano judío
el combate simbólico de David contra Goliat... moribundo. En sus plegarias, el anciano judío descubrió es-
b) Sin duda que pueden suprimirse algunos textos, pero pontáneamente las palabras de Jesús, que le eran desconocidas:
¿podrán suprimirse versículos de los salmos, imprecaciones "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen"» 18.
de los Profetas —patrimonio común de las comunidades ju-
día y cristiana— que unos y otros cantan y recitan? Los ver- J. OESTERREICHER
sículos a que el señor Elyor-Friedmann se refiere son, entre
otros, los siguientes: "Derrama tu cólera sobre las naciones
que no te conocen" (Sal 78,6). "Derrama tu cólera sobre ellos;
que el furor de tu ira los arrebate" (Sal 68,25).
c) No basta con fijar la atención en estos gritos. Hay
que tener en cuenta además su contexto y sus motivos. Estos
últimos están expresados en el salmo 78,7: "Porque han de-
vorado a Jacob y han devastado su morada." Según esto, es la
incredulidad lo que se condena a la destrucción; el asesino
es precisamente el que niega a Dios con sus ataques contra el
hombre. No es posible penetrar del todo el sentido de estos
textos si previamente se establece como un dogma que es el
judaismo quien se expresa a través de ellos; solamente pue-
den ser comprendidos si se toman como efusiones vivas de
personas reales.»
Después de exponer una conmovedora, aunque a veces
arbitraria afinidad, cuando no identidad, entre Jesús e Israel
a lo largo de los tiempos, la señora Lévy-Valensi afirma que
estos gritos que parecen de odio lo son en realidad de angus-
tia, al mismo tiempo que expresan una verdadera profesión
de fe: «Cuando el enemigo me cerque, con la ayuda del Señor
yo lo destrozaré.» Se trata de afirmaciones de esperanza in-
quebrantable en medio de la batalla que todo hombre ha de
librar contra el mal y la muerte, batalla que han librado de
forma ejemplar y decisiva, Israel y Jesús, a quien el pastor
Jean Lacocque ha llamado «el Judío central».
Sin necesidad de suprimir tales textos, continúa la señora
Lévy-Valensi, se los puede limpiar de todo odio. Pueden ser
considerados como momentos de una lucha penosa, hitos y
etapas de un recuerdo histórico cuyo destino es precisamente 18
engendrar el amor al chocar con el odio. Dentro de este espí- Ibíd., 19 enero 1967.
Crimen y castigo en la Iglesia 3Q5
siásticos. De hecho, las medidas disciplinares son tomadas por los otra manera, pero no pública, es castigada con excomunión. Algu-
diversos organismos de gobierno existentes en la Iglesia. En teo- nos canonistas, según esto, intentan incluso afirmar que una apos-
ría y en la práctica es un punto discutido el hecho de si esto puede tasía secreta afecta también de algún modo al orden público, pero
cambiar y si es deseable tal cambio. evidentemente no convencen a nadie.
También se discute si es deseable, particularmente en una co- Partimos, por una parte, del legítimo principio de que el de-
munidad eclesial, incluir una lista completa de todos los delitos recho penal o el ordenamiento disciplinar de la Iglesia es por su
con sus respectivas sanciones en un Código legal que es válido naturaleza una cuestión pública, una cuestión que atañe a la co-
para toda la Iglesia o, respectivamente, para toda la Iglesia latina munidad. Pero, por otra parte, hallamos medidas disciplinares que
y para las Iglesias orientales. En la sociedad civil, esa certidumbre afectan a la conducta no pública, y esto es inconciliable con dicho
sobre la ley debe existir a fin de que los ciudadanos conozcan exac- principio. Este hecho nos está diciendo que aún no se ha comple-
tamente qué tipo de conducta puede llevarlos a un tribunal. Pero tado el desarrollo del principio. Existe, en efecto, el principio de
¿tiene sentido esta certidumbre en una comunidad eclesial? ¿Es que el interés de la Iglesia por la vida de la comunidad debe sepa-
posible reconocer a un católico como miembro pleno de la comu- rarse de su interés por los miembros individuales, pero tal prin-
nidad a pesar de una conducta seriamente indeseable sólo porque cipio va siendo comprendido sólo gradualmente en el ordenamiento
esa conducta no ha sido prevista en la ley? Sin embargo, tiene sen- eclesiástico. Por ejemplo, el secreto de la confesión ha venido a
tido afirmar que ningún miembro de la Iglesia puede ser objeto ser sólo gradualmente tan absoluto como lo es hoy. La administra-
de medidas disciplinares sin previo aviso. Y también tiene sentido ción eclesiástica se va distinguiendo cada vez más en principio de
establecer una procedura para tomar tales medidas, las cuales han las funciones que se refieren a la dirección espiritual personal.
de proteger a los individuos contra toda injusticia y arbitrariedad. Se ha insistido en que esta distinción debería aplicarse tam-
Difícilmente podrá la Iglesia ofrecer a sus miembros certidumbre bién consecuentemente al derecho penal eclesiástico. A mi juicio,
sobre la ley en el sentido de impunidad en todos los casos, a menos Scheuermann tiene razón cuando dice que la restauración del de-
que éstos se hallen precisamente determinados en la misma ley. recho penal en su relación con el orden público es la exigencia
No obstante, puede procurarles la razonable certeza de que no fundamental para una revisión del Código penal. Pero, en tal caso,
serán víctimas de injusticias ni arbitrariedades. Así, pues, podemos creo que deberíamos comenzar por suprimir totalmente la noción
prescindir oportunamente de una definición jurídica de «delito». de «delito secreto».
En los comentarios al referido canon 2.195, par. 1, y en la Una aplicación consecuente de la distinción entre disciplina y
definición de «delito» eclesiástico se dice que, en el derecho penal, penitencia debería llevar también a una modificación de la noción
la Iglesia considera tan sólo los aspectos sociales del delito, no el de pena canónica. El canon 2.215 describe la pena eclesiástica
aspecto de «pecado», del cual se es responsable ante Dios; este como la privación de un bien a fin de lograr la corrección del de-
aspecto está sometido al sacramento de la penitencia en virtud de lincuente y la satisfacción por la ofensa. En el Estado civil, todas
lo que se llama «potestad vicaria». Aquí se obtiene la satisfacción las medidas penales son medios con que la comunidad, por medio
mediante una penitencia voluntariamente aceptada. Del mismo de sus organismos competentes, amenaza al transgresor. No existe
modo, cuando son lesionados los derechos de otras personas, la ningún sistema en el cual el transgresor deba aplicarse a sí mismo
cuestión se solventa no en un tribunal criminal, sino civil; la falta el castigo. Pero no sucede así en el derecho canónico. La excomu-
está sometida a sanciones como materia de orden público. Por nión, la suspensión y el entredicho no son únicamente medidas
otra parte, cuando estos autores explican las palabras «violación que la comunidad o la autoridad eclesiástica toma contra el trans-
externa» en este canon, dicen que «externa» no es lo mismo que gresor, sino que pesa sobre el mismo transgresor la obligación de
«pública». Así, por ejemplo, una apostasía «externa» de una u ejecutar tales medidas. La pena eclesiástica no sólo obliga a las
310 P. Huizing Crimen y castigo en la Iglesia 3H
Iglesias a impedir que alguien se acerque a los sacramentos o los regular el aspecto público de la vida de la comunidad, y no la vida
administre, o que participe en la celebración de la Eucaristía o privada de una persona. Esta sería una aplicación lógica de la se-
ejerza una función, etc., sino que también impone al transgresor paración entre ley y conciencia (forum externum y forum in-
la obligación en conciencia de abstenerse de esas acciones. Debe- temum).
ríamos considerar seriamente si no convendría convertir todas las
medidas disciplinares eclesiásticas en sanciones aplicables por la PENAS VINDICATIVAS Y MEDICINALES
Iglesia o las Iglesias, sin imponer obligaciones positivas al delin-
cuente. Lo que él cree que puede o no puede hacer en su vida El canon 2.216 distingue entre penas medicinales o censuras,
privada y a la luz de su propia conciencia es un asunto entre él que se dirigen inmediatamente a la enmienda del delincuente, y
mismo y Dios o entre él y la Iglesia en el sacramento de la peni- penas vindicativas, que se encaminan al castigo de un delito. Se
tencia, donde se verificará una especie de juicio. No parece ya ha argüido que estos dos tipos de medidas no se diferencian esen-
necesario ni deseable que una persona, aparte su obligación en cialmente en su objetivo. La única diferencia sería que las penas
conciencia de abstenerse de los sacramentos o de funciones espe- medicinales cesan mediante la absolución tan pronto como el de-
cíficamente sacerdotales, sea onerada con unas obligaciones suple- lincuente admite su falta, mientras que las penas vindicativas sólo
mentarias de derecho positivo. Esto, naturalmente, no afecta a la cesan una vez transcurrido el plazo señalado por la sanción o bien
obligación en conciencia de someterse a las justas medidas tomadas mediante una dispensa.
por la autoridad competente, de la misma manera que hay que Hasta el siglo xv, ni el derecho canónico ni la ciencia jurídica
someterse al justo castigo de la autoridad civil. conocieron semejante distinción. A partir de varios textos, los
Así podemos evitar también una contradicción que existe en autores clásicos elaboraron una noción más o menos adecuada de
la actual disciplina y en el derecho canónico en este punto. Cuando censura. Pero hasta el Código de 1917 no se hizo un esfuerzo para
la Iglesia decide que a una persona se le niegue la comunión o se establecer una clara distinción. Si queremos ver en el ordenamien-
le impida celebrar misa por su mala conducta pública, no juzga la to eclesiástico no tanto una legislación penal dirigida contra la
conciencia del interesado ni intenta juzgarla. «La Iglesia no juzga persona del delincuente cuanto una disciplina encaminada a la pro-
tección de la comunidad, ya no habría razón alguna para distinguir
asuntos de conciencia» (de internis Ecclesia non iudicat), dice un
entre medidas encaminadas a la enmienda del delincuente y medi-
adagio secular. Pero, en tal caso, carece de lógica imponer a alguien
das encaminadas al castigo del delito. Todas las medidas discipli-
una obligación directa de conciencia a fin de que tome medidas
nares se encaminan primera y directamente al mantenimiento de
disciplinares contra sí mismo, en lugar de imponerle sólo indirec- la naturaleza y la unidad de las Iglesias, y sólo indirectamente a la
tamente la obligación en conciencia de someterse a un justo juicio corrección o el castigo. Tales medidas dejarán de ser operativas
y no oponerse a las justas medidas tomadas por la autoridad. Quien tan pronto como no las exija la primera finalidad.
ha de juzgar si alguien en su vida privada y en conciencia es digno
de recibir la comunión o celebrar misa, es él mismo, y en la con-
fesión, el confesor; a la Iglesia toca juzgar si se puede administrar LAS PENAS «LATAE SENTENTIAE»
la comunión a esa persona o permitirle que celebre misa. Es claro
que se debe tener en cuenta el juicio de la Iglesia cuando se va a Según el canon 2.217, par. 1, 2°, la pena latae sententiae es
juzgar una cuestión de conciencia, pero el juicio público de la Igle- la que va aneja a la ley o precepto, de suerte que se incurre en
sia no debería ser al mismo tiempo un juicio en conciencia. ella ipso jacto por la violación de la ley o del precepto. Se opone
Si cabe admitir este punto de vista, las medidas disciplinares a la pena ferendae sententiae, es decir, aquella que requiere para
de la Iglesia, al igual que las medidas penales tomadas por el Es- incurrir en ella la sentencia de un juez o una decisión de la auto-
tado, determinarán directamente la conducta de la comunidad para ridad. La mayoría de las penas canónicas actuales son latae senten-
con el delincuente, pero sólo indirectamente la conducta del de- tiae. En el Código hay al menos cuarenta y nueve excomuniones
lincuente mismo. En tal caso, la función del derecho canónico es latae sententiae contra cinco ferendae sententiae; hay además nue-
312 P. Huizing Crimen y castigo en la Iglesia 323
ve suspensiones y tres entredichos latae sententiae. Para justificar gado a soportarla en el caso de que esto ponga en peligro su buen
nombre (cánones 2.261 y 2.284). El confesor puede siempre ab-
la existencia de tales penas se han aducido diversos argumentos.
solver no sólo de la pena incurrida secretamente, sino también de
En su bula Auctorem fidei, de 28 de agosto de 1794, Pío IX
la censura pública (canon 2.251). Y así la pena se convierte en un
condenaba la siguiente proposición: «... por ley natural y divina,
asunto privado; no es ya una cuestión que afecte a la comunidad,
una excomunión o suspensión debe necesariamente ir precedida sino una cuestión personal, un apéndice del pecado. Las sanciones
de una investigación personal; por tanto, las medidas que contienen pasan a la competencia de los confesores. Debido a todas estas
una pena en la que se incurre por el mismo hecho de la transgre- objeciones, existe un deseo general de que las penas latae senten-
sión no tienen más validez que la de una seria amenaza de castigo, tiae sean drásticamente reducidas. Ningún autor ha propuesto
sin efecto inmediato.» Y se alude a la práctica constante durante todavía por escrito una total abolición, pero hay varios canonistas
varios siglos según la cual la Iglesia aplicó este tipo de pena. Se que la defenderían.
dice que es un medio perfecto para castigar al punto ciertos deli-
tos que, por su gravedad y por el escándalo causado, exigen un La idea de un castigo latae sententiae no se desarrolló hasta
castigo inmediato. Tales penas, se añade, son muy útiles para cas- la Edad Media, gracias a los canonistas escolásticos. Los textos
tigar delitos cometidos en secreto y que un juez no puede castigar más antiguos, aducidos a vee|s como argumento a favor, no la
(canon 1.933, par. 1), delitos que usualmente tampoco son casti- conocen todavía. El Concilio de Antioquía (341) declara, en efecto,
gados por la autoridad; por ejemplo, el delito de un confesor que que quienes se atrevan a pervertir el significado de un decreto del
absuelve a su cómplice en pecados sexuales. La Iglesia no considera ConcÜio de Nicea serán excomulgados y expulsados de la Iglesia
si son laicos y excluidos del servicio de la Iglesia si son clérigos;
primariamente el delito como violación de los derechos de una per-
también el Concilio de Orange (538) establece que un clérigo reo
sona; además, no sólo hay que castigar los delitos públicos. En
de ciertos delitos específicos debe abstenerse de la comunión du-
una comunidad espiritual, las penas latae sententiae pueden tener
rante determinado tiempo o no ejercer su función. Pero no hay
sentido porque, aparte el mantenimiento de la ley, se espera de los que olvidar que por entonces existía aún una penitencia pública
miembros que vivan de acuerdo con la convicción interna de su que no distinguía claramente entre disciplina pública y penitencia
fe. Tales penas son incluso necesarias porque, de otro modo, se sacramental no pública. Tales decisiones podían significar enton-
requeriría una decisión autoritativa o judicial en cada caso concre- ces, al mismo tiempo, tanto las medidas disciplinares de la Iglesia,
to de apostasía, bigamia, educación de los hijos fuera de la Igle- si el delito era público, como las obligaciones que ipso jacto afec-
sia, etc. taban al transgresor en conciencia, si el delito era oculto.
No obstante, se aducen numerosas objeciones contra las penas
La cuestión es si una pena incurrida en secreto que añade cier-
latae sententiae. Estas no tienen en cuenta los distintos grados de
tas obligaciones de derecho positivo a las obligaciones de concien-
responsabilidad. El legislador no conoce al transgresor; el juez, sí:
cia incurridas ipso jacto por la violación del orden eclesiástico
él puede entrar en contacto con el transgresor y acomodar la pena
conserva hoy algún sentido. El fiel, laico o sacerdote que es cons-
a su condición. Además, el transgresor debe decidir por sí mismo,
ciente de una grave falta sabe que debe confesarla a la Iglesia;
según su propia conciencia, si ha incurrido en la pena o no, juicio
sabe que sin conversión y propósito de confesarse no debe recibir
que es a menudo difícil incluso para el confesor. Que los delitos
los sacramentos; que, como dice una antigua expresión, está ex-
ocultos queden impunes no es cosa de gran importancia. Las penas
comulgado ante Dios y que se ha excluido a sí mismo de la comu-
no atienden primariamente a los individuos, sino al orden público
nión viva de los creyentes en Cristo. Sabe que la Iglesia juzga de
de la comunidad. Deben responder a las consecuencias sociales de
este modo la acción y que está sometido a ese juicio. ¿Por qué,
los delitos. No se imponen para onerar la conciencia del trans-
entonces, cargar su conciencia con unas sanciones canónicas adi-
gresor, sino para proteger a la comunidad. Precisamente estas san-
cionales? ¿Y por qué onerar al confesor con la tarea de absolver
ciones latae sententiae hicieron que el derecho penal pasara del
de medidas disciplinares?
orden público a la penitencia privada y a la conciencia. Si alguien
ha incurrido secretamente en una pena de este tipo, no está obli- Algunos autores quieren mantener las penas latae sententiae
21 I
314 P. Huizing
avanza al ritmo por todos deseado. Cuatro patriarcas orientales, gue siendo la postura casi oficial de la Ortodoxia después del Con-
el arzobispo mayor ucraniano (nombrados todos ellos el 13 de cilio. También a propósito de esto puede aplicarse lo que Murray
noviembre de 1965) y un cierto número de consultores, expertos (pág. 18) dice del ecumenismo en general: que «es fácü presentar
en asuntos orientales, representan a estas Iglesias en la Comisión un resumen de lo que piensan media docena de teólogos griegos
con vistas a la solución de cuestiones de interés universal. Parece o rusos emigrados, pero es difícil estimar las actitudes de los orto-
claro que, en este terreno, aguardar es la mejor forma de proceder. doxos en una escala más amplia». De todos modos, la oposición
Sin embargo, cabe esperar que ello no signifique, una vez más, al Esquema, «lamentable» en opinión de Dumond (pág. 74), fue
que se piense tomar el Código latino como base de la codificación muy fuerte en la Tercera Conferencia Panortodoxa de Rodas, de
oriental. noviembre de 1964. En opinión de no pocos ortodoxos, debía
Hay otras cuestiones fundamentales, referentes al Oriente eliminarse la simple existencia de las «Iglesias uniatas» como paso
cristiano, cuya solución es absolutamente esencial con vistas al previo a cualquier género de diálogo ecuménico serio. Es obvio
trabajo de codificación, que requerirán, por tanto, la intervención que tal oposición, que llega al odio en algunos círculos, hace que
de una comisión especial. Por lo que se sabe, nada se ha hecho se considere antiecuménico todo cuanto se haga o se diga en favor
aún para resolver tales cuestiones (que se examinarán en las pági- de los «uniatas». Por otra parte, el deseo expresado por el Con-
nas siguientes). Ello resulta incomprensible y además sumamente cilio en el Decreto (art. 1), de un reflorecimiento de las Iglesias
fastidioso para los canonistas. La idea de que el vino nuevo que orientales católicas, excluiría la posibilidad de un diálogo sobre la
contienen los documentos conciliares no ha de alcanzar también existencia de estas mismas Iglesias, a pesar de que algunos cató-
al tus vigens oriental es motivo de disgusto en algunos círculos, licos, como Aucagne (pág. 710), estarían dispuestos a entablarlo.
mientras que en otros es causa de satisfacción. Todos, sin embar- Esta existencia es un derecho humano fundamental, ni mayor ni
go, confían en que la futura codificación se hará de acuerdo con menor en una Iglesia que en otra, y se deriva de acontecimientos
las más genuinas tradiciones orientales. históricos tales como el Concilio de Calcedonia (451), el Cisma
de 1054, la Reforma o la reunión con la Iglesia católica. El deber
apostólico de salvar las almas pide, además, una vida floreciente
B) CODIFICACIÓN PROVISIONAL Y ECUMÉNICA en las Iglesias orientales católicas, lo cual exige, ante todo, una
PARA LAS «IGLESIAS UNIATAS» profunda vida sacramental entre sus fieles, cosa muy de desear y
que se debe pedir como el más alto don del Espíritu Santo. De
El 20 de octubre de 1964 siete observadores ortodoxos en el hecho, un tal florecimiento de las Iglesias, sean católicas u orto-
Concilio ecuménico presentaron un Memorándum dirigido al Papa doxas, es la condición previa y esencial para la unión de los cris-
en que denunciaban el Esquema de decreto sobre las Iglesias tianos, mientras que una discusión sobre la existencia de cualquier
orientales (el término católicas fue añadido después) como prose- Iglesia es inútil y puede conducir únicamente a una mayor des-
litista, de carácter antiecuménico y ofensivo para la Ortodoxia 2 . unión.
Cierto número de puntos del Memorándum fueron expuestos lue-
go de viva voz en el Aula conciliar y propuestos como enmiendas El doctor Vischer (pág. 104) y monseñor Chrysostomos (Cons-
al texto en forma de modi enviados a la respectiva Comisión. Es tantinopla) no ponen en cuestión la existencia de estas Iglesias,
difícil precisar si existe alguna interdependencia entre los modi pero se muestran partidarios de una definición más precisa acerca
y el Memorándum, pero lo cierto es que los modi sirvieron para del papel que les corresponde, pues no están de acuerdo con el que
introducir cambios importantes en el texto (el título del Decreto, parece atribuirles el Decreto. Sobre esta materia mantuvieron un
arts. 24 y 29) en el sentido deseado por la Ortodoxia. A pesar de interesante diálogo monseñor Chrysostomos y monseñor Zoghby,
todo, la actitud fundamentalmente negativa del Memorándum si- opuesto en algunos puntos por la revista maronita «Antiochena».
Fue publicado por «Informations Catholiques Internationales»
2
En las páginas siguientes, el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas
(1966, núm. 267, 28-30; núm. 278, 26-27). El doctor Vischer
se citará con el término Decreto. desearía además una declaración más explícita de que la unión
322 Futura estructura del derecho canónico oriental 323
I. Zuzek
con la Ortodoxia no ha de ser necesariamente a través de estas un corto número de leyes en que formalmente se determina lo
Iglesias. No podría darse ninguna respuesta mejor que el mismo contrario. Huizing (pág. 86), tratando sobre el derecho matrimo-
artículo 24 del Decreto, cuyas recomendaciones para el cumpli- nial, abogaba recientemente por una revisión a fondo de esta ma-
miento del Decreto sobre ecumenismo y sobre el trabajo para la teria, como cosa «absolutamente necesaria», pues le parece un
unión por parte de estas Iglesias debe consistir en la oración, el anacronismo flagrante el mantener una legislación eclesiástica po-
buen ejemplo, la fidelidad a las tradiciones orientales, un mejor sitiva para unas personas que no la reconocen o ni siquiera tienen
conocimiento de los ortodoxos, la colaboración y una actitud fra- noticias de su existencia3. Muchos canonistas pensarán que tal
ternal hacia ellos y hacia sus opiniones. Este artículo no da ánimos opinión tiene pocas probabilidades de producir algún impacto so-
al «proselitismo» tan detestado por Atenas. Es significativo tam- bre la futura codificación; pero también aquí puede resultar es-
bién el artículo final del Decreto al determinar que las prescrip- clarecedora la lux ex Oriente, tal como se evidenció ya a propósito
ciones legales en él contenidas son provisionales, hasta que se rea- del título del Decreto. Aun reconociendo la diferencia que hay entre
lice la plena comunión con las Iglesias orientales. Esto equivale a ortodoxos y protestantes, esta lux deberá influir en los fundamen-
declarar que estas disposiciones no se toman en sentido de condi- tos de ambos Códigos, el oriental y el latino. A este respecto, ya
ciones previas a una futura unión. Más todavía, ello parece impli- he subrayado anteriormente (Animadversiones, págs. 268ss) la
car que, cuando se realice la unión, las Iglesias orientales católicas gran importancia que tiene la palabra «católicas» en el título del
deberán adaptarse al derecho canónico de los ortodoxos, en vez de Decreto sobre las Iglesias orientales católicas. La palabra fue aña-
lo contrario. J. Hoeck ha explicado perfectamente en su comentario dida al título en el último momento a requerimiento de varios cen-
al Decreto el malestar que éste ha producido en el campo del ecu- tenares de Padres conciliares con la expresa intención de excluir
menismo (pág. 391). La solución definitiva de los problemas sus- a los ortodoxos de las prescripciones disciplinares del Decreto. En
citados —dice— sólo será posible, por paradójico que pueda pa- mi opinión, aquí no se trata precisamente de otra excepción a la
recer, cuando las Iglesias y las correspondientes jerarquías afecta- regla general de que el derecho canónico católico obliga a todos
das por el Decreto hayan desaparecido y únicamente existan Igle- los bautizados cristianos, sino de la abrogación de la misma norma
sias orientales y latinas fraternalmente unidas; es decir, cuando en todo cuanto pueda afectar a los ortodoxos. El Decreto es, de
el Decreto se haya hecho innecesario. hecho, casi completamente disciplinar, abroga bastantes leyes con-
tenidas en el Código oriental y sienta principios para la revisión
Por lo que respecta a la futura codificación para las Iglesias del mismo. En consecuencia, debería considerársele como parte
orientales católicas, parece que de las anteriores consideraciones integrante del Código oriental. Por consiguiente, a partir de la
se desprenden las siguientes exigencias: 1) la codificación deberá promulgación del Decreto, las partes del Código oriental ya pro-
basarse en un mejor conocimiento del cometido que corresponde mulgadas carecen de fuerza coercitiva para los ortodoxos, si es
a las «Iglesias uniatas» en la tarea ecuménica, papel que deberá que alguna vez la tuvieron, como opinaban autores tales como
definirse mediante un diálogo sereno con los ortodoxos; 2) tendrá Coussa, Hermán y Faltin, que mantuvieron el punto de vista tra-
el mismo carácter provisional que el Decreto mismo, y 3) deberá dicional, que igualaba a los ortodoxos con los protestantes. Pujol,
ser, hasta donde ello resulte posible, similar al derecho canónico sin embargo, se opone a esta idea, demostrando con fuertes argu-
de las Iglesias orientales no católicas, a las que serán asimiladas en mentos que aun antes del Concilio las cuatro partes del Código
el momento de la unión. oriental y toda la restante legislación previa para los orientales
promulgada a partir de Pío XI fueron consideradas por la Santa
C) EL CARÁCTER NO OBLIGATORIO DEL CÓDIGO RESPECTO
A LOS ORTODOXOS Y EL RECONOCIMIENTO DE SU JURISDICCIÓN 3
La sexta recomendación de la Sociedad de Derecho Canónico de Améri-
ca, de octubre de 1965, reza así: «Las personas que no hayan sido bautizadas
Es doctrina universalmente aceptada y seguida en la práctica en la Iglesia católica, o que no se hayan convertido a la fe católica, deben
por los tribunales eclesiásticos, que el Código latino obliga tam- estar exentas de las leyes meramente eclesiásticas.» «The Junst», 26 (1966),
bién a los cristianos bautizados no católicos, salvo en el caso de 165.
324 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 325
Sede como obligatorias para los católicos exclusivamente. «The grados: no se trata de algo que se da o no se da en absoluto.
Jurist», 25 (1965), 306, llama la atención sobre el hecho de que Segundo, la consagración episcopal confiere siempre no sólo el
la Santa Sede no dio respuesta cuando fue consultada explícita- munus ordinis, sino también el munus docendi y regendi, que,
mente sobre este punto en 1963. Pujol aduce muchos argumentos, sin embargo, no pueden ejercerse si no es en comunión con la
pero el más importante se basa sobre el significado del término cabeza del colegio episcopal y los restantes miembros (Constitu-
christifideles, a los que van dirigidas las cuatro partes del Código ción sobre la Iglesia, n. 21). Tercero, el Concilio reconoce una
oriental, y sobre la diferencia que hay entre los ortodoxos y los communionem hierarchicam (pág. 302) con las Iglesias ortodoxas
protestantes. Según Pujol, la palabra christifideles se refiere, en en la medida en que se dan en ellas algunos elementos comunes
los documentos de Pío XII, exclusivamente a los católicos. En con la Iglesia católica no sólo en el terreno de los oficios litúrgicos
cuanto a la diferencia que hay entre los ortodoxos y los protes- y la administración de los sacramentos, sino también en cuanto al
tantes, es algo que resulta evidente para quien haya leído los de- munus regendi y docendi (págs. 303-304). Cuarto, las comunidades
cretos del Concilio. Los protestantes perdieron la jerarquía en el eclesiales ortodoxas están reconocidas como Iglesias, derivadas de
estricto sentido del término y carecen, por consiguiente, de un Cristo, que admiten una comunión con la Iglesia católica, aunque
derecho realmente obligatorio de por sí, mientras que los ortodo- no sea plena (pág. 303). ¿Puede darse una iglesia, aunque no sea
xos poseen una rica herencia disciplinar, derivada de los Padres, pleno sensu, sin jurisdicción? Permítasenos añadir algunas pre-
los Concilios y la Santa Sede. Esta herencia nunca ha sido abro- guntas a las conclusiones de Bertrams. Teniendo en cuenta que los
gada y es comúnmente observada en la práctica por los obispos elementos comunes a las Iglesias católica y ortodoxa se dan en un
orientales. De ahí deduce Pujol, con toda propiedad, que los cá- gran número de actos derivados de la triple potestad episcopal,
nones antiguos tienen fuerza de obligación para los ortodoxos. ¿será demasiado afirmar que, para tales actos, los obispos orto-
Pero ¿qué habría que decir acerca de las leyes (y los usos) dima- doxos gozan de una real jurisdicción eclesiástica? Si ello es cierto,
nados de la jerarquía ortodoxa después de su separación de Roma? ¿por qué no habría de reconocer el nuevo Código oriental que,
Son precisas muchas distinciones para dar una respuesta adecuada para los miembros de las respectivas iglesias, tienen fuerza obli-
a esta cuestión, pero en todo caso dependerá de la opinión que se gatoria estos cánones promulgados por una jerarquía después de
tenga acerca de la validez y la jurisdicción de tal jerarquía. la separación? Esto significa que solamente deberán ser invalida-
A propósito de esto hay un artículo muy importante de Ber- dos aquellos actos y decretos de las jerarquías orientales que pu-
trams. El Concilio ha concedido libertad para discutir sobre este dieran ser contrarios a la Escritura, la doctrina católica o la ley
punto, a través de las palabras finales de la famosa Nota praevia natural. Porque en tales casos es evidente que no habría «comu-
que fue unida a la Constitución sobre la Iglesia; en consecuencia, nión jerárquica» y, en consecuencia, los actos tampoco serían
los puntos de vista «progresistas» tienen tanto derecho a ser ex- válidos.
puestos como las doctrinas tradicionales, a condición de que estén Sea cual fuere la respuesta que se dé a estas cuestiones y lo
de acuerdo con los documentos del Vaticano II. De Vries, en su que cada cual pueda pensar acerca de la inconsistencia de las teo-
libro sobre los Patriarcados orientales (págs. 328-370) y en un rías de Bertrams, se puede abogar no obstante por el reconoci-
artículo publicado en «Unitas» (1963), ha demostrado, con habi- miento de la jurisdicción de las jerarquías orientales en todas
lidad y gran erudición, que a través de los siglos la opinión se aquellas materias que no supongan divergencia con la doctrina ca-
inclinaba más bien en el sentido de que los obispos separados no tólica. En una era ecuménica, tal reconocimiento no debe parecer
tienen jurisdicción y, sin embargo, en los documentos de la Santa inadmisible, como si violase la potestad primacial del papa, aun
Sede hay una cierta vacilación sobre este punto. Bertrams, por su cuando ello esté más allá de los conceptos canónicos tradicionales.
parte, ha llegado, a través de un examen de los decretos conciliares, Nótese al respecto que muchos gestos del actual Papa podrían
a varias conclusiones que merecen suma atención. Algunos puntos interpretarse en el sentido de un tácito reconocimiento de tal ju-
merecen una mención particular. Primero, la comunión de las co- risdicción; por ejemplo, la felicitación de Pascuas del Papa publi-
munidades no católicas con la Iglesia católica admite distintos cada (en ruso únicamente) por la «Revista Patriarcal de Moscú».
Futura estructura del derecho canónico oriental 327
326 I. Zuzek
La importancia de estos textos hace que se susciten dudas sobre
En ella se felicita al Patriarca «en unión con el clero y el pueblo la validez de algunos cánones del actual Código oriental. Algunos
confiado a tu cuidado pastoral» y se expresa el deseo de restaurar canonistas, como Pospishil (pág. 34), ven en el artículo 9 del De-
unas relaciones fraternales «con esa porción del rebaño de Cristo creto unos nuevos principios fundamentales que solamente será
de la que tú eres pastor» 4. posible aplicar en una futura codificación acerca de los derechos
de patriarcas y sínodos. Wojnar defiende (pág. 203) que solamente
han quedado abrogados los cánones que exigen la confirmación de
D) DERECHOS PATRIARCALES Y «AUTONOMÍA» DE LAS IGLESIAS Roma para el nombramiento de un obispo. En mi opinión (op. cit.,
EN EL DERECHO CANÓNICO ORIENTAL 280), todos los cánones directamente contrarios al artículo 9 han
quedado abrogados y probablemente también los que van contra
El artículo 9 del Decreto establece la restauración de los de- su «espíritu» 5 . Hoeck (pág. 367) demanda la abrogación de las
rechos que posean los patriarcas orientales durante el tiempo en siguientes cláusulas (y de otras semejantes) que se refieren a los
que Oriente y Occidente permanecieron unidos. Estos derechos, derechos de los patriarcas y sus sínodos: «salva tamen Sedis Apos-
en el caso de la Iglesia bizantina, son los que corresponden a los tolicae confirmatione», «praevia Sedis Apostolicae approbatione»,
mil primeros años (hasta 1054). Durante mucho tiempo, Roma y «obtenta Sedis Apostolicae licentia», «de consensu Sedis Aposto-
los orientales estuvieron en desacuerdo sobre el alcance que debía licae», etc.
darse a la cláusula que el Concilio de Florencia (1439) añadió, a
propósito de los derechos de los patriarcas, al Decreto de Unión: La restitución de sus antiguos derechos a los patriarcas pre-
salvis videlicet privilegiis ómnibus et iuribus eorum. Para Roma, supone una profunda y clara visión de lo que fue la constitución
«privilegios y derechos» significaba, poco más o menos, las facul- de la Iglesia durante el primer milenio. En su excelente obra ya
tades otorgadas por la Santa Sede en contra del derecho común citada, De Vries señala (págs. 19, 268-269) el alcance de aquella
(CIC, can. 4); mientras que para los orientales se trataba preci- autonomía eclesiástica que disfrutaron los patriarcas y sus sínodos
samente de la relativa autonomía que, en su concepto, venían dis- durante aquel período: ellos elegían patriarcas y obispos, erigían
frutando sus Iglesias durante los primeros mil años. Ño es de ex- y suprimían diócesis y regulaban toda la disciplina de sus Iglesias.
trañar que esta diversidad de puntos de vista indujese a Roma a Roma difícilmente intervenía en estos asuntos.
cercenar («auf Schritt und Tritt», dice Hoeck, pág. 376) los dere- Para animar a una más amplia investigación en este terreno,
chos patriarcales. El resultado fue que los católicos orientales se el Pontificio Instituto Oriental de Roma ha anunciado que pre-
sintieron a veces tentados de acusar a Roma de «insinceridad» tende organizar, del 27 al 30 de diciembre de 1967, un congreso
por haber quebrantado las «promesas de Florencia», mientras que sobre el tema «Los patriarcas orientales durante los mil primeros
los ortodoxos han deducido de ahí la más clara razón para des- años». Trece expertos, ortodoxos y católicos, han aceptado pro-
confiar de Roma. Ahora, no obstante, el artículo 9 del Decreto nunciar conferencias sobre los siguientes temas:
viene a colmar los deseos de los orientales al determinar que los
derechos de los patriarcas corresponderán a «los que existían en 1. Los factores determinantes del origen de los patriarca-
tiempos de la unión entre el Oriente y el Occidente» y que «los dos (De Vries, Roma).
patriarcas con sus sínodos constituyen la más alta autoridad para 2. Los patriarcados y su autonomía (Mons. Nabaa, Líbano).
todos los asuntos del patriarcado, incluyendo el derecho de erigir 3. Los derechos de patriarcas, sínodos y obispos (De Clercq,
nuevas diócesis y el nombramiento de obispos..., quedando a salvo Roma).
el inalienable derecho que asiste al Romano Pontífice para interve-
nir en casos individuales» (in singulis casibus). 5
Este artículo estaba terminado el 24 de febrero de 1967 y, por tanto, no
pudo tenerse en cuenta el Motu proprio de 2 de mayo de 1967 (cf. «L'Os-
4 servatore Romano», 2-3 mayo 1967), en que se establece que todos los cáno-
«Zurnal Moskovskoj Patriarchii» (1965), núm. 5, 4: «k duchovenstvu nes que no hubieren sido manifiestamente (aperte) abrogados o cambiados
i pastve, porucennym Vasemu pastyrskomu popeceniju»; (1964), núm. 6, 1: por el Concilio siguen en vigor.
«s toj cast'ju stada Christova, kotoroj Vy-Pastyr».
328 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 329
4. Las relaciones entre los patriarcas orientales (Archm. Cot- dispuestos a consultar al Santo Padre sobre la designación de po-
sonis, Atenas). sibles candidatos al episcopado. Los motivos que hay para hacer
5. Las relaciones entre el Patriarca de Constantinopla y esta consulta son evidentes: hoy resultaría absurdo consultar a
Roma (Karagiannopoulos, Tesalónica). «los párrocos y otros sacerdotes» (Cleri Sanctitati, can. 252) en
6. El Patriarca de Constantinopla y el Emperador (Zakythi- esta materia y no consultar, en cambio, al Santo Padre. Aun así,
nos, Atenas). a los melquitas no les agradaría (pág. 230) que en el futuro Código
7. Los honores litúrgicos del Patriarca bizantino (Iraes, se insertase una prescripción jurídica imponiendo como obligatoria
Roma). tal consulta, porque iría contra la práctica de los mil primeros años.
8. Los derechos del Obispo de Alejandría según los textos El derecho primacial que tiene el Papa a intervenir «en casos
patrísticos anteriores al Concilio de Calcedonia (Ortiz individuales» (in singulis casibus) está fuera de discusión, aunque
de Urbina, Roma). no lo hubiera mencionado el artículo 9 del Decreto. Algunos pien-
9. El Patriarca de Antioquía (Laham, Líbano). san que este derecho no será efectivo si no se obliga legalmente a
10. El Patriarca copto después del Concilio de Calcedonia los orientales a que consulten a la Santa Sede acerca de los can-
(Masson, El Cairo). didatos al episcopado. Pero no es así. Como ya ocurrió en el pa-
11. El CatoHcosate persa (Macomber, Bagdad). sado, el derecho a intervenir conservará toda su fuerza aun cuando
12. El Catolicosate armenio (Mons. Ámadouni, París). el Santo Padre quisiera demostrar su confianza hacia los orientales
13. El Patriarcado búlgaro en el siglo x (Dujcev, Sofía). permitiéndoles elegir sus propios obispos y regir con plena libertad
los demás asuntos (quaevis negotia) del patriarcado. No debe ad-
La importancia que tiene el determinar los derechos de los pa- mitirse el temor de que los inmutables derechos primaciales pue-
triarcas ha quedado confirmada a la luz de un suceso reciente. En dan caducar por falta de ejercicio. Por su parte, los orientales tienen
1965 eligieron los melquitas cuatro obispos sin la aprobación de plena conciencia de la necesidad ecuménica de no hacer nada que
Roma. Por respeto no se publicaron los nombres en tanto no fue pueda disminuir tal confianza y forzar a la Santa Sede a intervenir
informado el Santo Padre. Esta determinación, aunque estaba per- con más frecuencia que lo hizo en los primeros mil años de nues-
fectamente de acuerdo con el artículo 9 del Decreto, causó asom- tra Era.
bro en ciertos círculos y provocó un intercambio de cartas oficiales Por lo que respecta a la bibliografía sobre los patriarcas y la
entre Roma y el Patriarca melquita. Algunas de ellas han sido autonomía de las Iglesias orientales, en esta sección se anotan
recogidas en una reciente publicación: L'Eglise Grecque Melkite algunos títulos nuevos aparecidos después de mi artículo en CON-
au Concile (págs. 221ss). Son interesantes porque presentan una CILIUM, 8 (1965).
aplicación actual y una interpretación del artículo 9 del Decreto
que influirá indudablemente sobre la codificación oriental.
«Jamás —dicen los melquitas— durante los mil años que duró E) RECOMENDACIONES SOBRE UNIDAD Y DIVERSIDAD
la unión del Oriente con el Occidente intervino Roma para con- EN EL DERECHO CANÓNICO ORIENTAL
firmar la elección de un obispo oriental» y «la Ortodoxia jamás
aceptará unirse con Roma si existe la convicción de que sus obis- En un corto artículo de «Orientierung» (1965), De Vries exa-
pos habrían de ser nombrados o confirmados por el Papa» 6. Sin mina determinados principios del Decreto que denotan un cambio
embargo, «para amoldar en lo posible» la antigua costumbre «a las de actitud de Occidente con respecto a los orientales. Junto con
condiciones actuales» (Decreto, art. 9), los melquitas se declaran la estructura patriarcal de la Iglesia, se subrayan tres puntos que
habrán de influir seriamente en cualquier codificación futura. Pri-
* Op. cit., 222: «Jamáis, au cours du millénaire qu'a duré Punion de mero, se reconoce la plena legitimidad que, dentro del patrimonio
l'Orient avec l'Ócddent l'Evéque de Rome n'est intervenu pour confirmer universal de la Iglesia, tiene la herencia espiritual, litúrgica, teo-
l'electíon d'un évéque d'Oriente»; 225: «Jamáis l'Ortodcorie n'acceptera
PUnion si elle sait que ses évéques seront nommés ou confirmes par Rome, lógica, histórica y disciplinar de las cristiandades orientales. El
a Pinstar des évéques latins.» Concilio sollemniter declarat el derecho y el deber que compete
22
330 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 331
a las Iglesias orientales para gobernarse de acuerdo con su tradi- Código en la Iglesia», pero en realidad lo que actualmente pro-
ción y reconoce y comprende que tal es el medio mejor para pro- ponen es que se haga una Constitución con tantos Códigos como
curar la salvación de sus fieles (arts. 5-6). Segundo, el Decreto Iglesias hay. Ambos se oponen al actual Código oriental no porque
declara solemnemente que la Iglesia universal se compone de igle- sea otro más, distinto del latino, sino porque es «aparentemente
sias particulares; entre ellas, la latina u occidental es una más,
bizantino y verdaderamente latino en su espíritu» y, además, ig-
aunque numéricamente sea la más fuerte. El Concilio rechaza las
nora las diferencias que hay entre las distintas Iglesias orientales.
concepciones, antiguamente tan extendidas, de que Iglesia latina
Creen que el actual Código no tiene en cuenta las tradiciones ge-
es sinónimo de católica y que aquélla posee una praestantia sobre
las orientales. Tercero, puesto que se acepta la diversidad en las nuinas de las Iglesias no bizantinas, como son las armenias, copias,
cosas no esenciales como algo valioso en sí mismo (art. 2), de ahí etiópicas, caldeas, maronitas, malabar y malankar. Monseñor Zia-
se sigue la necesidad de distinguir claramente lo que es esencial y deh afirma que su oposición a los «dos Códigos» se funda en una
accidental dentro del patrimonio de la Iglesia, para fomentar tanto doble preocupación: la no-latinización (y la no-bizantinización de
la unidad como la diversidad en la teología, la espiritualidad y la algunas Iglesias) y la futura reunión con las Iglesias separadas.
disciplina católicas. Abogar por una sola codificación básica, dice, equivale a defender
la unidad en la diversidad. Sin embargo, a la hora de presentar
En un discurso a la Comisión para la revisión del Codex Iuris proposiciones concretas, en un artículo publicado en «Antiochena»
Canonici, el 20 de noviembre de 1965, el Papa Pablo VI planteaba (núm. 8), da la impresión de que opta por algo mucho más cercano
la cuestión de si deberán compilarse dos Códigos, uno para Occi- al actual Codex Iuris Canonici que a un derecho constitucional de
dente y otro para Oriente; o un solo Código universal, que con- la Iglesia. Monseñor Doumith va más lejos. Empieza por recha-
tendría todas las leyes constitucionales de la Iglesia. La solución zar la concepción dualista de la Iglesia (Oriente y Occidente), que
de este «grave problema» dependerá mucho de cómo se entiendan le parece una visión anacrónica, objetivamente infundada y teo-
los tres principios ya mencionados, que en definitiva pueden redu- lógicamente errónea. Según él, la Iglesia no debería dividirse en
cirse a uno solo: cada Iglesia oriental tiene tanto derecho como oriental y occidental, sino, de acuerdo con la existencia de Iglesias
la Iglesia latina a poseer su propio Código, en razón de que cada
particulares, en «patriarcados», lo cual estaría mucho más en con-
Iglesia está obligada a preservar su propia herencia y a servirse de
sonancia con la actual situación étnica y cultural de lo que geo-
ella como del mejor medio para procurar la salvación de sus fieles.
gráficamente llamamos «Oriente». De acuerdo con las ideas de
En un artículo publicado en CONCILIUM, 8 (1965), Huizing Doumith, el derecho constitucional de la Iglesia abarcaría única-
presenta un esbozo general de bibliografía sobre derecho constitu- mente las leyes fundamentales absolutamente precisas para que
cional de la Iglesia. Entre otros, menciona a Breydy. Este autor haya unidad: in necessariis unitas. Fuera de esto, cada Iglesia sería
proponía en 1961, por razones ecuménicas, que hubiese un solo dejada en libertad para redactar su propio Código. Después de
derecho constitucional para toda la Iglesia y Códigos diferentes leer este artículo de Doumith, se saca gustosamente la conclusión
para la Iglesia latina, la oriental, las nuevas Iglesias... Como mu- de que un derecho constitucional, como él lo concibe, es el mejor
chos otros, Breydy no cayó entonces en la cuenta de que «un Có- medio para alentar el diálogo ecuménico; porque así quedaría a
digo para la Iglesia oriental» iría contra los tres principios antes salvo la relativa autonomía de todas las Iglesias orientales; porque
mencionados. alejaría el temor de latinización o bizantinización; porque, de he-
Como en este mismo número de CONCILIUM se incluye un cho, acabaría con la discriminación entre Oriente y Occidente.
artículo de monseñor N. Edelby sobre las razones que apoyan una McGrath (pág. 459) desea también un derecho constitucional por
doble codificación, oriental y romana, bastarán unas pocas pala- las siguientes razones: «a) Resaltará más la unidad del pueblo de
bras para aclarar lo que entienden los orientales por «grave pro- Dios en el Espíritu Santo, b) La diversidad existente en las dis-
blema». Aparentemente, todos ellos abogan por la necesidad de tintas Iglesias será aceptada como el resultado de la inspiración
dos codificaciones. Sin embargo, algunos como monseñor Ziadeh de la divina Providencia, c) El espíritu ecuménico del Concilio
y monseñor Doumith han escrito sobre la necesidad de «un solo Vaticano II quedará robustecido por la proclamación de la unidad
332 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 333
en lo esencial, la libertad en lo accidental y la caridad en todas las resantes. Poisson enfoca todo el asunto en un artículo, corto pero
cosas.» muy claro, publicado en una revista canadiense. Los puntos de
Hay que añadir a los anteriores otro importante principio. El vista de monseñor Zoghby no fueron admitidos a discusión en el
Decreto aconseja a los prelados de las distintas Iglesias, y en espe- Concilio porque se los consideró opuestos a la doctrina católica.
cial a los que tienen jurisdicción en un mismo territorio, que fo- El Patriarca Máximos IV declaró que se trataba de opiniones per-
menten la unidad de acción (art. 4). Por tanto, las respectivas je- sonales que no reflejaban la mente de la Iglesia melquita. Sin em-
rarquías habrán de esforzarse por unificar, al menos, materias prác- bargo, en un documento de noviembre de 1966, el Patriarca se
ticas tales como las leyes que invalidan algunos actos jurídicos; pronunció en favor de una comisión que investigase el remedio
por ejemplo, la legislación sobre impedimentos matrimoniales. que podría darse a quienes, sin culpa propia, han sido abandonados
por su cónyuge y desean contraer un segundo matrimonio.
La cuestión de la indisolubilidad del matrimonio será, induda-
F) ALGUNAS OBSERVACIONES ACERCA DE LA BIBLIOGRAFÍA blemente, uno de los puntos de más frecuente discusión en toda
SOBRE DERECHO CANÓNICO ORIENTAL reunión ecuménica y se centrará sobre la diferencia entre matri-
monio sacramental no consumado y consumado. Los ortodoxos
El autor ha publicado ya una bibliografía casi completa sobre insisten en el carácter sacramental del matrimonio cristiano, pero
esta materia en el número 8 de CONCILIUM (1965) y en «Periódica no llegan a comprender que la consumación pueda consolidar el
de re morali-canonica-liturgica» (1966), 285-289, donde se hallará vínculo sacramental hasta tal extremo que ni aun el poder vicarial
literatura reciente acerca del Decreto sobre las Iglesias católicas del Papa pueda disolverlo. Christofilopoulos, por lo menos, niega
orientales. El presente artículo pone al día la bibliografía. (pág. 242) que la consumación tenga significado sacramental
Hay comentarios sobre el Decreto escritos por miembros de alguno.
la Comisión preparatoria (Hoeck, Wojnar, Pujol) y por otros auto-
En cuanto a la cuestión de la communicatio in sacris, es grato
res expertos en asuntos orientales (De Vries, Pospishil). En un
anotar la favorable respuesta que Urzumcev da en la «Revista Pa-
comentario pleno de objetividad y espíritu ecuménico, Hoeck da
a conocer las vicisitudes del texto a través de los diferentes esque- triarcal de Moscú» al artículo del cardenal Bea sobre la importan-
mas del Decreto. Wojnar, Pospishil y Pujol enfocan sus comen- cia de la Eucaristía para la unión de los cristianos. En los Estados
tarios al Decreto desde un punto de vista canónico. También hay Unidos, por el contrario, la Conferencia de Obispos Ortodoxos
que mencionar los trabajos de Esposito y Sotomayor. Este es quien habida el 22 de enero de 1965 rechazó enérgicamente cualquier
mejor uso ha hecho de los distintos discursos que se pronunciaron clase de participación común, aun excepcional, en la Eucaristía.
en el Concilio. Para la historia del Decreto será preciso consultar Un artículo publicado en «The Word», revista ortodoxa siria, re-
el artículo de Caprile. Alrededor de veinte autores han hecho co- chaza ásperamente la misma posibilidad de tal communicatio. En
mentarios, de diverso estilo, sobre el Decreto; entre ellos es obli- la «Eastern Churches Review» el arzobispo Anthony rehusa apo-
gado destacar a De Vries, Diez, O'Connel, Mahfoud y Stakemeier. yar cualquier communicatio en la Eucaristía, pero al menos se
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que no es posible escribir expresa en términos moderados. La jerarquía católica ha publicado
un comentario verdaderamente científico en tanto no se permita varias reglamentaciones sobre la communicatio; entre ellas parece
el acceso a los modi y otros documentos clave que se guardan en que tendrá una gran repercusión la del cardenal Slipyj, habida
los Archivos vaticanos. cuenta de la situación que afecta a sus cinco millones de subditos
Durante la 138.a sesión del Concilio, monseñor Zoghby planteó en la U. R. S. S. En un reciente artículo de Risk se habla del
la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio. El cardenal Jour- estilo que tendrán los futuros cánones sobre communicatio in
net, Crouzel, Wenger, Dauvillier, Dubarle, Martínez y otros auto- sacris.
res han sometido recientemente este problema a un examen minu- Finalmente, hay que tener en cuenta que, a pesar de la común
cioso. Kerame asume la posición de monseñor Zoghby en un declaración del Papa y el Patriarca ecuménico Atenágoras el 7 de
artículo al que los editores han añadido tres apéndices muy inte- diciembre de 1965 «dando al olvido» los anatemas de 1054, aún
334 I. Zuzek Futura estructura del derecho canónico oriental 335
subsiste la separación canónica entre las dos Iglesias. Scrima (pá- I. Zuzek, Animadversiones quaedam in Decretum de ecclesiis orientalibus
gina 25) afirma que «sería sumamente incorrecto ver en este acon- catbolicis Concilii Vaticani II: «Periódica de re morali-canonica-lirurgica»
tecimiento una invitación a la intercomunión sacramental», dado 55 (1966), 266-288.
A. Coussa, Epitome praelectionum de iure ecclesiastico orientali, I, Roma
que «la plena comunión en la vida sacramental presupone... la (1948), núms. 15-21.
plena realización de la común fe apostólica». E. Hermán, Quibus legibus subiiciantur Dissidentes rituum orientalium: «II
I. ZUZEK Diritto Ecclesiastico», 62 (1951), 1043-1058.
D. Faltin, De legibus quibus Orientales acatbolici ritui orientali adscripti
tenentur: «Apollinaris», 35 (1962), 238-249.
C. Pujol, Orientales ab Ecclesia Catholica seiuncti tenenturne novo iure
BIBLIOGRAFÍA canónico a Pió XII promulgato?: «Orientalia Christiana Periódica», 32
(1966), 78-110.
A) LA COMISIÓN PARA EL CÓDIGO ORIENTAL W. Bertrams, De gradibus «Communionis» in doctrina Concilii Vaticani II:
«Gregorianum», 47 (1966), 286-305.
La mejor información sobre esta Comisión, con amplia bibliografía, se W. de Vries, Rom und die Patriarchate des Ostens, Friburgo-Munich, 1963;
hallará en «Oriente Cattolico» (Ciudad del Vaticano, 1962), 35-61, y en dos I Patriarchati separati d'Oriente nella concezione délla S. Sede: «Únitas»
artículos de D. Faltin (asistente de la Comisión) publicados en Dictionarium (edic. italiana), 18 (1963), 105-123.
morale et canonicum (cura Peíri Palazzini); vol. I, Roma, 1962: Codex luris
Canonici orientalis, 119-122, y vol. III, Roma, 1966: Legislado latino-orienta-
lis, yyid. Para la composición actual de la Comisión pontificia, cf. «Annua-
rio Pontificio» (1966), 1002-1005. D) DERECHOS PATRIARCALES Y «AUTONOMÍA» DE LAS IGLESIAS
EN DERECHO CANÓNICO ORIENTAL
mo experimenta un nuevo resurgir. Se trata sencillamente de que limitamos a discutir el aspecto eclesiológico de la revalorización
la crisis ha afectado antes a los católicos. Existen indicios de que de la vida religiosa en el calvinismo.
las recientes comunidades religiosas del protestantismo tendrán El redescubrimiento de la Iglesia como misterio en una teo-
que afrontarla también sin tardar mucho, como lo demuestra el logía semejante a la de Karl Barth muestra una curiosa correspon-
hecho de que tales movimientos sean aceptados únicamente por dencia con el resurgimiento de una vida religiosa que se considera
el calvinismo y el luteranismo conservador. A la hora de juzgar un a sí misma como una intensificación de esa realidad eclesiológica.
fenómeno numéricamente limitado, como lo es la revaíorización Esta estrecha relación entre eclesiología y vida religiosa presenta
de la vida religiosa en un movimiento específico dentro de la teo- un gran relieve en Taizé, cuya paradójica existencia ha sido expli-
logía calvinista, no se puede olvidar que en el catolicismo tuvo cada teológicamente con toda claridad por R. Schütz y Max Thu-
lugar una revalorización semejante ya a fines del siglo xix (los rian 6 . Los Hermanos de Taizé consideran que hay dos tipos de
dominicos en tiempos de Lacordaire, Guéranger y el movimiento vida comunitaria cristiana en el Nuevo Testamento. El primero
litúrgico de Solesmes, los Padres Paulinos en los Estados Unidos, es el de la comunidad simbólica: cerrada, limitada, basada en el
Newman y el Oratorio en Inglaterra). Desde esta perspectiva, el modelo del colegio apostólico con vida y propiedad en común.
movimiento protestante se presenta más como una floración tardía Es lo que ellos llaman comunidad de Jerusalén. El segundo tipo
de otoño que como la primera floración de una primavera en es la comunidad que está proyectada hacia el mundo: la comuni-
puertas 4. Este juicio crítico es sumamente necesario cuando existe dad eclesial ordinaria, que ellos denominan comunidad paulina.
el peligro de pensar apresuradamente que hay un fundamento Consideran que ambos tipos son necesarios para una vida comu-
común suficiente para lanzarse a establecer una vida religiosa ecu- nitaria vigorosa. El tipo de Jerusalén lo ven perpetuado en las
ménica e interconfesional. Como observaba L. Dingemans 5 con órdenes monásticas. Este tipo, sin embargo, ha sido relegado cons-
ocasión de las jornadas de estudios ecuménicos de Ramegnies-Chin, tantemente a un segundo lugar con detrimento de las Iglesias (pro-
la situación está influida por una serie de factores sociológicos de testantes). Por eso estiman una especial vocación el representar
los que sólo a medias tenemos conciencia. La vida religiosa no es hoy al tipo de Jerusalén.
un fenómeno exclusivamente cristiano; también otras grandes re- En todo esto se diferencia esencialmente de Taizé, por ejem-
ligiones presentan grupos religiosos con una estructura social muy plo, la Michaelbruderschaft (Hermandad de San Miguel) alemana,
semejante a la de las comunidades cristianas. Tocaremos de nuevo la cual considera su actividad como un servicio de representación
este punto en la segunda parte del artículo, cuando tratemos de y un movimiento de vanguardia. Sus miembros parten del princi-
la relación entre secularización y vida religiosa. De momento nos pio de que todos los miembros de la Iglesia deberían realmente
hacer lo que la Hermandad hace provisionalmente por ellos con
4
Un examen de las instituciones religiosas protestantes puede verse en carácter representativo. Taizé mantiene, en cambio, explícitamente
Lydia Prager, Frei für Gott und die Menschen. Evangelische Bruder- und que no todos deben hacer lo que ellos: esto exige una vocación
Schwesterschaften der Gegenwart in Selbstdarstellungen, Stuttgart, 21964; especial. Pero tal vocación no es de mayor valor que la de un
sobre la justificación teológica de Taizé, cf. R. Schütz, Living Today for God,
Baltimore (Maryland), 1962; The Taizé Vocation: «Theology», 565 (julio miembro de la comunidad paulina: ambas son necesarias. Esto se
1967), 309-315; Unity, Man's Tomorrow, Londres, 1962. refiere no tanto a una comunidad ya existente como institución
5
Estas jornadas se celebraron del 3 al 8 de abril de 1967 en el Instituto cuanto a la creatividad que suscita constantemente la vida comu-
Saint André (Bélgica). En 1965 y 1966 se reunieron en los Estados Unidos nitaria en formas nuevas, según brota de la elaboración de la vo-
varios religiosos anglicanos y católicos. En Ramegnies Chin tuvo lugar una cación personal y de la fe en el evangelio. Esa es quizá una de las
reunión de 120 religiosos anglicanos, católicos, ortodoxos y protestantes.
G. Trifitt, superior general de la Sociedad Anglicana de San Juan Evange- razones por las que Taizé atrae tantas comunidades protestantes
lista, presentó la unidad de experiencia de forma demasiado unilateral, como a su propia comunidad: sus setenta miembros pertenecen a unas
un acercamiento al problema más complejo _de la unidad cristiana; es una
oposición excesiva entre teología y espiritualidad. Una espiritualidad que no
6
se apoye en una sana teología (que no cuente con el contrapeso de la teo- R. Schütz, La Regle de Taizé, Taizé, 1954; C. van Loo, Kloosterorden
logía) se torna fácilmente fanática, y no hay nada más peligroso para la ver- in het reformatorisch christendom: «Streven», XIV, 2 (agosto-septiembre
dadera unidad. 1961), 1104-1109.
342 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 343
veinte Iglesias. La experiencia religiosa (el elemento de piedad) una concreta insatisfacción psicológica frente a la vida religiosa
y la celebración de la Eucaristía son también consideradas prima- institucionalizada. Intentaremos ofrecer un amplio análisis de este
riamente como una fuerza que estructura la comunidad. Existe sentimiento de insatisfacción para presentar luego la situación de
un deliberado intento de anular toda forma de individualismo en crisis y lo que se está haciendo entre los católicos a fin de promo-
la búsqueda de nuevos modos de vida comunitaria. Tal comunidad, ver una renovación.
decididamente, no se propone la simple utilidad ni la mera acti-
vidad. No es un medio para otra cosa, sino la misma realidad es-
II. CRISIS EN LA TEOLOGÍA CATÓLICA
piritual: la propia comunidad es un aspecto realizado de la sal-
DE LA VIDA RELIGIOSA
vación 7.
Taizé se reconoce abiertamente en deuda con las grandes órde- La insatisfacción de los mismos religiosos frente a la institu-
nes religiosas católicas. Esto explica quizá por qué atrae tan fácil- cionalización de la vida religiosa no se refiere tan sólo a uno u
mente a los católicos en un primer contacto: éstos ven allí algo otro aspecto: es general. Los miembros jóvenes afirman que no
que les gustaría encontrar como ideal en su propia Iglesia, una sín- encuentran lo que buscan, mientras que los viejos consideran la
tesis genuina de acción y contemplación y los valores de las dis- base tradicional de la vida religiosa como una ideología. El pro-
tintas espiritualidades reclamadas como un privilegio por las di- blema no es precisamente la laxitud en la observancia ni el colapso
versas órdenes de la Iglesia católica. Sin embargo, deberían pre- que el entusiasmo por la vida contemplativa en particular ha su-
guntarse qué les agrada más: lo que hay de nuevo o la visión de frido en los diez últimos años, sino más bien la falta de una visión
un estilo de vida religiosa que tiene sentido para el futuro. Es para el futuro. La institución da la impresión de que se está tan
conveniente guardarse de nuevos mitos. vinculado a un mundo perteneciente al pasado que resulta impo-
Una mirada más profunda descubre que también estas comu- sible comprometerse en serio con el mundo del futuro. La gente
nidades tienen la dificultad de pasar de la inspiración original a la se pregunta si es posible comprometerse totalmente con algo cuyo
segunda generación. La historia de la vida religiosa católica mues- valor para el futuro se pone en duda 9 . Esta insatisfacción general
tra que tal dificultad es casi insuperable: la segunda generación tiene causas aún más profundas, y la mayoría de los religiosos no
casi siempre institucionaliza. Lo cual lleva inevitablemente a una son capaces de expresarlas en fórmulas concretas. Ya no es evi-
pérdida de la frescura original, e incluso sucede a menudo que la dente el valor de la vida religiosa como tal, y se hacen denodados
inspiración real que condujo a la creatividad religiosa es impulsada esfuerzos para descubrir su verdadero significado.
en una dirección que difiere de la intentada por el profético fun-
Una literatura amplia y frecuentemente reiterativa da la im-
dador.
presión de que se está intentando restaurar o apuntalar los viejos
Esta observación crítica sobre unos movimientos tales como muros de un castillo secular, incluso obligando a soportar la gran-
el de Taizé no significa negar que esas comunidades religiosas deza de una cultura del pasado. Ante la gravedad del deterioro,
puedan actuar como un signo de esperanza para la vida religiosa algunos hablan incluso de reconstruirlo por completo 10 . En oca-
en general, sino que se limita a subrayar que no ofrecen ninguna siones se mira a Taizé con envidia porque no se ve onerado con
solución a la situación crítica de la vida religiosa en la Iglesia ca-
tólica. El obvio aplauso que estas comunidades religiosas —numé- Dogmatik, III (Zurich, 1957), pp. 4, 137 y 164: «Hay un valor auténtica-
ricamente reducidas, pero cualitativamente influyentes— despier- mente cristiano que no lleva al hombre al matrimonio, sino más allá del ma-
tan en algunas Iglesias protestantes no puede repetirse en la Igle- trimonio.» No obstante, según Barth, no convendría «ignorarlo tan alegre-
sia católica por razón de la situación histórica 8 . Aquí palpamos mente como se ha hecho hasta ahora».
' J. M. Delor, La vie religieuse, signe lisible pour le monde d'aujourd'hui:
«Rev. Dioc. Tournai», 21 (1966), 382-394.
10
7
J. Murphy-O'Connor, Peché et communauté dans le Nouveau Tesía- J. Leclercq, Le monachisme contesté: «N. R. Th>, 89 (1967), 608-610.
menf «Rev. Bibl.», 64 (1967), 161-193. En relación con este tema, véase la excelente serie Problémes de vie religieuse,
* P. Philippi, Bruderschaften zwischen Gemeinde und Amt, en Geschichts- en especial el núm. 20, Les religieux aujourd'hui et demain, París, 1964, y el
wirklichkeit und Glaubensbewahrung (Stuttgart, 1967), 310-311; cf. K. Barth, núm. 22, Le mépris du monde, París, 1965.
344 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 345
el peso de la historia. Sin embargo, la conciencia de este peso de mente relativos y renunciar a un futuro situado encima o fuera
la historia pone de relieve que la misma vida religiosa está sujeta de esta tierra.
a esa ley de la historia, y esto es una buena ventaja. No se trata Durante largo tiempo, la vida religiosa estuvo marcada por una
nunca de un ingenuo optimismo ni de una total repulsa. La mejor doble tendencia: una huida del mundo y el deseo de un mundo
manera de entender la actitud crítica de los autores católicos y su nuevo, una insatisfacción frente al mundo según se presenta y la
búsqueda de una renovación efectiva y teológicamente justificada esperanza de un mundo nuevo, en cuya edificación se considera
es quizá el examen de los puntos que destacan en su argumentación: posible colaborar. Los actuales intentos de adaptación subrayan
1. La tendencia marcadamente secularizadora de la teología quizá el aspecto negativo de la huida ante el mundo y descuidan
actual, que parece considerar la vida religiosa como una forma de el aspecto positivo del deseo de un mundo nuevo. Los estudios de
alienación. Bultot 13 sobre el «desprecio del mundo» pueden ayudarnos a ver
2. Un mejor conocimiento de las condiciones y los factores cómo esta huida del mundo nació de una insatisfacción frente al
sociológicos de la estructura comunitaria. mundo de una particular condición cultural. El elemento positivo
3. La nueva visión aportada por la antropología. residía en la creencia de que era posible otro mundo. Siempre que
4. El descubrimiento de los factores psicológicos en que se esta huida del mundo se tradujo en una actitud pasiva, como entre
apoya la formulación clásica de los consejos evangélicos. los quietistas, o antes de ellos entre los flagelantes e incluso en el
5. Los cambios introducidos en nuestra eclesiología. movimiento de la docta ignorantia, la Iglesia la condenó. Los
6. La clericalización de las órdenes religiosas. auténticos inspiradores de la vida religiosa, como Benito, Francis-
7. Cierta insatisfacción ante los resultados del Vaticano II co, Domingo, Ignacio y otros, actuaban siempre impulsados por
con respecto a la vida religiosa. la visión de un mundo futuro. Cuando, como en nuestros días, se
toma más conciencia del mundo, resulta claro dónde residen las
8. Descontento frente a la tendencia igualadora y la centra-
limitaciones e ilusiones de semejante visión. También en nuestro
lización de la vida religiosa, hoy que comprendemos mejor el pro-
tiempo, los profetas religiosos —como el padre Lebbe— tienen
ceso histórico que dio lugar a ello.
necesariamente una visión limitada. Su visión del mundo nuevo,
en efecto, se ve inevitablemente limitada por el entorno cultural
en que viven. Pero la limitación no resulta peligrosa a menos que
1. ha tendencia secularizadora de la teología actual los problemas de tal visión —y luego la visión misma— sean uni-
versalizados. Ello era todavía posible cuando el mundo occidental
Al decir «tendencia secularizadora» nos referimos a que el constituía una unidad cultural. Con el descubrimiento del Nuevo
hombre es hoy consciente de que, mediante la ciencia, la tecno- Mundo, y ciertamente con la expansión de la actividad misionera,
logía y la organización, tiene en sus manos el destino del mundo esta actitud no sólo se extendió a la Iglesia universal, que comenzó
y su propio destino u . Su ambiente cultural y su educación le in- a unlversalizar ciertos problemas locales, sino también a los mo-
clinan a juzgar cualquier norma por su utilidad para la creación vimientos religiosos que pululaban por el mundo entero w . Ac-
de una sociedad humana mejor n. Esa es la razón de que él intente tualmente, el problema se nos presenta con mayor rigor J5 . Tam-
crear nuevas normas al margen de su propia experiencia y del bién los religiosos son permeables a la vaga exigencia de un mundo
mundo concreto en que vive, con la esperanza de conquistar un
futuro terreno, aunque" comprendiendo plenamente que todo puede
13
resultar un fracaso. Pero tal temor no le impide reducir las normas R. Bultot, Anthropologie et spiritualité: «Rev. Se. Ph. et Th.», 61
procedentes de fuera o de arriba a la condición de valores mera- (1967), 3-22; cf. el número especial de «Rev. d'Asc. et Myst.», 41, 3 (1965).
" Mons. R. M. Tschidimbo, La ténovation de la vie religieuse et les
tnissions, en la obra de Tillard L'adaptation et la rénovation (París, 1967),
" Commissie van XVII, Veranderingen in het religieuze leven en de 525-540; L. Hughes, Religious Renewal and the Mission: «The Way» (mayo
achtergronden hiervan; id., De gesculariseerde wereld en het religieuze leven, 1966), 108-112.
15
Nimega, 1967 (pro manuscripto). E. Schillebeeckx, Het nieuwe mens- en Godsbeeld m confltct tnet het
12 religieuze leven: «T. V. T.», 7 (1967), 1-27.
R. Spiazzi, OP, Lo spirito e la regola di San Bomenico, Roma, 1967, 12.
23
346 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 347
nuevo lé . En tales circunstancias resulta inaceptable la huida del crean un vacío. La virginidad aprende del amor conyugal qué es
mundo. Se la rechaza e incluso se piensa que sólo ahora podemos el amor, y viceversa. La pobreza aprende del trabajo remunerado
empezar realmente a hablar del pleno valor de la vida religiosa. el verdadero valor ético de la posesión, y sin este trabajo remu-
La otra tendencia, la visión de un mundo nuevo, puede con- nerado, sin laboriosidad y espíritu creador, la pobreza es sencilla-
fundirse con una superficial secularización e identificarse con una mente una carga para la economía de un estado. Sin responsabi-
aproximación indiscriminada a ese mundo nuevo que ha de ser lidad —incluso por lo que se refiere a la visión profética— y, por
edificado. Varias publicaciones recientes " subrayan más bien la tanto, sin prontitud para asumir esta responsabilidad, la obedien-
pluriformidad del mundo: hay muchos mundos, y entre ellos hay cia no pasa de ser una indolente pasividad y la repetición de unos
lugar para lo que puede llamarse el mundo religioso. La crisis ver- esquemas de conducta religiosa y eclesiástica que no anticipan el
dadera de la vida religiosa reside precisamente en una falta de futuro. Sin esta sensibilidad para los valores terrenos, experimen-
visión sobre el papel que podrá desempeñar el religioso en el tados como genuinos valores, los consejos evangélicos pierden su
mundo de mañana. Se puede pensar que su tarea consistirá en una significado en nuestro tiempo. Por otra parte, el amor, la autono-
positiva insatisfacción ante una concepción demasiado secular del mía y la posesión no llegarán a ser plenamente operantes en sen-
mundo de mañana, en el descubrimiento de dimensiones religiosas tido cristiano sin la práctica evidente de los consejos evangélicos.
en ese mundo, al igual que el mundo de los artistas descubrirá di- El despliegue de la capacidad humana para amar tiende también
mensiones artísticas en el mundo tecnológico de mañana. A ve- hacia el amor de Dios; el deseo humano de poseer tiende también
ces 18 se presenta a los religiosos como una especie de francotira- hacia la posesión de Dios (si pudiéramos concebir a Dios como no
dores evangélicos. Lo que señalaba Kásemann como un defecto de imprescindible, no sería real); la capacidad de escuchar, de incor-
toda la cristiandad puede aplicarse al mundo institucionalizado porar elementos de otras culturas a nuestra vida personal (dado
de la vida religiosa: «Sobran oficiales regulares y faltan guerrille- que esta escucha es el modo de comunicarnos con un mundo hecho
ros, cuando sólo los guerrilleros inspirados pueden liberar a la «vivible» por otros) tiende también hacia la percepción de unos
Iglesia del ghetto de una cultura cristiana trasnochada.» sonidos que no son meramente humanos. Estas líneas pueden servir
de punto de partida a una verdadera renovación de la vida reli-
El interés por los valores terrenos, que ocupa el horizonte giosa tan pronto como descubramos —por citar a Rahner 20 —
religioso —por supuesto, en Occidente— hasta el punto de que que los consejos evangélicos encarnan y manifiestan la fe en una
podría dejarnos ciegos para captar otras dimensiones, no facilita gracia de Dios que se extiende más allá de este mundo.
ciertamente la valoración de los consejos evangélicos en su forma
tradicional. Un acto éticamente justificado de renuncia sólo es
posible cuando se aprecia el valor del objeto a que se renuncia19.
Los valores mundanos y los consejos evangélicos no son dos posi- 2. Un mejor conocimiento de las condiciones y los factores
bilidades en mutua oposición: ambas cosas son necesarias, y elegir sociológicos de la estructura comunitaria
una no significa rechazar la otra. Los consejos evangélicos no
Cuando se dice que la comunidad religiosa es una comunidad
16
sui generis dentro del conjunto de la Iglesia o que es uno de los
R. Rouquette, Les Jésuites et la question sociale en Amérique Latine: distintos tipos de estructura comunitaria que puede producir una
«Etudes» (abril 1967), 564-568.
17
P. Pernot, Raines de Van 1000 et moines de Van 2000: «Signes du vida basada en el Evangelio, esa comunidad no sólo queda oscura,
Temps», 11 (1966), 22-25. sino que resulta imposible ver claramente que está sometida a cons-
18
Cf. el informe sobre una discusión en torno al tema de las religiosas tante cambio. Mantener un viejo marco y una vieja estructura de
en los Estados Unidos: «The Nat. Cath. Repórter» (11 enero 1967), 10-11. autoridad oscurece la autenticidad de la vida religiosa. La socio-
También J. Daniélou, La place des religieux dans la structure de l'Eglise, en
L'Eglise du Vatican II (París, 1966), 1173-1180; M. A. Neal, SMD, Sociology logía nos enseña que tales estructuras pueden y deben ser adapta-
and community change, en The Changing Sister (Notre Dame, 1965), 39.
20
" B. del Planque, OP, La rénovation de la vie religieuse dans l'Eglise et K. Rahner, Über die evangelischen Rute: «Geist und Leben» (febrero
le monde moderne: «V. S.» (supl.), 78 (1966), 339-364. 1964), 34 (Schriften zur Theologie, VII, Einsiedeln, 1966, pp. 404-434).
348 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 349
21
das . El no católico L. Moulin elogia la legislación social de las larán más claramente un sentimiento de soledad. La soledad es tan
grandes órdenes y su capacidad para rejuvenecerse22. Pero frente importante para la vida humana como los errores y los fracasos.
a esto se da el hecho de que un sistema puramente vertical de Existe una soledad en «compañía». El viejo adagio de la tradición
autoridad hace imposible una comunidad verdadera. «Una comu- religiosa, que habla —quizá con un exceso de romanticismo— de
nidad religiosa que, por sus estructuras, su descuido en el trato, «bienaventurada soledad», puede tener gran valor en la ética con-
su falta de relaciones humanas y de elasticidad en su ambiente, temporánea. Es un aspecto fuertemente acentuado hoy en una
hace imposible o dificulta notablemente en la práctica la vida reli- figura como Charles de Foucauld y en la espiritualidad de sus
giosa de sus miembros, los libera unilateralmente del compromiso petits fréres26. Estas nuevas formas se encuentran, como es cla-
que les había aceptado en su profesión (aparte las implicaciones ro, estrechamente relacionadas con el conocimiento moderno del
jurídicas)»23. hombre.
Una comunidad religiosa se estructura también mediante el
diálogo y la realización de experiencias. Esto no va contra la auto-
ridad. Algunos autores han intentado establecer ciertas normas de 3. La nueva visión aportada por la antropología
conducta para tales experiencias: el grupo que experimenta no
debería contar con menos de ocho miembros, y lo mismo la comu-
Este aspecto de la exigencia de una renovación puede expre-
nidad que permanece viviendo como antes; debería existir un lugar
sarse diciendo que hoy se considera insuficiente afirmar que la
definido para la vida del grupo, mientras que el marco de sus ac-
vida religiosa no se opone al despliegue de las posibilidades hu-
tividades podría variar fácilmente; convendría tener la valentía de
manas: es preciso considerarla como una auténtica forma de vida
examinar científicamente la motivación de la experiencia; «al juz-
humana por propio derecho.
gar la forma concreta de la comunidad, la última palabra debería
corresponder al psicólogo, al sociólogo, al organizador, al experto La cuestión fundamental es si la forma religiosa de vida es
en higiene de grupo, en una palabra: al experto en estructuras humana al tiempo que inspirada en el Evangelio. Cabe dejarse
comunitarias, y no al teólogo» M. Existe, evidentemente, algo que inspirar por el fundador de la comunidad religiosa a la que se
va más allá de estos factores, si bien habría que guardarse siempre pertenece o se desea pertenecer, pero se prestará más atención al
de criticar los defectos estructurales valiéndose de una represen- modo en que esa persona profética descubrió una nueva forma de
tación mítica desde arriba. Entonces se desvanecería sencillamente existencia humana y de servicio en el Evangelio que al esquema
la queja general de que las formas institucionales de la vida reli- actual y concreto de su propia vida 27 . Pero un religioso querrá
giosa han venido a ser casi idénticas a causa del centralismo25. Con ver también su propia vida como un proceso de progresiva auto-
todo, cuando se da el deseo de formar comunidades menores, con- conciencia. Debe ser un progreso que se desarrolle en el sentido
vendría recordar que un número más reducido no es necesaria- de la presencia de Dios en todo lo que pertenece a los logros
mente una garantía de mayor intimidad. Tales comunidades reve- culturales del hombre contemporáneo. Las preguntas y dudas acer-
ca de la vida religiosa obedecen a la visión personalista del hombre
21 moderno, según se resumen acertadamente en el citado informe de
R. Hostie y otros, Menselijke verhoudingen in de communiteit, Brujas- la Comisión de los XVII: «Es dudoso que la forma actual de la
Utrecht, 1967; J. H. Fichter, Religión as a occupation, Notre Dame, 1961;
M. A. Baan, De Nederlandse minderbroedersprovincie sinds 1853. Socio- mayor parte de las comunidades religiosas conceda suficiente es-
logische verkeening van een religieuze groepering, Assen, 1965; V. Walgrave, pacio al desarrollo armónico de la personalidad humana. No está
Essai d'autocritique d'un ordre religieux. Les Dominicains en fin de Concite, claro cómo el concepto tradicional de obediencia puede armoni-
Bruselas, 1966. zarse con la visión personalista del hombre. Con frecuencia, los
22
L. Moulin, Le monde vivant des religieux (París, 1964), p. 13: «... el
secreto de la juventud y larga vida, de la constante adaptación y renovación
de las más antiguas instituciones políticas de Europa.» 24
23
Schillebeeckx, loe. cit., 21. R. Voillaume, La contemplation, élément essentiel de toute vie chré-
24
Ibíd., 24. tienne, en la obra de Tillard L'adaptation..., pp. 159-169.
27
25
I. F. Goerres, Monch uní Laie: «Erbe und Auftrag», 42 (1966), 197. H. Carrier, Sico-sociología de la afiliación religiosa, Estella (Navarra),
1965, p. 321.
350 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa • 351
esquemas existentes de administración y autoridad no correspon- recido en CONCILIUM 3 1 se ponía de relieve que los Evangelios
den a la exigencia de responsabilidad personal y a la decisión de contienen más invitaciones a un seguimiento estricto de Jesús que
una conciencia personal. La formación y educación religiosa tradi- • las contenidas en los tres clásicos consejos evangélicos.
cional no va suficientemente encaminada a crear personas libres y La renovación de la vida religiosa no tiende a una sustitución
responsables. Las tradicionales prácticas ascéticas y espirituales 4 o prolongación de tales consejos. El hecho con que hemos de en-
proceden a menudo de una anticuada visión dualista del hombre t frentarnos es que la forma institucionalizada en que ha cristalizado
y de su mundo. En la vida religiosa, la emancipación de la mujer la práctica de esos consejos no es clara de por sí. Se puede hablar
no ha tenido las mismas oportunidades que en la sociedad contem- hasta la saciedad del valor simbólico de los consejos, pero la ver-
poránea» 28 . Necesitamos, pues, una mayor apertura si no quere- | dad es que éstos han perdido gran parte de su valor por múltiples
mos que un aislamiento sin sentido lleve a una deformación. Esto > circunstancias. A veces, como en el caso de la obediencia, tales
se refiere en particular a las leyes sobre la clausura 29. circunstancias están vinculadas a la rigidez petrificante que oprime
El religioso desea descubrir cómo es él hoy necesario: no i la vida religiosa después del Concilio de Trento 32 . A veces, como
basta decir simplemente que es necesario. El religioso no puede 1 en el caso de la pobreza, encuentran su explicación en las distintas
comprometerse si no ve la posibilidad de realizar su entrega en el 1 condiciones económicas. En la actual situación económica y «so-
contexto de su propia vida. El rasgo característico de la inspiración I cializada» de la sociedad se puede renunciar confortablemente a
religiosa reside en el descubrimiento de este objetivo ético de su i toda propiedad sin arriesgar el pan de cada día; a lo sumo, lo que
vida. Lo cual lleva a una mayor profundización de la vida religiosa I se arriesga es la propia actividad apostólica. Si la pobreza debe ser
en todos los frentes: vocación, regla, constituciones, estructuras, \ una opción personal, tendrá que inspirarse en la solidaridad con
modo de vida, hábito; para ello es inadecuado un modo de vida 1 las necesidades materiales o espirituales del hombre. La verdadera
estático. | propiedad del hombre en esta sociedad productiva es su capacidad
La búsqueda de una forma específicamente religiosa de vida, de producir y sus talentos. Y a esto no puede renunciar ni siquiera
estimulada por la moderna antropología, presenta además el pro- 9 el religioso. La pobreza, pues, consistirá en poner los propios ta-
lentos al servicio de los menos afortunados; en una cierta pureza
blema de la libertad en una nueva luz. No se trata de libertad sin \
de intención —«transparencia», como la llama Taizé—; en un
más, sino de libertad para crear una atmósfera en la que pueda
servicio fecundo sin mirar por la seguridad en la posesión33; en
oírse la palabra de Dios con una nueva tonalidad, sin perder por |
ganarse la vida, como ya se hace en algunas experiencias.
ello la solidaridad con el resto. Por otra parte, en la práctica de i
los consejos evangélicos, el religioso está aprendiendo a pensar | El oscurecimiento en la comprensión de la virginidad se debe
sobre la relativa libertad de que dispone. \ en gran parte a la nueva concepción del sexo y del cuerpo humano.
La crítica no va dirigida en primer lugar contra los defectos en la
í práctica antigua de la virginidad, ya que también el matrimonio
4. El descubrimiento de los valores psicológicos en que se apoya | es entendido de otra manera, sino que se funda en el hecho de que,
la formulación clásica de los consejos evangélicos '! desde Freud, un observador ajeno ya no puede considerar la vir-
¡ ginidad como pura generosidad. En tal crítica intervienen también
Hace sólo veinte años, la vida religiosa podía definirse como |
una vida «angélica». Aparte el hecho de que sabemos cómo surgió 1 Religious», 23 (noviembre 1964), 715-723; R. A. McCormick, Psychosexual
históricamente este concepto en nuestra tradición, la invitación | development
31
in religious Ufe, loe. cit., 724-741.
evangélica a la virginidad aparece hoy fundada también en los ele- I 32
Cf. CONCILIUM, 9 (1965), 74-81.
mentos humanos de ese esquema de vida 30 . En un artículo apa- 1 K. Rahner, Eme ignatianische Grundhaltung Marginalien zum Gebor-
sam- «Stimmen der Zeit», 158 (1955-56), 253; A. Walsh, A note on religious
maturity
33
«The Way», 2 (1966), 113-119.
28
Loe at, 3. ,., K. Rahner, Die Armut im Ordensleben in einer veranderten Welt:
29
G. Tillmans, Naar een dynamische opvatting van bet slot der monialen } «Geist und Leben», 33 (1960), 265; J. Giblet, La joyeuse esperance des
30
R. Vaughan, Chastity and psychosexual development- «Review for pauvres de Dieu- «Anneau d'Or», 66 (1955), 481-488.
352 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 353
factores psicológicos. La posibilidad de interpretar los votos de lar de vida no siempre puede ser entendido inmediata y conscien-
manera negativa (huida ante la responsabilidad, incapacidad para temente como una ventaja para la cultura que prevalece en un
realizarse plenamente mediante la propia capacidad creadora y momento dado, pero sí puede mostrar ciertas líneas para un futuro
comprometerse conscientemente en el campo de la realidad se- desarrollo. En este sentido, la vida religiosa habrá de ser siempre
xual M) hace difícil que esa vida sea considerada como una obvia profética.
manifestación de generosidad. Así, Taizé no valora ya los consejos La estabilidad de esta forma de vida no debería expresarse en
evangélicos por su grandeza o excelencia intrínseca, sino como un términos de duración temporal, difíciles de concebir (votos tem-
medio: este estilo de vida prepara al hombre para recibir el men- porales, votos perpetuos M ), sino en términos éticos de fidelidad.
saje del Evangelio de una manera distinta de la usual. El énfasis, Precisamente cuando una persona permanece fiel, incluso por ra-
pues, recae sobre la palabra del Evangelio, que «no todos pueden zones psicológicas, a un esquema religioso de vida, toma concien-
comprender». cia de su limitación específica, pero a la vez crea la única posibi-
Entre los católicos, los intentos de una renovación en la prác- lidad humana de trascenderla.
tica de los consejos, de modo que ésta resulte más inteligible, sub-
raya los aspectos humanos de tales consejos: son un posible modo
de vida, aunque claramente distinto del usual. ¿Hay algo especí- 5. Las nuevas perspectivas de la eclesiologta
ficamente cristiano en los consejos? ¿Son algo más que mixtifi-
caciones de tareas que están por encima de nosotros? Por supues- Podemos decir que hoy ha sido superada la idea de una Iglesia
to. Son una forma de vida humanamente posible. Además, este uniforme. Ya en la Edad Media 37 se pensaba que la vida religiosa
estilo carismático de vida, esta incapacidad existencial para hacer era una manera de «ser la Iglesia» distinta de la oficial, la cual
o querer otra cosa muestra que los consejos —tal como se expre- se hallaba estrechamente implicada en las estructuras políticas.
san, por ejemplo, en el Sermón de la Montaña— pueden ser real- Actualmente se subraya aún con mayor énfasis la multiformidad
mente llevados a la práctica. Se trata de una misión esencial de la de la única Iglesia: «La única misión esencial de la Iglesia ante el
Iglesia, la cual ha de proclamar la totalidad del Evangelio. La secu- mundo es dar testimonio al mundo, y esto se puede hacer de mu-
laridad de la Iglesia consiste precisamente en hacer que el mun- chas maneras, individual y colectivamente» M. Tal punto de vista
do sea habitable y «vivible» también de esta manera. «No olvide- tiene sus repercusiones en la vida religiosa. Después de Trento, la
mos que, si la humanidad se desarrollara en una sola dirección, organización de la vida religiosa en las distintas órdenes era una
el mundo resultaría prácticamente inhabitable: se convertiría en copia fiel de la Iglesia jerárquica. Ya San Bernardo hablaba de la
la tiranía de una oligarquía de expertos» 35 . De ningún consejo del vida religiosa, en una abadía organizada de modo paternalista y
Evangelio se puede decir a priori que sea imposible ponerlo en feudal, como de una especie de ecclesiola in Ecclesia (una pequeña
práctica. No se puede medir el Evangelio por el rasero de una iglesia dentro de la Iglesia). El concepto actual de la vida religiosa
cultura contemporánea para preguntar luego si proporciona algo
a esa cultura particular. La vida religiosa se da en el presente y en 36
Cabe preguntarse qué sentido tiene la profesión temporal, dado que
esta cultura, pero debe ser sometida constantemente a la crítica constituye una postura y una opción personal; si se insiste en el aspecto ético
del Evangelio. Lo que se ha calificado como imperativos inhuma- de fidelidad, parece excluir la temporalidad. H. F. Smith, Temporary religious
vocation: «Review for Religious», 23 (julio 1964), 433-444. Por lo que se
nos del Evangelio podría definirse también como indicadores de refiere a los tres votos, cf. los números 5, 6 y 7 de la serie «Problémes de yie
unas posibilidades insospechadas en el hombre. Un estilo particu- religieuse»: L'obéhsance, La pauvreté y La chaste té; C. Pasquier, Les besoins
religieux des jeunes, en La liberté évangélique (París, 1965), 210-211; A. van
Rijen, Het christelijk celibaat en zijn motivering: «Ons Geestelijk Leven»,
34 43 (1967), 345-364.
P. Ricoeur, Be Vinterprétation: essai sur Freud (París, 1965), 520-529; 37
M. Thurian, Mariage et célibat, Neuchátel, 1964; J. Kerkhofs, Aggiornamento J. Leclercq, Initiation aux auteurs du Moyen Age: l'amour des lettres
van de religieuzen op toetenschappelijke basis: «Streven» (diciembre 1965), et le désir de Dieu, París, 1957. Esta obra es indispensable para comprender
242-248. la teología de la vida religiosa.
35 38
Schillebeeckx, loe. cit., p. 4. H. Küng, Die Kirche, Friburgo de Br., 1967.
354 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 355
no se contenta con tal descripción39. La vida religiosa es conside- la vida religiosa debe seguir siendo una energía estructuradora de
rada más bien como una forma peculiar de estructurar la Iglesia. comunidad, con su inspiración propia y su propia forma de servi-
En otras palabras, la sucesión de la Iglesia primitiva discurre por cio en el conjunto de la Iglesia. Un mérito no despreciable de
diferentes caminos: no existe tan sólo una sucesión de obispos, Taizé reside en que no se identifica con una denominación exis-
sino también una sucesión de carismas y profecía. Con el apogeo tente en la Iglesia y, al mismo tiempo, quiere evitar convertirse
de la sociología, algunos autores protestantes 40 señalaron la cu- en una especie de Iglesia de élite. Lo que aquí se busca es la des-
riosa semejanza que existe entre las sectas protestantes y las ór- centralización: no una estructura impuesta desde arriba por obe-
denes religiosas católicas. Se distinguen dos tipos de agrupaciones diencia disciplinar, sino la formación de una comunidad mediante
religiosas: el tipo «iglesia» y el tipo «secta». La «secta» tiende a la coincidencia de mentalidades, una comunidad constantemente
ser radical y exclusivista: tiende a conservar algunas partes espe- animada por una consulta común 42 .
cíficas del Evangelio y a forjarlas fanáticamente en una breve sín- El motu proprio que da algunas directrices para la adaptación
tesis del mensaje evangélico que está en oposición al mundo. La y renovación de la vida religiosa después del Vaticano II invita a
«iglesia» rechaza normalmente esa oposición entre el mundo y el las comunidades aisladas con falta de vocaciones y con miembros
reino de Dios, y tiende a armonizar las exigencias del mensaje de avanzada edad a disolverse o fusionarse con otro movimiento
cristiano con las realidades y situaciones del mundo. Es el tipo religioso de parecida mentalidad. Uno de los puntos más débiles
que se dirige a las masas y muestra rasgos universalistas. Se pre- de la vida religiosa es que existen demasiadas instituciones reli-
senta como un grupo abierto y es liberal por inclinación. La «secta» giosas. Si no hubiera tanta repetición en las instituciones religio-
viene a ser una «asociación de personas religiosamente cualificadas». sas existentes, sobre todo en los movimientos de reforma no inte-
Los referidos sociólogos estiman que las órdenes religiosas grados, esto podría ser un argumento en favor de la múltiple ac-
católicas pertenecen al tipo «secta», sin que de hecho se hayan tividad del Espíritu mediante el carisma religioso. Rahner ha se-
separado de la Iglesia católica porque se lo impide, mediante una ñalado que, después de Trento, todas las reformas religiosas han
imposición desde fuera, el fuerte poder de la institución centrali- venido a formar una especie de orden separada. El hecho de que
zada. Si examinamos la historia de la vida religiosa en el período la nueva aportación de esas reformas no pueda ser integrada en el
anterior a Trento, resulta que los religiosos se orientan siempre mismo esquema de vida, ¿no habla más de dispersión que de co-
hacia «la izquierda», o —empleando la terminología política in- munión? Congar establece como las dos primeras condiciones para
glesa— constituyen «la más leal oposición de Su Majestad». En una verdadera reforma de la Iglesia la primacía del amor y la per-
cambio, si examinamos las estructuras de la vida religiosa después manencia dentro de la comunidad. Esto debería aplicarse ante todo
de Trento, descubrimos el hecho paradójico de que esta vida, la a la reforma de las instituciones religiosas.
dimensión carismática dentro de la Iglesia, está casi completa-
mente institucionalizada y tiende, por tanto, a «la derecha». Esto
explica que la revisión hoy en curso dentro de las grandes órdenes 6. La desclericalización de la vida religiosa
afecte a esa institucionalización. En este punto, la exención podría
recibir un nuevo sentido teológico41. Podría ser un signo de que
Prosiguiendo lo que hemos dicho sobre un nuevo concepto
de la exención, podemos añadir que la historia muestra cómo la
39
Y. Congar subraya la opinión discorde de Santo Tomás: «La vida reli- inserción de los religiosos en el estamento oficial de la Iglesia je-
giosa ha sido creada por la Iglesia para sus propios fines, que son el servicio rárquica no favoreció el desarrollo de una imagen verdaderamente
de Dios
40
como marco social de vida»: «V. S.» (supl.), 50 (1959), 322. t
M. Weber, Die protestantischen Sekten und, der Geist des Kapitalismus 42
Por lo que se refiere a Cuernavaca y a la incorporación del psicoanálisis
(Tubinga, 1922), 207-237; E. Troeltsch, Die soziallehren der christlichen en la formación de los religiosos de aquella comunidad, cf. «Doc. Chr.», nú-
Kirchen
41
und Gruppen, I (Tubinga, 1920), 360. mero 1.496 (18 junio 1967), col. 1150; (1965), 1885, y (1966), 1811; G. Le-
P. Huizing, Exemptie van de religieuzen: «Kath. Archief», 18 (1963), mercier, Dialogues avec le Christ. Moines en psycho-analyse, París, 1966;
418-429; W. Bertmans, Die Exemption: «Stimmen der Zeit», 86 (agosto id., Le monastére de Cuernavaca cree un centre psychoanalitique: «Rev.
1961), 348-360. Nouv.», 44 (1966), 83-87.
356 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 3.57
religiosa de las instituciones monásticas. Esto se aplica no sólo a ocupaban de la vita regularis (vida regular, vida basada en una
los religiosos varones. Las religiosas tuvieron una experiencia se- regla) y de cuestiones disciplinares. La teología de la vida religiosa
mejante donde fueron completamente incorporadas al apostolado sería recogida en la Constitución sobre la Iglesia47. Una indicación
oficial diocesano 43. Esto dio lugar al curioso fenómeno de que, en positiva de que se intentaba una verdadera renovación reside en el
la mayoría de las instituciones, sólo los religiosos sacerdotes fue- hecho de que los Padres conciliares no se mostraron satisfechos
ron aceptados como miembros de pleno derecho, con voto activo con este enfoque jurídico, excepto —cosa curiosa— los propios
y pasivo. En este punto, la renovación ha dado grandes pasos, par- religiosos. Desde la primera redacción de 1962 hasta la definitiva
ticularmente en aquellas abadías donde los jóvenes candidatos de- de 1965 se puede ver que el debate conciliar fue tomando un giro
sean obtener una formación teológica, pero no ser ordenados44. más teológico. Se rechazó el título «Sobre la consecución del estado
Esto ha recibido una confirmación jurídica desde el momento en de perfección». La vida religiosa es considerada de nuevo como
que el Vaticano I I ha rechazado toda distinción de clases dentro una dimensión de la vida de la Iglesia y se centra en la imitación
de las comunidades religiosas. Es obvio que tal desclericalización de Cristo. La referencia inicial al fundador o la fundadora como
se ha efectuado en los institutos seculares 45. fuente de renovación fue cediendo ante la importancia de la vida
evangélica como fecundo punto de arranque para efectuar la re-
Toda insistencia excesiva provoca normalmente una reacción
novación. Sin embargo, todo el decreto muestra indicios de haber
extrema, y así no es de extrañar que algunos hayan llevado esta
sido redactado con prisa, como sucedió con otros documentos que
desclericalización hasta el punto de decir que el presbiterado y la
se vieron sometidos a premuras de tiempo al final del Concilio.
vida religiosa son incompatibles46. La misma oposición exagerada
se ha pretendido ver entre presbiterado y función profética o entre Todo esto hizo que al principio el decreto produjera cierta
función y carisma. El religioso tiene rasgos proféticos en cuanto decepción. Quizá algunos, ante la crítica situación, habían llegado
que se opone a convertir un medio en fin. El fin suele ser la misma a esperar demasiado. En todo caso, los aspectos positivos de las
institución religiosa, y el religioso se opone a ésta a fin de que manifestaciones del Concilio en torno a la vida religiosa (el Vati-
la vida religiosa pueda ser expresión de lo que debe ser el cris- cano I ni siquiera la mencionó) no residen tanto en las normas
tianismo. concretas cuanto en el hecho de que promueve una renovación
efectiva. Deliberadamente se evitó la palabra «reforma», en parte
para no dar la impresión de que la vida religiosa se hallaba en
7. La renovación y los documentos conciliares decadencia, en parte para dar de lado las fuertes implicaciones
del Vaticano II históricas de la palabra.
Es extraño que el decreto apenas preste atención a las mani-
La primera intención del Vaticano II era lograr una nueva festaciones de vida religiosa en otras religiones48.
comprensión de la Iglesia por la misma Iglesia. Esto implicaba Algunos han señalado como un defecto comprensible, pero la-
obviamente una nueva comprensión de la vida religiosa. Al prin- mentable, en este decreto que el texto presenta cierta ambigüe-
cipio parecía que los redactores de los diversos esquemas iban a dad 49 : por una parte, ofrece bastantes oportunidades para «aven-
contentarse con repetir lo que los religiosos, y más aún el derecho turarse» en ciertos avances (democratización, reforma desde abajo,
canónico, habían dicho sobre la vida religiosa a partir de Trento. experiencias en pequeños grupos y el reconocimiento de la vida
Las primeras redacciones del decreto sobre la vida religiosa se religiosa activa como plenamente válida por propio derecho); pero,
por otra, ofrece a quienes, bajo pretexto de lealtad a la tradición,
43
Cf. las numerosas reacciones suscitadas por el libro del cardenal se niegan a admitir la necesidad de una reforma bastantes oportu-
L. J. Suenens, Kloosterleven en apostolaat, Brujas-Utrecht, 1963.
44
J. Daniélou, La place des religieux dans la structure de l'Eglise, en 47
L'Eglise du Vatican II (París, 1966), 1173-1180. Mons. A. Le Bourgeois, Historique du décret, en Tillard, op. cit.,
45
J. Beyer, Les instituís séculiers, en Tillard, op. cit., 375-385. 52-72.
48
* Es lo que hace Lemercier al exponer sus ulteriores planes sobre Cuer- S. P. De Reos, De etbiek van de ongehuwde staat, Nijkerk, 1964.
49
navaca; cf. «Inf. Cath. Int.», 291 (1 julio 1967), 12. F. Wulf, op. cit., 2-3.
358 Ebullición en la vida religiosa Ebullición en la vida religiosa 359
nidades para bloquear todo futuro progreso. La impresión global realidad que debe ser el objetivo de la vida religiosa y que sólo
que se saca de las abundantes publicaciones referentes al decreto se realiza parcialmente en su actual forma institucionalizada. Por
es que la admiración ingenua está cediendo terreno a un sentido encima de la institucionalización, la clericalización y la sacraliza-
crítico de renovación50. En general puede decirse que esta reno- ción, actualmente superadas, existe una intensa búsqueda de nuevas
vación procede con más agilidad entre las religiones que entre los estructuras, en especial a través de experiencias emprendidas por
religiosos. Conforme se esclarece la auténtica forma de vida reli- grupos de jóvenes religiosos, de suerte que cabe esperar una reno-
giosa, aumentan necesariamente las exigencias prácticas de la vida vación de la vida religiosa54.
religiosa, y es de esperar una creciente disminución en el número
de religiosos51. Tal vez hay demasiados religiosos, y la actual crisis
puede actuar como una purificación.
24
Colaboradores de este número 363
LAMBERTO DE ECHEVERRÍA
NEOPHYTOS EDELBY
Nació el 19 de junio de 1918 en Vitoria (España) y fue orde- (Véase CONCILIUM, núm. 18, 1966)
nado en 1941. Después de haber estudiado en las Universidades
(Pontificia y del Estado) de Salamanca y en la Universidad de Ma-
drid, obtuvo el doctorado en derecho canónico (1947) y en derecho PETER M I C H A E L SHANNON
civil (1955). Desde 1955 es profesor de la Universidad de Sala-
manca; es también director del Instituto «San Raimundo de Peña- Nacido el 13 de octubre de 1928 en Chicago (Estados Unidos),
fort», presidente del Comité de redacción de la «Revista Española fue ordenado en 1953. Ha estudiado en el «St. Mary of the Lake
de Derecho Canónico» y miembro del de la revista «II Diritto Seminary» (Illinois) y en la Gregoriana (Roma). Es doctor en filo-
ecclesiastico» (Roma). Entre sus publicaciones es interesante se- sofía, licenciado en teología y en derecho canónico. De 1965 a 1966
ñalar El matrimonio en el derecho canónico particular posterior al presidió la «Canon Law Society of America». Es juez y notario
Código (Vitoria, 1955) y Función pastoral de los obispos (Madrid, prosinodal de la archidiócesis de Chicago. Entre sus publicaciones
1965). Recordemos también que es el organizador de las «Semanas haremos especial mención de The Diriment Impediment of Mixed
de Derecho Canónico» (Salamanca). Religión (The Council of Trullo), en «The Jurist», julio 1963.
HANS HEIMERL
TEODORO IGNACIO JIMÉNEZ URRESTI
(Véase CONCILIUM, núm. 13, 1966)
(Véase CONCILIUM, núm. 8, 1965)
CHARLES MUNIER
J O H N M. OESTERREICHER
(Véase CONCILIUM, núm. 24, 1967)