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ARGUMENTARIO DEL 15M

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Transcurrido un añ o tras la emergencia del 15M y después de la cobertura interesada que los
medios y actores políticos dieron en un principio al acontecimiento en funció n de sus
respectivos cá lculos electorales, el movimiento, a pesar de todas las dificultades, sigue vivo,
activo y diseminá ndose en mú ltiples escenarios políticos y econó micos (desahucios,
desobediencia civil frente a tasas abusivas, “mareas” de resistencia pú blica).
Algunos de los reduccionismos de tipo generacional (es só lo un movimiento “juvenil”),
doctrinario e higienista (cuyo protagonista ha sido el sucio “perroflauta”) que se proyectaron
en los primeros días del 15M, muchos de ellos de preocupante tinte autoritario, dejaron
interesadamente de lado el modo en que el 15M amplió el radio de acció n desde el que TODXS
comenzamos a plantear preguntas políticas en torno a nuestros derechos y deberes.
Fue esta inesperada, pero serena y confiada irrupció n democrá tica en la vida política lo que
eclipsó la campañ a electoral y obtuvo la simpatía e incluso el apoyo de grandes sectores de la
població n. En este contexto, es revelador que muchos de los que en un principio alababan
hipó critamente la fuerza regeneradora del movimiento por la indefinició n, horizontalidad y
pluralidad de sus reivindicaciones, ahora lo desprecien escudá ndose en los mismos
argumentos que antes eran saludados con hipó crita esperanza. Sin embargo, puesto que –como
han reconocido incluso sus detractores-, só lo en estas acampadas y asambleas se ha hablado y
discutido de verdad democrá ticamente; puesto que só lo en ellas se ha alcanzado a plantear con
respeto los problemas que realmente nos interesan; puesto que só lo en ellas se ha podido
escapar a la ló gica hueca de las declaraciones partidistas sin recurrir a las escandalosas
campañ as de publicidad sufragadas con el dinero de todxs; puesto que só lo este
acontecimiento ha podido canalizar y dar voz a miles de frustraciones concretas que no
encontraban adecuada representació n en el espectro político parlamentario; a la vista de todo
esto, creemos pertinente preguntarnos:
¿Qué es entonces, que ha sido el 15M? En principio, para siquiera hablar de ello, habría que
utilizar el plural, “los movimientos del 15M” o “el movimiento de movimientos del 15M”, no
só lo por su dispersió n, movilidad y autotransformació n, sino porque han convocado fuerzas de
transformació n mú ltiples y han conseguido desplegarse en un espacio de manifestaciones que
abarca todo tipo de experiencias y que, por ello, demanda soluciones globales; de ahí su
aspiració n a extenderse a la totalidad del espacio social, virtual e incluso global.
Así pues, cuando hablamos del 15M lo hacemos de un nuevo repertorio de movimientos
sociales:
 Movimientos de protesta ciudadana, de base profundamente democrá tica y que sacan a
la esfera pú blica las limitaciones, miserias e insuficiencias del actual modelo
democrá tico (a fin de cuentas, una democracia formal de delegació n parlamentaria, que
capacita como casi ú nico actor político a los partidos y que tiene en la Constitució n no
só lo una garantía de funcionamiento, sino también un techo inabordable lleno de
limitaciones).
 Movimientos que rompen la dicotomía reforma-revolució n, aunque no obstante pueden
permitir pasar de indignados a rebeldes e incluso revolucionarios, y que señ alan
ademá s el inicio de un nuevo ciclo de movilizació n y protesta que pasa por una amplia
agitació n plural y la multiplicació n de objetivos. Esta espiral de acciones ha logrado,
sobre todo, la constitució n de un actor político inesperado e inapropiado que ha

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descolocado tanto a la clase política como al gremio intelectual y periodístico.
 Movimientos cuyo espíritu viene marcado por una suerte de pacto entre iguales: ni
grupos ni organizaciones, ni siquiera banderas, indiferencia o rechazo a toda forma de
protagonismo de siglas o de portavoces autoproclamados, ausencia de liderazgo de
militantes y activistas; que han generado una forma de acció n y movilizació n política
por encima de la descomposició n de los sistemas de partidos y de todas las instancias de
representació n que es sostenida sobre un “nosotros” no identitario (abierto, horizontal
e incluyente), un factor que desde fuera se significa por su falta de nitidez o de líneas
precisas, pero que esconde la potencia de toda indefinició n, la resistencia a toda captura,
ya sea mediá tica o política. Bajo este á ngulo, el cará cter difuso del movimiento no
constituye su debilidad, como se insiste desde los discursos hegemó nicos, sino má s bien
la fuente de su singular fuerza de atracció n.
 Movimientos que han generado, decíamos, un “nosotros” que antes no preexistía y ni
siquiera estaba latente, que ha surgido en el momento mismo de la ocupació n del
espacio pú blico; una identidad no identitaria que conjuga el verbo politizar, y que no
apunta a otros mundos posibles y utó picos, sino a habitar el ú nico que hay,
reinventando los vínculos sociales. Una identidad colectiva que intensifica la confianza
en la libertad positiva para influir en su futuro; que ademá s tiene en cuenta el factor
“subjetivo” sobre cualquier determinació n econó mica reduccionista; y que, en definitiva,
cuestiona de entrada el dogmatismo inherente a los modelos histó ricos cerrados. Al
comprobar que podemos hacer algo que antes nos parecía impensable, estamos
descubriendo también que nosotros hemos cambiado: nos inventamos, nuestra
subjetividad se transforma.
El asamblearismo ha operado como el criterio bá sico no só lo de organizació n, sino de
argumento político en acto, y sus principios constitutivos han sido: la apertura para quien
quiera formar parte; la participació n; la comunicació n como inicio de toda acció n asamblearia;
la horizontalidad o igualdad de palabra en los mismos términos que los demá s; el respeto y, en
definitiva, la generació n de un pensamiento colectivo.
 Las plazas ocupadas se convierten en á goras pú blicas, donde la discusió n se desborda
má s allá de la indignació n inicial e incluso de la toma de decisiones estratégicas; por
momentos ha adoptado incluso la forma de un proceso constituyente donde se discute
literalmente de todo y en el que cada cual tiene la oportunidad de pensar y pensarse por
vez primera en diá logo con los demá s.
 El asamblearismo también conlleva un principio político importante: la negació n
explícita de la representació n (“No nos representan”), por tanto, la pérdida de toda
soberanía política y de su delegació n en otra forma que no sea la asamblea. La asamblea
constituye pues esa otra “forma de hacer política” donde se percibe la fuente de
creació n de la política residente en la comunidad de referencia, y también la capacidad
igualadora de la razó n a través de la palabra.
 El debate asambleario da cuenta de có mo la razó n es siempre social; enseñ a a través de
una pedagogía participativa; es socializació n y emoció n; es la generació n de un
pensamiento colectivo acelerado, pero, sobre todo, es el acto que inaugura el verdadero
terreno de la política, aquel que se nos había hurtado. Por eso, aunque los debates
utilizan propuestas y generan programas de actuació n, estos no son los resultados
principales, sino tan só lo productos de su funcionamiento. Desde los primeros días, gran
parte de los medios de comunicació n y de la clase política le reclamó al movimiento

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unas propuestas claras; y en cierto modo las movilizaciones cedieron a ese
requerimiento. Ello ha supuesto una pura reducció n y el abandono de la capacidad y el
potencial de la movilizació n, ofreciendo ademá s una cara reformista como en el caso de
la reforma de la ley Electoral, como si una representació n má s proporcional en el
Parlamento supusiera una verdadera transformació n política.
 La auténtica transformació n ha sido el propio movimiento que ha inaugurado el terreno
de lo político: nos ha permitido inventarnos como sujetos políticos sin ningú n juego de
representació n y a través del principio de igualdad en acto (todos somos inteligentes y
sensibles, todos tenemos capacidad de diá logo). Este pronunciamiento se ha revelado
inquietante para la opinió n publicada, má xime cuando en ocasiones ha insistido en
situarse en el terreno de la interrogació n, en no demandar nada -pues lo que se
demanda queda encadenado a lo concreto y al interlocutor a quien se solicita-; en
mantener una situació n que manifiesta la absoluta carencia de resortes institucionales
que permitan la integració n, la traducció n en política institucional de unas demandas
que cuestionan la propia idea de la representació n, diluida en la decisió n colectiva de
una multitud de asambleas que proliferan en cada ciudad y en cada barrio.
El modelo asambleario no se inventa, proviene de los repertorios de acció n y socializació n
política má s espontá neos y elementales, pero adquiere una nueva significació n por la
ocupación del espacio de la ciudad: la acampada, la toma de las plazas. El acto novedoso de
compartir espacio y tiempo, de estar juntos y convivir con otros, y todo lo que tiene que ver con
el placer social y corporal que ello conlleva. Eso ha permitido la generació n de un
asamblearismo multitudinario, heterogéneo, cuyo impulso de politizació n masiva ha superado
la iniciativa de cualquier actor político previo, incluso la de los convocantes, y ha logrado
imponer una dimensió n nueva de las movilizaciones sociales.
 Se ha formado una comunidad de límites difusos, pero donde permanece con claridad
un “nosotros” concreto cargado de emoció n, afecto y hasta estética (carteles
espontá neos, acciones iró nicas ante la represió n) frente a la identidad política nacional,
formal y abstracta. El mandamiento “confía en los conocidos” se transforma en su
contrario e imperativo a la vez: “só lo podemos confiar en los desconocidos”, só lo
cualquiera puede hablar en las asambleas, só lo cualquiera puede ser escuchado, só lo
cualquiera tiene autoridad para hacer una propuesta. Es una decisió n de
impersonalidad y universalidad que reivindica la objetividad y validez de los discursos
(junto al derecho de todos a ser queridos y bien tratados), má xime en un contexto de
activa desconfianza hacia los partidos y otros actores políticos tradicionales.
 La consecuencia natural de esta acció n política de no-confrontació n, que iguala a todos
los desconocidos, es la voluntad de consenso, entendido como el instrumento má s
radicalmente democrá tico porque, aunque de inmediato pueda conducir a la indecisió n,
obliga a todos los participantes a ser partícipes de lo que está en debate, a defenderlo
como si fuera propio: lo es, puesto que lo colectivo así construido lleva una parte
nuestra. El consenso ha logrado también eliminar los liderazgos inú tiles y mantener la
capacidad de decisió n del colectivo; pero también ha impedido decisiones políticas
inaplazables.
 Una consigna de Sol indicaba: “Por un mundo má s organizado y menos ordenado”.
Frente a todas las pretensiones propagandísticas de un caos, se ha demostrado que lo
má s profundo y espontá neo es la disciplina y la organizació n, y que hace falta mucha
violencia para desordenar las cosas. La paradoja de la espontaneidad ha demostrado
que, abandonada a su propio impulso, resulta demasiado organizada, meticulosa,

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clasificatoria y reguladora.
 También se ha demostrado que lo espontá neo, apenas uno se siente parte de otro
cuerpo colectivo, es la solidaridad, la paciencia, la delicadeza, la atenció n, el cuidado, el
sacrificio y los buenos modales, transformando de repente la sensibilidad aprendida y
restituyendo la sensibilidad comú n que permita el gobierno de la fraternidad.
 ¿Qué decir de la inteligencia colectiva, uno de cuyos actos má s lú cidos fue abandonar Sol
y el resto de plazas? Era difícil renunciar a los lugares que ya eran nuestros, a una
experiencia que nadie anticipó y que nadie podía asegurar que se repitiera después.
Pero hubo que desatender el momento fundacional, y se hizo, para seguir adelante,
radicalizar (ir a la raíz) y politizar de verdad los movimientos allí donde podían
fortalecerse y fundamentar alternativas tangibles, apostando por los barrios y los
pueblos, por el trabajo constituyente de las comisiones y los grupos de trabajo, y por la
coordinació n a nivel estatal e internacional.
Todo ello se refleja en las formas de acció n y protesta, en especial en la renuncia al imaginario
del enfrentamiento con las fuerzas armadas, y consistente por lo comú n en las acciones
minoritarias y espectaculares. Violencia y no-violencia se enriquecen con nuevos sentidos,
puesto que el verdadero epicentro de la cuestió n no es tanto el tema de la violencia cuanto del
conflicto. El hecho de que só lo la violencia haga aflorar los conflictos significa que subyace una
violencia fría de la tolerancia que tolera só lo lo que se presenta como la reproducció n de lo
mismo. Así que la cuestió n que se abre es otra: hacer frente a la soberanía estatal y el
monopolio de la violencia legal (que no legítima) a través de la proliferació n de conflictos.
 Frente al dominio, la prá ctica del sabotaje, la desobediencia, el juego y la tensió n entre
lo legal y lo legítimo que se manifiesta en el cerco de parlamentos nacionales y
regionales, la ocupació n permanente de los centros simbó licos de las grandes ciudades,
la paralizació n de desahucios e incluso la ocupació n para proveer a los desahuciados, el
bloqueo de las redadas policiales contra los migrantes.
 Frente al uso disciplinario de la ciudad y sus flujos ordenados de peatones-viandantes,
la acampada y la ocupació n de las plazas por cuanto suponen una reapropiació n del
espacio pú blico convertido ahora en un capital comú n.
 Frente a la provocació n generadora de disturbios de las tropas antidisturbios, la calma
del colectivo social, la reformulació n iró nica de la represió n. Siempre actuando de forma
pú blica y con una declaració n pacífica de principios: invitació n a la participació n y
mecanismo de contaminació n de la simpatía por el movimiento, opciones tá cticas de
cará cter innovador, autotransformables y que bien pueden trocar en la autodefensa en
caso no ya de provocació n sino de agresió n directa.
Por todo ello el movimiento de movimientos del 15M no puede ser concebido como una
reacció n puntual o marginal destinada a desaparecer. Porque ya está bamos antes juntos sin
saberlo nos hemos encontrado ahora para quedarnos. ¡Viva el 15-M!

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