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All content following this page was uploaded by David Senabre López on 08 October 2015.
Por expresa invitación del profesor David Senabre López, al que agradezco su
confianza y amistad impagables, traducidas en intercambios fecundos de
información, trabajos conjuntos de investigación, planeamiento urbanístico e
informes patrimoniales compartidos, dispongo de estas páginas de presentación,
justas y necesarias, que aprovecharé, obviando la laudatio impertinente, para
mostrar nuestra sintonía docente, investigadora y profesional de geógrafos-
urbanistas aplicados a la ordenación de ciudades medias españolas del patrimonio
mundial.
La comprensión integrada de la ciudad mediterránea, paradigma de la
complejidad urbana, sólo la alcanzan contados geógrafos de formación humanista
y cultura exquisita con investigación científica, doctoral, madura, reflexiva, crítica,
lenta, sacrificada y productora de resultados aplicables a su gestión. El profesor
David Senabre López, atestiguó formación humanista, sólida cultura y madurez
científica impropia de su juventud con su tesis doctoral sobre el Desarrollo urbanístico
de Salamanca en el siglo XX. Planes y proyectos en la ordenación de la ciudad, defendida en la
Universidad de Salamanca y calificada Sobresaliente cum laude por la unanimidad de
los miembros que constituimos el tribunal. Esmeradamente publicada por la
Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León en Salamanca, 2002 -obra
que también tuve el placer de prologar- es una aportación fundamental a la
bibliografía urbana española, referencia obligada para los investigadores de la
ciudad y para los profesionales del planeamiento urbanístico y de la gestión
territorial salmantina en el tercer milenio.
Su compromiso con la ciudad no se agota en la reflexión científica profesoral
para instancias académicas universitarias, profesionales y políticas, porque como
ciudadano del espacio vivido, a diario y a pie, conocedor de los procesos de
planificación y gestión, de los agentes privados que construyen la ciudad de todos,
de los públicos conniventes con el dejar hacer y de las lógicas “filantrópicas” que
animan el proceder de unos y otros, ha venido ejerciendo su derecho a la ciudad desde
su columna periódica en LA GACETA REGIONAL DE SALAMANCA,
generando crítica ponderada, opinión y teoría urbanística-territorial con su afilado
estilete de la palabra escrita, precisa y preciosa, sobre la Salamanca dual que
enamora y que duele al unísono.
Con su fino criterio mediterráneo decide ahora seleccionar, recopilar,
estructurar y sistematizar la friolera de 220 artículos de prensa, de entre 329,
escritos entre 1997 y 2005, en un corpus con 13 bloques temáticos, perfectamente
ensamblados por meditada causalidad geográfica, bajo el enunciado marco de La
Ciudad Vivida. (Ensayos sobre Urbanismo y Cultura). Un lógico proceso de ordenación
temporal, inclina al profesor a construir cada capítulo con las aportaciones
temáticas relativas al enunciado, breves por imperativo del espacio compositivo en
prensa, pero doblemente buenas por contundentes. Lejos de constituir en sí
mismas compartimentos estancos de introito, razonamiento y epílogo, sus ideas
tienen la virtud de hilvanarse y entretejer un tapete de sólidos argumentos
urbanísticos con un lenguaje técnico, preciso y elocuente, y que, indefectiblemente,
levantará ampollas en las pieles delicadas. Recomendamos tener a mano el
Diccionario de la Real Academia para ampliar vocabulario.
Con su actitud crítica y siempre comprometido, el autor desvela entuertos,
corrige desafueros, genera opinión y, sobre todo, promueve el debate y la
participación ciudadana, esos bienes tan preciosos -por inexistentes- para invertir la
tendencia secular de la construcción de la ciudad de todos por los mismos de
siempre. En consecuencia, la lectura pausada y la relectura aconsejada de cada
artículo no sólo permitirán al ciudadano salmantino y al foráneo, indistintamente,
pulsar la realidad urbana-territorial de Salamanca y valorar las políticas, planes y
proyectos de su ciudad, en relación a otras ciudades medias de su escala y
contenido patrimonial, con problemas comunes, pero soluciones específicas, sino
ensamblar las luces y sombras del diario tejer y destejer ciudad en los postulados
teóricos y aplicados de la planificación urbanística y de la ordenación territorial,
sometidas a la tensión del cambio intersecular.
Nos preocupa el Territorio. Como expertos territoriales, nos duele que el
territorio haya sido y continúe siendo el sujeto paciente-dependiente del
planeamiento físico, la trastienda rural impresentable de reserva urbana donde
termina enquistado, en perfecto desorden y anarquía, todo lo residual, segregado y
desahuciado que no cabe en la ciudad, por carencia de planeamiento general
ordenador en principio y, desde su existencia, por obra y gracia del mismo.
Los padres liberales de la primera División del Territorio Español (1820-1822),
plagiada por Javier de Burgos en 1833, lo estructuraron en regiones históricas,
provincias, diputaciones, partidos judiciales, capitales y municipios, adjudicando a
cada núcleo su término jurisdiccional de influencia. Poco podían imaginar que 173
años después, con casi otras tantas Constituciones a la espalda, aquella prístina
compartimentación territorial se mantuviera casi intocable en el democrático e
“igualitario” Estado de las Autonomías, cuyos legisladores santificaron aquella
herencia caduca, reafirmando la personalidad del municipio y, sobre todo,
admitiendo la existencia de regiones “más históricas y más capaces que otras”. Por
ello, obsolescencia y contradicciones florecen en el territorio español, tan
desordenado como siempre o más, pese a la proliferación de ordenaciones y
ordenadores territoriales, de competencias e incompetencias a todas las escalas.
Fuimos siempre “rara avis” los geógrafos que mantuvimos una consideración
positiva del territorio, bajo argumentos incontestables de que en él y no en las
ciudades se mantenían incólumes las señas patrimoniales de identidad, porque el
primero explicaba la ciudad y no viceversa, como la prepotencia urbana había
determinado por decreto. Por fin, en la última década está fraguando la
comprensión del paisaje territorial como patrimonio y las legislaciones urbanísticas
de última generación, todas clónicas, entienden necesaria la supeditación del
planeamiento urbanístico a las determinaciones de las Directrices de Ordenación
Territorial, inversión territorial-urbanística de tan hondo calado que resulta más
sencilla de formular que de llevar a la práctica.
Nos preocupa el Urbanismo. Como urbanistas constatamos la caducidad,
inconsistencia y mimetismo de los modelos urbanos del último siglo y medio.
Nuestras ciudades históricas de Francisco de Coello y Quesada, acantonadas en sus
cercas medievales, produjeron sus sventramentos ordenados (planes de ensanches y
extensión) y espontáneos (casas baratas y arrabales de extrarradios) en la centuria
de 1860 a 1960. La ciudad total dejó de serlo, para convertirse en centro histórico -
en contadas ocasiones remozado por Planes de Reforma Interior-, de una ciudad
multipolar.
Desde los años sesenta hasta el presente, los distintos frentes deslavazados del
“urbanismo de los polígonos” oponen al monocentrismo de la ciudad compacta el
policentrismo de la ciudad dispersa, construida por fascículos imposibles de
encuadernar. Aquella ciudad mediterránea, amable, de escala humana abarcable,
concentrada en torno a sus espacios públicos vitales, extrovertida hacia la calle,
solidaria, patrimonial, cotidiana, próxima y vivida a pie por el paseo convivencial
ha sucumbido ante el modelo anglosajón funcionalista, fragmentado, disperso,
anónimo, individualista, inseguro, insolidario, cerrado, blindado, atrincherado y
hostil, en la que el culto a las morfologías unifamiliares, al campo de golf, a la
glorieta, a la autovía y al automóvil, selecciona y jerarquiza el status pseudo-burgués
de sus residentes.
Parafraseando a Luigi Pirandello, la ciudad actual está compuesta de siete o más
ciudades en busca de un modelo futuro de ciudad que las integre, porque en los
nuevos paraísos de las periferias “cualificadas”, donde los polígonos desarrollistas se
disfrazan ahora de “unidades de ejecución”, conviven los asentamientos
unifamiliares cargados de “simbolismo y de señas de identidad” (de vecinos del
barrio de Santiago, a parcelistas del “R-66”) con el megacentro comercial, el
auditorio, el polideportivo multiusos, el centro intermodal de transporte y, cómo
no, el obligado palacio de congresos –inaugurado e infrautilizado-, las nuevas
“catedrales culturales” del tercer milenio.
La mayoría de los nuevos tejidos urbanos periféricos planeados -incluidos los
campus universitarios a la americana-, al no generar estructuras sociales, ni
morfologías patrimoniales de futuro, jamás serán modelo de ciudad, de calidad
urbana, ni de bien cultural para los habitantes. Frente a la acomodación del
urbanismo tradicional al medio físico, que generó relaciones incuestionables de
causalidad ambiental y patrimonial, los nuevos polígonos de actuación repueblan un
territorio rústico desnaturalizado, arrasado por la maquinaria especulativa,
colonizado por las infraestructuras básicas, prostituido por el tráfico insostenible,
cementado por los artefactos residenciales, como conviene al urbanismo entendido
como una acumulación de maceteros y arbolitos por doquier.
Nos preocupa el Planeamiento. Como redactores de figuras de planeamiento,
constatamos que normativas e instrumentos de planeamiento siempre concibieron
la ordenación del territorio desde el lado del urbanismo y las arquitecturas, por
ignorancia y desprecio absoluto del territorio. En las cinco últimas décadas, la
profusión de planes generales (desarrollistas, remediales, proyectuales, intuitivos,
estratégicos…), mantiene una dinámica controvertida, de resultados urbano-
territoriales insatisfactorios. Pese a ello, seguiremos oponiéndonos al axioma
montaraz de que “el mejor plan es el que no se aprueba”.
Planes generales realizados por sesudos equipos foráneos que se limitan a
clasificar suelo urbanizable ad infinitum, sin justificación demográfica, para regocijo
de propietarios, promotores, constructores, entidades financieras y corporaciones
municipales que sueñan con el maná celestial de la licencia de obra. Nada importan
los análisis sectoriales cualitativos, porque el plan se resume a índices cuantitativos,
coeficientes de edificabilidad, volumetrías, aprovechamientos, digestión de
hectáreas, metros cúbicos por metro cuadrado y repoblación del territorio
municipal, propio y ajeno, con paquetes de viviendas verticales o apaisadas, según
moda, como si hacer viviendas fuera sinónimo de hacer ciudad, conforme al
siguiente axioma empresarial: “cuanto más hormigón, más comisión”.
Con desparpajo rayano en la ilegalidad, algunos redactores se desentienden de
la ordenación del propio término y de los municipios-dormitorio ubicados en la
orla de influencia inmediata, sin entender -ni querer entender- la estructura
funcional del territorio, los sistemas y redes urbanas jerarquizadas, los flujos y las
relaciones socio-económicas interdependientes. De ahí que constatemos la
incongruencia entre determinaciones de ordenación urbanística adscritas por
decreto a cada término municipal cerrado, grande o chico -que las demandas de
suelo fagocitarán sin contemplaciones-, y relaciones abiertas e interdependientes de
flujos humanos, bienes y servicios en un territorio globalizado que no entiende de
límites de gestión individualizada.
Rebatimos la obsolescencia de un planeamiento de límites presuntamente
cerrados, pero con una dinámica urbanística de invasión del territorio ajeno, pasivo
y dependiente, productora de aureolas urbanizables de usos contradictorios y flujos
recurrentes residenciales-laborales, de transportes, mercancías, bienes y servicios
que mallan a diario el territorio y obligan a su ordenación integral (territorial,
urbanística, arquitectónica, patrimonial, turística y ambiental). La ordenación
integral sólo es posible mediante figuras de planeamiento de ámbito comarcal que
rompan con la encorsetada compartimentación municipal, inconcebible en un
escenario de relaciones abiertas. Lástima que las Cortes del Trienio Liberal no
santificaran la comarca, con la necesidad que teníamos de ella los geógrafos.
Nos preocupa el Patrimonio. Como redactores de planeamiento especial de
protección y miembros de ICOMOS-España, patrimonio natural y cultural se
ensamblan en el quehacer profesional. Los años cincuenta del siglo XX marcan en
España el umbral de desmantelamiento de los centros históricos que tocará fondo
a finales de los setenta, para iniciar desde mediados de los ochenta el lento proceso
de regeneración, aún por alcanzar, tras el fracaso de los programas de
rehabilitación integrada. Normativa estatal -actualmente en revisión- y autonómica,
confirieron soporte legal a la protección del patrimonio y a la rehabilitación
presuntamente integrada, tratando de conjugar ordenación urbanística y
patrimonial a través de la figura de los Planes Especiales de Protección, con límites
de intervención harto discutibles, y resultados operativos muy desiguales.
La regeneración urbana de las dos últimas décadas se ha quedado colgada en el
plano morfológico-arquitectónico, sin entrar en el meollo social, funcional y
ambiental, por las prácticas globalizantes de intervención carentes de respeto alguno
por la singularidad urbana: fachadismo de cartón-piedra, pastiches coloristas,
mobiliario mimético de catálogo, uniformidad granítica de pavimentos… Pese a
tanta falsificación, todavía conservan los elementos simbólico-patrimoniales de las
señas urbanas de identidad, en oposición al mimetismo de las nuevas periferias.
Viejo y nuevo patrimonio compiten en la ciudad.
Patrimonio y turismo constituyen un matrimonio de conveniencia con
problemas metodológicos de gestión cultural. La regeneración de nuestras ciudades
patrimoniales precisa del turismo “cultural”, pero en modo alguno como
monocultivo, sino como incentivador de la rehabilitación integrada y de la
multifuncionalidad perdida. No todos los recursos patrimoniales son explotables y
menos con técnicas de sol y playa, porque nuestras ciudades históricas son
ecosistemas culturales únicos, privilegiados, frágiles e irrepetibles.
En fin, nos preocupa Salamanca. Como doctores en Geografía por esta
Universidad, que, incuestionablemente imprime carácter, podemos colegir que su
patrimonio cultural vivido mediatizó nuestra vocación docente, investigadora y
aplicada al urbanismo.
Ciudad de la Cultura y del Conocimiento, patrimonio de sus ciudadanos, antes
que del patrimonio mundial, debería ser laboratorio experimental de buenas
prácticas de planificación y gestión. Su pasado, siempre presente, exige un
renacimiento permanente de políticas, planes, proyectos, participación ciudadana y
compromiso urbano que otorguen a cada parte de la ciudad, desde el teso de las
catedrales a los barrios periféricos, la calidad urbanística de ciudad universitaria
mediterránea, de escala humana, vivida y compartida.
En las dos últimas décadas, su dinámica de luces y sombras evidencia un
discurrir urbano meandriforme, desde la ordenación patrimonial de mediados de
los ochenta, con su Plan Especial de primera generación, ejemplo de buen
planeamiento técnico y mejor gestión política-administrativa concertada, que
permitió asignar a la rehabilitación el calificativo de “modelo Salamanca”, al fracaso
de la planificación general municipal de la última década, sazonada entre marcos
legales neoliberales y técnicas especulativas sin anestesia.
La ordenación integrada de Salamanca, ciudad del Patrimonio Mundial y
Capital Europea de la Cultura, exige la consolidación de un modelo urbano basado
en el patrimonio urbanístico y arquitectónico, en la actividad universitaria-cultural,
en la proyección turística internacional y en la conexión estratégica entre cultura,
economía y turismo, la integración de los instrumentos de planificación y de las
herramientas de gestión urbanística, patrimonial, cultural, turística y ambiental.
Como epílogo, me atrevo a insinuar que sus fieles lectores de antaño y hogaño
disponemos de un presunto Tratado de Geografía Urbana, construido página a
página, artículo por artículo, a partir del sólido cimiento cultural de su autor -
genéticamente heredado y personalmente ejercido-, en el que la reflexión teórica
urbanística-cultural sirve de anclaje y contrapunto al análisis de los grandes
epígrafes territoriales, paisajísticos, históricos, urbanísticos, patrimoniales,
culturales, sociales, funcionales, turísticos y ambientales que conforman las
aventuras y desventuras de la política urbana salmantina de la última década. Que
ustedes lo disfruten.
«La vega del Tormes y las nuevas urbanizaciones» (27 de noviembre de 1998).
«Ecologismo urbano» (14 de enero de 1999).
«Vertidos residuales» (19 de agosto de 1999).
«Corredor verde» (29 de junio de 2000).
«Rompiendo barreras» (14 de septiembre de 2000).
«Ocupar el territorio» (28 de septiembre de 2000).
«Vegas neutralizadas» (29 de marzo de 2001).
«El río olvidado» (20 de junio de 2002).
«El paisaje como pretexto» (27 de junio de 2002).
«El paisaje perdido» (6 de febrero de 2003).
«Ecología urbana» (1 de mayo de 2003).
«Los Escarpes del Tormes» (26 de junio de 2003).
«La ordenación medioambiental del Tormes» (31 de julio de 2003).
«El paisaje agoniza» (2 de septiembre de 2003).
«Territorio desorganizado» (6 de enero de 2005).
«Paseos por el Tormes urbano» (21 de julio de 2005).
DEMOGRAFÍA
VIVIENDA
CENTROS HISTÓRICOS
TURISMO
MISCELÁNEA CULTURAL
Las ciudades que a comienzos del siglo XX tenían poco fuste demográfico y
funcional en España pero aún mantenían los rescoldos de lo que fue un pasado
mejor, más especializado, menos decadente, irían manifestando en las décadas
sucesivas y de forma reiterada, un marcado complejo de inferioridad respecto de la
capital del reino, que terminaba por convertirse en el patrón de modernidad estatal,
ejemplo de virtudes estéticas y de propuestas originales.
La miopía provinciana creía necesario guiarse por el testigo luminoso capitalino,
donde, según el parecer de todos, las ideas y las soluciones que se aplicaban a
distintos problemas, además de ser buenas y necesarias, podrían exportarse sin
pudor al resto de las capitales de provincia y mitigar así las necesidades acuciantes
con ideas implantadas. Este impulso incontrolado por acaparar, aunque sólo fueran
trocitos de proyectos, se reforzó gracias a que la administración estatal sesteaba
más de lo debido a la hora de resolver cuestiones determinadas que las capitales de
provincia solían demandar. Era una costumbre habitual entonces que se prolongó
hasta bien mediados los años sesenta -hoy otros sistemas de comunicación
permiten seguir haciendo lo mismo pero acortando las esperas-.
Se formaban comitivas compuestas por representantes de las Corporaciones
interesadas, que, en digna procesión de mendicantes y con cierta periodicidad,
recorrían pacientemente las direcciones generales, hablaban con los subsecretarios
afectos, se reunían en los ministerios y recorrían, en fin, toda la cohorte de
prohombres de Madrid. Por lo general se reclamaba dinero para financiar tal o cual
obra y, si todo marchaba bien, en los viajes sucesivos sólo tenían que achuchar un
poco más. La constancia y la fe terminaban por cansar a unos y recompensar a
otros, aunque no siempre recibieran todo lo que reclamaban.
Con prácticas semejantes, se fue creando una imagen falsa en dos sentidos:
primero, que el Gobierno fuera paternalista, bondadoso y caritativo con sus
súbditos y, segundo, que Madrid, como capital del reino, pudiera ser el espejo de
virtudes en el que se mirase el resto de España. De construir esta imagen se
encargaron gobernantes y políticos a quienes los juegos florales y los símbolos de
poder sobre la osamenta de la ciudad subyugaban más que a nadie. De Madrid,
políticos, comerciantes e industriales de las capitales provinciales fueron
acarreando promesas, proyectos y, sobre todo imágenes capitalinas que habían
contemplado con los ojos desorbitados de quien no es capaz de acomodar la vista
a la escala de lo que ve. Las tertulias de las ciudades y las sesiones de Plenos
municipales se llenaron de sugerencias, Mociones y algún que otro proyecto.
También ellos tenían derecho a soñar como gran ciudad.
18 de febrero de 1999.
EL LÍMITE URBANO
Superadas las teorías clásicas del urbanismo orgánico que asimilaba la ciudad al
mecanismo funcional de un ser vivo, autosuficiente, cerrado y perfecto, hoy resulta
sumamente complicado fijar los límites de la ciudad. Con el paso de las décadas y
la mejora para la sociedad de los sistemas de comunicación, la relación espacio-
tiempo, que tanto supeditó la ordenación del territorio y los movimientos sociales
más elementales, se ha diluido por completo. En términos generales, la
accesibilidad y los intercambios entre la ciudad y el medio rural son absolutos.
Llegados a este punto se forma lo que el geógrafo urbanista James H. Johnson
definió como la aureola rururbana que quizá es la característica que mejor define a las
ciudades de finales del siglo XX. No existe una delimitación clara entre lo que es
campo y lo que es ciudad La sociedad de los medios de comunicación y las nuevas
orientaciones del trabajo han terminado por desdibujar los rasgos sociales que
servían para distinguir a unos de los otros.
Con esta nueva situación es necesario ampliar las miras de los instrumentos que
sirven para ordenar el crecimiento y distribución de este continuo urbanizado -casi
siempre mucho más evidente en el caso de la capital provincial-, que tendrá un
alcance variable, según la ciudad de la que se trate, las actividades que la definan o
la estructura del poblamiento de su provincia.
En los alrededores de las capitales provinciales se concentran hoy carreteras,
vías férreas y usos del suelo, imprescindibles para el buen funcionamiento de la
ciudad, pero todos de variopinta actividad (depuradoras, polígonos industriales,
almacenes, depósitos, escombreras, basureros, etc.), y todos compartiendo el
espacio común con las nuevas urbanizaciones de primera residencia y áreas
agrícolas relictas que acabarán por sucumbir a la tentación más lucrativa de la
construcción. Si se deja crecer al libre albedrío este complejo conglomerado, el
espacio geográfico perderá cualquier posibilidad de ordenación racional.
Cuando la madurez espontánea del crecimiento de una ciudad termina
estableciendo vínculos permanentes con los municipios próximos y demuestra más
dinamismo que los planteamientos de ordenación municipal que fija cualquier Plan
General de Ordenación, ha llegado la hora de revisar el planeamiento. Esta vez,
desde otra dimensión. Con una panorámica distinta que sea capaz de aceptar la
superación de los modelos municipales, próximos al agotamiento, y entienda e
integre aquellos otros, mucho más complejos y costosos, de una comarca urbana
funcional. El problema es mucho más serio de lo que a simple vista pueda parecer,
porque una orla periférica que no está ordenada de forma integral, actúa como si
fuera una plaga de voraces termitas, y éste es el momento de atajar sus aviesas
intenciones.
1 de abril de 1999
URBANISMO EN CASTILLA Y LEÓN
(I)
2 de septiembre de 1999.
(II)
Una de las novedades destacadas de esta nueva Ley es la atención que dedica el
título segundo, que trata sobre el Planeamiento urbanístico, al desarrollo
equilibrado y coherente y la protección del medio ambiente, el patrimonio cultural,
la calidad urbana y otros criterios como la cohesión social o la distribución
equilibrada de cargas y beneficios de la actividad urbanística. Se pretende que
muchos de estos criterios sean nuevos hábitos sociales y terminen asimilándose por
la sociedad para conseguir que, en un plazo corto de tiempo, se transformen más
bien en hábitos culturales. El desarrollo de sus contenidos lo establecen en la Ley sus
artículos 36, 37, 38 y 39.
Con estas premisas, la primera de las medidas para favorecer la mejora de la
calidad de vida será el control de la densidad tanto de edificación como de
habitantes, fijando un límite de 70 viviendas por hectárea como techo
recomendable en municipios de más de 20.000 habitantes. Al establecerse en el
planeamiento la protección del medio ambiente como un objetivo básico se toman
una serie de medidas con esta orientación: la red de vías publicas se diseñará de
acuerdo con las necesidades del transporte público y de los recorridos peatonales;
se depurarán las aguas residuales y los residuos generados por la ciudad; los
elementos de paisaje y vegetación situados sobre el suelo urbanizable, sujeto a
futura transformación en urbano, deberán añadirse a los nuevos espacios; en suelo
rústico -el protegido de los procesos de urbanización-, tendrán que fijarse las
medidas necesarias para conservar y recuperar espacios naturales y ecosistemas.
También el planeamiento urbanístico mantendrá como finalidad intrínseca a su
actividad la de proteger, conservar y recuperar el patrimonio arqueológico, los
espacios urbanos y arquitectónicos singulares y las formas de ocupación humana
que tradicionalmente se han aplicado por las comunidades rurales, según fueran las
necesidades y peculiaridades de éstas. En los cascos urbanos consolidados, la
trama, las alineaciones y las rasantes deben preservarse, salvo aquellas
circunstancias en las que la mejora de las condiciones sociales del conjunto
afectado recomienden su alteración. En el caso de los conjuntos históricos
declarados como Bienes de Interés Cultural, las obras de reforma o ampliación
deberán ser respetuosas como los parámetros de altura, volumen, color
composición y fábrica.
Tratando de abandonar malas y añejas prácticas desgajadas como hábitos desde
la Ley de 1956 y, en menor medida, en las siguientes, la Ley fija la obligación de
crear reservas de suelo destinado a dotaciones urbanísticas como vías públicas,
servicios urbanos, espacios libres y equipamientos comunitarios de todo tipo
(culturales, sanitarios, deportivos, comerciales, etc.), procurando favorecer la
mezcla de grupos sociales, usos y actividades.
16 de septiembre de 1999.
(y III)
23 de septiembre de 1999
¿PLANIFICACIÓN O DESORDEN?
14 de octubre de 1999.
COORDINACIÓN
18 de noviembre de 1999.
PLANIFICACIÓN COMPARADA
9 de diciembre de 1999.
PERIFERIAS
6 de enero de 2000.
CAMBIOS DE ESCALA
19 de octubre de 2000.
LAS DOT
22 de febrero de 2001.
PARADOJAS URBANAS
Hace poco releía los pasajes que en 1845 escribió Federico Engels en su ensayo
titulado La situación de la clase obrera en Inglaterra. Tenía entonces veinticinco
años. Llevaba viviendo tres en Manchester, donde se trasladó para trabajar en una
fábrica. Dotado de un indudable talento para censurar la sordidez y miserias de los
aduares fabriles en que se habían convertido los barrios obreros, completó su
descripción con conocimientos muy amplios de la legislación inglesa, en ese campo
de la vivienda y las condiciones sociales de los trabajadores industriales.
Es un texto sobrecogedor que sirve para comprender de qué forma y con qué
costes sociales se fueron construyendo, dentro del vértigo general, aquellas
ciudades industriales, al son que interpretaran las oleadas de máquinas e ingenios,
inventados a una velocidad nunca vista. Cuando se repasan las enciclopedias que
sintetizan la historia de los inventos, se coteja con cierta facilidad la equidistancia
entre hombres, máquinas y nuevos artificios. Es el proceso creativo de la segunda
revolución industrial. Pero esta relación se acentúa al incluir la base urbana sobre la
cual se dieron. ¡Cuántos esfuerzos, cuántas miasmas, cuánta ingente población
sufriendo sus vidas miserables!
Exactamente 155 años después de narrar aquellas fatalidades, las ciudades han
renunciado a crecer así -salvo en la inquietante e ignota China-. Amparadas en la
protección de las Comunidades de países y en las llamadas «políticas sociales del
bienestar», discurren en su ralo proceso demográfico, con la mentalidad e
intenciones más propias de un refinado balneario. Ahora nuestras ciudades y
pueblos no crecen a golpe de tecnología fabril. Casi no crecen a golpe de nada, si
no es por imagen. Todo muy sutil. Al terminar la centuria precedente surgió un
fenómeno que hoy perfecciona su futuro entre nosotros. Se observa fácilmente.
Veamos.
Las poblaciones que, según su umbral de actividades, se encuentran deprimidas,
presentan disfunciones demográficas profundas -tanto de envejecimiento como de
despoblación-, adolecen de escasa capacidad para innovar, no tienen actividades
que generan empleo o, aun siendo recoletas en su postración, poseen un
patrimonio monumental de cierta importancia, están de suerte. Ahora se vende lo
cultural como un producto de consumo que contribuye al crecimiento urbano y a
la prosperidad rural. No importa cómo esté una comarca ni dónde se encuentre. Si
posee monumentos y, además, el paraje mantiene su interés ambiental, todo
resuelto. El maná de los fondos para el desarrollo local hasta el año 2006 hace
milagros. Luego, todos dignos, cultos y patrimoniales. Todos en ruta. El
patrimonio de lustre súbito, buscado con apremio para enseñar, es el cáncer de la
mercadotecnia que transformará los espacios históricos rurales y urbanos en algo
artificial. Pero nadie dice nada. Silencio, silencio.
8 de marzo de 2001.
RENOVARSE O MORIR
No existe falacia más contumaz en cierto urbanismo actual que fomentar la idea
manida pero obsoleta en tiempos de economías oportunistas tan dinámicas, de que
la ciudad es, sobre todo, lo que su tradición simbólica indica y, por tanto, la
ordenación de propuestas que organizan el espacio tiene que plegarse al modelo
tradicional -sea cual fuere- surgido en la segunda década del siglo XIX, y maduro
en el transcurso del siglo XX.
Dicha aseveración, que se explica en muchas formas de hacer la ciudad ahora,
contrasta y se topa con dos constantes, una tradicional y otra novedosa. La primera
defiende la idea amable y antropocéntrica del hecho urbano como un
conglomerado difuso de factores económicos, culturales y políticos, auspiciado por
generaciones que se yuxtaponen y suceden. La segunda, de insana actualidad,
muestra cómo la ciudad presente se afecta por el mal de la globalización. El
marchamo de urbanismo de calidad reduce entonces la comprensión de lo urbano
a elementos simbólicos que funcionan como totems y se multiplican por doquier,
al albur, creando ciudades nuevas dentro de cada ciudad, despersonalizadas, unidas
al resto consolidado meramente por el hilván del viario. Los equipamientos
comerciales y los culturales imponen el urbanismo y la estructura. De esas dos
sendas, la segunda, la de la globalización -así conocida hoy en la jerga también
extendida de un lenguaje cada vez más banal-, causa efectos dañinos en el
planeamiento y en sus previsiones.
La fórmula tradicional del estudio y redacción de los Planes Generales debería
revisarse con urgencia. El estatismo y la fijeza de los conceptos que en ellos se
aplican están comenzando a demostrar su ineficacia frente al estandarte atrevido,
vulgar y soez de la globalización, cuya capacidad vertiginosa para crear necesidades
donde antes ni existían, cuya habilidad para trastocar las previsiones equilibradas,
atiende sólo al interés económico y mimético de la multinacional del ocio, que ora
se trasplanta aquí, ora se impone allá. Vivimos en el reino del oportunista, fruto de
la segunda generación democrática, tratando de hacer negocios en la ciudad de
todos, a golpe de las modas y del interés individual, sin una visión de conjunto.
Pero también en la legislación urbanística española existe una peculiaridad que
debe cambiar: la figura clave del planeamiento urbanístico vigente es la
«urbanización».
El urbanismo ha quedado reducido al proceso tripartito de «planificación-
urbanización-edificación», que proporciona la seguridad de una aprovechamiento
previo (ex ante), un hecho insólito en la legislación urbanística mundial, salvo Corea
y algo Japón (sociedades con fuerte arraigo histórico feudal). Según el prestigioso
jurista Luciano Parejo Alonso, en España la legislación urbanística mima al
propietario, quien patrimonializa la ciudad con figuras como la reparcelación, en las
Juntas de Compensación. Cuánta razón tiene.
12 de julio de 2001.
NEOLIBERALISMO URBANO
4 de octubre de 2001.
CIUDADES EN TRANSICIÓN
7 de marzo de 2002
¿QUÉ MODELO DE CIUDAD?
25 de julio de 2002
NUEVAS FORMAS DE ESPECULACIÓN
26 de septiembre de 2002
ESPACIO Y TIEMPO EN LA CIUDAD
24 de octubre de 2002
CIUDADES CLONADAS
31 de octubre de 2002
MOVILIDAD URBANA
28 de noviembre de 2002
TEORÍA DE SISTEMAS
5 de diciembre de 2002
MODELOS DE CIUDAD
13 de marzo de 2003.
LA EXTENSIÓN DE LOS MUNICIPIOS
3 de abril de 2003
EL TREN DEL DESARROLLO
3 de julio de 2003
EL FUTURO DE LAS CIUDADES EUROPEAS
6 de noviembre de 2003
OTRA ORDENACIÓN TERRITORIAL
20 de noviembre de 2003
DOS ESTILOS DE PROGRESO
27 de noviembre de 2003
¿SON NECESARIOS LOS MODELOS URBANOS?
Si las ciudades siguen funcionando por inercia, incumpliendo con los plazos
obligatorios para revisar su planeamiento -general o especial-, y no da la sensación
de ocurrir por tal motivo nada, parecería, a los ojos de un profano, que la respuesta
al epígrafe del encabezado debiera ser un displicente «no».
La tendencia general en las últimas dos décadas es precisamente aquella de no
revisar -ni a tiempo ni a fondo- cuáles eran los modelos del planeamiento primario
con los que se redactaron muchos planes urbanísticos de ciudades diversas en la
década de los años ochenta. Ni plantear grandes giros o, por lo menos, un ejercicio
mínimo y sano de autocrítica, aunque se hiciera fuera de plazo.
Las ciudades se construyen hoy -según la imagen percibida por los ciudadanos-
como una sucesión continua de proyectos de los que se enteran por los medios de
comunicación; proyectos que unos ponen y los siguientes quitan y sustituyen por
otros, cada una, dos o tres legislaturas. Aquellos años en que la participación
ciudadana abría foros de discusión, solidarios y con fundamento, hablando de
«modelos de ciudad», han pasado, a pesar de que esa colaboración está amparada
por la legislación general y específica.
El grado de interés por las cuestiones urbanas es cada vez menor -el de tomar
parte activa, no el de recibir una mera información-. Cualquier postura crítica o
distinta de aquello establecido suele tener mala prensa en una sociedad
contaminada por la política de colorines, y los juicios, sobre todo en urbanismo y
planificación urbana -asuntos que afectan a todos-, están politizados y no se
entiende que puedan suscitarse fuera del ámbito de la gestión de los partidos. Y es
un error mayúsculo que lleva inevitablemente aparejada una pérdida de calidad
final.
Si no hay pluralidad de ideas para construir aquello que pertenece a todos, es
innecesario discutir sobre modelos urbanos. Ni sobre nada. Así, la sociedad se
vuelve acomodaticia y languidece en su apatía. Se deja hacer y querer por quienes
salen elegidos sin buscar problemas. Alguna vez despierta del letargo, pero no en
cuestiones de calado.
A pesar de ello los modelos de planeamiento urbano son necesarios siempre.
Es imprescindible redactar o revisar el proyecto de ciudad en cada década; pero,
eso sí, a tiempo y con los estudios e investigaciones previos que son necesarios
para sostener las propuestas sin miedo. Lo demás es improvisar.
15 de enero de 2004
¿NOS IMPORTA LA CIUDAD?
29 de enero de 2004
EL URBANISMO EN LA DEMOCRACIA
15 de abril de 2004
ARTICULACIÓN DE TERRITORIOS
29 de abril de 2004
¿URBANISMO O CONTRAURBANISMO?
9 de junio de 2004
EL TERRUÑO URBANO COMO REFUGIO
24 de junio de 2004
EL PROGRESO DE UNA CIUDAD
16 de septiembre de 2004
LA HISTORIA SE REPITE
Es ésta una afirmación muy al uso de los historiadores para subrayar entre los
alumnos díscolos o descreídos uno de los valores atractivos que tiene enfrentarse al
estudio de la Historia.
Formulado así el epígrafe de la cabecera parece tener cierto valor axiomático.
Cualquiera que se haya enfrentado con detenimiento y distancia temporal
suficientes -por ejemplo, cien años atrás- al análisis de alguna fuente histórica
contemporánea en apariencia ligera -como los periódicos- observará, en reiteradas
ocasiones, cómo tiene cierta sensación de que la historia, efectivamente, se repite.
Al menos sí se pueden encontrar concomitancias que induzcan a tal aseveración.
El modelo territorial de principios del siglo XX en España poseía ya algunos
rasgos singulares que cien años después se han mantenido, naturalmente con la
variación lógica de población, recursos y modernidad. Pero las funciones asignadas
a unos y otros espacios permanecieron con continuidad, incluso a pesar de la
guerra (a veces, gracias a ella). Como era de prever, la capital del Estado hace cien
años, como Villa y Corte donde se dirimían las cuestiones políticas de la gestión,
actuó, en cierta forma, como un espejo para las aspiraciones al desarrollo de las
áreas capitalinas provinciales, adquiriendo para siempre una función
preponderante.
Se miraban en ella; viajaban a ella; iban sus políticos -con las llamadas «fuerzas
vivas»- en peregrinación para pedir, exigir o rogar -según el proyecto o la urgencia-
el cumplimiento de promesas o la exigencia de cierta justicia redistributiva, etc. La
capital del Estado adquiría semejanzas con un relajante bebedizo: allí las iras
provinciales o ciudadanas de la periferia se acallaban con promesas y dineros.
Nadie volvía defraudado. En la gestión de los hitos urbanos notables de las
ciudades se conseguía más fuera del Concejo que dentro de él.
Hoy, revisando de nuevo la prensa local de Salamanca en las primeras décadas
del siglo pasado, me encuentro con la misma sensación de proximidad temporal
que me transmitieron sus textos hace catorce años. Seguimos mirando,
reclamando, negociando o recriminando hacia fuera. Incluso los partidos que nos
gobiernan -unos y otros- tienen representantes dislocados que viven en la propia
Corte, ya sea regional o nacional, pero van y vienen con promesas. El rasgo
autonomista ha obligado a duplicar los esfuerzos de atención. No parecen haberse
superado los provincianismos atávicos.
28 de octubre de 2004
¿NUEVOS BARRIOS O SÓLO VIVIENDAS?
Desde que los crecimientos de las ciudades se regulan por leyes y estándares de
densidad, distribución, urbanización y morfologías, igualando los paisajes urbanos,
sea en Albacete o en Logroño, me ha surgido la duda sobre si los nuevos barrios
así construidos, sin idiosincrasia alguna (lo que no ocurría en la tradición),
funcionan como tales, o se comportan meramente como lugares donde se duerme
pero no se vive con sentimientos de pertenencia e identificación.
Algo similar, en sus efectos finales de estructuras y formas, no en los motivos, a
los suburbios de aglomeración de Manchester o Liverpool, en el desarrollo
industrial del siglo XIX. Es decir, lugares donde la prioridad radicaba en dar
habitación a los nuevos inquilinos obreros pero que, al construirse ex novo, no
formaban parte de la tradición urbana europea, que había formado las ciudades por
la sucesión amalgamada de generaciones, actividades y modelos, que iban
configurando una mixtura de sorprendente equilibrio formal.
La ordenación normativa de casi todas las características de los espacios que
vamos agregando a la ciudad mediante un planeamiento sectorial, ha venido
asegurando unos mínimos de calidad urbana insoslayables, es cierto, pero apenas
permite un margen adecuado para crear barrios distintos, singulares, de perfecta
transición con la inmediata ciudad, más antigua. Es un urbanismo donde imperan
el número y la medida, no la originalidad o el rasgo de distinción. Todo ello va a
dificultar enormemente el análisis de estas «nuevas ciudades» dentro de 50 años,
porque no se deja lugar alguno a la improvisación o espontaneidad, por entender
que ésta produce un caos y rompe los equilibrios formales a que sujetan los
estándares aludidos al principio.
La nueva ciudad surgida a finales del siglo XX y principios del XXI apenas dice
nada a nadie; casi tiene una connotación peyorativa de extrarradio, obliga al uso del
automóvil privado o del transporte público. Se asemeja más, en definitiva, a islas
residenciales en pleno municipio donde los habitantes se atrincheran más que
conviven. Incluso los propios paseos están limitados al sector, puesto que éste se
ha dotado, en su momento, de sus correspondientes espacios de zonas verdes.
Funcionan -unos más que otros- como células autosuficientes. La relación con el
resto de la ciudad, creada por el uso de los paseos, no parece estimularse.
Es un urbanismo anglosajón, aislacionista, insolidario y contraeuropeo.
4 de agosto de 2005
CIUDADES EN CONTINUO CRECIMIENTO
Una de las alusiones más reiteradas del profesor Conrad Kent sobre el valor de
Salamanca frente a otras ciudades del mundo -y son muchas las que conoce muy
bien-, se refiere a la sociabilidad urbana de sus habitantes, transmitida por cierta
idiosincrasia que su peculiar estructura parcelaria tradicional presta a las funciones
diarias.
Siempre afirma que en nuestra ciudad no se ha perdido el valor de lo cotidiano,
porque podemos disfrutar de un espacio central que favorece los encuentros y las
convergencias de vidas que se solapan y recrean un escenario urbano digno y
humano. Su comentario lo hace en detrimento de aquellas otras donde la
dimensión de su urbanismo o la extensión del territorio de la ciudad han fracturado
ese vínculo intangible que favorece cualquier centralidad funcional.
Pero si las ciudades se comportan como seres vivos, siguiendo la analogía ya
clásica de la urbe como un cuerpo orgánico, deben estar casi todas en continuo
crecimiento -como así sucede- y es aquí donde se producen las rupturas, o donde
los modelos de la planificación profesional, al no llegar a tiempo, no resuelven los
problemas que surgen. Y también es allí donde la sociabilidad aludida se va
perdiendo de forma irremisible.
A medida que las ciudades estiran sus influencias, amplían los espacios de
comunicación o construyen nuevos sectores residenciales, es mayor la tentación de
sustituir la calidad urbana que presta la «proximidad» por otras ideas distintas,
donde lo que prevalece no es la relación de vecindad sino la actitud de vivir
atrincherados en el microuniverso de la propiedad. Lo aconsejable entonces sería
que esa lejanía del centro favoreciera la creación de otras centralidades que
permitieran extender en ellas la idea defendida por Conrad Kent.
Si se pierde la justa escala humana que permite el paseo y la convivencia, la
ciudad se convierte en una mera expresión de tránsitos o circulación. Cuando esto
sucede, el sentimiento natural de «pertenencia ciudadana» y el concepto de «ser
ciudad» pueden correr peligro.
Hay muchas fórmulas urbanísticas intermedias para evitarlo, pero casi todas
adquieren la forma de experimentos, porque carecen de la convicción necesaria, o
son modelos trasplantados que no cuajan. Lo indudable es que la extensión urbana
como se plantea hoy no es sinónimo de calidad de vida, aunque sea el modelo de
planificación habitual escogido.
15 de septiembre de 2005
DEFENSA DE LA CIUDAD COMPACTA
10 de noviembre de 2005
HISTORIA URBANA SALMANTINA
«ALMACENES LA FÁBRICA», Y OTROS DESCUBRIMIENTOS
Muy de cuando en cuando, los periódicos locales reflejan la noticia suelta del
descubrimiento de unas ruinas del pasado, de restos arqueológicos o de cualquier
otro vestigio monumental, acontecimientos interesantes siempre -y de indudable
utilidad- para la reconstrucción de la historia local. Estos hallazgos sorprenden
gratamente a los lectores habituales, dispuestos a recibir la noticia como algo que
les atañe directamente, aunque, por lo general, sean ajenos a la importancia real del
descubrimiento que se narra o al dato que allí se aporta.
Hay otras ocasiones, en cambio, en que las meras anécdotas, noticiables a veces,
adquieren, al amparo de la ignorancia general, categoría de Descubrimiento. Viene
esto a colación porque el sábado 11 de octubre, toda la prensa salmantina, sin
excepción, se hacía eco con todo lujo de detalles, de la aparición del plano original
de un edificio modernista, encontrado por funcionarios del Ayuntamiento y
presentado a los medios de comunicación por el concejal de Urbanismo don Jesús
Encabo.
Datado en 1909, se explicaba que dicho edificio correspondía al lugar que
antaño ocupara «Almacenes La Fábrica», en la esquina de Pozo Amarillo con la
Plaza del Mercado. Creo que es necesario hacer unas correcciones muy concretas a
esta noticia, para evitar confusiones posteriores en descubrimientos semejantes.
En primer lugar, resulta lamentable e imperdonable que el origen y la
documentación existente acerca del patrimonio municipal contemporáneo de
edificios salmantinos singulares sean tan desconocidos por los gestores del
Ayuntamiento, sobre todo cuando están en boga los proyectos de rehabilitación de
edificios notables que comenzaron a instruirse con el desarrollo del Plan Especial
de Rehabilitación y Reforma Interior del Recinto Universitario y zona Histórico-
Artística.
El edificio tuvo dos proyectos; el primero de ellos, diseñado por Cecilio
Domingo, obtuvo la licencia el 17 de marzo de 1909. Del segundo se hizo cargo
Joaquín de Vargas Aguirre (y no "Vargas Saavedra" como se apunta en un
periódico que ha tenido, al menos, y a falta de otras precisiones, la originalidad de
inventar un arquitecto que nunca existió), quien lo adapta sobre el original anterior
y lo firma el 13 de diciembre de 1911.
El plano encontrado y exhibido triunfalmente ante los medios de comunicación no
puede considerarse ni mucho menos como el original, puesto que en estos años -y
apena tener que recordar algo tan elemental- los proyectos primigenios se
depositaban como expedientes en las carpetas de obras dentro del negociado
homónimo del Ayuntamiento. Eran habituales hasta dos copias de un mismo
proyecto y, en algunos casos, tres.
El expediente completo donde figura el proyecto original se puede consultar
por cualquier interesado en el Archivo Histórico Municipal, dentro de la carpeta de
expedientes de obras del año 1911, donde tiene el número 143.Y no es en absoluto
un caso aislado. A lo largo de todo el presente siglo, el Archivo Histórico
Municipal y el Archivo Administrativo, este último sito hoy en La Salle, han
custodiado expedientes como estos, además del resto de la documentación
habitual, gracias a la abnegada labor de sus responsables, nunca suficientemente
reconocida. Allí, en aquellas dependencias tan acogedoras como poco
frecuentadas, es donde se pueden estudiar los asuntos antes de lanzarse a dar
noticias.
Para casos semejantes debería tenerse en cuenta el rigor que aportan los
resultados de la investigación, labor siempre difícil pero satisfactoria por los frutos
que de ella se obtienen, y los hallazgos venturosos y las noticias con mayúsculas dejarían
de ser consideradas como tales sólo con estudiar atentamente nuestro legado
documental.
12 de octubre de 1997
LA MURALLA MEDIEVAL Y EL COLEGIO
MAYOR DEL ARZOBISPO FONSECA
19 de octubre de 1997
LA PLAZA MAYOR, TEATRO DE LA CIUDAD
El martes día once asistí a la presentación del libro La Plaza Mayor de Salamanca,
histórica fotográfica de un espacio público que el profesor Conrad Kent nos ha regalado a
todos los salmantinos En este fino investigador norteamericano, novio de la Plaza
Mayor -como a él le gusta recordar-, hay que alabar en su trabajo el rigor y la
meticulosidad con que ha sido elaborado a lo largo de más de tres años de
investigación sorda pero sistemática, buceando por las profundidades de la
información que atesoran los archivos de Salamanca, de España y de algún otro
país europeo.
Satisface mucho más comprobar que, en el fondo, parece no estar del todo
perdida esa sana costumbre de beber de las fuentes directas, consultar los fondos
disponibles y compartir e intercambiar saberes e informaciones con otros muchos
colegas, y con personas a veces ajenas al mundo universitario. Esto que quizá en
otro momento de nuestra historia resultaría de lo más normal, hoy no lo es tanto.
Y esta manera de ser y producir se nota siempre en los resultados.
Nunca un trabajo de esta índole cuyo criterio de análisis y desarrollo se guía por
los principios antes mencionados resulta malo, fútil o impresentable; podrá ser más
o menos extenso, se podrá discutir sobre si sería necesario añadir más contenidos
para completar la estructura, pero siempre será una obra de consulta obligada y
modélica.
La posibilidad que ofrece el libro de contemplar la Plaza Mayor de Salamanca,
domeñada en los últimos ciento cincuenta años, y testigo mudo del pequeño y gran
teatro cotidiano salmantino, resulta algo muy sugerente. Al margen de la variación
de los hábitos, la modas o la política, la monumental Plaza Mayor de Salamanca ha
soportado estoicamente -quizá porque era condescendiente y se sentía mimada a
las maneras de cada momento-, las estulticias de quienes no podían evitar la
tentación de emplear semejante escenario arquitectónico para sus fines de
escenografía, aunque también es justo reconocer que se ha beneficiado de aciertos
-que de todo hay-.
Pocas plazas mayores de España son tan abiertas como la salmantina, pero
también muy pocas consiguen agrupar en su escenario a la población paisana y
foránea, con la simpleza y rotundidad que ofrece la cadencia medida de la
salmantina.
Muy lejos quedan en el recuerdo las ideas confusas y megalómanas de los
teóricos falangistas de la arquitectura, muchas de las cuales, por fortuna, no
pasaron de meros proyectos.
Según ellos, las plazas mayores debían ser plazas de presentación de espectáculos, y
no monumentos, y en el caso salmantino, el destino inmediato de la Plaza era
desprenderse de todas sus viviendas familiares y de los comercios existentes,
ocupar las dependencias con los servicios provinciales de la Diputación, utilizar
todo el frente del Poniente para las Delegaciones y Oficinas del Estado y destinar
el ala de levante para alojar las dependencias de Falange, con su correspondiente
arengario.
Transcurridos cincuenta y siete años desde el susto ideológico anterior, la Plaza
Mayor salmantina ha resistido todas las batallas del siglo XX y se deja mimar de
nuevo mediante un plan riguroso de conservación. Continúa ofreciendo a cualquier
persona que lo requiera el cobijo de la solana en las gélidas mañanas salmantinas y
el espacio grandioso de su escenario. Sólo pide a cambio la compañía generosa del
resto de los ciudadanos, verdaderos protagonistas del teatro diario y sin los cuales
perdería todo el sentido dinámico que posee y con el que resurge de sus cenizas
cada siglo que ve pasar ante sí.
13 de marzo de 1998
LA PLAZA MAYOR Y EL IDEARIO DEL URBANISMO FALANGISTA
16 de marzo de 1998
PECULIARIDADES SALMANTINAS
1 de junio de 1998
LA REBELDÍA DE UN ARQUITECTO HUMANISTA
5 de julio de 1998
CASAS ADOSADAS, IGLESIAS Y VESTIGIOS DEL PASADO
16 de julio de 1998
REGIONALISMO EN ARQUITECTURA
6 de mayo de 1999
ORÍGENES DE LA GRAN VÍA
26 de agosto de 1999
EL DEPÓSITO DE AGUA
Conversaba hace escasos días con mi buen amigo Antonio González Bellón,
asturiano-salmantino, de vasta formación, cabal y lleno de buenas ideas, sobre las
excelencias que parecían tener los nuevos proyectos de los arquitectos Mariano
Bayón, José Manuel Casabella y Fernández del Castillo, en la calle Vergara, Garrido
y la Cárcel Vieja, destinados a completar las ofertas de edificios culturales para el
2002, y nos producía satisfacción comprobar cómo por fin, se abandonaba la
fuerza centrípeta con que la Plaza Mayor de Salamanca y, en general, el Casco
Histórico, parecen tratar de imprimir a cada nueva proposición de este jaez. Y el
hilo de la conversación derivó, inevitablemente, hacia el caso sonrojante en que se
ha convertido hoy la figura enorme, aislada y fantasmagórica del Depósito
regulador del Paseo de San Antonio.
La historia de esta sobria obra de ingeniería (consideraciones estéticas aparte)
comienza en el año 1908, cuando el prolífico arquitecto municipal Santiago
Madrigal presentaba el Estudio de Traída de Aguas y Alcantarillado General de la ciudad,
que fue aceptado por el Ayuntamiento en diciembre. En la Memoria se describía
un sistema de conducción, mediante depósitos elevados, que permitiría
impulsiones de 5.000 litros de agua al día. Se acompañaba el documento con un
extraordinario dibujo del alzado y sección del Depósito, con una cubeta de 20
metros de diámetro y capacidad, para 40.000 litros. Pasan los años y los acuerdos
con la Sociedad Franco-Española de Aguas y Saneamientos para la mejora integral
de la ciudad reactivan dicho proyecto. Transcurrieron 5 años más de obras y
demoras hasta que los nuevos informes anunciaban que el remate del depósito
estaba próximo, a falta tan sólo de unas piezas. En 1918 se empezó a usar.
Es éste unos de esos hitos urbanos que han acompañado a la ciudad a lo largo
del siglo XX, y no debe ser derribado por varias razones: primero, por su valor
histórico en la ciudad -recuérdese que estamos hablando de un proyecto redactado
y dibujado en 1908- y segundo, porque es una pieza ejemplar de la ingeniería civil
urbana de entonces, de cuya presencia no pueden presumir muchas ciudades en
España; tan sólo es necesario encontrar una funcionalidad acorde con la ciudad
presente y futura, sin miedo a las soluciones, pero con sentido común.
Seguíamos lucubrando mi amigo Antonio y yo que, con las reformas y técnicas
propuestas por la ingeniería y arquitectura actuales (véase la obra de Santiago
Calatrava), no sería descabellado sugerir el aprovechamiento de la estructura y
superficie del Vaso y la capacidad de resistencia calculada para el mismo por el
bosque de pilares que lo soportan, y convertirlo en mirador-restaurante, sala de
exposiciones, centro cultural y cualquier otro destino digno que rescatara del
olvido y enalteciera, como se merece, este Depósito.
2 de diciembre de 1999
FOTOGRAFÍAS HISTÓRICAS
Hace pocos días ojeaba una magnífica publicación del diario “Ideal” de
Granada, preparada para este año, bajo el título de Cien años. Ganivet y la Generación
del 98. Cien años después de Federico García Lorca. En ella ha participado una
comunidad de especialistas muy heterogénea, con ensayos que abarcan casi todos
los campos del saber y que sirven para fijar mejor el contexto histórico, social y
cultural en que se desenvuelve el ensayista granadino Ganivet (1865-1898) como
precursor de la generación del 98, hasta su trágica muerte en Riga, Finlandia. Cada
uno de los ensayos se adorna y delimita con diversos grabados, apuntes, bocetos,
pinturas y, sobre todo, fotografías de la Granada decimonónica, que fascinan por el
nivel de descripción que poseen.
Y uno, inevitablemente, traslada el significado y calidad de la riqueza
documental de las fotografías granadinas del último cuarto del siglo XIX y
principios del XX, que han servido para vestir esta edición inmejorable, al contexto
propio de nuestra ciudad de Salamanca. Aquí son escasas las instantáneas del XIX
y suelen reducirse a panorámicas, por lo general, o a estampas que suceden en la
Plaza Mayor. Se percibe cómo hasta bien entrado el siglo XX -momento en el que
los motivos de reproducción se amplían-, los artistas gráficos de mediados del XIX
trataban de experimentar con las posibilidades de tan moderno invento, repitiendo
perspectivas, bocetos, encuadres, motivos y modelos trasladados del universo
artístico de la pintura, con lo cual se veían mermadas otras posibilidades
documentales -por ejemplo, la reproducción de las formas de vida de la población,
perspectivas de calles alejadas del centro tradicional, obras, construcciones, etc.-.
En este sentido, aquí no llegó, como en otras partes de Europa y América, esa
preocupación de algunos fotógrafos por documentar las duras condiciones sociales
de sus entornos (John Thomson en el Londres de 1870; el danés Jacob August
Riis, en Nueva York, entre 1887-1892) y prefirieron recurrir a escenas de conjunto
con un regusto costumbrista bastante simple. Ignoro cuáles serán las verdaderas
razones por las que existen lagunas documentales de fotografías históricas de
carácter social en Salamanca. Tal vez en casos como éste, la fuerza monumental de
su conjunto actúa como cortapisa a la imaginación selectiva de la retina del
fotógrafo, coincidiendo en parte esta inclinación con algunas descripciones
coetáneas de extranjeros de paso.
Resulta muy extraño que no hubiera curiosidad a finales del ochocientos por
retratar el aduar de miseria y ruinas de la Vaguada de los Caídos, las afueras de la
ciudad, los hitos geográficos..., y más aún el hecho de que tampoco los dibujantes y
pintores sintieran esa necesidad. Convendría investigar otros ámbitos, colecciones
y países, a la manera en que lo hace Conrad Kent, lleno siempre de fuertes
convicciones, para refutar este vacío aparente.
16 de diciembre de 1999
EL BARRIO DE GARRIDO
Desde los primeros estadios de su formación, allá por 1912, este barrio se
convirtió en un espacio de atención preferente para los primeros teóricos del
urbanismo salmantino, simplemente porque estaba situado en el sector de la ciudad
más aconsejable para extender las ideas foráneas que sonaban por entonces sobre
los Ensanches, apenas vislumbradas en la redacción de las primeras Bases para el
concurso de Proyecto de Ensanche, en marzo de 1919 y siguientes, y después
recogidas por las lucubraciones de Víctor D’Ors, en 1939, y de Paz Maroto, como
ingeniero adaptador, en 1943. Sobre Garrido la ciudad creció desde Federico
Anaya hacia el Este, siguiendo los condicionantes de la estructura viaria tradicional
y coetánea, y los impulsos irregulares de trabajo para los peones y jornaleros allí
afincados, con la construcción de los dos Cuarteles, el de Caballería (1928) y el de
Infantería (1926) y otras obras de la ciudad.
La Ley 19-IV-1939 se redactó para el fomento de la construcción estatal de
viviendas sociales mediante Planes Nacionales. Desde entonces, el barrio de
Garrido se convierte en el primer espacio apetecible para poner en práctica tales
actividades constructivas, alternándose con el tiempo la iniciativa de carácter
público del Ministerio de la Vivienda con otras actuaciones de Organismos más
sociales, como la Caja de Ahorros, el sistema de construcción residencial mediante
Cooperativas y, finalmente, la pura y dura iniciativa privada, a partir, sobre todo, de
la última reforma de las Ordenanzas de la construcción en junio de 1962.
Esta simultaneidad de rápidas acciones de construcción sobre un espacio
suficiente, y el hecho de que el mediocre PGOU-1966 no desarrollara ningún Plan
Parcial exclusivo, consolidó para el futuro un barrio muy desequilibrado, de
altísimas densidades y carente de los correspondientes espacios destinados a
equipamientos colectivos, como había determinado la Ley del Suelo. El resultado
no resiste la comparación con las nuevas formas de hacer ciudad en el desarrollo
de la planificación parcial posterior del PGOU-1984. Garrido es ahora un barrio
maduro con achaques.
Según los datos facilitados por el área de Bienestar Social del Ayuntamiento,
Garrido (Norte y Sur) tiene actualmente 25.145 residentes, con una población
infantil hasta los 9 años de 1.648 habitantes, un conjunto de 2.087 vecinos entre 70
y 80 años, y 935 mayores de 80 (171 con más de 90). El 51,2 % de los residentes
(12.881) tienen una titulación inferior al graduado escolar o carecen de estudios. El
Barrio de Garrido, por la estructura socio-demográfica y el amplio espacio que
ocupa, merece la atención prioritaria que ha empezado a tener ahora con nuevos
proyectos funcionales que atraerán la atención del resto de la ciudad evitando la
segregación injusta que ha sufrido. Medidas excepcionales, pero no suficientes.
Que prosigan.
20 de enero de 2000
LA GRAN VÍA SALMANTINA
3 de febrero de 2000
LA IMAGEN DE LA CIUDAD
24 de febrero de 2000
OSARIOS
4 de mayo de 2000
CITAR FUENTES
18 de mayo de 2000.
EL VIAJE DEL AGUA
31 de agosto de 2000
¡QUÉ ES EMBLEMÁTICO?
«Lo más de lo más» en los últimos tiempos es usar este adjetivo, en sentido
figurado, para referirse al valor relativo de algún edificio de nuevo cuño, por su
representación simbólica. Una memez que añadir a la lista interminable de bobadas
que parecen multiplicarse a ritmos inusitados. De nuevo se recurre al eufemismo
simplón y fácil, como garantía de que un hecho y su alegoría lleguen con facilidad y
sin mucha elaboración al ciudadano medio. De edificios emblemáticos están las
ciudades llenas hoy, todas bien clasificadas, todas pugnando entre sí. Y si no lo
están de facto, lo serán en poco tiempo, cuando se culminen proyectos que afloran
por todas partes. Sólo hace falta un mínimo «evento» (otro sustantivo, cursi donde
los haya, y extendido como el aire que respiramos). Las ciudades parecen ser o no
ser, según cuántos edificios diseñados por Moneo o Siza -entre otros muchos-
tengan. Y todos embarcados en esta quimera.
Pero mientras esto sucede sin pausa, elementos que verdaderamente son
«emblemáticos», es decir, cargados de simbolismo e historia para la ciudad, parecen
condenados a desaparecer. El 2 de diciembre de 1999 -hace casi un año-, y bajo el
título explícito y descriptivo de «El depósito de agua», aludía al ejemplo macilento
del mismo (proyecto original de 1908, terminado en 1918). Es un error tomar la
determinación de derribarlo. La controversia se ha centrado en la dicotomía entre
estética y función. La razón de mayor calado para su conservación es aquella que lo
defiende como parte de la historia urbana de Salamanca. El símbolo más notable
de su construcción fue representar en su momento los esfuerzos ímprobos del
consistorio por dotar a la ciudad de un suministro básico de agua, y conseguirlo.
Ahí es nada. A pesar de eso, algún concejal alude explícitamente a que «este
amasijo de hierro y cemento no supone ninguna pérdida en el patrimonio de
Salamanca. Este depósito carece de valor histórico». Y tan a gusto.
Con un adecuado concurso de imaginación en ingeniería y arquitectura de
rehabilitación, esta enseña funcional del higienismo salmantino, injustamente
minusvalorada, pasaría a desempeñar una función social distinta, porque es un
elemento urbano de principios del siglo XX, de primera magnitud. Y la ciudad no
puede ni debe arrasar con referencias que la unen a un pasado, hecho a base de
retazos y contribuciones singulares. Negar esta circunstancia es olvidar también lo
que fuimos. No es un palacio, ni tampoco un teatro, ni mucho menos el rescoldo
de unas ruinas romanas o medievales (algunas de éstas fueron arrasadas ya). Pero
forma parte de nuestra historia. Es innegable. Tener que explicar estas razones
parece algo de perogrullo. Las barrabasadas suelen cometerse así, a base de vedar
por capricho la historia.
23 de noviembre de 2000
SABER INVESTIGAR ARQUITECTURA
1 de febrero de 2001
LA CIUDAD EN EL SIGLO XIX
10 de mayo de 2001.
UN COMERCIANTE EMPRENDEDOR
27 de diciembre de 2001
DOCUMENTACIÓN URBANÍSTICA HISTÓRICA
18 de julio de 2002
MIRAT
1 de agosto de 2002
TREINTA Y DOS AÑOS
19 de septiembre de 2002
NOTAS DE HISTORIA URBANA
14 de noviembre de 2002
FOTOGRAFÍA URBANA HISTÓRICA
8 de mayo de 2003
ARQUITECTURA ARQUEOLÓGICA
15 de mayo de 2003
PLANEAMIENTO URBANO EN SALAMANCA
A PROPÓSITO DEL URBANISMO SALMANTINO
15 de noviembre de 1997
LA REVISIÓN DEL PLAN GENERAL DE SALAMANCA
22 de noviembre de 1997
PLANEAMIENTO MADURO
4 de marzo de 1999
TERRITORIO Y MUNICIPIO
7 de octubre de 1999
FUNCIONES DESCENTRALIZADAS
Uno de los mayores problemas con los que se toparon los urbanistas en el
momento de redactar el PGOU-1984 tenía que ver con la estructura funcional de
la ciudad. Sobre el dibujo del plano salmantino, las funciones urbanas y los
equipamientos en la segunda y tercera orla de crecimiento no mantenían
ordenaciones coherentes y sí más bien una disposición zonal de carácter aleatorio,
fruto de las continuadas y desordenadas apetencias por colmatar los intersticios
libres que todavía quedaban sin ordenar, mediante la construcción de nuevos
edificios, olvidándose de los equipamientos. En dos décadas sucesivas desde 1962,
la ciudad más que crecer se congestionó.
Este hecho fue común al urbanismo acelerado y caprichoso de otras muchas
ciudades, aunque la propia modestia de la capital salmantina forjó como una virtud
sus expectativas anodinas de modernidad y crecimiento, y amortiguó los efectos
perniciosos que esas dos décadas fijaron en los cascos de otras poblaciones como
Valladolid, por citar un ejemplo cercano y más conocido. Todo ello fue producto
de una desviación muy típica en la teoría de los Planes Nacionales de la Vivienda,
porque aun contando con una legislación competente sobre la obligada dotación
de equipamientos colectivos a los nuevos barrios, se hizo caso omiso, y terminaron
por dar preferencia a la construcción masiva de promociones de viviendas.
El desarrollo del PGOU tenía que crear ciudad a partir de un diseño racional
del espacio municipal en sectores de futura programación, además de atender a
estas carencias graves. Quince años después resulta casi inexplicable cómo fue
posible la coordinación de frentes de intervención muy distintos: urbanismo de
nuevo suelo en grandes espacios sujetos a planeamiento parcial, y la ejecución de
59 acciones de urbanismo quirúrgico y sutil, tratando de amortiguar los contactos
disonantes entre algunos espacios urbanos, que actuaban como barreras en el uso
de la ciudad consolidada. Sin embargo, otras inercias históricas son todavía muy
fuertes y caprichosas hoy.
La descentralización de funciones y equipamientos de diversa índole es muy
necesaria en Salamanca. Primero, porque nunca se ha planteado así, hasta el
momento de la revisión fallida de 1995. Pero, también, porque la estructura urbana
de la ciudad agrupa las actividades más importantes buscando siempre la
centralidad espacial histórica, con una fuerza e intensidad dañinas. La morfología
del término municipal permite diversas posibilidades de localizar nuevos hitos
funcionales, y la descongestión del centro urbano es necesaria y urgente porque
hoy está en los límites de su equilibrio. Las tensiones futuras vendrán de los
espacios periféricos, debido a la nueva distribución residencial que dimana de las
promociones inmobiliarias externas, todavía sin estudiar bien. Cambiemos las
perspectivas y atinaremos.
13 de enero de 2000
INTERPRETAR LA CIUDAD
10 de agosto de 2000
CATÁLOGOS Y DESPISTES
15 de marzo de 2001
CATALOGACIONES NUEVAS
22 de marzo de 2001
GEOMETRÍAS PERIFÉRICAS
2 de agosto de 2001
ÁREA METROPOLITANA
4 de abril de 2002
PIES FORZADOS
16 de mayo de 2002
LOS INTERSTICIOS URBANOS
10 de julio de 2003
LA CELERIDAD DEL PROCESO URBANO
19 de febrero de 2004
LA PERIFERIA ES EL PLAN GENERAL
1 de abril de 2004
¿EXISTE UN PROYECTO DE CIUDAD Y TERRITORIO?
22 de julio de 2004
LA CIUDAD QUE SE CONSTRUYE FUERA
17 de febrero de 2005
EL ÚLTIMO PLAN GENERAL
14 de abril de 2005
PLANEAMIENTO MUNICIPAL EN CRISIS
26 de mayo de 2005
EL RÍO TORMES: TERRITORIO NATURAL Y
PAISAJE URBANIZADO
LA VEGA DEL TORMES Y LAS NUEVAS URBANIZACIONES
No es del todo exacto emplear el término «crecida» para hablar del aumento
periódico del caudal del río Tormes, una vez regulado con la presa del embalse de
Santa Teresa. Pero, a pesar de todo, lo cierto es que, a veces, el aforo del cauce,
aguas abajo, crece indudablemente y de ello saben mucho los salmantinos.
Sin necesidad de remontarnos a fechas de San Policarpo, en los últimos
cuarenta años se han registrado crecidas muy significativas: el 19 de febrero de 1960;
el 31de diciembre de 1961; el 16 de noviembre de 1963; el 23 de febrero de 1966;
el 10 de febrero de 1979; el 18 de diciembre de 1989 y, sin ir más lejos, la semana
del 20 de diciembre de 1997. De modo que la frecuencia no es nada desdeñable.
Las características geomorfológicas y geográficas de la cuenca del río Tormes,
dibujan una red de arterias que drenan con facilidad el flujo de agua de lluvia y
deshielo al embalse y, en determinados niveles de arroyada, a la Confederación
Hidrográfica no le cabe otra solución que abrir las compuertas de la presa para
evitar riesgos innecesarios. En estas circunstancias, y debido a la morfología del
terreno, la capacidad de carga del río aumenta notablemente y ocupa, con apremio,
el lecho de inundación inmediato al cauce, que en el caso del Tormes y desde el
sector más próximo de Matacán, se extiende, en algunos momentos, varios
centenares de metros tierras adentro, por la margen izquierda.
En la estacionalidad de lluvias habitual de Salamanca -no ya en estas
inundaciones excepcionales que comentamos- es algo que puede comprobarse
inmediatamente haciendo una cata del terreno para medir la profundidad a la que
se encuentra el nivel freático del río, o lo que es lo mismo, hasta dónde llega su
capacidad de inundación subterránea que, por cierto, es muy importante porque se
encuentra bastante próxima a la superficie. Conociendo estas premisas las crecidas
no parecen algo de tono menor y sí, en cambio, hechos irrefutables que deberían
servir de advertencia a la población.
A pesar de que los sucesos enumerados hasta aquí son evidentes, no parece que
lo sean tanto para otros, a juzgar por los proyectos que se nos vienen encima.
Desde que hace pocos años la urbanización «Las Dunas», situada en la margen
derecha del río, próxima a Cabrerizos, se convirtiera trágicamente para los
residentes en «Las Lagunas», por la voluntad del río, daba la impresión de que los
responsables de idear estas Ciudades-Jardín periféricas quedarían escarmentados
para siempre sobre el riesgo latente de inundación que soportan las vegas de
colmatación formadas por los cauces. Pero ni mucho menos ha sido así.
Cambiando de Término municipal y de margen del río, en Santa Marta se
prepara un gigantesco proyecto de urbanización del que, al parecer, se ha vendido
hasta la fecha la primera fase. Para quienes no lo sepan conviene recordar cómo ya
en 1957 la extinta Comisaría Superior de Urbanismo -basada en el Decreto 26 de
octubre de 1956- concibió algo similar que denominó Polígono I por ser un primer
esbozo, destinado a recrear sobre el mismo paraje y con iguales intenciones,
aunque de dimensión menor, un paraíso de Ciudad-Jardín. Pero volviendo a lo que
ocurre hoy, cuarenta años después, si se observa con detenimiento la maqueta del
proyecto, a la vista de cualquier vecino en una céntrica calle de la ciudad,
sorprenden las proporciones, la distribución y, en general, el diseño de este nuevo
idílico refugio ensoñador. Y qué decir de su situación. Es para preocupar.
En la Memoria del Avance 1994 para la Revisión del Plan General de
Salamanca, que por distintas vicisitudes quedó sin efecto, se decía con un juicio
preclaro: «Durante los últimos veinte años se ha mantenido en litigio la
construcción de un desarrollo residencial en esta zona, como consecuencia del
potencial de desarrollo del corredor de la carretera de Madrid y el núcleo urbano de
Santa Marta, el más dinámico de la comarca; pero ¿se trata de un suelo adecuado?
Tradicionalmente la vivienda en ciudades como Salamanca o Zamora rehuye las
localizaciones en cotas bajas próximas al río por el microclima adverso (humedad,
nieblas), así como por las condiciones de cimentación desfavorables, y tiende a
situarse en laderas o plataformas más elevadas. Los meandros del río y las vegas
que éstos han formado, son por otra parte terrenos de alto valor agrícola, ecológico
y paisajista, a proteger y preservar del desarrollo urbano en general y tanto más
cuanto ocupan posiciones interiores al perímetro metropolitano».
27 de noviembre de 1998
ECOLOGISMO URBANO
14 de enero de 1999
VERTIDOS RESIDUALES
19 de agosto de 1999
CORREDOR VERDE
El sábado 24 de junio la prensa recogía la idea del corredor verde junto al río
Tormes, propugnado por el grupo político del PSOE. Hasta aquí diré -no cabe
otra afirmación desde el punto de vista científico de la ordenación del territorio-
que semejante necesidad para Salamanca ya comenzó a advertirse en los
documentos previos de reflexión que en torno a junio de 1979 comenzaron a
plantearse los arquitectos del gabinete madrileño encargado de la redacción del
Plan de Ordenación para Salamanca, en principio con carácter comarcal,
precisamente por la realidad ambiental incontrovertible de primera magnitud que
notaron y a la que me referiré después.
Antes se debe introducir alguna corrección espacial que en el titular resultaba
escandalosamente chocante. El corredor verde aludido no tiene 80 Km. de
longitud, lo que es una barbaridad geográfica; y mucho menos si el proyecto tan
solo llega hasta el término municipal de Calvarrasa de Abajo. Tomando como
herramienta de medición la magnífica del Mapa Digital de España en su última
versión (vector-raster), editada por el Ministerio de Defensa para el Ejército de
Tierra, adelantamos que lo correcto sería analizar este espacio de regadío en la vega
relicta de inundación del río Tormes, hasta Villagonzalo de Tormes. Esta amplia
área de 92,185 km2, ocupada por el corredor tendría 18,350 Km., tomando como
eje longitudinal el formado por Salamanca-Babilafuente-Villagonzalo, y 30,730
Km., siguiendo como referencia el centro del cauce del río Tormes. De modo que,
como se puede comprobar -y son mediciones hechas con un 3% de exceso-, los 80
Km. se nos han quedado en bastantes menos, la verdad. Seamos precisos.
Pues bien, hecha la salvedad, es indudable que Salamanca puede considerarse
afortunada de conservar -uno no sabe si tal afirmación beneficiará ahora o
perjudicará más tarde a los afectados- tal espacio natural que antaño sorprendió a
aquellos técnicos urbanistas por la calidad de las riberas, el porte de sus manchas
arbóreas y la armónica conjugación entre la exigente explotación de regadío y el
discurrir vermiforme y caprichoso del caudaloso río Tormes. Antes, los estadios de
la conservación ambiental estaban perfectamente organizados en la tradición de los
aprovechamientos rurales, porque convivían con los ritmos ancestrales de la
agricultura específica. Hoy, sin embargo, la custodia medioambiental es algo
artificial y artificioso, un coto variado y disperso de reivindicaciones de toda índole
que tratan de poner freno a los desvaríos espaciales de la comunidad humana y su
afán colonial de ocupar y extenderse. Se debería proponer ante la Junta de Castilla
y León que la vega del Río Tormes fuera declarada Espacio Natural Protegido,
siguiendo algunos de los principios recogidos en la Ley de Espacios Naturales de
Castilla y León (Ley 8/91, de 10 de mayo), o terminaremos perdiéndola pronto.
29 de junio de 2000
ROMPIENDO BARRERAS
En esta década que termina, Salamanca comienza a perfilar una relación nueva
con el territorio que la circunda. Corresponde este hecho -hoy una realidad
irrefutable- con la madurez de un proceso urbano diseñado originariamente hace
21 años, al que se han agregado otros condicionantes.
La expansión de la ciudad no fue difícil de suponer, pero sí otros factores
asociados cuya intensidad y características son siempre caballo de batalla de
cualquier gabinete de planificación. Por ejemplo, el descenso acusado hasta el
presente de la natalidad ha obligado desde hace diez años a diseñar las previsiones
de crecimiento y dotación de viviendas y equipamientos, con hipótesis bien
distintas, en ocasiones con planteamientos extremos, por exceso y por defecto. Sin
embargo, el propósito de la mejor planificación no radica en acertar con plantillas,
números, personas y áreas de distribución; la planificación más adecuada es aquella
que perfila una base de acción para el desarrollo posterior, con la suficiente calidad,
precisión científica y racionalidad como para compensar, con acierto, sin defectos
groseros, cualquiera de las desviaciones del modelo sociológico y económico
imperantes. Los cambios sociales se producen con suma rapidez; no se pueden
predecir, aunque sí se sabe que existen por pura comprobación de acuerdo con la
teoría urbanística contemporánea. El cambio básico de Salamanca fue anticipado
hace dos años, y consiste en la redistribución territorial de población y servicios
(nunca en su pérdida), no solo desde la ciudad a su entorno sino también desde los
municipios satélite expectantes hacia la capital, que en parte les otorga hoy lo que
son.
La ciudad ha dejado de ser un ente administrativo simple para transformarse en
una realidad socioeconómica de intercambios, más amplia, a pesar de su escala
general de tono menor. No es una comarca ni tampoco un área metropolitana (ya
nos gustaría). Es un espacio de perfiles difusos pero muy real cuando se estudian
determinados parámetros básicos. Lo que dificulta su comprensión es la
indeterminación general del territorio generado por la capital, propia de ciudades
que sufren la transición de un modelo compacto a otro heterogéneo. El proceso de
maduración hacia una entidad de conjuntos mal avenidos que supera los 200.000
habitantes se ha topado en sus límites con el fruto del modelo de planificación y
estructura escogidos por los núcleos rurales que circundan las ciudades medias.
El desliz más apreciable de las previsiones surgió cuando no se estudiaron
adecuadamente los efectos de aplicar sobre un territorio poco invadido las
tipologías al uso que hoy imperan en las nuevas áreas residenciales, con un
consumo del espacio insólito, innecesario, que afecta a la funcionalidad del
territorio. Un buen ejemplo del poder omnímodo de la televisión americana y su
facultad para difundir modas.
14 de septiembre de 2000
OCUPAR EL TERRITORIO
28 de septiembre de 2000
VEGAS NEUTRALIZADAS
Un análisis detenido de la vega del río Tormes a su paso por las áreas próximas
a la capital causa cierto desasosiego. La cartografía digital actualizada, a escala
1:10.000, es un instrumento muy útil porque compone con suma precisión el
modelo territorial que está transformando la llanura de inundación relicta. En
apenas 25 años el espacio ambiental del río está sufriendo una transformación que
fue intuida y denunciada por aquel entonces, cuando la programación del
urbanismo trataba de integrar paisaje y ciudad. Pero sirvió de poco.
Al español de los años sesenta del pretérito siglo XX parecía acompañarle una
atávica tendencia a construir segundas residencias en los perímetros próximos de
las poblaciones maduras, como si se tratara de cualquier otra afición. Y sobre suelo
rústico, que tenía más enjundia. Lo que empezaron siendo cuatro casos aislados,
terminaron convirtiéndose, por simpatía musical o mimetismo biológico, en una
interminable ocupación, ora en agrupación ora en diseminado. Las residencias de
fin de semana ahora son de primera ocupación. Y los bohemios han dejado paso a
los propios ayuntamientos recalificando suelo. Unos y otros -y como sea- ciñen y
reducen progresivamente el perímetro de protección natural del explotado Tormes,
hoy hasta casi el límite del cauce.
Todo esto no es bueno para el futuro. El río, desde el Azud de Villagonzalo -
27,5 Km. aguas arriba siguiendo el cauce-, posee un ecosistema de riberas muy
homogéneo que se enriquece incluso más hacia el oeste, cuando discurre por los
términos municipales de Doñinos, Villamayor, Carrascal de Barregas, Florida de
Liébana, Valverdón, Pino de Tormes y Almenara de Tormes -en total 19 Km.
desde Santibáñez del Río hasta Almenara-. Algo que debería servir como valor
intrínseco y no sólo para presumir con la lista de los recursos naturales que
poseemos en este espacio tan humanizado.
El Tormes es una unidad de paisaje de primer orden en su circulación
provincial por este sector, con trazas de asfixiarse, aunque es cierto que, dada la
atonía general de Salamanca en el último quinquenio, el riesgo tiene la previsión de
ralentizarse. A pesar de que la provincia, como otras en la Comunidad, está
abocada a un «no sabemos muy bien qué», con vacíos en la estructura de la
población difíciles de recuperar en una generación, los apetitos por acercarse a los
espacios naturales, para transformarlos en áreas residenciales, son inevitables
mientras no operen las Directrices de Ordenación del Territorio.
Vender la calidad ambiental por los promotores tiene su gracia, porque la
provincia no ha perdido un ápice de esa privilegiada cualidad que pretenden
enseñarnos. Vivir en los núcleos urbanos de Salamanca no es agobiante o insano,
aunque quieran convencernos de lo contrario. ¡Qué absurdo! La extraordinaria y
ancestral vega pende de un hilo cada vez más fino.
29 de marzo de 2001
EL RÍO OLVIDADO
Pasear por las orillas del río Tormes es un suplicio en estos días de intenso
calor. La mezcla de las altas temperaturas con los efluvios procedentes de la
evaporación de unas aguas saturadas de materia orgánica en descomposición,
hacen de esta sana distracción algo bien distinto. El hedor es insoportable. Parece
sorprendente que no se hubiera abordado antes la necesidad de una intervención
integral sobre el río Tormes.
Después de sufrir durante décadas los vertidos y transformaciones varias que
siempre afectan a los espacios naturales que se someten a la explotación de regadío;
después del abuso indiscriminado de empresas, ayuntamientos y particulares
vertiendo en allí todo tipo de sustancias, el paso del río por la capital da pena (con
el glorioso barco incluido). Las intervenciones llevadas a cabo hasta la fecha
insisten en un modelo de arreglo de carácter urbano-ambiental, y por ello son
incompletas.
Un río, aunque sea considerado urbano en este tramo capitalino, es un
ecosistema dinámico y complejo, con especies adaptadas a este particular biotopo.
Es el soporte natural de una rica biocenosis. De nada sirve esmerarse en el diseño
de algún sector arribeño para facilitar el paseo, si no se ejecuta lo que
verdaderamente importa, que es una operación de mayor envergadura
medioambiental, capaz de sobrepasar la competencia municipal.
Un proyecto de conservación que incluyera el saneamiento integral, con la
reposición y cuidado de la vegetación ripícola, tan importante por lo que suponen
estas manchas de bosques-galería en las márgenes de cualquier río; el tratamiento
de los sectores más delicados con escolleras naturales («menos cemento y más
talento», como se suele decir entre los ingenieros de caminos); el drenaje de los
bancales de arenas móviles que estrangulan el curso (aunque ya sé que mi buen
amigo D. Ambrosio de Prada me recordaría la capacidad anual que tiene el caudal
del Tormes para modificar el cauce, a pesar de la regulación aguas arriba, o
precisamente por ello); y la limpieza de las orillas, llenas de basuras de diversa
procedencia.
Una propuesta así es costosa, pero no imposible. Es indudable que la imagen de
la ciudad ganaría mucho más así. Sería un proyecto de calado europeo e interés
medioambiental prioritario, con proyección de futuro, y responsabilidad
compartida en la gestión. Mientras tanto, que no se bañe nadie en el río, por
favor...
20 de junio de 2002
EL PAISAJE COMO PRETEXTO
27 de junio de 2002
EL PAISAJE PERDIDO
6 de marzo de 2003
ECOLOGÍA URBANA
1 de mayo de 2003
LOS ESCARPES DEL TORMES
El avance social existe cuando una comunidad conoce, valora y defiende los
parajes y espacios naturales que han venido siendo testimonios culturales de la
historia construida por todos. Por fortuna, las leyes amparan y casi alientan a que
todos, como comunidad, podamos hacer uso de nuestros derechos y nos sintamos
defendidos por ellas en la defensa de dichos objetivos.
Es el caso de la Asociación de Vecinos del municipio de Cabrerizos, que, con
ahínco, ha solicitado la declaración de Bien de Interés Cultural, con la categoría de
«Sitio Histórico», para el hito geográfico de los «Escarpes del Tormes» (entre los
que está el conocido paraje de «La Flecha»), denominado así en el expediente de
solicitud de declaración incoado, que he podido leer (la Memoria, los Informes
técnicos y la Documentación gráfica adjunta).
El objetivo es claro: que la Ley 12/2002 de 11 de julio, de Patrimonio Cultural
de Castilla y León, sirva para reconocer, amparar y preservar un espacio singular en
el que concurren valores geográficos, medioambientales, históricos y culturales,
hoy amenazado por un estiramiento territorial de la actividad urbana, mal
entendida y sin planificación de conjunto, que afecta a la periferia capitalina y cuya
huella constructiva de carácter residencial, anodina, artificial e invasiva, está
destrozando sin remisión la memoria del paisaje cultural asociado a la ribera
tormesina y su rica vega de aluvión.
Este hecho, ejemplo preclaro de transformación territorial, es consecuencia del
retraso incomprensible en la gestión y aplicación de unas Directrices de
Ordenación sobre los espacios naturales bajo la influencia de Salamanca. Cuando
lleguen estas normas, todo será ya un conjunto de hechos consumados.
Mientras tanto, parece una idea extraordinaria defender el enclave de Los
Escarpes. Su interés queda claro en los informes técnicos, desde puntos de vista en
apariencia dispares como los de la Geología, la Paleontología, la Geografía, la
Botánica y la Biología, la Arqueología, la Historia medieval y renacentista, la
Literatura -y su impronta allí, desde la segunda mitad del siglo XVI hasta 1953-, o
la Etnografía. Se echa en falta una mención explícita del circuito motero de «Las
Caenes», como actividad que debe prohibirse, en la relación de usos propuestos. Es
un espléndido informe y una mejor idea. Enhorabuena y suerte.
26 de junio de 2003
LA ORDENACIÓN MEDIOAMBIENTAL DEL TORMES
31 de julio de 2003
EL PAISAJE AGONIZA
2 de octubre de 2003
TERRITORIO DESORGANIZADO
Al mismo tiempo que comienzan los trámites de aprobación del nuevo Plan
General de Ordenación Urbana del municipio de Salamanca, se refuerza la
sensación territorial de desorden absoluto en las periferias, fuera de él.
Los ayuntamientos colindantes a la capital iniciaron, desde 1995 como media -
aunque algunos los hicieron en 1988-, una desaforada carrera contra el tiempo para
tratar de ser más y mejores, a base de promover una ingente cantidad de hectáreas
como suelo residencial. Incluso existen municipios que se encuentran en trámites
de redacción de Planes Generales, abandonando las antiguas Normas Subsidiarias
de Planeamiento. Se tiende a explotar al máximo la ocupación residencial
permitida. La situación formada es un auténtico disparate desde el punto de vista
de la planificación urbana supramunicipal -idea que es una mera abstracción, por
ser inexistente en la práctica-.
Es anacrónico interpretar el planeamiento urbano con carácter municipalista,
puesto que las relaciones urbanas dentro de los territorios de influencia inmediata
(y este parámetro se mide hoy no por la distancia, sino por el tiempo de
desplazamiento) marcan constantes flujos e influencias, algunas imprevisibles. Las
programaciones de suelo para equipamiento residencial, industrial, comercial o de
servicios, por ejemplo, desordenadas del contexto extramunicipal, plantean, a corto
y medio plazo, graves inconvenientes de integración-segregación, saturaciones de
tráfico, y una gestión cada vez más onerosa de los ayuntamientos capitalinos que
sufren algo semejante. Estos fenómenos territoriales son harto conocidos desde las
investigaciones mundiales del profesor Kingsley Davis (Berkeley, California), para
determinar los criterios y definición de las Zonas y Áreas Metropolitanas del
mundo.
En el ámbito territorial que nos ocupa, existe, además, un accidente natural
único por sus dimensiones en la provincia: la cuenca del Río Tormes. Este espacio,
que vertebra la comarca urbana de Salamanca, se ve sometido a presiones
implacables que van reduciendo su valor.
Como hace décadas que se carece de una idea global y científica del territorio en
torno a la capital de Salamanca -quizá no se quiere-, el planeamiento urbano peor
es aquel que se ejecuta de forma caprichosa e improvisando, sin un mínimo
esfuerzo de análisis territorial multidisciplinar; sin medir las consecuencias que
podemos ya observar y lamentar.
6 de enero de 2005
PASEOS POR EL TORMES URBANO
Con el tiempo estival de julio, he dedicado algunas tardes sueltas a darme varios
paseos por ambas orillas del Tormes, en itinerarios aproximados de 10 Km. Han
sido sesiones urbano-pedestres de 3-4 horas, tiempo y ritmo más que suficientes
como para ir comprobando las particularidades, aciertos, defectos y deterioros de
los nuevos espacios públicos que la ciudad ha ganado.
Esta cuestión del urbanismo de los itinerarios y lugares para el ocio y
esparcimiento, por ejemplo a lo largo de las márgenes de un río urbano (todavía
natural), es de sumo interés. ¿El nivel de un municipio se mide por disponer de
estas propuestas? Es posible. Pero también por cómo se mantienen con el tiempo.
Porque los proyectos de espacios públicos de todo tipo (parques, jardines, paseos
peatonales y de carril-bici, áreas recreativas), tienen diferente longevidad o
supervivencia según en qué ciudades los implantemos.
Hace años aludí a un curioso libro con un soporte fotográfico impresionante,
donde se hacía un análisis exhaustivo de los defectos de diseño y cuidado de los
espacios semejantes en ciudades españolas. Hoy, esa caducidad súbita se constata
en Salamanca. Este envejecimiento puede deberse bien al vandalismo, bien a un
diseño inadecuado con las condiciones climáticas de este ámbito, o acaso a una
falta absoluta de mantenimiento. La combinación de los tres factores acelera el
proceso de deterioro de forma vertiginosa.
El índice de vandalismo urbano en Salamanca es de los más altos de España,
con presupuestos dedicados al arreglo del patrimonio destruido que triplican el
consignado por San Sebastián, La Coruña o Valladolid, ciudades sustancialmente
más grandes. Pero también la falta de mantenimiento se advierte con suma
facilidad en estos espacios cuya impronta de «naturalismo» debería obligar a un
cuidado especial y continuo.
Los paseos por la nueva margen derecha, que se acercan hasta la antigua toma
de agua para la ciudad, muestran, para los siempre escasos usuarios con quienes me
crucé, papeleras quemadas, fuentes casi desmontadas y sin agua, setos secos,
árboles muertos o tronchados, aguas estancadas, tapices vegetales desaparecidos,
lucernarios arrancados, tapas de registro robadas, pavimentos invadidos o
levantados por la vegetación, zahorras que saturan los aliviaderos para la
evacuación de pluviales, etc. El Parque de la Aldehuela, que conozco desde su
inauguración, es el no va más del deterioro, por dejadez y destrucción.
21 de julio de 2005
DEMOGRAFÍA
LA CIUDAD DE LOS MAYORES
10 de junio de 1999
ANALFABETISMO CAPITALINO
Según los datos facilitados por la UNICEF en su informe «El estado de los
niños del mundo en 1999», casi mil millones de personas -para ser exactos, 855-
entrarán en el siglo XXI siendo analfabetos. La tasa de analfabetismo reconocida
por la UNESCO para todo el mundo fue del 30,5 % en 1980 y de 22,6 % en 1995,
considerablemente más bajas que las tasas medidas para la población adulta nacida
antes de 1926, de cerca del 75 %. Para los grupos engendrados alrededor de 1948
supuso una apreciable disminución -hasta un 52 %-, y ésta continuó menguando en
la generación de los años 70, hasta el 20 %. Las cifras muestran un notable
progreso en los índices de escolarización, pero no parece ser suficiente a la vista del
informe.
En la capital salmantina, símbolo de la cultura y las relaciones internacionales
que han fomentado el saber por doquier, hay analfabetos; 724, para ser más
exactos, según el Padrón de 15 de junio de 1998. No parecen muchos -un 0,44 %
del total de la ciudad-, pero lo son con todo lo que esta limitación social significa.
De ellos, hay 74 entre 10-19 años, 345 entre 20-64, y 305 entre 65-90. Su
distribución por barrios tiende a ser homogénea, con medias de 8-10, aunque hay
excepciones. La mayor cantidad -84- se concentra en el barrio de San José, seguido
de Garrido Norte -69-, Pizarrales -68-, el barrio de San Bernardo -37-, el barrio
Blanco -35-, el barrio Vidal -34-, el Rollo -31-, el Carmen -29-, Garrido Sur -27- o
La Prosperidad -23-, por citar los más numerosos. Todos quedarían encuadrados
en la casilla estadística «No sabe leer ni escribir».
Un segundo escalón de los grados que acotan el nivel cultural de los ciudadanos
capitalinos se refiere a aquellos con «Titulación inferior a Graduado Escolar o sin
estudios», y aquí la cuestión es peliaguda porque muchos de los inscritos dentro de
este grupo (no todos, es obvia la ambigüedad de la casilla) podrían encuadrarse en
lo que los expertos califican como analfabetismo funcional, con una limitación menos
severa que el analfabeto integral, pero con notables dificultades de asimilación y
formación de criterios personales, y de comprensión de los modelos sociales
complejos, propios de hoy, con saturaciones continuadas y cambiantes de
información, en iconografías y textos que obligan a una lectura e interpretación
reposadas.
Bajo ese encuadre de Titulación inferior a Graduado Escolar o sin estudios hay en
Salamanca 71.094 habitantes (el 44,18 % de la ciudad). Dejando al margen las
primeras cohortes de edad hasta los 14 años, 33.475 corresponden al amplio grupo
entre 15-64 años (un 47 % del total), 16.679 entre 65-79 (un 23,4 %) y 5.656, de 80
años en adelante. Son todas cifras que deben obligar a una reflexión profunda y a
ser posible también inmediata. El tiempo que se puede perder en lamentaciones es
mejor invertirlo en escolarizar y formar.
10 de febrero de 2000
CRECER O NO CRECER...
24 de mayo de 2001
ATRAER POBLACIÓN
30 de agosto de 2001
ANCIANIDAD
20 de enero de 2002
ENVEJECIMIENTO
11 de abril de 2002
NEGOCIOS CON LOS MAYORES
En la jerga ramplona y actual de eufemismos que nos invade por doquier, las
nuevas expectativas de trabajo reciben el nombre de “nichos de empleo”. Nadie
podrá negarme la desafortunada necrofilia de tal circunloquio. Es tétrica.
Sin embargo, si la aplicamos a las nuevas salidas laborales que podrían surgir
alrededor del numeroso mundo de las personas provectas, el eufemismo hasta
tiene su parte de humor negro: nichos de empleo para atender las demandas de los
mayores. Perdón por el chiste. Debemos aceptar la inevitable estructura
demográfica de una sociedad que camina por un proceso continuado de
envejecimiento.
Tomando como referencia las estimaciones oficiales del INE para julio de 2002,
España tendrá entonces 40.546.600 habitantes. De ellos, el 27,29 % (11.067.000)
son de edades comprendidas entre los 55 y los +85 años, y el 19,70 % (7.988.600)
entre los 55 y 75 años. Los espacios urbanos, que se supone que son aquellos
donde se alcanzan las mejores condiciones de vida y bienestar, deberán atender las
nuevas demandas que aparecen ligadas a este grupo tan importante de población.
Porque, al prolongar la edad de la vejez con unas condiciones físicas y mentales
cada vez mejores, se tiende a demandar todo tipo de actividades que sirvan de
formación y entretenimiento, de distracción y ocupación del tiempo libre.
Los sectores más envejecidos de la sociedad exigen al resto nuevas atenciones,
muchas impensables hace cuarenta años, y casi todas parejas a otras de países con
una contrastada experiencia en la atención social de los jubilados. Con un
panorama como el que se cierne sobre nuestra sociedad, el mundo de las personas
mayores y sus necesidades puede transformarse en un pingüe negocio. Lo
empiezan a ser las residencias de ancianos -sólo las que ofrecen todas las garantías,
por supuesto-, pero también los servicios sociales y asistenciales que prolongan la
madurez de estas personas, con eficacia y muchas garantías de calidad.
No hace tanto que requieren servicios y atenciones antes impensables:
formación universitaria; organización de viajes culturales; paseos guiados por las
ciudades; gimnasia de mantenimiento; intercambio con asociaciones de otros
ámbitos; organización de foros, encuentros y conferencias; actividades de creación
artística; atención doméstica para diversas labores diarias...
18 de abril de 2002
¿RAZONES DE EDAD?
2 de mayo de 2002
IMAGINANDO UN MUNDO DE MAYORES
9 de mayo de 2002
OBVIEDADES DEMOGRÁFICAS
El pasado domingo este diario se hacía eco del alto índice de vejez provincial,
según los datos procedentes del estudio Envejecimiento y mundo rural en Castilla y León,
publicado por la «Fundación Encuentro», quien ha cumplido diecisiete años de
fructífera existencia en el campo de la investigación social española. Sus nueve
«Informes España», realizados anualmente desde 1993, también son instrumentos
de información y reflexión notables.
El estudio aludido, ha estado coordinado por Agustín Blanco (editor), con la
colaboración de Pedro Caballero, Fernando Franco, Alfredo Hernández, Fernando
Manero y César Vega. Aborda el envejecimiento de nuestra Comunidad; las
estructuras demográficas y sociales del envejecimiento; los servicios de ocio y
cultura en el medio rural, y un capítulo final de valoración y propuestas.
Lo que más llama la atención es que por fin se han decidido los informadores y,
sobre todo, los gestores políticos, a presentar, cada vez con menos miedos, la
cruda realidad de Castilla y León: un panorama social y económico desolador desde
el punto de vista demográfico, para el que la ordenación territorial poco puede
aportar si no es, sugiriendo nuevos fondos económicos que palien lo que va a
costar mantener servicios y prestaciones en según qué espacios de la Comunidad.
Pero este no es un problema nuevo.
Desde hace una década, en los ámbitos de la investigación social (Economía,
Geografía, Sociología, etc.), ya se conocían dichas tendencias. Me sorprende que se
considere todavía noticia. La proyección demográfica es tan veraz que o implantan
ya medidas eficaces (es decir, dinero, que no hay), o no tendremos ningún derecho
a escandalizarnos porque esos más de trescientos mil puestos de trabajo que se
precisan para conseguir un mínimo equilibrio entre cotizaciones a la Seguridad
Social y Pensiones, se cubran por inmigrantes de distinta cualificación, para evitar
así la quiebra del sistema. Y gracias.
En el informe, es divertido comprobar cómo se sigue incurriendo en errores
cuando se consultan fuentes pero no realidades. El caso del municipio salmantino
de Miranda de Azán es clarísimo, en este sentido. Sus índices de vejez y
sobreenvejecimiento -los primeros provinciales-, en esa desproporción que se
indicaba en las gráficas, son debidos a la presencia allí de la residencia para mayores
«Arapiles». En ocasiones, el dato por sí mismo puede exagerar o disfrazar la
realidad.
11 de julio de 2002
RECUENTOS
23 de enero de 2003
LA EMIGRACIÓN CASTELLANA
14 de agosto de 2003
DEMOGRAFÍA EN CASTILLA Y LEÓN
21 de agosto de 2003
LOS MAYORES EN CASTILLA Y LEÓN
28 de agosto de 2003
DESPOBLACIÓN
18 de diciembre de 2003
TRÁFICO Y MOVILIDAD URBANA
EL PUENTE DE LA SERNA
10 de febrero de 1999
HABITANTES, AUTOMÓVILES Y CIUDAD
11 de febrero de 1999
TRÁFICO ADVERSUS CIUDAD
25 de febrero de 1999
REGULAR APARCAMIENTOS
18 de marzo de 1999
PLANES INTEGRALES DE ACCESIBILIDAD
3 de junio de 1999
IGUALDAD DE DERECHOS
25 de mayo de 2000
LA CIUDAD ACCESIBLE
26 de julio de 2001
APARCAMIENTOS
13 de noviembre de 2003
UN TREN URBANO PARA LA CIUDAD
Estas líneas que hoy dedico al ferrocarril en la ciudad tienen un claro sentido
provocador: auspiciar el debate e intercambio de opiniones ciudadanas en el
horizonte de aprobación del nuevo «Plan General de Ordenación Urbana del
Municipio de Salamanca, Revisión-Adaptación 2004». La ciudad parece dormida
ante la trascendencia de dicho documento. Debería involucrarse a fondo para
conocerlo. Cuando se abra el periodo de información pública, veremos cuántos y
con qué fundados o improvisados argumentos opinarán sobre el nuevo Plan o sus
posibles mejoras, mediante las pertinentes alegaciones. Es el momento de
proponer esto segundo. Después no valdrán lamentaciones.
Mi sugerencia ahora trata del concepto de «tren urbano». Durante los últimos
años he leído mucho y oído algo menos respecto de la huella urbana del ferrocarril
en Salamanca. Entre otras cosas, que éste actuó siempre como una barrera al
desarrollo de la ciudad. No estoy en absoluto de acuerdo. Cuando existió el tramo
de la actual Avenida de Portugal, la extensión de los barrios superó sin problemas
la línea, formando una mixtura de funciones. A pesar de ello, con el tiempo
terminó por desmontarse y se aprovechó su trazado para plantear una avenida que
oxigenaba la conexión transversal de la ciudad por el Norte. En el resto de la
capital, el ferrocarril nunca supuso el efecto de muro que existe hoy en otras
ciudades que heredaron ese sistema vital de transporte.
Ahora, con un horizonte de planeamiento donde se desplaza al Este la nueva
estación para un Tren de Velocidad Alta, se intuye que se producirá la conversión
de la playa de vías, andenes, dársenas y talleres del emplazamiento actual en otro
tipo de espacio. Es el momento de pedir un estudio complementario de «tren
urbano» que, reduciendo el impacto actual de la infraestructura al mínimo, y
concediendo también la recuperación de espacios para otras dotaciones apropiadas,
sirva para prestar a la ciudad y los municipios colindantes del Sur -pienso en Santa
Marta y Carbajosa- un nuevo servicio de conexión regular con el centro -el
apeadero de la Alamedilla lo es-. Que acerque, por otro medio de transporte, el
transtormes a la ciudad central.
El «nudo-problema comercial» del acceso Sur, ya en Santa Marta, es producto
de una inapropiada zonificación de funciones urbanas, y no va a resolverse con el
nuevo puente de La Serna. A más accesos al consumo, más flujos. La alternativa
del tren debería debatirse.
20 de enero de 2005
¡TRANSPORTE CON TRENES DE CERCANÍAS, YA!
27 de octubre de 2005
VIVIENDA
EUROS, DINERO NEGRO Y CONSTRUCCIÓN
Desde hace poco más de diez años visito Cáceres con cierta asiduidad. Es una
ciudad con un patrimonio monumental de excepción. La influencia de la joven
Universidad la va dotando de ese perfil tan peculiar que distingue a las poblaciones
con estudiantes universitarios de aquellas otras que no tienen esa pequeña fortuna
económica y social. Cáceres ha cambiado ciento ochenta grados, como también lo
han hecho el resto de los pueblos de su provincia y la limítrofe de Badajoz; se nota
claramente que allí no han tenido que soportar los vaivenes de la política de
nuestra Comunidad y hay coherencia en las líneas generales de actuación, dentro de
ese batiburrillo técnico de las infraestructuras. Con poco más de ochenta y un mil
habitantes, sólo le falta el río para ser una capital perfecta donde vivir.
Cuando se trata de construir, el municipio de Cáceres, con sus mil setecientos
sesenta y ocho kilómetros cuadrados, da para mucho -un océano si lo comparamos
con la isla del salmantino, de casi treinta y nueve kilómetros cuadrados-. En dos
años el incremento de la construcción se ha hecho notar de forma abrumadora y la
ciudad presenta un aspecto similar al que tendría otra con el triple de población.
Naturalmente que ahora, con la Ley del Suelo, todo el proceso se cuida mucho
más, y el efecto visual de los nuevos polígonos extendidos, según las necesidades
de equipamiento y densidad, es mucho mayor que hace cuarenta años. Sin
embargo, el número de viviendas construidas no es proporcional a las necesidades
generadas por el incremento de la población desde la década anterior.
Este fenómeno, que vamos a poder corroborar desde aquí hasta el momento de
cambiar de pesetas a euros, ocurre exactamente igual en Salamanca, donde la oferta
de viviendas se ha disparado hasta cotas inimaginables hace diez años. Y digo bien
la oferta, que no la demanda. Y es que el problema que se plantea para las bolsas
de dinero negro es peliagudo. Si no afloran y se invierten a tiempo, no valdrán
nada dentro de dos años.
El mercado inmobiliario es uno de los primeros recursos para convertir el
dinero guardado en el calcetín, en poco tiempo y con resultados satisfactorios, en
una propiedad aparente y real. Podrían dedicarse a comprar diamantes, pero no,
aquí se construye. Se sospecha que, en cada obra, una parte de la inversión, aquella
que paga a los distintos especialistas, tiene orígenes más que dudosos. El tiempo se
echa encima y no queda mucho margen. En cualquier caso, alguna de las fortunas
atesoradas en quince años de actividad desenfrenada no tendrá tiempo de
convertirlo todo y se perderá.
El ciudadano de la calle gana poco con todo ello. Es posible que, después de
construir este bosque de viviendas, sea más fácil comprar porque sobrarán, sin
duda. Pero también -y esto es una certeza- influirá negativamente en la estructura
de los municipios de alrededor de la capital salmantina -lo está haciendo ya-, a los
que el futuro Plan General de Salamanca está abocado a comprender,
transformándose él mismo, para ello, en un Plan con rango Comarcal. El
periurbano de Salamanca -tan bien conocido por algún especialista formado en
esta Universidad- está pidiendo a gritos una ordenación racional acorde con la
influencia del municipio salmantino del que se alimenta a diario. Las
construcciones masivas de chalets, y complejos residenciales sólo tienen como
freno regulador las Normas Subsidiarias de Planeamiento, presa fácil para ávidos
fagocitadores de suelo urbanizable, y nada más. Todavía hay disponen de un
tiempo muy estimable por delante para seguir construyendo.
De nuevo los intereses personales modifican las necesidades de la comunidad,
convenciendo con indudable maestría, eso sí, de la sensación reparadora que al
parecer tiene vivir en un chalet adosado, a tres kilómetros de la ciudad. A fin de
cuentas se trata de decidirse cuanto antes a desembolsar la inversión, que el tiempo
apremia.
1 de octubre de 1998
ORÍGENES DE LA PUBLICIDAD INMOBILIARIA
20 de octubre de 1998
URBANIZACIONES
15 de julio de 1999
MORFOLOGÍA RESIDENCIAL
18 de enero de 2001
MERCADEO INMOBILIARIO
1 de marzo de 2001
¿25.000 VIVIENDAS, PARA QUIÉNES?
Las previsiones de suelo residencial para diez años, que fueron adelantadas el
día 1 por la Concejalía de Urbanismo, son similares a las planteadas hace un año,
por el equipo encargado de revisar el Plan General de Salamanca. Entonces se
trataba de 30.000 las viviendas estimadas, según los cálculos obtenidos de las
promociones en curso de tramitación y construcción, sobre el suelo urbanizable de
Salamanca y algunos de los municipios colindantes.
Estimando una media familiar de tres miembros, y también presuponiendo que
hablamos de compradores potenciales de primera vivienda (que no es tan simple)
para residir en la capital y entornos, estaríamos aventurando un crecimiento y
llegada de población entre las 50.000 y 75.000 personas, en diez años. Si prefieren
un máximo de 7.500 habitantes al año. Eso sin contar unas 6.000 viviendas vacías
que existirían hoy. Miren cuál es el panorama demográfico. Explíquenmelo, por
favor. Si alguien es capaz, estoy dispuesto a estudiar otra carrera más.
Detrás de esta sorprendente dedicación al sector de la construcción en un
espacio demográfico como éste (empobrecido, vacío, carente de ideas fuera del
turismo, obsoleto de tecnologías y a la cola europea de la competitividad
empresarial), gracias a cuyo Plan General se ha lucrado un grupo importante de la
sociedad salmantina actual de pro, en apenas 18 años; detrás de una increíble
modificación de la Ley de Urbanismo, sin parangón en España, no en razón de una
mejora propuesta por el legislador, tras sesuda reflexión desde 1999, sino como
respuesta correctiva, específicamente charra, a un Auto del Tribunal Superior de
Justicia (modificación, eso sí, genialmente disimulada con otros preceptos de
índole social, aliñados con ella, y que sirven para acallar posibles respuestas
altaneras de la oposición); detrás de esta realidad monolítica de la construcción,
que presiona con el paro, y que sólo corrobora el triste sino de la paupérrima
realidad provincial de los activos económicos; detrás de todo ello, urge estudiar el
perfil sociológico del inversor inmobiliario.
¿Cuáles son los compradores de viviendas en Salamanca? ¿Cuántos son
propietarios de más de dos, tres o cuatro? ¿Cuántos compran y no ocupan?
¿Cuántos las tienen alquiladas a estudiantes y no residen en ellas? ¿Cuántos
compradores hay de la provincia (Alba, Béjar, Ciudad Rodrigo, Guijuelo,
Peñaranda...)? ¿Cuántos de la capital? ¿Quiénes invierten desde fuera? ¿Cuántos
constructores son también compradores?
6 de junio de 2002
¿HOTELES CONVERTIDOS EN VIVIENDAS?
Que Salamanca sigue siendo una ciudad única es algo indudable. Pero no lo
afirmo por lo que ustedes suponen (ya saben: las Universidades, su patrimonio
histórico, el turismo…). No. Por ejemplo, Salamanca es única en España, en el
precio de su vivienda (una injusta sangría que hipoteca el futuro de los ciudadanos,
cuando en otras poblaciones no es así). Salamanca era única, igualmente, durante
los años en que se estuvo redactando este nuevo Plan General de Ordenación
Urbana, al introducir una novedad de sumo interés, como era velar por el
mantenimiento de algunos usos urbanos. Los hoteles, algunos construidos con
ventajas fiscales por el «evento» de Salamanca 2002, tendrían que seguir siéndolo
en el futuro.
Cuando esta cuestión se planteó en el seno del equipo redactor, albergué dudas
reales de que se consiguiera, dadas las miras culturales tan altas impuestas a la
ciudad (los hoteles como negocio), y conociendo bien esta sociedad salmantina,
que parece seguir anclada en una atmósfera decimonónica de intereses creados.
Ahora, durante este periodo ampliado de alegaciones y objeciones al Plan General,
parecen destaparse algunas pretensiones empresariales que suenan a broma de mal
gusto. Pero no se sorprendan. En esto no somos una ciudad única; todas sufren
ataques a la inteligencia humana cuando se trata de hablar del futuro urbano y
actúan los intereses económicos. Las comidas de trabajo, los pasillos y los codos se
ponen a funcionar.
Plantear una alegación que permita, si el asunto hotelero va mal, cambiar el uso
de hotel a apartamentos y pisos de lujo y, así, recuperar la inversión realizada, me
parece de una desvergüenza increíble y espero que nunca se consiga. Y aludir a
«derechos adquiridos», como justificación, algo más propio de una fábula. El Plan
General no está para favorecer a nadie -sea quien sea; aquí no hay color político,
entérense los conspicuos empresarios-, sino para regir el futuro de ciento sesenta
mil ciudadanos. El Plan de 1984 ya favoreció demasiado a muy pocos y eso debe
acabar.
Cuando un empresario o grupo empresarial asume cualquier proyecto, lo hace
conociendo el mercado, su potencial y el futuro. Y arriesga lo suyo. Por esta regla
de tres, cualquier otra actividad particular que vaya mal, puede aspirar a que un
instrumento público de planeamiento le ayude. Eso tiene un nombre en la
casuística del Derecho Urbanístico, pero me reservo usarlo. Todos ustedes saben
ponerle el epíteto.
31 de marzo de 2005
LOS ESPACIOS PÚBLICOS
ESPACIOS PÚBLICOS URBANOS
17 de febrero de 1998
ESPACIOS DE RELACIÓN EN LA CIUDAD
Desde hace relativamente poco tiempo -escasamente una década-, cuando hay
ocasión de mejorar los espacios públicos bien por necesidad imperiosa, bien
porque se dispone de fondos del tipo que sea o porque las demandas de las
asociaciones vecinales así lo exigen (este suele ser el caso menos frecuente de
atención), se recurre a soluciones estéticas y funcionales un tanto nihilistas o, si se
prefiere, minimalistas, que suelen entrar en contradicción con el entorno -sea o no
de tipo monumental-, y las funciones que se le atribuyen en la soledad del estudio
no terminan por recoger los usos y apetencias de disfrute que los ciudadanos
reclaman.
Esta inclinación hacia los espacios colectivos disociales, aunque pueda parecer
una contradicción, es algo que se viene repitiendo con cierta regularidad, tanto que
por el momento no podemos asegurar que sea una moda pasajera porque persiste e
insiste. Qué distinta es la sensación percibida en aquellos otros más historicistas
donde se recrea el eclecticismo decimonónico que invitaba al reposo y la quietud
de antaño. Los espacios públicos de contacto son ahora fiel reflejo de lo que
representa hoy el tránsito por las calles de una ciudad, donde los elementos de
relación social van siendo sustituidos por otros que fomentan el carril, la dirección,
el tránsito apresurado.
Al espacio público se lo desnuda de sosiego y se lo viste de una simplicidad que
aburre o intranquiliza, que las dos reacciones puede provocar en nuestro ánimo.
Por simplificar aún más el acabado del conjunto, hasta las plantaciones que se
escogen no suelen caracterizarse por su porte o frondosidad.
En el diseño actual de los espacios comunales suele prevalecer la vanguardia y
originalidad de las formas que marcan los elementos del mobiliario urbano, en
lugar de la sana preocupación por crear las condiciones ambientales más adecuadas
para que aquellos vecinos que disponen de menos movilidad, o los que disfrutan
de más tiempo libre, como los niños y los ancianos, puedan desarrollar con plena
satisfacción su vida.
Los innumerables defectos a la hora de usar el mobiliario que los componen
demuestran la poca valía del diseño escogido: orientación inadecuada de bancos,
asientos sin respaldo ni brazos, hechos de material con mucha inercia térmica que
los hace fríos en invierno y calientes en verano y sin un plinto que atenúe la
inclinación del terreno; nula protección ante el soleamiento; fuentes públicas con
grifos difíciles de abrir para los niños, sin receptáculos para el agua. Añádase la
eliminación de árboles para ensanchar así los carriles destinados al vehículo o las
terrizas para los juegos de los niños sin una cacera perimetral que evite la
migración de las tierras.
25 de marzo de 1999
LOS NIÑOS TAMBIÉN PERCIBEN LA CIUDAD
Según se facilita en los datos oficiales que corresponden a la revisión del Padrón
municipal, a quince de junio de 1998, había en el municipio salmantino 6.635 niños
y 6.157 niñas de edades comprendidas entre menos de un año y nueve años. 12.792
retoños suponen un 7,9 % de la población residente en la capital y es una cifra que
debemos tener muy en cuenta. He escogido este rango de edades sólo hasta los
nueve años porque coinciden los límites con el grado que la Psicología Ambiental y
Evolutiva considera estadios determinantes en el proceso evolutivo infantil, desde
el punto de vista que aquí me interesa subrayar de su percepción de la ciudad.
Las teorías y experiencias sobre lo que se denominan «mapas cognitivos o
mapas mentales», comienzan con un experimento sobre el comportamiento de las
ratas dentro de un laberinto conocido (Tolman, 1948) y terminan por dedicar el
mismo interés a conjeturar cómo interpretan la ciudad sus habitantes, qué imagen
tienen de ella, cómo se desplazan, qué rutas escogen y cuáles son las preferencias,
cuál es su nivel de orientación, qué idea tienen del plano, qué conocen mejor y
peor, dónde están los límites espaciales que no están dispuestos a traspasar, etc.
Pues bien, el proceso de aprendizaje de estos mecanismos -vamos a llamar
subconscientes- empieza a cimentarse en estos estadios infantiles, donde todo se
hace nuevo y todo se aprende.
Desde los años sesenta los psicólogos -también los había de otras disciplinas-
giraron su atención hacia los niños de la ciudad para saber cómo era su grado de
aprendizaje, cuál el conocimiento y cómo evolucionaban transformando su
entorno en algo más accesible. En Salamanca la distribución de estos grupos de
edad no es uniforme. En el espacio que todos conocemos como «Centro», viven
1.224, y en el primer ensanche, (con el límite de la Avenida de Portugal y el Río, al
Norte y Sur), la cifra se eleva a 2.151. Si seguimos progresando espacialmente, nos
encontramos que en el segundo ensanche, al Norte, hasta los límites del municipio,
son 4.165, mientras que en la orla exterior (Rollo, Prosperidad, Delicias, San Isidro,
Puente Ladrillo) ascienden a 3.638. En los barrios de la margen izquierda habitan
1.429.
Los estudios realizados demuestran cómo los niños asocian un alto grado de
atracción a los espacios que frecuentan para jugar (si disponen de ellos, claro), con
grandes diferencias de movilidad entre aquellos que viven en una estructura urbana
de manzanas abiertas, con más movilidad (salen antes a jugar solos) que los que
residen otras cerradas. A medida que aumenta la edad, lo hace el grado de
conocimiento y el área de movimiento. La capacidad de desplazamiento suele
depender de dos factores: el tráfico y las áreas de juegos y, por lo tanto, el
conocimiento del niño se restringe si éstos no son adecuados.
17 de junio de 1999
CONSTRUIR LA CALLE
26 de octubre de 2000
LA CALLE COMO LUGAR
9 de noviembre de 2000
ESTATUAS Y ESPACIO
4 de enero de 2001
ESPACIOS LIBRES
29 de mayo de 2003
CENTROS HISTÓRICOS
LA CONTROVERSIA DE LOS CENTROS HISTÓRICOS
5 de diciembre de 1997
LA CIUDAD INTERIOR
18 de enero de 1999
CRITERIOS ESTÉTICOS EN EL ENTORNO MONUMENTAL
17 de mayo de 1999
LA CENTRALIDAD CULTURAL
2 de noviembre de 2000
CENTROS ARRAIGADOS
24 de enero de 2001
BUENO Y MALO
19 de abril de 2001
LO COMERCIAL
26 de abril de 2001
CAMBIOS DE USO
6 de febrero de 2003
CONSERVAR LAS CIUDADES HISTÓRICAS
23 de octubre de 2003
SALAMANCA SIN CENTRO HISTÓRICO
6 de febrero de 2004
EL PATRIMONIO ARTISTICO Y CULTURAL
EL PATRIMONIO COMO ESCENARIO
27 de mayo de 1999
PATRIMONIO Y ACCESIBILIDAD
8 de julio de 1999
BIENES DE INTERÉS CULTURAL
29 de julio de 1999
NUEVOS USOS
12 de agosto de 1999
PERSPECTIVAS HISTÓRICAS
La Ley del Patrimonio Histórico Español define como Monumentos «aquellos bienes
inmuebles que constituyen realizaciones arquitectónicas o de ingeniería, u obras de
escultura colosal, siempre que tengan interés histórico, artístico, científico o social».
La atribución a un monumento de la consideración de Bien de Interés Cultural le
permite gozar de una protección singular con respecto a otros inmuebles que no lo
tienen. El art. 9.4 de la Ley especifica el hecho de no podrá ser declarado como tal
la obra de un autor vivo, salvo que existiera una autorización expresa del
propietario o la Administración decidiera adquirirlo.
En los catálogos de edificación que algunos de los Planes Generales más
sensatos se han decidido a elaborar sobre diversos ejemplos de la tipología
arquitectónica de cada ciudad, y también en los trabajos más frecuentes debidos a
las delegaciones del Colegio de Arquitectos, se ha establecido en su proceso de
selección el límite temporal de los años cuarenta con el final de un estilo
racionalista muy transformado.
Es frecuente observar hoy en Salamanca diversos procesos de construcción
por sustitución edificatoria que suelen afectar con mayor frecuencia a la edificación
construida en esa época, juzgada generalmente de escaso interés en cuanto a sus
aportaciones formales, dentro de un contexto histórico difícil y pobre donde
imperaba un revisionismo de tipologías de fuerte tipismo rural. De modo que el
panorama de los edificios con cierto valor, levantados entre la década de 1940 y
1960, ofrece una amplia laguna de obras reconocidas como modelos, impuesta
quizá por una errónea justificación de que falta para ello una perspectiva histórica
suficiente, a pesar de los esfuerzos recientes por mostrar mediante exposiciones
diversas los valores más inmediatos de la aportación arquitectónica profesional
sobre el tejido de las ciudades. Hay también una cierta renuencia formal a buscar
en determinados estadios de la historia contemporánea del franquismo para
encontrar modelos, en este caso de arquitectura residencial que debemos desterrar
por completo, porque la historia, para ser efectiva, debe ser siempre memoria viva.
Es una lástima que estén desapareciendo con un ritmo acelerado,
enmascarados en el complicado proceso de la construcción residencial donde «lo
nuevo siempre es mejor», algunos modelos que deberían persistir como huellas en
perfecto uso de lo que antaño fueron los ejemplos residenciales de la ciudad
española de aquel difícil periodo, en lugar de permanecer sólo en nuestras
colecciones de fotografías, donde tratamos de perpetuarlos.
2 de septiembre de 1999
HISTORIA, DESARROLLO Y REALIDAD
30 de septiembre de 1999
HISTORICISMOS, PASTICHES, INNOVACIONES
25 de noviembre de 1999
CUMPLIR LA LEY
6 de julio de 2000
SENSACIONES
14 de diciembre de 2000
EL PARQUE ARQUEOLÓGICO
El Anteproyecto para la protección de los restos de la planta del antiguo convento de San
Vicente y urbanización de su entorno, encargado en diciembre de 1999 al equipo
multidisciplinar formado por los arquitectos Pablo Núñez Paz, Pablo Redero
Gómez y Juan Vicente García; el ingeniero de caminos Jesús Rodríguez Martínez y
el arqueólogo Carlos Macarro Alcalde, mediante concurso público será, tras su
construcción, un acontecimiento de extraordinaria importancia para Salamanca; el
hito más trascendental y simbólico en la ordenación cultural de un espacio interior
del Plan Especial, desde la edificación del Palacio de Congresos y Exposiciones de
Castilla y León, por varios motivos.
El primero tiene que ver con el enclave actual del futuro proyecto y su relación
con la protohistoria de Salamanca. Los orígenes primigenios del asentamiento se
encuentran allí y han sido profusamente estudiados en sucesivas campañas desde
1989, con las que se han descubierto y datado los vestigios más remotos del lugar,
a finales de la Primera Edad del Bronce (año 1000 a. C.). Esto permite situar a
Salamanca como una de las ciudades españolas con el enclave primitivo de
fundación, más antiguo. Las prospecciones posteriores permitieron rescatar
cabañas de planta circular con fábrica de adobe, de los siglos VII-V a. C., y castros
celtíberos, entre los siglos IV-I a. C. Sólo por semejantes vestigios, la campaña
arqueológica resulta sobresaliente; magna. Pero, además, el espacio originario del
primitivo solar salmantino se enriqueció posteriormente con la construcción allí de
un convento, el de San Vicente, fundado en el 660 y en propiedad de la Orden
Benedictina, por mandato de los Reyes Católicos, desde el siglo XV.
Un convento que creció, engrandeciéndose de proporciones y arte, entre los
siglos XVI-XVIII, hasta convertirse en uno de los edificios más importantes de la
ciudad, con el porte de sus tres plantas sobre el resalte del Teso de San Vicente. El
portentoso dibujo panorámico de la ciudad, detenido para la historia por la mano
genial de Anton Van den Wyngaerde en 1570, así lo atestigua. Después, las tropas
francesas lo convirtieron en bastión a principios del siglo XIX, desmontando la
estructura para aprovisionar de materiales los puntos más débiles en la defensa Sur
de la ciudad. Y terminó arrasado.
El Proyecto demuestra una integración exquisita de paramentos, contrafuertes y
pavimentos del convento, con los hallazgos excavados, y la construcción del
Parque Arqueológico. Un convenio con la Universidad Pontificia permitirá
eliminar la postilla actual -fragmento construido en 1949- del colosal proyecto
original del Colegio Hispanoamericano. La articulación del conjunto resultante,
respetuosa con el Teso y el resto de la urbanización, debieran merecer, con toda
justicia, en su momento, un premio arquitectónico. Este proyecto museístico es un
lujo para Salamanca y la cultura.
16 de agosto de 2001
USOS DEGRADANTES DEL PATRIMONIO
7 de febrero de 2002
LA PLAZA MAYOR SE DESPIDE
13 de junio de 2002
EL ÁGORA EN EL SIGLO XXI
Ninguna otra ciudad mantiene con su Plaza Mayor una relación de tanta
intensidad como Salamanca. El último de los espacios históricos de extensión de la
ciudad, huyendo siempre del río, por insano entonces, terminó convertido en el
centro solemne -y no tanto- de los paseos, reuniones y actividades diversas, que
fueron mutando en el mismo sentido en que lo hacía su sociedad. La Plaza Mayor
es el espacio arquitectónico cerrado más abierto y permeable de cuantos pudieran
imaginarse.
Sólo un arquitecto del siglo XX, Lorenzo González Iglesias, supo entender,
en 1954, la pretensión arquitectónica de sus proyectistas, al diseñar él la
pavimentación general con un tratamiento sencillo, heredado hasta hoy. Porque la
Plaza fue y es una construcción cuyo diálogo arquitectónico mantenía una doble
dirección necesaria: de conjunto, como plaza; e interior, como espacio que necesita
del vacío estructural en su centro para alcanzar el sentido último de sus
proporciones.
Es decir, la Plaza Mayor lo es tanto por su extraordinaria fábrica de conjunto
como por el refuerzo estilístico de convivir con los espacios vacíos. Antes de
González Iglesias, los trabajos fotográficos de Gombau, y después, la
reconstrucción histórica de Conrad Kent, pusieron de manifiesto lo mucho que
quedaba empequeñecida su grandiosidad con el centro ocupado por instalaciones,
al uso en la tradición urbana de los espacios públicos a finales del siglo XIX y
principios del XX. Sin embargo, este éxito, que se consiguió al despejar el espacio
de la Plaza de otras arquitecturas de adorno, se refuerza hoy para buscar el purismo
en el cuidado de la misma, legislación en mano. Tan loable preocupación no está
reñida con la instalación de estructuras sencillas y efímeras que concitan la reunión
espontánea de los salmantinos, en una ciudad donde las relaciones sociales en la
calle se limitan a seis meses, debido a las condiciones climáticas. Las terrazas
invasoras no son el único recurso.
La recuperación de espacios peatonales permite enriquecer la oferta de
instalaciones exógenas, pero la Plaza Mayor no debería quedar excluida para
desarrollar exposiciones o ferias como la del libro. De ninguna forma deben volver
los conciertos o los espectáculos de masas, a pesar de que se tuvieran en cuenta
cuando redactamos el Plan de Protección Civil. Un reglamento adecuado, que sepa
discriminar las actividades permitidas en ella, resolvería para siempre tanta
discusión (la historia se repite) sobre su uso.
12 de junio de 2003
CAVILACIONES SOBRE PATRIMONIO HISTÓRICO
9 de octubre de 2003
EL PORVENIR DE LAS CIUDADES PATRIMONIO
22 de enero de 2004
¿EL PATRIMONIO ES DE TODOS?
13 de mayo de 2004
LAS CIUDADES Y SU VANIDAD
8 de julio de 2004
EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y DOCUMENTAL
9 de diciembre de 2004
LA IGLESIA DEL ARRABAL, ARCHIVO DE LA CIUDAD
3 de febrero de 2005
PATRIMONIO CULTURAL Y TURISMO
Es muy divertido comprobar desde hace poco la aparente facilidad con que se
emplean conceptos como los de «patrimonio cultural» o «turismo», en la vida
pública, con una soltura tal, que uno pensaría, inevitablemente, en la sapiencia de
quienes así actúan, postulan, adoctrinan o aseveran. Pues resulta que no.
Si planteáramos un sencillo ejercicio de términos y definiciones -sólo eso-, nos
llevaríamos más de una sorpresa al comprobar cuán vacías de contenido resultan
tantas palabras o frases de unos y otros. Lo habitual es que todo se confunda; que
no empleen un solo criterio o que -la mayor parte de las veces- éste cambie con los
años. Las modas de relacionar turismo y patrimonio cultural o monumental son
recientes, como ya he tenido ocasión de exponer años atrás. Y la moda arrastra
consigo el peligro de la simplificación. De caer en la trivialización. O en el
oportunismo, que no se sabe qué es peor.
Quienes defienden desde el ámbito público la gestión del patrimonio no
parecen entender en qué consiste la rehabilitación funcional del mismo –misión
primordial, ésta, pero primero para el disfrute de quienes habitan esas ciudades, no
para el uso exclusivo de los visitantes ocasionales-. Las medidas que se adoptan
tienen un único fin: el máximo rendimiento económico del turismo como actividad
de ingresos.
Porque, no andemos con requilorios: la interpretación actual del patrimonio
cultural como un bien turístico es exclusivamente economicista; de corto recorrido
y beneficio inmediato. Tal orientación está auspiciada en su origen por el hacer de
unas pocas empresas consultoras que en España se han dedicado a realizar los
famosos “Planes de Excelencia Turística” con los que, después, los propios
ayuntamientos ejecutan el cronograma de «mejoras» sugeridas. Planes, muchos de
ellos, absolutamente inaceptables en conceptos a priori, estructura, contenidos y
propuestas -he tenido la oportunidad de estudiar los más significativos y son de
una superficialidad pasmosa-.
En cambio, para la mentalidad del gestor político (hacer lo que sea a toda
costa), resultan maravillosos. Los reciben con los brazos abiertos, leyendo lo que
quieren leer (las consultoras ofrecen lo que saben que aspiran a tener sus
patronos), y pagan unas cantidades astronómicas por estudio realizado. La
incapacidad y apatía políticas de generar riqueza urbana por otros medios en
algunas ciudades explica este dislate que desvirtúa la realidad.
3 de marzo de 2005
EL PATRIMONIO CULTURAL COMO SINGULARIDAD
23 de junio de 2005
NUEVOS CONCEPTOS DE PATRIMONIO CULTURAL
1 de septiembre de 2005
SALAMANCA, CIUDAD PATRIMONIO DE LA
HUMANIDAD
SALAMANCA, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Se cumplen diez años desde que le fuera otorgado a Salamanca tan ostentoso
galardón. Con semejante consideración internacional quedaban reconocidos los
méritos de singularidad y universalidad que siempre han caracterizado a esta ciudad
pero también se confiaba a ciudadanos y responsables institucionales la tarea ardua
de demostrar desde entonces su capacidad para cuidar, vivir y enseñar a moradores
y foráneos las bondades del patrimonio histórico y cultural que atesora.
La modernidad constitucional que casi todos acabamos de celebrar en su
vigésimo aniversario facilita más, sin duda, que aquellos que habitamos villas y
ciudades de riqueza artística y monumental semejante las sintamos como propias y
disfrutemos compartiéndolas con nuestros convecinos. La ciudad que se vive es la
ciudad que se siente y se respeta; es la ciudad que permanece.
La tarea de conservar el patrimonio cultural de la ciudad está compartida entre
Organismos estatales, autonómicos y locales, pero la voz de la ciudadanía se deja
sentir más bien poco cuando se trata de juzgar los resultados o proponer opciones
distintas. Se ha ido atenuando con el tiempo a medida que aquellos que hace dos
décadas pugnaban reivindicando causas más justas hoy tienen veinte años más y la
fatiga o la prudencia les hacen permanecer callados.
La opinión ciudadana se ha encauzado a través de los partidos políticos y
asociaciones ecologistas, acostumbrándose a asentir con espíritu acomodaticio tal o
cual aserción de unos y otros, según el signo o gusto de sus opiniones. La
Universidad ha perdido en parte la universalidad de sus miembros, y el talante
conciliador, fruto de un conocimiento reposado y reflexivo, rara vez sale de las
aulas y participa de la vida pública real; incluso, ni siquiera está en las aulas. Y
todos necesitamos conocer otras opiniones, distintas de las que sirven a los
partidos políticos para organizar el universo ejecutivo del cuatrienio
correspondiente.
Si Salamanca hace diez años mereció una distinción semejante fue con un
propósito claro: recoger el testimonio histórico y patrimonial que hemos heredado
del pasado y tratar de conjugarlo con nuestra modernidad para que ambos, pasado
y presente, puedan mantener un sentido homogéneo y funcional. El patrimonio
arqueológico y monumental no nos pertenece como tal; tenemos la obligación
exclusiva de transmitirlo a las generaciones futuras y cada una de las decisiones que
se tomen por los representantes de la ciudadanía y las instituciones deben ser
juzgadas con rigor e interés porque es algo que nos atañe a todos.
Las decisiones políticas caprichosas retirando las ayudas a la rehabilitación de
viviendas en el Casco Antiguo han multiplicado por cinco el valor del suelo en el
centro histórico, perdiéndose una oportunidad extraordinaria de mantener la
vivienda y los moradores tradicionales: Y ya se sabe: una casa en ruina en los
centros históricos desata los mecanismos feroces de la sustitución encareciendo la
parcela y la vivienda; una casa rehabilitada, no.
Idéntica responsabilidad tenemos sobre el patrimonio arqueológico, se
encuentre éste bajo parcelas de propiedad privada, municipal, del Obispado o de la
Universidad. Los ciudadanos salmantinos deberán rezar un Réquiem por haber
perdido en el lapso de un año estratos documentados que comienzan con
secuencias históricas prerromanas y terminan con las trazas del viario preexistente
y las ruinas de los Colegios de San Cayetano y San Agustín, todo ello en dos
parcelas propiedad de la Universidad y en una tercera municipal, que se
corresponde con la calle Balmes.
En alguna de estas intervenciones, primero se redactó el proyecto de la
edificación que allí iría y luego se hizo la excavación arqueológica ¿De qué sirve
publicar hace seis años una magnífica tesis sobre el Urbanismo en Salamanca en el
siglo XVIII si la propia Universidad considera irrelevantes los restos allí
encontrados? Lo siento por su autora, María Nieves Rupérez Almajano, y por
Salamanca, Patrimonio de la Humanidad.
10 de diciembre de 1998
INFORME ICOMOS
27 de julio de 2000.
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
5 de abril de 2001
EL INFORME DE ICOMOS
Existen sucedidos recientes que me dejan atónito. Con el culebrón del auditorio de
las Adoratrices, he tocado techo.
A petición de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y
León, ICOMOS España realiza un informe definitivo en abril de 2001. Dicho
documento se remite a ICOMOS Internacional; de aquí deriva a la UNESCO, y de
ésta llega al Comité del Patrimonio Mundial (CPM), quien en diciembre redacta un
pronunciamiento escueto y extraño (basado, en teoría, en el informe de abril). Se
remite, sin pasar por la Asamblea de la UNESCO, al Embajador de la UNESCO en
España, y desde éste se difunde a los medios de comunicación. Del mencionado
pronunciamiento se explicó entonces que tenía dos líneas de contenido. En él se daba
a entender (decían algunos) cómo no existía impedimento alguno para construir el
auditorio. Dicha conclusión exacerba el optimismo de la Dirección General de
Patrimonio hoy. No entiendo nada.
Tengo ante mí el informe oficial y definitivo de ICOMOS (el previo, sobre el que
supuestamente se basaba la cartita de dos líneas). En ninguna palabra de sus tres
apretadas páginas se dice algo interpretable como Visto Bueno. Leamos: *Un
recorrido entre el entorno monumental de la huerta de las Adoratrices y el actual
centro de convenciones permite analizar que junto a monumentos valiosos, se han
producido sustituciones de todo tipo, así como una falta generalizada de armonía e
integración de grandes conjuntos y espacios abiertos con el entorno circundante. La
calidad paisajística y ambiental se reemplaza por un vacío monumentalismo+. *Dadas
estas circunstancias, en vez de discutir sobre el proyecto del nuevo auditorio, cuyo
problema radica realmente en la improcedencia de su ubicación, Salamanca debería
revisar su plan de gestión y definir con cuidado su futuro+. *El desafío de ser capital
cultural de Europa puede constituir una oportunidad o un fugaz éxito, preámbulo de
una posterior decadencia en su estimación como ciudad histórica. Salamanca debería
detener la sustitución indiscriminada de edificios y espacios tradicionales y asumir un
compromiso con el nuevo siglo a partir de los valores que la hicieron única+.
No comprendo cómo la prensa no publicó el contenido íntegro de dicho informe -
muy crítico y negativo-, y sí en cambio esa memez tan sonora de dos líneas del CPM.
Pongo el documento a disposición de quien tenga interés. )Es lícito formar opinión
pública enmascarando la realidad?
24 de enero de 2002
ICOMOS: SEGUNDO INFORME
31 de enero de 2002
SER UNA CIUDAD PATRIMONIO
21 de marzo de 2002
LA RECOMENDACIÓN DE UNESCO
12 de septiembre de 2002
CIUDAD PATRIMONIO: LÍMITES FÍSICOS
17 de octubre de 2002
TURISMO
TURISMO Y PATRIMONIO
28 de octubre de 1999
TURISMO INTERIOR
4 de noviembre de 1999
EL MANÁ TURÍSTICO
Hace quince años casi ningún geógrafo, sociólogo, psicólogo social u otro tipo
de experto en análisis de la sociedad y el territorio, había mostrado interés por los
perfiles potenciales del fenómeno turístico del patrimonio histórico urbano en el
interior hispano. Ahora, en cambio, cuando este hábito cultural se asienta,
proliferan todos por doquier. Unos muy profesionales y otros simplemente al
asalto de la novedad.
Los geógrafos pecan corporativamente mucho de esta costumbre de acechar
cualquier moda social y se vuelcan en ella sin mucho orden ni concierto, para ver
qué tienen que decir sobre el asunto. Y como el turismo de interior llama y mueve
mucho dinero -sobre todo en áreas deprimidas y desestructuradas como la nuestra,
¡ancha es Castilla!-, la capacidad general para agrupar a expertos en estas lides del
turismo de interior se ha multiplicado como las esporas, ya digo.
En los años setenta casi nadie viajaba a conocer las ciudades y pueblos
españoles con este afán. Y cuando se hacía, los paisanos solían mirar con estupor.
No cabía imaginarse esta tremebunda entrada de la promoción económica, de la
imagen, la mercadotecnia y el desenfreno por sacar a la puerta lo mejor de cada
ciudad o pueblo, esperando, así, una compensación pecuniaria. En casos
provinciales como el nuestro, con apatía económica y una falta de preparación
empresarial para competir en Europa, la llamada del turismo cultural se asemeja a
la reacción de la fauna ante el grito de Tarzán, en medio de la selva profunda.
Todos a una. ¡Cómo cambia la vida! Qué importante es por eso el patrimonio
intangible de la memoria, que recuerda dónde estaban algunos hace unos años y
dónde ahora… Y sobre todo, a qué se dedican…
Cuando se da por hecho -y así actúa el político- que una ciudad tiene que
especializar su función en una actividad específica -por ejemplo el turismo-, me
preocupo. Cualquier especialización implica un empobrecimiento en otros
aspectos, que se soslayan, y se aviva el riesgo de caer en ello, sobre todo en
espacios con asfixia económica y social, porque se ve como un remedio; un fin; un
“ahora o nunca”. Pero no leo o escucho a nadie hablar ni reflexionar sobre esas
determinaciones políticas que asignan funciones estereotipadas a algunas ciudades.
¿Es que se ha perdido la imaginación? El turismo cultural de interior ha entrado
con fuerza, pero sin horizontes de reflexión. Y están todos encantados.
14 de marzo de 2002
EL NUEVO TURISMO CULTURAL
7 de noviembre de 2002
REFLEXIONES SOBRE TURISMO URBANO
24 de abril de 2003
EL TURISMO NO ES UNA INDUSTRIA
Oigo con demasiada frecuencia a los gestores políticos la afirmación de que «el
turismo es una industria».
Esta frase, apenas inocente, preñada de una ignorancia conceptual
peligrosísima, simple como lema de campaña electoral, sirve para que quienes la
esgrimen y muchos ciudadanos se la crean, y, sin encomendarse a nadie que les
explique realmente cuáles son y en qué consisten los tres sectores de la actividad
productiva y su evolución, emprendan una desenfrenada carrera para desarrollar tal
concepto, que es consecuencia de su propia y llana credulidad.
Hoy el conocimiento parece asentarse en ver qué hace el vecino y copiarlo. Y
tal afirmación se la han creído por extensión en todas partes. Disiento de esa
aseveración sobre el turismo porque, además de no ser cierta, para que el resultado
de su actividad fuera considerado como un factor productivo o generador de
riqueza debería aplicarse en territorios con una multiplicidad de actividades del
sector secundario o de transformación -la industria, naturalmente- capaces de dar
cuerpo al famoso y manido «sector Servicios o Terciario».
Nadie en su sano juicio puede esperar que una ciudad progrese -también
fijando la población y sin perderla- por el simple hecho de tener mucho turismo
gracias a su patrimonio monumental, y que no sea necesario nada más. Es posible
que sobreviva, pero no mejorará de forma equilibrada. Además, siempre estará
sometida a los vaivenes del caprichoso mercado y las economías domésticas, que
son quienes construyen este universo de papel que es la actividad turística. Decidir,
porque sí, que el futuro de cualquier ciudad histórica se sustenta sólo en el turismo
y que éste será «la industria» vital que proyecte prosperidad por doquier, es
irresponsable.
Hay una infinidad de parámetros económicos que nunca serán mejores en
Salamanca si continuamos por este camino simplificador al proyectar su futuro.
Creer que somos competitivos en uno o dos campos es mostrar gran debilidad. La
sujeción de todos los proyectos a este aspecto inseguro y fluctuante reduce otras
expectativas de progreso compatibles. Salamanca lleva trazas de convertirse en una
de las primeras mendicantes de «eventos» y «actos culturales» a los gobiernos de
turno.
Es decir, que en realidad lo único que parecemos pedir es que sigan
considerándonos un bonito telón de fondo para reuniones y actividades exógenas
que vienen a adornarse aquí, y aprovechar así la proyección publicitaria.
14 de octubre de 2004
FALACIAS DEL TURISMO CULTURAL
El llamado «turismo cultural» es, de los inventos sociales recientes con cariz
económico, el que más falacias reúne. Y subrayo «económico», porque es el único
fin que persigue, aunque, se adorne, por ejemplo, con el término «cultura», que ha
pasado de la polisemia a la infamia, ampliándose de significado y usándose por los
ámbitos de la política con una desfachatez que abochorna. No hay discurso que se
precie que no contenga este vocablo. Aunque en él se hable de tornillos o basura.
A todos aquellos que lo usan como un barniz o adorno de sus
representaciones sociales o en los proyectos de propaganda institucional, sólo les
preguntaría: ¿Qué es cultura para usted? La respuesta segura sería o bien el silencio
absoluto o el más enrevesado y vacuo circunloquio.
La primera falacia del turismo cultural es tratar de convencer al turista de esa
índole -se supone que «culto»- de que, por el hecho de viajar mucho y ver gran
cantidad de ciudades y monumentos será, indubitablemente, más culto. Lo cual es
una estupidez. Es obvio que la cultura no consiste en eso. ¿De qué sirve tratar de
digerir monumentos en procesión si ni siquiera tienen unas nociones generales de
historia o arte?
La segunda falacia estriba en conseguir que entiendan que todas las actividades
que se despliegan ante ellos en esas hospitalarias ciudades, encaminadas a que
visiten cada vez más espacios de ellas y se empapen de museos, áreas temáticas y
demás zarandajas, se hace por su bien y por el interés de todos. Se piensa en los
turistas y en sus inquietudes. No, mire usted. No. Se hace con la simple y llana
intención de entretener la atención y paciencia del turista, obligarlo a permanecer
más días en la ciudad para que pague, consuma, gaste el parné que lleva y se deje
hasta el alma en recuerdos. Muy cultural todo ello, sí señor.
Si hace 35 años nos reíamos de cómo se explotaba en la costa mediterránea al
ingenuo pero forrado turista centroeuropeo, ahora parece que nadie hace mueca
alguna cuando se cometen los mismos abusos de precios y servicios en las ciudades
del llamado patrimonio monumental, por parte de los autóctonos que viven de eso.
Porque, no lo olvidemos, aquí de lo que se trata es de vivir explotando este
recurso y la buena voluntad del visitante, quien ya asume como previsible el sufrido
dispendio. Cuando casi no hay más tejido económico suceden cosas así. Seguiré
contándoles más falacias en otra ocasión.
9 de junio de 2005
TURISMO DE PLAYA-TURISMO DE INTERIOR
18 de agosto de 2005
MISCELÁNEA CULTURAL
ENSEÑAR LA CIUDAD
12 de enero de 1998
SABERES COMPARTIDOS
30 de diciembre de 1999
LA OPACIDAD
13 de abril de 2000
FERVOR Y ESCENARIOS
20 de abril de 2000
CONTRASTES
No es extraño sentir una comezón (que suele ser mezcla del estupor por la
comparación con lo cercano, y de la impresión por lo explícito de la imagen
fotográfica), cuando podemos leer determinadas publicaciones que acotan estadios
de evolución urbana, para tratar de comprender los diversos momentos de
desarrollo técnico e industrial aplicados en la evolución de las ciudades de los
últimos 150 años. La obra plural «New York 1960» (edición inglesa de 1995, con
1.476 páginas y más de 1.500 fotografías) es un apabullante ejemplo de este
conjunto de sensaciones contrapuestas. Los proyectos urbanísticos y el nivel
técnico que demuestran los profesionales de la planificación en esa monstruosa y
desproporcionada ciudad están en consonancia con ambos epítetos. Casi nada
resiste la comparación con este abigarramiento, salvo los inquietantes ejemplos de
las ciudades chinas neocapitalistas, emergentes donde hace 10 años había sólo
arrozales y que crecen a un ritmo anual de vértigo (superior a un 8 %). Es obvio
que ante este cuadro Salamanca queda fuera de cualquier comparación que pudiera
suscitarse; intentarlo sería un disparate.
En cambio, sí es mucho más interesante establecer comparaciones por su
contraste -con las salvedades y rigor obligados, pero también con una pizca de
espíritu anecdótico- ante los grados de evolución y calidad urbana que alcanzaron
algunas ciudades americanas a finales del siglo XIX, vanguardia técnica que con
posterioridad serviría para la vieja Europa. Tal es el caso de Chicago. Tras el
incendio que la arrasó, se convirtió desde 1871 en el centro comercial más
importante del Estado. Entre 1883 y 1893 se produce un «boom» inmobiliario sin
precedentes, racionalizado en su impulso por la Escuela de Arquitectura de
Chicago, que resolvía sobre la marcha las necesidades urgentes de construir en
altura y las comodidades asociadas a todo ello. Mientras llegaban al alarde mayor al
construir, con la técnica conocida hasta el momento, el edificio con el muro de
fábrica más alto (Monadnock Building, 1891, 16 plantas), habían estado mejorando
los primeros ascensores desde 1864 y la estructura constructiva de hierro para
desarrollar en altura, desde 1885 (creación de William Le Baron Jenney, padre de la
Escuela de Chicago)
Es indudable la desproporción técnica existente con la España coetánea del
XIX y no digamos ya si descendemos al nivel de detalle concreto. En el caso
americano, el grado de desarrollo se cimentó en la necesidad de atender una
demanda desbocada, de tal magnitud que obligó a madurar más rápidamente, para
encontrar la fórmula magistral que sofocaría tanta exigencia acumulada, mediante
un pragmatismo constructivo sin parangón. España, en cambio, terminaba de
asimilar tantos cambios de un siglo loco que acababa, y salvo el caso excepcional
del urbanista y teórico Ildefonso Cerdá (1816-1876), el país estaba para pocas.
27 de abril de 2000
VULNERABILIDAD
1 de junio de 2000
CATEGORIZAR
22 de junio de 2000
FUSILAR
Un buen amigo mío, arquitecto él, utiliza el verbo «fusilar» con la acepción
radical de «copiar», «plagiar», «repetir». Se la he oído aplicar muchas veces en los
últimos años, con esa cáustica y punzante manera que tiene de analizar las
corrientes de producción editorial y periodística dentro de su campo, y también en
otros de interés o afinidad, como el Arte, la Historia o la Geografía. Afirma -y no
le faltan razones- que hoy existe una producción que pretende ser científica,
aunque está desvaída de contenidos, es de rápida elaboración, se llena con
afirmaciones sentenciosas por doquier y se reitera hasta la saciedad de obviedades,
que hoy lo son porque se constataron como hechos hace 40 años.
Estas afirmaciones propias, que él engarza siempre con suma fluidez de
pensamiento y verbo, adquieren cariz de categóricas porque son el producto del
análisis sistemático, concienzudo, penetrante y desde una proyección isométrica, la
mejor para contemplar la totalidad y lo concreto. Claro está que para poder
discurrir así se requiere no sólo formación sino reposo y digestión. Querer hilvanar
datos no sirve de nada si carecemos del hilo adecuado.
Hoy, sin embargo, esta cuestión del hilo apropiado es lo de menos.
Aprovechando bien este triste fenómeno contemporáneo, según el cual lo que se
dijo ayer es historia pasada y olvidada (aunque eso mismo mañana pueda llegar a
ser novedad), muchos se abrazan al oportunismo y entretejen como pueden las
ideas y retales, formando un mosaico heterogéneo de producción que inunda
congresos, reuniones, jornadas, cursos y cualesquiera otras fórmulas de agrupación,
que suele servir para que la prensa escriba titulares grandilocuentes.
Confieso que, en el campo de la Geografía, la lectura posterior de los resúmenes
y actas de estos sistemas de adocenamiento cultural universitario, donde uno va,
suelta lo suyo y hasta el turno siguiente, es descorazonadora. No solo cuesta
horrores sacar jugo a los contenidos, que se deslíen a base de repetir coletillas y
giros de expresión de una pobreza que lo dice todo sobre la valía del estudioso que
los escribe, sino que, además, en reiteradas ocasiones, uno lee como ideas
argumentales auténticas sandeces y perogrulladas que no tienen dónde sostenerse.
Eso sí, revestidas de novedad trascendente. Con un clima semejante la calidad en
los contenidos es rara avis. Pero qué importa.
La calidad no suele dar titulares de prensa y, en cambio, «fusilando» -parafraseo
a mi amigo- se ataja, porque el trabajo te lo dan todo hecho y eso es bonito, gusta,
refuerza al susodicho, le hace creer que sabe más. La trivialidad lo invade todo,
también en estos campos del saber, donde la manida picaresca se aprovecha ahora
de una memoria anulada, de un sentido crítico mediocre, de un vivir apresurados
para todo, porque, al parecer, alguien nos empuja a ello. No puede ser tan malo
«fusilar», si tantos lo hacen hoy y con tan buenos resultados, ¿no?
20 de julio de 2000
EL ARTE DE OPINAR
Los gacetilleros del siglo XIX y primeras décadas del XX, inundaban la prensa
diaria de encendidas defensas o diatribas de origen inconfesable sobre cuestiones
variopintas, generalmente cercanas a los sucesos diarios. Pocos podían acceder a su
lectura y mucho menos a opinar, ya que para eso necesitaban, primero, saber leer.
Al repasar tantos juicios de antaño la impresión que queda es que con ellos se
enriquecía indudablemente la pintoresca, insulsa y a veces ramplona vida cotidiana
de tanta ciudad recoleta. Sacadas del contexto histórico, las críticas airadas perdían
mucho de su sentido y oportunidad y hoy necesitaríamos del auxilio de notas
complementarias para poder acercarnos a comprenderlas en su verdadera
dimensión.
Es éste un mal que aqueja a cualquier lector cuando recurre a usar los
periódicos como fuentes de información exhaustiva de la realidad, incluso en
aquellos bloques temáticos destinados a la información local diaria. Hoy, además
de confirmarse la caducidad casi inmediata de los artículos de opinión, cuando no
son ensayos, se refuerza también su endeble condición de fuente accesoria de
conocimientos, porque se ha extendido la costumbre de opinar de casi todo o
incluso de la totalidad, sin tener en muchos casos un conocimiento fundado y
maduro de lo que se habla. Simplemente se oye y entonces se opina. Es algo así
como trasladar al papel una conversación de café o de tertulia anodina donde igual
escuchas algo brillante, como te bombardean con colosales naderías, sin apenas
rubor, revestidas, eso sí, de palabrería vacua.
Los juicios que suelen leerse sobre la ciudad y sus complejos procesos y
problemas, rara vez pasan del comentario de salón, eso sin entrar a cuestionar la
formación de quienes se lanzan con desparpajo, por estos vericuetos, con la soltura
del opinante todoterreno o con la voz arrogante y barítona del desaparecido
mercachifle. Si se aúnan con frialdad los grados de conocimiento, experiencia y
profesionalidad de aquellos, es mejor no seguir leyendo. Cuesta imaginar cuál será
la expresión de muchos prudentes especialistas cuando leen -si su voluntad
templada está para ello- algunas contumaces opiniones, basadas en nada o casi
nada, y planteadas y desarrolladas de oído, con esquemas de argumentación
ignorantes, primarios, pardos y lineales.
El colmo de la opinión -libre, por supuesto, ¡bendita libertad!- es que,
amparados en esa misma osadía, los juicios no son necesariamente objetivos,
porque la opinión de salones y tertulias suele adolecer precisamente de tener un
carácter subjetivo y relajado. Lo terrible es que lo escrito, escrito está, queda y
forma un parecer, que no procede del rigor y la independencia, ni lo pretende. Es
el arte de opinar con ligereza, a base de pastas de té, pinchos y poco más. Un sino
de nuestro tiempo, usado por algunos irresponsablemente.
30 de noviembre de 2000
¿CIENCIA O QUÉ?
15 de febrero de 2001
INFORMES
3 de mayo de 2001
GLOBALIZACIÓN
Que en este mundo nuestro, tan loco, audiovisual y mutante, todos nos
parecemos más en hábitos y formas de vida, es algo que se escucha ahora.
Escuchar, poco, más bien se oye. Muchos sueñan con ello y a otros nos desvela.
Lo justo, sin exageraciones. En Estados Unidos, la televisión es el único fenómeno
de difusión que ha sido capaz de transformar la duda razonable del imberbe en una
idiotez sublime y profesional. Y todo en apenas cinco décadas. Milagroso. Y detrás
vamos el resto, algunos en procesiones divergentes y otros como parte de una
piara mayor que los engloba y aquieta entre sus turgencias. Esto es común en el
telemundo.
La globalización trae de fuera lo ajeno y en un suspiro deja de serlo aquí. Si
amamanta, si tiene cierto cariz pecuniario, y adelante. Y si a nadie se le ocurre algo
autóctono, se marcha fuera, medita-copia y regresa-vende. Se enseña a la población
a sentir lo nuevo como algo insustituible. Se urga en su velada aspiración de
aparentar ser más. Se les provoca la curiosidad y cuando están acostumbrados a
ello, tienen creada una necesidad mayor. La economía hoy se enriquece gracias a
una sociedad que vive por encima de sus posibilidades sintiéndose Sissi
Emperatriz. ¿Por qué no? Nunca se ha vivido, con más comodidades que las que
disfrutamos dentro de la ciudad en el mundo occidental. Nunca. Y, sin embargo,
cuanto más desahogo creemos tener, más insatisfechos y dependientes nos
volvemos. Más vulnerable es nuestro sentido de la apetencia. Mejor se nos
convence de que lo nuestro está periclitado y conviene cambiarlo. Lo que sea.
En apenas 40 años se ha invertido la tendencia de la diáspora urbana. Dejamos
de emigrar como antaño, por necesidad, en medio de la reconstrucción europea y
propia. Ahora emigramos a tres kilómetros. Pero volvemos a la ciudad a diario,
claro. Hoy la felicidad se mide en metros cuadrados de hogar y jardín. Si tienes
más, eres feliz. Luego, a partir de los sesenta te acuerdas de la filiación de la casa, el
jardín, las escaleras, las dimensiones palaciegas, las limpiezas, el mantenimiento, el
coche, la artrosis por el golf... Entonces sigue siendo feliz..., pero sin hijos que lo
disfruten, porque trabajan y no viven contigo. Es ley de vida.
Lo bueno de la globalización es que en cientos de lugares del planeta “a la
occidental” habrá alguien que se sienta como tú. Podrás incluso chatear con él y
exponer tu caso. Mientras tanto, la aldea global de las viviendas unifamiliares,
desviada por interés económico de su espacio y razón originales, y aplicada
disparatadamente en ámbitos de tanta calidad natural, como el que nos rodea, se
acomoda y repite. Y el disparate es todo lo que está previsto construir, con el
panorama demográfico que se cierne en los próximos quince años. ¿Alguien se ha
parado a pensarlo? Pues convendría. Lástima que no tengamos globalización que
nos socorra, a razón de 1.000 inmigrantes al año.
7 de junio de 2001
LA CIUDAD OPINABLE
21 de junio de 2001
VOCABULARIO GEOGRÁFICO
28 de junio de 2001
LA CIUDAD TRANQUILA
23 de agosto de 2001
CONSEJOS GEOGRÁFICOS
Las Nociones de Geografía General de Rafael Ballester (1935), a las que aludí en
otro momento hablando de los manuales de Geografía para el Bachillerato de
principios de siglo, incluían un pequeño apartado de consejos para el alumno de 10
años que se enfrentaba por vez primera a este tema peliagudo y universal.
Disfruten de la transcripción que les traigo de aquel lejano 1935 porque quizá
muchos lo tengan vivo en su recuerdo de la niñez. Hay sabiduría sobre la
enseñanza geográfica en esos párrafos, y algo más. Las líneas en cursiva son del
propio autor:
«Para que sea más fructífero el esfuerzo que pongas al estudiar las primeras
nociones de Geografía en el Bachillerato, he creído oportuno y beneficioso para ti,
darte los siguientes consejos: 1º. No estudies de memoria, ni te esfuerces por aprender
párrafo a párrafo -como lo dice el libro- todos los de este manual; estudiar no es
saberse párrafos ni libros de memoria. 2º. Lee con detenimiento y seguido todo el capítulo o
lección que trates estudiar. Hazlo muy despacio, no te saltes nada y procura entender
las cuestiones que lees. Cuando hayas concluido de leer por entero un capítulo o
lección, vuelve a releerlo, también muy despacio, y entonces ve extractando o
resumiendo las ideas que hayas comprendido. Escribe estos resúmenes con tus propias
palabras y lo más corto que puedas. En la letra grande encontrarás las principales
ideas que debes retener. 3º. Fíjate bien en los dibujos y fotografías que, para su mejor
comprensión, ilustran este libro. 4º. Estudia siempre con un buen Atlas moderno; busca
constantemente en él los lugares o países que el libro cite. 5º. Pinta tú mismo los
mapitas que acompañan las explicaciones de este libro. La Geografía se aprende
pintando y dibujando mapas. 6º. No te esfuerces demasiado por retener muchos datos ni
cifras (altitud de montañas, longitud de ríos, extensión de países, cifras de
población, etc.., etc..); procura mejor comprender los hechos que te explican. Los
detalles no sobran, pero no son esenciales para la buena comprensión de los
hechos geográficos. 7º. Procura quedar muy bien informado de las siguientes
cuestiones: consecuencias geográficas de los movimientos principales de la Tierra;
cómo se sitúan los lugares sobre la superficie de la esfera terrestre (coordenadas
geográficas); cómo se lee un mapa moderno; cuáles son las principales formas de
relieve terrestre, y qué agentes las modifican constantemente; qué es el clima y
cuáles son los principales climas del planeta; qué es el medio geográfico y cómo
influyen la vida de las plantas; cómo influye el medio geográfico sobre la vida del
hombre y cómo el hombre utiliza y modifica al medio geográfico. Sin haber
comprendido estas ideas fundamentales no te enterarás bien de la Geografía que
estudies en cursos venideros. Ojalá éste libro te sea grato y te ayude a estudiar».
Delicioso introito pedagógico de 66 años, sin jubilación.
20 de septiembre de 2001
LA FORMACIÓN DEL GEÓGRAFO
Ahora más que nunca la Geografía está de moda, aunque dicha afirmación no
pueda encontrar su correspondiente constatación numérica, a juzgar por el discreto
volumen de alumnos matriculados en las promociones actuales.
En el último Congreso Nacional de Geografía, desarrollado la semana pasada
en Oviedo (gran transformación la de esta pintoresca ciudad norteña en los dos
lustros precedentes), algo se discutió sobre el futuro del geógrafo y las salidas
profesionales. Y, ¡cómo no!, también salió a colación la manida comparación
reivindicativa del pulso eterno con los arquitectos e ingenieros: dónde están ellos y
dónde nosotros; qué saben ellos y qué nosotros. Querer comparar términos
heterogéneos es una pérdida de tiempo y un disparate propio de acomplejados.
Poco tienen que ver unos y otros, aunque sí es cierto que el reconocimiento
tradicionalmente se inclinaba siempre del lado que no era el nuestro.
Hoy parecen ir cambiando las costumbres y ya se ve a geógrafos opositando a
plazas homónimas en diversas Autonomías y participando en gabinetes, pero no
por exotismo. Esto debería animar a las generaciones que se encuentran al final de
sus carreras, sobre las que se cierne el incierto horizonte profesional. Ya les habrán
comentado las salidas para ocupar plazas en estudios medioambientales; en la
enseñanza secundaria; trabajando con Sistemas de Información Geográfica... Tras
cotejar con perplejidad la infinitud de asignaturas distintas que esta carrera ofrece
en el panorama universitario general de España, podríamos establecer cuatro
salidas teóricas: docencia, Administración pública Central y Autonómica, empresa
privada por cuenta ajena o bien por cuenta propia.
Para demostrar que la mejor cualidad de la Geografía es, sin duda, el dominio
de distintas escalas de análisis, y la capacidad para relacionar procesos actuales y
anticipar futuras respuestas, no basta simplemente con estudiar Geografía. Es más,
resulta sumamente recomendable eliminar esa pretensión unívoca y ampliar los
horizontes, no sólo a otras ciencias, sino también hacia ámbitos culturales
diferentes, porque la ciencia geográfica, como el resto de ramas del saber con
vocación social que tratan de aprehender las múltiples desventuras del ser humano
en su habitar diario, necesita asentarse sobre bases de formación humanística muy
sólidas. Ahora sería demasiado tarde recomendar un regreso a los 10 años y
empezar de nuevo a estudiar y leer -sobre todo leer; mucho; de todo-.
La formación temprana de base sólida no se adquiere después; como mucho, se
enriquece. Si no se preocupan primero por educarse como personas, difícilmente
podrán proponer soluciones concretas (carencia de la que adolecen muchos
geógrafos), y divagarán por los lugares comunes del diagnóstico de Consultora. Es
una lástima, pero no hay ninguna asignatura en Geografía que ejercite la capacidad
de abstracción tan necesaria siempre.
8 de noviembre de 2001
LA CIUDAD POBRE
22 de noviembre de 2001
PROPORCIONES
Resulta cada vez más habitual conferir a los problemas urbanos de nuestro
espacio más allegado unas dimensiones y escalas desproporcionadas para lo que en
realidad son; sea cual fuere la cuestión que atribule a la ciudad.
Quizá se haya hecho habitual esta desmesura desde el momento en que, gracias
a la globalización, reforzada por un insólito desarrollo de la comunicación visual
inmediata, se ha terminado aceptando la importación de maneras, hábitos y formas
de consumir el territorio, procedentes de ámbitos espaciales más complejos y ricos
que el nuestro, con poblaciones que, como mínimo, duplican la propia, y
dinamismos empresariales reales, sin trampa ni cartón; incontrovertibles.
Cuando se toma por extensión lo que sucede, se usa, se construye o se compra
en otro lugar, cuando esto se acuna como un estándar asimilable al terruño de
nuestras necesidades creadas artificialmente, y lo trasplantamos, comienza el
estadio primario de la globalización. Es decir, que las fronteras mentales
desaparecen y la inmediatez de los medios de comunicación traslada hasta nuestros
ánimos consumistas costumbres, anhelos, objetos e incluso formas de construir el
territorio de la ciudad y su espacio inmediato, ajenas a la tradición, por la mera
aplicación unívoca del axioma cutre: “si funciona allí, también aquí”. Al unísono de
este copiar y pegar modas, el ciudadano, por su parte, se vuelve un demócrata
exigente. Impreca. Se manifiesta. Desarrolla un afán de notoriedad permanente -si
es que antes no lo tenía-.
En la chiquita Salamanca los problemas de la ciudad y su entorno adquieren
dimensiones ciclópeas (y también Polifémicas, dada la ciega exageración constante
con que algunos hablan). Cuando se satura la psique particular con estas agonías -
en las que Salamanca parece sufrir el peor de los atascos, soportar la letanía de un
equipo de ruidos varios o padecer la infinitud de obras, zanjas y barros-, lo mejor
es salir de esta angosta mirada que al final lo reduce todo, y aquietar los histerismos
urbitas con un buen caldo de otros horizontes. Se viene repuesto. No es una
fórmula mágica, pero funciona. Tampoco es necesario viajar físicamente.
Con bucear en algunos parajes de la condición humana que nos han regalado
para la eternidad tan buenos escritores, basta y sobra. Es un sistema eficaz para
recuperar el sentido de las proporciones, un tanto abandonado últimamente por
unos pocos al albur de muchos. Prueben en estos días festivos.
6 de diciembre de 2001
REYES GEOGRÁFICOS
Admito que tengo ciertas prebendas con sus Majestades los Reyes Magos. Cada
año que pasa me regalan algún detalle de esos que se valoran más con el tiempo. El
de este año 2002 es un de libro. Me lo dio en mano el paje paterno (sufridos
padres, siempre colaborando con los Reyes...).
La obra -un original de 1891-, enmarcada en los Programas de Primera Enseñanza
de Carlos Yeves, premiados por la Exposición Universal de Viena, está dedicada a
la Geografía y debería servir de texto en las escuelas (Real Orden de 1879).
Enjoyado por el tiempo transcurrido, y publicado por la Librería de la viuda de
Hernando (nº 11 de la calle Arenal, Madrid), estaba destinado al aprendizaje de
niños y niñas hasta los diez años.
A lo largo de 64 pp., hace un recorrido sintético por cuatro grandes capítulos
geográficos: Geografía Física; de España; Astronómica y Política. Contiene los
métodos y rasgos característicos que sobre esta ciencia se tenían a finales del siglo
XIX, así como los métodos de aprendizaje elemental. Con el paso del tiempo, se
han ido abandonando en beneficio de otros que se denominan «aplicados»,
buscando una función social. Cien años de evolución geográfica dan para mucho,
tanto en conceptos como en métodos de análisis y conocimientos. La sapiencia
geográfica que cada año demuestran sus Majestades para volver a visitarnos el seis
de enero desde lugares tan remotos, sin GPS, no se sabría cómo resolver ahora.
En la Geografía actual, tan diversificada en materias, no da tiempo para
acumular conocimientos específicos. El pragmatismo velocísimo de las necesidades
sociales empuja al conocimiento geográfico, tal y como se entiende hoy, en una
carrera contra todo, para conseguir un trozo jugoso de la tarta que ofrecen las
subvenciones y las Consejerías. Es el elixir que mantiene la vida útil de muchos
Departamentos; de otra manera nunca sobrevivirían.
Causa asombro leer el conjunto de conocimientos vertidos en este librito
infantil sobre Geografía. Así se entiende que con enciclopedismos semejantes,
enseñados desde la tierna infancia, fuera posible que surgieran tan buenos y
universales especialistas en la materia, nacidos en la proyección pedagógica que se
prolongó desde entonces hasta la República en España. Después ya no ha sido
posible repetirlo. Las asignaturas afines que se imparten actualmente resultan muy
simplonas de contenidos y vocabulario. Los niños de ahora no podrían llegar a ser
nunca pajes reales.
7 de enero de 2002
EL SUEÑO
21 de febrero de 2002
LA DEFENSA DE LA CIUDAD
28 de febrero de 2002
CRISIS DE LA PALABRA
23 de mayo de 2002
AÑORANZA DEL SILENCIO
28 de marzo de 2002
DICEN QUE HUELE A OPIO AHÍ FUERA…
30 de enero de 2003
NIEBLA EN LA CIUDAD
13 de febrero de 2003
LA CIUDAD DEL ALMA
17 de abril de 2003
SUPERFICIALIDADES
22 de mayo de 2003
APOTEGMAS DE OÍDO
16 de octubre de 2003
INFORMACIÓN O CONOCIMIENTO
30 de octubre de 2003
TEMPUS FUGIT
11 de diciembre de 2003
ENTRETENIMIENTOS CULTURALES
8 de enero de 2004
DE PRISAS Y URGENCIAS
«La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa». Con esta
sentencia, plena de certeza premonitoria, el humanista, médico y escritor, Gregorio
Marañón (1887-1960) anticipaba de forma involuntaria cuál iba a ser uno de los
males más extendidos de los últimos veinte años.
En la construcción de los universos personales, en las relaciones de familia y el
proceso de maduración adolescente; en los triunfos deportivos, las aspiraciones en
la gestión política o la extensión de los espacios urbanos; en los viajes y las
estancias; en el enriquecimiento personal y el consumo de entretenimientos o la
satisfacción de expectativas diversas; en el cumplimiento de los sueños o las
simples aspiraciones; e incluso en los momentos de tranquilidad y descanso, la
presencia del apremio se va extendiendo sin remisión.
La prisa, que todo lo envuelve ahora, se ha convertido en un mecanismo de
defensa ante aquello que ignoramos -huir hacia delante da sentido a las vidas de
muchos- y, al mismo tiempo, representa una virtud cautivadora -la rapidez en
generar y resolver procesos, tareas, obligaciones o simples problemas es un
síntoma, dicen, de eficacia-. Sin esa aceleración artificial con que imprimimos
carácter a nuestras vidas nos parece, tal vez, que careceríamos de sentido vital, de
horizonte despejado.
Sin la urgencia funcionando como estímulo generador creemos fracasar en
nuestra cotidianeidad, cuando los demás caminan así. Pero no es cierto. Todo es
una inmensa farsa. Una ficción social en la que hemos terminado atrapados desde
siempre o en algún pasaje concreto de nuestras vidas, de forma involuntaria. Prisa,
¿para qué? Urgencia, ¿con qué propósito? Presura, ¿obligados por qué o quién?
Es sintomático observar cómo en los procesos creativos -artísticos, literarios,
científicos- que usan la reflexión, el análisis, la construcción de paradigmas, la
introspección cognitiva, la selección con criterio o la evaluación, y que nos
permiten mejorar en sociedad y hacer historia, se huye de la excesiva prontitud o
diligencia, su peor enemigo. Y, en cambio, se recurre a sistemas cuyos métodos
reclaman tiempo suficiente para cumplir los cometidos propuestos.
Sin la concesión de un lapso oportuno, todo aquello que se hace caduca ¿Qué
ocurriría si abandonáramos los ritmos que nos imponemos? Sugiero un «nada»
como respuesta. Preparen una buena terapia de tiempo para sí mismos. De
apresurados y urgentes están los cementerios llenos.
4 de marzo de 2004
LA TELEVISIÓN MALEDUCA
27 de mayo de 2004
PUESTAS DE SOL ATLÁNTICAS
Para quienes siguen acompasando sus ritmos vitales con los latidos de la
naturaleza, las puestas de sol poseen un significado complejo y completo.
A lo largo de la historia, el ocaso en el horizonte marítimo del disco solar
enrojecido, atrayendo la negritud, tapizada a veces de estrellas, ha inspirado a
filósofos, estrategas, navegantes, poetas, artistas, escritores o paisanos sensibles. En
la paleta impresionista del pintor al natural, los colores extremos -rojo luminiscente
y su negación, el negro opresivo- se intercambian el protagonismo, en una función
diaria que es así, desde tiempos geológicos, donde la escala de la memoria humana
no tiene cabida.
La simbología de ese momento excelso, que apenas dura un suspiro -eso al
menos nos parece al contemplarlo embelesados-, ha enriquecido las tradiciones
seculares humanas con relatos, leyendas de seres invencibles y gestas titánicas.
Apenas queda algo original que decir de ese instante aludido. Sólo que siempre
invade un sobrecogimiento especial.
La fachada atlántica de la Península Ibérica permite cautivar al visitante
ocasional o al habitante de fuertes raíces con ese grandioso espectáculo, desde
Camariñas hasta la Punta de Sagres, a lo largo de un itinerario de 900 Km. Nadie
que sea sensible y disponga del ánimo para disfrutar de una puesta de sol, se
sustrae de hacerlo. Existen escenarios vitales en la naturaleza que nos rodea ante
los que nos sentimos pequeños; o en la exacta proporción humana de lo que
somos.
Para quienes habitamos en ciudades y nos servimos de las comodidades
aparentes que éstas nos prestan, otras esencias vitales, como las puestas de sol,
apenas tienen importancia. Somos urbitas en la medida en que nos desprendemos
de aquellas reacciones epiteliales que nos vinculaban con la naturaleza. Y eso
parece un empobrecimiento. No está de más recuperar algo de lo que fuimos. Las
puestas de sol deberían hacernos sentir insignificantes. Quizá así advertiríamos más
fácilmente que tantos planes, propósitos, actividades, trabajos, agendas,
obligaciones o ineludibles tareas con las que nos creemos protagonistas e
imprescindibles en nuestros respectivos mundos profesionales, no lo son tanto.
La vida en la naturaleza continúa sin nosotros con una cadencia distinta; quizá
mejor. El sosiego es necesario y, sin embargo, lo relegamos a un segundo plano.
Contemplen muchos atardeceres y verán qué paz interior.
19 de agosto de 2004
LA IGNORANCIA ES ARROGANTE
En esta sociedad actual muchos quieren aparentar que son alguien en cada
momento. La ignorancia es arrogante.
Nunca como ahora el número de personas que aparentan saber de lo que no
saben, dicen ser lo que no son y viven de ello con desparpajo, había sido tan
numeroso en todas las actividades profesionales. Nunca antes habían llegado con
precocidad tantos imberbes mentales a puestos y cargos de aparente solvencia
intelectual. Nunca como ahora se habían dicho tantas majaderías como
escuchamos en los medios de comunicación, sea cual fuere el tema escogido.
Tantas superficialidades; tantas construcciones efímeras y vacuas de sustancia.
Pero ahora la ignorancia más absoluta se reviste de formas, de protocolo, de
imagen. Y parece así algo distinto. El ignorante se transforma en sabio y el docto,
en cambio, ni figura, ni sale. Y es mejor que no exista, piensan. Hoy la
independencia de criterios se interpreta como una ideología (siempre la contraria al
afectado, faltaría más). Es decir, que aquella actitud de quien tiene ideas propias no
se valora en clave creativa o se pondera como meritoria sino como amenaza para el
poder establecido.
Porque los detentadores del poder, cuya ignorancia se reviste de buena imagen
pública que les otorga ese aire altivo de perdonavidas sinfín, tienen, además, una
cohorte de tiralevitas y palmeros que les escriben sus discursos (literalmente), les
acicalan el aspecto, los cuidan como delicadas flores. El poder no es culto en
absoluto. No lo crean así. Es una falacia más del sistema.
El poder es un encefalograma plano, maquillado de prohombre. Son las
camarillas de lisonjeros, que pululan y liban de la flor de la política en la trastienda,
quienes saben y malician de verdad, interrogan, manipulan, preguntan sobre éste o
aquél, dirigen al líder y van librando batallas o despejando campos allí donde la
libertad de ideas estrecha los caminos del prohombre a quien protegen. Tal es la
perfección que se ha alcanzado en crear y elevar de la estulticia a un personaje
transformado ya en ilustre, que es casi imposible discernir, entre todos, lo genuino
de la mera recreación.
Sólo hay una cura posible para evitar esa venenosa maraña de red entretejida:
pensar libremente. Pero tal ejercicio, difícil de imaginar en los arrogantes
mediocres, no está bien visto, porque la voluntad de pensar libremente lleva, de
inmediato, a interrogarse sobre todo. Y el mediocre no se siente seguro cuando le
preguntan.
29 de septiembre de 2005