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Matematicas Septiembre
Matematicas Septiembre
Entonces tomó el ovillo y, como le había explicado Ariadna, sujetó un extremo a la cerradura;
después, desenrolló el hilo y entró. Detrás se cerraron las puertas con un golpe seco. Todo
quedó a oscuras y en silencio.
Comenzó a caminar por pasillos largos, estrechos, que no acababan nunca y que parecían no
llevar a ninguna parte. Cuando al fin creía haber seguido la dirección correcta, encontraba un
muro que le impedía seguir adelante; entonces tenía que volver atrás y empezar de nuevo.
Los que esperaban fuera se mantenían con el alma en vilo, temiendo por la suerte del héroe.
Al verle.
El hombre, maravillado por la sabiduría del pequeño pájaro, le pidió que le diera el tercer
consejo.
Tenía la impresión de que iba a ser el más importante. El ave, con tono despectivo, contestó:
- No se lo voy a revelar, puesto que no ha sabido utilizar los otros dos. Es como sembrar en un
terreno estéril. Mis palabras le entrarían por un oído y por el otro le saldrían. Será mejor que
me vaya ahora que estoy libre.
La cesta fue navegando por la rápida corriente, unas veces de frente y otras dando vueltas,
hasta que se quedó enredada en las raíces de un árbol, en una zona de aguas tranquilas donde
los animales salvajes acudían a beber.
Un rostro se inclinó sobre los llorosos críos, un rostro de ojos amarillos que tenía una boca
llena de feroces dientes. La loba abrió sus tremendas mandíbulas y agarró primero a Rómulo,
después a Remo, y se los llevó a su cubil. Allí los dejó caer entre la suave y temblorosa piel de
sus hambrientos cachorros... Y allí les dio de mamar, dejó que bebieran su leche al mismo
tiempo que mamaban sus
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