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Tomo Primero
PROGRAMA
OBJETO, PLAN Y DISTRIBUCIÓN DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA.
1
* Analícese, por ejemplo, el principio fundamental de los movimientos actuales de la Europa
"Todos los hombres nacen con iguales derechos" y, se verá que esta máxima no es sino el hecho
colectivo y sumario deducido de una multitud de hechos particulares según los cuales comparados
uno a uno la totalidad de los individuos o al menos una inmensa multitud, y habiéndolos hallado
semejantes en sus órganos y facultades, se ha concluido como una adición, el hecho total de que
nacen todos con iguales derechos... Resta definir con exactitud cuales son estos derechos, y esta
definición es más espinosa de lo que generalmente se cree.
réplica, y dejan por consiguiente en alguna incertidumbre a la
opinión y al convencimiento intimo, cuerdas muy delicadas y
peligrosas de cuya y vibración se resiente fácilmente el amor
propio. Por lo tanto con respecto ellas observaré todas las reglas de
prudencia que prescribe la igualdad tomada en su verdadero
sentido que es el de la justicia, porque aun cuando no adopte, o tal
vez me vea precisado a desaprobar las opiniones de otros, al
acordarme que tienen igual derecho que yo para defenderlas, y que
si las han adoptado ha sido como yo por convencimiento propio, las
miraré con el respeto y tolerancia que tengo derecho a exigir para
las mías.
Los profesores de las ciencias que se explican en este anfiteatro
tienen ya trazado el camino que debe seguirse en su explicación, o
por el orden natural de los hechos, o por los métodos adoptados
por otros sabios autores, pero él de la historia bajo el punto de
vista que me propongo considerarla es enteramente nuevo, y sin
Modelo; porque aun cuando hay algunos libros con títulos de
Historias Universales, además de que se puede reprochar aun a los
mas ponderados de entre ellos, su estilo declamatorio de colegio,
tienen también el vicio de no ser sino historias parciales de pueblos
determinados y panegíricos de ciertas familias. Nuestros clásicos de
Europa nos han hablado solamente de Griegos, Romanos y Judíos
porque somos sino sus descendientes, al menos sus herederos en
las leyes civiles y religiosas, idiomas, ciencias y territorio. De modo
que d mi parecer no se ha tratado todavía la historia con la
universalidad que abraza en sí, sobre todo cuando una nación se
halla como la nuestra elevada a un grado bastante de
conocimientos y de filosofía para desprenderse del egoísmo feroz y
salvaje, que concentrando entre los antiguos todo el universo, a
una sola ciudad o pueblo, les consagró bajo el nombre de amor
patrio todo el odio que tenían a los otros, en vez de echar sobre
ellos una ojeada de fraternidad, que sin dañar a la justa defensa de
sí mismo deja subsistentes los sentimientos de familia y
parentesco.
2
* Herodoto, lib. 4, § XLII, traducción de Larcher.
como los otros? Y la negligencia, la falta de luces, y las
preocupaciones no son el lote constante de la humanidad?
Examínese pues lo que debe suceder a las relaciones trasmitidas
por una tercera o cuarta persona, y se verá que sucede lo que a un
objeto natural, que reflejado de un espejo a otro, y otros sucesiva-
mente, y recibiendo de espejo en espejo los tintes, las desviaciones
y las ondulaciones de todos ellos, al llegar al último no puede ser
exacto. La traducción de un idioma otro produce ya una grande
alteración en los pensamientos y en los coloridos, sin contar los
errores que puede haber en las palabras, y vemos además lo que
sucede todos los dios aun en un mismo idioma, en un mismo país,
y a nuestra propia vista. Si ocurre cerca de nosotros un
acontecimiento en el mismo pueblo, y aun en el mismo sitio en la
relación que hacen de él los que lo han presenciado apenas se
hallan dos acordes en todas sus circunstancias, y veces no en el
fondo. Viajando puede hacerse también una experiencia curiosa,
presencia el viajero un hecho en un pueblo, y a diez leguas de él lo
oye contar de un modo diferente, sigue el rumor de pueblo en
pueblo, de eco en eco, y a una gran distancia llega a parecerle tan
desconocido que al ver la confianza y seguridad con que otros se lo
refieren se ve tentado a dudar de si mismo.
Siendo pues tan difícil entre nosotros comprobar la existencia
precisa, es decir la verdad de los hechos, cuanto mas se aumenta
esta dificultad entre los antiguos, que no tenían todavía los mismos
medios de certidumbre que nosotros No entrare hoy en los detalles
interesantes que exige esta materia, la cual me propongo
profundizar en otra lección; pero después de haber hablado de las
dificultades naturales que se oponen al conocimiento de la verdad
insistirá en las que provienen de las pasiones del narrador, y de las
de los testigos de los hechos, a lo cual llamamos parcialidad. Divido
la en dos clases voluntaria, y forzada. Esta hija del temor, existe
necesariamente en todos los estados despóticos en donde la
exposición de los hechos sería una censura casi perpetua de los
actos del gobierno. En semejante estado el individuo que tuviera la
firmeza de carácter necesaria para escribir los hechos mas notorios,
y comprobados por la opinión pública, no podría imprimir su libro,
o impreso no podría divulgarlo, y por consiguiente nadie se atreve a
escribir, o el que lo hace es usando de rodeos, disimulo, o mentiras,
y tal es el carácter de la mayor parte de las historias.
La parcialidad voluntaria produce por otra parte efectos de mayor
extensión, porque teniendo los mismos motivos de hablar que los
que he dicho obligaban a callar en el caso precedente mira su
felicidad unida a la mentira y al error. Así los tiranos amenazan a
la primera pero lisonjean a esta segunda, pagando además sus
elogios, y excitando sus pasiones, por cuyos medios después de
haber engañado a su siglo con sus acciones, engañan a la
posteridad con sus relaciones asalariadas.
No hablo de otra parcialidad involuntaria pero no menos influyente
cual es la de las preocupaciones civiles, y religiosas con que
tropezamos al nacer, y en que somos educados. Si echamos una
ojeada sobre los historiadores no hallamos apenas uno que
aparezca desprendido de ellas, y entre los antiguos tuvieron aun
mayor influencia al considerar que desde nuestra mas tierna edad
todo cuanto nos rodea conspira a impregnárnoslas; y que se nos
infunden todas nuestras opiniones y pensamientos por nuestros
hábitos, e inclinaciones, por la fuerza, la persuasión, las amenazas,
y las promesas, rodeando a nuestra imaginación de barreras
sagradas que nos esta prohibido traspasar; se conoce cuan
imposible es que la organización misma de los seres humanos deje
de ser una fabrica de errores; y' cuando entrando en nosotros
mismos pensemos algún día que nuestra suerte hubiese sido igual
si nos hubiésemos hallado en iguales circunstancias y que si por
una casualidad poseemos la verdad la debemos quizás al error de
los que nos han precedido, lejos de ser un motivo de orgullo y
desprecio de los demás daremos gracias a los días de libertad que
nos han permitido ver según la naturaleza, y pensar según nuestra
propia conciencia, y recelosos por el ejemplo de los otros de que
esta no se equivoque lejos de usar de nuestra libertad
tiránicamente fundaremos la utilidad común de la paz sino en la
unidad de opiniones, al menos en su tolerancia.
En la prójima lección examinaré cuales fueron entre los antiguos
los materiales de que se valieron para escribir la historia, y los
medios que usaron para averiguar los hechos, y comparando su
estado civil y moral con el de los modernos haré palpable la especie
de revolución que ha introducido la imprenta en este ramo de
nuestros estudios y conocimientos.
SESIÓN TERCERA.
3
* * Suetonio, vida de Cesar, LIV.
grados de creencia, aunque siempre debe sujetarse a las
condiciones de verosimilitud; 1° según el número de testigos; 2.°
según el acuerdo que reina entre ellos; y 3° según las reglas
dominantes que he establecido de un juicio sano, una exacta
observación e imparcialidad. Por que probándonos la experiencia de
lo que pasa diariamente al rededor nuestro y la nuestra propia
lista, que el comprobar un hecho con evidencia y exactitud es una
operación delicada y sujeta a mil dificultades aun cuando aquel sea
notorio; es indudable que los que estudien la historia deben evitare!
admitir ligeramente como cierto todo lo que no haya pasado por la
rigurosa prueba de testigos suficientes en calidad y número.
La tercera clase es la de los que han oído a los testigos del hecho y
aun que están todavía cerca de el hay sin embargo una extrema
diferencia de la anterior por las dificultades que ofrece la exacta
relación y pintura de un acontecimiento. Los testigos han
presenciado y oído los hechos que han herido sus sentidos pero al
pintarlos en su entendimiento, les han Impreso a su pesar
modificaciones que han alterado las formas; y estas reciben todavía
mayores alteraciones cuando desde este primer espejo movedizo y
ondulante se reflejan los hechos en otro igualmente variable.
Convertidos en este último de seres fijos y positivos como lo eran
por su naturaleza en imágenes fantásticas sufren, de imaginación
en imaginación y de boca en boca, todas las alteraciones que
causan la omisión, la confusión y el aumento de circunstancias, y
son comentados, discutidos, interpretados y traducidos,
alterándose con estas operaciones su pureza primitiva; pero
conviene que hagamos una distinción importante entre los dos
medios de transmitirse los hechos, a saber, de palabra, y por
escrito.
Los hechos transmitidos por escrito, como se fijan desde el
momento que se escriben, conservan de un modo inalterable el
género de autoridad que derivan del carácter del escritor. Pueden sí
haber sido desfigurados antes, pero una vez escritos quedan
siempre los mismos, y aunque como ordinariamente sucede, se les
dan diferentes acepciones según el modo de ver de los lectores, es
sin embargo indudable que estos tienen que estar de acuerdo sobre
su tipo positivo sino original: siendo la ventaja de un escrito la de
transmitirnos inmediatamente la existencia de los hechos a pesar
de los intervalos de tiempo y de lugar. Presentándonos al narrador
de los hechos, lo resucita, por decirlo así y después de miles do
años nos proporciona conversar con Cicerón, Horacio, Confucio,
etc., etc.; sin que se necesite mas que comprobar que el escrito es
realmente suyo y no apócrifo; por-que cuando es un anónimo
pierde un grado de autenticidad; y su atestado como se halla en
mas carado debe someterse a todas las pesquisas de una crítica
severa, y a las sospechas que hace concebir toda cosa clandestina.
Cuando un escrito se halla traducirlo no pierde en verdad nada de
su autenticidad, pero al pasar por un nuevo espejo se alejan los
hechos un grado mas de su origen, y reciben mas o menos colorido
según la habilidad del traductor; aunque queda siempre el recurso
de examinados, y confrontarlos por el original.
No sucede así con los hechos que se nos transmiten de palabra, es
decir por tradición; pues en este caso se despliegan todos los
caprichos y las divagaciones voluntarias o involuntarias del
entendimiento; y júzguese cuales deben ser las alteraciones de los
hechos transmitidos de boca en boca, y de generación en
generación, cuando vemos con frecuencia como varia una misma
persona en la relación de los mismos hechos según las épocas, y
según la diferencia de sus intereses o afectos. Así generalmente se
da poco crédito a la exactitud de la tradición; y aun este se
disminuye a proporción de las mayores distancias de tiempo y de
lugar. Tenemos pruebas irrecusables de esta verdad nuestra propia
vista trátese de recoger las tradiciones de los antiguos sobre los
acontecimientos del siglo de Luis XIV, y aun de los primeros años
del siglo 18 (desentendiéndose de los medios de instrucción que
tenemos por los escritos) y se verá las alteraciones, y confusiones
que se han introducido, las diferencias tan notables que se
encuentran entre unos testigos y otros, entre unos y otros
narradores. ¿Qué mayor prueba que la historia de la batalla de
Fontenoy referida de tantos modos diferentes? Y si notamos este
estado de olvido, de confusión y de alteración y en los tiempos que
por otra parte llamamos ilustrados, y en el seno de una nación
adelantada que tiene otros medios para corregir estos defectos, y
garantirse de la verdad ¿qué sucederá entre los pueblos en que
están todavía las artes en su infancia, o degeneración; donde
reinaba a antes reina todavía el desorden en el estado social, la
ignorancia en el sistema moral, y la indiferencia en todo lo que no
abrazan las primeras necesidades? Los viajeros exactos nos
atestiguan, también en nuestros días la prueba de esta
inverosimilitud de relaciones, y de el absurdo de las tradiciones en
los pueblos salvajes, y aun entre los que llamamos civilizados;
siendo todavía mucho mas nulas por mil razones en el Asia donde
tuvieron su origen y nacimiento; y la prueba es la ignorancia en
que viven los naturales sobre los hechos y las fechas que mas les
interesan; puesto que los indios, los Árabes, los Turcos y los
Tártaros no saben dar razón del año en que nacieron, ni de la edad
de sus padres parientes.
No obstante el principio de la historia debieron ser las relaciones
transmitidas de boca en boca y do generación en generación, como
lo prueban la naturaleza de los hechos todavía subsistentes, la
organización misma del hombre, y el mecanismo de la formación de
las sociedades.
En electo probado que el hombre nace completamente ignorante;
que todas sus ideas son fruto de sus sensaciones, y todos sus
conocimientos adquiridos por la experiencia personal y por la
acumulada de las generaciones anteriores; probado que el arte de
escribir debió ser extremamente complicado en los principios de su
invención; que el de hablar es otro arte que debió precederle y que
por si solo ha necesitado para perfeccionarse una inmensa serie de
generaciones, se deduce con una certeza física que el imperio de la
tradición ha durado todo el transcurso de siglos que ha precedido a
la invención del arte de escribir, y aun añado de la escritura
alfabética; por-que esta sola es la que ha sabido pintar todos los
pormenores de los hechos, y las modificaciones de los
pensamientos en vez de que las otras como los jeroglíficos de los
Egipcios, los nudos de los Peruvianos y los cuadros de los
Mexicanos, pintando las figuras y no los sonidos solo han podido
transmitirnos el diseño y conjunto de los hechos, pero no sus
circunstancias, y conexiones. Y como los hechos y la razón
demuestran que el arte de escribir y el de hablar son resultados del
estado social, y que este ha sido producido por las circunstancias y
las necesidades, es evidente que todo este edificio de necesidades,
circunstancias, artes, y estado social ha precedido al imperio de la
historia escrita.
5
* Véase el primer capítulo del Alcoran, verso 1º, y siguientes.
ella las cuestiones de dogma en lugar de fundarlas sobre hechos
naturales capaces de procurar la evidencia. Seria de desear que
alguno tratase de nuevo y con método este asunto en lo cual haría
un gran servicio no solo a las letras, sino también las ciencias
morales y políticas.
4
SESIÓN CUARTA.
1ª Que como los hechos históricos nos son transmitidos por medio
de los sentidos de otros, no pueden tener para nosotros el grado de
evidencia ni de convicción que nace del testimonio de nuestros
propios sentidos;
2ª Que pudiéndonos inducir en errores nuestros propios sentidos,
como sucede, y siendo preciso por lo tanto sujetar a examen
algunas veces su testimonio, seria inconsecuente, y aun atentatorio
a nuestra libertad, y a nuestra propiedad de opiniones el atribuir
una mayor autoridad a las sensaciones de otros que a las nuestras
propias;
3a Que por consiguiente no pudiendo los hechos históricos obtener
jamás los dos primeros grados de nuestra certeza a saber la
sensación física, y la memoria de esta sensación, se colocan
solamente en el tercero que es el de la analogía o comparación de
las sensaciones de otro con las nuestras, distribuyéndose en él la
certeza en diferentes clases, que la disminuyen según la mayor o
menor verosimilitud de los hechos, el número y las facultades
morales de los testigos, la distancia entre el hecho y el que la
refiere; y su paso de una mano d otra. Habiendo conseguido los
matemáticos someter todas estas condiciones reglas precisas y a
formar un ramo particular de conocimientos bajo el título de
cálculo de probabilidades refiero a su cuidado el completar las ideas
de ustedes sobre la cuestión de la certeza de la historia.
6
* * Véase el principio de las confesiones de J. J. Rousseau: quizás no existe libro alguno que
contenga tanto orgullo en tan pocos renglones como los diez primeros de este.
7
¥ Entre Rousseau y Voltaire considerados como jefes de opiniones hay la diferencia característica
de que cuando se ataca al 2º delante de sus partidarios estos lo defienden sin calor con razones y
chocarrerías, considerando al que lo crítica lo mas como un hombre de mal gusto. Pero cuando se
ataca a Rousseau delante de los suyos produce en ellos como una especie de horror religioso que
les hace considerar al que lo impugna como un malvado. Habiendo experimentado yo mismo en mi
juventud estas impresiones al buscar la causa me ha parecido hallarla en que como Voltaire habla al
espíritu mas bien que al corazón, y al pensamiento más bien que los sentimientos, no acalora el
alma con el fuego de las pasiones; y como se ocupaba mas de combatir la opinión de otros, que de
establecer la suya, producía el hábito de dudar y no el de afirmar; lo cual conduce a la tolerancia.
Por el contrario Rousseau dirigiéndose al corazón mas bien que al espíritu, y a los afectos mas que
a la razón, exalta el amor de la virtud y de la verdad sin (sin definirlas) con el amor de las mujeres
tan capaz de causar ilusión; y estando fuertemente persuadido de su rectitud sospecha sola opinión
y después la intención de los otros; de cuya situación de espíritu resulta inmediatamente la aversión
en los débiles y la intolerancia perseguidora en les que tienen la fuerza. Es notable que entre los
hombres que han desplegado más este carácter en estos últimos tiempos el mayor número de ellos
se llaman discípulos y admiradores de J. J. Rousseau.
8
* Fraternidad o la muerte es decir piensa como yo o te mato, que es literalmente
la profesión de fe de un Mahometano.
predicar la inutilidad de las ciencias y de las artes, para proscribir
el talento, las riquezas y por consiguiente el trabajo que las crea,
seria quizás difícil encontrar en esta historia, aunque demasiado
verídica, rastro alguno de utilidad; y creo que no habrá dificultad
en convenir en que es pagar demasiado caro el conocimiento de que
la sensibilidad de un individuo organizado de cierto modo llevada al
exceso puede degenerar en una demencia¥9 ** debiéndonos
lamentar de que el autor del Emilio después de haber hablado
tanto de la naturaleza no imitase su sabiduría, que mostrándonos
en lo exterior todas las formas que lisonjean nuestros sentidos,
nos. oculta en sus entrañas cubriendo con un velo espeso todo, lo
que amenaza chocar con nuestra delicadeza. Mi conclusión pues
sobre este articulo es que la utilidad que puede sacarse de la
historia no es una utilidad que se nos ofrece espontáneamente por
si misma, sino la producción de un arte sometido a principios y
reglas de que hablaré al tratar de las escuelas primarias.
La según la clase de utilidad que es la relativa a las artes y ciencias
tiene una esfera mucho mas variada, extendida y sujeta a muchos
menos inconvenientes que los que acabo de exponer Presentada la
historia bajo este punto de vista es una mina fecunda de la cual
cada uno en particular puede sacar los materiales mas
convenientes para la ciencia o arte a que se dedica o quiere
cultivar; y las indagaciones de este género tienen la ventaja de
aclarar cada vez mas el objeto de que se trata por la confrontación
de los diversos procedimientos métodos empleados en diferentes
épocas y en diversos pueblos; por la patenticidad de los errores
cometidos y la contradicción misma de las experiencias, y en fin
por el conocimiento de la marcha que ha seguido el espíritu
humano, tanto en la invención como en los progresos del arte o de
la ciencia; marcha que indica por analogía la que debe seguirse
para llegar su perfección.
A estas clases de indagaciones debemos los numerosos
descubrimientos nuevos o solamente renovados, pero que sus
autores no merecen menos nuestro reconocimiento; por su medio
nos ha procurado la medicina los métodos curativos y los remedios,
la cirugía, los instrumentos, la mecánica, las utensilios y las
máquinas y la arquitectura, los adornos y los muebles. Seria de
desear que esta última se ocupase de un género de construcción
muy urgente en nuestra actual situación, quiero decir, de salas
para las asambleas deliberantes y para la instrucción pública.
Novicios todavía en este arte no hemos conseguido en el espacio de
cinco años sino ensayos muy imperfectos, y tentativas viciosas, en
9
¥ ** Se sabe que Rousseau murió en este estado al que sin duda le redujeron sus escritos.
cuya clase no compren-do el anfiteatro donde nos hallamos
reunidos10, que aunque demasiado pequeño para nosotros (quienes
no fue a la verdad destinado), llena en lo demás perfectamente el
objeto de su institución; pero hablo de esas salas en que resulta la
ignorancia de todas las reglas del arte, cuyo local no guarda
proporción alguna con él número de deliberantes que deben
reunirse en él y están diseminados sobre una vasta superficie en
vez de hallarse reconcentrados como se re-quiere en el mas
pequeño espacio; de esas salas en que parece haberse desconocido
enteramente las reglas de la acústica dando las formas cuadradas e
irregulares en vez de las circulares que son las mas a propósito
para poder bien oír; en las que por el doble vicio de su magnitud, y
figura se necesita tener una voz de Estentor para poder ser oído,
quedando por consiguiente privados de su derecho de consejo, e
influencia todos los que tengan un órgano de voz débil, a pesar de
que vemos con frecuencia que los afectos de pecho y la debilidad de
la voz son a veces resultas de un estudio asiduo y de la aplicación;
en lugar de que las voces recias y los fuertes pulmones son
ordinariamente indicio de un temperamento vigoroso, que no se
acomoda bien con la vida sedentaria de un estudio, y, que invita
mas bien arrastra involuntariamente a cultivar las pasiones con
preferencia a la razón; hablo en fin de esas salas en que la
necesidad de esforzarse para hacerse entender produce un ruido
que impide entenderse; de modo que por una serie de
consecuencias ligadas estrechamente entre sí, como la
construcción favorece y aun requiere el tumulto, y este impide la
regularidad y la calma de la deliberación sucede que las leyes que
de-penden de esta, y la suerte, de un pueblo que depende de estas
leyes, reciben su in-fluencia realmente de la disposición física de
una sala. Es pues por lo tanto verdaderamente importante
ocuparse con atención de esta materia en la cual podemos
adelantar consultando a la historia y a los monumentos de la
Grecia y de Italia. En ellos aprehenderemos de tos pueblos antiguos
que tenían una larga y multiplicada experiencia de grandes
asambleas los principios bajo los que construían sus circos y
anfiteatros en los cuales cincuenta mil almas oían con comodidad
la voz de un actor; como lo experimentó José II hace algunos años
en el anfiteatro restaurado de Verona sabríamos el uso de las
grandes conchas que se hacían en ciertas partes de las paredes, el
de los vasos de cobre que servían para aumentar los sonidos en el
inmenso circo de Caracalla, el de los depósitos con fondo de cuba
de metal o de ladrillo que se usan con, tan buen suceso en la opera
10
* El anfitéatro de química del jardín de plantas.
moderna de Roma donde siendo la sala mucho mayor que ninguna
de las nuestras una orquestra de once instrumentos solamente
produce tanto efecto como los cincuenta de nuestra opera;
limitaríamos la construcción de las salidas y entradas que facilitan
la comunicación y aun la evacuación total del teatro sin ruido ni
confusión; y en fin podríamos averiguar todo lo que el arte habla
imaginado en este género entre los antiguos para, hacer de ello, las
aplicaciones inmediatas o las modificaciones oportunas*11.
11
* *Este asunto, es tan importante que no llevará a mal el lector que indique los resultados de mis
observaciones sobre las diferentes salas en que me hallado.
El objeto principal y aun único de una sala deliberante es el de que los que discuten se hablen con
comodidad y se oigan con claridad. Adornos, construcción, reglas del arte, todo debe ser
subordinado este objeto principal y para obtenerlo es preciso:
1º Que los que deliberan estén reunidos en el espacio mas pequeño conciliable con la salubridad y
la comodidad, sin cuya condición quedando despojados de hecho o las que tienen voz débil de su
derecho de presentar su opinión, se establece una aristocracia de pulmones que no es de las menos
peligrosas;
2º Que estén sentados de modo que puedan verse fácilmente sus movimientos, porque sin respeto
público no hay dignidad individual; y estas dos primeras condiciones establecen la necesidad de la
forma circular y de anfiteatros;
3º Que los: asientos de los deliberantes formen una masa continuada sin división natural que
indique distinción de puestos, porque estas divisiones naturales favorecen y aun fomentan las di-
visiones morales de partido, y de facción;
4° Que nadie pueda pasar por la sala sino es los secretarios y ugier porque nada incomoda tanto en
una deliberación como el paso continuo de unos y otros;
5° Que haya muchas entradas y salidas independientes unas de otras de modo que pueda evacuarse
o llenarse la sala prontamente y sin confusión;
6. Que los oyentes estén colocados de modo que no estorben a los deliberantes.
Como puede parecer un problema esta última condición he aquí el plan que he calculado sobre los
datos expuestos, y cuya perfección toca a los arquitectos al ejecutarlo.
Designo una sala en forma de herradura, o de algo más que un semi-círculo y le doy el hueco
suficiente para contener quinientos individuos deliberantes a lo más porque las asambleas que
exceden de este número son conciliábulos, y así deben ser más preferibles de solos 300. Construyo
cinco o seis órdenes de gradas en anfiteatro cuyo radio es de 36 a 40 pies lo más, y en cada una de
ellas dejo una porción de entradas y salidas. Al rededor del piso de la sala coloco una barandilla
que impide a los de la última grada entrar en él. En uno de los extremos del semi-círculo, fuera de
las gradas está la silla del presidente, y detrás de él fuera también del circo un cuarto para su uso,
por el cual tiene la entrada y salida. Los secretarios están delante del presidente y en el extremo
opuesto también fuera de las gradas la tribuna de la lectura destinada solamente a leer los informes
y las leyes, puesto que cada miembro debe hablar desde su asiento. Esta tribuna y la silla del
presidente no se miran sino que están un poco vueltas hacia el fondo del anfiteatro. En cima de las
gradas y de tras de la pared están las tribunas de los taquígrafos de los periódicos, que siendo mi
parecer de gran influencia en un gobierno republicano deben de ser elegidos parte por el gobierno,
y parte por el pueblo; y en fin algunas otras tribunas con celosías para los magistrados y
embajadores.
El techo de la sala no debe ser redondo sino chato y calculado para producir el mejor efecto en los
oyentes; con varios bastidores para renovar el ayre de la sala y dar la luz. No debe haber en esta
ninguna venta lateral ni columnas que rompan la unidad del recinto; porque si se nota demasiado
eco se cubran las paredes de tapicería. Al rededor de las paredes debe haber termómetros para
medir y tener en un mismo grado de calor las estufas subterráneas en invierno, y los conductos de
El tercer género de utilidad que puede sacarse de la historia, que
he llamado utilidad política, o social, consiste en reunir, y meditar
sobre todos los hechos relativos a la organización de las sociedades,
y al mecanismo de los gobiernos, para inducir de ellos los
resultados generales particulares que puedan servir de términos de
comparación y de reglas de conducta en casos análogos o
semejantes. Tomada en este respecto la historia en su
universalidad es una inmensa recopilación de experiencias
morales, y sociales que el género humano hace involuntariamente y
a mucha costa suya; y en que ofreciendo cada pueblo
combinaciones diversas de acontecimientos, pasiones, causas y
efectos, desenvuelve a los ojos del observador atento todos los
resortes, y mecanismo de la naturaleza humana; de modo que si
existiese un cuadro exacto del juego reciproco de todas las partes
de cada máquina social; es decir de los hábitos, costumbres,
opiniones, leyes, y régimen interior y exterior de cada nación, seria
posible establecer una teoría general del arte de componer estas
máquinas morales, y poner principios fijos y determinados de
legislación, de economía política, y de gobierno. No hay necesidad
de indicar la utilidad de un trabajo de esta naturaleza; pero
desgraciadamente esta sometido a muchas dificultades; en primer
lugar porque la mayor parte de las historias, especialmente las
antiguas, no ofrecen sino materiales in-completos, viciosos; y
además porque el uso que puede hacerse de ellas, y los
razonamientos que pueden formarse solo son exactos cuando se
han presentado los hechos con precisión, y ya hemos visto cuan
difícil es obtener esta sobre todo en los hechos particulares y
preliminares. Debe también notarse que los hechos mayores y mas
notables de la historia no son los mas instructivos, sino que lo son
ayre en verano; parte que debe estar bajo la inspección de tres médicos porque la salud de los
deliberantes es uno de los elementos de buenas leyes.
Hasta aquí no he hablado del auditorio y sin embargo quiero que lo haya con la condición cómoda;
de que pueda ser mas o menos numeroso a voluntad: a este fin adapto en la boca del semi-círculo,
de que he hablado otro semi-circulo mas pequeño, mas grande, o igual que figure un teatro sin
galerías. Los deliberantes se hallan respecto a el como en un teatro elevado que domina al pacio
desde bastante altura. Estas dos salas están divididas por un paso y una barandilla casi como la
orquestra para oponerse en caso necesario a todo movimiento popular. Para presentarse a la barra
situada entre el presidente y la tribuna de lectura se entra por este paso; y en fin por medio de un
gran biombo lateral y movible se aíslan los deliberantes en un abrir y cerrar de ojos en el caso de
una sesión secreta sin tener que incomodar a los espectadores. Puede creerse con fundamento que
un edificio de esta naturaleza no costaría mas de cien mil francos porque debe excluirse de él toda
especie de lujo; pero aunque costase el doble su construcción es la cosa mas practicable aun en
nuestras circunstancias porque sin tocar al tesoro público podría llenarse el objeto por medio de una
subscripción de 12 a 15 francos por mes cada uno de los miembros de los consejos sin que esta
pudiese serles grabosa sobre su sueldo.
los accesorios, y las circunstancias que los han preparado, y
producido; porque solo conociendo estas circunstancias
preparatorias puede conseguirse el evitar u obtener unos
resultados semejantes. Así en una batalla el resultado no es el que
nos instruye sino los diversos movimientos que decidieron su
suerte, y que aun cuando parecen menos visibles, son sin embargo
las causas mientras que el acontecimiento es solamente el efecto*12.
La importancia del conocimiento de estos de-talles es tal que sin
ellos es vicioso el término de comparación porque no tiene analogía
con el objeto qué quiere aplicarse, y esta falta de tan graves
consecuencias es sin embargo habitual y casi general en la historia;
se aceptan los hechos sin discusión, se combinan sin relaciones
exactas, se suponen hypotésis que carecen de fundamento; se
hacen aplicaciones que faltan de exactitud, y de aquí nacen los
errores de administración y de gobierno que producen veces las
mayores desgracias. El estudio de la historia bajo este punto de
vista es pues un arte muy profundo; y si ciertamente la utilidad
que puede resultar es de las mayores consecuencias aquel es de la
clase mas elevada porque es la parte trascendental y si puedo
decirlo así las altas matemáticas de la historia.
Todas estas consideraciones lejos de ser una digresión del asunto
que me he propuesto me han preparado por el contrario una fácil
solución a la mayor parte de las cuestiones relativas a el. Se
pregunta, por ejemplo, si puede aplicarse a las escuelas primarias
el estudio de la historia? y es evidente que componiéndose estas de
niños cuya inteligencia no está todavía desenvuelta y que carecen
de ideas y medios para juzgar los hechos del orden social, no puede
convenirles este género de conocimientos: que solo puede servir
para crear en ellos preocupaciones e ideas falsas y erróneas, o
hacerlos habladores, o papagayos como lo ha probado por espacio
de dos siglos el sistema vicioso de la educación en toda Europa.
¿Qué entendemos, cuando jóvenes, de la historia de Tito Livio, de la
de Salustio, de los Comentarios de Julio Cesar, o de los Anales de
Tácito que nos obligan a explicar? ¿Qué fruto, qué lección hemos
sacado de ellos? Algunos maestros hábiles habían conocido tanto
este vicio que pesar de los deseos que había de introducir en la
educación la lectura de libros hebreos, no se atrevieron jamás a
intentarla, y se vieron obligados a darles la forma de romance
conocido con el nombre de historia del pueblo de Dios. Además si la
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* Lo mismo sucede, también con los detalles de las negociaciones de que dependen los grandes
acontecimientos de, la paz de la guerra, que son los hechos históricos mas instructivos, porque se
ven en' ellos al descubierto todo el juego de las intrigas y pasiones; y estos hechos serán siempre
los menos conocidos porque no hay quizás agente alguno que se atreva a dar cuenta exacta de ellos
por su propio honor o interés
mayor parte de los niños que frecuentan las escuelas primarias
está destinada a practicar las artes, ú oficios que deben absorber
todo su tiempo si ha de ganar en ellos con que atender a su
subsistencia ¿a qué es darles conocimientos que no podrán
cultivar; que tendrán que olvidarlos necesariamente; y que no les
dejarán sino la falsa pretensión de saber mucho peor que la
ignorancia? Las escuelas primarias no admiten pues la historia
bajo su gran punto de vista político; podrá ser mucho mas útil en
ellas con respecto a las artes, porque hay muchas en las. que es
bastante la inteligencia de la juventud, y porque el cuadro de su
origen y progresos puede instruir los niños en el espíritu de
análisis; pero seria preciso componer expresamente obras de esta
clase, y el fruto que se obtendría con ellas no compensaría tal vez
ni el cuidado de hacerlas, ni los gastos.
La única clase de historia que creo con-viene a los niños es la del
género biográfico, o vidas de los hombres públicos o particulares.
La experiencia ha demostrado que la lectura de esta clase de obras
por las noches en familia producía un efecto poderoso en la
imaginación de los jóvenes; escitando el deseo de imitación que es
un atributo físico de nuestra naturaleza, que determina la mayor
parte de nuestras acciones. Las impresiones recibidas por esta
clase de lectura deciden la vocación e inclinaciones del resto de la
vida, y son mucho mas eficaces porque están menos preparadas
por el arte, y porque el niño que hace una reflexión y forma su
juicio, conoce mejor su libertad no creyéndose dominado; ni bajo la
influencia de una autoridad superior. Nuestros antepasados
conocieron, bien esta verdad cuando pata dar mas crédito sus
opiniones dogmáticas imaginaron una obra de esta clase llamada
Vida de los Santos; y no debe creerse que estas composiciones
carezcan de mérito, porqué muchas de ellas están hechas con arte,
y con un profundo conocimiento del corazón humano: siendo la
prueba de ello que han logrado con frecuencia su objeto,
imprimiendo a las almas un movimiento en el sentido y dirección
que se habían propuesto.
*
Estas palabras faltan en la edición en -12 que esta llena de faltas.
historiador, era un hermoso joven en la flor de su edad, su larga y
roja cabellera precia de seda y flotaba en rizos sobre sus espaldas,
habiéndole preguntado Forsehill si temía la muerte «La recibo con
gusto, le dijo, puesto que ya he llenado » el deber mas grande de la
vida habiendo visto morir a los que no puedo sobrevivir, solo te
pido que no dejes a ningún esclavo que toque a mis cabellos, y que
cuides de no mancharlos con mi sangre.»
Estos rasgos prueban el poder que ejercen sobre nosotros los
preceptos de la educación aun en un sentido tan contrario a la
naturaleza; y pueden probar al mismo tiempo el abuso que podría
hacerse de la historia, pues no hace muchos meses * un ejemplo
semejante no hubiera dejado de servir para autorizar el fanatismo;
siendo este el peligro que ofrece la historia presentándonos casi
siempre escenas de locura, vicios, o crímenes; y por consiguiente
modelos y estímulos para los estrabios mas monstruosos.
En vano se dirá que los males que resultan de ellos, según nos lo
hace ver también la historia, son suficientes para hacernos los
evitar, porque en lo moral existe una verdad profunda la que no se
hace bastante atención, y es que el espectáculo del desorden y del
vicio deja siempre impresiones peligrosas, y sirve menos para
separarnos de él que para acostumbrar a él nuestra vista y
estimularnos con la excusa que nos presenta el ejemplo. Este
mismo mecanismo físico es causa de que una narración obscena
agite el alma mas casta, y así el mejor medio de mantener la virtud
es el de no presentarla las imágenes del vicio.
En el asunto en cuestión puedo asegurar que las mejores obras son
las menos malas, y que el partido mas prudente que debe tomarse
es el de esperar a que los jóvenes tengan ya su juicio formado, y
libre de la influencia de los maestros para que puedan comenzar a
leer la historia. Su entendimiento nuevo pero no ignorante no seria
el menos' a propósito para coger nuevos puntos de vista, sin
doblegarse a las preocupaciones que inspira una educación
rutinera. Si es-tuviese encargado de trazar un plan de estudios de
este género la marcha que creería mas conveniente después de
exigidas estas condiciones seria la siguiente.
*
* Antes del año 2.
entender la geografía y sin una tintura de esta no pueden fijarse las
escenas de la historia que vuelan en nuestra imaginación como las
nubes en el ayre. No creería necesario que mis discípulos hubiesen
profundizado los detalles de estas ciencias, porque la historia
misma se los presentará; ni exigiría que se viesen enteramente
libres de las preocupaciones morales o religiosas; bastaría que no
fuesen tercos ni estuviesen encaprichados con ellas, y que tuviesen
un entendimiento capaz de observar porque no dudo que el
espectáculo variado de todos los contrastes que nos presenta la
historia rectificaría y extendería sus ideas. La terquedad proviene
de no conocer mas que si y a los de su clase, y la intolerancia de no
haber salido fuera de su hogar, porque estos dos defectos son el
fruto de un egoísmo ignorante, y cuando se ha visto mucha clase
de gentes, cuando se han comprado muchas opiniones diferentes
se advierte que cada hombre tiene su valor, y cada opinión sus
razones, y embotando los ángulos cortantes de una nueva vanidad
se rueda dulcemente hacia el torrente de la sociedad. La historia
nos procura también este fruto de la prudencia, y esta utilidad que
nos proporcionan los viajes, porque aquella es un viaje agradable,
en que sin peligros ni fatigas, y aun sin moverse se recorre el
universo de los tiempos y de los lugares. Así pues del mismo modo
que un viajero no comienza sus excursiones desde las tierras
australes, o desde países inaccesibles y desconocidos para dirigirse
después a la tierra habitada, así también juzgo que mis discípulos
de historia deberían no comenzarla en la obscuridad de la
antigüedad, ni en los siglos inconmensurables para venir desde
ellos sin saber como a los siglos contiguos al nuestro que en nada
se parecen a aquellos. Lejos de eso evitarán todos los libros de
historia que de un solo vuelo nos trasportan al origen del mundo,
calculando sobre aquella época, como sobre la del día de ayer y
declarando que no se puede razonar ni entrar en contestación con
este principio. Y como nada es mas malo que las contestaciones, y
por otra parte el raciocinio es una brújula que no podernos
abandonar es preciso dejar otros habitantes de los antípodas en su
polo austral, e imitando a los prudentes marinos dar a la vela
desde nuestro puerto, seguir costeando nuestra tierra, y no avanzar
sino a medida que vayamos conociendo el rumbo. Mi opinión es
pues que primero debe estudiarse la historia de su país natal, de
aquel en que vivimos, donde podemos adquirir pruebas materiales
de los hechos, y ver los objetos de comparación.
ÍNDICE
DE LAS SESIONES
DEL TOMO PRIMERO.
Pagina,
Sesión primera .........................................19
Sesión segunda.........................................25
Sesión tercera............................................41
Sesión cuarta ....................................... 73
Sesión quinta ....................................... 105